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DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y RELACIONES


INTERNACIONALES

ORIGEN E HISTORIA DEL DERECHO INTERNACIONAL

 La antigüedad

La creencia generalizada ha sido que el derecho internacional se debía estudiar


a partir del surgimiento de los “Estados-nacionales”, con lo cual se desconocía
lo ocurrido en la antigüedad.

Se afirma que el derecho internacional puede encontrarse en las primeras


organizaciones sociales primitivas, según el principio ubi societas ibi ius: donde
hay sociedad hay derecho.

Hasta el siglo XIX, el estudio del derecho internacional comenzaba a partir de


los tratados de Westfalia de 1648. Hoy, en cambio, se sabe que muchas de las
instituciones actuales del derecho internacional se conocieron en la
Antigüedad: el arbitraje, el asilo, las misiones diplomáticas, la extradición, la
protección de los extranjeros, etc.

Existe evidencia de que en el año 3100 a.C. se celebró un tratado entre


Eannatum, señor de la ciudad-Estado de Lagash, en Mesopotamia y Umma,
otra ciudad Estado cercana, con el fin de delimitar fronteras entre ellas 1.

En la India se han encontrado normas sobre la guerra, por ejemplo, no atacar


a quien se ha rendido; en Judea, en el libro Deuteronomio también se
encuentran normas sobre la guerra santa.

En Grecia, el rasgo fundamental era la comunidad cultural entre todas las


ciudades-Estado de la Hélade; pero su actitud era hostil frente a los
“bárbaros”. Celebraban por ejemplo las anfictionías, cuyo objetivo era defender
de manera común el templo de Delfos, el más antiguo de los templos griegos.
El fundamento era religioso. Dentro de este esquema político-religioso debe
citarse el derecho de asilo, reconocido para personas perseguidas que llegaren
a refugiarse en determinados templos.

Dentro de los aportes de Grecia al Derecho Internacional debe destacarse


también la figura del proxeno, quien era como el Cónsul de la actualidad,
aunque esta era más político que comercial.

También se conoció la figura del arbitraje para solucionar problemas de


fronteras, ríos, etc. Además, para resolver problemas futuros, es decir, lo que
se conoce como la cláusula compromisoria.

1
MONROY CABRA, M.G., Derecho Internacional Público. Bogotá: Temis, 4 ed., 1998, p. 50.
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NO puede decirse eso sí que eran una familia de naciones, sino que eran la
expresión de una unidad racial y cultura que se impuso como un sentimiento
nacional por encima de toda separación política.

Roma: el derecho fue la suprema realización cultural de Roma. El jus gentium


era más un derecho interno de Roma que se aplicaba a los extranjeros. Hasta
cierto punto el jus civilis fue absorbido por el jus gentium. Pero ese jus
gentium nada tiene que ver con el derecho i. público que regula las relaciones
entre Estados y otros sujetos de derecho internacional.

El principio hispanoamericano del uti possidetis iuris encuentra su origen más


remoto en el derecho romano “prohíbo que se os haga fuerza para que no
poseáis de la manera que ahora poseéis”. Aunque en roma aplicaba al derecho
privado, en América se aplicó para delimitar fronteras entre Estados.

 Edad media hasta la Paz de Westfalia (1648)

El derecho romano no desapareció totalmente con la caída del Imperio. Pero


tampoco fue una época favorable a los desarrollos jurídicos de carácter
internacional. En el año 800 se inicia una nueva era cuando el papa León III
confiere la corona imperial a Carlomagno, pues así, viene a restablecerse
ideológicamente el Imperio Romano en Occidente, santificado con el espíritu
cristiano. Este acto fue el punto de partida de una nueva teoría que concebía a
toda la humanidad, unida en un Santo Universal Imperio: por un lado, existía
una entidad política y moral bajo la guía de un legislador espiritual, y por otro,
una entidad de carácter temporal. El primero estaba representado en el papa y
el segundo en el emperador. Tanto la Iglesia como el Imperio eran fuentes de
derecho de aplicación universal; la primera del derecho eclesiástico ecuménico
y la segunda del derecho secular.

El derecho universal es en este sentido supranacional más que internacional,


ya que las diversas potestades eclesiásticas y seculares de la cristiandad eran
consideradas como subordinadas al emperador y al papa. En teoría, cobran
vida unas autoridades investidas por Dios con la misión de gobernar a los
gobernantes y proteger el derecho en toda la tierra. Luego, según este
concepto, la guerra no era necesaria y tampoco el derecho internacional.

Pero a pesar de esa aparente igualdad entre poder del emperador y el del
papa, la autoridad de este último prevaleció. Porque mientras que el poder del
emperador dependía en mucho de las cambiantes circunstancias políticas, el
del papa descansaba sobre bases más firmes, bajo la amenaza de la
excomunión. El papa era el “representante supremo de la unidad de mando de
la civilización occidental”.

El derecho ecuménico fue el tipo predominante de derecho universal de la Edad


Media; su influjo se dejó sentir en muchas materias que consideramos hoy de
derecho internacional.
3

Paralelamente con la aparición de este concepto universal de poder, encarnado


principalmente en la autoridad papal, fue apareciendo el feudalismo, quienes
tenían un derecho personal sobre sus territorios.

El comercio fue creciendo y poco a poco a los mercaderes extranjeros se les


fue reconociendo un status, como ocurrió en la Carta Magna de 1215. A
finales de la Edad Media se generalizó la práctica de reconocer franquicia a los
gremios o asociaciones de mercaderes de ciudades extranjeras con el fin de
proteger su vida e integridad personal, como por ejemplo la Liga Hanseática.
Desde el siglo XIV Inglaterra había celebrado tratados con los señores de los
puertos del mar de otros países, para proteger a sus mercaderes.

En la Edad Media también apareció la “cláusula de la nación más favorecida”.

La Edad Media coincide también con el gran impulso que tiene la navegación,
que hace que se desarrollen prácticas y normas homogéneas para el comercio.
Al principio la costumbre fue la fuente de estas prácticas; pero, después lo
fueron los tribunales, legisladores y compiladores, es decir, la jurisprudencia y
la doctrina. Ejemplo: Los Roles de Olerón: compilación de sentencias del
tribunal mercantil de la pequeña isla de Olerón, en el Golfo de Vizcaya,
reconocidas también para el litoral atlántico y el báltico.

También en la Edad Media aparecen los consulados y embajadas permanentes.


Particularmente en Italia, en donde florecen ciudades como Génova, Pisa,
Milán, Florencia y Venecia. Se dio gran impulso al comercio, al arbitraje y estas
ciudades-Estado fueron creando un sistema de acuerdos intermunicipales.
Luego celebrarían verdaderos tratados internacionales con Egipto, Túnez. Es de
este intercambio que nacen las famosas “capitulaciones”, que eran
concesiones.

En este escenario surgen también los Cónsules Mercatorum, que presidían los
gremios de mercaderes.

También en Italia se desarrolló el “derecho diplomático”. Desde el siglo XIV


mediados, se comenzó a reconocer la categoría de los EMBAJADORES, que
eran básicamente unos enviados especiales con el encargo de negociar un
tratado de paz o cualquier otro asunto concreto. Así nacen las embajadas
permanentes. En el siglo XIII Venecia organizó el servicio diplomático y se
encuentran ya algunas formalidades que se conservan hasta la actualidad.

Otro aporte importante en la Edad Media al derecho internacional fue el de la


humanización de la guerra. Se encuentran al respecto la Orden de San Juan,
que atendía a enfermos y heridos en las cruzadas; y la Orden de Caballería,
sobre combates entre “caballeros”. El requisito formal de declaratoria de
guerra que persistió hasta el siglo XVII fue rezago de los usos de caballería.

