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PRINCIPIOS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA INFANTIL

Reflexión

"Si tienes un niño pequeño que hace lo que quiere, que piensa que todos a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no
ayuda, que jamás se pone en el lugar del otro, aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que sirve para ir detrás de él. Si
eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se desborda: exige mucho y cuando la madre un día le dice no, no lo tolera. Lleva 17 años
oyendo que sí a todo. ¡¿Cómo que no?¡, dice.”

Las rabietas podríamos calificarlas como de expresiones reactivas con las que algunos niños muestran su desacuerdo u
enfado con alguna situación concreta y normalmente durante la interacción con algún adulto significante (padres, abuelos, etc...). Las
rabietas son un fenómeno normal en un determinado estadio evolutivo del niño (alrededor de los dos o tres años) y deberían ir
remitiendo a medida que el niño se hace mayor para desaparecer completamente hacia los cinco o seis años de edad. Sin embargo,
algunos niños, ya con cierta edad, saben que tener rabietas supone una forma rápida y eficaz para alcanzar sus deseos o caprichos.
Por su parte, los padres saben que satisfaciendo al niño, éste se calma rápidamente y se evita el bochorno de la pataleta,
especialmente si se produce en algún lugar público. Evidentemente, a la larga, este tipo de actuación por parte de los padres sólo
consigue perpetuar el problema.

Pautas a seguir en caso de rabietas puntuales

El consejo general es hacer caso omiso cuando se produce la rabieta y retirarle la atención inmediatamente. Es importante
que, en ese momento, no pierdan la calma y que actúen con firmeza, negando el capricho o la demanda, pero a la vez sin alterarse,
sin gritar ni reñir. En caso de que los padres se enzarzaran en una recriminación mutua o con el niño a gritos, éste percibirá que en
cierto modo sigue teniendo el control sobre la conducta de sus padres. Si la rabieta ha sido de cierta magnitud puede utilizarse la
técnica del "coste de respuesta" o "tiempo fuera" en la que el niño recibe una consecuencia negativa por su acto (retirada de algún
reforzador o se le aparta por un breve tiempo, por ejemplo, a su habitación). Posteriormente, una vez calmado, se puede hablar con el
niño y explicarle que por ese camino no va a conseguir nada, al tiempo que se establecen las situaciones en las que sí podrá recibir
sus demandas (cuando efectúe ciertas tareas o comportamientos adecuados).

Para tener un mayor control sobre el comportamiento, es muy importante que los padres y otros familiares cercanos
(abuelos, hermanos mayores, etc...) actúen de igual forma ante las demandas excesivas del niño. La complicidad y perseverancia de
los padres en su interacción con el niño es esencial para su control.

El niño negativista

Entendemos como tal aquel tipo de niño que muestra una oposición activa pero no agresiva. Sería el niño que "siempre
dice no". Probablemente el negativismo sea una forma segura de llamar y mantener la atención de los otros sobre uno mismo. Una de
las posibles causas de tal comportamiento, reside en el hecho de que el niño ha aprendido a que negándose a colaborar o a obedecer
órdenes puede evitar la realización de tareas que no son de su agrado. El niño se da cuenta de que sólo se trata de ser más
perseverante en su conducta (negativismo) que los mayores. Al igual que sucedía con el "niño de las rabietas" el resultado de su
conducta (el librarse de hacer aquello que no le gusta) no hace más que reforzar dicho comportamiento, aumentando su probabilidad
de ocurrencia y por tanto la cronificación del problema.

¿Por qué se porta mal?

Muchos padres dan por sentado que su hijo ha nacido así: "que le vamos a hacer..." e incluso son capaces de establecer
paralelismo con otros miembros de su familia: "ha salido como su abuelo...". Todo ello parece denotar la sensación de impotencia para
controlar la conducta por parte de los padres, situando el origen del problema en factores externos a ellos mismos. Lo que ignoran es
que, habitualmente, conductas como la desobediencia están fuertemente controladas por varias variables de las que no son ajenos los
propios padres. A continuación se relacionan las variables más importantes y que pueden constituirse en el origen y mantenimiento
del problema:

a) El control de las consecuencias


Una de las variables más importantes son las consecuencias que tiene para el niño la ejecución de una determinada
conducta. Patterson (1.982,1.986) desarrolló lo que denominó "hipótesis de coerción" y que ilustra perfectamente este punto. El autor
explica que algunas conductas como el llorar, gritar, patalear, etc.., son conductas instintivas en el recién nacido. En esta primera
etapa dichas conductas tendrían un valor de supervivencia, ya que el bebé puede controlar la conducta de su madre en vistas a poder
satisfacer sus necesidades más vitales (comida, calor..). De esta forma, si llora, la madre acudirá. Cuando va creciendo, el niño va
sustituyendo estas conductas rudimentarias por nuevas habilidades de comunicación (p.e.: expresar verbalmente la petición). Sin
embargo en determinadas circunstancias, los padres pueden favorecer que el niño siga utilizando las estrategias rudimentarias de la
primera infancia (rabietas, gritos, lloros...) como forma para controlar el comportamiento de la madre, en lugar de utilizar conductas
más adecuadas. Es el caso de cuando los padres en vez de prestar la debida atención a las conductas adecuadas a la edad del niño
(mediante alabanzas o premios) sólo parecen reaccionar y atenderle cuando éste expresa su demanda en forma de rabieta o pataleta,
momento en el que la madre acude presta y normalmente cede ante sus exigencias. El hecho de atender rápidamente sólo a este tipo
de comportamiento hace que estas conductas coercitivas de control, por parte del niño, se mantengan y perpetúen.

Ciertamente, con frecuencia, se dedica más atención a las conductas inadecuadas de un hijo que a sus conductas
adecuadas. En la base de todo ello está el hecho de que suele esperarse que el niño debe portarse bien siempre y que, por tanto, no
debe ser halagado o premiado por ello. El niño puede realizar a lo largo del día muchas conductas correctas pero no recibe a cambio
ninguna atención especial por parte de los padres. Por el contrario, dado que un padre no debe consentir que su hijo sea
desobediente o se porte de forma incorrecta, es rápidamente advertido o castigado. El niño se da cuenta que con este tipo de
comportamiento suele atraer la atención de su padre (a pesar de que es para regañarle) y quizás sea la única forma que conozca de
conseguir que le preste algo de atención.

b) Características padres e interacción con hijos

Dentro de este se incluirían las diferentes habilidades de los padres tales como su nivel de comunicación, de control o
forma de solucionar problemas. Hoy en día, uno de los peores enemigos a la hora de establecer un buen vínculo afectivo (vínculo de
apego) con los hijos es la poca disponibilidad de tiempo por parte de los padres. Las jornadas de trabajo, normalmente ocupan a
ambos padres todo el día, ello puede repercutir negativamente tanto en la cantidad como en la calidad de la interacción padres-hijos
tan necesaria a lo largo de todo el desarrollo del niño. Un escaso tiempo de dedicación determina en algunos niños la aparición de
conductas no adecuadas, de desobediencia o incluso somáticas (dolores, enfermedades sin causa orgánica aparente).

Otro factor importante a tener en cuenta son los estilos educativos de los padres. Hoy sabemos que los padres que
combinan el afecto emocional alto hacia los hijos, pero también su control, son los que obtienen los mejores resultados en cuanto al
funcionamiento afectivo e intelectual de sus hijos con un mínimo de problemas de conducta. Este estilo educativo denominado
"democrático" y considerado como el óptimo, según algunos estudios, se caracteriza por que el niño se siente amado y aceptado, pero
también comprende la necesidad de las reglas de conducta y las opiniones o creencias que sus padres consideran que han de
seguirse. Como padres debemos saber ser generosos pero, a la vez, es imprescindible establecer límites claros a las conductas y
demandas de nuestros hijos. Si así no se hace, las demandas aumentarán y la percepción del niño será de que tiene el control sobre
nosotros y que sus solicitudes son derechos reales a los que no tiene por qué renunciar.

