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Antropología franciscana
¿Cuál es origen de las cosas?, ¿quién es Dios?, ¿quién es el hombre?, ¿qué es la felicidad?,… cada una
de estas preguntas, entre otras, es un interrogante que constituyen la base de un problema
significativo para el hombre como tales, un problema que no se reduce a lo trivial ni a lo privado. Son
cuestiones que el hombre no ha logrado dar una respuesta satisfactoria. Interrogantes que
constituyen la base de un problema filosófico y son el cimiento de un marco teórico que llamamos
disciplinas. .
La Antropología5 es el estudio de la realidad humana, es la ciencia que trata de los aspectos biológicos
y sociales. La antropología filosófica puede ser tomada como el estudio filosófico del ser elaborado
a lo largo de los siglos y actualmente, objeto de atención de los filósofos. “La revelación cristiana
entrega a la persona humana una respuesta a la inevitable pregunta por su verdad, que en muchos
aspectos coincide con otras respuestas, pero que posee una irrenunciable originalidad. En este
sentido hablamos de “Antropología Cristiana”.”6
“Muchos filósofos se han ocupado explícitamente de lo que se ha llamado "el problema del
hombre". Este problema es, en realidad, un grupo de problemas: la naturaleza o esencia del
hombre; la cuestión de si el hombre difiere esencial o sólo gradualmente de otros seres
orgánicos, especialmente de los animales superiores; el puesto del hombre en el mundo; la
misión o destino del hombre; etc.”.7
Para sintetizar hagámonos eco de la palabra de Fray Grandón, “la antropología en cuanto reflexión
acerca del hombre, es de aquellas ramas del pensar que debería ser de las más cercanas, de las más
connaturales, a nuestra propia existencia y experiencia cotidianas de ser en el mundo, puesto que
cuando se hace antropología, sea de modo sistemático o intuitivo, el sujeto- objeto comprometido
en la reflexión es el mismo hombre reflexionante, en y desde, su particular circunstancias…·
Para concreción de una Antropología (se puede plantear la siguiente) opción metodológica: mirar a
la historia de lo humano, buscando encontrar una antropología realizada y encarnada, buscar en
quién se de una ejemplaridad humana realizada y vivida, para tematizar y sistematizar su experiencia
1 Asombro: Impresión en el ánimo que alguien o algo causa a una persona, especialmente por alguna cualidad extraordinaria o por ser
inesperado.
2 Admiración: Del latín “admirari” y a su vez palabra tomada del griego, admiración significa sorprenderse con algo o alguien que impacta
desgracia o un peligro.
5 DRAE, 22. ª Edición, 2001.
6
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Curso de antropología Cristiana. Cuaderno del estudiante. Pág. 9
7 Ferrater Mora, José Diccionario de Filosofía Quinta Edición, Ed Sudamericana Buenos Aires. Pág. 866
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Es por eso que en nuestro intento de introducirnos en una Antropología Franciscana vayamos a mirar
a Francisco de Asís, en quien encontramos realizada y vivida una "biografía de humanidad" y un
paradigma antropológico de acción, interpretación y existencia. En Francisco, encontraremos la
encarnación del más exigente humanismo, desde la clave de la cordialidad y la cortesía. Además, en
él, reconoceremos nuestras propias raíces inspiraciones y las de la Escuela Franciscana que tiene,
para proponer también hoy, una teoría del hombre y la sociedad, encaminadas a la construcción de
un mundo, de una sociedad, de una historia más humanas, fraternales y liberadas.”
Abordar la historia del problema del hombre es complicado simplemente evocaremos algunas
concepciones centrándonos en la naturaleza y el puesto que este ocupa con el fin de poner en
evidencia la evolución conceptual del pensamiento occidental sobre la temática a través del tiempo.
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Edad Media El hombre se componía de cuerpo y alma espiritual. El cuerpo lo vinculaba con el
mundo sensible y el alma con el mundo espiritual.
Agustín de Hipona sostiene que el hombre es una creación de Dios, que esta forzada
para ir hacia el mismo creador.
El hombre es un alma “que se sirve de un cuerpo”, y explica que el hombre está
compuesto por alma y cuerpo, aunque el alma es creada por Dios y por eso siempre
tendemos a él como una fuerza gravitatoria, pero que el alma del hombre es
espiritual e inmortal y que el alma humana conoce a Dios mediante su razón natural.
Tomás de Aquino expresa que el hombre está compuesto de materia y forma. El ser
humano integra una unidad sustancial. El alma racional, que en forma inmediata y
directa constituye la materia prima del compuesto hombre.
Además consideraba al hombre como persona.
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Era Hombre vive y camina sin brújula (sin objetivos) en un presente continuo, sin
posmoderna8 asideros sólidos, pero también –al menos eso aparenta y dice- sin nostalgia de ellos.
Sólo un “pensamiento débil” puede ser cimiento de una sociedad pluralista y
tolerante.
El prototipo de hombre es hombre exageradamente preocupado por sí mismo, su
salud, su bienestar y su posición social, y con nuevas obsesiones como el miedo al
fracaso, a la pobreza, al sacrificio y a la muerte.
Es necesario detenerse para analizar cuál es la posición del hombre en su relación con el mundo.