En la guerra marítima un soberano beligerante expedía autorizaciones a los


corsarios para que se apoderaran de propiedades enemigas en provecho y
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beneficio suyo, que es lo que se llamó “patente de corso”. Eran piratas


legalizados que fueron rechazados en muchas partes del mundo hasta que
desaparecieron definitivamente en el siglo XIX.

Finalmente, debe decirse que es en la edad media donde surgen las doctrinas
de la guerra justa: San Agustín (354-430), San Isidoro (560-636); Santo
Tomás de Aquino (1225-1274), y luego seguidos por Francisco de Vitoria
(1486-1546) y Francisco Suárez (1548-1617). Todos ellos coincidían en que
era necesario el requisito de la causa justa para la guerra. Por su importancia,
se hará una breve presentación de sus ideas político-jurídicas, según Monroy
Cabra, M.G. (1998)2:

Maestros de la Escuela Española

Francisco de Vitoria: es preciso recordar que, mediante la bula Inter Caetera


de 1493, el Papa Alejandro VI ordenó la propagación de la fe católica a los
naturales de la recién descubierta América por medio de la fuerza,
sometiéndolos al poder de la Corona Española, concediendo además toda
autoridad y jurisdicción sobre el territorio. Esta bula fue refrendada por el
famoso Tratado de Tordesillas de 1494 y luego por el Tratado de Zaragoza de
1529 entre Carlos V y Juan III de Portugal.

Fray Antonio de Montesinos, desde el púlpito en América, en 1511 criticó el


trato que los españoles estaban dando a los nativos. Esta crítica fue expuesta
en Valladolid posteriormente por Fray Bartolomé De Las Casas, siendo
respaldado por De Vitoria en el cuestionamiento de la legitimidad del derecho
de conquista.

De Vitoria afirma que el Papa no es el único señor del universo, que los indios
deben ser tenidos por verdaderos señores en sus territorios y defiende el
principio de libertad de los mares.

Se apartó del concepto de Gayo sobre el concepto de ius gentium. Para el


jurista romano, con ius gentium se hacía referencia a aquel que regulaba las
relaciones entre los hombres; pero, De Vitoria sostiene que es el derecho que
regula las relaciones entre “todas las naciones”.

Francisco Suárez: sostiene que las relaciones entre los pueblos se gobiernan
por la ley natural de origen divino complementándose por el ius gentium que
es de naturaleza humana.

Iusnaturalismo moderno o racionalista

Se genera la construcción del derecho natural por la razón, y se da la


separación entre derecho y moral. Son representantes de esta escuela:

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Ibídem, p. 56-61.
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 Alberto Gentili (1553.1608)

 Hugo Grocio (1583-1645): en 1623-1624 publicó su obra De jure belli ac


pacis donde sostiene que la guerra es un acto vindicativo de los
derechos violados y hace un análisis de la guerra justa, excluyendo las
guerras privadas y las públicas hechas sin previa declaración de guerra.
Además, sostenía que la guerra debía moderarse por motivos de
humanidad. Según Grocio, “las relaciones internacionales se derivan de
la ley natural y del jus gentium entendido como derecho entre Estados,
de carácter humano y voluntario”3.

 Samuel Puffendorf (1632-1694)

 La paz de Westfalia de 1648

Es común entre los autores señalar la paz de Westfalia de 1648 como el inicio
de la práctica de los Estados de deliberar en asambleas internacionales y
resolver sus problemas por medio de tratados internacionales.

Los acuerdos de paz de Westfalia se celebran luego de una sangrienta guerra


religiosa que duró 30 años entre las dos grandes direcciones del cristianismo.
Estos acuerdos se celebran fundamentalmente en los congresos de Münster y
Osnabrück.

Los tratados de Westfalia tratan de poner fin al el cisma religioso y mantienen


la independencia de los Estados alemanes, de Suiza y los Países Bajos. Francia
recibe parte de Alsacia y se aplica el principio del “equilibrio político” como
factor de poder: la voluntad o el poderío de ningún Estado debe prevalecer
sobre los otros.

Gradualmente se va generalizando en esta época la aparición de las llamadas


“legaciones permanentes”. Venecia desde el siglo XV, Francia en los tiempos
de Richelieu y los demás Estados europeos en los siglos XVI y XVII comienzan
a designar representantes permanentes o Messangers ante los gobiernos de
Rusia, Persia y Siam. Situación que naturalmente da origen a los “conflictos de
procedencia” y eventualmente a los Ministerios de Relaciones Exteriores.
Porque los representantes de los distintos Estados lo eran de sus monarcas, y
cada uno sostenía tener mejor derecho y jerarquía en las ceremonias públicas.
Todo ello para exigir determinados privilegios a favor del soberano que
representaban.

La circunstancia de que esos representantes llegaran acompañados de


numerosa comitiva y fuerzas militares del Estado, y de que a veces ocuparan
un barrio entero en la capital en que actuaban, hizo que con el correr del
tiempo les fuera reconocido a las sedes el privilegio de la extraterritoriedad. Es
decir que el barrio donde se ejercía la representación extranjera se

3
Ibídem, p. 59.
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consideraba como una parte del territorio del propio Estado. Principio que se
conserva actualmente a favor de las sedes diplomáticas.

El problema de los conflictos de precedencia no fue resuelto hasta el Congreso


de Viena de 1815. Aquí se dictó un reglamento para el rango de los
diplomáticos y se establecieron los ministerios de Relaciones Exteriores, como
consecuencia de la multiplicidad de las legaciones permanentes. Estos tenían
un carácter diplomático y político. En consecuencia, los antiguos cónsules
perdieron su carácter diplomático y representativo y fueron reducidos a la
condición de simples agentes comerciales.

De todas maneras, las relaciones internacionales durante todo este período


hasta el siglo XVIII, se caracterizaron fundamentalmente por el desprecio de
los derechos individuales en el interior de los Estados: la soberanía radicaba en
el monarca: “el Estado es el Rey”, y las relaciones internacionales se resolvían
por medio de guerras continuas. Situación que se conserva hasta la Revolución
Francesa.

 Guerra de Sucesión Española (1700-1714)

La muerte de Carlos II en noviembre de 1700 supuso el ascenso de los


borbones en España. Felipe V, por testamento, se convirtió en Rey de las
Españas. En un principio, todos los soberanos reconocieron al rey salvo el
emperador José I, que se negó a que su familia perdiera el trono español. Pero
el desarrollo comercial francés con Hispanoamérica; sus recientes conquistas
de Bélgica y Lombardía y la intención de Luis XIV, arrogante y prepotente, de
proclamar a su nieto como futuro rey de Francia y España, motivaron un
cambio de situación. Dos potencias marítimas como Inglaterra y las Provincias
Unidas (Holanda) encabezaron en 1701 la Gran Alianza de la Haya;
posteriormente se les unieron el duque de Saboya y en 1703 el reino de
Portugal. Su objetivo era defender el derecho del archiduque Carlos de Austria
a coronarse rey de España.

El conflicto se resolvió con los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714).


Ambos tratados equilibraron el orden mundial, pero otorgaron a Inglaterra un
papel decisivo en el mundo. El Reino Unido de la Gran Bretaña se anexionó
Gibraltar y Menorca; se le concedió el derecho a participar en el comercio de
las India, enviando anualmente un barco de mercancías (navío de permiso) a
las colonias españolas; monopolizó el comercio de esclavos africanos en
América (asiento de negros). Así es como Inglaterra se consolidó como
potencia naval y comercial gracias a las colonias españolas.

 Independencia de los Estados Unidos (1776)

Declaración unilateral de independencia. Una entidad se declara soberana, sin


acuerdo formal con el Estado al cual pertenecía. Surge un nuevo Estado.

 La Revolución Francesa de 1789


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Esta representa sin duda el movimiento de mayores alcances sociales y


políticos del siglo XIX. Nace en las democracias y a pesar de la restauración
monárquica en el Congreso de Viena de 1815, la hora de su muerte había
llegado.

