Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Por este motivo, siempre desde una “perspectiva pedagógica, parece lógico que
antes de diseñar cualquier estrategia de capacitación docente, alcancemos visiones
compartidas sobre los significados que implican, por ejemplo, cuestiones como las
concepciones manejadas hasta ahora sobre el propio conocimiento, sobre la
educación y el aprendizaje, sobre las metas del trabajo docente y de los centros
educativos, etc. Se trata de elementos que llegan a representar los fundamentos
sobre los cuales podremos construir las estrategias idóneas para la acción educativa
y para el desarrollo profesional del profesorado.
12
reflexión y análisis, la práctica pedagógica adquiera la dimensión que le corresponde
de significatividad para estimular y consolidar los aprendizajes. Este puede ser el
auténtico sentido de los procesos de capacitación de los docentes.
13
La complejidad se descubre por todas partes, desde el ser humano con todas sus
complejidades internas, pasando por su entorno natural, las complejas
construcciones sociales y técnicas, los flujos de información, los manejos de
conceptos como globalización, mundialización…, todos ellos de una enorme
complejidad. Es necesario, pues, una nueva manera de pensar simplemente porque
la que teníamos hasta ahora no nos ayuda a comprender mejor lo que pasa a
nuestro alrededor ni siquiera a nosotros mismos.
Vilar (1997) define el concepto de complejidad del siguiente modo: “Un fenómeno
complejo es el compuesto por una gran variedad de elementos que mantienen entre
sí una gran variedad de relaciones, con interacciones lineales y no-lineales,
sincrónicas y diacrónicas, la evolución de cuyo conjunto es imprevisible, incluso
cuando su organización se orienta por acciones teleológicas, finalitarias”.
El principio de la incertidumbre
Popper y Prigonine (en Vilar 1997) sostienen que en el siglo XX hemos pasado de
la ciencia de los relojes a la ciencia de las nubes: Es una metáfora acerca de las
relaciones lineales de causa a efecto y propias de la ciencia clásica, y sobre los
problemas aleatorios de la ciencia de la época en que vivimos.
El principio de la globalidad
15
Otro de los principios de la nueva racionalidad es el principio de la globalidad (de
no-fragmentación, o de la totalidad). El “todo” es inexplicable sin referirlo a las
“partes”, del mismo modo que las “partes” son incomprensibles sin relacionarlas
con el “todo”.
Dice François Jacob (Nobel de biología), citado por Vilar, que “el hombre no tiene
arma de defensa específica. No vuela, al menos de modo natural. No corre
particularmente rápido. Cada animal está especializado. El hombre es un
generalista, un amateur. Su especialidad es el cerebro, con el cual ha hecho las
herramientas y, poco a poco, las sociedades, la cultura. Y ahora se puede decir
que los factores socioculturales juegan una función más importante y actúan con
mucha más rapidez que los factores naturales en la evolución humana”
16
generalista y no-especialista, aunque pueda especializarse según unas u otras
conveniencias.
El principio de la transdisciplinariedad
En este sentido define Edgar Morin (1990) que “el pensamiento complejo está
animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado,
no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de
todo conocimiento”
Por otra parte contamos con el ejemplo de algunos de los mejores centros
universitarios del mundo que han empezado a introducir estos enfoques. Así, por
ejemplo, en la Universidad de Harvard, y en particular en su “business school”, los
estudios de economía o empresariales no se concentran únicamente en los
conocimientos económicos (entre otras razones porque la economía no puede
explicarse sólo por los factores estrictamente económicos). En esta universidad
se pide a los estudiantes que el 25% de las asignaturas que cursen no tengan
nada que ver con el campo en el que se quieren especializar. Entre las
asignaturas para economistas figura la de ética.
Hay que partir de la base de que estamos aún en los inicios del conocimiento.
Prigogine, Nobel del 1977 sostiene (en Vilar, 1997) que “estamos en la prehistoria
de la ciencia, al comienzo de una comprensión racional del universo. Ahora nos
damos cuenta de que los modelos simples con los que hemos trabajado sólo se
aplican a muy pocos hechos y que algunos de estos modelos están fuertemente
idealizados”.
19
docencia y con toda la gente. La nueva racionalidad rechaza todo dogmatismo,
toda cerrazón mental y actitudes autoritarias, vengan de donde vengan.