Como ya se ha señalado es la de dominador sostenida en la edad media o es la un custodiar y
proteger. Solo para dejar enunciado este punto, que merece un trabajo aparte, es necesario evocar
las palabras del Papa Francisco al respecto: “la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros,
los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana,
corresponde a todos. Es custodiar toda la creación,… (19 de marzo de 2013). …esta tarea que nos ha
encomendado Dios Creador requiere percibir el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros en cambio
nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la
“custodiamos”, no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar.
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Era posmoderna: se trata de un nuevo paradigma cultural, un paradigma post-cristiano más que anticristiano. Se ha extendido
larvadamente por nuestra civilización occidental de la mano del capitalismo y del bienestar material. El afán de la posmodernidad es el
presentarse como “anti-ideología”, “antisistema”, “anti-modelo”. Se trata de una revolución, sí, pero sin objetivos ni proyecto: todo es
provisional, transitorio, circunstancial, no hay principios inmutables ni cosmovisiones que puedan servir de respuesta a las preguntas
últimas de un hombre. Cfr Álvarez Álvarez, Juan J. Bases antropológicas para una pedagogía franciscana en el mundo actual Pág. 4 a 9.
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Nosotros estamos viviendo un momento de crisis; lo vemos en el medio ambiente, pero sobre todo
lo vemos en el hombre y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la
“cultura del descarte”.” (5 de junio de 2013, Medio ambiente).
Cave mira la historia reciente y para poder darnos cuenta que el ser custodio bien siendo proclamado
y defendido por diversos campos disciplinares: científicos, filosóficos, etc., tanto como, por
organizaciones sociales de modo activa.
¿Cuál era la visión del hombre en el tiempo de Francisco, en el siglo XIII? …Podemos decir que existían
dos perspectivas antropológicas: una más escolástica, en la cual confluyen las reflexiones de los
pensadores del tiempo, especialmente Ugo de San Vittore, Alano de Lilla, San Bernardo, Guillermo
de Saint-Thierrry, que presentaba al hombre como alma y cuerpo con una prevalencia del alma en
relación al cuerpo, creatura de Dios y una visión más popular y a veces no del todo ortodoxa,
representada en este último caso por algunas corrientes heréticas, como los cátaros, que veían en la
materia y por eso en el cuerpo la cárcel del alma - herencia de la visión platónica y agustiniana – y
despreciaban todo lo que tenía a que ver con el cuerpo. En pocas palabras en el siglo XIII se veía al
hombre como criatura de Dios, creado por amor y a imagen de Dios, pero también cargado de pecado
y lleno de ruinas.
Antropología franciscana 10
¿Qué piensa Francisco del hombre de su tiempo? ¿Su antropología es totalmente deudora de la
antropología del siglo XII o tiene algún rasgo original, nuevo, que nace de la “novedad” misma de
Francisco en su mirada hacia Dios y el hombre? ¿Y la antropología de Francisco puede decirnos algo
a nosotros, hombres…. del siglo XXI?.
Es necesario en primer lugar hacer una diferencia entre lo que emerge de los Escritos y lo que está
expresado en las Biografías. Es conocido que las Biografías están construidas con recuerdos,
informaciones, investigaciones de los diferentes biógrafos; sin embargo el análisis profundo de estos
escritos nos confirma que no están exentos de posiciones ideológicas, a según el grupo o del
ambiente que “produce” la Biografía, y sin duda mucho del alma del biógrafo, sus
“precomprensiones” están en esos escritos. Por esta razón, sin quitar nada a la importancia que de
toda forma tienen las biografías y otros documentos incluidos en las Fuentes Franciscanas, son los
Escritos de Francisco, los que la crítica ya ha determinado ser suyos, los que nos abren la ventana
para comprender un poco lo que pensaba Francisco, sus preocupaciones, sus alegrías y temores, su
relación con Dios y su visión del hombre.”
¿Cuáles son los elementos principales respeto a la visión del hombre que encontramos en los Escritos
de Francisco? Antes de contestar a esta pregunta es necesario recordar que: “Francisco no es un
teórico, ni filósofo, ni teólogo en el sentido que damos a estos términos. Podemos sacar su
antropología de la forma en la cual entiende y se describe a sí mismo y lo que le rodea.”
9 Roberto Carboni ofmconv, El hombre de Francisco. Visión del hombre según Francisco de Asís y relación de su antropología con la teoría
y praxis formativa en la Orden franciscana conventual. Pág. 2
10 Ibidem, Pág. 3-5
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En primer lugar siempre el hombre en Francisco está en relación con Dios11. Nunca se estudia o se
habla del hombre en sí mismo: se trata de un hombre relacional y fundado en la relación con Dios,
relación de criatura que debe a su Creador su existencia. Como nos recuerda T. Matura, “la
antropología de Francisco radica y se basa sólidamente en una teología: esta es inseparable de
aquella. “Se habla ciertamente del hombre, pero del hombre creado por Dios por amor,… el hombre
no sólo es creado sino que es creado a imagen y semejanza de Dios.
