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NEUROSIS: REPRESIÓN Y DESEO

En el marco del psicoanálisis lacaniano, el fenómeno de la neurosis, nos remite


indefectiblemente a la posición del sujeto frente al lugar del Otro. El Otro es una alteridad,
que en tanto lugar, puede ser ocupado por diversas figuras, entre ellas la madre, quien desde
la llegada del sujeto al mundo, lo introduce al lenguaje, le da un nombre y lo incluye en su
deseo; y el padre, quien desde su lugar de la Ley, nombra y con ello pone límites al deseo
de la madre y del hijo, a quien ubica en un lugar dentro de la estructura. Pero además el
lugar del Otro, puede ser ocupado por la cultura, que determina roles, funciones, dentro de
un contexto social que se rige por normas y leyes, y que es integrado por un lenguaje que
organiza a los sujetos pertenecientes a una misma cultura. Dios, la religión, la ciencia, y
ahora el mercado, también ocupan el lugar del Otro en la vida del sujeto en la actualidad.

“Ese lugar del Otro, es entonces el elemento determinante para el sujeto de la clínica
lacaniana, su condición (neurosis o psicosis) dependerá de lo que tiene en el Lugar del Otro,
su destino estará ligado a lo que tiene lugar en el Otro articulado como un discurso,
concepción que culmina en Lacan con la formulación que dice: el inconsciente es el
discurso del Otro” (Ricardo Nepomiachi: 1990, 11)

El Otro, esa alteridad radical, dirá Lacan, al nombrar al sujeto, va incluyéndolo en su


discurso, discurso que consta de dos niveles: un nivel significante o del enunciado, y el
nivel del significado o de la enunciación. A nivel del enunciado, podemos escuchar los
significantes con los que el Otro nombra a sujeto, y con ello la posición que le otorga en su
discurso, como niño bueno o malo, el tonto o el inteligente, por ejemplo. Sin embargo
debajo del nivel de lo “dicho”, va insistiendo el significado de las palabras con las que el
Otro nombra al sujeto. A este nivel, de la enunciación, es que podemos encontrar a los
elementos que van calando y construyendo el inconsciente del sujeto. De allí que Lacan
afirme: el inconsciente es el discurso del Otro.

Si bien el Otro es el lugar del lenguaje y del saber, este Otro al igual que el sujeto está en
falta, en tanto no todo lo sabe, no todo lo puede y porque está encarnado muchas veces por
personas, sujetos divididos y deseantes. En la Neurosis, el sujeto reconoce esta falta en el
Otro, falta que le genera angustia y lo lleva a reprimirla, para seguir creyendo en él. Es
justamente la falta en el Otro la que ingresa al sujeto al circuito del deseo, pues el Otro
desea cuando está en falta, condición que lo llevará a buscar un objeto que lo complete.

“Abordar la clínica desde el deseo del Otro, será comprender a las neurosis como formas de
mantener una relación con ese deseo, procurándolo por la insatisfacción en la histeria,
asegurándolo como imposible en la neurosis obsesiva, a si como a través de la angustia en esa
forma más radical que es la fobia. Verdadera concepción de la angustia como confrontación al
deseo del Otro.” (Nepomiachi, 1997: 13)

La diferencia entre histeria, fobia y obsesión, radica en la forma en que el sujeto responde
al deseo del Otro, con su propio deseo, de allí que Lacan dirá, el deseo es siempre deseo del
Otro. Mantenerlo insatisfecho (histeria), es una forma de constantemente barrar al Otro, y
mantenerlo imposible (obsesión) es una forma de asegurarse en el camino de la búsqueda
sin fin. En este sentido, el tipo de neurosis dependerá de la relación que el sujeto entable
con el deseo, que es a fin de cuentas el deseo del Otro.
Otro de los elementos diferenciales de la Neurosis, con respecto a las demás estructuras
clínicas es su relación con la Ley, producto de la operación de la metáfora paterna. Como el
neurótico llega hasta el tercer momento del Edipo, el Nombre del Padre operó, aunque
conciertas fallas y yerros, sin embargo pudo representar a la ley y poner límites al deseo de
la madre y del hijo. El sujeto por lo tanto ha ingresado al registro simbólico, con las
consecuencias que ello implica, la división, la falta y el deseo: búsqueda constante del
objeto que cubrirá la falta en ser, propia del neurótico.