Las guerras que la Revolución Francesa tuvo que sostener contra la Europa
monárquica coligada impidió que sus principios de igualdad y fraternidad se
institucionalizaran y se estabilizaran internacionalmente. Pero se alzaron voces
que proclamaron grandes principios del derecho internacional.

VOLNEY: el autor de las Ruinas de Palmira, presentó a la Asamblea Francesa


de 1790 un Proyecto de Declaración que decía: “la universalidad del género
humano constituye una sola sociedad, cuyos fines son la paz y la felicidad de
todos. En esta gran sociedad, los pueblos y los Estados son como individuos y
gozan de los mismos derechos. La invasión de un Estado por otro amenaza la
libertad y la seguridad de todos. La Asamblea Nacional decreta como precepto
que la Constitución de la Nación francesa no emprenderá guerras tendientes a
aumentar su territorio actual”.

El abate GREGOIRE, en la Convención de 1792, expuso también un proyecto


de Declaración de Gentes, aunque rechazado, que decía: “El interés particular
de un pueblo se halla subordinado al interés general de la familia humana. Los
pueblos son independientes y soberanos. Cada pueblo es libre de darse una
organización y cambiar de gobierno. Ningún Estado puede intervenir en los
asuntos internos de otro”.

Es fácil advertir que estos principios son aceptados hoy por el derecho
internacional.

 Congreso de Viena de 1815

Este congreso coincide con la caída de Napoleón Bonaparte y con una época de
transición que se refleja en sus dos tendencias contradictorias. Por una parte,
pretende restaurar en sus tronos a las dinastías depuestas durante las guerras
de revolución, y por la otra se muestra progresista al declarar la libre
navegación de los ríos internacionales, la abolición del tráfico de esclavos, la
expedición de un reglamento sobre agentes diplomáticos (el cual termina con
el conflicto de precedencia) y la neutralidad perpetua de Suiza.

Este congreso es importante, particularmente en lo que hace a la restauración


de las monarquías depuestas durante las guerras de la revolución en América
hispana.

La Santa Alianza había nacido el 4 de junio de 1815, luego de que la baronesa


Bárbara Juliana Krudener, casada con el diplomático ruso el barón von
Krudener, obtuvo con numerosas dificultades una entrevista con el zar
Alejandro I.
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Nació la organización europea, porque la baronesa logró convencer al zar de


que los soberanos de Rusia, Austria y Prusia debían constituir la Santa Alianza
para que “por los caminos de las sublimes verdades contenidas en la religión
eterna de Cristo” se encargaran de la dirección del mundo. Así podrían
enfrentarse a los gobiernos revolucionarios que en Europa conspiraban contra
el orden monárquico establecido.

El acta general se firmó el 26 de septiembre de 1815 y en ella se invitaba a


todos los Estados europeos a participar en ella. Así fue como llegó a España
con la esperanza de reconquistar sus antiguos dominios de América.

Se ideó la teoría de que la paz internacional depende de la interna, por lo que


se debía respaldar la intervención de la Santa Alianza en aquellos Estados que
mantuvieran “revoluciones generales”. En esta forma se quiso defender el
intervencionismo de la Santa Alianza para poner fin a las insurrecciones
americanas.

Solo existía un dique para frenar sus apetitos y eran los intereses mercantiles
de la Gran Bretaña.

En respuesta a la Santa Alianza o Congreso de Viena, Bolívar presentó el


Congreso Anfictiónico de Panamá, de la misma manera que el presidente
norteamericano Monroe lo había hecho.

Bolívar formuló su histórica doctrina de la liberación del mundo colonial.

 Congreso de París de 1856

Este congreso estuvo integrado fundamentalmente por las potencias europeas,


y en él se hicieron importantes aportes al derecho internacional.

Allí se suscribieron los principios del Derecho Marítimo Internacional: abolición


del corso; el pabellón neutral cubre la mercancía, salvo el contrabando de
guerra; la mercancía neutral, bajo el pabellón del enemigo es libre, salvo el
contrabando de guerra; y el bloqueo debe ser efectivo para ser respetado.

 Otros congresos

En el período entre 1856 y 1899, se suscribe un buen número de convenciones


y tratados relativos especialmente a la humanización de la guerra, entre los
cuales podemos citar los siguientes: Convención de Ginebra de 1864, para
mejorar la suerte de los heridos en campaña, neutralizó las ambulancias y
hospitales y se ocupó de la Cruz Roja; Convención de San Petersburgo de
1868, que prohíbe el uso de proyectiles explosivos; Conferencia de Bruselas de
1874, sobre leyes y usos de la guerra; Tratado de Berlín de 1878, que
neutralizó el Danubio y dispuso su libre navegación; Congreso africano de
Berlín de 1885, que ya se refiere más a los problemas de la esclavitud en
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África y a otros aspectos de pueblos de ese continente; finalmente, la


Conferencia Antiesclavista de Bruselas de 1890, que se ocupó de las cuestiones
africanas, pero con un criterio más que todo científico.

 Conferencias de la paz de La Haya 1899-1907

Revisten grande importancia para el derecho internacional. Se ha dicho que,


denominándose “conferencias de la paz”, estas se ocuparon más de
reglamentar la guerra. Sin embargo, la convención para el arreglo pacífico de
las controversias internacionales es un verdadero código de paz, y en ella se
encuentran instituciones y reglas que todavía sirven como criterios básicos y
orientadores para la comunidad internacional. Especialmente en lo que hace a
las cuestiones de arbitraje, mediación, buenos oficios, investigaciones, etc.

Además, creó la Corte Permanente de Arbitraje, que también ha desarrollado


una eficiente labor en la codificación y en la solución de las controversias.

En síntesis, puede decirse que el objeto principal de las conferencias de La


Haya fue la codificación del derecho internacional, cuando aún no se advertía el
peligro de una guerra mundial ni europea, y las leyes de las naciones se
elaboraban sobre la base de la experiencia de la guerra francoprusiana de
1870.

La obra de la conferencia de La Haya se encuentra fundamentalmente


plasmada en 13 convenciones internacionales, muchas de las cuales fueron
violadas y prácticamente anuladas por los países beligerantes. Esas
convenciones fueron las siguientes: arreglo pacífico de las diferencias
internacionales; empleo de la fuerza armada para el cobro coactivo de las
deudas contractuales de los Estados, iniciación de las hostilidades; leyes y
costumbres de la guerra; derechos y deberes de los países neutrales en caso
de guerra terrestre; estatuto de los buques mercantes enemigos en la apertura
de las hostilidades; buques mercantes en la guerra marítima; colocación de
minas submarinas; bombardeos por fuerzas navales en tiempo de guerra;
adaptación de la convención de Ginebra de 1906, referente a la suerte de los
heridos y enfermos en campaña, en la guerra marítima; restricciones al
ejercicio del derecho de captura en la guerra marítima; establecimiento de una
corte internacional de presas; y derechos y deberes de los países neutrales en
la guerra naval.

Estas reglas sobre la neutralidad fueron totalmente desconocidas en la guerra


de 1914.

 Las organizaciones internacionales y el sistema interamericano


(1919-1967)

Finalmente debe mencionarse la Sociedad o Liga de las Naciones (1919-1945).


El pacto de la Liga de las Naciones constituye la primera parte del Tratado de
Paz de Versalles, suscrito en 1919 por las potencias aliadas y Alemania
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después de la Primera Guerra Mundial (1914-1919). Ya veremos como esta


liga no cumplió su objetivo, principalmente porque los EEUU no ingresaron a la
organización, pese a que el presidente Woodrow Wilson había propuesto sus
fundamentos. Sin embargo, si logró solucionar el conflicto Colombia-Perú sobre
Leticia en 1932.

