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William Shakespeare
Versión de:
Patricia Jaramillo
Miguel Diago
Interpretación 6 semestre
Programa de Arte dramático Universidad Central/Teatro Libre
Bogotá
2016
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Personajes dramáticos
El rey Eduardo IV
Eduardo, príncipe de Gales, después Eduardo V, hijo del rey
George, Duque de Clarence, hermano del rey.
Ricardo, duque de Gloster, después Ricardo III, hermano del rey
Enrique, conde de Richmond, más tarde Enrique VII
Juan Morton, obispo de Ely
Duque de Buckingham
Duque de Norfolk
Conde de Rivers, hermano de la esposa del rey Eduardo
Lord Hastings
Sir Ricardo Ratcliff
Sir Guillermo Catesby
Sir Jaime Tyrrel
Brakenbury, alcalde de la torre, y Corregidor de Londres
Isabel, esposa del rey Eduardo IV
Princesa Isabel, hija del rey Eduardo IV y de la reina Isabel
Margarita, viuda de Enrique VI
Duquesa de York, madre de Eduardo IV, de Clarence y de Gloster
Lady Ana, viuda de Eduardo, príncipe de Gales, hijo de Enrique VI,
casada luego con Ricardo III
Lores y otras personas del séquito, los espectros de los asesinados por
Ricardo III, ciudadanos, mensajeros, soldados, etc.
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Escena - Inglaterra
Acto Primero
Escena I
Entra GLOSTER.
GLOSTER. ¡Eso es lo que ocurre cuando los hombres son gobernados por
las mujeres! ¡No es el rey quien te envía a la Torre! Es su
esposa, la reina Isabel; ¡ella es la que lo induce a estos
extremos! ¡No estamos seguros George; no estamos seguros!
DUQUE GEORGE. ¡Por el Cielo, pienso que aquí nadie está seguro, excepto
los parientes de la reina y de la puta Shore, la amante del rey!
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Entra HASTINGS.
GLOSTER. ¡Buenos días, lord Hastings! ¡Bien venido seas a este aire libre!
¿Cómo soportaste tus días en la Torre?
HASTINGS. ¡Es lamentable que enjaulen a las águilas mientras los buitres y
los cuervos se dedican a la rapiña con plena libertad! Y con el
rey tan enfermo, débil y melancólico... los médicos temen lo
peor.
GLOSTER. ¡Por San Pablo! ¡El rey lleva desde hace tiempo un mal régimen
y ha abusado demasiado de su real persona! Está en cama. Ve,
yo voy después (Sale HASTINGS.) ¡Espero que no sobreviva...
no debe vivir hasta que George sea enviado al cielo por la
posta! Voy a hablar con él para avivar más todavía su rencor
contra George, con sutiles mentiras apoyadas en argumentos
de peso; y si no fracaso en mi intento, a mi hermano George no
le queda ni un día más de vida. ¡Una vez hecho esto, que Dios
acoja en su gracia al rey Eduardo y me deje libre a mí en el
mundo para moverme! ¡Pero estoy ensillando la bestia sin
tenerla! George respira todavía. Eduardo todavía vive y reina.
¡Solo cuando hayan desaparecido, podré hacer el balance de
mis ganancias! (Sale)
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Escena II
Otra calle.
ANA.- ¡A tierra, a tierra esta honorable carga (si el honor puede ser
amortajado en un féretro)! ¡Restos sin sangre de esta sangre
real! ¡Séame permitido evocar tu espectro, para que escúchelos
gemidos de la pobre Ana, viuda de tu hijo asesinado a
puñaladas por la misma mano que te propinó estas heridas!
¡Oh! ¡Maldita sea la mano que te hizo estas aberturas! ¡Maldito
el corazón que tuvo corazón para realizarlo! ¡Maldita la sangre
que aquí dejó esta sangre! ¡Que si el autor de tu muerte tuviera
esposa, sea más desgraciada por su muerte que lo que yo soy
por la de mi joven esposo y por la tuya!...
GLOSTER. ¡Villanos, a tierra el cadáver, o, por San Pablo, que haré otro tal
del que desobedezca!
ANA. ¡Cómo! ¿Todos tienen miedo? ¡Ay! ¡No los culpo, pues son
mortales y los ojos mortales no pueden resistir la mirada del
demonio! ¡Atrás, repugnante ministro del infierno! ¡Tú no tenías
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GLOSTER. Señora, ignoras las reglas de caridad, que exigen devolver bien
por mal y bendecir a los que nos maldicen.
ANA. ¡Mientes por tu infame boca! ¡La reina Margarita vio tu corva
espada asesina, humeante de sangre, que ya dirigías contra ella
misma, si no fuera porque tus hermanos desviaron la punta!
Conque ¿no mataste al rey?
GLOSTER. Lo reconozco.
GLOSTER. ¡Tu belleza fue la causa y el efecto! ¡Tu belleza que me incitó
en el sueño a emprender la destrucción del género humano con
tal de poder vivir una hora en tu seno encantador! ¡Es una
injusta contienda el querer vengarte de quien te adora!
GLOSTER. ¡Tus ojos han hecho brotar de los míos amargas lágrimas,
humillando sus miradas con abundantes gotas infantiles! ¡Estos
ojos que nunca vertieron una lágrima de piedad...! ¡Yo que no
he suplicado nunca ni a amigo ni a enemigo! ¡Mi lengua que
jamás logró aprender una dulce palabra de afecto! ¡Pero hoy tu
hermosura es el precio de todo, mi orgulloso corazón suplica y
mi lengua me obliga a hablar! ¡Si tu vengativo corazón no
puede perdonar, mira, aquí te entrego esta espada de acerada
punta! ¡Si te place hundirla en mi sincero corazón y hacer salir
al alma que te adora, ofrezco mi seno desnudo al golpe mortal,
y humildemente te pido de rodillas que me des la muerte!
(GLOSTER descubre su pecho. ANA le amenaza con la
espada.) ¡No, no te detengas! ¡Yo maté al rey Enrique...! ¡Pero
fue tu belleza la que me impulsó! ¡Yo apuñalé al príncipe
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GLOSTER. Que dejes estos tristes cuidados a quien esté más indicado para
doliente, y vayas a descansar.
GLOSTER. ¿Alguien ha hecho el amor de este modo a una mujer? ¡Yo, que
maté a su esposo y a su suegro (y gracias a eso llevé a mi
hermano al trono) logro cogerla en el momento del odio más
implacable de su corazón, con maldiciones en su boca, lágrimas
en sus ojos y en presencia del objeto sangriento de su
venganza, teniendo a Dios y a su conciencia y a ese ataúd
contra mí! ¡Y yo, sin amigos que amparen mi causa, a no ser el
diablo en persona, la conquisto! ¡El universo contra la nada!
¡Cómo! ¿Ha olvidado ya ese bravo príncipe Eduardo, su señor,
a quien yo, no hará tres meses, apuñalé furiosamente en el
campo de batalla?¿Y así y todoella acepta fijar en mí sus ojos?
¡Apuesto mi ducado contra la moneda de un mendigo si hasta
ahora no me había equivocado al juzgar mi persona! ¡Por mi
vida que, aunque yo no lo sea, ella me encuentra
maravillosamente hermoso! ¡Brilla, sol bello, hasta que compre
espejo que pueda ver mi sombra a tu reflejo! (Sale.)
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Escena III
Londres – El palacio
Entra BUCKINGHAM.
GLOSTER. ¡Antes de que fueras reina, sí, y que mi hermano fuera rey, yo
era la bestia de carga de todos sus asuntos, el exterminador de
todos sus orgullosos adversarios, el favorecedor de sus amigos!
¡Para coronar su sangre hice correr la mía propia!
GLOSTER. ¡Margarita!
GLOSTER. ¿Qué?
GLOSTER. ¡Te pido perdón, pensé que me habías llamado con todos esos
odiosos nombres! ¡Yo puedo ser todo eso, pero soy mucho
más, pues yo nací demasiado alto!... ¡Nuestro apellido
construido en la cima de un cerro, juega con los vientos y se
burla del sol!
Entra un MENSAJERO.
Escena IV
Londres – La Torre
BRAKENBURY. ¡Cómo!
TYRRELL Lo hiere.
Acto Segundo
Escena I
Londres – El Palacio
REY EDUARDO. Hoy ha sido un gran día... ¡Lores, continúen esta estrecha
tregua! ¡Rivers y Hastings, dense la mano sin ningún rencor, y
júrense amistad!
(TODOS se abrazan).
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Entra GLOSTER.
REY EDUARDO. Felices son, en efecto, por lo bien que termina el día.
Gloster, la enemistad ya no tiene asiento en nuestro reino.
GLOSTER. ¡Cómo, señora! ¿Te brindo amor para esto? ¿Para ser
escarnecido en presencia del rey? ¿Quién no sabe que el pobre
duque ha muerto?
REY EDUARDO. ¡Mi hermano no había matado a nadie! ¡Su crimen fue
pensar, y, no obstante, su castigo fue la muerte feroz! ¿Quién
intercedió por él? ¿Quién me recordó cuando, tendidos ambos
en tierra, casi muertos de frío, él me envolvió en sus ropas y se
expuso, todo desnudo y débil, a la inclemencia de la noche
glacial? ¿Quién me recordó que me salvó la vida en los campos
de batalla y dijo: ¡Querido hermano, vive y sé rey!? ¡Todo esto
había desaparecido criminalmente de mi memoria por mi furia
desesperada, y ninguno de ustedes tuvo la caridad de
recordármelo! ¡Oh, Dios, temo que tu justicia caiga sobre mí, y
sobre los míos por esta acción! Ven, Hastings, ayúdame. ¡Ah!
¡Pobre George!...
Escena II
El palacio
REINA ISABEL. ¡Ah!... ¿Quién me podrá impedir que gima y llore? ¿Quién
deplorará mi suerte? ¡Que mi negra desesperación atente
contra mi alma y me convierta en mi propia enemiga!
DUQUESA. ¡Ah! ¡Tanta parte tomo en tu dolor como derecho tenía sobre tu
noble marido! ¡He llorado la muerte de mi digno esposo y he
vivido contemplándome en sus imágenes! ¡Pero ahora la
muerte cruel ha roto en pedazos los dos espejos que reflejaban
la augusta fisonomía de mis hijos, Eduardo y George! ¡Solo me
queda como consuelo un falso cristal que me amarga cuando
miro en él mi oprobio: Ricardo!
Escena III
MENSAJERO. Por cuál motivo o causa han sido encarcelados los nobles, lo
desconozco en absoluto, mi venerable señora.
REINA ISABEL. ¡Ay de mí! ¡Preveo la ruina de mi casa! ¡El tigre ya hizo
presa al débil cervatillo! ¡La insolente tiranía se proyecta sobre
eltrono inocente e indefenso! ¡Sean bien venidas, destrucción,
sangre y matanza! ¡Veo como en un mapa el fin de todo!
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Acto Tercero
Escena I
PRÍNCIPE. No, tío, sino que hubiera querido que mis otros tíos también
vinieran a recibirme.
Entra HASTINGS.
HASTINGS. Ignoro por qué motivo, pues sólo Dios lo sabe, la reina,tu
madre y tu hermano se acogieron alasilo de la iglesia. El joven
príncipe quería venir conmigo a recibir a Su Señoría, pero la
reina se opuso.
BUCKINGHAM. Catesby, ¿qué opinas? Para lograr que este noble duque
(señalando a GLOSTER) acceda al trono real de esta poderosa
isla, ¿será posible poner a lord Hastings de nuestra parte?
Escena II
Entra un MENSAJERO.
HASTINGS. Vete, muchacho, vete; vuelve donde tu Señor. Dile que nada
tenemos que temer. Dile que sus temores son vanos e
infundados; y, en cuanto a sus sueños, que me asombra
quesea tan pusilánime comopara dar fe a quimeras de un
sueño agitado. Huir del jabalí antes deque nos persiga, sería
excitarle a correr tras nosotros y a caer sobre una pieza que no
tenía intención de cazar.
Sale el MENSAJERO.
Entra CATESBY.
Escena III
La Torre de Londres.
BUCKINGHAM. ¿Quién conoce las intenciones del lord Protector acerca del
particular? ¿Quién es el confidente más íntimo del noble duque?
Entra GLOSTER.
GLOSTER. Ruego a todos que me digan: ¿qué merecen los que traman mi
muerte, valiéndose de medios diabólicos de condenada
hechicería, y que se han apoderado de mi cuerpo con sus
infernales maleficios?
GLOSTER. ¡Entonces, que tus ojos sean testigos del mal que se me hizo!
¡Vean... estoy embrujado! ¡Miren mi brazo, seco como un
retoño marchito por la escarcha! ¡Fueron la reina Isabel, la
monstruosa bruja,y la puta Shore, la que era amante del rey!
