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GEORGE WEMBAGHER

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

V.I.T.R.I.O.L.  
La  Dama  de  Chartres  
 
GEORGE  WEMBAGHER  

EDICIONES KOGNOS

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GEORGE WEMBAGHER

V.I.T.R.I.O.L.  La  Dama  de  Chartres  

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el  permiso  expreso  del  editor  de  la  misma.

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A mi Familia

«In Nobis Rosa Invenitur»

 
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I N R I  

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A todos ellos, amigos y maestros, gracias a quienes esta
obra ha tomado forma y cobrado vida.

«In Nobis Regnat Ille»

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PRÓLOGO  
En estos tiempos en los que, tanto a mí como a
usted, se nos antoja una aventura, sobrevivir al hastío
de repetir una y otra vez los tópicos de la crisis
económica, la falsedad de la política, la corrupción de
los políticos Y lo tendencioso de la prensa, es
gratificante poder evadirse de tanta mediocridad,
centrar la imaginación y elevar el espíritu apoyado en
el nuevo y segundo libro de George Wembagher.

En este nuevo episodio las peripecias de su


protagonista Richard Guenon y su -ya inseparable-
compañera de reparto Marina Vitelli, el afamado
experto en simbología miembro e instrumento de
oscuras y no excesivamente benéficas órdenes
iniciáticas y la bella inspectora de policía italiana
heroína y aprendiz, nos acompañan a un paseo por el
presente y el pasado, en dos momentos históricos
alejados pero conexos, por un nexo causal, un “deja
vu” favorecido por el amago de ungimiento del que es
víctima nuestro “cicerone” y profesor.

Las dotes para la captación de los símbolos y su


aplicación a las precisiones del relato son, sin duda,
el gran mérito del autor, que consigue que el lector se
sienta como la señorita Vitelli, presa de un acentuado
interés por, no ya conocer, sino aprender, en la
acepción más gala de la palabra, cada figura, cada
recodo, todo lo que está velado a nuestros ojos. Toda
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la simbología de la Catedral de Chartres se nos


reproduce y muestra al milímetro; con orden pero con
soltura, adecuándose al tempo que la acción precisa,
sin cansar al lector; fórmula que permite salir airoso al
autor, de tan notable y problemática “instrucción”. Se
diría que éste parece haber introducido en su “éxtasis
vital” la regla y, uniéndola a otras herramientas en las
que ya se ha perfeccionado su arte, medir de forma
más precisa y segura la construcción del Templo.

De nuevo los guiños, a los que tan aficionado es


George Wembagher, nos han sorprendido y
gratificado. La filiación del hijo de la viuda Critine
Nibirú, su propio apellido y esa adaptación novelesca
entre “El Jorobado de Notre-Dame” y la “Bella y la
Bestia”, marcado “remake” que nos sumerge de lleno
en el crisol de Christine y, al igual que otro de sus
trabajos vitrales, inmersión y resurrección como un
cristal pulido y más puro, traspasado por la luz de
nuevas e insospechadas revelaciones crípticas y
crísticas.

La novela, como lo hacen los monjes-soldados,


levanta una Catedral llena de misterios, a los acordes
de Jubal. Se alza la obra magna del Demiurgo, novela
y catedral, que comparten una misma finalidad: quien
pueda y sepa que busque y conozca su Cristo
interior. Entran en juego todas las claves iniciáticas a
la vez, la armonía de la música, la razón de los
números, el pulimiento de la piedra para su correcto
encaje y la búsqueda y aceptación del “yo” interior.
Todo en juego, danzando a un tiempo, como una
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sinfonía que sólo suena en lo más recóndito de


nuestro interior.

La exposición velada y sutil de signos, toques y


palabras, nos hacen comprender que aunque nos
gustaría identificarnos con Richard Guenon, ser el
afamado, aventurero y sabio protagonista, nuestro
lugar es más cercano a la “bestia” que, aunque feo y
deforme, es capaz de comprender el valor de la
manzana del conocimiento que la Dama le ofrece.

No quisiera dejar de significar, cómo la novela


consigue mantener la atención del lector hasta la
última página; hasta el último suspiro. Se acerca el
final y ya se echa de menos una nueva aventura del
discernimiento. ¿Volverá en un ciclo Guenon como lo
hace la Dama? ¿Para entonces habremos crecido y
entendido o andaremos aún encorvados como
bestias?

¡Basta ya de preparar el camino! echemos a andar,


iniciemos la aventura, vivamos lo que a buen seguro
estamos deseosos de descubrir… !El aprendiz está
dispuesto!

IGNE VITA RENOVATUR INTEGRA

Fernando Miró

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    CAPITULO  I  

La mar rugía enfurecida, erizada cual felino rabioso,


en olas interminables, enormes; filosas como espinas
enroscándose sobre sí mismas, desarmándose y
cayendo destrozadas y esparcidas en borbotones
pesados, nuevamente al magma revuelto de sus
propias entrañas. De cuando en cuando, alguna mole
de agua despedazada iba a parar como una lluvia de
pesados bodoques, a la cubierta del fustigado navío,
encarcelado entre columnas vivas que se erguían y
derrumbaban a su alrededor, elevándolo hasta el
cielo y sumergiéndolo luego, hasta la misma garganta
de Neptuno. Las aguas azotadas por el viento,
transmitían, a su vez aquella cólera, a la vulnerable
embarcación que, estoica y resistente, soportaba sus
embates, retorciendo sus maderos como si una mano
gigante la tratara cual estropajo en uso; escurriéndola
y volviendo a sumergirla. Los gritos eran inútiles,
ahogados por el rugido de la mar enloquecida y los
redobles de fuego celestiales que, cual legión romana
en batalla, les envolvía en tenazas, desde el cielo y el
agua, como si toda la naturaleza estuviera en su
contra.

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Era de tarde, aquel día de abril de mil doscientos


ocho, algo pasado el mediodía. Sin embargo, el techo
de nubes cargadas de agua y energía había traído la
noche cerrada desde la mañana. La robusta y
desafiante nao soportaba el flagelo de los dioses sin
suplicar, aunque a merced del azar, que las fuerzas
desatadas de la naturaleza le disputaban al destino.

- ¡Calar masteleros! – Se oía con dificultad en la


cubierta, en torno al mástil – ¡Arriar gavias!

Las órdenes del capitán sólo aspiraban a sobrevivir a


la tormenta. Las velas se retiraban de los mástiles y
se ataban en algún lugar seguro; a salvo, en lo
posible, de caerse al mar. La nave estaba expuesta a
los elementos iracundos, fuera de control. Es sabido
que no se puede detener el viento. Por eso, el capitán
Guillaume de Chartres, retiraba todo instrumento de
fuerza, que se opusiera a él. Sólo el timón permitía,
por momentos, orientar la proa de manera que las
gigantescas olas golpearen por el lado menos
vulnerable de la nave.

Las naos eran extremadamente resistentes y


robustas. Habitualmente de un solo mástil, aunque
ésta, más evolucionada, llevaba un trinquete. Tres
mástiles con velas cuadradas que aumentaban su
capacidad de aprovechar el impulso del viento. Esto
era un adelanto tecnológico para aquellas naves, y
daba ventajas en tiempos de calma, pero constituía
un problema de cuidado cuando las fuerzas eólicas
se desbocaban. El capitán Guillaume, no había
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nacido hombre de mar, sino que, como miembro de la


Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo
del Rey Salomón, comunmente conocidos como
Templarios, había asumido varias misiones,
recorriendo grandes distancias entre los mares del
norte y del sur del orbe terreno. Una ruta dura y
peligrosa que recorría el atlántico por más de nueve
mil millas en longitud, cortando varias latitudes a
ambos lados de la línea ecuatorial. Era un hombre
alto y delgado, de rostro juvenil a pesar de sus treinta
y ocho años. Barbas rojizas que se mezclaban con su
cabellera larga y ondulada, maltratada por el mar y el
aire salado. Tenía un rostro amable; engañoso si se
consideraba su personalidad rígida y algo belicosa.
Era un duro soldado de Dios en la tierra y no tenía
dificultades en aceptar el segar una vida o varias, a
golpe de espada y por el bien de su Orden o de su
Señor. Había prestado servicios al Temple de manera
ejemplar y, en este viaje, comandaba el RUBER
ASTRUM, Estrella Roja. Tal era el nombre de uno de
los pocos navíos que recorrían aquella misteriosa y
antigua ruta, hasta una tierra sagrada y, oculta tras un
espeso manto de secreto. Una travesía
extremadamente peligrosa y de las más prolongadas
en tiempo: Entre cinco y seis meses, dependiendo de
las corrientes y los vientos, les tomaba navegar de
puerto a puerto. Y en aquella tarde, a más de la mitad
del recorrido, parecían estar a punto de acabar su
última jornada.

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Los hombres se aferraban a cualquier cosa que


pareciera estar fija a la estructura, aunque ésta, a
mitad del temporal comenzó a crujir y a quejarse
como si de un anciano enfermo se tratase. Guillaume,
un templario que ejercía de capitán para ciertas rutas
secretas, pero sin gran experiencia en el mar, como
los capitanes de carrera, salía constantemente del
castillo de popa, preocupado por la seguridad de sus
hombres. La tripulación estaba muy expuesta y, cada
vez que alguna de las impresionantes lenguas de
agua barrían la cubierta, intentaba contar las cabezas
que emergían, para constatar que ninguno hubiera
ido a parar a la mar.

- ¡Amarraos al puesto! – Ordenó a grito limpio,


intentando que los hombres de cubierta se atasen un
cabo a la cintura y lo fijasen a una estructura segura,
en torno a la cual deberían moverse –

Los tripulantes, duros hombres de mar


acostumbrados al riesgo, eran reacios a aquella
práctica, debido al enredo de cuerdas que se
producía, después de unos cuantos minutos de
movimiento. La mayoría, simplemente fingía no oír la
orden por causa del constante estruendo. Sólo tres
de los cinco tripulantes que trabajaban expuestos, en
aquel momento, cumplieron la orden del capitán.

Cómo si hubiese sido planeado por el destino, la


siguiente ola que rompió sobre el casco, entrando por
estribor, cayó como un techo desplomado y arrasó
con tres de los audaces, que tras un grito ensordecido
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por la voz de Neptuno, volaron sobre la borda de


babor. Simplemente desaparecieron de la cubierta.
Sólo a uno de ellos se lo vio rodeando el francobordo
con sus pies en alto, arrastrado por una columna de
agua. Guillaume sabía que cuando un hombre
superaba los límites de la nave en una tormenta como
aquella, no se lo volvía a ver. Buscar en la mar era
inútil, ya que las aguas se tragaban ipso-facto, todo lo
que les caía. La muerte era la constante compañera
de viaje de aquellos marineros, que no pedían más
que libertad a cambio del riesgo. El capitán decidió
que era el momento de confiar en Dios.

- ¡Acabad de apuntalar la cubierta y retiraos a


bajocubierta! ¡A refugio y que Dios nos ayude! –
Ordenó para evitar más bajas, retirándose al castillo
de popa y cerrando la puerta tras de sí.

Casi toda la noche derivó el navío a merced de la


tormenta. El timonel, único apoyo para mantener la
posición frente a las olas, se había amarrado con
doble cabo a la caña del timón, dejando sus fuerzas
en un par de horas de forzar los virajes, según de
donde viniera la próxima columna de agua. El objetivo
era evitar su enviste contra el costado del casco. Ello
podría abatir el palo mayor del trinquete o, peor aún,
poner la quilla al sol.

La tormenta continuó, casi hasta el siguiente día; pero


un poco antes de que comenzara a despuntar el alba,

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los dioses parecían haberse agotado ya de infligir


tanto castigo. Los primeros rayos del sol, que por
bajos, se colaban entre las nubes y el mar, acabaron
de relajar al niño bravo que, al fin, devolvía el sosiego
a los dos elementos. Aquella mañana fue dedicada a
reparar los daños de la cubierta principal, desplegar
las gavias, trazar la ruta compensando la deriva y, en
lo posible, retomar el rumbo a destino sin perder
tiempo.

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CAPITULO  II  

La reunión de la Logia, aquella noche fría de


principios de diciembre, llegaba a su fin. El Poderoso
Maestro se ponía de pie, por primera vez,
preanunciando el cercano final de los trabajos de ese
día. El hombre que portaba una larga pértiga, con la
figura de un águila en su extremo superior, esperaba
las órdenes de su maestro para dirigir la conclusión
del ritual. Su mirada se perdía en el pentáculo,
extraordinariamente pulido, que brillaba en el techo
estrellado, reflejando la luz de las velas como si fuera
propia. Una estrella flamígera que guiaba los pasos
de todos los presentes, como alguna vez lo habría
hecho la mítica estrella de Belén con los magos,
Reyes. El hombre recordaba, mientras la logia se
preparaba para descender, como una nave espiritual
al universo manifiesto. Regresaba a aquella capilla,
creada dentro de una gran catedral, después de un
año en el que su vida había girado más de una vez,
más grados de los que hay en el compás que mide
según los cuatro elementos. La gótica catedral de
Estrasburgo le recibía nuevamente, como al resto de
sus hijos.

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- ¡Toc! – Desde Oriente el trueno explosivo y seco


daba a percibir la primera voluntad, desde la
sabiduría: El UNO.

- ¡Toc! – Su eco en Occidente, creando límite y


contraste, dando forma a la luz y la sombra, desde la
fuerza: El DOS.

- ¡Toc! – La segunda reverberación al Sur. La


Shekinah emanada que recorre en círculo,
observando el paso del astro del Demiurgo hasta
crear el orden en la belleza: El TRES.

El Poderoso Maestro y sus dos Guardianes liberaban,


en cada golpe de sus malletes, el símbolo que todos
los presentes comprendían desde lo más recóndito de
sus mentes. Los trabajos se apagaban al igual que
las luminarias que alumbraban el templo y, los
habitantes de aquel mundo sutil, regresaban a la
piedra del Reino. Al Malkut.

En el Templo generado en la capilla de San Lorenzo


de la catedral de Estrasburgo, la Logia reunida, de la
Orden de los Caballeros de Oriente, daba por
finalizados sus trabajos de aquella noche, la última
del año del Señor de dos mil diez. Los hermanos se
retiraban ordenadamente del recinto. El silencio y la
calma sólo se adornaban con los rítmicos pasos de
aquellos monjes laicos desfilando en procesión hacia
la puerta meridional, que les daría salida. Murmullos
respetuosos de aquella magia, aumentaban al
disminuir las penumbras del recinto, a medida que se

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aproximaban al arco apuntado que delimitaba el sitio


sagrado. Lentamente algunos sonidos se iban
distinguiendo hasta que uno, estridente, provocó el
giro de varias miradas.

- ¡Hermano Adoniram! – Se oyó desde el fondo de la


sala, proveniente de un hombre alto y moreno, de
unos cincuenta años de edad, algo robusto y con la
mano derecha en alto para hacerse ver –

Richard Guenon, un hombre delgado pero vigoroso,


de unos cuarenta y cinco años, un metro ochenta y
cinco de altura y cabellos castaños, respondía al
llamado de aquel hombre deteniendo su paso
abruptamente y girándose completamente hacia él.
Aguardó unos segundos a que se acercase mientras
avanzaba la procesión de hermanos con su
vestimenta ritual: una túnica blanca y negra en cuatro
gajos y una capa, también en cuatro bandas
alternando los mismos colores, portando una cruz
paté, roja como la sangre, adornando el pecho y la
capa. A medida que la pequeña multitud se acercaba
a la puerta de salida de la iglesia, los cofrades se iban
quitando las túnicas quedando en sus ropajes de
calle. Traje y corbata negros con camisa blanca.
Cuando el hombre hubo llegado a la par de Adoniram,
este le tendió la mano y respondió al requerimiento.

- ¡Hermano Regidor! – Saludó con cierto asombro-


¿Qué puedo hacer por vos?

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El regidor apoyó una mano en el hombro de Richard y


lo dirigió, con el giro de su propio cuerpo hacia un
lugar apartado del resto del grupo. La expresión
distendida pero contundente del rostro de su
hermano, interesó a Adoniram con un sentido de
alerta, no muy bien disimulado.

- No te preocupes, querido hermano elegido de los


quince… - Dijo el hombre, dejando un espacio para
una corta meditación por parte de Richard, haciendo
mención al oficio que este ostentaba dentro de la
orden y que hacía indudable referencia a una posible
obligación vinculada a esa posición – Debemos
hablar de un hecho recientemente acaecido, que
requiere de especial atención por parte de la Iglesia y
nuestra augusta orden – Continuó el monje sin
abandonar su cargada expresión –

- Como sabéis, querido hermano, estoy siempre a las


órdenes de la Iglesia y del regidor – Respondió
Adoniram intrigado, sin apartar la vista de los ojos de
su jefe –

El regidor dirigió a Adoniram hacia un cúmulo de


mesas y sillas, a unos pasos de donde se hallaban,
destinadas a cumplir funciones de vestidor, donde los
cofrades dejaban maletines y fundas de transporte de
prendas ritualísticas durante el transcurso de las
ceremonias, para volver a guardarlas a la hora de
retirarse. Separó una de las sillas para que la
ocupase el “Elegido de los quince” y otra para él,
convenientemente enfrentada a la otra. Acompañó

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con su mano, aún en el hombro de Adoniram, su


movimiento descendente hasta el asiento, al mismo
tiempo en que él mismo descendía por la vertical, al
ritmo de su hermano. Una vez ubicado frente a él y
tras un elocuente silencio de eternos segundos,
comenzó a hablar.

- Verás, querido hermano – Se echó hacia adelante


apoyando sus codos sobre las rodillas – Hace nada
más que unos días, del Archivo Vaticano, máximo
guardián de los más sagrados y peligrosos secretos
de la Iglesia Católica y de buena parte de la
humanidad, han salido una serie de documentos de
tremendo impacto para todos nosotros – Elevó
rápidamente las cejas, tragó saliva y dirigió los ojos
hacia el suelo, como buscando en él la forma mas
directa de explicar el problema – Surgieron de un
sector del archivo clausurado como secreto en mil
doscientos once, por el Papa Inocencio III. Se trata de
una bula firmada por Celestino III, en 1195, en la que
se designa a la catedral de Chartres, guardiana de los
secretos obtenidos por la entonces pujante Orden del
Temple – El regidor manipulaba una hoja de papel
intentando desplegarla. Una copia facsímil de un
documento manuscrito en latín-

- Pero ¿Qué tiene de extraño ese documento? –


Preguntaba Richard aprovechando el tiempo que le
daba el trabajo manual en proceso de su hermano –
Esa práctica era habitual en aquella época. El Temple

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guardaba bienes propios y de terceros, a la vez que


documentos y reliquias de toda índole entonces. Se
los conocía como banqueros por ello…

- Sí – Interrumpió el regidor, algo ofuscado, el


incipiente discurso de Adoniram, sin cejar en su
intento de desplegar el preciado documento – Pero en
este caso hay ciertas cuestiones que nos ponen en
alerta – Por fin logrando desvelar la faz escrita del
papel, con manos temblorosas por el percance – La
bula da poder a los templarios, de ocultar uno o mas
objetos que se mencionan en el documento como
“Secretus Magnus”. El entonces Papa Celestino III
autorizó a reconstruir la catedral de Chartres, con
fondos primordialmente del Temple, además de las
donaciones que pudieran obtenerse ¡Justo en el año
del señor de mil ciento noventa y cinco! – Con
aquellas palabras emitidas, el hombre se quedó
estático, enseñando a Adoniram la cara escrita del
antiguo documento copiado, con los ojos muy
abiertos, esperando que su hermano comprendiese el
mensaje a la primera. Richard permanecía
anonadado con la mirada fija en el hombre, como
esperando a que aquel le completara la historia –

- Emmm…- Con la cara y el cuello rígidos,


congelados por el temor de causar, en su interlocutor,
algún tipo de decepción - Me temo, Hermano Jefté,
que no le comprendo del todo…

Jefté era el nombre que el hermano Regidor había


escogido tras su primera iniciación. Al igual que

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Adoniram lo era para Richard, aquel apelativo


representaba el carácter que el iniciado pretendía
darle a su vida “recomenzada”. El personaje bíblico
escogido por aquel hombre denotaba su
perseverancia y deseos de perfección espiritual. Así
sería reconocido en Logia. Una costumbre que se
había arraigado en las sociedades secretas en
tiempos en que la persecución política o ideológica
era frecuente y esperable, ante diversos cambios
políticos. Tiempos en que la identidad de los iniciados
debía permanecer bajo las máximas reglas de la
discreción. Con el paso de los tiempos y el triunfo de
una cultura más tolerante, aquellas costumbres se
mantuvieron como tradición y expresión de un deseo
inmaterial.

- Recuerda Richard – Llamó el Regidor la atención


con el segundo dedo en alto - Apenas un año
después se produjo un gran incendio en la antigua
catedral, ¡Que se extendió a la ciudad entera! – Jefté
extendía las manos y las desplazaba en un gran
semicírculo delante de sus ojos, con las palmas hacia
el frente, significando inmensidad – ¡Los obispos le
dijeron al pueblo que un rayo había caído del cielo,
por el deseo de La Virgen María, de tener un nuevo
templo que se adecuara a las necesidades de los
nuevos tiempos! La antigua catedral cayó y una
nueva se reconstruyó, atendiendo la Bula emitida ¡Un
año antes! ¿Lo entiendes? – Dio un golpe seco sobre
la hoja desplegada como refrendando sus dichos y

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esperando que Adoniram asociara las ideas –

- Si… Creo que lo entendiendo… pero lentamente… -


Refrenó Richard, con la palma de la mano en alto y la
mirada extraviada en algún punto de la pared a
espaldas de su interlocutor –

- El hecho es que la antigua catedral románica no


poseía las dimensiones necesarias como para tolerar
grandes reformas – Aclaró el Regidor - Pero: ¿Qué
secretos valdrían la destrucción y reconstrucción de
semejante templo? ¡Era uno de los más
emblemáticos de entonces! – Remarcó acercando su
rostro al de Adoniram - ¿Qué podría pasar si tales
secretos vieran la luz en condiciones inadecuadas?

Adoniram mantenía la expresión fascinada sobre el


rostro de Jefté, que veía en sus ojos reflejada su
propio entusiasmo. Los párpados de Richard se
entornaban progresiva y lentamente mientras
especulaba. La historia era difícil de creer a primera
vista.

- ¿Y cómo se deduce que ese incendio fue provocado


para tal fin? – Inquirió Adoniram -

- Por una serie de documentos que datan de la misma


época - Volvía a desplegar el documento que había
vuelto a guardar – En ellos se exponen varias actas
con los detalles de una investigación dirigida por las
autoridades seculares, que llevaron a sospechar de
algunos miembros del clero local y, particularmente,

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del sacristán de la cripta, quién, según los escritos,


acabó suicidándose en el derruido campanario –
Continuó acomodando folios escritos en orden, ante
los ojos de Richard - Además en la bula, hay una
aclaración que, sin el resto de la información,
parecería innecesaria – Cogió el documento en sus
manos y lo leyó - “Haciendo lo necesario para tal fin,
a dispensa de cualquiera de sus actos…” - Re-
entregó el documento a Adoniram para que lo
constatase – Finalmente, las actas subsiguientes
desvelan que un tribunal de la Inquisición,
recientemente fundada, en mil ciento ochenta y
cuatro, se hizo cargo de la investigación, decretando
que el incendió había sido por deseo del Altísimo y su
Madre, exonerando a todo posible culpable y dejando
a la sociedad de la época boquiabierta – Sentenció
con una mirada elocuente - Todos estos documentos
descansaban juntos en archivos cuidadosamente
resguardados hasta el día de hoy – Concluyó
plegando los documentos por la mitad y descansando
la mano que los contenía sobre su rodilla derecha -

- ¿Y ahora han salido a la luz pública? – Adoniram


fruncía el ceño sin poder contener su asombro –

- Pública no… - Aclaró el Regidor enseñando ambas


palmas - No creo que se atrevan a tanto. Pero varias
órdenes vaticanas se han lanzado a investigar estos
documentos. La nuestra entre ellas – Jefté se
dedicaba a doblar concienzudamente los papeles

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para devolverlos a su estuche, mientras adoptaba una


posición mas confortable en su silla, echándose
levemente hacia atrás en el respaldo. Se sentía
descargado, en parte, probablemente al observar la
mirada concentrada de su hermano, que lo
escuchaba atentamente -

- ¿Y qué es exactamente lo que se espera de mí,


querido hermano Regidor? – Preguntó Adoniram, no
libre de preocupación por la posible respuesta -

- Tu eres un caballero elegido de los Quince –


Sentenció decidido el Regidor – Con la ayuda del
Altísimo, estás capacitado para ubicar y hallar lo que
esté oculto –

- ¿Me pedís que desvele lo que ha permanecido


resguardado durante ocho siglos? ¿Pretendéis que
me los lleve de ahí acaso? ¿Que me los robe? –
Adoniram contraía los trapecios en tensión mientras
su cuello mostraba un discreto espasmo que erguía
su nuca. Le costaba encajar el pedido de su hermano

- No exactamente – Replicó Jefté suavemente,


pidiéndole calma tocándole el antebrazo con las
puntas de sus dedos. Adoniram se quedó inmóvil, a la
espera de acabar de oír lo inevitable – Verás, querido
hermano – Continuó el Regidor - Aquí no se habla de
cualquier reliquia, tesoro o valor mantenido a
resguardo por la iglesia como tantos otros. Se trata de
un auténtico enclave Templario. La orden más temida

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y poderosa de su tiempo. La más misteriosa y


también la que acarreó más problemas al reino de
Francia y al Papado, entonces alternando entre Roma
y Aviñón. Sus propiedades y pertenencias fueron
redistribuidas a la clausura de la Orden – Haciendo
una pausa para permitirle comprender - Lo que allí se
encuentre puede estar asignado a nuevos dueños y,
en este momento, en el Vaticano, todos quienes
conocen el contenido de estos documentos
emergidos de lo profundo del tiempo católico, han
comenzado un litigio por aquella propiedad – Lanzó a
modo de advertencia -

- ¿Un litigio? ¿Entre quienes exactamente? – A


medida que Richard se impacientaba su cuerpo se
iba posicionando en un punto distinto del estrecho
campo de la posadera de su silla - ¿Y es que eso es
realmente legal?

- Los Hospitalarios de San Juan, a quienes les fueron


cedidas una gran parte de las propiedades del
Temple a su disolución, el Vaticano, como origen de
la Orden, la república de Francia, como heredera
legítima de las propiedades del antiguo reino,
diversas ordenes creadas a partir de la disolución del
Temple, como destino de sus miembros, en fin… -
Contrayendo ambos hombros en un corto movimiento
- Una multitud ha comenzado una reyerta diplomática,
bastante incómoda para todos. Y si es legal… ¿Qué
es y ha sido legal en estos últimos ocho siglos? – El

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Regidor coronó con una intensa carcajada su irónico


comentario –

- Sí. Pero yo no acabo de entender en que


participamos nosotros. Y particularmente yo, querido
hermano, que apenas conozco la catedral en
cuestión. Además hay nuevos caballeros, elegidos de
los Ocho y de los Quince, que residirán más próximos
a aquella región y serán conocedores, en mayor
medida que yo, de la historia y las personas que
rodean a la catedral de Chartres. ¿Por qué me
escogéis a mí? – Preguntó, casi a modo de reclamo,
enseñando ambas palmas en dirección al cielo -

- Responderé a todas estas preguntas, si me lo


permites – Jefté se acomodó en su silla, dirigió su
vista hacia abajo, fijándola en sus manos, que se
abrían como un gran paréntesis entre ambos
interlocutores – Nuestra orden de los caballeros de
Oriente y Occidente, recibió a su cargo la custodia de
la Catedral de Chartres, entre otras, durante el
papado de Julio segundo, alrededor del mil quinientos
cinco. Es nuestra la responsabilidad de que esos
tesoros acaben en las manos correctas –

- ¿Y cómo sabemos nosotros cuales son las manos


correctas? ¿Por qué no dejamos que las autoridades
eclesiásticas lo decidan?- Inquirió Adoniram
encogiendo los hombros -

- Esa es precisamente la idea, mi querido hermano –


Una sonrisa extensa en sus labios, era la forma en

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que Jefté empujaba a Adoniram a continuar


razonando – Que la pertenencia del contenido del
resguardo sea reconocida por autoridades de derecho

- ¿Y entonces? – Adoniram extendía los dedos de


ambas manos y arrugaba la frente vigorosamente -
¿Para qué me pide que me robe el tesoro?

- No te he pedido eso – El hombre acabó la frase


entrando en un silencio nuevamente ordenador, a la
espera que su interlocutor estuviera nuevamente
dispuesto a apelar a su paciencia. Enseguida retomó
– En este momento hay una gran convulsión entorno
a este asunto. Se espera que lo que allí esté
guardado sea algo de gran importancia. Creemos que
se está planeando más de una operación clandestina
para descubrir y probablemente apoderarse de lo que
allí se oculte, antes de que las autoridades puedan
tomar cartas en el asunto. De ahí la urgencia de
actuar. Nuestra intención no es llevarnos nada del
sitio donde se encuentre actualmente, sino
simplemente ponerlo en evidencia. Y es allí donde
entras tú, querido hermano – Un nuevo silencio
estático dejó reposar el barro de la información hasta
que las aguas volvieron a estar claras. Entonces el
Regidor completó su propuesta – Pretendemos
exponer ante todos, en ceremonia abierta, la
existencia de lo que sea que se oculte en aquel
resguardo. Hacerlo público, ante las personas

33
GEORGE WEMBAGHER

autorizadas, claro. Para ello planeamos realizar una


ceremonia en dicha catedral en la que se deje al
descubierto todo lo que hasta ahora es secreto ¡Que
se haga la luz! – Exaltó elevando ambos brazos hacia
el techo, casi como una broma, dramatizando el
momento –

- ¿Queréis que yo descubra el escondite en la


inmensa catedral y lo abra, solo ante los ojos de la
multitud de hermanos en ceremonia convocada a tal
efecto? – El rostro de Adoniram casi no tenía más
fibras por las cuales contraerse. Su cara, ya
distorsionada por el gesto, no podía expresar más
desconcierto - ¿Y cómo creéis que podría yo hacer tal
cosa?

- Eso, apreciado hermano, es la respuesta a la última


parte de tu pregunta… Por qué tú… - El Hermano
Jefté acaba la frase con una elocuente sonrisa que
requería poca aclaración –

- Lo sé… - Interrumpió el elegido de los Quince – No


me diga más…

Adoniram sabía que lo que continuaría, de seguir


explicando, era una simple adulación por parte de su
Regidor, acerca de sus reconocidas habilidades como
investigador y a la gran confianza que la Orden
depositaba en él, desde sus inicios en ella. Por su
naturaleza y filosofía, él rechazaba todo argumento
dedicado a aumentar su egolatría. Cumplidos y
adulación no eran bien recibidos en su esfera de

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

existencia - “No ayudan a erguir templos a la virtud de


la humildad” - Explicaba habitualmente en sus
sesiones de instrucción filosófica a los aprendices de
su Orden. Decidió dar allí por terminada la
conversación sobre aquel tema. Lo había
comprendido. Había entendido su misión y no iba a
rehusarla. Al fin y al cabo, estaba para ello.

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GEORGE WEMBAGHER

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La Dama de Chartres

CAPITULO  III  

Aquella nao era una nave rápida, lograda a base de


mejoras. Era capaz de cubrir hasta unas ochenta
millas marinas al día, si los vientos le eran propicios.
Recorría las más de nueve mil, de la ruta que hacía
entre ambos hemisferios, en algo más o menos de
cinco meses. Ida y vuelta a la tierra oculta del sur en
menos de un año, contando cargas y
reaprovisionamiento. En aquel viaje, ya habían
superado el trópico de cáncer en dirección al puerto
de la Rochelle, su origen y destino. Los sextantes y
astrolabios, utilizados para trazar la ruta en el mar, se
usaban de la misma forma durante el día pero, por la
noche, ya adecuaban sus referencias a las
constelaciones de norte. Estaban muy cerca; a menos
de un mes de tierra firme.

El capitán Guillaume de Chartres se desplazaba por


la cubierta principal supervisando personalmente las
tareas de abordo. Sus botas de caña alta, evertidas
en su borde superior, cubrían hasta las rodillas por
delante, dejando libre el hueco de flexión por la parte
posterior. Sobre ellas quedaba el borde de la túnica
corta que vestían todos los oficiales. De un color que
había sido blanco al partir; pero que casi al final del
viaje ostentaba un tinte amarillento obscuro, no

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GEORGE WEMBAGHER

restaba protagonismo a la imponente cruz patada roja


que recordaba, constantemente, su pertenencia al
Temple, en pecho y espalda. La túnica o camisola era
amplia, pensada para cubrir la cota de malla que los
templarios del mar, usarían en combate. Sin
embargo, no era de uso cotidiano, ya que su peso
haría imposible la supervivencia si alguno cayera por
la borda por accidente, aunque fuera en la mar
tranquila. Sus cabezas iban cubiertas con un gorro o
birrete de piel que enmarcaba sus rostros hasta el
medio de la frente, llegando a cubrir sus orejas,
siguiendo los límites de la cara. Todos los oficiales
iban armados de espada, la cual colgaba de una
banda que cruzaba en diagonal el tronco desde el
hombro izquierdo, acabando en punta sobre la cadera
derecha, soportando la espada larga que el oficial
aquietaba con su mano ante cada movimiento.
Resultaban algo incómodas de portar y poco útiles, la
mayoría del tiempo. Pero en aquel barco de combate,
más que de carga, era parte del ritual, el estar
siempre listo para entrar en batalla. Aquella nave, de
hecho, era un verdadero fortín flotante. Una sala de
armas repleta de ballestas, alabardas y espadas de
todo tamaño; un depósito de piedras enormes, bien
distribuidas bajo la cubierta, de modo tal que no
desestabilizaran el barco y dos catapultas, una de
proa y otra de popa, que servían para lanzar
proyectiles a distancia. Todo aquel arsenal constituía
la base de sus defensas. Mucho espacio y energía
dedicados a tal actividad, para surcar el mar de norte
a sur y de vuelta, la mitad del tiempo en solitario, por
mares desconocidos para la mayoría de los
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

navegantes del mundo.

Estaba claro que el cargamento que transportaban


merecería tal nivel de seguridad. Y aquello era
conocido por los que vivían de la piratería y del
secuestro de nobles que valieran rescate. A las
latitudes a las que se encontraban, había que
cuidarse de turcos, moros y corsarios del norte de
África, azotes de aquellos mares próximos al
mediterráneo, que ostentaba el tránsito comercial
más rico del mundo. Los vigías se mantenían en
constante alerta. Uno sobre la cofa alta, de ocupación
permanente y a veces uno o dos más en las de
apoyo; algo más bajas y soportadas por los mástiles
de proa y popa. Aquel día, después de la tormenta,
los tres puestos estaban ocupados y había turno para
los que querían el oficio; no solía ser uno de los
trabajos más buscados, pero en aquella ocasión, era
mejor que dedicarse a asear los beques, repletos de
vómito y heces líquidas, producto de la movida de la
noche anterior.

A pesar del repugnante olor reinante entre las


maderas de la nave y los destrozos que había que
reparar, el suave vaivén de una mar serena que
acunaba a los tripulantes, mientras el sol se iba
posicionando en su camino al cenit, proporcionaban
una sensación de bienestar que compensaba las
incomodidades de abordo. Como revivir después de
la muerte. Un sentimiento placentero que requiere,

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GEORGE WEMBAGHER

inexorablemente, del dolor o la agonía previos, para


ser comprendido y valorado.

Con las labores en curso y las velas desplegadas, se


establecía el rumbo para retomar la ruta establecida.
Guillaume hizo una señal a varios de sus oficiales y,
juntos, se retiraron al castillo de popa. Las jerarquías
estaban perfectamente establecidas entre oficiales
superiores, mandos medios y tripulantes o sirvientes.
Entre los oficiales, tambien había una división,
aunque no tan clara como en el contexto general de
la nave. Unos eran de comando, abocados
exclusivamente a las tareas militares y de gobierno
del barco; pero había otros que, además de cumplir
con sus obligaciones profanas, pertenecían a un
grupo separado, de índole esotérico, que se reunía en
secretas ceremonias, alejado de la vista del resto.
Una selecta tropa que hacía algo más que luchar en
nombre de Cristo.

Guillaume bajó por unas escaleras de caracol hasta


una cubierta inferior. Eran seis más los que lo
seguían en su peregrinación hacia las profundidades
del barco. El capitán utilizó una de las múltiples llaves
que pendían de su cinturón y la giró en la cerradura
de un grueso portal de madera. Todos entraron a la
sala y volvieron a cerrar la puerta con cuidado. En el
centro del espacio rectangular había un arcón
cuadrado de metro y medio de lado y unos noventa
centímetros de alto, cubierto por un manto blanco,
decorado con la divisa de la cruz paté roja en el
centro de la tela. Todos los oficiales presentes se
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La Dama de Chartres

ubicaron a su alrededor, se arrodillaron


solemnemente con ambas rodillas y posaron sus dos
manos sobre el arcón. Bajaron las cabezas en
silencio y rindieron su respeto. Luego se incorporaron
y ubicaron en sus respectivos lugares en torno a la
habitación. Uno en oriente, dos en occidente, uno en
el sur y dos más en septentrión.

La sala estaba decorada con paños rojos sobre la


madera obscura. Una cruz de madera al tono, de la
altura del muro, presidía el este. Dos columnas
flanqueando la puerta de entrada y tres estrados: uno
a oriente, delante de la cruz y dos más a occidente. El
capitán Guillaume se ubicó en el de oriente. Se quedó
de pie y se colocó un collarín de pana rojo, bordado
en plateado con una estrella de cinco puntas. Tras él,
una cortina roja de terciopelo con unas siglas
bordadas en su centro: O. M. P. S.

Los demás oficiales hicieron lo mismo, cada uno en


su sitio y, una vez vestidos, el capitán dio un golpe
con un mallete de madera sobre su estrado. Levantó
en sus manos un antiguo libro encuadernado en piel
marrón, que descansaba, cuidadosamente
acomodado ante sus ojos, observó su lomo y besó,
solemnemente, la figura circular que en él aparecía
representada. Lo abrió por una página previamente
señalada y lo volvió a dejar en su sitio, posicionado
como si debiera ser leído por todos los presentes.
Finalmente pronunció unas palabras en latín.

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GEORGE WEMBAGHER

- In nomini Mater Domina et Sub amictus Ordo Mlitaris


Prioratum Sionis –

En el nombre de la Madre y Señora y bajo el manto


de la Orden Militar del Priorato de Sion. Dio otro golpe
con el mallete y todos se sentaron, cada uno en su
puesto. La ceremonia había dado comienzo.

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La Dama de Chartres

CAPITULO  IV  

Con el Sol casi en el cenit y el frío calándole la piel


del rostro, único sector descubierto de su anatomía, el
Caballero de Oriente y elegido de los Quince, Richard
Guenon se apeaba del tren de mediodía, procedente
de París, Montmatre, en la estación del pueblo de
Chartres. No estaba sólo. Una esbelta mujer italiana,
de cabellos caoba natural suavemente ondeados, que
acababan por debajo de sus hombros, le
acompañaba en un gracioso andar, alegre y
dinámico. Marina Vitelli, del cuerpo de Carabineros de
Roma, jefa del departamento de homicidios, era su
compañera desde hacía algunos años. Tenían en
común su actividad policíaca, él como forense y ella
en investigación criminal; pero también, se habían
convertido en algo más desde que se conocieron.
Una relación de aprendiz y maestro, no el uno del otro
sino de ambos por igual, había hecho de aquella
unión, una simbiosis perfecta. Él un simbolista de
años de evolución, en busca de la piedra filosofal
escondida en la retórica gráfica y escultórica de los
templos; y ella un alma atrapada en el laberinto vital,
rectificando para encontrar el camino hacia el centro.
Ambos circulando en la misma dirección.

La mística sensación presagiaba lo intenso del viaje

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GEORGE WEMBAGHER

que aún estaban iniciando y que, por experiencia, no


intentaban predecir en significado o recorrido.
Adoniram, simplemente, echó a caminar en dirección
al Templo, con una breve referencia en su memoria y
la visión de la catedral, manifiesta durante el final de
su viaje en tren, confiado en que el camino iba a ir
desvelando los sutiles misterios, uno a uno, según su
propia esencia los fuera pidiendo. “Pide… Y te será
dado”… Retumbó en su cabeza la máxima de su
antigua Orden. Él no dejaba de pedir. Ella lo seguía a
la par.

Caminaron relajados hacia el gran monumento que


alzaba su cúpula por encima del discreto, aunque
pintoresco pueblo que le servía de marco. Adoniram
sintió su presencia aún bastante antes de percibirla a
través de sus embelesados ojos. El solo hecho de
observar sus asimétricas torres a punto de despegar
hacia el cielo, por sobre los edificios que bloqueaban
el paso y el resto de la vista, es suficiente para que el
alma del peregrino vibre con intensidad, al guiar su
destino por ellas. Richard imaginaba lo impresionante
que debió haber sido para un visitante medieval o,
simplemente, para alguien de principios del XX,
cuando aún no existían los edificios de tres o cuatro
plantas que hoy atentan, sin éxito completo, contra
aquel misticismo sublime. Unicamente al llegar a la
plaza de la catedral, el magnífico monumento sagrado
desvela sus formas, libre y completamente. Allí
recién, su esplendor puede ser observado sin
dificultad.

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

La pareja se acercó despacio y con ceremonia, al


portal principal del templo. Los ojos de Richard, al
principio atraídos por el delta luminoso que, entre las
dos columnas celestiales, coronaba el frontispicio, se
vieron sobrepasados por la luz etérea proveniente de
las incontables figuras y el riquísimo decorado de la
puerta de occidente. La misma imagen penetraba por
los ojos azul-violeta de Marina, que pestañaban sólo
por secos, al evaporarse las pocas lágrimas que
vertía con el escaso movimiento que le daba,
impresionada por las formas.

Aún antes de acercarse a distancia de distinguir


detalles, la armonía del glorioso Templo debía ser
apreciada. La relación entre sus dimensiones es la
encargada de dar al observador, la sensación de que
se encuentra ante un objeto sagrado. Estas deben
respetar unos códigos indispensables para que dicha
percepción sea perfecta.

Marina disfrutaba en silencio mientras Richard


intentaba descubrir esas relaciones que estaba tan
acostumbrado a ver. En ellas, estrellas flamígeras y
figuras celestiales pueden ser dibujadas y observadas
por la mente, sin necesidad de que estén allí
expresadas. En estas proporciones armónicas, la
mente acostumbrada, los ojos que han aprendido a
ver, detectan las formas armónicas que, según las
enseñanzas, son capaces de conducir al iniciado al
universo metafísico. Al lado espiritual de la existencia.

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GEORGE WEMBAGHER

Adoniram buscaba esas familiares formas sagradas


con entusiasmo. Sin embargo, las proporciones que
esperaba hallar no eran, en aquella ocasión, fáciles
de encontrar. El templo mostraba una armonía casi
perfecta. El orden universal, trazado por el Demiurgo,
sin dudas era respetado. La esotérica sensación de
sacralidad estaba perfectamente lograda. Pero las
estrellas, las formas euclidianas que Adoniram
acostumbraba a ver en su mente ante tal armonía, no
parecían perfectas. Se deformaban, resultaban
asimétricas o, sencillamente, no aparecían.

Richard no estaba acostumbrado a aquello. A la


extraña sensación de no comprender del todo las
proporciones del conjunto. Su percepción se alteraba,
de acuerdo a lo que conocía, aunque no alcanzaba a
entender la razón.

Procedió, como era habitual, rodeando el templo


según el camino del sol, acompañado por Marina,
quien deslumbrada, no se debatía aún entre los
principios geométricos que regían la obra. Se limitaba
a dejarse llevar como la gran mayoría de los
peregrinos. Richard, sin embargo, tenía una fina
percepción otorgada por décadas de observación y
aprendizaje, así como una tarea concreta a cumplir,
que le obligaba a tener los ojos aún más abiertos. Su
contemplación no era únicamente espiritual, sino que
debía determinar, por las indicaciones que el propio
Templo le diera, la ubicación de aquello que estaba
oculto y que él debía desvelar.

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Cada fachada de la celestial obra prometía más y


más, ante el escueto recorrido inicial de la pareja,
emulando al sol en su ruta de regeneración. Las
formas del inmenso templo se iban haciendo a un
orden en la mente de ambos, que comenzaban a
reconocer la inmensa cruz latina que contendrá al
hombre y dejará a su hijo nacer. La verde techumbre
de cobre oxidado, modificado por los elementos,
recordaba la secuela del último fuego purificador que
devolvía a los dioses la antigua, de madera. El sol de
mediodía, en diciembre, se esforzaba por escalar al
zenit sin acabar de lograrlo, bañando íntegramente la
puerta de occidente, llamada Real.

- Me resulta extraño el paso del sol en relación al


edificio – Reflexionaba Marina, que con una mano
haciendo de visera sobre los ojos, miraba en la
dirección de donde venía la luz estelar – A esta hora
el sol debería bañar la fachada sur, si es como en
casi todas las catedrales de este tipo – Reflexionó -
¿Por qué está justo sobre la fachada occidental? –
Preguntó percatándose de su particular orientación –

- Esta es una catedral algo particular… - Respondió


Richard mientras recorría con la vista ambas
fachadas, que le quedaban a tiro desde su ubicación
en el vértice sur del edificio – Observa el ángel que
porta el reloj solar, justo en el ángulo formado por
ambos muros – Indicó señalando con el índice - Eso
es el sur – Sacó una brújula del bolsillo de su abrigo,

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GEORGE WEMBAGHER

abrió la tapa y ubicó el norte, haciéndolo coincidir con


la aguja señaladora – El edificio está apuntando al
noreste. A cuarenta y seis grados, más o menos. Por
eso ves cierta distorsión en el paso del sol respecto a
la estructura del Templo

- Yo creía que las iglesias siempre se orientaban al


este. A la salida del sol en el equinoccio. ¿Por qué
esta lo hace en tan extraña posición? – Marina
observaba el edificio en toda su longitud tratando de
orientarse –

- Esta iglesia apunta a la salida del sol, como casi


todas. Sólo que lo hace a un día en especial, en el
que el sol sale justo por el sitio al que mira el ábside –
Explicó Richard extendiendo el brazo derecho en la
dirección indicada -

- ¿Y que día es ese? – Interrogó ella con gesto de


sorpresa –

- El día del solsticio de verano. Alrededor del


veintiuno de junio, con variaciones dictadas por el
tiempo y los movimientos astrales. Pero a grandes
rasgos, debo decirte que apunta al día del nacimiento
de San Juan el Bautista – Richard apretaba los labios
y asentía inconsciente y continuamente con la
cabeza, como aseverando su observación, mientras
él mismo acababa de comprenderlo –

- ¿Y por qué allí? – Preguntó Marina, algo ansiosa de


esperar la explicación que se demoraba - ¿Tiene un

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

significado especial?

Adoniram elevó y relajó ambas cejas en un


movimiento rápido, dirigiendo la vista hacia el suelo,
buscando las palabras adecuadas para una
explicación no muy sencilla.

- La iglesia apuntada directamente hacia San Juan,


habla de un esoterismo particular en la filosofía de los
que la construyeron. Para el vulgo, la Iglesia Católica
se rige por una doctrina trinitaria, hecha por
Constantino el Grande en torno a la iglesia de San
Pedro el apóstol que, según esta filosofía, Jesús
había escogido para seguir su obra, como sucesor…

- Sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Lo recuerdo


de cuando tomé la primera comunión… - Refrendó
Marina con cierto sarcasmo –

- Pues Juan el Bautista, que bautizaba en las aguas


del Jordán, era el sacerdote; la columna religiosa de
las dos que sostenían el templo de Salomón, gran
símbolo de la estabilidad judía – Mientras señalaba
las columnas que rodeaban el pórtico central - Jesús
era el mesías. El descendiente de David que debía
llevar al pueblo a la libertad, entonces, del yugo
Romano. En ese marco no era Dios en la tierra, ni el
Hijo de Dios, sino la columna política que, junto con la
sacerdotal, sostenían la idiosincrasia y la sociedad
Israelita. El Templo de Salomón – Una pausa estática

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GEORGE WEMBAGHER

se hizo necesaria ante la expresión de Marina, que


intentaba asimilar la idea. Richard puso las manos en
la cintura, echó una nueva mirada a la estructura
iluminada desde la oscuridad y retomó la explicación
apelando a la retórica – La orientación hacia San
Juan es una audaz propuesta. Un puente que pasa
sobre el concepto exotérico de la Iglesia Cristiana;
sobre sus dogmas impuestos políticamente para
contentar al vulgo y mantener el orden social.
Propone el contacto directo con la antigua y mística
idea del cristianismo original, antes y a pesar de
Constantino, quien romanizó la filosofía esenia que
originó a la iglesia de Jesús – Giró la mirada
buscando el rostro de su compañera - Un puente al
esoterismo; aquello que no se les dice a todos. Lo
que está oculto detrás de las enseñanzas formales.
Lo que viene encriptado en las sagradas escrituras…

- ¿La verdad? – Interpretó Marina lo que pensó que


seguiría en la frase de Richard. Este la miró
sorprendido, con gesto sereno –

- La verdad… - Respondió meditabundo – Quien sabe


lo que es eso… La verdad para ellos, los iniciados de
aquella filosofía antigua que ha llegado a nuestro
tiempo oculta tras la imagen creada por el Imperio
Romano, tal vez – Encogiéndose de hombros - Si es
que sabemos interpretarla, claro. Lo que hay aquí es
el lenguaje, que probablemente nos hablará de lo que
hay detrás de los símbolos utilizados por la iglesia.
Las claves para rectificar… Pistas, para encontrar el
camino al magisterio. En definitiva, hacia Cristo…
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿A Cristo? ¿A Jesús? ¿Eso no es exactamente lo


que dice la iglesia a todo el mundo? – Interrogó
confusa –

- Al Cristo… Sí. No he dicho a Jesús… Y sí, es lo


que dicen a todos. Pero créeme: muy pocos lo
entienden… - Con la mirada perdida en el ángel de
luz que portaba la medida del tiempo en aquel punto
de la tierra, Richard reflexionaba en silencio. Su
compañera no acababa de comprender, aunque supo
que lo haría, probablemente, si era capaz de percibir

Juntos regresaron al portal principal. A occidente o,


más específicamente, al sudoeste. En pleno trayecto
del recorrido del sol, en el punto exacto para que los
rayos del astro partan al medio, en perpendicular,
todo el frontispicio y aquello que este contenga. Un
occidente que, lejos de ser oscuro, recibe la luz a
pleno en un momento del año, muy especial.

- Con esta orientación, el Templo no sólo recibe la luz


directa y señala al amanecer del solsticio de verano,
de San Juan el Bautista – Continuó reflexionando
Richard a su paso lento y contemplativo - Su otra
cara, apunta justo al otro solsticio. A San Juan el
Evangelista…

- Claro, por la simetría geográfica, así debe ser… -


Dedujo Marina restándole importancia, esperando la

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GEORGE WEMBAGHER

explicación –

- Al igual que Jano con sus dos rostros – Respondió


Richard - El joven mirando a la luz, al porvenir y el
viejo hacia la oscuridad del pasado. El orden
universal era representado en Roma por este dios,
que hacía las veces de demiurgo, separando invierno
de verano. Oscuridad de luz. De esta misma forma
esta catedral presenta sus dos caras – Hizo un gesto
de separar con ambas manos - La más moderna
hacia la luz del solsticio de verano y la más antigua
hacia la oscuridad del invierno. No sólo está orientada
hacia un San Juan, sino hacia ambos… Con diferente
significado…

- En los solsticios, cuando el sol se detiene, recuerdo


que las puertas del cielo se abrían para los iniciados –
Relacionaba Marina, con los párpados entrecerrados

- En verano, con la luz en alto, se abre para los


hombres; para recibir a los que se iniciarán – Ordenó
su compañero - En invierno, se abre para los dioses,
para parir a los que han acabado ya su proceso de
iniciación. Como el útero de la Madre Tierra, que hace
de atanor para la metamorfosis del hombre… -
Completaba Richard, mientras se posicionaba a cierta
distancia del imafronte, buscando apreciarlo en toda
su grandeza. Luego se dirigieron hacia la entrada,
muy lentamente –

- Metamorfosis… - Repitió ella – ¿Y en qué se

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La Dama de Chartres

convierte? – Atacó desafiando a una respuesta


directa –

- En Cristo… Precisamente – Lanzó Richard


recogiendo el guante, con una mirada directa a los
ojos de su compañera y una sonrisa discreta en los
labios, dejando en claro que, de momento, no iría
más allá –

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GEORGE WEMBAGHER

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  V  

Varias jornadas de buena mar y días soleados habían


generado una falsa sensación de tranquilidad entre
los oficiales y tripulantes del Ruber Astrum. El capitán
y el contramaestre sabían que se acercaban al temido
paralelo treinta de longitud norte. A Partir de allí, la
ruta estaría infestada de piratas. A los ya conocidos,
alrededor de las costas norafricanas se agregaban los
Vikingos, que ya se aventuraban más al sur,
probablemente debido a la carencia de trabajo en
latitudes más frías. Estos eran, con diferencia, los
más sanguinarios y eficientes, en las artes de la lucha
cuerpo a cuerpo. Los navíos franceses eran muy
buscados por la habitual riqueza de sus cargamentos
y el Ruber Astrum, si bien en su velamen llevaba la
divisa de la Orden del Temple, era sabido que se
dirigían a la encomienda de La Rochelle, con riquezas
obtenidas de tierras lejanas. Ellos asumían ser una
presa codiciada.

Cuando las primeras luces deban paso a la corona


del Rey de los astros, con la faena del día ya
encaminada, la voz del vigía principal se oyó con
claridad. Desde la cofa alertaba del peligro.

- ¡Nave a la vista por levante! – Repitió varias veces

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GEORGE WEMBAGHER

para asegurarse de que a nadie se le pasara el aviso


Los oficiales se reunieron en el puente, sin que


hiciera falta llamada alguna. Sabían que aquella
situación no debía ser menospreciada. Habían
cometido un error, encendiendo una lámpara la noche
anterior, al pasar revista a unos daños que aún no
habían quedado reparados en la cubierta principal y
eso, en aquellas latitudes, era llamado a “comer para
las rapaces de los mares”, que esperaban deseosos
de hallar una presa. El capitán Guillaume se ubicó de
espaldas al viento, buscando constatar su dirección;
pidió un sextante al contramaestre, para confirmar el
rumbo y el margen de error que tenían para cambiarlo
ligeramente, sin alejarse demasiado de su ruta.
Finalmente gritó la orden al timonel.

- ¡Posicionara a barlovento a toda vela! – Indicando


con el brazo derecho estirado la dirección a la que
quería dirigirse, con el viento a sus espaldas para
lograr mayor velocidad –

- ¡Guindar masteleros! ¡Timonel, diez grados a


estribor! – Respondió el primer oficial inmediatamente
-

El viento soplaba en dirección noreste y permitía


aprovechar al máximo su impulso sin perder el rumbo.
Guillaume sabía que su nave no era tan rápida como
la de la mayoría de los piratas, ya que estaba
diseñada para carga y combates convencionales. Era
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

mucho más pesada que las de los que atacaban en


altamar y, a pesar de sus defensas y soldados, eran
vulnerables ante la maniobrabilidad de las más
ligeras.

La tripulación, de unos cien hombres en total, estaba


compuesta en su mayoría por sirvientes y soldados.
Un buen número de arqueros y lanceros hacían un
pequeño ejército, por si había que librar batalla. Casi
todos pertenecían a la orden templaria, sin ser
caballeros, pero sí subalternos; aunque había una
docena de mercenarios y tripulantes, contratados por
su habilidad en tareas específicas. Entre ellos un
trenzador, que se empleaba en fabricar cuerda y
reforzar velas, un carpintero artesano, para trabajos
en madera fina, cuatro artilleros con experiencia en
operar catapultas, la artillería marítima y seis
calafateadores, necesarios para las labores de
mantenimiento en altamar, cuando había daños en el
casco. Estos últimos bajaban montados sobre
aparejos sostenidos por cuerdas, a cualquier altura
del casco y embreaban y cubrían las roturas que se
iban produciendo en la madera. La presencia de
estos hombres, ajenos a la orden, era bastante
incómoda para los demás. Aquellos, que juraban
guardar secretos de todo tipo, tenían que cuidarse
constantemente de la presencia de los extraños,
mientras hablaban entre sí o realizaban cualquiera de
sus actividades, tributarias de ese voto de silencio.
Los extraños eran tolerados pero no se integraban

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GEORGE WEMBAGHER

fácilmente al resto de la tripulación, a pesar de


aquellos largos períodos de convivencia. Estaban allí
porque hacían falta, pero no se mezclaban. A su vez,
los extraños, conscientes de la actitud reservada de
los demás, constantemente hurgaban entre sus
cosas, interesándose por aquellos secretos que
sabían que existían. Atraídos por la idea de riquezas
asociadas a lo oculto, intentaban descubrir
escondites, oír conversaciones y espiar, lo que
aumentaba la increscente sensación de incomodidad
entre el grupo templario.

Aquella mañana, la revista de las tropas dejaba ver,


claramente, las pautas de aquella extraña
convivencia. Los soldados y los servidores de la
orden, en un cúmulo sobre babor. Aguardaban la
revista de sus oficiales. Los mercenarios y
contratados, a estribor, se distribuían por el largo de
media cubierta.

La revista de la tropa también exponía otro problema,


que siempre era de esperarse después de cuatro
meses de travesía por el mar. Los animales de granja
se habían acabado hacía ya más de un mes. El grano
estaba justo y era administrado con cuidado para que
alcanzara hasta el final del viaje, dado que, por
resguardar su valiosa carga, eran reacios a atracar en
puertos, a reaprovisionarse. Después de haberse
comido los animales de granja, se dedicaron a cazar
a las ratas que a su vez, sobrevivían del grano. Pero
a aquellas alturas, los mercenarios contratados, que
al final de los largos viajes estaban acostumbrados a
58
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

buscarse el sustento entre las sobras, se habían


comido hasta las ratas. Los hombres estaban débiles
y poco preparados para la lucha. Sin embargo,
tendrían que afrontar su destino.

El segundo oficial dispuso de media cubierta como


campo de entrenamiento y los puso a todos a
practicar, a jornada completa, técnica de lucha y
manejo de armas. El vigía anunciaba, más o menos
cada hora, que la nave, que ya los había localizado,
se acercaba. El capitán la observaba por un catalejo,
buscando identificarla.

- Proa alta con mascaron... ¡Con forma de Dragón! –


Espetó preocupado, quitando el ojo de la lente para
dirigirse de lleno al primer oficial, que no se movía de
su lado – ¡Piratas Normandos! – Anunció preocupado

Los vikingos, hombres del norte o “normandos”,


estaban entre los guerreros más temidos. No solían
llegar tan al sur, aunque habían sido vistos alrededor
de los treinta grados norte, sobre todo en los
inviernos. Era plena primavera, pero al parecer, aún
recorrían aquellas aguas. Tres velas enormes eran
casi todo lo que dejaban a la vista, además de su
marca de proa. El casco, grácil y bajo, apenas
sobresalía de la línea del horizonte.

- Sin dudas una nave de guerra – Sentenció

59
GEORGE WEMBAGHER

Guillaume buscando el enfoque del catalejo -

60
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  VI  

Al acercarse, con la vista siempre fija en el manifiesto


universal de aquel impresionante frontispicio, a cuasi
solemne paso cada vez más ralentizado, letargo
reactivo a aquello que embelesa y penetra en la
mente del que comprende; ocupando a su paso el
espacio en su interior y deshaciéndose del tiempo
esclavizador, ambos se introducían, pasivamente, en
las formas de aquel universo intermedio. Ni en el
Malkut ni en el Keter. En algún punto de aquel
interminable camino en el tránsito de ascensión o
descenso. En ese universo que, sin ser reino ni
corona, nos aparta inmisericorde de nuestros
preciados metales y, casi sin preguntar, arranca parte
de la carne que, aún prendida a nuestros huesos, nos
impide la libertad de volar.

Incluso antes de detenerse a observar los simbólicos


decorados exteriores, ambos, como Eva y Adán,
sintieron la necesidad de atravesar las arquivoltas del
primer arco, vestigio glorioso de aquella recordada
obra románica precedente de la actual, con la
necesidad de sentir, como nunca antes, la
inmensidad de su inmaterial contenido.

Apenas dejado atrás el vestíbulo y adentrándose,

61
GEORGE WEMBAGHER

ambos cogidos de la mano, hacia la transparencia del


bosque de piedra y luz que los devolvía al espacio
infinito, Adoniram fijaba la vista en ángulos, arcos,
vértices; como buscando exasperado puntos donde
apoyarse y, a través de los cuales orientarse. Su
actitud continuaba luego de varios minutos. Sus ojos
se posaban aquí y allá, dejando entrever que no
acababan de encontrar comodidad natural en ningún
sitio. La sensación le era ya familiar. Lo mismo había
sentido al recorrer el exterior del templo. Las formas
eran reacias a su comprensión de primera vista.

Antes de conocer esta majestuosa obra, la ilusión de


Richard de trabajar en ella era inmensa, ya que sabía
que esa catedral era famosa por la armonía de sus
formas y su aparente gran capacidad para
comunicarse con el espíritu del visitante. Todo el
mundo que la había visitado alguna vez, guardaba en
su recuerdo sensaciones poderosas, aunque
inexplicables, secuela de su contacto con aquel
vórtice divino. ¡Adoniram reclamaba los mismos
derechos! La sensación de plenitud que, incluso ya
anteriormente había sentido en templos de la misma
categoría.

La expresión de las formas, bien calculadas, de


aquellas catedrales góticas le eran familiares y bien
conocidas. La armonía sagrada del número de Dios,
de la divina proporción, usualmente se le presentaba
comprensible a sus expertos ojos, después de años y
años de analizar aquellos símbolos omnipresentes.
Sin embargo aquí pasaba algo distinto. Las cosas no
62
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

parecían tan sencillas. Las formas, la armonía, las


relaciones arquitectónicas. Algo no iba bien. En ese
mismo instante supo que aquello no se parecía nada
de lo que él había conocido. Que no, como él creía, lo
tendría casi descifrado al verlo.

Era algo pasado mediodía. La luz entraba en su


apogeo por las vidrieras multicolores. El escenario se
ponía cada vez más trascendente y aquel universo,
cada vez más inmaterial. Adoniram comenzaba a
sentir la incertidumbre de aquellas incógnitas. No
había logrado descifrar el templo a primera vista.
Habitualmente una catedral que visitaba por primera
vez no se dejaba desnudar en la primera cita. Richard
requería de dos o tres visitas antes de poder tener
conclusiones acertadas sobre lo que sus símbolos y
estructura comunican; pero siempre había podido
comprender la esencia del templo con la primera
mirada. Al menos percibir, simplemente, la armonía
de sus formas. Esta vez, sin embargo, era diferente.
En efecto, era mediodía. Habría que comenzar a
trabajar…

Marina observaba los movimientos de Richard y


notaba su discreta ansiedad, como buscando aquello
que no hallaba. Y, ciertamente, ella misma notó una
extraña sensación al introducirse en aquel universo
diferente. No había intentado explicársela, ya que
había experimentado esa especie de confusión
placentera al penetrar otros templos igualmente

63
GEORGE WEMBAGHER

sagrados. Esta vez parecía ser algo similar. Una


especie de “primera vez”. No le preocupó en absoluto,
sino más bien le imprimía una cierta sensación de
felicidad que la conformaba sobradamente.

Pero ella notaba que lo de Adoniram era algo


diferente. Él era un conocedor de los símbolos. A sus
ojos de aprendiz, casi un erudito, aunque él se
supiera tan ignorante como el que más. Le sorprendía
la aparente desorientación de su compañero, de
quien ella conocía bien su facilidad para entender las
formas y la arquitectura sagrada. En principio no
preguntó. Sabía que a veces, integrarse al universo
elevado e intemporal de aquellos templos llevaba al
menos unas horas.

Richard fijaba la vista en paneles, arcos, columnas…


En la techumbre tan alta como una torre de babel y la
observaba con expresión de desconcierto. Como si
no fueran las dimensiones relativas de aquel gigante
geométrico, las que debían ser según su
preconcepto. Sabía que él no era quién para definir lo
debido y mucho menos en aquel sitio sagrado,
construido por maestros infinitamente más sabios que
él; pero aún así, no alcanzaba a encajar sus formas.

En su mente no se representaba la estrella flamígera


cuando observaba sus plantas, como era habitual en
las catedrales góticas. Siempre sabía, al observar una
catedral, que la armonía era correcta porque aquella
estrella de cinco puntas, se apareciaba franca y
simétrica en su mente al percibir las formas internas

64
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

del edificio. ¡Para eso se construía de aquel modo!


¡Para que los visitantes percibieran la presencia del
instrumento geométrico que nos prepara para
ascender hacia Dios! Para eso se utilizaba la
proporción aurea: para que la estrella apareciera en lo
profundo de la mente de quién observara, con los
ojos de su espíritu, aunque el observador no se diera
clara cuenta de lo que percibía. Algo sucedía allí que
Adoniram no alcanzaba a comprender. La estrella no
estaba. De intentar forzarla, se hacía deforme,
asimétrica, no encajaba, no había manera de hacerla
aparecer en las paredes y espacios de aquel sagrado
templo.

Los minutos pasaban y la expresión en el rostro de


Richard no mejoraba. Marina comenzaba a
preocuparse, calmadamente. Finalmente comenzó a
seguir la mirada de su compañero a ver si alcanzaba
a ver lo que él veía. Pero no. Definitivamente no lo
comprendía, aunque sí percibía una sensación
desconcertante que ni podría ni hubiera intentado
explicar en ninguna otra circunstancia. Ella no tenía
tanta experiencia. Aún no era capaz de ver estrellas
en los espacios abiertos, como portales hacia el
universo espiritual, tal y como lo hacía él, experto de
años de trabajo simbólico y preguntas interminables;
pero llevaba un tiempo siguiéndolo en su recorrido,
como el sol hacia occidente, viéndolo hacerse esas
preguntas que casi nunca ofrecían respuesta.

65
GEORGE WEMBAGHER

Lo conocía lo suficiente como para saber que, aunque


no entendía lo que sucedía, era mejor observar en
silencio, sin preguntar; y se quedó callada,
observándolo, mientras el atormentado Adoniram
sacaba de su bolsillo una cinta de medir enrollada,
como la que usaría cualquier constructor moderno,
substituta contemporánea de la sempiterna regla de
veinticuatro pulgadas del maestro medieval. Se
acercó a un panel del muro meridional que parecía de
la antigüedad correcta y lo midió, tan discretamente
como pudo, en su base y su altura.

Pensó por unos segundos hasta que se dirigió al


centro de la nave principal, de frente al ábside y
extendió el brazo sosteniendo la regla en el aire,
haciéndola coincidir con la altura de un ventanal
vidriado. Luego la cambió a varias posiciones
intentando tomar medidas entre diferentes puntos de
la estructura. Enseguida se desplazó hasta el crucero,
se giró de cuerpo entero hacia le puerta sur y repitió
la maniobra con varios elementos con los que se
encontraba en su recorrido visual. Por último, dio en
ofrenda toda su atención al inmenso y espléndido
rosetón que gobernaba el etéreo muro, vibrante de
luz y contrastes. Posó la cinta en el espacio frente a
él tomando igualmente sus medidas a distancia y
buscando, en una y otra posición algo que,
aparentemente, no encontraba.

Finalmente bajó los brazos, se quedó quieto en su


sitio guardando la cinta nuevamente en su bolsillo y
meditó unos segundos con la cabeza gacha. Con
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

gesto adusto en el rostro, giró la cabeza con cierta


pesadumbre y desvió la mirada hacia los ojos de
Marina que, desde hacía ya varios minutos, suplicaba
en silencio una explicación. Apenas movió los labios.

- ¿Tú tambien lo percibes, no es así?- Le susurró


disfónico unas palabras mal articuladas –

Marina, en principio, no supo muy bien que


contestarle. Estaba más absorta en la actitud de su
compañero que en percibir el medio que la abrazaba
y contenía. Pero, entendiendo que Adoniram no se
referiría a sí mismo al preguntarle por su propia
percepción, logró centrarse lo suficiente como para
asentir con la cabeza. Sin embargo, la pregunta de su
compañero le permitió incursionar un poco en aquella
profundidad obscura que no había querido perturbar
anteriormente.

- Pero no sé lo que percibo, debo aclarar… No puedo


explicarlo – Exhaló ella desviando la mirada y todo el
rostro, en un oblicuo movimiento hacia un gran vitral
en occidente –

- Tampoco yo, realmente… – Dejó ir Adoniram como


suspirando – Pero hay algo diferente en este templo.
Distinto de todo lo que había visto antes – Giró la
cabeza en un paneo extenso; una mirada como
pidiendo respuesta al magnífico edificio que los
abrazaba más de lo que ningún otro lo había hecho.

67
GEORGE WEMBAGHER

Como si ambos estuvieran solos, incluso en medio de


la multitud de visitantes, como reliquias principales de
aquella inmensa arca –

- Sin embargo tú ves algo. Yo lo sé. Te conozco lo


bastante – Volvió a suplicar ella la respuesta -

Marina se metía en el alma de aquel hombre a través


de sus pupilas, como ventanas sin franqueo posible
para ella. De pie, a la derecha de Adoniram, mantenía
la mirada en su rostro de perfil, mientras este
enfrentaba cuerpo y vista a las vidrieras del sur.
Ambos inmóviles, con los brazos caídos a merced de
la gravedad, se miraban entre sí los tres. Ella a él, él
a la virgen que reinaba en el centro del glorioso
rosetón…

- No lo sé, realmente. No sé que veo… - Respondió


Adoniram moviendo la cabeza en un vaivén horizontal
interminable – Es más bien lo que NO veo lo que me
perturba – Intentó satisfacerla aún inseguro,
remarcando con su voz el negativo de la frase –

Marina permaneció inerte, cual estatua de sal tras


desobediencia divina, intrigada y ansiosa pero
completamente segura de que, pasara lo que pasase,
no volvería a preguntar. No hizo falta. Adoniram lo
sabía e intentó calmarla.

- Es la proporción. La base de la armonía, de la


belleza, de la manifestación material de un templo
como este. La belleza divina, la firma del creador se

68
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

identifica a través del ojo humano por la divina


proporción: 1,618… Con esta relación contenida en el
rectángulo euclidiano, es posible, para las mentes
formadas, visualizar la forma del crecimiento ¡El
símbolo del portal! La estrella flamígera, en cada
espacio del templo destinado a la ascensión de las
almas y a la expansión del espíritu de quien puede
ver – Hizo una pausa que Marina ocupó para explorar
la visión de Adoniram –

- Sé que tal vez lo tendrás en cuenta – Aportó ella


buscando ayudar - Pero recuerdo que me enseñaste
que en muchas catedrales, las ambiciones políticas
del obispo de turno o incluso de la propia nobleza
feudal, para aparentar más poder y riqueza, las
formas originales se veían alteradas. Se obligaba a
los maestros de obra a aumentar el tamaño del
ábside o a hacer las naves más largas para que
cupiera más gente; y que esto alteraba las
proporciones, haciendo que esas catedrales se vieran
enormes, pero monstruosas; sin armonía

- ¡Claro que lo he tenido en cuenta! – Se mordía el


labio inferior al tiempo que asentía constantemente en
un movimiento corto con la cabeza – Como no
hacerlo. El poder suele conllevar la ignorancia en su
estructura intrínseca, más a menudo que lo
aconsejado… Pero este no es el caso. Obsérvalo
bien – Adoniram se desplazó como en un giro lento
de todo su cuerpo, con el brazo en alto para no dejar

69
GEORGE WEMBAGHER

olvidada la magnífica altura de los techos y la


innegable armonía de sus formas – No es
monstruosa, no es disarmónica ¡Vibra como si un
temblor fino y profundo se apoderara de tu cuerpo; o
de tu alma… nada más atravesar el vestíbulo del
templo! No… Esto no es obra de la ignorancia.
Parece más aún arte del propio Demiurgo, buscando
ordenar el universo de la manera más eficiente – La
mirada de Adoniram se perdía en la unidad de las
formas, hasta que se reencontró con los ojos de
Marina. Entonces se detuvo, cambió la expresión
extraviada de su rostro y, de un segundo a otro, paso
a centrarse como si hubiera sido llamado al orden.
Entonces continuó con algo más de claridad – Es la
estrella – Repitió - No está. No puedo hallarla. Las
relaciones de este templo no me permiten trazar la
estrella flamígera en sus espacios. No veo la
proporción aurea en su construcción

- Entonces… ¿No es armónica como dices? – Marina


frunció los ojos y sacudió la cabeza como para
desprenderse de algún peso pendiente de ella – ¡No
entiendo! ¿Me dices que es la obra del Demiurgo?
¿Que ordena el universo? ¿Que ves armonía en ella?
Pero luego que la proporción, la estrella, el portal al
cielo, ¿No está? – Las manos de Marina ya se
agitaban a la altura de la cabeza. Como buena
italiana su gesticulación reafirmaba su creciente
ansiedad con gran energía –

- Sip… - Apretando los labios y suspirando por la


nariz al mismo tiempo, con el rostro ya
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

completamente relajado y la misma expresión de


sorpresa que antes – Eso mismo quiero decir… si…
ni más ni menos… - Guardó ambas manos en sendos
bolsillos, relajó el tronco encorvándose algo hacia
delante y movió el cuello y los hombros liberando
energía, moviendo la cabeza en un constante
asentimiento abstracto ya automático –

- ¡Sigo sin entender! – Marina comenzaba a


perturbarse – Si dices que no respeta la proporción,
que la estrella no se forma, que no está la “huella de
Dios” que reconoces en el resto de los templos,
entonces ¡No es armónico como dices! ¿Qué te
perturba tanto de esta catedral?

Richard reaccionó instantáneamente a las palabras


de su compañera, como despertando de un sueño
abruptamente. Frunció levemente el ceño y le dedicó
una mirada profunda y algo severa, antes de
comenzar a hablar con una voz grave, como
proveniente de un trueno generado en su interior,
apagado por la calma de su espíritu en aquel recinto
místico.

