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Los problemas de comportamiento de los niños pueden tener un impacto negativo en todos
los miembros de la familia. Los padres saben que necesitan responder, pero a menudo no
están seguros de cuál es la mejor estrategia, especialmente si el niño se porta mal con
frecuencia y nada parece funcionar. Esta guía ofrece a los padres una visión completa de los
problemas de conducta. Cubre una variedad de temas, incluyendo qué puede estar
desencadenando el comportamiento problemático, cómo mejorar la relación padre-hijo
cuando se vuelve tensa, qué hacer si los niños están teniendo dificultades con su
comportamiento en la escuela y cómo obtener ayuda profesional en caso de necesitarla.
Cuando los niños tienen explosiones emocionales frecuentes, esto podría ser una señal de que
aún no han desarrollado las habilidades necesarias para afrontar sentimientos como la
frustración, la ansiedad y la ira. Manejar estas grandes emociones de una manera sana y
madura requiere una variedad de habilidades, entre las que se incluyen:
Autorregulación emocional
Solución de problemas
Aplazamiento de la satisfacción
Negociación
Otros niños podrían tener más problemas con los límites y el siguiendo reglas. Pueden ser
desafiantes, o ignorar las instrucciones o hablar para tratar de librarse de cosas que no son
opcionales. Usted podría notar patrones de comportamiento que aparecen a ciertas horas del
día (como la hora de acostarse) durante ciertas actividades (como las tareas escolares) o con
ciertas personas. También es posible que noten que su hijo se porta especialmente mal cuando
está en casa pero no cuando está en la escuela, o viceversa.
Pero cuando un niño se porta mal con mucha frecuencia, puede tensar la relación padre-hijo,
creando una frustración y un resentimiento que no es saludable para la familia. Ya sea que su
hijo se encuentre en las primeras etapas del aprendizaje de la autorregulación y los límites, o
que su familia haya estado atravesando dificultades y ustedes estén buscando ayuda, esta guía
está diseñada para explicar más sobre cómo los niños aprenden a controlar su
comportamiento, qué pueden hacer los padres para ayudar en el proceso y cómo obtener más
apoyo en caso de que lo necesiten.
A veces los padres sienten que los berrinches y otras formas de la conducta problemática son
intencionales o manipuladoras. Sin embargo, los especialistas en conducta infantil están de
acuerdo en que los berrinches generalmente no son una conducta voluntaria por parte de los
niños, sino lo que se conoce como “conducta aprendida”. Esto significa que los niños aprenden
que al hacer un berrinche obtienen el resultado que quieren.
En otras palabras, mientras que un niño que tiene problemas para controlar sus emociones
puede no estar calculando conscientemente sus berrinches, puede que recurra a ellos porque
no ha aprendido una mejor manera de resolver los problemas o de comunicar sus necesidades.
Con frecuencia, los padres bienintencionados responden a los berrinches tratando de arreglar
lo que sea que haya causado el problema, consolando al niño o dándole lo que pida.
Lamentablemente, esto sólo refuerza el berrinche, haciendo que sea más probable que los
niños continúen haciéndolo y menos probable que desarrollen formas más sofisticadas de
manejar sus sentimientos.
Cuando los niños se portan mal, los padres a menudo se sienten impotentes. Puede que hayan
probado diferentes técnicas de disciplina, pero sin mucho éxito. De hecho, probar diferentes
estrategias para controlar las conductas problemáticas puede ser a veces parte del problema,
ya que los niños responden mejor a los límites firmes que son constantemente reforzados.
Pero si hasta ahora ustedes no han visto ningún progreso, no se desanimen, porque los padres
tienen más poder del que creen tener cuando los niños presentan un comportamiento
conflictivo. Al utilizar estrategias informadas por psicólogos infantiles que se especializan en el
control del comportamiento, usted puede comenzar a mejorar la conducta de los niños e
incluso mejorar la relación padre-hijo.
Esta sección comienza con algunas reglas generales recomendadas por expertos en
comportamiento en forma de estrategias efectivas para responder al comportamiento
problemático del momento. A continuación, examina la conducta problemática en mayor
profundidad, lo que podría ser útil para los padres que quieren entender más por qué los niños
se portan mal y cómo abordar las conductas específicas que le gustaría cambiar.
No se rinda. Resista la tentación de terminar con el berrinche de su hijo dándole lo que quiere
cuando explote. Ceder le enseña que los berrinches funcionan.
Mantenga la calma. Las respuestas bruscas o emocionales tienden a intensificar la agresión de
un niño, ya sea verbal o física. Al mantener la calma, también está modelando el tipo de
comportamiento que quiere ver en su hijo.
Ignore la conducta negativa y elogie la conducta positiva. Ignore el mal comportamiento que
no tenga mucha importancia, ya que incluso la atención negativa como regañar o decirle al
niño que deje de hacerlo puede reforzar sus acciones. En su lugar, brinde muchos elogios
etiquetados sobre los comportamientos que quiere fomentar. (No sólo diga “qué buen trabajo
hiciste”, diga “qué buen trabajo hiciste para calmarte“.)
Use consecuencias consistentes. Su hijo necesita saber cuáles son las consecuencias de los
comportamientos negativos, como el tiempo fuera (timeout), así como las recompensas por
los comportamientos positivos, como el tiempo para usar la tableta o teléfono. Y usted
necesita mostrar consistencia al imponer estas consecuencias todas las veces.
Espere a hablar hasta que la crisis haya terminado. No trate de razonar con un niño que está
molesto. Usted querrá alentar al niño a practicar la negociación cuando ni él ni usted estén
molestos.
Cuando se está tratando de lidiar con una conducta disruptiva, es útil identificar las conductas
específicas que se están tratando de cambiar (o fomentar). Es cierto que cuando las familias se
sienten abrumadas, a veces puede parecer que cada interacción es una lucha. Sin embargo, la
identificación de conductas específicas es un primer paso importante para una disciplina
efectiva. Tomar las conductas de una en una le permite estar más concentrado, entender
mejor el motivo de la conducta y tener una mayor sensación de control. Por supuesto, puede
haber múltiples conductas que le gustaría cambiar, pero es importante evaluarlas una por una.
Específicos (para que las expectativas sean claras para todos los miembros de la familia)
Observables
Medibles (para que todos puedan estar de acuerdo en si el comportamiento ocurrió o no)
Cuando usted está pensando en una conducta en particular en la que se está enfocando, es
importante pensar en lo que suele suceder antes de esa conducta, y qué podría
desencadenarla. Esto ayuda a los padres a entender no sólo por qué un niño podría portarse
mal, sino también de qué manera, la anticipación de ciertos factores desencadenantes, podría
ayudar a evitar que se produzcan esas conductas. Los padres también pueden examinar los
detonantes que aumentan las probabilidades de que se produzcan comportamientos positivos
(como obedecer una orden la primera vez).
Asumir que sus expectativas fueron entendidas: Los niños pueden no saber lo que se espera de
ellos, incluso aunque usted asuma que lo saben. Las exigencias cambian de una situación a
otra y, cuando los niños no están seguros de lo que se supone deberían hacer, es más probable
que se porten mal.
Gritar las cosas a distancia: Dé a sus hijos las instrucciones importantes cuando esté frente a
usted. Las instrucciones que se gritan a distancia tienen menos probabilidades de ser
recordadas y entendidas.
Pedir que haga transiciones sin advertencia: Las transiciones pueden ser difíciles para los
niños, especialmente si están a la mitad de algo que disfrutan. Cuando los niños reciben una
advertencia y tienen la oportunidad de encontrar un buen punto para detenerse, las
transiciones pueden ser menos agobiantes.
Hacer preguntas rápidas o da una serie de instrucciones: Decir una serie de preguntas o
instrucciones limita la probabilidad de que los niños escuchen, respondan a las preguntas,
recuerden las tareas y hagan lo que se les ha indicado.
Ajustar el entorno: Trate de manejar los factores del entorno y emocionales que pueden
dificultar el control de la conducta de los niños. Cosas a considerar: hambre, fatiga, ansiedad o
distracciones. Cuando es hora de hacer las tareas, por ejemplo, elimine las distracciones, como
pantallas y juguetes, ofrezca refrigerios, establezca un lugar organizado para que los niños
trabajen y asegúrese de programar algunos descansos.
Dejar en claro las expectativas: Usted y su hijo deben tener claro lo que se espera de él. Incluso
aunque “debiera” saber lo que se espera de él, precisar las expectativas al principio de una
tarea ayuda a evitar malentendidos en el futuro.
Preparar las transiciones con cuentas regresivas: Siempre que sea posible, prepare a los niños
para una transición que se aproxima. Por ejemplo, dele un aviso previo de 10 minutos cuando
sea hora de venir a cenar o de empezar las tareas. Luego, haga un seguimiento cuando queden
2 minutos. Hacer la transición a la hora indicada es tan importante como emitir la cuenta
regresiva.
Dejar que los niños tengan una opción: A medida que los niños crecen, es importante que
tengan voz y voto en su propia programación. Ofrecerles una elección estructurada: “¿Quieres
ducharte después de la cena o antes?”, puede ayudarlos a sentirse empoderados y a
autorregularse más.
Después de que la conducta sucede
Es importante considerar lo que sucede después de una conducta objetivo porque las
sanciones pueden afectar la probabilidad de que la conducta se repita. Esto aplica tanto en el
caso de las consecuencias positivas (como obtener 10 minutos adicionales de tiempo de
pantalla) como en las negativas (como obtener un tiempo fuera).
Algunas consecuencias son más eficaces que otras. Lo ideal es que las consecuencias creen una
estructura y ayuden a los niños a entender la diferencia entre los comportamientos aceptables
y los inaceptables. Sin embargo, las consecuencias también pueden hacer más daño que bien
cuando envían un mensaje equivocado. Entender cómo usar consecuencias efectivas y
consistentes hace toda la diferencia.
Este tipo de consecuencias son comunes, pero generalmente no tienen el efecto deseado.
Dar atención negativa: Parece contrario a la intuición, pero las consecuencias que nos parecen
negativas (como levantar la voz o dar nalgadas) a veces pueden reforzar el mismo
comportamiento que intentamos prevenir. Eso se debe a que los niños valoran tanto la
atención de los adultos importantes en su vida que cualquier atención, positiva o negativa, es
mejor que ninguna. Por eso la atención negativa puede aumentar el mal comportamiento con
el paso del tiempo. Responder a los comportamientos con críticas o gritos también puede
afectar negativamente la autoestima de los niños.
Retrasar las consecuencias: Las consecuencias inmediatas son las más efectivas. Es menos
probable que los niños relacionen su conducta con una consecuencias si ha pasado mucho
tiempo entre, lo que significa que es menos probable que una consecuencia tardía cambie el
comportamiento de un niño.
Consecuencias que son complacientes: Cuando un niño es lento para hacer algo que se le pide,
como recoger sus juguetes, muchos padres se frustran y lo hacen ellos mismos. Aunque esta
reacción también es comprensible, también aumenta la probabilidad de que usted vuelva a
perder el tiempo la próxima vez.
Las consecuencias que son más efectivas comienzan con una atención generosa hacia los
comportamientos que desea fomentar.
Atención positiva hacia las conductas positivas: Elogiar a los niños cuando se les “sorprende
siendo buenos” los hace más propensos a repetir esa buena conducta en el futuro. La atención
positiva también es algo bueno para la relación padre-hijo, mejora la autoestima del niño y
hace que todos los involucrados se sientan bien.
Ignorar activamente: Esta medida puede parecer contradictoria, pero los expertos en
comportamiento infantil a menudo enseñan que “ignorar activamente” es una estrategia
eficaz para el control del comportamiento. Para ignorar activamente, retire deliberadamente
su atención cuando un niño comience a comportarse mal. A medida que los niños aprenden
que el mal comportamiento no les llama la atención, comenzarán a hacerlo menos. Un
componente importante de ignorar activamente es dar inmediatamente a un niño una
atención positiva tan pronto como muestre un comportamiento que usted quiere ver, como
sentarse tranquilamente. Por supuesto, esta medida debe usarse sólo para conductas
menores. Ignorar activamente no es apropiado cuando un niño está siendo agresivo o está
haciendo algo peligroso.
Menús de gratificaciones: Las gratificaciones son una forma tangible de dar a los niños una
retroalimentación positiva con respecto a las conductas deseadas. Las gratificaciones son más
motivadoras cuando los niños pueden elegir entre una variedad de cosas deseables: tiempo
extra en la tableta o el teléfono, un regalo especial, etc. Las gratificaciones deben estar ligadas
a conductas específicas y deben ser entregadas siempre de manera consistente.
Tiempo fuera (time outs): Los tiempos fuera son una de las consecuencias más efectivas que
los padres pueden implementar, pero también una de las más difíciles de hacer
correctamente. La siguiente sección da a los padres consejos sobre cómo imponer tiempos
fuera de manera efectiva.
Su hijo suele empezar a saltar en el sofá cuando usted va a cambiarle el pañal al bebé o a darle
un baño.
Posible solución: Piense en formas en que su hijo pueda “ayudar” a realizar estas tareas. Su
ayuda puede hacer que usted vaya un poco más despacio, pero le da algo positivo que hacer y
lo hace sentir que todavía está llamando su atención. Cuando ayude, elógielo por ser un buen
hermano mayor.
Consecuencia ineficaz: Gritarle: “Te lo he dicho un millón de veces, Carmen, ¡no puedes saltar
en el sillón! ¡¿Por qué sigues haciéndolo?!”.
Si las transiciones son un problema para su hijo, es importante averiguar qué es lo que le
cuesta trabajo de la transición. A menudo, a los niños no les gusta detener una actividad que
están disfrutando (como jugar videojuegos en un dispositivo electrónico) para hacer algo
menos divertido, como prepararse para salir de la casa. Aunque a nadie le gusta detener las
cosas divertidas, algunos niños tienen más dificultades que otros. Eso puede ser una señal de
que aún están desarrollando habilidades de autorregulación emocional, pero eso sólo es una
posible causa. Otros niños tienen problemas para hacer frente a cambios imprevistos en el
horario o para dejar de hacer algo que sienten que no han terminado.
Tener problemas con las transiciones puede incluso ser una señal de un trastorno de salud
mental en algunos niños. Los niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad o
TDAH, autismo, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo o TOC son más propensos a batallar
con las transiciones.
Una vez que haya reducido lo que cree que puede estar detrás de la resistencia de su hijo a las
transiciones, puede empezar a pensar en lo que cree que podría ayudar. (Nota: Si usted cree
que su hijo puede tener un trastorno de salud mental no diagnosticado, es importante que
comunique sus preocupaciones a un médico).
Ofrezca una vista previa y cuenta regresiva: Todas las mañanas, presente a su hijo qué pasará
ese día. Antes de cada transición, dele un poco de tiempo y una descripción de lo que sucederá
junto con la cuenta regresiva (en 20 minutos, luego 10, luego 5 será el momento de terminar el
desayuno e irnos a la escuela). Esto ayuda a los niños a prepararse emocionalmente.
Capte su atención: Para los niños que tienen dificultades para regular su atención, haga un
esfuerzo especial para captar la de su hijo. Haga contacto visual, siéntese a su lado, ponga su
mano en su hombro o pídale que repita lo que ha dicho. Eso los hace más propensos a seguir
las indicaciones.
Use la música: Las canciones pueden ayudar a los niños (especialmente a los más pequeños) a
facilitar las transiciones. La canción de “limpieza” es un ejemplo popular de esto, pero hay
muchas canciones que puede encontrar o inventar para adaptarse a una variedad de
situaciones, desde atarse los zapatos, hasta cepillarse los dientes.
Use señales visuales: Colocar una gráfica con dibujos que ilustren lo que se puede esperar de
una transición en particular, o los pasos a seguir, es un buen recordatorio visual para que los
niños lo usen de apoyo.
Cree rutinas: Si hay transiciones con las que su hijo tiene dificultades todos los días, como irse
a la cama, cree una cierta consistencia y estructura para esa transición. Por ejemplo, cuando se
acerque la hora de acostarse, su hijo puede elegir una última cosa que quiera hacer. Luego, los
dos van a cepillarse los dientes y leen un cuento, y luego se apagan las luces. Hacer esta rutina
constantemente ayuda a los niños a saber qué esperar y a hace que la transición sea más fácil.
Utilice gratificaciones: Las gratificaciones pueden ser una herramienta efectiva para que los
niños se acostumbren a las transiciones difíciles. Los padres pueden usar pegatinas (stickers),
bocadillos o un sistema de puntos que lleve a recompensas tangibles.
Ponga en práctica las consecuencias apropiadas: Si una transición no va bien, piense en las
consecuencias que está (o no) estableciendo. Gritar no es una medida efectiva, pero ignorar
activamente o enviar al niños a que tome un tiempo fuera (time out) podría serlo.
Use los elogios: Cuando un niño logra llevar a cabo una transición, asegúrese de brindarle
algún tipo de elogio entusiasta y distintivo que reconozca su buen comportamiento. Por
ejemplo: “Me gustó mucho cómo entregaste el teléfono de inmediato y empezaste a cepillarte
los dientes. Ahora tenemos más tiempo para leer”.
El objetivo del tiempo fuera no es avergonzar o castigar a su hijo, sino disipar una situación
emocional, y ayudarlo a aprender a manejar la frustración y a regular su propio
comportamiento. Usar un tiempo fuera es también una forma clara de comunicar que un
comportamiento en particular es inaceptable.
Muchos padres han probado los “tiempos fuera” antes con diferentes niveles de éxito. Para
que sean más eficaces, los time outs deben hacerse de forma consistente y seguir ciertos
pasos. A continuación, le ofrecemos algunas pautas a seguir si está aprendiendo a utilizar los
tiempos fuera o si desea solucionar problemas con su técnica.
Utilice la advertencia previa: Los niños necesitan entender qué comportamientos están
vinculados a qué consecuencias. Trabaje con su hijo para establecer qué conductas (como
golpear o no cumplir con una instrucción suya) conducen a un tiempo fuera, de esa manera su
hijo sabe qué esperar.
Establezca un lugar predeterminado: Designe una silla especial, o un lugar en las escaleras,
para que el niño sepa qué esperar. Es una buena idea etiquetar la silla del tiempo fuera como
tal, y no como “la silla malvada” ni nada por el estilo. Los tiempos fuera funcionan mejor
cuando se centran en enseñar a los niños a comportarse, no en ser castigados.
Brinde una respuesta rápida: Cuando un niño se comporta mal en una de las formas que usted
ha establecido, asegúrese de que el siguiente tiempo fuera sea inmediato, y que usted diga la
razón: “Sin golpes. Ve al tiempo fuera”. Sea específico, breve y sin emociones. Esto ayuda para
que el niño sea capaz de vincular su acción con la consecuencia. Las sanciones retardadas no
son efectivas porque los niños tienden a sentir que sólo está usted siendo punitivo.
Sea breve: Una fórmula estándar para el tiempo fuera es un minuto por cada año de edad.
Algunos expertos recomiendan un temporizador para que el niño pueda ver que el tiempo se
está midiendo.
Mantenga la calma: El objetivo del tiempo fuera es que los niños se sientan tranquilos. Algunos
expertos recomiendan no comenzar el tiempo asignado hasta que su hijo esté tranquilo. Otros
creen que esto es demasiado difícil para los niños pequeños. Precisan que el niño esté
completamente tranquilo durante 5 segundos antes de terminar el tiempo fuera. De esta
manera los niños aprenden a asociar el buen comportamiento con el fin del tiempo fuera, y
eso envía el mensaje de que gritar y berrear durante el tiempo fuera no funcionará.
No preste atención: Los niños en el tiempo fuera deben ser ignorados, no se les debe hablar ni
se debe hablar sobre ellos, incluso si están llorando o protestando. Al retirar su atención
durante el tiempo fuera, está enviando el mensaje de que el mal comportamiento no es la
manera de conseguir lo que quieren.
La consistencia es clave: es tentador poner a los niños en tiempo fuera cada vez que actúan de
forma inapropiada o cuando nos están sacando de quicio, pero usar tiempo fuera de forma
aleatoria hace que sea más difícil para los niños establecer la conexión entre conductas
erróneas específicas y sus consecuencias. Además, es importante que el tiempo fuera suceda
cada vez que se produzca la conducta específica. Si no es así, está animando al niño a pensar
que podría salirse con la suya.
Sin estímulos gratificantes: En la silla de tiempo fuera, el niño no debe tener acceso a la
televisión, aparatos electrónicos, juguetes o juegos. Si está fuera de casa, elija cualquier lugar
que evite que el niño se distraiga con la estimulación.
Si un niño no respeta el tiempo fuera: Si un niño rompe las reglas dejando la silla de tiempo
fuera demasiado pronto, póngalo en un área de tiempo fuera de reserva de la que no pueda
escapar (como un dormitorio donde no haya ningún estímulo gratificante como la televisión,
los juguetes o los juegos). Explíquele brevemente que debe quedarse allí un minuto y estar
tranquilo y en silencio antes de que se le permita salir. Una vez que lo haga, debe ser devuelto
a la silla del tiempo fuera, y el tiempo que debe permanecer allí vuelve a empezar. Si vuelve a
dejar la silla, el ciclo se repite. Su hijo debe aprender rápidamente que lo mejor para él es
quedarse en la silla hasta que se acabe el tiempo.
Cuando se les ha indicado a los niños un tiempo fuera por no cumplir con sus instrucciones,
una vez que el tiempo fuera ha terminado, se les debe pedir que completen cualquier tarea
que se les haya pedido que hagan antes del tiempo fuera. Esto los ayuda a entender que los
tiempos fuera no son rutas de escape.
Una vez que el tiempo fuera se ha terminado, usted puede darle atención, sintonizar con lo
que están haciendo/trabajando/jugando para que pueda “sorprenderlos portándose bien” y
elogiarlos específicamente por su comportamiento positivo. Por ejemplo, si su hijo completa
su tiempo fuera y luego juega suavemente con el perro, usted puede expresarle que lo está
haciendo bien (“¡Me encanta lo bien que juegas con el perro! ¡Estás acariciándolo con tus
manos tan suavemente”). Esto es tranquilizador para su hijo, que aunque haya tenido que
pasar tiempo fuera, también es completamente capaz de hacer cosas buenas y positivas que
hacen que usted se sienta orgulloso y que sea cariñoso con él.
Es más probable que los niños entiendan y cumplan sus instrucciones si usted sigue estas
pautas:
Sea directo. Hagan declaraciones en lugar de hacer preguntas: “Por favor, siéntate”, en lugar
de “¿Estás listo para hacer tus tareas?”.
Manténgase cerca. Dé instrucciones cuando esté cerca de su hijo, en lugar de llamarlo desde el
otro lado de la habitación.
Use comandos claros y específicos. En lugar de “Anda”, diga, “Por favor, ve a empezar tu tarea
de lectura”.
Dé instrucciones apropiadas para la edad de su hijo. Háblele a su hijo a un nivel que él pueda
entender. Si su hijo es más pequeño, mantenga las cosas simples y use palabras que usted
sabe que él conoce: “Por favor, recoge la pelota”. Con los niños mayores, es importante ser
claro sin ser condescendiente.
Dé instrucciones de una en una. Especialmente para los niños que tienen problemas de
atención, trate de evitar dar una serie de instrucciones, como “Por favor, ponte tus zapatillas,
toma tu almuerzo de la cocina y encuéntrame en el pasillo”.
Procure que las explicaciones sean sencillas. Dar un razonamiento puede aumentar la
probabilidad de que los niños escuchen un, pero no si las instrucciones se pierden en ella. Por
ejemplo: “Ve a ponerte el abrigo porque está lloviendo y no quiero que te resfríes”. En vez de
eso, intente con: “Está lloviendo y no quiero que te resfríes. Ve a ponerte el abrigo”.
Dé tiempo a los niños para que asimilen la situación. Después de dar una instrucción, espere
unos segundos, sin repetir lo que ha dicho. Los niños aprenden a escuchar las instrucciones
que se dan de una manera calmada una vez ,en lugar de aprender que no necesitan escuchar
porque de todos modos las instrucciones se les repetirán.
Mejorar la relación entre padres e hijos debería ser una prioridad para todas las familias que se
enfrentan a problemas de conducta crónicos. Para ello, intenten aumentar el número de
interacciones positivas que tienen con su hijo y trate de no promover el conflicto.
Utilice estrategias de manejo de la conducta que refuercen lo que sí quieren ver (como dar
instrucciones claras en un tono de voz neutral o usar muchos elogios etiquetados) en lugar de
comentarios que sean críticos o se centren en lo que no quieren ver.
Atienda sus propias emociones y busquen maneras saludables de lidiar con las situaciones
estresantes sin que éstas se intensifiquen. Use sus propias habilidades de autorregulación
emocional o tómense un descanso si necesitan un momento para calmarse.
Como en cualquier relación que se desea cultivar, piense en cómo pueden construir (o crear)
vínculos significativos. ¿Hay intereses comunes que puedan cultivarse? ¿Pueden establecerse
nuevos rituales de relación?
Dedique un poco de tiempo todos los días para estar presentes y no juzgue a su hijo.
Propóngase como meta 5 minutos por día con los niños más pequeños y 15 minutos con los
adolescentes
Deje que su hijo escoja una actividad que le guste e intégrese a ella
Algunos niños se portan mal porque les cuesta regular sus propias emociones. Este es un
problema común para los niños pequeños que aún no han desarrollado la habilidad de lidiar
con emociones intensas de una manera constructiva. Algunos niños continúan luchando con la
autorregulación a medida que crecen. Los padres y los maestros pueden notar que parecen
particularmente sensibles y que tienen reacciones emocionales exageradas en comparación
con sus hermanos o compañeros.
La buena noticia es que la autorregulación es una habilidad que puede enseñarse como
cualquier otra, y los padres pueden desempeñar un papel importante ayudando a los niños a
aprender a manejar sus emociones, incluso las intensas. A continuación se presentan algunas
técnicas para ayudar a los niños a calmarse en lugar de portarse mal.
Tomarse el tiempo para notar y clasificar las emociones ayuda a los niños a empezar a prestar
atención a cómo se sienten. Esto es importante porque prestar atención a nuestras emociones
es el primer paso para aprender a manejarlas. A veces, el simple hecho de expresar una
emoción ayuda a calmarla. Con demasiada frecuencia intentamos fingir que no estamos
sintiendo emociones negativas hasta que es demasiado tarde y nos sentimos muy mal.
Reconocer un sentimiento negativo puede hacer que pierda fuerza y ayuda a empezar a pensar
de forma constructiva sobre qué hacer con ese sentimiento.
Los padres pueden ayudar enseñándoles a los niños al modelar su propio comportamiento. Por
ejemplo, si están molestos porque olvidaron algo en el supermercado, compartan ese
sentimiento: “¡Estoy tan frustrado ahora mismo! ¡Se me olvidó traer la leche!”. Luego, después
de haber reconocido cómo se siente, puede modelar las habilidades de afrontamiento y
resolución de problemas. Puede decir algo como: “Voy a respirar profundo para calmarme, eso
a menudo me ayuda”. Luego, una vez que se sienta mejor, puede decir, “Ahora, ¿cómo puedo
resolver este problema?”, y haga una lluvia de ideas.
Los niños comenzarán a aprender las habilidades que usted les está dando como modelo, pero
es posible que también necesiten un poco de apoyo adicional a medida que empiecen a
aprender a manejar sus emociones. Si nota que su hijo empieza a parecer molesto, pídale que
le describa cómo se siente. ¿Puedes saber qué sentimiento es?
Sólo asegúrese de que si su hijo le dice que se siente triste, o ansioso, o enfadado, no intente
convencerlo inmediatamente de que no lo haga. A veces, escuchar “¡Oh, no es tan malo!”
puede hacer que los niños sientan que sus emociones están mal y los enseña sin querer que no
deben compartir cómo se sienten. En su lugar, puede validar la emoción (“Sí, eso suena
frustrante” o “Pareces decepcionado”.) y luego fomentar formas sanas de lidiar con ese
sentimiento.
Otra parte importante de que un niño aprenda a identificar conscientemente sus emociones es
que lo anima a empezar a prestar atención a cómo se siente, lo que significa que puede notar
una emoción antes, antes de que empiece a sentirse abrumado.
A veces los padres pueden sentirse sorprendidos por las emociones intensas que los niños
manifiestan durante los berrinches. Pero los niños no pasan de la calma a los sollozos en el
suelo en un instante, aunque así parezca. Las emociones se acumulan con el tiempo, como
una ola. Los niños pueden aprender a manejar esas emociones que parecen abrumadoras
notándolas y etiquetándolas con anticipación, antes de que la ola se haga demasiado grande.