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y cómo es
PID_00247808
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© FUOC • PID_00247808 El derecho: qué es y cómo es
Índice
2. La norma jurídica.............................................................................. 14
2.1. Usos del lenguaje y las normas .................................................. 15
2.1.1. Los usos del lenguaje ..................................................... 15
2.1.2. Tipología y estructura de las normas (jurídicas):
normas constitutivas y prescripciones .......................... 18
2.2. Las normas jurídicas como prescripciones. Problemas ............... 21
Resumen....................................................................................................... 35
© FUOC • PID_00247808 5 El derecho: qué es y cómo es
Esta cuestión es abordada por la llamada «teoría general del derecho» que,
entre muchas otras cuestiones relacionadas con la estructura, características
y funcionamiento de los sistemas jurídicos, tiene como uno de sus objetivos
básicos delimitar claramente su objeto de estudio, es decir, qué se entiende por
derecho, ofreciendo una definición que sea al mismo tiempo lo suficientemente
rigurosa como para diferenciarlo claramente de otros ámbitos normativos y
lo suficientemente general como para dar cabida a los múltiples ejemplos y
modalidades de sistemas legales existentes a lo largo y ancho del planeta y
durante las distintas épocas históricas.
Una de las definiciones del derecho más ampliamente aceptadas y que genera Referencia bibliográfica
mayor consenso es la que lo concibe como un sistema normativo coactivo insti-
C.�S.�Nino (1984). Introduc-
tucionalizado. Con ello se destacan cuatro características esenciales: 1) que el ción al análisis del derecho
derecho es un sistema; 2) que tiene naturaleza normativa; 3) que cuenta con (cap. III). Barcelona: Ariel.
b) Por lo que respecta a las relaciones entre los elementos del conjunto, las que
permiten calificar al derecho como un sistema son fundamentalmente dos: la
relación de deducibilidad y la relación de legalidad.
ce claro que también estará legalmente prohibido circular a más de 200 km/
h, aunque no exista ninguna disposición explícita que así lo indique. De mo-
do similar, si una disposición explícitamente promulgada establece que «Los
residentes en España están obligados a pagar el impuesto sobre la renta», de
ahí se deriva también que «Los residentes en Segovia están obligados a pagar
el impuesto sobre la renta». La razón es que la norma implícita o derivada se
deduce lógicamente de la primera (la explícita), y sería contradictorio afirmar
que el derecho prohíbe circular a más de 120 km/h pero en cambio no prohí-
be hacerlo a más de 200 km/h, o que los residentes en España deben pagar
el impuesto sobre la renta y sin embargo los residentes en Segovia no tienen
tal obligación.
Conviene tener presente que en no pocas ocasiones las normas implícitas o derivadas
pueden ser resultado de la combinación de varias normas promulgadas y no solo con-
secuencia de una de ellas. Imaginemos el ejemplo siguiente: la autoridad competente
aprueba una disposición (llamémosla D1) que establece «La jornada laboral en los días
festivos no podrá en ningún caso ser superior a 8 horas»; mientras que otra disposición
(D2) determina que «Los domingos tendrán la consideración legal de días festivos». De la
combinación de D1 y D2 se obtiene la norma derivada o implícita D3: «La jornada laboral
en los domingos no podrá ser superior a 8 horas», que no es consecuencia lógica ni de
D1 ni de D2 por separado, pero que también forma parte del sistema (pues sería contra-
dictorio afirmar que D1 y D2 forman parte del sistema y, sin embargo, sostener que no
existe una limitación legal de 8 horas en la jornada laboral de los domingos).
Esta breve referencia a las dos relaciones básicas que estructuran los sistemas
jurídicos nos permite introducir la distinción entre sistemas estáticos y diná-
micos. Los sistemas�estáticos son aquellos compuestos siempre por los mis-
mos elementos (como en el ejemplo antes expuesto de los cien primeros nú-
meros primos), mientras que los sistemas� dinámicos se caracterizan por la
posibilidad de cambios en los elementos que integran el conjunto, es decir,
© FUOC • PID_00247808 8 El derecho: qué es y cómo es
Las normas religiosas no deben confundirse con aquellos preceptos normativos dictados
por autoridades político-religiosas en regímenes teocráticos. En un régimen político teo-
crático no existe una clara separación entre autoridades políticas y religiosas, por lo que
en muchas ocasiones determinadas autoridades religiosas o sacerdotales tienen también
atribuciones o poderes de tipo político, o viceversa, de manera que pueden dictar normas
legislativas (jurídicas) que están en principio basadas en, o influenciadas por, el credo
religioso de que se trate. Pero en estos casos tales normas son jurídicas, ya que se originan
en las atribuciones políticas de tales autoridades, y para su aprobación o modificación
se siguen los procedimientos legalmente establecidos. En cambio, las normas religiosas
propiamente dichas son las que derivan de los dogmas religiosos del credo de que se trate,
y están dictadas (supuestamente) por la propia autoridad divina. Un ejemplo serían los
Diez Mandamientos en la tradición judeocristiana.
En cambio, en el caso de las normas sociales sí que parece que estamos ante
un sistema dinámico, pues estas evolucionan con la propia dinámica de cada
sociedad, y son variables a lo largo del tiempo y distintas en cada momento y
lugar. Podríamos convenir en que algunas reglas sociales (que son informales
pero no por ello carecen de relevancia o de capacidad para guiar nuestro com-
portamiento) son, entre otras, que hay que saludar a los amigos, compañeros
o conocidos cuando coincidimos con ellos, que hay que utilizar los cubiertos
para comer, que hay que ir vestidos por la calle, que hay que ceder el asiento
a ciertos colectivos de personas, como ancianos o mujeres embarazadas, que
hay que respetar el orden en las colas o que hay que dar una propina en señal
de agradecimiento por un servicio recibido, por usar algunos ejemplos. Pero
estas reglas no son inamovibles, sino que van evolucionando y a lo largo del
tiempo se van introduciendo algunas nuevas y se van eliminando otras que
van quedando desfasadas.
En cualquier caso, los elementos que forman parte del sistema de reglas socia-
les no pertenecen al mismo por el hecho de tener entre sí una cierta relación
de legalidad, es decir, por haber sido creados conforme a los criterios o proce-
dimientos establecidos por otros elementos del sistema.
minarse normas, con lo que el derecho contaría entre sus elementos con una
cantidad considerable de normas. Y es precisamente el hecho de que contenga
normas lo que nos permite calificarlo como sistema�normativo.
Aunque examinaremos más adelante el concepto de norma con mayor detalle Modelos reduccionistas
(en el apartado 2), puede hacerse ya una puntualización importante. Como
Algunos importantes teóricos
sabemos, el derecho no parece ser el único sistema normativo, en el sentido de del derecho, como, por ejem-
que hay otros sistemas (social, moral, religioso…) que cuentan también con plo, John Austin (1790-1859)
o Hans Kelsen (1881-1973), in-
pautas que guían la conducta y establen qué comportamientos son obligato- tentaron crear modelos reduc-
cionistas conforme a los cuales
rios, prohibidos o permitidos. Pero así como tales sistemas parecen estar com- todos los elementos del siste-
ma jurídico podían ser recon-
puestos únicamente por normas de conducta obligatorias para los destinata- ducidos a normas en el sentido
rios, una diferencia significativa es que, si bien resulta indudable que el dere- de pautas obligatorias de con-
ducta, pero estos modelos teó-
cho cuenta con muchas normas en este sentido, no parece que esté compues- ricos resultan demasiado forza-
dos y no parecen dar cuenta
to exclusivamente por estas, y que los sistemas jurídicos cuentan también adecuadamente de la variedad
con otros elementos que no parecen encajar en esta categoría. Por ejemplo, el y complejidad de los sistemas
jurídicos.
artículo 5 de la Constitución española de 1978 establece que «La capital del
Estado es la villa de Madrid». Otros preceptos parecen limitarse a definir un
concepto legal (por ejemplo, el art. 1.2 del Estatuto de los trabajadores de 1980
establece la definición legal de «empresario» en una relación laboral: «A los
efectos de esta ley, serán empresarios todas las personas, físicas o jurídicas, o
comunidades de bienes que reciban la prestación de servicios de las personas
referidas en el apartado anterior»). Ningún jurista duda de que estos precep-
tos forman parte del ordenamiento jurídico español, pero no parecen obligar,
prohibir o permitir ningún comportamiento. Usando otro ejemplo, existen
preceptos legales que establecen las condiciones formales o sustantivas para
que un acto jurídico (como un testamento o un contrato) sea legalmente vá-
lido. Es decir, establece las condiciones para que algo pueda ser considerado
desde el punto de vista legal como (por ejemplo) un «testamento», y de ese
modo pueda desplegar las consecuencias legales correspondientes a ese acto
jurídico (básicamente, decidir a quién corresponden los bienes de una perso-
na tras su fallecimiento). Pero en sentido estricto, tales preceptos no estable-
cen obligación o prohibición alguna. Naturalmente, si se pretende que el do-
cumento tenga efectos legales (y sea considerado como testamento, contrato,
etc. desde el punto de vista jurídico), deberá cumplir los requisitos legalmente
establecidos, pero estos preceptos no nos obligan (ni nos prohíben) a cumplir
esas condiciones (es decir, a celebrar testamentos o contratos válidos), sino que
más bien definen o configuran el concepto legal de testamento o contrato.
La idea fundamental del derecho como sistema coactivo es muy simple. A fin
de intentar garantizar o al menos incrementar el grado de eficacia y cumpli-
miento de las normas de conducta, pueden establecerse mecanismos que im-
pliquen el uso de la fuerza (incluso física) o la coacción en caso de incumpli-
miento. Sin estos mecanismos, y a menos que el destinatario haya aceptado
o internalizado la pauta de conducta y la lleve a cabo de manera voluntaria
(por convicción), probablemente las normas serían incumplidas cuando ello
supusiera algún tipo de ventaja para el sujeto. Como vimos en el módulo an-
terior, a través de las normas, y especialmente de los mecanismos para asegurar
su cumplimiento, se intenta modificar la estructura de incentivos para hacer
que lo conveniente o lo racional sea cumplir la norma. Seguramente seré más
proclive a pagar mis impuestos gracias a la existencia de la inspección de tri-
butos y a las sanciones que conlleva no pagarlos; probablemente no conduciré
tan deprisa si sé que hay radares que miden la velocidad y que el exceso de la
misma conlleva multas o incluso sanciones penales, o por mucho que desee
tener el último modelo de teléfono móvil, muy posiblemente me abstenga de
robarlo si sé que ello puede incluso llevarme a prisión.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que para el correcto funcionamiento de
un sistema jurídico, o de cualquier sistema normativo en general, los sujetos
han de cumplir las normas en la mayoría de los casos de manera voluntaria o
por convicción, sin necesidad de recurrir al uso o a la amenaza de la coacción.
Si el único modo de que las normas sean cumplidas es mediante el recurso a
la fuerza, el sistema será en conjunto débil, inestable y poco eficaz, ya que el
recurso a la violencia exige mucho esfuerzo y recursos por parte del Estado y
su efectividad es limitada. Usando un ejemplo extremo, si por lo general las
personas no matamos a nuestros semejantes, no es solo porque se nos ame-
nace con pasar una larga temporada en prisión si lo hacemos, sino principal-
mente porque asumimos que matar es algo que está mal y no hay que hacer-
lo, por lo que aceptamos la norma de manera voluntaria y la cumplimos por
convicción. Si la única razón para no matar fuese la existencia de una sanción
jurídica, muy probablemente los casos de homicidio y asesinato serían mucho
más frecuentes, sobre todo en aquellos casos en que considerásemos que hay
pocas probabilidades de ser sancionados.
El carácter coactivo no es, por otra parte, una característica exclusiva de los sistemas ju-
rídicos, sino que podría decirse que es consustancial a la propia existencia de cualquier
norma de conducta y cualquier sistema normativo. Otros sistemas normativos no jurídi-
© FUOC • PID_00247808 12 El derecho: qué es y cómo es
cos también cuentan con sus propios mecanismos o formas de coacción, aunque distin-
tos a los que habitualmente utiliza el derecho.
Cuando se trata de normas morales, aunque la presión social difusa puede seguir estando
presente como mecanismo para favorecer el cumplimiento de sus exigencias, parece que
se añade un elemento más, que es el del remordimiento, definido por la Real Academia
como «Inquietud, pesar interno que queda después de realizar lo que se considera una
mala acción». En cuestiones morales, los propios sujetos nos solemos autoinfligir un cas-
tigo en caso de no actuar conforme a lo requerido por las normas y principios morales
(como, por ejemplo, en el caso de no haber ayudado a un amigo cuando no nos costaba
demasiado esfuerzo o sacrificio hacerlo y para este hubiera supuesto algo muy importan-
te). Son, por tanto y principalmente, nuestras convicciones más íntimas y profundas las
que nos empujan a actuar conforme a las exigencias éticas y morales.
Por último, en el contexto de las normas religiosas (para los creyentes) podemos entender
que existen mecanismos coactivos para la satisfacción de las exigencias impuestas por
el sistema correspondiente. Normalmente, estos consisten en amenazas de sanciones,
castigos o consecuencias negativas tras la muerte en caso de no satisfacer las obligaciones
impuestas.
Los sistemas jurídicos son los únicos que tienen un carácter institu-
cionalizado. Esto quiere decir básicamente que el derecho se organiza,
opera y cumple sus funciones a través de un entramado más o menos
complejo (variable según las distintas sociedades y momentos históri-
cos) de instituciones u órganos (como asambleas legislativas, organis-
mos de la administración pública, tribunales de justicia, etc.).
2. La norma jurídica
Suele decirse que el derecho está formado por normas (las normas�jurídicas).
Ahora bien, la expresión norma es en sí misma problemática, ya que parece
englobar muchos conceptos distintos (o, dicho de otro modo, parece haber
múltiples tipos o categorías de normas), y no todos ellos parecen tener una
estrecha relación con el derecho. En ocasiones, por ejemplo, utilizamos esa
palabra para describir ciertas regularidades, ya sea en los comportamientos, en
las características de ciertos objetos o en cualquier otro ámbito, como cuando
se afirma, por ejemplo, «por norma general, los hijos se independizan alrede-
dor de los treinta años», o «la norma es que tres de cada cuatro estudiantes
finalicen sus estudios en el plazo establecido». De hecho, cuando decimos que
algo es «normal» (como, por ejemplo, «la reacción normal frente a esa situa-
ción es la tristeza y la desorientación» o «el tamaño normal de esta pieza es
de diez centímetros»), estamos afirmando que se ajusta a la norma, entendida
como cierta regularidad.
Otras veces, las normas son entendidas más bien como ciertas reglas que cons-
tituyen o definen algo (como un concepto, una relación, una actividad o un
juego) y que estrictamente no ordenan ni prohíben nada, sino que su segui-
miento determinará si nos ajustamos o no a ese concepto o actividad. Si ha-
blamos de las normas o reglas de un juego de naipes, tales reglas definen o
constituyen el juego, de modo que su seguimiento determinará que estamos
jugando a dicho juego. Si en un momento dado, algún jugador hace algo que
no se ajusta a las reglas, no diremos que está «desobedeciendo» o «incumplien-
do» sus obligaciones, sino que más bien se trata de un movimiento incorrecto
o que no está jugando a ese juego, sino a otro distinto.
Estos son tan solo algunos tipos o categorías de normas, ya que existen otros.