Restaría apenas mencionar las contribuciones de América a la organización


internacional, que se inician en el Congreso de Panamá de 1826 y continúan a
través de todas las conferencias panamericanas: Washington (1889); México
(1902); Río de Janeiro (1906); Buenos Aires (1910); Santiago de Chile (1923);
La Habana (1928); Montevideo (1933); Lima (1938) y Bogotá (1948).
Además, las reuniones y congresos que se celebraron el Lima (1847 y 1877);
la Conferencia Interamericana de consolidación de la paz de Buenos Aires
(1936); la Conferencia Interamericana sobre problemas de la guerra y de la
paz de Chapultepec (1945); las diferentes reuniones de consultas celebradas
en cumplimiento de la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA)
de 1948 y 1967, y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de Río de
Janeiro (TIAR) de 1947.

 El orden internacional establecido luego de la segunda guerra


mundial4.

“La evolución de esa sociedad internacional, a partir del siglo XIX y sobre todo
a partir de la Segunda Guerra Mundial, aunque se tradujo en la introducción de
nuevas interacciones, dinámicas, actores y problemas, que complejizaban las
relaciones, elevaban los niveles de interdependencia y erosionaban la
centralidad de los Estados, socavando las bases iniciales y la naturaleza
predominantemente interestatal y política-diplomática del sistema nacido en
Westfalia, sin embargo, no supuso un cambio de actitud en el comportamiento
de los principales actores, es decir, de los Estados, que continuaban aferrados
a la imagen de un sistema pretendidamentemente interestatal, dominado por
un pequeño grupo de Grandes Potencias.

Las Conferencias de Yalta y Potsdam al final de la Segunda Guerra Mundial


consagrarían el reparto de una parte importante del mundo entre las Grandes
Potencias, especialmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, así
como el establecimiento de un nuevo directorio de las mismas, de naturaleza
bipolar, reiterándose, una vez más, en la práctica un comportamiento que
venía desde Westfalia.

La Conferencia de San Francisco, en 1945, y las Naciones Unidas, que nacieron


en la misma, no harían sino formalizar e institucionalizar ese esquema de
funcionamiento interestatal, reconociendo nuevamente el papel directorio de
las Grandes Potencias. En este sentido, la Carta de las Naciones Unidas
instituía un gobierno internacional jerárquico y autocrático, similar al de la
Santa Alianza, que consagró el Congreso de Viena de 1815. Como señalará
4
Tomado textualmente de: LA NUEVA SOCIEDAD MUNDIAL Y LAS NUEVAS REALIDADES INTERNACIONALES: UN RETO PARA LA TEORÍA Y PARA
LA POLÍTICA por: Celestino del Arenal. Recuperado de: http://www.ehu.eus/cursosderechointernacionalvitoria/ponencias/pdf/2001/2001_1.pdf
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Hans Morgenthau, las Naciones Unidas son un gobierno internacional de las


Grandes Potencias, que recuerda a la Santa Alianza en su proceso constitutivo
y a la Sociedad de las Naciones en sus pretensiones (Morgenthau 1986: 551)

En ese contexto, el surgimiento de dos superpotencias, la Guerra Fría y el


enfrentamiento entre bloques, que se imponen a partir de 1947, unido a la
teoría y la realidad de la disuasión, basada en el arma nuclear, que
determinaron un esencial cambio en la estructura de poder del sistema al
transformarlo de multipolar en bipolar, actuaron como importantes factores
controladores de las manifestaciones centrífugas y de las veleidades de los
actores secundarios, encubridores de las nuevas realidades internacionales no
estatales que se iban imponiendo y congeladores de numerosos problemas y
conflictos subyacentes, hasta el punto de dar al sistema una estabilidad
desconocida desde hacía tiempo.

La aparición de una fractura absolutamente dominante en el sistema de


Estados, como era la división en dos bloques antagónicos, hegemonizados cada
uno de ellos por una superpotencia, apoyada en el arma nuclear, jerarquizó e
hizo rígido el sistema político-diplomático, dando lugar a que todas las demás
fracturas y problemas quedaran obscurecidos o congelados, dejando sólo la
periferia del sistema como campo abierto al conflicto y a la inestabilidad.

Las profundas transformaciones que iba experimentando la sociedad


internacional desde el punto de vista científico-técnico, económico, social y
cultural, que socavaban progresivamente sus mismas bases, eran absorbidas
por el sistema político-diplomático, sin necesidad de cambios significativos de
conducta por parte de los actores estatales y sin que aparentemente afectasen
a las estructuras y dinámicas básicas del sistema de Estados, basado en la
bipolaridad y sustentado en la hegemonía de las superpotencias.

La rigidez y jerarquización política del sistema político-diplomático, unido a la


estabilidad y predictibilidad que paradójicamente nacían de su simpleza
estructural a nivel de distribución del poder político y militar, hacían a esa
sociedad internacional enormemente resistente al reconocimiento del cambio y
al propio cambio, a menos que desapareciese la bipolaridad, se alterase
substancialmente alguno de los dos bloques contendientes, se debilitase o
desapareciese la fractura dominante, es decir, a menos cambiase la naturaleza
misma del sistema político-diplomático imperante.

Y es precisamente eso lo que sucede a finales de los años ochenta y principios


de los noventa, con el derrumbamiento de la Unión Soviética y del bloque
comunista y el fin de la guerra fría y la bipolaridad, y lo que ha permitido que
emerjan a la luz con toda su fuerza toda una serie de fenómenos, dimensiones,
estructuras, dinámicas y problemas que se habían ido fraguando desde hacia
tiempo, y que conformaban una sociedad mundial muy diferente a la sociedad
internacional de naturaleza interestatal hasta entonces aparentemente
dominante.
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Con todo, al igual que sucedió, en 1815, en 1919 y en 1945, al final de los tres
últimos grandes conflictos armados, en los que, como hemos visto, las grandes
potencias vencedoras trataron de establecer un gobierno internacional
jerárquico, también ahora con el final de la guerra fría y la apertura de un
nuevo momento constitutivo a nivel del sistema político-diplomático, la única
superpotencia que subsiste, los Estados Unidos, han intentado repetir la
experiencia, mediante la idea de un «Nuevo Orden Internacional». Este Nuevo
Orden Internacional supondría la configuración de un nuevo sistema político-
diplomático, basado en el protagonismo hegemónico de los Estados Unidos y
en el imperio del Derecho internacional y de la paz, tal como son entendidos
por ese país. En este caso, no era necesario constituir una nueva organización
internacional, como sucedió en 1815, con el Concierto Europeo y la Santa
Alianza, en 1919, con la Sociedad de las Naciones, y en 1945, con la
Organización de las Naciones Unidas, sino que se trató de aprovechar las
virtualidades operativas y funcionales que presentaba esta última, adaptadas a
las nuevas realidades internacionales de la postguerra fría.

El 11 de septiembre de 1990, ante el Congreso de los Estados Unidos, el


presidente George Bush, en el contexto de la guerra que se preparaba contra
Irak por su invasión y anexión de Kuwait y del consenso existente entre la
mayor parte de los Estados del mundo al respecto, incluida la Unión Soviética,
anunció este propósito de un «Nuevo Orden Internacional».

La guerra del Golfo, respaldada por el Consejo de Seguridad de las Naciones


Unidas y liderada por los Estados Unidos, vino a marcar el momento
culminante en las expectativas de que nos encontrábamos en los albores de un
Nuevo Orden Mundial, con los Estados Unidos y las Naciones Unidas en el
centro neurálgico del mismo. A reforzar estas expectativas contribuyó también
el que toda una serie de conflictos abiertos, que venían de la Guerra Fría, como
Afganistán, Angola, Camboya, El Salvador, Sahara Occidental y Somalia,
entraron en dinámicas de solución pacifica de la mano o con la participación de
las Naciones Unidas, y que, al mismo tiempo, viejos y enquistados conflictos,
como el palestino-israelí conocían también una nueva dinámica de negociación
y búsqueda de paz, y nuevos conflictos, nacidos al hilo del cambio que
experimenta el sistema internacional, como los que empezaban a plantearse
en la antigua ex-Yugoslavia, veían igualmente el protagonismo humanitario y
mediador de esa organización internacional y de los Estados Unidos.

