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Gálatas 2: 20-Muriendo para vivir

04/02/2007
(Gálatas 2: 20) "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí"

Este versículo, es toda una declaración de fe y de verdad, que por sí solo, nos va a permitir
entender mucho acerca de nuestra creencia, privilegio, y modo de existencia y vida en el Señor
mientras estamos en este mundo.

Por ello, lo vamos a analizar con mucho detenimiento.

El apóstol Pablo, nos va revelar, poniéndose él mismo como vivo ejemplo, cuál es nuestra
verdadera posición en Cristo…

1. Con Cristo estoy juntamente crucificado


"Con Cristo estoy juntamente crucificado…":

Muchos falsos maestros, cuando tocan el tema de “nuestra posición en Cristo”, colocan al creyente
en una posición, que pareciera más bien estar, no en Cristo, sino por encima de Él mismo,
haciendo de Cristo poco menos que un simple servidor de sus necesidades y deseos materiales.

Un aparente mensaje cristiano, pero mezclado con la metafísica de la Nueva Era, pretende
confundir la naturaleza humana con la divina, haciendo creer que Dios no sólo vino a habitar dentro
del hombre, sino que vino a hacer de los hombres, dioses.

Al respecto, Benny Hinn declara del siguiente modo:

“¡Digan después de mí!: ¡Implícito en mí hay un Dios-Hombre! ¡Díganlo de nuevo! ¡Implícito en mí


hay un Dios-Hombre! [La congregación repetía eso]. “Ahora, vamos a decir algo más que eso.
Vamos a decir, “YO SOY UN DIOS-HOMBRE”… Soy un Dios-Hombre… Soy un ser
superior” (TBN, “Praise the Lord”) (énfasis según la exclamación vocal de Hinn)

Esa declaración es profundamente herética.

Kenneth Copeland, muy conocido autor de la doctrina de la súper-fe (word of faith) y bien alineado
con la Nueva Era, aunque se presente como evangélico, dice así:

“Dios es Dios. Es Espíritu…y te lo impartió cuando naciste de nuevo. Pedro lo dijo claramente:
Somos participantes de la naturaleza divina. Esta naturaleza está viva; eterna en absoluta
perfección; y fue aquella que te lo impartió, que fue injertada en tu espíritu humano…de la misma
manera en que produjiste la naturaleza en tu hijo, tu hijo no nació ballena, sino un ser humano. No
tienes un dios dentro de ti; tú eres un dios” (énfasis nuestro)

Es horrorosa la declaración de Copeland. Primeramente, cuando Pedro (2 Pr. 1: 4) dijo que hemos
sido participantes de la naturaleza divina, no quiso decir que tenemos la naturaleza divina. Sólo
participamos de ella.  Participación de la naturaleza no infiere consubstancialidad con ella. 
En segundo lugar, a diferencia de lo dicho por Copeland, sí tenemos, no un dios, sino al mismo
Dios dentro de nosotros por su Espíritu; y nosotros, definitivamente, no somos Dios.
Con claridad meridiana encontramos en la Biblia el mensaje que nos convienen creer: La Palabra
de Dios nos enseña que en Cristo Jesús, estamos muertos, porque, ¿qué cosa es un
crucificado, sino un muerto, y matado por la cruz?

Así como Cristo murió en la Cruz, cada uno de los verdaderos discípulos suyos, así como lo fue
Pablo, así como lo debemos ser cada uno de nosotros si nos llamamos cristianos, estamos
muertos por crucifixión.

En esto se cumplen a cabalidad las palabras del propio Jesús:

Marcos 8: 34-37 "Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?"

