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RECOMENDACIONES DE MANEJO CONDUCTUAL

La experiencia clínica y evidencia científica, en consenso con distintos equipos de profesionales,


entrega recomendaciones sobre el modo de manejo de las dificultades que surgen en la crianza de los
niños, tales como las pataletas, conductas oposicionistas y arranques de ira, entre otras.

Para promover el desarrollo sano de los niños, es fundamental tener en cuenta que ellos están en
constante crecimiento y formación, su sistema emocional y regulador de la conducta es aún inmaduro, no
ha alcanzado su desarrollo pleno, y debe ser regulado “desde afuera hacia adentro”. Esto se refiere a que
la capacidad de control interno del niño es menor que la capacidad de control que logra a través de la
influencia externa (que ejerce la familia o cuidadores y el ambiente escolar). El estilo de crianza incide
directamente en el comportamiento de los niños, y en que se incorpore un modelo de comportamiento
positivo, ya que la influencia que el ambiente tiene en el comportamiento de los niños es alta. Por lo tanto,
los cuidadores deben aprender estrategias frente a las dificultades de comportamiento, para que el niño en
crecimiento aprenda patrones adecuados de conducta, y el ambiente familiar o vincular significativo, es el
principal modulador y corrector de las conductas desviadas.

El objetivo último es fomentar un desarrollo sano, y para eso es deseable un clima afectivo
positivo, con valoración frecuente de las cualidades positivas del niño, pero también estable en las normas
y límites y las consecuencias de su conducta.

Algunos señalamientos sobre las intervenciones:

 Muchas de las dificultades en estas áreas del comportamiento podrán presentar progresos en la
medida que se practiquen metódica y constantemente, y el inicio de la respuesta a estas
intervenciones es gradual.
 La mayoría de las conductas descritas son involuntarias o automáticas, y mejoran en la medida
que el niño percibe cambios en el ambiente que lo va modulando, y en la medida en que se siente
querido, aceptado y reconocido positivamente.
 La mejoría de las conductas no es inmediata, y en las primeras semanas no se observan cambios.
Por lo mismo, practicar esta guía de recomendaciones por un tiempo limitado no tiene resultados,
y la implementación de estas estrategias debe ser continua para que el niño incorpore los cambios
de forma más permanente y estable. Estos cambios empiezan a observarse aproximadamente al
segundo mes de intervención, en la mayoría de los casos.
A modo de Introducción:

Hay factores que influyen en el comportamiento, regulación emocional y regulación de los


impulsos de los niños, éstos son:

- Factores individuales: temperamento genético, capacidad para postergar la gratificación,


capacidad de control de los impulsos, tolerancia a la frustración, capacidad de adaptarse a los cambios con
distintos grados de flexibilidad, capacidad del niño para comprender sus propios estados emocionales y
sus reacciones, capacidad para expresarse emocionalmente y verbalizar lo que desean comunicar,
capacidad de resolución de conflictos, y finalmente la motivación en procesos como su atención y
concentración.

- Factores familiares o ambientales : el vínculo afectivo que se establece con el niño, la


capacidad de los cuidadores de comprender, contener y acoger al niño, la capacidad de los cuidadores de
escuchar de forma empática al niño, el tipo de comunicación que establecen con los niños, los tiempos
compartidos que se tienen, la capacidad de los cuidadores de regular ellos mismos sus propias emociones
y conductas frente a alguna dificultad con el niño, el grado de alianza entre los cuidadores en el
establecimiento de límites y normas, de establecer acuerdos entre ellos y de comunicación para la toma de
decisiones respecto al niño, eventos familiares o ambientales que puedan estar afectando en el momento a
su entorno, eventos amenazantes o estresores como la separación con figuras vinculares significativas, o
situaciones difíciles que los cuidadores puedan estar pasando de cualquier tipo, la capacidad de establecer
límites y de ser consistentes, y el clima familiar que percibe el niño, entre otros.

- Factores sociales: contexto histórico y cultural, cambios y períodos de transición en el


ambiente y en distintas etapas de la vida (como cambios de colegio, nacimiento de los hermanos,
separación de los padres o conflictos conyugales, cambios de domicilio o de colegio), eventos estresantes,
grado de exigencia escolar, tipo de integración con el grupo de pares, influencias de los videojuegos y
electrónicos varios, entre otros.
Principios generales de la intervención:

a. El vínculo:

Para comenzar, este principio es el más importante de todos. El niño debe sentirse querido y valorado por
sus cuidadores, de forma incondicional. El primer paso para establecer un vínculo es el contacto visual.
Al niño hay que mirarlo a los ojos cariñosamente, escuchar lo que tiene que decir asintiendo de manera
aprobatoria, darle al menos unos minutos al día de atención mediante un contacto visual exclusivo, para
que se sienta visto, valorado y validado como persona. Debe percibir un ambiente acogedor, que lo
comprende y contiene, que le demuestra afecto y cariño. Sin vínculo las personas no encuentran
motivación para el cambio, por eso este primer principio es el más importante de todos. La afectividad
que el cuidador le demuestra al niño se expresa de varias formas, una de ellas es la verbal (lo que uno
dice a través de las palabras) y otra es la forma no-verbal (lo que uno hace y expresa, ya sea con el tono
de voz, mirada, gestos, tacto y expresión facial), por lo que los cuidadores deben estar conscientes de que
el cariño se demuestra en varios niveles. Un elemento importante para estimular el vínculo es el tiempo
compartido, que se refiere a las actividades que los cuidadores realizan junto a los niños, para pasar un
momento agradable, donde se recomienda dejar de lado los celulares, TV y todo tipo de electrónicos.

b. Saber Escuchar:

Los niños necesitan ser escuchados, poder expresarse libremente, en un ambiente receptivo y cálido. Es
recomendable preguntarles a los niños “¿cómo te fue hoy en el colegio? ¿qué hicieron? ¿en qué te divertiste?” por
ejemplo, y escuchar atentamente sus experiencias. En ocasiones, cuando los cuidadores hablan por el niño, o
responden por él, éste puede tornarse menos expresivo con el tiempo, ya que no se le da el espacio para
expresarse. Todas las emociones son normales y sanas, tanto la alegría, tristeza, el enojo y la rabia, y los
cuidadores deben permitir que los niños las expresen, sin ser castigados por ello, lo que no significa que uno ceda
en todo lo que ellos solicitan, y que se permitan las faltas de respeto, que son cosas separadas, ejemplo H: “El
Pablo me está molestando!!! (enojado)”, P: “veo que estás enojado, o te dio rabia, haber cuéntame qué pasa?”,
con una actitud neutra, pero empática. Los cuidadores deben escuchar al niño, a pesar de que no le encuentren la
razón, ya que el no sentirse escuchados genera en los niños sentimientos de rabia, injusticia e impotencia, lo que
aumenta su oposicionismo y conductas destructivas. En ocasiones el niño comete alguna conducta indeseada, y
los cuidadores se molestan. Una reacción frecuente es que los cuidadores pregunten “¿por qué lo hiciste? ¿cómo
no piensas en lo que haces?¿no entiendes lo que te digo?” a lo que los niños suelen no tener respuesta, o la
respuesta suele ser insatisfactoria debido al estilo de pensamiento inmaduro propio de la edad, dicen “no se” o no
responden, por lo tanto se recomienda iniciar con la pregunta “¿qué pasó?, cuéntame todo ya que me interesa
mucho escucharte”, sin interrumpir, a pesar de discrepar con el niño. Luego uno puede mostrarle “bueno, parece
que te molestó eso, y perdiste el control ¿qué piensas que pudiste haber hecho diferente en ese momento?¿cómo
crees que lo puedes solucionar?” para estimular su capacidad reflexiva, y de reparar las consecuencias, y se le
ayuda a buscar soluciones, de manera no amenazante, y hay que validar su opinión. Además, frente a las
conductas disruptivas, no se debe condicionar el cariño por la conducta, vale decir que frente a un mal
comportamiento no se debe sancionar retirando el afecto, ejemplo “como te portaste mal, hoy no te leeré un
cuento” “como castigo no iras al paseo con nosotros” “te quedarás sin salida”, o “no me hiciste caso, ya no te
quiero, te voy a mandar a vivir a otra parte”, “espero te vayas luego de este lugar” . El cariño es siempre
incondicional, independiente de la conducta presentada.

c. El respeto:

Para que el niño lo respete, usted también debe respetarlo, eso quiere decir que los descalificativos,
humillaciones o ridiculizaciones deben evitarse, ya que dañan al niño, el niño se pone más oposicionista, y el
adulto pierde respeto como autoridad. Además, al corregirlo hay que referirse a la conducta particular y no a la
persona misma, por ejemplo, es preferible enseñarle al niño “es bueno decir la verdad (se hace referencia a la
conducta)” en vez de “no seas mentiroso (hace referencia a algo más personal)”, y en positivo, ejemplo “debes
ser ordenado (lo planto en positivo)” en vez de “eres un desordenado (lo planteo en negativo)”. Parte del respeto
mutuo es no descalificar, gritar, golpear, ofender, amenazar, manipular, y así el niño no repetirá esas reacciones
con usted.

d. Fomentar la autoestima positiva:

El niño debe sentirse motivado a mejorar, y para ello debe sentir que usted valora lo que él hace, ser felicitado,
validado y reconocido positivamente por sus logros y sus cualidades. Un niño con una autoestima sana, tiene
mayor capacidad de empatizar con los otros, de demostrar afectos, mostrar iniciativa, de confiar en sí mismo y de
tener metas positivas. Si él se siente valioso, y que hace las cosas bien tendrá mayores probabilidades de mostrar
un buen comportamiento. Una situación frecuente de observar en las ambientes con algún niño oposicionista es
que los cuidadores se centran excesivamente en la crítica y la queja, y el niño recibe en mayor proporción
mensajes negativos sobre sí mismo, lo que lo hace asumir una identidad negativa, que el niño empieza a
internalizar y a actuar. Esto les confirma sus cualidades no deseables y terminan por repetirlas, y hace llamados de
atención a través de ellas. La mejor técnica es hacer todo lo contrario, a pesar de que cometa errores, los que
puedan ser ignorados no corregirlos, sino que hay que entregarles mensajes positivos y hacerlo con énfasis,
ejemplo “que bien le pegas a la pelota, lo haces muy bien!”, “hoy fuiste muy amable con tus compañeros, estoy
orgulloso de ti”.
Estrategias ¿Qué hacer?

1. Límites y normas:

Los niños deben tener reglas, y reconocer que hay una jerarquía donde los cuidadores son la principal autoridad.
Para cambiar la forma en que el niño acata las normas, hay que realizarlo por pasos, en forma gradual, de la
siguiente manera;
Las órdenes deben ser firmes y claras, pero no amenazantes, con una actitud tranquila, calma por parte de los
cuidadores. Esto es reflejo de consistencia, seguridad y un modelo de regulación para los niños.
Las órdenes deben entregarse con cercanía hacia el niño, mirándolo a los ojos y con un leve y suave contacto
físico, como por ejemplo tocando su hombro, y nunca dar una orden a distancia, como de una pieza a otra o desde
el segundo piso, ni con gritos ya que el niño suele hacer como que no escucha y aumenta la probabilidad de que
no lo cumpla, y el adulto se desgasta.
Se debe dar 1 instrucción a la vez, ya que dar 2 o más instrucciones a la vez disminuye la probabilidad de que el
niño lo cumpla, porque su capacidad de retención y de persistencia es menor. Además, hay que limitar el número
de indicaciones que se dan por día, sino el niño se resiste frente tanta exigencia.
No repetir una misma instrucción más de 2 veces, ya que la repetición no funciona y se acostumbra al niño a que
hay que repetirle más de 10 veces las cosas para que lo realice. Ejemplo de cómo hacerlo: “mírame a los ojos,
quiero que bajes a comer ahora, te lo voy a decir una sola vez, y te lo voy a repetir máximo una segunda vez, sólo
en caso de que no me escuchaste o no me entendiste”. Cuando el niño cumpla la consigna, se le felicita
inmediatamente, como refuerzo positivo. Uno tiene que asegurarse de que si uno dio una orden, el niño lo cumpla,
por lo que hay que partir pidiendo cosas más fáciles de cumplir, ya sea llevándolo uno de la mano o dando un
castigo ejemplo “no vas a jugar hasta que bajes y comas”. Si no lo cumple y uno no toma ninguna conducta el
niño sabe que si no obedece no hay consecuencia. Lo mismo si con una pataleta se desiste. Si el niño no lo
cumple en el mismo momento, debo tener en mente de que si yo lo ordené, en algún momento deberá realizarlo,
no importa que sea horas o días después. Ya llegará el momento en que el niño solicite algún beneficio, y yo le
recordaré que aún estoy esperando que cumpla lo solicitado primero.
En niños a los que les cuesta parar de hacer lo que están haciendo, lo que es muy frecuente, ya que a esta edad les
es difícil cambiar el foco de atención cuando algo los motiva demasiado, ejemplo jugar o ver tele, se les avisa con
anticipación, para que se vaya preparando de manera predecible, así mejora su disposición a cumplir lo solicitado.
Ejemplo “mírame a los ojos, te vengo a avisar que en 15 minutos vamos a comer y debes bajar, voy a venir a
avisarte cuando te queden 5 minutos para que cuando te llame estés listo, te lo voy a decir una sola vez y no lo
voy a repetir a menos que no me hayas escuchado o entendido”… “te vengo a avisar que en 5 minutos más te voy
a llamar a comer y debes bajar”. O anticiparlo desde un inicio, ejemplo “te damos permiso para jugar durante 1
hr, te voy a avisar cuando te falten 15 minutos para que te prepares”.
En caso de que el niño se oponga a una orden, una técnica es hacer que elijan entre 2 opciones. Esto les hace
sentir que ellos toman una decisión y de paso obedecen a la norma solicitada, que es siempre el objetivo siempre
que uno decidió darles una orden, y el niño frente a la posibilidad de elegir inmediatamente responde a su opción.
Ejemplo H: “no me quiero vestir” C:“qué polera prefieres ponerte, la roja o la azul, tú eliges cuál” “te visto yo
o prefieres vestirte tu solo?”, y lo mismo con cualquier orden (el baño, comida, tareas). En ocasiones, uno puede
ponerle una alternativa menos atractiva, para que escojan la opción que uno desea, usando un tono de voz calmo,
serio y firme, ejemplo “te doy a elegir, prefieres bañarte ahora, o si no te despierto mañana a las 6 de la mañana
para que te bañes antes de ir al colegio” “si no te vistes tendrás que ir al colegio en pijama, no hay problema”
(uno tiene que cumplir lo ofrecido, al pie de la letra, para ganar credibilidad, y ser consistente, es un sacrificio,
pero al segundo día el niño ya no eligirá esa opción).
También, frente al oposicionismo se puede usar la técnica de la distracción, sin uno involucrarse emocionalmente,
ejemplo H “no quiero bañarme!”, C: “uyyy yo se que no quieres, pero vas a quedar con muy rico olor, cuál es el
shampoo que usas tú?” y uno lo va dirigiendo al baño.
Otra técnica es llevarlos de la mano al lugar para que cumplan lo solicitado, de manera firme pero tranquila “te
vas a bañar, es una orden, y es definitivo, no hay otra opción, vamos vamos vamos”.
Si no cumple lo solicitado, una técnica, además del castigo (que debe ser usado con mesura, para no gastar este
recurso) es no darles permiso para la actividad que sigue, ejemplo “puedes salir cuando termines la tarea”,
“ordena tu pieza en 5 minutos y puedes ver tele después”, y si no lo hace, tranquilamente uno les responde “no
has hecho la tarea así que aún no puedes salir”.
Si no lo hace y dice “no lo voy a hacer”, uno le dice “bueno, ya entendí, pero corresponde que lo hagas,
piénsalo”. Luego hay que alejarse, no discutir con el niño nunca, ni involucrarse emocionalmente en casos de
oposicionismo. Si luego lo hace uno lo felicita inmediatamente. El niño volverá solo e insistirá en obtener lo que
él desea, y yo repetiré tranquilamente lo que le pedí primero.