Sin embargo, en esta ocasión el propósito de instauración de un Nuevo Orden


Internacional por parte, en este caso, de una única superpotencia hegemónica,
caso único desde la Paz de Westfalia de 1648, pronto se desvaneció, ante la
complejidad y heterogeneidad de la sociedad mundial y el carácter
multidimensional de los retos y problemas de la misma. A partir de 1991 se
empezó a hacer cada vez más evidente que el «Nuevo Orden Mundial» no
existía o que, como mucho, tenía muy poco de paz, seguridad y justicia, que
se multiplicaban los focos de nuevos conflictos, derivados de la desmembración
13

de la Unión Soviética y del derrumbamiento del bloque comunista, y que las


Naciones Unidas fracasaban o se estancaban en muchas de sus operaciones de
paz.”

 Seguridad internacional

Unión Europea Occidental (UEO o Pacto de Bruselas de 1948) 5

“Aunque se trata de una verdad ignorada, el esfuerzo para la creación de una


Europa de Defensa comenzó tan solo tres años después de concluir la Segunda
Guerra Mundial, con la firma por seis países europeos del Tratado de Bruselas.

En los años siguientes aquella iniciativa desembocó en el nacimiento de la


OTAN, de la UEO y finalmente de las Instituciones de política exterior y defensa
que siguen perfeccionándose hoy.

La UEO, que solo cesará de jure y facto el próximo 30 de Junio de 2011, llegó
a disponer de una estructura sólida que, de haber existido la voluntad política,
se habría convertido en la base para un Ejército europeo adecuado.

La construcción de una Europa de defensa ha venido siendo uno de los anhelos


del viejo continente desde largos años y de forma más estructurada desde que
comenzara a dibujarse el gran reto de la integración europea poco después de
finalizar la segunda guerra mundial.

Siguiendo la lógica de este argumento, de hecho, los esfuerzos europeos se


iniciaron por la vía defensiva. Casi una década antes de la firma del tratado de
Roma de 1957 constitutivo de la Comunidad Económica Europea, el 17 de
marzo de 1948, cinco países – Francia, Reino Unido y los tres Benelux – firman
en Bruselas un documento que, pese a llevar el largo titulo de Tratado
Económico, Social, Cultural y de Defensa colectiva, fue en la práctica la
repuesta que algunos países occidentales daban a la amenaza militar que la
Unión Soviética desplegaba sobre Europa Central.

 La ORGANIZACIÓN DEL TRATADO ATLÁNTICO NORTE

- Origen de la OTAN6

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tiene sus orígenes en la firma
del Tratado de Washington de 1949, mediante el cual diez países de ambos lados del
Atlántico (Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Islandia, Italia,
Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido) se comprometieron a
defenderse mutuamente en caso de agresión armada contra cualquiera de ellos.

5
Tomado textualmente de: Tomado de: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2011/DIEEEO50_2011DefensaEuropea.pdf

6
Tomado textualmente de: http://www.exteriores.gob.es/RepresentacionesPermanentes/OTAN/es/quees2/Paginas/QueeslaOTAN.aspx
14

Así nació una Alianza que vinculaba la defensa de América del Norte con un conjunto
de países de Europa Occidental sobre la base del artículo 51 (Capítulo VII) de la Carta
de Naciones Unidas, que reconoce el derecho inmanente de legítima defensa,
individual o colectiva, en caso de ataque armado.

Sin duda, la evolución de la situación internacional ha determinado la continua


adaptación de la Alianza Atlántica a los cambios en su entorno estratégico. El fin de la
Guerra Fría en 1989 supuso, ante el desvanecimiento de una amenaza de invasión
militar, el establecimiento de nuevas formas de cooperación política y militar para
tratar los conflictos regionales y preservar la paz y la estabilidad. El Concepto
Estratégico aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN en noviembre
de 1991, en Roma, diseñaba un planteamiento amplio sobre seguridad, basado en el
diálogo, la cooperación y el mantenimiento de una capacidad de defensa colectiva.
Reunía en un conjunto coherente los elementos militares y políticos de los protocolos
de seguridad de la Alianza, estableciendo que la cooperación con los nuevos países
Socios de Europa Central y Oriental formaba parte integral de su estrategia. El
Concepto preveía una menor dependencia respecto a las armas nucleares, y grandes
cambios en las fuerzas militares integradas de la Alianza: reducciones sustanciales en
su tamaño y grado de alerta, mejoras de su movilidad, flexibilidad y adaptabilidad a las
diferentes contingencias y un mayor uso de formaciones multinacionales.

La Cumbre celebrada en Madrid en julio de 1997 constituyó un hito histórico en el que


se pudieron analizar los resultados de las iniciativas llevadas a cabo por la Alianza en
años anteriores, a la vez que se anunciaba una fase de reforma de las estructuras y
políticas para responder a las nuevas circunstancias. La tarea de los dirigentes de la
OTAN en Madrid consistió en analizar las diferentes parcelas de la futura política de la
Alianza y asegurar su coherencia e integridad.

En la Cumbre de Madrid quedó claro el grado de compromiso de la Alianza con la


transformación interna y externa, con nuevas medidas concretas y de gran
trascendencia en todas las áreas: la apertura de conversaciones para la integración de
Hungría, Polonia y la República Checa, junto a la aprobación de una “política de
puertas abiertas” respecto a futuras adhesiones; la mejora de la Asociación para la Paz
y la creación del EAPC como nuevo foro para impulsar la cooperación; la apertura de
un nuevo capítulo en las relaciones OTAN-Rusia; la formalización e intensificación de la
asociación con Ucrania; la ampliación del diálogo con los países mediterráneos; los
progresos en la Identidad Europea de Seguridad y Defensa dentro de la OTAN y la
definición de una estructura de mando militar para la Alianza, radicalmente reformada.
Esta larga lista constituía la prueba de la capacidad de la OTAN para afrontar nuevos
desafíos sin menoscabo de sus tareas tradicionales y de basar el futuro en su
demostrada capacidad de adaptarse a los cambiantes requisitos de seguridad.

El proceso de evolución y transformación de la OTAN continuó en la Cumbre de Praga


de noviembre de 2002. En ella se decidió la ampliación de la Alianza a siete nuevos
miembros de Europa Central y Oriental, elevando a 26 el número de Aliados. Este
proceso de ampliación culminaría con la incorporación de Croacia y Albania en 2009,
hasta alcanzar los 28 miembros actuales. Tan sólo un año después, en la Cumbre de
Lisboa de 2010, se adoptó el Nuevo Concepto Estratégico (NCE), por el que la Alianza
se prepara para afrontar los nuevos retos globales del Siglo XXI, como el terrorismo, la
proliferación nuclear o los ciberataques.
15

Desde entonces, los Aliados han centrado sus esfuerzos en dar forma y contenido a los
mandatos contenidos en el NCE. La Cumbre de Chicago, celebrada en mayo de 2012,
consolidó estos avances y se centró en torno a tres ejes de trabajo fundamentales para
la Alianza: el desarrollo de capacidades, la situación en Afganistán y la relación con
terceros Estados.

Este proceso de transformación de la Alianza ha incidido en buena medida en el ámbito


de las capacidades de la Organización, ámbito en el que España ha tenido un peso
relevante. Así, en noviembre de 2006, la Cumbre de Riga declaró la capacidad
operativa plena de la Fuerza de Respuesta Rápida de la OTAN (NRF), en la que España
ha participado en sucesivas rotaciones.

