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El niño no está solo. No solamente no esta solo por su entorno biológico, sino por el medio
legal, el orden simbólico. Y es este orden lo que da el predominio a ese elemento
imaginario llamado el falo.
1.
¿De qué se trata al final de la fase preedípica y en los albores del Edipo? De que el niño
asuma el falo como significante, que haga de él instrumento del orden simbólico de los
intercambios, rector de la constitución de los linajes. Se trata en suma de que se enfrente al
orden que hará del padre la clave del drama.
¿De qué se trata a fin de cuentas en el Edipo? Se trata de que el sujeto se encuentre él
mismo capturado en esa trampa de forma que se comprometa con el orden existente, de una
dimensión distinta que la trampa psicológica que fue su vía de entrada.
- En el caso del chico, la función del Edipo parece más destinada a permitir la
identificación del sujeto con su propio sexo, que se produce en la dimensión ideal,
imaginaria, con el padre la meta del Edipo es que el sujeto pueda acceder a esa
posición de ser padre.
2.
La observación de Juanito es un mare mágnum [un quilombo].
La primera cuestión es la del wiwimacher [hace-pipí]. Las preguntas que se plantea
Juanito se refieren no sólo al propio hace-pipí, sino al de los otros seres vivos, en particular
los que son más grandes que él. Hans le plantea primero la pregunta a su madre: “¿Tienes
tú también un hace-pipí? Juanito dice: “Sí, sólo había pensado…”. O sea, que ha estado
cavilando un montón de cosas. Pregunta a su padre, luego se alegra de ver el hace-pipí del
león, y antes de la aparición de la fobia, Juanito observa que si su madre tiene el hace-pipí
(como le ha dicho ella) eso se tendría que ver. Una noche la espía mientras se desnuda y le
dice que si lo tuviera, habría de ser tan grande como el de un caballo.
En la perspectiva falicista imaginaria, se trata de un esfuerzo de perecuación (Vergleichung
– comparación) entre una especie de objeto absoluto, el falo, y su puesta a prueba por lo
real. No se trata de un todo o nada. Hasta ahora el sujeto jugaba al juego del escondite, el
falo no estaba nunca donde uno lo busca, nunca estaba donde uno lo encuentra. Ahora se
trata de saber dónde está verdaderamente.
Hasta ahora Hans simulaba, o jugaba a simular. El 1º sueño donde interviene un elemento
de deformación, un desplazamiento, escenifica un juego de prendas. Verán la dialéctica
imaginaria operando enteramente en esta etapa prefóbica. Está todo, incluso los hijos
fantasmáticos. Tras el nacimiento de Hanna, Juanito adopta un montón de niñitas
imaginarias a quienes les hace todo lo que puede hacérseles a los niños. El juego imaginario
está ahí completo. Se trata de toda la distancia a franquear entre el que simula y el que sabe
que existe una potencia.
Lo que revela este primer abordaje de Hans de la relación edípica es que: lo que se
desarrolla en el acto de comparación no nos hace salir de plano imaginario. El juego
prosigue en el plano del señuelo. Si es así como se inicia para él la dialéctica del Edipo, a
fin de cuentas nunca tendrá que enfrentarse sino con un doble de sí mismo, un doble
ampliado. La introducción de la imagen materna bajo la forma de ideal del yo, nos deja en
la dialéctica imaginaria, especular, de la relación a-a’. No salimos del plano del señuelo.
¿Qué resulta de ello? De ahí solo vemos salir el síntoma, la manifestación de la angustia,
nos dice Freud.
Freud subraya que hay que separar la angustia de la fobia. Una viene en auxilio de la
otra, el objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de la angustia. Pero en el
plano imaginario, nada permite concebir el salto que puede sacar al niño de su juego
tramposo con la madre.
Este es el esquema primero de la entrada del niño en el Edipo, la rivalidad casi fraterna con
el padre. La agresividad es especular: o yo o el otro. La fijación a la madre, convertida en
objeto real tras las primeras frustraciones, sigue igual.
Por el vínculo permanente del sujeto con el primitivo objeto real que es la madre como
frustrante, todo objeto femenino será para él tan sólo un objeto desvalorizado, un sustituto,
una forma quebrada, siempre parcial con respecto a ese primer objeto. [Freud. “Sobre una
degradación general de la vida amorosa]
Hans ofrece a la madre el objeto imaginario del falo, para satisfacerla, y a modo de señuelo.
El exhibicionismo del niño sólo tiene sentido si hacemos intervenir junto con la madre al
Otro, el testimonio, el que ve al conjunto de la situación. Para que exista el Edipo, es en ese
Otro donde debe producirse la presencia de un término que hasta entonces no había
intervenido, a saber, alguien que, siempre y en cualquier circunstancia, está en posición de
jugar y ganar.
Madre
Falo Otro
Hasta ahora, el objeto estaba y no estaba a la vez. Éste era el punto de partida del sujeto con
respecto a todo objeto. O sea, que estaba presente y ausente a la vez, y siempre podía jugar
a la presencia y ausencia de un objeto. Desde el momento decisivo, el objeto no es ya el
objeto imaginario con el que el sujeto puede hacer trampa, sino un objeta tal, que siempre
está en manos de otro mostrar que el sujeto no lo tiene, o lo tiene insuficientemente.