En los Escritos se puede notar una diferencia con la posición oficial de la antropología de su tiempo:
Francisco insiste mucho en el hombre creado por amor a imagen de Dios y semejanza del Hijo. La
dignidad del hombre reside en esta huella profunda que nadie puede quitar. Por eso la mirada de
Francisco hacia el hombre es de respeto, acogida, escucha: porque se trata de la imagen de Dios que
se me acerca en el hermano.
Si por una parte Francisco reconoce la dignidad y grandeza del hombre, su luminoso origen, al
mismo tiempo y con mucho realismo se da cuenta también de la fragilidad humana. La naturaleza
humana está herida por el pecado (Adm 5, afirma que el hombre es pecador; afirmación que se
encuentra también en otros lugares: 2CtF33.37; Adm 10, 1-4; 26,2; 1 R 10,4). El hombre a pesar de
ser imagen y semejanza de Dios, con sus acciones libres y responsables ha desfigurado su misma
imagen, quitándole la transparencia inmediata de “familiar” de Dios. El hombre es pecador, ha
dañado su imagen y semejanza, y sólo el amor de Dios le restituye su trasparencia de imagen, dándole
al mismo tiempo la posibilidad de reanudar el diálogo interrumpido por el pecado. La invitación que
el Cristo de San Damián hace a Francisco de “restaurar la casa” podemos también interpretarla como
la invitación a quitar todo lo que ofusca o daña la imagen de Dios en él; por lo que su trabajo no se
redujo a manejar las piedras de san Damián o de la Porciúncula, sino más bien a trabajar su
interioridad, a devolver a la imagen de Dios en él la antigua trasparencia.
Francisco, con una diferencia respeto a la visión antropológica de su tiempo, ve al hombre como
alma y cuerpo, pero como una unidad. El cuerpo además, lejos de ser considerado como la cárcel
del alma, según la herencia platónica y cierto agustinismo fuerte en su siglo, es el lugar, el medio para
servir al Señor.
En muchos lugares de los Escritos Francisco afirma que el hombre es “corporal”: Adm 3; CtaF2, 14.
15.18; 1 R 16,18.23; 2R 5,3. Se trata de una de las dimensiones del hombre que tienen mayor
11 Carboni, junto a otros autores, cita los siguientes textos para sostener esta idea:
Rnb 23,1-3: 1Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, Padre santo (Jn 17,11) y justo, Señor rey del cielo y de la tierra (cf. Mt 11,25),
por ti mismo te damos gracias, porque, por tu santa voluntad y por tu único Hijo con el Espíritu Santo, creaste todas las cosas espirituales
y corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, nos pusiste en el paraíso (cf. Gn 1,26; 2,15). 2Y nosotros caímos por nuestra
culpa. 3Y te damos gracias porque, así como por tu Hijo nos creaste, así, por tu santo amor con el que nos amaste (cf. Jn 17,26), hiciste que
él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen la beatísima santa María, y quisiste que nosotros, cautivos,
fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte…
Rnb 23,8: 8Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza (cf. Mc 12,30) y fortaleza,
con todo el entendimiento (cf. Mc 12,33), con todas las fuerzas (cf. Lc 10,27), con todo el esfuerzo, con todo el afecto, con todas las
entrañas, con todos los deseos y voluntades al Señor Dios (Mc 12,30 par), que nos dio y nos da a todos nosotros todo el cuerpo, toda el
alma y toda la vida, que nos creó, nos redimió y por sola su misericordia nos salvará (cf. Tob 13,5), que a nosotros, miserables y
míseros, pútridos y hediondos, ingratos y malos, nos hizo y nos hace todo bien.
2CtaF 2,15: 4El altísimo Padre anunció desde el cielo, por medio de su santo ángel Gabriel, esta Palabra del Padre, tan digna, tan
santa y gloriosa, en el seno de la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió la verdadera carne de nuestra humanidad y
fragilidad. 5Él, siendo rico (2 Cor 8,9), quiso sobre todas las cosas elegir, con la beatísima Virgen, su Madre, la pobreza en el mundo…
Rnb17, 17-18: 17Y devolvamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos los bienes son de él, y
démosle gracias por todos a él, de quien proceden todos los bienes. 18Y el mismo altísimo y sumo, solo Dios verdadero, tenga y a él se
le tributen y él reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las gracias y gloria, de quien es todo
bien, solo el cual es bueno (cf. Lc 18,19). 19Y cuando veamos u oigamos decir o hacer el mal o blasfemar contra Dios, nosotros
bendigamos y hagamos bien y alabemos a Dios (cf. Rom 12,21), que es bendito por los siglos
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presencia en los Escritos. Francisco ha contado con el cuerpo por su relación con Dios y con los demás;
véase por ejemplo cuando habla del trabajo corporal (1R7, 3-9) del ayuno (2R3, 9) de la sociabilidad
entre hermanos (Adm 25; 1R11, 6-9), de la persecución (2R10, 9).
Además el mismo Señor Jesús, encarnándose, hace del cuerpo un puente para el encuentro con
Dios. Así cuando Francisco, siguiendo san Pablo, habla de carne y espíritu, no se trata de una visión
dualista, ni mucho menos del desprecio del cuerpo. Él considera el cuerpo y la carne como sinónimos
del egoísmo. Lo que se debe combatir, superar, es el egoísmo de la persona, su tendencia al mal. Por
eso entra en juego el tema de la ascesis, de la mortificación: considerado como un medio para que
el cuerpo - salvado por el Señor y lugar del encuentro con Dios – forme más estrechamente una
unidad con la voluntad espiritual hacia el servicio a Dios.