Por otra parte, en el ámbito de las capacidades se ha pretendido lograr una Alianza
renovada con fuerzas capaces de asumir y afrontar sus misiones, en un contexto de
recesión económica global. En este marco de racionalización de medios, mejora de la
eficacia y ahorro financiero, se ha diseñado la Nueva Estructura de Mandos, más
reducida y flexible y con menos costes que la anterior, en la que España acoge uno de
los dos Centros Aéreos Combinados Conjuntos (CAOC), localizado en Torrejón de
Ardoz.”

- PACTO DE VARSOVIA

- CONFERENCIA DE SEGURIDAD Y COOPERACIÓN EUROPEA

- TRATADO INTERAMERICANO DE ASISTENCIA RECÍPROCA – TIAR


Las relaciones internacionales en la actualidad

Según Del Arenal, C., (s.f.)7, “Hoy es ya evidente, a los ojos de todos, que la
sociedad mundial no es ya un sistema exclusivamente interestatal y
estatocéntrico, sino una sociedad cada vez más multicéntrico a, a nivel de
actores y, consecuentemente, más imprevisible y más inestable a nivel de
estructuras y dinámicas, en el que el problema de la seguridad y la distribución
del poder no se circunscribe sólo a los Estados, ni se realiza exclusivamente en
términos político-militares.

La actual sociedad mundial se caracteriza, así, principalmente por ser un


sistema internacional en profunda mutación, o en crisis, cargado de
incertidumbres en cuanto a lo que sea el orden mundial futuro, que avanza, en
medio de contradicciones, singularidades y limitaciones, hacia un sistema
cuyas características se mueven entre la unipolaridad militar y la
multipolaridad política, económica y cultural, entendidas en sentido clásico,
pero también entre el estatocentrismo y el multicentrismo, desde una
perspectiva nueva.

7
Tomado de: LA NUEVA SOCIEDAD MUNDIAL Y LAS NUEVAS REALIDADES INTERNACIONALES: UN RETO PARA LA TEORÍA Y PARA LA POLÍTICA
por: Celestino del Arenal. Recuperado de: http://www.ehu.eus/cursosderechointernacionalvitoria/ponencias/pdf/2001/2001_1.pdf
16

La relativa «simplicidad» y estabilidad que presentaba el mundo estatocéntrico


de los siglos anteriores y, más en concreto, el mundo de la postguerra
mundial, caracterizado por una bipolaridad manifiesta en el plano político-
militar y por una hegemonía económica de los Estados Unidos, ha dado paso a
un mundo de complejidad, movilidad e incertidumbres crecientes, en el que los
Estados ven crecientemente puesto entredicho su protagonismo y su lógica
racional tradicional como consecuencia del papel que desempeñan los actores
trasnacionales e incluso los seres humanos, tanto e nivel internacional como a
nivel interno.

Se habla, así, por algunos especialistas, para marcar claramente las diferencias
con la sociedad internacional del pasado, de una sociedad mundial o de un
orden internacional «post-Westfalia» (Cox 1996: 153-155), en la que los
Estados ya no son siempre los actores claves del sistema, ni pueden aspirar a
garantizar como antaño la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos. La
lógica de esta sociedad post-Westfalia implica, sobre todo, que el Estado ha
perdido mucha de su utilidad y que las soluciones a los problemas de la
seguridad y el bienestar deben buscarse en las estructuras transnacionales,
globales o regionales (Hettne 1995: 12-13). Una sociedad mundial post-
Westfalia en la que, en consecuencia, la soberanía, característica esencial del
anterior sistema internacional, se ha visto profundamente puesta en
entredicho.

Esta situación de la sociedad internacional ha llevado a algunos especialistas a


considerar que nos encontramos ante una nueva Edad Media. En concreto,
Hassner señala que las tendencias hacia la desterritorialización transnacional y
hacia la reterritorialización étnica están poniendo en cuestión la gran
realización del Estado moderno, que consistía en una autoridad neutral, que
hacía prevalecer la ciudadanía común sobre un territorio por encima de los
privilegios de sangre y las divisiones religiosas. Hoy, la multiplicidad
contradictoria de tipos de actor, de lealtades y de conflictos nos remontan de
alguna forma al siglo XVI con el poder de las ciudades comerciales o las
guerras de religión, e incluso a la Edad Media con su mezcla de desorden y de
orden jerárquico.

Pero se trata, continúa Hassner, de una Edad Media sin Papa y sin Emperador,
a pesar de que la Organización de las Naciones Unidas y los Estados Unidos
tratan de manera ambivalente y contradictoria de jugar estos papeles. Con
otras palabras, el problema que se plantea es el de la ausencia de una
legitimidad y una autoridad espiritual comunmente respetada por todos y
capaz de inspirar treguas y cruzadas y el de una autoridad temporal capaz de
poner la espada al servicio de esa inspiración o de amparar en su propio seno
las innumerables rivalidades de un mundo heterogéneo (Hassner 1995: 338-
339).”

 Orden mundial luego del 11 de Septiembre8


8
Tomado textualmente de: Diego Iturriaga Barco. Terrorismo internacional y nuevo orden mundial tras el 11-S.
http://www.aecpa.es/uploads/files/modules/congress/12/papers/1082.pdf
17

“Un nuevo orden mundial Los atentados del 11-S, más allá de teorías conspirativas
que cuando menos nos incitan a pensar en la connivencia del gobierno de George W.
Bush en los atentados, han supuesto un cambio fundamental en la forma en que
representamos el mundo. Ya no hablamos de dos bloques (como lo hacíamos tras la
segunda guerra mundial y hasta el desmantelamiento del bloque soviético) como se
hacía en Occidente, de los cuales uno representaba el mundo desarrollado e inmune a
la violencia en casi todas sus expresiones mientras que el otro era denominado la wild
zone donde la violencia suponía lo cotidiano, la rutina de cada día para sus sufridos
habitantes.

Con el fin de la guerra fría se iniciaba un nuevo orden mundial. Un nuevo orden
mundial que suponía la defunción del sistema de bloques y que surgía legitimado por el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y garantizado por el mandato de Estados
Unidos. Un nuevo orden que debería velar por el establecimiento de la paz en cualquier
rincón del planeta, bajo la firma del llamado derecho de “injerencia humanitaria”, por
el cual justicia social y prosperidad económica vendrían de la mano e irían unidos al
respeto y cumplimiento de los derechos humanos en todos los territorios.

Una estructura que delimitaba espacialmente el mundo de la violencia algo que ha sido
superado tras el 11-S. Este día Occidente fue consciente de que la violencia a escala
internacional no estaba focalizada en un punto en concreto del globo sino que sus
redes comenzaban a expandirse. Podríamos decir que la violencia se ha
“democratizado” en el sentido de que hoy todos participamos o, mejor dicho, nos
vemos “participados” más de ella que hace sólo dos o tres décadas.

De esta forma parece necesario un nuevo pensamiento estratégico. Un pensamiento


que ha estado regido por las mismas estructuras utilizadas durante la Guerra Fría y un
sistema entre estados. Tras el 11-S este pensamiento estratégico debería ajustarse a
los nuevos datos de mundialización o si se prefiere globalización por la que todo el
mundo es capaz de comunicarse con todo el mundo tanto en lo positivo como en lo
negativo, tanto en lo pacífico como en lo violento. Un nuevo concepto de comunicación
que confiere a la violencia una dimensión a un grado nunca antes conocido de
inmediatez y extrema movilidad.

Parecía que con la caída del muro de Berlín en 1989 y el final desmantelamiento del
bloque soviético en 1991 podíamos hablar de un orden internacional regido por la
unipolaridad y superpotencia, con lo que según algunos autores habríamos llegado al
“fin de la Historia”. Una idea cuando menos narcisista y ególatra en el sentido de
colocar a Occidente en el centro de atención del discurso histórico ya que estos
pensadores eran muy conscientes de que los conflictos internacionales seguían aunque
alejados en el espacio o desplazados: hablamos de los conflictos de Somalia, Liberia,
Irak, etc.