- No es la catedral lo que me perturba. Ella está aquí,


con su mensaje y su evidente armonía celestial. Es mi
ignorancia – Reconoció con expresión de resignación
- Soy yo el que no ve más allá de mis escasos
conocimientos adquiridos con media vida de estudios
¡Nunca suficientes ni para entender el primer

71
GEORGE WEMBAGHER

mensaje! Es mi pobreza, al conocer tan pocas


puertas al universo real, lo que me desanima –
Adoniram cambiaba su rostro progresivamente
mientras hablaba, penetrando los ojos de Marina con
la mirada. Se relajaba y comenzaba lentamente a
sonreír – Es este golpe de humildad, que semejante
bosque de luz y piedra jamás podría dar suavemente
a ningún hombre con los ojos abiertos…

Sin más palabras, reacomodó sus energías y se


dispuso a reanudar su trabajo en forma ordenada. No
era tiempo de observar el interior aún. En su estricto
sistema, antes debía leer el templo por el exterior.
Sus paredes cuentan las historias que deben
comprenderse antes de entrar y, una vez reconocidas
las formas generales, Richard solía realizar un lento
recorrido por portales y muros, intentando
comprender sus mensajes simbólicos encriptados en
ellos, para, una vez comprendido el espíritu de su
construcción, adentrarse a intentar comprender lo
más profundo. Hacerlo al revés sólo sería
presuntuoso.

Encaró la puerta principal y se encaminó hacia el


fondo de la nave principal, a la salida. A medio
camino se topó con una figura que lo retuvo, sin
permitirle continuar. Un inmenso círculo bicolor, en
blanco y negro, construido en el suelo, conformando
un enorme laberinto de unos trece metros de
diámetro. Adoniram no pudo escapar. Comenzó
lentamente el recorrido de más de doscientos sesenta
metros de longitud, por el camino trazado, que lo
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

llevaba de un lado a otro de la nave, por los cuatro


puntos cardinales. Un viaje místico que le traía, con
cada paso, un poco más de calma y paz. Su recorrido
acabó unos minutos más tarde, cuando sus pies se
posaron, por fin, en la rosa del centro. De seis
pétalos, como las seis puntas del sello de Salomón,
reafirmaba la influencia del Dios sobre el hombre y el
contacto que éste último buscaba hacia su creador.
Pero también habla en femenino. De la Rosa, no de la
estrella de David… Aunque tal vez, fuera lo mismo…

Una vez en el útero y al mismo tiempo, en el centro


expansor, Adoniram estaba en profunda calma y
equilibrio, listo para seguir su búsqueda. Se dirigió
hacia el portal, hacia el inmenso rosetón que brillaba
en el muro, sobre este y desde la profundidad del
centro de aquel laberinto, unió su mente con la luz
que penetraba el disco inmenso que recibía de
occidente, de un sol que se acercaba ya al poniente.

Sintió la luz en lo profundo de aquella oscuridad


protectora.

Con esfuerzo, salió del centro de la Rosa, caminando


en la dirección propuesta. Era mediodía… Hora de
trabajar…

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GEORGE WEMBAGHER

 
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  VII  

Con su sombra aún cruzando toda la cubierta del


barco y cayendo al mar, hacia occidente, el capitán
volvía a controlar el curso de su nave y la
aproximación de la nave enemiga. El catalejo ya
enseñaba rostros, barbados y rojos por el sol. Los
detalles del navío podían observarse a simple vista.
Más o menos cincuenta y cinco pies de eslora y una
manga increíblemente angosta, de no más de ocho o
nueve. Un arma de guerra de alta eficiencia. Rápida y
liviana como el viento mismo y de una
maniobrabilidad imposible. El perfecto barco pirata,
del que no se puede escapar. En pocas horas les
darían alcance. No podían elegir entre huir o luchar.

- ¡Soldados a descanso! – Ordenó Guillaume,


interrumpiendo el entrenamiento - ¡Bebed agua y
comed algo de grano! ¡Preparaos para la batalla! –
Tomando posición en lo alto del castillo de proa -
¡Contramaestre! ¡Ved que se sirva bien a la tropa
antes del combate y que los puestos estén en
condiciones!

Disponían sólo de unas pocas horas antes del


inevitable enfrentamiento. Los siete caballeros
volvieron a bajar a la sala de ceremonias, tomaron
posiciones en torno al arcón cúbico, fijo en el centro
75
GEORGE WEMBAGHER

del salón y oraron, con un rosario en las manos, como


si le pidieran al ocupante de aquel extraño ataúd, que
protegiera sus vidas. No por ellos, sino para poder
llevarle a casa.

El capitán se hizo del libro que descansaba sobre el


estrado de oriente y lo trasladó hasta el cubículo,
objeto de adoración de aquellos caballeros. Asió un
extremo del manto que lo cubría, lo levantó y dejó el
libro descansar sobre el centro justo de la caja. Volvió
a cubrirlo con el manto, cuidadosamente y, después
de persignarse, todos regresaron a sus puestos en la
cubierta principal, tras cerrar cuidadosamente la
puerta de acceso.

Una planta más arriba, los camarotes de oficiales y


del capitán, recibían cada uno a su ocupante. Se
vestirían para el combate, con sus cotas de malla y
cascos. Guillaume abría un cajón de su escritorio
para dejar dentro el manojo de llaves, capaz de abrir
casi todas las puertas importantes. No las necesitaría
en la batalla y no se arriesgaría a perderlas. André,
un carpintero contratado para reparaciones delicadas
y mantenimiento de las finas maderas de
revestimiento interior, trabajaba intentando recolocar
un panel de nogal en aquel espacioso camarote.
Observó al capitán ponerse su vestimenta de
combate y, disimulando, sin quitar la vista de su tarea,
preguntó con algo de temor a la respuesta.

- ¿Habrá batalla?

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Como que el sol se pondrá esta noche... Así de


seguro habrá batalla – Respondió Guillaume mientras
se calzaba el guante de malla de metal en la mano
derecha –

Los oficiales se encontraron en cubierta y


comenzaron a revisar los puestos de combate. Como
hormigas, los sirvientes y soldados ataban cabos,
limpiaban la cubierta y alineaban alabardas y hachas,
listas para su uso tras las órdenes del primer oficial.

Un vistazo hacia el este fue suficiente para poner la


sangre a hervir. El navío vikingo se encontraba ya a
un par de millas de distancia. Como el viento soplaba
desde su posición, por momentos se oían ya los
gritos salvajes de los piratas, en la inmensidad
silenciosa de la mar. El primer oficial, Bertrand Hérail,
un hombre joven, de menos de treinta, algo más bajo
que Guillaume, moreno y de complexión atlética,
tomaba su sitio a la derecha del capitán, dispuesto a
hacerse cargo de dirigir el combate, bajo sus órdenes.

- Subid la carga de artillería - Ordenó el capitán al


percatarse de que ya tendrían que empezar a
prepararse para el inminente combate –

- ¡Subid la carga de artillería! – Repitió enérgico


Bertrand, cumpliendo con su oficio -

- Artilleros de popa a sus puestos de combate –

77
GEORGE WEMBAGHER

Indicó el capitán al primer oficial –

- ¡Artilleros de popa a sus puestos de combate! –


Repitió éste, pasando la orden a la tropa -

Dos mercenarios robustos, cargando una enorme


roca cada uno, se colocaron a cada lado de la
catapulta. Dejaron los proyectiles en el suelo de
madera y comenzaron a tirar juntos de una cuerda
que retraía el asta de disparo. Un anillo de hierro y
una cesta de tiras de piel entrecruzadas, se ponía a la
altura de sus cabezas, listos para recibir a sus
ocupantes. Uno de los hombres alzó su roca y la
colocó pesadamente en el sitio. Ambos se quedaron a
la espera de las órdenes del primer oficial para
accionar una palanca de madera, a un lado del
mecanismo central, que lanzaría la roca a gran
velocidad, contra el navío enemigo.

Cuando la nave pirata estuvo al doble de la distancia


de tiro conocida, el primer oficial indicaba la alerta.
Necesitaban sorprender a los vikingos, que no
estaban acostumbrados a este tipo de arma, antes de
que aprendieran cómo evadirlas; de que se
adaptaran. Sabían que, con la agilidad del pequeño
navío nórdico, sus armas de largo alcance podrían
resultar inútiles, una vez progresara la batalla. Por
ello debían intentar alcanzar a su objetivo con los
primeros disparos.

- ¡Preparaos para lanzamiento de catapulta! – Indicó


el primer oficial a los trabajadores y soldados en la
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

cubierta principal, sabiendo que el barco se movería


de forma peligrosa -

El capitán y su segundo al mando fijaban la vista


atentos, en aquella embarcación que se acercaba y
en su tripulación: enormes bárbaros con cascos
adornados con cuernos, que alzaban sus espadas,
aullaban y rugían en un despliegue impresionante de
fuerza salvaje. Sobre el mascarón de proa, se
distinguía a un hombre vestido con una piel marrón
obscura, que agitaba un martillo en el aire, avivando
el fuego de aquella turba con la invocación al Dios
Thor.

- ¡Artilleros de proa! ¡Tomad posición! – Ordenó el


primer oficial mientras esperaba el momento oportuno
para lanzar la primera piedra –

La nave vikinga se acercaba por babor y popa, ya que


venían persiguiéndolos a favor del viento. Por ello,
sólo podían lanzar cargas desde la popa. Desde la
proa, los proyectiles llevarían una trayectoria que
rozaría el velamen. Muy cerca como para tomar el
riesgo. Por ello, en principio, no habían pensado en
utilizar la artillería desde aquella posición. Sin
embargo, la agilidad de aquel navío era tal, que el
primer oficial pensaba en la siguiente estrategia:
detenerse a dar batalla y utilizar ambas catapultas
antes que esperar a que estuvieran demasiado cerca,
pasada ya la línea de fuego de la artillería.

79
GEORGE WEMBAGHER

En cuanto el capitán calculó que el navío había


entrado en rango de disparo, hizo una señal con la
cabeza al primer oficial, liberándolo para ordenar el
ataque. Este levantó la mano derecha y se giró hacia
la popa.

- ¡Artilleros de popa atención! – Manteniendo su


posición, inmóvil, esperando el momento justo -
¡Preparados! – Mantuvo el brazo en alto hasta que,
con violencia, lo bajó al tiempo que emitía la orden
definitiva - ¡Disparad a discreción!

El robusto artillero se colgó de la palanca de madera


y el asta de disparo, liberada en su vuelo, se elevó
como un latigazo, proyectando, a gran velocidad, una
roca enorme que, a medida que recorría los casi
ciento ochenta metros hasta su objetivo, iba
perdiendo tamaño por efecto de la perspectiva. El
barco se balanceó reaccionando a la fuerza ejercida
por el empuje de la catapulta, con un vaivén lateral
que casi dejó entrar agua por el francobordo de
estribor. Los tripulantes y oficiales en cubierta, asidos
de cualquier estructura fija a su alcance, intentaban
mantenerse en su sitio para no caer por la borda en
plena batalla. La nao se movía más que en la
tormenta.

Sin esperar a ver los resultados, los dos hombres


continuaron cargando el siguiente proyectil, mientras
una línea de asistentes desfilaban con recargas. Una
tras otra, las enormes rocas se lanzarían hasta que la
voz del primer oficial y comandante, indicara parar.
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

El primer proyectil había sorprendido, tal cual se


esperaba, quebrando y haciendo desaparecer el
mascarón de dragón, arrasando también con el que
representaba a la deidad del martillo. Todo, junto con
un buen trozo de la proa y unos cuantos hombres, ya
desahuciados, había ido a parar a la mar. Habían
ganado unos metros frenando a la veloz atacante,
pero el capitán y el comandante de la nao sabían que
no sería suficiente. En cuanto se repusieran
retomarían la carrera, esta vez alertados de su
armamento; y eso podría resultar fatal. El primer
oficial decidió tomar la iniciativa del ataque,
aprovechando el desconcierto entre el enemigo.

- ¡Timonel! ¡Todo a estribor a noventa grados! ¡Calar


masteleros a medio mástil! – Ordenó las maniobras
que enfrentarían a los dos navíos en una batalla a
muerte - ¡Arqueros a las cofas! ¡Artilleros de popa y
proa preparados!

La nao giró hacia el este, poniéndose perpendicular a


su atacante y dando el costado de babor como flanco
libre. Los arqueros trepaban por unas sogas
anudadas y enlazadas a modo de escaleras y los
artilleros cargaban sendas piedras en los canastos de
las catapultas. Una vez que la nave estuvo en la
posición indicada y el primer oficial calculó que el
enemigo se hallaba al alcance de tiro, levantó la
mano derecha y emitió su orden.

81
GEORGE WEMBAGHER

- ¡Artilleros de proa! ¡Disparad a discreción! – El


barco se balanceó peligrosamente con el empuje de
la catapulta. Nuevamente los tripulantes se vieron
arrastrados a la borda de estribor. Bertrand esperó el
momento justo en que el barco volvía a erguirse y,
aprovechando la inercia de su recuperación ordenó
nuevamente - ¡Artilleros de popa! ¡Disparad a
discreción!

El lanzamiento de cada catapulta, alternada con la


otra, frenaba el balanceo de la nao, cada vez que se
recuperaba del empuje inclinándose a babor,
empujándola nuevamente hacia estribor. De tal modo,
el conjunto de las fuerzas, ejercidas continuamente,
tendían a neutralizarse entre sí, limitando el
movimiento hasta hacer posible el continuar con las
tareas de combate mientras se accionaban las
catapultas. Estas se repetían ordenadamente,
manteniendo la coordinación entre sus disparos. Los
lanzamientos, a ritmo demoledor, creaban una lluvia
meteórica entorno a la nave enemiga. Para ello era
importante la experiencia de los artilleros, contratados
sólo para tal fin. De vez en cuando, una roca daba
sobre un mástil o una vela, arrancando partes del
barco vikingo, aunque la mayoría de los disparos
provocaba sólo una importante salpicadura,
hundiendo las rocas en el mar. No obstante, los
daños en el navío pirata eran importantes.

El primer oficial medía cuidadosamente las distancias


entre ambas embarcaciones. Sabía que la
maniobrabilidad de la nave pirata, a pesar de sus
82
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

daños, le permitiría escabullirse tras la línea de fuego


de la artillería, en cualquier momento. Los normandos
piloteaban con habilidad. Se movían de un lado a
otro, haciendo imposible apuntar con las rústicas
catapultas. Finalmente, lograron acercarse, haciendo
que las rocas les pasaran por arriba como arcos
inofensivos, sin poder alcanzarlos. La turba bárbara
comenzó a exaltarse levantando las espadas y
gritando como enajenados, con rugidos espantosos
que parecían verdaderos truenos provocados por su
Dios, Thor. La nao esperaba, cruzada en el mar y
virando constantemente, manteniendo al enemigo en
el costado de babor, como en un vals vienés, girando,
orbitando unos a los otros. Los vikingos venían a por
ellos. Se los veía levantarse en sus puestos haciendo
girar en el aire, amenazantes, sus hierros brillantes,
con ansias de destruir y matar.

El primer oficial, sereno ante el temor que aquellas


bestias provocaban, esperaba el momento justo para
interponer la siguiente barrera de defensa.

El agilísimo navío normando, con media proa


destruida, una gavia desgarrada y varios agujeros en
cubierta, provocados por los proyectiles templarios,
continuaba acercándose implacable a la nao que, con
dificultad, mantenía a su enemigo sobre el flanco
deseado. El capitán y el primer oficial sabían que no
disponían de mucho tiempo antes de que aquello se
le fuera de las manos.

83
GEORGE WEMBAGHER

- ¡Arqueros preparados! – Ordenó este último, con la


mano derecha en alto, haciendo que dos docenas de
hombres tomaran posición, algo apretados en las
cofas del palo mayor y los dos menores. Intercalados
se colocaban los que tirarían de pie y los que lo
harían de rodillas, con una buena provisión de flechas
estuchadas en carcajes, atados por fuera de las
cofas, para dejar más espacio dentro y que cupieran
más tiradores –

- ¡Disparad! – Bajó la mano al tiempo del grito de


batalla – ¡Ballesteros a sus puestos de combate! –
Continuó casi sin solución de continuidad

Un cúmulo de hombres salió de una trampilla que


venía de bajocubierta. Los soldados, con la cabeza y
el rostro cubiertos por cascos que prolongaban el
metal por los bordes de la cara, hasta la barbilla,
tomaron posición a lo largo de la borda de babor y,
cubriéndose tras la madera, se asomaban apuntando
con sus ballestas cargadas, a la nave enemiga. Entre
tanto, una nube de flechas, surcando el aire desde los
mástiles, caía irreverente sobre la tropa embravecida
como un azote del cielo. Los normandos se protegían
con escudos, como un techo que repelía buena parte
de las saetas; pero se les hacía difícil maniobrar para
intentar el abordaje; único recurso que les permitiría
ganar aquella batalla. Cada vez que los bárbaros se
incorporaban, intentando manipular los garfios, que
ya preparaban con la intención de hermanarse al
barco rival, el primer oficial daba la orden a los

84
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

ballesteros de tirar por el plano bajo.

- ¡Disparad! – Ordenaba estirando su brazo derecho


en dirección a los tiradores –

Las cortas y veloces flechas ballesteras entraban a


los cuerpos por debajo de los escudos, que se
usaban para parar las flechas aéreas y los bárbaros
caían como reses sangrantes, a la mar que ya
comenzaba a teñirse de rojo. Sin embargo, su ira no
se apagaba. Seguían insistiendo ante el acoso y la
amenaza de más flagelos. La táctica de los soldados
franceses era superior a la primitiva estructura de
aquellos guerreros, que necesitaban del combate
cuerpo a cuerpo para tener una oportunidad de
vencer. La nao, que continuaba virando abierto y sin
parar, intentando mantener a su enemigo a raya, por
momentos conseguía alejarse de los piratas, lo
suficiente como para intentar alcanzarlos nuevamente
con las catapultas. Pero en uno de esos momentos
en que el primer oficial creía que los tendría a tiro, el
capitán notó que la nave normanda comenzaba un
viraje algo extraño.

- ¡Despejad la borda! – Gritó alertando a los


ballesteros y tripulación, absortos en sus tareas –

La nave vikinga había colocado la proa o, lo que le


quedaba de ella, apuntando directo al medio de la
nao. Era segura la envestida, que no se haría esperar

85
GEORGE WEMBAGHER

demasiado.

- ¡Arqueros a cubierta! – Mandó el primer oficial,


intentando proteger la vida de aquellos infortunados,
ordenándoles que bajaran de las cofas –

Era tarde ya para cualquier intento de protegerse. En


segundos, la nave vikinga alcanzó el costado
vulnerable de la nao, que se estremeció en un
estruendo ensordecedor. La estructura del casco
entregó varios tablones de madera al desastre. Las
astillas volaron por los aires y el barco se tambaleó
hasta comprometer su flotación. El palo mayor rozó la
superficie de las olas más grandes y la totalidad de
los arqueros, que iban aún por la mitad del mástil en
su recorrido de descenso, fue a parar al agua, junto
con la mitad de la tripulación de cubierta, que
intentaba mantenerse a flote hasta encontrar algún
madero, que les hiciera más fácil el mantener la
cabeza fuera del agua. La nao había caído en el
caos, sin control sobre sus recursos de defensa. Los
vikingos también habían sufrido bajas por la colisión,
aunque estaban en mejores condiciones que sus
adversarios. Su navío, por otro lado, estaba
comenzando a zozobrar.

Los bárbaros se apresuraron, durante la confusión


reinante, a arrojar los garfios y las cuerdas para
intentar tomar la nave enemiga, antes de que sus
ocupantes recuperaran el equilibrio. Docenas de
sogas pendían de la borda de babor como guirnaldas,
con una fila de hombres armados, con espadas
86
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

colgadas de la cintura o entre los dientes, trepando


por ellas con agilidad. El primer oficial, recuperando
con dificultad la vertical, ordenaba a los que
estuvieran aún en pie a colocarse en sus puestos de
combate para intentar repeler el abordaje.

- ¡Infantería a las alabardas! – Ordenó repitiéndolo


varias veces –

El mismo, el capitán y el resto de los oficiales, a la par


de los soldados, se hicieron de las alabardas largas,
que se habían desperdigado por toda la cubierta; las
que no, habían caído al mar. Se posicionaron contra
la borda y comenzaron a asestar lanzazos a los
bárbaros trepadores, que asomaban ya las primeras
cabezas, asiéndose de cualquier cosa que
sobresaliera para subir y ocupar la cubierta. La mitad
de los atacantes caía herido de muerte, por efecto de
las afiladas alabardas que cortaban su carne y
atravesaban su tórax de arriba abajo, empujadas con
violencia por los asustados defensores; pero el resto
alcanzaba su objetivo.

Los que aún quedaban en el barco y algunos que


conseguían volver a él, trepándose por las cuerdas
que iban quedando libres, espada en mano defendían
o atacaban, unos contra otros, bárbaros contra
soldados y monjes guerreros. La batalla duró varias
horas, siendo ya los atacantes, la quinta parte que los
defensores. Aún así, luchaban como fieras y se

87
GEORGE WEMBAGHER

llevaban a dos o tres antes de caer, mortalmente


heridos o echados nuevamente a la mar.

Al final de la batalla, no había ya invasores en el


deteriorado navío, aunque las reparaciones
demorarían el viaje, durante varios días.

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  VIII  

Richard no olvidaba su deber. No estaba ahí como


turista aunque deseaba profundamente perderse en
la meditación, guiado por aquel profundo simbolismo.
Tenía una tarea difícil: descubrir lo que allí yacía
oculto por la legendaria Orden del Temple. Pero para
ello necesitaba conocer; comprender cada mensaje
allí contenido. Entre ellos estaría la clave que le
permitiría hallar lo que buscaba.

- Háblame de esta catedral, Richard. Hemos tenido


que venir de improviso y no he podido informarme
antes de partir. ¿Cuál es su historia? – Preguntaba
Marina mientras recorrían nuevamente el Pórtico Real

- Chartres ha sido siempre un centro de culto a la


Madre Tierra – Explicó Richard - A la Diosa Madre, si
prefieres. Los Druidas, sacerdotes celtas, ya tenían
un altar para adorarla, bastante antes de la era
cristiana. Sobre él se construyó una pequeña iglesia
en el cuarto siglo de nuestra era. Fue quemada en las
guerras con Aquitania, por el setecientos cincuenta
más o menos. Fue reconstruida y vuelta a quemar por
piratas daneses un siglo más tarde. Se reconstruyó y
duró un siglo y medio más. Luego, como parece ya

89
GEORGE WEMBAGHER

natural, para el mil veinte se volvió a quemar – Con


una sonrisa - De ella sólo queda la cripta, que llegó
hasta nuestros días. Por entonces gobernaba la
diócesis el obispo San Fulberto, quien movió a media
Europa, además de a las fortunas locales y consiguió
levantar una catedral románica, precedente de la
gótica que vemos hoy

- Y ¿Qué le pasó a la románica? – Preguntó Marina


mientras resolvía ella misma la simbólica respuesta –
Se habrá quemado también… Supongo

- En efecto… Muy sagaz – Ironizó Richard – Esta


catedral siempre se ha quemado y reconstruido…
Eso aumenta su halo místico, regenerada por el fuego
y renaciendo de sus cenizas como el ave Fénix –
Entre risas - En mil ciento noventa y cuatro se
produjo el último incendio importante, que quemó
toda la románica menos la fachada occidental, que
estaba recién construida, la torre sur y la cripta. Sus
cimientos dieron la forma básica a la gótica que hoy
nos ilumina – Dirigió una última mirada a la estructura
antes de comenzar a deambular por su entorno –

- Pero si fue destruida casi en el mil doscientos, su


construcción debe haber comenzado muy rápido para
quedar acabada en el mismo siglo ¿No es así? –
Uniéndose a su compañero, que comenzaba a
caminar en torno al portal –

- Fue reconstruida en alrededor de treinta años

90
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¡Wow! ¡Todo un record para aquellos días! Debió


sobrarles el dinero… - Reflexionó Marina con un
gesto de sorpresa –

- Al parecer, cuando el Temple estaba detrás de una


obra, el dinero no era problema – Dijo guiñándole un
ojo - La Orden tenía un estricto voto de caridad y la
máxima expresión de éste era la construcción de
catedrales. Además hubo un gran aporte de la
comunidad, los gremios de trabajadores, las familias
pudientes… - Richard hizo un movimiento oblicuo de
la cabeza y frunció la frente reafirmando la historia
que contaba. Luego sacó unos papeles del bolsillo
interior de su abrigo y se puso a cotejar su contenido
con el decorado del portal –

- ¿Qué llevas allí? – Inquirió Marina estirando el


cuello hacia los documentos –

- Registros de los decorados catalogados por la


iglesia, copia de la bula que provocó esta
investigación y unos documentos adjuntos a ella que
podrían servirnos de clave para identificar el posible
lugar de guarda de lo que sea que han ocultado aquí
los Templarios – Desplegó los papeles y comenzó
una rápida lectura intentando ubicarse en ellos –

- ¿Puedo saber cuál es esa clave? ¡Me encantan


estos juegos! ¿Es un acertijo o algo así? – Marina se
entusiasmaba y agitaba su pelo y sus manos, con los

91
GEORGE WEMBAGHER

puños cerrados, emanando una energía que captaba


la atención de su compañero –

- Si que te excita eh…? - Comentó con una sonrisa


picaresca en los labios – Es algo así como un acertijo:
“En el Sol, como en el antiguo Templo se guardan los
metales. Si al espacio de la Diosa se une el Sol y el
primero sostenido se mantiene donde los dioses se
unen, Jakim, dos de cinco liberará el espíritu y la
creación de la Madre, a la vez tesoro y reliquia. Sólo
cuando la Rosa celestial se presente a la cita se
abrirá el cerrojo en cada ciclo”– Observó el resto del
papel, le dio vuelta para ver si por detrás había algo
más y, finalmente, elevando la ceja derecha y
retrayendo el mismo lado de la comisura labial, volvió
los papeles a su sitio – Esto es lo que tengo. No
había más. El sol, la Diosa, la unión celestial y el
cerrojo. Lo he repasado ya varias veces pero ni se me
ocurre por donde comenzar a buscar – Dio un golpe
con la mano derecha sobre los papeles que sostenía
con la izquierda. Luego los reacomodó y dejó a la
vista los que contenían detalles e inventario de
esculturas y decorados de los portales –

- ¿Y por qué esa manía de poner acertijos? ¿Si los


guardaban ellos mismos? – Preguntó Marina mientras
retomaba el rumbo del paseo –

- Debes recordar que se trata del siglo XIII. Sin


bancos ni cajas de seguridad ¿Dónde más lo harían?
Los objetos podían estar ocultos durante siglos.
Aquellos que los hubieran guardado habrían muerto

92
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

para cuando pudiera ser necesario recuperarlos. Si el


material era de gran importancia hasta se podía crear
una orden que se encargara de su guarda. Pero no
era posible utilizar tantos recursos; se recurría a lo
único que existía: un buen escondite – Afirmó Richard
con un corto movimiento de hombros - Y para cando
hubiera que recuperarlo, era necesaria una clave. Se
utilizaban referencias que sólo entendieran los
miembros de una misma orden o de instituciones
afines. Aquellos que pudieran ser meritorios de
obtener esos bienes preservados. En ocho siglos, a
ver si queda alguien capaz de comprender esto que
aquí se escribe…

- ¿Y cómo lo haremos? – Con cierta sensación


ansiosa -

- Lo intentaremos – Propuso él mientras suspiraba -


Metódicamente buscaremos indicios de lo que puede
haber y dónde. Eso estará ligado al simbolismo, a las
historias que la catedral nos cuente dentro y fuera.
Tendremos que recorrer cada uno de sus muros
exteriores, sus figuras, sus capiteles y portales… Sus
vitrales y esculturas, hasta descubrir el principio
filosófico predominante y esperar que las claves para
resolver el enigma sean coherentes con ello. Es todo
lo que podemos hacer – Concluyó Richard con un
claro aire de resignación y algo de desesperanza –
Pues solo podemos poner de nuestra parte la
voluntad. Así que pongámonos manos a la obra – Dijo

93
GEORGE WEMBAGHER

en tono resuelto - Las claves están ante nuestros


ojos, sólo tenemos que ver a través de ellos…

- ¿Te has fijado que las torres son diferentes entre sí?
¿Cómo es posible esta asimetría? – Observó Marina
mientras miraba a uno y otro lado, alternativamente,
refrendando sus observaciones –

- La Torre sur quedó intacta en el gran incendio de mil


ciento noventa y cuatro – Explicó Richard - Pero la
norte sufrió graves daños y acabó de reconstruirse en
el siglo XV. Se acabó en un estilo llamado gótico
“flamboyant” que algunos tradujeron como flamígero;
pero que tal vez sea más acertado hacerlo como
extravagante. Sin embargo, la torre sur enseña el
gran estilo del maestro que la ha erguido, al pasar del
cuadrado al octógono, con tal destreza – El índice de
la mano derecha señalaba la transición – El paso del
cuadrado o cubo, emblema del universo manifiesto,
material, creado, a algo más espiritual

- ¿Algo más espiritual? – Repitió Marina esperando


aclaración –

- El símbolo de lo material es el cuadrado; el cubo


entre los cuerpos platónicos. El del universo
espiritual, metafísico o divino, es el círculo, la esfera
entre los cuerpos. También lo es para la alquimia. El
primer intento del cuadrado por convertirse en círculo
es un cuerpo intermedio: el octógono. El cuadrado
recorta sus ángulos y comienza a parecerse a aquello
en lo que desea convertirse ¿Lo entiendes? Un paso

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

intermedio entre ambos

- Y luego del octógono ¿El círculo? – Desviando la


mirada hacia la cúpula de la torre –

- Hay otros cuerpos que podrían continuar en la


escala, pero sí, en esencia, se llega al círculo

- A Dios… - Reflexionó ella con la mirada perdida en


la torre –

- Dios no es destino – Aclaró Adoniram mirándola


directamente al rostro – Sólo dirección

- Y entonces ¿ dónde se puede llegar?

- La Kabalah describe otras etapas de la creación del


universo metafísico. El Dante habla de siete cielos, al
igual que los romanos. Lo importante es elevarse, ya
que todos ellos, hasta el propio Dios, probablemente,
son parte de un simbolismo que propone al hombre,
simplemente, una vida mejor – Volvió él a dirigir la
mirada a los ojos de su compañera con una sonrisa
tierna, reflejo de sus propias ideas - Su salvación, de
una vida oscura y dolorosa, al alcanzar la paz y el
equilibrio, para disfrutar de su propia existencia

- Y esta torre – Recorriéndola con su mirada, de la


base a la aguja – De alguna manera nos indica el
camino. Uno intermedio al menos, como el octógono
– Entrecerró los ojos como si algo se le estuviera
95
GEORGE WEMBAGHER

ocurriendo. Luego soltó sin pensar su idea – El


purgatorio… - Verbalizó creando – Un camino entre la
tierra y el cielo, sin llegar a él… ¿No sería esa la
idea?

- ¡Bravo! – Richard sorprendido dio dos palmadas a


modo de aplauso celebrando la idea – Algunos en la
historia han hecho una reflexión similar, de esta y
otras estructuras arquitectónicas de catedrales
góticas, después de largos trabajos. Pero lo tuyo es
espontáneo, propio de alguien que puede ver… Eres
afortunada – Cerró con una sonrisa sincera, su
comentario -

- Entonces este portal es antiguo – Retomó Marina el


objeto de trabajo - Quiero decir que pertenece al
antiguo edificio románico; antes de que se
construyera la que albergaría los tesoros ¿Verdad?

- Sí – Asintió Richard – Es el antiguo portal. El


llamado “Pórtico Real”. Uno de los límites que el
maestro debió respetar al dar forma a la nueva
construcción

- Entonces aquí no puede haber clave alguna para lo


que han hecho después, ya que esto estaba en su
sitio desde antes de que el escondite se planificara –
Sentenció enseñando ambas palmas con los brazos
en escuadra, reafirmando sus palabras -

- Eso es en parte correcto – Respondió Richard con la


palma derecha al frente limitando la expresión

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

corporal de ella - Pero la filosofía de los símbolos de


este muro parece concordar con el resto, según he
observado a vuelo de pájaro. Es probable que la
historia sea coherente en su integridad. Será mejor
interpretarlo todo. Es más seguro – Afirmó decidido,
mientras se ponía manos a la obra – Además, no
olvides que con el incendio se dañó la torre norte y
que en la reconstrucción, adelantaron el muro y lo
elevaron, poniendo allí el imponente rosetón. Todo
ello es del siglo XIII, posterior al incendio. Estoy
seguro que no han dejado esta fachada fuera del
particular simbolismo de este templo

Comenzaron su recorrido por la puerta central de las


tres que componen el conjunto. Tres, por cada portal.
Los portales eran tres. Tres veces tres era la primera
llamada para Richard en la estructura general de
aquel templo lleno de esoterismo. El número de la
creación, de la expresión material de la voluntad del
Dios, el tres, repetido por tres veces. Aquel número
era el primer paso. Llamar a las puertas del maestro
que duerme dentro de cada uno de los hombres,
intentando despertar al Hijo…

La vista de ambos se detuvo presa de un arcano que


no les permitía seguir su recorrido. Ambos fijaban la
mirada en el mismo objetivo: en el tímpano de aquella
puerta. Imposible no comunicarse con él.

- Está dentro del huevo… ¿Verdad? – Marina,

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GEORGE WEMBAGHER

extasiada, concentraba sus sentidos en la figura de


Cristo, rodeado por el tetramorfos, en el interior de un
óvalo del cual parecía emerger - ¿No es ese un
símbolo alquímico?

- Lo es – Confirmó su compañero – El huevo es la


representación alquímica del universo manifiesto. La
madre, por razones simbólicas, no pare vivo al
universo, sino que la creación sale de un huevo. La
génesis de la materia, de la vida, está así
representada. Aunque debo aclararte que en Francia,
han ido aún más allá. No es un huevo lo que ves allí
sino que es una almendra. La vida viene de la tierra.
De la Madre tierra, como un fruto que tiene la semilla
de la creación. De allí viene la vida. Cómo te he
dicho… esta filosofía es Sanjuanista, no tradicional
para el exoterismo de la iglesia católica. Aquí el Hijo
del Hombre es también Hijo de la Tierra. De la
Madre…

- ¿Y el tetramorfo? – Preguntó ella sin apartar la vista


de la figura –

- Representa, desde el punto de vista exotérico, a los


cuatro evangelistas. Como sabes, a cada uno se le ha
asignado el símbolo de un animal. El hombre alado o
el ángel para Mateo, el león para Marcos, el águila
para Juan y el toro para Lucas

- ¿Y lo esotérico? – Inquirió inquieta, con una sonrisa


cómplice, como si estuviera a punto de robar un bien
oculto, como travesura –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Posee diferentes niveles de significado esotérico –


Reconoció él - Para algunos puede asimilarse a los
cuatro elementos, símbolo del universo material
creado. Algo propio del gnosticismo y hasta de la
brujería para aquellos tiempos. Incluso para otros, se
puede hilar más fino – Richard requirió una pausa
para buscar la retórica adecuada – El cristianismo
tuvo que ceder mucho terreno al ser la religión oficial
romana. Los romanos tenían costumbres y
necesidades religiosas particulares y para aceptar al
cristianismo, este tuvo que ceder en aquella “fusión”,
para utilizar términos más actuales. Las religiones
predominantes, en aquel momento en el imperio, eran
el Mitraísmo y el “Sol Invictus”. Las fiestas de Mitra
eran para el veinticinco de diciembre, día de su
nacimiento, de una madre virgen… las fiestas
consistían, entre otras cosas, en bañarse en sangre
de toro, animal que lo representaba en alguna de sus
formas. Aún se celebra la fiesta del toro en España y
parte de Francia – Matizó - En este contexto, el
pantocrátor puede ser una advertencia – Hizo una
pausa, concentrándose en sus formas - En sus
símbolos, el hombre alado nos hablaría de quién lo
escribe. El evangelio de Cristo. El hombre que ya
“puede volar”… - Richard imitó las alas con sus
manos y comenzó a agitarlas, con un gesto gracioso
que hizo reír a su compañera –

- Será un ángel… ¿Por qué un hombre que vuela?


¡Eso no existe! – Respondió a la broma de su

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GEORGE WEMBAGHER

compañera –

- ¡Ahh! Mi querida amiga… - Elevando ambos índices


como un par de signos de admiración - Eso no es del
todo cierto – Rectificó - El hombre puede volar
cuando es completamente libre de prejuicios, de
vicios y de ideologías esclavizantes… - Se reafirmó
asintiendo con la cabeza - Cuando un hombre
consigue someter sus pasiones y doblegar su
voluntad… Cuando consigue el magisterio. El
Cristo… podríamos decir. Lo hemos visto en San
Pedro del Vaticano, representado en el muro norte de
la girola, pasado el transepto, como un esqueleto
alado, como suele representarse al verdadero
maestro. ¿Lo recuerdas? – Desvió la mirada hacia
ella prestando atención a la expresión en su rostro -
Una vez que la carne, lo material, los metales, se ha
desprendido de los huesos, entonces lo que queda
puede volar… ¿Puedes verlo ahora? – Regresó la
vista al tetramorfo y continuó con la explicación - El
león, guardián del conocimiento, nos advierte del
contenido esotérico del símbolo y el libro sagrado. El
águila, es también símbolo del Imperio Romano,
quién ostentaba la autoridad en el territorio que
ocupaba esta nueva iglesia en épocas de Constantino
y Teodosio. Y por último el toro, nos advertiría de que
el verdadero destinatario del mensaje no es,
necesariamente, un mesías judío; sino más bien el
hijo del Dios Sol, Mitra, como su manifestación en el
mundo – Concluyó dejando caer los brazos a los
lados del cuerpo -

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿Y cómo podemos saber cuál de esas


interpretaciones es la más adecuada? – Preguntó sin
dejar de mirar cada detalle de la escultura. Adoniram
la miró con los ojos entornados, como deseando darle
una respuesta mejor –

- Lo será para ti, cuando la encuentres – Respondió


sin dejar de mirar el tetramorfos - Tal vez no será
evidente para otros. Pero tú sí lo sabrás – Reflexionó
mientras observaba el contexto - En este conjunto,
por ejemplo, hay varias pistas que puedes seguir para
intentar interpretar al autor. Por ejemplo el huevo del
que sale Jesús. La almendra, si quieres o mandorla.
A la gente se le dice, exotéricamente, que es un
símbolo de inmortalidad. Para el vulgo es suficiente.
No todo el mundo lo asocia con el origen de la vida, el
fruto de la tierra y la cualidad de no morir, ya que la
madre tierra perdura y la vida con ella. ¡La vida viene
del fruto de la tierra! Pero el Cristo allí presente nos
advierte que hay algo más – Hizo una pausa para
dejarla pensar - Lleva un libro cerrado sobre la rodilla
izquierda y con la mano derecha, bendice con dos
dedos. El libro cerrado nos indica que allí no todo se
dice, sino que hay cosas encriptadas que descubrir.
Hay que abrir el libro. Y el gesto en sí de la bendición,
marcando el dos, nos habla del par. La dualidad se
asocia a la idea de la almendra como generadora de
vida infinita

- ¿Y qué es lo que te dice a ti? Si puedes decírmelo…

101
GEORGE WEMBAGHER

- Inquirió ella mirándolo directamente a los ojos.


Adoniram, con gesto de resignación, aceptó la
pregunta aunque era reacio a transmitir conceptos
personales que pudieran influenciar en los propios de
su otra persona –

- Los tetramorfos casi siempre rodean al Cristo –


Aseguró con un gesto cortante con el canto de su
mano - A mí me dicen que un hombre iniciado, que
ha logrado la perfección, nos presenta a aquel a
quien debemos buscar para salvarnos. Pero nos
advierte que lo ha hecho bajo el influjo del águila, del
Sol o de Roma. Que los conocimientos en el libro
están encriptados, resguardados por el león y que
Mitra no es ajeno al culto. Es la religión que aparece
en ese mensaje. Dedicado a Mitra. También el toro
me advierte de la fuerza que requiere sostener este
espíritu magisterial del Cristo – Adoniram metió
ambas manos en sendos bolsillos y se quedó
observando la figura, profundamente -

- Y debajo, en los dinteles, las figuras están divididas


también de una manera particular ¿Verdad? –
Agudizando la vista, con los párpados casi cerrados
buscando detalles de las ya desgastadas figuras –

- Coherente con la misma filosofía. Son los apóstoles.


Doce, divididos en cuatro grupos de tres. Tres es el
número de la creación. Del “Verbo”, según se define
iniciáticamente, aún en la Biblia. Cuatro, el número
que representa lo material. El universo manifiesto. El
verbo lleva la creación al universo manifiesto. Al de

102
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

los hombres, al “Malkut”. Por eso van de a tres, a


llevar el verbo al universo manifiesto de los hombres.
De nuevo es el hombre iniciado el que crea, llevando
el mensaje

- ¿Y quiénes son los dos que quedan a los


márgenes? – Señalando con el índice los extremos
del dintel –

- Son Elías y Enoch – Afirmó constatando los


documentos que le habían provisto con el inventario -
Dos profetas del antiguo testamento.

- ¿Es que los apóstoles no lo son acaso?

- Todos profetizan el encuentro de la humanidad con


Cristo. Aunque los antiguos, claro, no lo llamaron
igual… Pero me temo que se referirían a lo mismo.
Por eso permanecen siempre unidos…

Marina sólo permaneció inmóvil durante varios


minutos intentando ordenar esos conceptos. El
silencio es la única respuesta para este tipo de
revelación. Las personas requieren de tiempo para
comprender el alcance de los símbolos y decidir si
están de acuerdo con su propio sentido común.
Adoniram lo sabía. La dejó volar mientras continuó
catalogando el portal. Cuando su compañera al fin
despertó y logró salir de aquella almendra, las
historias de los capiteles estaban contando su parte.

103
GEORGE WEMBAGHER

- ¡Aquí está lleno de historias de los apócrifos de la


biblia! Observa – Señaló Richard los capiteles de los
ensanches y los fue leyendo. Primero los del lado
norte y luego el del sur, desde el centro hacia los
laterales – La historia de la vida de Santa Ana, ¡La
madre de la Virgen María! ¡La abuela de Jesús!
Quién, según esta parábola, ¡venía de dos
generaciones de vírgenes! Aquí se relata cómo Santa
Ana y San Joaquín, su esposo, son rechazados por el
sumo sacerdote por no poder engendrar hijos –
Siguiendo las escenas apuntándolas con el índice
elevado - Luego se los ve retirándose llorando. A
continuación viene el ángel a anunciar el embarazo
de Ana, nace María – Volvía a constatar los
documentos - La historia sigue con la boda de María
con José, el ángel anunciando, esta vez a María, el
nacimiento de Jesús, la natividad, los magos, la huída
a Egipto con la masacre de Herodes a los inocentes,
el bautismo de Jesús a manos de Juan el Bautista,
Judas, la última cena, el calvario, la resurrección…

- La historia habitual. ¿Qué tiene de extraño? –


Marina revisaba las esculturas una y otra vez
buscando discordancias –

- No es la historia oficial, realmente - Aseveró él


cerrando la carpeta - Los evangelios que trataban los
temas más humanos de Jesús no fueron incluidos
entre los cuatro escogidos por Constantino para
constituir el Nuevo Testamento. ¡Son los llamados
apócrifos! – Aseveró con un gesto de su mano - Aquí
hay una historia que representa a Jesús como un
104
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

hombre, no como un Dios. Su madre, su abuela…


Las respectivas enunciaciones se ven casi como un
agregado de compromiso, algo fuera de contexto
incluso. Se realza al Jesús hombre, renacido, más
que resucitado, a una vida de virtud. El concepto es
iniciático ¡No teológico! – Se tomó unos minutos
mientras escudriñaba las figuras – Observa cómo se
cuenta la vida de Jesús, entre su nacimiento y su
muerte, como ser humano. Y se utilizan tanto los
apócrifos, desestimados por el concilio de Nicea,
como los evangelios autorizados… Por así decirlo

- Pero… - Marina necesitaba reflexionar – ¿Jesús es


o no el hijo de Dios? – Preguntó mirando a los ojos de
Richard –

- Es, tal vez, algo más que eso… - Aseguró con una
expresión de respeto en su mirada – Es el hijo del
Hombre… - Regresó nuevamente la vista al portal y
advirtió – Escucha atentamente a la catedral. Ella te
contará la historia, si tú puedes oír…

La respuesta de Adoniram le dejaba a Marina más


dudas que satisfacción; pero sabía que, de momento,
no sacaría más. La catedral contaba la historia de
aquel hombre con un tono que le hacía sentir que, en
verdad, lo conocería mejor al acabar la jornada. Y
después de todo, ¿Qué es lo que debe proponerse
una iglesia, si no hacer conocer mejor al Cristo?

105
GEORGE WEMBAGHER

- Pero hay algo más que decora este complejo –


Señaló Adoniram, sin bajar la vista de los dovelajes
que rodean el tímpano – Tres líneas de arquivoltas.
Doce ángeles y veinticuatro ancianos. El
Apocalipsis…

- ¿Y por qué el apocalipsis ante la figura de Cristo y


toda su iglesia? – Preguntó Marina con rostro
desconcertado y ambas manos en la cintura –

- ¡Siempre! – Dijo Adoniram con una leve sonrisa de


profunda aceptación y resignación – No hay manera
de que aparezca el Maestro sin que primero, el
apocalipsis destruya lo que ocupaba su lugar…

El sol continuaba su recorrido a través del frontispicio,


cayendo y apagándose un poco, con cada minuto en
que los investigadores peregrinos, permanecían a la
intemperie. Y en cada paso que el astro daba hacia el
nadir, el ambiente se tornaba más frio. El aire de
diciembre en Chartres era capaz de congelar una
lágrima, si se tomaba su tiempo en rodar por una
mejilla. Los guantes y los abrigos dejaban pasar cada
vez más, el gélido hálito que quedaría como único
amo, después de muerta la luz.

- Deberemos darnos prisa – Advirtió Richard


previendo la ausencia de luz que amenazaba con
detener los trabajos – Aún nos faltan dos vanos de
esta fachada. Al menos deberíamos catalogarlos para
analizar los detalles más tarde y a temperaturas
adecuadas – Sacó la cámara de su funda y echó

106
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

varias fotos sobre el vano central –

Luego se dirigió al de la izquierda y al final al de la


derecha. Repitió la operación en los tres vanos antes
de seguir observando. Al final, se alejó unos cuantos
pasos y tomó una vista general de los tres portales. Al
final se detuvo en silencio, reflexionando. Marina notó
la actitud de su compañero.

- ¿Qué ocurre? – Inquirió acercándose a la


perspectiva del observador –

- Ciertos detalles de la estética llaman la atención –


Elevando el brazo y paneando de derecha a izquierda
por toda la fachada, a través de los tres vanos – Los
tímpanos anuncian la natividad, luego el reino y por
fin la ascensión de Jesús Cristo. Se leen de derecha
a izquierda, como si leyeras en hebreo – Aclaró para
que su compañera pudiera seguirle - Y en segundo
lugar, las estatuas de religiosos tienen la misma altura
que la de reyes. No se guarda relación de jerarquía
según el grado de divinidad. Todos son tratados casi
por igual, incluido Jesús. Todos como hombres.
También la Virgen María y su madre Santa Ana. Aquí
nadie parece tener mayor importancia que los demás.
En el Medioevo era muy importante la jerarquización
de las figuras por tamaño. Esta iglesia lo ignora por
completo ¿Lo notas?

- Ahora que lo dices… Lo noto. Pero no alcanzo a

107
GEORGE WEMBAGHER

comprender su importancia – Reflexionó Marina -

- La catedral está dedicada a Nuestra Señora -


Razonó Richard - Sabemos que esta es una
representación exotérica, que enmascara el
esoterismo de la Madre Tierra. Pero aquí ni Jesús, ni
su madre, ni la madre de su madre, parecen
diferenciarse del resto. A Jesús se lo trata como a un
hombre, que ha llegado a despertar a su Cristo… Y a
María y Santa Ana, como figuras secundarias o, a
nivel de Jesús y del resto de figuras. No hay una
Madre Tierra o Gran Diosa en estas
representaciones. Estas esculturas se encargan de
ponerlo a un nivel casi terrenal ¿No te parece? –
Especuló él - Como si algo superior hubiera sobre
ellos… Algo que les da la vida a ellos, igual que a
todos los demás

Marina comparaba y reconocía la lógica de Richard.


Las figuras no se diferenciaban en importancia y este,
probablemente, era un mensaje que no carecía de
importancia y que la catedral estaba comunicando.
Habría que escuchar…

Ambos se dirigieron pensativos al vano sur; al portal


de la izquierda de la misma fachada.

- Tendremos que dar un vistazo general a estos dos


portales y seguir mañana, cuando regrese el sol –
Sugirió Adoniram, tomando posición a unos diez
metros de la puerta, dando unos pasos hacia atrás –
La historia se lee de derecha a izquierda y

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

ascendiendo – Anunció volviendo a revisar los


documentos episcopales - Comienza con la
anunciación, con el Arcángel Gabriel y María. Entre
ellos, puedes ver un libro abierto ¿Lo ves? –
Señalando el lado izquierdo del dintel – Advierte que
esta historia forma parte del exoterismo. Lo oficial,
dicho a todo el mundo

- O sea que es literal… digamos – Moviendo la


cabeza a un lado y a otro, con sus brazos cruzados,
defendiéndose del frío –

- La historia oficial, sin símbolos ocultos – Ratificó él -


Probablemente una necesidad del sistema, de tener a
una virgen como la madre del “Hijo de Dios” – Dedujo
- Justifica necesidades en religiones paganas del
imperio

- ¿Y lo que sigue? – Apresuró ella frotándose las


manos –

- Sigue la natividad, con el niño en un moisés bajo su


madre; la sagrada familia. En el dintel superior la
presentación de Jesús en el templo. María sostiene al
niño, junto con el anciano Simeón – Richard revisó el
contexto de un vistazo general - No veo en esto nada
que pueda servirnos como pista de lo que
buscamos… - Se detuvo en unas figuras que
aparecían entremezcladas - Excepto que no era muy
común para la época, mostrar hombres comunes

109
GEORGE WEMBAGHER

entre figuras divinas

- ¿Hombres comunes? – Marina se acercaba al dintel


todo lo posible –

- Sí – Afirmó volviéndose a acercar para señalar con


su brazo extendido - Esos que se ven son pastores,
con sus ovejas pastando y uno está, aparentemente,
comiéndose un pan. No hay más común… - Ironizó -
No hay personajes claramente divinos, sino que todos
se mezclan con humanos normales. Aquí no parece
hablarse de Dioses, sino más bien de hombres; de
iniciados… - Richard levantó el cuello del abrigo y se
frotó el pecho, intentando entrar en calor – ¡Y mira el
tímpano! – Continuó, extendiendo nuevamente el
brazo derecho para señalarlo – Es María, entronizada
entre dos ángeles, coronada, con extrema dignidad y
el niño en su regazo. Para el siglo XIII, en que el tema
central casi siempre era el Jesús, esto era una gran
novedad – Richard se cargaba de entusiasmo de
repente – ¡Te digo que aquí encontraremos un culto a
la Madre, que parece ser más fuerte y explícito que lo
habitual! – Exclamó -

Adoniram comenzaba a hallar sentido al templo, con


la tendencia de los símbolos ofrecidos. Pero su rostro
cambió al identificar las figuras de las arquivoltas.

- ¡Mira esto! – Lanzó desde el pecho a la intrigada


Marina, que con gusto hubiera huido del sitio para
refugiarse en el hogar del hotel – ¡Aquí sí hay algo! –
Afirmó mientras buscaba ubicación en una incómoda

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

posición bajo los arcos que se extendían hacia el


exterior – ¡Las artes liberales! ¡Las siete!

- Y… eso significa… - Su compañera había perdido el


interés en la explicación, devuelta a la tierra por el
crudo elemento que la congelaba –

- Las artes liberales eran la enseñanza obligada al


maestro – Aseguró - Al iniciado. Sin ellas no existía
magisterio – Sentenció - Esto no es teológico sino
ciencia de aquel momento. Ahí las ves. Cada una con
un personaje que la representa. Para la Dialéctica
Aristóteles, La retórica lleva a Cicerón, La gramática a
Donato – Hizo un paréntesis girando la vista hacia su
compañera - Esto para el Trívium. Y por el
Cuadrivium presentan a Tolomeo para la astronomía,
a Boece para la aritmética y aquí viene lo extraño… A
Euclides para la geometría y !Pitágoras con la
música! ¿Lo ves? – Richard señalaba enérgicamente
las arquivoltas del portal, en sus dovelas inferiores –

- Disculpa… - Marina comenzaba a tiritar – No lo


comprendo bien. ¿Qué es lo incorrecto?

- Verás – Richard se quitó el abrigo y lo puso sobre


los hombros de su compañera – Las filosofías
religiosas que originan al cristianismo, provienen, ni
más ni menos, de la escuela pitagórica. Era Pitágoras
el que daba la explicación de las formas en el
universo creado. La Geometría. ¡No la música! En su

111
GEORGE WEMBAGHER

escuela había un cartel que decía: “No entre aquí


nadie que no sepa Geometría”. De él parte la idea del
“Geómetra del universo” para definir a Dios. Y si te
fijas, en cada vitral que define cielo y tierra, la
simbología que predomina o, a veces incluso es la
única en la parte superior de la obra, está compuesta
por figuras geométricas. En la etapa superior de la
veneración, en lo profundo de los cielos, en el
universo más alto ¡No hay formas vivas! – Exclamó
abriendo forzadamente los ojos - Sólo figuras
geométricas. Pitágoras es Geometría o, si Euclides lo
es, Pitágoras sería la aritmética… Pero no la música

- ¿Y entonces? ¿Cómo lees eso? ¿Un error?

- Aquí no hay errores… - Pronunció Richard


acompañando una risotada – Si se habla de creación
y Pitágoras va apareado con la música, yo diría que
aquí hay un mensaje que relaciona el orden universal
con algo diferente a la geometría de las formas. La
música parece jugar un papel muy importante en este
templo – Adoniram recorrió nuevamente la estructura
con la vista, como buscando algo más –

- ¿Y qué tienen que ver la música con la astronomía y


la gramática, como para formar parte de la misma
instrucción? – Reflexionaba marina, con el ceño
fruncido y sujetando el abrigo de Richard con ambas
manos, cerrando su cuello –

- Era necesaria cada una de aquellas ciencias para


comprender el orden que se le ha dado al universo. Si

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

comprendes las ecuaciones matemáticas pronto te


das cuenta de que todo se traduce en formas y
necesitas a la geometría. Cuando lo consigues, te das
cuenta de que las formas son inmensas y trabajan
con fuerzas incomprensibles, para alguien que no
domine la astronomía. Cuando quieres enseñarlo,
necesitas del Trívium, para razonar y comunicarlo. La
retórica nos enseña a decir exactamente lo que
queremos decir, de la forma adecuada. Y la música,
sus vibraciones resuenan por todo el universo. El
demiurgo que platón menciona en el diálogo de
Sócrates con Timeo, ordena el universo según la
armonía de la música. La materia en sí, vibra y se
traduce en música. Las siete artes son la base
imprescindible para que un maestro, que debe
comenzar por comprender al universo y la creación,
esté completo – Redondeando su espacio con ambas
manos -

- ¿Y cuál es la importancia de que estén aquí?-


Intentó definir Marina –

- Que eso es ciencia – Delimitó Richard - No


teología… Nuevamente – Haciendo una pequeña
pausa - Aquí parece haber existido una escuela de
ciencias, más que una diócesis clásica. Es cierto que
los Templarios manejaban esta filosofía y que esta
era de orientación sanjuanista, pero me impresiona
que todos estos conocimientos estén aquí tan
expuestos – Richard montó ambas manos sobre su

113
GEORGE WEMBAGHER

cintura y echó un nuevo vistazo, ya sin mirar, a la


magnífica obra – Me pregunto que guardarás allí, en
tu vientre… - Le dijo cara a cara –

El investigador sacó un cuadernillo y tomó nota de las


cosas más importantes que detectaba del conjunto de
símbolos e historias que la catedral contaba de sí
misma. Mientras lo hacía, se desplazaba hacia el
vano izquierdo, el último de la fachada, para acabar y
refugiarse en el hogar que encontrase más próximo.

- Y aquí la ascensión – Le lanzó a Marina, como


preanunciándole que ya dejaría de sufrir el frío –
Jesús en una nube, sujetado por dos ángeles, se va
directo al cielo – Espetó con cierto sarcasmo –

- ¿Y cómo es eso? ¿Al cielo y ya? ¿Flotando? –


Respondió Marina a la afirmación de Richard –

- El cielo es la metáfora del centro del universo – Sin


dejar de escribir - Aquel lugar que queda equidistante
de toda la circunferencia. El punto de vista perfecto,
desde el cual, uno no puede equivocarse… Eso es el
cielo, para un iniciado – Cerró el cuadernillo y volvió a
señalar las imágenes - Si te fijas bien, los ángeles
que están sobre el dintel, debajo, donde los apóstoles
miran al cielo esperando algún milagro, esto se refiere
a Hechos de los apóstoles I, 10-11. “Hombres de
Galilea ¿Por qué os detenéis a mirar el celo?...” Y
para rematar la idea, en los dovelajes figuran los
signos del zodíaco y los meses del año, que
relacionan con las labores que corresponden a ellos.

114
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Ahí ves en Marzo el viñatero cosechando, abril


sembrando árboles, mayo el cazador con su halcón,
junio con un campesino segando y así con las
actividades corrientes de cada mes. Enero, por cierto,
representado con Jano. Un hombre de dos caras, una
joven que mira el año nuevo y una anciana, dirigida al
viejo

- ¡Es asombroso! – Marina intentaba acercarse y ver


en la progresiva oscuridad – ¿Y que aportan allí las
labores y el zodíaco?

- El maestro se hace trabajando, no esperando


milagros… - Sentenció Adoniram mientras
comenzaba a replegarse – ¿Qué te parece si
buscamos algo que comer?… Ya está bien por hoy
¿Verdad? – Frotando sus manos y sabiendo que su
compañera estaría agradecida –

Se hicieron unos pasos hacia atrás, tomando algo de


distancia que les permitiera amplitud y le dedicaron
unos segundos al inmenso rosetón que solo reflejaba
oscuridad. Un enorme círculo de doce metros de
diámetro, suspendido sobre ellos como un sol negro a
la espera de la luz de la tarde para transmutarse a su
opuesto.

Cruzaron la pequeña calle que bordea el muro


meridional y se refugiaron en uno de los restaurantes
más cercanos. La Serpente los esperaba con un

115
GEORGE WEMBAGHER

discreto pero reparador menú bien preparado. Un


guiso de olla a la antigua se encargó del trabajo de
restauración, devolviendo la sensibilidad a manos y
rostro. Se acomodaron en un pequeña mesa para
dos, junto a una ventana que permitía disfrutar de
parte de la fachada que analizarían al siguiente día,
aunque lo visto ya había removido suficiente fondo
como para intentar sedimentar aquello que
perturbaba la vista.

- La verdad – Comenzó Marina mientras esperaban


otro pichet de vino tinto y un “asiette de fromage” –
Estoy bastante confundida con todo esto que hemos
visto

- ¡Y eso que acabamos de comenzar! ¡Sólo hemos


visto una fachada! – Respondió su compañero
frunciendo la frente, elevando ambas cejas y
asintiendo rítmicamente con la cabeza – ¡Esta iglesia
nos sorprenderá gratamente! ¡Puedo presentirlo!

- Pero hasta ahora sabemos que esta iglesia está


dedicada a Nuestra Señora, que más bien puede
referirse a la Diosa Madre, que es a la que siempre se
dedicó este sitio desde la época de los Druidas,
aunque por su orientación, está esotéricamente
dedicada a San Juan el Bautista… - Intentó recopilar
Marina -

- Que viene a ser lo mismo – Interrumpió Richard


mechando el discurso de Marina, quien dedicó unos
instantes a asimilar lo dicho antes de proseguir –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Como te he dicho, mi amor; escucha a esta catedral.


Tiene mucho que contarte, si la puedes oír

Se tocaron las manos, apoyadas sobre la mesa. Sus


dedos se entrelazaron, probablemente porque en sus
mentes, la idea de unión prevalecía sobre otras.
Juntos miraban de a ratos al templo, de a ratos dentro
de los ojos del otro. El vino iba haciendo el trabajo
delicado, uniendo aún más las almas. Una última
mirada por la ventana, atravesando el reflejo del
fuego del hogar que ambientaba el salón que los
acogía, concluiría el ciclo de armonía que les había
tocado esa noche durante la cena. En su memoria
estaba ya la imagen que se les ofrecería, de haberla
disfrutado durante la velada, entre copa y copa de
vino. Sólo que esta vez, algo más aparecía tras el
cristal. Un hombre observaba desde la calle de
enfrente. Sombrero negro, abrigo al tono y un rostro
enjuto, serio y preocupado. Cejas negras sobre un
rostro muy blanco. Sus manos en los bolsillos. Se
detuvo unos instantes y al constatar, probablemente,
que era observado, avanzó hacia el oeste y se perdió
de la vista de los comensales.

- ¿Has visto a ese hombre? – Preguntó Richard, sin


perder la calma –

- Me ha parecido un tanto tenebroso… ¿No crees? –


Respondió Marina, que también lo había visto –

117
GEORGE WEMBAGHER

- Sí, lo creo. Y también me parece haberlo visto


antes. Tal vez nos está siguiendo – Estiro un poco el
cuello para obtener mayor ángulo de visión a través
del cristal – No lo sé, la verdad, estamos algo
cansados – Reflexionó - Mejor nos vamos a dormir
¿Qué te parece?

- Me parece una buena idea. Aún podríamos intentar


recuperar parte del espíritu original de este encuentro
nuestro, que ha tomado tan inesperado giro… - Una
discreta risotada acompañó el comentario, que traía
su historia a rastras. Richard pagó la cuenta, se
colocaron los abrigos y salieron del local tomados de
la mano –

La pareja mantenía una relación de varios años. Un


romance basado en la honestidad, el respeto y la
admiración mutua. Él en Bath, al sur de Inglaterra y
ella en Roma, seguían vidas ocupadas y plenas, cada
uno en su lugar. Un par de veces al año; tal vez más
si sus ocupaciones se lo permitían, se encontraban
para cerrar el círculo que los unía desde lo etéreo y
espiritual. Ella jefa de homicidios de Carabinieri, él
médico forense y miembro de los cuerpos de
seguridad de Su Majestad, encontraban el equilibrio
en sus vidas uniéndose en paz, en cada reencuentro.
La idea era alejarse del mundo y disfrutar de su
armonía, que renacía cada vez que los dos espíritus
se unían en intersección.

Se habían encontrado en Estrasburgo, coincidiendo


con la última reunión de Richard con sus hermanos

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de orden, pensando en partir de allí hacia su perdido


universo, a regenerarse. La obligación impuesta al
Caballero de Oriente, por su Maestro, había
cambiado sus planes, arrancándolos de cuajo y
reemplazándolos por este otro viaje que ahora
comenzaban. No tenían en claro si esto ameritaba
disculparse o, por el contrario, felicitarse por el
recorrido místico que les esperaba.

- Te prometo – Pronunció solemnemente Richard,


estirando la mano derecha – Hacer lo posible para
que este encuentro mantenga su espíritu y me
disculpo por inmiscuirte en estos asuntos que me
persiguen más de lo que me gustaría – Con una
sonrisa en los labios, pasó el brazo por el hombro de
Marina y juntos, transitaron por las callejuelas del
pueblo, que parecían haber sido hechas, sólo para
rodear el gran templo que ostenta el único papel
protagónico en la obra de aquel discreto poblado –

El trayecto al hotel fue relajado y agradable, a pesar


del intenso frío que, después del vino y el estofado de
la abuela, parecía estar algo más complaciente que
antes.

Las luces de colores, las guirnaldas navideñas y los


olores, hacían el ambiente que caracteriza al San
Juan del espíritu. Ambiente que acompañaba a la
apertura del portal celestial para los dioses. Para el
Maestro, parido en estas fechas desde el útero mismo

119
GEORGE WEMBAGHER

de la Diosa Madre. De Nuestra Señora…

Aromas a chocolate, churros fritos, azúcar tostándose


y castañas al fuego trazaban un sendero
inconfundible. Si los olores se extinguían, habían
perdido el camino al hotel. Era fácil regresar por la
noche, aún con los ojos cubiertos. Una vez en el calor
placentero de la habitación, se fundieron en un
abrazo eterno, abriendo nuevamente la puerta… Los
sentimientos también crecen con el ritual; y aquella
noche, el ritual se iniciaba por sí mismo.

Se desvistieron uno al otro, despacio, con un solo


sentido encendido. Todo en la piel. Con los ojos
cerrados, al igual que el murciélago, debían emanar
para luego recibir el eco. Uno junto al otro, sin
apretar, unidos por la sutil energía que emerge y
regresa con la esencia del otro. Como la Gravedad…

Etéreas como el cielo, sus caricias recorrían sus


auras encendidas, creando en la energía, corrientes
ordenadas que fluían de uno al otro, alimentando el
caudal de su libido, transmutándola en sagrada
pasión de muerte y renacimiento. Las dos almas,
finalmente, se encontraron al cúlmine del ritual.
Unidas algo más allá del Keter…

120
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  IX  

Después de la batalla, que había diezmado la


tripulación y las armas, el capitán Guillaume y el
primer oficial pasaban revista en cubierta. Contaban a
los sobrevivientes y evaluaban los daños sufridos por
la nave, que requiriesen atención inmediata para
poder continuar.

Los daños del casco eran considerables, debido a la


colisión directa con el otro navío. No podían navegar
en aquellas condiciones. Aún se hallaban en la zona
en que se había desarrollado el combate, entre restos
de la nave abatida y de la suya propia. Aún se oían
los gritos de los sobrevivientes en el mar. No
entendían si eran insultos, gritos de guerra o pedidos
de auxilio. Les daba igual. Los ignoraban, mientras
parecían apagarse de a poco con el transcurso de las
horas. Sólo al caer la noche les prestaron algo más
de atención, ya que estaban a la misma deriva, todos
a merced de la misma corriente. En el barco
duplicaron la guardia, instalando vigías alrededor de
toda la nave, para prevenir que alguno de los
bárbaros sobrevivientes intentase subir al barco. Para
esa eventualidad, se habían impartido órdenes
estrictas de acabar al instante, con la vida de
cualquier desconocido que hiciera el intento de subir

121
GEORGE WEMBAGHER

o aferrarse al casco.

Debido a la descarga de peso, las rocas que servían


de munición a las catapultas y más de una tercera
parte de los tripulantes, la línea de flotación había
cambiado de altura, dejando los daños al descubierto,
por fuera de la superficie del agua. El problema era
que de los seis calafateadores que habían sido
contratados al inicio del viaje, solo dos estaban
presentes en el último recuento. Habían pasado ya
casi dos horas y no quedaban sobrevivientes amigos
en el agua, que se pudiera esperar que se
reincorporaran a sus puestos. Los otros cuatro fueron
dados por bajas de batalla.

Colgados de una cuerda, sobre una tabla que hacía


las veces de andamio móvil, los dos trabajadores,
armados de paños de estopa y un caldero calentado
a brasa, repleto de brea, empapaban los trapos en el
negro fluido y rellenaban los espacios entre las juntas
de las tablas que aún estaban en su sitio. Para los
huecos de mayor tamaño, se medía el espacio que
había que cubrir y se indicaba a los de cubierta, el
tamaño al que debían cortar la madera para que
cupiera en el sitio. Luego se las clavaba y, con la
misma brea, se rellenaban las junturas para que
quedara impermeable. Estas tareas, a los dos
sobrevivientes, les llevarían varias horas.

Bajo la cubierta de popa, el carpintero que arreglaba


los paneles rotos del camarote del capitán,
comenzaba a notar que la calma regresaba, después

122
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de la batalla y, al ver que ningún bárbaro había


destrocado la puerta a hachazos y atravesado una
espada en su esmirriado cuerpo, dio por hecho que el
barco estaría a salvo y comenzó a salir de su
escondite. Estaba sólo y al parecer, todo el mundo
estaría lo bastante ocupado como para no
interrumpirlo. Hacía tiempo que, como la mayoría de
los contratados, que no tenían idea de lo que
representaba aquella orden para la cual trabajaban
temporalmente, sentía curiosidad por los secretos
que, tan celosamente, parecían guardar. Ni siquiera
se les había permitido presenciar las tareas de carga,
manteniendo oculto, incluso, aquello que
transportaban por medio mundo.

No lo pensó dos veces. Sabía que el capitán había


dejado las llaves en un cajón de su escritorio y,
aunque bajo llave, el abrir aquella cerradura no
representaba un problema. Las conocía bien. Él
mismo las instalaba sobre sus puertas de madera y
las arreglaba cuando fallaban. Fácilmente violó el
cerraje y se hizo con el manojo de llaves de
Guillaume de Chartres. . Se dirigió a la sala
ceremonial y, sigilosamente, abrió la puerta
introduciéndose en ella impulsado por la curiosidad.

Lo primero que llamó su atención fue el enorme arcón


cúbico que desasnaba en el centro de la sala,
cubierto por aquel manto decorado con la cruz
Templaria. Notó el bulto que, en su centro, hacía el

123
GEORGE WEMBAGHER

libro misterioso que Guillaume había dejado allí, como


ofrenda, al aprestarse para la batalla.

El carpintero cogió el libro, levantando el manto y


retirándolo con poco cuidado. Su peso venció la
muñeca del debilucho hombrecillo y se cayó,
nuevamente sobre el arcón, haciendo un poco de
ruido y enervando al furtivo, que soltó el manto para
ayudarse con la otra mano. Este acabó
desplazándose hacia un lado el arcón y dejándolo al
descubierto. La figura de un sol cobrizo, de
veinticuatro rayos ondulados; flamígeros, atrapó la
atención del curioso por un momento. El libro le llamó
la atención por su peso, por lo que decidió echarle un
vistazo a su contenido. Enseguida desistió de leerlo al
ver que sus códigos y dibujos le resultaban
incomprensibles. Sin embargo, reparó en un detalle
de su lomo. Un círculo perfecto y brillante, refulgente
aún con la escasa luz que las angostas ventanas
altas permitían. No era oro, pero él había oído hablar
de aquel metal que valía aún más, que brillaba sin
color y que aquella orden tenía fama de poseer.
Aquello parecía ser un trozo de metal incrustado en la
piel de la encuadernación. Atacó con su uña el borde,
notando cierto relieve que hablaba de volumen. No
estaba pintado. Intentó despegarlo para hacerse de
él, esperando que valiera mucho en tierra, cuando
estuviera en condiciones de venderlo. Insistió en su
intento por desprenderlo de la piel hasta que un borde
comenzó a ceder. No se descascaraba como una
pintura, se había doblado levemente. Insistió
haciendo palanca con la uña hasta que finalmente, el
124
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

fino metal cedió y, en vez de plegarse, se quebró. El


hombre se guardó el pequeño trozo desprendido y
continuó intentando hacerse del resto de la pieza.

De repente, la puerta se abrió por la mano del


capitán, que había descubierto el robo de sus llaves.
El artesano quedó inmóvil, sorprendido y aterrado. En
el mar, la pena por el hurto a menudo era la propia
muerte, dependiendo de los ánimos que reinasen en
el barco al momento de juzgar el delito. Y en aquel no
podía ser peor. El capitán fijó su vista, primero en el
arcón descubierto y luego en el impotente hombrecillo
que parecía suplicar en silencio, algo de piedad. Este
extendió la mano con el libro, ofreciéndoselo, como
una señal de disculpa. Guillaume se acerco, tomó el
volumen entre sus manos y observó su lomo, ante la
mirada de horror del hombre, que se sentía perdido.

El círculo estaba roto. Un trozo saltado, como por una


uña, dejaban incompleto el símbolo. Los ojos de
Guillaume se fueron inyectando de rojo a través de
sus capilares. Se abrían cada vez más, como
hinchados de ira. Su cuerpo se tensaba y su cuello
comenzaba a enseñar unas venas de horrible
presagio para el aterrorizado artesano, que no
atinaba a hablar, ni a respirar.

Sin mediar palabra, Guillaume depositó el libro en la

125
GEORGE WEMBAGHER

mesa de oriente y comenzó a azotar, con su mano


primero abierta y luego cerrada al desventurado
André, que parecía enfrentarse a su juicio. El capitán
le asestaba golpes de puño y patadas, que
desplazaban al hombre, como un madero hueco, en
dirección a la puerta de salida. Fue golpeándolo y
pateándolo durante todo el trayecto de subida hacia la
cubierta principal, primero a solas y después a la vista
de todos que, desconcertados, dejaban de trabajar
para ver la intensa paliza, sin atreverse a intervenir.
Lo fue llevando, como un púgil que acorrala a su
contrincante, contra la banda de babor, aún en
arreglo y, sin detenerse, después de descargarle una
seguidilla de puñetazos a su ya ensangrentado rostro,
lo levantó del cuello entre sus dos manos, furioso e
iracundo, como poseído por el espíritu del mal y lo
arrojó por la borda, a perderse en la mar.

 
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  X  

Plácido despertar el que deviene de las caricias de


las primeras luces que preceden la ascensión del
círculo de luz. Aún enredados entre brazos y piernas,
sus ojos se abrían lentamente. El beso del despertar,
como una mágica baraka intercambiaba esencias. La
ducha, bautista cotidiano, purificaba los cuerpos con
el fluido corriente. En el comedor aguardaba el pétit
dejeuner o un buffet, que haría que el sol trepara a
mediodía. Entre tanto, la hora más fría del día,
mientras se aguardaba la llegada de los brazos
extendidos del astro, quemaría la energía aportada
por las baguettes y croissant que acompañaban al
café.

Salieron del hotel de camino al templo con algo de


nieve bajo sus pies, dejando la huella de sus pasos
en el blanco manto. Sus mentes se centraban,
progresivamente, en las tareas del día.

- ¿Cómo estas hoy para buscar pistas entre las


piedras? – Bromeó Richard mientras se calzaba los
guantes y enroscaba la bufanda sobre su cuello,
como una boa –

- Sigo confundida y sin saber qué buscar – Respondió


ella intentando mantener el ritmo de su pareja al

127
GEORGE WEMBAGHER

andar, alargando los pasos y cubriéndose del frío,


cerrando el cuello de su abrigo – La verdad es que es
algo frustrante. Mi trabajo es la investigación pero
aquí me siento impotente, constantemente – Agitaba
el pelo que escapaba de su gorro, con el movimientos
rítmico de negación -

- Dale tiempo – Él la miró con una expresión


comprensiva en el rostro – Aprenderás a ver y, si esto
es lo que parece, más temprano que tarde, creo…

- El problema es que no acabo de entender el


significado de las cosas – Frunciendo el rostro como
si fuera a parir las palabras - ¡Jesús, por ejemplo!
¿Quién es Jesucristo? ¿El hijo de Dios? ¿El del
Hombre? ¿El de María? ¿Cuántas personas es? – El
gesto italiano de cerrar los dedos apuntando hacia
arriba y balancear la mano mientras hablaba, se
agudizaba en estas circunstancias en las que la
paciencia flaqueaba – ¡Y María! ¡La madre de María!
¿A quién representan realmente?

