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RELATOS MARINEROS

POR NUESTROS MARES DEL SUR

El Camahueto

r-\Jada vez que la escampavía regresa-


ba a Puerto Montt, los tripulantes narra-
b a n a sus familiares las peripecias expe-
rimentadas durante el viaje: malos tiem-
pos del weste, furiosos temporales del
norte, neblinas intensas, chubascos deses-
perantes. Cierto es que algunos exagera-
ban un tanto la cosa: después de cada
comisión, eran verdaderos héroes del
méH. No es menos cierto que ese año tu-
vimos experiencias de valor incalculable:
repetidas apanc1ones del "Caleuche",
Por una peligrosa presencia de la "Viuda",
interesantes· persecuciones al "Trauco";
Raúl TORRES Rodríguez dos o tres temporales en las cercanías del
Golfo de Penas, que nos tuvieron literal-
Capitán de fra g ata (R) , Armada de Chile mente perdidos y muchas noches tene-
brosas en demanda de Huafo.
Aun cuando los hombres exageraran
un poco, eran siempre, para la esposa y
pequeños hijos, verdaderos personajes de
leyenda.
En verdad había mucho de realidad en
todo. Para quienes nos conocían más ín-
timamente, allí estaba mi contramaestr.e
Manquecura, supersticioso impenitente; o
Juan Soto, que bien podía o no ser "bru-
jo", ¿acaso no sería "artillero", encarga-
do de hacer el mal? Lo cierto es que a
él s e atribuía -calladamente- todo lo
desagradable que ocurría a bordo en
aquellas negras y tétricas noches mver-
nales de las islas.
Mi experiencia personal al respecto,
tuvo aspectos no menos curiosos. Al ser
designado comandante de la "Yelcho",
aquel año inolvidable de mil novecien-
tos .. .', me trasladé a Puerto Montt, con
.c~ L CAMAHUETO 425