¿Cuál es el rol que la corporeidad humana tiene en el pensamiento de Francisco? El análisis de los
escritos en los cuales Francisco habla del cuerpo y de la corporeidad nos hace comprender que en él
la devaluación o la visión pesimista de la corporeidad no encuentran lugar. El cuerpo es para él un
medio y la forma de ser en el mundo, creado por Dios como todas las otras cosas materiales y por
eso mismo lleva el sello por la bondad de las cosas de Dios. Respeto al tema de la corporeidad se
puede notar la diferencia entre lo que está expresado en los Escritos y cuanto aparece en las
Biografías, más influenciada por la postura agustiniana de los biógrafos.
Pero el hombre creatura amado por Dios es también creatura que dispone de libertad y
responsabilidad y por eso mismo es frágil y puede alejarse de su Creador y ser mal agradecido por
todos sus dones. El hombre puede vivir según el “corpus” es decir según el propio egoísmo y
también dejarse arrastrar por el “mundo” que en la visión de Francisco son las preocupaciones que
impiden al hombre orientarse a Dios. Junto con el “cuerpo y el mundo” el hombre es tentado por su
enemigo el diablo, que quiere engañar al hombre y quitarle el amor de Dios. En una palabra el
hombre a pesar de estar abierto a la dimensión dialógica con su Creador, encuentra en sí mismo
fuerzas hostiles, obstáculos, frenos que le impiden de mantener la amistad con el Señor: el cuerpo
en el sentido del egoísmo, el mundo con sus preocupaciones y el diablo luchan contra su deseo de
mantenerse en la escucha de Dios. Por todo esto es necesaria en la vida del hombre la ascesis que le
permite arrancar su egoísmo, ponerse en relación dialéctica con el mundo y tener alejado al Diablo.
El análisis de los escritos en los cuales Francisco habla del cuerpo y de la corporeidad nos hace
comprender que en él la devaluación o la visión pesimista de la corporeidad no encuentran lugar. El
cuerpo es para él un medio y la forma de ser en el mundo, creado por Dios como todas las otras cosas
materiales y por eso mismo lleva el sello por la bondad de las cosas de Dios. Respeto al tema de la
corporeidad se puede notar la diferencia entre lo que está expresado en los Escritos y cuanto aparece
en las Biografías, más influenciada por la postura agustiniana de los biógrafos.
He subrayado que la antropología de Francisco tiene muchos aspectos en común con la antropología
del siglo XII. Pero es verdad que existen elementos de novedad de Francisco respeto al pensamiento
de su tiempo. Él, como dice el Celano, era oyente atento de la Palabra de Dios y también de todas
aquellas enseñanzas que se podían recibir en la liturgia y fuera de ella, especialmente el patrimonio
de los Padres transmitido a través de lecturas corales, sermones etc. Su memoria prodigiosa le
permitía escuchar y conservar en su mente y corazón enseñanzas, lecturas y textos que oía. Así que
la cultura de su tiempo de alguna forma llegaba a Francisco y él también la elaboraba a la luz de su
experiencia de Dios. Su visión del hombre es unitaria, todo – alma, cuerpo –es obra de Dios, todo
tiene al mismo autor. El cuerpo en sí no es considerado como la fuente del pecado, sino es más bien,
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como dice Jesús en el evangelio, el corazón que dejar salir la maldad, el pecado, la división etc. Por
esta motivación el cuerpo al contrario de la visión herética no es visto inferior al alma, sino como
criatura de Dios.
También Francisco tiene una consideración positiva delas realidades terrenales y no las desprecia;
cuando habla de la carne o del cuerpo en sentido negativo se refiere más bien al egoísmo, al espíritu
malo. Considera la ascesis como un medio, un instrumento que ayuda al hombre a orientar su mirada
a Dios, pero no la ve como un valor en sí, y siempre debe ser acompañada por la discreción.
Incorporemos el aporte de Juan Álvarez Álvarez quien sintetiza que “para la antropología
franciscana, en efecto, el hombre
“es un ser compuesto de espíritu y materia al mismo tiempo, que es imagen y semejanza de Dios
(aspecto óntico-entitativo), en relación abierta y religante con el ser finito infinito (aspecto
referencial operativo), proyectado en el tiempo y en el espacio (aspecto mundano e histórico) e
inserto y vinculado en una comunidad de personas concretas (aspecto vocacional-significativo). El
hombre franciscano es una tensión indefinida e infinita hacia una síntesis deseada, pero aún no
lograda”12
Como era de esperar –y el propio Merino advierte-, este humanismo también se orienta en una
doble dirección:
“todo el dinamismo franciscano se orienta hacia arriba y hacia delante, hacia Dios y hacia el futuro,
hacia el hombre y hacia la creación, y va a la búsqueda de la construcción de la historia del mañana
en la que el hombre pueda ser más feliz”
12Merino, José Antonio Humanismo franciscano. Franciscanismo y mundo actual, Ediciones Cristiandad pág. 116.
