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Soberanía y Seguridad
Alimentaria
Profesor: Alumnos:
Arlenys Andrades
30.466.077 Bello Antonio
28.169.653 Hernández Edward
28.364.952 González Isnardo
28.663.016 Moya Argenis
Al igual que el agua, la alimentación es un derecho fundamental de todo ser humano, que
como tal debe ser reconocido, respetado, protegido y garantizado.
Así mismo se considera que la Seguridad Alimentaria con Soberanía es el derecho de los
pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma
sostenible y ecológica.
Esta forma de pensar sobre los problemas de alimentación en el mundo dio origen, en
1960, al envío masivo de alimentos a la India para evitar la hambruna, así como al inicio de la
Revolución Verde que buscaba producir más alimentos. Ambas prácticas fueron muy cuestionadas
por el poco éxito que tuvieron en la erradicación del hambre en el mundo, pero más aún porque
crearon grandes cambios en la industria agroalimentaria favoreciendo a un grupo reducido de
empresas que lograron el control del sistema alimentario global y crearon una gran dependencia
alimentaria en los países del Sur con respecto a los del Norte. Estos segundos, gracias a sus propias
políticas agrícolas y a las ventajas del comercio internacional, lograron tener una gran
sobreproducción de alimentos listos para ser enviados a los puertos de los países del Sur.
Puede afirmarse que hoy en día la producción de alimentos es más que suficiente para
satisfacer las necesidades de toda la población del planeta, pero su distribución es muy desigual.
Así por ejemplo, los países desarrollados, donde habita sólo el 20 % de la población del mundo,
producen 848 754 millones de toneladas de cereales, equivalente al 44 % de la producción
mundial. Este patrón se repite para casi todos los rubros o grupos de rubros de la agricultura. De
esta manera, salvo en los casos debidos a las injusticias sociales prevalentes, el hambre y la
malnutrición han sido erradicadas en los países desarrollados, en los cuales la suficiencia
alimentaria y el exceso de alimentos alcanzado ha sido, y esto hay que enfatizarlo, en base a una
producción propia, que a su vez le permite un brutal dispendio alimentario.
Es indudable que en las familias pobres, las madres en momentos de crisis, toman
decisiones acertadas al darle prioridad al consumo de alimentos fuente de energía, tales como
cereales y grasas. Sin embargo, las dificultades en el acceso de los alimentos, no limitan la
posibilidad de la familia de llenar los requerimientos calóricos mínimos. En este sentido, el precio
de esta deficiencia es muy alto, pues importantes grupos de población ven frustradas su
posibilidad de desarrollo. Por tanto, la seguridad alimentaria debe centrarse en el bienestar
humano.
Puede decirse que los alimentos que conforman el patrón de consumo de los venezolanos
no han cambiado significativamente, como lo demuestran las encuestas de Fundacredesa en los
últimos 25 años. Aunque las proporciones ingeridas de alimentos de distinto origen, varían entre
estratos sociales, existe un grupo básico que conforma la dieta diaria en nuestro país.
Los cereales, las grasas visibles y alimentos varios representan la mayor participación en la
ingesta calórica de las familias del estrato V, en comparación con las del estrato III, que consumen
una mayor proporción de alimentos de origen animal.
Estos son los alimentos que constituyen el núcleo fundamental para nuestra seguridad
alimentaria y deben tomarse en consideración, tanto por el sector público como el privado, en la
definición de políticas y las líneas de acción a tomar para garantizarla.
Con todos se pretende lograr esfuerzos conjuntos para lograr avances en materia
agroalimentaria, por medio del suministro y la colaboración e intercambio de conocimiento y
tecnología que aseguren el acceso al alimento a los ciudadanos. Uno de los propósitos más
urgentes que han impulsado estas alianzas, es asegurar el suministro de los alimentos para
enfrentar el fuerte desabastecimiento del cual los venezolanos fuimos y seguimos siendo víctimas
aunque en menor medida. En los anaqueles de los diversos abastecimientos se encuentran un
número significativo de productos provenientes de distintos países, lo cual evidencia nuestra
incapacidad (a pesar de los esfuerzos tanto del sector público como privado) para
autoabastecernos.
A través de las alianzas se puede lograr compartir riesgos, incrementar a través de la suma
de esfuerzos la innovación, disminuir la incertidumbre y los costos de investigación, intercambio
de las mejores prácticas entre las partes relacionadas, el acceso a nuevos recursos financieros,
acceder a nuevos mercados, entre otras.
Por otra parte, en Venezuela se han creado organizaciones como MERCAL y PDVAL las
cuales tienen como finalidad la distribución de alimentos para las personas con menos poder
adquisitivo. Es preciso destacar, que algunas empresas privadas tienen algunos acuerdos con el
gobierno para la producción de los alimentos distribuidos a través de MERCAL y el en caso de
PDVAL Petróleos de Venezuela le representa un gran apoyo.
Si bien es cierto, que la colaboración es clave para avanzar hacia la seguridad y soberanía
alimentaria del país, se debe tener claro que los beneficios obtenidos de ella deben aprovecharse
para fortalecer el sector agroindustrial nacional mediante la reestructuración, el desarrollo y
diversificación de productos y la innovación y modernización tecnológica de la producción
(estrategias intra-empresas). Del aprendizaje de las nuevas prácticas y herramientas debe surgir la
evolución de nuestro sector agroalimentario.
Para ello, es prioritario dirigir los esfuerzos hacia el rescate de los valores nacionales y el
enaltecimiento de la cultura por medio de la educación; una educación que se inicie desde los
niveles inferiores hasta los superiores, en la cual se destaque la importancia del sector
agroalimentario para el desarrollo de Venezuela, y de la estrecha vinculación entre la eficiencia del
sector y el bienestar de la población.