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El libro de la 

vida
La Biblia revela que hay un libro donde Dios escribe los nombres
de quienes heredarán la vida eterna. ¿Se incluirá su nombre en el
Libro de la Vida?

A través de sus profetas, Dios reveló la existencia de un libro muy especial en el que registra los
nombres de personas particularmente valiosas para Él.

Este libro, “el libro de la vida del Cordero”, no es un libro físico, sino espiritual, y le pertenece a
Jesucristo.

Apocalipsis 21:27 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

27 
No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

En él se encuentran los nombres de quienes son considerados justos ante Dios y que, si permanecen
fieles hasta el fin, recibirán la vida eterna.

Apocalipsis 3:5 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro
de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

Cuando alguien es borrado del libro, significa que está destinado a morir para siempre

Apocalipsis 20:15 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.


El Libro de la Vida se menciona por primera vez en Éxodo 32:31-32, cuando Moisés le ofrece a Dios
ser borrado de su registro diciendo: “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque
se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has
escrito”.

Pero Dios “respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro” (Éxodo 32:33).
Por nobles que hayan sido las intenciones del patriarca al tratar de proteger a Israel, Dios no negocia
así con la salvación.

¿Quiénes están en el Libro de la Vida?

El Libro de la Vida contiene los nombres de quienes se han convertido al camino de Dios y han
dedicado sus vidas a servirle.

Moisés, por ejemplo, sabía que su nombre estaba en este libro y, ya que Abraham, Isaac, Jacob y los
profetas estarán en el reino de Dios, sus nombres también deben estar en el registro (Éxodo 32:31-32;
Lucas 13:28). Cristo dijo además a sus discípulos: “regocijaos de que vuestros nombres están escritos
en los cielos”, y, en una de sus cartas, el apóstol Pablo nombró a varios “cuyos nombres están en el
libro de la vida” (Lucas 10:20; Filipenses 4:3).

¿Qué tienen en común Moisés y los destinatarios de Pablo? Tanto los profetas y patriarcas antiguos
como los miembros de la Iglesia de Dios tienen el don del Espíritu Santo como garantía de que
recibirán la vida eterna en el futuro Reino de Dios (1 Pedro 1:10-12; 2 Pedro 1:21; Romanos 8:9, 11).
Tener esta garantía es sinónimo de estar inscrito en el Libro de la Vida (Malaquías 3:16-17).

¿Puede ser alguien borrado del Libro de la Vida?

Dios fue muy claro al respecto: “Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro” (Éxodo 32:33).

Apocalipsis revela que “Si alguno añadiere a estas cosas [las palabras de la profecía de la Biblia], Dios
traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro
de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están
escritas en este libro” (Apocalipsis 22:18-19).

Además, la Biblia dice que en los tiempos del fin resurgirá un sistema religioso falso que estará basado
en la adoración de un hombre, será comparable a la adoración del mismo Satanás, y engañará a
tantos, que lo “[adorarán] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no [estén] escritos en el
libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8, 13).
Sólo aquellos que se resistan a este falso sistema inspirado por Satanás recibirán su recompensa
(Apocalipsis 15:2; 17:8; 20:4).
La esperanza de los fieles

En una visión de Daniel acerca del “tiempo de angustia” que vendrá al fin de esta era, Dios promete
que “será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro [de la vida]” (Daniel 12:1).

Dios también le reveló al apóstol Juan que, cuando “la gran ciudad santa de Jerusalén” descienda del
cielo, “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente
los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:10, 27).

Esta esperanzadora promesa se repite en el libro de Malaquías cuando Dios le habla a su obstinado
pueblo, Israel. Si bien el mensaje comienza como una corrección y advertencia para los israelitas por
haberse alejado de sus leyes cuando Él pedía honra, fidelidad y obediencia, Dios luego promete dar
vida eterna en su Reino (escribir en el “libro de memoria”, o Libro de la Vida) a todo el que le temiera
por amor a su pueblo.

“Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y
fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Eterno, y para los que piensan en su
nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Eterno de los ejércitos, en el día en que yo actúe;
y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve” (Malaquías 3:16-17).

Temer a Dios es tener un profundo respeto y amor hacia Él; amar a Dios es guardar sus
mandamientos, y guardar sus mandamientos es el único propósito del hombre (1 Juan 2:5; 5:3;
Eclesiastés 12:13).

