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William Shakespeare

La tragedia de Ricardo III

Versión de:
Patricia Jaramillo
Miguel Diago

Interpretación 6 semestre
Programa de Arte dramático Universidad Central/Teatro Libre

Bogotá
2016
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Personajes dramáticos

El rey Eduardo IV
Eduardo, príncipe de Gales, después Eduardo V, hijo del rey
George, Duque de Clarence, hermano del rey.
Ricardo, duque de Gloster, después Ricardo III, hermano del rey
Enrique, conde de Richmond, más tarde Enrique VII
Juan Morton, obispo de Ely
Duque de Buckingham
Duque de Norfolk
Conde de Rivers, hermano de la esposa del rey Eduardo
Lord Hastings
Sir Ricardo Ratcliff
Sir Guillermo Catesby
Sir Jaime Tyrrel
Brakenbury, alcalde de la torre, y Corregidor de Londres
Isabel, esposa del rey Eduardo IV
Princesa Isabel, hija del rey Eduardo IV y de la reina Isabel
Margarita, viuda de Enrique VI
Duquesa de York, madre de Eduardo IV, de Clarence y de Gloster
Lady Ana, viuda de Eduardo, príncipe de Gales, hijo de Enrique VI,
casada luego con Ricardo III

Lores y otras personas del séquito, los espectros de los asesinados por
Ricardo III, ciudadanos, mensajeros, soldados, etc.
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Escena - Inglaterra

Acto Primero

Escena I

Londres – Una calle

Entra GLOSTER.

GLOSTER. Ahora, el invierno de nuestra desventura se ha transformado en


un glorioso verano gracias a este sol de York, y todas las nubes
que pesaban sobre nuestra casa yacen sepultas en las hondas
entrañas del Océano; ahora nuestras frentes están ceñidas con
las guirnaldas de la victoria, nuestras desgastadas armas
cuelgan de los monumentos; nuestros rudos gritos de batalla se
han convertido en alegres reuniones y nuestras temibles
marchas, en placenteros bailes. Pero yo, que no he sido
formado para estos traviesos juegos ni para cortejar a un
amoroso espejo…; yo, groseramente construido y privado de
bella proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida
Naturaleza, deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a
este latente mundo; terminado a medias, y eso tan
imperfectamente y fuera de la moda, que los perros me ladran
cuando me paro ante ellos… ¡Yo, en estos tiempos afeminados
de paz blanda, no encuentro deleite con que pasar el tiempo! Y
así, ya que no puedo mostrarme como un amante, he decidido
portarme como un villano: fraguo conspiraciones valiéndome de
profecías absurdaspara crear un odio mortal entre mis
hermanos, George y Eduardo, el poderoso monarca que
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ascendió al trono después de esta sangrienta contienda. Y si el


rey es tan leal y justo como yo sutil, falso y traicionero, George
deberá ser encerrado hoy, por causa de una profecía.
¡Desciendan, pensamientos, al fondo de mi alma!

Entran el DUQUE GEORGE, custodiado y BRAKENBURY.

GLOSTER. ¡Buenos días, hermano! ¿Qué significa esta tropa armada?

DUQUE GEORGE. Su Majestad, nuestro poderoso hermano, preocupado por


mi seguridad, me designa esta escolta para que me encierre en
la Torre.

GLOSTER. ¿Por qué motivo?

DUQUE GEORGE. Por llamarme George.

GLOSTER. ¡Pero milord, eso no es culpa tuya! ¡A no ser que Su Majestad


tenga la intención de bautizarte otra vez en la Torre! Pero ¿cuál
es el motivo? ¿Puedo saberlo?

DUQUE GEORGE. Sí, Ricardo, cuando yo lo sepa, porque todavía lo ignoro;


pero, supongo que el rey presta demasiada atención a profecías
y sueños. Según él, un adivino le advirtió que un "G" privaría a
sus hijos del poder. Y, como mi nombre de George comienza
por G, se le ha metido en la cabeza que yo soy ese "G".

GLOSTER. ¡Eso es lo que ocurre cuando los hombres son gobernados por
las mujeres! ¡No es el rey quien te envía a la Torre! Es su
esposa, la reina Isabel; ¡ella es la que lo induce a estos
extremos! ¡No estamos seguros George; no estamos seguros!

DUQUE GEORGE. ¡Por el Cielo, pienso que aquí nadie está seguro, excepto
los parientes de la reina y de la puta Shore, la amante del rey!
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BRAKENBURY. Suplico a los señores que uno y otro me perdonen. El rey


me encargó de manera expresa que nadie, fuera cual fuera su
linaje, tuviera con el duque George una conversación privada.

GLOSTER. ¿Ah, sí, Brakenbury? Pues si quiere, puede escuchar lo que


decimos. ¡No planeamos ninguna traición, hombre!... Decimos
que el rey es prudente y virtuoso, y su noble reina, bella y nada
celosa… aunque algo entrada en años...

BRAKENBURY. Suplico a mi señor que me perdone y acabe su conversación


con el noble duque.

DUQUE GEORGE. Sabemos cuál es tu deber, Brakenbury, y te obedecemos.

GLOSTER. ¡Somos los siervos de la reina y debemos obedecer! ¡Adiós


hermano! Voy a ver al rey, y si en algo puedo ayudarte... Esta
desgracia me afecta más profundamente de lo que puedes
imaginarte. ¡Pero tu encierro no va a ser largo! ¡Si no te
devuelvo tu libertad, que me encierren a mí también! Mientras
tanto, ten paciencia.

DUQUE GEORGE. ¡Adiós!

Salen el DUQUE GEORGE, BRAKENBURY y la GUARDIA.

GLOSTER. ¡Ve, sigue el camino que no vas a volver a recorrer, simple


ingenuo George! ¡Te amo tanto, que quisiera enviar tu alma al
cielo inmediatamente! ¿Pero quién se acerca? ¿El recién
liberado Hastings?

Entra HASTINGS.

HASTINGS. ¡Buenos días, duque de Gloster!


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GLOSTER. ¡Buenos días, lord Hastings! ¡Bien venido seas a este aire libre!
¿Cómo soportaste tus días en la Torre?

HASTINGS. Con paciencia, noble lord, como corresponde a un preso; pero


espero vivir para agradecer a los que me mandaron a prisión.

GLOSTER. ¡Claro! ¡Claro! Igual que mi hermano George, pues tus


enemigos son los suyos, y han triunfado contra él como
triunfaron contra ti.

HASTINGS. ¡Es lamentable que enjaulen a las águilas mientras los buitres y
los cuervos se dedican a la rapiña con plena libertad! Y con el
rey tan enfermo, débil y melancólico... los médicos temen lo
peor.

GLOSTER. ¡Por San Pablo! ¡El rey lleva desde hace tiempo un mal régimen
y ha abusado demasiado de su real persona! Está en cama. Ve,
yo voy después (Sale HASTINGS.) ¡Espero que no sobreviva...
no debe vivir hasta que George sea enviado al cielo por la
posta! Voy a hablar con él para avivar más todavía su rencor
contra George, con sutiles mentiras apoyadas en argumentos
de peso; y si no fracaso en mi intento, a mi hermano George no
le queda ni un día más de vida. ¡Una vez hecho esto, que Dios
acoja en su gracia al rey Eduardo y me deje libre a mí en el
mundo para moverme! ¡Pero estoy ensillando la bestia sin
tenerla! George respira todavía. Eduardo todavía vive y reina.
¡Solo cuando hayan desaparecido, podré hacer el balance de
mis ganancias! (Sale)
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Escena II

Otra calle.

Entra el cadáver del REY ENRIQUE VI, conducido en un ataúd descubierto.


Caballeros con alabardas lo custodian, y LADY ANA figura como doliente.

ANA.- ¡A tierra, a tierra esta honorable carga (si el honor puede ser
amortajado en un féretro)! ¡Restos sin sangre de esta sangre
real! ¡Séame permitido evocar tu espectro, para que escúchelos
gemidos de la pobre Ana, viuda de tu hijo asesinado a
puñaladas por la misma mano que te propinó estas heridas!
¡Oh! ¡Maldita sea la mano que te hizo estas aberturas! ¡Maldito
el corazón que tuvo corazón para realizarlo! ¡Maldita la sangre
que aquí dejó esta sangre! ¡Que si el autor de tu muerte tuviera
esposa, sea más desgraciada por su muerte que lo que yo soy
por la de mi joven esposo y por la tuya!...

Los conductores levantan el cadáver y prosiguen su marcha. Entra GLOSTER

GLOSTER. ¡Deténganse los que llevan el cadáver y déjenlo en tierra!...

ANA. ¿Qué negro nigromante ha evocado a este demonio para


impedir las obras piadosas de caridad?

GLOSTER. ¡Villanos, a tierra el cadáver, o, por San Pablo, que haré otro tal
del que desobedezca!

Los conductores colocan el féretro en la tierra.

ANA. ¡Cómo! ¿Todos tienen miedo? ¡Ay! ¡No los culpo, pues son
mortales y los ojos mortales no pueden resistir la mirada del
demonio! ¡Atrás, repugnante ministro del infierno! ¡Tú no tenías
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poder sino sobre su cuerpo mortal, no sobre su alma! ¡Aléjate,


por tanto!

GLOSTER. ¡Dulce santa, por caridad, no estés tan ofendida!

ANA. ¡Horrible demonio, en nombre de Dios, vete y no nos perturbes


más! ¡Porque has hecho tu infierno en esta dichosa tierra,
llenándola de blasfemias y gritos de maldición! ¡Avergüénzate,
avergüénzate, montón de deformidades! ¡Oh Dios, que has
formado esta sangre, venga su muerte! ¡Oh tierra, que has
bebido esta sangre, venga su muerte! ¡Oh, cielos, destruyan
con centellas al criminal; o bien, tierra, abre tu boca profunda y
trágalo vivo, como devoras la sangre de este buen rey, a quien
asesinó su brazo, guiado por el infierno!

GLOSTER. Señora, ignoras las reglas de caridad, que exigen devolver bien
por mal y bendecir a los que nos maldicen.

ANA. ¡Villano, tú no conoces leyes divinas ni humanas, porque no


existe bestia tan feroz que no sienta alguna piedad!

GLOSTER. Yo no siento ninguna; no soy tal bestia.

ANA. ¡Oh, asombro! ¡El diablo diciendo la verdad!

GLOSTER. ¡Todavía es más asombroso ver ángeles tan enfurecidos!


Permíteme, divina perfección de mujer, que me justifique de
tantos supuestos crímenes.
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ANA. ¡Permite, monstruo infecto de hombre, que te maldiga en esta


ocasión por tantos crímenes comprobados!

GLOSTER. ¡Mujer bellísima, cuya hermosura no es posible expresar,


concédeme pacientemente algunos instantes para expresarme!
Yo no asesiné a tu marido.

ANA. Pues qué, ¿vive entonces?

GLOSTER. ¡No, ha muerto, y fue a manos del rey Eduardo!

ANA. ¡Mientes por tu infame boca! ¡La reina Margarita vio tu corva
espada asesina, humeante de sangre, que ya dirigías contra ella
misma, si no fuera porque tus hermanos desviaron la punta!
Conque ¿no mataste al rey?

GLOSTER. Lo reconozco.

ANA. ¿Lo reconoces, mugroso jabalí? ¡Tú naciste para vivir en el


infierno!

GLOSTER. O para un lugar bien distinto, si quieres que te lo diga.

ANA. ¡Para el calabozo!

GLOSTER. Para el lecho de tu alcoba.

ANA. ¡Que el insomnio habite la alcoba donde reposes!

GLOSTER. Así será, señora, hasta que repose contigo. La causa de la


prematura muerte de tu esposo y tu suegro, ¿no es tan
culpable como su efecto?

ANA. Tú fuiste la causa y el efecto, maldito.


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GLOSTER. ¡Tu belleza fue la causa y el efecto! ¡Tu belleza que me incitó
en el sueño a emprender la destrucción del género humano con
tal de poder vivir una hora en tu seno encantador! ¡Es una
injusta contienda el querer vengarte de quien te adora!

ANA. ¡Es contienda justa y razonable quererme vengar de quien


mató a mi esposo!

GLOSTER. ¡El que te privó de tu esposo quiere procurarte otro mejor,


señora!

ANA. ¡Otro mejor no respira sobre la tierra!

GLOSTER. ¡Vive y te ama con exceso!

ANA. ¿Dónde está?

GLOSTER. ¡Aquí! (LADY ANA le escupe el rostro.) ¿Por qué me escupes?

ANA. ¡Ojalá fuera mortal veneno para ti!