Desde la década de los noventa del siglo pasado, Estados Unidos se auto confirió el
papel de país regulador de la justicia y la imparcialidad a escala internacional. Hoy, dos
décadas después, podemos decir claramente sin riesgo a equivocarnos que este papel
ha sido un fracaso absoluto, un tiempo que se ha caracterizado por un aumento de
tensión a escala mundial. La ilusión de este nuevo orden político comenzó a
desmoronarse rápidamente al hacerse patentes nuevos conflictos surgidos en todo el
planeta por lo que se puso en duda la capacidad de la ONU y de Estados Unidos como
garantes de la paz y la prosperidad mundiales. Hablamos de perpetuo conflicto de
18

Oriente Próximo y de una serie de conflictos silenciados en Occidente que no hacen


otra cosa sino generar odio y violencia14. Podemos hablar de países salidos de la
descolonización, muchos de los cuales siguen enfrentados desde entonces a crisis
políticas de carácter endémico. A este respecto podría analizarse el caso de Pakistán,
India... donde Occidente debería sentirse responsable de su devenir histórico tras
décadas de colonización que han marcado su pasado reciente y que se proyectan en el
presente.

Además, tras el 11-S, tenemos que poner en cuestión el origen de la violencia. Antes
de esta fecha parecía que casi de forma única podía proceder de la política militar de
los Estados mientras que ahora su génesis es mucho más multicausal destacando los
prolongados fracasos en integración social de los que cada día somos testigos. Y es en
estas sociedades desarraigadas donde se tiene que actuar (otra cuestión es definir el
cómo) ya que hoy en día no es factible la soberanía, el aislamiento y el unilateralismo.
En este sentido recogemos las palabras del politólogo francés Bertrand Badie: “Cuando
Occidente reaccione de igual forma ante el genocidio de 500.000 ruandeses como lo ha
hecho ante la trágica suerte de las víctimas de los atentados en Estados Unidos, se
habrá dado un gran paso en la regulación de la vida y el orden internacional”.

 Los cambios en política internacional

Con el desmantelamiento del bloque soviético, Estados Unidos no se convirtió en la


gran potencia mundial que el mismo país creía que iba a conformar, siguiendo su
herencia de poder de la mayor parte del siglo XX. Por el contrario aparecieron en el
escenario internacional otros intereses estratégicos focalizados en el espacio en la
Unión Europea y en el Oriente asiático. De esta forma, estos tres ejes, América del
norte, Asia oriental y Europa occidental ha conformado los pilares básicos del nuevo
escenario internacional. Estados Unidos ya no es la gran superpotencia mundial sino
que es una gran potencia que convive con otros sujetos estratégicos que tienen los
mismos objetivos y medios que ellos. El mundo, hoy, es mucho más complejo para que
Estados Unidos se crea capaz de manejarlo a su antojo desde Washington. Dicho con
otras palabras, “la centralidad estratégica de Estados Unidos en el mundo está dejando
de ser un factor de estabilidad global”.

Hoy, tras el 11-S, la comunidad internacional se tiene que ver obligada a rediseñar las
instituciones internacionales. Hablamos del Fondo Monetario Internacional, de la
Organización Mundial del Comercio, etc., instrumentos creados hace medio siglo para
enfrentarse a los problemas del desarrollo y estabilidad mundiales pero que se han
vuelto en gran medida factores de inestabilidad global, siendo sus resultados algo más
que debatibles.

El 11-S tiene que considerarse un momento histórico en el que finalmente la


ciudadanía global se percató de que eran necesarias nuevas formas de cooperación
internacional. Otro asunto para debatir sería qué es lo que a día de hoy, en pleno
2015, se ha hecho para modificar esta situación. Europa superó la tragedia de dos
guerras mundial con cincuenta millones de muertos promoviendo un proceso de
unificación que se encamina a ser la primera democracia postnacional del mundo.
Europa fue consciente de que sus ambiciones imperiales y sus nacionalismos en sus
diferentes manifestaciones no les llevaban a ningún lado. El 11-S podría haber
significado algo parecido a lo que supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial pero hoy
desgraciadamente no podemos decir lo mismo. Actualmente no se está trabajando por
un re-equilibrio de poder y por la búsqueda de una estabilidad económico-financiera
19

que nos pudiera llevar a nuevas metas sociales. El estado global ideal pasaría por la
creación de un gran organismo de seguridad mundial que pudiera intervenir donde
fuera oportuno. Sin embargo, hoy estamos muy lejos de crear algo así con suficiente
eficacia y requerimientos democráticos. Lo ideal pasaría por un gobierno mundial,
dentro de este marco histórico que supone la globalización, pero es algo a día de hoy
inabarcable. Por ello, ante esta imposibilidad de aspirar a un gobierno global podemos
apostar por la regionalización, que supondría un paso intermedio entre los estados
nacionales y un futuro gobierno mundial. Un modelo de este gobierno de
regionalización sería la Unión Europea.

El siglo XIX estuvo dominado por Inglaterra y el XX por Estados Unidos. Sin embargo
en el futuro no parece factible que existan potencias nacionales hegemónicas a escala
global. El siglo XXI, haciendo un pequeño ejercicio de prospectiva, estará liderado por
América del Norte, Europa occidental y Asia oriental, que se convertirán en los tres
grandes polos de poder con capacidad decisiva en el siglo que nos ha tocado vivir.
Pase lo que pase en el futuro inmediato parece claro que la interdependencia entre los
países irá en aumento por lo que debemos apostar por un diálogo interregional.
Tenemos que tener claro que hoy los riesgos en cualquier materia están relacionados
por lo que un problema local puede fácilmente convertirse en una crisis internacional.

Es algo que se vio perfectamente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Unos atentados en puntos concretos de un país irían a desencadenar consecuencias de
diferente índole a escala planetaria. El propio Henry Kissinger dijo en aquellos días: “A
las 8.41 de la mañana del 11 de septiembre, cuando el primer avión se estrelló contra
las Torres Gemelas, se inició una nueva era en las relaciones de EEUU con el
mundo”18. Catorce años después de los atentados podemos afirmar que la potencia
estadounidense presenta alteraciones en sus principales equilibrios estratégicos,
acelerados rasgos de cambiante movilidad y una inestabilidad profunda. Esta
reorientación estratégica por parte de EEUU no ha hecho sino mostrar de una forma
más clara un proceso que ya se estaba gestando a finales del siglo XX: el
desplazamiento del centro de gravedad geoestratégico mundial hacia Asia. El propio
vicesecretario de defensa norteamericano unos meses antes del 11-S afirmó que “el
centro estratégico militar de EEUU debe trasladarse desde Europa hacia Asia”,
quedando Europa relegada a una posición secundaria. Para entender este cambio de
posición podemos esgrimir razones de carácter político-militar, destacando la cada vez
más importante emergencia de China como gran potencia mundial pero siendo
conscientes también del gran potencial de desarrollo global de estados como India y
Rusia.

De esta forma se afirma que las guerras de Afganistán e Irak buscaban un triple
objetivo. En primer lugar resolver el déficit de presencia militar directa, influencia
política y dominio norteamericano en la región de Asia central, un territorio que por
otra parte no podemos olvidar el gran valor en recursos naturales que acoge. Por otro
lado, se pretendía gozar de la exclusiva hegemonía militar y política en Oriente Medio,
la región más inestable y conflictiva del mundo controlando la zona y, por ende, sus
recursos petrolíferos.