Las Escrituras revelan que Dios conoce las obras de “los que temen al Eterno, y… los que piensan en
su nombre”, lo cual implica que siempre está atento a sus conversaciones y sus actos de amor y
misericordia (Malaquías 3:16; Mateo 10:42; 25:34-40). Como dice Hebreos 6:10, “Dios no es injusto
para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo
servido a los santos y sirviéndoles aún”.

¿Qué más registra Dios?

Por lo que vemos en la Biblia, tal parece que Dios también lleva registro de nuestra constante lucha
por mantenernos en su camino a pesar de la tentación y adversidad. Es por esto que, en un mal
momento de su vida y estando rodeado de enemigos, David (próximo a ser rey de Israel) le pide a Dios
recordar sus angustias pasadas: “Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no
están ellas en tu libro? (Salmos 56:8).

Y, en cierta ocasión, Nehemías le rogó a Dios: “Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres
mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio”, lo cual nuevamente sugiere la
existencia de un registro de nuestras buenas obras (Nehemías 13:14).
¿Lleva Dios registro de nuestros pecados?

Todos seremos juzgados según nuestras acciones: “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda
cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Isaías 66:15-16; Romanos 1:18-32; Eclesiastés 12:14).

Después de regresar a la tierra, Cristo juzgará a la humanidad: “aclarará... lo oculto de las tinieblas, y
manifestará las intenciones de los corazones” (1 Corintios 4:5). De hecho, Él mismo nos advierte que
“de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por
tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36-37).

Si bien estas Escrituras no comprueban que Dios tiene un listado escrito de nuestros pecados, sí
comprueban que sabe todo lo que hacemos; y ya que la memoria de Dios es perfecta, podemos decir
que lleva un registro.

Afortunadamente, hay algo que podemos hacer para que nuestros pecados sean borrados y Dios los
olvide para siempre: arrepentirnos y aceptar el sacrificio que Cristo hizo para pagar la pena de muerte
que merecíamos por nuestros pecados (Hebreos 8:12).

El profeta Ezequiel fue inspirado a escribir: “apartándose el impío de su impiedad que hizo, y
haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Porque miró y se apartó de todas sus
transgresiones que había cometido, de cierto vivirá; no morirá” (Ezequiel 18:27-28). En otras
palabras, cuando un pecador se arrepiente “todas las transgresiones que cometió, no le serán
recordadas”, “yo [Dios] soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de
tus pecados” (Ezequiel 18:22; Isaías 43:25).

La base del juicio de Dios

En una visión del trono desde el cual Dios juzgará a la humanidad, Daniel vio que “fueron puestos
tronos, y se sentó un Anciano de días... el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (Daniel 7:9-10).

Y en una visión similar, Juan vio “un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del
cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos” (Apocalipsis 20:11-12).

Estos libros son los libros de la Biblia, los cuales contienen las leyes de Dios —que son los parámetros
de su juicio; “fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus
obras” (v. 12).

Juan luego vio que “otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida”, pues, cuando ya haya
terminado el juicio, Dios revisará su registro “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue
lanzado al lago de fuego (vv. 12, 15).
¿Cuándo se ingresa un nombre al Libro de la Vida?

El primer paso hacia la salvación es creer en el evangelio de Jesucristo. El siguiente paso ocurre
cuando, “habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en
él, [somos] sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).

En el momento en que alguien recibe el Espíritu Santo (el sello de la promesa), pasa a formar parte de
la familia de Dios —“la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”— y su
nombre es inscrito en el Libro de la Vida (Romanos 8:14, 16; Hebreos 12:23).

¿Qué debemos hacer para ser inscritos en el Libro de la Vida?

Para que Dios escriba nuestro nombre en su Libro, debemos arrepentirnos de nuestros


pecados, bautizarnos y convertirnos espiritualmente, teniendo en cuenta que el bautismo en agua
implica un compromiso de por vida con el camino de Dios (Hechos 2:38).

En Juan 6:27, Cristo nos dice: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida
eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre”. Pero ¿por
qué deberíamos hacerlo?

Porque sólo “el que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5).

¿Qué significa exactamente “vencer”? Le invitamos a conocer la respuesta en los artículos de la


sección “Cambio” de nuestro sitio en la red.

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