mi JOVen esposa. Educada y criada en rra la profesión del mar; deseo experi-
Valparaíso, aunque nacida tierra aden- mentar esas mares turbulentas del Cor-
tro, sabía mucho de la vida del mar; covado y de la Boca del Huafo.
desde muchacha, como buena porteña se No hubo forma de convencer a la bur-
había familiarizado con la silueta de los lona viajera. Y partimos. Largo sería des-
buques de guerra o con las franjas mul- cribir ]as mil y una peripecias que pasa-
ticolores de los barcos mercantes surtos mos, aunque a decir verdad, esa vez Hua-
en la bahía; sabía mucho de la historia fo se portó extremadamente bondadoso;
marinera de .. Pancho" y, sin duda, a los podría decirse que nos recibió como nun-
trece o catorce años, había sentido la ca lo había hecho antes, en homenaje a
atracción de los botones dorados. Y a mu- la atrevida dama. No obstante, una ma-
jer, estaba más cerca de quienes juzgan rejada irrespetuosa hizo zozobrar a una
un tanto exagerado aquello de las penu- de nuestras chalupas cargada con perso-
rias de los océanos; estaba más de acuer- nas, corderos y bultos; la escampavía al
do -sin duda- con lo expresado por ancla se balanceaba quince a veinte gra~
el gran poeta nuestro: "en cada puerto dos dP. babor a estribor; olas de alguna
una mujer espera ... ". Para a 1gunos, no magnitud rompían con tono de bajo pro-
existe un "mar cruel", un Golfo de Pe- fundo en los acanti~ados de la costa .
nas, un Cabo de Hornos infernal, o un Nuestra compañera creía morir de un ins-
peñón de Evangelistas, un seno de la Ul- tante a otro, pese a las bondadosas aten-
tima Esperanza, un Cabo de las Tormen- ciones de Valdovinos -mi mayordo-
tas o un bajo Quitasueños. Son sólo ima- mo-, que a cada momento acudía a
ginaciones de seres ansiosos de aventuras ofrecerle calmantes contra el mareo: jun-
oceánicas. tos la ayudábamos a retener el estómago
No hay que extrañarse entonces que la que parecía escapársele por la boca. Di-
joven esposa del comandante agregara ficultosamente, desde la litera pudo ob-
un grano de dudas a la agitada vida de servar, al 1á a lo lejos, el inmenso penon,
esa "Yelcho" que me tocó comandar . con su silueta escalofriante y su blanco
Fue por eso que un día decidí hacerla faro en lo alto.
participar en una de esas bravas corre- Impuestos los tripulantes de las difi-
rías. Obtenidos los permisos del caso, la cultades en que me hallaba, insinuaron a
llevé a bordo. Manquecura que acudiera en mi ayuda.
Los primeros días de canales fueron -Mi comandante -comenzó-, no sé
maravi~losos. ¿Qué se habían hecho los si usted conoce al Camahueto .
.ven.d avales del norte o del weste, las ne-
blinas impenetrables, la blanca y poética -No -respondí- ¿a qué viene esa
nieve, las granizadas hirientes? Nada de preg unta, supersticioso incorregible?
eso parecía existir. Por lo demás, mis -Es que tenemos a bordo raspadura
amigos de Panitao, Caleta La Vega, de un cuerno de ese animal y podríamos
Puerto Chacao, Mechuque, se habían es- preparar un brebaje que seguramente
merado en rendir culto a la curiosa pa- evitaría a su esposa mayores sufrimien-
sajera. tos. Piense, mi comandante, que de re-
En Quel!ón esperamos informes fa- greso al Corcovado, la cosa puede em-
vorables para seguir a la isla, una ligera peorar y entonces, la presencia de una
tregua que nos permitiera cumplir nues- dama a bordo, enferma como está, pue-
tra misión en Caleta Chica de Isla Huafo. de complicarnos.
En ese puerto, las atenciones sobrepasa- Desde luego no le hice caso y como en
ron todo ]o esperado y la noche que de- otras oportunidades, lo despedí del puen-
bíamos zarpar, fue de "mantel largo", te con algunos terminachos sabor a brea.
hospitalariamente largo . Todos rogaban Mas, el asunto me quedó dando vueltas
a mi esposa que desistiera del viaje; va- en la cabeza. En aquellos días estaba
rias casas se abrían para cobijarla duran- preocupado con mis indagaciones sobre
te mi ausencia. Pero ella estaba decidida, el "Trauco". ¿Acaso conocer al "Cama-
un solo pensamiento la dominaba: hueto" no sería de tanto o más valor?
-Debo conocer personalmente -de- El retorno a Puerto Montt no fue na-
cía- esa vida de sacrificios que encie- da agradable: comenzó a bajar decidida-
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mente el barómetro y un temporal del los más, dos pequeños qtre brillan como
norte parecía inminente. Fue tanto que, el oro. En lo que todos coinciden, es que
en el Golfo de Ancud, la pasajera estuvo posee un espíritu de maldad rayano en
a punto de desembarcar en un islote. lo sobrenatural: provoca las tempestad es
Después de los mares de Huafo, para y crecidas de los ríos; hace aumentar el
ella sólo contaba la tierra firme, así fue- caudal d e los arroyuelos, y, de un mar en
ra la única mujer sobre un peñón. calma, levanta tempestades capaces de
A los cuatro días de habernos amarra- llevar al fondo del abismo al navío más
do a nuestra querida boya del canal Ten- poderoso.
glo, una nueva e inesperada misión nos Sin embargo, de sus cuernos se obtie-
obligó a prepararnos para zarpar. Esta nen raspaduras prodigiosas para prepa-
vez tendríamos que atravesar el Golfo rar brebajes o infusiones capaces de cu-
de Penas, para a.provisionar el faro San rar cualquier mal. Es por eso que quien
Pedro, por causa de unas reparaciones posee uno de el1os lo conserva como lo
urgentes a la escampavía de base en Pun- más pr'.::ciado. El solo frotamiento con
ta Arenas a quien correspondían tale3 éstos produce curas radicales. Por tal ra-
labores. La circunstancial "marinera" se zón los "Machis" los emplean con toda
negó rotundamente a embarcar y desde eficacia; en los lugares en que éstos ej er-
ese día comenzó a tomar muy en serio cen su profesión no existen enfermedades
nuestras narraciones de viaje. graves. Hasta el terrible cáncer es desco-
En esa misión, como en las siguientes, nocido.
cada vez que nos encontrábamos en las Facundo, avezado conocedor de los
cercanías de algún río o de picachos co- misterios isleños, según sus propias pa~a­
mo isla Sebastiana, isla Tranque, picuta bras, en cierta ocasión tuvo la audacia
de Carelmapu y otras, hacíamos excur- de asegurarme que podríamos encontrar
siones en busca del ser de nuestros des- aigún ejemplar de este apasionante ser,
velos, pero todo fue inútil, jamás encon- en el salto del río Maullín y hasta allí
tramos ni vestigios del famoso animal. llegamos con la valiente goleta. De más
Al abandonar la zona, hube de con- estará confesar que no obtuvimos ningún
formarme con el obsequio que me hicie- resultado positivo, salvo haber resistido
ra mi buen amigo Ciriaco Alvarez, de una de las mayores tempestades eléctri-
un cuerno de pulido marfil, semigasta- cas nocturnas que pueda recordar en mis
do que, según él, pertenecía a un Cama- largos días de mar. Naturalmente, Fa-
hueto. cundo culpaba de esto al Camahueto.
Pasaron los años. En cierta oportunidad, luego de mu-
chas expediciones frustradas, fondeamos
Desde la pequeña y noble "María Ce- en Quicaví. Era un fin de semana, lo re-
cilia'', reinicié las indagaciones no sola- cuerdo perfectamente, un fin de semana
mente sobre este animal, sino sobre los verdaderamente apasionante. Lo califico
"brujos", el "Imbunche" o la princesa así, porque aun cuando no tuvimos la
"Pincoya".
fortuna de dar con el animal de nuestros
Facundo Barrientos, mi "boses" inol- desvelos, sorprendimos muy cerca de la
vidable, fue un colaborador realmente "cueva de Quicaví" al "Imbunche", con
eficaz. su horrible cara vuelta hacia atrás y su
El "Camahueto", según los hijos de pierna deforme doblada sobre sus hom-
las islas, es un animal que vive oculto, o bros; esa noche, además, vimos volar
se deja ver muy de tarde en tarde, sobre efectivamente a más de un brujo, provis-
quien se tejen variadas historias. Tiene la to de su eficaz "mancuñ".
apariencia de un t ernero, según unos, pe- En la excursión de la tarde siguiente,
ro a medida que crece, va aumentando su Facundo aseguró haber descubierto cier-
fuerza al extremo que ya adulto, es ca- tas huellas que podrían corresponder a
paz de borrar a su paso rocas y monta- un Camahueto. Regresamos a bordo. El
ñas, arrastrándolas al mar. Es unicornio, experto "bases" confeccionó de inmedia-
aseguran otros, uno de los pocos unicor- to una red apropiada para la caza de ani-
nios del universo, llevando en medio de males de gran envergadura, premunidos
la frente un hermoso cuerno de marfil; d.:: la cual regresamos a tierra y la arma-
tiene dos cuernos marfileños, aseguran mos en un barranco junto al mar.
EI, LAGO DE CUCAO
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A las cuatro de la mañana, Facundo Sigo conservando el reluciente cuerno