Los modelos basados en una autoridad inflexible o los excesivamente permisivos, han demostrado ser menos adecuados y
eficientes en el establecimiento de vínculos afectivos adecuados, así como en la aparición de conductas disruptivas.

c) Las características de los hijos

Factores como el temperamento parecen ser también muy relevantes. A pesar de que la personalidad del bebé no presenta
todavía muchos de los componentes que son evidentes más tarde (como creencias, actitudes, etc..) sí está presente en forma de
expresividad emotiva y de sus reacciones ante la estimulación del entorno. Ante una misma actividad o juego (p.e : subirse a un
columpio) un bebé puede reaccionar gritando de alegría mientras otro reacciona de forma más tranquila o incluso llorando. En la base
se estas diferencias individuales estaría el temperamento particular que conforma la personalidad temprana del bebé.

d) Factores externos al niño

En último lugar, destacar que ejercen una particular influencia en las conductas de nuestros hijos factores externos al propio niño
como pueden ser:

- Los vínculos emocionales con los miembros de la familia.


Al respecto debemos preguntarnos si el niño se siente querido dentro de su núcleo familiar. Los lazos afectivos bien establecidos
a edades tempranas como el llamado Apego, son fundamentales para la estabilidad del niño y para prevenir posibles conductas
disruptivas. Es muy frecuente la aparición de conductas agresivas y de falta de empatía hacia los otros, en el caso de adolescentes
que se han visto privados de una adecuada vinculación afectiva con sus progenitores. Ello puede deberse tanto a factores de fuerza
mayor como la pérdida, muerte o separación física de los mismos, como a negligencia o falta de atención adecuada de los padres
hacia sus hijos, malos tratos, etc, aún conviviendo en un mismo techo. Sabemos que muchas de estas conductas son consecuencia
de la llamada de atención por parte del niño a los padres que quizás de otra forma no le prestan. Es importante compartir con el niño
tiempo suficiente para establecer dichos vínculos.

- El ajuste emocional y social de los padres.

Para una buena progresión emocional-conductual del niño, es muy positivo que los padres, no tanto no tengan trastornos
emocionales, sino que el niño no los perciba de forma angustiosa. Esto puede resultar difícil en caso de situaciones de maltrato o
separaciones traumáticas. Sabemos que existe una alta correlación entre madres deprimidas y trastornos de conducta en los hijos.

- Los Modelos.

Hasta que no está cercana la adolescencia, los principales modelos a seguir, en todas sus facetas, suelen ser los propios padres
o hermanos mayores. De nada servirá que le digamos que se comporte de una determinada manera, si los modelos que tiene a su
alrededor no son coherentes con lo que le pedimos. Sabemos de la impotencia de muchos centros escolares, que hacen una labor
educativa impecable pero que su labor no se ve complementada por los modelos familiares. Otro modelo a valorar es el que ofrecen
los medios como la Tv., Internet, Videojuegos, etc....

Pautas a seguir:

Cada niño es un mundo y no hay estrategias universales eficaces para todos ellos. Lo que funciona bien en un niño puede
no ser eficaz en otro. Aún así, hay una serie de principios que utilizados con la suficiente destreza pueden ponernos en el buen
camino para establecer, modificar o eliminar conductas en niños:

1-LÍMITES: Son fundamentales. Atrévase a poner límites a sus demandas. Si no lo hace a edades tempranas luego será mucho más
difícil establecerlos. Intente explicarle su punto de vista de forma calmada y adecuándola a la edad del niño. No utilice el tono
imperativo ni los gritos. Hágale saber más bien que está triste por su comportamiento, que está decepcionado, pero manténgase firme
en su posición. Es necesario establecer, desde la primera infancia unos hábitos adecuados en alimentación, ritmos de sueño, etc...
Son los propios padres los que han de marcar sus propios límites y normas en función de la edad del niño y sus valores educativos.
Poner límites no debe plantearse como un trabajo coercitivo con el niño, sino como un juego de equilibrios, en el que el niño va a
aprender el sentido de dar y recibir, al tiempo que va interiorizando una serie de pautas y valores que le servirán más adelante como
referentes.

2-CLARIDAD: Sea claro en las instrucciones. Si queremos establecer límites, el niño debe saber exactamente qué le pedimos. Si le
decimos "pórtate bien" esto puede suponer diferentes cosas en diferentes situaciones. Es más eficaz concretar la demanda en una
situación concreta. Por ejemplo en una situación de paseo por la calle le diremos "no cruces hasta que esté el semáforo verde", en la
casa en situación de juego "no tires los juguetes".

3-ATENCIÓN: Préstele atención cuando realice las conductas deseadas en caso contrario retíresela. El halago verbal y sincero
funciona muy bien como apoyo de otros refuerzos. En caso de aparición de una conducta disruptiva (rabietas...) retire la atención
sobre el niño (Tiempo Fuera). Un premio no esperado y contingente a la realización de alguna conducta deseada aumentan la
probabilidad de que vuelvan a ocurrir. Puede establecer también premios y consecuencias contingentes a las diferentes conductas
(Economía de Fichas - Coste de la respuesta).

4-COMPLICIDAD: Cuando se establecen unos límites o normas, estos deben ser respetados por todos los miembros de la familia.
Padres, hermanos o abuelos deben actuar de igual modo ante las conductas problema del niño. Si sólo es el padre o la madre la que
exige ciertos requisitos al niño, el avance es mucho más complicado sino imposible.

5-MINIMIZAR: Cuando dé instrucciones minimice el NO. Con niños es más efectivo el decirle lo que debe hacer que lo que no debe
hacer. Por ejemplo es más conveniente decirle: "habla bajito" que "No chilles". La primera la experimenta como una sugerencia la
segunda como una imposición.
-Debemos siempre desaprobar las conductas (morder, desobedecer, gritar....) nunca al niño (eres un desastre, eres muy malo,
eres...).

6-ELECCIÓN: Que elija él. A la hora de darle instrucciones podemos minimizar la probabilidad de desobediencia si proporcionamos al
niño varias opciones para que él elija. Por ejemplo en lugar de decirle sólo: "recoge los juguetes", podemos añadir: "mamá va a
ayudarte a recoger los juguetes, ¿dime cuales prefieres guardar tu? Al niño se le recuerda que la responsabilidad de guardar los
juguetes es suya, pero, a la vez, tiene cierta sensación de control sobre la situación y tolera mejor la demanda del adulto. Una vez
establecido el hábito de recoger probablemente lo haga sin demasiadas quejas y ayudas.

7-EXPLICACIÓN: Acompañe la demanda con una explicación breve. Si damos una explicación a una instrucción dada podemos
ayudar a que interioricen valores de conducta. Por ejemplo podemos decirle: "si pegas a tu hermanito se pondrá triste y no querrá
jugar más contigo". Se trata de que entienda que nuestra demanda no es por capricho o por llevarle la contraria, sino porque tiene
unos efectos molestos sobre nosotros u otras personas y que esto comporta consecuencias.

8-ALTERNATIVA: Una alternativa cuando tengamos que decir NO. Cuando tengamos que pronunciar un NO es importante minimizar
su efecto con una alternativa: "NO te puedo comprar una pasta antes de comer, pero sí te daré después el helado que te gusta".

9-FLEXIBILIDAD: Debemos crear límites y normas pero a la vez hay que saber ser flexibles en situaciones especiales a valorar por los
padres. Los niños crecen y los problemas y sus circunstancias cambian. Debemos estar abiertos a revisar y modificar el sistema de
contingencias cuando sea necesario. Una rigidez extrema en la configuración del sistema y sus normas es la mejor invitación a su
incumplimiento.

10-COHERENCIA: Tiene que haber coherencia entre lo que se le exige al niño y lo que él observa en su entorno más inmediato. No
podemos pedirle obediencia y respeto hacia la madre a un niño que vive en un entorno de menosprecio o maltrato familiar.

11-CONTROL: Controle sus emociones. Cuando estalla el problema. Cuando su hijo ha repetido la conducta que no deseamos,
cuando nos llaman del colegio, cuando todo parece hundirse, tómese un tiempo antes de responder. Sabemos que es complicado y
que si no se lanza un grito algo parece romperse en nuestras entrañas. Es fundamental el control de las emociones. Nuestro objetivo
es educar al niño. Si somos demasiado emocionales no estamos en condiciones de ofrecer el mejor modelo de nosotros mismos.
Proporciónese un tiempo de respiro, retire la atención al niño de la forma que permitan las circunstancias, hágale saber
inmediatamente su disgusto y luego en frío analice la situación y tome las decisiones oportunas. No razone en caliente. Ni usted ni su
hijo están entonces en las mejores condiciones.