Castración: es necesaria la asunción del falo de la madre como objeto simbólico. El niño
puede concebir que ese mismo objeto simbólico le será dado algún día.
La asunción del propio signo de la posición viril, de la heterosexualidad masculina, implica
como punto de partida la castración. Porque el macho tiene ese apéndice natural, porque
detenta el pene como pertenencia (diferencia con la mujer) ha de venirle de otro en esta
relación con lo que es real en lo simbólico – aquél que es verdaderamente padre. Por eso
nadie puede decir verdaderamente que significa ser padre, salvo que es algo que forma
parte del juego. Sólo el juego jugado con el padre, el juego de gana el que pierde, le
permite al niño conquistar la vía por la que se registra en el la ley.
3.
¿En qué se convierte el sujeto en este drama? En un criminal. Entra en el orden de la ley
por la vía del crimen imaginario. Pero solo entra en el orden de la ley si tiene ante sí un
partener real. Esta experiencia debe darse a nivel del juego imaginario.
Tótem y Tabú ¿Dónde está el padre? Es un MITO. Éste texto sirve para decirnos que
para que subsista un padre, el verdadero padre, el único padre, ha de haber estado antes de
la historia y ha de ser el padre muerto. Más aún, ha de ser el padre asesinado.
Es una noción estrictamente mítica.
Se trata de algo que no interviene en ningún momento en la dialéctica, salvo por mediación
del padre real, el cual en un momento cualquiera vendrá a desempeñar su papel y su
función, permitiendo vivificar la relación imaginaria y dándole su nueva dimensión. Sale
del juego especular para dar su encarnación a aquella frase (impronunciable) “tú eres el que
eres” o “tú eres el que matabas”. [“tu es celui que tu es” y “tu es celui que tuass”].
El fin del Edipo. Correlativo a la instauración de la ley reprimida en el icc. Solo así hay
algo que responde en lo simbólico. La ley se basa también en lo real, bajo la forma de
núcleo súperyoico. Es el significante súperyoico el que señala la relación del sujeto con el
significante. Hay muchos más, los síntomas.
Con esto pueden comprender cuando Juanito fomenta su fobia. Es que, a pesar de todo el
amor del padre, de toda su amabilidad, no hay padre real. Toda la secuencia del juego se
desarrolla en la trampa de la relación de Juanito con su made, que acaba siendo
insoportable, angustiosa, intolerable, sin salida. O él o ella, o el uno o el otro, y nunca se
sabe cuál, el falóforo o la falófora, la jirafa grande o la pequeña.
Podemos decir que la castración es el signo del drama del Edipo, además de su eje
implícito.
1.
No es posible articular nada sobre la incidencia de la castración sin aislar la noción de
privación como lo que he llamado un agujero real. La privación, es la privación de la
perdiz. Se trata del hecho de que la mujer no tiene pene, está privada de él. La castración
toma como base la aprehensión en lo real de la ausencia de pene en la mujer. En la mayor
parte de los casos éste es el punto crucial, es la base en la que se apoya, en la experiencia
del sujeto macho con singular eficacia y de forma angustiante, la noción de privación. Una
parte de los seres en la humanidad están castrados; esto es ambiguo. Están castrados en la
subjetividad del sujeto. En lo real, en la realidad, en la experiencia real, están privados.
Padre simbólico
Detrás de la madre simbólica está el padre simbólico. Éste es una necesidad de la
construcción simbólica, que sólo podemos situar en un más allá; término que sólo se
alcanza mediante la construcción mítica. Éste no está representado en ninguna parte.
Tenemos en nuestra tabla al padre real y al imaginario.
Padre imaginario
Es con él con quien siempre nos encontramos. A él se refiere a menudo toda la dialéctica, la
de la agresividad, la de la identificación, la de la idealización por la que el sujeto accede a
la identificación con el padre. Todo esto se produce a nivel del padre imaginario. Está
integrado en las relaciones imaginarias que constituyen el soporte psicológico de las
relaciones con el semejante; se encuentran en el fondo de toda captura libidinal y toda
erección agresiva. Es el padre terrorífico y no tiene relación alguna con el padre real del
niño. Vemos intervenir frecuentemente en los fantasmas del niño a una figura del padre, y
también de la madre, que poco tienen que ver con los reales.
Padre real
Éste es algo distinto, que el niño muy difícilmente ha captado, debido a la interposición de
los fantasmas y la necesidad de la relación simbólica. Lo mismo nos ocurre a todos
nosotros. Tenemos enormes dificultades para captar lo más real de todo lo que nos rodea, es
decir, lo seres humanos tales como son. Toda la dificultad consiste en saber con quién
estamos tratando realmente. Lo mismo ocurre con ese personaje del padre. Es al padre real
a quien le conferimos la función destacada en el complejo de castración.
Si la castración merece ser distinguida con un nombre en la historia del sujeto, siempre está
vinculada con la incidencia, con la intervención, del padre real. También puede estar
profundamente marcada por la ausencia del padre real.