Y aunque parece claro que el sistema jurídico contiene muchas normas pres-
criptivas (que pretenden dirigir el comportamiento de sus destinatarios), se
plantean algunos interrogantes, que en cierta medida ya han ido apareciendo
en las páginas anteriores: ¿son todas las normas jurídicas del mismo tipo, o
el derecho contiene diferentes tipos? Si el derecho no contiene únicamente
prescripciones, ¿qué otros tipos de normas podemos encontrar? Por otro lado,
las expresiones siguientes: «Debes comer utilizando los cubiertos», «Se debe
© FUOC • PID_00247808 15 El derecho: qué es y cómo es
cumplir aquello que se promete» y «No debe circularse a más de 120 km/h por
una autopista» son todas ellas normas que prescriben u ordenan conductas,
pero no diríamos que todas son normas jurídicas. ¿Qué propiedades o carac-
terísticas hacen que una norma sea jurídica? ¿Es algo que depende de la propia
norma –de modo que el derecho sería el conjunto de las normas que son jurí-
dicas– o más bien sería que una norma es jurídica si forma parte del conjunto
que llamamos sistema jurídico?
Mediante el lenguaje es posible, entre otras cosas, describir, alabar, criticar, ordenar, ex-
plicar, prometer, proponer, rezar, contar historias, contar chistes, expresar nuestra con-
formidad, etc. Cada una de estas actividades puede concebirse como un determinado
«uso» del lenguaje y, como puede verse, tales usos pueden resultar muy distintos entre
sí, por lo que conviene destacar ciertas características y diferencias entre los mismos. Sin
embargo, intentar realizar una lista completa de los usos del lenguaje sería una tarea poco
menos que imposible, además de poco útil. Por ello, muchos autores se han limitado
a realizar una clasificación de los usos del lenguaje fundamentales o básicos, que suele
contener solo unas pocas categorías, dado que todos los demás usos, en mayor o menor
medida, pueden reconducirse a alguna de las categorías principales.
a)�Uso�asertivo�o�descriptivo
Expresiones como «Los ángulos de un triángulo suman 180 grados», «La dis-
tancia aproximada entre la Tierra y el Sol es de 150 millones de kilómetros»
o «El mes pasado viajé a París» serían buenos ejemplos del uso asertivo. Los
significados de los enunciados que se enmarcan en este uso asertivo se llaman
proposiciones, que pueden ser verdaderas o falsas, según exista o no corres-
© FUOC • PID_00247808 16 El derecho: qué es y cómo es
b)�Uso�prescriptivo�o�directivo
La diferencia entre describir y prescribir puede entenderse mejor a través del Referencias
concepto de «dirección de ajuste o encaje», planteado por G. E. M Anscombe bibliográficas
y recuperado más tarde por J. Searle, y que indica el tipo de relación entre una G.�E.�M.�Anscombe (1957).
expresión lingüística y el mundo o realidad a la que se refieren. Los enuncia- Intention. Oxford: Basil Black-
well.
dos asertivos o descriptivos cuentan con una dirección de ajuste «palabras-a- J.�Searle (1969). Speech Acts:
mundo», ya que su objetivo primordial (independientemente de que lo con- An Essay in the Pohilosphy of
Language. Cambridge: Cam-
sigan o no) es que las palabras se ajusten o concuerden con la realidad que bridge University Press.
describen. Por el contrario, los enunciados prescriptivos tienen una dirección
de ajuste «mundo-a-palabras», puesto que su cometido no es informar sobre
cómo es la realidad (que las palabras se ajusten al mundo), sino al contrario,
que la realidad se ajuste a las palabras.
Anscombe ilustra la diferencia con el ejemplo de dos listas de la compra. Una de ellas es
la lista que lleva el comprador al mercado y que le dice qué debe comprar (dirección de
ajuste mundo-a-palabras). La finalidad de esta lista es que la realidad acabe ajustándose
a las palabras, es decir, que el comprador adquiera todos los elementos que aparecen en
la lista.
La segunda lista, en cambio, es la que elabora un detective privado que tiene como co-
metido tomar nota de lo que efectivamente adquiere el comprador en el mercado. A di-
ferencia de la anterior, aquí la dirección de ajuste es la de palabras-a-mundo, ya que el
objetivo es que lo que aparece en la lista coincida con la realidad.
Las diferencias quedan aún más patentes en la forma de resolver un error: si el detective se
equivoca, y escribe pan en lugar de leche, puede enmendar el error tachando la palabra pan
y escribiendo leche (en definitiva, cambiando las palabras), mientras que si el comprador
se equivoca, y en lugar de coger pan coge leche, no puede enmendar su error tachando la
© FUOC • PID_00247808 17 El derecho: qué es y cómo es
palabra de la lista, sino que deberá dejar el pan y coger la leche en su lugar (en definitiva,
deberá «cambiar el mundo» para que este se ajuste a las palabras, y no a la inversa).
c)�Uso�expresivo�del�lenguaje
d)�Uso�realizativo�u�operativo
Puede ilustrarse mejor la idea del modo siguiente: todos sabemos que existen
ciertos comportamientos, como andar, respirar, comer, dormir, etc., que son
totalmente independientes del lenguaje, en el sentido de que podríamos reali-
zarlos incluso aunque no dispusiéramos de esta herramienta de comunicación
(de hecho, eso es lo que ocurre con los animales). Sin embargo, sin el lenguaje
no podríamos realizar acciones como prometer, condenar o nombrar un he-
redero, por poner algunos ejemplos, ya que la manera de llevarlas a cabo es,
precisamente, usando el lenguaje de un cierto modo determinado.
Por ejemplo, si decimos «Prometo llamarte mañana», realizaremos una promesa, y difí-
cilmente podríamos prometer algo sin usar el lenguaje de un cierto modo. Algo similar
ocurre, por ejemplo, con las expresiones «Condeno al acusado al pago de una multa de
1.000 euros o «Designo a María como heredera universal de todos mis bienes».