No caiga en la trampa de enzarzarse en un diálogo de recriminaciones con su hijo. Es la mejor forma de acabar estableciendo un tipo
de relación conflictiva o coercitiva que no le va a llevar a ninguna parte. Esto no quiere decir que la mala conducta no deba tener sus
consecuencias para el niño, sino que éstas deben ser pensadas en frío aunque aplicadas lo antes posible para que sean efectivas.

12-CONSTANCIA: Es básico ser constante en la aplicación de cualquier estrategia que quiera modificar o establecer conductas. No se
desanime a la primera de cambio. Suele ocurrir que cuando se aplican límites o normas por primera vez se produzca una reacción
negativa. Esto es especialmente notable en aquellos casos en los que el niño percibe que se le van a retirar ciertos privilegios. Ello
puede provocar, de inicio, un aumento de la frecuencia y magnitud de los episodios problemáticos que luego, en la mayoría de casos,
remiten y se corrigen.

TÉCNICAS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA

Las técnicas que se describen a continuación están basadas en los principios de la Modificación de la Conducta. Algunas
de estas técnicas pueden parecer simplistas o insuficientes pero insistimos en el amplio soporte experimental con el que cuentan. Otra
ventaja es que aportan soluciones prácticas aplicadas en el aquí y ahora, utilizando la observación y medición de la conducta como
variable fundamental y en detrimento de otras técnicas más subjetivas. No se trata de eliminar la introspección o el análisis de otros
factores de riesgo existentes (entorno social, familiar, enfermedades orgánicas, factores emocionales...) sino de aportar soluciones
inmediatas y eficaces para el control o modificación de la conducta, en especial cuando existen problemas conductuales específicos
que provocan gran malestar o desadaptación del niño en su entorno próximo ya sea en la escuela o en el seno de la familia.

Las técnicas que se exponen a continuación, aunque se describen de forma separada, pueden utilizarse individualmente o
en combinación, según el caso, para aumentar los resultados.
Retirada de la Atención

Es una de las técnicas más eficaces para el control de la conducta infantil, en especial, para aquellas conductas que se
manifiestan con rabietas, pataletas, lloros, pero sin manifestaciones agresivas. La técnica no puede ser más sencilla en su
concepción: Se trata de que, ante las manifestaciones de gritos, rabietas u otros, dejemos automáticamente de prestar atención al
niño. Este modo de actuar se justifica bajo la hipótesis de que el niño efectúa tales manifestaciones para reivindicar ciertas demandas
o llamar la atención del adulto. El niño puede estar acostumbrado a conseguir lo que desea mediante este comportamiento (refuerzo
positivo). Así, puede haber aprendido que si efectúa cualquier petición acompañada de lloros o pataletas, la atención de los padres es
mucho mayor y es atendido antes en sus peticiones. Esto llega a convertirse en un hábito, en un círculo vicioso que crea malestar en
la familia.

Antes de poner en marcha esta técnica, hay que analizar la situación con tranquilidad y verificar que se está produciendo realmente la
conducta del niño por la supuesta demanda de atención. Para ello podemos valorar como reaccionamos nosotros ante la demanda, en
qué momentos sucede y qué es lo que ocurre. ¿Le presta la atención y el tiempo que necesita el niño? ¿Normalmente cede ante sus
demandas? ¿Se dirige con frecuencia a él cuando se porta "bien" para decírselo y premiarlo o sólo lo hace cuando lo castiga? Los
episodios de rabietas, desobediencia, etc. son, en gran medida aprendidos y, por tanto, podemos efectuar un desaprendizaje. Esta
técnica no es aplicable en conductas que cursen con fuerte agresividad verbal o física, con episodios de lanzamientos de objetos o, en
general, para aquellos comportamientos que signifiquen peligro potencial para el niño u otros. Para utilizar la técnica debemos tener
claros los objetivos y el método que debemos utilizar:

1- OBJETIVO: Enseñar al niño que efectuando las peticiones de forma inadecuada (rabietas, lloros, etc.) no va a conseguir nada.

2- MÉTODO: Si retiramos la atención que prestamos al niño (refuerzo positivo) inmediatamente después de la aparición de las
respuestas inadecuadas, éstas tenderán a desaparecer.

3-FORMA: ¿Cómo hay que hacerlo?

Cuando aparezcan las conductas inapropiadas actuar de la siguiente manera:

1- Retirar la atención inmediatamente.

Evite el contacto ocular o la emisión de cualquier recriminación, palabra o gesto. Haga como si la conducta no estuviera ocurriendo
(salvo en las conductas mencionadas anteriormente que pudieran suponer peligro para el niño u otros). Si sucede en casa puede
volverse de espaldas o salir de la habitación o estancia donde se encuentre. En situaciones fuera de la casa, dependiendo del lugar,
deberemos adaptarnos a las circunstancias. La regla general es mantenernos a cierta distancia sin prestar atención, pero esto
dependerá si estamos en un lugar abierto con peligro potencial para el niño (circulación de coches, paso de muchas personas, etc.) o
si nos encontramos en un lugar cerrado (tienda, supermercado, etc...). Si la rabieta tiene lugar en un sitio público donde no puede
separarse físicamente de su hijo, permanezca a su lado pero siga retirándole la atención como se ha mencionado antes (retirada
contacto ocular, sin gesticular, sin hablar).

En niños pequeños, si hay peligro de que se escape y está en vías públicas puede ser necesario retenerlo físicamente. En
estos casos, si opta por retenerlo, concéntrese sólo en ejercer la fuerza necesaria para evitar su huida pero mantenga (aunque
entiendo que es una situación comprometida) toda la tranquilidad posible, es importante que el niño no vea al adulto alterado
emocionalmente, debemos transmitirle una sensación de que tenemos el control de la situación y que con su actitud no va a conseguir
nada. Siga sin dirigirle palabra y espere a que la situación se calme. Diríjale toda la atención cuando el niño se tranquilice.

Una vez calmado puede entonces intentar explicarle (si el niño tiene suficiente capacidad de comprensión verbal), y sin
recriminaciones, lo que ha sucedido en tono calmado.

La idea no es transmitirle: "Te has portado mal, te desprecio y paso de ti", sino: "Puedes conseguir algunas cosas si lo pides de otra
forma".

2- Está totalmente contraindicado verbalizar cualquier manifestación de reproche, sermonearlo o advertirle de que no le vamos hacer
caso por mucho que insista. De esta forma lo estamos retando a una discusión dialéctica y puede empeorar las cosas. Simplemente:
No le diga nada. Sí puede decirle con una frase escueta y con voz lo más calmada posible que se siente triste y decepcionada...
3- Una vez que la conducta empiece a bajar de tono puede progresivamente prestarle atención de nuevo.

4- Se trata de una técnica que produce efectos de mejoría de forma progresiva. Nos llevará cierto tiempo (dependiendo de las
variables propias del niño y su entorno) el conseguir resultados claros.

RECUERDE QUÉ:

1- Estamos utilizando técnicas para conseguir que el niño desaprenda hábitos mal adquiridos y este proceso llevará un tiempo.
Paralelamente debemos trabajar y potenciar las conductas alternativas que nos interesa que el niño utilice. Insistimos en que los
padres intenten mantener la calma ya que el niño va interiorizando estos estados emocionales. Si la respuesta a sus malas conductas
es sólo más ruido y reproches fuera de tono, es muy probable que esto nos venga devuelto al ir el niño interiorizando estos patrones.

2- Debemos ser constantes en la aplicación de la técnica y coherentes en su aplicación. Para ello es necesario que ambos padres y el
resto de figuras relevantes para el niño (abuelos, tíos, etc) actúen de igual forma ante las mismas conductas.

3- Al inicio de aplicación, estas técnicas suelen producir un aumento en la frecuencia e intensidad de las conductas que precisamente
intentamos eliminar. Es un hecho normal e indicador de que vamos por el buen camino. No se desanime tras los primeros fracasos.
Necesitaremos un poco de tiempo.

POR QUÉ DEBEMOS ACTUAR:

Hay una creencia extendida de que ciertas conductas infantiles son propias de la edad y que con el tiempo tienden a desaparecer.
Ciertamente, así puede suceder en muchos casos. Sin embargo, es muy arriesgado pasar por alto ciertos comportamientos con la
esperanza de que el tiempo lo mejore. Una intervención en la etapa infantil, no hecha a tiempo, puede suponer la consolidación,
perpetuación y agravamiento del problema en la adolescencia. Las normas, valores y referentes deben construirse desde la temprana
infancia. Es una irresponsabilidad dejarlo en manos del futuro para evitarnos los costes del presente.