En caso de pataletas:
Frente a las pataletas o reacción de rabia, hay que ignorar la conducta presentada, pero mantenerse a una
distancia mediana para que el niño sepa que uno sigue ahí. Se le informa “parece que estás enojado, pero así no
podemos conversar, voy a esperar a que te calmes para que podamos conversar”. Si uno se aleja demasiado y el
niño percibe que fue abandonado, puede aumentar la intensidad de la pataleta, y lo mismo ocurre si uno se acerca
demasiado, por lo que hay que estimar la distancia adecuada para el caso de cada niño, según su estilo de
vinculación. Uno debe mantenerse calmado, usando un todo de voz firme y de volumen medio, evitando en ese
momento racionalizar con el niño o preguntar “¿por qué lo haces?” o argumentar con él, y comentarios
relacionados. A penas el niño se calme uno lo felicita “me alegro que te hayas podido calmar, qué bien lo hiciste,
cuando quieras conversamos, estoy disponible para escucharte”. Los 6 mandamientos frente a las pataletas son:
no convencer, no consolar, no amenazar, no sancionar, no contra-atacar, mientras dure ésta. Estas actitudes no
sirven, y aumenta la impotencia de los cuidadores y empeora la pataleta. La actitud calma de los cuidadores es
clave, para que el niño se regule internamente, debe haber un ambiente externo muy regulado. La pataleta además,
no debe servir para que el niño obtenga lo que desea, ya que esto también mantiene las pataletas en el tiempo.
Esta es la técnica de la extinción de las pataletas, que permite que no se refuerce la conducta, y en la medida que
esto es consistente en el tiempo y no se cede en la petición del niño ni se focaliza en exceso en su conducta, esta
se extingue. Hay que señalar que las primeras semanas, las pataletas pueden aumentar en frecuencia e intensidad
(efecto e rebote), ya que el niño intentará poner a prueba a los cuidadores y llamar la atención del ambiente, con
más fuerza, para lograr lo que obtenía antes con la pataleta, pero si uno persiste a pesar de este efecto paradojal,
la pataleta finalmente disminuye hasta desaparecer. La clave es la persistencia y mantener una actitud firme,
controlada y tranquila.

2. Alianza y consistencia en los límites

Los cuidadores deben ponerse de acuerdo en los límites y reglas, para actuar de forma anticipada, no
desautorizarse frente al niño ya que los cuidadores se debilitan y son invalidados como autoridad y el niño
aprende a manipular. Si los cuidadores no están de acuerdo entre sí, no deben contradecirse frente al niño y deben
conversarlo diferidamente en privado, para una próxima oportunidad.
Deben respetar las órdenes, permisos y castigos que estableció uno y el otro cuidador, y cuando el niño
pida algún permiso, deben chequear lo que dijo el otro de los cuidadores para actuar consecuentemente y en una
misma línea. Todo esto evita que los cuidadores pierdan su rol y jerarquía, para que el niño los valide como
autoridad y los respete. Las figuras de autoridad deben actuar en equipo, sin excepciones.

3. Ignorar la provocación

En los casos en que el niño diga alguna provocación (ejemplo “!esta comida es mala!”, “!qué me importa!”)
hay que ignorarlo, o simplemente neutralizar el comentario mediante el humor, sin ponerse al nivel de él, nunca,
ni discutir con él (ponerse al nivel del niño y discutir con él, respondiendo a su provocación, se llama escalada
simétrica, que tiene el riesgo de aumentar en intensidad hasta que uno de los dos pierde el control, llegando hasta
una pataleta e incluso hasta los golpes), ni frustrarse uno mismo, ni involucrarse emocionalmente, ni reaccionar
confrontándolo (ejemplo de qué SI hacer “ay que eres divertido, cómo dices eso?”). Lo otro que es útil, son las
intervenciones paradójicas, en dos sentidos, por ejemplo, aunque el niño haga lo contrario a lo que uno desea, se
le refuerza positivamente lo poco que ha hecho (Ej. no quiere comer pero sí se bañó, luego uno lo felicita por
haberse bañado e ignora lo anterior), segundo, en los comentarios provocadores como “esta comida es mala” uno
le responde “si, en realidad es bien mala, ¿cómo la podríamos hacer más rica?”. Siempre en un tono amable y
firme a la vez.

4. Castigos:

Los castigos deben usarse con mesura para no gastar este recurso. Deben ser castigos por supresión de
privilegios, o sea, retirar cosas que al niño le gusten, pero que no sean necesarias para un desarrollo sano
(ejemplo, quedarse sin computador, televisión, videojuegos, juguetes), ser aplicado de manera inmediata a la
conducta no deseada, por períodos muy cortos (en escolares por 1 a 2 días máximo, incluso un par de horas si su
tolerancia es baja), y de manera consistente, vale decir que un buen comportamiento debe ser reconocido
positivamente, pero no anula el castigo preestablecido. Tampoco las disculpas, ni una pataleta. Uno puede
mencionarles “acepto tus disculpas, pero no acepto tu conducta”. Si el niño manipula, por ejemplo dice “no me
quieres! es tu culpa!”, uno debe neutralizar el comentario y recordar de manera tranquila “son cosas distintas, te
quiero, pero estás castigado por que no cumpliste lo que te indiqué y el castigo se va a cumplir”. Se sugiere que
las figuras de autoridad se pongan de acuerdo de antemano cuáles serán las sanciones frente a determinadas
conductas. De la misma forma, se puede informar al niño de esas condiciones, para que sea una consecuencia
predecible para él, y que el niño sepa de la duración del castigo. Todo acto tiene una consecuencia, proporcional a
la gravedad de este.

5. Refuerzo positivo:

Además de los castigos y de consecuencias negativas, la mejor estrategia de manejo conductual es el refuerzo
positivo, que motiva al niño a mostrar un buen comportamiento. Además tiene un impacto positivo en el
desarrollo emocional y de la personalidad. Hay que decirle al niño que él es inteligente, que él es capaz, si uno no
reconoce el esfuerzo no se genera el cambio. Valorar y hacerle saber sus cualidades positivas en forma
permanente. Es importante reconocer explícitamente sus logros, por parciales que estos sean. Recordar que por la
experiencia de los años, uno siempre puede hacer las cosas con mayor grado de perfección, y hay cosas que uno
puede encontrar fáciles, sin embargo son difíciles para el niño. Por lo mismo, cuando el niño cumpla con lo
esperado, no hay que corregirlo para que lo haga mejor, ya que eso es desconfirmarlo y eso anula la motivación.
Ejemplos de lo que NO se debe hacer (desconfirmación): el niño se vistió solo, P: “pero mira, te quedó chueco el
chaleco y te faltaron los cordones”, ejemplo de lo que SI hay que hacer (confirmación positiva) P: “mira,
ordenaste tu cama, que bien te quedó”. Debe reconocerse lo que el niño ha logrado, y no centrarse en lo que le
falta por lograr. Ejemplo de qué SI decir “mira qué bueno! Ya llevas 2 ejercicios de la tarea lista, te felicito!”.
Hay que dejar que el niño tome la iniciativa, se esfuerce, se equivoque, y connotar eso positivamente para no
desalentarlo. Hay que orientarlo a enfrentar situaciones de mayor dificultad a fin de que se sienta capaz de
superarlas como medio de fortalecer la autoestima, y finalmente, enfatizar la importancia del esfuerzo por sobre el
resultado conseguido.

Estrategias ¿Qué no hacer?

1. La Crítica y corrección:

Hay que disminuir la crítica y la corrección de las conductas, bastante! El porcentaje recomendado por los
profesionales es una relación de 20% de corrección versus un 80% del tiempo invertido en compartir. Se debe
elegir cuidadosamente qué cosas corregir, y al comenzar a aplicar estas estrategias se deben seleccionar máximo 2
conductas a corregir, para luego ir incorporando las restantes. De lo contrario, el niño se frustra ante tanta
exigencia y elige no acatar ninguna norma y se queja frecuentemente de que “me retan todo el día, como disco
rayado”. Por lo tanto, se avanza lentamente, incorporando conductas a corregir de forma escalonada, gradual.
Muchas veces uno no se da cuenta de la cantidad de veces que corrige a los niños en el día, y realiza
inconscientemente comentarios tales como “párate bien, siéntate derecho, habla bien, abróchate los cordones, no
te muevas tanto”, y finalmente el niño no discrimina lo que es realmente importante de lo que es menos relevante,
y reacciona más oposicionista y ofuscado. Si uno recibe mucha crítica sobre sí mismo va pensando que no tiene
ningún valor y la identidad se torna negativa y poco autónoma. Los cuidadores son los encargados de generar una
identidad positiva que permita la autonomía y motivar al logro.