2.
Juanito, a partir de los 4 ½ años, hace lo que se llama una Fobia, es decir, una neurosis.
Su padre, discípulo de Freud, se ocupará de ella. Es un buen tipo, lo mejor que puede haber
como padre real, y le inspira a Juanito los mejores sentimientos. No puede decirse que
Juanito esté frustrado de algo.
Juanito, hijo único, es la mar de la feliz. Es atendido por su padre, es objeto, también, de
los más tiernos cuidados por parte de la madre, tan tiernos que incluso todo se lo permiten.
Podemos decir que el padre está fuera de juego de la situación.
No está frustrado de nada, no está privado de nada. De todos modos vemos al principio de
la observación que su madre ha llegado a prohibirle la masturbación y pronunció las
palabras fatales: “Si te masturbas, llamaré al Dr. A. y te la cortará”. El niño continúa, no
fue decisiva esta interdicción. A posteriori la castración será necesaria.
Por ahora no se trata de la castración, sino de la fobia, y del hecho de que no podemos
relacionarla de forma simple y directa con la prohibición de la masturbación. Como dice
Freud: la masturbación no acarrea angustia y Hans se masturba. Luego lo integrará en el
conflicto que se manifestará en el momento de su fobia.
Preedipo. La madre es aquí objeto de amor, objeto deseado en cuanto a su presencia. Esta
presencia se articula en el par presencia-ausencia. La madre existe como objeto simbólico y
de amor. La madre objeto de amor puede ser en cualquier momento real en la medida en
que se frustra ese amor.
Se trata de que el niño se incluya a sí mismo en la relación como objeto de amor de la
madre. Se trata de que se entere de esto, de que aporta placer a la madre. Saber si él le
aporta una satisfacción de amor. Ser amado es fundamental para el niño.
¿Cómo capta el niño lo que él es para la madre? El niño no está solo. En presencia de la
madre no está solo. No está solo porque hay otros niños. Pero hay otro elemento en juego
que es radical: la madre conserva el penisneid. El niño lo colma o no lo colma.
En la relación con la madre el niño siente el falo como centro de su deseo, el de ella. Y él
mismo se sitúa en distintas posiciones por las cuales se ve llevado a mantener ese deseo de
la madre, camelándola (galantear, seducir, amar, querer, desear).
El niño se presenta a la madre como si él mismo ofreciera el falo. Puede identificarse con la
madre, con el falo, con la M como portadora de falo, o presentarse como portador del falo.
Así colma a la madre no solo como niño sino en cuanto al deseo, en cuanto a lo que le falta.
¿Qué pone término a esta relación?
3.
Al comienzo de la observación vemos al niño comprometido en una relación en la que el
falo juega un papel evidente.
Juanito está fantaseando el falo constantemente, pregunta sobre la presencia de falo en la
madre, en el padre, en los animales. Sólo se habla de eso. El falo es el eje, el objeto central
de la organización de su mundo.
¿Qué cambia las cosas? Es que su pene empieza a convertirse en algo muy real. Su pene
empieza a moverse y él se masturba. El elemento importante no es que la madre intervenga
en este momento, sino que su pene se ha convertido en real. Podemos preguntarnos si hay
una relación entre este hecho y lo que surge, que es la angustia.
¿Cómo concebir la angustia? Esta surge en cada ocasión cuando el sujeto se encuentra
despegado de su existencia, cuando se ve a sí mismo a punto de quedar pegado de nuevo en
algo que llamaremos la imagen del otro, tentación, etc. La angustia es correlativa con el
momento de suspensión del sujeto, en un tiempo en que ya no sabe dónde está, hacia un
tiempo en el que va a ser algo en lo que nunca podrá reconocerse. Es esto, la angustia.
Hans está metido en el punto de encuentro entre la pulsión real y el juego imaginario del
señuelo, y esto en relación con su madre.
Dado que hay una neurosis se produce una regresión, cuando ya no alcanza a dar lo que hay
que dar, y su insuficiencia le produce desasosiego. Se produce el mismo cortocircuito con
el que se satisface la frustración primitiva, que lleva al niño a apoderarse del seno para
cerrar la hiancia abierta frente a él, la de ser devorado por la madre.
Este es el primer aspecto que adquiere la fobia. Todo caballo objeto de la fobia es sin duda
también un caballo que muerde. El tema de la devoración puede encontrarse por algún lado
en la estructura fóbica.
Los objetos de la fobia pertenecen al orden simbólico león, lobo, jirafa. El caballo se
sitúa en un límite que demuestra cómo estos objetos se toman prestados de una categoría de
significantes homogéneos y suplen al significante del padre simbólico.
Si la fobia termina en una cura satisfactoria es porque intervino el padre real, y por otra
parte pudo intervenir porque detrás estaba el padre simbólico que era Freud. Interviene el
padre real con su función de castración. En la fantasía de Hans viene el instalador, se la
desenrosca y le pone otra.
La solución de la fobia esta vinculada con la constelación de esta tríada:
1. orgía imaginaria
2. intervención del padre real
3. castración simbólica