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HASTINGS. ¡Piedad, piedad para Inglaterra! ¡No para mí, que fuidemasiado
torpe para no prever esto! Norfolk soñó que un jabalí le
arrebataba su armadura, y yo me burlé de él. ¡Tres veces
tropezó hoy con su caparazón mi caballo, y se encabritó al ver
la Torre, como rehusando llevarme al matadero! ¡Oh!
¡Margarita! ¡Margarita! ¡Ya está suspendida sobre la mísera
cabeza del desgraciado Hastings tu abrumadora maldición! ¡Oh,
sanguinario Ricardo!... ¡Miserable Inglaterra! ¡Te auguro
períodos de espanto como no los conocieron las más
desdichadas edades! ¡Qué esperan! ¡Llévenle mi cabeza! ¡Los
que se rían de mí no me sobrevivirán mucho tiempo! (Salen.)
Escena IV
BUCKINGHAM. ¡Brakenbury!...
Sale BRAKENBURY.
Sale BUCKINGHAM.
GLOSTER. Hay que dar la orden secreta de que nadie tenga acceso al
príncipe. (Sale.)
Escena V
BUCKINGHAM. Pues, ¡por la Santa Madre de Dios!, están mudos. ¡No dicen
una palabra!
BRAKENBURY. ¡Por mi vida!... ¡Haga Dios que no nos diga que no!
CATESBY. No entiende con qué fin reuniste a estos ciudadanos para venir
a buscarlo sin haberlo prevenido. ¡Teme, milord, que guardes
malos deseos contra él!
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Sale CATESBY.
BUCKINGHAM. Milord, todo eso habla muy bien de tu conciencia, pero las
consideraciones en que apoyas tu argumentación son
insignificantes y triviales, si examinamos bien las circunstancias.
Dices que el joven es el hijo del difunto rey, tu hermano. Así
creemos también nosotros; pero no es hijo de la reina Isabel,
su legítima esposa, pues antes de su boda, una pobre viuda
conquistó el sentimiento lascivo del rey, rebajando la meta y
altura de sus pensamientos a una baja degradación y a una
inmunda bigamia. De ella, y en un lecho ilegítimo, nació el
heredero de la corona, a quien, por cortesía, hemos dado el
nombre de príncipe. Así, pues, buen milord, obtén el beneficio
de esta dignidad que se te ofrece, si no para hacernos
dichosos, y con nosotros a nuestra patria, para evitar, al
menos, a tu noble estirpe la corrupción de los abusos de la
época y devolverle su curso legítimo y directo.
GLOSTER. ¡Ay! ¿Por qué desean abrumarme con estos cuidados? No sirvo
para el mando y la majestad. Les suplico, no lo tomen como
una descortesía. No puedo, no quiero escucharlos.
BUCKINGHAM. Entonces te saludo con este título real: ¡Viva el rey Ricardo,
digno soberano de Inglaterra!
TODOS. ¡Amén!
Salen.
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Acto Cuarto
Escena I
Ante la Torre.
BRAKENBURY. Muy bien, querida señora, pero el rey ordenó prohibir toda
clase de visitas.
REINA ISABEL. ¡El Señor del Cielo nos proteja de ese título real! ¿Ha
puesto una barrera entre el amor de mis hijos y yo? ¡Soy su
madre! ¿Quién puede impedirme que los vea?
Entra CATESBY.
ANA. Voy contigo contra mi voluntad. ¡Oh! ¡Quiera Dios que el borde
redondo del metal áureoque ciña mi frente sea un hierro
candente que me queme el cráneo! ¡Que me coronen con un
veneno mortal y que muera antes deque se pueda decir: Dios
salve a la reina!
REINA ISABEL. ¡Ve, ve, infeliz; no envidio tu gloria! ¡No te deseo daño
alguno que alimente mi rencor!
ANA. ¡No! ¿Por qué no?... Cuando el que ahora es mi esposo vino a
mí, en el momento en que yo acompañaba el cadáver de mi
suegro, éste fue mi juramento: "¡Maldito seas por haberme
condenado tan joven a una vieja viudez! ¡Y que, cuando te
cases, el dolor se asiente en tu lecho; y que tu mujer (si hay
alguna tan loca) sea más miserable por tu vida de lo que tú me
has hecho desgraciada por la muerte de mi querido esposo!" ¡Y
se cumplió mi juramento!... Antes de que pudiera repetir esta
maldición, en tan corto espacio de tiempo, mi corazón de mujer
se dejó cautivar estúpidamente por sus palabras empalagosas y
me convertí en el objeto de mi propia maldición. Desde ese
instante Ricardo privó a mis ojos del reposo, pues no he podido
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gozar en su lecho ni una hora del dorado rocío del sueño sin
que me despierten continuamente sus horribles pesadillas.