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Muchos de los elementos presentados hasta ahora, y que son muy familiares a nuestra concepción
antropológica cristiana actual, han sido presentados por el Concilio Vaticano II. Sin embargo no
parece arbitrario decir que han resonado mucho antes en la visión antropológica de Francisco de
Asís. F. Iglesias ha dedicado un artículo a comparar los elementos de la antropología franciscana con
la antropología del Vaticano II, poniendo en evidencia las muchas consonancias. Entre las
consonancias que Iglesias ve entre la antropología de Francisco y la que presenta el Vaticano II están:
- Que la vida tiene sentido porque es un don del Padre y da la posibilidad de manifestar el misterio
de amor de Dios a los hombres. Dios es el Misterio que envuelve nuestra existencia, ésta es la tesis
central del Concilio (LG 41, GS 45).
- El hombre tiene su dignidad a pesar de su límite y debilidad. Dios lo ha creado por sí mismo, por
amor; Cristo, encarnándose ha elevado al grado máximo esta dignidad el hombre.
- El hombre creyente, a través de su testimonio, puede mostrar que se encuentra a Dios sirviendo al
hombre.
- El pecado y la muerte han sido vencidos por Cristo y son una vía de humildad y apertura a la
esperanza. (GS 18; Cántico Creaturas 12)
- El camino de la verdadera felicidad es el amor (Ad 27) evangélicos, especialmente cuando se expresa
en actitud servicial. (Jn 4,18; Adm 27;)
- El trabajo y la fatiga tienen sentido porque la experimentó Cristo y son una gracia que ayuda a
crecer como personas y construir un mundo mejor (GS 34, 35, 37; 1R 7; 2 R5).
Iglesias analiza además otros aspectos presentes en la antropología del Concilio y que están en la
antropología de Francisco. Lo que a nosotros interesa es puntualizar que la actual reflexión teológica
presentada por el Concilio está en sintonía con lo que la tradición franciscana, que canalizando el
manantial brotado del corazón y de la experiencia espiritual de Francisco (de Asís), ha puesto en el
centro de su visión antropológica. Entonces nos encontramos en la feliz condición de constatar que
lo que la espiritualidad franciscana ha producido en el tiempo a través de la reflexión, profundizando
y madurando las intuiciones y la herencia de Francisco, no está lejos de nuestra sensibilidad actual, y
al contrario, tiene muchos puntos de encuentro.
“Por sus frutos los conoceréis”14, es una cita bíblica que nos refleja la importancia del obrar humano
en el dar a conocer lo que la persona porta en su corazón y concibe del mundo. Parafraseando al
filósofo Wojtyla podemos decir “nuestro accionar revela la persona que somos”. Nuestra conducta
es una acción que nos permite sintetizar un conjunto de aspectos: emociones, conceptos,
interpretaciones, motivaciones, ideales, valores, etc.; que no cabe aquí desarrollar, pero si considerar
13
Roberto Carboni ofmconv, El hombre de Francisco, Op. Cit.
14 Mateo 7:16
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con fin de darnos cuenta que nuestras acciones están sostenidas en ciertas valoraciones,
concepciones y conocimientos que tenemos de la realidad en la que estamos insertos.
En otras palabras, José Merino lo describe así: “la relación de la persona con el mundo real no suele
ser directa sino mediante los conceptos de nuestra mente, es decir, de la cultura. Por consiguiente,
tenemos una realidad interpretada desde las categorías mentales en la que estamos instalados”15, es
decir, el modo de pensar que es el ser humano, en nuestro caso como ser relacional, tendrá
incidencia concretas en nuestro obrar cotidiano.
Al adoptar el doble movimiento de la persona, propuesto por Duns Escoto, hacia dentro y hacia fuera
de ella. Se podrán identificar: primero, un método para crecer y, en segundo lugar, principios para
concretizarnos como franciscanos tanto en cuanto persona como en el modo de vincularnos.
Para abordar el camino interior que la persona debe recorre, parafraseando a Juan Álvarez Álvarez,
se puede reconocer que el ser humano es una unidad sustancial estructurada y dinámica, capaz de
conocer, querer y amar. Hay, por tanto, tres “frentes” en los que se debe trabajar y plantease su
formación: la inteligencia, las tendencias (particularmente, la voluntad) y el “corazón” (la vida
afectiva).
Francisco en la oración ante el Cristo de San Damián, pide las virtudes teologales:
Son la misma virtudes teologales la brindan plenitud a las dimensiones del ser humano.
“El hombre –a la luz de Cristo- ve plenificadas sus dimensiones estructurales y satisfechas sus
aspiraciones más radicales: en el orden del conocer, la fe le ayuda a interpretar la realidad con mayor
profundidad sobre elevando su inteligencia; la promesa de una felicidad plena (natural y
sobrenatural) anima una esperanza que, en el orden del querer, redimensiona el valor de lo terreno,
de la moralidad, de la libertad y del progreso; y en el orden afectivo, la llamada a la unidad de caridad
con Dios y con el prójimo sacia su apertura constitutiva al otro (humano y divino) e ilumina el misterio
del mal que tantas veces nos atormenta y escandaliza”.