2. Escaladas simétricas

Es muy frecuente que frente a las provocaciones o no cumplimiento de los hijos, los cuidadores entren en
escalada simétrica con ellos, lo que significa que entran en una lucha de poder con el niño, poniéndose al mismo
nivel, contestando y contra-argumentando, subiendo el volumen de voz hasta los gritos, y ambos van escalando en
intensidad hasta perder el control. Si los cuidadores entran en escalada simétrica con los niños, pierden autoridad
y el niño se desregula más. Hay que ignorar la provocación, no entrar en escalada, y no esperar que el niño sea el
que la detenga, ya que tiene el efecto contrario. En estas situaciones “menos es más”, lo que se refiere a que frente
a las conductas disruptivas del niño hay que usar la menor cantidad de palabras posibles, ser breve y firme, no
explicar, ni argumentar con él, ni hacerlo “entrar en razón”, ejemplo NO recomendable P:“ tienes que hacer
caso, porque es por tu bien, si no lo haces cuando seas grande no vas a aprender, es por tu futuro, además
entiende que no es bueno lo que estás haciendo”, etc. Esto hay que evitarlo. Los niños no responden mediante el
razonamiento ni reflexionando sobre las consecuencias al largo plazo. Basta con decir “no estoy de acuerdo con
tu conducta, espero que hagas lo que te pedí, es todo lo que tengo que decir” y alejarse. El argumentar da pie a
que el niño argumente en retorno, y los cuidadores pierden consistencia y autoridad.

3. Amenazas

Las amenazas o anuncios de castigos o consecuencias no sirven, sólo refuerza las inconsistencias, y quitan
credibilidad a los cuidadores, los que a su vez se muestran desesperados a la vista de los niños, por ser las
amenazas poco aplicables y difíciles de cumplir, por ejemplo “te vas a quedar todo el año sin computador” o “ya
vas a ver en la casa…te vas a arrepentir”. Los castigos excesivamente prolongados también disminuyen la
probabilidad de ser cumplidos, lo que aumenta la inconsistencia y se pierde la relación con lo que lo motivó, en el
tiempo. Además no da opciones de soluciones o nuevas formas de comportarse. El tiempo del castigo debe ser
anticipado, de manera predecible, para motivar al niño a mejorar la conducta. El soborno tampoco sirve ya que les
enseña a los niños a relacionarse a través de la manipulación para obtener lo deseado. Además, debe realizarse en
privado, ya que si se realiza frente a sus compañeros, por orgullo se pondrá irrespetuoso con el cuidador. Uno le
dice que quiere enseñarle porque lo valora, y quiere que aprenda.

4. Castigo físico y las descalificaciones

El castigo físico y las descalificaciones no sirven, pueden apagar conductas temporalmente, pero éstas
rápidamente vuelven y se empeoran ya que perturba la relación del vínculo, la regulación emocional y el
desarrollo de la personalidad. El resultado habitual es que empeora su conducta, ya que incentiva una mayor
resistencia y oposicionismo, y el niño desarrolla frialdad e indiferencia afectiva, y el adulto pierde autoridad y
respeto frente al niño. El niño asume una identidad negativa e integra las conductas agresivas como modo de
relacionarse y se torna más oposicionista e impulsivo. Además el castigo físico es un mecanismo de control que
corrige la conducta temporalmente, pero no crea valores ni motivación real para el cambio. El castigo físico
genera control externo transitorio, pero no estimula el desarrollo de control interno. El manejo debe estar basado
en el afecto, usando un tono de voz firme y cálido a la vez, reforzándolo positivamente en cada oportunidad que
se presente.
5. Perder el control

La pérdida del control delante de los niños les muestra la incapacidad como cuidadores frente a una conducta
y les da señales a los niños de lo que tienen que hacer para lograr lo que buscan. El niño capta las debilidades de
los cuidadores y sabe cómo conseguir lo que quiere (no es manipulación, sino que es algo propio de la edad), por
lo que es muy importante que los cuidadores se muestren calmos, controlados y firmes. Esto quiere decir que hay
que evitar los gritos, llantos y toda forma de reacción desesperada, y no involucrarse emocionalmente. El gritar y
quejarse sólo muestra la impotencia de los cuidadores. Tampoco hay que rogar al niño o pedir por favor. Otra
reacción frecuente de los cuidadores que hay que evitar es la inversión de roles, en que se le pide al niño que
tenga compasión de ellos y cumpla lo solicitado para aliviarlos, o por hacerles un favor a los adultos, ejemplo
P:“por favor hazme caso que estoy muy triste hoy día y debes pensar en mí también, hazlo por mí”. Esto puede
hacer que el niño cumpla por una única vez, lo cual percibe como un acto manipulatorio, pero el cambio no se
hará permanente y descubrirá rápidamente las intenciones reales, y el adulto perderá credibilidad y autoridad.

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