GLOSTER. ¡Tus ojos han hecho brotar de los míos amargas lágrimas,
humillando sus miradas con abundantes gotas infantiles! ¡Estos
ojos que nunca vertieron una lágrima de piedad...! ¡Yo que no
he suplicado nunca ni a amigo ni a enemigo! ¡Mi lengua que
jamás logró aprender una dulce palabra de afecto! ¡Pero hoy tu
hermosura es el precio de todo, mi orgulloso corazón suplica y
mi lengua me obliga a hablar! ¡Si tu vengativo corazón no
puede perdonar, mira, aquí te entrego esta espada de acerada
punta! ¡Si te place hundirla en mi sincero corazón y hacer salir
al alma que te adora, ofrezco mi seno desnudo al golpe mortal,
y humildemente te pido de rodillas que me des la muerte!
(GLOSTER descubre su pecho. ANA le amenaza con la
espada.) ¡No, no te detengas! ¡Yo maté al rey Enrique...! ¡Pero
fue tu belleza la que me impulsó! ¡Yo apuñalé al príncipe
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heredero…! (ANA dirige de nuevo la espada contra el pecho de


GLOSTER.) ¡Pero fue tu cara celestial la que me guio! (ANA
deja caer la espada.) ¡Alza otra vez la espada, o álzame del
suelo!

ANA. ¡En pie, hipócrita! ¡Aunque deseo tu muerte, no quisiera ser tu


verdugo!

GLOSTER. ¡Pues mándame matarme, y te obedeceré!

ANA. ¡Ya te lo dije!

GLOSTER. ¡Eso fue en tu cólera! ¡Dímelo de nuevo, y, seguido, esta


mano, que por tu amor mató a tu amor, matará por amor tuyo
a un amante más sincero! ¡Tú serás cómplice de la muerte de
ambos!

ANA. Bien, bien; guarda esa espada.

GLOSTER. ¿Hacemos las paces?

ANA. Eso lo sabrás más tarde.

GLOSTER. Pero ¿puedo vivir con la esperanza?

ANA. Los humanos viven de esperanzas.

GLOSTER. Dígnate aceptar este anillo.

ANA. Recibir no es conceder. (Se pone el anillo.)

GLOSTER. ¡Mira cómo se ciñe mi anillo a tu dedo! ¡Así está circundado en


tu seno mi pobre corazón! ¡Usa ambos pues los dos son para ti!
Y si tu pobre y devoto servidor puede solicitar aún un favor de
tu graciosa mano, habrás confirmado su dicha para siempre.
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ANA. ¿Qué quieres?

GLOSTER. Que dejes estos tristes cuidados a quien esté más indicado para
doliente, y vayas a descansar.

ANA. Me alegro de verte tan arrepentido.

GLOSTER. Dame tu adiós.

ANA. Es más de lo que mereces. Pero puesto que me enseñas de tal


modo a adular, imagínate que ya te lo di.

(Sale LADY ANA.)

GLOSTER. ¡Levanten el cuerpo, señores!

(Sale el resto del cortejo con el cadáver.)

GLOSTER. ¿Alguien ha hecho el amor de este modo a una mujer? ¡Yo, que
maté a su esposo y a su suegro (y gracias a eso llevé a mi
hermano al trono) logro cogerla en el momento del odio más
implacable de su corazón, con maldiciones en su boca, lágrimas
en sus ojos y en presencia del objeto sangriento de su
venganza, teniendo a Dios y a su conciencia y a ese ataúd
contra mí! ¡Y yo, sin amigos que amparen mi causa, a no ser el
diablo en persona, la conquisto! ¡El universo contra la nada!
¡Cómo! ¿Ha olvidado ya ese bravo príncipe Eduardo, su señor,
a quien yo, no hará tres meses, apuñalé furiosamente en el
campo de batalla?¿Y así y todoella acepta fijar en mí sus ojos?
¡Apuesto mi ducado contra la moneda de un mendigo si hasta
ahora no me había equivocado al juzgar mi persona! ¡Por mi
vida que, aunque yo no lo sea, ella me encuentra
maravillosamente hermoso! ¡Brilla, sol bello, hasta que compre
espejo que pueda ver mi sombra a tu reflejo! (Sale.)
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Escena III

Londres – El palacio

Entran la REINA ISABEL, y LORD RIVERS.

RIVERS. Calma, señora. Su Majestad va a recobrar la salud.

REINA ISABEL. ¿Qué será de mí si él muere?

RIVERS. El cielo te ha bendecido con un bondadoso hijo, que será tu


consuelo cuando él falte.

REINA ISABEL. ¡Ah! Es joven, y su formación está al cuidado de Gloster, un


hombre que ni nos respeta ni nos quiere.

Entra BUCKINGHAM.

REINA ISABEL. ¿Has visto al rey, milord Buckingham?

BUCKINGHAM. Acabo de visitarlo. Hay esperanzas, señora. El rey está


contento.

REINA ISABEL. ¡Que Dios le devuelva la salud!

BUCKINGHAM. Desea hacer la reconciliación entre el duque de Gloster y


sus hermanos, y entre ellos y lord Hastings, y acaba de
convocarlos ante su real presencia.

REINA ISABEL. ¡Ojalá se arregle todo!...; pero eso no va a poder ser, y


temo que nuestra felicidad está llegando a su fin.
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Entran GLOSTER y HASTINGS.

GLOSTER. ¡Me están calumniando, y no lo voy a tolerar! ¿Quiénes son los


que se quejan de que yo le pongo mala cara al rey? ¡Porque no
sé adular, emplear lindas frases, sonreír a las gentes, acariciar,
engañar, mimar, hacer reverencias a la francesa e imitar a los
cortesanos, debe tenérseme por un rencoroso enemigo!

RIVERS. ¿A quién de todos los presentes te refieres?

GLOSTER. ¡A ti, que careces de nobleza y honradez! ¿Cuándo te he


injuriado? ¿Cuándo te he ofendido?... Mi hermano, el rey, no
puede respirar tranquilo un momento sin que sea turbado por
tus infames acusaciones. Gracias a los favores que recibes por
tu parentesco... (Mirando fijamente a la REINA ISABEL). (A
los demás) Día tras día vemos cómo se otorgan numerosos
beneficios para volver nobles a quienes dos días antes apenas
valían una moneda ¡El mundo es tan perverso que los
reyezuelos se atreven a picotear donde no alcanzarían las
águilas!

REINA ISABEL. ¡Milord de Gloster, he soportado demasiado tus groseros


insultos y amargas ironías! ¡Por el cielo que voy a informar a Su
Majestad de estos odiosos ultrajes! ¡Siento poca alegría en ser
reina de Inglaterra!

Entra la REINA MARGARITA, que permanece en el foro.

REINA MARGARITA. (Aparte.) ¡Pobre caricatura de reina, vano alarde de


mi esplendor! ¡Dios, te lo suplico! ¡Ese honor, trono y alcurnia
me pertenecen!

GLOSTER. ¡Cuéntaselo! ¡Asumoel riesgo de ser enviado a la Torre, como


mi hermano George! ¡Ya es hora de hablar! ¡Se han olvidado
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por completo mis servicios! ¡Soy demasiado bobo e infantil para


este mundo!

REINA MARGARITA. (Aparte.) ¡Yo los recuerdo demasiado! ¡Tú asesinaste


a mi esposo y a mi pobre hijo! ¡Fuera demonio!

GLOSTER. ¡Antes de que fueras reina, sí, y que mi hermano fuera rey, yo
era la bestia de carga de todos sus asuntos, el exterminador de
todos sus orgullosos adversarios, el favorecedor de sus amigos!
¡Para coronar su sangre hice correr la mía propia!

REINA MARGARITA. (Aparte.) ¡Sí, y otra más preciosa que la de él y la


tuya!

GLOSTER. (A RIVERS) ¡Déjame recordarte, por si lo has olvidado, quién


fuiste y quién eres, así como quién soy yo y lo que sido! (A la
REINA MARGARITA que avanza) Espantable bruja
arrugada... Tú fuiste destronada y desterrada legítimamente.
Bajo pena de muerte, ¿qué vienes a hacer ante mi vista?

REINA MARGARITA. ¡Recordar lo que tú has destruido! ¡Me debes un


esposo y un hijo!... (A la REINA ISABEL.) ¡Y tú me debes mi
reino! (A los demás) ¡Y todos ustedes, obediencia! ¿Pueden las
maldiciones atravesar las nubes y penetrar en los cielos?...
¡Pues si es así, den paso, densas nubes, a mis rápidas
imprecaciones! ¡Que, así como falleció mi esposo que sí era un
rey legítimo, desaparezca su rey, víctima de su libertinaje! ¡Que
tu hijo, el príncipe heredero, muera en plena juventud como mi
hijo y víctima de igual violencia! ¡Que tú, que eres reina,
sobrevivas a tu gloria tan desgraciada como yo sobrevivo! ¡Que
puedas vivir lo suficiente para llorar la pérdida de tus hijos y ver
a otra mujer en posesión de tus derechos reales, como tú lo
estás de los míos! ¡Que tus días de felicidad acaben mucho
antes que tu muerte, y que, tras interminables horas de dolor,
mueras, dejando de haber sido madre, esposa y reina de
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Inglaterra! ¡Rivers y tú también, lord Hastings, que vieron a mi


hijo atravesado por sanguinarios puñales: a Dios le ruego que
ninguno de ustedes muera de muerte natural, sino que,
víctimas de la traición, perezcan embestidos por el odioso
jabalí!

GLOSTER. ¡Ya hiciste tus conjuros, odiosa y maldita bruja!

REINA MARGARITA. ¿Y me iba a olvidar de ti? ¡Atrás, perro! ¡Si el Cielo te


reserva calamidades tan horribles que sobrepujen a las que
imploro para ti, ¡oh!, que las retenga hasta que maduren tus
pecados y arroje entonces sobre ti su indignación, perturbador
de la paz del mísero universo! ¡Desfigurado por el espíritu del
mal, aborto, cerdo, devastador, marcado al nacer para ser
esclavo de la Naturaleza e hijo del Infierno! ¡Oprobio del vientre
pesado de tu madre! ¡Engendro aborrecido de los riñones de tu
padre! ¡Andrajo del honor! ¡Te detesto!...

GLOSTER. ¡Margarita!

REINA MARGARITA. ¡Ricardo!

GLOSTER. ¿Qué?

REINA MARGARITA. ¡No te llamo!

GLOSTER. ¡Te pido perdón, pensé que me habías llamado con todos esos
odiosos nombres! ¡Yo puedo ser todo eso, pero soy mucho
más, pues yo nací demasiado alto!... ¡Nuestro apellido
construido en la cima de un cerro, juega con los vientos y se
burla del sol!

REINA MARGARITA. ¡Tu apellido se construyó en la cima del cerro que


ocupaba el nuestro! ¡Oh Dios, que ves esto, no permitas que su
linaje perdure! ¡Como se adquirió con sangre, que se pierda
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con sangre! ¡Oh nobilísimo Buckingham! ¡Desconfía de ese


perro malvado! ¡Mira: cuando acaricia, es para morder! ¡Y
cuando muerde, su diente venenoso emponzoña hasta matar!
¡No simpatices con él! ¡Cuídate! ¡El pecado, la muerte y el
infierno lo han marcado!

GLOSTER. ¿Qué dices, milord de Buckingham?

BUCKINGHAM. ¡Nadade eso me concierne, querido milord!

REINA MARGARITA. ¡Cómo! ¿Te burlas de mis buenos consejos y halagas


al demonio, de quien te quiero salvar? ¡Oh! ¡Ya te acordarás de
este día cuando destroce tu gran corazón con algún pesar, y
dirás: la pobre Margarita fue una profetisa!... (Sale.)

GLOSTER. ¡Por la Santa Madre de Dios, no puedo censurarla! ¡Ha sufrido


demasiados ultrajes, y lamento la parte que he tenido en ello!
¡Dios perdone a los culpables!

Entra un MENSAJERO.

MENSAJERO. ¡El rey ordena que toda la Corte acuda a su presencia!

Salen todos, menos GLOSTER Y CATESBY Entra TYRRELL.

GLOSTER. ¿Estás dispuesto a concretar este asunto?

TYRRELL. Lo estoy, milord, y vengo por la orden para poder entrar a la


Torre.

GLOSTER. ¡Bien dicho! Aquí la tengo. (Le da la orden.Salen.)


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Escena IV

Londres – La Torre

El DUQUE GEORGE durmiendo y BRAKENBURY. Entra TYRRELL.

BRAKENBURY. ¿Qué quieres, camarada? ¿Cómo hiciste para entrar?

TYRRELL. ¡Quiero hablar con el duque y vine con mis patas!

BRAKENBURY. ¡Cómo!

TYRRELL. ¡Esta es la orden... ahorremos palabras! (Entrega un papel a


BRAKENBURY, que lo lee.)

BRAKENBURY. ¡En esta autorización se me ordena entregar al duque!


(Sale).

DUQUE GEORGE. ¡En nombre de Dios! ¿Quién eres?

TYRRELL. Un hombre como mi Señor.

DUQUE GEORGE. Pero no como yo, de sangre real.

TYRRELL. Ni mi Señor como yo, de sangre leal.

DUQUE GEORGE. Tu voz es de trueno, pero humilde tu mirada.

TYRRELL. Mi voz es ahora la del rey; pero mis miradas, propias.

DUQUE GEORGE. ¡Vienes a asesinarme! ¿Cuál es mi crimen? ¿Dónde está el


testigo que me acusa? Si te pagaron para hacer esto, vuelve y
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busca a mi hermano Gloster, quien te recompensará por


haberme dejado vivir.

TYRRELL. ¡Su hermano, el duque de Gloster lo detesta!

DUQUE GEORGE. ¡La acción que vas a cometer es abominable!

TYRRELL Lo hiere.

DUQUE GEORGE. ¡Traicionado por mí hermano!

El TYRRELL sale con el cuerpo.

Acto Segundo

Escena I

Londres – El Palacio

Entran el REY EDUARDO (sostenido y enfermo), la REINA ISABEL,


RIVERS, HASTINGS, BUCKINGHAM, y otros

REY EDUARDO. Hoy ha sido un gran día... ¡Lores, continúen esta estrecha
tregua! ¡Rivers y Hastings, dense la mano sin ningún rencor, y
júrense amistad!

RIVERS. El Cielo es testigo de que mi alma queda purgada de odio y de


envidia, y sello con mi mano la lealtad de mi corazón.

HASTINGS. ¡Que sea yo dichoso por jurar sinceramente lo mismo!

REY EDUARDO. Señora, no seas tú una excepción de esto

(TODOS se abrazan).
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REY EDUARDO. Ahora, noble Buckingham, sella esta alianza abrazando a tu


reina.

BUCKINGHAM. (A la REINA.) ¡Si alguna vez Buckingham vuelve a su


rencor contra Su Majestad o contra su familia, que Dios me
castigue con el odio de aquellos de quienes espero más amor!
¡Que cuando más necesite poner un amigo a prueba, y más
seguro esté de que es amigo, lo encuentre falso, pérfido,
traidor y lleno de reservas contra mí! (Abrazando a RIVERS,
etc.)

REY EDUARDO. Tu juramento, noble Buckingham, es un grato bálsamo


para mi enfermo corazón.

Entra GLOSTER.

GLOSTER. ¡Dios guarde a mis soberanos, rey y reina; y felices días,


ilustres pares!

REY EDUARDO. Felices son, en efecto, por lo bien que termina el día.
Gloster, la enemistad ya no tiene asiento en nuestro reino.

GLOSTER. Labor bendita, mi soberano señor... Si hay alguno en esta noble


asamblea que por un falso informe o sospecha injusta me crea
su enemigo; si involuntariamente o en un momento de arrebato
cometí alguna acción que ofenda a los aquí presentes deseo
reconciliarme con él. ¡El ser enemigo es para mí la muerte! (Los
abraza).

REINA ISABEL. Quiera Dios que desaparezcan todas nuestras discordias. Mi


soberano señor, suplico a Su Majestad que otorgue su perdón a
nuestro hermano George.
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GLOSTER. ¡Cómo, señora! ¿Te brindo amor para esto? ¿Para ser
escarnecido en presencia del rey? ¿Quién no sabe que el pobre
duque ha muerto?

(Todos se quedan estupefactos.)

REY EDUARDO. ¿Quién no sabe que ha muerto? ¿Quién sabe lo contrario?

REINA ISABEL. ¡Cielos poderosos! ¿Qué mundo es éste?

REY EDUARDO. ¿Que ha muerto George? ¡Pero si la orden fue revocada!

GLOSTER. Mi Señor, murió debido a tu primera orden, que debió de llevar


un alado Mercurio. La contraorden llegó a tiempo de verle
enterrar. ¡Quiera Dios que alguno menos noble y leal, más
cercano en pensamientos sanguinarios que en sangre, y aún no
exento de sospechas, no tenga peor fin que nuestro hermano,
el desgraciado George!

REY EDUARDO. ¡Mi hermano no había matado a nadie! ¡Su crimen fue
pensar, y, no obstante, su castigo fue la muerte feroz! ¿Quién
intercedió por él? ¿Quién me recordó cuando, tendidos ambos
en tierra, casi muertos de frío, él me envolvió en sus ropas y se
expuso, todo desnudo y débil, a la inclemencia de la noche
glacial? ¿Quién me recordó que me salvó la vida en los campos
de batalla y dijo: ¡Querido hermano, vive y sé rey!? ¡Todo esto
había desaparecido criminalmente de mi memoria por mi furia
desesperada, y ninguno de ustedes tuvo la caridad de
recordármelo! ¡Oh, Dios, temo que tu justicia caiga sobre mí, y
sobre los míos por esta acción! Ven, Hastings, ayúdame. ¡Ah!
¡Pobre George!...

Salen el REY, la REINA, HASTINGS, RIVERS.


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GLOSTER. (A BUCKINGHAM) ¡Este es el fruto de la precipitación!...


¿Notaste cómo palideció el hermano de la reina al escuchar la
noticia sobre la muerte de George? ¡Oh! ¡Si la reclamóhasta
delante del rey! ¡Dios lo vengará! ¡Vamos a consolar al rey con
nuestra compañía! (Salen.)

Escena II

El palacio

Entra la REINA ISABEL, ésta con aspecto extraviado, suelta su cabellera


sobre los hombros, y seguida de RIVERS.

REINA ISABEL. ¡Ah!... ¿Quién me podrá impedir que gima y llore? ¿Quién
deplorará mi suerte? ¡Que mi negra desesperación atente
contra mi alma y me convierta en mi propia enemiga!

DUQUESA. (Entrando) ¿Qué significa esta escena de lamentos


trastornados?

REINA ISABEL. ¡Eduardo, mi señor, tu hijo, nuestro rey, ha muerto! ¿Por


qué crecen las ramas, si se ha arrancado la raíz? ¿Por qué no
se secan las hojas al faltarles la savia?

DUQUESA. ¡Ah! ¡Tanta parte tomo en tu dolor como derecho tenía sobre tu
noble marido! ¡He llorado la muerte de mi digno esposo y he
vivido contemplándome en sus imágenes! ¡Pero ahora la
muerte cruel ha roto en pedazos los dos espejos que reflejaban
la augusta fisonomía de mis hijos, Eduardo y George! ¡Solo me
queda como consuelo un falso cristal que me amarga cuando
miro en él mi oprobio: Ricardo!

REINA ISABEL. ¡Jamás viuda alguna sufrió pérdida tan valiosa!


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DUQUESA. ¡Jamás ninguna madre sufrió pérdida tan valiosa!¡Ay!... ¡Soy la


madre de esos dolores! ¡Sus desdichas son compartidas; la mía
es general! ¡Ella llora un Eduardo, y yo también! ¡Yo lloro un
George, ella, no!

Entran GLOSTER, BUCKINGHAM, HASTINGS, RATCLIFF y otros.

GLOSTER. ¡Te acompaño, noble Señora! Todos estamos sujetos a llorar el


eclipse de nuestra brillante estrella; pero ninguno puede curar
con lágrimas sus males... Señora, madre mía, te pido perdón;
no había reparado en Tu presencia. Humildemente solicito de
rodillas tu bendición.

DUQUESA. Dios te bendiga, Ricardo, e infunda en tu pecho amor, caridad,


obediencia y franca fidelidad.

GLOSTER. ¡Amén! (Aparte.) Y que me haga morir de viejo después de una


larga vida: este debería ser el final de toda bendición materna.

BUCKINGHAM. Príncipes en duelo, hemos perdido la cosecha que nos


ofreció este rey; pero nos queda la esperanza de la que nos
promete su hijo. Me parece oportuno enviar a buscar con un
reducido séquito al joven príncipe, para traerlo a Londres y
coronarlo rey.

GLOSTER. Señora, ¿quieres venir a darnos instrucciones en este asunto


tan importante?

REINA ISABEL. De todo corazón.

Salen todos, menos BUCKINGHAM y GLOSTER.

BUCKINGHAM. Milord, voy a idear la forma de separar al príncipe de los


ambiciosos parientes de la reina.
~ 24 ~

GLOSTER. ¡Mi otro yo, garante de mis consejos, mi oráculo, mi profecía!...


¡Mi querido primo, yo, como un niño, me confío a tu dirección!
¡Vamos, no debemos quedarnos atrás! (Salen.)

Escena III

Londres – Un aposento en Palacio.

Entran el OBISPO DE ELY, la REINA ISABEL y la DUQUESA DE YORK.


Entra un MENSAJERO

OBISPO. ¿Qué noticias hay?

MENSAJERO. Tales, milord, que me duele repetirlas.

REINA ISABEL. ¿Cuáles son tus noticias?

MENSAJERO. Tus hermanos fueron llevados a prisión... a la Torre.

DUQUESA. ¿Quién lo ordenó?

MENSAJERO. Los poderosos duques de Gloster y Buckingham.

REINA ISABEL. ¿Por qué delito?

MENSAJERO. Por cuál motivo o causa han sido encarcelados los nobles, lo
desconozco en absoluto, mi venerable señora.

REINA ISABEL. ¡Ay de mí! ¡Preveo la ruina de mi casa! ¡El tigre ya hizo
presa al débil cervatillo! ¡La insolente tiranía se proyecta sobre
eltrono inocente e indefenso! ¡Sean bien venidas, destrucción,
sangre y matanza! ¡Veo como en un mapa el fin de todo!
~ 25 ~

DUQUESA. ¡Días execrables de inquietud y discordia! ¡Cuántas veces los


han visto pasar mis ojos! Mi esposo perdió la vida por ganar la
corona. Y mis hijos han vivido al vaivén de la fortuna, dándome
alegría y lágrimas. Cuando todo estaba consolidado y las luchas
domésticas totalmente disipadas, los vencedores se declaran la
guerra entre sí, hermano contra hermano, sangre contra
sangre, cada uno contra sí mismo. ¡Oh!... ¡Frenética furia
fratricida, cesa en tu rabia, o déjanos morir, para no
contemplar más la muerte!

Acto Tercero

Escena I

Londres – Una calle.

Toques de clarín. Entran el PRÍNCIPE DE GALES, GLOSTER,


BUCKINGHAM, CATESBY,el OBISPO DE ELY y otros.

BUCKINGHAM. ¡Bienvenido, a Londres, amable príncipe!

GLOSTER. ¡Bien venido, querido sobrino, soberano de mis pensamientos!


¿La fatiga del viaje te puso melancólico?

PRÍNCIPE. No, tío, sino que hubiera querido que mis otros tíos también
vinieran a recibirme.

GLOSTER. Tierno príncipe, la inocente pureza de tus años no ha


descubierto todavía los engaños del mundo. No puedes juzgar
al hombre sino por su apariencia, que, bien lo sabe Dios, rara
vez o nunca está de acuerdo con el corazón. Esos tíos a los que
extrañas eran peligrosos. Te dejabas envolver en la miel de sus
~ 26 ~

palabras, pero no percibías el veneno de sus corazones. ¡Dios


te libre de ellos y de tan falsos amigos!

PRÍNCIPE. ¡Dios me guarde de falsos amigos!...pero ellos no lo eran. Creí


que mi madre y mi hermano vendrían a nuestro encuentro.
¡Qué perezoso es Hastings, que no viene a decirnos si van a
venir o no!

Entra HASTINGS.

BUCKINGHAM. Y a tiempo, pues aquí llega, todo sudoroso, el lord.

PRÍNCIPE. ¡Bien venido, milord! Qué, ¿mi madre va a venir?

HASTINGS. Ignoro por qué motivo, pues sólo Dios lo sabe, la reina,tu
madre y tu hermano se acogieron alasilo de la iglesia. El joven
príncipe quería venir conmigo a recibir a Su Señoría, pero la
reina se opuso.

BUCKINGHAM. ¡Qué decisión tan indiscreta! Lord cardenal, ¿se dignará Su


Eminencia persuadir a la reina para que envíe inmediatamente
al joven duque a saludar a su hermano? (A HASTINGS) Lord
Hastings, ve con el cardenal y, si es necesario, arrebátalo de
los brazos de su madre.

OBISPO. Milord de Buckingham, si mi pobre elocuencia puede obtener el


permiso de su madre, espérenlo aquí un momento; pero si se
obstina en resistirse a mis amorosas instancias ¡el Dios del Cielo
no permita que nosotros violemos jamás la protección del
bendito santuario! ¡Ni por toda la tierra me haría culpable de
tan enorme pecado!

BUCKINGHAM. Eres, milord, de una obstinación irracional, excesivamente


ceremonioso y muy apegado a las tradiciones. Considerando el
asunto con la moral de este siglo, no profanas el santuario al
~ 27 ~

apoderarte del duque, pues el beneficio de asilo solamente se


concede a quienes lo necesiten de manera imprescindible por
sus acciones y a los que tienen juicio suficiente para reclamarlo.
He oído hablar con frecuencia de santuarios para los hombres;
pero nunca, hasta ahora, de santuario para los niños.

OBISPO. Por esta vez, milord, me convences. Vamos, lord Hastings.

PRÍNCIPE. ¡Queridos señores, sean lo más diligentes que puedan! (Salen el


OBISPO y HASTINGS.) Tío Gloster: si viene nuestro
hermano, ¿dónde nos vamos a alojar hasta el día de nuestra
coronación?

GLOSTER. Donde mejor convenga a tu real persona. Si me es permitido


aconsejarte, debes reposar un día o dos en la Torre.

PRÍNCIPE. Yo no dormiría tranquilo en la Torre.

GLOSTER. ¿Por qué? ¿A qué tendrías miedo?

PRÍNCIPE. Al espectro irritado de mi tío George. Según dicen, fue


asesinado allí.

GLOSTER. No hay que temer a los tíos muertos... ni a los vivos.

PRÍNCIPE. La Torre es el lugar que menos me gusta de todos, pero si tú,


tío, mi lord Protector, juzgas que es necesario, vamos a la
Torre.

GLOSTER. Yo mismo y mi querido primo Buckingham vamos a hablar con


tu madre, para aconsejarle que se reúnan en la Torre y te dé la
bienvenida.

Salen el PRÍNCIPE, HASTINGS, el OBISPO y acompañamiento.


~ 28 ~

BUCKINGHAM. Catesby, ¿qué opinas? Para lograr que este noble duque
(señalando a GLOSTER) acceda al trono real de esta poderosa
isla, ¿será posible poner a lord Hastings de nuestra parte?

CATESBY. Creo, mi Lord que no será fácil.

BUCKINGHAM. Ve tú, amable Catesby, y, como si se tratara de una cosa


sin importancia, sondea a lord Hastings para saber con qué ojos
miraría nuestro proyecto, e invítale a que vaya mañana a la
Torre para asistir a la coronación. Si ves que está dispuesto a
tratar con nosotros, anímale y dile nuestras razones; si, por el
contrario, adopta una actitud fría, de plomo, de hielo, sé así tú
también, corta la conversación y ven a contarnos.

GLOSTER. ¿Tendremos noticias tuyas antes de que termine el día,


Catesby?

CATESBY. Sí, milord. (Sale.)

BUCKINGHAM. ¿Si no está en nuestro bando, qué hacemos?

GLOSTER. Cortarle la cabeza... ya veremos. Primo Buckingham, cuando


sea rey, debes reclamarme el condado de Hereford y todos los
bienes de Hastings.

BUCKINGHAM. Cuando seas rey, voy a reclamar la promesa que me haces.

GLOSTER. Vamos, cenemos temprano a fin de que podamos digerir


tranquilamente nuestros proyectos. (Salen.)
~ 29 ~

Escena II

Ante la casa de lord HASTINGS.

Entra un MENSAJERO.

MENSAJERO. Mi lord de Norfolk me encarga que comunique a Su Señoría,


que hace un par de noches soñó que el jabalí destrozaba su
armadura. También le informa que va a reunirse el Consejo,
donde se van a tomar decisiones peligrosas. Le aconseja salir a
toda prisa hacia el Norte, para evitar los riesgos que presiente
su alma.

HASTINGS. Vete, muchacho, vete; vuelve donde tu Señor. Dile que nada
tenemos que temer. Dile que sus temores son vanos e
infundados; y, en cuanto a sus sueños, que me asombra
quesea tan pusilánime comopara dar fe a quimeras de un
sueño agitado. Huir del jabalí antes deque nos persiga, sería
excitarle a correr tras nosotros y a caer sobre una pieza que no
tenía intención de cazar.

Sale el MENSAJERO.

HASTINGS. Voy a la Torre... seguro que el jabalí nos va a recibir


amablemente.

Entra CATESBY.

CATESBY. ¡Muy buenos días, noble milord!

HASTINGS. ¡Buenos días, Catesby!¿Qué noticias hay en este nuestro


vacilante Estado?
~ 30 ~

CATESBY. En efecto, milord, el mundo anda un poco inestable, y creo que


no va a recobrar su equilibrio hasta que Ricardo de Gloster ciña
la guirnalda real.

HASTINGS. ¡Cómo! ¿Dices la guirnalda? ¿Te refieres a la corona?

CATESBY. Sí, buen milord.

HASTINGS. ¡Antes se desprenderá ésta de mis hombros que ver la corona


tan feamente colocada! Pero ¿sospechas tú que la codicia...?

CATESBY. ¡Sí! Y espera vernos a la cabeza de su partido para ayudarle a


conseguirla; con esta certidumbre, me envía a darte la buena
noticia... de que hoy mismo tus enemigos, los parientes de la
reina, van a morir en la Torre.

HASTINGS. La noticia no me entristece; siempre fueron mis adversarios.


Pero que yo dé mi voto al partido de Ricardo para perjudicar los
derechos legítimos del príncipe heredero, Dios sabe que no lo
voy a hacer, aunque me cueste la vida. (Salen.)

Escena III

La Torre de Londres.

BUCKINGHAM, HASTINGS, el OBISPO DE ELY, RATCLIFFy otros,


sentados en torno de una mesa. Oficiales del Consejo presentes.

HASTINGS. Ahora, nobles pares, la causa por la que nos reunimos es la de


adoptar un acuerdo respecto a la coronación. ¿Cuándo será el
augusto día?

BUCKINGHAM. ¿Está todo dispuesto para la regia ceremonia?

HASTINGS. Está, y sólo falta fijar la fecha.


~ 31 ~

ELY. Entonces, mañana, según juzgo, será un día feliz.

BUCKINGHAM. ¿Quién conoce las intenciones del lord Protector acerca del
particular? ¿Quién es el confidente más íntimo del noble duque?

ELY. (A BUCKINGHAM) Mi Lord debe de conocer mejor su


pensamiento.

BUCKINGHAM. Conocemos cada uno el rostro del otro; pero, de nuestros


corazones, él no conoce más del mío que yo del de ustedes.
Lord Hastings, a ustedes los une una estrecha amistad.

HASTINGS. Agradezco al noble duque el cariño que me profesa; pero en lo


que concierne a sus proyectos, no lo he sondeado, ni él me ha
dado tampoco parte alguna de su voluntad. Pero ustedes,
honorable señores, pueden fijar una fecha, y yo daré mi voto
en nombre del duque, que presumo lo tomará de buena forma.

Entra GLOSTER.

ELY. A propósito: aquí está el propio duque.

GLOSTER. ¡Nobles milores y deudos, buenos días a todos! Discúlpenme,


me quedé dormido. Espero que no se haya tomado ninguna
decisión en mi ausencia.

BUCKINGHAM. De no entrar a tiempo, lord William Hastings hubiera


pronunciado tu parte..., o debería decir, tu voto... para la
coronación del rey.

GLOSTER. Nadie sino lord Hastings puede atreverse a ello. Su señoría me


conoce perfectamente y me quiere bien. Milord de Ely, la última
vez que estuve en Holborn vi unas magníficas fresas en tu
jardín. Envíame algunas, te ruego.
~ 32 ~

ELY. Con todo mi corazón, mi Lord (Sale).

GLOSTER. Primo Buckingham, una palabra. (Lo lleva aparte.) Catesby


sondeó a Hastings, y la respuesta fue tan violenta, que prefiere
perder la cabeza antes que aceptar que el príncipe heredero
pierda la soberanía del trono de Inglaterra.

BUCKINGHAM. Retirémonos un momento.

Salen GLOSTER y BUCKINGHAM. Vuelve a entrar el OBISPO DE ELY.

ELY. ¿Dónde está milord el duque de Gloster? Ya envié a traer esas


fresas.

HASTINGS. El duque de Gloster parece alegre y bien dispuesto. No creo


que esté ofendido con nadie, pues, de lo contrario, su mirada lo
delataría.

Vuelven a entrar GLOSTER y BUCKINGHAM.

GLOSTER. Ruego a todos que me digan: ¿qué merecen los que traman mi
muerte, valiéndose de medios diabólicos de condenada
hechicería, y que se han apoderado de mi cuerpo con sus
infernales maleficios?

HASTINGS. Milord, el tierno afecto que le profeso me autoriza, más que a


ningún otro de esta ilustre asamblea, a condenar a los
culpables. ¡Quienesquiera que sean, digo, milord, que merecen
la muerte!

GLOSTER. ¡Entonces, que tus ojos sean testigos del mal que se me hizo!
¡Vean... estoy embrujado! ¡Miren mi brazo, seco como un
retoño marchito por la escarcha! ¡Fueron la reina Isabel, la
monstruosa bruja,y la puta Shore, la que era amante del rey!
~ 33 ~

HASTINGS. ¡Si cometieron tal acción, noble milord...!

GLOSTER. ¿Sí?... ¡Tú, protector de esa infame puta!, ¿vas a hablarme de


si sí fueron...? ¡Eres un traidor! ¡Córtenle la cabeza! ¡Pronto,
por San Pablo! ¡No voy a volver a comer hasta verlasobre mi
mesa! ¡Ratcliff, encárgate de que se ejecute! ¡Los demás que
me estimen, que se levanten y me sigan!

Salen los del Consejo con GLOSTER y BUCKINGHAM.

HASTINGS. ¡Piedad, piedad para Inglaterra! ¡No para mí, que fuidemasiado
torpe para no prever esto! Norfolk soñó que un jabalí le
arrebataba su armadura, y yo me burlé de él. ¡Tres veces
tropezó hoy con su caparazón mi caballo, y se encabritó al ver
la Torre, como rehusando llevarme al matadero! ¡Oh!
¡Margarita! ¡Margarita! ¡Ya está suspendida sobre la mísera
cabeza del desgraciado Hastings tu abrumadora maldición! ¡Oh,
sanguinario Ricardo!... ¡Miserable Inglaterra! ¡Te auguro
períodos de espanto como no los conocieron las más
desdichadas edades! ¡Qué esperan! ¡Llévenle mi cabeza! ¡Los
que se rían de mí no me sobrevivirán mucho tiempo! (Salen.)

Escena IV

El mismo lugar – Las murallas de la Torre.

Entran GLOSTER y BUCKINGHAM ridículamente ataviados con mohosas


armaduras. Entran BRAKENBURY y CATESBY.

BUCKINGHAM. ¡Brakenbury!...

GLOSTER. ¡Guarden el puente levadizo!

BUCKINGHAM. ¡Escuchen! ¡Un tambor!


~ 34 ~

GLOSTER. ¡Vigila los baluartes, Catesby! ¡Mira detrás de ti! ¡Defiéndete!


¡Son enemigos!

BUCKINGHAM. ¡Dios y nuestra inocencia nos defiendan y nos protejan!

Entra RATCLIFF con la cabeza de HASTINGS.

GLOSTER. ¡Calma! Es un amigo: Ratcliff.

RATCLIFF. ¡Aquí tienes la cabeza del innoble traidor!

GLOSTER. Yo quería tan entrañablemente a este hombre, que debo


llorarlo. ¡Lo tenía por la criatura más sincera que haya
ostentado el nombre de cristiano! Disimulaba tan bien sus
vicios, bajo la apariencia de virtud, que sin la evidencia de sus
relaciones pecaminosas, vivía sin la menor sospecha.

BUCKINGHAM. Brakenbury: ¿puedes creer que este sutil traidor pensaba


asesinarnos hoy en pleno Consejo a mí y a mi querido lord de
Gloster?

BRAKENBURY. ¿Es posible?

GLOSTER. ¡Cómo! ¿Piensas que somos turcos o embusteros, o que,


atropellando las formas legales, habríamos ordenado sin
consideración alguna la muerte de este miserable?

BRAKENBURY. Merecía la pena de muerte, y mis Señores obraron


prudentemente, haciendo un castigo ejemplar, capaz de
aterrorizar a los traidores. Nunca esperé nada bueno de él,
desde que lo vi en relaciones con la señora Shore. Para mí es
como si todo lo hubiera visto y oído. Y no duden, nobles
príncipes, de que convenceré a nuestros virtuosos ciudadanos
del justo proceder en este caso.
~ 35 ~

GLOSTER. Por eso deseábamos tu presencia aquí, para evitar la censura


del maldiciente mundo.

Sale BRAKENBURY.

GLOSTER. Ve tras él, ve tras él, primo Buckingham. Cuando llegue el


momento oportuno lanzas una alusión sobre el origen oscuro
del Príncipe heredero. Di también que mi padre combatía en
Francia cuando mi madre quedó embarazada de mi hermano y
que, haciendo las cuentas, llegó a la conclusión de que ese niño
no podía ser hijo suyo. Todo esto trátalo prudentemente,
porque mi madre aún vive. Si todo sale bien búscame en el
castillo, donde voy a estar acompañado por reverendos y sabios
obispos.

Sale BUCKINGHAM.

GLOSTER. Hay que dar la orden secreta de que nadie tenga acceso al
príncipe. (Sale.)

Escena V

El mismo lugar – Patio del castillo de Baynard.

Entran GLOSTER y BUCKINGHAM por diferentes lados.

GLOSTER. ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¿Qué dicen los ciudadanos?

BUCKINGHAM. Pues, ¡por la Santa Madre de Dios!, están mudos. ¡No dicen
una palabra!

GLOSTER. ¿Pero les explicaste que el príncipe heredero no era legítimo?


~ 36 ~

BUCKINGHAM. Sí y también hablé sobre el despotismo y tiranía del difunto


rey, que contrastaba claramente con tu conducta generosa;
además, les recordé tus victorias en Escocia, tu disciplina en la
guerra, tu prudencia y sabiduría en la paz... tu bondad, virtud y
humildad. Y cuando terminé mi discurso, invité a los que
amaran a su patria a gritar: ¡Dios salve a Ricardo, legítimo rey
de Inglaterra!

GLOSTER. ¿Y respondieron con vivas?

BUCKINGHAM. ¡No! ¡Vive Dios, no dijeron una palabra! Semejantes a


estatuas mudas o a rocas insensibles, se miraban y palidecieron
como muertos. Apenas algunos miembros de mi séquito
arrojaron sus gorros al aire, y una docena de ellos gritó: ¡Dios
salve al rey Ricardo! Aprovechándome de esa coyuntura, añadí:
¡Gracias, honrados ciudadanos y amigos! ¡Este aplauso general
y alegres vivas son una prueba de su amor por Ricardo! Dicho
esto, me retiré.

GLOSTER. ¡Qué bloques sin habla! ¿No podían hablar?

BUCKINGHAM. Brakenbury está aquí. Simula desconfianza. No hables si no


te hacen una solicitud realmente importante; aparece con un
libro de oraciones en la mano, y entre dos eclesiásticos, que yo
me encargo de glosar el texto con un sagrado contrapunto; y
no cedas fácilmente a nuestras solicitudes. Representa el papel
de la doncella que siempre contesta no, pero después acepta.

Sale GLOSTER. EntranBRAKENBURY, REGIDORES y CIUDADANOS.

BUCKINGHAM. ¡Bienvenidos! Creo que metí la pata. Creo que el duque no


va a aceptar recibirnos.

Entra CATESBY por la parte del castillo.


~ 37 ~

BUCKINGHAM. ¡Hola Catesby! ¿Qué contesta nuestro señor a mi


requerimiento?

CATESBY. Suplica a mi noble lord, que vaya a visitarle mañana o pasado.


Está encerrado con dos reverendos padres, absorto en
meditaciones divinas, y espera que ningún asunto terrenal lo
distraiga de sus piadosas plegarias.

BUCKINGHAM. Vuelve, buen Catesby, y dile que yo, Brakenbury y los


regidores hemos venido a celebrar una conferencia con Su
Señoría sobre cosas importantes, sobre graves asuntos
relacionados con el bien general.

CATESBY. Ya le informo. (Sale)

BUCKINGHAM. ¡Ah, ah! ¡Este príncipe no es como sus hermanos, traidores


y adúlteros! ¡No se revuelca en el blando sofá, sino que dobla
sus rodillas en la meditación! ¡No se distrae con un par de
cortesanos, sino que discurre con dos profundos teólogos! ¡No
duerme para engordar su perezoso cuerpo sino que ora para
enriquecer su alma vigilante! ¡Dichosa Inglaterra si este
virtuoso príncipe quisiera gobernarla! Pero temo que no acepte.

BRAKENBURY. ¡Por mi vida!... ¡Haga Dios que no nos diga que no!

Vuelve a entrar CATESBY.

BUCKINGHAM. Bien, Catesby, ¿qué dice Su Señoría?

CATESBY. No entiende con qué fin reuniste a estos ciudadanos para venir
a buscarlo sin haberlo prevenido. ¡Teme, milord, que guardes
malos deseos contra él!
~ 38 ~

BUCKINGHAM. Me pesaría que mi noble primo sospechara de mis buenos


designios para con él. ¡Por el Cielo, que venimos con las
mejores intenciones! ¡Vuelve otra vez y convéncelo!

Sale CATESBY.

BUCKINGHAM. Cuando estos hombres piadosos y santos se entregan a las


cuentas de su rosario, es difícil distraerlos de ellas. ¡Tan dulce
es su éxtasis contemplativo!

Entra GLOSTER en la galería superior, entre dos OBISPOS. Vuelve


CATESBY.

BRAKENBURY. ¡Miren! ¡Su Señoría llega entre dos clérigos!

BUCKINGHAM. ¡Dos puntales de virtud para un príncipe cristiano, que le


impiden caer en la vanidad! ¡Llega con su libro de oraciones en
la mano! ¡Verdaderos ornamentos para conocer a un santo!
¡Ilustre duque de Gloster, el más generoso de los príncipes,
presta favorable atención a nuestros requerimientos, y
perdónanos que interrumpamos tu devoción y admirable celo
cristiano!

GLOSTER. Milord, no son necesarias semejantes apologías. Suplico se


sirvan perdonarme si mi ardor por el servicio de mi Dios me
hace olvidar la visita de mis amigos. Pero dejemos esto. ¿Qué
desean?

BUCKINGHAM. Precisamente lo que desea el Dios que vela por nosotros y


por todos los dignos habitantes de esta isla sin gobierno.

GLOSTER. ¿He cometido alguna falta responsable a los ojos de la ciudad,


y vienen a reprenderme por mi ignorancia?
~ 39 ~

BUCKINGHAM. Efectivamente, milord. ¡Ojalá que pudiera Su Señoría


enmendar esa falta al conversar con nosotros!

GLOSTER. ¿Cómo podría vivir de otro modo, en un país cristiano?

BUCKINGHAM. Tu falta consiste en abandonar el puesto supremo, el


majestuoso trono, el cetro oficial de tus antepasados, las
grandezas que te pertenecen, los derechos de tu nacimiento y
la gloria hereditaria de tu casa real, a la corrupción de un
tronco podrido; víctima de tus adormecidos pensamientos (que
venimos a despertar, para bien de nuestra patria), esta noble
isla deplora sus miembros mutilados, su rostro desfigurado por
las cicatrices de la infamia, su tallo real, injerto en innobles
plantas. Para curarla, vienen nuestros corazones a rogar a Su
Señoría tome la carga y el gobierno de nuestro país, no como
Protector, sino como heredero que ha recibido de generación
en generación los derechos de sucesión a un Imperio que le
pertenece en propiedad.

GLOSTER. No sé qué conviene más a mi linaje, si retirarme en silencio o


contestarles con amargos reproches. Esta devoción merece mi
gratitud, pero mis méritos sin valor no se hallan a la altura de
sus requerimientos. En primer lugar, aún cuando todos los
obstáculos se allanaran y se despejara el camino de la corona
como una sucesión abierta, y por los derechos de mi
nacimiento, tal es la pobreza de mi talento y tan grandes y
numerosas mis faltas, que valdría más sustraerme a mi
grandeza, débil barca como soy para afrontar el mar bravío,
antes que exponerme a verme caer de mi altura y ahogarme en
los vapores de mi gloria. Pero, además,gracias a Dios, no me
necesitan. El árbol real nos ha dejado un fruto real que,
madurado por las rápidas horas del tiempo, será bienvenido a
la sede de la soberanía, y, sin duda, nos hará dichosos con su
reinado. ¡No permita Dios que yo lo usurpe!
~ 40 ~

BUCKINGHAM. Milord, todo eso habla muy bien de tu conciencia, pero las
consideraciones en que apoyas tu argumentación son
insignificantes y triviales, si examinamos bien las circunstancias.
Dices que el joven es el hijo del difunto rey, tu hermano. Así
creemos también nosotros; pero no es hijo de la reina Isabel,
su legítima esposa, pues antes de su boda, una pobre viuda
conquistó el sentimiento lascivo del rey, rebajando la meta y
altura de sus pensamientos a una baja degradación y a una
inmunda bigamia. De ella, y en un lecho ilegítimo, nació el
heredero de la corona, a quien, por cortesía, hemos dado el
nombre de príncipe. Así, pues, buen milord, obtén el beneficio
de esta dignidad que se te ofrece, si no para hacernos
dichosos, y con nosotros a nuestra patria, para evitar, al
menos, a tu noble estirpe la corrupción de los abusos de la
época y devolverle su curso legítimo y directo.

BRAKENBURY. ¡Acepta, buen milord; te lo ruegan tus súbditos!

BUCKINGHAM. ¡No desprecies, poderoso señor, este ofrecimiento de


cariño!

CATESBY. ¡Oh! Hazlos dichosos accediendo a sus justas peticiones.

GLOSTER. ¡Ay! ¿Por qué desean abrumarme con estos cuidados? No sirvo
para el mando y la majestad. Les suplico, no lo tomen como
una descortesía. No puedo, no quiero escucharlos.

BUCKINGHAM. Si lo rechazas..., si por afecto y abnegación te repugna


desposeer a un niño, tienes que saber que, con o sin tu
consentimiento, jamás aceptaremos que el hijo de tu hermano
reine sobre nosotros como rey, sino que colocaremos a otro
cualquiera en el trono, para desgracia y ruina de tu casa. Y con
esta resolución nos despedimos de ti... ¡Vamos ciudadanos, no
solicitemos más!
~ 41 ~

Salen BUCKINGHAM y CIUDADANOS.

CATESBY. Vuélvelos a llamar, querido príncipe; acepta su demanda. Si la


rechazas, el país será el perjudicado.

GLOSTER. ¿Quieres precipitarme en un mundo de cuidados? Llámalos de


nuevo. Yo no soy de piedra...

Sale CATESBY.Vuelven a entrar BUCKINGHAM y los demás.

GLOSTER. Primo Buckingham, y ustedes, hombres respetables y


prudentes, puesto que desean cargar sobre mis hombros el
peso de la grandeza, quiéralo o no, debo soportar la carga con
paciencia, pero Dios lo sabe, y en parte ustedes lo han visto,
cuán lejos estoy de desear esto.

BRAKENBURY. ¡Bendiga Dios a Su Señoría! Lo hemos visto y así lo vamos a


repetir.

BUCKINGHAM. Entonces te saludo con este título real: ¡Viva el rey Ricardo,
digno soberano de Inglaterra!

TODOS. ¡Amén!

BUCKINGHAM. ¿Te gustaría ser coronado mañana?

GLOSTER. Será cuando lo desees, pues así lo quieres.

BUCKINGHAM. Entonces, mañana venimos para acompañar a Su Señoría y


así nos despedimos con el corazón rebosante de alegría.

GLOSTER. (A los OBISPOS.) Vengan, continuemos nuestros piadosos


ejercicios... ¡Adiós, primo!... ¡Adiós, gentiles amigos!

Salen.
~ 42 ~

Acto Cuarto

Escena I

Ante la Torre.

Entran, de un lado la REINA ISABEL y la DUQUESA DE YORK; y del otro,


ANA, duquesa de Glostery BRAKENBURY.

REINA ISABEL. ¿Cómo están mis hijos?

BRAKENBURY. Muy bien, querida señora, pero el rey ordenó prohibir toda
clase de visitas.

REINA ISABEL. ¡El rey! ¿Cuál?

BRAKENBURY. Quiero decir... el lord Protector, el duque de Gloster.

REINA ISABEL. ¡El Señor del Cielo nos proteja de ese título real! ¿Ha
puesto una barrera entre el amor de mis hijos y yo? ¡Soy su
madre! ¿Quién puede impedirme que los vea?

DUQUESA. Yo soy su abuela; quiero verlos.

ANA. ¡Llévanos ante ellos! Yo me hago responsable de tu falta.

BRAKENBURY. No, señora; no. Estoy obligado por juramento...


perdónenme. (Sale.)

Entra CATESBY.

CATESBY. (A la DUQUESA DE GLOSTER.) Tienes que venir, señora;


debes presentarte inmediatamente en Westminster, para ser
coronada allí como esposa del rey Ricardo.
~ 43 ~

REINA ISABEL. ¡Ah! ¡A un lado... me quitan el aliento! ¡Que pueda latir mi


oprimido corazón, o voy a desvanecerme con esta noticia
mortal!

ANA. ¡Siniestro informe! ¡Oh, aborrecida nueva!

DUQUESA. ¡Oh, viento aciago, esparcidor de males y miserias! ¡Oh, maldita


seas, matriz, lecho de muerte, que lanzaste al mundo un jabalí
de colmillos mortíferos!

CATESBY. Tienes que venir, señora; debemos presentarnos


inmediatamente.