3- La técnica del Tiempo Fuera

Esta técnica supone una variación de la anterior en tanto es una técnica que utiliza básicamente la retirada de atención, por
lo que muchos de los principios allí expuestos son válidos aquí pero con algunas matizaciones. Delante episodios de lloros, rabietas o
travesuras más subidas de tono (por ejemplo, cuando se produce el descontrol), puede utilizarse la técnica de "tiempo fuera", en el
que el niño se le retira físicamente del espacio actual para trasladarlo a su habitación u otro lugar, por un breve espacio de tiempo.
También pueden ser los padres los que se retiran del lugar donde esté el niño (cuando es posible, p.e. en el comedor de la casa).

Veamos algunas orientaciones para proceder adecuadamente:

1- El sitio al que lo retiremos temporalmente debe ser un sitio en el que no tenga al alcance juegos u otras compañías para
entretenerse. No se trata de buscarle un sitio hostil sino un sitio que sea aburrido con escasas posibilidades de que pueda hacer algo
para pasar el tiempo.

2- Debemos trasladarlo inmediatamente después de aparecer la conducta o en el momento que ha llegado a un punto insostenible
(por ejemplo, discusión entre hermanos que llega a un punto de descontrol).

3- No discuta con él, no entre en recriminaciones ni calificativos despectivos como: "Eres muy malo y te voy a castigar" o "Me tienes
harta, no tienes remedio... " Sí puede explicarle, con un tono calmado pero seguro y imperativo, el motivo de su retirada. Para ello
dígaselo concretando su queja "Como has pegado a tu hermanito no vas a poder jugar con él". Haga caso omiso de sus protestas o
promesas. Recuerde que debe mostrarse enfadada pero no fuera de control. La idea es lanzarle un mensaje muy claro de que ha
hecho algo mal y que estamos disgustados con él. Al respecto y de forma muy breve puede también decirle (ajustando el mensaje a la
edad del niño) algo así como: "me has decepcionado tanto que, en estos momentos no quiero estar contigo. Me siento muy triste".

4- No permita que salga antes de tiempo del lugar de aislamiento. Si lo hace adviértale de consecuencias más negativas como que
deberá estar más rato en esta situación.

5- El tiempo de aislamiento normalmente se calcula en base a un minuto por año del niño con un máximo de 20 minutos. Sin embargo,
esto debe ser valorado por los padres. No se aconsejan tiempos más largos ya que pueden producir la conducta contraria a la que
queremos eliminar.
6- Si cuando lo vamos a buscar nos vuelve a regalar con conductas inadecuadas, hay que advertirle que si quiere salir deberá estar al
menos 15 segundos sin efectuarlas. Manténgase firme en la decisión. Si pasa la prueba es muy posible que los episodios remitan, si
cede aumentarán con toda probabilidad.

7- En el caso de que haya provocado desperfectos en el interior del habitáculo (ha desordenado o roto alguna cosa) deberá reponerlo
o corregirlo con alguna acción antes de salir.

8- Debemos tener cuidado que esta retirada física no comporte algún tipo de beneficio indirecto al niño. Por ejemplo si el niño
consigue dejar de estudiar o evitarse comer algo que no le gusta, lo que haríamos es reforzar la conducta inadecuada.

Ésta técnica suele ser muy efectiva si se utiliza adecuadamente y con decisión. La efectividad de la técnica, independientemente de
que le estamos retirando la atención, es que estamos despertando, contingentemente con la aparición de las conductas no deseadas,
uno de los "fantasmas infantiles" más presentes en la etapa infantil: la ansiedad de separación. Aunque el niño tenga suficiente edad
para saber que no será abandonado realmente, el hecho de hacerle revivir esta ansiedad puede dispararle interiormente ciertas
alarmas. Lo que ahora puede temer no es la separación física sino la emotiva. De tal forma que el niño corregirá su conducta actual y
futura no por las razones de los padres sino por las suyas (temor a perder el respaldo emocional de los padres). Como en todas las
técnicas basadas en la retirada de atención, recuerde que deben introducirse momentos de atención hacia el niño contingentemente a
la aparición de conductas deseadas. El refuerzo verbal y físico (halagos, abrazos, manifestación de alegría, entrega de algún premio,
etc.).

4- Economía de fichas. Coste de la respuesta

No nos ayuda nada que el niño obtenga regalos o juguetes de forma fácil pese a que presenta comportamientos disruptivos o
desobedientes. Formando parte de un tratamiento más global, la técnica de denominada de "economía de fichas" suele funcionar muy
bien para regular los refuerzos que recibe el niño. Para obtener un premio (juguete, salida a parque temático, excursión, etc...) deberá
efectuar una serie de conductas deseadas (o dejar de hacer otras) que deben concretarse (portarse bien, obedecer, estudiar, ordenar
sus cosas, etc...).

Tras efectuar esta conducta se le dará inmediatamente un reforzador (puntos, fichas...) que el niño ira recogiendo hasta llegar a una
determinada cantidad, momento en el que se le entregará el premio final. También se pueden pactar pequeños premios inmediatos
para ciertas conductas deseadas al tiempo que se acumulan puntos para el premio mayor (refuerzo demorado). Lo importante es
conseguir que el niño se dé cuenta que obtiene mayores beneficios y privilegios actuando de forma correcta.

Veamos algunos puntos claves para el buen funcionamiento:

1- Dichos premios deben estar pactados de antemano, ser claros y atractivos para el niño. Busque realmente cosas que le gusten (no
sirve pretender que se gane algo que necesita, por ejemplo, unos nuevos lápices para el colegio).

2- Asegúrese de que al principio puede ganarlos más fácilmente para motivarle. La entrega de estos premios debe ir acompañada de
un halago sincero "estoy muy contento", "lo haces muy bien...." y, evidentemente, nunca deben ir acompañados de verbalizaciones
negativas del tipo "a ver cuanto dura..." Cuanto más pequeño sea el niño o más inquieto, más cortos deben ser los períodos en los
que se evalúa la conducta (no funcionará prometerle algo si aprueba el curso dentro de tres meses).

3- En el caso de niños hiperactivos tenga en cuenta que hay especial dificultad para posponer las cosas. En todos estos casos, si se
entrega una ficha como reforzador, ésta podrá ser intercambiada (al menos al principio) inmediatamente por algún objeto de su deseo
(pequeño juguete, golosinas, etc...). Deberá procederse de igual modo con niños que presenten discapacidad intelectual.

4-Es importante que se cree una lista o cartel donde se puedan visualizar el estado de los puntos obtenidos y los que le faltan para
llegar al premio, cuando éste se demora según el plan establecido. En caso de la aparición de mala conducta puede también utilizarse
la retirada de alguno de los puntos (coste de la respuesta).

5- Sea constante en la aplicación de ésta técnica y no se deje llevar por la frustración en el primer contratiempo. Se necesita tiempo
para cambiar hábitos mal adquiridos y no hay soluciones mágicas al respecto.
6-Recuerde que cuando dé instrucciones a su hijo, debe hacerlo de forma clara y concreta, sin contradicciones y de forma que sean
comprensibles para su edad. Procure no hacerlo acompañado de contacto físico instigador (la utilización de la instigación ha
demostrado ser un gran potenciador del incumplimiento).

Estas técnicas suelen ser muy efectivas para el control de las conductas tanto en el ámbito familiar como en el escolar. No
se trata de que el niño aprenda a funcionar siempre a base de premios sino de darle, al principio, motivos para iniciar un cambio en
sus conductas. Lo que se espera en el futuro es que las conductas adecuadas se mantengan no por los premios sino por lo que
llamamos "reforzadores naturales". Por ejemplo, un niño puede empezar a no efectuar determinadas conductas disruptivas por
ganarse el premio, pero este cambio de comportamiento puede hacer que funcione mejor con sus amigos y esto convertirse a medio
plazo en un reforzador más potente que el premio inicial. Las conductas pasan a ser controladas por las consecuencias positivas que
se generan en su entorno.

5- La intención paradójica

Es una técnica que bien utilizada puede tener un efecto fulminante sobre la conducta que queremos cortar. Explicado en
pocas palabras se trataría de pedirle al niño o al alumno que haga aquello que precisamente queremos evitar. Imaginemos una
situación en un aula donde un niño se niega sistemáticamente a efectuar cualquier actividad escolar. El niño cada día entra en una
dinámica de provocación hacia al maestro, sometiéndolo a una dura prueba de paciencia.

¿Qué ocurriría si un día el maestro le dice: "Hoy quiero que no hagas nada, te voy a dar permiso para que estés todo el tiempo sin
hacer ninguna actividad. No quiero ni que me escuches. Sólo debes permanecer callado y sin hacer ruido en tu sitio". Unas
instrucciones de este tipo pueden crear en el niño una situación de perplejidad, aunque al principio pueda vivirlo de forma gratificante.
El hecho de que se inviertan los roles, es decir, siempre la desobediencia se producía para dejar de hacer la actividad concreta. Ahora
para no hacer la actividad debo de obedecer las instrucciones, con lo cual el niño pasa a perder su papel de desobediente. Para este
día podemos planificar unas actividades gratificantes para el resto de los niños y en las que no podrá participar el niño que tenemos
bajo las instrucciones de "no hacer nada". Debemos procurar que se aburra lo máximo posible e incluso si interviene en alguna
actividad recordarle que él no puede hacer nada ese día. Con esta actuación es de esperar que el niño haga un cambio de
planteamientos y que sus conductas negativistas en el aula disminuyan. Evidentemente la técnica tiene sus limitaciones y debe
valorarse antes su idoneidad según el perfil del niño. Suele funcionar bien en niños de entornos problemáticos pero con un perfil
cognitivo normal.

Resumen de la técnica:

Ámbito de aplicación: Estas técnicas se suelen utilizar puntualmente en casos concretos y especialmente cuando otros recursos más
habituales no han funcionado. Puede utilizarse para contrarrestar conductas disruptivas de desobediencia, negativismo o de tipo
desafiante-oposicionista. Principalmente cuando estas conductas suponen además intentos para acaparar la atención de los demás
sean compañeros o maestros.

Edad: Puede utilizarse a cualquier edad con los ajustes pertinentes. En alumnos de escuela ordinaria y de educación especial que
tengan el nivel cognitivo suficiente.

Puntos fuertes: Supone un recurso alternativo cuando otras estrategias más convencionales no han acabado de funcionar. Introducen
elementos nuevos no esperados en las consecuencias de las conductas disruptivas y provocan en los niños o jóvenes un cortocircuito
en el círculo habitual acción-reacción.

Limitaciones: No hay patrones fijos a seguir. Depende de la creatividad de la persona que lo utiliza y la elección del momento y la
situación. Puede provocar, si no se utiliza adecuadamente, un efecto reforzador de la conducta que intentamos controlar. Una vez
utilizada una estrategia determinada ésta deja de ser sorprendente y no tendrá un efecto tan contundente como cuando se utilizó por
primera vez.

2- Fundamentos teóricos
Las estrategias que vamos a plantear en esta página suponen una adaptación de algunos de los principios de la llamada Intención
Paradójica expuesta originalmente por el Dr. Victor Frankl en 1.936 y 1.946. Desde entonces han sido aplicados en diferentes
contextos y situaciones dentro de la Modificación de Conducta.

3- Descripción

Esta técnica recibió la denominación de “paradójica” dado que los procedimientos se construyen para sorprender. Son contrarios a las
expectativas de los pacientes, a sus propias expectativas de lo que se espera de ellos y, en definitiva, ocurre un cambio drástico en la
forma de sentir y afrontar el problema. En general, las técnicas paradójicas en psicología, implican pedir al paciente que haga o
aumente la frecuencia precisamente de lo que se quiere evitar. Los mejores resultados se dieron en personas en las que asociados al
problema que había de tratarse, presentaban ansiedad anticipatoria. Por ejemplo, a un niño que no podía dormir (insomnio), se le
pidió que preparara su habitación para no dormir durante toda la noche. Así el niño disponía sus juguetes preferidos para entretenerse
y eliminaba la tensión que le producía el hecho de pensar que se acercaba la noche y no podría conciliar el sueño. El resultado es que
se quedaba dormido. Pero lo que nos interesa aquí de la técnica es su efecto sorprendente, novedoso, no esperado. Muchas
conductas disruptivas, tanto en casa como en el colegio, tienden a cronificarse. Los mismos hechos se repiten una y otra vez en un
círculo vicioso en el que los diferentes protagonistas ya conocen el final. Existe una especie de “acomodación” a los hechos y
circunstancias pese a que sean dolorosas para todos. Estos episodios cíclicos pueden intentar romperse precisamente con estrategias
paradójicas, aprovechando su poder para cambiar las contingencias habituales y esperadas.

4- Ejemplos de su funcionamiento

Luis era un niño de 10 años que presentaba numerosas conductas disruptivas. Sus padres estaban especialmente preocupados por la
actitud del niño que cada vez que se enfadaba se subía a un armario. Dentro de un programa más estructurado en el que se incorporó
la economía de fichas, se le dijo al niño que si se subía al armario debería permanecer allí un determinado tiempo, en caso contrario
perdería puntos.

Por qué funciona:

1º- Las instrucciones resultan paradójicas (no esperadas para el niño). Se le pide que haga justo lo que él está acostumbrado a hacer
para llamar la atención y provocar el enfado de los padres. Ello supone un cambio de contingencias en la situación.

2º- Si el niño está acostumbrado a ser desobediente, le provocamos una situación de perplejidad, dado que ahora la desobediencia
sólo se puede dar en sentido contrario, es decir para desobedecer a sus padres debería bajar inmediatamente del armario.

3º- Por otra parte, el hecho de subirse al armario se convierte en aversivo ya que si efectúa la conducta ya no se le obliga a bajar (no
hay enfado de los padres) y además tiene que estar un tiempo allí si no quiere perder puntos.

En resumen, el poder de la técnica se basa en su capacidad de sorprender y cambiar las contingencias de las situaciones, en
especial, aquellas que se han cronificado. (En caso de Juan Pablo)

5- Limitaciones y precauciones en su uso

Como limitaciones hay que señalar que no se trata de una técnica estructurada sino de un principio teórico basado en la intención de
crear un cambio de perspectiva. Por tanto, cada intervención depende mucho de la persona que lo aplica, su creatividad, idoneidad en
el momento y el tiempo preciso para que ejerza efectos positivos. El uso de estas técnicas es más adecuado cuando los métodos
tradicionales ya se han agotado o nos encontramos ante una situación complicada o imprevista y tenemos que buscar un elemento
novedoso para salir de la situación lo mejor posible.

Imaginemos una clase con 25 adolescentes y un joven que se muestra muy desafiante y se niega a abandonar el aula tras ser
expulsado por el maestro. La situación es tensa y el joven puede explotar si es obligado a salir. Por otra parte el maestro no cuenta,
en ese momento de ayudas externas. El joven sigue afirmando que no va a salir del aula bajo ningún concepto y va a permanecer en
ella pase lo que pase. La autoridad del maestro está siendo puesta en evidencia.

¿Cómo pueden ayudarnos aquí las estrategias paradójicas?


En esta situación, necesitamos urgentemente hacer un requiebro, lanzar una bola de humo y cambiar el guión de las contingencias
esperadas. El joven probablemente espera entrar de lleno en el conflicto. Es su decisión frente a la del maestro. Sin embargo, esto va
a cambiar. El maestro decide aceptar la decisión del joven de quedarse en el aula a toda costa, pero a la vez, mantiene que éste debe
seguir separado del grupo por lo que maestro y resto de alumnos abandonan el aula y van a dar la clase a otro recinto. Evidentemente
esta actuación depende de las posibilidades del colegio y, en todo caso, no exime al alumno agresivo de recibir posteriormente las
consecuencias correspondientes previstas por la dirección del Centro. Lo que nos interesa es que maestro y compañeros han salvado
la situación de la mejor manera posible ante un hecho imprevisto. Pese a que se puede pensar que el alumno desafiante puede
entonces reaccionar siguiendo a los alumnos en su salida de clase, esto ocurre raramente ya que, de entrada, el primer efecto suele
ser la perplejidad por el cambio de las contingencias habituales. Otra de las limitaciones de las estrategias paradójicas es que a
medida que las utilizamos pueden ir perdiendo su capacidad “sorpresiva” y las situaciones se vuelven de nuevo a ser previsibles. Por
tanto, es importante la creatividad e ir introduciendo factores novedosos en función del caso.