Escena II
REY RICARDO. Dame la mano. Por tus consejos y tu ayuda, el rey Ricardo
se sienta tan alto. Pero estas glorias, ¿van a durar sólo un día o
van a ser perdurablespara poder gozar de ellas?
REY RICARDO. ¡Bah! ¿Yo soy rey? Sea; ¡pero el príncipe está vivo!
REY RICARDO. (Descendiendo del trono.) ¡De ahora en adelante solo voy a
tratar con caracteres firmes e irreflexivos y con jóvenes
audaces! No quiero a mi lado a nadie que me mire con ojos
escrutadores. Buckingham, una vez logradasu ambición, se
vuelve prudente. Ya no puedo confiar más en él. ¿Siguió tanto
tiempo mis pasos sin cansarse, y ahora se retira para
respirar?... Bien... que lo que ha de hacer que sea...
Entra CATESBY.
Sale CATESBY.
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Entra TYRRELL.
TYRREL. Dame los medios para llegar hasta ellos, y yo te libraré pronto
del miedo que te inspiran.
BUCKINGHAM. Milord...
BUCKINGHAM. Milord...
Escena III
Entra TYRRELL
REY RICARDO. Ven a verme después de cenar, para que me cuentes las
circunstancias de su muerte. Entre tanto, busca en tu
pensamiento cómo puedo premiarte y satisfacer tus deseos.
Adiós, hasta entonces.
Entra RATCLIFF.
RATCLIFF. ¡Milord!
Escena IV
REINA ISABEL. ¡Ah, mis pobres príncipes! ¡Ah, mis tiernos niños! ¡Mis flores
en capullo! ¡Si aún flotan en el aire sus gentiles almas,
extiendan en torno a mí sus alas etéreas y escuchen los
lamentos de su madre! ¡Oh, Dios!, ¿cómo pudiste abandonar a
esos mansos corderitos y arrojarlos en las entrañas del lobo?
¿Acaso dormías cuando fue cometida semejante acción?
REINA MARGARITA. Deja transcurrir las noches sin sueño y ayuna durante
el día. Compara tu anterior grandeza con tus desgracias
actuales. Imagínate a tus hijos más bellos de lo que eran, y al
que los ha matado, más horrible de lo que es. Aumentando tus
pérdidas, harás más odioso al que las ha causado. ¡Revuelve
todo eso, y aprenderás a maldecir! (Sale.)
REINA ISABEL. ¿Te atreves a cubrir con una corona de oro esa frente en
donde, si la justicia fuera justicia, debería escribirse con un
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REY RICARDO. Espera, señora; tengo que hablar una palabra contigo.
REINA ISABEL. ¡No tengo más hijos de sangre real que puedas asesinar!
En cuanto a mi hija, Ricardo, va a ser religiosa consagrada a la
oración, no reina llorosa. Por tanto, no atentes contra su vida.
REINA ISABEL. Dime: ¿qué estado, qué dignidad, qué honor puedes tú
concederle?
REY RICARDO. Todos los que poseo, todos, incluido yo mismo, los quiero
ofrecer en dote a tu hija.
REY RICARDO. Yo amo a tu hija con un afecto fuera de toda medida... ¿No
entiendes que intento hacerla reina de Inglaterra?
REY RICARDO. Eso es lo que desearía aprender de ti que eres quien mejor
conoce su carácter.
REINA ISABEL. Envíale, por medio del hombre que asesinó a sus
hermanos, dos corazones ensangrentados, donde hayas
grabado sus nombres. Entonces quizá llore. Si es así, préstale
un pañuelo empapado en la sangre de sus hermanosy
aconséjale que enjugue con él sus lágrimas.
REY RICARDO. ¡Llévale el beso de mi amor sincero! (La besa.) ¡Y con esto,
adiós!
REY RICARDO. ¡Frágil, mujer al fin, sin seso, imbécil y pronta a perdonar!
Entra CATESBY.
REY RICARDO. ¡Que un amigo ligero de piernas corra en busca del duque
de Norfolk! ¡Estúpido idiota! ¿Por qué te quedas ahí parado y
no vas en busca del duque?
Entra RATCLIFF.