© FUOC • PID_00247808 18 El derecho: qué es y cómo es
¿Qué tienen que ver los distintos usos del lenguaje con las normas y con el
derecho? La respuesta breve es que nos ayudan a diferenciar y a comprender
mejor las distintas clases de elementos (normas) que podemos encontrar en
los sistemas jurídicos.
El filósofo y lógico finlandés Georg Henrik von Wright (1916-2003) elaboró Referencia bibliográfica
una tipología muy completa de distintas clases o categorías de normas, de en-
G.�H.�von�Wright (1963).
tre las que nos interesa destacar especialmente dos de ellas: las reglas�concep- Norm and Action. A Logical
tuales (también llamadas «normas constitutivas»), y las normas�prescriptivas Enquiry. Londres: Routledge
and Kegan Paul.
(también denominadas simplemente «prescripciones»).
a)�La�reglas�conceptuales�o�normas�constitutivas
En el ámbito jurídico podemos encontrar preceptos que se asemejan a las reglas que
constituyen o definen un juego: por ejemplo, cuando la Constitución establece que la
mayoría de edad se alcanza a los dieciocho años (está definiendo qué se entiende legal-
mente por «mayoría de edad»), cuando el Código civil determina que los edificios, los
terrenos, los ríos y otros bienes son bienes inmuebles (define el concepto legal de «bien
inmueble») o cuando el mismo código establece los requisitos formales y de contenido
que debe reunir un documento para que sea un testamento válido.
Las reglas conceptuales no imponen deberes en sentido estricto, sino que es-
tablecen las condiciones bajo las cuales un objeto o situación pertenece a la
categoría definida por esas reglas.
El uso del lenguaje que mejor se adaptaría a este tipo de normas sería el uso realizativo
u operativo, ya que ni prescriben u ordenan realizar determinados comportamientos, ni
© FUOC • PID_00247808 19 El derecho: qué es y cómo es
describen una realidad preexistente, sino que más bien constituyen nuevas situaciones,
objetos o categorías. Por ejemplo, las normas que determinan el concepto legal de tes-
tamento, estableciendo las condiciones que debe reunir cierto documento para ser con-
siderado como tal y tener efectos jurídicos, están creando a través de tales normas una
nueva categoría o realidad antes inexistente (los testamentos no existen como una cate-
goría natural, sino tan solo como creaciones artificiales a partir de normas jurídicas).
Así, por ejemplo, podría decirse que en el contexto del derecho español, ser
mayor de dieciocho años cuenta como ser mayor de edad, ser un edificio cuen-
ta como ser un bien inmueble o un documento que reúna ciertos requisitos
formales y de contenido cuenta como un testamento.
b)�Las�prescripciones�o�normas�prescriptivas
Probablemente sea este el significado más usual o común del término norma.
Las prescripciones son enunciados formulados con el propósito de guiar el
comportamiento de sus destinatarios, determinando qué es lo que pueden y
no pueden hacer (en otras palabras, qué resulta obligatorio, prohibido o per-
mitido).
Pero, como acabamos de ver, en el derecho son muy habituales también pre-
ceptos como los que definen conceptos, establecen criterios de validez para
ciertos actos o confieren poderes normativos, y en estos casos resulta imposi-
ble o muy forzado entenderlos como normas prescriptivas. Estos preceptos,
en cambio, parecen ajustarse mejor a la categoría de las reglas conceptuales o
normas constitutivas, ya que por medio de ellas se configuran o definen los
conceptos legales y los actos jurídicos, o se califican como normas válidas los
actos de creación normativa de ciertos órganos.
¿Pero cuál es, más concretamente, la diferencia principal entre las normas pres-
criptivas y las normas constitutivas? Todas las normas jurídicas, en general,
tienen una estructura conforme a la cual se puede diferenciar entre el supues-
to�de�hecho y la consecuencia�jurídica. Estos elementos suelen estar conec-
tados de manera condicional: «Si ... (supuesto de hecho), entonces … (conse-
cuencia jurídica)».
La relación entre los dos casos en las normas constitutivas (el que actúa como supuesto
de hecho y el que opera como consecuencia jurídica) puede ser de identidad (como en
el ejemplo de la norma que correlaciona ser mayor de dieciocho años con ser mayor de
edad) o de inclusión (como en el ejemplo de la norma que correlaciona el caso de que un
objeto sea un terreno con la consecuencia jurídica «ser un bien inmueble», ya que hay
otros objetos que no son terrenos que también son bienes inmuebles, como los edificios).
Durante mucho tiempo, los teóricos del derecho estuvieron intentado deter-
minar qué características eran las que hacían que una norma fuera jurídica, es
decir, qué era lo que otorgaba a una norma su carácter jurídico y permitía dife-
renciarla de otros tipos de normas (morales, sociales, etc.). La idea subyacente
era que todas las normas jurídicas eran reducibles a una única categoría básica
que compartía las mismas propiedades esenciales, y que el sistema jurídico era
el conjunto de todas las normas jurídicas.
El gran jurista inglés del siglo XIX John Austin propuso una definición confor- Referencia bibliográfica
me a la cual las normas jurídicas serían «órdenes del soberano respaldadas por
J.�Austin (1832). The Provin-
amenazas de sanción en caso de incumplimiento». El «soberano» se definía ce of Jurisprudence Determined.
como aquella persona o conjunto de personas (por ejemplo, un parlamento) Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press.
que era habitualmente obedecido y que habitualmente no obedecía a nadie
más. El soberano también puede delegar su autoridad en otras personas u ór-
ganos.