ANA. Voy contigo contra mi voluntad. ¡Oh! ¡Quiera Dios que el borde
redondo del metal áureoque ciña mi frente sea un hierro
candente que me queme el cráneo! ¡Que me coronen con un
veneno mortal y que muera antes deque se pueda decir: Dios
salve a la reina!

REINA ISABEL. ¡Ve, ve, infeliz; no envidio tu gloria! ¡No te deseo daño
alguno que alimente mi rencor!

ANA. ¡No! ¿Por qué no?... Cuando el que ahora es mi esposo vino a
mí, en el momento en que yo acompañaba el cadáver de mi
suegro, éste fue mi juramento: "¡Maldito seas por haberme
condenado tan joven a una vieja viudez! ¡Y que, cuando te
cases, el dolor se asiente en tu lecho; y que tu mujer (si hay
alguna tan loca) sea más miserable por tu vida de lo que tú me
has hecho desgraciada por la muerte de mi querido esposo!" ¡Y
se cumplió mi juramento!... Antes de que pudiera repetir esta
maldición, en tan corto espacio de tiempo, mi corazón de mujer
se dejó cautivar estúpidamente por sus palabras empalagosas y
me convertí en el objeto de mi propia maldición. Desde ese
instante Ricardo privó a mis ojos del reposo, pues no he podido
~ 44 ~

gozar en su lecho ni una hora del dorado rocío del sueño sin
que me despierten continuamente sus horribles pesadillas.

REINA ISABEL. ¡Pobre corazón, adiós! ¡Compadezco tus penas!

ANA. ¡No menos gime mi alma por ustedes!

REINA ISABEL. ¡Adiós, tú, que tan tristemente acoges tu grandeza!

ANA. ¡Adiós, pobre alma, que de ella te despides!

REINA ISABEL. ¡No hables más! ¡Vete! ¡Déjame morir víctima de la


maldición de Margarita: ¡Ni madre, ni mujer, ni reina reconocida
de Inglaterra!

DUQUESA. (A ANA.) Ve tú donde Ricardo, y que los ángeles bondadosos


te acojan. (A la REINA ISABEL.) Vuelve al asilo de la iglesia, y
que los santos pensamientos te consuelen. ¡Yo, a la tumba,
donde la paz y el descanso reposen conmigo!... ¡He
contemplado tantos años de dolor, y cada hora de alegría la he
pagado con una semana de pesares!

REINA ISABEL. ¡Espera! ¡Una última mirada a la Torre! ¡Piedras vetustas,


tengan piedad de esos tiernos niños, a quien la envidia
aprisionó en sus muros! ¡Cuna cruel para tan preciosos seres!
¡Ruda y salvaje nodriza! ¡Triste y vieja compañera de juegos de
los tiernos príncipes, trátenlos bien! ¡Así lo pide mi loco dolor al
despedirse! (Salen.)
~ 45 ~

Escena II

Salón del trono en el Palacio.

Marcha militar, RICARDO, con los atributos reales, sobre el trono;


BUCKINGHAM, CATESBY, y otros.

REY RICARDO. ¡Retírense todos! ¡Primo Buckingham!...

BUCKINGHAM. ¿Mi digno soberano?...

REY RICARDO. Dame la mano. Por tus consejos y tu ayuda, el rey Ricardo
se sienta tan alto. Pero estas glorias, ¿van a durar sólo un día o
van a ser perdurablespara poder gozar de ellas?

BUCKINGHAM. ¡Que persistan y duren para siempre!

REY RICARDO. ¡Ah, Buckingham! Es el momento de probar si tú eres, en


efecto, oro de buena ley. El príncipe Eduardo está encerrado en
la Torre, pero todavía respira... ¿Comprendes lo que quiero
decir?

BUCKINGHAM. Habla, mi queridísimo señor.

REY RICARDO. ¡Buckingham!... digo que quiero ser rey.

BUCKINGHAM. Lo eres, soberano tres veces ilustre.

REY RICARDO. ¡Bah! ¿Yo soy rey? Sea; ¡pero el príncipe está vivo!

BUCKINGHAM. Es cierto, Su Majestad.

REY RICARDO. ¡Oh, amarga consecuencia de que el joven príncipe viva


todavía!... Es cierto, Su Majestad... Primo, antes no
~ 46 ~

acostumbrabas ser tan lento de pensamiento. ¿Tengo que ser


más claro? Es necesario que mueran los bastardos...
¡Inmediatamente! ¿Qué dices? Habla pronto y breve.

BUCKINGHAM. Su Majestad puede hacer su voluntad.

REY RICARDO. ¡Bah, bah! Eres todo de hielo. Tu afecto se enfría.


Contéstame: ¿estás de acuerdo con que mueran?

BUCKINGHAM. Dame un instante de reflexión, querido lord, antes de darte


una respuesta definitiva. (Sale)

REY RICARDO. (Descendiendo del trono.) ¡De ahora en adelante solo voy a
tratar con caracteres firmes e irreflexivos y con jóvenes
audaces! No quiero a mi lado a nadie que me mire con ojos
escrutadores. Buckingham, una vez logradasu ambición, se
vuelve prudente. Ya no puedo confiar más en él. ¿Siguió tanto
tiempo mis pasos sin cansarse, y ahora se retira para
respirar?... Bien... que lo que ha de hacer que sea...

Entra CATESBY.

REY RICARDO. ¿Qué hay, Catesby? ¿Hay noticias?

CATESBY. Querido señor, según he oído, el marqués de Dorset huyó


esta mañana para apoyar el levantamiento que Richmond
está organizando contra Su Majestad.
REY RICARDO. Haz correr el rumor de que Ana, mi esposa, está
gravemente enferma y a punto de morir. Voy a dar la orden de
que permanezca encerrada.

Sale CATESBY.
~ 47 ~

REY RICARDO. Tengo que casarme con mi sobrina,la heredera legítima, o


mi trono va a tener la fragilidad del vidrio. ¡Degollar a sus
hermanos que están recluidos en la Torre y luego desposarme
con ella! Ya he ido tan lejos en la sangre, que un crimen lavará
otro crimen.

Entra TYRRELL.

REY RICARDO. Te tengo otro trabajo. ¿Estarías dispuesto a matar a otro


enemigo mío?

TYRRELL. También podrían ser dos...

REY RICARDO. Eso es lo que vas a hacer. Dos mortales enemigos


contrarios a mi reposo y turbadores de mi dulce sueño, son los
que encomiendo a tu lealtad. Tyrrell, hablo de los bastardos
que están en la Torre.

TYRREL. Dame los medios para llegar hasta ellos, y yo te libraré pronto
del miedo que te inspiran.

REY RICARDO. ¡Tocas una música dulce! ¡Escucha! (Cuchichean.) Me dices


que ya está hecho, y yo te enaltezco en dignidad. ¿Tendré
noticias tuyas antes de acostarme?

TYRRELL. Las tendrás, señor. (Sale.)

Vuelve a entrar BUCKINGHAM.

BUCKINGHAM. Milord, ya reflexioné acerca de la última petición que me


hiciste.

REY RICARDO. Bien; dejemos eso.


~ 48 ~

BUCKINGHAM. Milord, reclamo la recompensa que me prometiste, por la


que empeñaste tu honor y tu palabra: el condado de Hereford y
los otros bienes muebles que me prometiste. ¿Qué responde Su
Majestad a mi justo requerimiento?

REY RICARDO. Me acuerdo... Enrique VI profetizó que Richmond sería rey


cuando Richmond no era sino un niño. ¿Rey?... Puede ser...

BUCKINGHAM. Milord...

REY RICARDO. ¿Cómo es posible que en esa época no me dijera el profeta,


que yo lo iba a matar?

BUCKINGHAM. Milord, tu promesa sobre el condado de Hereford...

REY RICARDO. ¡Richmond!

BUCKINGHAM. Milord...

REY RICARDO. Sí. ¿Qué hora es?

BUCKINGHAM. Me tomo la libertad de recordar a Su Alteza lo que me


prometió.

REY RICARDO. Sí; pero ¿qué hora es?

BUCKINGHAM. Van a dar las diez.

REY RICARDO. Bueno... déjalas dar.

BUCKINGHAM. ¿Por qué dejarlas dar?

REY RICARDO. ¡Porque, como un diapasón, continúas tocando entre tu


petición y mis reflexiones! Hoy no estoy para generosidades.
~ 49 ~

BUCKINGHAM. Pues entonces dime si debo contar o no con tu promesa.

REY RICARDO. Me estás importunando.

Salen el REY RICARDO y su séquito.

BUCKINGHAM. ¿Conque esas tenemos? ¿Me paga mis servicios con


semejante menosprecio? ¿Para eso lo hice rey? ¡Oh! ¡Hay que
aprender de lo que le pasó a Hastings! (Sale.)

Escena III

Otra habitación en Palacio.

Entra TYRRELL

TYRRELL. ¡Ya se cumplió el acto sangriento y tiránico! ¡La acción más


infame, la matanza más horrible de que esta tierra jamás se
haya hecho culpable! ¡Oh! ¡Estrangulé la obra más perfecta y
admirable de la Naturaleza que existió desde el principio de la
Creación!... ¡Mis acciones no son dignas de mi condición!

Entra el REY RICARDO.

REY RICARDO. ¡Bravo, Tyrrell! ¿Soy dichoso con tus noticias?

TYRRELL. Si la ejecución del acto que me confiaste debe hacer tu


felicidad, puedes ser dichoso, pues está consumado.

REY RICARDO. Pero, ¿los viste muertos? ¿A los dos?

TYRRELL. Los vi, milord.

REY RICARDO. ¿Y enterrados, amable Tyrrell?


~ 50 ~

TYRRELL. El capellán de la Torre les dio sepultura. Ahora, en dónde, a


decir verdad, no lo sé.

REY RICARDO. Ven a verme después de cenar, para que me cuentes las
circunstancias de su muerte. Entre tanto, busca en tu
pensamiento cómo puedo premiarte y satisfacer tus deseos.
Adiós, hasta entonces.

TYRRELL. Humildemente me despido... (Aparte) y para siempre. (Sale.)

Entra RATCLIFF.

RATCLIFF. ¡Milord!

REY RICARDO. ¿Buenas o malas noticias, que entras tan bruscamente?

RATCLIFF. ¡Malas, milord! El obispo de Ely huyó para encontrarse con


Richmond; y Buckingham está provocando la ira del pueblo
contra Su Majestad.

REY RICARDO. El comentario del miedo es la pesada carga del


aplazamiento, y el aplazamiento es impotente y va directo hacia
la miseria. ¡Por tanto, sea mi viento la fiera expedición,
Mercurio de Júpiter y heraldo de un rey! ¡Vamos! ¡Mi escudo es
mi consejo! ¡Hay que actuar rápidamente cuando los traidores
empuñan las armas! (Salen.)
~ 51 ~

Escena IV

Londres – Ante el Palacio

Entran la REINA MARGARITA, la REINA ISABEL y la DUQUESA DE


YORK.

REINA ISABEL. ¡Ah, mis pobres príncipes! ¡Ah, mis tiernos niños! ¡Mis flores
en capullo! ¡Si aún flotan en el aire sus gentiles almas,
extiendan en torno a mí sus alas etéreas y escuchen los
lamentos de su madre! ¡Oh, Dios!, ¿cómo pudiste abandonar a
esos mansos corderitos y arrojarlos en las entrañas del lobo?
¿Acaso dormías cuando fue cometida semejante acción?

DUQUESA. ¡Vivir muriendo, mirar sin ver, pobre espectro de viviente


mortalidad, espectáculo de horrores, oprobio del universo,
propiedad de la tumba que usurpa su existencia, breve extracto
y recuerdo de aciagos días, reposa tu cuerpo sin reposo en el
suelo leal de Inglaterra (dejándose caer), ilegalmente
embriagada con sangre inocente!

REINA ISABEL. (Sentándose a su lado.) ¡Ah! ¡Que no puedas ofrecerme tan


pronto una tumba como puedes concederme un triste asiento!
¡Entonces quisiera que no descansaran mis huesos, sino que se
hundieran aquí! ¡Ah! ¿Quién con más motivos para llorar que
nosotras?

REINA MARGARITA. ¡Yo tenía un Eduardo, hasta que un Ricardo lo mató!


¡Yo tenía un esposo, hasta que un Ricardo lo mató! ¡Tú tenías
un Eduardo, hasta que un Ricardo lo mató! ¡Tú tenías un
Ricardo, hasta que un Ricardo lo mató!