REY RICARDO. ¡Hombre! ¡Con acertijos ahora! ¡Ni buenas ni malas! ¿Qué
necesidad de venir así, con tantos atajos, cuando puedes
explicarte por el camino más corto? Una vez más, ¿qué noticias
hay?
REY RICARDO. ¡Que se hunda y que se lo traguen las olas! ¡Vagabundo sin
valor! ¿Qué hace allí?
REY RICARDO. ¿Está vacante el trono? ¿No tiene dueño la espada? ¿Está
muerto el rey? ¿El imperio sin poseedor? ¿Qué heredero de
York queda vivo sino nosotros? Y ¿quién es el rey de Inglaterra
sino el heredero del gran York?
Entra un MENSAJERO.
REY RICARDO. ¡Te pido perdón! ¡Aquí tienes una bolsa para curarte los
golpes que te di! ¿Algún amigo previsor anunció una
recompensa para el que entregue al traidor?
Acto Quinto
Escena I
Escena II
La campiña de Bosworth.
REY RICARDO. ¡Que levanten aquí nuestra tienda, en este campo! ¡Milord
de Norfolk! ¡La batalla va a ser cruda! ¡Ah! ¿Vamos a ver la luz
del siguiente día?
Entran a la tienda.
REY RICARDO. ¡No quiero cenar esta noche! ¡Tinta y papel! ¡Nobles
caballeros, no descuidemos la disciplina; procedamos sin
demora, pues mañana será un día de prueba! (Salen) ¡Buen
Norfolk, retírate a tu puesto! ¡Vigila cuidadosamente! ¡Escoge
centinelas de confianza!
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REY RICARDO. ¡Yo te puedo hacer reina! Yo, que soy tu humilde súbdito...
Entra RATCLIFF.
RATCLIFF. ¡Milord!
REY RICARDO. ¡Oh, Ratcliff! ¡Tuve un sueño horrible!... ¿Tú qué crees?
¿Nuestros amigos van a ser leales hasta el final?
REY RICARDO. Aún no está cercano el día ¡Vamos, ven conmigo! Voy a
rondar por nuestras tiendas, haciendo el papel de los que
escuchan tras las puertas, para oír si hay alguien que me
traiciona. (Suena una campana.) Qué horas da... ¡Tráeme un
calendario! ¿Quién ha visto hoy el sol?
RATCLIFF. ¡Milord!
REY RICARDO. ¡El sol no quiere dejarse ver hoy! ¡Frunce el ceño y la
neblina acorrala a nuestras tropas! ¡Quisiera que esas lágrimas
de rocío procedieran de la tierra! ¡Sin sol hoy! Pero ¿acaso eso
me afecta a mí más que a Richmond? Los mismos cielos que
me miran a mí con rabia los miran a ellosde igual manera.
Entra NORFOLK.
NORFOLK. ¡A las armas, a las armas, milord! ¡El enemigo cubre la llanura!
REY RICARDO. (A los soldados.) ¿Qué más les puedo decir además de lo
que ya dije? ¡Recuerden quienes son nuestros enemigos! ¡Un
atado de vagabundos, bribones y desterrados, la basura de
Bretaña, y el bajo pueblo inmundo, vómito de su contagiado
país, que espera deshacerse de ellos!. ¡Mientras ustedes
dormían tranquilos, ellos querían quitarles el descanso! ¡Como
ustedes eran los dueños de la tierra y vivían felices con sus
bellas esposas, ellos trataban de despojarlos de las unas y
deshonrar a las otras!¡Expulsemos a esos presuntuosos
harapientos, a esos hambrientos mendigos desahuciados de la
vida, que, sin el sueño insensato de esta empresa loca, se
hubieran ahorcado ellos mismos y habrían muerto como
simples ratas! ¿Vamos a permitir que nos roben nuestras
tierras? ¿Que se acuesten con nuestras mujeres? ¿Que rapten a
nuestras hijas?... ¡Escuchen!... ¡Oigo sus tambores!... (Se
escuchan tambores a lo lejos.) ¡Al combate, nobles de
Inglaterra! ¡Que nuestro antiguo grito de guerra: ¡Por el gran
San Jorge!, nos inspire con la cólera de los dragones
incandescentes!
ESPECTRO DEL PRÍNCIPE. ¡Las almas de tus sobrinos desean que pierdas
y mueras!
NORFOLK. ¡Retrocede, milord; voy por un caballo! (Es alcanzado por una
flecha enemiga y muere).
FIN