La principal crítica a la teoría de Austin es que asimila el derecho al modelo del atracador,
ya que se asemeja a la situación en la que un atracador dicta órdenes a su víctima y le
amenaza con el uso de la fuerza en caso de que no obedezca. Si bien es cierto que se
trata de una exageración (ya que el atracador no reuniría las condiciones exigidas para
ser considerado como un soberano), no es menos cierto que en el caso de contextos
más complejos, como puede ser el de una organización mafiosa que hubiera conseguido
imponerse en cierto territorio, sus órdenes deberían ser consideradas jurídicas, puesto
que reunirían todas las exigencias de la teoría de Austin (provenir del soberano y estar
respaldadas por amenazas de uso de la fuerza en caso de desobediencia). Otro de los
problemas que tradicionalmente se han planteado es el de la existencia de mandatos que
no van acompañados de sanción en caso de incumplimiento.
En tiempos más recientes, el iusfilósofo austríaco Hans Kelsen, en su obra más Referencia bibliográfica
famosa, la segunda edición de la Teoría pura del derecho (1960), expone su visión
H.�Kelsen (1960). Reine
de las normas del derecho como órdenes dirigidas a las autoridades (jueces, Rechtslehre (2.ª ed.). Viena:
órganos administrativos, etc.) relacionadas con el uso de la coacción. Según Frans Deutike.
este autor, una norma jurídica básicamente establecería las condiciones bajo
las cuales debe imponerse una sanción (si se dan ciertas circunstancias x, debe
imponerse la sanción y).
para dar unidad al sistema (vendría a ser la norma presupuesta que obliga a obedecer la
primera constitución no reformada del ordenamiento).
1) Normas que definen conceptos legales (que serán después usados por otras
normas). Por ejemplo, el artículo 12 de la Constitución española (CE) estable-
ce: «Los españoles son mayores de edad a los dieciocho años»; o el artículo
335 del Código civil (CC) dice: «Se reputan bienes muebles los susceptibles de
apropiación no comprendidos en el capítulo anterior [...]».
Kelsen sostiene que todos aquellos preceptos que no se ajustan al esquema de mandato
relacionado con la imposición de una sanción son partes o fragmentos de una norma
(que se ajusta al esquema kelseniano), lo que daría lugar a «normas-monstruo» muy com-
plejas y que se ajustarían muy poco a nuestras intuiciones acerca de las normas jurídicas.
Austin afirma, por su parte, que la nulidad (consecuencia de que un acto no se ajuste a
los requisitos legales) es también una sanción. Pero esto, como sostiene Hart, no parece
adecuado. En el caso de las prescripciones, es totalmente separable el mandato (orden,
prohibición, permiso...) de la sanción vinculada al incumplimiento del mismo, hasta el
punto de que puede perfectamente existir el primero sin la segunda. En cambio, cuando
una norma fija los criterios de validez de un acto jurídico (contrato, testamento, solicitud
ante una administración, etc.), la invalidez (nulidad) se sigue del mero hecho de que el
acto, documento, etc. no se ajusta a los requisitos legales, sin necesidad de ninguna otra
norma adicional (haciendo una analogía con el juego del ajedrez, un movimiento de una
torre en diagonal es un movimiento nulo o inválido porque no se ajusta a las reglas que
determinan los movimientos de la torre, sin que tenga que haber ningún otro precepto
que establezca esta «sanción»). La nulidad, por tanto, es más bien una consecuencia ló-
gica y no el resultado de la aplicación de la norma que establece una sanción.
Por estos y otros problemas, conviene renunciar a la idea de una única cate-
goría de norma jurídica, basada en el esquema de las prescripciones, a la que
se ajustan todos los elementos del sistema jurídico. Probablemente la mejor
crítica a los modelos reduccionistas como los de Austin y Kelsen es la que ex-
puso H. L. A. Hart en The Concept of Law (1961). Según el autor inglés, un sis-
© FUOC • PID_00247808 24 El derecho: qué es y cómo es
Por estas razones, según Hart todos los sistemas jurídicos son una combina-
ción�de�reglas�primarias�y�reglas�secundarias (estas últimas llamadas de ese
modo porque son normas referidas a las normas primarias). Ha habido mucha
discusión teórica acerca de la naturaleza de las reglas secundarias, pero no en-
traremos en esta cuestión. En cualquier caso, lo importante es que el derecho
no puede concebirse adecuadamente como un conjunto compuesto exclusi-
vamente por normas que se ajustan al esquema único de las prescripciones.
2) Las reglas�de�cambio, que evitarían el carácter estático del derecho mediante la atri-
bución de poderes o competencias a ciertos órganos o particulares (por ejemplo, en el
caso de los contratos) para dictar nuevas normas o eliminar las antiguas, así como la re-
gulación de los procedimientos para ello.
A la vista de las grandes dificultades para contar con una categoría uni-
taria y distintiva de norma�jurídica, otros autores propusieron más re-
cientemente cambiar totalmente de estrategia, dando lugar a lo que po-
dría entenderse como un giro copernicano: en lugar de tratar de contar
con un concepto de norma jurídica y definir el sistema jurídico como el
conjunto de normas jurídicas, es mejor partir de un concepto o defini-
ción de sistema jurídico (por ejemplo, como sistema normativo coacti-
vo institucionalizado) y a partir de ahí calificar como normas jurídicas
a todos los elementos que forman parte de dicho sistema.