DUQUESA. ¡Yo tenía también un Ricardo, y tú lo mataste! ¡Yo tenía


también un Rutland, y tú ayudaste a matarle!
~ 52 ~

REINA MARGARITA. ¡Tú también tenías un George y Ricardo lo mató! ¡De


lo más oscuro de tus entrañas salió el cerdo infernal que nos ha
perseguido a todos hasta la muerte! ¡Oh, Dios justo, equitativo,
sincero, dispensador! ¡Cuánto te agradezco que ese perro
carnívoro haya devorado el fruto de las entrañas de su madre y
la haya hecho compañera de banco del dolor de los demás!
¡Pero Ricardo vive todavía! ¡Apaga, querido Dios, te ruego, el
compromiso de su vida, para que viva yo lo suficiente y pueda
exclamar: Ha muerto la bestia!

REINA ISABEL. ¡Oh, tú, tan hábil en maldiciones! Aguarda un momento y


enséñame a maldecir a mis enemigos.

REINA MARGARITA. Deja transcurrir las noches sin sueño y ayuna durante
el día. Compara tu anterior grandeza con tus desgracias
actuales. Imagínate a tus hijos más bellos de lo que eran, y al
que los ha matado, más horrible de lo que es. Aumentando tus
pérdidas, harás más odioso al que las ha causado. ¡Revuelve
todo eso, y aprenderás a maldecir! (Sale.)

DUQUESA. Ven conmigo, y en la amargura que respiren nuestras palabras


ahoguemos a mi condenado hijo, que ha ahogado a tus dos
tiernos niños. (Clarines dentro.) ¡Toques de clarín!... ¡Seamos
abundantes en exclamaciones!

Entran, marchando, el REY RICARDO y su séquito.

REY RICARDO. ¿Quién me cierra el paso en mi marcha guerrera?

DUQUESA. ¡Oh! ¡La que debiera habértelo cerrado, estrujándote en su


vientre maldito, por todos los crímenes que has cometido,
miserable!

REINA ISABEL. ¿Te atreves a cubrir con una corona de oro esa frente en
donde, si la justicia fuera justicia, debería escribirse con un
~ 53 ~

hierro enrojecido el asesinato del príncipe dueño de esa corona


y la muerte feroz de mis pobres hijos y hermanos? Dime,
miserable criminal: ¿dónde están mis niños?

DUQUESA. ¡Sapo, sapo! ¿Dónde está tu hermano George?

REY RICARDO. ¡Toquen marcha, trompetas! ¡Batan los parches, tambores!


¡Que no oiga el Cielo estas triquiñuelas de mujeres que insultan
al ungido del Señor! ¡Redoblen, digo! (Clarines y tambores,
alarmas.) ¡Calma y háblame con mesura, o ahogaré tus
exclamaciones entre estos clamores de guerra!

DUQUESA. ¿Tú eres mi hijo?

REY RICARDO. ¡Sí, gracias a Dios, a mi padre y a ti!

DUQUESA. Entonces escucha pacientemente lo que dicte mi impaciencia.

REY RICARDO. Habla, pues; pero no te escucharé.

DUQUESA. Seré dulce y moderada en mis palabras.

REY RICARDO. ¡Y breve, querida madre, pues tengo prisa!

DUQUESA. ¡O tú vas a morir por la justa voluntad de Dios, antes de


regresar victorioso de esta guerra, o yo voy a morir de vejez y
dolor y nunca más volveré a verte! ¡Por tanto, vaya contigo mi
más abrumadora maldición! ¡Que en el día de la batalla pese
ella sobre ti más que la armadura completa con que te vistas!
¡Mis oraciones van a combatir de parte de tus adversarios! ¡Las
tiernas almas de los hijos de Eduardo van a armar de valor a
tus enemigos, murmurándoles al oído, y les van a dar la
victoria! ¡Como sanguinario que eres, sanguinario va a ser tu
fin! ¡La vergüenza que ha acompañado tu vida te va a seguir
hasta tu muerte! (Sale.)
~ 54 ~

REINA ISABEL. (Saliendo.) ¡Amén!

REY RICARDO. Espera, señora; tengo que hablar una palabra contigo.

REINA ISABEL. ¡No tengo más hijos de sangre real que puedas asesinar!
En cuanto a mi hija, Ricardo, va a ser religiosa consagrada a la
oración, no reina llorosa. Por tanto, no atentes contra su vida.

REY RICARDO. Quiero hablarte de ella, de Isabel, que es virtuosa y bella,


graciosa y llena de majestad.

REINA ISABEL. ¿Y debe morir por eso?

REY RICARDO. ¡Señora, ojalá pueda vencer en mi empresa y en los


peligrosos azares de la guerra sangrienta, para poder así
convencerte de que lo único que busco es el bien de los tuyos!

REINA ISABEL. ¿Cuál de tus "bienes" puede hacerme bien?

REY RICARDO. La elevación de tu hija, noble señora.

REINA ISABEL. ¿Al cadalso, para que pierda la cabeza?

REY RICARDO. ¡A la dignidad y cúspide de la fortuna, al alto puesto


imperial de las glorias de esta tierra!

REINA ISABEL. Dime: ¿qué estado, qué dignidad, qué honor puedes tú
concederle?

REY RICARDO. Todos los que poseo, todos, incluido yo mismo, los quiero
ofrecer en dote a tu hija.

REINA ISABEL. Sé breve...


~ 55 ~

REY RICARDO. Yo amo a tu hija con un afecto fuera de toda medida... ¿No
entiendes que intento hacerla reina de Inglaterra?

REINA ISABEL. ¿Cómo podrías enamorarla?

REY RICARDO. Eso es lo que desearía aprender de ti que eres quien mejor
conoce su carácter.

REINA ISABEL. Envíale, por medio del hombre que asesinó a sus
hermanos, dos corazones ensangrentados, donde hayas
grabado sus nombres. Entonces quizá llore. Si es así, préstale
un pañuelo empapado en la sangre de sus hermanosy
aconséjale que enjugue con él sus lágrimas.

REY RICARDO. Te burlas de mí, señora. Escucha: lo hecho no puede


repararse. El hombre comete algunas veces, sin reflexionar,
acciones de las que más tarde tiene que arrepentirse. Si
arrebaté el reino a tus hijos, quiero, en reparación, entregarlo a
tu hija. Si hice perecer los frutos de tu seno, voy a fecundar a
tu hija con la estirpe de tu sangre, para resucitar tu
prosperidad. Tú lloras la pérdida de un hijo rey, pero por esta
pérdida tu hija va a ser reina; así tú vas a seguir siendo la
madre de un rey; y todas las ruinas de una época de desgracia
van a ser reparadas con el tesoro de una doble felicidad. ¡Qué!
¡Aún nos quedan hermosos días por vivir! Ve a buscar a tu hija;
enardece con tu experiencia su tímida juventud; prepara sus
oídos para escuchar los juramentos de un enamorado; revela a
la princesa la dulzura de esas horas silenciosas del matrimonio
feliz. Y cuando este brazo haya castigado a ese pequeño
rebelde de Richmond y a ese versátil Buckingham, y vuelva
cubierto de triunfantes guirnaldas, voy a llevar a tu hija al lecho
de un vencedor. A ella es a quien voy a hacer el homenaje de
mis victorias y mis conquistas, y solo ella va a ser la
triunfadora, el César del César. ¡Muéstrale esta alianza como un
remedio para la paz de la hermosa Inglaterra!
~ 56 ~

REINA ISABEL. La cual se pagaría con una guerra perdurable.

REY RICARDO. ¡Que fracase en mi peligrosa lucha contra mis enemigos en


armas si no deseo reparar mis faltas y arrepentirme! ¡Que yo
mismo a mí mismo me confunda! ¡Que el Cielo y la suerte me
nieguen horas felices! ¡Que el día no me otorgue su luz ni la
noche su descanso! ¡Opónganse todos los propios planetas a
mis designios si no dirijo mis votos a tu bella y noble hija con el
más puro amor, la devoción más inmaculada, los más santos
pensamientos! ¡En ella reside mi felicidad y la tuya! ¡Sin ella,
veo caer sobre mí, sobre ti, sobre ella misma, sobre la patria y
sobre muchas almas cristianas, la muerte, la desolación, la
ruina y el caos! ¡Todo esto sólo se puede evitar con su amor!
No te opongas a tan grandes proyectos.

REINA ISABEL. ¿Me dejaría tentar así del demonio?

REY RICARDO. Sí, si el demonio te tienta para el bien.

REINA ISABEL. Escríbeme pronto y conocerás sus sentimientos.

REY RICARDO. ¡Llévale el beso de mi amor sincero! (La besa.) ¡Y con esto,
adiós!

Sale la REINA ISABEL.

REY RICARDO. ¡Frágil, mujer al fin, sin seso, imbécil y pronta a perdonar!

Entra CATESBY.

REY RICARDO. ¡Hola! ¿Qué noticias hay?

CATESBY. Poderoso señor, sobre la costa oeste avanza una flota


formidable. Se cree que Richmond es el almirante de ella, y que
~ 57 ~

espera anclado a que Buckingham les preste ayuda desde la


orilla.

REY RICARDO. ¡Que un amigo ligero de piernas corra en busca del duque
de Norfolk! ¡Estúpido idiota! ¿Por qué te quedas ahí parado y
no vas en busca del duque?

CATESBY. Primero, poderoso señor, dime, si place a Su Majestad, qué


debo comunicarle.

REY RICARDO. ¡Oh!, es verdad, buen Catesby... Dile que reúna


inmediatamente todas las fuerzas de que disponga y me las
envíe a toda prisa.

CATESBY. ¡Sí, mi Lord! (Sale.)

Entra RATCLIFF.

REY RICARDO. Ratcliff, ¿qué noticias traes?

RATCLIFF. No lo suficientemente buenas, mi soberano, para que te alegres


al saberlas, ni tan malas que no puedan comunicarse.

REY RICARDO. ¡Hombre! ¡Con acertijos ahora! ¡Ni buenas ni malas! ¿Qué
necesidad de venir así, con tantos atajos, cuando puedes
explicarte por el camino más corto? Una vez más, ¿qué noticias
hay?

RATCLIFF. Richmond está en el mar.

REY RICARDO. ¡Que se hunda y que se lo traguen las olas! ¡Vagabundo sin
valor! ¿Qué hace allí?

RATCLIFF. No lo sé, poderoso señor, sino por conjetura.


~ 58 ~

REY RICARDO. Bien; ¿qué conjeturas? ¿Qué conjeturas?

RATCLIFF. Que, alentado por Dorset, Buckingham y el Obispo de Ely, viene


rumbo a Inglaterra para reclamar la corona.

REY RICARDO. ¿Está vacante el trono? ¿No tiene dueño la espada? ¿Está
muerto el rey? ¿El imperio sin poseedor? ¿Qué heredero de
York queda vivo sino nosotros? Y ¿quién es el rey de Inglaterra
sino el heredero del gran York?

Entra un MENSAJERO.

MENSAJERO. Su Majestad: en el Devonshire, sir Eduardo Courtney y el


obispo de Exeter se levantaron en armas con gran número de
aliados.

Entra otro MENSAJERO.

MENSAJERO2°. En Kent, mi soberano, los Guildfords se levantaron en


armas, y a cada instante se unen grupos de contendientes a los
rebeldes, cuyo ejército aumenta constantemente.

Entra otro MENSAJERO.

MENSAJERO3°. Milord, las tropas del gran Buckingham...

REY RICARDO. ¡Fuera de mi presencia, cuervo! ¿Sólo sabes lanzar


graznidos de muerte? (Lo golpea.)

MENSAJERO3°. Las noticias que le traía a Su Majestad eran... que una


violenta tempestad y desbordamientos e inundaciones
dispersaron el ejército de Buckingham, y que él anda errante y
solo sin que nadie sepa donde está.
~ 59 ~

REY RICARDO. ¡Te pido perdón! ¡Aquí tienes una bolsa para curarte los
golpes que te di! ¿Algún amigo previsor anunció una
recompensa para el que entregue al traidor?

MENSAJERO3°. Sí, mi Señor.

Entra otro MENSAJERO.

MENSAJERO4°. Sir Tomás Lovel y el marqués de Dorset se levantaron en


armas en el Yorkshire, Señor.

REY RICARDO. ¡En marcha, en marcha, puesto que estamos en armas; si


no para combatir a los enemigos extranjeros, por lo menos sí
para reprimir las rebeliones del interior!

Vuelve a entrar CATESBY.

CATESBY. ¡Mi soberano, capturaron al duque de Buckingham! Pero el


conde de Richmond desembarcó con fuerzas imponentes y se
acerca a toda prisa.

REY RICARDO. ¡En marcha! ¡Mientras conversamos aquí, puede ganarse o


perderse una batalla! (Salen.)
~ 60 ~

Acto Quinto

Escena I

Salisbury – Una plaza pública.

Entran BRAKENBURY y la GUARDIA, con BUCKINGHAM, conduciéndolo


al cadalso

BUCKINGHAM. ¡Hastings y ustedes, príncipes muertos siendo niños; Grey y


Rivers, santo rey Enrique, y Eduardo, su amable hijo...
desaparecidos todos bajo la mano corrompida de la injusticia
solapada! Si sus almas ofendidas y dolientes contemplan, a
través de las nubes, el espectáculo de esta hora fatal, ríanse de
mi destrucción. ¿Hoy es el día de todas las Almas,?

