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El cuerpo nunca miente.

Alice Miller
El ser humano confía mucho en su
mente, su neocórtex, a pesar de que
éste es sólo la última adquisición de
una serie de características que han
hecho posible la supervivencia de
todos los animales, en especial de los
mamíferos y en concreto de los
primates sociales.
Cuando nacemos dependemos de los
demás para resolver todos y cada
uno de nuestros problemas, pero eso
no quiere decir que estemos
totalmente desprotegidos.
Los bebés “saben” lo que les pasa y
“saben” lo que necesitan y lo saben
de una forma mucho más cierta que
los adultos, porque más que saberlo
“lo sienten”.
En todo su cuerpo.
La interacción con el medio y con los
otros, las necesidades como el
hambre o el frío, producen
emociones y sensaciones que se
traducen en respuestas fisiológicas
claras, que deberían indicarnos lo
que hacer.
Es la enculturización y la separación
de nuestro propio cuerpo lo que, con
la edad y la socialización, hace que lo
abandonemos en la toma de
decisiones y dependamos totalmente
de nuestra mente, el último invento
de mamá naturaleza.
Y sin embargo,
el cuerpo nunca miente…
.
….Y la mente puede que sí lo haga
Negar las emociones infantiles, ése
“los niños no lloran” o “te pones muy
fea cuando te enfadas” es una de las
formas de desconexión del propio
cuerpo más habituales en la
civilización occidental.
La desconexión con el cuerpo es la
principal forma de represión y una de
las mejores herramientas del sistema
para mantenerse.
Recuperar nuestro cuerpo en la toma
de decisiones es un regalo, no sólo
para nosotras, sino también para
nuestras hijas e hijos.

Y no es tan difícil.
Lo primero de todo es aprender a
escucharte.
Emociones como la ira, el miedo, la
culpa o la vergüenza producen
respuestas fisiológicas típicas y únicas
en cada persona. Aprender a
detectarlas es, como puedes
imaginar, fundamental. Si hiciste el
ejercicio de la voz tal vez ya sepas
cómo varía tu voz cuando sientes
miedo o vergüenza.
El resto de tu cuerpo también te está
hablando. Tu posición corporal, la
tensión de los músculos de la cara,
los latidos cardíacos, la sudoración o
la presión en zonas como el plexo
solar o el abdómen te dicen siempre
lo que estás sintiendo.
Todo nuestro organismo está
interconectado. ¿Sabías, por ejemplo,
que existen receptores para la oxitocina
en las células de las fibras del músculo
liso del intestino grueso? Es por eso que
la oxitocina, la hormona de los partos, las
lactancias, los orgasmos y el altruismo,
está relacionada con el síndrome de
intestino irritable y por eso el síndrome
de intestino irritable está muy
relacionado con el estrés, el antagonista
de la oxitocina.
En términos generales, las emociones
consideradas “negativas”, que producen
estrés y cortisol, te encogen, mientras
que las emociones “positivas”, que
producen otras moléculas como la
oxitocina, te expanden, incluso “te
elevan”.
¿Lo has notado?
Párate un poco y escucha.
¿A que no es lo mismo estar nerviosa por
miedo que excitada por la anticipación de
algo estupendo?
Todas las emociones nos informan de
algo.
Y por supuesto, cada vez que
tomamos una decisión, producimos
en nuestro organismo sensaciones
diversas, asociadas con las
emociones que esa decisión nos
provoca.
¿Cómo usar el cuerpo en la toma de
decisiones?
Una vez que conoces tu cuerpo es
fácil entender qué te están diciendo
emociones que generalmente
pretendemos negar, como el miedo,
u otras tal vez menos comunes como
el orgullo o satisfacción, la
expectación, la diversión, la firmeza,
o el asombro.
A partir de ahí, tomar decisiones
consciente de tu cuerpo es sencillo y
se puede hacer en unos pocos pasos.
1. Toma una posición relajada que te permita ser
consciente de tu cuerpo y respira hondo.
2. Expresa, preferentemente en alto y atendiendo a lo
que tu cuerpo te dice, la decisión que has tomado. Por
ejemplo:
- Voy a colechar con la niña todo lo que quiera
aunque a mi suegra no le guste
- No voy a destetar a mi hija aunque el pediatra me
critique
- Voy a emprender online

3. ¿Cómo te sientes? ¿Bien?...Pues ya está.


Recuperar nuestro cuerpo en la toma
de decisiones nos permite no sólo
reconectar con nuestra naturaleza,
sino que además nos ayuda a
conectar con otros, con sus
necesidades, no negar sus
emociones, sus decisiones, porque
validamos las nuestras.
Ésa es la clave para criar hijas libres y
empoderadas.
Irene García Perulero
©Ni Putas, Ni Princesas
2015

Derechos de Fotografía: CharoGuijarro.com

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