El dominio personal que nos demanda la conducción de las tendencias y el querer para “vivir
plenamente libre y vivir en radical coherencia el espíritu evangélico por amor a Jesucristo”16. El fin es
el autoconocimiento y el ordenamiento interior, la afirmación sí mismo, asunción de lo negativo y la
15
Merino, José Francisco de Asís y tú. Pág. 124
16 Álvarez Álvarez, Juan J. Bases antropológicas para una pedagogía franciscana en el mundo actual pág. 35
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libertad personal. Son medios los ejercicios ascéticos17: pobreza, obediencia, servicio y sobre todo la
desapropiación que ayude a salir de sí mismo y superar el egoísmo. Lo que nos conduce a un estilo
de vivir la existencia integrada en todas las dimensiones: corporal, psicológico, teológico y religioso.
La educación del corazón18, “Buena parte del torrente de afectividad que recorre nuestro mundo
occidental no cumple esta condición: la esfera afectiva suele estar marcada, en el hombre actual, por
el subjetivismo, por la desproporción, por la descarga muchas veces exagerada y fuera de lugar de
sentimientos y emociones. Su corazón no está bien arraigado en la realidad. Si este diagnóstico es
correcto, la situación sería preocupante pues el corazón representa, en muchos aspectos, el
verdadero núcleo de la persona, el yo real.
(Toda la vida de francisco es) una constante demostración de lo que la gracia de Dios puede hacer en
un hombre que se ha abierto a ella y se ha mostrado en disponibilidad total, un proceso continuo de
conversión realizado en el “diálogo” profundo de un yo vaciado de narcisismo y el Tú del Amor
Infinito. ”19
En cuanto a existencia concreta y ubicada en un tiempo y espacio, no aislado sino en fraterno vínculo
con el otro y lo otro, el franciscano tiene el desafío de leer su propia experiencia a la luz del Evangelio,
ejercitando el paso del “Evangelio a la vida y la vida al evangelio” como un principio para construir el
futuro.
En el movimiento que hacia fuera de la persona se identifican algunos principios que guiarían el modo
de relacionarnos con otros. José Merino20ha descripto categorías existenciales para lograr construir
un modo de ser franciscanos, que bien podeos adoptar como los principios generales para iluminar
nuestro modo de proceder al vincularnos.
1- Presencia
“En la sociedad actual la persona suele estar reducida cifras y números…” El rostro
interesa en cuanto simplemente sirve para corroborar su identidad (en su DUI). “Somos
seres anónimos, es decir, que nuestra presencia, nuestra persona, no cuenta para nada ni
nadie si no estamos avalados por un papel oficial.”
“En Francisco prima de modo especial la… presencia, porque sólo en él es relación vivida:
presencia frente a Dios, presencia frente a los hombres y mujeres, presencia frente a los
animales como cosas, circunstancias, etc.
Cada persona tiene su específico rostro y su propia personalidad, cada animal su propia
misión, cada cosa su propia significación. La mirada de Francisco se dirige a alguien o algo,
nunca de un modo indefinido y anónimo.
En la presencia, tal y como la vivió el hermano universal, podemos observar no sólo un
tacto especial de ver y de tratar los otros y las demás cosas, sino una categoría cultural
sobre el mundo y sobre la vida…
17 Cf Ibidem, Pág. 36
18 El hombre verdaderamente afectivo, el hombre con un corazón alerta es, precisamente, quien se da cuenta de que lo que importa es la
situación objetiva, es decir, si hay motivos para alegrarse o sentirse feliz. Precisamente cuando se toma en serio la situación objetiva,
cuando se busca conocer si la situación objetiva reclama felicidad, alegría o dolor es cuando tienen lugar las experiencias afectivas
sobreabundantemente espirituales. Cfr. VON HILDEBRAND, D. El corazón. Un análisis de la afectividad humana y divina. Eds. Palabra,
Madrid, 1996, 93-94
19
Álvarez Álvarez, Op. Cit. Pág. 38
20 José Merino, Francisco de Asís y Tú , Presupuestos de una cultura de la cordialidad, Pág. 123 141
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2- La relación
3- Encuentro21
4 Acogida
“Todo encuentro sincero supone acogida. Francisco no sólo acoge al Tú infinito con
increíble gozo exultante, sino que acogía todas las personas aún aquella que socialmente
eran las más rechazadas. Acoge a los enfermos, leprosos, ladrones, salteadores de
caminos, pobres, poderosos y a los irrelevantes socialmente…. En el capítulo 7 de la de la
primera regla aconseja los frailes que todo aquel que venga a ellos, amigo o adversario,
ladrón o bandido, sea acogido benignamente.
Quiso estar precisamente allí donde casi nadie quería estar y trataba de evitar: reparando
iglesias derrumbadas, asistiendo a leprosos, viviendo con y como los pobres,
identificándose con los últimos.
21
El encuentro es un hecho importante que se da entre personas. Hay de distintos tipos: fortuitos, buscados, evitados, deseados,
provocados, etc. Se dan en distintos niveles fisiológico, amistoso, familiar, laboral etc. (Cfr. José Merino)
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5- Diálogo
“Uno de los temas más en boga es el diálogo, como recurso necesario para entablar
relaciones y alcanzar compromisos. Pero se trata de un propósito nada fácil de conseguir.