Esta es la propuesta, por ejemplo, de los autores argentinos Carlos E. Alchou- Referencia bibliográfica
rrón y Eugenio Bulygin en su obra Normative Systems (1971). Bajo esta perspec-
C.�E.�Alchourrón;�E.�Buly-
tiva, no habría en realidad nada intrínseco a la propia norma que la convierta gin (1971). Normative Sys-
en jurídica; dicho de otra manera, las normas jurídicas son iguales al resto de tems. Viena: Springer-Verlag.
Con lo que hemos visto hasta el momento, contamos ya con los elementos
suficientes para poder diferenciar el sistema jurídico de otros sistemas norma-
tivos, y tenemos las nociones fundamentales acerca de la tipología y la estruc-
tura de los elementos que lo conforman (esto es, de las normas jurídicas).
Tomemos como ejemplo el texto siguiente: «Todas las personas físicas residen-
tes en el territorio nacional que hayan obtenido unos ingresos brutos superio-
res a los 21.000 euros durante el último año natural están obligadas a presentar
la declaración del impuesto sobre la renta de las personas físicas». Aunque las
palabras sean exactamente las mismas, a todos nos parece evidente que no es
lo mismo que lo diga yo (o cualquier otro individuo particular), que si se trata
de un texto que forma parte de una ley aprobada por el Parlamento español
(las Cortes Generales) siguiendo el proceso legalmente establecido para ello,
sin vulnerar ningún precepto constitucional, y que ha sido oficialmente pu-
blicada en el Boletín Oficial del Estado. Solo en este último caso diríamos que
se trata de una «norma jurídica válida» o que «forma parte del sistema jurídico
español». En cambio, nadie diría lo mismo (o solo un lunático) respecto de lo
que yo pueda escribir en mi casa. Es más, ni siquiera se consideraría ese texto
como «derecho (español) válido», aunque fuera aprobado por el Parlamento
de otro Estado siguiendo los procedimientos de ese otro Estado. Ello muestra
que contamos con una serie de criterios para determinar si un precepto es o
no «derecho válido» o si «forma parte del derecho». Por tanto, la noción de
validez está vinculada a la propia idea de existencia del derecho, entendida
como la pertenencia al sistema jurídico.
usarla para justificar jurídicamente una decisión por parte de una autoridad (aplicabili-
dad).
Sin embargo, aunque es cierto que en muchas ocasiones las normas pertenecientes al
sistema jurídico son de obligatorio cumplimiento o son normas aplicables, no se trata,
como veremos, de una conexión necesaria. Por ello, con el fin de evitar problemas y
malentendidos, conviene restringir el concepto de validez a la estricta pertenencia al
sistema.
Como regla general, puede afirmarse que una norma pertenece al sistema ju-
rídico (es jurídicamente válida) si, y solo si, satisface alguno de los criterios
siguientes: de deducibilidad, de legalidad o de validez�originaria.
a)�Criterio�de�deducibilidad
Dicho de un modo más informal: las normas derivadas de otras normas del
sistema jurídico son también normas pertenecientes a dicho sistema jurídico.
b)�Criterio�de�legalidad
Es decir, en la medida en que se trate de una norma que ha sido dictada con-
forme a las exigencias formales y sustantivas establecidas por las normas de
competencia correspondientes, pertenecerá al sistema jurídico.
Por ejemplo, si nos preguntamos acerca de la validez de las normas que rigen
el uso de ciertas instalaciones deportivas de un municipio, probablemente po-
dremos hallar su fundamento de validez en cierta ordenanza municipal, que
a su vez se sustenta en una ley estatal o autonómica de régimen local, que a
su vez se apoya en el estatuto de autonomía correspondiente (si se trata de
© FUOC • PID_00247808 28 El derecho: qué es y cómo es
c)�Criterio�de�validez�originaria
Por ejemplo, cuando un policía de tráfico multa a un conductor por exceso de velocidad,
aplica la norma que establece que cuando el límite de velocidad se supera –supuesto
de hecho– debe aplicarse una sanción determinada –consecuencia jurídica–; con ello, el
agente justifica su decisión basándose en la norma.
Por tanto, que una determinada norma sea aplicable dependerá, en suma, de
que otra norma válida del sistema jurídico obligue o permita su aplicación.
Como regla general, las normas válidas (pertenecientes) son normas aplica-
bles, así como las normas aplicables son por lo general normas válidas. Sin
embargo, no se da una total correspondencia entre los dos conjuntos (normas
© FUOC • PID_00247808 29 El derecho: qué es y cómo es
También existen situaciones en las que resultan aplicables normas que no per-
tenecen al sistema, como en los casos siguientes:
jurídico de la nacionalidad del órgano que toma la decisión). Existe una rama
del Derecho, llamada Derecho internacional privado, que fundamentalmente
se ocupa de determinar qué normas son las que resultan aplicables en situa-
ciones en las que, por distintas circunstancias, los sistemas jurídicos de distin-
tos países están involucrados.