20
2.1.2. UNA NUEVA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN
El mercado laboral exige hoy día a los egresados del sistema educativo, además de
lo que podemos considerar como destrezas básicas (leer, escribir, realizar cálculos,
saber escuchar y saber expresarse), otras destrezas racionales como pensar, tomar
decisiones, visualizar problemas y resolverlos; pero sobre todo se le exigen
cualidades personales como responsabilidad, autoestima, sociabilidad, autocontrol y
honradez. (Ponencia de M. P. Cornejo, en el Foro de consulta para un Modelo de
Formación de Docentes…)
Este tipo de exigencias requieren una determinada intervención educativa, que tiene
que ver más con un desarrollo humanístico de desarrollo de la persona y de sus
21
potencialidades que no con un sistema normativo, impersonal, transmisor y
repetitivo.
Las corrientes pedagógicas que promueven el cambio educativo apuestan por una
concepción formadora de la persona integral y madura. De hecho será la “madurez”
el criterio evaluador del modelo constructivista.
Por otra parte, si queremos formar personas maduras resulta lógica esta exigencia
en aquellas personas que forman, que educan. Si algo deben demostrar los docentes
en su ejercicio es, precisamente, su madurez.
Al respecto, Rogers (en Repetto, 1987) establece las siguientes características que
pueden definir a la persona madura y que se constituyen como objetivos de los
procesos de capacitación:
22
como soy?" Quizá ésta sea la pregunta más importante que se puede plantear el
individuo creativo.
El aprendizaje significativo
24
Los nuevos retos de nuestra sociedad
Una pregunta obligada que necesitamos resolver sería cuáles son los fenómenos
sociales que impulsan los cambios actuales y cuál es su impacto en la educación. Y,
aún siendo conscientes de la complejidad de los diversos fenómenos sociales de
nuestro mundo, parece que las preocupaciones más generalizadas en los foros
educativos actuales tienen que ver, en primer lugar, en la resolución del impacto en
educación que puede tener lo que se ha dado en llamar la sociedad de la información
y del conocimiento. En segundo lugar, estaría el problema de la dualización de la
sociedad y sus consecuencias en el campo educativo, que se llama exclusión y
fracaso escolar, o si se quiere, en positivo, la resolución de la atención a la
diversidad, piedra angular de los sistemas y estrategias educativas.
La "cultura básica" que hoy se requiere a los trabajadores del conocimiento comprende:
conocimientos telemáticos (informática + telecomunicaciones), comprensión de la
tecnología y de sus cambios, saber trabajar en organizaciones y en equipo. Además de
25
ésta cultura básica se requiere los conocimientos necesarios para el desempeño de los
puestos de trabajo específicos. Por otra parte, la aceleración de los cambios
tecnológicos hace que los puestos de trabajo se modifiquen con una velocidad que no
conocíamos hasta nuestros días. Esto exige de los trabajadores y de los gestores un
proceso de aprendizaje continuo y una gran capacidad de adaptarse a las
innovaciones. Estos nuevos requerimientos son cada vez más, un auténtico filtro de
entrada al mercado de trabajo.
Según algunos estudios, la sociedad dual está generando la concentración del trabajo
en pocas personas y la exclusión del mercado laboral del resto. Para muchas
personas y países, la sociedad del ocio se está convirtiendo en una sociedad del
paro.
Por otra parte, basándose en proyecciones efectuadas a partir de la dinámica actual del
sector, otros estudios de la Unión Europea coinciden en pronosticar que el ámbito de
las Nuevas Tecnologías de la Información y del Conocimiento será en los próximos
años el más importante generador de nuevos empleos; siendo, por lo tanto, su
desarrollo, un elemento estratégico para combatir el principal problema económico y
social: el paro.
En cualquier caso, resulta evidente que una de las características que definen el
mundo actual es el desarrollo tecnológico y las implicaciones que el mismo ha tenido
en el desarrollo de las tecnologías de la información. Podríamos estar hablando de
un cambio con una trascendencia y unas dimensiones aún no suficientemente
conocidas y estudiadas.
En este contexto, la educación adquiere cada vez más importancia; por un lado, se
entiende como el proceso orientado a desarrollar la capacidad de procesar
información, pero también se entiende como instrumento de selección social, dado
que el nivel de instrucción y las credenciales a dicho nivel, son algunos de los
criterios más importantes para pertenecer a un grupo o a otro.