6- Casos prácticos

Ejemplo 1

P. es un adolescente de 14 años que asiste regularmente al colegio pero no muestra ningún interés por aprender. Pertenece a un
grupo étnico y social de riesgo con carencias económicas. A ello se le une la pérdida por enfermedad de la figura paterna. En la
escuela se niega sistemáticamente a trabajar creando un problema a los maestros en el aula. Con frecuencia desatiende sus
instrucciones no siguiendo las actividades correspondientes. Como parte de la estrategia de intervención, se aconsejó a los maestros
de P. utilizar estrategias paradójicas en el aula. Se le dio permiso al joven para no hacer nada durante toda la jornada. Quedaba
exento de efectuar cualquier actividad, sólo debía permanecer callado y quieto en su sitio. Al mismo tiempo se le recordaba que no
debía hacer nada en el caso de intentar sumarse a cualquier actividad por su cuenta. La idea era tenerlo muerto de aburrimiento y que
fuera el niño quien tuviera la necesidad de solicitar incorporarse al trabajo en el aula. Ahora las contingencias habían cambiado. P. se
daba cuenta que era peor (menos reforzante) no hacer nada, que ir efectuando las actividades, a pesar de que algunas de ellas no le
gustaban. No se le imponía trabajar sino que era él mismo quien lo decidía como mal menor.

Ejemplo 2

Rafa es un niño de 7 años que tiene algunos problemas de conducta, especialmente, con su madre. Con frecuencia al salir del colegio
y cuando lo viene a buscar se niega a subir al coche y comienza todo un repertorio desafiante. El niño se niega a ir a casa. La madre
intenta convencerle con todo tipo de promesas, mientras que el niño sigue ignorándola..........Diferentes adultos que están cerca del
niño intentando convencerle de que obedezca a la madre lo que no hace sino incrementar su rebeldía al sentirse el centro de la
atención. Definitivamente el niño no obedece a razones de nadie. En este caso, la maestra que observó la situación, lo que hizo fue
dirigirse a la madre invitándola a que no prestara atención al niño. Acto seguido ambas se dirigieron, tranquilamente y hablando entre
ellas, al coche de la madre situado a unos 30 metros de donde estaba el niño. Subieron al mismo y cerraron las puertas mientras
seguían sin prestarle atención. El niño perplejo lo miraba desde lejos pero no comprendía qué pasaba y por qué ya nadie le decía
nada. La siguiente instrucción de la maestra fue que pusiera en marcha el motor e hiciera la intención de arrancar. El niño no tardó en
subir al coche voluntariamente pero con cierta desorientación acerca de lo que había ocurrido dado que el guión cotidiano se había
roto. El hecho de que su madre y la maestra le dejaran de prestar atención ante su mal comportamiento y se subieran al coche sin
obligarle a él, creó en el niño una descolocación total al ser elementos novedosos y que no obedecían a la secuencia habitual.
Evidentemente no se trata de hacer cada día un número.

Muchos pueden pensar que al niño se le puede sorprender sólo una vez. No obstante, este tipo de recursos, ante situaciones
puntuales, creados con imaginación, y formando parte de un tratamiento más estructurado, pueden contribuir a su éxito ya que ayudan
a romper los círculos viciosos.

El principio de premack

1- Resumen de la técnica:

Ámbito de aplicación: Su uso más común es para incrementar (reforzar) aquellas conductas deseables de baja ocurrencia:
incrementar el tiempo de trabajo en clase, potenciar el aprendizaje de una materia concreta o, también, reducir conductas disruptivas
en clase cuando éstas no son de excesiva gravedad.

Edad: Puede aplicarse en todas las edades cambiando las formas y los refuerzos. Tanto en Educación Ordinaria como en la Especial.
Puntos fuertes: Es una técnica poco intrusiva en la que es el niño el que tiene el propio control de las consecuencias. Es decir, si
efectúa la conducta que le solicitamos tendrá contingentemente a su disposición la situación reforzante.

Limitaciones: Para que funcione es necesario conocer cuáles son las conductas más reforzantes para cada niño. Su aplicación en
grupo puede ser complicada debido a que las áreas de interés de cada alumno pueden variar.

2- Fundamentos teóricos

Se trata de un principio de reforzamiento formulado originalmente por Premack en 1.965. El enunciado literal nos dice: “Dadas dos
respuestas en un procedimiento de condicionamiento operante, la respuesta más probable reforzará a la conducta menos probable; la
respuesta menos probable no reforzará a la conducta más probable.

3- Descripción

Vamos a explicar un poco mejor el principio. Lo que hizo Premack es observar en una situación experimental las opciones naturales
que los niños preferían al ofrecérseles dos opciones. La primera era jugar a maquinitas (en aquel entonces jugar al pinball, hoy podría
ser cualquier tipo de juego al ordenador) y la segunda comer golosinas o “chuches”. En los niños que prefirieron jugar al pinball se
estableció que esa era la respuesta reforzante, igualmente para los que prefirieron las golosinas, mientras que la otra opción pasaría a
ser una conducta menos probable o apetecible en una situación de libre elección. Pero lo realmente interesante es que Premack
verificó experimentalmente que podíamos utilizar la conducta más probable (la que le gusta al niño) para reforzar la ocurrencia de la
menos deseada o probable.

4- Aplicación

Para no extendernos en más consideraciones técnicas, lo que se deduce a efectos prácticos es que, si sabemos cuáles son las
actividades que más le gustan al niño, podemos utilizar éstas para reforzar la presencia de otras que le son menos agradables. Por
ejemplo: imaginemos un niño que le encanta dibujar en clase pero no soporta las matemáticas. En ese caso lo que podemos hacer es
darle la oportunidad al niño de que efectúe su actividad preferida por más tiempo (actividad reforzante) contingentemente a aumentar
el tiempo de dedicación a las matemáticas (actividad menos preferida). También podemos supeditar el tiempo dedicado actividades
lúdicas diversas (las de su agrado) al compromiso de aumentar progresivamente el tiempo a ciertas materias o actividades que no le
gustan tanto o presenta problemas.

Otros ejemplos aplicados:

-Después de realizar un número determinado de operaciones matemáticas (conducta de baja frecuencia) puede dedicar un tiempo
establecido a una actividad muy habitual en él (dibujar, pintar, plastilina).

-Después de permanece atento y efectuar una actividad de Lectura durante el tiempo establecido (conducta baja frecuencia), a
continuación puede dedicar un tiempo a trabajar con recortables (conducta de alta frecuencia o reforzador de actividad). Hay que tener
en cuenta que la diferencia fundamental con otras técnicas operantes (refuerzo, coste de la respuesta, etc...) es que aquí el reforzador
no es un objeto, ficha, premio o cualquier otro elemento primario sino una conducta de alta probabilidad de ocurrencia en un individuo
concreto (dibujar, pintar, jugar en el ordenador, etc...). Igualmente el objetivo del cambio es una conducta de baja probabilidad de
ocurrencia pero que deseamos que aumente (estudiar, no levantarse de la mesa en la escuela, obediencia, atención, etc...)

Orientaciones generales:

La técnica puede adaptarse a diferentes edades y tomar diferentes formas, preferentemente y, según nivel del niño, a partir de los 7 u
8 años. Es una técnica básicamente de aplicación individual ya que dependemos de las preferencias naturales del niño, pero puede
también aplicarse colectivamente ya que hay actividades que son del gusto de la mayoría de jóvenes (deportes, ordenadores, etc...).

Hay que ser creativos en su aplicación y el secreto está en encontrar la conducta de alta frecuencia que nos sirva como reforzador
adecuado en cada caso.

En algunos casos, suele funcionar muy bien apoyarse con registros o gráficos visuales (especialmente en el ámbito de la educación
especial) en donde el niño pueda ver que tiene a su disposición la actividad reforzante.
Igual como ocurre en la aplicación de otras técnicas, es necesario asegurarnos que el niño consiga algunos pequeños logros al
principio para que no se nos desmotive.

A nivel de grupo señalar que, tras la planificación previa, podemos mejorar aspectos del funcionamiento del mismo dentro del aula. A
tal efecto puede crearse un registro colectivo donde la consecución de los objetivos marcados comporte beneficios para el grupo en
forma de tiempo libre extra, cambios a actividades más gratificantes (aumentar tiempo de juego), o mejorar colectivamente la nota con
un plus pactado con anterioridad.

Las posibilidades son muchas y sólo dependen de la imaginación de las personas que la aplican y las limitaciones o posibilidades del
grupo o escuela.

Con el tiempo, se espera que las nuevas conductas que han tenido que ser reforzadas al principio con actividades gratificantes, vayan
progresivamente consolidándose y finalmente no necesiten ya del refuerzo inicial para seguir en el repertorio del niño.

En definitiva, podemos aplicar el Principio de Premack para aumentar la motivación hacia el trabajo pero también para fomentar
aspectos de la relación entre iguales, mejorar la cohesión del grupo o mejorar la conflictividad en o entre alumnos concretos.

5- Caso

Juan es un niño de 12 años que presenta episodios recurrentes de desobediencia hacia su maestra con dificultades para centrar la
atención y alterando el buen funcionamiento de la clase. Lo que más le gusta es jugar en el ordenador, en especial, los juegos de
competición de coches. La única ocasión que tiene de hacerlo en la escuela es en la hora semanal que tienen de informática. No
obstante, el tiempo de juego libre es sólo de unos 10 minutos ya que en el resto del tiempo se efectúan actividades programadas. En
este caso, aparte de otras medidas, se le planteó a Juan la posibilidad de poder jugar hasta 20 minutos. No obstante, se le advirtió
que si sus conductas en clase continuaban este tiempo podía reducirse a 0. Juan está acostumbrado a ser castigado y es consciente
que sus problemas conductuales le imposibilitan, de entrada, conseguir cualquier recompensa mediante el sistema de fichas
convencional al que no responde bien. Es por ello que se pensó en utilizar el Principio de Premack combinado con el coste de la
respuesta. De esta forma, se le comentó a Juan que el refuerzo estaba disponible (20' juego ordenador en clase informática).
Dependía de él conservar ese tiempo. El mensaje que se lanzaba al niño había cambiado. Ya no se trataba de castigarlo si no era
obediente (es el maestro quien toma la iniciativa como ejecutor del estímulo punitivo), sino de hacerle ver que, de entrada, ya dispone
del reforzador (un tiempo adicional en su actividad favorita), sólo tenía que esforzarse en no ser desobediente para disfrutarla (el peso
recae sobre el propio individuo que toma el control sobre las consecuencias).

Detalles de la intervención efectuada:

Para concretar la actuación, se creó un registro con una barra que representaba que los 20 minutos de juego estaban disponibles al
comenzar la semana (el lunes). A medida que Juan efectuaba las conductas no deseadas esa barra iba creciendo restándose el
tiempo disponible. Es decir, Juan consume tiempo de su juego favorito paralelamente a la aparición de las conductas negativas (coste
de la respuesta).

Antes de poner en marcha la intervención:

1- Se pactaron las conductas susceptibles de penalización para que no hubiera discrepancias o dudas. Es decir, se especificó al niño
de forma concreta cuales eran las conductas que consideramos desobedientes (levantarse de la mesa en el aula cuando se está
trabajando, negarse a trabajar, etc...).

2- Se seleccionaron las conductas más molestas o persistentes para actuar sobre ellas. No conviene actuar sobre muchas
manifestaciones conductuales a la vez. Una vez se produce la mejora sobre el objetivo planteado pueden incorporarse otras
conductas progresivamente para su control o modificación.

El registro se formalizó y estaba disponible para ser visto cada vez que se le restaba tiempo. Suele ser más eficaz que el niño
visualice directamente sobre un gráfico el estado de la situación que se lo expliquemos sólo con palabras.

Recordar que uno de los factores claves del éxito de esta técnica es que el niño tiene directamente el control sobre las consecuencias
de su conducta. Es decir, ya tiene el premio de entrada, pero deberá ser capaz de controlar su conducta para no perderlo. Ello lo hace
más atractivo y diferente del castigo clásico. Juan siguió con malas conductas la primera semana de implantación del registro, mejoró
en la segunda y en la tercera consiguió disponer de todo el tiempo de juego.

Recordar que:

Al introducir estas técnicas lo que estamos haciendo es producir en el niño un aprendizaje conductual nuevo e incompatible con su
forma de proceder actual. El mensaje que debe interiorizar no es: “si me porto mal me castigan” sino: “si hago las cosas mejor me
puedo beneficiar de ciertos privilegios y pasármelo mejor.” Como se ha visto en el caso, las diferentes técnicas conductuales,
aplicadas a niños, no deben entenderse como estrategias estancas y rígidas sino como un conjunto de herramientas que pueden
combinarse de diferentes formas para adaptarlas a las peculiaridades de cada niño y/o situación. Insistir en que cada alumno es un
mundo y hay que buscar el punto adecuado para cada uno de ellos. En algunos casos, en especial, en aquellos que el trastorno de la
conducta obedezca a causas multifactoriales como la pertenencia a grupos marginales, de alto riesgo o factores genéticos, esta
técnica puede ser, por sí sólo ineficaz, dado que no existe la motivación concreta hacia algo en particular. Puede que necesitemos
complementariamente otras actuaciones. Finalmente señalar que hay que valorar cómo debemos aplicar la técnica dentro del aula, es
decir, estamos proporcionando un premio a un niño en concreto para que intensifique ciertas conductas positivas. La duda puede
plantearse en el sentido de qué hacemos con el resto del grupo que ya está funcionando bien. Una solución es extender los premios a
todo el grupo o que Juan efectué la actividad en momentos concretos fuera del grupo. Todo esto debe ser planificado según las
circunstancias.

Para los maestros

Consideramos que los maestros o educadores no tienen que hacer de psicólogos. No obstante, sí que pueden aprovechar algunos de
sus principios aplicados para desempeñar su labor con mayor eficiencia y capacidad. El objetivo es poder minimizar las conductas
disruptivas que suponen para el maestro un gran desgaste y para la clase una alteración del rendimiento.

Con cierta frecuencia asistimos a grandes propuestas teóricas acerca de cómo debe ser o no la Educación o la Enseñanza, sin
embargo, olvidamos un aspecto esencial: dotar de instrumentos aplicados, orientados en el aquí y ahora, en el contexto diario del
aula, donde maestros y educadores tratan de trabajar con un grupo cada vez más heterogéneo e inmerso en una sociedad en
constante cambio.

2- Por dónde empezar:

A) IDENTIFICAR: Se trata de identificar a los niños o componentes de los grupos problemáticos.

B) CONOCER: Analizar de qué tipo de niño o grupo se trata.

C) ACTUAR: Elegir las técnicas y estrategias de intervención adecuadas.

A) IDENTIFICAR: El primer paso que planteamos para afrontar las conductas disruptivas en el aula supone la identificación de los
agentes disruptivos.

B) CONOCER

El modelo que ofrecemos como maestros es importante:

Uno de los factores más importantes para poder ayudar a estos niños y el que va determinar en mayor medida la
efectividad de las estrategias que podamos utilizar con ellos va a ser cómo nos ven a nosotros. Los niños son especialmente intuitivos
y saben leer en nuestras caras, gestos y reacciones y comprender si estamos nerviosos o inseguros delante de sus comportamientos.
Si esto es así, saben que el control lo tienen ellos y esto reforzará sus actuaciones. Un maestro seguro, que no duda ante las
decisiones que toma pero, a su vez se muestra sereno y tranquilo sin perder los nervios pese a la conducta del alumno, envía un
mensaje muy contundente al alumno: "Tú no tienes la capacidad de alterarme y por ahí no vas a conseguir nada". Si paralelamente
sabemos reforzarle en lo positivo, halagando delante del grupo sus avances o aspectos positivos, estaremos en mejor situación para
que el alumno "problemático" mejore su comportamiento en clase.
Niños desobedientes

La economía de fichas puede tener en este colectivo un rendimiento irregular dependiendo de la severidad de la desobediencia. En
general, a mayor intensidad y frecuencia de estas conductas su eficacia disminuye, dado que el niño enseguida percibe que no
alcanzará el objetivo marcado como premio.