Por ejemplo, si se celebra en España un contrato entre un ciudadano francés y otro ale-
mán, y que tiene que cumplirse en Italia, ¿qué normas regirán ese contrato, las del dere-
cho español, francés, alemán o italiano? ¿Y qué tribunales serán los competentes para el
caso de que surja alguna disputa? En casos como este puede ocurrir perfectamente que
un juez o tribunal deba aplicar normas jurídicas de otro país, y por tanto pueden resultar
aplicables normas que no pertenecen al sistema jurídico.
Hay que tener en cuenta, no obstante, el matiz siguiente: cuando la disposición impug-
nada ante el Tribunal Constitucional es de una comunidad autónoma (y no del Estado
central), se suspende automáticamente su aplicabilidad, aunque de forma temporal (si el
tribunal no dicta sentencia dentro de dicho plazo, la norma recupera su aplicabilidad).
Los principales instrumentos para llevar a cabo tales cambios son dos: las nor-
mas de competencia y el mecanismo de la derogación.
Los sistemas jurídicos cuentan entre sus elementos con cierto tipo de normas,
las llamadas normas�de�competencia, que son las que permiten la incorpo-
ración de nuevos elementos al sistema, al establecer el marco y las condicio-
nes mediante las cuales ciertos órganos o autoridades pueden dictar nuevas
normas.
Referencia bibliográfica
Según Moreso, la estructura estándar de una norma de competencia es
la siguiente: el órgano O, mediante el procedimiento P, puede (o podrá, J.�J.�Moreso;�J.�M. Vilajosana
(1994). Introducción a la teo-
o está autorizado para, o es competente para, o tiene la competencia ría del derecho (p. 87). Madrid:
Marcial Pons.
para, etc.) regular la materia M.
Estas normas son las que hacen posible que, siempre que los órganos compe-
tentes dicten nuevas normas cumpliendo todos los requisitos exigidos por las
normas de competencia, estas pasen a formar parte del sistema jurídico (sean
normas válidas, pertenecientes al sistema).
Los requisitos de validez establecidos por las normas de competencia son fun-
damentalmente de tipo «formal»:
a) que la autoridad que dicta las normas sea competente (órgano O),
b) que las normas versen sobre la materia sobre la que ese órgano tiene com-
petencia (materia M) y
Esa es la razón por la que, por ejemplo, una ley inconstitucional carece de
validez: a pesar de haber sido aprobada por el órgano competente (Cortes Ge-
nerales o un Parlamento autonómico), sobre un asunto o materia de su com-
petencia, y siguiendo el procedimiento legislativo, se exige además que no re-
sulte contraria a la Constitución, por ser esta de jerarquía superior.
Referencia bibliográfica
Ha existido, por otra parte, una larga discusión teórica acerca de cómo concebir ade-
cuadamente las normas de competencia: en especial, si se trata de normas prescriptivas
o bien de normas constitutivas. Algunos autores muy destacados, como Kelsen o Von Sobre la discusión teórica
Wright, han sostenido, con diferentes versiones y argumentos, que se trataría de normas acerca de las normas de com-
prescriptivas. petencia, puede verse:
J.�Ferrer (2000). Las normas
de competencia. Un aspecto de
Así, para Kelsen, serían normas de obligación (normas que ordenan a los ciudadanos obe- la dinámica jurídica. Madrid:
decer las normas dictadas por los órganos competentes), mientras que para Von Wright Centro de Estudios Políticos
se trataría de normas de permisión (lo que el autor finlandés denomina «permisos de y Constitucionales.
orden superior», que es un permiso para que cierta autoridad pueda dictar normas de un
determinado contenido).
Por razones en las que no entraremos aquí, ambas concepciones resultan problemáticas,
por lo que en las últimas décadas ha ido cobrando mayor fuerza el punto de vista según el
cual las normas de competencia pertenecerían a la categoría de las normas constitutivas.
Bajo este punto de vista, las normas de competencia serían normas que definen o reco-
nocen�como�válidas (pertenecientes al sistema) aquellas normas que han sido dictadas
conforme a los requisitos establecidos por las normas de competencia (dicho de otro mo-
do: si un órgano dicta normas de acuerdo con las exigencias establecidas por las normas
de competencia, serán normas válidas del sistema). En tanto que normas constitutivas,
correlacionarían el caso (supuesto de hecho) de que un órgano dicta una o varias normas
de acuerdo con los criterios establecidos por la norma de competencia, con el caso (con-
secuencia jurídica) de que tales normas forman parte del sistema jurídico.
Las normas derogadas han formado parte previamente del derecho en algún
momento, por lo que no se habla de «derogación» en relación con aquellas
normas que nunca han pertenecido al derecho.
© FUOC • PID_00247808 33 El derecho: qué es y cómo es
Como establece el artículo 2.2 del Código civil: «Las leyes solo se derogan por otras pos-
teriores. La derogación tendrá el alcance que expresamente se disponga y se extenderá
siempre a todo aquello que en la ley nueva, sobre la misma materia, sea incompatible
© FUOC • PID_00247808 34 El derecho: qué es y cómo es
con la anterior. Por la simple derogación de una ley no recobran vigencia las que esta
hubiere derogado».
El último inciso del artículo 2.2 del Código civil sirve para zanjar una cuestión
que había sido históricamente discutida, y que recibe el nombre de «revivis-
cencia»: ¿vuelven a formar parte del derecho aquellas normas que habían sido
derogadas cuando la norma que las derogó queda derogada? El Código civil
cierra la discusión dando una respuesta negativa: la derogación es definitiva
y, por tanto, el único modo de «revivir» una norma es aprobándola de nuevo.
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Resumen