26
largo plazo como los grandes ideales normativos que legitimaron la igualdad de
oportunidades como vehículo y finalidad de la escolarización de masas.
Uno de los indicadores que se utiliza para medir la calidad educativa ha sido
midiendo el grado de fracaso existente en cada escuela y de cada alumno/a. Fracaso
que, a lo largo de la historia y al igual que la calidad, ha cambiado de concepto y de
factores que los generan. Sólo hay que hacer un breve repaso a la reciente historia
para verlo.
Hasta los años 60 se consideraba que la causa del éxito o fracaso era debido a la
capacidad intelectual, concepto que, si bien entre el colectivo profesional está
superado, desde la perspectiva de la cultura popular sigue estando vigente. Durante
los años 80 fue el ámbito familiar quien acaparó la causa determinante del posible
éxito o fracaso de los alumnos. Una tercera postura más reciente afirmaba que dicho
éxito o fracaso venía determinado por el ambiente donde crecen los alumnos. Desde
la sociología de la educación aparece todavía una cuarta postura que centra el
discurso sobre el éxito o fracaso en una escuela que privilegia la cultura, los
procesos y los ritmos de conocimiento de determinados grupos sociales.
Todo ello no hace nada más que confirmar que el fracaso, si es que existe, no lo es
tanto de las personas, como tal, sino de la relación que éstas acaban teniendo frente
a una impuesta y cerrada concepción de principios y valores sociales. Así pues,
tampoco ha de extrañar que el fracaso que genera la institución escolar sea el precio
necesario para el mantenimiento de una determinada concepción de unos
determinados valores.
No hay que olvidar que la división del trabajo, en las sociedades capitalistas
avanzadas, requieren, antes que nada, una escuela que diversifique los proyectos y
expectativas ocupacionales de sus alumnos, legitimando una división meritocrática
que aparece, cada vez más en nuestra sociedad, como incuestionable. Por esto, mas
allá de instaurar una mecánica de reproducción social, la escuela es generadora y
certificadora de una masiva disgregación de expectativas del todo desniveladas que
ponen en competición a los estudiantes a la hora de insertarse en el precario e
inestable mercado de trabajo que les espera.
27
Para Bernstein (1996), la escuela produce necesariamente una jerarquía basada en
el éxito y fracaso de los estudiantes. Según dicho autor, tanto esta jerarquía interna
de la escuela como sus consecuencias respecto a las jerarquías de clase laboral
fuera de ella, producen en potencia y en acto grandes divisiones. Las escuelas
justifican así las desigualdades individualizando el fracaso que se atribuye a las
características innatas del alumno o alumna (cognitivas y afectivas) o al déficit
cultural transmitido por la familia.
Para evaluar la democracia en educación, Bernstein propone tres derechos que son
fundamentales y se pregunta hasta que punto todos los estudiantes disfrutan de ellos
o si se distribuyen de forma desigual dentro de las escuelas:
Por tanto, el proceso de capacitación que se lleve a cabo debe estar asentado sobre
procesos comunicativos para estar en disposición de “codificar” en base cultural los
significados de los discursos de los participantes.
28
La concepción de la sociedad dual de la que hemos hablado nos aporta también
teorías muy sólidas para establecer los procesos de comunicación como la
herramienta para superar las concepciones sociales que dominan muchas de las
creaciones culturales que impiden una más decidida cooperación.
Habermas (1987) cree que todas las personas son capaces de acción y lenguaje, de
este modo, los sujetos se coordinan para actuar en el mundo. La acción
comunicativa se basa en el diálogo intersubjetivo para coordinar acciones. En esta
acción las relaciones que se establecen son intersubjetivas y están orientadas hacia
el entendimiento y el consenso de los participantes.
Otros estudios también nos demuestran que los cambios en la estructura de las
funciones cognoscitivas superiores están estrechamente ligadas a los procesos socio
- históricos vividos por las diferentes colectividades, y que las destrezas y
motivaciones se desarrollan en función de los propios contextos.