- Relájate – Apaciguó Richard colocando su mano en


el hombro de su compañera – Preguntas cosas muy
profundas. Lo descubrirás a su tiempo. Pero debes
recordar en todo momento dos cosas – Dijo
enseñando el puño derecho cerrado que pronto
dejaría salir un dedo y luego otro – En primer lugar:
que cada símbolo tiene diferentes niveles de
esoterismo. Como distintas profundidades en su
significado y, por tanto, cada uno puede parecer
contradictorio con el anterior

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿Y no lo es? – Interrumpió Marina dudando -

- Más bien en él se esconde – Interpretó Adoniram,


agitando el puño levemente para dejar salir el
segundo dedo – Y en segundo: que debes integrar las
diferentes cosas que se dicen de alguien o de algo,
en diferentes momentos, todo en uno – Dibujando un
círculo en el aire con el puño cerrado - En este caso,
no pierdas de vista las primeras enseñanzas que has
recibido. “Cristo está dentro de cada hombre” – Apoyó
su mano en su pecho y dejó unos instantes al símbolo
instalarse - En cada uno de nosotros, nos decían
desde el catecismo. Todo lo que hace el Cristo, lo
hace desde su sitio. Dentro de nosotros. Y si él está
ahí, también esta su contrario, porque todo el
universo es producto de fuerzas opuestas. El Cristo y
el anticristo – Uniendo ambas palmas delante de sus
ojos - Ambos están dentro del hombre – Richard bajó
la mano y la devolvió al bolsillo – Si mantienes ese
concepto será más fácil que traspases la imagen
exotérica y penetres más profundo…

Con la mente fresca y el cuerpo casi helado, arribaron


a la catedral, que esperaba inerte, pero viva, la
llegada de los que buscaban asomarse a su abismo
de secretos. Ella juzgaría si estaban preparados.

- Comencemos por la fachada norte – Propuso


Adoniram – Aún no ha salido el sol a pleno, así que la
cara sur tampoco ofrecerá mejor temperatura y para

129
GEORGE WEMBAGHER

cuando terminemos aquí, necesitaremos un rayo de


sol para calentarnos un poco. Además no puedo
esperar – Richard se frotó las manos con un gesto
travieso –

- Siempre buscas la cara norte de las catedrales… Te


gusta la oscuridad eh… – Bromeó Marina dando un
toque con su puño cerrado en el hombro de su
compañero -

- Te he dicho infinidad de veces – Remarcó él con la


mano momentáneamente fuera del bolsillo - Que si
buscas esoterismo, en cualquier catedral, seguro lo
hallarás en la cara norte. Donde el sol no llega y reina
la oscuridad… La luz viene del propio templo. Por
ello, es la cara esotérica ¡Lo oculto que pocos
comprenden más allá de las simples figuras que
enseña! – Aumentando su exaltación conforme se
acercaban –

A su paso hacia la cara septentrional, a medio camino


desde el pie de occidente, Adoniram reaccionaba
abruptamente, deteniendo su marcha y fijando la
vista; volviéndose de frente hacia una extraña casilla
que en su exterior, en el muro, ostentaba un extraño
reloj detenido. Ya sin motor, quedaba sólo el símbolo.
Uno que advertía de la tortuosidad del camino que se
disponían a afrontar. Después de todo, estaban ya en
la cara norte…

- ¿Que sucede Richard? ¿Qué has visto en ese


decorado? – Regresando unos pasos. Su compañero

130
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

se había detenido sin prevenirla –

- ¿Es que no lo ves? – Dejó ir él en un suspiro


lánguido, absorto y sin desviar la vista, contando
marcas y líneas entre las agujas –

- Es un extraño reloj. Es de veinticuatro horas


¿Verdad? – Observó ella de pie a su lado y
tomándolo del brazo –

- Es algo más – Aventuró absorto - Es un mensaje,


sin dudas – Le dijo sin dejar de contar rayos – Son
cuarenta y ocho…

- ¿Cuarenta y ocho? – Fijó la vista e imitó el gesto de


Richard – Sí… - Replicó entusiasmada - ¡Cuarenta y
ocho! – Repitió unos segundos después, tras
contarlos por dos veces - ¿Y por qué tantos? ¡Qué
día más largo mide! – Ironizó sin esperar tener
respuesta –

- Mide un día completo. Un ciclo. Veinticuatro horas…


- Respondió Adoniram casi en silencio, sin dejar de
concentrarse en la figura – Aunque no lo mide sólo…
- Agregó murmurando -

Marina permaneció en silencio. Sabía que no la


dejaría a oscuras.

- Observa bien – Propuso él con la calma propia de


quién recibe el mensaje – Veinticuatro rayos rectos.
131
GEORGE WEMBAGHER

Uno por cada hora del día – Señaló con el índice -


Pero cada uno está acompañado por otro ¡No recto,
sino flamígero! Ambos grupos, los rectos y los
flamígeros son dorados, como el resto de la esfera.
Ambos representan al sol ¿O a dos soles? – Sugirió
desviando la mirada hacia los ojos de su compañera -

- ¿A dos soles? ¿De qué hablas? – Marina volvió a


fijar la vista con el ceño forzadamente fruncido –

- Pero hay más… - Los ojos de Richard recibían más


a medida que observaba. Los símbolos a menudo
rehúyen las primeras miradas. Pero Adoniram no
estaba dispuesto a dejar que se le ocultasen – ¡Fíjate
en su interior! Está decorado con líneas de estrellas.
Pero alternan entre rayo y rayo, uno recto y uno
flamígero – Acercándose y marcando los puntos
exactos que iba observando - Si en un espacio hay
cuatro estrellas, en el siguiente hay cinco. En toda la
corona. Y está cuidadosamente expresado. Además
el centro es una estrella de seis puntas, ¡Hecha de
vegetales! ¡Una rama con hojas forma la estrella
central! – Resaltó - ¡Cómo el símbolo de la rosa
mística, de seis pétalos! – Se reafirmaba con la mano
en alto – ¿Y los bordes? - Reparaba en los contornos
– Angeles con instrumentos musicales; de cuerda y
viento en los extremos superiores y conchas en la
base… - Con expresión picaresca en los ojos -
Secreto a develar, la perla que buscar… - Adoniram
rebozaba energía al interpretar el complejo mensaje
que le dejaba aquella pieza de arte renacentista,
expuesto a todos a la luz del día. Marina fijaba la vista
132
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

en cada detalle, alucinada y con la boca negándose a


cerrarse por completo –

- ¡Es increíble! – No paraba de exclamar en forma


repetitiva -

- Te lo he dicho – Remarcó Adoniram satisfecho - ¡El


mensaje de este templo es muy complejo! Creo que
nos seguiremos encontrando con este simbolismo
durante nuestro viaje – Advirtió - Sólo me pregunto,
sobre estos dos soles… ¿Quién es quién? –
Pensativo, Richard dio un cuarto de giro y continuó su
camino hacia los portales. Marina le siguió–

La fachada norte, al igual que las otras dos, se


componía de tres portales. Tomaron posición a la
máxima distancia que la propiedad vecina, cruzando
la angosta calle, les permitía. La potencia y
complejidad de sus decorados eran agobiantes para
el recién llegado. Richard sintió la urgente necesidad
de evadirse un momento, antes de sumergirse en ella
hasta su más oscuro abismo. Giró la cara hacia el
oeste buscando espacio abierto para descargar su
mente y, entonces, su corazón comenzó a latir
presuroso.

Tras le esquina noroeste del edificio, un hombre de


negro sombrero, abrigo largo hasta los pies y actitud
sospechosa observaba, semioculto, sus movimientos
-

133
GEORGE WEMBAGHER

- ¡Marina mira allí! – Buscó a su compañera con la


mirada y la tomó del brazo para obligarla a mirar –
¡En la esquina está ese hombre nuevamente! –
Haciéndose hacia atrás para dejar el campo libre –

- ¿Dónde? – Preguntó Marina que oteaba sin parar –


No veo a ningún hombre allí ¿Cómo dices que iba
vestido? – Preguntó sin preocuparse -

- ¡Maldición! – Expulsó como un geiser – ¡Voy a ver! –


A paso ligero recorrió los casi cien metros hasta el pie
de occidente, sin éxito. Se asomó a la fachada oeste
y recorrió el entorno, desconcertado. Luego regresó al
portal, algo más preocupado que antes –

- ¿Lo has visto? Seguramente no, ya estás aquí… -


Razonó ella con tono algo sarcástico – ¿Es que
tienes fantasmas propios o algo así? Un hombre de
negroooo que desaparece entre las sombraaas –
Mientras serpenteaba los dedos de ambas manos
ante la cara de su compañero, entre risas y sonidos
alegóricos –

- Si tú diviértete – Alternando la mirada entre el rostro


burlón de Marina y el pie del templo – Que después
acabo rescatándote de algún galpón abandonado de
la mano de Dios… - Reclamó vengativo haciendo
mención a un hecho que ambos habían vivido en el
pasado –

- ¡Tranquilo! – Apaciguó ella apoyando ambas manos


en su pecho – Ya aparecerá y lo capturaremos como

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

a un pajarraco salvaje – Exhalando risas por la nariz –


A menos que sea la palomita del espíritu santo –
Continuó la broma sin poder parar de reírse –

- ¡Bueno ya vale! ¿No? ¡No es para tanto! –


Serenando Richard la situación – Sigamos con lo
nuestro…

Continuaron su tarea, sin dejar de observar, de vez


en cuando, a su alrededor buscando al fantasma que
ya no aparecía.

- Concentrémonos en esto – Richard llamó la


atención de su compañera con un gesto contundente,
apuntando a la fachada, en alto, con el canto de la
mano – Si hay algo que podamos utilizar para nuestro
trabajo, estará aquí, al menos en parte. Siempre está
en esta cara del templo… - Volvió a enfatizar -

Se acercaron a la puerta central, situándose al


alcance de detalles del tímpano y dinteles, por donde
comenzarían.

- ¿Has observado cómo cambian las figuras con


relación a la fachada anterior? Tienen más
movimiento y sus vestimentas ya no caen rectas, sino
con gracia y realismo – Comentó Marina admirando
las estatuas de los ensanches –

- Son típicas del siglo XIII. No del XII como las otras –
Aclaró Adoniram - En el románico sólo importaba el
135
GEORGE WEMBAGHER

símbolo. No la estética. Un siglo más tarde las cosas


eran diferentes. Los artistas no sólo eran valorados
por contar la historia sino por hacer a los personajes
más humanos – Explicó admirando a los profetas –
Ahí está Melquisedec, sacerdote y maestro de
Abraham – Presentó - Él fue, tal vez, el primero
comparable a San Juan. El que enseñó a Abraham a
encontrar al “Cristo” en su interior. Justicia y sabiduría
– Remarcó con un movimiento rítmico del puño -
Lleva un cáliz de vino y un pan. También cuelga de él
un incensario, símbolo de purificación

- Hablas del Maestro ¿Verdad? Nuevamente – Se


percató ella -

- Todo este decorado parece una guía para el


magisterio. Paso a paso, con todo lo que se requiere.
A Melquisedec le sigue Abraham, como es lógico,
llevando a su hijo con las manos y pies atados,
dispuesto a sacrificarlo - Sacó su mano del bolsillo
para señalar la figura - Mira al Ángel cuando le indica
que no lo haga. Que sacrifique al cordero que está
debajo del pedestal, representado – Levantó el índice
para señalar a la estatua – Fíjate como apunta con la
daga a la base de su lengua; como si quisiera clavarla
al paladar…

- ¿Y eso que significa? – Inquirió Marina con los ojos


atentos e inmóviles –

- Que en el camino al magisterio, no es al hijo del


hombre, al que debe sacrificarse, aunque uno debe

136
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

estar realmente dispuesto a hacerlo. Son los bienes


materiales de los que debe uno deshacerse

- Y debajo hay un carnero – Describía ella


agudizando la vista –

El que finalmente fue sacrificado en lugar de su hijo –


Adoniram reflexionó en silencio por unos segundos y
luego lanzó un comentario, con expresión picaresca –
Por cierto, recuerdo que cuando los judíos salieron
del yugo de Egipto, para pascuas, sacrificaron
también un carnero, como aquí Abraham – Señalando
su ubicación con un movimiento de la cabeza,
impulsando el mentón en aquella dirección – El Dios
supremo, que regía el politeísmo Egipcio, que era
Amón Ra, era representado con cabeza de carnero…
Se lo relacionaría con la idolatría y a la vez con el
sometimiento del pueblo de Israel…- Dejó escapar
una sonrisa y una bocanada de humo, producto de la
condensación - No creo que sea casualidad – Ironizó

- Y el siguiente podría ser Moisés… Lleva la tabla –


Especuló Marina - ¿Pero también una serpiente? ¿Y
sobre qué está de pie? – Acercándose para ver los
detalles –

- Lo es. Y la serpiente es la de bronce que Dios


mandó hacer a Moisés para el pueblo Judío que
moría, mordido por ellas – Acercándose para ver los

137
GEORGE WEMBAGHER

detalles - Esa reliquia los salvaba de la muerte.


Previamente Jehová les había permitido capturar la
ciudad de Jormá, llamada la serpiente de Bronce y
este parecía ser su recordatorio – Relató Richard –
Es del viejo testamento…

- ¿Y cuál es el significado de eso?

- La serpiente transmite el conocimiento de la Madre


Tierra. Se arrastra sobre y bajo la tierra y lleva sus
conocimientos a todo sitio – Se llevó ambas manos a
la cintura y giró la cabeza hacia el rostro de su
compañera – Los conocimientos adquiridos fuera de
tiempo confunden y pueden matar el espíritu de un
hombre… Eso es más o menos lo que puede
significar esotéricamente. Lo mismo que ha sucedido
con Adán y Eva comiendo del árbol del conocimiento,
el fruto prohibido. Las sociedades iniciáticas regulan
el traspaso de ese conocimiento desde los maestros
a sus aprendices, asegurándose de que estos estén
debidamente preparados para recibirlos, a su tiempo
– Reflexionó por unos segundos - Si buscas saber
más de lo que debes, tu evolución se pone en peligro.
La serpiente se convierte así, en otro símbolo
crístico… Es el modelo de conocimiento propuesto. El
becerro de oro, sobre el que está de pie – Señalando
la base de la estatua - Parece ser el símbolo de ese
conocimiento inadecuado que el pueblo buscaba,
antes de estar preparado

- ¿Y qué pasó con el pueblo? – Inquirió ella –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- No fue sencillo – Elevó una ceja – La mitad del


pueblo murió en esos hechos, según la historia de
Moisés. Se desató una especie de guerra interna por
el becerro, que hizo que medio pueblo asesinara al
otro medio – Apartándose ligeramente hacia atrás -
Moisés mandaba a los que ganaron… Claro

- ¿Y quiénes están después? – Preguntó girando el


cuerpo hacia el resto de las figuras –

- Hay varios profetas del antiguo testamento. Samuel,


David, Isaías. Jeremías, Simeón y allí – apuntándole
con una extensión del mentón para evitar sacar las
manos de los bolsillos de su abrigo - ¡Juan el
Bautista! – Caminaron unos pasos hacia él para verlo
más de cerca –

- Está muy consumido, demacrado, delgado –


Observó Marina, con rostro compungido - Triste y
enclenque…

- Yo creo que esto es un reclamo del Maestro o el


propio Obispo, sobre el trato que la Iglesia le da a ese
Maestro, al que esta catedral está también dedicada –
Richard se llevó la mano al mentón como estudiando
la imagen –

- ¿Y qué le ha hecho la Iglesia? – Girándose hacia él


esperando su respuesta –

- Probablemente ignorarlo. Quitarle su lugar –


139
GEORGE WEMBAGHER

Respondió Adoniram con un gesto despectivo,


frunciendo el labio inferior y el mentón - Él era el
verdadero sacerdote de esa orden esenia que originó
el cristianismo. Le han quitado su sitio y en su lugar,
Constantino vio más útil poner a Pedro – Señalando
con la mano abierta, como presentando a la estatua
siguiente – ¡Ahí lo tienes! – Dijo como si se tratara de
un artista – Portando las llaves del reino y el pectoral
de sumo sacerdote, remarcando su influencia sobre el
antiguo testamento, además de la que tiene sobre el
nuevo…

- ¡Ahora entiendo! – Entre risas – Lo que querías


decir con “Sanjuanista”… - Soltó una carcajada
humeante como un volcán activo -

La mirada de ambos, recorriendo el portal, se detuvo


casi al mismo tiempo sobre la estatua del parteluz,
que divide las dos hojas de la puerta, cual si de un
libro a iluminar se tratase.

- ¿Te has fijado a quién está dedicada? – Preguntó


Richard sin retirar la vista del entrepaño de la doble
puerta –

- Pues… A nuestra Señora, supongo… - Respondió


con expresión dubitativa ella, entreabriendo los
párpados y frunciendo levemente los labios –

- Sí ¿Pero a cuál? – Desafió Richard ganándose una


mirada fulminante de Marina – Es Santa Ana
sosteniendo a su hija María en brazos – Señalando

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

con la mano derecha abierta y retirándola


inmediatamente. Luego se giró parcialmente hacia su
compañera como invitándola a deducir. Esperó unos
segundos y continuó, tras el silencio de ambos – Una
es la Madre, pero claramente no representa a la Gran
Diosa… La otra es la hija, aquí en posición algo
inferior, en sus brazos, tampoco representa a la
Madre Tierra… ¿No te parece? – Otra pequeña
pausa permitió asentar el polvo revuelto en la mente
de Marina – Entonces… ¿Quién es realmente la
Diosa Madre? ¿Todas? ¿Alguien más? Realmente
creo que esa es la gran cuestión de esta catedral
Volvió a frotarse el mentón con cierta vehemencia -
Esta pregunta se repite demasiado…

Una simple mirada al tímpano y dinteles, a los


dovelajes y arquivoltas exteriores dieron una vaga
idea del trabajo que les esperaba.

- ¡Ufff! – Dejó escapar Richard con el cuello


completamente flexionado hacia atrás, siguiendo los
arcos hasta el cenit – Esto realmente promete… - Al
regresar, se detuvo por fin en el tímpano – ¡Fíjate en
estas figuras! – Acercando a Marina del brazo para
asegurarse de que las viera - ¡María representada
como reina de los cielos junto a Jesús, de igual a
igual!

- ¿En los cielos? – Hurgaba ella en la figura


intentando interpretar esa representación –

141
GEORGE WEMBAGHER

- La arquería que los rodea…- Hizo notar Adoniram -


Representa el palacio celestial. O si lo prefieres… Al
centro del círculo… - Perdía su mirada en las
imágenes – Pero como ves, siguiendo el patrón del
resto del conjunto, ¿Quién es el superior? ¿El Dios? –
Recorrió nuevamente el atrio con la mirada – Yo sólo
veo maestros iniciados, con su corona, que indica que
han conectado con el universo espiritual, pero desde
el magisterio. Ambos… No son los creadores tal y
como están presentados ¿No lo crees? – Mantuvo el
suspenso con una mirada directa y penetrante – ¡Sino
más bien iniciados!

- Es posible – Balbuceó ella mientras contemplaba -


Empiezo a comprender a qué te refieres – Marina
balanceaba la cabeza, sin perder segundo en mirar la
escultura, como si estuviera a su alcance el
conocimiento que buscaba. Sin embargo, estaba tan
lejos como el conseguir retenerlo con la mano abierta

- ¡Mira sino! – Insistió Richard – En los dinteles: La


muerte de María. Yace a la derecha, en presencia de
los apóstoles. Su alma, representada en un niño,
asciende y luego los ángeles trasladan su cuerpo a
reunirse con su alma. Al final es coronada junto a
Jesús ¡La muerte simbólica al magisterio! – Se detuvo
un momento a observar nuevamente la escena
completa - ¿Lo comprendes? Todo este sitio es una
guía… Lleva a un hombre a buscar a su propio Cristo.
A intentar convertirse en un Maestro. Un iniciado –
Giró casi sobre sí mismo y revisó cuidadosamente el
142
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

resto de los arcos grabados y esculpidos sobre los


dovelajes –

- Nunca había oído esta historia de María, muriendo y


resucitando de esta manera – Reflexionó ella,
intentando recordar –

- ¡Claro que no…! - Respondió él regresándole la


mirada – No está en la biblia. ¡Eso es una de las
cosas más interesantes de este templo! Es una
tradición de culto a la “Madre”, fuerte en el Medioevo.
Se sabe que esta diócesis era particularmente activa
en él. La escuela de Fulberto de Chartres ¡Y aquí
están las pruebas! - La cámara registraba cada
grabado, obligando a Richard a adoptar las
posiciones más incómodas para captarlos con
claridad. Pero no se irían de allí. Ni los siglos los
habían borrado –

- Increíble que se representen historias fuera de la


biblia… Recuerdo que en algunos sitios han quemado
gente por eso ¿No es asi? – Marina se rascaba la
cabeza, como si quisiera meter o remover ideas –

- Pues aquí no. Eso está claro…- Ironizó Richard -


Mira debajo de la estatua de Santa Ana y la niña, del
parteluz. La historia de San Joaquín y Santa Ana que
allí aparece, tampoco es de la biblia regular, sino de
los apócrifos – Sin parar de sacar fotos –

143
GEORGE WEMBAGHER

Marina absorta, no atinó a comentar más. Sólo


observaba y metabolizaba imágenes. Como un
habitante medieval de aquel pueblo apuntalado en la
catedral, ella leía historias increíbles, como lo habría
hecho cualquier analfabeto cristiano en aquellos
tiempos primitivos y austeros. Para eso estaban allí. Y
a través de los siglos, una mujer conocedora del
mundo, adoptaba en el XXI la misma expresión de
estupor que habrán dibujado en su rostro los
peregrinos del XII. Ochocientos años después,
alguien continúa dejando días de su vida enredado en
las estatuas y grabados, explorando la historia del
mundo, buscando a Cristo en el mismo lugar y con las
mismas historias.

- ¡Mira aquí! – Reclamaba Richard sacando a Marina


de su ensoñación – Las arquivoltas – Señaló - Aquí
se representa la historia del mundo desde la creación
del universo. Fíjate bien – Apuntando la base del arco
con el índice – Dios está al lado de la nube que
representa al universo recién creado. Un poco más
arriba, la creación del día y la noche. ¿Lo ves? –
Aguardó unos segundos – Pero el personaje de al
lado ¡Ya no es Dios, el creador! Que está abajo

- ¿Y cómo sabes que no lo es? – Intentando


visualizar los detalles, con los ojos casi cerrados –

- ¡Observa los detalles! Dios, los mensajeros,


apóstoles, Jesús y todo otro personaje sagrado o
creador va descalzo. El Maestro constructor ha
querido diferenciar a este de al lado de Dios,

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

perfectamente – Remarcó - ¡Le ha puesto zapatos…!

- ¿Y quién es entonces? – Inquirió desconcertada –

- Está ordenando lo recién creado… ¿El Demiurgo


mencionado por Sócrates en el Timeo? ¿Jano, el
romano que ordena los opuestos? Es quién puso el
orden a la entropía resultante de la creación. Este es
un concepto gnóstico que, de seguro, no fue
propuesto por Constantino en Nicea… - Volvió a
señalar – ¡Separa el día y la noche! Se aprecia con
absoluta claridad…

- Pero entonces… ¿A quién se adora? ¿Al Dios


creador o al que creó el orden de las cosas?

- Buena pregunta… - Una mirada cómplice emergió


de los ojos de Richard, algo entrecerrados por el
rabillo, hermanada con media sonrisa. No sería fácil
hallar semejante respuesta – Tal vez al destructor… -
Dejó a modo de interrogante -

Intentando enfocar el centro de la arquivolta exterior,


Richard hacía equilibrio entre dos escalones,
intentando quedar en una posición adecuada. En una
mirada dirigida a constatar su tambaleante posición,
antes de mover un pie, giró la cabeza en dirección al
ábside. Volvió a sorprenderse cuando, poco más allá
de la reja que separa el jardín oriental, la figura del
misterioso hombre volvía a presentarse, observando,

145
GEORGE WEMBAGHER

impávido e imperturbable. Richard giró rápidamente la


vista en dirección a Marina y se incorporó como pudo,
recuperando la vertical.

- ¡Marina! – alcanzó a gritar, deteniéndose al ver que


le oía. Constató antes de seguir, la presencia del
hombre vigilante, pero al volver nuevamente la
cabeza hacia el jardín absidal, ya no estaba. Una
rápida mirada descartó que se hubiera movido por los
alrededores - ¡Nada! – espetó con cierta rabia. No
quería más bromas de parte de su compañera – Que
podríamos ir ya al vano derecho ¿Verdad?

Se desplazaron unos metros hacia occidente y se


encararon con el portal. Llamaban la atención seis
figuras que lo rodeaban, ocupando las jambas, como
un número simbólico de personajes bien
seleccionados. Richard observaba el conjunto.

- Aquí se dan lecciones más completas, de cómo se


debe evolucionar hacia el magisterio – Dijo ya
relajado, moderando su espíritu para percibir – El
mensaje comienza en el tímpano con la historia de
Job. Para probar su constancia al servicio de Dios,
este permite a Satanás que se lo quite todo. Ahí se lo
representa, tendido sobre su propio estiércol,
rascándose las llagas, ya que hasta de sarna
padecía, en la peor de las miserias

- ¿Y así debe ser un maestro? – Con expresión de


horror y repugnancia –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Esto es lo que un Maestro debe ser capaz de


soportar, ¡Sin flaquear…! - Cortando horizontalmente
el aire con la mano derecha, representando lo que se
resumía en su mente – Job soportó el peso de la
providencia, sin ponerse a pensar que se lo hacían
adrede y sin culpar a Dios de todas sus desgracias.
Pero además, y esto es lo importante, sin ceder en
sus convicciones – Permaneció estático durante
varios minutos observando la figura, con ambas
manos en la cintura y un gesto respetuoso en su
rostro –

- Pero… - Cortando la frase con voz insegura –


¿Dices que un Maestro debe resignarse? ¿Qué eso
es mejor que luchar o al menos reclamar? Después
de todo Job estaba siendo víctima de una terrible
injusticia – Inclinando algo la cabeza, buscando la
expresión en la cara de Richard –

– Esta historia de Job solo presenta esta situación tal


y como es - Girándose hacia el tímpano y
apuntándole con el canto de la mano derecha – Job
comienza a recibir los males, después de gozar de
suerte y poseer gran fortuna y no se amedrenta ni
renuncia a su rectitud y sus convicciones. Sean estas
religiosas o cualesquiera, el ejemplo vale igual. No
implora, se queja lo justo y no culpa a Dios. Al final,
es recompensado con el doble de lo que tenía… - Se
giró hacia su compañera dedicándole toda la energía
– Caer desde lo alto y volver a trabajar para seguir

147
GEORGE WEMBAGHER

adelante, sin culpar ni resentirse… Dios y el Diablo…


ambos son parte de uno mismo. El balance del poder
de cada uno depende sólo de la voluntad del
iniciado…

- ¿Pero entonces lo hace por la recompensa? –


Insistió Marina buscando la parte profana de la
historia –

- El no sabía que existiría recompensa – Corrigió


Richard -Tus posesiones tienen el doble de su valor si
tú, además, eres libre de ellas… - Volvió a concentrar
la vista en el tímpano, en silencio por unos minutos.
Luego reflexionó por última vez sobre lo que
enseñaba – Muchos peregrinos habrán pasado un
tiempo precioso frente a este portal recibiendo esta
lección indispensable y perfecta – Concluyó antes de
seguir su búsqueda -

- ¿Y qué se representa debajo, en el dintel? –


Señalando Marina con el índice, pegada a Adoniram

- Es el juicio de Salomón, según parece –


Acercándose un poco - Hay ahí un africano en el
extremo izquierdo y se ve al rey juzgando en aquella
conocida historia del niño reclamado por dos madres.
El Rey propuso cortarlo en dos y aquella que estuvo
dispuesta a renunciar a él para salvarlo, era la que
realmente lo amaba… - Mientras relataba, una figura
llamó su atención, atrayendo su vista sobre la dovela
izquierda – ¡Mira ese ángel! El primero. ¿Lo ves?

148
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Lleva el sol entre sus manos. Pero tiene las manos a


la altura del ombligo; una sostiene el sol en la palma y
la otra lo cubre por encima. Como dibujando su forma
circular en el centro del cuerpo

- Lo veo. ¿Por qué lleva el sol de esa manera? –


Entrecerrando los ojos y acercándose a la dovela –

- Eso significa – Se interrumpió a sí mismo por la


necesidad de emitir una discreta risa, disfrazando con
ella todo lo que no podía decir – Que una parte del sol
está en cada uno de nosotros… - Meditó unos
segundos – Hay quienes acostumbran, aún hoy a
saludar con ese mismo gesto… - Acabó de exhalar el
aire entrecortado, como una nube y se dio media
vuelta para retirarse a ver el resto de la composición -

Fijó su vista en la primera de las estatuas de la jamba


izquierda, donde comenzaba un desfile de personajes
de tremenda importancia para la filosofía judeo-
cristiana. Se enfrentó a ellas dando unos pasos hasta
alineársele, como buscando un contacto más
profundo.

- ¿Quién es ese que está de pie sobre un burro? –


Preguntó Marina al percatarse de la solemnidad de la
actitud de su compañero –

- Es Balaam. Y está sobre su burra – Permaneciendo


estático frente a la estatua –

149
GEORGE WEMBAGHER

- Debe ser muy importante para ti, por lo que veo… -


Se retiró ella, unos pasos hacia atrás temiendo
haberlo ofendido con sus bromas –

- Lo es para cualquier maestro – Sentenció Adoniram


con extrema seriedad – Esta es otra de las lecciones
irreemplazables para alguien que desea encontrar al
Cristo. Complementa a la de Job, pero a los demás.
Al prójimo, diría un cura…

- ¿Balaam era un maestro? – Se interesó Marina

- Un mago… Tal vez, como era conocido – Sin dejar


de enfrentarse a la estatua, con voz relajada empezó
a hablar – Podía hablar con los Dioses. Vivía en tierra
de Moabíes en la época del éxodo, cuando los judíos
abandonaron Egipto. El de Israel era un pueblo
poderoso para muchos, se decía que por la
protección que recibían de su Dios. Había reyes que
temían por su seguridad al paso de aquel pueblo
nómada, que aún no hallaba su tierra

- ¿Temían a Moisés y a un puñado de esclavos


egipcios huyendo? – Con tono incrédulo –

- Esclavos huyendo eh… - Le echó una mirada


correctora Richard con los ojos como dos hendijas –
Aquellos judíos se largaron de Egipto venciendo al
ejército del Faraón y arrasaron cuanto pueblo
aparecía a su paso… - Lanzó una carcajada –
Cuando llegaron a Canaán, su tierra prometida ¡La
sitiaron hasta que la vencieron y acabaron con casi

150
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

todos sus habitantes originales! – Enfatizó elevando


el tercio interno de ambas cejas – Olvídate de los
símbolos bíblicos y los milagros… ¡Aquello debía ser
un ejército impresionante! ¡Claro que temblarían los
pueblos cercanos a su paso! – Remató su reflexión
con un gesto cortante con ambas manos –

- ¿Y qué hay de Balaam entonces? – Regresó ella a


la historia retomando su sitio delante de la estatua -

- Balaam intentó convencer a Yahveh de que


maldijera al pueblo judío por pedido del rey Balac –
Prosiguió Richard - Dios no aceptó. Entonces
Balaam urdió trampas para que los hombres cayeran
en el pecado y ofendieran a su Dios. Mujeres, dinero
y riquezas. Los judíos cayeron en aquel engaño,
dejándose seducir y perdiendo la conducta recta, lo
que les costó la mitad de su pueblo. Balaam lo hizo
todo por conseguir más dinero y poder, ofrecidos por
el Rey. Sus artilugios eran los de un corrupto, capaz
de arrastrar y corromper a otros – Se hizo unos pasos
hacia atrás y regresó la mirada al rostro de Marina -
Una de las fuerzas más poderosas y exitosas, de las
que atentan contra nosotros, es el amor al dinero. Por
él y por lo que él otorga hay quién vende su
integridad. Es labor de un Maestro cuidarse de caer
en ello y, aún más importante, de arrastrar a otros a
su propia destrucción por estas causas

- ¿Y qué le pasó a Balaam, por cierto? – Preguntó

151
GEORGE WEMBAGHER

ella, tímidamente después de la exposición de


Adoniram –

- Lo exterminó Dios, desde luego… - Sonrió con las


manos en la cintura, volviendo una vez más la vista
hacia Balaam – ¿Es que hay otro fin para los infieles
en la Biblia…?

- ¡Y la burra! – Añadió ya con expresión defensiva,


como reconociendo que resultaba insistente de más –
¿Por qué va con su burra?

- Es el indicador de su identidad – Retrocedía


nuevamente para tomar perspectiva y pasar a otro
personaje – Es que cuando iba a cometer sus
fechorías, por el desierto, la burra vio a un arcángel
que se le venía encima con una espada en la mano y,
como el hombre no se daba cuenta, acabó
hablándole para que entendiera… - Interrumpido por
una carcajada – Balaam castigaba a la burra por no
avanzar y ella sólo intentaba protegerlo del Ángel,
hasta que habló y le dijo que era un necio – Concluyó
la historia encogiéndose de hombros -

Mientras giraba, Richard se percataba de que la


misma presencia que lo había estado importunando,
parecía hallarse nuevamente expectante tras la reja
que resguardaba el jardín. No hizo movimiento
sospechoso, sino acercarse discretamente a Marina y
pedirle que observara sobre su hombro. Ella así lo
hizo.

152
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿Lo ves ahora o ya se ha escondido el muy cabrón?


- Pronunció entre dientes, sin dejarse ver mover los
labios –

- Pues no lo sé – Respondió ella, intentando


reconocer al hombre entre los varios turistas que a
esas horas ya inundaban el predio – Pero iré a dar
una vuelta a ver si por casualidad se descuida – Se
retiró con discreción, no sin antes echarle una mirada
socarrona a Richard. Le apuntó con el dedo índice
manteniendo el pulgar en escuadra, como si fuera un
arma que iba a disparar y le guiñó el ojo – Dispararé a
tu fantasma cuando lo vea… - Gesticuló haciendo un
ruido explosivo con la boca –

La detective se dirigió a la puerta occidental y de allí


siguió el giro anti horario persiguiendo al misterioso
voyerista, intentando sorprenderlo por detrás. Minutos
más tarde regresaba por el otro lado y encaraba a
Richard, que aguardaba adivinando su respuesta.

- Ya ya… Que no lo has visto… lo sé… - Se retiró a la


posición anterior, en el vano derecho intentando evitar
la expresión burlona en el rostro de su amiga. Ella se
limitó a reírse unos segundos, sin pronunciar palabra.
Él, intentando ignorarla, siguió adelante con su tarea

- La estatua siguiente parece representar a la Reina


de Saba… - Expresó resuelto mientras soltaba una

153
GEORGE WEMBAGHER

bocanada de aire, producto de un anterior suspiro –

- Y lo dices por… - Dejó ella en suspenso, girando el


rostro sin desviar la mirada de la estatua –

- La diadema, está representada encima de un


africano y al lado del Rey Salomón… Por ejemplo… -
Elevó los hombros y ambas cejas, frunciendo la boca
– Pero lo interesante es Salomón. Fíjate lo gordo que
está, como sometido por los vicios y posado sobre un
bufón que mira maliciosamente, como buscando a
quien perjudicar – Reflexionó mientras se acercaba
lentamente a la figura -

- ¿Pero Salomón no era bueno? – Con los brazos


cruzados y el sarcasmo habitual, después de horas
de simbolismo, cuando se va haciendo necesario
relajarse un poco –

- Es el Rey de la paz y la justicia, sí – Afirmó


Adoniram - Pero es un Rey Judío. Y los judíos tienen
la constante habilidad de manejar el mal junto al bien
con inusitada facilidad y eficacia. Así, David era
indigno de erigir el Templo sagrado, por su mala
conducta. Hay una corriente, especialmente
Sanjuanista, que no ve a Salomón como un dechado
de pureza y virtud… En la misma relación a la que
aquí se hace mención, la que tuvo con la reina de
Saba – Se apartó un poco y cruzó los brazos,
enfrentando a Marina para dedicarle la explicación -
La habría engañado para forzarla a tener relaciones
sexuales durante una visita a su palacio y del fruto de

154
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

ésta, el hijo que tuvieron, se desprende una de las


más famosas leyendas sobre el paradero del arca de
la alianza. No – Dijo dejando caer los brazos y
regresando la mirada al gordo monarca -
Probablemente no era tan virtuoso… - Con una
carcajada – Y aquí, parece que intentan ponerlo en
evidencia – Extendiendo un brazo para señalarlo
nuevamente. Luego se puso serio y acabó la reflexión
- Sin embargo, el Templo de Paz y justicia que él ha
levantado, representa el ejemplo a seguir para todo
maestro, desde que comienza a formarse. En la
búsqueda del Cristo, este punto del camino es
infaltable – Aseguró refirmándose con un
asentimiento cefálico elocuente –

- ¿Y los otros tres? – Interrogó ella mientras tomaba


posición frente a la jamba derecha –

- El primero es Jesús Ben Sirac – Anunció sin siquiera


intentar constatarlo –

- Pero ¿Cómo sabes eso? ¿Cómo estás tan seguro?


¡Yo ni siquiera había oído hablar de él! – Reclamó
casi ofuscada y agitando la mano derecha con el
brazo totalmente estirado en dirección a la estatua –

- No hace falta dudar – Dijo muy seguro y con una


sonrisa en los labios – Debajo de sus pies está el
inconfundible templo sobre el cual somete a los vicios
– Se acercó de repente a observar más de cerca –

155
GEORGE WEMBAGHER

Porque esos son vicios ¿no? – Reafirmó en tono de


pregunta – Es el autor de uno de los más completos
códigos de conducta que ayudaron a recuperar a
buena parte del pueblo judío que se desviaba, allá por
el segundo siglo antes de Cristo

- ¿Ha construido un templo? – Recorrió ella sus


formas con la mirada -

- No exactamente… - Suspirando y subiendo las


manos a la cintura – Él nos ha dicho: “Erguid Templos
a la virtud y forjar cadenas para los vicios”… - Se
detuvo para su propia contemplación -
Probablemente es el responsable de la construcción
de muchos, muchos templos que cada Maestro ha
debido erguir… - En éxtasis frente al Maestro de
Maestros, requirió el suave tirón de su compañera
sobre su brazo flexionado, para despertar y seguir
con el trabajo. Marina activaba la labor previendo el
inexorable paso de las horas y el cansancio que,
como ya había aprendido, se haría respetar –

- La siguiente es Judit – Dijo intentando espabilarse,


frotándose los ojos – Con su perro debajo. Una viuda
hebrea que utilizó sus encantos para acercarse al
general que tenía sitiado a su pueblo y, en un
descuido de este, lo degolló – Pasó el canto de su
mano derecha por su cuello y emitió un sonido corto
con la garganta – Se arriesgó a morir al penetrar las
filas enemigas y matar al jefe del ejército. Pero al
pasearse con la cabeza del general entre sus
hombres, estos perdieron el control de su destino.

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Salvó a su pueblo por su valor, su constancia y la


defensa de sus convicciones – Sin detenerse pasó a
la última – Y sigue José. Traicionado por sus
hermanos, vendido a los egipcios, acabó en la corte
del rey y fue su ministro. En lugar de tomar venganza,
ayudó a su pueblo a pesar de la traición. Siguió
adelante, sin dejarse llevar por Satanás – Se detuvo
un momento para observar a Marina - Como ves,
todas las enseñanzas apuntan a una misma cosa…

Richard hacía un paneo del conjunto. Mientras giraba,


en más de un círculo completo, sus ojos toparon con
algo que volvió a atraparlo en el mundo de sus
recuerdos y la reflexión. Detuvo su revista en los
capiteles de las columnas exteriores del vano,
apoyadas casi sobre las escaleras. Sus diseños eran
antiguos; del siglo XIII y sus motivos, reveladores. Se
acercó lentamente a la escultura. A los pies, en un
apoyo que ofrecía la columna, la escritura erradicaba
dudas.

- “Archa caederis” – Leyó en voz alta -

Elevó la vista hasta la figura y sintió que las puertas


comenzaban a abrirse. Allí, sin más causa aparente,
aparecía en el capitel de una columna, anunciándose
ante los ojos que pudieran ver, un arcón transportado
sobre dos pares de ruedas, rodeando aquella
columna del norte. Se veían en su interior tesoros y
un círculo, Cómo un cuerpo celeste capturado por los

157
GEORGE WEMBAGHER

hombres…

- ¿La luna transportada en un arca? – Expresó en voz


audible su duda –

- ¿Qué dices? – Marina se acercó a él y, al ver la


figura, dejó de lado las explicaciones que pensaba
pedir –

Adoniram no se detuvo allí. Repasó el resto de los


capiteles. Todos los Maestros estaban presentes

- ¡Mira esto! – Le pidió inmerso en una profunda


emoción, al verse cara a cara con aquellos que
habían sido su propia inspiración, años atrás. Estiraba
su mano derecha y acariciaba las imágenes, como si
le costara creer que estuvieran allí realmente –
Pitágoras… Con su escuadra para rectificar la piedra
bruta que lleva en la otra mano… - Avanzó
observando en silencio dos capiteles que mostraban:
uno a Samuel con la inscripción “Espigus” y el otro a
un “Philósophus”, probablemente Aristóteles. Volvió a
tocar los pies de dos maestros más, alojados en el
mismo grupo de columnas, que daban al oeste.
Marina no pudo evitar preguntar.

- ¿Quiénes son? – Preguntó con respeto al verlo


emocionado –

- Tubalcaín – Mencionó con seria expresión, Su


nombre estaba escrito a sus pies y ella lo constató -
El maestro del metal, el fundidor. Ningún iniciado

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

puede convertirse; transmutarse, sin pasar por el


infierno de fuego que este maestro dirige. Sólo su
poderoso atanor es capaz de fundir el metal que
contamina el alma, escurriéndolo hasta que la
abandone y le permite volar; renacer a la luz. Cada
iniciado ha bajado a verlo, antes de volver a
ascender, hacia la luz – Permaneció en silencio,
reflexionando, unos cuantos minutos, hasta que su
compañera volvió a rescatarlo –

- ¿Y el otro? ¿Quién es el otro? – Se acercó a


observar la estatuilla, que portaba una flauta y un
arpa y se situaba justo al lado del otro gran maestro.
El del fuego y los metales-

- Jubal – Pronunció con la voz entrecortada – Maestro


de la música

- ¿Y qué representa aquí? ¿Entre los constructores,


geómetras y metalúrgicos? – Marina movía su cabeza
haciendo que su pelo volase a merced de la brisa,
que se hacía algo más fuerte con cada hora que
pasaban a la intemperie. Un instante de distracción
para Adoniram –

- Como tú dices… Está entre los constructores – Dejó


la frase en el aire, como un eco que encontraba su
reflejo en la mente de Marina - La música; una de las
artes liberales y, probablemente, una de las guías
para ordenar la entropía universal de la creación –

159
GEORGE WEMBAGHER

Dio una mirada a su alrededor, como para ver si la


providencia cruzaba su vista con algo más – Sin
dudas, Nuestra Señora quiere decirnos más. Sólo
tengo que ser capaz de oírla… - Tribulado, se alejó
unos pasos de la columna y regresó al centro de la
galería, frente al pórtico. Marina observaba las
imágenes y comenzaba a atar cabos sueltos –

- Hasta a mí me está pareciendo evidente el mensaje


– Reconoció - Esto parece ser una guía para la
iniciación – Suspiró acercándose a Richard –

- ¿Es que pueden caber dudas? Mires donde mires…


- Señaló él, el techo del arco con la mano estirada –
En los dovelajes: Sansón, símbolo de la fuerza que
no debe abandonarnos durante las pruebas… El león,
que guarda el conocimiento, muerto a sus pies,
vencido por su perseverancia y el correcto uso de sus
dones… Él bebe la miel de su hocico. La sabiduría
que protegía… Más arriba el vellocino de oro – Se
desplazó raudo hasta las columnas que exhibían a los
maestros – Y mira aquí, entre los maestros, todos
ellos propios del conocimiento esotérico. Uno de ellos
es ¡El maestro de la magia! Un alquimista o astrólogo,
necesario para todo estudioso de las artes místicas –
Concluyó con rostro de satisfacción -

- ¿Y qué me dices del arca que aparece en la


columna? ¿Crees que se refiere a lo que buscamos?
– Preguntó ella acercándose para observar
nuevamente la emblemática figura rodante, llena de
tesoros – Pero… ¡No lleva una típica luna, cuarto

160
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

menguante o creciente, como suele aparecer


generalmente! – Observó mientras recorría las formas
con sus dedos estirados -

- Su plenitud se refiere a la luz que emite. Su brillo.


Por alguna razón será importante eso en el mensaje –
Dedicando unos segundos a dudar – Si es que
representa a la luna… – Condicionó mientras
comenzaba su marcha hacia el vano izquierdo – Sin
embargo, nos han enviado a buscar algo oculto aquí y
esta es la primera pista concreta que tenemos – Giró
medio cuerpo y, con cansada expresión en su rostro,
dirigió una sonrisa algo forzada junto con un discreto
guiño a su compañera – Te dije que si había algo, lo
habría en la cara norte – Refrendó con una sonrisa en
el rostro. Se volvió y mantuvo su camino hacia el
portal –

El sol escalaba hasta donde podía, dado el momento


de su ciclo, llevándose con él la mañana. Habían
pasado horas a la fría intemperie y Marina añoraba
algo caliente que enviar a sus entrañas. Se acercó a
Richard, que ya comenzaba a escudriñar dovelajes y
arquivoltas y apoyó su mano, discretamente, en el
hombro de su compañero.

- ¿Que te parece si…? – Su frase fue terminada por


él –

- ¿Hacemos una pausa? – Dijo volteándose hacia

161
GEORGE WEMBAGHER

ella, guiñándole un ojo – Vayamos a tomar algo


caliente – Propuso emprendiendo la marcha, tomando
la mano de su compañera y arrastrándola hacia
occidente – Tengo la cabeza rebosante de símbolos y
me hará bien un tiempo para buscarles una ubicación
más ordenada – Argumentó, con la oculta intención
de complacerla, mientras comenzaba a rodear la
catedral, en dirección a los restaurantes que conocía -

A unos pasos, decidió cambiar el rumbo y llevar el


recorrido en torno al templo hacia el oriente, como lo
haría un humilde aprendiz. Giró ciento ochenta
grados sobre sí mismo sin detenerse, como en un
movimiento continuo casi reflejo. Su sorpresa detuvo
su aliento al ver en el jardín absidal al extraño que
nuevamente observaba; esta vez, seguramente,
convencido de que tomaría el camino contrario. Sus
ojos se abrieron como por reflejo. Enormes, forzados
a tal punto que alarmaron a Marina, quien le seguía
unos metros más atrás, intentando aún reaccionar al
abrupto cambio de dirección de su compañero. Los
músculos de su cuerpo se tensaron y las ganas de
evacuar la vejiga, que le habían venido atormentando
desde hacía ya un buen rato, se esfumaron como por
arte de magia. O tal vez por la adrenalina que él
podía sentir, derramándose a su sangre. Sin más,
Richard echó a correr como un león que descubre a
su presa al alcance de sus garras. No pensaba
dejarlo ir. Exigió a sus piernas lo máximo de sí y
alcanzó el ábside en un par de segundos. El hombre
no debía estar lejos, a pesar de que en cuanto lo vio
en salvaje arranque, desapareció entre los
162
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

contrafuertes, próximos al ábside. Richard, como un


enajenado, continuó su carrera aún al girar, siguiendo
la circular de la estructura. La rodeó completamente,
al igual que a la capilla que de ella se desprende, sin
detenerse. No lo veía pero esperaba que no estuviera
lejos.

Al arribar al comienzo del muro meridional tuvo que


parar. El hombre no estaba a la vista, a pesar que
había casi ciento cincuenta metros abiertos por
delante y nadie podía correr tan rápido. Observó a su
alrededor; volvió sobre sus pasos buscando un
escondite o una puerta donde podría haberse
ocultado. Finalmente, después de pasarse un buen
rato moviéndose en todas direcciones, golpeando las
manos entre sí delante de su cuerpo aún tenso, se
resignó. Se peinó un poco con los dedos, dejó caer
ambos brazos y regresó al paso, a reencontrarse con
Marina, que caminaba hacia él esperando
comprender.

- ¡Estaba aquí! – Exhaló Richard entre jadeos – No sé


donde se ha ido

Apoyó ambas palmas, una sobre cada rodilla y a


continuación su cuerpo entero. Respiraba cansancio y
frustración. Redirigió la vista a su compañera que
aguardaba a su lado, en silencio, paneando el lugar
con la mirada, buscando igualmente, aquello que
estaba perdido. No pronunció palabra.

163
GEORGE WEMBAGHER

Richard por fin se incorporó, pasó el brazo izquierdo


sobre el hombro de Marina y ambos retomaron el
rumbo hacia el restaurante. Eran más de las doce.
Una sopa y un filete parecían el tratamiento
regenerador indicado.

Para esperar aprovechando el vino, Richard pidió un


plato de quesos, que consiguió después de una breve
explicación al camarero, quien era reacio a aceptar
que aquellos extranjeros se comerían el queso antes
de la comida y no después. A veces, un Camembert
de carácter seguido de un sorbo de buen vino, provee
un marco adecuado para mejorar la perspectiva. La
percepción de estímulos placenteros se asocia a la
sensación de éxito y control. De orden, podría
decirse; y el cerebro primitivo razona mejor cuando el
placer se asocia a la paz y la seguridad de un entorno
adecuado. Por ello estas pausas en el trabajo, podían
considerarse parte de él.

Richard se perdía, ora en el paisaje, fuera de la


ventana, ora entre los reflejos rubí de la copa que
giraba entre sus dedos. Una conversación incompleta
y en segundo plano, excluían a Marina del centro de
sus pensamientos.

- ¿Qué pasa? – Preguntó ella dulcemente, al tiempo


que cubría con su mano izquierda la de su
compañero, que a su vez, descansaba sobre el
blanco mantel – ¿No puedes relajarte? Te has
quedado persiguiendo a tu fantasma…

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- No – Respondió él elevando de inmediato la mirada


hasta los ojos de Marina – No es el hombre, aunque
sí me molesta un poco – Regresó su mirada al
laberinto de los objetos que descansaban sobre la
mesa, recorriéndolo sin rumbo – Es la catedral

- ¿Qué hay con ella? Por lo que se ve, estás


desnudándola con tu percepción y encontrando su
mensaje. ¡Hasta has hallado las pistas que buscabas!
No está mal en un día… - Descubrió la mano de
Richard para asir su copa y beber un sorbo del líquido
rojo, que destellaba filtrando la luz proveniente de la
ventana. Él la observaba, encontrando en aquellos
haces luminosos el lugar perfecto donde esconderse

- Es verdad. Hemos hallado la referencia del arca en


la columna. En ella una luna… O un pequeño sol, sin
rayos, como si fuese opaco. Tal vez en relación con el
que el ángel de la arquivolta llevaba colocado sobre
su abdomen… - Se concentraba jugando con unas
migas de pan derramadas sobre la mesa – Y los
maestros… - Levantó la mirada hacia su compañera,
con las cejas algo elevadas y los labios apretados
entre sí – El fundidor junto a la música… Todo en la
columna de la fachada norte

- ¿Y qué te perturba? - Irguiendo la cabeza como una


respuesta automática a los conflictos que dibujaban
las líneas de su rostro –

165
GEORGE WEMBAGHER

- No alcanzo a entender… - Comenzó a balancear la


cabeza, de lado a lado, en una especie de negativa
incompleta – Quién es el Dios aquí… - Dijo con un
tono algo ronco, como luchando impotente contra lo
que se escondía de sus ojos. Se tomó unos
segundos, ante la expectante mirada de Marina y
continuó sollozando su frustración – Todos en el
portal son hombres o mujeres. Seres humanos,
elegidos, iniciados, que han hallado al Cristo; la
fuerza dentro de sí… - Sentenció ayudándose con
movimientos descendentes de ambas manos – Me
falta una figura capaz de ejercer la gravitación de la
voluntad de todos los participantes de la historia… -
Manteniendo sus ojos firmes en los de ella -

- No acabo de entenderte – Con un rápido


movimiento en giro horizontal de la cabeza, que su
melena no podía seguir al mismo ritmo – ¿Un Dios
por encima de Cristo dices?

- Cristo, en esta filosofía antigua e iniciática, no es el


Dios ni busca serlo – Afirmó - ¿No te has preguntado
cómo, siendo el hijo de Dios y María, es llamado el
Hijo del Hombre? ¿Es el hijo de Dios o del hombre? –
Dejó a Marina pensar, cuya mirada recorría el entorno
mientras su mente trabajaba – Pero en cualquier
caso… ¿Dónde está aquí, la figura de aquel que lo
representa todo? Aquí todo está representado en
términos de igualdad humana. No hay dioses … -
Graficó serpenteando los dedos, como si pensara en
lo metafísico o etéreo – Al menos a primera vista… -
Concluyó mientras cogía la copa, la llevaba a la boca
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

y se bebía un buen sorbo de vino, como para ahogar


la sensación de impotencia con algo sobre lo que sí
tenía el control y podía beberse.

- Entiendo… - Dijo ella con la vista en la ventana y


tono comprensivo – No encuentras la Deidad a la que
está dedicada, esotéricamente, la catedral… No
hallas a la Madre… A la Gran Diosa en las figuras
que escudriñas… Y crees que en ella estará la
respuesta a lo que has venido a buscar… ¿No es
así?

Richard frunció el ceño para contener los


pensamientos que las palabras de Marina habían
despertado. Se quedó inmóvil por unos segundos,
con la mirada fija en algún punto de la pared y,
finalmente, se giró hacia su compañera para refutarle.

- ¿Lo que he venido a buscar? Preguntó en tono


firme, como si fuera bastante más que una pregunta -
¿Y qué es lo que vengo a buscar? ¿Es que alguien
sabe lo que busca en un lugar como este? –
Repasando el mantel de la mesa.

- Pero tú tienes una misión ¿Verdad? Te lo han


encomendado… - Afirmó ella –

- Sí – Respondió sin dejar de mirar la copa que giraba


nuevamente en sus manos, buscando traducir la luz
exterior según sus códigos en la gama del rojo – Pero

167
GEORGE WEMBAGHER

eso es lo que buscan ellos… - Luego giró la cabeza


para conectar su vista, nuevamente con el Templo.
En un impulso que surgió de su voluntad, sus ojos se
entornaron como si la estuviera llamando – Si ni
María ni Ana son en verdad la Diosa, ya que ellas
van representándola alternativamente, como si sólo
fueran embajadoras ¿Quién es realmente La Diosa?
¿A quién veneran en verdad, aún sin saberlo, todos
estos peregrinos y devotos?

Marina acompañó con la mirada la intención de


Richard, dirigiéndola al mismo sitio donde, dedujo,
estaría posada la de él. Habían acabado ya de comer
y debían prepararse para pasar el resto del día
completando el registro de las fachadas, antes de
escudriñar el interior del Templo. La mujer se puso de
pie y se dirigió al cuarto de baño, tras dedicarle una
amplia sonrisa a su tribulado compañero. Entre tanto,
éste ponía rumbo a la barra con intención de pagar la
cuenta y beberse una copa de hierbas digestivas.

Acabados los trámites de caja, Richard se acomodó


frente a la barra de pie, con su copa de líquido dorado
delante de sí. Elevó la copa hacia su rostro, aspiró
profundo buscando impregnarse de su aroma y se
bebió de un trago la mitad de su contenido. Al bajar el
brazo para dejar reposar el vidrio, nuevamente sobre
el mármol, un hombre en el que no había reparado
antes, sentado en una banqueta alta, exactamente a
su lado, llamó su atención mirándolo insistentemente
a los ojos. Richard ocultó su sobresalto aunque no
pudo evitar que sus miradas se unieran en
168
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

comunicación directa. Como por reflejo, extendió su


mano derecha hacia el desconocido para
presentarse. El hombre, de unos cincuenta y cinco
años y aspecto recio, peinaba canas rizadas en los
temporales, ya que una calvicie típica se había
cobrado gran parte de su cabellera medial. Cara
redonda, cejas bien renegridas y pobladas
enmarcando unos ojos café, profundos y fuertes,
detrás de finas gafas sin marco. Un periódico abierto
casi al final descansaba sobre la barra, indicando que
el intrigante personaje, probablemente llevara allí un
buen rato.

El desconocido respondió al saludo y apretó con


fuerza y seguridad la mano de Richard.

- Soy Richard… - Atinó a decir antes de ser


interrumpido por el que acabó la frase con clara
intención –

- Guenon… Sí, sé quién es usted – Afirmó el extraño


sacudiendo la mano en rítmica frecuencia – Soy Jean
de Beuce – Se presentó con la mirada fija en los ojos
de Richard, quién recordó el nombre –

- Ahh – Expresó con un movimiento oblicuo de la


cabeza y la elevación de la ceja derecha – Como el
que construyó el coro de la catedral… - Relacionó con
algo de incertidumbre –

169
GEORGE WEMBAGHER

- Eso fue hace cuatro siglos – Ironizó el hombre con


una sonrisa lateral en los labios – Temo no ser tan
longevo

- Y ¿Sería indiscreto preguntar cómo sabe quién soy?


– Afrontó resuelto, sospechando que la conversación
se pondría interesante –

- Mucha gente por aquí, sabe quién es usted y a que


ha venido – Remarcó el hombre mientras retiraba la
mano, que durante la primera parte del diálogo los
había mantenido en mutuo contacto – Los
documentos extraídos del archivo y que han motivado
las órdenes que le han dado sus superiores, son
secretos conocidos por muchos… - Afirmó mientras
pedía con un gesto una copa. El camarero se acercó
enseguida con una botella de armañac que volcó en
un cristalino cáliz redondeado –

- Aunque no por cualquiera… - Respondió Richard


con precavida suspicacia, intentando identificar la
procedencia del extraño –

- Es usted un hombre respetado – Comenzó a virar la


proa de Beuce, girando la banqueta y su cuerpo hacia
la barra, cogiendo la copa entre sus dedos tercero y
cuarto de la mano derecha y girándola despacio,
preparándose para dar el primer sorbo. Rehuía la
frontalidad a su interlocutor mientras hablaba, como
evitando la confrontación directa y prematura - Se ha
ganado la consideración de personas importantes,
por su rectitud y su compromiso. No es un hombre

170
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

ambicioso ni corrupto, según tengo entendido… -


Hizo una pausa para beber, probablemente buscando
las palabras para rematar su pensamiento; la
retórica… - No me lo imagino saqueando iglesias –
Soltó sin mirar la reacción de su oponente –

- ¿Saqueando iglesias…? - Repitió Richard,


esperando que el hombre se reafirmara –

- Esta catedral – Retomó sin dar lugar a la discusión


banal – Fue construida sobre un fuerte cimiento de
convicciones y ciencias milenarias. Yo sé que usted
puede leerla y comprenderlo. De seguro ya lo ha
hecho. Los secretos que guarda han sido depositados
en ella por instituciones sabias, antiguas,
poderosas… - Hizo una pausa para beber otro sorbo
de armañac. Richard permaneció en silencio – ¿Sabe
usted cuántos han tratado de desvelarlos? – Giró la
vista hacia él, dándole tiempo para pensar y
responder. Finalmente retomó el monólogo – ¿E
incluso destruirla?

- Sé que han estado a punto, sí; y que por milagro no


la han desmontado piedra por piedra alguna vez –
Dijo estático, con el codo izquierdo apoyado sobre la
barra –

Marina regresaba del aseo encontrándose, al encarar


la sala, con la escena de aquellos dos hombres en
conferencia. Una mirada expresiva de Richard bastó

171
GEORGE WEMBAGHER

para que ella comprendiera y se retirara del lugar, sin


acercarse. El extraño retomó el discurso sin reparar
en ello.

- No ha sido solo por milagro – Aseguró Jean


tragando el licor - Durante la revolución, para
desalentar a la desenfrenada horda de fanáticos que
cargaban contra todo lo que temían, los milagros por
sí solos, probablemente no hubieran sido suficientes
– Soltó con un claro gesto de repudio en su rostro –

- La historia afirma que cuando los revolucionarios


ordenaron el desguace del edificio, el arquitecto local
asignado por el nuevo gobierno, lo desaconsejó,
debido a la gran cantidad de escombros que hubiera
generado – Recordó recibiendo una segunda ronda –

- Mire a su alrededor – Desafió el extraño, con un


movimiento directriz de la cabeza -¿Cree realmente
que no había campo suficiente como para ocuparse
de las piedras? – Sugirió con expresión de sarcástica

- Y… ¿Qué pasó entonces? – Preguntó interesado


Richard con la copa delante de su nariz –

- Desde su nacimiento, la catedral de Chartres ha


sido la causa de ciertas instituciones, que la han
defendido con profunda convicción, sea cual fuere el
enemigo de turno. Aún los poderes más salvajes han
comprendido el riesgo de enfrentarse a ellas – Dijo
levantando la copa discretamente, revelando el

172
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

respeto y orgullo –

- ¿Y me lo dice porque cree que soy yo el enemigo


ahora? – Sonriendo discretamente -

- Señor Guenon – Sentenció el desconocido - Usted


ha sido enviado a violar una guarda y, hay muchos,
cuyo objetivo de vivir es tan sólo defenderla – Lo miró
fijamente a los ojos, con gran dureza – Mis
antecesores – Continuó el extraño- Han logrado alejar
de Chartres a los más peligrosos e irracionales
mercenarios y anarquistas. Usted no puede pensar
que una de estas noches abrirá una trampa y,
alegremente, se llevará su contenido – Bebió otro
sorbo de su copa, manteniendo la mirada fija en el
rostro de Richard –

- Supongo que será ingenuo preguntarle quiénes son


ustedes, los protectores… ¿Verdad? – Arriesgó
Richard sabiendo que no obtendría una respuesta
directa. –

En ese instante un hombre alto, de unos sesenta


años, se acercó a su posición y, disculpándose
amablemente, se dirigió frontalmente hacia Jean,
tomando posición frente a él y casi interpuesto a
Richard.

- ¡Buenos días hermano! – Celebró el reciente


visitante estirando el brazo hacia Jean. Este

173
GEORGE WEMBAGHER

respondió el gesto con la misma alegría –

Las manos de ambos se encontraron a la altura de la


cabeza de Jean, que aprovechó el impulso para
levantarse de su silla. Ambos compartían el
entusiasmo de encontrarse, aparentemente, de
casualidad. Sus manos se entrelazaron de una forma
extraña, como si fueran a engancharse a las
muñecas, Richard imaginó que estaría viendo las
garras de dos leones, sujetándose una a la otra. El
movimiento de sacudida fue tan marcado, que las
mangas de la chaqueta de Jean se retrajeron hasta
dejar libre un buen trozo de piel. Los ojos de Richard
fueron a posarse justo en el tatuaje que el hombre
llevaba en la cara interna del antebrazo derecho y
que apenas quedaba al descubierto tras el exagerado
movimiento de saludo. Pudo apreciar la figura de un
caballo montado por dos caballeros armados. Del
segundo sólo se veían las botas y parte de la cota y
yelmo, pero él podía deducir el resto, al igual que la
inscripción que rodeaba a las figuras: “Non nobis
domi…” Era todo lo que se podía leer. Para Richard,
resultaba suficiente.

Jean alcanzó a darse cuenta de que parte de su


identidad quedaba al descubierto. Su rostro lo
delataba y él lo percibía.

- Bien, creo que yo me retiro – Aprovechó Richard la


reunión de los dos amigos para escurrirse de la
situación – Ya tendremos tiempo de seguir la charla,
Jean; nos estamos viendo – Saludó con una cortés

174
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

inclinación de la cabeza y se dirigió hacia la puerta -

- Así será – Sentenció el hombre en modo poco


amigable aunque discreto, clavando una mirada dura
en su rostro – Sin dudas…

Richard salió del restaurante buscando en todas


direcciones, la figura de su compañera. La localizó
bajo el ángel del reloj, que ya anunciaba que el Sol
había comenzado a declinar.

- ¿Quién era ese tipo tan raro? – Preguntó ella,


asumiendo el paso hacia el portal norte que aún les
faltaba analizar –

- Un templario local – Aseguró resuelto como si no


hubiera mucho más que explicar –

- ¿Cómo que un templario? – Marina giró la cabeza


bruscamente y su pelo fue nuevamente víctima de la
inercia, captando la atención de Richard, que no
dejaba de admirar su belleza - ¡Pero si llevan ocho
siglos muertos! ¿Cómo me dices que hay uno ahí
conversando contigo? – Marina se detenía en seco,
enfrentando a Richard, dando importancia al hecho.
Richard se sonrió, la esquivó ligeramente y retomó el
rumbo con menos preocupación –

- La Orden original fue deshecha – Aseguró


desviando la comisura labial izquierda – Pero las
ideas, mi querida amiga – Giró la cabeza y abordó
175
GEORGE WEMBAGHER

sus ojos – No se hacen desaparecer ni por bula


papal… Y el Temple fue bastante más que una simple
orden. Allí, muchísima gente poderosa lo dejó todo y
arriesgó su vida. Eso no se borra – Sentenció
reafirmando lo dicho con un movimiento oblicuo de la
cabeza –

- Pero ¿Cómo sabes que era un templario? ¿Te lo ha


dicho él? – Insistió ella que aún no acababa de
comprender –

- Eso es poco probable… - La miró sonriente – Eso


no se comunica – Afirmó mientras subía ya las
escaleras hacia el portal. No dio más información y su
compañera decidió dejar de preguntar al respecto –

- Y ¿Qué significó esa entrevista? ¿Hay algún


problema que yo deba conocer? – Preguntó más
calmada, metiendo las manos en los bolsillos de su
abrigo –

- Probablemente significa que nos acercamos a algo


que, según ellos, no deberíamos… - Cortó la frase y
decidió redondear - Que estamos en camino – Dijo
asintiendo al mismo tiempo con la cabeza –

Richard se concentraba en las imágenes esculpidas


en aquella puerta dedicada casi exclusivamente a
María.

- Observa la escena de la anunciación en el ensanche


izquierdo – Indicó Richard señalando los pies

176
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

descalzos de la Virgen, que reposaban sobre


enigmáticas figuras –

- ¿Está sobre un animal quimérico?- Dedujo Marina,


acercándose para observar mejor – Una especie de
reptil emplumado… Con cola de serpiente…

- Un quimérico reptiliano entre vegetales – Soltó y se


mantuvo observando unos segundos, dando tiempo a
su compañera a analizarlo – Hace referencia a la
ilusión. Advierte del engaño… No está de pie sobre el
mal, como algunos aducen. Se nos advierte que esta
historia debe ser interpretada ¿Lo ves? – Dijo
acercándose para señalar - El reptil está como
resguardando el conocimiento mágico entre los
vegetales; esa especie de árbol con frutos que parece
cubrir. Como si fuera el dueño de ese territorio -
Retirándose un paso hacia atrás – Es la escena de la
Anunciación… - Dijo buscando a su compañera con
su mirada -

Marina se acercaba ya a la jamba derecha y se plantó


delante de otra imagen de María. La observaba sin
decir nada. Richard se acercó lentamente dejándola
contemplar la imagen.

- Te atrae la imagen de María, llena de paz, como


quien ha encontrado su sitio – Comentó relajado –
Consagrada por el fuego de la zarza que arde bajo
sus pies, recibiendo la visita de Isabel, su prima… La

177
GEORGE WEMBAGHER

madre de Juan el Bautista

- Quien, por lo visto, no parece estar tan contenta –


Observó ella con ojos picarescos –

- Parece que no… a juzgar por el símbolo debajo –


Dijo enfocando la figura subyacente –

- ¿El hombre vertiendo líquido en esa vasija? ¿Por


qué lo dices? – Inquirió ella -

- La jaifa con agua cristalina habla de visitas


agradables. Pero si el agua es turbia, por el contrario,
de malas noticias o visitas que no nos agradan – Dijo
frunciendo los labios y elevando las cejas, mientras
asentía en un movimiento continuo, como producto de
una reflexión – No sé bien por qué lo habrán
representado así los maestros de esta obra, pero creo
que habría que asociarlo al Bautista demacrado y
triste que está más allá –Señalando sin precisión el
vano más distante – Una visión sin duda interesante
de las cosas… - Rió creando otra nube de vapor-

- ¿Y en el tímpano? – Observaba Marina la figura de


la Madre presentando a su Hijo –

- Están los tres reyes magos, que duermen.


Despiertan sólo a la luz de la estrella – Adoniram se
acercó unos pasos hasta acortar todo lo posible la
distancia hasta el tímpano. Observó por unos
segundos en silencio y luego comentó – ¿Has visto
que sobre María, hay sutilmente colocada una estrella

178
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de ocho puntas, dentro de una especie de concha?

- Será la estrella de Belén… supongo – Dedujo ella -

- Sí, probablemente. Pero ¿Que indicará el símbolo


del secreto que la cubre? Eso es lo que sugiere la
concha… Secreto - Afirmó sin dejar de mirar la
estrella - ¿Su identidad oculta tal vez? – Frotándose
la barbilla entre el primero y segundo dedos de la
mano derecha. Enseguida buscó el entorno de la
escena, observando las arquivoltas que dan contexto
al símbolo – Mira la segunda línea de dovelajes a la
derecha y a la izquierda – Dijo con un tono de
entusiasmo –

- Son más vírgenes – Arriesgó Marina entornando los


ojos y en puntas de pie, como buscando acercarse –

- Las de la derecha sostienen cada una un cáliz,


como si fueran a bebérselo. Pero las de la izquierda,
lo han volcado al suelo – Dibujando con el dedo los
contornos, a medida que lo explicaba – Cómo si no
todas estuvieran dispuestas a “beber de ese cáliz”…
¿No crees?

- Es verdad. Es muy extraño – Buscaba un significado


más completo, perdiéndose en las figuras,
apartándose del tiempo por un instante –

- Mira la tercera arquivolta – Continuó él - ¡Los vicios


vencidos por las virtudes! Otra de las lecciones
179
GEORGE WEMBAGHER

infaltables para un iniciado – Se aproximó todo lo que


pudo para intentar descifrar las desgastadas figuras
de ocho siglos de vida – Mira la Sabiduría – Proclamó
- Intentando enseñar a la ignorancia ¡Que se está
comiendo una piedra! – Reconocía Richard sus
propias enseñanzas recibidas, en las esculturas –

- Vaya forma de representarlo… - Sonrió Marina - ¿Y


por qué se come una piedra? – Preguntó riendo.
Recibió de Richard una mirada directa, comprensiva,
que venía al mismo tono de la respuesta –

- Porque no sabe que hacer con ella… - Espetó


también sonriente. Y prosiguió con la siguiente – Le
sigue el fanatismo, intentando desequilibrar la
balanza que la virgen sostiene y protege. Luego
aquella que porta espada y escudo somete a la
cobarde hipocresía, que no muestra la cara y arroja
sus armas, engañando. Por último la humildad
espiritual, acariciando una paloma, se contrapone a la
prostituta ambición, que intenta provocar,
desnudando su pecho – Richard recorría varias veces
cada figura y entre una y otra, reclutaba a su
compañera para que no se perdiera escena –

Al acabar, bajaron las escaleras, ella arrastrada por él


que la llevaba de la mano, buscando distancia para
apreciar el inmenso rosetón que llenaba
completamente la parte superior del muro. Hasta el
límite permitido por las construcciones vecinas,
expandieron su campo visual intentando capturar la
esencia del todo.

180
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Observa la numerología de la fachada – Remarcó


Richard percatándose del mensaje de las formas -
Tres puertas en el nivel más bajo. La creación
material. Por encima cinco ventanales alineados. La
estrella. La propiedad de expansión del hombre hacia
su Dios y el camino que debe seguir, representado y
explícito. Y por encima, el círculo. El siete. El ciclo
concluido. El universo espiritual. ¿Puedes verlo? –
Observando el rostro de Marina intentando adivinar
su percepción –

- El tres, luego el cinco, luego el siete o el círculo. El


camino para regresar…. De lo creado al creador… -
Reflexionaba ella perdiéndose en las formas y los
números sagrados –

- ¿Qué te parece si antes de seguir, transgredimos un


pelín el protocolo y nos adentramos para ver el
rosetón con luz? – Propuso Richard cómo si planease
una travesura - Debe ser espléndido y no nos hará
daño, si miramos sólo eso… Después nos
dedicaremos a la cara sur y al final entraremos a
catalogar los símbolos del interior y los vitrales ¿Qué
te parece?- Con una sonrisa cómplice, por alterar el
orden de observación –

Tras un guiño y un gesto de asentimiento de Marina,


ambos se dirigieron a paso acelerado hacia el portal
central, que daba entrada al transepto norte.
Atravesaron la puerta, bajo las arquivoltas, sintiendo

181
GEORGE WEMBAGHER

ese leve cosquilleo que indicaba el abandono


momentáneo del universo material, para viajar a otro.
Avanzaron casi hasta el crucero, buscando
perspectiva para apreciar aquella escultura de vidrio
que prometía un espectáculo glorioso para el alma. Al
llegar al sitio, mantuvieron los ojos bajos hasta girarse
hacia su objetivo. Al elevarlos nuevamente buscando
la luz, Adoniram se sintió transportado a otro
universo, aún más distante.

Una esfera inmensa, completamente negra, aunque


llena de luz, como calada por formas y colores
repletos de mensajes, se erguía ante sus ojos, como
presta a volar y buscar su sitio en el firmamento azul,
entre las demás estrellas.

En ella el Doce, era el número reinante,


omnipresente. En un círculo central rojo, limitado por
un doble halo, azul y negro, se presentaba María,
coronada y sosteniendo una flor de Lis, con el niño en
brazos. Otra vez la embajadora de aquella Diosa que
Adoniram no acababa de conocer. Aquel botón
estaba rodeado por doce círculos parcialmente
ocultos tras él, que, decorando como los pétalos de
una rosa mística, destacaban en su interior flores de
Lis blancas, símbolo de la dinastía merovingia; la
descendencia supuesta de Jesús.