BRAKENBURY. Así es, milord.

BUCKINGHAM. ¡Pues, entonces, el día de todas las Almas es el día del


juicio de mi cuerpo! ¡Este es el día en que juré morir víctima de
la perfidia del hombre en quien hubiera depositado la mayor
confianza!¡Así cae con todo su peso sobre mi frente la
maldición de Margarita! ¡Cuando destroce de dolor tu corazón –
me dijo-, acuérdate de que Margarita fue tú profetisa!...
¡Vamos, oficiales, llévenme al cadalso deshonroso! (Lo ponen
en el cadalso) ¡El crimen es castigado por el crimen, y la
infamia, juzgada por la infamia! (Le cortan la cabeza)
~ 61 ~

Escena II

La campiña de Bosworth.

Entran el REY RICARDO y tropas; el DUQUE DE NORFOLK, RATCLIFF y


otros

REY RICARDO. ¡Que levanten aquí nuestra tienda, en este campo! ¡Milord
de Norfolk! ¡La batalla va a ser cruda! ¡Ah! ¿Vamos a ver la luz
del siguiente día?

NORFOLK. Sí, la vamos a ver, mi amado señor.

REY RICARDO. ¡Arriba con mi tienda! (Algunos soldados comienzan a


levantar la tienda del rey.) Aquí voy a dormir esta noche. Pero
¿y mañana, dónde? ¡No importa!... ¿Quién sabea cuánto
asciende el número de los traidores?

NORFOLK. A seis o siete mil hombres ascienden sus fuerzas.

REY RICARDO. ¡Y qué! ¡Nuestro ejército es tres veces mayor! Además, el


nombre del rey es un baluarte inexpugnable, de que carecen
nuestros adversarios. ¡Arriba con la tienda!... ¿Qué hora es?

Entran a la tienda.

RATCLIFF. La hora de cenar, milord; son las nueve.

REY RICARDO. ¡No quiero cenar esta noche! ¡Tinta y papel! ¡Nobles
caballeros, no descuidemos la disciplina; procedamos sin
demora, pues mañana será un día de prueba! (Salen) ¡Buen
Norfolk, retírate a tu puesto! ¡Vigila cuidadosamente! ¡Escoge
centinelas de confianza!
~ 62 ~

NORFOLK. ¡Voy, milord! (Sale.)

REY RICARDO. ¡No tengo ya la vivacidad de espíritu ni la alegría del alma


que tuve en otro tiempo!...

El REY RICARDO alucina con la presenciade la princesa ISABEL.

ISABEL. Esta es la historia de mi familia: el hermano derrama


ciegamente la sangre del hermano. El padre, en su furia,
asesina a su propio hijo. El hijo, obligado, se convierte en
verdugo de su padre.

REY RICARDO. En nombre de la verdad qué eres: ¿fantasma en medio de


la noche? ¿O eres lo que aparentas ser? Isabel... la sobrina
virtuosa... en el campo de batalla...

ISABEL. ¡Mis hermanos, privados por mi tío de la felicidad, la corona, la


familia, la libertad y la vida!

REY RICARDO. Lo hecho...hecho está. El hombre comete algunas veces, sin


reflexionar, acciones de las que más tarde tiene que
arrepentirse. ¡Aún nos quedan hermosos días por vivir!

ISABEL. ¡Dios ha sido el más ultrajado de todos!

REY RICARDO. ¡Yo te puedo hacer reina! Yo, que soy tu humilde súbdito...

ISABEL. ¡Esta tierra ensangrentada por tantos crímenes infames!

REY RICARDO. (Arrodillándose) ¡El rey, que puede ordenar, suplica!¡Así


fracase en mi peligrosa lucha contra mis enemigos en armas,
deseo reparar mis faltas y arrepentirme! ¡Nuestra corona
expulsará a latigazos a esos traidores más allá del mar!
~ 63 ~

El REY RICARDO alucina con la presencia de RICHMOND.

RICHMOND. ¡Que se proclame el perdón para los soldados fugitivos que


quieran someterse!

ISABEL. ¡Que sean sepultados sus cuerpos como conviene a su alcurnia!


(A RICARDO). Pero del tuyo no debe quedar memoria.

RICHMOND. (Coronando aISABEL) ¡Que el Cielo, tanto tiempo enojado por


el odio fratricida, sonría anteesta hermosa unión!

REY RICARDO. ¡Silencio, oráculos imperfectos! ¡Detestable profecía! La


batalla apenas comienza... ¡Que me traigan otro caballo!...
¡Que me curen las heridas!...¡Jesús, ten piedad de mí!...
(Voviendo en sí.) No era más que un sueño. ¡Oh, conciencia
cobarde, cómo me desesperas!... ¿Tengo miedo de mí
mismo?... Aquí no hay nadie... Ricardo ama a Ricardo... Eso es;
yo soy yo... ¡Más bien debería odiarme por las acciones infames
que he cometido! ¡Soy un miserable! Pero miento; eso no es
verdad... ¡Loco, habla bien de ti! ¡Loco, no te adules! ¡Mi
conciencia tiene mil lenguas, y cada una repite su historia
particular, y todas me condenan como un miserable!¡Yo mismo
no tengo piedad de mí!

Entra RATCLIFF.

RATCLIFF. ¡Milord!

REY RICARDO. ¿Quién está ahí?

RATCLIFF. Ratcliff, milord; soy yo. El gallo temprano de la aldea ha


saludado dos veces a la aurora. Nuestros amigos están ya en
pie y se abrochan su armadura.
~ 64 ~

REY RICARDO. ¡Oh, Ratcliff! ¡Tuve un sueño horrible!... ¿Tú qué crees?
¿Nuestros amigos van a ser leales hasta el final?

RATCLIFF. Sin duda alguna, milord.

REY RICARDO. Ratcliff, temo, temo...

RATCLIFF. No hay por qué temer, milord.

REY RICARDO. Aún no está cercano el día ¡Vamos, ven conmigo! Voy a
rondar por nuestras tiendas, haciendo el papel de los que
escuchan tras las puertas, para oír si hay alguien que me
traiciona. (Suena una campana.) Qué horas da... ¡Tráeme un
calendario! ¿Quién ha visto hoy el sol?

RATCLIFF. Yo no, milord.

REY RICARDO. ¡Será un día de luto para alguno!... ¡Ratcliff!

RATCLIFF. ¡Milord!

REY RICARDO. ¡El sol no quiere dejarse ver hoy! ¡Frunce el ceño y la
neblina acorrala a nuestras tropas! ¡Quisiera que esas lágrimas
de rocío procedieran de la tierra! ¡Sin sol hoy! Pero ¿acaso eso
me afecta a mí más que a Richmond? Los mismos cielos que
me miran a mí con rabia los miran a ellosde igual manera.

Entra NORFOLK.

NORFOLK. ¡A las armas, a las armas, milord! ¡El enemigo cubre la llanura!

REY RICARDO. ¡Vamos! ¡A las armas!¡A las armas!... ¡Preparen mi caballo!


Señores, a sus puestos!

El ejército se prepara y forma ante el rey.


~ 65 ~

REY RICARDO. (A los soldados.) ¿Qué más les puedo decir además de lo
que ya dije? ¡Recuerden quienes son nuestros enemigos! ¡Un
atado de vagabundos, bribones y desterrados, la basura de
Bretaña, y el bajo pueblo inmundo, vómito de su contagiado
país, que espera deshacerse de ellos!. ¡Mientras ustedes
dormían tranquilos, ellos querían quitarles el descanso! ¡Como
ustedes eran los dueños de la tierra y vivían felices con sus
bellas esposas, ellos trataban de despojarlos de las unas y
deshonrar a las otras!¡Expulsemos a esos presuntuosos
harapientos, a esos hambrientos mendigos desahuciados de la
vida, que, sin el sueño insensato de esta empresa loca, se
hubieran ahorcado ellos mismos y habrían muerto como
simples ratas! ¿Vamos a permitir que nos roben nuestras
tierras? ¿Que se acuesten con nuestras mujeres? ¿Que rapten a
nuestras hijas?... ¡Escuchen!... ¡Oigo sus tambores!... (Se
escuchan tambores a lo lejos.) ¡Al combate, nobles de
Inglaterra! ¡Que nuestro antiguo grito de guerra: ¡Por el gran
San Jorge!, nos inspire con la cólera de los dragones
incandescentes!

Salen al combate, aparecen ante el REY RICARDO varios ESPECTROS.

ESPECTRO DEL DUQUE GEORGE. ¡En la batalla, voy a atormentar con


fuerza abrumadora tu alma!

ESPECTRO DE HASTINGS. ¡Sanguinario! ¡Criminal!

ESPECTRO DE RIVERS.- ¡Yo soy Rivers, el que ordenaste asesinar en la


torre! ¡Pierde el control y muere!

REY RICARDO. ¡Que no turben nuestro ánimo sueños pueriles, pues la


conciencia es una palabra para uso de los cobardes, inventada
para paralizar a los fuertes!
~ 66 ~

ESPECTRO DEL PRÍNCIPE. ¡Recuerda a tus sobrinos estrangulados en la


Torre!

ESPECTRO DUQUE GEORGE. ¡Pierde el mando de tu tropa y muere!

ESPECTRO DE BUCKINGHAM. ¡Oh!... ¡Acuérdate de Buckingham durante


la batalla, y muere por el terror por tus culpas!

NORFOLK. ¡Milord, el enemigo atraviesa el pantano!

REY RICARDO. ¡Al combate, bravos milicianos! ¡Mil corazones laten en mi


pecho!

Fragores de combate. Movimiento de tropas.

ESPECTRO DE RIVERS. ¡En la batalla, voy a perseguir con fuerza


abrumadora tu alma!

ESPECTRO DE LA REINA ANA. ¡Ricardo, soy tu infortunada esposa Ana,


que nunca durmió una hora tranquila contigo!

REY RICARDO. ¡Que el ímpetu de nuestros brazos sea nuestra conciencia;


nuestras espadas, la ley! ¡Adelante! ¡Lancémonos bravamente
unidos! ¡Si no al Cielo, todos de la mano al infierno!...

ESPECTRO DEL PRÍNCIPE. ¡Las almas de tus sobrinos desean que pierdas
y mueras!

ESPECTRO DE RIVERS. ¡Que caiga tu espada llena de terror por tus


crímenes!

ESPECTRO DE HASTINGS. ¡Recuerda a lord Hastings!

ESPECTRO DE LA REINA ANA. ¡Baja la guardia y muere!


~ 67 ~

ESPECTRO DE RIVERS. ¡Desespérate y muere!

ESPECTRO DE BUCKINGHAM. ¡Yo fui el primero en elevarte a la corona y


el último en sentir tu tiranía!

REY RICARDO. ¡A ellos! ¡La victoria se cierne sobre nuestros penachos!

ESPECTRO DE HASTINGS. ¡Combate y termina tus días en la sangrienta


batalla!

REY RICARDO. ¡Adelante las banderas!

ESPECTRO DE BUCKINGHAM. ¡Desespérate delirando!

ESPECTRO DEL PRÍNCIPE. ¡Qué pesemos en tu corazón, Ricardo, con


lapesadez del plomo, para conducirte a la ruina, ala infamia y a
la muerte!

ESPECTRO DE LA REINA ANA. ¡Recuérdame y que tu espada caiga hecha


pedazos!

REY RICARDO. ¡Al enemigo!

ESPECTRO DEL DUQUE GEORGE. Que tu espada caiga durante el


combate, al igual que tú!

REY RICARDO. ¡Hundan la espuela en los flancos de los caballos y galopen


entre la sangre!

ESPECTRO DE BUCKINGHAM. ¡Sigue soñando en acciones sangrientas y


de muerte!

REY RICARDO. ¡Que retumbe de espanto la bóveda celeste con los


destellos de las lanzas!
~ 68 ~

ESPECTRO DE BUCKINGHAM. ¡Entrega tu último suspiro desesperándote!

REY RICARDO. ¡Tiren, arqueros! ¡Apunten sus flechas a la cabeza!

CORO DE ESPECTROS.¡Nuestras desgracias serán las espadas que


atraviesen el corazón de Ricardo!...

REY RICARDO. ¡Un caballo! ¡Un caballo!

NORFOLK. ¡Retrocede, milord; voy por un caballo! (Es alcanzado por una
flecha enemiga y muere).

REY RICARDO. ¡Miserable! ¡Juego mi vida en el ajedrez y quiero correr el


azar de ver la muerte frente a frente! ¡Creo que hay mil
enemigos en el campo de batalla! ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi
reino por un caballo!

FIN

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