…
Para poder crear el horizonte humano y espiritual de un diálogo dinámico y fructífero es
necesario despojarse de muchos prejuicios y armarse de una idea elevada del hombre por
muy adversario o mal llevado que se lo considere.
En primer lugar hay que superar la categoría de lo antagónico, como forma incivil de
convivencia. Todas las sociedades han creado grupos de excluidos y marginados que
después no han querido reconocer ni aceptar…
En Francisco, su universo vivido, sentido y proclamado, no existe la dialéctica amigo –
enemigo o amigo – adversario o rival, sino simplemente la categoría evangélica de
hermano y hermana…
A él le interesa el hombre concreto por encima de la clasificación social y de la
connotación de clase nunca el bosque le impidió ver cada árbol.
Francisco se coloca más allá de la diferencia antagónica y rival para encontrarse con lo
real y lo verdadero de la persona, con sus propios problemas humanos, en los que todos
coinciden. Por eso trato de defender la paz, la convivencia y la armonía social como
valores absolutos, más allá de los particularismos personales o de clase o de grupo.
La visión franciscana del hombre de la sociedad podría crear el horizonte espiritual para
alcanzar un diálogo fecundo. Respetando las legítimas diferencias e intereses se pueden
lograr las grandes finalidades del ser humano como amigo, colega, hermano y compañero
de viaje”
6 Asumir lo negativo
“La cultura dominante actual tiene grandes valores y no pequeños contravalores, aciertos
indiscutibles y contradicciones evidentes…
En nuestra sociedad, moderna y posmoderna, predomina y se impone poderosamente la
racionalidad que pretende explicarlo todo a la luz de la razón comprensible y de la
constatación verificable laboratorio… Frente al gran culto a todo lo positivo se observa un
gran silencio y olvido de lo negativo. Entiendo por tal todo aquello que nos degrada y que
representa la parte oculta de la vida, como son las enfermedades y las limitaciones
personales y sociales…
Lo negativo de la vida no puede ser separado ni olvidado sino asumido y superado todo
lo que no se ASUME no se redime…
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Francisco, que dedicó muchos años a su conversión, se conoció en profundidad. Por eso
no admiraba ni se sorprendía de los más extraños desvaríos de las personas….Él supo
descubrir, acoger y asumir lo negativo de su persona, de la fraternidad, de la sociedad y
de la iglesia para poder transformarlo y redimirlo.
El encuentro con ese absoluto negativo de la sociedad, que era el leproso le transformó
tan radicalmente que fue capaz de asumir todo lo negativo que encontró en su vida
posterior…22
El mismo pensamiento franciscano no se fija tanto en lo bueno y en lo malo, sino en lo
real y lo concreto, que siempre es limitado y complejo… Nadie es tan bueno que no pueda
defraudar o escandalizar ni nadie es tan malo que deje de ser imagen divina, y por lo tanto,
de sorpresas y de cambios inesperados y sorprendentes Las fuerzas del bien y del mal no
están concentradas aquí o allí sino repartidas por doquier. Sólo Dios es perfecto y fuerte”
7- La mirada
“…La mirada juega un papel especial en las relaciones humanas. La mirada
constantemente nos encubre y nos descubre, nos abre nos ocultan, nos acerca o nos
separa. Tiene un poder extraordinario de relación o de rechazo.
La mirada es tan importante en la vida cotidiana que constituye un vínculo especial entre
la persona y la sociedad, entre el individuo y el mundo….
La mirada goza de una fuerza especial en la vida de Francisco en cuanto experiencia y
dimensión vivida…
Cuando Francisco se ha sentido mirado por Dios, todo su ser se ha iluminado comenzando
a ver toda la vida con una nueva perspectiva.
Su mirada, su ver e interpretar a todos los otros, los pobres, la Iglesia, la fraternidad, los
clérigos, los ricos, la naturaleza con todos los seres refleja siempre el descubrimiento de
la presencia total en ellos y concreta en el comportamiento lleno de respeto, cortesía y
servicio.
8- La escucha
9- La esperanza
22 Recordar el capítulo 8 de las florecillas que tiene su raíz en la quinta admonición. La perfecta alegría
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A modo de síntesis “hoy es preciso afirmar que la cuestión social se ha convertido radicalmente en
una cuestión antropológica”23, de allí el por qué ocuparnos de profundizar y estudiar la antropología
y en nuestro caso la antropología que Francisco de Asís nos enseñó, pues, “el franciscanismo es una
espiritualidad ciertamente pero es también un pensamiento de profundas dimensiones existenciales
y culturales. Parte de la vida, reflexiona sobre la vida y retorna a la vida, es decir, es un pensamiento
vitalista y profundamente cordial. Es defensor de una ontología de lo concreto. En otras escuelas de
carácter religioso predomina la ciencia en tanto que en el franciscanismo predomina la sabiduría
como un saber experiencial”.24
23
Benedicto XVI, Caritas in Veritate N° 75
24 Merino, Vigencia de la antropología franciscana, en III Coloquio Internacional de traducción monacal. Pág. 2
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Anexo
El concepto de persona fue formulado por primera vez, estrictamente, en la reflexión teológica
cristiana, al pensar la fe cristológica y trinitaria, sobre todo en los siglos II al V. En un principio fue
aplicado a los tres distintos (la Trinidad de personas) que co –participan de la única naturaleza divina.