Los oposicionistas - desafiantes

Sin duda conforman uno de los grupos con mayor riesgo de presentar conductas disruptivas persistentes y de difícil
tratamiento. En general se caracterizan por un bajo nivel de tolerancia a la frustración y cualquier pequeño incidente puede convertirse
en el estímulo que desencadene un episodio de violencia verbal o física. En cualquier intervención conductual con este tipo de niños
deberemos tener en cuenta de no caer en la trampa de abrir una discusión abierta acerca de sus razones. Ellos se encuentran en su
terreno cuando son recriminados en voz alta, en especial, si el educador o maestro pierde los nervios ya que ello puede agravar el
episodio. Dentro de lo posible es recomendable que el niño perciba seguridad en el adulto que le impone las medidas correctoras con
un tono firme pero no amenazante.

En algunas situaciones concretas pueden utilizarse estrategias paradójicas para cambiar el orden de las contingencias y crear un
nuevo espacio de actuación. No obstante, las técnicas más utilizadas son las operantes en algunas de sus variantes y según el caso.

Alumnos poco motivados

Recomendamos en niños mayores de 8 o 9 años la utilización del Principio de Premack con algunos componentes de las técnicas
operantes, en especial, la Economía de Fichas (en el caso de los más pequeños).

Técnicas de relajación para niños

Desde la psicología de las emociones, la relajación ha sido entendida como un estado de características fisiológicas, subjetivas y
conductuales similares a las de los estados emocionales, pero de signo contrario. Las emociones intensas, especialmente las
negativas (ira, agresividad, estrés, etc.) cursan con un alto nivel de actividad fisiológica, por el contrario, los estados de tranquilidad,
caso de la relajación, el nivel de activación fisiológica se supone mínimo, siendo su principal mecanismo de acción la activación del
sistema nervioso parasimpático. Sea como fuere, lo importante es que conocer y aplicar estas técnicas supone un potente recurso
para combatir las emociones negativas y ayudar, también a los niños, a generar estrategias para el control de ciertas conductas y
afrontar o reducir eficazmente miedos, ansiedad o síntomas depresivos.

La importancia de las técnicas de relajación no reside en ellas mismas, sino en la aplicación que se haga de ellas. No son fines en sí
mismas, sino medios para alcanzar una serie de objetivos. El objetivo fundamental es dotar al individuo de la habilidad para hacer
frente a las situaciones cotidianas que le están produciendo tensión o ansiedad.

Durante la infancia, son los padres los que deben guiar y supervisar las distintas técnicas, no obstante, a medida que el niño va
aprendiendo y haciéndose mayor puede irlas practicando él mismo e incorporarlas como un mecanismo habitual para afrontar
diversas situaciones de estrés. Practicar técnicas de relajación desde la infancia supone, además, crear unos espacios de interacción
padres-hijos y afianzar vínculos afectivos.

4- Relajación Progresiva de Jacobson

Las técnicas basadas o adaptadas de la original de Jacobson, consisten básicamente en aprender a tensar y luego relajar los distintos
grupos musculares del cuerpo, de forma que el niño o adulto sepa discriminar entre las sensaciones cuando el músculo está tenso y
cuando está relajado. Se supone que una vez se ha aprendido a discriminar y lo convirtamos en un hábito, estaremos en mejores
condiciones para identificar y tratar las diferentes situaciones cotidianas que nos crean ansiedad, tensión o emociones negativas. Este
tipo de relajación puede aplicarse en niños a partir de los 7 u 8 aproximadamente.

Forma de aplicación:

Aconsejamos aplicar esta técnica por las noches, antes de dormir o en su defecto buscar algún momento a lo largo del día que sea
tranquilo. El niño debe estar cómodamente instalado en un sillón, sofá o cama. Mejor que esté ligeramente con el cuerpo algo
incorporado (podemos colocar alguna almohada en la espalda si está en la cama) que completamente tumbado.
Las primeras instrucciones verbales por parte de la persona que aplica la técnica deben orientarse a crear una atmósfera tranquila:
“Estas cómodo y relajado…” para después ir introduciendo instrucciones más concretas: “Ahora me gustaría que siguieras dejando
relajado todo tu cuerpo, mientras concentras tu atención en tu mano derecha (o izquierda si es su dominante). Cuando yo te diga,
cierra el puño, muy fuerte, todo lo que puedas. ¡Ahora! Fíjate lo que sientes cuando los músculos de la mano y antebrazo están
tensos…Concéntrate en ese sentimiento de tensión y malestar que experimentas.”

Pocos segundos después (5 a 7) añadimos la siguiente instrucción: “Ahora cuando te diga suelta, quiero que tu mano se abra
completamente y la dejes caer sobre tus piernas, déjala caer de golpe. ¡Suelta!

Con frecuencia, al principio, el niño no será capaz de dejar caer la mano de golpe y la colocará sobre las piernas. Si sucede esto hay
que insistir, tranquilamente, en las instrucciones de soltar de golpe. Si es necesario se le puede sujetar el brazo y se deja caer a la
instrucción de ¡Suelta! Si el brazo cae a plomo, el niño ha conseguido relajar el miembro y podemos introducir entonces las siguientes
instrucciones: “Nota ahora como la tensión y la incomodidad han desaparecido de tu mano y brazo. Fíjate en las sensaciones de
relajación, de tranquilidad que tienes ahora. Quiero que notes la diferencia entre tener la mano tensa y tenerla relajada”.

La técnica empieza centrando su atención en la relajación de los brazos y manos (en la primera sesión) para incorporar en sesiones
progresivas la cabeza (frente y cuero cabelludo, ojos y nariz, boca y mandíbulas); el cuello; hombros, pecho y espalda; estómago; y
finalmente las piernas. Este orden puede cambiarse según las necesidades y edad del niño. Una vez tenemos un grupo muscular
trabajado podemos pasar a otro.

Las instrucciones siempre son las mismas y van dirigidas a notar la diferencia, dentro de cada grupo muscular, entre tensión y
distensión. Así si trabajamos, por ejemplo el estomago, en el momento de tensión daremos instrucciones para que se meta para
adentro aguantando la respiración, y en la distensión soltamos aire y el estomago vuelve a su sitio.

Una vez entrenados todos los grupos musculares podemos pasar a una segunda fase en la que efectuaríamos toda la secuencia
completa pero sólo de relajación. Ahora ya no aplicaríamos la tensión previa.

Es importante, después de los ejercicios, dejar un tiempo de transición para recuperar el estado normal de activación si efectuamos
los ejercicios fuera de la hora previa a iniciar el sueño.

5- La Relajación Pasiva

Esta técnica se diferencia de la anterior (progresiva) en que no utiliza ejercicios de tensión. Puede resultar indicada cuando los sujetos
presentan dificultades o incapacidad orgánica para tensar los músculos o relajarlos una vez tensados.

También hay que destacar que aparte de las frases de la relajación pasiva se introducen frases típicas de la relajación autógena.

Forma de aplicación:

Como en cualquier otro tipo de relajación, deberemos encontrar el sitio (sillón, sofá, cama, etc) adecuado y el momento oportuno del
día.

Las instrucciones serían algo parecido a:

Estas tranquilamente sentado (o tumbado) con los ojos cerrados, todo tu cuerpo se adapta perfectamente al sillón (u otro) de modo
que no hay necesidad de tensar ningún músculo (pausa).

Ahora concéntrate en tu mano derecha, deja que desaparezca cualquier tipo de tensión…. Nota como estos músculos se van
volviendo cada vez más relajados, más tranquilos, más calmados…..

Ahora focaliza la atención más arriba, en tu antebrazo derecho; nota como desaparece cualquier tensión; deja que se relajen más y
más…

Mientras que continúas con todo tu brazo, antebrazo, y mano derecha relajados, concéntrate ahora en tu mano izquierda….

El proceso va continuando siguiendo todos los grupos musculares como se hacía en la relajación progresiva, pero cada vez que
termina de relajar uno, vuelve a mencionar los anteriores, por ejemplo:
…La relajación se extiende ahora por tus brazos… toda tu cara…tu cuerpo…y baja por los hombros.

Las técnicas de relajación ayudan a mantener el control de grupo y centrar la atención en las actividades que se quieran
realizar en la medida de su correcta aplicación y ayudan a disminuir la actividad de los niños cuando estos están alterados por ejemplo
después de entrar del descanso.

Estas técnicas son iniciales nos llevaran a mas complejidad dentro de la modificación de conducta, a técnicas más
elaboradas y complejas, aunado a eso la comunicación entre profesoras, padres y terapeuta conseguirá culminar con éxito el
tratamiento propuesto para el paciente. Gracias por su cooperación,

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