La siguiente línea circular enseñaba los cuatro flancos


de la paloma blanca y ocho ángeles. También doce.
La siguiente concéntrica era de cuadrados. En su
interior reyes de Israel. Marina contaba las figuras y

182
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

observaba con mirada desconcertada y la cabeza en


diagonal, como un cachorro sorprendido.

- Los cuadrados en círculo… ¿Están desordenados?


¿Puestos de cualquier manera? – Preguntó
consciente de que no hallaba las formas –

- Nada ahí está desordenado – Respondió Richard


también absorto, sumido en aquel universo circular –
Los cuadrados están alineados de tres en tres. Cada
tres, puedes hallarlos en la misma posición. ¿Lo ves
ahora? – Mirándola a la cara buscando su expresión
de captura.

- Ahora lo veo. ¿Y por qué están así? – Casi sin


pestañear –

- Son tres cuadrados, algo rotados, uno sobre otro.


Todo este simbolismo gira en torno a este número y
su significado – Separó un poco las piernas y dejó
caer su torso cómodamente sobre sus caderas antes
de comenzar la explicación - ¿Recuerdas la torre
románica del lado sur? ¿Qué en su etapa superior se
convertía en octógono? Dijimos que ese era el primer
paso que el cuadrado daba hacia el círculo. ¿Lo
recuerdas? – Se detuvo unos instantes – Pues este
es el segundo paso en esa rotación. El doce… Cuatro
en tres. O tres veces cuatro, con el cuadrado rotando
sobre su centro, intentando convertirse en círculo.
Esto representa la absoluta impregnación de lo

183
GEORGE WEMBAGHER

material por lo espiritual. El universo manifiesto


embebido completamente del metafísico. El alma de
las cosas. El dodecágono… - Hizo una pausa para
reflexionar - Eso representa el Doce. Y aquí va hasta
el infinito. Fíjate como incluso en el límite del
impresionante círculo obscuro, los círculos que lo
rodean, de los que sólo se ve la mitad, dan imagen de
que aquello, en realidad, no termina nunca…

- Y debajo los cinco ventanales verticales que nos


indican como acceder a aquel otro estado…
¿Verdad? – Asumió Marina -

- Fíjate que en el centro de los cinco – Estirando el


brazo para señalar - En el tres, para mayor exactitud,
entre profetas y reyes, está Santa Ana sosteniendo a
María. Cómo si ese fuera el paso intermedio y luego –
Elevó la mano aún más - María y el niño sostenidos
por esta enorme esfera oscura, que parece amenazar
con despegar de su sitio y unirse al universo infinito, a
su lugar en el firmamento – Inmóvil, de frente al
rosetón, con la mirada perdida en sus luces -

Richard, de pie allí en contacto con su Diosa, sentía


la emoción de un niño al descubrir los secretos de su
madre. Una mirada al pie de la catedral, lo conectaba
con otro rosetón de iguales características, que ya
recibía el sol de occidente, de lleno en sus vidrieras.
Se quedó anclado, involuntariamente en uno de los
tres vitrales longitudinales que parecían desprenderse
de él. Reconoció al hombre dormido del cual un árbol
parecía crecer, conteniendo en cada tramo de su

184
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

tronco, antes de dar un juego de ramas, a un rey


antiguo y poderoso que desaguaba su linaje en la
mujer de la rosa y, al final, en su hijo. Reconoció la
parábola del árbol de Jessé, quién en su tronco
soñaba a los antecesores de María hasta David y su
descendencia crística. No pudo convencer a sus
piernas de que desistieran de acercarse. Intentando
no ver más, avanzó sobre la nave hacia occidente
atraído por la magistral obra de vidrio.

Al llegar casi al perímetro del laberinto que ya lo


había calmado una vez, reconoció algo nuevo en su
imagen. Unos pequeños, cortos rayos emergentes,
como si de una corona se tratase.

- Un eclipse… - Dijo en voz alta, alternando su vista


entre las dos esferas que se unían por la luz del sol.
Por la hipotenusa de un triángulo rectángulo, cuyos
lados eran perfectamente constituidos por el suelo de
la nave y el muro de occidente. El portentoso rosetón
del juicio final y el misterioso laberinto; su igual en
blanco y negro –

Adoniram comprendió de inmediato, que se hallaba


observando el mismo centro de una conjunción
sagrada. Si el muro frente a él, de repente cayera
como una mole muerta sobre la nave, ambos soles se
unirían irremediablemente. Sus centros, el Cristo y la
Rosa, entrarían en místico contacto. Creación, unión
sagrada, aquel punto abarcaba la mente del hombre

185
GEORGE WEMBAGHER

que observaba atónito, buscando la palabra; el verbo,


que lo comenzaría todo…

186
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XI  

La nao continuaba su curso tras la reparación del


casco. El recuento de tripulación indicaba que eran
más de cuarenta, los muertos y desaparecidos. La
mayoría servidores de la orden aunque seis eran
parte del personal contratado. Además de los cuatro
calafateadores perdidos en batalla y el artesano
André, arrojado al mar por el capitán al descubrirlo en
flagrante acto, el trenzador tampoco aparecía. No
estaba siquiera su cadáver, por lo que pasó a formar
parte de la lista de desaparecidos. Los ánimos
estaban tensos, sobre todo con aquellos seis que, no
siendo parte del grupo y viendo cómo sus iguales
desaparecían o eran asesinados, comenzaban a
desconfiar, generando un sentimiento paranoico que
alcanzaba a casi toda la tripulación, extendiéndose
por la nave como una gárgola alada.

El capitán y todos los oficiales, temían con razón un


nuevo ataque pirata, aunque llevaban ya unos
cuantos días sin ver naves en el horizonte. Se habían
desangrado de recursos tácticos en su batalla contra
los vikingos y dudaban seriamente de tener con qué
defenderse de otro igual. Los vigías permanecían
atentos durante las dos horas que duraba su turno y
nunca estaban solos, duplicándose o a veces

187
GEORGE WEMBAGHER

triplicándose la guardia, especialmente durante las


noches. Los barcos pirata nunca usaban linternas,
pero si la luna iluminaba lo bastante, como en las
noches que les tocarían durante la siguiente semana,
de luna llena, las sombras podían delatar la existencia
del enemigo. Y en aquellas circunstancias, toda nave
cercana sería considerada enemiga.

Navegaron con calma hasta ya pasados los cuarenta


y un grados, frente a las costas del norte de Portugal.
Al caer la tarde, aún con escasa luz, el vigía alertaba
de un velamen en el horizonte y señalaba al noreste.
Guillaume temió que sus peores presagios se hicieran
realidad. Durante toda la noche se mantuvo la alerta;
la nave parecía aparecer y desaparecer por
momentos. La noche era bastante clara y los oficiales
se turnaron para hacer guardias en el puente,
cuidando que a nadie se le ocurriera encender una
luz, como había sucedido anteriormente. Para el
amanecer, los temores comenzaban a tomar sentido.
El primer oficial trepó él mismo hasta la cofa con un
catalejo en la mano. Al bajar dio la noticia.

- Parece una galera de velas cuadradas sin divisa –


Confirmando el avistamiento –

- ¡A revista de combate! – Ordenó el capitán ante la


perspectiva de otro duelo. Conocer el estado de sus
armas y recursos era esencial para afrontar otro
asalto –

Los resultados fueron preocupantes. Había apenas

188
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

una docena de arcos, diez alabardas de hacha y


dieciocho espadas, en la armería del barco además
de tres piedras de lanzar y dos barriles de resina de
arder que aún no habían sido abiertos. Una
substancia que resultaba muy útil en asedios o
abordajes, para incendiar las naves atacantes si se
las alcanzaba con aquel compuesto. Basado en el
principio del “fuego griego”, dominado por los
templarios, entre sus muchas tácticas aprendidas en
oriente, había sido poco utilizado en el mar por su
peligro. El fuego griego tenía la particularidad de no
apagarse, incluso con el agua. Ardía y se pegaba a
cualquier cosa, no habiendo manera de defenderse
de él. Normalmente no era bien acogido en los
barcos, pero los que recorrían aquella ruta secreta, lo
llevaban como último recurso. Bien resguardado de
accidentes, generalmente regresaba a puerto sin
haber sido usado. Aquel día podía convertirse en la
excepción.

De las catapultas, sólo funcionaba una: la de proa, así


que las defensas de la nao ya no eran efectivas. Para
el final del día, la galera estaba a menos de cinco
millas.

Los ataques en el mar no solían intentarse durante la


noche. Pero aquella en particular era tan clara, que
las naves se veían con bastante claridad. Las tres
velas de la nao con su divisa, la cruz roja sobre fondo
blanco, eran perfectamente identificables desde la

189
GEORGE WEMBAGHER

otra nave. Las órdenes que regresaban a Europa,


desde donde fuera, solían traer riquezas importantes.
Sin embargo con el Temple no siempre era así. Sus
tareas de transporte de carga hacia Tierra Santa,
hacía que a veces regresaran vacíos; pero el hecho
de que estuvieran en el atlántico y no en el
mediterráneo, sugería que ésta podría venir cargada.
La galera se había puesto a la par, a unas dos millas
de la nao, manteniendo el mismo rumbo. Los
estudiaban.

- Parecen ser corsarios turcos – Dedujo el primer


oficial mientras observaba al enemigo junto al capitán
– ¿Quién más tendría hombres disponibles para
remar?

- Esa nave es rápida como un rayo en combate, sí,


lleva buenos galeotes para forzar los remos. Si nos
atacan estaremos perdidos – Reconoció el capitán sin
dejar de observarlo – Deberíamos intentar algo para
alejarlos – Sugirió sin estar seguro del plan que tenía
en mente –

En silencio, sin repetir las órdenes, indicaron a los


arqueros que tomaran posición en las cofas. Hicieron
subir dos piedras de lanzar y mandaron a los artilleros
a preparar la catapulta que aún quedaba en servicio.
El navío les acompañaba por el sitio más indicado
para usar el arma de larga distancia. Luego un barril
de resina para armar un proyectil incendiario.

- ¡Veinte grados a babor y a toda vela! – Ordenó a

190
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

viva voz el capitán, haciendo un gesto al primer oficial


para que no repitiera –

La nao se aproximaba a la galera, mientras armaban


el proyectil en torno a la piedra, cuidadosamente. Una
capa de resina, una de tela, una de brea, otra de
resina y así, hasta que el tamaño del objeto se
amoldaba a la cesta de lanzamiento. Por último,
colocaron unas maderas finas sobre el cuero, para
que se llevara los restos incendiados, intentando
proteger la cesta. Cuando la nao estuvo casi a
distancia de disparo, el capitán ordeno encender el
proyectil y lanzarlo. La bola de fuego cruzó el aire en
dirección a la galera y fue a caer en el agua, a unos
metros a estribor del enemigo, en plena noche. El
poder de aquel fuego era tal, que no se apagaba, ni
aún debajo del agua, hasta pasados algunos
segundos, en los que la luz brillaba iluminando el
verde mar desde dentro, como un espectro fulgurante
y poderoso.

Enseguida, el capitán Guillaume ordenó retomar el


rumbo.

- ¿Cree usted que habrá sido suficiente? – Preguntó a


su primer oficial, desconfiando de la efectividad de su
fanfarronería –

- Ahora saben que tenemos un arma peligrosa... –


Argumentó Bertrand elevando una ceja – Han visto

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GEORGE WEMBAGHER

arqueros en la cofa – Enumeró – Fuego en el mar y


divisas templarias. Si fuera ellos me lo pensaría... –
Concluyó -

La galera siguió ahí por algunas horas más. Casi al


alba, el vigía y los oficiales de cubierta pudieron ver
con claridad, una señal lumínica surgida a la
distancia. Otra nave, comunicándose con su
indeseable escolta.

- ¿Hay más? – Se preocupó el capitán - ¡Tendrán


refuerzos! – Espetó esperando lo peor, sin recibir
respuesta de sus colaboradores –

Aguardaron inquietos, aunque resignados, sabiendo


que aceptarían su destino, como Dios lo quisiese. Sin
embargo, aquel no sería su momento. La galera
comenzó a apartarse de su rumbo, virando en
dirección a la señal recibida. No lo comprendían.
Estaban acechando y tenían oportunidad de atacar.
¿Les habrían asustado con aquella inocente
maniobra, destinada sólo a comprar algo de tiempo?
Les parecía imposible.

A la mañana siguiente supieron la respuesta. Una


enorme carraca de carga portuguesa, pesada y
tentadora, se veía lejana en el horizonte, seguida de
cerca por las dos rapaces depredadoras. El botín de
aquellos navíos solía ser interesante. Concebidos
para cargar grandes tonelajes, eran pesados y
difíciles de maniobrar. Presa fácil para cualquiera con
una nave más ligera. No solían llevar tropas, porque

192
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

su uso era comercial. Comparado con la nao


templaria, llena de soldados y dispuesta a
defenderse, era como una pata de jamón asada, con
un buen vino español, contra una carcasa de pollo de
las sobras, acompañada de galletas rancias.

La nao siguió su camino. Llegaron tres semanas


después al puerto de la Rochelle, al final de una tarde
de cielo cubierto. Esperaron a que avanzase la noche
y el puerto estuviera libre de miradas indiscretas, para
aproximarse y atracar. Antes de emprender hacia el
muelle de descarga, a unas seis o siete millas mar
adentro, el capitán hizo una señal al primer oficial.
Este se adentró a los camarotes de bajocubierta,
acompañado de otros cinco oficiales. Emergieron de
las sombras veinte minutos después, portando seis
sacos de tela rústica, que arrojaron al mar por la
borda. El primer oficial se acercó al capitán Guillaume
y le dijo en voz baja.

- El secreto está a salvo

Ante la única presencia del guardia del puerto,


pasada la medianoche, bajaron la pesada carga en
varios arcones. La montaron en un carro con cuatro
ruedas que habían recogido de una de las casas del
puerto, que tributaban a la encomienda templaria. En
esa misma noche, comenzaron, sin perder tiempo, su
travesía por tierra. Por el camino de Poitiers,
Chatéllerault y Tours, llegarían a Chartres en no

193
GEORGE WEMBAGHER

mucho más de dos semanas.

Dos días más tarde, a las costas de Angoulins,


llegaban, flotando, seis cadáveres de identidad
desconocida. El secreto de la ruta T. D. estaba a
salvo.

194
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XII  

Adoniram giró sobre sus pies, estáticos al borde


mismo del lecho de los dioses, como si aquel
despertar debiese aclararse más. Buscó la luz que
viene de oriente; y hacia allí se dirigieron sus pasos.
Persistió avanzando por el centro de la nave,
tímidamente temerario. Giró hacia el norte antes del
altar, para recorrer la girola de la oscuridad. Es al
norte, lejos de la luz, donde lo que está oculto puede,
a veces, vislumbrarse. Deambuló unos pasos, hasta
que uno de aquellos misterios detuvo su andar y lo
atrajo, con la fuerza de la gravitación. En una capilla
distinguida por los pies de sus columnas, se
entronaba una magnífica virgen negra, tallada en
obscura madera, como un portento, con el niño en
sus brazos. Se detuvo a observar la reveladora
escena, seguido por Marina, que no atinaba a
despertar al hombre de su mística abstracción.
Adoniram buscó su propio reflejo en el signo palpable
de aquella figura obscura y misteriosa, vestida de
dama sagrada y acompañada de estrellas. Se metió
en cada uno de los símbolos que componían la figura
y su entorno, buscó dentro, muy profundo en sus
recuerdos y en las enseñanzas de sus antiguos
maestros y trató de aproximarse al primer significado.
El primer escalón esotérico que conseguiría a partir

195
GEORGE WEMBAGHER

de aquella, aparentemente inocente virgen obscura e


instalada en el cielo…

Marina lo acompañaba en silencio, esperando que en


algún instante despertara y se encontrase con ella, en
una realidad que pudieran compartir. Notó su corazón
latir cuando Richard, aún sin desviar completamente
la mirada de la Diosa, la introdujo en su distante
universo.

- Son siete – Pronunció Adoniram en un suspiro,


como esperando que su compañera estuviera detrás
del mismo pensamiento –

-¿Qué son siete?- Preguntó ella alternando la mirada


entre los ojos de él y la escultura de la Virgen –

- Los cuerpos celestes que rodean a la Dama –


Replicó él en el mismo cuasi-silencio, sin percatarse
de que su compañera no lo estaba siguiendo en ese
sendero –

Marina observó e insistió hasta que se percató de que


Richard se refería a las estrellas representadas en la
escena, rodeando a la Virgen negra.

- Sí – Dijo resuelta – Son siete, efectivamente… - Y


cumplido su trabajo giró la cabeza esperando que su
compañero develase lo oculto en su mente –

- Siete eran los planetas conocidos en el sistema


solar, en el siglo XIII. Hay ahí un concepto cósmico,

196
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

en el que siete cuerpos rodean a esa majestad…


Que, por lógica, debería ser otro cuerpo – Reflexionó
buscándole el sentido – Y, desde luego, no
representa al sol…

- Eso es sencillo… - Sonrió Marina como si hubiera


descubierto el secreto – ¡Es la tierra! ¿Qué otra cosa
podría ser? – Con gesto triunfal y ambas manos,
quebradas por sus muñecas, a los lados del cuello –

- La tierra no se representa así – Afirmó Richard sin


asomarse al mundo – La Madre Tierra, no es,
precisamente La Tierra. Se ha representado como la
luna, la caverna y de muchas otras maneras. Pero no
como el planeta que lleva su nombre, aunque parezca
paradójico – Su mirada permanecía fija y perdida en
el limbo de aquella figura, que encerraba mucho más
que lo que a simple vista parecía – Observa bien –
Señaló con el índice la composición dibujando un
pequeño círculo en el aire – Tiene la jerarquía del
Sol... O más ¿tal vez? – Pensó por unos segundos –
Cómo sea pero no menos… - Cerró – Es un astro,
pero más que planetas e incluso estrellas al azar. Un
Sol, diría, o al menos en su jerarquía. No hay dudas
de que se la representa como un astro Rey – Sin
dejar de observarla fijamente y de asentir en un breve
pero continuo movimiento –

- ¿O Reina?- Dejó caer Marina sin pensar –

197
GEORGE WEMBAGHER

La mirada de Richard cambió de objetivo de repente,


como si un terremoto le hubiera despertado de su
sueño y se posó directo en los ojos de Marina, como
si aquellas palabras hubieran revelado algo que él,
aún no podía descifrar, y ella tampoco. Volvió a
mirarla, como si tuviera una oculta esperanza de que
la Diosa le contara su secreto. Aquella, aunque
pareciera cobrar vida por momentos, era una simple
imagen esculpida por un artista a pedido de algún
sacerdote. Lo que había que descubrir no era de
quién era la imagen, la estatua; sino quién motivaba
la Fe de aquel sacerdote. A quién, realmente se
veneraba en secreto, más allá de la imagen de la
Virgen María. ¿Qué ocultaba esa imagen casi
perfecta? ¿A quién, detrás de su aparente identidad,
que todos creían conocer?

Antes de seguir su recorrido, Adoniram no pudo


resistir la tentación de acercarse y acariciar la
imagen. Se cuidó de que nadie lo viera antes de
extender su mano y sentir la textura de su manto, su
rostro y su mano. Al tocarla, le pareció que en la
extremidad que se ofrecía, algo estaba suelto. Tal vez
una parte de la sutil anatomía de aquella figura
creada, o bien, el objeto que portaba. Sin acabar aún,
la figura de un hombre de negro le sobresaltó.
Imaginó que alguien le recriminaría aquella osadía y
se replegó, con un gesto de vergüenza.

- Disculpad… - Soltó al aire en un susurro apresurado


y, en el mismo movimiento, cambió de rumbo para
continuar su recorrido por aquella girola –
198
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

El coro, reformado en el XVI por pedido de la curia,


llamó su atención con sus complejas figuras
esculpidas, durante todo el trayecto. Un conjunto
escultórico fascinante, que inculcaba, nada menos,
que el camino al cielo para todo mortal. Sin embargo,
su mente estaba sumergida en el manto de la Diosa.
De la Dama que, en su incógnito, imponía a la mente
de Adoniram el ritmo de su marcha y el objeto de su
búsqueda. Dio la vuelta a la girola hasta el lado de la
luz. Por allí el sol fertilizaba los cobaltos arcaicos, que
parecían cobrar vida, haciendo honor a la leyenda
sagrada de los maestros alquimistas del vidrio.
Perdido en aquellos trozos de cielo, su mente
deambulaba en el espacio, cuando la voz de Marina
lo volvió a la realidad. Una pieza más, que el puzle
disperso del Templo le presentaba.

- Richard – Susurró con entusiasmo – ¡Ven a ver


esto! Me parece extraño. ¿Sabes lo que es?- Richard
se acercó a su compañera, que se había plantado
frente a un peculiar cuadro muy sencillo, que
enseñaba dos líneas cruzadas por su centro, con el
sol dibujado en él y con una comba extensa que
aparecía en el cuadro como si fuera una gran órbita,
se acercaba al astro central y luego se retiraba,
siguiendo su elipse hasta salir nuevamente del
cuadro, por el lado propuesto al que había entrado.
Como si de un cuerpo celeste se tratase, que girase
en torno al propio sol. En el decorado de la tablilla,
signos del zodíaco, delimitando las regiones del cielo,

199
GEORGE WEMBAGHER

al paso de la misteriosa elíptica.

- Una órbita… - Dedujo Richard – Pero ¡Muy amplia!


Eso parece ser. ¡Debe ser algo descomunal para que
se asuma que no se sabe dónde va! – Arrugando la
frente, con ambas manos posadas sobre la cintura.
Se sonrió con su compañera, desconcertado – Todo
esto debe tener un sentido, en su conjunto… -
Sentenció dubitativo – Sólo que no sé como unirlo
para poder leerlo – Llevó la vista en un giro por aquel
espacio, como intentando abarcarlo todo - Esta
Iglesia es magnífica y cuenta una historia que me
gustaría descifrar – Expresó casi como un lamento,
surgido de la impotencia –

Continuó por el deambulatorio junto al muro norte, ya


esperando el siguiente mensaje o pieza del
rompecabezas oculto en el Templo. Se preguntaba
desde hacía días: ¿A quién veneraba realmente?
¿Quién era el misterioso personaje oculto tras tantos
niveles de esoterismo? ¿Quién representaba
finalmente a la Madre Tierra? ¿A la Gran Diosa?
María, Santa Ana, La luna, La tierra, Los planetas…
¿Quién era en realidad esa entidad que se escapaba
a sus pesquisas? Con sólo preguntas en su mente,
siguió su rumbo por el sur, hacia occidente; y se
detuvo, como por un místico llamado, bajo una
vidriera que parecía estar viva, con azules
entrañables que jamás antes había apreciado Aquella
virgen parecía llamarle por su nombre. No el de esta
tierra manifiesta, sino aquel que nadie sabe ni puede
pronunciar… Dirigió, como por reflejo, la mirada hacia
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

el cielo, llamado por aquel sonido imperceptible.


Como un discreto chasquido de fluidos, desprendidos
de la altura de aquella caja resonante y omnipresente.

Sin acabar de elevar la vista, un impacto, pesado y


contundente, hizo penetrar una fuerza en su frente
que lavó por completo su mente. Un bombazo que
dominó su cuerpo, más por la fuerza que por el dolor.
Todo él se vio resentido y poseído; inmovilizado y
fuera de control por causa de aquel impacto
inoportuno.

- ¡¿Una piedra?! – Pensó sin comprenderlo, mientras


sólo percibía como caía. Cómo su cuerpo se inclinaba
en cámara lenta, con clara intención de depositar sus
desprotegidos huesos recubiertos de carne
extendidos por el suelo –

Y aún mientras sus brazos intentaban, con mínimos


resultados, anteponerse al resto de él para minimizar
el daño, ya aceptado por resignación; la sensación de
un intenso calor, hiriente, mortífero se adueñaba de
su rostro. Era muy vivo, aún para el golpe que parecía
haber recibido. Tanto, que le parecía la principal
causa por la que, a pesar del esfuerzo, le resultaba
imposible abrir los ojos. Ni siquiera el respirar se le
hacía despreocupado. Por el contrario, el aire se le
antojaba viciado y como lleno de partículas molestas.
Difícil de introducir en los pulmones. Acabó de caer
con aquellas sensaciones en aumento; cada vez más

201
GEORGE WEMBAGHER

dinámicas ¡Y enseguida el sonido! Retumbaba en sus


oídos como una constante explosión. Le parecían
llamas encendidas con poder devorador que
amenazaban tragarse su cabeza completa. Al igual
que el urente calor no cedía No tendía a desaparecer
con el paso de los segundos, como hubiera sido
esperable, sino que se hacía cada vez más enérgico
y aterrador, al igual que los sonidos y el aire viciado.

Miedo y desconcierto, previendo lo peor de una


situación aparentemente banal, aportaban solo
confusión extrema, dejando el mínimo espacio
disponible para la razón.

- ¿Qué pasa aquí? – Llegó a preguntarse asustado,


en los milisegundos en que su vida parecía voltearse
del revés –

- ¡Levántese amigo! – Una voz desconocida y con


suma prisa, en un francés que le costaba reconocer,
se confirmaba con una fuerte palmada en el rostro,
que no dejaban dudas de que allí estaba pasando
algo importante - ¡Muévase de una vez antes de que
se le caiga el techo encima! ¡Rápido! – El hombre
siguió su camino a paso apresurado, haciendo
resonar sus pisadas que, apenas se distinguían entre
el explosivo sonido de fondo – ¡Le habrá dado una
piedra del techo en la cabeza! – Le oyó decir, ya a
cierta distancia, a otros posibles habitantes de aquel
extraño universo que parecía acogerle de repente –

Preocupado, Adoniram hizo un esfuerzo voluntario

202
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

por despegar los párpados, que parecían querer


protegerse, uniéndose entre sí. Aún buscaba
explicación a tan desconcertantes sensaciones. Al
lograrlo, abrir los ojos, su estupor fue solo comparable
a su estremecimiento que, como una espada
flamígera, recorrió su cuerpo desde la cabeza hasta
la punta de sus pies.

- ¡¿Fuego?! – Sólo atinó a pronunciar en voz alta –

Llamaradas como lenguas del demonio se cernían a


su alrededor implacables, desde el nadir hasta el
cenit de aquel, su desconcertante universo
manifiesto, salido de la nada. Hierros y madera al rojo
vivo se desangraban de vida ante sus ojos. La piedra
caía vencida, inerte y pesada, inexorablemente,
desde el cielo de aquel infierno destructivo y mortal.

Aún no del todo convencido de aquella realidad, el


pragmatismo venció a la lógica y decidió correr; salvar
su vida ante tanto poder destructivo, dejando las
especulaciones de lado, al menos hasta que pasara
el peligro. Se puso en pie a duras penas. Dio tres
zancadas hacia la puerta, que apenas se dejaba ver
entre el humo y los escombros, solo para volver a
caer a pasos de la salida. Un portal magnífico, aún
flanqueado por las llamas, como guardias furibundos,
reflejaba al propio fuego mezclándolo con la tenue luz
que aún provenía del exterior, coloreada por los
cristales de sus ostentosos vitrales.

203
GEORGE WEMBAGHER

Impresionantes, las esculturas de vidrio emanaban


colores y destellos que generaban la inocente ilusión
de integrarse con el propio elemento lumínico,
dominándolo. La mirada de Richard, aún sentado en
el suelo, sin lograr volver a incorporarse, se detuvo en
la figura de una intrigante dama que, subida a una
escalera, casi entre las llamas, luchaba palanca en
mano, para despegar una de aquellas vidrieras
descomunales, ayudada desde abajo por dos
robustos hombres ennegrecidos por el hollín.

Con fuerza introducía una punta del metal entre los


bordes del vitral y lo iba desengarzando, como si lo
extirpara de un cuerpo vivo, que moría violentamente.
Con prisa extrema pero con sumo cuidado en el trato
de las frágiles obras de arte, lo iba consiguiendo.
Richard se distraía peligrosamente, retrasando el
urgente acto de salvarse a sí mismo, observando a La
Dama. Y fue la voz penetrante de aquella mujer
sorprendente, lo que finalmente logró extraerlo de su
burbuja.

- ¡Sal de ahí idiota! ¡Las vigas te están cayendo


encima! ¡Muévete de una vez y ayúdanos con esto! –
La mujer alternaba la mirada por segundos, entre la
cara de Richard para dirigirle los insultos que
buscaban darle ánimos y el marco metálico del vitral,
que se separaba cada vez más del muro que lo tenía
prisionero ante las flamas –

Richard, sin tiempo para cuestionarse, hizo un último


esfuerzo con todo su espíritu, empeñado en lograr

204
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

ponerse en carrera. Empujó con la mano derecha e


hizo impulso con la izquierda, reclamando
enérgicamente a sus piernas obediencia. Con la
misma inercia emprendió la carrera, hasta que logró
cruzar la meta del infierno y salir de allí.

Hasta alcanzar el fresco del exterior, no había notado


el poco oxígeno que contendría el aire de dentro. De
respirar un cuasi sólido gas particulado, sus pulmones
pasaron a llenarse, al instante, de una liviana y etérea
baraca que, sin él acabar de percatarse, le estaba
salvando la vida.

Era una noche fresca, como de fines de primavera; y


el contraste con el infierno del edificio era abismal.
Una multitud se agrupaba y volvía a desordenarse en
las inmediaciones del templo, acarreando cubetas de
agua, arena, hierros para golpear estructuras,
intentando separar las que contenían madera u otros
productos inflamables.

Adoniram intentó imitarles y ponerse a trabajar, pero


su cuerpo le respondía con cierta dificultad. Parecía
que se demoraba en obedecer las órdenes que emitía
su cerebro. Como un “delay”, similar al que se obtiene
en un videojuego de transmisión remota o cuando la
emisión de un canal de televisión se demora en llegar
de un entrevistado a otro y grandes pausas se
entrometen en los planes de movimiento. Una extraña
sensación, fácilmente achacable a tanto humo

205
GEORGE WEMBAGHER

respirado.

Bajó la vista y se miró los brazos, como para instarlos


a ser más eficientes. Notó que estaban cubiertos por
una tela de hilo sucio, beige del río, algo abullonada y
con los puños sobre las manos. Se tocó el tronco y se
miró. Su camisa era de un corte extraño, enorme y
atada con una soga a modo de cinturón; sus
pantalones marrones derruidos y rotosos que apenas
cubrían unos botines cortos, como un cuero que le
mal-envolvía los pies, atados con cordeles del mismo
material. No reconocía sus ropas, el lugar, la gente y,
probablemente, ni a sí mismo. Sabía que él no era de
allí. Hasta creía estar seguro de que estaba en una
iglesia y, de repente…

Pero no podía recordarlo todo. Por ejemplo, no sabía


su nombre. Se percató de ello cuando echó una de
tantas miradas a la impresionante dama que
desarmaba el vitral, quitándolo del muro. En uno de
esos fotogramas, así le parecían las cosas que veía a
su alrededor, la había visto descender las escaleras
hasta el suelo, guiando desde arriba el camino de la
vidriera salvada de las llamas. Pero en cuanto pensó
el discurso con el que se acercaría a ella para
presentarse, no le salía su nombre. No sabía bien qué
decirle para comenzar. Y su sorpresa fue mayúscula
cuando oyó de la boca de la dama el nombre que le
asignaba, con la mirada clavada en su rostro
enmascarado con negro de humo.

- ¡Jaques! – Le soltó mirándolo directamente - ¿Te

206
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

has quedado tonto por el humo? Muévete a un lado a


descansar los pulmones antes de seguir trabajando
¡Reponte y a continuar! – Acabó de bajar los
peldaños y, después de la mínima pausa para
terminar las órdenes que le daba, se dirigió rauda a
mover la escalera hacia otra vitrina –

Adoniram se quedó embelesado observando a


aquella mujer que se desplazaba como el mismo
viento en torno al edificio en llamas. Con ágil
eficiencia apartaba objetos a su paso, trepaba a las
alturas y ejercía la fuerza de la palanca y cuña,
desprendiendo vidrieras enteras, apartándolas del
peligro.

Era alta, como de un metro setenta o algo más. De


figura esbelta pero fibrosa y de movimientos vivos. Su
cabello castaño cenizo de tonalidad clara, destellaba
reflejos cobrizos que alcanzaban a reflejar parte de la
luz arrojada por el bravo fuego. Algo ensortijado, largo
por debajo de los hombros y con una desdibujada
raya al medio, se movía como bandera en el asta con
cada ráfaga de aire disparado por los cambios de
temperatura y se sacudía agitado con cada
movimiento de cabeza de la dama, al cambiar la
dirección de su mirada. Su rostro era tierno, aunque
frío y seguro a la vez, de facciones finas y labios no
muy gruesos pero cargados de la carne suficiente
para llamar la atención. Su tez obscura, pero no
negra ni exactamente marrón. Parecía tener matices

207
GEORGE WEMBAGHER

dorados, quizás por efecto de la luz de las llamas.


Sus ojos… No era posible adivinar el color de sus
ojos; pero no parecían ni verdes ni marrones; ni como
el mar ni como la miel. Tal vez más del tono del
profundo cielo del final de la tarde, cuando cae el sol
pero aún no ha ganado el rojo del crepúsculo. Su
color no era de este mundo…

El desconcertado hombre la vio elevarse hasta el


peldaño superior una vez más y, con la última imagen
de su falda marrón a merced del viento, se retiró
hacia una pequeña explanada, a unos cuarenta
metros de la iglesia, a intentar respirar algo de aire
aún más fresco que el que había donde estaba. Se
acercó a un muro bajo que hacía un recodo entre dos
pilares de piedra y se sentó, a resguardo del humo y
hasta de la luz de la luna, que comenzaba a emerger,
llena y brillante como un segundo sol. Desde allí
inspiraba profundo y observaba el desastre en el
sagrado Templo. Los techos derrumbarse, llevándose
parte de los muros; las estatuas destrozándose por el
impacto de rocas que caían de arriba. El pobre
hombre, que al parecer ahora debía responder al
nombre de Jaques, comenzó a buscar fuerzas para
ponerse de pie, dispuesto a seguir trabajando, sin
dejar de sentir culpa por descansar ante toda esa
gente que se sacrificaba. Cuando estaba a punto de
levantarse, dos hombres que se acercaban llamaron
su atención con sus resonantes voces. Jaques se
quedó quieto, inmóvil, esperando a que pasaran para
seguir su impulso y regresar al trabajo. No se sentía
muy a gusto con la situación, que no alcanzaba a
208
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

entender. Él sabía que no era de allí, que venía de


otra parte o pertenecía a algo muy diferente; aunque
no tenía en claro a dónde ni cuándo. Pensó que el
golpe que había recibido en la cabeza sería el
responsable. No le quedaba más que esperar a
mejorar. Sin embargo, él sabía que sabía… No
estaba amnésico ni inconsciente de su pasado.
Simplemente no acababa de recordarlo. Su situación
era ambigua y poco clara. Más que nada por ello, se
quedó a cubierto y con intención de no darse a
conocer.

Los hombres se acercaron a aquel muro donde


Jaques descansaba y se detuvieron a hablar,
alejados de la multitud que trabajaba para combatir el
fuego. La conversación hizo que Richard prestara
atención a las palabras.

- Está hecho, como ve, señor – Le decía un hombre al


otro. La voz del que hablaba se oía juvenil y
entrecortada, como por los nervios o el miedo. Los
dos hombres se movían poco alrededor de su sitio,
sin avanzar hacia la multitud bulliciosa y agotada –

- Sí, lo veo. Pero ¡Cómo va a quedar esto! ¡Han


quemado la iglesia! ¡La gente del pueblo se dará
cuenta! – Le respondía una voz áspera, como
gastada por los años, con el mismo nerviosismo -

- ¡No! Señor… ¡El diácono ha ido al pueblo y

209
GEORGE WEMBAGHER

comenzará al menos dos focos más! Parecerá que el


pueblo entero se ha incendiado y pronto nadie sabrá
por dónde empezó el fuego ¡Tal cual lo ordenó el
obispo, padre! ¡Lo hemos hecho con sumo cuidado! –
De vez en cuando los paseíllos de los hombres, los
acercaban hacia el muro sobre el que Richard se
apoyaba. Se dejaban ver unas telas muy oscuras,
negras seguramente, moverse como cortinas
agitadas por el viento-

- ¡Sotanas! – Pensó Richard con cuidado de no soltar


su pensamiento en voz alta, sin moverse de su sitio,
acurrucado entre columnas, sin dejarse ver – ¡Pero si
son dos curas que hablan de quemarlo todo! – Sin
poder creer lo que oía, el desconcertado espía
mantuvo su posición incólume -

- ¡Ahí está! ¿Lo ve padre? ¡El fuego ya empieza a


verse a la distancia en medio del pueblo! El hermano
diácono ha tenido éxito ¡Tal como lo ordenó su
eminencia! – El tono de excitación y alegría del más
joven parecía disentir con el dantesco espectáculo
que, al parecer, habían creado a sabiendas. Desde el
escondite de Richard se alcanzaba a ver la luz
creciente de un nuevo foco –

- Que Dios nos ayude – Se oyó de la voz anciana, ya


sin signos de temor aunque sí de resignación –

- ¡Pero padre! ¡Debemos estar felices! ¡Es el deseo


de Dios que tengamos una nueva y gran catedral de
las del nuevo estilo! ¡Será hecha por los Templarios!

210
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

¡Contendrá en sus muros los símbolos que advertirán


a la humanidad sobre su destino y les enseñará a los
elegidos a alcanzar el cielo verdadero! – Hizo una
pequeña pausa ante la expresión dubitativa del
anciano cura, antes de continuar – Padre… - puso la
palma de su mano sobre el pecho del viejo – La
antigua catedral no tenía sitio para los mensajes de
Dios… Sus techos eran bajos y los muros pesados e
insuficientes para contener lo necesario. Sabíamos
que no habría otra solución. La humanidad debía ser
advertida y esta era la única forma de llevarles el
mensaje ¡Es el bien! – Se hizo un corto silencio en
torno a las palabras del fanático y joven cura,
mientras se oía el tintineo de las joyas del sacerdote
mayor que, probablemente, se persignaba, hasta que
al final, el exaltado joven soltó su sentencia – No
debe olvidar quienes somos – Insistió una vez más –

El anciano pareció responder con un discreto


arranque violento. Se oyeron sonidos de rozamiento y
tironeo de ropas como si estuvieran inmersos en un
forcejeo. Jaques, cuidándose de no ser visto, se
acercó al muro, buscando una ventana entre sus
irregularidades, para poder ver la escena. El cura
mayor se había abierto la sotana y parecía enseñarle
el pecho a su interlocutor, con gestos bruscos.

- ¡¿Crees que se puede olvidar quienes somos?! –


Reclamaba casi a gritos mientras enseñaba su pecho
– ¿Crees que se olvida esta marca de fuego? ¡Llevo

211
GEORGE WEMBAGHER

la cruz encarnada en la piel igual que lo harás tú


algún día! ¡Cómo te atreves a recordarme tú, imberbe
ignorante, quienes somos! ¡Tú eres quien debe
recordarlo! – Su indignación parecía crecer con sus
propias palabras - ¡Somos Guardianes del
Apocalipsis! ¡Intentamos prevenir de ella a la
humanidad y salvar a los que puedan ver! ¡No los
propios jinetes que siembran la destrucción! – Al
acabar su catarsis se puso en marcha en dirección al
fuego-

Comenzó a cerrarse la sotana por la abotonadura


inferior y al girar hacia la posición del hombre que
observaba, el reflejo de la luz proveniente de aquel
infierno, dejó en evidencia una horrible cicatriz en
forma de cruz latina episcopal que ocupaba todo el
campo de su pecho. Richard, instintivamente se llevó
la mano al suyo y se lo miró por entre sus ropas.
Extrañamente, no sabía bien qué pensaba encontrar
ahí. Tenía un débil y lejano recuerdo de haber
sentido, alguna vez, algo similar en su propia carne.
Los curas se quedaron un buen rato de pie. Unos
pasos más cerca del incendio, admirando o
lamentándose de su obra. Finalmente el anciano
comenzó nuevamente a hablar -

- Quisiera comprender cuánto daño habrá que


ocasionar; cuánto dolor infligir… ¡Cuánto mal habrá
que hacer en el nombre del bien! – Se dio media
vuelta con cierta violencia, como con rabia o
frustración y ambos se retiraron a paso ligero,
crepitando sus pisadas sobre pequeñas ramas secas
212
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Jaques apenas creía lo que había oído. Volvió a mirar


hacia el centro del poblado, donde las llamas crecían
y crecían, devorándose las casas a su paso. Algo
más al norte, siempre dentro de los límites de la
pequeña ciudad, otro foco que comenzaba a crecer
lentamente, al igual que el anterior.

- ¡Dios mío! ¡Lo han incendiado todo! – Pensó para sí


en absoluto y temeroso silencio –

El frío de la noche comenzaba a calar la piel. Aunque


era primavera, la noche en Chartres, era lo bastante
fresca como para producir algo de hielo sobre las
plantas y helar también los huesos de quién se
mantuviera a la intemperie por demasiado tiempo. El
verano estaba aún muy lejano, aunque el infierno a
un paso de gnomo.

Se guardó la conversación en lo que aún le quedaba


de memoria y se irguió, poniendo fuerzas venidas de
la caridad, para continuar con las tareas de intentar
detener el fuego que, aparentemente, otros se
entretenían en provocar. Se acercó nuevamente al
ruedo, deambulando con extrema dificultad, ya que
por algún motivo, su cuerpo no respondía
correctamente. Parecía no ser él quién lo habitaba.
Torpe y lento; así se movía frente a todos los que
corrían de un lado a otro y que, a su lado, parecían

213
GEORGE WEMBAGHER

atletas sobrados de destreza. Sentía dolores


extraños, estaba incómodo en su ropa y si quería
hablar, parecía que su lengua no era eficaz. Como si
fuera demasiado grande para su inútil boca.

En un giro de su cabeza, buscando donde ayudar, su


mirada halló certeramente, como dirigida por un
poderoso imán, a aquella dama, bajando peldaño a
peldaño la escalera, con otra vitrina entre las manos,
haciendo equilibrio para no caerse. Sus ropas, blusón
de hilo crudo y falda marrón hasta los tobillos,
ennegrecidas por el hollín y coloreadas por su propia
sangre, hechas girones y anudadas para obligarlas a
cumplir, pobremente, su función de cubrir aquel
armónico cuerpo, no dejaban de enredarse y rasgarse
más y más contra todo lo que sobresalía en el
espacio en torno al cual, la preciosa mujer se movía.

Al pie de la escalera, un niño de unos nueve años, de


rubios cabellos ensortijados y expresión angelical,
sostenía con fuerza la madera escalonada para darle
estabilidad, evitando la caída de la mujer, que
defendía cada vitral con extrema devoción. A su lado,
ayudando a sostener la escultura de cristal cuando
esta estaba a su alcance, un joven fornido y recio
elevaba los brazos asiendo la base de metal que
sostenía los cristales. Jaques, que ya no se sentía
Richard, que casi no tenía memoria de su identidad ni
de su vida, se acercó, en su torpe andar, hacia las
escaleras, para ayudar al pobre muchacho a
sostenerla. Apenas tocar con su mano derecha la
madera lateral, casi a la altura de los pies de la dama
214
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

y cubriendo con su cuerpo al niño, un golpe en su


entrepierna lo obligó a doblarse en dos. Apenas pudo
distinguir, al bajar la vista, el codo del niño retirándose
ya, de aquel delicado punto de su anatomía.

- ¡Sal de aquí horrible Bête! – Soltó un chillido


iracundo, repleto de desprecio hacia el pobre hombre
que trataba de ayudar –

- ¡Deja en paz a Jaques! ¡Hiram! ¡Solo trata de


ayudar! – La mujer regañó al muchacho con la ternura
de una madre educadora, sin soltar su presa y sin
dejar de descender –

- ¡Pero mamá! ¡No quiero que haga mi trabajo! ¡Es un


tullido y no puede hacerlo mejor que yo! – El niño
alternaba la vista entre su madre y el desconcertado
Jaques, quien comenzaba a comprobar que él no era
el único que percibía algo extraño en su cuerpo –

- ¡No hables así! ¡Te lo he dicho mil veces! ¡Su


nombre es Jaques, no Bête y es un hombre igual que
tú y mejor que muchos otros! ¡Deja ya de insultar a la
gente! – Reclamó la Madre visiblemente indignada –

Jaques no acababa de comprender lo que estaba


sucediendo. Nunca se había sentido despreciado e
inútil como entonces, aunque realmente ya no
entendía bien el concepto de “nunca” o “siempre” y,
aún sin advertir del todo su situación, sí parecía

215
GEORGE WEMBAGHER

amoldarse a ella, al fin, viviendo. Se retiró unos pasos


hacia atrás mientras pensaba para sí:

- ¿Bête? ¿Me ha llamado Bête? ¿Bestia? – Apenas


comprendía el francés antiguo que allí se hablaba.
Las palabras apenas le sonaban por semejanza con
las que conocía de aquel idioma, pero alcazaba a
entender lo que el niño había pronunciado; la forma
en la que se había dirigido a él – ¡Bestia horrible! – Se
miró los brazos y se percató de que eran diferentes
entre sí. El izquierdo mucho más corto que el derecho
y sus manos parecían algo deformes. Como
hinchadas o más bien huesudas; los dedos algo
retorcidos, no podía estirarlos del todo aunque lo
intentaba –

Se alejó unos pasos de aquel sitio. Aturdido por la


situación, necesitaba algo de aire. El joven recio que
sostenía el otro lado de la escalera se acercó a él y le
dio un amistoso golpe, con la palma de la mano,
sobre su hombro derecho que, para sus oídos, sonó
casi como una caja de resonancia.

- ¡Te ha defendido la viudita otra vez eh! – Soltando


una carcajada - ¡Ya quisiera yo ese cuidado que te da
a ti! – Felicitaba alegremente y entre risas al pobre
desconsolado –

- ¿Quién es ella? – Preguntó el supuesto afortunado


con una voz algo gangosa y palabras difíciles de
pronunciar por su torpe lengua, en un idioma que
apenas recordaba –

216
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿¡Pero qué te pasa Bête!? – Respondió el


muchacho, inocentemente, como si aquel fuera su
nombre para todo el mundo - ¿Qué quien es Cristine
Nibirú? ¿La viuda más codiciada del pueblo? ¿La
mujer de la que has estado enamorado desde que se
te ha abierto ese ojo enorme que tienes en la cara? –
Riendo a carcajadas nuevamente - ¿Qué quién es la
maestra del vidrio más hermosa de toda Francia?
¡Anda ya Bête! – Concluyó - ¿Te sientes bien? –
Entrecerró los ojos y fijó la vista en la cara de Jaques.
Parecía realmente preocupado por su salud. No
estaba siendo cruel, sino natural. Le tocó la frente con
la palma de la mano y luego le dio un abrazo. Parecía
ser un amigo – ¡Anda Bête! No tienes fiebre. De
seguro te habrá hecho mal tanto humo que has
tragado. ¿Porque no te echas un poco por ahí en la
hierba a descansar hasta que te recuperes? – Repitió
la palmada en el hombro de Jaques y se retiró, sin
dar más importancia a la instructiva conversación que
acababa de tener con su confuso amigo –

El hombre, que apenas sabía algo de sí mismo,


observó al fornido muchacho retirarse y buscó, una
vez más, con la mirada, a la extraña señora que
había enmarcado la vida que recordaba desde hacía
unos minutos. La hermosa y refulgente dama que
parecía emanar luz de sus cabellos y obscuridad de
su intensa mirada. Fijó la vista en ella quién, a su vez,
le devolvía una compresiva y maternal expresión y la
mantuvo, un buen rato, conectada a sus ojos.

217
GEORGE WEMBAGHER

- ¿Cristine Nibirú? – Pensó – Nibirú…- Se detuvo en


ello unos cuantos segundos. Creyó que podría
reconocer el nombre. Que tal vez le sería familiar.
Pero ¿En qué recoveco de su mente ir a buscar tal
cosa? Sus recuerdos eran inconstantes y parecían no
pertenecerle. En principio pensó que, en cualquier
momento, despertaría de un sueño horrible. Pero
¿Quién le aseguraba, verdaderamente, que el sueño
no habría pasado ya y que esta era su triste realidad?
¿Cuál es el sueño y cuál la vida?

Nuevamente se decidió a prestar ayuda a aquella


desesperada gente que intentaba, vanamente,
combatir un fuego que cada vez se hacía más voraz.
Se dirigió a una cubeta enorme que habían traído
sobre un carro tirado por dos bueyes y, entre el resto
de la gente, se armó de un cubo de metal para
sumergirlo y acarrear el agua que usarían como arma
para su coyuntural batalla. Cargó el cubo,
cambiándolo de manos, con torpeza, hasta el área del
fuego periférico. Lo posó en el suelo, bajo la
incandescente luz emanada de las llamas, buscando
el lugar adecuado, según los demás comenzaran a
volcar el elemento que intentaría controlar otro
elemento. Una vez que hubo ubicado el sitio donde
dirigirse, se inclinó para coger el cubo y comenzar el
acarreo. Pero tuvo que permanecer estático en su
sitio. Simplemente no pudo moverse.

Al inclinarse sobre el agua, la imagen de su pobre


cuerpo reflejada en ella, le dio a sus ojos la
perspectiva que el resto de la gente tenía de él. Los
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

estudiosos de la Kabalah le llaman el Yesod. Los


profano, estatus… Y no es más que aquello que la
gente espera de uno, según lo que piensa de él. A
jaques, Richard tal vez, se le vino a la mente este
recuerdo. Lo que era ante los ojos de la gente. Su
Yesod en la sociedad que lo albergaba.

Vio allí, en la transparencia de las aguas, a un ser


inmundo, deforme y atemorizante. Incluso para él
mismo. Su cabeza deforme, ovalada hacia arriba
como un balón de rugby montado sobre sus hombros.
Poco pelo despeinado y erizado en la punta de aquel
óvalo irregular. Su ojo derecho enorme, con la ceja
levantada por deformación de la órbita ocular, la nariz
torcida y ensanchada, como movida en sentido
horizontal, fuera de su debido sitio. Su ojo izquierdo
pequeño y entrecerrado, como por falta de espacio
para crecer. Una boca desviada y entreabierta,
dejando ver la punta gruesa de una hinchada lengua
protruyente. Vio en el reflejo un engendro de rostro. El
suyo… Algo más allá de esa monstruosa cara, el
reflejo también dibujaba claramente una joroba. Una
bastante importante giba sobresalía como una
montaña trunca, sobre su omóplato izquierdo,
retrayendo su brazo y manteniendo su tronco
encorvado y torpe. La saliva le caía constantemente
por ambas comisuras, tal vez en ese momento por la
horrorosa sorpresa, pero él sentía que así se vería
todo el tiempo ante la gente. Su Yesod…

219
GEORGE WEMBAGHER

Pero, de algo que se perdía en su mente, él también


sabía que aquella espantosa imagen no reflejaba lo
que él era. Lo que uno es, según la Kabalah, se llama
Tiferet, la belleza; y está algo por encima del Yesod
en la escala que se ha de ascender hacia el universo
espiritual. No es ya lo que otros ven de uno, sino lo
que uno es en realidad. Y estas dos cosas eran muy
diferentes para Jaques. Ahora lo comprendía mejor.
Bestia, así le llamaban, porque a los ojos de todos, lo
era. Sin acabar de creerlo intentaba mirarse una y
otra vez. Los brazos, las piernas, se tocaba la joroba
como podía; y la cara con esas facciones fácilmente
reconocibles al tacto, por lo grotescas.

No tuvo demasiado tiempo para las contemplaciones.


Sus conciudadanos corrían a su alrededor cada vez
más desesperados y de repente tomó consciencia del
reclamo de los que pasaban.

- ¡Deja ya de dormir Bête! ¡Que se quema el pueblo


entero! ¡Vierte el agua de una vez y ve a por más! –
Los gritos sonaban más a miedo que a reproche,
haciendo que el torpe hombre se pusiera en marcha,
sin tiempo para seguir pensando –

La noche transcurrió entre acarreo de cubos de agua


y escombros, liberando pasajes entre los muros y
rescatando algunas figuras y casi todas las vitrinas,
con la intención de que fueran repuestas en la
eventual reconstrucción del templo. Cuando el
cansancio pesaba más que los músculos y los
párpados, Bête, al igual que otros muchos, se fueron

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

buscando un lugar, lejos del fuego, sobre la hierba


húmeda, donde poder descansar un poco para
reponer fuerzas.

Ya con el alba encima, los ojos del hombre se


abrieron a la luz. Él esperaba despertar de aquella
pesadilla cuanto antes, pero el día sólo trajo algo de
lluvia intermitente; lo que fue de gran ayuda para los
que seguían intentando apagar el incendio. Sin
embargo, Jaques volvió a mirarse al coger la primera
cubeta del día. Todo seguía igual que en la noche
anterior. O no se había despertado o el sueño era
aquel que había acabado la tarde anterior y esta su
verdadera vida.

Continuó vaciando cubetas al pie de las columnas


que aún continuaban ardiendo, cerca de aquellas
estructuras que contenían más madera y algo de
resina. Cada vez que apoyaba una en el suelo para
cargarla y verterla, volvía a observar el mismo rostro
deforme, que no cambiaba con cada viaje. Le parecía
tan repugnante que no hallaba la forma de conjugarlo
con lo que él sabía que había en su interior. Como
persona de bien, trabajadora y honesta, no parecía
merecer aquella figura cuasi diabólica o, más bien,
“gargólica”.

Entre tanto la Dama continuaba con los vitrales del


muro sur. Había trabajado sin parar durante toda la
noche y acumulado casi una docena de vidrieras en

221
GEORGE WEMBAGHER

un granero a unos sesenta metros al norte del


edificio; a salvo del fuego. Se la veía agotada,
arrastrando los pies, llevando los últimos objetos
rescatados, seguida por su hijo al alcance de un
brazo, que no se apartaba de ella, como un satélite
atrapado en su magnética órbita.

El día y la siguiente noche y los días subsiguientes


iban pasando bajo la misma rutina. Humo, restos,
escombros y limpieza. Las noticias llegaban cada
jornada con los avances que se hacían para la
reconstrucción. El obispo visitaba el desastre cada
mañana; bendecía y prometía que pronto, en cuanto
todo estuviera limpio, se empezaría a reconstruir.
Decía que las familias de la ciudad habían donado
muchos fondos para la nueva obra y que ya tenían
buena parte del dinero necesario. Otros, ante sus
palabras reían y bromeaban. Parecían saber o, al
menos, dar por descontado, que el Temple financiaría
tal obra y que a ellos les sobraba con qué hacerlo. La
plata, decían. Un nuevo metal para muchos, que no
abundaba en Europa y que los monjes de dicha obra
tenían sin que nadie supiera bien de donde lo
obtenían. Era más valioso que el oro por su escasez y
aquella catedral se levantaría a sus expensas, según
el pueblo entero comentaba mientras el obispo
intentaba vender su propia historia.

Una mañana, aún con el disco solar a punto de entrar


al escenario del día, cuando ya el fuego y el humo
permitían a la gente entrar al recinto semi destruido,
media docena de hombres con capa y sombrero,
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

dirigidos por dos sacerdotes que vestían con


púrpuras, se adentraron al trote en el templo, bajaron
a la cripta y en pocos segundos, volvieron a salir
blandiendo una tela ennegrecida desde el blanco, a
modo de flameante bandera.

- ¡No se ha quemado! – Gritaban eufóricos con el


paño en alto – ¡La santa camisa se ha salvado del
fuego por milagro de Nuestra Señora! – Recorrían el
pueblo enseñando la ofrenda y recordando la reliquia
de la camisa de María, al parir a Jesús, que era la
original de aquella catedral.

- ¡Es el milagro que confirma que la Virgen quiere una


nueva iglesia! – Apoyaba otro de los nobles del grupo
ante la mirada atónita de los presentes -

La idea de que la catedral debía reconstruirse por


designio de la Virgen, se hizo habitual en los
siguientes días, hasta que casi fue ilegal pensar otra
cosa. Jaques, entre tanto, revivía a cada paso del sol,
una y otra vez la misma pesadilla. Se miraba en
cualquier espejo de agua que encontraba a su paso y
se descubría nuevos detalles de alguna otra
deformidad, que se le había pasado durante la revista
anterior, encubierta por el resto de las calamidades
de su pobre rostro. Pero ya comenzaba a
acostumbrarse. Cada día se miraba menos y
aceptaba más su cruel destino. Le gustaba pensar
que era un simple espectador, que veía a la vida y a

223
GEORGE WEMBAGHER

la gente pasar sin participar en ello. Se engañaba.


Nunca faltaba algún humorista que lo revivía de su
fábula, devolviéndole el protagonismo del infierno,
con un insulto relativo a su padecimiento. Pero los
días pasaban, inexorablemente.

Cristine trabajaba en su taller, reparando los vitrales


que habían sufrido daños con el acarreo, ayudada por
su hijo Hiram. Jaques buscaba cada día, que la
marea de los acontecimientos lo llevaran hasta ella,
para verla laborar el vidrio. La admiraba por razones
que desconocía; pero sentía que estaba unido a ella
por algún capricho del destino, que a él escapaba,
como lo hacía su vida entera. El grotesco vagabundo
la observaba casi sin pestañear, mientras ella
despegaba cuidadosamente los polígonos de cristal
pintado, reparaba el marco para que ambas piezas
encajaran perfectas, limpiaba y reacondicionaba la
figura de vidrio y la volvía a colocar, utilizando una
cola de cera de abeja que tenía en un frasco, con una
pequeña espátula dentro.

La escena cotidiana se repetía, sin que nada


pareciese querer cambiar. Bête se despertaba cada
mañana, se miraba una vez, constataba que el
cuerpo le dolía y se dirigía al taller de Cristine a verla
trabajar. Ella no sólo lo toleraba, sino que le
enseñaba; le explicaba lo que hacía con los trocitos
de cristal coloreado para restaurar los vitrales
dañados por el fuego.

En poco más de una semana, el lugar había quedado

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

completamente limpio. Había dejado de humear y


algunos hombres ya desmontaban, piedra por piedra,
la ruinosa estructura del ahora abatido templo
románico. De la obra del gran Fulberto sólo quedaban
la cripta y el frontispicio, casi sin daño. El resto
debería ser removido piedra por piedra a la hora de
reconstruir. Dos ancianos rememoraban
lamentándose de los sucesos, mirando con
desconsuelo y resignación los restos de lo que había
sido para ellos su refugio.

- Poco ha quedado de aquella obra asombrosa con la


que nos impresionaban nuestros padres eh… - Le
sollozaba uno al otro - ¡La grandeza del condado!
Decían, se ve en la catedral. Sin una buena catedral,
una ciudad no es nada y su obispo menos aún – Se
reían a carcajadas, como burlándose, sin sacar las
manos de los bolsillos aunque se retorcieran de la
risa –

- Pero no te preocupes que construirán otra más


grande – Le consolaba su compañero - Sólo que esta
ya no hablará de nuestro condado, como antes era,
sino de un poder más grande y extendido… - El
anciano, de cabellera tupida pero blanca como la
nieve, miraba con ojos perdidos, como si su tiempo
también fuera pasando, junto con la antigua catedral
– Ahora es la Orden de los Caballeros de Cristo. Los
del templo de Jerusalén los que levantan iglesias por
toda Francia. Se quedan con la tierra y edifican en el

225
GEORGE WEMBAGHER

nuevo arte. El gótico. Que parece que es más que lo


que teníamos antes…- Nuevamente una risotada,
esta vez mucho más apagada, coronaba la
conversación –

- No me parece que esto sea casualidad. Ahora dicen


que fue un rayo mandado por María, que quería que
le renovaran la iglesia… ¡Cómo es posible que se
pueda admitir tanta tontería! – El anciano empujaba
las palabras fuera de su boca como si quisiera decirlo
al resto del pueblo. Su compañero, más precavido,
miraba hacia ambos lados previendo ser oído. Sólo
estaba allí el pobre Bête, del que nadie esperaba que
entendiera palabra de lo que se decía, por lo que
seguían en su presencia como si estuvieran solos –

- Tengo un hermano trabajando en Ruan, para el


obispo – Decía el otro, dando un suave codazo sobre
el brazo de su interlocutor, como anunciando una
primicia - Hace unos meses me ha dicho que allí
había oído rumores, de que el obispo pensaba
quemar la catedral para construir una nueva. Que no
quería quedarse fuera de los nuevos tiempos y el
nuevo estilo arquitectónico. Una catedral más grande,
para mucha más gente y más opulenta – Susurraba
en silencio casi al oído de su compañero, sin dejar de
mirar alrededor. El otro hombre giró la cabeza como
si necesitara ver la expresión de su rostro antes de
decidir creerle. Entonces, con un gesto de
resignación; un resoplido ligero por la nariz y un
movimiento de vaivén de la cabeza, soltó su
sentencia –
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- A ver cómo los recibe Dios, si a sus espíritus se les


ocurre tirar para arriba en las escaleras… - Ambos
siguieron mirando los escombros en silencio, mientras
el torpe Bête seguía su curso diario, como el del sol
cuando baja por el horizonte –

227
GEORGE WEMBAGHER

 
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XIII  

En una de aquellas mañanas, al despuntar el alba,


una cuadrilla de hombres armados de picos, palas,
palancas y sacos de herramientas portados en
carretillas, despertaban a Jaques, que yacía
acomodado sobre un montículo de paja seca, entre
dos salientes de un muro cercano al templo.

Caminó detrás de ellos, como casi siempre invisible


cual si fuera otro animal doméstico, hasta la
estructura semidemolida, donde comenzaron a
trabajar el terreno y el desmontaje de las piedras
restantes. Gente nueva y mucho movimiento,
comparado con el de jornadas anteriores.
Sorprendido, Jaques se dirigió hacia el taller de
Cristine, donde esperaba encontrarla haciendo las
primeras tareas de la mañana y acomodando su
material de trabajo antes de comenzar su trabajo con
los vitrales rescatados del infierno. No fue así. La
Dama se encontraba atareada y nerviosa, de un lado
a otro apilando varillas de plomo, vasijas de pigmento
y sacas grandes de arena que debían pesar unos
cincuenta kilos cada una y que, aquella menuda
belleza movía como si tuviera la fuerza de un hombre
musculoso. Al verlo entrar le dirigió una sonrisa y
compartió su alegría con él.

229
GEORGE WEMBAGHER

- ¡Pasa Jaques! ¡Hay buenas noticias! – Espetó


eufórica - La reconstrucción ha comenzado y me han
encargado una gran tarea ¡Nada menos que una
docena de vitrales! Que me tomarán varios años de
trabajo terminar; o que acabará mi hijo Hiram, si logro
enseñarle todo lo que yo he aprendido – Hablaba
mientras se limpiaba las manos con un paño que
dejaba aquí y allá, cambiándolo constantemente de
ubicación, sobre distintas mesas de trabajo –
Mientras tanto hay lugar para otro ayudante – Le
ofreció con genuina alegría en su rostro - Si quieres
el puesto puedo emplearte, al menos por el tiempo
que dure el trabajo ¿Quieres ayudarme Jaques? –
Preguntó con una amplia sonrisa que respondía por sí
misma a la pregunta hecha –

- ¡Claro que sí! – Intentó pronunciar el hombre,


produciendo unos sonidos que apenas él mismo
podía reconocer, procedentes de su cuello. Aire mal
modulado por su torpe boca y articulado por su
enorme lengua. Asintió también con la cabeza,
consciente de que podría no haber sido entendido en
su respuesta verbal -

Pensó también en contarle a Cristine las


conversaciones que había oído. A los monjes
hablando de quemar el pueblo entero y a los
ancianos, relacionándolo con otros obispados que al
parecer planeaban lo mismo. Pero desistió de intentar
comunicarse, por vergüenza más que por prudencia.
Además, se la veía tan feliz con las noticias que no
parecía necesario empañar sus emociones con
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

verdades a medias. Después de todo, que más


daba…

- ¿Y para qué ayudarle, mamá? ¿Si él no puede


entender nada? – Preguntó Hiram con la inocencia
del niño, que continuaba sin apartarse de su madre
durante cada tarea –

- Lo entenderá, hijo… - Con una voz relajada y segura


emitió su deseo mientras miraba a Jaques con
inmensa ternura. Como si le conociera más que él
mismo –

De pie tras los bancos de trabajo, sus ojos eternos se


fijaron en aquel rostro deforme, haciendo que la
vergüenza del pobre hombre se esfumara, aunque
fuera durante ese instante. El poder de aquella
hermosa mujer se apoderaba de Bête, que era
incapaz de quitar los ojos de su rostro. Sentía que la
amaba, pero no como se ama a una mujer, deseando
su carne y su espíritu, sino como se adora a una
Diosa espectral que ocupa tiempo y espacio en todo
el universo. Aquello magno y potente que puede
arrancarnos del pecho la pasión o la rabia, con el
simple hecho de existir, aunque fuera en nuestra
imaginación. De este modo Jaques amaba a aquella
viuda que cuidaba de su hijo enseñándole el arte de
la alquimia en el vidrio. A la Diosa que ocupaba el
centro de todo su universo. A la Dama de Chartres,
cerca de quién él, aparentemente, siempre había

231
GEORGE WEMBAGHER

vivido.

A partir de allí, cada día fue una aventura para


Jaques y para el resto de los mortales que existían en
torno la iglesia que nacía, otra vez, de sus cenizas,
como el ave Phoenix. Aquella, resultado de la cruza
entre águila, animal que representa al mismo sol en el
zenit y pelícano, el ave que se desgarra la propia
carne de su pecho para alimentar a sus poyuelos
cuando no hay comida. Del sol y del Cristo redimido,
es de donde surge aquel que nunca muere ni morirá.
Que de sus propias cenizas, como un iniciado
purificado por el fuego, entrega al mundo algo aún
mejor.

En la primera mañana después de juntar sus


herramientas y acomodar correctamente el área de
trabajo para afrontar el desafío que se le había
propuesto, Cristine salió muy temprano de su casa,
precediendo a los primeros rayos de sol, portando
una bolsa con ropas viejas hechas de lino y algodón.
Seguida fielmente por su hijo Hiram y el monstruoso
ayudante recién contratado, caminó relajada varios
kilómetros hasta la finca de un musulmán que se
dedicaba a la fabricación de papel. Había otros en la
ciudad, que hacían el trabajo, pero ella quería lo
mejor para comenzar su obra magna. Y lo mejor era
este anciano, que fabricaba el papel desde la misma
siembra de abetos y pinos para la extracción de su
pulpa. Su familia llevaba una docena de
generaciones, al menos, en dicha artesanía y sus tres
hijos trabajaban ahora con él.
232
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Cristine escogió ella misma los árboles de los cuales


se extraería la fibra de madera con la que se haría el
cartón que estaba encargando, asesorada por el
anciano ‘moro’, como le llamaba la gente del lugar.
De la correcta mezcla de abetos y pino y de la calidad
del árbol, dependería la textura y el color del cartón
resultante. Finalmente le entregó al artesano las
prendas de lino, para que de ellas obtuviera buena
fibra textil, lo que daría al cartón la flexibilidad
necesaria. Se volvieron a citar en unos días para
verificar el gramaje: el grosor que le daría el artesano
a las planchas que la Maestra estaba encargando. El
anciano debía procesar las fibras trituradas, con agua
y una cola hecha de almidón y, luego, dejarlas secar
al sol, si el tiempo era bueno, hasta que quedaran
sólidas. En caso de lluvias prolongadas, tenía armado
una especie de horno que mantenía un espacio seco
y con calor, pero a temperaturas no muy altas, de tal
modo que el material no se quemara ni se
oscureciera demasiado.

De allí al taller del herrero del pueblo. Le encargaría


una serie de mangos de metal con empuñadura de
madera, con varias placas rectangulares o con líneas
curvas, de diferentes medidas que le permitieran
armar diferentes figuras geométricas sostenidas,
todas unidas por esos mangos. Un molde armable de
diferentes figuras, con el que daría forma a las piezas
de vidrio colorido, antes de colocarlas en la estructura
general de la vidriera.

233
GEORGE WEMBAGHER

Los encargos que había hecho le llevarían unos días,


pero ella no estaba dispuesta a perder tiempo. Cada
mañana, mientras esperaba las piezas esenciales de
los talleres correspondientes, encendía todos los
hornos, bastante antes de que saliera el sol, con
abundante leña y carbón, buscando altas
temperaturas en pocas horas.

Disponía de herramientas muy antiguas, heredadas


de sus padres y estos de los suyos. Entre ellas, estos
hornos poderosos y de diferentes tamaños. Todos
construidos en hierro de importante grosor y cubiertos
por dentro y fuera por materiales cerámicos, arcillas a
base de grafito que toleraban y aislaban en el interior
del horno temperaturas que llegaban a los mil
seiscientos grados centígrados; lo necesario para
lograr la fusión de los elementos que constituirán el
vidrio. Para ello disponía de ciertos mecanismos
ingeniosamente instalados, que permitían mayor
eficiencia termo-dinámica. Una verdadera turbina,
alimentada por un fuelle gigante ubicado en la parte
posterior de cada horno, expulsaba aire por bocas
estratégicamente ubicadas en toda la periferia de su
estructura, soltando un flujo intermitente de varios
litros de aire oxigenado sobre el fuego para hacer al
horno ganar temperatura.

Mientras estos se calentaban, Cristine mezclaba


arena de sílice y piedra caliza molida en una vasija
semicircular.

- Estos compuestos deben quedar perfectamente

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

mezclados – Decía mientras removía hasta el fondo


con las manos – Mi padre me enseñó que si no se
hace bien, el vidrio no tendrá vida y la luz que lo
atraviese extinguirá su esencia divina en él. Será
como el ventanal de una vulgar taberna – continuaba
removiendo enérgicamente, exhalando pequeñas
ráfagas de aire contenido, por la nariz, con cada
nuevo esfuerzo – Aprenderéis los secretos que mis
ancestros me han dejado como un tesoro y eso os
permitirá ser los mejores en este gremio si prestáis
mucha atención

Los dos aprendices miraban atónitos cada


movimiento de la maestra, intentando comprender lo
que, finalmente haría con toda aquella aparente
suciedad, que suele barrerse y arrojarse fuera de las
casas. La Dama, entonces, dejó la vasija, que
cargaba no más de la mitad de su volumen, se dirigió
a un armario antiguo de madera en un rincón del taller
y cargó entre sus brazos, dos sacos de material que
agregaría a la mezcla.

- Carbonato de calcio y sulfato de sodio – Resopló


entre esfuerzos – Todo vidrio se hace en base a estos
cuatro elementos. Esto todo el mundo lo sabe así que
no debéis olvidarlo – Resaltó mientras continuaba
mezclando con la misma energía –

Luego volvió a dejar la vasija y se dirigió nuevamente


al mismo viejo armario. De allí, movió unas maderas

235
GEORGE WEMBAGHER

del fondo y metió la mano en una profundidad que


parecía pasarse del suelo del mueble. Los dos
aprendices seguían inmóviles, ahora intrigados por lo
que la maestra sacaría de aquel ingenioso doble
fondo. Ella regresaba con otras dos bolsas, de unos
dos kilogramos cada una, con más polvos para
mezclar.

- Y esto – Les relató con una sonrisa cómplice en los


labios – Es uno de los muchos secretos que hacen
del trabajo de mi familia, el mejor sin dudas de toda
Francia – Abrió uno de los sacos y vertió algo de su
contenido en la vasija – Dolomita – Anunció mientras
inclinaba todo su cuerpo para hacer caer el polvo.
Luego lo dejó y repitió el movimiento con el segundo
saco – ¡Y Nefelina sienita! Una piedra difícil de
encontrar…- Sonrió satisfecha de enseñarles, con
una ligera carcajada del fondo de la garganta – Estos
son los primeros secretos para obtener las mejores
vidrieras – Acabó de verter una pequeña cantidad y
regresó con ambos sacos a la cuidadosa guarda, que
llevaría tiempo cobijándolos, bajo el falso suelo del
viejo armario –

Jaques miraba al niño que copiaba en su mente todo


lo que veía, y comprendía el proceso de su
aprendizaje. Su madre formándolo para el futuro, para
seguir con la obra familiar. ¿Pero y él? ¿Por qué le
enseñaba a él sus secretos? ¿Qué papel jugaba este
hombre desgraciado, que ni a sí mismo agradaba en
la obra que allí se estaba representando? La maestra
regresó con una cubeta de agua, vertió un poco sobre
236
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

los polvos y siguió removiendo la mezcla, cada vez


con más fuerza.

El proceso continuó por varios minutos hasta que la


dama parecía ya exhausta cuando dejó a la masa
reposar. Luego se dispuso a cargar la pesada vasija
con intención aparente, de verter su contenido en un
molde rectangular y no muy profundo. Jaques y Hiram
se apresuraron a asistirla, aplacando su culpa por
dejar trabajar sola a la fatigada señora.

- Allí donde verteréis la mezcla, es el Crisol - Les dijo


mientras clavaba la vista, misteriosamente, en los
ojos de jaques – Está hecho de arcilla de grafito.
Resiste temperaturas tremendamente altas sin
romperse y contiene a todo aquello que requiere
cambiar de estado – Explicó con voz firme y segura -
En él, diferentes elementos de orígenes y
características muy distintas, aunque
complementarias, se fundirán y se unirán entre sí,
hasta formar un único elemento resultante que los
contendrá a todos, pero como ninguno de ellos…- En
ningún momento apartó la mirada de Jaques, hasta
hacerlo sentir incómodo. Él llegó a pensar, por un
instante, que hablaba para él –

Al finalizar el vaciamiento, la dama regresó al armario


para hacerse con varios sacos más pequeños. De
ellos fue cogiendo unos polvos de colores y rociando
con estos la superficie de la mezcla, que ya reposaba

237
GEORGE WEMBAGHER

en los crisoles.

- Estos polvos son producto de los óxidos de


diferentes metales. Tardan años en hacerse de las
planchas que siempre guardo en el exterior del taller.
A la intemperie. Porque estos óxidos se generan del
sufrimiento del metal, expuesto a los elementos. Al
sol, a la humedad, al frío y a la lluvia – Indicó sin
vacilar - Debéis raspar y quitar las capas
superficiales a medida que se van formando y
guardar los polvos resultantes en lugar seco o usarlos
rápidamente. De lo contrario, continuarán cambiando
de color, alejándose del resultado pretendido –
Obtenía rojos intensos de uno de los sacos y
espolvoreaba algunas bandejas con él - El hierro da
este color inconfundible – Con la voz relajada y la
mirada perdida en el material que llovía sobre la
mezcla. Luego, de otro saco sacaba un verde
profundo como la esmeralda – Cobre - Anunciaba con
la misma expresión – Y este azul, es especial –
Extrayendo el material de otro saco - Recordadlo bien
porque los azules pueden obtenerse también del
cobre, tratándolo con vinagre para que su óxido vire a
ese color. Pero este ha surgido del cobalto. Un
mineral celestial que otorga el color del infinito, si
sabéis como tratarlo – Una sonrisa dibujaba su rostro
mientras el óxido de cobalto caía sobre la grisácea
mezcla del último crisol, tornándola completamente
azul -

Una vez cargadas las bandejas; los Crisoles, donde


IGNE NATVRA RENOVATVR INTEGRA (el fuego de
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

la naturaleza lo renovará íntegramente), fueron


introducidos, cuidadosamente, en el Atanor que les
daría su nueva forma. La maestra continuó su
explicación.

- De allí ninguno de estos compuestos sólidos saldrá


sólido, sino que todos, como uno, se convertirán en
un elemento mucho más tolerante y armónico. El
vidrio es un fluido muy espeso que, a pesar de
parecer rígido no lo es. Constantemente se desplaza
y circula muy lentamente. Demora siglos, pero por
ello es necesario que se le de todo el tratamiento que
os enseñaré, para que lo que lleve grabado, no
aparezca desfigurado con el paso del tiempo

Las puertas del horno se cerraron con unos diez


crisoles dentro, que mutarían, no sin esfuerzo, a
translúcidos cristales de colores. Más tarde, se
convertirían en esculturas místicas y poderosas.

Los aprendices se turnaban en bombear el aire a


través del inmenso fuelle, a las entrañas mismas del
infierno que transmutaría la materia en él contenida.
De a cuartos de hora, dos turnos para el más fuerte,
Jaques y uno para el pequeño Hiram, hasta que el
mercurio centinela informe que la temperatura se
halla en su puno justo.

El proceso se repetía de forma cotidiana. Planchas de


vidrio cristalino y de intensos colores, con varias

239
GEORGE WEMBAGHER

tonalidades de acuerdo a su grosor, eran paridos por


los atanores en número adecuado para la titánica
obra que se proponía la nueva escuela tradicional del
arte del vitral.

Pronto llegaron los paneles de cartón. Cristine


utilizaba planchas del tamaño real del vitral que
construía. Siempre más de dos metros de altura.
Comenzó por armarse de una enorme, de unos dos
metros y medio de alto por uno y medio de ancho y lo
colocó en un caballete algo inclinado. Con un trozo de
carbón, al que había tallado para darle punta,
dibujaba las marcas por donde debía luego cortar y
dar forma al panel. Una ojiva perfecta que indicaba
que su ubicación sería la de una ventana del muro, de
corte gótico. Se ayudaba de unos planos que le
habían sido provistos por el obispado, con los diseños
de la nueva catedral y los detalles de la ubicación y
tamaño de las vidrieras.

Cortó el panel con la forma perfecta de la ventana


que contendría el vitral y luego otro, exactamente
igual, que le llevaría al herrero para que produzca los
marcos de hierro, que lo asegurarían al muro.

Una vez delimitado su universo, se dirigió a un


pequeño cuarto, donde guardaba las vidrieras
rescatadas y algunas herramientas delicadas y
regresó, con un cuadro de algo más de un metro de
largo por unos noventa centímetros de ancho,
cubierto por una tela obscura. Lo elevó y lo colocó
casi en el centro del panel de cartón. Lo descubrió y

240
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

lo fijó con unas grapas y alambre para que quede


bien sujeto. Se retiró unos pasos hacia atrás y lo
observó detenidamente. Los colores, aún sin luz para
contrastar, se veían hermosos, definidos. Las figuras:
la Virgen con el niño, eran de gran realismo y
exquisitez. Después de un momento de
contemplación, se dio un cuarto de vuelta hacia sus
aprendices, que miraban lo que ella miraba y les
contó la historia.

- Esta vidriera fue obra de mi abuelo – Dijo con la voz


entrecortada por la emoción - Él poseía una técnica y
una capacidad para producir colores y brillo en las
vidrieras, que nunca más pudo ser imitada. Ni mi
padre, que en paz descanse, pudo lograr estos
contrastes – Entre suspiros y reminiscencias
continuaba admirando el arte de sus maestros – Yo
pude, con gran esfuerzo, rescatarla del fuego, al
menos en parte. Ahora hay que rehacerla. Pero no
como era, sino mucho más grande. Para una catedral
del arte gótico, como le dice el señor obispo – Se
sonrió - Debo, además de restaurarla, agregarle
paneles hasta completar la estructura completa del
nuevo ventanal que cubrirá y que será mucho más
amplio que el que la contenía antes

Desvió la mirada hacia ambos, uno a la vez, como


preguntándoles si creían que lo lograría. Pero sus
propias respuestas solían bastarle.

241
GEORGE WEMBAGHER

- Observad bien este trabajo – Les dijo mientras


devolvía la vista al cuadro de cristal – Será vuestra
referencia para trabajos futuros – Regresó la mirada
hacia Jaques, como un felino objetivando a su presa
– Nunca entenderéis los símbolos, los significados, si
no comprendéis el trabajo hecho en estas vitrinas y
en este edificio. Asíque abrid bien los ojos – Advirtió
con fuerza -

Inmediatamente regresó a la tarea de diagramar


figuras. Como si las tuviera ya en la cabeza. Pasaba
el carbón dando forma a ángeles, mantos,
instrumentos y aves; delineando áreas que llevarían
colores específicos. Si se equivocaba, raspaba el
carbón, que se borraba con facilidad y trazaba
nuevamente la línea hasta que quedaba conforme a
lo planeado.

- Lo primero en este arte es realizar la plantilla en


cartón, con el dibujo. Es importante que sepáis de
antemano qué colores usareis para cada parte del
dibujo, porque dentro de cada área de trazado solo
puede aplicarse un trozo de cristal de esa misma
forma. No hay tonos intermedios en una misma pieza.
Por ello debéis ser cuidadosos a la hora de decidir.
De lo contrario, toda la obra será un fracaso –
Mientras hablaba, continuaba delineando, borrando y
retrazando, sin detenerse y concentrada en cada
movimiento de su mano -

En unas horas, la enorme plancha de cartón estaba


completamente dibujada. La base de la obra se había

242
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

consumado. La placa central del antiguo vitral estaba


completamente integrada al dibujo que la rodeaba. La
figura de la virgen, apoyada en el niño Jesús, se
incorporaba al nuevo y elegante vitral, diseñado para
la nueva era que se avecinaba en el cristianismo.
Acabado el esquema, Cristine se armó de varias
piezas de hierro y comenzó a posarlas sobre las
líneas de carbón, buscando armar una figura
geométrica que coincidiera con las que había
dibujado y, previamente concertado con el herrero.
Los trozos estaban allí, mezclados como un puzle.
Ella habría de ordenarlos, figura por figura, para
cortar luego los trozos de vidrio, según tales formas.

Mientras la maestra buscaba en la geometría, como si


el mundo, fuera de aquel arte místico y oculto se
desvaneciera durante aquellas horas. Bête y Hiram
salieron en busca de aire fresco a despejar las
mentes, taponadas de ideas y enseñanzas nuevas.
Se dirigieron al desbastado templo que habría de ser
reconstruido. El niño y el deforme caballero
caminaban a la par por las ruinosas calles de la
ciudad, buscando cada uno sus respuestas. El niño,
de tanto en tanto, giraba la cabeza y dirigía su vista a
los ojos del hombre y este, devolvía la mirada. Sin
hablar ni dejar de andar, uno a la par del otro.

Apenas percibiendo el paso del tiempo, se


encontraron de repente a metros de la entrada
occidente de la catedral. Un muro, aún en pie, que

243
GEORGE WEMBAGHER

casi era todo lo que quedaba de la antigua estructura.

-¡Entremos Bête! – Entusiasmado el niño le tomó de


la mano tirando de él con la fuerza de sus piernas –
¡Parece que ya han comenzado las obras!

El hombre siguió el impulso del niño y ambos se


adentraron en el vacío, que aún contenía la esencia
del Templo. Al acercarse, ambos se detuvieron a
observar el extraño trabajo de una cuadrilla que hacía
mediciones. Lo inusual era que no llevaban metros
para medir el espacio, sino una larga cuerda de tripa
de animal, atada por un extremo en una piedra del
arco de la puerta principal. La cuerda había sido
extendida hasta una rueda giratoria, ubicada casi a la
altura del ábside. Un hombre, al final de la cuerda, le
daba vueltas a una manija, la cual hacía girar a la
rueda de madera, donde la cuerda estaba engarzada.
Otros iban poniendo caballetes de madera en puntos
intermedios de la cuerda. Esta se tensaba y los
caballetes hacían de soporte, como si fuesen el
diapasón de un enorme instrumento de una sola
cuerda. A medida que el que hacía girar la rueda
daba tensión a la cuerda, otro de los hombres de la
cuadrilla ubicaba y sostenía el caballete y luego,
tensaba y soltaba la cuerda por delante y por detrás
del mismo, haciéndola vibrar. Un sonido más o menos
armónico surgía al ruinoso recinto, cada vez que el
operario hacía vibrar la cuerda. Según el tono emitido,
un tercero, que capitaneaba al grupo, ordenaba al de
la rueda:

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¡Gírala más! ¡Un cuarto de vuelta!

Y una vez que su compañero hubiera cumplido su


orden, el primero repetía la acción, obteniéndose
cada vez un sonido más equilibrado. El jefe
controlaba el resultado con otra nota, que producía
soplando una especie de diapasón de aire, que emitía
los tonos buscados. Cuando el capataz estaba
conforme, usando la misma tensión, iba haciendo
mover el caballete de sitio hasta que el sonido subía
exactamente medio tono, comparado con el que
emitía el diapasón. Y cada vez que obtenía el
siguiente sonido armónico, gritaba a otro compañero
de obras:

- ¡La siguiente columna aquí!

Y el operario se dirigía al sitio indicado y lo marcaba


con una cruz y una piedra encima.

Ninguno de los dos visitantes entendía de qué se


trataba aquello. Se miraban entre sí y volvían a
observar. Los obreros parecían estar ajenos a su
presencia. Nada parecía ser extraño en el sitio, salvo
que ni Hiram ni Bête comprendían el sentido de
aquella insólita medición. La situación se repetía cada
ocho o diez metros. El que portaba el caballete
tensaba la cuerda en un sitio y la hacía sonar.
Desplazaba el caballete metros o centímetros, hasta
que el sonido correspondía al que emitía el capataz,

245
GEORGE WEMBAGHER

con su diapasón, un semitono más arriba que el


anterior. Y cuando los sonidos coincidían, se daba la
orden de plantar allí otra columna. Así continuaron
todo un día, midiendo según la escala musical y
decidiendo el trazado de la obra.

Al llegar casi al medio del trayecto de lo que volvería


a ser la nave central, un sonido seco y estruendoso
llamó a todos a una alerta brusca y repentina. Un
sonido que retumbaba en lo que quedaba de la piedra
erguida, hizo temer que el cielo, otra vez, se viniera
abajo. Todos reaccionaron cubriéndose el rostro y
acercándose al suelo, esperando que los restos de
piedra de la altura se precipitaran sobre ellos. Uno de
los obreros salió despedido tras un alarido espantoso,
como si el látigo del diablo le hubiera arrancado la piel
y lanzado al vacío.

- ¡Cuidado! – Se oyó entre el eco del estrépito –

No hubo tiempo para más. La cuerda se había


tensado demasiado para su contextura. La distancia
era de más de cien metros desde una punta a la otra.
Obreros y curiosos se levantaban del suelo por igual,
cuando la víctima del enloquecido cabo, yacía
inmóvil. Todos corrieron hacia él intentando asistirlo.

Al llegar a su lado, la sangre bañaba los pies de los


supuestos salvadores. La cuerda, filosa como una
espada, había seccionado el cuerpo de aquel hombre
en dos, desprendiendo parte de su abdomen del resto
de su cuerpo. Yacía en posición grotesca, como si de

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

un trozo de carne parcialmente cortado a cuchillo, se


tratase, flexionado en un ángulo imposible, producto
del desgarro. La sangre, a borbotones, inundó el lugar
por unos minutos, siendo absorbida, al ritmo de su
emanación, por la tierra seca que se bebía el líquido,
agradecida, entre los restos del antiguo embaldosado,
destruido por el fuego.

Demoraron un buen rato en recoger al pobre hombre


y acomodar sus restos para poder meterlo en un
ataúd. Se lo llevaron directo al cementerio, cerrando y
clavando la caja al momento de meterlo en ella. Al
llegar al sitio de la tumba, donde esperaría a ser
despedido por los suyos, la sangre ya había
impregnado la madera y se escurría, goteando y
dejando un rastro que llegaba hasta el propio hueco
en la tierra, que sería su eterna morada. Los
hombres, a medio trabajo hecho, se miraron entre sí
con las manos en la cintura, mientras los enterradores
se llevaban el cadáver. Se preguntaban lo que ya
sabían: que debían continuar.

- ¡Mierda! – Espetó un corpulento capataz arrojando


con furia una martillo al suelo - ¡Tenían que traer un
maestro del sur! ¡De esas tierras de ideas raras para
que se ponga a hacer esta locura! – Daba vueltas en
círculos mientras explotaba - ¿¡Es que no había
maestros por aquí que se lo han traído de Pau!? ¡Un
hereje de Occitania que quiere construir por la
música! ¡Así iremos! – Detuvo su marcha circular en

247
GEORGE WEMBAGHER

seco al tiempo que sus epítetos, al ver una figura alta


y estilizada entrando al recinto por el oriente,
traspasando las paredes del ábside por sus grandes
aberturas, producto del derrumbe –

Un hombre delgado, de más de un metro ochenta,


canoso, de unos sesenta y cinco años bien llevados,
caminaba resuelto por el trazado de la nave, directo
hacia el sitio donde los trabajadores estaban
reunidos, lamentándose por los hechos. Llegó hasta
ellos antes de que el gesto de asombro alcanzara a
borrarse de sus rostros y se instaló casi en el centro
del círculo que, entre todos, estaban formando en su
reunión. Instantáneamente el círculo se abrió y todos
se posicionaron frente a él, como dispuestos a
escucharle hablar. El maestro los miró a la cara, uno
a uno y con gesto adusto, sin mediar saludo,
comenzó a hablar.

- Lamento profundamente el tener que reconoceros,


que no he sido yo el inventor de este método que
aquí se está utilizando. Vuestra antigua catedral, la
que quemasteis sin pudor – Elevó el dedo índice,
apuntando a todos a través de un semicírculo trazado
en el aire - Se había establecido ya sobre esta
misma ecuación. Su maestro original así lo había
creado – Sus afiladas facciones enseñaban un gesto
de disgusto pleno. Su voz era firme y casi
reprochante; pero el hombre estaba sereno y recorría,
con su mirada, a cada interlocutor que formaba el
semicírculo – Yo fui convocado, simplemente, por ser
conocedor del método. Por tanto ¡Dejad de quejaros y
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

poneos manos a la obra! – Lanzó como un trueno que


sembró estupor en los rostros – ¡Que esta es la
morada de Dios! ¡Y vosotros sus siervos! – Acabó de
hablar y, sin dejar de fijar la vista en sus hombres
hasta el último segundo; se retiró por la puerta de
oriente, como había llegado –

Los hombres regresaron al trabajo sin comentar lo


sucedido. Entrelazaron y elongaron otra cuerda y
comenzaron de nuevo. El Do y después su sostenido,
resonaban con poco eco entre escombros y espacios
irregulares; pero sugería ya, incluso entre ruinas, la
potencia de lo que se ordenaba en aquel predio.

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GEORGE WEMBAGHER

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La Dama de Chartres

CAPITULO  XIV  

Cristine tenía ya varias figuras geométricas, entre


rectas y curvas, que comenzaba a montar sobre los
respectivos mangos de madera, cuando los dos
aprendices regresaban a verificar sus avances.
Habían pasado horas y la maestra los recibía con una
mirada recriminatoria.

- Armar los hierros también es parte del oficio – Les


lanzó como un discreto dardo de fuego – No sabréis
cortar si primero no aprendéis como engarzar las
varillas

Una vez sujetas las llevó a las brasas ardientes, las


depositó allí y le dio un par de impulsos al fuelle que
alimentaba el fuego. Mientras se calentaba el marco,
se dirigió al armario y retiró varias planchas de vidrio
de diferentes colores, para iniciar los cortes a modo
de prueba. Depositó una de las placas de un azul
profundo, como impregnado de estrellas vivas, sobre
una mesada de mármol y se dirigió al fuego, a retirar
la herramienta de corte. Un hierro candente con la
forma que esperaba obtener del vidrio. Lo asió con
cuidado por el mango y lo posó del todo plano, sobre
la brillante superficie del vidrio coloreado. Lo dejó por
unos segundos y luego, tras retirarlo con el mismo

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GEORGE WEMBAGHER

cuidado, arrojó sobre la plancha de celeste un jarro


de agua fría. Instantáneamente y como si el cristal
cumpliera una orden divina, se partió en un sonido
seco y dejo, libre del resto de la placa, la forma
creada por la maestra.

Un perfecto polígono irregular, con dos lados en


escuadra y otro curvo, que cerraba la forma. Lo tomó
entre sus dedos y lo posó, cubriendo una de las
figuras dibujadas con carbón sobre el cartón. Se
adaptaba perfectamente. Luego la maestra revisó
cuidadosamente la pieza, sus bordes y sus caras
para verificar la calidad del corte. Deslizó la yema de
los dedos suavemente por cada arista, asegurándose
de que fuera perfecta y, una vez conforme, repitió la
operación con las diferentes placas coloreadas para
prever defectos en alguno de sus compuestos.

- Voilà – Expresó satisfecha, una vez comprobados


debidamente los materiales, levantando sus dos
manos hasta la altura del cuello con ambas palmas
hacia el cielo, regalando a sus aprendices una sonrisa
reparadora –

Luego regresó al armario y extrajo de su interior un


manojo de nervaduras de plomo. Unas varillas de
contorno cuadrangular, de alrededor de medio
centímetro de ancho, con las que construiría el marco
de cada cristal. Una especie de panal de abejas que
contendría los colores engarzados como joyas entre
metales, para finalmente, encastrar toda la estructura
en el marco principal, construido por el herrero. Entre

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La Dama de Chartres

tanto, el horno encendido a toda potencia creaba un


ambiente más que veraniego en el taller de la
maestra. Los aprendices se desconcertaron al ver el
inmenso horno funcionando, pero se abstuvieron de
preguntar, comprendiendo que ya lo sabrían.

La dama cogía con delicadeza cada varilla, la medía,


tomando como modelo el dibujo que tenía hecho en el
cartón, la cortaba con una pequeña sierra y le daba la
curva o ángulo deseados, moldeándola con sus
dedos. Una vez que la figura había adoptado la forma
deseada, procedía a unir los metales. Cuando las
piezas a acoplar eran tantas, que comenzaban a
acumularse sobre el banco de trabajo, la maestra se
dirigió al horno, abrió la puerta y retiró, utilizando una
larga pinza de hierro con mango de madera, un
recipiente cilíndrico con los bordes superiores
evertidos. Un crisol de grafito, de unos quince
centímetros de diámetro y veinte de profundidad, que
en su interior contenía plomo fundido. Apoyó el
recipiente sobre una base de metal que reposaba
sobre la mesa, muy cerca del resto de los metales.
Tomaba a consciencia las barras que uniría y, previo
constatar que su forma definitiva coincidiría con las
previstas, mojaba la punta de una de ellas en el
plomo fundido durante unos pocos segundos, la
retiraba y la juntaba con su pareja. Casi
inmediatamente el plomo se secaba y las dos varas
quedaban firmemente unidas, con el material justo;
sin dejar empastes. Cada tanto, el plomo del crisol

253
GEORGE WEMBAGHER

comenzaba a solidificarse, por cuanto la maestra lo


devolvía al atanor y lo regresaba a su estado líquido y
maleable. Repitió el proceso infinidad de veces,
haciendo y deshaciendo el camino al atanor con el
elemento unificador a punto y tolerante de las nuevas
formas. Los aprendices observaron casi todo el
proceso, aunque a veces salían a distraerse con la
evolución de las obras del templo.

La catedral iba adquiriendo su nueva apariencia. Las


piedras cúbicas, sillarejos tallados por canteros
venidos de diferentes puntos del país, se iban
encajando, buscando su lugar perfecto en la
gigantesca obra. Al principio se usaron las piedras
recuperadas de la catástrofe, pero la magnitud de la
nueva estructura superaba en mucho las dimensiones
de la anterior, requiriéndose nuevas piedras
igualmente talladas. Los dos amigos concurrían al
templo, cada día a la misma hora, esperando que se
produjera la ceremonia extraña y desconocida para la
mayoría, que no solía faltar, cerca de cada mediodía.
Los hombres tensaban las cuerdas y las hacían
sonar, tanto en la nave central cuanto en el transepto.
Aunque los tonos que buscaban en cada uno de
estos dos espacios parecían respetar escalas
diferentes.

Siempre se repetía el mismo ritual: La cuerda que


sonaba hasta que el maestro estaba de acuerdo y
luego la marca donde depositaban la piedra que haría
de base a una columna. Cierta tarde, cuando el
maestro de armonía parecía tener ganas de
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La Dama de Chartres

exteriorizar su sentimiento de satisfacción, pasó un


brazo sobre el hombro del deforme Bête, sin esperar
seguramente que éste lo entendiera y, con tono de
estar hablándose a si mismo, le soltó:

- Ahh, mon ami… Esta es una obra que el mundo


recordará por siempre… La arquitectura ordenada por
la música, llevada a cabo por la Orden de Jubal –
Realzó con orgullo evidente - Como si el mismo
Demiurgo lo hubiera planeado… - Y con una intensa
sonrisa usó la mano que había descansado sobre el
deforme hombro para señalar el punto de unión; el
crucero, al tiempo que expresaba su genialidad – Dos
escalas musicales, diatónica y pentatónica, dibujan el
cuerpo del hombre como último misterio de la
creación – Dijo y giró la mirada al atónito rostro
ininterpretable del aprendiz de vidriero. Palmeó tres
veces su giba celebrando su propia alegría y continuó
– Aquí será Jubal el que gobierne… La geometría de
la música, mon ami… Tal y como Pitágoras lo había
adelantado ¡Nunca se había intentado antes en una
obra tan compleja! – El entusiasta maestro parecía
manar luz de sus pupilas, radiante y visiblemente
emocionado –

Era un mágico momento, inmerso en la vivencia de la


creación representada en aquel edifico, cuando la
figura inmensa y rugiente aparecía desde el contraluz
con enérgico andar y en un grito ronco de enfado.

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GEORGE WEMBAGHER

- ¡¿Qué hace el monstruo este aquí en las obras?! –


Espetó colérico el maestro de Pau casi a la cara de
Bête y del maestro de armonía, al tiempo que
extendía su brazo derecho en dirección inequívoca al
pecho del aprendiz empujándolo violentamente hacia
la salida - ¡Como debo decir que nadie! ¡Repito!
¡Nadie debe ver esta construcción! ¡Es mandato del
mismo Papa que esto sea llevado en el más absoluto
secreto! ¡¿Queréis ser excomulgados sarta de
inútiles?! – Empujando sin cesar hacia el exterior del
templo a Bête por la abertura más cercana del muro –

- ¡Tranquilícese! – Lo detuvo el maestro de Jubal al


tiempo que le detenía el brazo agresor – ¡Es sólo un
pobre hombre que no puede entender nada de lo que
le decimos! – Dirigiendo la mirada al deforme
ignorante de los límites de lo que podía comprender –
No hace falta maltratarlo. No sabrá lo que está viendo
aquí, ni en ningún sitio. Déjelo ir en paz – Bajó la voz
y calmó los ánimos, con una discreta sonrisa dirigida
al tullido y un gesto de asentimiento, para indicarle
que se retirara -

Nadie creía en aquella deformidad con la mente


entumecida y la lengua torpe. Su mente no parecía
funcionar a la velocidad del movimiento del resto del
mundo. Sus vivencias, pasarían al recuerdo, a
guardarse en su mente con muy poco proceso previo.
No comprendería, pero sería capaz de recordar. Su
poder era la invisibilidad.

De regreso al taller de su maestra, cabizbajo y algo

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La Dama de Chartres

dolido por los insultos, el torpe aprendiz buscó la


puerta de entrada como si fuese su último refugio.
Resignado y a desgano, arrastraba los pies,
intentando hacer el menor ruido posible. No quería
llamar ni su propia atención, temeroso de las
reacciones de la gente al verlo. Penetró el sitio
pisando heno fresco, que amortiguaba sus pasos y,
casi en penumbras, percibió la silueta de su maestra
a la luz del fuego del horno, que todo lo teñía de un
rojizo anaranjado. La vio de espaldas a él, trabajando
concentrada con sus manos en alguna pieza
pequeña, muy cerca de sus ojos. Se mantuvo silente
durante varios minutos, admirándola trabajar.
Adorándola, como se adora a un ser que ocupa todo
el espacio vital del que mira. Sin esperar más que
verla hacer o, simplemente existir. No se preguntaba
nada ni albergaba esperanzas de que ella notase su
presencia; sólo la adoraba.

En un instante, Cristine pareció darse cuenta de que


alguien la observaba. Sorprendió a Jaques con un
brusco movimiento. Dio media vuelta con ojos
esféricos, a la vez que ocultó tras su espalda el objeto
que manipulaba. Sin embargo, cuando vio a Jaques
frente a ella pareció tranquilizarse. Movió lentamente
los brazos hasta dejar en evidencia la delicada pieza
de cristal que manipulaba, a los ojos de Bête. Un
cilindro azulado, algo retorcido sobre su eje y con una
zona más fina, ubicada a un tercio de la longitud del
tubo.

257
GEORGE WEMBAGHER

- Esto que ves es un gran secreto, que no debes


divulgar – Le dijo en tono amable, mientras giraba el
pequeño cilindro entre sus dedos – El propio Maestro
de Pau me ha pedido este trabajo y nadie debe saber
que existe – Confesó, sin que Bête pudiera entender
por qué se lo revelaba. Si porque confiaba en él o
porque sabía que no podía ni entenderla ni contarlo a
otros. De todos modos prestó atención –

La maestra buscó al tacto detrás de una de las patas


de sostén del horno y sacó otros dos cristales, uno
rojo y uno verde, que unió al azul para sostenerlos
todos juntos a modo de muestrario.

- Estos son seguros –Dijo sin dejar de presentarlos,


como si quisiera que Bête lo recordase – Cada color y
la propia forma y espesor de las paredes, le dan una
cualidad especial de vibrar ante determinadas
frecuencias o sonidos. Te enseñaré algo que no
olvidarás – Sentenció al tiempo que, con mirada
cómplice, cogió un diapasón multitono circular, que
reposaba en la misma mesa de trabajo, como si
hubiera sido utilizado previamente, ese mismo día –

Observó el tono que buscaba para soplar por el


orificio correspondiente, se lo llevó a la boca, lo
apretó entre sus labios y emitió un largo tono
disonante. Como si hubiese escogido una
combinación disarmónica, para ejecutar ante el
cristal, el cual permanecía suspendido en el aire,
sostenido por uno de sus extremos con dos dedos.
Mantuvo el sonido por varios segundos, aumentando

258
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

su intensidad a medida que debía volver a tomar aire,


para continuar ejecutando la extraña ópera. Iba,
además, moviendo discretamente la boca de sitio
para afinar más el tono que buscaba con aquella
armónica circular. De repente, ante un horrible ruido
de rebuscada disarmonía y estridencia, el cristal
pareció adoptar vida propia. Comenzó a vibrar
finamente y dio la impresión de que se hacía más
fluido, casi cambiando de forma. Finalmente, como si
el esfuerzo fuera agotador y destructivo, explotó,
haciéndose añicos y desperdigándose por todo el
suelo del sector donde la maestra hacía el
experimento. Ante la extraña situación, Cristine
mantuvo la mirada firme sobre los ojos desorbitados
de Jaques, que aún no podía encajar lo que veía.
Luego, la Maestra asió los otros dos cristales, de la
misma manera, por turnos y uno por uno, con un
acorde diferente, los cilindros siguieron el mismo
patrón de conducta que su predecesor. Se extinguían
en una explosión uniforme, como si cada molécula
respondiera al sonido, desuniéndose de su vecina. Se
disgregaba en un pequeño “Big Bang” capaz de
sembrar el suelo de polvos de cristal.

- El color no es más que el metal que se liga al vidrio


como si fuese un vitral – Explicó con delicada
expresión – Le da al cristal unas propiedades únicas y
juntos, conforman una unidad que puede manipularse
o destruirse, con las fuerzas adecuadas – Admitió con
cierta resignación en el rostro, mientras acariciaba el

259
GEORGE WEMBAGHER

siguiente tubo que sería sometido a la prueba –


Unidos, los suficientes cilindros, conforman una
estructura fuerte como el hierro, pero se deshacen
bajo el poder de la música, como lo haría la sal en el
agua…

Al acabar con el último cristal, la figura de Hiram se


dibujaba a la entrada del taller, probablemente atraído
por el ruido extraño de la armónica o el de cristales
rotos. Cuando Cristine se percató de su entrada,
apartó con el pie parte de los restos de vidrio molido
por el suelo y guardó el instrumento musical, dejando
a su hijo fuera de aquella extraña lección sobre el
comportamiento del vidrio. Por un momento, a Jaques
le pareció que todo aquello había sido hecho sólo
para sus ojos. Cristine, sin más, siguió con lo suyo,
con sus ventanales y sus marcos de hierro.

Tenía ya una buena cantidad de estructuras armadas.


Un panal de celdas irregulares pero cuidadosamente
planeadas para contener el material vital de la matriz,
creada por sus manos y su arte. El producto del
atanor que daría a la luz un perfecto sentido, para el
limitado ojo de la razón humana y la etérea
comprensión de la región más arcaica mente. Sus
dedos moldeaban y orientaban cada sector de
paneles, mientras ella se sostenía de pie, frente al sol
naciente, el de mediodía y el del ocaso, intentando
captar la dirección cambiante de sus rayos, para que
el vidrio los recibiese de la manera más eficaz,
traduciendo su mensaje divino. Así buscaba que los
espacios que ocupasen los rojos se orientaran más
260
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

hacia el ocaso, más horizontales para recibir los rayos


del sol en perpendicular a esas horas de mayor
fulgor; que los azules filtrasen en perpendicular los
emanados del mediodía. Los paneles no podían ser
concebidos en un plano, siendo la tridimensionalidad
la constante obligada para interpretar al astro rey. Los
dos aprendices se acercaron intrigados a la artista
que, según observaba al sol en cada posición,
adaptaba con sus dedos, el marco del vitral.

- ¿Entendéis lo que veis?- Preguntó la maestra sin


apartar la vista de su obra – No solo se trata de
colores y figuras. La magia no está en la obra, sino en
el sol – Les confesó solemne, sin dejar de presionar
cada unión de plomo para darles, no una forma
nueva, sino una orientación, buscando que cada
pieza recibiera en ángulo diferente, los rayos del sol –
Es así como se obtiene el efecto sagrado en el
interior del Templo. Cada hora, en el paso del sol,
emite una diferente oración, escrita en el ambiente.
Sumerge al peregrino en un mensaje específico, a
medida que el ciclo se va cumpliendo según el
mandato natural – Les dijo desviando la mirada hacia
ellos, para asegurarse de que estaban prestando
atención – Si la obra no captura la esencia del sol,
será sólo un vidrio coloreado. Sin magia, sin
sentimientos, sin mensaje. ¿Lográis comprenderlo?
Porque sin entender eso, nada valdrá de vuestro
trabajo – Sentenció regresando la mirada al marco de
plomo, mientras lo moldeaba presionando sus

261
GEORGE WEMBAGHER

diferentes partes con la yema de los dedos, suave y


firmemente –

Luego buscaba cuidadosamente los trozos de cristal


coloreado, que encajaban a la perfección con cada
uno de los espacios creados y los presionaba
suavemente, para hacerlos encajar. Si lo hacían sin
dificultad, los retiraba, les tallaba un delicado bisel
con un pequeño torno a pedal y los volvía a encajar
en el marco, como si hubieran nacido ya integrados.
Repitió la maniobra con todos los cristales dedicados
a esa parte del ventanal. Una vez acabado el trabajo
de constatar la perfección del engarce, cual si de una
elaborada joya real se tratase, lo desmontó
nuevamente, parte por parte, para rehacer el trabajo
in situ, una vez montado el ventanal en su lugar
definitivo de la iglesia. Al cabo de los días, los vitrales
iban cobrando vida. No en general, sino la suya
propia, en particular, para cada parte destinada a
refractar una parte del mismísimo Sol. Una vida
individual y única, con un alma propia del ser más
perfecto de toda la creación. La Dama paría cada
tramo del vitral como si de él se esperase más que de
cualquier ser humano. Con devoción y paciencia, con
fuerza y estrictos límites, para que cumpla con su
labor con perfección y por siempre. Los aprendices
vivieron el proceso día tras día, por semanas. Los
ojos de Jaques, “la Bestia”, captaban la luz de
aquellos acontecimientos. Los recuerdos se
almacenarían en su cerebro primitivo, casi sin que él
acabara de entender lo sucedido.

262
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

De vez en cando Bête regresaba a las obras del


templo. Se adentraba con cautela, evitando al
Maestro de Pau para no ser expulsado. Vio hacerse
los cimientos de las columnas a medida que los
muros crecían, piedra sobre piedra. Estas eran
construidas en tres partes. Por un lado las bases, con
sus pies desde el fondo del pozo en el cual se
sostenían, luego una parte del fuste, que sería
continuado en el lugar que ocuparían. Una vez
acabado éste, hasta la altura deseada, se elevaba un
capitel que acabaría el tramo hasta el arco o
nervadura que le correspondía sostener. Jaques
presenció discretamente buena parte del proceso,
sobre todo en las columnas más exteriores, cerca de
las puertas de acceso al templo. Pero una tarde,
cuando comenzaron las tareas en el área del crucero,
preparándose la construcción de las columnas más
robustas de toda la obra, una cuadrilla de
especialistas llegó al lugar, custodiada por soldados
de capas blancas y cruces rojas sobre sus mallas de
cota y desalojaron a casi todo el personal.

Bête no podía reconocer los emblemas, que en el


fondo de sí adivinaba que conocía, pero estaba más
intrigado por lo que harían allí dentro esos hombres,
en secreto. Encontró un recoveco en las sombras del
lado norte, entre tres grandes piedras que habían sido
descartadas para formar parte de la obra de los
muros y se escondió en el sitio, pudiendo divisar, a
duras penas, algunas piernas y carretillas

263
GEORGE WEMBAGHER

atravesando el sitio de lado a lado. Sin embargo, él,


sin saber bien por qué, se mantuvo firme intentando
averiguar cuál era el plan de aquellos extraños
personajes. Al parecer, se dedicaban a un grupo de
columnas situados cerca del crucero y el ábside.
Serían, según los cimientos que ya habían sido
marcados o vertidos, las más grandes del complejo; y
Jaques se sentía extrañamente atraído hacia aquella
parte del trabajo.

Realmente no pudo observar lo que hacían


exactamente, aunque logró mantenerse oculto
durante varios días. Sin embargo, tras un largo día de
trabajo, cuando todos los obreros habían ya partido,
logró acercarse a una de las grandes bases que
había sido instalada y notó que, al tocarlas
suavemente, la pequeña parte de fuste que estaba
siendo probado en su sitio, se desplazaba en el plano
horizontal con gran facilidad y casi sin frotamiento,
como si de una pieza móvil se tratase. Jaques la
movía sin entender por qué, una gran columna se
desplazaba sobre su base al simple tacto. ¿Para que
podría servir algo así? Su mente obscura y torpe no
encontraba de donde asir esta entelequia, aunque su
sorpresa le dejó una marca que no olvidaría, sobre
aquella extraña experiencia. Pasados unos días
desde aquel descubrimiento, su interés se desvaneció
por lo rutinario de aquellos trabajos y volvió a lo suyo,
con el vidrio y los marcos de las ventanas.

Cristine Nibirú avanzaba rápido en su obra. Los


cristales se integraban al metal de manera natural y
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

elegante. Las líneas de grisalla acababan los dibujos,


a la vez que ayudaban a asegurar el encaje perfecto
del vidrio sobre las varillas de plomo. El enorme
ventanal de más de dos metros de alto alcanzaba sus
formas definitivas con gran celeridad, sin sacrificar
gracia y sutileza por la prisa. Las manos de la
maestra se movían con agilidad, gráciles como el aire
de la mañana y con la suprema precisión de la
inspiración sagrada. Jaques ayudó a integrar los
últimos cristales y, con estricta supervisión de la
maestra, orientó parte de la grilla de plomo
acristalada, buscando cada rayo de sol para adorarlo
y darle entrada al templo, de la forma debida.
Finalmente, con el calor del verano instalado desde la
mañana hasta el ocaso, el gran ventanal estaba
terminado. La virgen con el niño iluminarían, a la vez
que observarían, los acontecimientos y el espacio de
la girola sur, entre el coro y el muro iluminado. La
maestra y los aprendices contemplaron la obra
acabada el día anterior a que fuera probada en el
arco que, aún a medio construir, se le asignaría.

- Esta Virgen, creada hace casi sesenta años y


rodeada por los cristales que juntos hemos agregado
– Dirigió la mirada a los dos aprendices que la
flanqueaban compartiendo el éxito – Será la más
bella vidriera de todas las de la iglesia. Sus azules,
creados por mi abuelo, no tendrán comparación
posible. Ni siquiera con los míos o los de cualquier
otro maestro de la actualidad – Diminutas lágrimas

265
GEORGE WEMBAGHER

brotaron de sus radiantes ojos, aunque


extinguiéndose antes de alcanzar los extremos de su
alegre sonrisa; dejaban, sin embargo, la marca de su
paso por aquella piel cobriza, extraña y gentil – Será
la “Velle Berriere”… - Sentenció dulcemente, de pie
frente a la obra, girando la cabeza hacia Jaques, a su
derecha, como si sólo para él fuera ese extraño
comentario-

Los aprendices envolvieron la vidriera con pieles y


mantas, intentando protegerla del viaje que les
esperaba; y se dispusieron a cargarla y transportarla
hasta el templo, para probar su encaje en el espacio
creado para ella en el muro sur. Y así lo hicieron, con
sumo cuidado, ante el asombro en la mirada de
cuantos les cruzaban en el camino, con paciencia y
estoicismo, soportando el dolor en las manos como
peregrinos, el hombre deforme y el niño Hiram. Al
acercarse al sitio, algunos hombres se acercaron a
ayudar durante los últimos cientos de metros,
haciendo algo más leve el suplicio de los aprendices.
Entre todos alcanzaron la girola sur del ábside,
rodeando lo que luego se convertiría en el coro. Se
ubicaron junto al hueco que, hasta la mitad de su
altura, soportaban a la “Velle Berriere”. Una escalera
y varios andamios fueron necesarios para elevar
aquella estructura de hierro, plomo y cristales. Fue
insertada en el hueco del muro y sostenida por unos
improvisados tabiques cortos, para evitar que se
cayera. Era necesaria aquella prueba, que duraría
todo el día, desde antes de que saliera el sol hasta
avanzado el ocaso, para perfeccionar, en el sitio, lo
266
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

calculado por la maestra en cuanto a la acción del


vidrio sobre los rayos de luz que incidirían, en
diferente posición, en cada hora del día.

Entre los aprendices, los obreros del templo


presentes en ese momento y varios ayudantes
voluntarios, lograron instalar el vitral en su sitio
provisoriamente, durante aquel día claro de verano,
propicio para recibir al sol en todo su esplendor.
Jaques había dejado su fuerza y parte de su sangre
en aquel emprendimiento, soportando el cortante
hierro sobre su espalda y sus brazos y haciendo de
pilar, arriesgándose a que aquella mole se le viniese
encima. Una vez concluida la tarea, el hombre se
echó a descansar en el suelo, de frente a la obra,
como para contemplar algo que, en algún sitio
recóndito de su mente, él sabía que tendría un lugar
en la historia.

Casi a media mañana, mientras Bête continuaba


observando la obra de cristal que cambiaba con cada
hora de ascensión solar, la Dama apareció de entre
las penumbras, a su espalda, ofreciéndole algo de
comer. Una fruta. Una manzana roja y hermosa, que
a Jaques le pareció el regalo de una Diosa misteriosa.
Cristine continuó acercándose lentamente, con una
mirada extremadamente cálida y dulce, hasta el
deforme individuo que la observaba con devoción.
Extendió una mano con la manzana libre en su palma
plana. Clavó su profunda mirada en la del hombre y le

267
GEORGE WEMBAGHER

habló con su voz más tierna.

- Te ayudará a comprender mejor lo que aquí has


visto – Le anunció acercándole la fruta, como Eva
hubiese hecho con Adán - Tú crece y mejora, a pesar
de aquellos que pretendan enseñarte… Yo volveré en
un ciclo… Como siempre ha sido – Le indicó sin
retirar esa mirada serena de sus ojos, mientras se
incorporaba con la obvia intención de abandonarlo. Le
entregó la fruta y se retiró despacio, hacia atrás por
unos pasos, sin dejar de mirar de frente al
desconcertado Jaques mientras se alejaba -

El brillo del sol, que sólo era filtrado por el medio


muro, apenas construido, encandilaba a Bête, que
veía a su maestra alejarse, como siendo tragada por
las penumbras, más allá de la luz que le permitía un
tenue reflejo. Entrecerró los ojos y puso su mano
derecha de visera, intentando mantenerla a la vista,
como temeroso de perderla, de dejarla ir. Ella, sin
embargo, se extinguía entre las sombras. Jaques se
estremeció, por una sensación angustiosa que le
oprimió la garganta. Intentó entonces levantarse para
seguirla adonde fuera; apoyó el talón de la mano
izquierda en el suelo y luego el del pie del mismo
lado, dispuesto a balancearse hacia delante para
coger impulso e incorporarse, cuando un ruido
áspero, un rechinante estertor de metal rozando
contra roca, interrumpió su impulso con un alerta.
Elevó la mirada hacia la enorme ventana buscando el
origen del sonido y, para su sorpresa, notó que el
arco superior del ventanal se movía hacia adelante.
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Buscó con la vista las clavijas de soporte del marco y


notó que una de las barras, clavadas a la pared, se
había desprendido y cedía al peso de la enorme
estructura. Impávido, con los ojos y la boca como
esferas, se quedó inerte, mirando cómo la pesada
armadura de hierro y cristal se venían desde arriba,
directamente hacia el humilde y riesgoso espacio que
él ocupaba en ese mismo instante. Estupefacto, el
deforme Bête intentó levantarse desesperadamente,
pero su tullido cuerpo no le permitía el equilibrio
necesario ni la agilidad que le sacarían de allí en los
escasos segundos que le quedaban. El hombre no
gritó. No pidió auxilio mientras veía acercarse su
destino. Mientras la ventana caía sobre él, implacable
y mortal, él se sometió a la luz que cada figura
traducía... No pensaba en lo que sucedería, sino en lo
que el astro de la luz le decía a través de los colores
creados por su adorada maestra. Lo comprendía…

- ¡Mi Dios…! – Dijo con su lengua torpe, mientras los


signos de luz cambiaban vertiginosamente, a medida
que el ventanal caía en dirección a su deforme
cabeza – ¡Te entiendo! – Pronunció en su extraño
lenguaje ininteligible, elevando ambos brazos hacia el
cielo. Tal vez para protegerse de la amenaza, tal vez
para agradecer aquella iluminación –

La estructura se desplomó implacable sobre su


cráneo, mientras él alcanzaba la altura de sus
piernas. Había logrado ponerse en pie, sólo para

269
GEORGE WEMBAGHER

recibir el pesado hierro del marco que venía a


coronarlo. El estruendo coincidió con la absoluta
oscuridad. Toda luz se extinguió cerrando sus ojos
involuntariamente. Bête pudo sentir, finalmente, como
el metal penetraba su cráneo, derribándolo
inmisericorde hasta el mismo nadir. El hombre
alcanzó a poner sus brazos hacia atrás, defensiva e
involuntariamente intentando detener su caída,
protegiendo el resto de su cuerpo. Ciego y privado de
todo conocimiento, se desplomó hasta alcanzar el
suelo con sus codos. Nada más sintió, que la
penumbra y la muerte.

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XV  

- ¡Richard! ¡Despierta! ¿Qué te ha pasado? ¡Abre los


ojos por favor! – La palma de una mano paseándose
sobre su rostro y una voz preocupada, que con
acento italiano lo llamaba por un extraño nombre y le
suplicaba que volviera en sí. Eso fue lo siguiente en el
imprevisible mundo de aquel pobre perturbado - ¿Qué
te ha sucedido? ¿Algo te ha golpeado?- La aún
confusa mente del hombre pudo identificar a aquella
voz familiar, que lo introducía nuevamente en el
mundo –

- ¿Marina? – Atinó a pronunciar Richard,


sorprendiéndose de que le salieran las palabras de
forma inteligible - ¿Qué está sucediendo? – Acarició
el antebrazo que le envolvía y sostenía la cabeza y
sintió aquella piel que le era tan familiar - ¿Dónde
estoy? Me he golpeado la… - Se tocó la cabeza y
sintió el fluido con la punta de los dedos, que corría
entre su pelo - ¿Estoy sangrando? La ventana me
rompió… - Elevó su vista y se perdió en el brillo de los
azules de la Velle Berriere, que se erguía intacta y
solemne, contenida en el majestuoso muro, frente a
él, cuando fue interrumpido por su compañera –
271
GEORGE WEMBAGHER

- ¿Sangre? – Expresó sorprendida - ¿Es que te ha


golpeado algo Richard? No sé como pudo esta gota
causarte tanto daño… - Retiraba con su mano los
restos del fluido que se deslizaba por su pelo y su
frente y que, en apariencia, había caído de arriba –
Bueno… es verdad que el techo está a treinta y siete
metros de altura – Elevando la vista hacia la
techumbre – Pero dudo que una gota pueda coger
tanta energía como para dejarte asi…

- ¡¿Es agua?! – Espetó Richard con cierta


incredulidad y decepción - ¡¿Sólo agua?!

- Bueno… - Restregándose las yemas de los dedos


entre sí para distinguir las características del líquido –
No es agua, es más bien…

- Oleo – Interrumpió un extraño de entre los varios


que se habían agolpado en torno a la víctima. Un
sacerdote de finos rasgos y nariz prominente, se
aproximó al hombre tendido en el suelo de la girola
sur y le cogió con su mano, el brazo, con intención de
confortarlo – Es oleo – Repitió – Desprendido del
cielo del templo. A gran altura… – Sostuvo mirando
fijamente a Richard esperando su reacción – Se ha
comunicado con usted… ¿Verdad? – Sin perder un
pestañeo de sus ojos, como esperando confirmación
pero, a la vez estando seguro de ello – Tiene
extrañas maneras de comunicarse con nosotros. Pero
siempre es fuerte su mensaje – Paseó la vista desde
su posición por todo el interior del templo, regresando
al final la mirada a Richard – No se asuste; otros

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

también lo hemos recibido. Este es un extraño lugar;


una extraño Templo, Es usted afortunado – Relajó la
mirada y esbozó una sonrisa ante la sorpresa de
Richard, que enseguida se transformó en ira –

Richard se incorporó como un felino salvaje lanzado a


la cacería, reconociendo el rostro del sacerdote; se le
echó al cuello mientras se levantaba del suelo,
aprisionándolo con su antebrazo y sujetándolo contra
el muro, sin percatarse siquiera de que, mientras se
elevaba, un objeto caía de su mano derecha al suelo,
generando en el acto un ruido seco que llamó, por un
instante, la atención de aquellos que presenciaban la
escena.

- ¡Quién coño es usted! – Le requirió al reconocerlo


como el hombre que les había estado observando y
escapándose de ellos, toda la mañana y el día
anterior –

- ¡Cálmese! – Alcanzó a pronunciar el clérigo entre


estertores de asfixia – Soy amigo – Pudo dejar salir
antes de resignarse –

Richard seguía bastante confuso. Parecía haber


recuperado su vida pero no entendía bien las
condiciones en las que la había perdido. Había
aceptado su nueva existencia y luego había
recuperado la anterior. No sabía bien si tenía
recuerdos o fantasías. Entre tanto, Marina se colgaba

273
GEORGE WEMBAGHER

de su brazo intentando obligarle a dejar respirar, al


menos un poco, a su prisionero, que comenzaba a
ponerse azulado como el cobalto de los vitrales.
Richard, sin embargo, desconfiando de todo y de
todos, continuó interrogando sin soltarlo.

- ¡Deje de mentir y puede que lo suelte! ¡Quién es


usted y para quién trabaja! – Sin dejar de presionar
sobre el cuello del individuo quién, cada vez más
morado, hacía el intento de emitir sonidos –

Richard asió con ambas manos, como garras felinas,


la sotana del sacerdote, con ánimo de golpearlo y
zamarrearlo contra el muro. La tensión de la tela
sobre los botones ponía el negro en brillos claros, a
punto de desgarrarse. El alzacuellos saltó de su
ubicación y el primer botón le acompañó en un
instante. El hombre no cedía y pronto, otros dos
botones claudicaron. El sacerdote seguía en su sitio,
soportando estoicamente y aguardando, en
apariencia, que el enajenado Adoniram reflexionara.
Enseguida se presentaron varios miembros del
servicio de seguridad de la Iglesia y rodearon a
Richard dispuestos a reducirlo. Este no dejaba de
sacudir al clérigo, golpeándolo contra el muro y,
cuando dos de los guardias se aprestaron a cogerle
por los brazos, el sacerdote sometido elevó sus
manos enseñándole a los guardias ambas palmas, en
un gesto que les ordenaba detenerse. Una orden de
no intervenir. Richard dudó, sorprendido por la
imagen que se develaba ante sus ojos. Bajo las
vestiduras de aquel monje, en apariencia sometido,
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

abiertas por la presión desgarrante de las manos de


Richard, una cicatriz compleja ocupaba el centro de
su pecho. Aunque sólo podía ver la parte superior de
su figura, Adoniram reconocía perfectamente el resto
de sus formas y su significado.

En ese instante, el inevitable recuerdo abordó su


mente como un flash intempestivo. El hierro
candente, rojo brillante y dueño de la oscuridad que le
rodeaba, se plasmaba implacable sobre su propio
pecho, dejando la marca de la cruz episcopal grabada
allí por siempre. Adoniram recordó que él también
llevaba esa misma marca en el mismo lugar y, a
pesar de sus instintos, reconoció que el hombre a
quien tenía acorralado, sería, probablemente, su
hermano de orden. Quitó los ojos de la marca y, como
quien busca desesperadamente una respuesta, los
clavó en las pupilas del sacerdote, intentando tal vez
llegar hasta su alma. Los desplazó una y otra vez
entre la cicatriz, la cruz del pecho y los ojos de aquel
extraño conocido. El monje, estático, le dio tiempo
para comprender.

La mente confusa de Richard divagaba entre las


apariencias y sus propios miedos y desconfianzas.
Quién él creía su enemigo parecía ser en realidad su
hermano y, para reafirmarlo, el gesto del sacerdote
que se sometía a su voluntad, impidiendo la acción de
la guardia. Dejó algo de movilidad a su prisionero,
relajando levemente la presión ejercida sobre su

275
GEORGE WEMBAGHER

cuello, lo suficiente para que el sacerdote redirigiera


su mirada hacia abajo. La fijó en el suelo, justo al lado
del atacante. Precisamente en el lugar donde Richard
se encontraba yacente unos minutos antes. Se quedó
impávido observando el objeto que allí permanecía, al
margen de la escena.

- ¿Qué es lo que llevaba en sus manos? – Le


preguntó sin desviar la mirada del objeto –

Richard no sabía a qué se refería el cura. Tuvo que


mirar él también para entender la pregunta que le
hacía. Al hacerlo recibió un nuevo escalofrío, violento
y desconcertante, que recorrió cada arteria de su
anatomía hasta erizarle el pelo. Al mirar al suelo se
olvidó del monje y del resto de sus dudas, por ese
instante. La visión le provocó un impacto de
sensaciones, recuerdos y temores que lo dejó
indefenso, sin argumentos y sin comprensión de su
inconstante realidad. Relajó sus manos, dejando al
monje en libertad y se enfocó en aquel extraño objeto
revelador, sin poder más que definirlo en verbo.

- ¿La manzana? – Pronunció y al hacerlo, los


recuerdos invadieron su mente, desordenados, sin
sentido –

La Maestra con su mano extendida ofreciéndole el


fruto del conocimiento; aquella piel cobriza y el brillo
eterno de sus ojos; el vitral que construía y que ahora
reinaba en las alturas de aquel muro de piedra de
ochocientos años… Pero sobre todo, un manojo de

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

sentimientos opuestos, contenidos y aprisionados en


su interior que explotaron al unísono en su cabeza y
en su corazón, llenando sus ojos de agua salada y
todo su cuerpo de una estremecedora corriente
eléctrica angustiante; destructora como la propia
creación…

Yacía a su lado una manzana esculpida, marrón


obscura. Richard se sentó en el suelo y se echó a
llorar desconsolado, frente a la atónita multitud que lo
rodeaba. El sacerdote cogió la escultura de la
manzana, recorrió el deambulatorio desandando en
sentido antihorario y se enfrentó a la escultura de la
Virgen negra que reinaba entre planetas y estrellas.
Estiró la mano y colocó la manzana en su sitio: sobre
la mano extendida de la Virgen del Pilar.

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GEORGE WEMBAGHER

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XVI  

Un mantel cuadriculado en rojo y blanco, un fino


florero de cristal con claveles y una variedad de
colores en pequeños potes transparentes
individuales, hacían marco visual al olor a dulces y
pan caliente. Al sabor del croissant, húmedo de café y
leche que se deshacía en la boca de Marina Vitelli,
mientras desayunaba sola, en la cafetería de su hotel.
Un día luminoso se adivinaba tras las cortinas que
decoraban los ventanales del salón comedor,
aportando la dosis de optimismo necesaria para
afrontar con energía el día que comenzaba. A Marina
le encantaba el desayuno en Francia. Un “petite
dejeuneur” decía, es la primera identidad de esta
tierra gala, seguida en horario por el buen vino y las
carnes de buey y, sobre todo, de pato. Pero sin un
buen desayuno, el ciclo no estaría completo.
Para el segundo café, la figura tribulada de su
compañero se dejaba ver tras la puerta del salón
comedor, avanzando lenta y torpemente hacia la
única mesa ocupada del recinto. Con cara de sueño y
algo despeinado, separó la silla de la mesa, se
posicionó entre ambas y se dejó caer, sin hacer más
movimientos que los justos.
- Me sorprendió no verte en la cama al despertar – Le
dijo algo dubitativo, buscándole los ojos al hablar –

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GEORGE WEMBAGHER

- A mí más bien me sorprende que te hayas levantado


a desayunar… - Respondió ella con una amplia
sonrisa en la boca y una rodaja de baguette tostada y
untada en mermelada entre los dientes – Pensé que,
con la noche que has pasado, dormirías hasta
mediodía. Por eso no te he despertado cuando por fin
pudiste hallar un poco de paz. Has hablado dormido,
te has revuelto en la cama, te has levantado a
caminar por la habitación varias veces… En fin… No
has dormido bien, diría yo… - Acabó de morder y
masticar su vianda al terminar de explicarse. Cerró
levemente los párpados al sentir en su paladar la
armónica mixtura de sabores –
Richard elevó las cejas y frunció los labios, asintiendo
las palabras de Marina. Un gesto de resignación se
perdió en la cascada de café que caía desde la jarra a
la taza, servido por la camarera que, con su
presencia, cortaba el hilo de la conversación. Al
acabar el ritual del servicio, Richard suspiró
profundamente como si buscara las palabras para
empezar a hablar del asunto. Marina le conocía bien y
acortó aquel denso camino con la pregunta que le
permitió a Richard el atajo deseado.
- ¿Has logrado por fin resolver el enigma que te
aqueja? – Preguntó ella mirándole fijamente desde su
escondite, detrás del borde de la taza de café que le
cubría medio rostro –
- Tengo un montón de recuerdos que parecen no ser
míos – Murmuró él divagando con su vista por el
entorno, como si no encontrara como centrarse – Es

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La Dama de Chartres

extraño ¡Sé que he estado ahí! – Expresó con algo de


rabia el desconcertado hombre, mientras movía la
cabeza en horizontal como si, a su vez. No pudiera
creerlo – Es decir… Sé que no, pero estoy casi
seguro…
- ¿Dónde dices que has estado Richard? – Intentó
esclarecer Marina compenetrándose en el problema –
- No sé si es dónde, la pregunta – Aclaró Richard sin
cambiar el gesto de preocupación. Finalmente fijó su
mirada como si se estuviera centrando y la llevó
directo a los ojos de su compañera – Es cuándo… -
Replicó –
- ¿Cómo que cuándo? ¿Qué quieres decir
exactamente? – Frunciendo el entrecejo y los
párpados, como si le costara ver –
El silencio se hizo entre ambos por unos segundos
interminables, en los que Marina esperaba una
explicación de Richard. Si no lo conociera tan bien
podría incluso haber dudado de sus facultades
mentales en aquel momento; pero la estrecha
relación que mantenían y la confianza que, a través
del conocimiento mutuo habían logrado desarrollar, le
advertían que debía escuchar lo que su compañero
sentía que había vivido, por más extraño que
pareciera.
- No sé si podré explicártelo bien, Marina – Advirtió
Richard con el mismo gesto compungido que traía de
la cama – Tengo la sensación de recordar partes de
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GEORGE WEMBAGHER

una historia extraña, en el Medioevo, siendo yo casi


invisible… - Se quedó estático unos minutos mientras
reflexionaba lo que él mismo decía – Todo lo invisible
que es alguien diferente en una sociedad
espiritualmente pobre y carente de valores… -
Cambió su expresión, relajando su musculatura facial
mientras miraba a su compañera, con un sentimiento
de compasión resignada en su mente – Era ignorado
por todos menos por ella… Como un fantasma,
excepto por la maestra…
- ¿Una mujer? – Elevó una ceja la italiana, sin poder
evitar, por idiosincrasia, cierto sentimiento de disgusto
– Soñaste con una mujer y ahora estás algo
perturbado… ¿Es eso? – Con claro tono de broma
intentó aliviar un poco la tensión del momento,
distrayendo con una carcajada, que no alcanzó para
sacar a Richard de su encierro –
- No es precisamente eso – Richard la volvió a mirar
con una expresión radiante en sus ojos – No era la
mujer, sino la Maestra… - Señaló con convicción –
Cristine Nibirú. Recuerdo bien su nombre… ¿Y cómo
olvidarlo? He vivido meses compartiendo su trabajo y
aprendiendo de ella – Perdió nuevamente su mirada,
con una sonrisa nostálgica en los labios –
- Richard – llamó Marina a la realidad – Has tenido
una caída porque algo te dio en la cabeza en la
iglesia. ¡Sólo te has caído…! Un segundo o algo así.
No has estado inconsciente ni te has ido del sitio… -
Le acarició el rostro con la palma de la mano y
acomodó su pelo con dos dedos extendidos – No has

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La Dama de Chartres

tenido tiempo para soñar…


- Pues no he soñado anoche, ya que no he dormido.
Y tenía estos recuerdos al levantarme del suelo ayer,
después de lo ocurrido – Volvió a fruncir el ceño y
dirigió la vista hacia el mantel, bajo su mentón, como
aislándose para entender – No sé cómo pude haber
sentido todo aquello en un instante, si no he perdido
el conocimiento. Pero ahí está en mi memoria –
Levantó la vista buscando nuevamente los ojos de
Marina – Como si alguien lo hubiera puesto ahí…
- Sólo la caída, aparentemente por causa de algo que
te dio en la cabeza, cayendo del techo. Sólo he visto
una gota de agua sucia o de aceite, que quedó como
residuo. No había alrededor ningún otro objeto que
pudiera haber provocado una conmoción o algo asi –
Aclaró ella mientras apartaba la taza, acabando de
desayunar –
Richard asintió sin hablar. Él sabía que aquella gota
de aceite había hecho más que sólo caer de aquel
cielo de treinta y siete metros de altura. Tal vez revivir
sus propios y antiguos recuerdos en un momento de
tensión. Tal vez, como había dicho aquel huidizo
cura, el Templo tendrá extrañas maneras de
comunicarse. Ella, a su vez, percibía que algo había
cambiado en su compañero y que, fuera lo que fuese
lo sucedido, lo irían descubriendo juntos, a su debido
tiempo.
Ambos se dispusieron a volver a salir para seguir

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GEORGE WEMBAGHER

estudiando la catedral esa mañana y el resto del día.


Se dirigieron a la habitación a recoger los abrigos y
los elementos de referencia que utilizarían en su
recorrido. Richard llevaba en su cabeza un millar de
ideas que deseaba constatar “in-situ”. Su sueño le
había traído más dudas que respuestas, pero lo había
puesto en el camino para conseguirlas. Recogió del
armario una carpeta negra con varios folios en su
interior y, mientras aguardaba el paso de su
compañera por el aseo, sentenciado a esperar, por el
sonido constante del secador de pelo, se sentó en la
cama y abrió la carpeta, dejando a la vista un
diagrama de la catedral y del pórtico de occidente,
todo en la misma página. Estiró la mano hasta
alcanzar el morral que estaba utilizando de
portaherramientas en aquel viaje; lo abrió y sacó de
su interior un compás y una regla de metal. Colocó la
hoja sobre la carpeta de tapas duras y comenzó a
medir las diferentes estructuras dibujadas en escala,
buscando proporciones. Los arcos de las tres
entradas, los de los ventanales, el rosetón… Trazó
unas líneas con lápiz, entre los ángulos de la base de
las estructuras y partes del arco y entre unos y otros
componentes de la decoración. Encerró las
estructuras circulares entre líneas rectas y, en los
rectángulos resultantes midió las diagonales. Entre
todas estas longitudes, que apuntaba sobre un lateral
de la hoja, extrajo proporciones para determinar cuál
era el orden que daba armonía a sus formas.
El silencio, abruptamente instaurado en la habitación,
anunciaba la inminente reaparición de Marina, que

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

salió del toilette sin ser percibida por el abstraído


Richard, quién mantenía su mirada y sus
pensamientos fijos en aquel boceto del pórtico real.
Marina se percató de la ausencia de su compañero y
decidió, en principio, no perturbar sus pensamientos.
Se sentó a su lado en el borde de la cama y se limitó
a contemplarlo mientras meditaba. Le dejó divagar
por aquellos laberintos por los cuales estaría
transitando hasta que el tiempo o las circunstancias lo
devolviesen a su mundo. Richard, sin quitar la vista
de los símbolos que él mismo había conseguido
trazar, abrió la puerta de su mundo a su compañera
con un susurro casi ininteligible.
- ¿Lo ves? – Preguntó casi sin hablar –
Marina observó el boceto que Richard tenía ante sus
ojos. Sólo veía rayas cruzadas irregularmente sobre
los gráficos de los portales y ventanales de la fachada
de la iglesia. No podía imaginarse en ellos explicación
alguna. Sin embargo, sabía perfectamente que la
pregunta de Richard no pretendía en realidad su
respuesta. Que ni siquiera era para ella, sino para él
mismo. Era él quien pretendía reafirmar lo que,
seguramente estaba apenas desvelando, de algún
intrincado universo oculto por un maestro medieval,
tras las formas aparentemente ingenuas de un templo
sagrado. Sabía que era él, por tanto, quien debía
responderse a sí mismo. Marina permaneció en
silencio, esperando que el círculo se cerrara, cuando
Richard estuviera listo. Entonces él, partiendo del

285
GEORGE WEMBAGHER

silencio, comenzó a explicar.


- Hace ya muchos años, en Berlín, asistí a una
conferencia sobre el trabajo del historiador del arte
Otto von Simson. Allí se trató, con excelente criterio,
uno de los temas más controvertidos y,
probablemente esotéricos, en cuanto a la filosofía que
motivó la construcción de algunas catedrales góticas,
de las más prestigiosas del mundo medieval –
Richard apoyó sus codos sobre sus rodillas y suspiró,
buscando las palabras apropiadas para resumir de
manera inteligible – La armonía de las proporciones
sagradas, según las diferentes escalas musicales. La
expresión del ordenamiento universal según la
armonía de la música y no de la geometría – Cortó su
discurso esperando que fuera asimilado. Desvió la
vista hacia Marina y esperó, dándole la oportunidad
de esclarecerse -
- He aprendido – Respondió con voz calmada -
acompañándote en este largo recorrido por tantas
catedrales, que las construcciones sagradas se basan
en una proporción inamovible, que hace que la
estética resulte armónica y etérea para el observador
y que está basada en el número áureo: el 1,618…, ya
que la mente arquetípica puede, aparentemente,
reconocer estas proporciones según la percepción
más primitiva, asociándolo con lo sagrado… ¿No es
así?- Estableció Marina extendiendo las manos,
intentando generar la idea de estabilidad, en su
propia mente – Pero tú me hablas ahora de otra
proporción. ¿Entiendo bien?

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Pues sí – Volvió a suspirar Richard – Entiendes


bien… El recuerdo de este símbolo estaba ya perdido
en mi mente. Hace tanto tiempo que oí hablar de él,
que no lo tenía presente. Sin embargo, estos
acontecimientos extraños revivieron mi memoria. No
puedo dejar de pensar que fue la propia catedral la
que me devolvió esos recuerdos. Es sumamente
extraño… - Volvió a fijar la vista en Marina, como
buscando su comprensión –
- Pero me habías dicho que la proporción aurea,
descubierta por Pitágoras, el padre de la Geometría,
era la base de la construcción sagrada… El alma del
universo, creo que la llamabas. La quintaescencia –
Asumió, estirando la palma de la mano y los cinco
dedos, expresando automáticamente el símbolo -
- Es correcto – Asintió Richard aseverándose con
ambas manos - Pitágoras dirigió una escuela, una
orden de las más antiguas que basaba su filosofía y
su conocimiento de Dios en la Geometría. Pero
también, como suele suceder habitualmente, existía
una segunda orden de carácter aún más esotérico
que la primera. Su maestro también era Pitágoras.
Pero trabajaban sobre un segundo orden universal…
- Detente un poco aquí – Reclamó Marina con
energía, intentando evitar perderse en la explicación -
¿Cómo que un segundo orden? ¿Y para que serviría
eso?
- ¿Recuerdas la obra de Platón? ¿Los diálogos de

287
GEORGE WEMBAGHER

Sócrates con sus aprendices? – Preguntó Richard


intentando dar un punto de partida a la explicación –
En el diálogo con Timeo, el filósofo explica cómo
después de la creación del universo por Dios, con la
entropía reinante, existió un orden dado por el
Demiurgo. Aquella representación del portal norte…
¿Lo recuerdas? – Hizo una pequeña pausa - Una
entidad que dio orden al caos de la creación. Separó
la noche del día – Hizo una nueva pausa - ¿Lo
recuerdas ya?
- Sí… - Dejó salir ella haciendo un esfuerzo para
aislar esa imagen de todas las observadas del día
anterior -
- En este diálogo – Continuó Richard - Sócrates
enseña que el Demiurgo se guió por la armonía de la
música para ordenar ese universo caótico. Las
catedrales representan el microcosmos de ese
universo ordenado. Intentan ordenar el microcosmos
del hombre según el macrocosmos, de Dios –
Frotándose los ojos con dos dedos - En la mayoría
de las catedrales, el constructor se ha regido por el
patrón geométrico de la proporción aurea. En este
caso, se ha tomado este patrón, el de las
proporciones musicales, para construir el
microcosmos – Explicó Richard ante la mirada atónita
de su compañera –
- ¿O sea que el modelo de construcción de Chartres
es diferente al resto de las catedrales? – Interrogó
ella con expresión confusa –
- Hay otras que al parecer, siguen el mismo patrón.
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Pero si quieres decir que Chartres es única en su


género, pues si… Y no sólo por eso, sino porque hay
muchas más cosas que, al parecer, expresan ideas
revolucionarias – Richard volvió a hojear sus papeles
y los bocetos que había estado haciendo mientras
pensaba –Si estoy en lo cierto, lo que hay en esta
catedral te sorprenderá tremendamente – Dijo
volteando la vista a su rostro, con mirada decidida y
sentenció – Si es lo que creo, no habrás visto jamás
algo así antes, en el mundo cristiano…
Cerraron las carpetas, se enfundaron en sus abrigos
y partieron de inmediato hacia la catedral. Ninguno de
los dos dejaría, ni por un instante, de revolver sus
ideas buscando desenterrar de ellas cualquier
concepto que brillase un poco más que el resto. El
oro entre el polvo, que les permitiera descubrir el
camino en la oscuridad; el sol oculto entre las
estrellas. Caminaban a paso acelerado por las calles
de aquel pequeño poblado. Con el peso de los
abrigos y las bocas cubiertas por las bufandas, por
momentos se hacía difícil respirar. Aún así, Marina no
podía abstenerse de continuar la conversación
iniciada por Richard, intentando esclarecer sus miles
de dudas.
- Entiendo lo que me dices de Pitágoras, padre de la
Geometría, pero también, a nivel más esotérico aún,
de la música – Reflexionó Marina a modo de
introducción – Pero ¿Por qué lo relacionas tú, en esta
catedral, con la música y no con la Geometría, como

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GEORGE WEMBAGHER

sería lo habitual?
- Porque me lo indica la propia catedral – Respondió
tajante Richard, que ya iba poniendo en orden sus
hallazgos – Verás: En el siglo XII, en Chartres
funcionaba una escuela filosófica fundada por el
obispo Fulberto, quien mandó a construir la
antecesora de la que vemos hoy: La románica. En
realidad toda la estructura de la actual gótica, esta
plantada sobre su predecesora. El maestro que la
reconstruyó después del incendio, sólo decidió sobre
el estilo, el interior y el decorado, pero todas las
medidas, la orientación y las bases estructurales eran
las de la iglesia original. Sólo se había caído el techo
y parte de los muros, pero las bases estructurales
eran las mismas
- O sea que el espíritu de la iglesia estaba ya dado
por los constructores primigenios – Ordenó Marina –
- Y por la escuela filosófica dirigida por Fulberto, que
seguía los principios cosmológicos del Timeo de
Platón. Bajo esta influencia, los pensadores
chartrianos concibieron el universo ordenado
musicalmente – Respondió Richard casi jadeando, sin
dejar de caminar - Y como te digo, así me lo indica la
propia iglesia
Marina permaneció en silencio, dando por descontado
que la pregunta resultaría innecesaria y redundante.
Le dio unos segundos a Richard para contestar,
dispuesta a golpear desconsideradamente su hombro
con un puñetazo si no lo hacía de inmediato.
Finalmente, bastó una mirada directa para acabar con
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

la espera. Richard continuó su explicación esperando


que Marina lo descubriera también, por los símbolos
vistos.
- ¡Por el decorado del muro norte!- Exclamó sacando
su enguantada mano del bolsillo, para reafirmar su
respuesta – Aparece Pitágoras esculpido entre las
artes liberales… ¡Por la música y no por la geometría!
La geometría también está, pero en un plano
secundario, más exotérico si quieres… ¡También
aparece Jubal, reconocido como el maestro de la
música, en una de las columnas del norte, cerca de
Tubalcaín, maestro de la fundición! ¿Puedes
entenderlo ahora? – La expresión viva en su rostro
demostraba su estado de ánimo ante el
descubrimiento. El lenguaje de la catedral desvelaba
sus misterios, poco a poco, para comunicarse con los
visitantes –
Marina comenzaba a comprender lo complejo y oculto
del simbolismo. El mensaje desvelaba las creencias
de toda una civilización, de una época, de una posible
herejía que la iglesia aceptaba. Se preguntaba
cuántas más, como esta, ocultaría aquel imponente
edificio que, cada vez más, se correspondía con el
gigante acostado que parecía representar, visto
desde la distancia.
La caminata y el cansancio dieron finalmente sus
frutos. De repente se encontraron de frente, una vez
más, al poderoso frontispicio. El pórtico real volvía a

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GEORGE WEMBAGHER

presentarse desafiante y omnipotente ante sus ojos.


Permanecieron unos minutos, a la distancia que el
diseño urbanístico de la ciudad les permitía,
observando la totalidad de aquel universo manifiesto
en arte románico, apreciando aquellas formas
caprichosas que a Richard, desde la primera
impresión le parecieron extrañas, profundas y
diferentes a todo lo que había visto antes. Richard
mantenía la vista, sin parpadear, entre los arcos de
los tres portales y el perfecto círculo del rosetón.
Inmóvil y ausente, despertaba la atención de su
compañera, que buscaba la forma de acompañarlo en
aquel viaje interminable.
- Nunca te ha conformado esa fachada ¿Verdad?
Desde la primera vez que la vimos – Preguntó Marina
intentando acercarse a los pensamientos de su
compañero –
- No lo creas – Respondió él, calmadamente, sin dejar
de observar – Lo estoy empezando a comprender –
Dijo con una leve sonrisa en los labios - ¿Recuerdas
que te decía que las formas no acababan de encajar?
¿Qué las estrellas no se formaban al observarla?
Pues creo que la respuesta está en esto que
acabamos de descifrar – Mientras abría la carpeta
con los diagramas y los comparaba con la imagen
que veía del imafronte - ¿Lo ves? – Le marcaba a
Marina con el índice los gráficos de los portales y el
rosetón – Las estrellas no se forman simétricas,
porque la proporción no es la geométrica del 1,618.
Sólo en ella se puede construir la estrella flamígera…

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Pero ¿No es que la estrella es el símbolo de la


expansión hacia Dios? ¿La marca del camino que
debe seguirse para acceder al universo espiritual? –
Preguntó desconcertada –
- Así es, en parte… - Respondió Richard sin dejar de
mirar los planos – Ya que las artes liberales son siete,
de las cuales cuatro construyen y tres comunican. Es
decir que a partir del Cuadrivium es que se establece
el camino hacia Dios. Y el Cuadrivium no es sólo
Geometría, sino además aritmética, astronomía y
música… Y este, amiga mía… Es el camino señalado
a través de la música – Remarcó satisfecho, cerrando
la carpeta y dedicándose a contemplar lo que había
logrado descifrar –
- ¿Y por ello no se forma la estrella en la mente del
observador? – Insistió Marina, que aún no había
acabado de entender el concepto –
- Para que se forme una estrella, es necesario que
exista una proporción geométrica, basada en el
número áureo. Esto es porque en la estrella
flamígera, sus intersecciones deben cruzarse siempre
en dicha proporción: la línea mayor mide 1,618 de la
línea que la cruza – Dijo cruzando los dedos índices
con dicha inclinación -
- Que es lo que sucede en la mayoría de las
construcciones sagradas – Interrumpió Marina
intentando no perderse –
- Así es – Respondió él, girándose hacia su
293
GEORGE WEMBAGHER

compañera para enfrentarla y ayudarla a comprender


– Porque la mente percibe la armonía geométrica y la
relaciona con lo divino. Pero en este caso, el arte
expuesta no es la Geometría, sino la música. La
mente arcaica, también reconoce estos patrones,
hecho que ya fue expuesto por Platón en el diálogo
de Sócrates con Timeo y que es el modelo seguido
por la escuela filosófica chartriana del siglo XII – Hizo
una pausa para permitirle penetrar en la idea –
- Sigo sin comprender – Reconocía ella instándole a
proseguir –
- En la armonía musical, la proporción no es 1,618,
como en la geométrica. Esta se establecerá de
acuerdo a la escala musical que se tome como
referencia, que puede ser la cromática, diatónica,
pentatónica, etc. Según la escala, la proporción
correcta oscilará entre el 1,21, de la diatónica a 1,41
de la cromática y esas son las formas que se crean
cuando se utiliza esta armonía – Señalando con el
índice la fachada – Esas ¿Ves? Unas formas más
compactas, pero no más pequeñas que las de las
iglesias diseñadas según la geometría. Parece más
un compacto grande, una forma más acotada del
espacio, pero no de menor tamaño. Esto parece
extraño a primera vista y por ello no lo había
comprendido antes. Las formas según la proporción
1,41 son más comprimidas y las estrellas no pueden
ser dibujadas en ellas sin deformarse. La mente
requiere de mecanismos completamente distintos
para reconocer estas formas y relacionarlas con lo
divino. Pero, evidentemente, lo hace igualmente bien
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

– Continuó observando durante unos segundos antes


de preguntar - ¿Puedes verlo ahora? ¿Lo percibes?
Marina demoró unos minutos en apreciar lo que le
describía su compañero. Recorrió las líneas rectas,
luego las curvas. Imaginó los planos y las diagonales
que cortan las figuras. Se incorporó a ellas en su
mente, como si quisiera fusionarla con la del primitivo
constructor.
- ¿Y quién fue el constructor? ¿El maestro de
Chartres? ¿Lo sabes? – Preguntó sin salir de entre
los arcos del portal principal –
- Nadie lo sabe… - Respondió su compañero – Sólo
que han traído un Maestro del sur de Francia –
Quedándose un segundo en blanco, abstraído por un
flash, con el cuerpo del operario muerto por la cuerda
y el rígido maestro de Pau sacándolo a empujones
del recinto - Tierra de gnosticismo refinado – Retomó
- Para aplicar la filosofía de la escuela de Chartres,
también altamente esotérica. El maestro no dejó su
huella, probablemente de acuerdo con sus
rebuscadas creencias. Por ello es aún más grande el
misterio. Parece que no hubiera sido creada por un
hombre, sino por algo mucho más grande…
Richard recordaba, sin poder ni querer evitarlo,
pasajes de su extraño sueño. Tal vez vivencia… Él no
lo tenía claro. Recordaba a aquellos maestros de
Jubal tensando la cuerda y produciendo sonidos a lo
largo de la nave. Construyendo columnas en cada

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GEORGE WEMBAGHER

tono elegido. El diapasón sonando para afinar


aquellas cuerdas que determinarían la ubicación de
cada sostén de la estructura, así como los espacios
que constituirían la nave.
Richard abrió nuevamente la carpeta. La última hoja
suelta que portaba era la que contenía el mensaje en
clave, que hablaba del tesoro que debían encontrar.
Era hora de revisar el trabajo según los hallazgos
recientes, por si algo de lo que allí figuraba, tomaba
algún sentido. Releyó el papel una y otra vez y se
dispuso a comentarlo con Marina, quién se unió a
revisarlo intentando descifrarlo.

“En el Sol, como en el antiguo Templo se guardan los


metales. Si al espacio de la Diosa se une el Sol y el
primero sostenido se mantiene donde los dioses se
unen, Jakim, dos de cinco liberará el espíritu y la
creación de la Madre, a la vez tesoro y reliquia. Sólo
cuando la Rosa Celestial se presente a la cita se
abrirá el cerrojo en cada ciclo”
Ambos se miraron con cierta decepción, al no hallar
respuesta al acertijo que debían resolver. Richard
exprimía su mente intentando relacionar aquellas
palabras, aparentemente sin sentido. Sabía que algo
indicarían. Que no estaban allí al azar, pero no
encontraba el camino hacia las respuestas que
necesitaba para seguir adelante.
- Tal vez aún no es tiempo… - Dejó caer él con tono
circunspecto –
- ¿Tiempo de que? – Inquirió ella sorprendida por la

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

afirmación –
- De entender… Tal vez aún no sabemos suficiente y
por ello no debemos entender…
- ¿Debemos? – Remarcó Marina - ¿Por qué dices
debemos?
- Porque la razón de que se hayan escogido estas
palabras para resguardar lo oculto, está relacionada
con los conocimientos que se requieren para
encontrarlo. Verás – Dijo enfrentando ambas palmas
delante de su pecho, intentando poner orden en su
propio pensamiento - Cuando no existían bancos ni
cajas de seguridad donde guardar bienes valiosos, la
gente solía esconderlos, a veces de por vida. No para
ir a recuperarlos luego, sino, tal vez por generaciones.
Para sus hijos, sus nietos o, en asuntos más
delicados que los familiares, para cuando el mundo
estuviera mejor preparado… O sea que para que
cuando las autoridades de alguna institución, siglos
después, decidieran que era el momento de
recuperarlos y presentarlos al mundo o, hacer uso de
ellos de la manera que creyeran conveniente
- Como ocurre ahora, que la iglesia decide ventilar
este asunto… ¿No es así? – Interpretó Marina con su
mentalidad policíaca –
- Así lo parece – Reconoció Richard – Pero lo
importante es que para que estos objetos ocultos
pudieran ser recuperados siglos más tarde, era
necesario dejar pistas que guíen a las personas
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GEORGE WEMBAGHER

indicadas hacia ellos, sin permitir que los que no


compartieran los mismos conocimientos, encontrasen
tal camino. Por ello, se basarían en un esoterismo
comunicado a pocos, que permitiera resguardarse de
aquellos que no pertenecieran al mismo grupo. Lo
que aumenta la dificultad al intentar descifrar estos
enigmas. Se requiere información que se supone que
no tenemos – Concluyó retrayendo los labios con
cierta frustración -
- Y si no la tenemos… ¿Cómo conseguiremos develar
el enigma? – Preguntó Marina con una sonrisa pícara
en los labios y los ojos rasgados por la tensión de los
músculos de su rostro –
- Porque la información que era imposible de obtener
en el siglo XII, hoy no es tan inaccesible. Todos eran
conceptos vinculados a Dios, a la religión y a la
filosofía. Los dioses que antes eran secretos, con
nombres inefables, hoy son estudiados por la
antropología y la filosofía teológica – Respondió
Richard con una sonrisa, mientras comenzaba a
caminar hacia las puertas del Templo -. Además –
Hizo una breve pausa antes de continuar – Antes no
se sabía que ésta era la forma que tenían de guardar
sus secretos. Lo han hecho tantas veces y se han
descubierto ya tantos, que ha dejado de ser un buen
método para esconder nada – Exhalando entre risas
discretas - Si demoliéramos la catedral – Agregó
mirando el entorno - Saldrían de ella quien sabe
cuántos objetos, documentos, huesos de santos y
tesoros de todo tipo. Sin embargo, tal vez el mayor
tesoro, que no debiera perderse ni arriesgarse, es la
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

propia catedral, con sus símbolos y sus historias


antiguas. Ella guarda la consciencia histórica de la
civilización de occidente… Por eso buscamos sus
tesoros intentando no dañarla – Reconoció Richard,
mirando los portales con emoción en sus ojos –
- Pues entonces ¿Qué hay del acertijo? – Insistió
Marina – ¿Podremos descifrarlo o no?
- Cuando estemos listos – Sentenció Adoniram – Sin
embargo, creo que ya puedo decir algo de este
enigma – Volvió a abrir la carpeta y señaló algunas de
las primeras palabras – Mira; aquí menciona a Jakim.
El nombre de la columna de la derecha, que decora el
pórtico del antiguo Templo de Salomón. Y a la vez
menciona al antiguo Templo: “Como en el antiguo
Templo se guardan los metales”. Se refiere a los
tesoros, probablemente. Y se guardaban dentro de
las columnas del Templo. Aquí hace referencia a la
derecha. Creo que lo que sea, “Reliquia y tesoro”,
como lo refiere allí, estará en una columna – Afirmó
con seguridad –
- ¿Y por qué debe estar un tesoro en una columna? –
Inquirió su compañera extrañada por el sitio de
elección –
- Las columnas eran las elegidas, desde tiempos
remotos, para esconder cosas importantes. Nadie
intentaría romper una columna de sostén para ver
dentro y, si lo hicieran, probablemente derrumbarían
la obra y el secreto seguiría resguardado bajo los

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GEORGE WEMBAGHER

escombros. La tradición nos dice que los grandes


tesoros se resguardaban en columnas, como sucedía
en la leyenda mística del Templo de Salomón –
Reafirmó mientras se acercaba ya al portal de acceso
al vestíbulo del templo, disminuyendo la marcha y el
volumen de su voz –
Penetraron al templo como la primera vez. Con
desconcierto y estupor. Tal vez no sea posible
acceder a tal recinto sin albergar este sentimiento.
Pero Richard tenía sus razones para volver a
observarlo todo. Las columnas, los espacios, los
vitrales. Todo le recordaba alguna parte de su extraño
sueño. Podía imaginar a los maestros midiendo con la
cuerda en cada sitio donde ahora veía una columna.
Recordaba el tono que los iban asignando. Como un
Do, grave y profundo en el primer espacio, cerca de la
entrada. Luego un medio tono. Un Do sostenido
buscado con esmero, para aplicar la segunda piedra
columnar. Reconocía los sitios observados como
imágenes antiguas, no por lo que había visto el día
anterior, antes de recibir aquel golpe misterioso que
cambiara su percepción. Algo más allá, recordaba el
sonido del siguiente semitono: el Re. Sabía que
aquello que la catedral le había dejado ver de su
pasado, tendría algún valor para descifrar sus
misterios. Quería creerlo. Sólo así tendría sentido, si
hubiera sido algo más que una simple alucinación.
Continuó caminando lentamente, cuidando sus pasos
al avanzar entre columnas y, cada vez que alcanzaba
una nueva marca, cantaba, en voz alta aunque casi
en un susurro, el tono que cubría con sus pasos. El

300
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Re sostenido, el Mi, el Fa, Fa sostenido y luego el


Sol. Cada semitono representaba el espacio entre
dos columnas y allí, donde en aquel instante se
encontraba, en el Sol, su mirada y su mente se
abrieron a la inmensidad. Se hallaba en el crucero del
Templo. ¡Justo en el centro, entre la nave y el
transepto! Y desde ese punto, el universo entero
pareció abrirse ante sus ojos…
- ¡La música! – Exclamó mientras se giraba de cuerpo
entero hacia su compañera, que esperaba
perdiéndose entre vitrales a la entrada del Heckal –
¡La clave está expresada en notas musicales! –
Volvió a soltar casi en un grito, al tiempo que agitaba
ambas manos como si entre ellas atrapara al propio
universo – ¡Todo se refiere a la música! – Y elevó su
mirada como si el todo, al que se refería, estuviera
realmente a su alcance –
Y al encontrarse con aquel cielo empinado, ubicado
justo en el centro del crucero y, girar la vista por lo
alto de los muros, su aliento volvió a cortarse. Su
mente a interrumpir su marcha. Sus ojos ya no
pestañearon y su boca quedó inmóvil, a merced de la
gravedad. Entrecerró los ojos por agudizar la vista o
por comprender lo que ya le era inevitable ver y dirigió
su mirada plena, como un niño que descubre a sus
amigos en un juego de escondite, a las tres entidades
que le rodeaban desde cada punto del espacio que
allí, magistralmente se representaba. Eran tres los
soles que le alumbraban; o le pedían su propia luz…

301
GEORGE WEMBAGHER

Por el muro sur, la luz entraba plena, emitida por el


sol de la mañana y traducida por el rosetón del Cristo.
Doce metros en diámetro de un sol que iluminaba el
templo con colores crípticos y misteriosos; colores
que cambiaban con el curso del día y, tal vez, del
año. Cómo un látigo giró la cabeza hacia el oeste,
fijando la vista en aquel otro Sol. En su centro un
Cristo juez, listo para determinar el destino de las
almas. Su luz, proveniente del poniente, anunciaba el
cambio al claudicar el día. A partir de allí, el Dios
transitará el camino de la noche y, si sobrevive a las
fuerzas que deberá vencer en esa lucha, regresará al
siguiente día para volver a fecundar… A dar la vida.
Enseguida su vista buscó el norte. Septentrión, donde
los misterios ocultos se desvelan con la luz del alma.
Y desde aquel muro misterioso ¡Otro Sol!
Su cuerpo se entregó a un sutil temblor muy fino e
inevitable. Su piel se erizó recorriendo como un río el
trayecto de su columna vertebral desde la base hasta
la nuca. Su mente comenzaba a comprender,
aunque, como si fuera el momento de la creación, en
una absoluta entropía. En un completo caos que no le
permitía aún, asentar ningún concepto en su mente
confusa. Aunque él ya sabía que allí estaban. Que
por fin habían sido creados. Que aquella nube de
fuego y penumbras, desordenada e ininteligible para
la pobre mente humana, había nacido ya de la
inspiración divina y tarde o temprano, el Demiurgo
haría su trabajo. Cuando aquel Big Bang se ordenara
en su cabeza, él sabía que lo comprendería. Entre
tanto, se entregaba a la belleza perceptible y a la

302
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

maravilla oculta por aquel astro maravilloso, que


cerraba el triángulo sagrado del que él mismo, sin
haberlo buscado, en aquel momento formaba parte.
Era un punto más en la línea de su base. Un
insignificante lugar, dentro de la estructura sagrada
del delta… Un sitio más que honorable, para un pobre
hombre, en las periferias de un espacio que está
reservado para el mismísimo Dios…
Aquel Sol que observaba desde septentrión no era
luminoso, como los otros rosetones que
representaban al astro Rey. ¡Este era obscuro como
la propia noche! Adoniram ya lo había observado,
desde la primera vez que había accedido a aquel
recinto, pero no lo había visto realmente, sino sólo en
apariencias. Como cualquier mortal, profano y sin
conocimientos. Y así se sentía. Cómo un simple
aprendiz que aún no podía ver más allá de lo
aparente. Un sol negro, de una obscuridad casi
completa. Sin embargo, no completa del todo.
Emanaba dorados, azules, rojos y hasta blancos, de
manera exquisita y profunda, como apuntando directo
al alma del observador. Sus sutiles formas
representaban cuadrados, escondidos entre las
figuras. En número de tres, girando, cada uno sobre
el anterior. En tres giros. El cuadrado, símbolo de lo
material, intentando convertirse en su máxima
aspiración: el círculo, símbolo de lo espiritual. Es la
materia intentando acercarse a Dios. La impregnación
absoluta de la materia. Es así como Adoniram

303
GEORGE WEMBAGHER

comprendió que se hallaba ante una representación


de la deidad en todas sus dimensiones. En el sur el
Sol de mediodía. Osiris en su máximo esplendor. En
occidente, el Dios del rojo atardecer… Ra; y el mismo
Osiris antes de morir y renacer… ¿Y la negra estrella
del norte? ¿La obscura deidad que completa el cielo
místico creado en aquel Templo sagrado? El aprendiz
comenzaba a ver una ligera luz emanando de
aquellas tinieblas dominantes en su mente. El
Demiurgo trabajaba a paso acelerado, pero él se
creía desfallecer a cada intento de abrir una ventana
para hallar luz.
Las fichas caían ordenando su mente, una a una,
eternas, sin tiempo aparente, más allá de lo
manifiesto, hasta que el Maestro comenzaba a ver,
lentamente, la respuesta que hasta entonces, yacía
en algún recoveco de su caótica mente, pasando
desapercibida, formando parte de aquellas lecciones
aprendidas sin saber para qué, sin un propósito
motivador, propio del humilde aprendiz que busca el
camino sin haber establecido un destino. Adoniram
pudo apreciar entonces, su pequeñez, su
insignificancia tremenda, desde aquel borde del
triángulo, alejado del centro pero a la vista del ojo de
Dios…
Cuando el hasta entonces informe universo de su
mente comenzó a tomar sentido, de la boca del
hombre nació una respuesta como un susurro que,
para él, fue un grito que lo ocupaba todo en su
universo.

304
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¡Isis! – Dejó ir –
Y entonces una infinidad de imágenes, palabras,
rostros, figuras, símbolos y sonidos desfilaron a la
velocidad de la luz por su mente renacida. Sus
experiencias, sus seminarios, las décadas de estudio
en bibliotecas y las cientos de clases de instrucción
en simbología y traspaso del conocimiento ritual
comenzaron a tomar sentido, sólo para comprender
aquel antiguo y poderoso secreto, que se encontraba
entre los mejor guardados de la humanidad. Isis, la
diosa alada egipcia; la destructora y a la vez creadora
de la naturaleza; la misma a quien los sumerios le
adjudicaban la destrucción del mundo, a la vez que su
renacimiento a uno mejor… Y que nombraron a
través de su escritura, en las tablillas descifradas para
los años setenta, dándole un nombre, para Adoniram
algo más familiar. El Maestro recordó el nombre de la
Diosa Madre de aquellos que dieron origen a casi
todas las culturas y, cuando lo iluminó en su mente,
llena a la vez de música divina, se giró hacia Marina,
que se había acercado a él intentando ver lo que él
veía y le dijo, mirándola a los ojos con expresión
radiante:
- ¡Nibiru!
Y a su mente llegaron todos los recuerdos de su
extraño viaje. Su maestra vidriera y alquimista,
Cristine Nibirú, sus compañero Hiram y él mismo… La
Bestia.

305
GEORGE WEMBAGHER

Finalmente todos los personajes de aquella historia


¡Estaban en su mente! Sus nombres, al menos, le
eran conocidos, aunque algunos olvidados entre
miles de recuerdos de sus múltiples trabajos y temas
de estudio. Tal vez el contacto con aquella catedral
tan especial los hubiera reactivado, atraído a la
superficie de su mente. Tal vez esa sea la explicación
para aquel sueño alucinante, que parecía requerir de
mejor explicación. O, tal vez, sea cierto que la
esencia inmaterial del Templo, fuera capaz de entrar
en contacto con la mente de quien busca respuestas,
con honestidad…
Marina, si bien en silencio, deseaba una explicación a
la extraña conducta de Richard, quien aunque
actuaba de forma natural para él, aparentaba estar
casi enajenado a los ojos de quien lo estuviera
observando desde fuera y sin entender su inmersión
en aquella escena mística. El hombre, se hallaba en
el centro del universo. En aquel crucero, rodeado de
Dioses de tremendo poder, entendiendo al menos
parte de su mensaje y de algún modo inexplicable,
compartiendo ese pequeño y a la vez eterno espacio
triangular con ellos. Ese instante sería único en su
vida y él lo sabía. Como una iniciación, no se repetiría
en su mente aquella sensación, aunque volviera a
habitar ese espacio en otra ocasión. La experiencia
del descubrimiento de la luz es única a irrepetible.
Sólo se vive una vez con cada iniciación. Y aunque
aquel era el momento de Adoniram, la ansiedad de
Marina requería parte de su atención, para lograr que
la armonía fuera perfecta y compartida. Pasó su

306
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

brazo derecho por el hombro de su compañera y


frunció algo los labios, en un gesto fraterno, como
preludio para empezar a hablar.
- Acabo de verla… - Le dijo con voz entrecortada – Sé
quién es la Gran Diosa adorada en este Templo
mágico – Dirigiendo la mirada, nuevamente hacia el
sol que, cada vez más obscuro y temerario, parecía
querer desprenderse del muro y ascender al eterno
cielo estrellado que le serviría de marco en su
constante camino misterioso – La verdadera Madre
Tierra – Entregó espirando el resto de su aliento –
El momento era vibrante. Envolvía a Marina quien
aún sin entender, comenzaba a sentir la energía que
su compañero amplificaba como un arca sagrada,
recibiendo el espíritu del propio universo. Toda la
ciencia de siglos, de milenios de estudios místicos y
adoración de tantas culturas, desveladas ante sus
humildes ojos, en el marco de un microcosmos
universal ordenado según las enseñanzas de
Platón… Las siete artes liberales entrelazadas, como
un único ovillo de conocimientos, exigiendo el máximo
de sí al Maestro aprendiz, que intente comprender
este misterio. Sin la astronomía, la geometría, la
aritmética y la música, este universo no sería
comprendido. Y sin la gramática, la lógica y la
retórica, no podría ser asimilado ni explicado. El arte
real en pleno. La escuela más antigua de la
humanidad enseñando su vellocino de oro, ante los
desbordados ojos de aquellos visitantes al universo

307
GEORGE WEMBAGHER

de Dios; al infierno de los cielos… Los legados de


tantas culturas, presentados con gracia y desparpajo,
a los ojos de todos aquellos que sean capaces de ver,
por los sabios de la escuela de Fulberto de Chartres,
en el siglo XIII.
Marina, por su parte, aunque extasiada por la
situación que adivinaba, expresaba en su mirada su
necesidad de alguna explicación más amplia.
Adoniram, compadeciéndose de su sufrimiento y su
deseo de luz, se apartó un instante de su
contemplación y comenzó a encender las débiles
candelas que podía ofrecer a su compañera.
- Desde aquí – Dijo dibujando un círculo a su
alrededor, en el centro del crucero – El sitio del
hombre en el universo metafísico, la creación se
desvela ante tus ojos – Sentenció mirando el rostro
quieto de Marina y dejándole un segundo para
ubicarse en el sitio – Puedes ver los tres puntos del
triángulo divino, remarcados por los componentes
supremos de la dualidad universal y creadora –
Señalando los tres soles que rodeaban el espacio que
habitaban – El sol de mediodía, fecundante y creador,
el Sol del poniente, pronto a afrontar su viaje
misterioso y el obscuro Sol, que plasma la
renovación, la destrucción y la vida misma, cada vez
que establece su contacto con su par en la dualidad –
Tomó la manos de su compañera entre las suyas y se
dirigió a ella, a través de sus ojos – El rosetón a
mediodía, irradia su luz, la que viene del Sol y se
dirige directamente al seno de Isis, sobre el muro
norte. La fecunda con esa luz, generando creación y
308
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

vida. El Rosetón de occidente, hace lo mismo con la


luz que lo atraviesa desde el poniente, generando
nuevamente, el apareamiento entre deidades. El
absoluto “Hierus Gamus”, indispensable para la
creación – Dejó otro tiempo de reflexión esperando
las dudas de su compañera –
- Pero… - Marina se mostró dubitativa – ¿Con quién
exactamente se aparea? – Preguntó buscando con la
mirada una posible pareja de aquel círculo luminoso,
aparentemente solitario en el extremo más distal del
triángulo que ellos, desde su incompleto punto de
vista, podían observar –
Adoniram, sin soltar su mano izquierda, comenzó a
andar, llevándola como un guía hasta el centro de la
nave.
- Con ella… - Dijo de manera resuelta, como si
siempre hubiera sabido las respuestas que acababa
de descubrir, mientras señalaba el enorme círculo
bicolor, esculpido en el suelo de la nave, equidistante,
igual que el rosetón, a la base del muro de occidente
– Con la Diosa.. – Completó –
Marina observó, sin ver aún. Repasó la circunferencia
del laberinto y la del rosetón, se percató de la relación
con respecto al muro y sintió la coherencia de ambos
símbolos, integrados en sí mismos. Realineó sus ojos
con los de Adoniram, sin acabar de comprender aquel
mensaje que sabía que miraba, pero que aún no
podía ver. Adoniram, por su parte, sabía que haría

309
GEORGE WEMBAGHER

falta más.
- En algún momento del día, la luz que atraviesa el
rosetón de occidente se proyectará hacia el laberinto
– Le dijo deduciendo – y esto representará la unión
celestial, venerada por los antiguos – Dirigió la vista a
su alrededor, como buscando ubicarse en el espacio
antes de seguir hablando – Y ¿Te has dado cuenta
en dónde estamos? ¿Dónde se produce esta unión
celestial? – Preguntó con una sonrisa tierna en los
labios –
Marina repitió el procedimiento mirando a su
alrededor y, como por inspiración sagrada, sintió
dentro de sí la sensación de quitar uno de tantos
velos que nunca antes había logrado alcanzar.
- ¡En el centro del triángulo! – Dijo exaltada – En el
sitio del ojo o de las letras hebreas con el nombre…
¡En el sitio de Dios! – Dijo con los ojos enormes y la
emoción brotando de ellos –
- Yah-Have… - Completó Adoniram – Yah, nombre de
hombre y Have, de mujer… Yahveh… - Dejó en el
aire como un rezo, como una llamada desde el
antiguo libro sagrado –
- ¡Por Dios! – Lanzó Marina desde el alma, dándose
cuenta de que nunca había estado mejor expresado –
Necesito tiempo para pensar en esto – Dijo
retirándose del sitio como si le ahogara, buscando la
puerta para salir de aquel cielo perturbador –
Richard la siguió durante algunos pasos, notándola,
de alguna manera, perturbada o sobresaltada. La

310
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

alcanzó, la cogió del brazo y detuvo su andar


buscando relajarla.
- ¿Qué te ha pasado? – Inquirió con gesto
preocupado –
- No lo sé – Respondió ella pasándose la mano por el
pelo – He tenido una sensación extraña… No puedo
definirla, como si realmente estuviera ante la
presencia de Dios… - Se detuvo por unos segundos
como retomando el control antes de proseguir – Tú
sabes bien que no soy particularmente creyente –
Explicó elevando ambas cejas, como tratando de
justificarse – Pero por un instante he tenido miedo de
estar equivocada, de haberlo estado siempre…
Expresó confusa, acabando con un gesto de desgano
– En fin, no puedo explicar por qué me sentí inquieta
pero ya se ha ido la sensación – Dijo dando media
vuelta y prosiguiendo su camino, como intentando dar
por terminado el episodio –
Richard, sin embargo, no quiso dejarlo así y entendió
que, una explicación más profunda, podía estructurar
mejor los sentimientos que su compañera no parecía
poder controlar con eficiencia. La volvió a retener
sosteniéndola del brazo y forzó el encuentro de
ambas miradas.
- No te asustes – Le dijo en tono comprensivo – No te
estás volviendo creyente, si es lo que te preocupa –
Dibujó una sonrisa en su rostro que hizo un efecto
rápido en el estado de ánimo de su compañera – No

311
GEORGE WEMBAGHER

es a Dios a quien te encuentras en el centro… -


Remarcó metiéndose en sus ojos – Es a ti… -
Mantuvo unos segundos el silencio, hasta que ella lo
entendiera - Aquí está todo aquello en lo que la
humanidad ha creído por milenios y por lo que ha
hecho, bien o mal, casi todo lo que ha hecho –
Explicó, ya más relajado, mientras proseguían su
marcha hacia la salida - Es el motor de las
civilizaciones y todo aquello cuanto el hombre ha
venerado, desde lo más profundo de sus creencias.
Esto puede incluso no ser cierto. Pero la carga que
lleva en los conocimientos arquetípicos de los seres
humanos no puede eludirse – Se giró, deteniendo la
marcha y llevando a su compañera a hacer lo mismo
para enfrentarse con aquel universo que pretendía
dejar atrás – Todo esto está en tu mente, aunque no
lo sepas. Estos arquetipos, conocimientos arcaicos
incorporados al inconsciente, vibran con los símbolos,
aunque no sepamos por qué. Por eso la gente se
siente diferente cando penetra una catedral bien
construida, un Templo budista o incluso, una
mezquita o sinagoga. Los símbolos resuenan en su
inconsciente y se comunican, aunque no podamos
comprenderlos – La tomó de la mano y la miró
fijamente a los ojos buscando darle calma – Por eso
algunos intentamos comunicarnos con la piedra y los
cristales, para que nos lo aclaren… - Sonrió buscando
contagiar a Marina, antes de continuar su camino
hacia la puerta –
Saliendo de la nave se encontraban, junto a una de
las puertas del Templo, con una tienda de recuerdos

312
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

estratégicamente colocada y a la vez, discretamente


disimulada entre decorados de madera obscura. Al
pasar frente a la puerta, una figura familiar se
distinguía tras el cristal, aproximándose hacia la
pareja. El sacerdote, que ya no se ocultaba a los
pasos de Richard y que había recibido un buen
zamarreo durante el incidente sufrido el día anterior,
estaba allí, probablemente observando sus pasos,
como parecía ser costumbre. Richard sabía ya lo
suficiente de aquel hombre como para no temer lo
peor, aunque no tenía del todo claro si debía darle su
confianza.
- Buenos días – Se aproximó el cura con actitud
amigable y sonriente, ante la expresión reservada de
ambos visitantes – Ayer no tuvimos oportunidad de
hablar con tanta confusión – Dijo tendiéndole la mano
a Richard - ¿Está mejor hoy?
- Algo – Respondió él más por compromiso que por
deseo –
El sacerdote completó el saludo y luego tendió la
mano a Marina, con la misma deferencia. Al acabar,
con ambas manos unidas en su espalda, comenzó la
tarea de allanar la relación que había comenzado de
forma áspera.
- Creo que ya habrá entendido cual es mi función en
todo esto – Continuó el cura intentando restablecer el
camino trazado – Tendrá usted en claro que estoy
aquí para servirle y no por otra cosa… ¿Verdad? –

313
GEORGE WEMBAGHER

Apuntó inclinando levemente la cabeza en sentido


oblicuo –
- Pues… - Richard apretó los labios, elevó ambas
cejas y se inclinó de cuerpo entero, levemente hacia
delante, como dejando sembradas algunas dudas –
Por lo que he visto ayer en nuestro breve forcejeo,
debería confiar en usted… ¿O no? – Abrió Richard la
puerta para llegar a un entendimiento - ¿Caballero? –
Dejó caer casi provocando –
El sacerdote miró a su alrededor hasta constatar que
nadie observaba su conversación. Entonces se llevó
el puño derecho al pecho, cerca del hombro izquierdo
y con gesto discreto pero firme, lo golpeó con firmeza
y lo arrastró unos centímetros, en sentido diagonal.
Estaba haciendo el esbozo de un signo de
reconocimiento entre miembros de la misma orden. El
Persignatum servía para que dos miembros de la
hermandad de los Caballeros de Oriente se
identificaran cuando había dudas de la pertenencia de
uno de ellos a la orden. El cura estaba confirmando,
sólo para los ojos de Adoniram, que lo que el día
anterior había observado era lo que él creía que era.
Una cruz episcopal grabada a fuego en la piel del
tórax. La marca de un caballero de la Orden Vaticana
de Oriente, de la que Richard era ya un miembro
reconocido. El hombre no completó el saludo, que
exigía llevar el gesto cruzando el tronco hasta la ingle
derecha, porque Marina estaba delante. Pero lo
hecho fue suficiente para convencer a Richard de que
hablaba con la persona correcta.

314
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Soy el Padre Jerome Depuy – Dijo el cura ya más


sereno – Y si puedo ayudarlo en su misión, lo haré sin
dudar. Esas son mis órdenes
- Y si está para ayudarme – Lanzó Richard como
último resabio de recelo – ¿Por qué se ocultaba de mí
en los días pasados?
- Por prudencia – Contestó resuelto el cura – No
puedo ayudarle ahora como lo hubiera hecho de
incógnito
- Explíquese, por favor
- Usted no está trabajando en libertad y solitariamente
como cree – Advirtió el sacerdote con gesto de
preocupación – Puede que le parezca que sí, pero le
aseguro que habrá gente esperando que algo de lo
que diga o haga resulte peligroso. Entonces atacarán
– Le soltó mirándolo directamente a los ojos –
- ¿Atacar? – Sorprendido Richard, con una carcajada
a medio ejecutar – ¿Por leer el simbolismo de una
catedral?
- No me lo explique… - Deteniendo el discurso con
los dedos de ambas manos tocando los anterazos de
su interlocutor – Conozco su misión y créame…
Todos la conocen – Volvió a advertir con los ojos
forzadamente abiertos, como dos semáforos en rojo –
Y hay quienes darían su vida para impedir que se
divulguen sus secretos
Richard comprendió que era inútil hablar más. El
315
GEORGE WEMBAGHER

Padre Jerome tenía en claro cuál era su misión y por


lo que veía, había otros que estaban dispuestos a
evitar que la cumpliera. Una guerra que debía pelear
si quería desentrañar los misterios que venía a
buscar. Eso le había sido ordenado y él no sentía que
tuviera elección. Decidió hablar claro con el sacerdote
para intentar acortar el camino que había ya
comenzado, en torno al lenguaje del templo. Le era
indispensable comprenderlo si pretendía establecer la
posición de los objetos que buscaba. El sacerdote le
abrió una puerta para ello al interesarse por su
progreso en tal materia.
- ¿Ha logrado ya entenderse con este antiguo
Templo? – Inquirió el cura, paseando la vista por el
entorno – Es complicado su mensaje – Dejó caer
Richard comprendió que el Padre Jerome estaba ahí
como su custodio, pero no para enseñarle a ver.
Probablemente haría lo que a Richard le sirviera, si se
lo pedía, pero no parecía dispuesto a enseñarle a
“leer”. Richard decidió cortar con las suspicacias y
poner las cartas sobre la mesa, intentando
aprovechar un tiempo que le resultaba precioso.
- Casi puedo imaginarme cómo debéis reíros,
vosotros los sacerdotes que sabéis lo que hacéis, al
celebrar una misa dominical en esta catedral – Dijo
con expresión relajada y actitud resuelta, buscando la
sorpresa en la mirada del cura, que acusaba recibo
de sus palabras –
- ¿Por qué me dice eso? – Algo ofuscado – Usted,
aunque laico, no deja de ser un hombre de la
316
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

iglesia…
- Y no lo niego, créame… Pero me pregunto como se
lleva el saber que se está diciendo algo en lo que no
se cree en absoluto – Dejó en suspenso sus palabras
esperando descolocar a su evaluador – Quiero
decir… - Continuó sin dejarlo reaccionar –Esta
catedral Sanjuanista hasta la médula, que en todos
sus decorados exteriores e interiores habla de un
Templo del hombre, pone a Jesús cono un igual a
todos los suyos, a María y Ana como iniciados, a
Pedro como un usurpador y a Juan el Bautista como
un desposeído de sus atributos y carcomido por los
falsos profetas… - Comenzó un corto paseo en torno
al cura, pasos cortos y una actitud erudita, que no
dejarían dudas de que algo, al menos, había
comprendido de aquel misterioso recinto sagrado – Y
que desvela que no hay cielo ni infierno para el alma,
que no sea producto del propio juicio personal,
echando por tierra casi todos los preceptos
enseñados por el catolicismo ortodoxo y que para
completar la idea, presenta a todas luces la adoración
al único Dios externo al alma del hombre… A aquella
adorada por Sumerios y Egipcios como la devoradora
de mundos… Y la presenta a la vista de todos,
advirtiendo además, que se preparen para morir
cuando ella lo decida – Miró fijamente al sacerdote
con sus ojos bien abiertos, desafiante y exigiendo una
respuesta – Esa misma Iglesia, celebra misa y
enseña el catecismo de algo que niega en cada uno

317
GEORGE WEMBAGHER

de sus símbolos… - Cerró con un gesto de afirmación


repetitivo con la cabeza, esperando la evaluación de
quién decidiría si había visto lo suficiente –
El padre Jerome se mantuvo estático, observando a
Richard por unos segundos que se hicieron eternos.
Sin pronunciar palabra. Probablemente intentando
decidir cómo actuaría. Estuvo a punto de emitir una
palabra, pero al parecer, decidió que no era
necesario. Finalmente relajó su rostro, hizo un gesto
de asentimiento con la cabeza, más para sí mismo
que para los demás y exhaló el aire que tenía
retenido desde hacía un tiempo. Dio un pequeño paso
hacia un lado como para girar hacia la puerta de
salida y comenzó la marcha con una corta y rígida
palabra.
- Síganme
Atravesó el portal y continuó hacia la calle. Marina,
sin entender del todo la situación, se acercó al oído
de su compañero y preguntó, más por preocupación
que por curiosidad.
- ¿Qué ha sido todo eso? ¿Y lo que le has dicho?
- Ya te lo explicaré – Cerró Richard para tranquilizarla

La marcha siguió hasta la acera, girando hacia el
norte y rodeando la esquina hasta una puerta que
daba entrada desde el muro de septentrión y,
enseguida, presentaba una escalera de caracol que
descendía en sentido antihorario.

318
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿Dónde nos lleva? – Interrogó discretamente Marina


al oído de Richard, no exenta de preocupación –
- A la cripta, creo… - Respondió él sin lograr calmar
con eso la ansiedad de su compañera –

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GEORGE WEMBAGHER

320
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XVII  

Tras descender la escalera de caracol, la pareja


seguía de cerca los pasos del sacerdote quien
avanzaba a paso firme, aparentando no vacilar. Sin
mirar hacia atrás; sin reparar en sus invitados.
Absorto por un objetivo que sus acompañantes aún
desconocían, seguía una ruta que, al parecer, no
muchos conocían. Los angostos pasillos excavados
en la tierra, como una catacumba proverbial,
sembraban de tinieblas el recorrido de los
buscadores, quienes como topos se guiaban por los
pasos de aquel que los transitaba antes que ellos.
Solo los muros, decorados con guardas y estrellas
doradas envejecidas y apagadas por el tiempo,
aportaban la luz que les permitiría seguir en el sentido
correcto. Aunque su guía, guiado por sus
conocimientos, no requería de más claridad que
aquella que manaba de su propia mente; espíritu
impulsado por la decisión de llevar a sus invitados
hasta el sitio correcto.

De repente, la marcha del guía hizo un alto frente a


una capilla convenientemente iluminada, dando
realce a una intrigante Virgen oscura. De madera.

- Notre Dame Sous-Terre – Se limitó a anunciar el

321
GEORGE WEMBAGHER

clérigo con expresión formal, como si en su paseo,


esta imagen fuera importante para apoyar alguna idea

Richard captó el mensaje y observó atentamente a la


Virgen. Entronada, obscura y coronada, con su hijo
en el regazo. Como corresponde a una verdadera
Diosa.

- Nuestra señora del subsuelo… - Susurró al oído de


Marina –

- ¡Lo he entendido! ¡No soy analfabeta! – Respondió


algo ofendida, elevando el tono del murmullo aunque
sin agregar voz al aire espirado –

- No es eso… - Aclaró Richard intentando disimular


su discusión frente al cura – Lo he dicho por el
nombre… Piensa en la caverna… La tierra… - Acabó
la frase con una brusca elevación de ambas cejas y
los ojos saltones, intentando remarcar la idea -

Sin intervenir, el sacerdote siguió su camino


esperando que ambos le siguieran. Varias salas
transitaron, desviándose a derecha e izquierda por
aquellos senderos subterráneos, creados para el
primitivo Templo, corazón de los que se apoyaron en
él, siglos más tarde, hasta alcanzar la superficie de la
tierra. Al final del camino, una capilla y un altar,
modernamente decorados, al estilo del siglo XX más
que al del XIII, parecía anunciar que habían llegado a
un destino, que no entusiasmaba como reliquia. El

322
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

guía se dirigió hacia el final de la sala y, por una


puerta lateral, los guió a un estrecho pasillo entre
tabiques de madera de nogal, que acababa en una
puerta rústica y de gran robustez.

- Por favor, aguarden un momento aquí mientras voy


por las llaves – Indicó amablemente el clérigo
enseñando ambas palmas solicitando paciencia –

Los tacos del cura marcaban sus pasos, que se


alejaban por el pasillo forrado en madera desde el
suelo hasta el techo. A medida que se retiraba los
visitantes se iban poniendo más inquietos. Marina,
ante la expectativa de la espera, aprovechó para
interrogar a Richard sobre su discurso ante el clérigo.

- ¿Qué fue todo eso que le has dicho al cura?-


Inquirió con tono reclamante – No entiendo bien esto
de la iglesia de San Juan y encima dices que hay otro
Dios, externo ¿Venerado en ella? ¿Y que te ríes de
las misas? ¿Es que intentas que nos quemen por
herejes aquí mismo? – Espetó algo enfadada – Al
menos para que muera entendiéndolo, explícamelo a
mi antes de que enloquezca con tanto acertijo…
¿Quieres?

- Disculpa si te he incomodado – Admitió con una


sonrisa esbozada en sus labios – Era necesario darle
la prueba que buscaba. De lo contrario no nos
hubiera ayudado

323
GEORGE WEMBAGHER

- Pero ¿No es uno de los tuyos? Debe tener órdenes


de colaborar ¿O no? – Juntando los dedos de la
mano derecha y apuntando hacia arriba con un
rítmico balanceo desde la muñeca –

- La verdad es que no estoy seguro de ello… De


nada, más bien, por ahora – Apretó los labios con
expresión dubitativa en el rostro – No acaba de
convencerme el cura… No se… - Negando con la
cabeza – No lo veo tan claro… No me fío del todo

- Pues explícamelo a mi, que no he entendido una


palabra de lo que le has dicho ahí arriba – Exigió ella
con un dejo de fastidio por la constante incertidumbre

- Muy bien – Bajando la vista al suelo, buscando las


palabras para resumir – El rito católico…

- ¿Rito? – Interrumpió ella abruptamente al oír una


palabra que no estaba acostumbrada a relacionar con
la Iglesia –

- Sí – Reafirmó él, desviando la mirada hacia sus


ojos, percatándose de que la explicación debía
iniciarse algo más atrás – Un rito – Continuó
enseñando ambas manos enfrentadas ante sí, como
si intentara delimitar, en la mente de su interlocutora –
Es un conjunto de ceremonias, rituales, filosofías,
dogmas y, en general, enseñanzas, organizadas de
una determinada forma, metódica y acordada por la
organización que lo dicta, siendo ésta la manera de

324
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

transmitir y estructurar los conocimientos que dicha


institución decide transmitir a sus miembros. Esto se
aplica tanto para una orden religiosa, cuanto para una
filosófica o cualquier otro sistema de enseñanza, que
se haga de forma rígida, a través de ceremonias,
alegorías o similares. De tal manera que la misa, por
ejemplo, es un ritual, que forma parte de un rito. El
católico, el anglicano el calvinista o cualquiera otro.
Es común, por tanto, entre aquellos que estamos
familiarizados con esta clase de cultura, el referirnos
a estas escuelas, por así decirlo… O iglesias, si
prefieres, como ritos – Volvió a mirarla para
asegurarse de que lo había comprendido – Debes ser
amplia en los conceptos, si quieres entender e
interpretar el pensamiento, las culturas, que es lo que
realmente hacemos a través de los símbolos… -
Concluyó con una mirada condescendiente –

- Muy bien – Aceptó ella – Prosigue entonces…

- Pues cada templo presenta la filosofía de quién lo


construyó, reflejada en sus símbolos, como no podría
ser de otra manera. Este, como ningún otro, deja en
claro la enseñanza esenia, que a menudo se le
atribuye a Jesús: El universo espiritual, el cielo, el
Cristo, el Dios mismo, está dentro del hombre. El
Templo es, por tanto, la representación del hombre y
nada más… Es por eso que parece un gigante
tendido, con los brazos abiertos. Y esto es Católico
Apostólico Romano, ya que cuando alguien visita al

325
GEORGE WEMBAGHER

Papa, siendo un religioso o simplemente un iniciado,


debe tomar la posición del templo, postrándose en el
suelo boca abajo y con los brazos abiertos en cruz…
¿Lo ves? – Imitando el gesto desde su posición,
extendiendo ambos brazos – Representa el Templo.
El hombre… Por tanto cada símbolo grabado en la
catedral, representa lo que realmente se encuentra
dentro del cuerpo del hombre. O sea, en su alma.
Todo, lo que está allí arriba esculpido – Señalando
con el índice hacia arriba, la catedral que estaba justo
encima de ellos en ese momento – No representa a
nada externo, sino a lo que el hombre lleva dentro;
cada parábola, cada imagen; el infierno, el purgatorio
y el propio cielo. Este templo dedica a Jesús el mismo
espacio que al resto de los mortales. Su altura es la
misma que la del resto; igual María y Santa Ana.
Asimismo llegan al cielo tras sus desgracias vividas
hasta su muerte. Jesús crucificado, pasado por el
crisol, llega al cielo, convertido en Cristo. El mensaje
del magisterio. Todo el Templo es una guía de cómo
el hombre llega al magisterio. De cómo llega a
convertirse en Cristo – Dijo reafirmándolo con ambas
manos en un firme movimiento cortante –

- No hay cielo ni infierno… - Reafirmó Marina lo que


ya había aprendido – Y esto difiere de las
enseñanzas clásicas de la Iglesia Católica…

- Completamente – Asintió Richard – El rito


establecido por Constantino El Grande, durante el
concilio de Nicea, reclama un ocultamiento de toda la
filosofía cristiana original, aplicada por aquella iglesia
326
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de los primeros tres siglos de esta era y la difusión de


otra, en su lugar, más acorde a las ideas reinantes en
el Imperio Romano y que políticamente le convenían
más al emperador, aunque fueran en detrimento de la
doctrina original de la Iglesia Cristiana

- ¿Y esto fue aceptado por los sacerdotes de


entonces? – Interrogó ella con el ceño fruncido –

- Sólo por los que estaban cerca del poder del


imperio. Como el Papa Silvestre I y sus obispos más
cercanos… Fue un movimiento netamente político sin
más

- ¿Y los que no lo aceptaron?

- ¿En pleno Imperio Romano? – Con una suave


carcajada al final de la frase – Muertos y acusados de
herejía… ¿Qué más podría pasar?

- ¿De herejía? – Frunciendo los ojos – ¿A sus propios


obispos? – Preguntó Marina incrédula -

- Así sucedió con el obispo de Compostela – Afirmó


Richard - Prisciliano, que a pesar de ser respetado y
adorado por su pueblo, fue decapitado, acusado de
herejía. Con los años, era tanta la afluencia de
peregrinos a su tumba, que la iglesia, en el siglo VIII,
decidió reconocerla como la tumba de Santiago y se
la apropiaría para su beneficio, como ha hecho con
todo lo que no podía ocultar
327
GEORGE WEMBAGHER

- ¿Y la gente ha aceptado eso sin oponerse? –


Expresó Marina como reflexión más que como
pregunta –

- ¡Ahaha! Ahí está uno de tantos misterios… -


Celebró elevando su dedo índice y con expresión
picaresca en los ojos – El pueblo no se enfrentó al
poder abiertamente, pero aún en el siglo XX, las
madres que visitaban la tumba de Santiago, hacían
que la frente de sus hijos se tocara con la de la
estatua del santo. Decían que eso ayudaba a los
niños a ir mejor en el colegio

- ¿Y? – Interrogó ella algo desconcertada –

- Que el toque entre las frentes era el signo del


“traspaso de conocimiento” entre los gnósticos que
lideraba Prisciliano, ni más ni menos. O sea que la
gente, aún sin saber bien por que, siempre mantuvo
en algún lugar de su mente el recuerdo del mártir, que
murió a manos del imperio que modificó la antigua
religión cristiana o, esenia… Por medio de la fuerza –
Concluyó intentando no abusar del tiempo que les
había dado el cura – Este es sólo un ejemplo de lo
que implica una Iglesia esenia. La Iglesia de San
Juan, y no de Jesús y Pedro…

- ¿Y qué hay de la Diosa que has mencionado? –


Inquirió Marina –

- Eso es más complejo – Anunció Richard, que


pensaba en él mismo, dudando de entenderlo

328
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

correctamente – Además del concepto iniciático de


este templo, que nos indica que el Dios que
buscamos está dentro de nosotros mismos, cómo te
he dicho, hay otra adoración en él bastante más
preocupante, a mi modo de ver – Expuso apretando
los labios entre si – La iglesia muestra su veneración
al Sol, al igual que los antiguos. Pero además, a otra
entidad, igualmente poderosa. Los sumerios
veneraban a una Diosa que era capaz de destruir al
mundo. Devorárselo y dejarlo en escombros ¡Había
que temerle! De ahí el “Temor a Dios”. Se le teme
porque sólo sabe destruir y a partir de esa catástrofe
dar la vida renacida, renovada

- ¿Una especie de Dios malvado? – Interpretó ella –

- No es malvado – Ladeó la cabeza Richard,


intentando equilibrar – Ni bueno ni malo. Es natural…
Sucede que ese Dios era una estrella, gemela del
Sol, que orbitaría en un período irregular, acarreando
desastres en los planetas del sistema, cada vez que
le tocara acercarse. Su gravedad, sumada a la del
propio Sol, generaría estragos por donde pasase. A
eso se le ha atribuido cada catástrofe planetaria
antigua, incluido el diluvio universal que los hebreos
recogen en el Antiguo Testamento.

- Pero ¿Eso existe? – Interrumpió Marina algo


aturdida por la historia –

329
GEORGE WEMBAGHER

- Nosotros sólo podemos estudiar las culturas – Puso


en orden Richard – Las creencias y sus
consecuencias sociales. Es más un concepto
antropológico, que nos indica por qué razones se
movían las sociedades antiguas y aún las modernas –
Aclaró – Pero te diré que hacia los años ochenta, la
astronomía encontró un cuerpo orbitando en torno al
sol, que acabó siendo una estrella. – Hizo una pausa
para permitir a su compañera asimilar la idea – Una
enana marrón a la que llamaron Némesis, entre otras
nomenclaturas más específicas. El sistema solar es
binario. No posee sólo al sol como eje, sino a dos
estrellas que orbitan entre sí, con masas similares

- ¡Una estrella obscura…! - Susurró Marina,


insertando las piezas en su sitio –

- En efecto – Prosiguió Richard – Unos años antes,


un escritor muy polémico por sus afirmaciones
extravagantes, pero ampliamente reconocido como
intérprete de lenguas arcaicas como el Hebreo
antiguo y el Sumerio, Zecharia Sitchin, tradujo una
tablilla de escritura cuneiforme, que le daba a aquella
deidad el nombre de Nibiru. El lord o, ya que los
artículos no estaban claros en aquel idioma, La
Señora. Como fuera, el concepto es congruente, ya
que los judíos, descendientes directos de Abraham el
Sumerio, llaman Dios Adonaí e, incluso los cristianos
nos referimos a Él como “El Señor”

- Y entonces esta misma catedral… - Marina


continuaba intentando cerrar el círculo –

330
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Presenta a su dualidad Divina, entre el Sol y


Nibiru… Sí – Acabó Richard la idea comenzada por
Marina - Más o menos así. Sin olvidar que ésta no
era una idea sólo de los sumerios. Los egipcios
adoraban a Isis, una diosa alada, capaz de destruir al
mundo entero en su ira…

- ¿Y cuando regresará por aquí? – Ya con un dejo de


preocupación –

- Lleva una órbita irregular, difícil de seguir porque no


se la ve con medios ópticos habituales – Intentó
recordar lo aprendido tiempo atrás – Siendo una
enana marrón, no emite luz en el espectro visible…
Sólo infrarrojos detectables a corta distancia – Aclaró
llevándose la mano al mentón – Pero se cree que
cada dos mil o dos mil quinientos años pasaría cerca
del Sol, no siempre cerca de la tierra, por lo que su
capacidad de provocar daños es variable e incierta –
Se quedó un momento estático - Lo más curioso –
Restregándose el mentón, con la vista clavada en el
suelo – Es que yo no tenía frescos estos conceptos
que estudié hace mucho tiempo. Me los ha
despertado ese sueño; ese evento en el que el
nombre Nibiru se convirtió en el eje de mi vida;
instantes que para mi fueron meses… Cristine
Nibirú… - Recordó y lanzó una sonrisa – Que
rebuscada es la mente humana…

- Pero… - Con ambas manos intentando detener el

331
GEORGE WEMBAGHER

movimiento de las cosas – Dices que este templo te


enseña el camino iniciático del perfeccionamiento y
¿Venera al Dios que lo destruirá todo? ¿Cómo se
entiende eso? – Con ambas palmas hacia el cielo,
enseñando el vacío –

- Tú lo has dicho – Asintió Richard con la cabeza – Te


enseña a vivir, en la felicidad del cielo y resultando en
beneficio de tus semejantes y a la vez, prepara al
iniciado para lo hora de su muerte. Te enseña cómo
morir… Y para tu conocimiento profundo – Le tocó la
mejilla derecha en señal de cariño – Presenta al
hombre despierto, a su verdugo… La misma muerte.
El emblema de que aquel destino es inevitable y, por
naturaleza, parte de la vida misma – Afirmó con voz y
expresión muy serenos, conteniendo el rostro de
Marina entre sus dos manos, interrumpiendo su
explicación cuando los pasos, remarcados por
tacones, regresaban por el estrecho pasillo de
madera -

El cura apareció con un manojo de llaves y utilizó tres


diferentes, a distinta altura en la puerta, antes de
insertar la última en el tambor para abrir la cerradura.
Se percató de la expresión perdida de Marina, quien
intentaba asimilar y encajar todos esos símbolos en la
tradición católica de la catedral, sin conseguirlo.

- ¿Está usted bien? – Le preguntó el sacerdote –

Ella contestó con un movimiento de cabeza, no muy


convincente, pero suficiente para que el cura dejara

332
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de preguntar. El Padre continuó con el giro del tambor


de la cerradura, dispuesto a abrir la resguardada
puerta.

- Mucha seguridad para una sacristía… - Dejó caer


Richard al oído de su compañera, visiblemente
intrigado por las circunstancias. Ella se mantuvo
discreta, sin emitir sonido, pero alerta –

La sala a la que accedieron no era más que una


inmensa biblioteca, con docenas de estantes y
paneles de pared a pared, todo en madera obscura y
lustrada, refugio de miles de libros, documentos y
grabados; probablemente mucho más que los
archivos de aquella ilustre catedral, que, a pesar de
albergar una larga historia, sin dudas no podía
justificar, con sus propios documentos, aquella
inmensidad bibliográfica. El asombro de Richard se
veía en su rostro, a pesar de sus reiterados intentos
de aparentar normalidad en su expresión. Marina
abrió la boca en todo su diámetro y emitió un sonido
agudo, de aire inspirado, que rápidamente controló
para evitar llamar la atención. La intriga ante aquel
misterioso secreto había podido con el desconcierto,
al menos por el momento. Ambos se miraron a los
ojos, buscando mutuo apoyo en su sorpresa o, alguna
explicación que ninguno de los dos vislumbraba.

El Padre Jerome, inmutable ante la intriga de sus


acompañantes, prosiguió su tarea acercándose a un

333
GEORGE WEMBAGHER

panel de madera, al tono con resto de la decoración,


entre dos estanterías plenas de libros antiguos, que
pedían a gritos una restauración. Empujó suavemente
la tabla y, tras esta, una caja fuerte de las antiguas,
con una rueda metálica que debía ser girada,
buscando la combinación adecuada de números para
que se abriese. Ninguno de los dos podía evitar
preguntarse ¿Qué guardarían con tanto celo en una
caja secreta dentro de una biblioteca secreta?
Intentaban hacerlo con la mirada, pero el mensaje era
demasiado complejo para que el otro lo entendiera.
Se imaginaban, sin embargo, que ambos se
preguntaban lo mismo pero ninguno de los dos se
atrevió a emitir un sonido que pudiera romper la
secuencia natural de los acontecimientos. Se
mantuvieron inmóviles, callados y expectantes,
intentando adivinar lo que aquel hombre de sotana y
crucifijo, sacaría de las entrañas del escondrijo
secreto.

El aire se cortaba con espada, de la tensión que


reinaba en aquel ambiente lúgubre y extraño. El
sacerdote abrió la puerta de hierro y separó dos
enormes libros, de entre una docena de ellos que se
quedarían allí, incrementando la curiosidad de los
intrigados buscadores. Al menos extrajo aquellos dos,
intactos aunque visiblemente antiguos y muy bien
encuadernados en piel marrón obscura, con ribetes
dorados, ambos, como si fueran dos tomos de una
misma y exclusiva colección. El cura los cargó entre
sus manos con cuidado. Evidenciaban ser pesados y
difíciles de manipular, al sacarlos por la estrecha boca
334
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

de la caja fuerte. Al conseguirlo, instantáneamente los


apoyó sobre una sólida mesa que imitaba
exactamente los tonos y brillos del resto del escueto
mobiliario, simplificado sólo a lo indispensable para
guardar y, eventualmente, leer alguno de los miles de
obras allí escondidas. Richard y Marina esperaban
cada vez más ansiosos. Estiraban el cuello
intentando, aunque fuera por acercamiento, dilucidar
algunos de los títulos que se quedaban en la caja, sin
éxito, ya que el sacerdote cubría la vista con su
cuerpo y cerraba apresuradamente la puerta de
metal. De hecho, antes de dedicarles el tiempo
necesario para la indispensable explicación, se
tomaría el trabajo de trabar la puerta con la manivela
y dar un giro largo y azaroso a la rueda de cremallera
que esconde la clave de apertura, como si fuera una
frustrante ruleta que jamás caerá en el número al que
hemos apostado. Ambos sabían que lo que fuese que
el cura les tenía preparado, sería digno de ser
escuchado o leído con la mayor atención.

El Padre Jerome, una vez acabadas sus tareas


circunstanciales, con una calma inexcusable a los
ojos de los dos ansiosos visitantes, se armó de
ambos libros y se desplazó hacia el lado opuesto de
la mesa, acercándose a la posición de Richard y
Marina. Los apoyó solemnemente sobre la madera
lustrosa y los invitó a acercarse con un gesto discreto.
Ambos se echaron hacia los textos como si hubieran
hallado un tesoro. Pero ente ambos tomos cerrados y

335
GEORGE WEMBAGHER

con una mano posada sobre ellos, el cura comenzó


una explicación previa.

- Me doy cuenta de que ha visto usted en la catedral


lo que los ojos deben ver en ella – Reconoció con
tono circunspecto – Que sus conocimientos hacen
mérito a la encomienda de sus Maestros de la Orden
– Continuó con una discreta reverencia de cabeza.
Una leve inclinación que hablaba por sí misma – Por
lo que estoy dispuesto a esclarecer el resto de sus
dudas, para que pueda usted completar la misión que
le han encomendado – Retiró la mano de la tapa del
libro, liberándolo – Está aquí, lo que necesita saber.
Cuando acabe con esto, le enseñaré las pruebas –
Concluyó el clérigo retirándose del sitio y
abandonando la sala –

Ambos se ubicaron alrededor del primer libro, que


abrieron como un niño abre su regalo de navidad; el
más esperado. La tapa se dejó elevar, revelando
amarillentos papeles de alto gramaje en su interior.
Antiguas y evasivas, aquellas páginas mostraban
figuras dibujadas; humanas, geométricas, estelares;
lunas y soles, formas espirales o elongadas, como
galaxias, todas agrupadas en diferentes escenas, a
su vez delimitadas por formas rectangulares,
redondas u ovaladas y rematadas por signos lineales,
rectos, en ángulo o semicirculares.

- ¡Escritura cuneiforme sumeria! – Exclamó Richard


sorprendido – Parecen dibujos de tablillas… ¡Pero no
había visto nunca tal cantidad reunida! – Revisó las

336
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

tapas y el lomo buscando referencias de edición – No


hay datos… -

Richard se sintió atraído por una delicada imagen


aplicada al extremo superior del lomo de aquel
magnífico ejemplar original. Una especie de círculo
plateado, que presentaba un borde saltado. Pensó en
el desgaste provocado por el paso del tiempo, pero la
textura del círculo no mostraba deterioro alguno.
Parecía, más bien, un implante de metal muy fino.
Como si el borde saltado, hubiera sido arrancado por
descuido o por accidente. Se percató de que aquel
ejemplar, sólo podía haber sido hecho y decorado a
mano, como una joya o una invaluable obra de arte.
Tal vez un objeto de veneración. Miró a su
compañera buscando coordinar ideas

- ¿Un incunable? ¿Será el único ejemplar? – Volvió a


abrirlo y observó cuidadosamente sus antiguos
gráficos. Marina acercaba su rostro al de Richard
hasta que ambas mejillas entraron en contacto –

- ¡Manuscritos! – Exhaló ella, pasando un dedo por


encima del dibujo, como intentando comprobar que
era tinta de estilográfica y no de imprenta lo que veía
- ¡No están impresos! ¡Son originales! ¡Y están
ocultos aquí, en Chartres! – Con su corazón
dejándose oír a distancia al latir – ¡Prosigue Richard!
A ver que hay aquí

337
GEORGE WEMBAGHER

Las páginas del libro pasaron una a una, repitiendo el


mismo estilo de escritura y gráficos hechos a mano.

- Parece una recopilación de documentos de antiguas


civilizaciones, que la iglesia tendría en su poder –
Dedujo Marina -

- Probablemente han sido hechos por algún copiador,


que trabajase para la Iglesia. Las historias son
similares: Catástrofes, montañas que se quiebran y
caen, agua cubriendo ciudades, grandes olas que
parecen avanzar sobre la gente en tierra…

-¡Tsunamis! - Interpretó Marina, provocando el desvío


de la mirada de su compañero, en un instante de
reflexión –

- Reyes o nobles adorando a una estrella, que está


entre otras siete – Hizo una pausa para pensar –
Siete eran los planetas conocidos en el sistema solar
en la época sumeria. Este octavo cuerpo, una estrella
más grande que los demás objetos, es el centro de
adoración de estos reyes – Señalando con el índice
los dibujos, recordando la semejanza con la escultura
de la Virgen del Pilar que decoraba el muro norte de
la girola en la catedral – Y los reyes llevan símbolos,
cómo alquímicos… O atributos de la magia…

- ¿Reyes magos siguiendo una estrella? – Sonrió


Marina con gesto suspicaz y moviendo la cabeza en
diagonal – Me suena familiar…

338
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Una constelación – Entrecerrando los ojos, como si


le costara divisar el símbolo de la siguiente página -
¿Virgo? – Se dijo más a si mismo que a su
compañera – Parece Virgo, pero no está exactamente
como la recuerdo…

- Si esa tablilla existió, tendría cinco o seis mil años…


- Advirtió Marina – Es lógico que las posiciones hayan
cambiado desde entonces

Richard asintió en un gesto interminable con la


cabeza, sin dejar de pasar las páginas de aquel
trabajo increíble. Las escenas parecían repetirse en
una interminable lista de acontecimientos vinculados
con aquel astro omnipresente; incluida una figura que
a él le pareció familiar.

- ¡Mira esto! – Alertó a su compañera, entusiasmado


– Es una elíptica que se acerca a un punto central en
el plano, pasa entre otra elíptica y lleva varias
referencias de movimiento, en figuras de signos
zodiacales… - Con sus ojos iluminados se dirigió a
los de ella – ¡Una tablilla igual está ubicada en la
girola sur de la iglesia, sobre el muro del coro!
¡Parece un diagrama del sistema solar, con sus
constelaciones de referencia, la Tierra y el Sol y una
órbita que entra y sale de su influencia! ¡Habla de
Nibiru! ¡No hay dudas de ello! – Perdiendo por un
segundo su vista, en blanco, reflexionando, consiguió
hilar un pensamiento que tenía pendiente - ¡En el

339
GEORGE WEMBAGHER

Templo se exponen símbolos que desvelan lo que


está escrito en estos libros secretos! – Soltó
deslumbrado -

Pasó la página y su sorpresa fue aún mayor cuando


reconoció los grabados representados en la siguiente
sección del libro.

- ¡Estos son jeroglíficos! – Exclamó intentando no


levantar la voz – Y hablan de Isis, de forma similar a
como lo hacen las tablillas sumerias. Destrucción,
caos y renacimiento - Continuó pasando páginas – Y
aquí están sus figuras. Una Diosa alada, decorada
con tintes rojizos y ¡Rodeada por símbolos del fuego!
– Dirigió la vista al rostro de su compañera,
esperando reconocerse en su expresión de ese
momento - ¡Y aquí hay más! – Se plantó en una
página con una larga inscripción hierática, que más
abajo se continuaba con caracteres arábigos –

- ¿Qué es ese escrito? – Inquirió Marina


percatándose de que lo que veía era diferente en
estructura, al resto del capítulo –

Richard permaneció unos minutos observándolo. Ella


lo esperó, pensando que estaría tratando de
descifrarlo. Sin embargo, la expresión en el rostro del
hombre no era la de ignorar, sino más bien la de
descubrir. La de hallar una respuesta e intentar
aceptarla.

- Es un rezo antiguo – Dijo con un tono pesado y

340
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

sepulcral – La oración de un pueblo a una antigua


Diosa – Dijo suspirando – Que aprendí mientras
formaba parte de una antigua orden, que seguía un
rito egipcio – Sus ojos veían en su mente, mientras el
hombre dejaba ir sus palabras – Le pedían a Isis, que
fuera clemente con ellos; con su mundo. Que no
sembrara todo de muerte y destrucción. Que dejara
algo para que sus hijos vivieran… - Su sentimiento de
pesar, recordando los rituales que emulaban el temor
de los hombres a la muerte de sus hijos y su mundo,
derribó sus párpados por un segundo, haciendo que
su vista se perdiera nuevamente en la figura de la
Diosa y su oración. La oración a Isis que resaltaba en
aquel libro sagrado –

- Debe ser importante – Dedujo Marina – Para


aparecer en un escrito esotérico en idioma popular,
además del jeroglífico de los sacerdotes

- Y así es… - Concluyó Richard – Tanto el pueblo


como los Hierofantes debían pronunciar esta súplica.
Era indispensable para intentar calmarla – Sentenció
con la mirada perdida – Salve Dios – Leyó algunas
partes que conocía y que podía repetir – Llena estás
de su gracia… Bendita eres entre todas… Y lo es el
fruto de tu vientre… Ruega por nosotros, ahora y en
nuestra muerte… - Con el rostro lánguido, miró
lentamente a Marina, sabiendo que lo entendería -

Avanzó hacia la siguiente página, con cierto temor ya,

341
GEORGE WEMBAGHER

a lo que podía encontrarse entre sus múltiples


advertencias.

- ¡Mira esto! – Espetó con sorpresa a su compañera,


señalando el dibujo de una pirámide, con la tumba del
faraón referida en el plano y una línea ocre, algo
elíptica, dirigida hacia una estrella alada, enmarcada
por otras estrellas, correctamente ordenadas – ¡Es la
constelación de Orión! Y el diagrama hace referencia
a la muerte del faraón y la emigración de su alma
adonde se supone, los egipcios tenían como
referencia de la vida eterna – Apoyando la punta de
su dedo en el punto final de la línea roja - Pero este
gráfico no dirige al rey a dicha constelación, sino que
esta parece servirles de marco de referencia para
ubicar el paso de la estrella. ¿Lo ves? ¡Dirigen al
faraón hacia la estrella! A Isis, a Nibiru… Como
quieras llamarla ¡Era ahí donde dirigían sus almas!

Las páginas pasaban y las revelaciones seguían


cayendo como una cascada que golpeaba sin cesar,
la piedra de sus mentes.

- ¡Y ahora el hinduismo! – Exclamó al observar el


multibraquio - ¡Esta es Shiva! ¡La Diosa del caos y la
destrucción hindú, que se empareja con Visnú para
crear el universo! – Redibujando con su índice el
contorno de los gráficos, como si quisiera acariciarlos
– Observa sus ocho brazos… ¡Uno por cada planeta
que se creía que contenía su sistema!

- También es Nibiru… - Despertaba Marina en lo

342
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

profundo de su mente –

Unas páginas más allá, Richard se detuvo en una


ausencia mística, al darse cuenta del origen de
ciertas escrituras allí representadas. Marina le dedicó
una mirada a su compañero, atraída por su patética
expresión de asombro y regresó a los papeles
buscando el hallazgo que lo explicara.

- ¿Reconoces esto? – Testeó Richard, sin detenerse


ante el silencio de su compañera – Documentos
esenios. Relacionan a la estrella con eventos
variados, pero es interesante cómo le han llamado –
Se detuvo en un gráfico nomenclado – Como ves
aquí, la veían en occidente y le llamaban… - Sin
decirlo señaló con el índice una inscripción bastante
clara –

- ¡¿Merica?! – Se le escapó a Marina, que demoraba


en cerrar la boca –

- Sí. Siempre ha existido la creencia de que el nombre


de América, no se debía, como lo enseña la historia,
al cartógrafo Vespucio – Reveló con una discreta
sonrisa en los labios –

- La tierra de la estrella… - Dedujo Marina sin salir de


su asombro – Y también le dan unas alas o una
cola… - Aclaró pensando en otra famosa estrella de
la misma antigua orden -

343
GEORGE WEMBAGHER

- Aquí hay más escritos – Continuó Richard pasando


el resto de las páginas con más premura, temiendo
que su tiempo se agotara sin poder hojear el siguiente
libro – En lenguas que desconozco, incluso
remotamente. Un Toro alado, quizás de Asiria, pero
no identifico los caracteres; aunque creo que será
más de lo mismo en todas las lenguas antiguas que
se te ocurran… - Dedujo cerrando el libro y
apropiándose del siguiente – ¡Por Dios! – Exclamó
excitado al ver las primeras figuras que en el
manuscrito se mostraban – ¡Americanos! – Exhalando
una risa nerviosa - ¡Quetzalcóatl en la cultura Tolteca!
¡De hace cuatro mil años! – Hojeando el libro,
excitado – Kukulcán de los Mayas; el pájaro de fuego
de los indios americanos, todos ellos ¡Pájaros de
fuego alados, dueños del cielo y terrores de la
tierra!!Dioses temidos por su capacidad de
destrucción! ¡Amenazas del mundo en que vivían!
¡Todo igual! ¡Más de lo mismo! ¿Puedes verlo? – Se
detuvo en seco para observar el rostro de su
compañera, con sus ojos llenos de luz y una sonrisa
tensa, que acompañaba su hallazgo –

- Todos adoraban lo mismo… - Concluyó Marina, con


la mirada perdida en las antiguas páginas obscuras –
Un solo Dios… - Soltó mirando a Richard con ojos
vacíos, sin saber muy bien lo que realmente quería
decir –

- Un Dios por encima de todos los otros – Agregó


Richard, en el mismo estado de consciencia – Uno
tan poderoso, que se temía que nunca estuviera
344
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

satisfecho. Que requería grandes sacrificios para que


se mantuviera calmo, ya que era el Dios de la Ira… Si
hacía algo, era destruir. Sólo sabía destruir, claro… -
Abriendo los ojos y redirigiendo la mirada a su
compañera, justificando su teoría – ¡Porque era una
estrella! – Elevando los hombros y las manos delante
de su pecho - ¡Si se acercaba a un mundo sólo podía
destruirlo! ¿Qué más podría hacer? De eso se
protegían… Le pedían que no lo hiciera…

- Y esto es lo que representaron los filósofos de


Chartres en su iglesia... – Regresando Marina a su
inestable realidad, sin regresar del todo –

- Pero no a una Diosa de los sumerios o de los


egipcios… - Richard se giro para enfrentar los ojos de
su compañera – A una Diosa de toda la humanidad…

- Y esta humanidad… mientras oye una inocente misa


matutina de domingo…- Comenzó a hilar Marina -

- Adora a su antigua Diosa Madre sin darse ni


cuenta… Sí, lo has visto… - Completó Richard la
frase que había comenzado Marina en su escueto
resumen –

- E intentan calmar su ira con alabanzas a María y


pequeños pero constantes sacrificios personales… -
Con una mirada lánguida en sus ojos y una
reafirmación constante en el movimiento de su

345
GEORGE WEMBAGHER

cabeza –

Su profunda introspección ante las revelaciones se


vio interrumpida por el regreso del Padre Jerome,
quien por su sonrisa de suficiencia en los labios
adivinaba la sensación de ambos. Ellos intentando
asentar el denso polvo que aquellos conocimientos
ancestrales habrían levantado en sus desconcertadas
mentes. Él se acercaba a recoger los frutos de su
siembra.

- ¿Habéis hallado las respuestas en los manuscritos?


– Preguntó sin cambiar el gesto –

- Sí – Se adelantó a responder Marina evidenciando


cierta ofuscación – Hemos comprendido el engaño y
las mentiras, Padre… Muchas gracias por la
información – Clavándole una filosa mirada al cura –

- No le comprendo – Respondió el clérigo cambiando


la expresión de su rostro; sus comisuras cambiaron
de posición respecto a la línea de unión de sus labios

- Entiendo que la iglesia se ha pasado siglos


haciendo que la gente crea en la cruz, le rece a la
virgen y acuda a una ceremonia vacía cada domingo,
para ser engañada en sus sentimientos más íntimos –
Espetó al cura, sin resguardos, con evidente enfado –
¿Es que nunca se han planteado decir simplemente
la verdad? ¿Qué sentido tiene tanto engaño?

346
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

El ambiente se tensaba con cada segundo que


pasaba en aquel recinto repleto de historia y verdades
ocultas. El sacerdote echó una mirada a Richard, tal
vez reclamando sutilmente la conducta de su
acompañante. Richard por su parte, sabía que el
crecimiento espiritual de Marina requería que ella
misma buscara las respuestas. Él sabía lo que ella
buscaba y también las respuestas que el Padre
Jerome le daría. Había pasado por todo aquello
muchos años atrás y había alcanzado su equilibrio.
Sin embargo, aunque podía interceder y allanar el
desacuerdo, prefirió mantenerse al margen y dejar a
Marina encontrar sus propias respuestas; y al
sacerdote lidiar con aquella batalla.