En este sentido, desde la psicología del aprendizaje, Vygotsky (1977) defiende que
los cambios socio - históricos comportan cambios en las formas básicas de los
procesos cognitivos. Y Luria (1980) el cual fundamenta la idea de que el
pensamiento humano tiene un origen social. De este modo, las diversas formas de
pensamiento asociados a los diferentes grupos sociales no están condicionadas por
29
su superioridad o inferioridad, sino por las características propias del contexto socio
histórico en el que están inmersas. La diferenciación se produce cuando las
personas que acceden a las situaciones de privilegio son aquellas que han utilizado
unas habilidades priorizadas por el sistema social.
Podemos plantear, por tanto, que los cambios que se producen en los contextos de
las personas condicionan sus procesos psíquicos, pero también la adquisición y
desarrollo de habilidades comunicativas pueden modificar dichos contextos.
En esta misma línea abundan varios teóricos: Giruox (1992) “Las personas tienen
límites creados por la propia cultura e identidad, incluidos los educadores e
investigadores. Acostumbramos a situar a los “otros” fuera de nuestras fronteras,
considerándolos desde la estrecha perspectiva de nuestra propia cultura”. Para
Freire (1970) la comunicación significa establecer un diálogo con otras perspectivas y
culturas que nos enriquezcan, sin que por ello perdamos las respectivas identidades
y no situándolas jerárquicamente como superiores o inferiores. Finalmente, Bernstein
(1990) que defiende que los códigos lingüísticos elaborados o restringidos no son
lenguajes superiores o inferiores, sino diferentes. Cree que la opción de los recursos
educativos a favor de los códigos de cultura dominante excluye a los otros del
contexto escolar y distorsionan la comunicación. Considera que las reglas
distributivas y de recontextualización del discurso pedagógico sitúan la participación
educativa fuera de los contextos, donde las clases más bajas no pueden conseguir
un desarrollo cultural.
30
transformación social. Las conceptualizaciones de los que intervienen ( sean
capacitadores o participantes, docentes o alumnos) son expuestas a través del
dialogo en términos de igualdad. Ambos se convierten en sujetos en el proceso de
construcción del conocimiento. Por ello las metodologías cualitativas basadas en la
acción comunicativa implican un diálogo intersubjetivo entre iguales.
31
Educación y los rasgos que esta propuesta contempla como una nueva concepción
de los centros que logre determinada coherencia con la estrategia de capacitación,
de modo que todas las fuerzas vayan en la misma dirección.
Descentralización y autonomía
En los últimos años, la autonomía escolar ha sido uno de los temas más abordados
por teóricos, políticos, administradores de la educación y también, aunque en menor
medida, por docentes. El discurso teórico manifiesta una tendencia generalizada a
considerar que las instituciones escolares deben gozar de una autonomía en cuanto
al currículum y en cuanto a la gestión pedagógica y administrativa. Sin embargo,
estas intenciones no siempre se traducen en hechos reales cuando se aborda la
dependencia de los centros respecto de los sistemas educativos que los contienen.
32
Este proceso conlleva una cierta libertad de acción, libertad que les permitirá a los
centros desarrollar las competencias imprescindibles para realizar sus funciones y
disponer de cuantos recursos sean necesarios para que puedan planificar e
implementar los diversos proyectos que la institución se plantee (de gobierno, de
gestión, curriculares, organizativos, etc.).
Pueden ser múltiples los argumentos que se esgrimen para justificar la necesidad de
la descentralización institucional. Nos detenemos sólo en algunos que nos parecen
básicos:
El último argumento vendría dado por la propia naturaleza del servicio educativo
que hace imposible un control exhaustivo y total de la dinámica establecida en
cada centro y en cada aula. Cada maestro y maestra y cada centro han contado
por lo general, afortunadamente, con cierto “margen de maniobra”. La autonomía,
aunque haya sido en condiciones de su mínima expresión, ha estado presente
siempre en las instituciones escolares de una manera u otra. Ball (1989) al
respecto nos indica que: “ El Estado y la autoridad local pueden limitar la gama de
posibilidades de que disponen los profesores, pero, al menos en la actualidad,
ciertamente no ejercen el control absoluto sobre esa gama”.
Sin embargo hay que convenir en que un proceso de descentralización implica, por
una parte, un ejercicio de enorme responsabilidad de los centros, de sus directivos,
de sus consejos escolares, de sus docentes, en definitiva, responsabilidad de la
comunidad educativa. Representa todo un ejercicio de autodeterminación por parte
de cada institución escolar, lo que conlleva una disposición para aceptar los retos y
desafíos que supone la descentralización. En este ámbito, los procesos de toma de
decisiones adquieren una relevancia extraordinaria, tanto por los contenidos y
consecuencias de las decisiones que han de tomarse como por las formas y
maneras que se articulan para tomar decisiones. En este punto es donde la “cultura”
de cada centro manifiesta sus fortalezas o sus debilidades.