PSICOSIS: FORCLUSIÓN Y DELIRIO


“La forclusión del Nombre del Padre en el Lugar del Otro y el consiguiente fracaso de la
metáfora paterna determina el defecto que condiciona la psicosis, es decir la ruptura del
armazón del sujeto.” (Valiente, 1990: 102)

El término forclusión, fue utilizado por Lacan para hacer referencia al escurrimiento o
desvanecimiento de la metáfora paterna y su función reguladora en el segundo momento de
la estructura edípica. En este caso, el deseo devorador de la madre no viabilizó la operación
de la ley, al atrapar al hijo como objeto que la completa y no virar hacia el padre u otro
objeto para tomarlo como objeto de amor.

Al no operar la metáfora paterna, el sujeto queda atrapado en el fantasma de la madre,


devorado por su deseo sin límites, perdiendo la posibilidad de ser ingresado al registro
simbólico, una de las principales funciones de la metáfora paterna, en tanto falta el
significante que inicia al sujeto en el mundo del lenguaje y su registro simbólico, del orden
y los límites. En palabras de Roberto Valiente:

“De esto se trataría la cuestión de la forclusión, Lacan habla de la metáfora del taburete, al
cual le falta una pata, se refiere en términos de falta de significante, no se refiere con
conceptos de déficit, ni de disociaciones referidas al Yo, la referencia es a la armazón
significante del sujeto. Por lo tanto la forclusión es la operación de un sujeto como efecto
significante, pero en especial un significante que falta. (Valiente, 1990: 102)

En la psicosis, se ha estructurado un yo débil, pero no un sujeto dividido, efecto del


lenguaje y su registro simbólico, pues falta un significante, el significante del Nombre del
Padre, primordial en la armazón del sujeto. Es así que cuando algo del mundo exterior
moviliza la endeble estructura, se desencadena la psicosis, con los fenómenos elementales
que la caracterizan, pérdida del contacto con la realidad, fuga de ideas, alucinaciones
sensitivas, etc. En este momento el individuo experimenta la fragmentación del Yo, y el
retorno de lo real, de la manera más cruda y angustiante. Sin embargo el delirio, opera
como una prótesis que hilvana una conexión entre el sujeto y la realidad “real”.

En cuanto a la relación del psicótico con la ley, podemos decir que no existe relación
alguna, en la medida en que el psicótico no conoce la ley, porque no ha sido marcado, por
lo prohibido y lo permitido, es decir por la castración. En este contexto el psicótico no
reprime nada y por lo tanto no estructura el inconsciente, de allí que Lacan dirá que se trata
del inconsciente a cielo abierto, de un cuerpo puro goce, pura satisfacción pulsional. Sin
embargo no se puede juzgar al psicótico de “inmoral”, sino de “amoral”, sin moral, pues no
conoce el límite entre lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido.
PERVERSIÓN: RENEGACIÓN Y ACTO

En términos generales, la perversión fue definida como la desviación del instinto sexual,
que más específicamente concierne al objeto sexual: que puede ser un individuo del mismo
sexo, muy joven o muy viejo, un cadáver, un animal, una prenda de vestir, objetos del otro
sexo, para verlas, olerlas o vestirlas. Mientras que la práctica sexual misma, también puede
pervertirse: al gozar cuando el sujeto muestra los órganos genitales, causa sufrimiento de su
pareja, erotiza su propio sufrimiento, cuando siente placer con la participación de un tercero
o de varios en el acto sexual, hasta la mezcla de la orina y heces en este acto, etc.

Sin embargo, para el psicoanálisis, la descripción y clasificación, no son suficientes, en


tanto busca conocer los elementos estructurales que determinaron la condición de la
estructura perversa, sus leyes, sus mecanismos y el significado de sus diversas
manifestaciones.

Al estudio de la perversión en sentido diacrónico[1] desarrollado por Freud a partir de la


hipótesis genética que lo conduce a considerar al niño como un "perverso polimorfo", se
agrega más recientemente la contribución de Lacan y otros autores “lacanianos”, quienes
han retomado la noción de perversión en términos de estructura, es decir en su dimensión
sincrónica[2], en la articulación de las diferentes instancias psíquicas. En tal sentido, el
perverso se caracteriza menos por sus prácticas sexuales (múltiples y combinadas en la
realidad) y más por una organización psíquica que no se limita a su vida exclusivamente
erótica.

Sin embargo es importante establecer la diferencia entre la estructura perversa y los rasgos
de perversión, que pueden manifestarse en las otras dos estructuras: neurosis y psicosis. La
diferencia entre ambos nos remite a las características de la sexualidad infantil, que por
excelencia es perversa, en la medida en que el placer sexual no está centrado en los
genitales sino en otras zonas del cuerpo, llamadas zonas erógenas. Esta erogenización del
cuerpo, persiste en la vida sexual adulta, cuando se hace uso de otras zonas y sentidos en la
búsqueda de placer. En cambio en la perversión como estructura, existe la persistencia y
primacía de elementos de la sexualidad infantil, primacía que se produce a expensas de la
sexualidad adulta cuya falta de desarrollo e inadecuación es uno de los rasgos
característicos de las perversiones. En otras palabras, en la neurosis la sexualidad esta
teñida de rasgos perversos, mientras que en la perversión el goce es obtenido en actos que
no siempre implican a los órganos genitales (fetichismo, voyeurismo, etc.)