- No es un engaño – Defendió el sacerdote –

- ¿¡Como que no!? – Atacó la italiana con la mano


derecha en alto, en un seguro balanceo con todos los
dedos unidos sobre su palma – Los feligreses
rezándole a una estatua en una cruz y buscando un
Dios de barba que les perdone los pecados cuando
mueran, en un templo que adora a una enana marrón
y ¡Reconoce que la iglesia no es de Pedro! ¡Ni de
Roma! ¿Ni que el catecismo católico sea verdad?
¿Eso no es una mentira? – Acabó la frase con ambas
manos en la cintura, encarando al sacerdote con
fuerte agresividad, hasta entonces contenida –

- Como bien lo ha dicho usted, detective… - Recordó

347
GEORGE WEMBAGHER

el cura su naturaleza de investigadora, para hacerle


recuperar su perspectiva – Todo está escrito en el
Templo. Sin engaños ni falsas apariencias. Todo
aquel que pueda ver… Lo entenderá – Reafirmó en
un silencio que permitiera a su interlocutora situarse,
antes de continuar su breve explicación – No se
enseña en primer grado de la escuela, a interpretar a
Platón. Antes se debe aprender a leer y escribir. La
enseñanza tiene sus etapas. No se puede pasar a la
siguiente sin conocer la previa. Esa ha sido una regla
en toda escuela filosófica, desde el principio de los
tiempos. Pero quien quiera progresar en el estudio,
tendrá ojos para ver, en cuanto sea su tiempo. Y aquí,
como le he dicho, todo está a la vista. En las paredes
del templo… Solo hay que aprender a leer…

Aquellas palabras resonaron en la mente de la


Inspectora Vitelli como un eco del pasado. Más de
una conversación con al antiguo director de la
Congregación para la Doctrina de la Fe en el
Vaticano, el Cardenal Caricello, durante la
investigación de un caso de homicidio que
involucraba a miembros de la iglesia. Con aquel
sacerdote había comprendido algunos de los
conceptos que rigen los diferentes niveles en el
conocimiento. El llamado “esoterismo”, que se enseña
los iniciados, contrapuesto al “exoterismo”, que se
deja al público en general, profano de aquellas artes,
para no incurrir en confusiones y explicaciones
innecesarias, comprendiendo que no todo el mundo
quiere saber, más allá de lo superficial, para vivir
tranquilo. La discusión se agotó, merced al peso de
348
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

aquellos recuerdos que apagaban el fuego. Marina ya


había iniciado su camino. Richard, que bien lo sabía,
decidió entonces que era el momento indicado para
intervenir, buscando algo de orden en aquel revuelto
de ideas, sin aparente fundamento.

- De todas formas, Padre Jerome – Dijo dubitativo, sin


alterar su posición, apoyado ligeramente contra la
mesa de madera y con los brazos cruzados sobre el
pecho – No entiendo que se aplique tanta atención a
estos documentos que, aunque de gran valía para la
humanidad, no dejan de representar un sistema de
creencias. Notablemente acertadas en cuanto a la
astronomía, pero al fin y al cabo, objetos de culto
religioso… ¿Verdad?

El cura se quedó inmóvil, asimilando la afirmación de


Richard con una mirada inerte y algo despectiva.
Cómo si su interlocutor fuera ignorante de los hechos
que allí se trataban.

- Veo que aún no lo entiende… - Soltó sin alterar su


rígida expresión – La Diosa no es ningún mito… -
Afirmó sin escrúpulos – Es del todo real y las
advertencias que nos hacen los símbolos, son ciertas
– Sentenció sin un atisbo de duda en su rostro –

- Explíquese por favor Hermano – Negoció Richard


descruzando los brazos y agudizando su mente para
interpretar lo que oiría –

349
GEORGE WEMBAGHER

- Todos estos manuscritos, que están aquí desde la


época del obispo Fulberto, en el siglo XII, no nos
cuentan una leyenda de culto… Ni son meras
descripciones antropológicas de creencias antiguas –
Aclaró con los ojos semi entornados – Son
advertencias reales. La Diosa, hermano mío, está ahí
fuera – Reafirmó abriendo forzadamente los ojos – Y
a punto de regresar a visitarnos… Una vez más –
Concluyó superponiendo el labio inferior sobre el
superior y elevando las cejas, indicando que el balón
quedaba en el tejado de su interlocutor –

- Un momento… - Detuvo el juego Richard dando un


brusco paso hacia adelante, como un salto de alerta –
¿Nos está diciendo que la enana marrón que devastó
a los Sumerios y ha provocado catástrofes planetarias
de proporciones bíblicas, pasará nuevamente cerca
del sol en este siglo? – Bajó la mirada y trató de
recordar lo que sabía – Creía que lo hacía cada dos
mil quinientos años o asi… no será este el tiempo…
¿Verdad? – Preguntó con cierta expresión de temor
en su rostro, ante la posible respuesta –

El sacerdote comprendió que debía continuar la


excursión con sus visitantes. Cogió los libros y los
trasladó hasta el otro lado de la mesa, en las
proximidades de la vetusta pero segura caja fuerte.
Giró la rueda, hacia la derecha primero, luego hacia la
izquierda hasta asegurar la siguiente posición y por
fin, nuevamente hacia la derecha hasta que el sonido
metálico le autorizó a accionar la manivela de
apertura. Ingresó en su interior ambos libros y,
350
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

aprovechando el movimiento, extrajo un cuadrado


fino, pequeño, envuelto en una especie de funda de
pana negra. Se lo puso bajo el brazo, volvió a cerrar
cuidadosamente la portezuela de hierro y giró la
rueda a su suerte. Con la misma solemnidad se
dirigió a una puerta disimulada, aunque no
completamente oculta, entre dos paneles de la
biblioteca y la abrió con una de las llaves del manojo
que aún cargaba en su mano derecha. Los visitantes
se miraron entre sí, nuevamente sorprendidos y, sin
palabras mediante, iniciaron la marcha para pasarse
de habitación hacia lo que parecía un nuevo misterio.

Ese otro recinto ofrecía tal contraste decorativo, con


respecto a la antigua biblioteca, que parecía que en
lugar de una puerta de madera, habían atravesado el
túnel del tiempo. Una sala ultramoderna, repleta de
aparatos electrónicos y un decorado aún más
extraño, los recibía en un total estado de confusión.
Tres pantallas de plasma ubicadas estratégicamente
sobre un escritorio central, transmitían datos de otros
varios aparatos: osciloscopios, como sensores que
marcaban números en constante cambio. Los
ordenadores parecían procesar complejas ecuaciones
y transformarlos en barras y gráficas estadísticas. En
una de las pantallas podía leerse el nombre del
servidor al que estaba conectado. Richard se acercó
para comprobar lo que veía. SOHO (SOlar and
Heliospheric Observatory).

351
GEORGE WEMBAGHER

Aunque todo a su alrededor era algo insólito para


estar ubicado en la cripta milenaria de una catedral
gótica, Richard reparó en el decorado estrambótico
de los muros y parte de los muebles. Figuras de
diseño japonés, manga y personajes de caricaturas
extraídos de aquel estilo oriental de historietas
infantiles. Si aquel conjunto tecnológico de avanzada
le parecía extraño a Richard, su conjugación con las
figuras otaku del decorado, lo hacían ya imposible de
comprender por deducción propia. Decidió empezar a
preguntar por el programa del observatorio. El resto
ya se interpretaría después.

- ¿Por qué estáis conectados con el observatorio


solar espacial más completo del mundo? – Preguntó
Richard con un gesto sarcástico en el rostro,
asumiendo la obviedad de la pregunta – No será la
forma moderna de adorar al sol… - Remató la broma,
ya incapaz de asimilar con naturalidad, más
esoterismo. Dedicó una mirada a su compañera,
quien se llevó la mano a la frente como
preguntándose: ¿Y ahora qué? –

- El SOHO – Indicó el Padre Jerome que hizo caso


omiso de las bromas de Richard – Es un observatorio
que estudia al sol y a los cuerpos del sistema cuando
se acercan a él, utilizando para ello, varios satélites
colocados estratégicamente y pertenecientes a varias
agencias espaciales de EEUU y Europa,
principalmente, aunque han obtenido colaboración de
algunas de las restantes, grandes potencias
mundiales, en múltiples ocasiones. Con este sistema,
352
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

la observación del perihelio del sol, su actividad y su


interacción con otros cuerpos celestes, es mucho más
eficiente de lo que lo ha sido nunca antes hasta ahora
– Accionó el mouse del ordenador hasta que la
pantalla fue poseída por una serie de fotografías
pequeñas, que el sacerdote se aprestaba a pasar a
modo de presentación – Las imágenes que veréis han
sido tomadas durante el período entre los años dos
mil siete a dos mil nueve, por los diferentes satélites
que componen este enorme observatorio, montado
directamente en el espacio – Aseguró como dando
una clase -

A su orden, la presentación comenzó mostrando, una


tras otra, fotos de una esfera fulgurante y rojiza, con
una estela horizontal que la rodeaba. No era
necesaria una gran imaginación para relacionar
aquella nebulosa blanco-azulada, con un par de alas
bien extendidas a ambos lados de la esfera. Richard y
Marina se miraron con un gesto preocupado en sus
rostros. Las fotos continuaban pasando, enseñando
diferentes vistas, alineaciones y posiciones del
intrigante viajero que, según aquellos informes,
surcaba ya el espacio interno del sistema solar desde
hacía varios años. Ambos permanecieron atentos y
en silencio, dando por seguro que el Padre ampliaría
la explicación.

- Nuestra gente en el observatorio y en otros


organismos científicos mundiales, nos confirma que

353
GEORGE WEMBAGHER

durante la última década, varios observatorios y el


propio telescopio espacial Hubble, han informado de
ciertos desórdenes y anomalías producidas en los
planetas exteriores del sistema solar: Neptuno,
Urano, y varias lunas de Júpiter, en relación con un
disturbio gravitacional generado por una fuerza
desconocida que parecía estar transitando en
dirección al sol – Hizo una pausa y un gesto de
resignación – O expuesto de otra manera… Hacia
nosotros

Richard y Marina volvieron a mirarse entre ellos,


giraron la vista a la pantalla, en la que las fotos no
dejaban de sucederse, incansables, reproduciendo en
cientos de maneras diferentes a la Diosa Madre y
comenzaron a reconocer la seriedad de la situación
que se les planteaba.

- ¿Y cuáles fueron? ¿O serán las consecuencias de


esto? – Indagó Richard buscando un borde de
escritorio donde apoyarse –

- Los daños que se estima, puede ocasionar un


cuerpo como ese, están relacionados con su fuerza
de gravedad y, por ende, con la distancia a la que
pase del planeta o del propio Sol, ya que si lo
alterase, la Tierra recibiría las consecuencias de una
reacción en cadena. Afortunadamente no ha pasado,
en este recorrido, demasiado cerca, como para
provocar grandes catástrofes – Volvió a accionar el
mouse para buscar otros archivos que expuso en la
pantalla – Pero sin dudas, os habréis percatado,

354
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

durante estos últimos años, que la intensidad de los


terremotos, según la escala de Richter han
aumentado. Que se han producido varios
movimientos de tierra y aguas, que exceden de lo
usual – Hizo aparecer en la pantalla una gráfica que
describía la variación de los movimientos telúricos –
El último gran terremoto se produjo en Haití. Pero las
conexiones entre las fallas recorren el orbe entero y
una fuerza que comienza en un punto, puede
emerger al otro lado del planeta, continuando con los
daños. En el último semestre, los registros en el mar
de Japón activaron varias veces las alertas, por el
incremento de la intensidad en los movimientos
sísmicos en el mar, frente a sus costas – Elevó la
mirada hacia ambos, antes de dar su última opinión –
La atmósfera también respondería a estas
alteraciones, con grandes movimientos de las masas
de aire. Tornados y huracanes… Los daños son
impredecibles

- ¿Y entonces qué se espera? ¿Qué puede prevenir


de eso? – Reclamó Marina ansiosamente,
sacudiendo la cabeza de un lado a otro –

- Eso es otro asunto… - Resopló el sacerdote con la


mirada baja y un gesto desolado – Actualmente la
enana marrón está circulando su órbita, al otro lado
del sol… por así decirlo. Teniendo en cuenta el
espacio tridimensional, no coincidirá con el curso de
la Tierra, dado el capricho de esa extraña danza

355
GEORGE WEMBAGHER

espacial que llevan los cuerpos celestes. Pero lo hará


– Afirmó con seguridad –

- ¿Y cuándo será eso? – Interrogó nuevamente


Marina –

- Los cálculos nos indican que se acercará al Sol y la


Tierra durante dos mil doce. Pero que el momento de
máximo peligro sería aquel en el que su trayectoria,
dejara a la Tierra posicionada entre ella y el Sol –
Sentenció con expresión adusta y un constante
movimiento afirmativo con la cabeza –

- ¿Entre ambos? – Dejó caer Marina con la mirada


perdida en su imaginación –

- Así es – Se adelantó Richard a la explicación –


Cuando una estrella pasa cerca de su binaria, un
constante intercambio de energía se produce,
arrastrando plasma y combustible de una a la otra. El
Hierus Gamus… de los griegos – Reflexionó también
para si mismo –

- ¡O sea que sería como estar en medio de dos


bestias del tamaño del Sol, en pleno acto sexual!
Digamos… - Soltó Marina ante la sorpresa de todos,
en una necesidad de ironizar para quitar espanto a la
escena que imaginaba –

- Pero el problema no es ese en realidad… ¿Verdad


Padre? – Llamando a la reflexión a su hermano –
Sino la atracción gravitacional combinada que

356
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

soportaría el planeta, siendo afectado por la fuerza de


dos estrellas que tiran en dirección opuesta –
Separando las manos, como garras, cual si estuviera
destrozando un cuerpo imaginario entre ellas –

- Exacto – Asintió el sacerdote – Una fuerza así


podría liberar gran cantidad de energía desde las
entrañas del planeta. Podría incluso alterar el eje de
sus veintitrés grados de inclinación actual, con
consecuencias imprevisibles para la vida – Reconoció
con evidente pesar – Sin embargo – Aclaró – Solo
podemos especular. Podría no suceder nada o
simplemente, producirse algunos terremotos o
catástrofes menores. No hay manera de saberlo –
Concluyó negando con la cabeza – Si algo ocurriera,
sin embargo, habría que esperar que lo hiciera, antes
que en otros sitios, sobre las fallas naturales del
planeta –Especuló señalando en el mapa que
aparecía en la pantalla - Baja California,
Centroamérica, Japón, La región de los grandes lagos
de África, en Europa en el valle del Rhin, en la región
China próxima al monte Everest, en Chile y la región
de los Andes, entre otras. No es fácil adivinar por
donde descargará esa energía

- ¿Y por qué, si esto es un problema global, está


anunciado aquí, en este remoto pueblo de Francia? –
Elevando la mano derecha a modo de excusa –
Disculpándome por el término, que no he usado
despectivamente sino de forma gráfica – Aclaró –

357
GEORGE WEMBAGHER

- Porque, por algún motivo que escapa a mi


conocimiento, desde hace muchos siglos, aquí
existían templos d adoración a la Madre Tierra. A esta
misma Diosa – Explicó tomándose su tiempo para
pensar - Celtas, quizás antes que ellos otros,
estuvieron aquí haciendo lo mismo que se hace hoy,
en el siglo XXI – Dijo frotándose las manos y
comenzando a dar unos pasitos alrededor de la sala,
animándose a hablar – Había un menhir en el mismo
sitio en el que hoy está ubicado el centro del
laberinto. Al parecer, la energía telúrica que emerge,
justamente de ese punto, es muchísimo mayor que la
de cualquier otro sitio de la región. Tal vez del país…
- Hizo una pequeña pausa para ordenar su discurso –
Fulberto y los sabios de Chartres, construyeron la
estructura que aún hoy perdura, en el siglo XII y,
misteriosamente el frontispicio, portador de buena
parte de estos secretos, se mantuvo intacto aún
durante los incendios que acabaron con la antigua
catedral…

- ¿Y qué quiere decir todo eso? – Aprovechó Richard


una pausa del cura para insertar la solicitud de
concretar la idea-

- Se ha dicho que se espera que sea ese mismo


punto, el que descargue la energía resultante de la
unión de los Dioses en el cielo… - Lo expuso el cura
deteniendo su marcha y casi tal cual él lo recordaba
de lo expuesto en textos antiguos –

- ¿Es que esperan que la catástrofe mundial

358
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

comience por esta catedral? ¿Pero qué disparate es


ese? – El cansancio intelectual de Richard le quitaba
la paciencia. Con ambas manos parecía desechar la
idea, pretendiendo empujar las palabras del cura lejos
de sí –

- Puede que uno muy grande… desde luego – Sonrió


el sacerdote, tolerando bien las palabras de su
hermano – Pero la iglesia ha tenido esto como uno de
sus grandes secretos desde hace mil años… - Separó
las manos como si fuera a decir misa – No pretenderá
que lo olviden, después de tanto tiempo…

- ¿Y por eso han montado todo esto aquí? – Echando


una mirada al conjunto de los instrumentos presentes
– Se puede recibir este enlace vía internet en
cualquier oficina, incluso del estado Vaticano… ¿Por
qué instalarla debajo de esta catedral? – Inquirió ya
algo ofuscado por no acabar de entender –

- Esto no es sólo una estación conectada al SOHO –


Explicó el sacerdote con expresión de complaciente
paciencia – Es un sistema de monitoreo de la
actividad energética que emana de la falla que se
encuentra justo debajo de la iglesia y que descarga,
justo a través del centro del laberinto de la nave… -
Dejó el Padre a los confundidos visitantes, asentar el
polvo nuevamente levantado en sus mentes -

La atención de todos en la sala se desvió hacia una

359
GEORGE WEMBAGHER

pequeña puerta lateral que, delicadamente, se abría


dando paso a una adolescente, de unos quince o
dieciséis años, de rizados cabellos largos castaño-
cenizos, que tímidamente se adentraba hacia los
aparatos, ante la vista atónita de los visitantes que no
atinaron a preguntar al ver que su anfitrión no se
sobresaltaba con su presencia. La niña miró a todos
durante un segundo, bajó la vista, pronunció un suave
– Hola… - Y tomó asiento frente a una pantalla de
ordenador que parecía conectada a uno de los
osciloscopios, ubicado en un lateral de la mesa.
Todos respondieron escuetamente – Hola – Y la
adolescente comenzó, sin más, a teclear el
complicado aparato que parecía casi un secreto de
estado. Richard y Marina se miraron entre sí, en
silencio, pero ya estaban acostumbrándose a las
sorpresas y a los sucesos extraños de aquel sitio; con
lo que se limitaron a esperar los acontecimientos, sin
participar.

La explicación, sin embargo, no se hizo esperar. El


Padre Jerome tomó la iniciativa de realizar las
presentaciones.

- Ella es Denise – Anunció en tono formal abduciendo


un brazo para señalarla ante los demás, con la mano
abierta – Es nuestra operadora técnica… – Tituló con
un gesto sonriente que expresaba orgullo – Denise
lleva nuestro laboratorio de control y pasa aquí
muchas horas, analizando los registros – Acabó las
presentaciones juntando ambas manos antes de
nombrarlos a todos – Richard y Marina son los
360
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

amigos de quienes te he hablado y que han venido a


aprender de nuestro trabajo… -

La muchacha asintió discretamente con la cabeza y


continuó tecleando. Richard entendía ahora la
extravagante decoración de la sala. La niña le parecía
un poco mayor para aquel estilo decorativo, aunque
muy joven aún para la tarea que realizaba.

- Y dime Denise – Indagó Richard sobre aquella


extraña situación – ¿Llevas mucho tiempo trabajando
aquí?

- Casi tres años – Contestó la niña sin inmutarse –

- ¡Tres años! ¡Pero si serías una niñita cuando


comenzaste a trabajar! – Richard giró la cabeza hacia
Marina y luego al Padre Jerome. Iba a cuestionar la
situación porque tuvieran a una menor trabajando.
Además, lo que hicieran, se prestaría a duda si la
operadora era una niñita inexperta –

- Sí… - Respondió Denise con un sonido corto – Pero


me gusta… Sólo me gusta esto – Remarcó mientras
arrastraba un cuadro sobre otro en la pantalla del
ordenador, haciendo que los números se situaran en
varias columnas –

- Denise es nuestra propia genio – Intervino el cura


ante la mirada perpleja de ambos representantes de
la justicia de sus respectivos países – No la
361
GEORGE WEMBAGHER

obligamos a estar aquí, sino que a ella, como lo ha


dicho, sólo le interesa esto – Repitió las palabras de
la niña –

- Pero… - Richard no quería ser ofensivo ni hablar de


la niña en su presencia – Aún no entiendo bien…
Padre

- Como he dicho – Interrumpió el sacerdote con un


tono algo más dominante – Denise es una especie de
genio, capaz de ver y recordar ecuaciones y
relaciones que otras personas no… - Tiene le
síndrome de Asperger y eso le permite concentrarse
mucho más profundamente en ciertas cosas que
siempre son de su elección – Un movimiento corto
con ambas manos, en sentido vertical, le daban
contundencia a sus palabras – Para nosotros –
Continuó – Ha sido de gran ayuda y, créanme
amigos, Denise es la mejor operadora que hemos
tenido nunca en nuestra estación de control. Nunca
desatiende su trabajo, aunque no la obliguemos a
hacerlo; dedica horas y horas de su día. Cuando no
está en el colegio está aquí y no hay una marca; una
fluctuación que se escape de sus observaciones –
Elogió el cura a su pupila sin dar pie a continuar el
debate –

- Y te gusta el manga por lo que veo… - Intervino


Marina, sin poder evitar su papel, asegurándose de
que la niña era feliz estando allí. Era una menor y la
situación no parecía del todo ortodoxa – ¿No
preferirías estar viendo manga que haciendo este

362
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

trabajo tan aburrido? – Echó una mirada al cura


acabando de decirlo, esperando algún tipo de
reacción. El sacerdote se mantuvo inmutable y
sonriente esperando que el diálogo progresase –

- ¡Claro que no! – Espetó Denise girando la cabeza lo


justo, para enseñarle una mirada dura – Puedo verlos
en estos ordenadores cada vez que quiero. Pero
nada es como seguir las fluctuaciones energéticas del
planeta y el avance de la estrella de los antiguos…
¿No cree usted que eso es mucho más interesante? –
Volvió a girarse hacia Marina, indicándole con su
expresión que, a pesar de su timidez, sabía
exactamente lo que hacía y lo que quería –

- Denise ha descubierto aspectos muy interesantes


sobre estas fluctuaciones – Anunció el Padre Jerome
acercándose a la niña y apoyando una mano en su
hombro, cariñosamente – ¿Verdad Denise? – La
animó a hablar –

- Sí Padre – Respondió la niña – La media de las


oscilaciones ha aumentado considerablemente en los
últimos cinco años – Comenzó a explicar mientras
accionaba el mouse cambiando de gráficos en la
pantalla – Con un pico máximo en dos mil nueve,
para el otoño. Luego volvió a reducirse un poco y
ahora parece fluctuar, como si estuviera inestable –
Resumió, respaldándose con números en la pantalla
para que fuera constatado. Ninguno de los presentes

363
GEORGE WEMBAGHER

entendía cómo hacerlo –

- ¿Y eso que implicaría? – Preguntó Marina que ya


había entendido la función de Denise –

- Que los informes del SOHO respecto del paso de la


estrella son congruentes con nuestras mediciones… -
Aseguró la experta con absoluta naturalidad –

Richard se tocó la barbilla en una constante fricción.


Un universo de recuerdos, temores e imágenes
indescifrables, recorrieron su mente, dificultándole el
sosiego y la calma necesarios para aceptar y ubicarse
dentro de este nuevo mundo. Aquel que habitaba y,
que se había abierto a sus ojos, desde que pisara por
primera vez la mística catedral de Chartres.

- Y… ¿Cuándo nos ha dicho que esto ocurriría, Padre


Jerome? – Girando medio cuerpo, conservando el
brazo izquierdo en horizontal sobre su pecho, el
derecho con su codo apoyado en él y su mano
sosteniendo la barbilla. Como un amuleto,
protegiéndose de aquello que le asustaba-

- Pues… - Dudó por un segundo el cura – La verdad,


Richard, no lo he dicho aún con claridad… - Dejó en
suspenso por unos segundos – Pero las fechas más
probables para el temido paso de nuestra Tierra entre
dos soles, parece ser la primavera o el verano de dos
mil trece – Sentenció el sacerdote con la mitad
izquierda de la cara más contraída que su
contralateral, inseguro de su propia respuesta – O tal

364
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

vez en otoño de ese año… - Agregó intentando ser


honesto en su apreciación –

- Y eso es lo que dan las mediciones del SOHO…


supongo – Richard, captando la inseguridad del cura,
intentaba dilucidar la fiabilidad de la fuente –

El sacerdote, con rostro contraído, no respondió de


inmediato a la pregunta directa de Richard. Se quedó
quieto por unos segundos y luego comenzó a
desenfundar el cuadro que había dejado sobre la
mesa que le quedaba más próxima. Extrajo con
cuidado una tablilla de madera, de la funda de pana
negra y la observó, primero él, atentamente durante
un rato. Luego se acercó solemnemente a los
visitantes con el objeto sostenido entre ambas manos,
con sumo cuidado y se los enseñó de frente y sin
reparos. Era una tabla de unos treinta o treinta y cinco
centímetros de lado, que contenía una serie de
figuras grabadas. En ese momento el cura respondió
a la anterior pregunta de Richard.

- No, en realidad – Dijo casi en un murmullo – Por


esta tabla – Cerró dejando a Richard y Marina
intentando descifrarla –

Allí se veían claramente dos líneas cruzadas


marcando un centro. Una línea circular excéntrica
pintada en blanco, según los restos de pintura que
aún conservaba; otra elíptica que entraba por la parte

365
GEORGE WEMBAGHER

inferior izquierda del cuadro, giraba en torno al punto


central y volvía a perderse por el cuadrante inferior
derecho, en el marco de los signos zodiacales que
representan a las constelaciones que se ven desde la
tierra.

- Una gráfica astronómica antigua, como la que hay


en el libro que nos ha presentado y en la nave de la
catedral – Definió Richard mientras reconocía ciertas
diferencias entre las diferentes representaciones. De
repente su mente iluminada le obligó a parar - ¡Un
momento! – Dijo aproximando sus manos al cuadro,
sin tocarlo – ¡Esta tablilla es diferente a la que estaba
en la girola de la iglesia! ¡En el muro del coro! –
Exclamó revisando los detalles, que parecían no
coincidir del todo –

- Así es… - Reconoció el cura – Esta es la original

- Pero no son iguales ¿Verdad? – Esclareció Richard


- No exactamente – Reconoció el sacerdote – Aunque


son parecidas, esta es la verdadera…

Richard tomó la tablilla entre sus manos con un


interés aún mayor. Si la habían reemplazado por otra
con la información cambiada, sería porque en ésta
había cosas que no se debía develar. Se concentró
en ella y prestó atención a cada línea, intentando
identificar los astros que allí se describían. No le fue
difícil adivinar que el centro del cuadro representaba

366
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

al centro del universo de aquellos hombres, la Tierra,


porque además el símbolo de la cruz de proporciones
equilibradas entre sus cuatro lados, representa a la
Tierra. La línea circular en blanco parecía representar
al Sol o a su órbita relativa al planeta central y las
figuras del zodíaco a sus respectivas constelaciones.
Hasta ahí todo estaba controlado.

- Una elíptica muy amplia, en color rojo, se acerca a


nuestro espacio desde una distancia enorme… -
Describió en voz alta Richard, más para Marina que
para el cura – Entra por virgo… Desde virgo… -
Reflexionó comenzando a comprender – Desfila por
las constelaciones del otoño y se dirige a
capricornio… - Permaneció observando mientras
hacía cuentas en su mente – Luego se retira
nuevamente… - Se tomó unos minutos para pensar –
O sea que, según esta tablilla, si la estrella pasa por
esta ubicación en primavera, las fuerzas de tracción
comenzarán su acción en esas fechas. Se generará
un estado de inestabilidad en el planeta que llegará a
su punto máximo para comienzos del verano o, a mas
tardar en otoño… ¿Es eso lo que han deducido? –
Concluyó Richard – ¿Y qué dicen los estudios
astronómicos de eso? ¿Están de acuerdo con las
fechas?

- En realidad hay muchas teorías – Reconoció el


Padre Jerome – No hay una posición unánime ni en
las fechas ni de lo que se puede esperar como

367
GEORGE WEMBAGHER

resultado

- ¿Y por qué no han avisado al mundo de este


peligro? – Increpó Marina algo ofuscada por la
aparente conspiración de silencio –

- Y ¿Qué es lo que iríamos a decir? – Respondió el


cura alzando el rostro en una clara intención de
repeler el solapado ataque. Cómo si ya hubiera
buscado tales respuestas – No sabemos realmente
que pasará. Y si la fuerza gravitacional de la estrella
fuera capaz de alterar el eje de la tierra o las
condiciones de vida en ella… - Separó ambas manos
delante de su abdomen, enseñando las palmas -
¿Qué podríamos hacer? No se puede parar a la
Madre Tierra… A la Diosa devoradora de mundos… -
Acabó con una sonrisa paternal en el rostro,
demostrando una calma aprendida – Nada se puede
decir, querida amiga, sin inventarse cosas o crear una
alerta, probablemente equivocada. Y ¿quién está
dispuesto a responsabilizarse del daño que esto
causaría, en las frágiles mentes de aquellos
desesperados por creer…? – Se quedó
observándolos en la misma posición, sin decir más.
Todos permanecieron en silencio. Nadie tenía, en
verdad, una respuesta a aquella pregunta -

Richard buscaba sujetarse al ancla de su realidad.


Miró a su alrededor intentando ordenar la escena. El
sacerdote con su actitud impasible, esperando con su
rostro relajado a que todos aceptasen, finalmente, su
historia. Marina con expresión confundida, entre

368
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

asustada y dubitativa, entregada a lo que le cayera de


aquel bombardeo de relatos increíbles. En un
momento de angustia, en que su mente fue inundada
de imágenes de destrucción y desastres naturales a
los que el mundo podía verse sometido, dirigió
instintivamente la mirada a la niña; imaginando que la
más joven de aquella sala, era la que más tendría que
perder si se produjese una gran catástrofe. La
adolescente, sin inmutarse, participaba pasivamente
de la conversación, pasando, uno tras otro en la
pantalla de su ordenador, los gráficos y las imágenes
de los muchos probables alineamientos planetarios
en los que la enana marrón participaría durante su
recorrido por la vecindad del Sol. Los gráficos
llevaban ecuaciones complejas, que Richard no
alcanzaba siquiera a leer, pero sabía que las habría
hecho la niña, porque sí notó que, casi todos los
cuerpos conocidos, representados en el ordenador, al
paso de la estrella, estaban adornados con alguno de
los personajes presentes en el decorado que la genio
había plasmado por toda la sala.

Eran cientos las opciones que la Diosa tenía para


devorarse el planeta que otrora le rogaba, con toda
clase de ceremonias, que pasara por aquí con el
menor daño posible. Richard comprendió que lo que
debía saber, ya lo había recibido y sólo pensaba en
salir de allí, a ver el sol, al gélido aire de la superficie
que lo hiciera sentir vivo. El Padre Jerome pensaba lo
mismo. Sus movimientos indicaban que aquella etapa

369
GEORGE WEMBAGHER

ya estaba cumplida.

- Adiós Denise. Gusto en conocerte - Se despidió


Richard con una mirada tierna, inspirada por aquella
niña que aparentaba estar llena de incógnitas –

- Adiós – Respondió sencillamente la muchacha, que


se dio un cuarto de vuelta para enseñar rápidamente
la cara mientras saludaba. Marina respondía con un
gracioso movimiento de su mano y una sonrisa
amplia –

Los tres desanduvieron caminos hasta reencontrar la


escalera que los sacaría de la cripta. El sacerdote se
dirigía nuevamente a la tienda de la catedral, donde
probablemente estaría su oficina. La pareja lo
acompañó, entrando nuevamente al Templo que,
ahora, veían con ojos renovados. Richard sintió la
necesidad de acercarse, una vez más al laberinto,
centro del triángulo que demarcaba la nave por el aire
y extremo del isósceles rectángulo que unía en su
hipotenusa al Sol, rosetón de occidente y a la Diosa,
el laberinto bicolor. Observaba una vez más el mágico
conjunto cuando, sin quererlo, sus ojos recibieron una
imagen llamativa. Eran casi las tres de la tarde y el
sol entraba ya por los vitrales del pórtico real. Una
inquietante imagen de la Virgen de la mandorla,
rodeada por esa almendra ovalada que la identifica
con la naturaleza, se encontraba recorriendo los
delgados pasillos del laberinto. Estaba posada entre
sus arcos, como si quisiera encontrar una salida. Era
un reflejo azulado que venía del vidrio atravesado por

370
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

el sol. Sin embargo, Richard creyó ver, por un


instante, el rostro de su maestra en aquel viaje
místico inentendible. Tanto que su nombre le vino a la
cabeza y salió, casi con vida propia, por su boca al
recordar.

- Cristine – Dijo en susurros –

La dama parecía estar en su sitio… Muy cerca de la


Rosa. Richard no tardó en atar cabos y unir algunos
conceptos que tenía pendientes. Llamó a Marina y al
Padre Jerome que le esperaban unos pasos más
cerca de la salida y de la tienda de regalos. Les atrajo
hacia su sitio y les señaló la imagen, que ya, mientras
él pensaba, se había desplazado unos centímetros,
como si la Diosa se paseara libremente por la nave
de la catedral.

- ¿Habéis reparado en esa imagen de la Virgen? –


Dirigió su mirada al rostro de ambos esperando la
respuesta – Sobre todo usted, hermano Jerome, que
casi vive aquí

- Claro que sí – Aseguró el cura con naturalidad – Es


la imagen de la Virgen de la Mandorla. Viene de aquel
vitral del centro del conjunto de tres, que decoran el
muro. ¿Lo veis? – Se dio media vuelta y señaló a lo
alto del ventanal del medio del muro occidental – Es
uno de los logros de los maestros de la primera
catedral. Hace que la Virgen recorra la nave cada día

371
GEORGE WEMBAGHER

y que, el día de la ascensión, se instale en el centro


del laberinto – Comentó como un hecho anecdótico –

Aquel vitral tenía unos once metros de altura.


Representaba desde su base, historias de la vida de
Jesús, desde la anunciación del arcángel a la Virgen,
hasta el bautismo por la gracia de San Juan. Pero la
imagen superior del ventanal, de unos dos metros de
alzada, dominante por encima de todas las demás,
era la de la virgen contenida en aquel óvalo místico.
La almendra, la mandorla, el huevo alquímico que
origina la vida natural. La semilla que lleva en su
interior el germen de la vida. Estaba sentada en su
trono, coronada y con el niño en el regazo. La misma
imagen que le habían enseñado en su recorrido bajo
tierra… En la cripta, reinando en aquellas penumbras.
La inmensa Diosa presidía la peregrinación del resto
de los cuadros por la nave de la iglesia, cada tarde,
cuando el sol alumbraba desde occidente. Richard
comenzó a ver algo más. Permaneció estático en
aquel sitio, con los ojos fijos en la luz reflejada en el
pavimento bicolor, pero la mirada extraviada en su
propia mente. Analizaba aceleradamente aquel
fenómeno, buscando relacionarlo con el resto de los
símbolos en su contexto y lo consiguió, en el centro
del laberinto, con la rosa de seis pétalos. Símbolo de
la Diosa, siempre presente, ofrecía su botón central
completamente vacío. Como a la espera de su
ocupante.

- O sea que el veintidós de agosto… - Rumió Richard


– Día de la ascensión de la Virgen en el calendario
372
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

católico… - Se tomó unos segundos para ordenar las


ideas – Día en que la Diosa se encuentra con el
Dios… Ese día la imagen de la Virgen se posa justo,
en el otro extremo de la hipotenusa, para encontrarse
con el Sol, representado en el rosetón del muro… -
Acabó la frase con una bocanada de aire resoplado –

- ¿En qué estas pensando exactamente? – Inquirió


Marina, sospechando que su compañero iba más allá
del mero simbolismo –

- En el día de la cita… - Respondió él, que


especulaba con la respuesta al acertijo –

373
GEORGE WEMBAGHER

 
374
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XVIII  

Con las cabezas impregnadas de imágenes y de


historias increíbles, las mentes enceguecidas por la
niebla, que ya poco les permitía pensar y los
estómagos vacíos y reclamantes, salieron de la
catedral con una sensación de agotamiento que
superaba ampliamente la de los primeros días.
Cruzaron la calle y se refugiaron en el restaurante, del
que ya eran clientes habituales. El camarero los
recibió como conocidos al invitarles a sentarse.

- ¿La mesa de siempre? – Preguntó conociendo la


respuesta-

Después de ordenar un pichet de vino tinto, una


botella de agua mineral con gas y una costilla de buey
que, en su sola ilusión les renovaba las esperanzas
de vida; Richard desplegó sobre la mesa la hoja que
contenía la clave, dejada por los responsables del
tesoro guardado en iglesia, a cargo del Papa en el
siglo XIII. Un acertijo que, a los ojos del Maestro y
caballero de Oriente, comenzaba a tomar forma,
dejando ya de parecer un montón de frases
inconexas. Una buena manera de distraer la atención
mientras esperaban la comida, que en aquel preciso
instante, tomaba más relevancia aún, que la
perspectiva de su mundo destruido por la Diosa

375
GEORGE WEMBAGHER

Madre.

- “En el Sol, como en el antiguo Templo se guardan


los metales. Si al espacio de la Diosa se une el Sol y
el primero sostenido se mantiene donde los dioses se
unen, Jakim, dos de cinco liberará el espíritu y la
creación de la Madre, a la vez tesoro y reliquia. Sólo
cuando la Rosa celestial se presente a la cita se
abrirá el cerrojo en cada ciclo” – Releyó Richard el
acertijo, que yacía delante de sus ojos, por enésima
vez – No hay dudas de que aquí se refiere a
columnas – Señalando con el índice la primera parte
de la estrofa – Hemos reconocido ya que Jakim era el
nombre de la columna de la derecha del Templo de
Salomón y en ellas, se guardaban tesoros y
manuscritos, como los rollos constitucionales de los
constructores y objetos que no debían ser
descubiertos en mucho tiempo, tal vez nunca. Creo
que a eso se refiere la primera estrofa – Estableció
como punto de partida –

- Si eso es correcto – Razonó Marina – ¿Dos de cinco


será su ubicación? ¿Comprendes esa estrofa? –
Inquirió buscando los ojos de su compañero –

- Pues aun no, para serte sincero… - Reconoció este


– Pero es probable que hayamos encontrado la última
de las referencias – mantuvo el suspenso mientras
ordenaba su discurso – Cuando la Rosa celestial se
presente a la cita… - Desvió su mirada a los ojos de
su compañera esperando a que su reflexión
coincidiera con la que él había pensado –

376
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¡La virgen de la mandorla! – Abrió sus ojos Marina,


en un gesto de exaltación y evidencia – La Diosa en
el centro de la Rosa… ¡Del Laberinto!

- Y una fecha, por fin… - Descargó Richard su peso


con una sonrisa de satisfacción –

- El veintidós de agosto – Completó ella –

- Según la clave, ese día se abrirá el cerrojo –


Sentenció el caballero dando un discreto golpecito
sobre la mesa con el segundo nudillo de su dedo
índice –

- ¿Y qué hay del resto? – Se asomó Marina, con


evidente entusiasmo, balconeando el texto que
descansaba sobre la mesa –

- Aún no lo tengo claro, pero he pensado algo –


Descubrió Richard sus pensamientos, con una
sonrisa picaresca en su rostro – Fíjate cuántas veces
menciona el Sol. Habla también de sostenidos. El
primero sostenido, según recuerdo de mis clases de
música, era el segundo semitono de la escala
cromática; en la que, te recuerdo, se han inspirado los
constructores de la escuela Chartriana… - Hizo una
pausa para aclararse antes de soltar su conclusión –
El Do sostenido, si no recuerdo mal, coincidía con la
columna llamada Iacobus, de la nave y el espacio en
el que se encuentra el centro del laberinto, lugar

377
GEORGE WEMBAGHER

donde se representa la unión entre ambos dioses… -


Dejó pensar a su compañera con una pausa, que
ocupó meneando la cabeza en un afirmativo
constante – Donde ambos dioses se unen…

- ¿Notas musicales? – Gritó a viva voz, debiendo


retraerse al percatarse de la mirada del público
circundante –

- Eso creo… - Respondió entre sonrisas provocadas


por la actitud de su compañera –

- Pero… - El rostro de ella no escondía su


desorientación - ¿Cómo puede actuar la música en
todo este asunto? ¿Qué significa esa referencia? –
Agitando suavemente la cabeza de un lado a otro,
haciendo que su pelo brillara ante los cambiantes
ángulos de incidencia de la luz del sol –

Richard, sin contestar, maduraba su propia respuesta,


moldeada entre los recuerdos de su misterioso sueño.
Se le vino a la mente la luz en los ojos de su maestra
vidriera, la tarde en la que la descubrió manipulando
los cilindros de vidrio. Recordó cómo, al sostener los
finos tubos en sus manos, ella hizo que la armónica
emitiera una serie de tonos, que causaron la
explosión de aquellos cristales tratados por la
alquimia, como si respondieran a la vibración del
acorde, con la autodestrucción. Como pequeñas
bombas armadas y listas para estallar al recibir la
orden del sonido. Aquella idea no se apartaba de su
mente. La música era la base de aquella estructura,

378
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Ideada por Fulberto y los sabios de Chartres, iba a


ser la protagonista de la gran obra que en todo su
esplendor, allí se representaría.

- Aún no lo sé muy bien… - Reconoció Richard con


expresión compungida – Pero estoy seguro de que lo
que aquí se describe es un acorde – Afirmó retirando
la vista del mantel y devolviéndola a los ojos de su
compañera – Uno que actuará sobre parte de la
estructura y que reúne al sol y al Do sostenido –
Acabó frunciendo los labios y enseñando su palma
derecha, demarcando el límite de su deducción –

- El espacio de la Diosa…- Leyó moviendo


nerviosamente las piernas por debajo de la mesa -
La nota principal, según tu teoría – Elevó las cejas,
indicando el siguiente punto de aquel intrincado
camino –

Richard aceptó el desafío. Ahora habría de escoger


cuál era el espacio de la Diosa al que se refería el
acertijo. No estaba seguro de que fuera por buen
camino, pero desde que los secretos de aquella
catedral se habían develado a sus ojos, cada vez
sentía menos pasión por la misión que la Santa
Madre Iglesia le ordenaba. Le parecían lo menos
trascendente de toda la pesquisa; de aquello que le
estaba tocando vivir. Pensó en las razones que
habrían llevado al Papado a escoger aquel momento
para buscar tesoros en aquella antigua catedral,

379
GEORGE WEMBAGHER

después de tantos siglos. Se le ocurrían pocas, salvo


una que rondaba en su mente cada vez que se hacía
esa pregunta: - ¿Por qué ahora? – La única manera
en que aquello tuviera sentido era que el Vaticano
viera probable la destrucción de aquella antigua
catedral y quisiera evitar que las reliquias o los
tesoros se perdieran con ella. ¿Por qué otra razón
movería todo aquel asunto, de manera tan
precipitada? Como fuere, los hechos, como se
estaban dando, eran congruentes con la historia que
contaba el Padre Jerome. Era probable que se
temiese que el papel de Chartres en el anunciado
contacto con la Diosa, fuera mayor que el esperable
sin conocer toda la historia. Las piezas continuaban
encajando, una a una, en aquel puzle milenario y
hermético.

Acabados los postres, con el espíritu en paz y el sol


amenazando con retirarse, los buscadores se
dispusieron a dar un corto paseo, frente al pórtico
meridional del Templo. Aún no habían tenido la
oportunidad de escudriñarlo. Lo que Adoniram
necesitaba para completar su tarea, lo había obtenido
ya, del sector más esotérico del Templo; sin embargo,
le resultaba interesante descifrar el mensaje del portal
más exotérico. El que cada día era bañado por el sol
durante su recorrido, dándole vida hasta la hora de
volver a dormir. La puerta de la luz. Le llamó la
atención, antes que el resto de las figuras, la
escultura del entrepaño el vano central, en la que el
Cristo, portando un libro cerrado en la mano izquierda
y bendiciendo con a derecha, está firmemente posado
380
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

sobre dos figuras míticas y elocuentes. Richard


permaneció unos segundos inmóvil apreciando esa
imagen.

- ¿Está sobre una león y un dragón? – Preguntó


Marina entornando los ojos para capturar mejor los
detalles –

- Salmo 90 – Respondió él calmadamente, tratando


de recordar el texto – “Caminarás sobre el áspid y la
albahaca y tu talón aplastará al león y al dragón” –
Recitó sin equivocarse –

- ¿Y eso qué significa? – Asumió ella su significado


oculto-

- Para algunos… Que el hombre que encuentra a su


Cristo deambulará sobre hierba sagrada, dominando
el espíritu y controlando, tanto al conocimiento, el
león, cuanto al engaño, el dragón. Asentará su poder
apoyado sobre ambos y sometiéndolos por igual… -
Acabó dirigiendo la mirada sobre su hombro
izquierdo, directamente al rostro de su compañera,
para ver su expresión al digerir el símbolo que
acababa de descubrir – Cómo ves - Prosiguió – Por
debajo hay un hombre ofreciendo caridad. Un
profano, entregando su pan a cambio de salvación,
para que sea distribuido con justicia. A su lado –
Señalando con el índice en movimiento – Dos pobres
esperando esa justicia…

381
GEORGE WEMBAGHER

El pórtico presentaba a Cristo en su magnificencia,


con toda su iglesia alrededor. Los apóstoles más
cerca de él; los mártires a la derecha. A su izquierda,
los confesores. Debieron retroceder unos pasos para
volver a verlo todo en su contexto. El pórtico tenía
una longitud de más de treinta metros y la escena
dominante era la del Cristo, como Juez de las almas
en el juicio final. A sus lados, María y San Juan, en
actitud de súplica pidiendo su indulgencia. La corte
celestial se presentaba decorando los dovelajes.

- Mira el detalle de las dovelas – Dirigió Richard la


atención de Marina – Los ángeles se muestran según
su jerarquía – Intentando identificarlos con los ojos
como hendijas – Primero aparecen los Querubines
con una llama en la mano. Son el fuego, al igual que
los Serafines son la luz y les siguen – Dijo
acercándose todo lo posible – Luego los tronos,
sentados sobre tronos, claro… Y con cetro y corona.
Las dominaciones, con sus espadas desenvainadas –
Elevando su mano derecha como si él también
portara una – Las virtudes, con sus libros, las
potencias y los principados detrás, cerrando la esfera
privada del Señor… - Afirmó dibujando un círculo en
el aire con su dedo índice – Finalmente los
Arcángeles, combatiendo sus demonios y los
ángeles, con sus antorchas e inciensos, como
mensajeros hacia la humanidad. Cuando los ángeles
suenan las trompetas, los muertos se levantan de sus
tumbas… ¿Puedes verlos? – Preguntó sin dejar de
señalarlos – Allí en la segunda parte del dovelaje –
Especificó –
382
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Sí – Replicó ella – ¡Y allí hay demonios llevándose


almas al hombro! – Descubrió – ¡Y el arcángel Miguel
pesando las almas con su balanza! – Permanecía
observando dubitativa, como si intentara enlazar
ideas de las que había estado conversando antes con
su compañero – Me dijiste que esto no representaba
lo que parece… Sino lo que sucedía en nuestro
propio espíritu… ¿Verdad? – Se giró con todo su
cuerpo hacia Richard – No llego a entender esa
idea… Todo parece aquí una representación muy
real… - Regresó la vista a la terrible escena –

- Este muro es iluminado cada día con el paso del sol.


Asimismo, podemos entender que esto está justo
aquí, intentando representar que transcurre durante
cada día. Y que cada noche, a la hora de hacer un
balance, el Cristo, que vive dentro de cada uno de
nosotros aunque no lo sepamos, se encarga de
realizar este complicado trabajo… - Presentando con
su mano abierta la escena, como si se tratase de una
obra de teatro – Fíjate bien, por ejemplo en las figuras
de los Querubines y Serafines que se parecen
mucho… - Apuntó nuevamente al principio del
dovelaje – Llevan seis alas, para representar la
ligereza del “PENSAMIENTO ANGELICAL” – Recalcó
enfáticamente – Esto es una pista de que, todos estos
ángeles según sus jerarquías, componen los
principios beneficiosos de nuestra propia mente. Los
demonios los negativos y, el propio Dios, es el
resultado de su perfecto balance – Aguardó unos

383
GEORGE WEMBAGHER

segundos dejándola reflexionar – Como te he dicho…


Lo que está esculpido en el templo, representa lo que
está esculpido en el hombre. Nada más…

Así transcurrió el resto de la tarde. Entre el infierno y


el paraíso; corte celestial y jueces de Israel incluidos,
los misterios del antiguo y nuevo testamento se
alternaban en historias perfectamente contadas en
imágenes simbólicas que encontraban su sitio en la
mente de cada visitante, sin dificultad. La
extraordinaria riqueza de aquel portal contenía una
cantidad de enseñanzas interminable. Con el estado
en el que, aquel día de sorpresas, había dejado a
Richard y Marina, les era imposible asimilar más
imágenes. El resto del pórtico quedaría para otro día,
si querían detener el dolor de cabeza que avanzaba
desde hacía horas. Decidieron acabar la jornada y
regresar al hotel, aunque antes, un último paseo por
la nave prometía estabilizar lo ya visto, con la
esperanza de reafirmarlo, para su análisis posterior.

Apenas traspasaron el pórtico real y se posicionaron


en el nacimiento de la nave, La vista de los dos
recorrió el interior del Templo en un paneo, como si lo
acariciaran con la mirada. Al avanzar hacia el oriente
y superar la primera columna, Richard entonó, como
si cantara su nombre, el primer semitono de la escala
cromática.

- Do….

Al dejar la segunda atrás, intentó subir un semitono

384
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

sin conseguir afinarlo del todo y sin cambiar el


nombre de la nota, solo continuando el sonido sin
interrumpirlo.

- oooooo…

En la siguiente etapa repitió el intento con el Re y así


lo continuó, columna tras columna hasta llegar al
transepto. Allí cumplió su nuevo protocolo.

- Sol……

Y mientras lo cantaba, se detuvo un momento a ver el


entorno mágico de los tres soles que se vislumbraban
desde aquel punto sagrado, en la base del delta
luminoso que integraba a todas las figuras centrales.
Desde allí, desde el Sol, podía verse Todo… La
mente de Adoniram continuó asociando ideas, ya en
una inercia comenzada el día anterior. En aquella
nota de la escala, mientras observaba el rostro de la
Diosa en el muro septentrional, la Virgen majestuosa
de su centro, descubría, para acentuar el intrincado
ovillo de causalidad, que Virgo, la octava constelación
del zodíaco, representante celestial de la Gran Diosa,
coincidía en la escala, con el que también era el
octavo semitono de la escala cromática. Sol… Virgo y
el Sol, nuevamente unidos bajo la casa del número
ocho… La octava nota, la octava constelación. Ocho:
El número mágico de la primera impregnación.
Nuevamente, la casualidad perdía su lugar en aquel

385
GEORGE WEMBAGHER

universo.

Pero continuó adelante e intentó elevar el sonido al


siguiente semitono. El sostenido del Sol. En la
siguiente columna entonó el La. Y al hacerlo,
encontró que allí, contra el muro norte, se enclavaba
la capilla de Nuestra Señora del Pilar. La Virgen de
negra madera, que en su mano extendida, sostenía la
manzana. Aquella fruta misteriosa que, según se
guardaba en su mente, la Maestra, Cristine Nibirú, le
había ofrecido antes de su última muerte. El símbolo
le llenó el alma de música sagrada. Se sintió atraído
por aquella Dama obscura que le observaba de pie,
entre su grupo de estrellas. Richard notó, con sus
sentidos aguzados por la emoción, que las columnas
que flanqueaban la capilla de la Dama, no eran
iguales a las demás de la girola. Sus bases, algo más
bajas que las otras, portaban unos graciosos motivos
vegetales en sus esquinas. Una identificación hacia la
naturaleza que además representaba. La Dama… La
Diosa… Probablemente, de entre todas las
representaciones que en el templo había de ella,
aquella parecía la más espectacular. La más emotiva.
La que ocupaba el espacio…

- ¡El espacio de la Diosa! – Soltó en una especie de


gemido, que despertó a la escena a su relajada
compañera –

- ¿Qué? – Reaccionó ella - ¿Qué dices?

- La nota que le faltaba a nuestro acorde… - Liberó

386
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

con los ojos iluminados – Creo que la hemos


encontrado…

Con la mente rebosante, otra vez, continuaron hasta


el final del coro, para cerciorarse de que el
ordenamiento del templo, según aquella escala
musical, no presentaba contradicciones. Siguieron el
camino de la girola y, al llegar al final del coro,
comprobaron que, justo en aquella línea recta reinaba
el último semitono de la escala. El Sí. Constataron en
el plano que llevaban consigo desde el primer día,
contando los espacios que allí figuraban. Obtuvieron,
del mismo modo, el valor de un semitono asignado a
cada espacio entre columnas. Llegaron a la misma
conclusión. Contasen como lo hiciesen, la nave, hasta
el final del coro, en toda la extensión del asta de la
cruz, conllevaba un ordenamiento según la totalidad
de los semitonos de la escala cromática.

Regresaron hacia la salida por el mismo camino.


Cuando llegaron al transepto, al Sol, Richard no pudo
evitar hacer un nuevo alto en su camino, para admirar
una vez más las vistas de aquel universo manifiesto
de forma exquisita. En ello y merced a su obsesión
por contar, enumerando todo lo que veía cuando
observaba símbolos, comenzó a fijarse en las
columnas que flanqueaban el propio transepto. Lo
hizo en voz alta, participando a Marina de sus actos.

- Uno, dos, tres, cuatro y ¡Cinco! – Exclamó al acabar

387
GEORGE WEMBAGHER

la cuenta –

Se giró de cuerpo entero hacia su compañera, quién


observaba igualmente deslumbrada por el nuevo
hallazgo.

- ¿Dos de cinco? – Le lanzó él, con una sonrisa


enorme en los labios –

- ¿Y por qué hay cinco? – Inquirió ella con un


movimiento del cuello, que retraía bruscamente su
mentón, como si quisiera tomar distancia –

- ¿La escala pentatónica? – Elucubró su compañero


al tiempo que admiraba el largo del corredor entre
ambos portales triples – Esa escala se usa para la
música sacra… ¡Sería lógico hallarla cerca del ábside
o en el transepto del Templo! – Con los ojos
exorbitados por la emoción –

- O sea que dos de cinco… - Comenzó a especular


Marina con la uña del dedo índice en contacto con
sus incisivos inferiores –

- Pueden ser esa o aquella columnas… - Dedujo


Richard señalando una de la línea oeste y otra del
este, a ambos lados de la nave –

- ¿Y por qué esas dos? – Escudriñó su compañera,


como resentida porque no se le había ocurrido a ella

- Porque Jakim – Explicó Richard con entusiasmo –


388
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Era la columna de la derecha, mirando el Tempo


desde afuera… - Ubicándose estratégicamente en el
centro del crucero para una visión más amplia – Por
tanto: o es la segunda desde el norte, por la línea de
occidente o la segunda desde el sur, por la de
oriente… Una de estas dos – Señalando a las
candidatas, en posiciones cruzadas respecto al centro
del crucero –

- Y… ¿Cuál de las dos es, entonces?

Richard se frotó las manos satisfecho, dio un corto


paseo en redondo observando sitio y se dispuso a
responder la pregunta, con la idea de que su trabajo
estaba casi cumplido.

- ¿Que más da? – Le dijo elevando ambas manos,


con tono resuelto y despreocupado, visiblemente feliz
con los resultados que había logrado obtener. Marina
lo observaba sin entender, con el entrecejo fruncido y
una mirada torva, como si la información que requería
fuera trascendente. Richard acabó de responderle
después de chocar ambas manos en una palmada
que llamaba a retirarse a descansar – ¡Lo sabremos
cuando se abra!

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GEORGE WEMBAGHER

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XIX  

Los primeros rayos de sol penetraban cual finas


espadas luminosas, demarcando el espacio nunca
recto entre las hendijas de la persiana a medio bajar y
los ojos de Marina, que aún no rendía sus retinas a la
victoria de Apolo sobre Morfeo. La noche anterior
había sido larga de sobremesas, vino blanco y
cocteles, entre deducciones y gratificaciones por
haber desvelado el acertijo al que habían ido a
enfrentarse a Chartres. El magma ardiente de
revelaciones que les habían consumido la mente el
día anterior, quedaba como una suculenta paga extra
de lo que parecía ser un salario bien merecido. Las
horas habían volado entre explicaciones y el alcohol
había mantenido húmedo y lubricado el engranaje de
aquella máquina de ideas. La mañana, por tanto,
colmadas de nuevas propuestas de trabajo sobre los
planes trazados a partir de los nuevos hallazgos, no
seducía a los cuerpos, aún en la tarea de deshacerse
de los residuos de la juerga.

Un movimiento espasmódico de Richard, seguido de


un balbuceo agitado e ininteligible, se convirtió en
aliado de la luz, para ganarle la batalla al sopor de
Marina. Finalmente abrió un ojo intentando localizar el
origen de la gutural sinfonía hipnapómpica.

391
GEORGE WEMBAGHER

Desganada y torpe, extendió cansadamente la mano


derecha y rozó, suavemente con sus uñas, la barbilla
de su compañero, intentando rescatarlo de su
agónico sueño.

- Despierta de tu pesadilla – Le murmuró con voz


ronca mientras tomaba posición en el hueco de su
hombro derecho, acomodándose en él y utilizándolo a
modo de almohada. Mientras, enredaba sus gráciles
dedos entre el vello del pecho de su hombre –

Richard se calmó de inmediato, recuperando la


expresión relajada en su rostro. Despierto apenas, se
percató del abrazo en el que ya casi estaba inmerso y
se dejó llevar. Al margen del tiempo, sin quererlo se
encontraron los cuerpos pegados; ella refugiándose
contra su piel, como en una caverna viva y él, con su
pierna izquierda cruzada sobre el cuerpo de ella y
envolviéndola como la ostra lo hace con su perla. Se
acariciaron las espaldas y se unieron en un profundo
beso de buenos días. Luego se quedaron inmóviles,
así, uno contenido por el otro, seguros y cómodos
esperaron a que el sol lanzara el resto de su ejército
de lanzas doradas a través de las hendijas del
ventanal, para entregarse y capitular.

- Habrá que levantarse – Dijo él resignado y con voz


de ultratumba, cuando ya la luz amenazaba con
llevarse la mañana entera –

Las tareas de aseo también se cobraron su tiempo.


Entraron juntos a la ducha y, entre jugueteos, para

392
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

cuando salieron de la habitación ya casi había


agotado el plazo para el buffet. El ritual del desayuno
era sagrado para la pareja, que disfrutaba de la
mañana a expensas de este universo de sensaciones
visuales, olfatorias y auditivas. Mucho más que la
energía matutina, la primera ocasión de estimular los
sentidos con gracia y simpatía. Los rojos rubí de la
fresa cristalizada, el aroma a café recién molido, la
explosión entre los dientes y la lengua, de la corteza
de la baguette aún tibia del horno, el ungüento dulce y
salado de la mantequilla emparejada con mermelada
de mirtillas salvajes… Y la conversación, con la
mente aún entumecida por el descanso amable de la
noche anterior y el razonamiento aún torpe que se
disculpaba. La voz se iba aclarando a fuerza de café
y zumo de naranja. El pensamiento se agudizaba a
medida que entraba el azúcar al cuerpo. No se
aburrieron, intentando delinear la estrategia a seguir
en el resto del día, que prometía no ponérselo muy
sencillo, con todo lo que les quedaba por hacer y lo
tarde que era.

Con el último sorbo de café aún en la boca, se


pusieron en marcha con destino a la catedral. La
mañana estaba fría pero muy soleada. Habían
pensado en lo que debían hacer pero aún no tenían
en claro la manera en que lo conseguirían.

- ¿Y cómo vamos a encontrar al Padre Jerome? –


Preguntó Marina – En realidad no sabemos donde

393
GEORGE WEMBAGHER

está… Es un poco escurridizo y hasta ahora ha sido


él, siempre, el que nos ha encontrado a nosotros –
Reflexionó –

- Sin embargo… - Respondió Richard – Te aseguro


que aparecerá. Sólo tenemos que escudriñar el
paisaje y – Le lanzó un guiño amplio y cómplice –
Seguramente aparecerá

Penetraron por el pórtico real cuando el sol ya poseía


limpiamente al ángel de la esquina. La sombra en el
reloj estaba no muy lejos de la marca de mediodía.
Aún había sombra sobre el frontispicio, por lo que la
procesión mariana no habría comenzado aún su
paseo por la nave. Avanzaron con paso firme hacia el
acceso a la planta superior, donde se ubicaba el
órgano, decididos a intentar ejecutar algún acorde en
él.

- No tengo idea de cómo se conduce un órgano… -


Bromeó Richard, expresando realmente la verdad –
Siempre me he preguntado cómo se les cargaría el
aire que los hace sonar – Su risotada retumbó
redoblada por el eco –

-¿Piensas simplemente ponerte a tocar el órgano? –


Inquirió Marina algo preocupada por la actitud
temeraria de su compañero –

- La verdad… - Reconoció Richard con gesto


picaresco, intentando abrir una pequeña puerta de
madera que parecía estar cerrada con llave o trabada

394
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

por dentro – Espero que Jerome aparezca antes –


Dio vuelta su cara enseñándole unos ojos exaltados
mientras sacudía la puerta intentando forzarla,
haciendo ruido y llamando la atención –

No hizo falta mucho más para que el hermano


Jerome apareciera. Al mismo tiempo que dos
hombres decorados con hilos dorados colgantes,
armados de porras, se acercaba el cura por el centro
de la nave. Con un gesto amable detuvo el paso de
los vigilantes y se hizo cargo de la situación,
acercándose a los aspirantes a intruso.

- ¡¿Dónde van?! – Les lanzó entre pregunta y


reclamo, con ambas palmas hacia arriba a ambos
lados del cuerpo, con una amplia sonrisa en los
labios, como si fuera una especia de broma – Esa
zona está restringida – Advirtió con el mismo tono
jocoso

- Buscábamos el acceso al órgano – Declaró el


caballero sin dejar de mirar atentamente el marco de
la puerta que no podía abrir, arriba, abajo y a los
lados – Pero, francamente – Se apartó un poco del
sitio para acercarse al sacerdote y cambiar de tema –
Nos conformamos con hallarle a usted…

- Muy bien… Aquí me tenéis – Dijo sin desterrar la


sonrisa de su rostro – ¿Qué más puedo hacer por
vosotros?

395
GEORGE WEMBAGHER

- Necesitamos acceso al órgano – Espetó Richard


resuelto y esperando el interrogatorio para confirmar
su teoría de que allí estaba la clave que buscaba –

- ¿Al órgano? – Reaccionó el sacerdote sin hacerse


esperar. Con rostro de sorpresa y algo de
preocupación – ¡Pero eso no es posible! – Aseguró
con actitud nerviosa

- ¿Por qué no? – Inquirió Richard, igualmente


sorprendido por la reactiva respuesta de su hermano
– ¿No va a ayudarme con este trabajo? – Intimó
mirándole a la cara – Pues necesito el órgano para
desvelar el resto del misterio. Tendrá que
conseguirme la llave, si quiere que cumpla la misión
que me han encomendado… Y a usted también,
supongo…

- Pero es que no lo entiende – Explicó el sacerdote


con rostro preocupado – No depende de mí ¡Sino de
otra orden! – Remarcó en un gesto descendente con
ambos brazos, como si intentase deshacerse del
problema –

Richard no comprendía del todo aquella situación que


su hermano insinuaba casi en bocetos. Sin embargo,
presintió que la tarea que se proponía no le sería
sencilla. Una orden para proteger un órgano
significaba bastante más de lo que las palabras
dejaban entender. Decidió cortar camino y enfrentar
el problema directamente, participando al sacerdote
de tal situación.

396
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Déjeme ser más claro, para que no haya dudas –


Aclaró Richard con los dos primeros dedos de la
mano derecha formando un círculo, ubicado sobre la
boca, como si de allí fuera a manar el universo creado
– Estoy seguro de que la llave para abrir el cerrojo
que buscamos, no es material – Hizo una pequeña
pausa para analizar la respuesta corporal del cura –

- ¿No es material? – Soltando una velada risa


nerviosa, como atrapado aunque dubitativo - ¿Qué
quieres decir con eso? – Concluyó entrecerrando los
ojos –

- ¿Me dice que nunca había oído nada de ello?


¿Nadie ha dejado caer en todos los años que lleva
aquí, que era la música la clave de esta iglesia y,
probablemente la llave del tesoro? – Arrojó Richard
con cierto sarcasmo al rostro de su hermano, quien
se mostró inseguro ante aquellas afirmaciones
audaces –

- Pues… - Una ceja más alta que la otra y una mirada


introspectiva al suelo acompañaban la respuesta –
Todos aquí sabemos que la música fue el arte liberal
que inspiró la creación de la catedral, desde el
pensamiento de los llamados sabios de Chartres.
Pero esa afirmación lleva tal concepto a un extremo
algo difícil de asimilar… - Continuó dubitando como si
estuviera relacionando aquel concepto con otras
cosas. Ante el silencio expectante de sus

397
GEORGE WEMBAGHER

interlocutores, el cura reanudó su deducción – Es


cierto que aquí, extrañamente, se ha creado una
Orden que resguarda el órgano. Sólo ellos tienen las
llaves para acceder a él y Sólo ellos y nadie más,
pueden tocarlo en esta iglesia… - Aseguró el
sacerdote con la intriga expresada en su rostro –

Richard, sin quererlo, recordaba como si las


imágenes abordaran su mente, cual piratas saltando
sin permiso a su indefensa nave, las maniobras de los
maestros de Jubal, extendiendo las cuerdas y
haciéndolas sonar, buscando el punto exacto donde
aplicar cada columna.

- ¿Y cuál es la Orden que rige la música de este


templo? – Inquirió intentando enfrentarse a la realidad
y poner a prueba aquella inquietante vivencia que lo
perturbaba, por balancearse constantemente entre la
ilusión y la materia - ¿Será tal vez la de Jubal? –
Soltó esperando una negativa de su hermano -

Se quedó observando el rostro del cura, esperando


que desmintiera sus afirmaciones. Pretendía poner a
prueba sus desconcertantes recuerdos; lo que él
sabía, por intelectualizar, que no podía ser más que
una ilusión provocada por un traumatismo de cráneo,
con insolente pretensión realista. Tan inquietante le
resultaba aquella duda, que intentó aprovechar
aquella oportunidad para desenmascararla. Esperaba
que su hermano le diera una razón para defenderse
de aquellos insistentes, perturbadores pensamientos
que lo ligaban a un pasado imposible. Se quedó

398
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

impávido, con su mirada clavada en el rostro del


sacerdote, seguro de que aquel negaría conocer el
nombre de Jubal. El cura, por su parte, cumplió
enseñando su sorpresa en la expresión de su rostro.
Abrió los ojos e inclinó la cabeza. Richard pensó que
estaría hecho. Que comprobaría de una vez por todas
que lo que había visto eran sólo los recuerdos, ya
existentes en algún recoveco de su mente, olvidados
y revividos por el contacto con el antiguo Templo. El
cura por fin movió la boca para dictar la esperada
sentencia sobre aquella vivencia delirante o real…

- ¿Cómo sabes eso? – Lanzó el sacerdote con tono


desconcertado, pero no por desconocer el nombre,
como esperaba Richard, sino reafirmando el temor
del caballero, que sentía que comenzaba a encontrar
aquel temido nexo entre su ilusión y la historia
verdadera. Aquel punto estrecho y débil que separa a
la mente entre la sabiduría y la locura – Ese es un
secreto que a nadie le ha sido comunicado jamás,
fuera de estos muros – Afirmó con gran desconcierto
en su rostro, con cierta preocupación, incluso, porque
un férreo secreto estuviera al alcance de un
desconocido –

Richard no hallaba explicación en su mente, que se


negaba rotundamente a aceptar que la antigua Diosa,
Madre de todos los Dioses de la mitología, fuera
quien le había engendrado esos recuerdos en la
mente. Su desasosiego se notaba desde fuera de su

399
GEORGE WEMBAGHER

propio templo, siendo percibido por los dos que le


rodeaban. El cura esperaba una explicación que él no
podía suministrar en aquel momento. Buscó una
alternativa, tal vez innecesaria pero útil, para salir del
paso en ese instante agónico.

- Por las columnas – Soltó improvisando, según la


primera idea que se le vino a la cabeza, más
aceptable para su estructurada mente, que aquella
que no quería revelar – Las columnas del vano… -
Agregó ante las miradas incrédulas de sus
ocasionales contertulios – El maestro de la música,
Jubal, está ubicado justo al lado del fundidor…
Tubalcaín – Se vio obligado a ampliar, ante la
insistencia de las miradas expectantes, de los que no
se conformaban con su escueta respuesta – El
artesano en metales y el músico, juntos, establecen
las pautas de la construcción del templo. Por eso lo
deduje… - Insistió reafirmándose con ambas palmas
hacia el cielo y un movimiento repetitivo de sus
antebrazos, intentando cavar esa idea por la fuerza
de sus simbólicos golpes en el aire –

El cura tuvo que aceptar el argumento de Richard, a


pesar de su sospechosa actitud de disimulo, que no
escapó a la percepción de ninguno de los dos
observadores. Tras un elocuente silencio que duró
una par de minutos, Richard retomó su plan, ya con
algo más de respeto por aquellos recuerdos venidos,
quien sabría de dónde…

- Necesito hablar con su Maestro – Afirmó Adoniram

400
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

con seguridad – El de la Orden de Jubal

Jerome bajó la vista y pensó durante unos minutos,


antes de responder a su decidido hermano.
Finalmente recuperó el contacto con la solución que
había hallado, para satisfacer el requerimiento hecho.

- He visto al Padre Pierre esta mañana, rondando la


biblioteca. Suele pasar allí muchas horas. Intentaré
conseguirle una cita de inmediato, si me disculpan… -
Dejó una estela de aire como despedida,
reemplazando el sonido de su voz por el de sus ya
familiares tacones, esta vez sobre el pavimento de
mosaico, casi sin solución de continuidad, como
resultado de su activa marcha –

- Entonces… - Intentó recapitular Marina


aprovechando los minutos a solas de que dispondrían
– Estás decidido a hacer sonar esos acordes en el
órgano, a ver si algo ocurre… ¿Verdad? – Con dos
dedos de su mano derecha golpeteando sobre su
labio inferior - ¿Y qué es lo que esperas que pase…
exactamente? – Sin entender la motivación real de su
compañero –

Richard se quedó pensando por unos segundos en


aquella respuesta que no terminaba, él mismo, de
comprender del todo. Sin embargo, no podía alejar de
su recuerdo las imágenes de aquella hermosa dama
pelirroja, con una colección de tubitos de colores

401
GEORGE WEMBAGHER

delante de sí, tocando en un extraño instrumento de


aire un acorde disarmónico y estridente, mientras veía
vibrar y explotar los cristales, uno a uno. No estaba
seguro de lo que era aquello realmente. – Juntos son
fuertes como el metal, pero tan sensibles a la música
adecuada… - Le repetía sin cesar aquella imagen
adueñada de su recuerdo. Sentía que algo ocurriría,
dándole cada vez más trascendencia a la visión que,
por momentos, parecía volverse más real. ¿Qué es la
realidad? Se repetía en silencio.

- No lo sé – Respondió finalmente a su compañera –


Lo veremos cuando suene el acorde

Enseguida se vio regresar al Padre Jerome,


acompañado de un hombre de largas barbas canas a
juego con su pelo; de avanzada edad y un ligero
sobrepeso, ataviado de negros hábitos sacerdotales y
decorado con una gruesa cadena, que dejaba justo
en el centro de su pecho, un arpa dorada con dos
llaves colgando de ella. Los hombres se acercaron
tomando posición en la circunferencia que ya
formaban, a un lado de la nave del Templo. El
anfitrión los presentó con cortesía y las sonrisas
enmarcaron el comienzo de las conversaciones,

- Necesito acceso al órgano, padre Pierre, para


comprobar una teoría que tengo sobre las
aplicaciones de la música en ésta catedral –
Comenzó Richard, intentando no desvelar sus últimas
intenciones –

402
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- El padre Jerome me ha prevenido de la autoridad


que le asiste, para llevar sus investigaciones en el
Templo – Reconoció el Padre Pierre, mientras se
tomaba las manos por dentro de las mangas de su
hábito – Le ayudaré en lo que pueda – Asintió con
una reverencia, flexionando parte del tronco en
expresión simbólica de servidumbre – Somos una
pequeña orden, compuesta de tres – Expresó con
gesto de humildad – Y no somos demasiado
importantes en este mundo… - Dejó caer con una
sonrisa resignada – Pero si hemos sido creados, será
porque a alguien lo habrá considerado útil, asique
haremos lo que podamos – Esperó unos segundos
para separar las respuestas – Pero no podemos
permitirle acceder al órgano – Concluyó suavizando la
sonrisa, con actitud serena pero contundente-

- Pero es eso lo que necesito – Insistió Richard –


Tocar unas notas en el órgano para comprobar lo que
he venido a investigar – Se reafirmó sobre sus pies y
levantó la mano derecha para hacer hincapié en su
reclamo – No necesito recordarle que…

- Señor Guenon – Suprimió el cura su discurso por


interrupción – Como he dicho, somos una orden
pequeña y no muy importante. Sólo existimos para
cuidar ese órgano y asegurarnos de que nadie – Hizo
una pausa reafirmatoria – Nadie… - Repitió – Más
que uno de nosotros, acceda y mucho menos toque
ese instrumento – Acabó con una discreta reverencia

403
GEORGE WEMBAGHER

con su cabeza, como disculpándose, aunque firme en


su posición –

- ¿Y de qué manera entonces, realizaré el trabajo que


se me ha encomendado? – Inquirió desafiante
Richard, hincando su mirada directamente en Jerome

- Puedo sugerirle que me deje los tonos que desea


ejecutar… - Ofreció Pierre al ver el conflicto de
intereses creado –

Richard lo pensó mirando a su hermano y a su


compañera, buscando la asistencia de ambos para
tomar una decisión. Sus gestos daban a entender que
no hallaban mejor solución, de momento. Richard
sacó un papel escrito a mano de su bolsillo y se lo
entregó al Maestro de música.

- ¡¿La, Sol y Do sostenido?! – Espetó el cura con una


expresión de asco en su rostro - ¡¿Y por qué alguien
querría ejecutar un acorde tan disonante y horrible?! –
Lanzó elevando el tono con indignación, a la vez que
devolvía el papel a su dueño –

- Padre – Intentó conciliar Richard – Es muy


complicado el motivo que me lleva a intentar ejecutar
este acorde – Aseguró amablemente – Pero es
indispensable para completar mi trabajo

- Pues tendrá que disculparme – Justificó el barbado


hombre con la misma amabilidad – Pero en esto no

404
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

podré complacerlo

- ¿Por qué no? – Inquirió Richard con los ojos como


dos esferas luminosas - Comprendo que el acorde le
suene mal y que sea disarmónico, pero no espero
interpretar una sinfonía ¡Sino solo probar su efecto! –
Exclamó enérgicamente –

- Porque, como he dicho, tenemos nuestra tarea. Y


esa tarea es evitar que una serie de acordes sean
ejecutados por este órgano – Señalando tras de sí
con el índice – Que nos ha tocado vigilar – Afirmó
convencido y sin lugar para persuasiones –

- ¿Acordes? – Rescató Richard hábilmente de la


ofuscación del Maestro - ¿Son más de uno? – Replicó
sin dejar de observar su expresión - ¿Su misión es
evitar qué acordes como éste se ejecuten en esta
sala? ¿Y cuántos hay en su lista, que no deben
sonar? – Indagó ante la suspicacia de su interlocutor
– ¿Y cuál es la razón para ello? ¿Sabe usted por qué
guarda estos secretos? – Observando atentamente
los gestos incontrolados del rostro del desconcertado
cura – No ¿Verdad? No lo sabe… - El pestañeo y la
contractura tetánica de los labios del sacerdote, que
no dejaba de tragar saliva, le delataban – Usted y los
suyos sólo han jurado cuidar los acordes que se
tocarán en este órgano… Pero no tienen ni idea de
por qué… - Aseguró escudriñando su expresión -

405
GEORGE WEMBAGHER

- Eso no puedo decírselo. En realidad… - Con cierta


frustración en su mirada – Me ha cogido
desprevenido y le he dicho mucho más de lo que
debía. Pero entiéndalo por favor. Usted sabe
perfectamente que no puedo hacer lo que me pide –
Dijo haciendo una nueva reverencia con la cabeza y
retirándose por donde había llegado, ante la
sorprendida vista de todos los presentes –

Richard y Jerome comprendían que no sacarían más


cooperación del Padre Pierre. Ambos entendían lo
que significaba la obligación que aquel cura sentía. Lo
dejaron ir. No podían sacarle más. Lo que tenían era
ya revelador y, ahora debían sortear este nuevo
obstáculo.

- Ese hombre no deja de recordarme a San Pedro –


Reveló Richard al oído de Marina, frunciendo los
labios y afirmando con la cabeza –

- Sí… Se llama Pedro y se parece bastante a las


figuras que lo representan… - Asoció ella intentando
explicarlo - ¿Es por eso? – Se aseguró sospechando
que algo más se le escapaba –

- Y porque lleva dos llaves y parece que no supiera


para que sirve ninguna de las dos… - Rió Richard con
su irónica broma –

- ¡Sanjuanista! – Acompañó en su carcajada Marina,


que comprendía perfectamente el sarcasmo de su
compañero -

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

Richard le echó una mirada furtiva, indicándole con


discreción que era hora de retirarse del sitio. Aún no
confiaba demasiado en el Padre Jerome aunque era
un miembro de su propia Orden y no había dado
muestras ciertas de no ser de confianza. Sin
embargo, él prefería reflexionar con la única
compañía de Marina. Se despidió temporalmente del
sacerdote, con un gesto cordial y enfiló hacia la
puerta de occidente buscando el exterior. Jerome le
cogió de un brazo antes de que se alejase de su
posición.

- Tenga cuidado – Le advirtió mirándole a los ojos –


Ha tocado un punto peligroso y estoy seguro de que
esto no quedará así – Reteniendo el avance de su
hermano hacia la puerta – Hay gente aquí dispuesta a
morir, de ser necesario, para resguardar sus secretos.
Por favor no se arriesgue – Concluyó en tono paternal

Richard asintió en un gesto de acuerdo y continuó su


camino hacia la puerta de salida. Necesitaba poner
en orden sus nuevos hallazgos y pensar en la
conducta más adecuada para continuar su plan. No
podía seguir adelante sin confirmar sus teorías. Una
vez en la acera giró hacia el norte para encontrarse
cara a cara con el que representaba actualmente sus
problemas. El Maestro de la música, Jubal, que se
erguía constante en una de las columnas exteriores
del vano central del pórtico norte. Junto con

407
GEORGE WEMBAGHER

Tubalcaín, tal cual lo recordaba, daban las claves de


la construcción del templo. Recorriendo las columnas
recordó las primeras pistas que le habían orientado.
La carreta cargada de tesoros, decoraba los
contornos circularse de otra de las columnas del
pórtico.

408
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XX  

Para mediados de junio del año del Señor de mil


doscientos ocho, la humilde carreta de madera
alcanzaba su destino. Llevando su tesoro cubierto
con un manto obscuro, Guillaume de Chartres
capitaneaba la escuadra custodiada por templarios y
seguida por una larga procesión, de más de dos
kilómetros de fieles, que se habían ido sumando en
cada pueblo o encomienda del camino. El capitán y
caballero se acercaba al pueblo que le había visto
nacer.

En aquella inmensa procesión de peregrinos, buena


parte de los seguidores vestían túnicas grises sobre
la piel, con un lazo blanco que les sujetaba la cintura.
Igual hombres que mujeres. Aprovechaban la
caravana al norte y seguían su espíritu, porque,
desde hacía ya más de un año, las cosas se habían
puesto difíciles en el sur. Antaño región de libres
creencias y múltiples facetas religiosas, aunque
siempre dentro de las clásicas: cristianismo y
judaísmo, con algo de resabio del islam, se había
vuelto un tanto hostil a los cristianismos “no
católicos”, por allí muy populares y que habían
comenzado a ser llamados herejes, por la iglesia de
Roma. Aquella palabra tenía sus propias

409
GEORGE WEMBAGHER

connotaciones, más que en el simple lenguaje; era un


sello político que aseguraba que los derechos, hasta
entonces vigentes, estaban bajo revisión. Que la alta
curia se había interesado en ellos. En aquellos
tiempos el Papa, Inocencio III, era conocido por su
inclinación a organizar cruzadas y por su convivencia
con la incipiente Inquisición. Pero lo más preocupante
era que, después de diez años en el papado y ya
curtido en las artes políticas de Roma, había puesto
los ojos en la herejía languedociana de los Cátaros.

Cualquier adivino que se preciase, hubiera


pronosticado tiempos difíciles y, desde luego, con las
constantes disputas que protagonizaban curas
dominicos y cistercienses contra los pobladores, era
de suponer que el mal augurio se convertiría,
finalmente, en destino. Al parecer, en los pueblos de
Poitiers y Tours, por donde fue pasando la caravana,
se decía que en Chartres, la diócesis era más
tolerante con los antiguos cristianismos, como ellos
se llamaban a sí mismos. Que allí se vivía el mundo
de diferente manera, sin el yugo de Roma tan
apretado en el cuello. Un siglo atrás, Chartres ya se
había hecho famosa por la cultura de su escuela
filosófica, digna sucesora de los antiguos sabios. Era
natural esperar que allí las cosas se vieran con los
ojos de la razón.

Estos peregrinos, de los que algunos eran llamados


Perfectos, tenían buena relación con los Templarios,
quienes les habían hecho sitio en aquella caravana,
fuera del alcance del clero y del poder secular, por ser
410
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

un evento conducido por la orden más poderosa del


mundo. Los templarios no respetaban jurisdicción ni
jerarquías eclesiásticas, excepto al mismo Papa,
único príncipe del cual dependían, sin intermediarios.
Tan independientes eran, que no pagaban impuestos
ni a Iglesia ni al reino, aunque sí podían cobrar
derechos por paso o usufructo de sus propiedades.
Los peregrinos estaban seguros con ellos. Tal vez por
eso el interminable séquito estaba lleno de túnicas
grises. O tal vez, porque todos adorarían al mismo
santo...

El pueblo de Chartres sabía ya que la caravana con la


reliquia se acercaba. Cuando Guillaume arribó al
pequeño poblado que había criado su infancia, la
Catedral estaba a medio reconstruir, aunque ya su
estructura dibujaba sus contornos mágicos, sobre el
verde prado que usaba de lienzo. La caravana se
acercó hasta el predio mismo de la catedral, para
rendir tributo y dejar su carga. La llevaban allí; al sitio
donde quedaría para siempre.

El obispo, Renaud de Mouçon, salió a recibir a


Guillaume y su séquito, a las afueras de la ciudad y
acompañó por más de un kilómetro el andar de la
peregrinación hasta su catedral. Era muy afín a los
Templarios, porque había participado de la tercera
cruzada y convivido con ellos. Sin embargo, miraba
con cierto desprecio y recelo a los seguidores de
grises túnicas, que parecían equivocarse al pensar

411
GEORGE WEMBAGHER

que allí obtendrían protección y paz.

Al acabar el viaje, ordenó a sus guardias que hicieran


dispersar a la multitud. La descarga se llevaría a cabo
con la mayor discreción posible. La carreta con el
sagrado cargamento quedó a pasos del pórtico Real
de la catedral en reconstrucción. El muro entre
ambas torres casi estaba terminado y el enorme
hueco de trece metros, que contendría el rosetón de
cristal, ya resultaba impresionante a la vista, aún
desnudo. La torre norte, semi derrumbada, no
superaba la altura del nuevo tabique, aunque era
evidente que sería reconstruida. El obispo acercó a
Guillaume a la nueva obra, que progresaba a pasos
agigantados. Llevaba una mano puesta en su
hombro.

- Eres un orgullo para esta ciudad, hijo mío – Agasajó


el obeso clérigo visiblemente emocionado – Nos has
traído el mayor tesoro hasta ahora conseguido, de
aquellas lejanas tierras, donde la Señora ha dejado
su huella. Merecerías ser el Gran Maestro de tu orden
y, si el altísimo lo permite, lo serás – Sentenció
mirándole a los ojos. Se dio media vuelta sin soltarle
el hombro y observó la carreta, de rústica madera,
sencilla, como un cajón bajo con cuatro ruedas de
madera, que dentro, escondido, llevaba su tesoro y su
reliquia – Este momento y su magia, nunca serán
olvidados – Le dijo con expresión segura – Ordenaré
que esta imagen que nuestros ojos han llegado a ver
hoy, por la gracia de Dios, sea inmortalizada para
siempre en esta catedral – Se giró hacia los hombres
412
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

que le seguían y ordenó en voz alta – ¡Que venga el


maestro!

Un hombre alto y gris se acercó a su eminencia, con


paso sereno y casi desganado. Hizo una reverencia
con la cabeza, sin hablar, al presentarse al obispo.

- Observe usted bien, Maestro – Le indicó señalando


con la mano abierta la escena que protagonizaba la
carreta, sola en la explanada, cargada de secretos
misteriosos, como una mística arca sagrada – Esa
imagen debe formar parte de la catedral. En el lugar
donde se enseñan los secretos, debe quedar esta
escena grabada, para todos aquellos que puedan ver
y por los siglos en que se mantenga en pie – Ordenó
su eminencia, sin dejar de mirar la carreta, como si
quisiera esculpirla en su mente al igual que en el
pórtico –

- Asi se hará, su eminencia - Respondió el maestro


de obras, con otra discreta reverencia – En el pórtico
norte, sobre una columna – Afirmó interpretando los
deseos expresados por su jefe – Así se hará…

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GEORGE WEMBAGHER

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XXI  

Richard se perdía en la escultura de la columna. En


aquella carreta rústica, portando una esfera perfecta y
misteriosa. Su tesoro, plasmado ahí por el maestro
constructor, como guía para quien sea capaz de ver.
El mensaje era claro para él: el tesoro, representado
en el símbolo por esfera, como una luna o un sol, se
dirigía entre las columnas, al sitio en el cual, en el
antiguo Templo se guardaban los tesoros. Perdido en
los símbolos asoció, sin dificultad, el negro sol que en
la nave cubría septentrión, las vírgenes obscuras, la
dama en los vitrales que constantemente recorría el
interior por diferentes puntos, como si aquella fuese
verdaderamente su casa. Las columnas del vano
norte eran como un libro de registros de todo aquello
que no puede declararse.

De pronto, mezclando sensaciones del exterior con


aquellas que se formaban en lo profundo de su
mente, con un pie en cada mundo, como le había
sucedido con frecuencia en los últimos días, Richard
percibió un sonido sordo y quejumbroso a su espalda,
seguido de una brisa fría y el peso de un cuerpo que
se apoyaba sobre su espalda. El aire se movía
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GEORGE WEMBAGHER

agitado a su alrededor despertándolo de su inmersión


meditativa. El chillido de su compañera, la Inspectora
Vitelli del cuerpo de Carabinieri, completó la alerta.

- ¡Alto! ¡Policía! – Oyó del grito de la conocida voz


que, como si fuera un reflejo por la costumbre, se
anunciaba aún sin tener jurisdicción en el territorio en
el que se hallaban. Sus pasos a la carrera
completaban el cuadro de sonidos –

Richard se giró tan rápido como su mente lo devolvió


al universo manifiesto, encontrándose con un
panorama que le dejó sin respiración y
completamente vulnerable. El rostro enajenado de un
hombre repugnante, de duras facciones y gesto
agresivo, enloquecido, con pelos desmechados como
si fuese un vagabundo y barba descuidada. Pasaron
varios segundos hasta que se percató de que el gesto
y la gran apertura de la boca de aquel rostro
caricaturesco y amenazante, se debían a que estaba
emitiendo un alarido interminable, como el de un
soldado que atraviesa a otro con su bayoneta en
plena batalla. En su mano, el mango de un cuchillo
ensangrentado, cuya hoja iba directo a penetrar el
abdomen de quien se apoyaba o, más bien caía
sobre sus propias espaldas.

- ¡Hermano Jerome! – Gritó, sin saber si lo hacía


realmente en voz alta –

Su hermano se desplomaba sobre él con su vida


extinguiéndose rápidamente. El cuchillo se enterraba

416
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

justo debajo de las costillas, sobre el lado izquierdo.


El corazón de Jerome se comprimía, inundado su
entorno con la sangre que de él mismo manaba. Su
existencia se apagaba como una vela agotada.
Richard leyó en el rostro del malhechor, la intención
de redirigir su ataque. Comprendió, al instante, que él
sería el blanco del asesino. Pensó en defenderse
pero sus manos sostenían a su hermano, quien aún
no había acabado de caer. En cámara lenta, los
instantes se sucedían en sus retinas, convirtiéndolo
en espectador de su propio destino. Percibió, por el
rabillo del ojo, la sombra de su salvadora que, en un
salto, se abalanzaba sobre el criminal, desviándolo de
su ruta y tumbándolo. Ambos acabaron en el suelo,
junto al muro. El verdugo aún sostenía el puñal en su
mano derecha, dejando a Jerome sangrando a
chorros. Richard reaccionó al ver a Marina en peligro,
expuesta e indefensa ante el asesino de su hermano.
Apoyó la cabeza del sacerdote sobre el frío mármol
del pórtico y se lanzó sobre el hombre, quien
intentaba ponerse en pie, con la mirada clavada en
Marina. Al percatarse el criminal, que ambos se
encaminaban hacia su posición, se levantó como
pudo y echó a correr hacia el noreste, paralelo al
muro del Templo. Richard se aseguró de que su
compañera no estuviera herida antes de intentar
perseguir al sujeto. Para cuando comenzó la
persecución, el hombre llevaba la suficiente ventaja
como para escapar de sus perseguidores. Richard,
sin embargo, en una mirada que había logrado
417
GEORGE WEMBAGHER

intercalar en medio de tal confusión, percibió un rostro


conocido. Uno enmarcado por un pelo gris ensortijado
y corto y una barba del mismo color jaspeado. Una
cabeza redonda y lo bastante particular como para
ser recordada. Richard lo asoció al instante, con
aquel tatuaje en el antebrazo del hombre que le había
advertido, en el restaurante, que no era bienvenido al
Templo. Las advertencias de Jerome habían tomado
forma física. Regresó junto a su compañera, quién ya
se había incorporado, igualmente sorprendida por la
rapidez con que se habían sucedido los
acontecimientos.

- ¿Había más de uno? ¿Has visto quienes eran?


¿Has reconocido a alguien? – Preguntó Marina
agitada, posicionada ya a un lado de Jerome –

- Templarios… - Respondió su compañero, sin dejar


de mirar al este, como si esperase encontrar alguna
señal después de la huída - ¿Y Jerome? –
Dirigiéndose a él sin perder el tiempo –

- Muerto – Sentenció Marina con rostro compungido y


los labios contraídos de rabia - ¿Qué está pasando
aquí Richard? Esto no me gusta – Aseguró
meneando la cabeza en sentido horizontal –

- ¿Has visto cómo sucedió exactamente? – Interrogó


él, cuya percepción, se había incorporado a los
hechos ya en el desenlace –

- El vagabundo se abalanzó sobre ti, estando yo lo

418
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

bastante lejos como para no poder intervenir – Dijo


Marina desde su posición, arrodillada en el suelo
junto al cadáver, elevando la mirada como
disculpándose – ¡Jerome salió de la nada! No se
dónde estaría vigilándonos para interceptarlo de ese
modo… Se cruzó entre el asesino y tú – Dijo
ayudándose a describir con el movimiento de sus
manos – Y recibió la puñalada que, sin dudas, iba
dirigida a ti – Con el rostro fruncido y sin dejar de
jadear, más por la ansiedad que por cansancio físico

El silencio reinó entre aquellas columnas, hasta que


los servicios sanitarios y la policía comenzaron a
llegar al sitio. No había mucho que aclarar; que
decirle a la policía respecto de los sucesos. Un
vagabundo acabó buscado por la justicia, con poco
más que su mera descripción física como
identificación y el cuerpo de Jerome en la morgue,
aguardando que el juez se decida a darle entierro.
Todo había sucedido en segundos, aunque el tiempo
parecía intrascendente. Después de varias horas
prestando declaración, la pareja regresaba a su hotel
a intentar rearmarse y ubicarse en su nueva situación.
Sabían quienes estarían detrás del asesinato.
Conocían la historia contada por aquel Templo
esotérico y grandioso y, tal vez, si las deducciones
de Richard eran ciertas, el paradero del tesoro que le
habían enviado a buscar, fuera éste lo que fuese. Al
llegar al hotel, las mentes de los dos estaban

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GEORGE WEMBAGHER

ocupadas en resetearse; calmarse y tomar el control


nuevamente. Casi todo el tiempo estuvieron en
silencio, salvo algunos comentarios que se
escapaban por presión. Sentados en la cama, por
momentos parecían dos desahuciados, sin saber
cómo seguir adelante.

- No se andan con tonterías… - Soltaba Richard – No


pierden el tiempo en amenazar…

- ¿Qué haremos ahora? – Expresaba Marina sus


dudas –

- Por el momento – Exhaló él estirando la mano y


capturando su abrigo, en un repentino cambio de
humor – Nos vamos a buscar un whisky por ahí… -
Tas un guiño y una sonrisa, destinados a animar a su
compañera. Se levantó de la cama, la ayudó a
enfundarse el abrigo y salieron de la habitación,
decididos a relajarse para elaborar una nueva
estrategia –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

CAPITULO  XXII  

Una barra alta, una botella de Jameson y un vaso


cúbico que sonaba a campanillas, cuando los dos
cilindros de hielo se golpeaban entre sí y contra el
cristal, eran el escenario en el cual, Richard se
refugiaba del enloquecido universo que le cercaba;
que se cernía sobre él como una invisible tenaza
cósmica. Los ojos y la sonrisa de Marina eran la
alternativa, para cambiar de paisaje. Habían salido
del hotel sin rumbo y, el azar, los había dirigido a
aquel pequeño bar, perdido entre las calles del
pueblo. Había que hablar, porque el verbo constituía
la creación y ellos necesitaban justo eso. Crear, para
establecer, con fuerza, su posición de lucha en aquel
medio hostil. La situación, casi se les iba de las
manos y no podían permitirlo. Había que ponerse en
claro, poner en marcha el diagnóstico de la situación
y encontrar la solución más adecuada.

- No puedo dejar de pensar en Jerome – Buscó


Richard apoyo en Marina con aquel lamento, sin dejar
de jugar con el bazo y el hielo –

- Era un sujeto extraño – Suspiró ella – Aunque

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GEORGE WEMBAGHER

comenzaba a caerme bien – Fijó la vista en un punto


perdido – Me pregunto que era lo que realmente
hacía Jerome en la catedral… ¿Trabajaba de cura?
¿De astrónomo? ¿De geólogo? No acabo de
entender quién era. Qué buscaba… - Expresó entre
gestos de negación y duda, lanzando la pregunta
directamente a su compañero, usando como vehículo
una decidida mirada arrojada directo a su rostro –

- Era un caballero de Oriente, según toda


apariencia.... Un hermano de mi Orden – Estableció
reproduciendo en su rostro los gestos de su
compañera – Llevaba la cicatriz de la cruz episcopal
en el pecho, igual que yo – Tocando sus relieves con
la punta de los dedos a través de la camisa -
Probablemente habrá sido destinado aquí para vigilar
alguna reliquia y enviado a protegerme, ante esta
misión, supongo – Elevando ambos hombros
desligándose de la verdad – Lo cierto es que no
confiaba en él – Reconoció con expresión de pesar –
Parece que me equivocaba en mi apreciación…

- Dio su vida por cubrirte las espaldas… - Marina


apretó los labios contrayendo el mentón y sacándolo
un poco hacia delante – Sip… – Concluyó con cierto
sarcasmo – Parece que te equivocabas… - Le
palmeó la mano con la suya, aprovechando que la
había estirado sobre la barra - ¿Y qué reliquias
guardaba, si no sabía nada sobre la que tú viniste a
buscar? Porque de haber sido la misma, se lo
hubieran pedido a él ¿O no? – Dedujo la detective
italiana – No te hubieran enviado a ti…
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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Has oído a San Pedro… - Lanzó irónico, fiel a su


hábito – Deben tener unos cuantos acordes que no
pueden tocarse en esta iglesia. Y formaron una Orden
para asegurarse de ello – Se reafirmó elevando y
agitando el dedo índice en señal de cuidado –
Mientras los que manejaban esta diócesis parecían
resolverlo todo por medio de la música…

- ¿Y entonces? – Marina no se atrevía aún a asumir


una conclusión que, para su compañero, parecía
dejar pocas dudas –

- La música fue utilizada como llave y como clave


para todo lo que pretendieran esconder. No era
ilógico… - Asintió en diagonal con la cabeza – En
aquellos tiempos menos que ahora, se le ocurriría a
nadie utilizar una llave como esa para abrir un
escondite – Se detuvo por un momento a reflexionar y
continuó hilando pensamientos – Por eso esos
acordes debían ser horribles… Tremendamente
disonantes, como para que a nadie se le ocurriera
ejecutarlos por casualidad. Y si lo hicieran,
rápidamente lo interrumpirían por lo repugnante de su
sonido, no dando tiempo a que el fenómeno se
produjera…

-¿Y cómo podían lograr tal cosa? – Inquiría la italiana


repitiendo su gesto preferido para reafirmar sus
dudas, juntando sus dedos hacia arriba y
balanceando la mano desde la muñeca –

423
GEORGE WEMBAGHER

Richard no dejaba de recordar aquel rostro, entre


angelical y diabólico, explotando tubos de cristal
tratado. Aquella escena se mezclaba con otros
pasajes sueltos de su extraña vivencia. Prefirió no
hablar de aquellos recuerdos. Él mismo no los
comprendía bien. Pero en el último día había
aprendido a respetarlos, como a tantas cosas que no
debieran existir, pero parecen no saberlo…

- Con seguros de cristal sensible al sonido – Se limitó


a responder sin darle demasiada importancia –

Ella no acabó de comprender lo que su compañero le


explicaba; pero no estaban los ánimos para comenzar
una charla técnica. Se abstuvo de repreguntar.
Richard, por su parte, continuó avanzando con el plan
a trazar para acabar su tarea. Ya sin su contacto y sin
la colaboración del Maestro de Jubal, las cosas se
complicaban. No podía acceder al órgano y, por ende,
era incapaz de comprobar su teoría. Sabía que no
podía continuar solo, en un callejón sin salida y
perseguido por los residuos de una de las más
agresivas órdenes que hayan existido jamás, cuyos
miembros había intentado asesinarlo sin miramientos.

- Es hora de pedir refuerzos – Soltó Richard como si


hubiera recibido una revelación iluminada o, como si
estuviera harto de buscar respuestas – No puedo
hacer mucho más – Reconoció mientras sacaba
apresuradamente el móvil del bolsillo de su abrigo –
He resuelto el acertijo y he hecho todo lo que estaba
a mi alcance para descubrir el paradero de lo que

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

fuese que buscan… - Se excusó mientras buscaba el


número en la agenda de contactos del teléfono –
Tengo una teoría, incluso de cómo abrirlo, aunque no
tengo posibilidad de constatarla, por cuestiones
ajenas a mi voluntad y poder – Tocando la pantalla
sobre el nombre: Jefté – O sea que casi, he concluido
mi tarea – Concluyó ubicando el móvil junto a su oreja
izquierda dispuesto a comenzar sin demoras la
conversación. El aparato guardaba silencio,
probablemente a la espera de establecer la llamada –

- ¿Casi? – Resaltó Marina lo que parecía ser el único


inconveniente pendiente de resolución –

- Así es – Respondió Richard, que había


recomenzado la operación de marcación por fallo del
sistema – Se me ha encomendado hallar la forma de
evitar que otros intereses se hicieran con lo que se
hallase. Que no utilizasen mi pesquisa para hacerse
del botín –

- Y ¿Cómo piensas hacer eso? – Inquirió Marina con


su itálico gesto acostumbrado –

- En público… - Soltó él muy resuelto – A la vista de


todos. Así las cosas se harán como “Dios manda”… -
Sonrió con picardía, a la vez que se aprestaba a
presentarse ante la voz que respondía la llamada –
Eso es lo que me habían ordenado. Desvelar el
tesoro en una reunión abierta

425
GEORGE WEMBAGHER

- ¿Regidor Jefté? Soy Adoniram – Anunció


confirmando su identidad a la voz que se oía, al otro
lado, respondiendo con un sencillo afirmativo – Ante
todo mi pésame – Expresó con respecto

- ¿Por qué me lo das? ¿Es que ha muerto alguien? –


Alarmado interrogó la voz, preocupado por la posible
suerte de alguno de los suyos –

- ¡Disculpe usted! – Reaccionó Richard – Pensé que


le habrían informado ya… han pasado varias horas
y…

- ¡¿Qué me dices?! ¿Qué ha pasado? – Respondió el


Regidor, con incontenida inquietud y preocupación.
Richard se dispuso a informar, como era su deber –

- El hermano Jerome Depuy – Dijo con voz


compungida. Intentando ser piadoso en la
comunicación de la desgracia –

Un silencio se produjo del otro lado del teléfono. Tras


unos segundos, Richard, sin saber lo que sucedía ni
el grado de relación entre aquellos hombres, algo
preocupado por su posible reacción, intentó retomar
el diálogo.

- ¿Hola? – Insistió – ¿Está usted ahí?

- Sí, sí – Respondió la voz – Sigo aquí… Sólo que


estoy intentando recordar al hermano que me estás
mencionado… ¿Jerome has dicho?

426
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- ¿No lo recuerda? – Sorprendido, Richard repetía


para hacer partícipe del asunto a Marina. Ambos
cambiaban su expresión de sorpresa, lentamente, a
preocupación – Es mi contacto de la Orden en
Chartres – Aclaró Adoniram esperando resolver el
enigma con ello – El sacerdote que vosotros habréis
puesto para ayudarme a cumplimentar la tarea que
me habéis encomendado… - Sintiendo que tenía que
explicarse demasiado para que aquello fuera normal -

- Disculpa hermano… - Después de un silencio de


varios segundos – No tenemos gente en Chartres
actualmente. No tienes contacto designado por
nosotros. Estás sólo allí hasta que reportes, como lo
haces ahora – El silencio volvió a protagonizar el
diálogo por otro período interminable – No hay ningún
Jerome Depuy en la hermandad – Concluyó
implacable la voz para acabar de rematar la confusión
de los desconcertados buscadores –

- Pero… Debe existir algún error… - Insistió Richard –


El hombre llevaba una cicatriz idéntica a la nuestra.
Se presentó con el Persignatum y me explicó que
estaba para cuidar de mí y, de hecho – Buscó las
palabras antes de soltar la historia - ¡Murió por
protegerme las espalda!

- ¿Qué me dices? – Se oyó la voz más nítida y con


algo más de volumen – ¿Cubriéndote las espaldas?
¿Es que te han atacado? – Dedujo rápidamente el

427
GEORGE WEMBAGHER

Regidor - ¿Qué ha pasado ahí exactamente?

- Es largo, Maestro… Resumió Richard – Ya se lo


contaré personalmente. Ahora me interesa que me
explique de donde, sino de la Orden de los Caballeros
de Oriente, alguien puede llevar una cruz episcopal
grabada a fuego en medio del pecho y conocer
nuestros signos secretos. No me diga que hay
muchas que practican este ritual… - Reclamó Richard
la respuesta –

El silencio reinaba nuevamente, mientras el Regidor,


seguramente pensaba. Adoniram estaba impaciente
pero no dejaría aquella conversación sin una
respuesta de Jefté. Sin tener al menos una idea
cierta, de lo que allí estaba ocurriendo. No dejaba de
preguntarse quién sería aquel hombre que se le
acercó engañando y que, a la postre, no vaciló un
segundo en entregar su vida para salvar la de aquel a
quien mentía y vigilaba.

- Hay una – Alertó la voz, sacando a Richard de sus


elucubraciones – Recuerdo una orden creada por
Cistercienses, para el siglo XIII – Relató entrecortado,
como haciendo memoria – Yo creía que estaba ya
extinta, pero no hay otra que utilizase una divisa
como la nuestra – Logró definir el Maestro – Ellos
también nos legaron el Persignatum – Concluyó -

- ¿Y quiénes eran? ¿Cómo se llamaba esa Orden? –


Inquirió ansioso Richard mirándose constantemente
con su compañera, quien oía la conversación gracias

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

al sonido que se escapaba del auricular, con el


volumen al máximo –

- Los guardianes del Apocalipsis, si mal no recuerdo –


Respondió Jefté como si aquella información fuera
secundaria – Pero ya te digo que tengo entendido que
no existe actualmente… - Tras un corto silencio –
Aunque ya sabes… - Soltó una carcajada corta –
Nunca se puede estar seguro…

Richard volvió a ser sacudido por recuerdos o


fantasías, del dominio de aquel universo inquietante
que se había instalado en su vida, reclamando su
cordura como trofeo. Aquella definición: Guardianes
del Apocalipsis, Le llevó directamente al instante en el
cual, sin saber siquiera de sí mismo, presenciaba la
extraña conversación entre los sacerdotes que
parecían haber causado el incendio de Chartres ¡Del
pueblo entero! Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Sus vivencias reales se unían constantemente con un
camino oscuro e incierto que, según toda lógica, no
existía en el mundo de la razón. A Richard le
quedaban cosas en el tintero para hablar con su
Regidor. Tenía la idea de cómo acabar esa tarea, ya
fuera con victoria o fracaso en conseguir sus
objetivos, pero dispuesto a terminar con aquella
situación perturbadora. Sin embargo, en aquel
momento no podía pensar más.

- Volveré a llamar en cuanto me ponga en claro –

429
GEORGE WEMBAGHER

Cerró la conversación con su Maestro y se dispuso a


reflexionar lo que había descubierto, ansioso por
acabar de una vez por todas con aquella experiencia
que estaba ya minando su equilibrio y regresándolo,
velozmente, al estado más primitivo y arcaico de un
incipiente aprendiz.

- ¿Guardianes del Apocalipsis? – Preguntó Marina


con el rostro fruncido por lo extraño que le parecía -
¿Sabes tú que es eso?

- La verdad es… - Tras unos segundos de vacilación -


Que creo que sí… - Respondió él con rostro
compungido; preocupado por el origen de aquellos
recuerdos. No estaba contestando a aquella pregunta
por sus conocimientos recientes. Tampoco por lo
aprendido en su largo recorrido por antiguas órdenes
filosóficas. Lo sabía como resultado de una vivencia
que aún no podía aceptar, más que como una
secuela traumática o un delirio aislado – Creo que se
trata de una institución, creada para mantener los
secretos y revelaciones del apocalipsis al alcance del
conocimiento humano; para evitar que se perdieran;
para que pudieran ser comunicados con fidelidad a
las personas del futuro, siempre, claro… Que
pudieran oír – Sacando palabras e ideas de
conversaciones oídas, dentro de aquella misteriosa
vivencia –

- ¿Y ahora manejan el sismógrafo y el contacto con el


observatorio? – Ironizó Marina, sin estar segura de
haber logrado exagerar, como era su intención –

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

- Tú has visto lo mismo que yo… - Dejó caer Richard


– Es probable que también sean los responsables de
conservar las figuras, las tablillas, los símbolos que
anuncian las condiciones del apocalipsis y cómo
prepararse para ello – Agregó deduciendo – Y al
parecer… - Hizo un silencio mientras se frotaba el
mentón con la mano derecha, con el codo aún
clavado en la barra – Están intentando divulgarlos
justo ahora… - Desvió la mirada hacia su compañera
buscando llamarla a la misma reflexión – ¿Sino por
qué el vaticano ha querido que yo encontrase el
escondite? ¿Por qué me cubrió las espaldas el pobre
de Jerome? ¿Por qué nos enseñaron todos los
detalles? Y… Sobre todo… - ¿Por qué nos advierten
que se avecina la era de las catástrofes?

- Porque creen realmente que es verdad… -


Respondió ella, con expresión atónita – El tiempo de
saberlo y de rescatar lo oculto antes de que se
pierda…

- Devorado por la Diosa… - Acabó Richard la frase


comenzada por su compañera –

- Sin embargo, no todos pretenden lo mismo… -


Señaló ella recordando el atentado –

- No, claro… - Reconoció Richard – Seguramente los


dueños de la cosa, preferirán no entregarla, sobre
todo si no es seguro que se acabe el mundo… - Rió

431
GEORGE WEMBAGHER

Richard contagiando a Marina –

- No entiendo – Lanzó Marina cortando en seco la risa


y reasumiendo un rostro serio y preocupado, con
gracia y estimulando nuevas risas en su compañero,
que aceptaba el reclamo de Marina –

- Es que a pesar de las advertencias, es poco


probable que los daños que puedan producir las
anomalías generadas por Nibiru destruyan más que
algunas ciudades en particular. Puede que provoquen
catástrofes importantes, pero regionales; y el mundo
de hoy es mucho más extenso que el de hace dos mil
o cinco mil años… - Reflexionó entre pequeños tragos
de líquido dorado - En aquellos tiempos, si se
destruía una extensión como la que hoy ocupa una
capital mundial, para esa gente se acababa el mundo.
Hoy se convierte en un problema puntual. El concepto
de fin del mundo, ya no es el mismo que antaño –
Aclaró Richard mientras se llevaba el vaso a la boca,
listo para dar paso a otro sorbo de Whisky – Es lógico
que los dueños de las reliquias o el tesoro mantengan
la intención de conservarlo – Aseguró mientras
recargaba los cañones –

- ¿Y tú qué crees que sucederá? – Preguntó ella


intentando ir más allá –

- ¿Me lo preguntas después de todo lo que hemos


vivido estos días? – Reconoció él su falta de
objetividad – Es un tiempo catastrófico… - Rió - No lo
puedo ignorar – Reflexionó – Hace unos años, un

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

terremoto de siete grados en la escala de Richter, era


una monstruosidad… Ahora, uno de ocho o incluso
nueve, parecen ser la norma – Pensó unos minutos –
La intensidad de las catástrofes aumenta y esto
podría coincidir con las observaciones de un cuerpo
celeste, capaz de perturbar la gravedad de los
componentes del sistema solar… - Bebiendo un trago
tras cada frase, como si necesitara compensarse –
Las historias del pasado, convertidas en religiones,
escritos sin discusión posible, como si sólo los que
presenciaron aquellos fenómenos, la primera vez,
debieran ser escuchados sin dudar… Cómo si se
tratara de palabra sagrada – Relacionó – Todo parece
bastante coherente… Pero no sé – Bebiendo otro
sorbo- No puedo hacerme una idea de lo que pasará
ahora…

- Pero se supone que si “La Diosa Destructora”


regresa... – Dio a entender Marina la lógica
consecuencia –

- Dependerá de cuánto se aproxime a la tierra… -


Dedicó unos segundos a meditarlo – Sabemos que su
órbita es irregular. Eso implica que no siempre recorre
los mismos senderos… ¿No crees?- Dedicándole una
mirada furtiva - Puede que esta vez, su camino no la
acerque tanto a nosotros… Eso es lo que le pedirían
los antiguos con sus rituales. Podemos intentar lo
mismo – Lanzó una carcajada sonora que recorrió
todo el local -

433
GEORGE WEMBAGHER

- Pero tú crees en algo más… – Le acorraló Marina


que le veía concentrarse, de manera que le era ya
familiar – ¡Un penique por tus pensamientos…! -
Arrojó en broma la insistencia de que se abriera a ella
en ese momento. Richard lo aceptó -

- Recordaba un símbolo analizado durante un


seminario, sobre cultura islámica, de hace más de
diez años – Dijo con los párpados entrecerrados -
Antes de que esta cuestión de Nibiru estuviera en
manos de la astronomía – Se tomó unos segundos
para recordar –

- ¿Y qué símbolo era ese? – Preguntó ella interesada


- La medialuna roja… - Desvió él la mirada desde el


vaso al rostro de su compañera, que lo flanqueaba en
la barra – Uno que rige al Islam, cuyas reglas se
basan en la constante amenaza del castigo divino –
Redondeó regresando la mirada al vaso - En aquel
seminario se llegó a la conclusión de que, dicho
símbolo, representaba a Nibiru – Reconoció con un
gesto resignado –

- ¿Y cómo lo han relacionado de ese modo? –


Intentando buscar las semejanzas –

- Una medialuna no es más que la parte visible de


una esfera celeste, siendo el resto cubierto por la
sombra de la tierra. Lo que se ve es el sector que
recibe y refleja la luz del sol, como sucede con la luna

434
V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

y sus cambios de fase – Haciendo un trazado


alegórico con el dedo sobre la barra – Para que esto
suceda, un cuerpo debe estar al alcance de la sombra
del otro… Muy cerca – Enfatizó Richard elevando
ambas cejas – Si Nibiru estuviera tan cerca de la
Tierra y ésta entre la estrella y el sol, para que tal
sombra fuera posible, hasta formar la medialuna,
probablemente la catástrofe acabaría con el planeta
entero. Tal alineamiento sería fatal - Haciendo un
gesto de tironear con ambas manos un objeto
invisible – Y esa es… Justamente, la visión del
profeta. El símbolo que quedaría plasmado en su
bandera. El fin del mundo…

- ¿Y por qué roja? – Repreguntaba Marina Intentando


obtener todas las respuestas –

- Eso es lo que asegura que no se trata de la luna, sin


más… - Aclaró Richard con una sonrisa perspicaz –
La enana marrón tiene un tamaño del triple de Júpiter
y la masa del Sol. No emite luz, sino que la absorbe.
Incluso la del propio Sol, excepto por una franja de
muy baja frecuencia, que se escapa o es emitida. Un
infrarrojo, que sólo se tornaría visible, en rojo, a muy
corta distancia – Un movimiento de las cejas y un
trago corto de Whisky le dieron tiempo a Marina a
visualizar la idea – Y eso – Concluyó – Nos indica que
habla de Nibiru. De que alguna vez llegará a pasar
tan cerca, que provocará el fin del planeta ¡Se
devorará al mundo…! - Soltó en tono risueño mientras

435
GEORGE WEMBAGHER

masticaba un rollito de hielo desgastado, en franca


alegoría -

- ¿Y tú lo crees? – Inquirió ella con algo más que


dudas -

- No lo sé, amor mío… - Suspiró él mientras bebía un


buen trago de Jameson – Yo sólo leo los símbolos
por los cuales los antiguos intentaban comunicar sus
creencias o su sabiduría – Hizo una pausa, más para
pensar que para seguir hablando – Yo sólo interpreto
símbolos… - Volviendo a beber – No soy tan
inteligente como para juzgar cual es creencia y cual
sabiduría… - Dirigió su vista al rostro de su
compañera y le dedicó una tierna y pacífica sonrisa –

Richard no dejaba de planificar mientras conversaba


e intentaba disfrutar de la noche. Brindó por Jerome
media docena de veces, hasta que estuvo listo para
regresar a su cama. En su mente llevaba casi todo el
plan que esperaba ejecutar, a partir del día siguiente.
Sabía que su trabajo, de momento había terminado,
pero que le esperaba una última acción que, de estar
adecuadamente coordinada, concluiría
definitivamente con aquella tarea, ya fuera con éxito o
fracaso. Al día siguiente volvería a llamar al Maestro y
le haría convocar a reunión abierta de la Orden, a la
cual no podrían asistir más que miembros e invitados,
siempre pertenecientes al vaticano. Debía,
secretamente, hacerse cargo de todos los recursos
del templo y de algún modo, provocar la apertura de
una de las columnas, donde estaba seguro, se

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V.I.T.R.I.O.L.

La Dama de Chartres

escondía aquello que buscaban.

Al día siguiente regresaría a París y se reuniría con


su Maestro para presentarle el plan. Las cartas
estaban echadas. Le esperaba aún mucho trabajo;
pero no esa noche. El Sol, para él, había caído tras el
horizonte.

Se desplomó en su cama con la ayuda de su


compañera, que impidió que durmiera en el suelo,
dirigiéndolo como una marioneta. Cerró los ojos
estando ya casi inconsciente, aunque su mente
obnubilada repasaba el plan, automáticamente. Por
una de las hendijas de la persiana, que habitualmente
daba cuenta de que era hora de ponerse en pie, se
filtraba la luz de una farola redonda y amarillenta, que
al pasar por la ranura horizontal se distorsionaba,
dando la impresión de difuminarse hacia cada lado,
como una esfera alada.

El derrotado caballero exhaló en un suspiro casi


ininteligible, mientras sus párpados, atraídos cada
uno por la gravedad del otro, como dos estrellas
gemelas, se fusionaban en un “Big-crash”.

- Nibiru… - Espiró sabiendo que era medianoche -

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GEORGE WEMBAGHER

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La Dama de Chartres

CAPITULO  FINAL  

El veintidós de agosto, antes de mediodía, la catedral


de la Asunción de Nuestra Señora de Chartres era
desalojada de turistas y redecorada para recibir a la
Augusta Orden de Oriente y Occidente, que tendrían
su reunión regular en aquellas instalaciones
prodigiosas. El público no se lo tomaba de buena
gana, ya que en aquellas fechas, mucha gente se
daba cita en la nave de la catedral para ver desfilar a
la Diosa hasta su sitio: el centro del laberinto que la
representa con el símbolo de la rosa de seis pétalos.
Era el día en que la Dama acudía a su cita…

Un destacamento de gendarmería aseguraría el


orden, sin entender por qué la iglesia había decidido
reunirse sin público, justo aquel día tan celebrado por
estudios, peregrinos y curiosos, haciendo más difícil
el trabajo a las autoridades que intentarían mantener
el orden. Lo que allí ocurriría esa tarde, había sido
cuidadosamente planificado por Richard y las
autoridades de la Orden; aunque solo los eventos que
de ellos dependieran. Nadie sabía lo que sucedería
cuando los mecanismos indicados se pusieran en
marcha.

Una vez controlado el acceso de profanos al Templo

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y asegurado un perímetro razonable por las fuerzas


de seguridad, se llamó a pasar a los miembros de la
orden que llevaría a cabo su ceremonia. Luego a
invitados de la curia, iniciados que podían presenciar
la ceremonia que se practicaría ese día. Tal y como
Richard lo había preparado, minimizando los riesgos
de que algún grupo actúe amparado por las sombras
y el anonimato, pensaba desvelar al mundo entero lo
que fuese que allí se hallase escondido, cumpliendo
con las órdenes recibidas desde el Vaticano.

Los hermanos fueron ingresando a la catedral, se


vistieron con sus túnicas, dejando sus efectos
personales sobre unas mesas convenientemente
preparadas cerca del pie de la nave norte. Fueron
ocupando sus sitios en el Templo, que para esa
ceremonia en particular se habían armado al este de
la nave central, con su oriente en el crucero y
extendiéndose hacia occidente hasta el borde del
laberinto. Los bancos habituales de la iglesia,
enfrentados entre sí sirvieron para ubicar a los
asistentes, en cada columna de la logia. Para las
catorce, hora mundana, la logia estaba lista para
comenzar su ceremonia.

Richard, recibiendo al obispo de la diócesis local, se


dirigió con él y con un maestro de armonía de la
Orden de Oriente, hasta el sitio del órgano y de
improviso, sin avisar, se apersonaron en el puesto del
organista para relevarlo. Cuando el miembro de la
orden de Jubal, ya ubicado y custodiando el órgano,
vio llegar a la comitiva oficial encabezada por el jefe
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supremo, se puso de pie para recibirlos, con una


expresión desconfiada en su rostro. Probablemente
presintió que algo no iría bien.

- Hermano… - El obispo extendió la mano al hombre


y lanzó la pregunta, esperando que le dijera su
nombre –

- Michel – Pronunció el sacerdote, evidentemente


desconcertado – Michel Amauri – Completó
extendiendo la mano hasta tomar la del obispo en
actitud de besar su anillo episcopal –

- Hermano Michel – Comenzó su eminencia desde el


principio – No hará falta que esta tarde realice su
trabajo. Siendo esta una ceremonia restringida para
miembros de la Orden de Oriente e invitados de
instituciones afines, la armonía será conducida por un
hermano autorizado – Explicó resuelto y seguro –

- Pero… - Titubeando el Padre Michel – Yo no puedo


abandonar mi puesto – Explicó con gesto humilde, sin
saber cómo conciliar sus juramentos con su voto de
obediencia – No puedo retirarme y dejar a alguien
más en el órgano… Este instrumento no ha sido
tocado por ningún otro, que un maestro de la orden
de Jubal desde que fue montado… - Dijo el cura con
verdadera y evidente preocupación, reflejada en su
rostro constreñido –

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El obispo se detuvo en seco de su deambular por el


entorno del órgano. Acusó recibo de la reticencia del
sacerdote a obedecerle y enseñó su autoridad con
actitud firme e irrevocable.

- ¡Le he dado una orden directa! – En posición recta y


levantando la cabeza y la voz – ¡Deje su puesto y
retírese del Templo! – Reafirmó con su mirada fija en
los ojos del aturdido cura –

Todos permanecieron estáticos en su posición,


esperando que el sacerdote cumpliera su orden y
dejara el camino libre para llevar a cabo los planes de
Richard. El hombre, sin embargo, no acababa de
tomar la decisión. Su rostro evidenciaba, como una
pantalla de su alma, la gran angustia que vivía y la
incertidumbre que le ocasionaba aquella situación, en
la que los opuestos de su mundo se veían exigiéndole
que tomara una decisión. Se veía que no podía elegir
entre un voto y otro, sintiendo, de cualquier manera,
que incumplía su deber sagrado. Richard no le
quitaba la vista del rostro, intentando adivinar en qué
momento tomaría aquella difícil decisión, que nadie,
hasta el momento, se atrevía a adivinar. Sin embargo,
en un instante de su devaneo, los ojos del cura se
centraron en un punto detrás o, a un lado del órgano.
Se fijó en aquel sitio como si allí se encontrara su
solución. El gesto duró casi tres segundos y Richard
sintió una alarma, sonar dentro de su entrenada
mente. El ex agente de inteligencia e investigador
forense notó que algo en aquel hombre, le resultaba
familiar. Su actitud no le era del todo desconocida. El
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hombre perdido que encuentra una salida… Le


recordó al último acto de un terrorista, que evitarían
su captura, de cualquier manera. Sintió que para
aquel hombre, la vida comenzaba a tomar otro
sentido, en aquel preciso instante.

En un segundo más, el cura, aparentemente un


pacífico hombrecillo de cabellos obscuros y rizados,
con apenas un metro sesenta de delgadez extrema,
transformó su rostro debilucho y asustado en un grito
enfervorizado, sin sonido pero con toda la mímica del
coraje hecho carne y se lanzó, como un felino
enfurecido, hacia el espacio vecino al órgano, que
venía observando desde hacía unos instantes.
Richard, que estaba atento, se abalanzó hacia él con
intención de detenerlo. El sacerdote alcanzó y asió un
hacha de bombero, más larga que su brazo,
elevándola decidido y sin vacilación sobre su cabeza,
a la vez que rotaba su cuerpo de frente al instrumento
que, al parecer, era su objetivo. Unió ambas manos
sobre en la altura fijando firmemente el mango del
hacha y, con aquella expresión temeraria en su
rostro, se dispuso a quebrar por el medio el teclado
del antiquísimo instrumento, custodiado por él mismo
hasta aquel día nefasto. Richard alcanzó al
transformado hombre, golpeándolo con su hombro
derecho, a la altura de las costillas, haciéndole
tambalear y caer, asistido en su esfuerzo por el propio
peso del arma que el monje portaba. Enseguida el
hermano que los acompañaba ayudó a inmovilizarlo

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y, con la colaboración de dos agentes que se


aproximaron al oír el escándalo, el hombre enajenado
fue desalojado y detenido, mientras lloraba
desconsoladamente. El obispo se había quedado
inmóvil, estático, con los ojos enormes. Continuó en
aquella posición aún cuando el peligro había cesado.

- ¿Qué ha sido eso? – Preguntó aún con la expresión


de terror, que no acababa de abandonar su rostro –

- La orden de Jubal… - Respondió Richard mientras


se arreglaba la ropa – Deben tener instrucciones de
destruir el órgano antes que entregarlo… -
Abrochándose nuevamente el cuello de la camisa ,
sin sorprenderse demasiado por la actitud del cura –
Es la forma de asegurarse de que nadie podrá
accionar las llaves que abren los compartimientos
secretos, sin su consentimiento

El Maestro de armonía tomó su lugar en el teclado y


comenzó a familiarizarse con sus dulces sonidos.
Llevaba una partitura con el acorde indicado, que
debía hacer sonar a la orden de Richard, ubicado en
el oriente de la Logia, equidistante de las dos
columnas sospechosas. Esperaba un indicio,
posiblemente sonoro, de que algún mecanismo se
activara a la hora indicada. No tenía aún idea de lo
que debía esperar o de cuál sería la señal que le
revelaría cuando actuar. Sólo sabía que lo que fuere,
debía ocurrir justo cuando la Dama de la mandorla,
ocupara su sitio en el centro de la rosa.

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La ceremonia dio comienzo cuando el mallete, hecho


de madera de acacia, del Poderoso Maestro, resonó
contundente una vez sobre la tabla de su estrado,
situado en oriente.

- TOC…

Enseguida le siguió la respuesta del Guardián de


Occidente, generador del primer eco y guía para el
sol poniente, golpeando con su mallete, madera
contra madera.

- TOC…

Al ritmo, la respuesta del Guardián del Sur, inspector


del sol de mediodía y generador del tercer eco.

- TOC…

Un diácono encendió tres velas, cuya luz iluminaron


la estrella flamígera que colgaba suspendida en las
alturas. De un brillo reluciente el sagrado pentáculo
reflejaba la luminaria procedente de aquellas débiles
candelas, aunque la claridad del día, interpretada por
las vidrieras del mediodía y de poniente, aún era la
dueña del místico Templo.

Los minutos transcurrían inexorables entre rituales y


actos administrativos, acompañados por una multitud
poco habitual en estas ceremonias. La mayoría,
informados de parte de la situación, esperaban
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impacientes el desenlace de los hechos, con la ilusión


de convertirse en parte de la historia, presenciando la
apertura de una cápsula del tiempo que los
conectaría directamente con el siglo XIII. Desvelarían
los secretos que allí yacerían, intactos, resguardados
del paso de los siglos. Richard miraba su reloj a la
vez que observaba con atención el paseo de la
Dama, que ya había penetrado los límites del gran
círculo dual, hacía varios minutos. Su marcha seguía,
inexorable, la dirección del lugar de encuentro.

El obispo, siendo la autoridad eclesiástica visible en la


región, tomó la palabra que el Poderoso Maestro le
ofreció, para instruir a la concurrencia sobre el
Templo que, en esta ocasión les hacía de universo en
su ceremonia. Orgulloso, como lo estarían todos los
que, bajo su oficio tuvieran una cátedra como aquella;
habló del Sol, de la Diosa Madre y de la iglesia del
hombre. Se refirió a las enseñanzas de San Juan el
Bautista, demostrando que no lo había olvidado,
como se podría suponer escuchándolo dar misa los
domingos, cuando lo hacía. Richard lo oyó desde muy
cerca, sin poder dejar de pensar que en la época en
que aquella catedral se construía, en capítulos
sacerdotales como el que en ese mismo instante se
estaba llevando a cabo, se hablaría de lo mismo.
Pero que si aquello se oía de boca de los pueblerinos,
se los encerraba en las cárceles de la Santa
Inquisición. Para muchos de los presentes, la historia
que el obispo contaba era una novedad sorprendente
acerca del pensamiento de la antigua escuela
filosófica fundada por su antecesor, San Fulberto.
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Para Richard, era casi como hablar de su propia


casa.

El Sol avanzaba inexorable y la Dama se acercaba


más y más al sitio esperado. Dieron las tres mientras
el obispo se dirigía a su asiento entre discretos
aplausos de reconocimiento. El maestro de armonía
continuaba interpretando las melodías previstas para
cada parte de la ceremonia, sin dejar de observar a
Richard, que debía darle la orden de ejecutar aquel
acorde disonante y horrible. Ambos pensaban en el
ridículo, si nada sucedía y se agredía con tales notas
repulsivas, la sensibilidad de los presentes. No tenían
opción. Estaban allí porque no había otra manera de
hacerlo. Un salto sin red, que hacía que la adrenalina
fluyera libre por las venas de los que formaban parte
de la operación. Se le había ordenado al maestro de
armonía, hacer sonar el órgano suavemente, en un
volumen que permitiera percatarse de los sonidos del
ambiente. Se intentaba detectar cualquier ruido
metálico que delatase la existencia del seguro de
apertura de alguna columna. La música apenas daba
marco a los movimientos de los diáconos y el maestro
de ceremonias.

Cuando ya daban las tres, Richard se posicionó en el


triforio norte, sobre el centro de la nave, tomando una
visión perfecta del sitio de la sagrada “cita”. Se
preguntaba si lo estaría haciendo bien; si se
requeriría de una exacta coordinación para hacer que

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los mecanismos funcionasen; si aún, después de


tantos siglos, estarían en condiciones; si lo había
calculado bien… Su mente estaba abierta a toda
percepción y su piel se erizaba ante cualquier cambio
en el ambiente. Era la hora y aún nada sucedía.

La Dama comenzaba a entrar en su casilla. El botón


central de la Rosa, otrora cubierto por una placa de
bronce que, según la historia, los revolucionarios
extrajeron y fundieron para construir cañones, pasaba
de su pobre desnudez a casi cobrar vida, con su
nueva ocupante. Richard la observaba sin quitarle los
ojos y, mientras se movía lentamente, según el paso
del sol, él veía en su rostro los ojos de Cristine. Su
rostro, su aura…

A doce minutos pasadas las tres, la Diosa estaba en


su sitio, sentada y esperando la llegada de su
caballero, al que nadie vería. El espectáculo era
magnífico a los ojos del hombre, que se perdía en él,
emocionado, a pesar de la inquietud generada por la
incertidumbre, ante el instante que pondría a prueba
todo su trabajo. No oía nada en el ambiente, más que
la música suave del órgano. Todo el mundo en
silencio por la ceremonia, la música de fondo y la
Diosa, presente en su sitio y lista para el Hierus
Gamus, dejaban a Richard a las puertas del mismo
cielo. La consecución de sus objetivos parecía cada
vez menos importante. Sin embargo, el Caballero de
Oriente no olvidaría su obligación sagrada. Sabía que
debía seguir adelante, aunque su cuerpo sólo le
incitara a contemplar aquella escena increíble.
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Cuando la figura de la virgen de la mandorla comenzó


a apartarse del centro exacto del botón de la rosa,
Richard no se atrevió a esperar más. Sabía que el
desfasaje de algunos segundos o minutos, con el
paso de los siglos, los cambios de calendario, los
ajustes de error en el tiempo real e incluso, los
cambios en el terreno, con el progresivo hundimiento
de todo lo que pesa, podrían haber alterado las
sincronías esperadas para cada fenómeno lumínico.
Sin embargo, decidió creerle a la Diosa y seguir
adelante con el plan establecido. En un instante tomó
la decisión y levantó la mano, asomándose por el
balcón hasta ver el rostro de su hermano, sentado en
el órgano. Le hizo la señal convencido. De inmediato,
un sonido molesto comenzó a elevarse
progresivamente hasta ocuparlo todo. Los visitantes
que no conocían el plan, miraban sorprendidos a su
alrededor intentando localizar el origen de aquel ruido
infernal. Desagradable a los oídos, ajeno a las leyes
naturales, el acorde prohibido sonaba cargando el
ambiente de incertidumbre e intranquilidad. Y subía
más y más, se sostenía como en una sinfonía del
mismo demonio. Do sostenido, Sol, La. El maestro de
armonía no cejaba con su horrenda composición y
miraba constantemente a Richard, casi suplicándole
que le ordenara acabar con tal tortura y bochorno.
Richard se imaginaba a sí mismo, explicándole a la
desconcertada concurrencia, la causa que le había
llevado a tomar tal actitud. A destruir por completo el
espíritu etéreo de aquella reunión. El flagrante ruido lo
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inundaba todo y algunos de los concurrentes dirigían


su mirada a Richard directamente, comenzando a
reclamarle que abortara ya su macabro experimento.
Aquel acorde era indescriptible. Potente y agresivo a
los sentidos. No sólo al del oído; podía tocarse,
sentirse sobre la piel como una vibración espástica y
displacentera. Aquel órgano estaría construido para
potenciar su estrépito, ya naturalmente desagradable,
hasta hacerlo intolerable. No sería extraño que hiciera
vibrar algún cristal hasta hacerlo estallar.

Richard pensaba en abortar la acción y dirigió su


vista, con ojos resignados, al maestro de armonía.
Este respondió afirmando con la cabeza, dando su
acuerdo a lo que sabía estaría pensando. Los
hombres se entendieron y la música diabólica
comenzó, lentamente, a perder fuerza y vigor. Un
sonido lejano fue, sin embargo, la primera alerta que
volvió a elevar el ánimo del decepcionado caballero.
Una explosión, que trajo nuevamente a su memoria el
instante en que su maestra hacía detonar los tubos
con su extraño instrumento de viento. Un estruendo
sordo, como de vidrio roto, se dejó oír al disminuir un
poco el volumen del órgano. Y tras aquel, otro y otro.
Una ráfaga de sordas explosiones hacían ya uso del
eco natural del edifico, diseñado, entre otras cosas
para resaltar los sonidos en su interior. Richard no
podía estar seguro de su origen. Venían del crucero,
pero podrían salir de cualquiera de las columnas que
lo rodeaban. Era un ruido tenue, avivado por el eco.
Difícil de ubicar. Las explosiones continuaron por
varios segundos. Serían muchos los cilindros que
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conformaban el cerrojo que, según parecía, el acorde


prohibido acababa de romper. Las palabras de la
maestra resonaban en su mente, sin control: “Unidos
los suficientes cilindros, conforman una estructura
fuerte como el hierro; pero se deshacen bajo el poder
de la música, como lo haría la sal en el agua…”

Las explosiones cesaron, dejando a todos los


presentes con el asombro en el rostro y las preguntas
en la garganta. Nada se movía de su sitio a pesar de
que los seguros, que Richard recordaba, se habían
destruido. La estructura llevaba ocho siglos
soportando su propio peso, movimientos de tierra,
fuerzas telúricas constantes y vaya a saber que más.

- Había más probabilidades de fracasar que de abrir


la dichosa columna – Dijo Richard para sí, en voz alta
aunque en soledad –

Rápidamente pensó en alternativas. Se imaginó a si


mismo intentando agujerear cada columna del
crucero para instalar un dispositivo de visión por
cámara en su interior. Se dispuso a bajar del triforio a
revisar las columnas y a calmar los ánimos de los
concurrentes, que ya comenzaban a exaltarse.
Echaba una fugaz mirada a la Diosa, que ya pisaba el
último pétalo de la rosa. Como una última despedida,
antes de seguir su camino. Comenzaba su descenso
desde el purgatorio del triforio, cuando un sonido
metálico atrajo su atención al sitio del cual habían

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procedido las explosiones. Un “Clic” nítido y claro,


seguido por otro, recordaban a un mecanismo de
metal que, en movimiento, hubiera sufrido un
rozamiento. Tal vez cómo si algo se desprendiera.
Permaneció en su sitio, alerta y expectante.

Unos segundos más tarde, un nuevo sonido comenzó


a retumbar, elevándose en el ambiente,
adueñándose del eco y de la atención de todos los
presentes. Un claro frotamiento de roca sobre roca
deslizándose. La caída constante de pedregullos
desde la altura en la segunda columna del noroeste
del transepto, como una lluvia de pequeños
escombros que, inmediatamente, abrieron un círculo
en torno a la nueva protagonista. La gigantesca
columna comenzó un movimiento, primero sutil y
pesado. En su totalidad, desde el capitel superior
hasta el pedestal, el majestuoso Titán se movía como
un elefante que despierta, comenzando un giro cuyo
punto fijo se hallaba en su ángulo noroeste. Continuó
su desplazamiento ante el asombro de todos los
presentes. El objeto sería increíblemente pesado y se
movía por sí mismo, con increíble facilidad. Su
velocidad aumentaba con cada segundo, notándose
más ágil en su deambular. El ruido increscente
parecía el preludio de un temblor de tierra.

Richard observó el suelo de la nave. Su discreto


declive, con caída hacia occidente, probablemente no
hubiera sido pensado para que el agua se desplace
con esa dirección durante el aseo del suelo, como
prometía el discurso popular. Pensó en Teseo y el
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laberinto, del cual se salía con la ayuda del ovillo de


oro, que rodaba hasta la salida, guiando a quienes en
él creyeran. Tocó el suelo del templo. Aquel declive
provocaba que, al soltarse los seguros, la columna se
desplazase hacia la caída por su propio peso. A
Richard, ya poco de aquella catedral podía
sorprenderle; aunque no pudo dejar de admirar la
prodigiosidad de aquel recurso, con una que se
dibujaba en su rostro de forma ajena a su voluntad.

La columna se abrió por completo, provocando, al


llegar al final de su recorrido semicircular, un
escándalo portentoso y una lluvia de escombros que
logró ahuyentar, por unos segundos, a la multitud de
monjes que se agrupaban alrededor del hueco para
ver su contenido. Quedaba fijada por un punto de la
basa al pedestal por debajo y, por el mismo punto
pero en el capitel, al arquitrabe en su extremo
superior. El obispo fue el primero en acercarse y
observar cómo un eje de metal, centro de una rueda
dentada de unos diez centímetros de diámetro, giraba
levemente, desplazando una ranura en la rueda que,
seguramente haría de cerrojo.

- Una vuelta al año… - Anunció sorprendido,


percatándose del mecanismo que hacía que la
columna pudiera liberarse en cada ciclo – Cristales
rotos… - Exclamó luego, metiendo la mano y
percatándose de los restos que había producido la
ráfaga de explosiones, provocadas por el horroroso

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acorde –

Richard se abrió paso entre los monjes agrupados


frente al hueco interior de la columna, que estaba ya
desnudo y listo para contar su secreto. Se asomó al
espacio, que abarcaba al menos todo el interior del
pie o pedestal de la columna, que se había destapado
al desplazarse la basa, el fuste y el capitel. Lo que
hubiera allí guardado, se encontraba cubierto por una
tela rústica y obscura. Richard, junto con el Poderoso
Maestro de la Orden, se dedicó a retirarla con
cuidado, plegándola como una bandera en la
ceremonia de arriar. Bajo aquel manto, una especie
de cubo negruzco, muy obscuro, ocupaba casi la
totalidad del espacio disponible. Richard extendió la
mano para tocarlo. Removió varios centímetros de
polvo, casi negro, que daba a aquello una forma
homogénea, como si fuera un enorme sólido allí
olvidado por el tiempo. Descubrió que no era un
bloque, sino una multitud de cuerpos poliédricos,
como ladrillos colocados en un muro sólido,
perfectamente encajados entre sí. Una pila de
lingotes. Cogió uno pesado y polvoriento y lo acercó a
la vista del Poderoso Maestro, intentando entre
ambos, dilucidar aquel nuevo misterio. Una vez limpio
del polvo, quedaba un lingote de metal obscuro,
marrón negruzco a la luz ambiente, aún suficiente
para contrastar colores. El Poderosos Maestro frotó el
metal como si intentara abrillantarlo, sin éxito. Sin
embargo, sus intentos dejaron en evidencia las
marcas de identificación que yacían en la cara
superior de aquellos panes de metal pardo. Una
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La Dama de Chartres

inscripción circular rodeando una cruz paté, con sus


cuatro lados de igual longitud.

- “Corpus Mericae” – Leyó directamente una


inscripción circular que delimitaba la parte superior
del sello – Cuerpo de Merica… - Tradujo de inmediato
mientras pasaba el dedo por la cruz paté, tallada en el
centro del círculo – Templarios – Agregó elevando la
mirada para encontrarse con los ojos de Richard.
Enseguida regresó al sello y acabó su lectura por la
inscripción que cerraba el círculo por la parte inferior
– “Terra Dominae” – Regresó la mirada a los ojos de
Richard antes de traducirlo – Tierra del Señor

- O de la Señora… - Soltó Richard, discretamente


siendo apenas oído por su Maestro -

El Maestro, con expresión profundamente


contemplativa en su rostro, sacó un mechero del
bolsillo de su traje, bajo su túnica de ritual y lo
encendió, poniendo la llama en contacto con un
lateral del lingote que sostenía. Unos segundos más
tarde, un ligero hilo de gas se desprendió del sitio en
el que tocaba la flama, dejando, como por arte de
magia, un círculo brillante y luminoso, de un plateado
puro y exquisito.

- Plata americana… - Dijo resuelto el Maestro ante la


mirada estuporosa de la mayoría de los concurrentes

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- ¡Pero es del siglo XIII! – Reclamó un visitante


perteneciente a la diócesis – América no fue
descubierta hasta el XV…

El Maestro echó un vistazo a Richard, quien con una


expresión risueña en el rostro le indicaba que se
había metido en terreno fangoso. Ahora debía
explicar sus palabras. Probablemente no se había
percatado, en el instante de hablar, de que no todos
los presentes eran miembros de la Orden,
desconociendo la historia que no figuraba en los
libros. Observó a su alrededor y se dio cuenta de que
eran unos cuantos los que esperaban una explicación
de aquello. Eran, sin embargo, miembros del clero y,
en algunos casos, del mismo Vaticano. No podía
dejar de explicarse ante aquella selecta audiencia. Se
apoyó en el pedestal abierto y se dispuso a contar la
historia, relajado ya, después de la tensión soportada
y abrumado por el descubrimiento inesperado de
aquel tesoro que a la vez, era reliquia…

- El Temple – Comenzó su relato – No era sólo una


institución de tierra, sino que poseía una poderosa
flota, usada principalmente para trasladar carga,
caballos e incluso pasajeros por el mediterráneo,
hasta Jerusalén. Sin embargo, no sólo hacían esta
ruta – Buscó las palabras para explicar lo que la
historia oficial no contaba – Sabemos que no tardaron
en seguir antiguas rutas, utilizadas por antiguas
civilizaciones e incluso por los vikingos, en tiempos
remotos, hasta las tierras de occidente, según
figuraban en los documentos que la Orden poseía y
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La Dama de Chartres

veneraba como reliquias sagradas – Juntó las manos


delante de su pecho, buscando centrarse en el
discurso – Una de ellas, en particular, era
denominada T.D.; probable abreviatura de Terra
Dominae o tierra del Señor… - Echó una mirada a
Richard que lo flanqueaba – O más bien Señora –
Guiñándole un ojo – Que llevaba hasta el Río de la
Plata en Sudamérica – Intentó resumir -

- ¿De qué documentos estamos hablando


exactamente? – Preguntó un sacerdote –

- El Temple defendía a la antigua Iglesia Esenia. La


doctrina de San Juan. Los documentos que
veneraban eran procedentes de esa Orden; Esenios.
Los documentos, se especula que fueron parte del
tesoro que hallaron durante la primera cruzada, en
sus excavaciones bajo la explanada de la mezquita
de Al-Aqsa, que ocupaba el sitio del antiguo Templo
de Salomón – Respondió constatando que su
respuesta resultaba suficiente. Luego continuó la idea
– Los Esenios veneraban a la estrella que asociaban
con la Diosa Madre, como casi todas las demás
culturas del mundo. Solo que ellos le llamaron Merica;
la estrella de occidente – Hizo una pausa esperando
que acabase el murmullo en la sala – Pensaban que
señalaba a una tierra sagrada. Que indicaba, según
su trayectoria, el lugar al que debían dirigirse. La
veían por occidente y, por ende, hacia allí vieron su
tierra prometida – Dijo señalando con la mano

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GEORGE WEMBAGHER

derecha hacia el pie de la nave –

- Pero… Si los Templarios habían descubierto esas


tierras… ¿Por qué no las reclamaron cómo hizo luego
Colón? – Inquirió otro clérigo, presente entre los
muchos visitantes –

- Las tierras descubiertas sólo podían pertenecer a un


Reino. Era el Rey quien reclamaba territorios
descubiertos por sus súbditos. El Temple no era un
estado, aunque en algunas cosas funcionara como
tal. Además, eran conocidos por guardar sus secretos
con esmero – Aclaró acomodándose sobre la dura
superficie de piedra –

- ¿Y qué tiene que ver la estrella, Merica, en todo


esto? – Preguntó otro componente de aquella turba,
que parecía comenzar a entusiasmarse, comenzando
un activo interrogatorio sobre aquel voluntarioso, que
se había puesto en posición de responder –

- Antiguamente se creía que los metales, los


componentes de la tierra eran como trozos del mismo
Dios. Impregnaciones del cuerpo divino en la tierra. El
oro era valioso porque se interpretaba como
pequeñas partes del mismo Sol – Explicaba el
Maestro, reafirmándose con la mano a la altura del
rostro. Acompañando su cadencia de palabra con un
movimiento suave de la misma – La plata, como esta
– Elevando a la vista de todos, el pesado lingote
obscuro – Era parte de Merica. De la Diosa que
complementaba al Sol en su creación dualista – Se

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La Dama de Chartres

detuvo a observar el oxidado metal que yacía en su


mano – Y no debemos olvidar, queridos hermanos,
que en aquellos tiempos la plata era mucho más
valiosa que el oro… - Acabó su discurso intentando
retirarse, poniéndose de pie y regresando a su sitio
en oriente - Es así como, además de un tesoro de
millones, en lingotes de plata, aquí yace desde hace
ocho siglos, parte de lo que se creía era el cuerpo de
la propia Diosa Madre… - Concluyó mientras se
dirigía a su puesto, ante la absorta mirada de los allí
presentes –

La mente de Richard divagaba entre nombres de una


misma imagen: Merica, Nibiru, Isis, Shiva… El mismo
pájaro de fuego renombrado según cada cultura, una
y otra vez en el centro de la escena de la creación y
la destrucción. Desde su sitio, en el centro del
crucero, echó un último vistazo al paisaje supra
terrenal, ofrecido a los menos ciegos, por aquel
Templo sin tiempo. A la columna abierta, violada por
codicia y una búsqueda egoísta que él mismo había
propiciado con sus conocimientos y su valor… -
¿Virtudes al servicio de qué? – Se preguntó. Parecía
banal todo aquel despliegue para hacerse de una
montaña de plata, que iría a perderse en alguna
bóveda del banco Ambrosiano. Pero al mismo tiempo,
redimía el cuerpo de una Diosa cuyo espíritu
impregnaba el éter contenido en aquel microcosmos,
desde el comienzo de su existencia. Símbolos,
esencia y cuerpo físico: la veneración absoluta allí,

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delante de sus ojos, como nunca, seguramente,


volvería a apreciarla en otro sitio.

El obispo, que se había retirado en medio de la


explicación del Maestro, regresaba con un grupo de
hombres de uniforme, dispuesto a cumplir con su
deber. Acarrearían el tesoro, abierto a la vista de
todos y a salvo de depredadores particulares. Richard
se sentía desfallecer. Su tarea había concluido. No
tenía razón alguna para permanecer en aquel sitio por
más tiempo y decidió salir, sin esperar al resto.
Quería alejarse de aquel tumulto y, si acaso, meditar
a solas sobre el significado de todo lo que había
aprendido. Sobre los verdaderos tesoros que había
descubierto en aquel, su propio viaje místico.

Como un peregrino, después de haber completado su


penitencia, regresó a su hotel, solo. Marina le
esperaba en un sofá del salón, con una taza de café
sobre la mesa y la televisión encendida en las
noticias. Richard se sentó a su lado, le tomó la mano
y se metió en su cuerpo a través de sus ojos, como
era su costumbre. Ella le entendía. Se dejó sujetar y
sin hablar, pusieron rumbo a la habitación.
Recogerían su equipaje para alcanzar el siguiente
tren a Montparnasse. Al traspasar la puerta para salir
del salón, Richard se detuvo, sólo por un instante, a
escuchar la notica que se emitía en ese momento,
entre marcos rojos.

- “Las autoridades de Japón han informado esta


madrugada, que han declarado el estado de alerta

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La Dama de Chartres

debido a una serie de temblores ocurridos en el mar,


a escasos cien kilómetros de sus costas, de grados
entre cinco con siete y seis con dos en la escala de
Richter, generando marejadas que amenazan buena
parte de sus puertos. Los terremotos, según las
fuentes gubernamentales, parecen ser cada vez más
importantes, sin que haya una causa clara que
explique estos cambios en la conducta de las placas
tectónicas…”

- ¡No te entretengas! – Se oyó la voz de Marina


retumbando desde el ascensor - ¡Perderemos el tren!
¿Que hora es?

Richard entornó levemente los párpados sin desviar


la vista de la colorida pantalla de plasma. Esbozó una
sonrisa discreta, casi imperceptible, excepto para él
mismo y, como en un suspiro, expresó su despedida
en forma de respuesta a la pregunta de Marina. Una
que para él tenía mucho sentido. Con la última sílaba
atravesó la puerta que llevaba a los ascensores,
arrastrando las palabras.

- Es medianoche…

FIN

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