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A finales del siglo XIX el imperio colonial español estaba formado solo por Cuba,
Puerto Rico, Filipinas y algunas islas del Pacífico.
La Primera Guerra Cubana (la Guerra Larga, 1868-1878) había sido un primer
aviso de las aspiraciones independentistas cubanas y se cerró con la Paz de Zanjón, en la que
la metrópoli se comprometía a hacer reformas. Estas reformas nunca llegaron, por lo que
estalló la Guerra Chiquita (1879-1880) Pero el gobierno de España no llevó a cabo las
ansiadas reformas.
Se organiza entonces con más fuerza la oposición en Cuba: surge el Partido Liberal
Autonomista, que representaba a la burguesía criolla y pedía la autonomía y reformas
políticas y económicas sin llegar a la independencia, y el Partido Revolucionario Cubano,
creado por José Martí, partidario de la independencia de la isla.
En Filipinas había escasa presencia española y baja ocupación efectiva del territorio,
excepto en Manila y alrededores. Grupos de mestizos y nativos atacaron la ausencia de
reformas y se rebelaron contra el poder español y de las órdenes religiosas, dando lugar al
movimiento emancipador con José Rizal a la cabeza. Este fundó en 1893 la Liga Filipina,
con objetivo emancipador.
En 1895 estalla una nueva insurrección independentista en Cuba, tras el llamado “grito
de Baire”, encabezada por José Martí, Máximo Gómez y los hermanos Maceo. Esta guerra
tiene dos etapas:
Entre 1895 y 1898 es una guerra entre el ejército español y los independentistas
nativos. Primero el gobierno español intentó una política de negociación con Martínez
Campos a la cabeza. Al fracasar, envía al general Weyler, que inició una guerra de desgaste y
de represión de los insurrectos muy dura. Recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos
a las montañas. Concentró en compartimentos, poblados similares a campos de
concentración, a la población civil para que no ayudaran a los rebeldes. Los guerrilleros
cubanos recibían armamento y suministros norteamericanos. Las bajas españolas fueron
aumentando, más por enfermedades que por combates, y empezaron las protestas en España.
Sagasta, tras el asesinato de Cánovas, intentó poner en marcha un proyecto de autonomía y
sustituyó a Weyler, pero ya era tarde.
En 1899 España entregó al Imperio alemán las islas Carolinas, las Marianas y las
Palaos a cambio de 25 millones de pesetas. Se desmanteló así el imperio colonial español.
El conocido como Desastre del 98 provocó una profunda crisis que se reflejó en tres
grandes ámbitos:
- Económico: supuso una pérdida de materias primas y mercado para la industria española.
Los alimentos subieron de precio en España en 1898. Se repatriaron muchos capitales que
fueron invertidos en la Península (fundación de bancos, inversión en la siderurgia vasca).
Bloque 7 – La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político (1874-1902)
- Político: el sistema de la Restauración entra en crisis. Afectó a los líderes políticos, sobre
todo a Sagasta que tuvo que afrontar la derrota. El ejército español quedó profundamente
desprestigiado. Los nacionalismos periféricos vivieron un momento de impulso favorecido
por el sentimiento de crisis nacional y España perdió peso internacional, algo que se intentará
compensar mediante la colonización de Marruecos.
- Ideológico: La mayor repercusión del Desastre del 98 fue la crisis ideológica y moral. La
derrota supuso un sentimiento de frustración y de fatalismo, ya que supuso la pérdida de todo
el imperio colonial y la certeza de que España era una potencia secundaria en el orden
internacional. Generó varios movimientos ideológicos y culturales: