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LLAMADOS POR DIOS

Romanos 8: 28-30 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para
que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó”

Llamamiento de Dios:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados”

Punto A:
(Ro. 8: 28) “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien...” o “Sabemos que
Dios hace que todas las cosas obren para bien”

Dios hace posible que “todas las cosas”, no sólo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no
significa que todo lo que nos pasa es bueno en sí mismo.

Lo malo sigue en este mundo caído, pero Dios es capaz de usar todas las circunstancias para nuestro bien,
temporal, y mayormente eterno.

Dios no está ocupado en hacernos felices, sino en cumplir Sus propósitos.

Punto B: 
(Ro. 8: 28) “...esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

La promesa anterior no es para todos, es sólo para los que le aman y forman parte, por tanto, de Sus planes.

Los llamados conforme a Su propósito, son todos los salvos.

En cambio, los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados (2 Ti.
3: 13)

Los verdaderamente llamados:


Estos tienen una nueva perspectiva, una nueva mentalidad en la vida, confían en Dios, no en los tesoros de la
vida; buscan su seguridad en el cielo, no en la tierra; aprenden a aceptar el dolor y la persecución sabiendo
que Dios está con ellos.

Filipenses 1: 29 “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino
también que padezcáis por él”

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2. Conocidos, llamados, predestinados

Romanos 8: 29“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”

Toda la humanidad se perdió sin remisión: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por
el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5: 12)

No había ninguna esperanza por el hombre mismo de ser regenerado, de volver al estado de inocencia. Por
mero sentido de justicia todos los hombres, estando en perdición, no podíamos ni debíamos ser recuperados.
La justicia nos condenaba sin remisión. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos
amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”
(Efesios 2: 4, 5)

La condenación la llevó el mismo Cristo en la cruz, para que así el hombre pudiera ser salvo.

Ahora bien, aunque Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”
(1 Timoteo 2: 4) y por ello Cristo dio su vida en la cruz, no todos son ni han sido salvos porque “no es de todos
la fe” (2 Ts. 3: 2), porque no son ovejas de Cristo (ver Jn. 10: 26)

¿Quiénes son ovejas de Cristo? Jesús dijo: “ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6:
65).

Los que son dados del Padre para salvación a través de Cristo, son esos llamados conforme a su propósito
(Ro. 8: 28b)

A. Los llamados, lo son desde antes de la fundación del mundo:


Efesios 1: 3-5 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”

Efesios 1: 11 “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del
que hace todas las cosas según el designio de su voluntad”

1 Pedro 1: 2 “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y
ser rociados con la sangre de Jesucristo”.

B. Por ser conocidos, fuimos predestinados:


(V. 29) “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo...”

No sólo se refiere a la omnisciencia de Dios en el sentido de que Él supo desde el pasado eterno quienes
habrían de venir a Cristo; habla también de una decisión predeterminada de derramar Su amor sobre
nosotros. Dios conoció de antemano, y también predeterminó. Todo ello “según el designio de su
voluntad”  (Ef. 1: 11)

Fuimos predestinados, ¿a qué?: A ser “hechos conformes a la imagen de su Hijo...”

La meta del propósito de Dios para los suyos es que sean hechos semejantes a Jesucristo. Esto implica un
proceso que apunta a una meta

1. Es la meta del supremo llamamiento en Cristo Jesús:

Filipenses 4: 8-14 “ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,9 y
ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia
que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección
de entre los muertos. 12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.  13 Hermanos, yo mismo no pretendo
haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

C) Esa meta no lo es sólo para el individuo, sino para todos los verdaderos conocidos de Dios:
(Efesios 4: 13) “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

(Colosenses 1: 28) “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”

D) Llegaremos a la meta cuando le veamos:

(1 Juan 3: 2, 3) “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo
aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.

Ese proceso de ser conformados a la imagen de Su Hijo culmina, no aquí en la tierra, sino en los cielos.

(Filipenses 3: 20) “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al
Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”

Justificados y glorificados:

(V. 30) “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó”:

Fuimos conocidos, predestinados y llamados al mismo tiempo (o a la vez). Así como fuimos predestinados,
fuimos llamados para ser justificados por el Justo y su justicia por su sangre. Justificados pues, fuimos
glorificados.

“juntamente con él [Cristo] nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús” (Efesios 2: 6)

Aunque todavía no hemos experimentado todo esto, para el Señor ya estamos resucitados, glorificados y
sentados en los lugares celestiales con Jesucristo, y este debería ser nuestro modo de ver las cosas:

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3: 1, 2)

Así que, para Dios, no sólo hemos sido llamados, conocidos, predestinados para ser hechos conformes o
similares a Cristo, sino que también hemos sido justificados y glorificados. Todo ello nos habla de la
Eternidad, donde Dios está.

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