al remo de nuestro pequeño bongo, me de marfil, que me obsequiara años antes
esperaba farol en mano. Había calma mi buen amigo Ciriaco Alvarez, y no
absoluta. Cuando varamos la embarca- obstante mi absoluta fe en las lecciones
ción entre dos peñascos de la costa, la recibidas en las islas de Chiloé, jamás he
luz del farol marinero se proyectó sobre procurado utilizarlo en su prodigiosa cu-
un sendero que nos llevaba directamente ra de mil · males diferentes.
al sitio en que teníamos armada la tram-
pa; mi rifle, bala en boca, garantizaba Nota del Autor:
que la presa no se nos escaparía llegado
el caso. No nos equivocamos: enredado Repito lo aseverado en otras oportunidacles:
y jadeante nos miraba suplicante un her- en todos mis relatos hay mucho de V1eTdad y
moso ejemplar ovino. No pude disparar algo de ficción. Lo primero, porque en todos
sobre ese ser que parecía implorar pie- ellos l1e participado· verdaderamente, al extre·
mo que bien podrían considerarse autobiográ-
dad. Facundo, el pícaro Facundo, reía ficos; lo segunclo, ¡)orque siempre estimé que
socarronamente. quien desee investigar sobre mitos y leyendas
chilotas -en nu estros mares del sur-, debe
-No dude, capitán -repetía-, el identificarse con los l1ijos de las islas, que las
Camahueto es un animal real, no es pro- llevan muy adentro desde el día que dieran los
ducto de las afiebradas y supersticiosas primeros pasos en esas cunas eternamente ba·
mentes de mis hermanos; vive en parajes lanceantes, cubiertas de lonas y cabos viejos.
Ellos, muchas veces, dan forma real a seres ab·
junto al mar en nuestro interesante archi- solutamente fabulosos, inverosímiles, mitol6gi·
piélago. eos. Tal es el caso del Camahueto.

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