En la estructura perversa ocupa un lugar eminente el goce, la ley, el Otro y el objeto a causa
de deseo, por lo que pasamos a analizar brevemente cada uno de ellos y su articulación en
esta estructura clínica.

La relación con la Ley y el Goce

La relación del perverso con la Ley es particularmente significativa. Lejos de ignorarla, el


perverso provoca y desafía la Ley. Así, él se asegura de su presencia y de que siempre se
encuentre alguien que se la recuerde y lo sancione, lo que denunciará inmediatamente como
abusivo. Pero si el perverso provoca e interroga, a aquél que es el soporte familiar de la
Ley, el padre, es igualmente alguien preocupado por establecer los fundamentos mismos de
la Ley y se convierte fácilmente en moralista: Sade es un predicador, y en todo perverso se
descubre una vocación de educador o de iniciador. De la misma forma, la puesta en
cuestión de los "valores" lo incita a rehacer y a reinterpretar la realidad comúnmente
observada en una transfiguración poética, artística o mística. Por ello, en estas actividades
encontramos con frecuencia a los perversos.

“Empujen al sujeto perverso hasta sus últimos reductos y, si es sincero y acepta confiarse,
escucharán su discurso transformarse en una verdadera lección moral. No hay nada más
sensible para el perverso que el concepto de "virtud". Sade, Genet, Jouhandeau,
Montherlant, Mishima - y otros... - nos lo prueban, cada cual a su manera: la perversión
conduce a una apología paradójica de la virtud. Extraña virtud, sin duda”. (Erick
Berenguer, el reto de la perversión)

Si el perverso desafía la ley, y más frecuentemente aún la juzga, no es porque se considere


anarquista. Por el contrario, cuando critica o cuando infringe la ley positiva y las buenas
costumbres, es en nombre de otra ley, ley suprema y bastante más tiránica que la de la
sociedad. Pues esta otra ley no admite ninguna facultad de trasgresión, ningún compromiso,
ningún desfallecimiento, ninguna debilidad humana, ningún perdón. Esta ley superior que
se inscribe en el corazón de la estructura perversa no es, por esencia, una ley humana. Es
una ley natural cuya existencia el perverso es capaz de sostener y de argumentar a veces
con una fuerza de persuasión y una virtuosidad dialéctica notables.

En este sentido, el perverso conoce la ley porque ha conocido la castración, la falta en la


madre y en si mismo, pero no la puede aceptar, como no puede aceptar las fallas humanas
en las leyes humanas, de allí que el crea su propia ley o se aferre a leyes absolutistas y
tiranas, de un gran Otro completo y gozador. De allí que el perverso no sea más que un
esclavo del Otro. En suma, cuando el perverso "transgrede", en realidad solo obedece el
precepto proveniente del Otro: gozar y sólo gozar, el perverso no es un revolucionario, sino
un servidor modelo, un funcionario del goce celoso y cumplido. Según su lógica, no es él
quien desea, no es ni siquiera el otro, es el Otro: la Ley (del goce). Sin embargo, esta ley no
desea, exige.

Este aspecto muestra de nuevo la oposición entre el mundo del neurótico y el del perverso.
Para el sujeto neurótico la ley es por definición una prohibición dirigida a frenar el goce, a
limitar las exigencias pulsionales, la virtud para este sujeto es el respeto de los tabúes que
resultan de la prohibición. Mientras que para el perverso, la ley gobierna el goce y de una
manera absoluta (lo que está prohibido, es no gozar), en este sentido la virtud consiste en
mostrarse a la altura de las exigencias de dicho imperativo absoluto[3]. En este contexto,
Lacan considera que el perverso da en el blanco, con el objeto proyectil que apunta a la
satisfacción de la pulsión, a diferencia del neurótico, que siempre se muestra impotente ante
el goce. Para el perverso, no importan ni el demasiado esfuerzo ni el demasiado dolor, pues
está dispuesto a someterse a existencias crueles, a la demanda del Otro.