Como vemos la descentralización parece una palabra simple, pero dista mucho de
serlo. Ahora bien, significa el gran reto que deben asumir los centros para gestionar
realmente su desarrollo institucional y profesional.
36
desarrolla una confrontación entre diferentes formas de entender el mundo y la
sociedad
Escudero (1991) plantea algunos principios que orientan el cambio como mejora de
la calidad educativa:
37
El desarrollo adecuado de una propuesta de cambio necesita del ajuste y
adaptación de sus dimensiones a la realidad, contexto y necesidades de la
institución escolar y exigirá procesos sucesivos de experimentación, análisis,
revisión y reelaboración a partir de su misma práctica en las clases.
Cambio e Innovación
La idea del cambio ya está instalada tanto en la mentalidad como en las actitudes y
en las prácticas sociales. En este momento estamos tan acostumbrados al cambio
(necesario o no) que no le concedemos mayor transcendencia, dado su nivel de
implantación generalizada.. Admitimos el cambio como bueno en sí mismo y muchas
de las innovaciones o propuestas novedosas, en cualquier contexto social, son
automáticamente validadas sólo por el hecho de romper con lo existente, o sea, por
ser nuevas. Lo que equivale a considerar el cambio como condición para no
quedarse desfasado Es más, actualmente, se da una cierta tendencia a equiparar
cambio con progreso, ya sea en ámbitos económicos, sociales o culturales. Relación
que, en muchos casos, está más que cuestionada.
Cuando se reforma el sistema para obtener una mejora de la educación hay que
tener en cuenta la complejidad de cambios que comporta este tipo de proceso. Debe
producirse un cambio en muchas de las ideas y prácticas utilizadas en los ámbitos
de política educativa, un cambio en los mecanismos de actuación de la
administración, un cambio en los sistemas de capacitación del profesorado, un
cambio en las estructuras de funcionamiento de las instituciones educativas, en las
prácticas docentes del profesorado, pero, también, sobre todo, debe producirse un
cambio en los valores sociales y culturales de la comunidad educativa en general.
En este sentido, para que los centros se conviertan en agentes y promotores del
cambio educativo son necesarios un conjunto de requisitos previos (Imbernón, 1996):
39
El origen de una cultura colaborativa en el centro y de una mayor
profesionalización docente a través de proyectos conjuntos.
Hay que apostar por un cambio significativo que dé origen a una nueva concepción
de los centros escolares. Por un lado, porque el cambio como mejora sólo adquiere
su sentido en la práctica educativa, en las interacciones que mantienen en la escuela
profesores y alumnos, en sus experiencias, procesos y resultados. Es decir, el
cambio se produce cuando incide en la vida escolar de los alumnos, en lo que hacen
en la escuela y en cómo lo hacen, en lo que viven y en cómo la viven.
Por otro lado, el cambio como mejora sólo ocurre si se ofrecen los recursos
necesarios, condiciones y procesos para que pueda llevarse a la práctica. De este
modo, como ya hemos apuntado, sólo si se producen otros muchos cambios, en el
mismo contexto de la escuela y en ámbitos educativos y sociales más amplios, podrá
40
tener lugar el proceso de mejora que se concretará en un cambio en el pensamiento
y en la práctica pedagógica de profesorado y alumnado.
Sin embargo, el gran desafío que presentan las reformas, los cambios o las
innovaciones tiene que ver con el “alcance” o las dimensiones sobre las que inciden
los cambios. Es en este ámbito en el que hay que analizar por qué la mayoría de
reformas terminan sin haber “llegado” a los docentes. Y es que debemos considerar
las dos dimensiones esenciales a las que debe afectar todo proceso de cambio: la
modificación de “eso que se hace” (prácticas, habilidades, técnicas) y la
transformación de “lo que se piensa” (creencias, concepciones, perspectivas,
enfoques, etc.). Todo esto, tanto en el plano individual como en el institucional y
social.