Finalmente, se pretendía buscar una nueva red de bases militares y puntos de apoyo
para el desplazamiento de tropas y movilidad aérea en una zona espacialmente
cercana a China. Sin embargo, estas pretensiones no han cuajado de forma plena tal y
como el gobierno neoconservador de Bush pretendía. Las dificultades han sido mucho
mayores de lo que se preveía en Irak y respecto al territorio afgano el control se ha
20

visto reducido únicamente a las ciudades principales. De esta forma podemos afirmar
que el efecto conseguido ha sido el contrario al buscado. Por una parte China ha
pasado de ser una gran potencia económica regional a una verdadera potencia global
con un papel geoestratégico cada vez más importante y que pone en solfa la
hegemonía estadounidense. Observando las relaciones político-económicas entre
países vemos cómo la influencia de China cada vez es mayor en los cinco continentes.
Hablamos de los países denominados antihegemonistas de Iberoamérica (Venezuela,
Cuba, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador20...), de gran parte de los países asiáticos
(Irán, Siria, Corea, repúblicas del Asia Central...) o africanos (Sudán, Zimbabwe,
Congo...) cuyas relaciones diplomáticas y económicas pasan por aliarse con Pekín, con
la pretensión de crear un desarrollo independiente al impuesto hasta hoy por el
hegemonismo y las grandes multinacionales de las potencias occidentales.

Igualmente podríamos hablar del nuevo papel jugado por Rusia en este tiempo quien
ha sabido aprovecharse de la coyuntura de este inicio del siglo XXI para convertirse
nuevamente en un jugador activo en el tablero internacional. Y es que las necesidades
de EEUU de aumentar su presencia en Asia determinó el nuevo papel de Rusia de gran
potencia mundial, cediéndole un sitio privilegiado en todas las cumbres mundiales
importantes. Esta renovación de su papel internacional junto a la recomposición de la
antigua nomenclatura soviética en torno al liderazgo de Putin y la reactivación
económica sobre todo a partir de la subida de precio del petróleo tras la guerra de Irak
ha propiciado la creación de una nueva situación por la que Moscú se siente con
suficientes fuerzas como para desplegar una política internacional activa y no tutelada
o dependiente de Washington. Rusia además está creando una red de relaciones
interestatales tanto en la Rusia Europea (Ucrania, Bielorrusia, Armenia, Azerbaiyán...)
como en el Asia Central (Kazajistán, Uzbekistán...) que impiden la presencia política y
militar norteamericana en dichas regiones de la manera y escala deseada por el país
americano.

Miedo y fronteras

Siendo un poco coherente y utilizando la razón seremos capaces de concluir que la


amenaza del terrorismo está amplificada. En este sentido hay quien piensa y con
bastante razón que “es más fácil interpretar la respuesta mayoritaria del mundo al
terrorismo a partir del 11 de septiembre como una seguridad teatral frente a unas
amenazas peliculeras: seguridad teatral porque, en lugar de ponernos realmente a
salvo, está pensada para que la gente se sienta mejor y vote de una forma
determinada, y amenazas peliculeras porque la respuesta global está centrada en
situaciones específicas y no en los variados riesgos que nos acechan”.

En este sentido podemos dar algunas cifras. En EEUU cada año mueren 42.000
personas en accidentes de tráfico y ninguna en ataques terroristas (salvando el año
2001). El cáncer, las enfermedades del corazón y los accidentes matan mucho más
que el terrorismo. Y no sólo en EEUU sino en todos los países occidentales. Y sin
embargo, el terrorismo es el tema recurrente en nuestra nueva rutina post 11-S.
Nuestros cerebros hoy parecen más preparados para temer lo inusual y espectacular
que lo común y lo banal. En este sentido podemos afirmar que todas las medidas
antiterroristas que vemos pertenecen a la seguridad teatral (control de líquidos en
aeropuertos, vigilancia de presas, registros de bolsas en trenes...), dirigidas a las
amenazas particulares que nos hacen sentir más a salvo. Esto, traducido en términos
políticos, significa que lo que permite ser reelegido es promulgar medidas de seguridad
21

visibles para que nos sintamos más a salvo (más allá de que estas sean razonables o
no).

Para combatir el terrorismo con eficacia tenemos que movilizarnos pero elegir una
amenaza peliculera de la que defenderse no es propio de un estado serio ya que las
opciones a elegir por el terrorista son múltiples. En este sentido, parece mucho más
eficaz financiar los servicios de investigación y de información ya que recordemos las
tramas normalmente son descubiertas antes de ejecutarse y no en el momento de la
acción. El beneficio de investigación e información y capacidad de respuesta es
considerable ya que son los caminos más eficaces al margen de las tácticas u objetivos
de los terroristas. Además, son inteligentes ya que disponemos de grandes aptitudes
analíticas, cognitivas y electrónicas que pueden mancomunarse para afrontar el
problema.

No olvidemos que el terrorismo, aunque parezca una obviedad, necesita de la creación


del terror en la ciudadanía a quien va dirigido. En este sentido podemos afirmar que el
terrorismo es un crimen contra la mente, cuya arma ejecutora es la violencia
indiscriminada. Nuestro papel es sencillo y se centra en nuestra negativa a dejarnos
aterrorizar. Viviendo con miedo magnificamos significativamente el efecto del
terrorismo, dando mayor relevancia a un grupo, a un acto... del que realmente
deberían tener. En el mismo sentido, podemos hablar de la cobertura informativa que
se hace de estos hechos que debe ser reducida a la mínima expresión utilizando como
filtro únicamente el mero margen informativo y desechando los planos especulativos
y/o morbosos. Negándonos a dejarnos aterrorizar, sin dar más cobertura de la
necesaria, negamos el éxito del terrorista, aunque sus planes sean llevados a cabo. En
este sentido, podemos afirmar que la cobertura informativa de los atentados de
Londres del 7-J fue ejemplar frente a la cobertura que desde España se hizo a los
atentados del 11-M.

Tenemos que ser capaces de reflexionar sobre el terrorismo y sus consecuencias desde
un punto de vista pausado y racional. El terrorismo puede ser adjetivado como un
proceso singular, no cotidiano, por lo que su repercusión en nuestra vida diaria tendría
que verse reducida a la mínima expresión. De este modo, cuanto más reconozcamos la
singularidad del terrorismo menos necesitaremos la parafernalia visible de la seguridad
teatral; cuanto más nos abracemos a la libertad menos efectivo será el terrorismo
tanto en la práctica como en su imaginario. Y precisamente de la mano del miedo
aparece recurrentemente el tema de las fronteras, que no dejan de ser otra cosa que
el medio por el que se “designa el lugar del otro”34, para designar diferencias. Una
importancia creciente el de las fronteras ya que, pese a lo que podamos imaginar,
desde 1989 y a pesar del fenómeno globalizador se han creado 14.000 kilómetros de
fronteras nuevas en el mundo mientras que sólo ha desaparecido una, en Berlín.
Actualmente hablamos de 230.000 kilómetros de fronteras políticas terrestres, datos
que muestran lo lejos que hoy estamos de ese gobierno global o mundial que abogue
por una supresión de las fronteras como exponen los utopistas humanitarios35. Ni
siquiera en Europa o más concretamente en la Unión Europea se ha generado un
debate serio sobre la supresión de fronteras interestatales por lo que podemos calificar
este fenómeno como una simple utopía aunque para otros autores más positivistas
debe conformar un derecho a conquistar en nuestro siglo XXI. Y es que el concepto de
frontera siempre ha estado unido al concepto de seguridad pero mucho más a partir de
los atentados del 11-S como elemento que proporciona seguridad e identidad y no sólo
entre estados sino dentro de los mismos e incluso dentro de las mismas ciudades
22

creándose verdaderos guetos que no hacen sino ahondar la fractura social de su


ciudadanía.

De ese modo, estas fronteras (que no sólo son físicas sino también invisibles,
culturales, psicológicas...) marcan un adentro y un afuera, un nosotros y un los otros,
que limita los tiempos y los espacios. Y es que parece que hemos llegado a un punto
de imposición de exclusiones en el que como dice Zygmunt Bauman “primero se trazan
las fronteras y después se buscan las justificaciones”.

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