Después se usó para explicar la doble naturaleza (divina y humana) que existe en la única e indivisible
persona de Cristo. La unión de las dos naturalezas de Cristo tiene lugar según la hipóstasis
San Agustín (354 – 430): En uno de sus tratados sobre la Trinidad (400 – 416) establece en el concepto
de persona una combinación de autonomía y relación: la persona es por sí, autónoma, y a la vez es
relación: “El Padre es Padre por tener un Hijo, y el Hijo es Hijo porque tiene un Padre, estas relaciones
no son según la sustancia, porque cada una de estas personas divinas no dice habitud a sí misma, sino
a otra persona o también entre sí.” Según Ferra Mora “La idea de persona en San Agustín pierde la
relativa "exterioridad" que todavía arrastraba para enfocarse decididamente sobre la "intimidad". La
idea de relación le sirvió a San Agustín para subrayar el ser relativo a sí mismo de cada Persona divina,
por lo cual hay efectivamente tres Personas y no una sola. La idea de "intimidad" —o, si se quiere,
la experiencia y la intuición de la intimidad— le sirvió para hacer de esta relación consigo mismo no
una relación abstracta, sino una eminentemente "concreta" y "real".”
Boecio (480 – 524): la persona ha de pertenecer a una naturaleza no accidental sino sustancial, y a
una naturaleza que ha de ser racional, y necesariamente a una naturaleza individual, no universal.
Esto es válido para Dios, los ángeles y el hombre. Propone la siguiente definición de persona: “es la
sustancia individual de la naturaleza racional”.
Tomas de Aquino (1226 -1274): “Persona en general significa, como hemos dicho, sustancia
individual de naturaleza racional, e individuo lo que es indistinto en sí mismo, pero distinto de lo
demás. Por consiguiente, persona, cualquiera que sea su naturaleza, significa lo que es distinto en
aquella naturaleza, y así, en la naturaleza humana significa esta carne, estos huesos, esta alma, que
son los principios que individual al hombre y que, si ciertamente no entran en el significado de la
persona en general, están contenidos en el de la persona humana”
Según Ferra Mora, la concepción que podemos llamar "tradicional" de la persona se basa
primariamente en conceptos metafísicos (o metafísicos y teológicos). Los autores modernos no han
eliminado ni mucho menos los elementos metafísicos en su concepción de la persona — cuando se
han interesado en la definición de 'persona'. Así, por ejemplo, Leibniz dice que "la palabra 'persona'
conlleva la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de razón y de reflexión, que puede
considerarse a sí mismo como el mismo, como la misma cosa, que piensa en distintos tiempos y en
diferentes lugares, lo cual hace únicamente por medio del sentimiento que posee de sus propias
acciones" (Nouveaux Essais, II, xxvii, 9).
Los maestros franciscanos quienes definen a la persona en clave relacional… Para San
Buenaventura,… la persona, a imagen Trinitaria, es esencialmente relación y se desarrolla en la
interrelación. Duns Escoto presenta la persona con doble movimiento hacia dentro, como última
soledad, es decir, como ensimismamiento, donde descubre su singularidad y peculiaridad; y hacia
fuera como relación trascendental, en cuanto dimensión vinculante con los otros y con los demás
seres.
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El término 'individuo' se aplica a una entidad cuya unidad, aunque compleja, es definible
negativamente: algo, o alguien, es individuo cuando no es otro individuo. El término 'persona' se
aplica a una entidad cuya unidad es definible positivamente y, además, con "elementos" procedentes
de sí misma. El individuo (si se trata del ser humano) es una entidad psico-física; la persona es una
entidad fundada desde luego en una realidad psico-física, pero no reductible, o no reductible
enteramente, a ella. El individuo está determinado en su ser; la persona es libre y aun consiste en ser
tal.
En todo caso, el concepto de persona ha ido experimentando ciertos cambios fundamentales, por
lo menos en dos respectos. En primer lugar, en lo que toca a su estructura. En segundo término, en
lo que se refiere al carácter de sus actividades. Con respecto a la estructura, se ha tendido a
abandonar la concepción "substancialista" de la persona para hacer de ella un centro dinámico de
actos. En cuanto a sus actividades, se ha tendido a contar entre ellas las volitivas y las emocionales
tanto o más que las racionales.
La persona es un todo, un todo abierto y generoso según Jacques Maritain (1882 – 1973).
“El hombre es objetivamente “alguien”, y esto lo distingue de los otros seres del mundo sensible… El
término persona se ha escogido para subrayar que el hombre no se deja encerrar en la noción
“individuo de la especie”, que hay en él algo más, una plenitud y una perfección de seres
particulares. La persona es el centro de interioridad cognoscente y deseante que se autodetermina
hacia un querer único e insustituible escribió Karol Wojtyla (1920 – 2005)”.
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