Los cambios son procesos que no se pueden imponer por la fuerza. Los cambios
sólo se producen cuando existe una voluntad personal de hacerlos porque todo
comienza en la persona; no se pueden imponer ni forzar. En otras palabras, los
verdaderos cambios no se crean desde la intervención exterior sino desde la
capacidad y el protagonismo de los establecimientos y de los profesores como
agentes del cambio. Ya Fullan, citado por Escudero (1991), advertía que "en
realidad, las reformas educativas llegan a ser lo que los profesores son capaces
de hacer en la práctica con las mismas". Esto implica que debe de producirse un
reconocimiento de mayor poder, competencia, capacidad y responsabilidad para
los profesores, al tiempo que se les debe ofrecer el apoyo necesario y las
condiciones de profesionalización necesarias para que puedan ejercer de manera
adecuada esas nuevas responsabilidades, capacidades y competencias.
41
Para que el cambio tenga lugar, se necesitan una serie de condiciones: aceptar
que el cambio y el desarrollo forman parte de una visión integral, normal y
esencial de la vida de la institución; Los profesores deben ser conscientes de su
responsabilidad profesional y contribuir en el proceso de toma de decisiones;
deben cuestionarse sobre su práctica educativa y sobre la de sus colegas, desde
un abanico de diferentes perspectivas; reconocer que la mejora del proceso
enseñanza - aprendizaje pasa por una evaluación de la práctica en la institución
escolar; Por último, estar predispuesto a compartir sus propias experiencias y a
aprender de sus propios compañeros. Los docentes, en definitiva, sólo podrán
desarrollar su potencial profesional como resultado de su propia comprensión
personal del cambio y cuando éste sea significativo para el profesorado, o sea,
cuando el cambio que se plantea tenga "sentido" porque está relacionado con sus
experiencias y pensamientos personales.
42
La cultura propia de la comunidad educativa a la que pertenecen los docentes
termina por convertirse en un factor que conecta sus vidas, su desarrollo personal y
su trabajo. La personalidad del maestro se elabora y se define a través de su
interacción con otras personas que son significativas para él. Entre estas personas
están sus colegas. En este sentido, cuando las maestras y maestros enseñan
prácticamente solos en sus aulas aisladas, la interacción entre ellos acostumbra a
ser fragmentada, ocasional y superficial. Como consecuencia de esta cultura de
aislamiento, el profesorado suele presentar dudas sobre su propia competencia
(porque no hay una retroalimentación positiva) y manifiestan reticencias para
compartir ideas con los demás y ciertos miedos para aceptar riesgos.
43
colaboración como único medio para conseguir un desarrollo profesional coherente
que, al mismo tiempo, derive en el crecimiento de la organización.
44
Multiplica la eficacia al incidir todos los profesionales en las mismas ideas,
actitudes y objetivos.
Si hacemos una observación simple del trabajo docente podemos constatar que el
profesorado no está acostumbrado a trabajar en equipo y a compartir sus
preocupaciones profesionales con los demás colegas. Ante las dificultades surgidas
en su trabajo solitario, cada docente se ha acostumbrado a buscar la salida como ha
podido y ha resuelto sus problemas de manera individual. Como consecuencia de
esta práctica resulta lógica la sensación de soledad y desamparo que muchas
maestras y maestros sienten ante la clase. Y como producto de la falta de cultura de
un trabajo colaborativo, esta experiencia docente suele conllevar la resistencia para
innovaciones y cambios, ya que provocan miedos a ser evaluados, nerviosismo y la
aparición de fuertes autocríticas.
45
En este sentido, algunas de las razones más habituales de estas resistencias
detectadas entre el profesorado figuran el miedo al grupo, el miedo al cambio, el
temor a la pérdida de la propia personalidad, a la calidad de los resultados, a ser
juzgado por los demás miembros, sentimiento de pérdida de tiempo y el
conformismo ante la opinión predominante, etc. Todos estos temores aparecen como
factores que impiden o dificultan la participación de algunas personas en equipos de
trabajo.
Sin embargo, la realidad del funcionamiento en equipo no cumple, a veces, con todas
estas normas un tanto utópicas. Pero sí existe una premisa básica para el desarrollo
colaborativo de la función docente: El trabajo en equipo exige que las personas
piensen en el interés del grupo por encima del interés propio, ya que de otro modo no
podrían ser competentes en la consecución de sus objetivos dentro del entorno
complejo en el que tienen que desarrollar sus funciones.
46
47