Evidentemente, esa muerte por crucifixión, es la relativa a la carne y a todo lo implica


pecaminosidad; a todo aquello que desagrada a Dios. Pablo lo resume así:

Romanos 6: 5-7 "Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos
más al pecado,porque, el que ha muerto ha sido justificado del pecado"

Cuando Cristo murió en la Cruz, llevó todos nuestros pecados y forma pecaminosa de vivir a
aquella Cruz. Así pues, en cuanto a la carne, estamos crucificados con Cristo; y como
consecuencia de ello, ya no vivimos para hacer nuestra carnal voluntad:

2. …y ya no vivo yo
"… y ya no vivo yo…":

El YO mío egoísta, ya no debe vivir. A ese “yo” contaminado por el pecado, no se le debe
alimentar, ni complacer, sino que debe de permanecer en la Cruz siempre; otra vez:

"sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Romanos 6: 6)

Nuestra posición en Cristo, es en muerte al pecado. Así como Cristo fue crucificado, así
nosotros también lo somos, para dejar toda práctica de pecado de lado:

(1 Juan 3: 9) "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede continuar pecando, porque es nacido de Dios"

Al ya no vivir al pecado por estar crucificado juntamente con Cristo, el modo pecaminoso de vivir
que solía ser mi vida anterior, deja de ser, ¡y ha de dejar de ser!

3. …mas vive Cristo en mí


"…mas vive Cristo en mí…":

Al estar sometido a Cristo, crucificado juntamente Él, la naturaleza pura y sin mancha de Cristo
empieza a emerger y mostrarse en mi vida.

Por lo tanto, la muerte expiatoria de Cristo, produce en mí vida nueva; esa vida es eterna.
Espiritualmente, la sangre poderosa de Cristo, derramada en aquella Cruz, produce en mi vida,
porque, escrito está: en la sangre está la vida:

Levítico 17: 11 "porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer
expiación sobre el altar por vuestras almas, pues la misma sangre es la que hace expiación por la
persona"

Esa sangre derramada es la manifestación de la justicia de Cristo, la cual me justifica ante el


Padre:

Romanos 5: 18 "Así que, como por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los
hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Cristo) vino a todos los hombres la
justificación que produce vida"

Cristo vive en mí en vez de aquel yo pecador y corrupto, porque ese último ha sido crucificado con
Cristo, cumpliéndose así la promesa de redención dada por Dios. Ese es el verdadero Evangelio:

Romanos 3: 22-26 "la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el
que justifica al que es de la fe de Jesús"

4. y lo que ahora vivo en la carne…


"…y lo que ahora vivo en la carne…":

Ese vivir en la carne, es el vivir en el cuerpo. Pablo está hablando de su vivencia en esta tierra,
como cristiano.

¿Cómo vivió Pablo en esta tierra estando en Cristo? ¿Cuál era su absoluto modus vivendi?

5.  lo vivo en la fe del Hijo de Dios


" lo vivo en la fe del Hijo de Dios…":

La respuesta a las anteriores preguntas la tenemos aquí mismo. Pablo vivía en la fe del Hijo de
Dios.

Pablo nos dice en Filipenses 1: 21, que: "para mí el vivir es Cristo". El vivir conforme a la fe del Hijo
de Dios, era para Pablo el vivir cumpliendo con la voluntad de Cristo.

En Gálatas 5: 24, leemos: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y
deseos"

Es decir, que Pablo ya no vivía conforme a sus pasiones y sus deseos carnales, sino conforme a
Cristo.

Veamos algunas de esas obras de la carne, tan típicas hoy en día, y desvergonzadamente
expuestas en tantos medios de comunicación:

(Gálatas 5: 19-21) "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,
disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas;
acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas
no heredarán el reino de Dios"

El verdadero hijo de Dios debe de vivir de modo muy distinto a ese en su transitar por este mundo.
Leemos en Romanos 8: 9, 10

"Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia"

Pablo vivía en el cuerpo (es decir, mientras anduvo en este mundo), según  la “fe del Hijo de Dios”,
es decir, no carnalmente, sino según el Espíritu de Cristo.

6. el cual (el Hijo de Dios) me amó y se entregó a sí mismo por mí


"…el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"
Cristo, el Hijo de Dios, nos amó, y por esa razón se entregó voluntariamente en la Cruz, para que
pudiéramos vivir en este mundo conforme a la voluntad de Dios:

"Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al
pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios" (Romanos 8: 3-8)

Cristo no sólo amó a todos y se entregó por todos. Cristo te amó a ti y a mí, y se entregó por ti y
por mí.

Si participamos de su muerte en la Cruz, participamos de Su vida, y así debemos vivir todos los
días que nos restan en este mundo: viviendo en la fe del Hijo de Dios.

(Romanos 8: 13) "si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis"

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