“Que pasa con lo imposible del perverso? Se entrega lealmente al goce del Otro. Si como
sabemos el goce del Otro esta fuera del lenguaje, fuera de lo simbólico, y si el perverso
goza por que el Otro lo ordena, se podría pensar que ese acto, lo imposible se hace
posible porque el Otro no esta barrado. Diríamos con Freud que si el Otro hace la ley,
estamos ante la presencia del padre de la orda primitiva y no del padre muerto y
devorado, situación a partir de la cual los hermanos de la orda primitiva elaboran la ley.”
(Vijnovky, 1990: 86)

Para el perverso el Otro no esta barrado, esta completo, pues quien lo completa es el propio
sujeto perverso, en tanto se ubica en el lugar del objeto causa de deseo, lugar desde donde
que ejecuta la voluntad del Otro, y no así el propio deseo. El perverso al ejecutar el acto
perverso, busca hacer gozar al otro (el semejante), cuya angustia, sorpresa o sufrimiento, le
permitirán bordear la respuesta sobre su ser en relación a la angustia y a la castración[4].

“En lo real, (entre S(A) y S losange D) el perverso se sitúa


como pura pulsión, pura mirada, atendiendo no a la falta en A
sino a su goce. No con la demanda sino con la voluntad se constituye el sujeto perverso. El neurótico ante la demanda se
somete o no, el perverso en cambio, le opone la voluntad…” (Campo Freudiano, 1990: 167)

Neurosis – Perversión

“La típica relación establecida por Freud (1916) indica que la perversión es el negativo de
la neurosis, porque mientras el neurótico reprime su sexualidad, el perverso la libera y
disfruta, aunque a nivel de instintos parciales. La neurosis, señala Laplanche, es una
perversión 'negativa' en la medida en que la perversión es la manifestación en bruto, no
reprimida, de la sexualidad infantil.” (Guía de psicoanálisis freudiano - Nosografía.htm)

Si bien la neurosis y la perversión son dos estructuras opuestas radicalmente, como ya


dijimos anteriormente, los rasgos perversos pueden manifestarse tanto en la neurosis como
en la psicosis, así como los rasgos neuróticos en algún momento pueden expresarse en una
estructura perversa. De allí que se afirme que las perversiones se combinan, a menudo, con
rasgos de la neurosis, la mayor parte de las veces, a causa de la común fijación pregenital,
con las neurosis obsesivas y las psicosis[5].

[1] Lo diacrónico, hace referencia a lo cronológico de la historia del sujeto, a la aparición y explicación de los fenómenos
humanos en relación a su edad o a las etapas cronológicas conocidas: infancia, niñez, pubertad, adolescencia, juventud, adultez
y ancianidad.

[2] Lo sincrónico, por su parte nos remite a lo lógico, a lo que no tiene tiempo, y que puede actuar o manifestarse
simultáneamente con otros fenómenos. Lo sincrónico, sin tiempo ni espacio, es una de las características del inconsciente, pues
éste manifiesta cosas, que recién hoy adquieren un significado, aun cuando el hecho, haya ocurrido en el pasado. Aun más, hoy
pueden resisgnificarse y manifestarse cosas que nunca ocurrieron en la vida real, en el tiempo real o presente Esta sincronía, es
la que el psicoanálisis requiere analizar, descodificar y traer la conciencia.

[3] “La redención por el mal o la santidad en la abyección constituyen temas recurrentes de los discursos perversos” (Erick
Berenguer, el reto de la perversión).

[4] “En la perversión el sujeto se determina como objeto en la medida que se hace objeto de otra voluntad, aquí el sujeto se
clausura y la pulsion sadomasoquista se constituye. Lo que el sádico quiere hacer vibrar en el otro sin saberlo, es su existencia
esencial como sujeto con relación a la angustia.” (Vijnovky, 1990: 85)

[5] De hecho, los diversos casos corresponden a las tres posibilidades siguientes: 1) La perversión y la neurosis se desarrollan una
junto a otra. El yo del perverso, en su lucha con el conflicto edípico, presta su conformidad a un representante de la sexualidad
infantil. Esto no excluye, sin embargo, la posibilidad de usar simultáneamente, contra los impulsos perjudiciales, algunos otros
mecanismos de defensa, que pueden formar la base de una neurosis. En este caso, la perversión y la neurosis corren paralelas.
2) Una neurosis viene a complicar una perversión primariamente establecida. Así, puede suceder también que una persona con
una perversión bien desarrollada se encuentre ante una situación que, o bien hace que su perversión se vincule más
estrechamente a la situación edípica, o bien representa un incremento del temor a la castración. Las situaciones de esta índole
exigen nuevas medidas de defensa y éstas, a su vez, pueden crear una neurosis. 3) Una perversión se suma a una neurosis
primariamente establecida. Por ejemplo, los síntomas de una inveterada neurosis obsesiva pueden resultar tan gratificantes
como para tomar la apariencia de una perversión secundaria (Fenichel, 412) Guía de psicoanálisis freudiano -
Nosografía.htm

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