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Bloque 7 – La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político (1874-1902)

7.3 – EL PROBLEMA DE CUBA Y LA GUERRA ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS


UNIDOS. LA CRISIS DE 1898 Y SUS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS,
POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS.
Situación colonial española a finales del siglo XIX: el problema de Cuba

A finales del siglo XIX el imperio colonial español estaba formado solo por Cuba,
Puerto Rico, Filipinas y algunas islas del Pacífico.

Cuba y Puerto Rico basaban su economía en la agricultura de exportación de la caña


de azúcar y el tabaco. El gobierno español controlaba el comercio de las colonias mediante
limitaciones y aranceles, con los cuales controlaba la venta de sus productos y conseguía que
Cuba y Puerto Rico fueran mercados de los textiles catalanes o los cereales castellanos. Dicha
política perjudicaba a las colonias, ya que no podían comerciar libremente con EEUU (que les
hubiera provisto de productos industriales más baratos y hubiera sido mercado para sus
productos). Además, España apoyó los intereses de una pequeña oligarquía que mantenía a la
mano de obra indígena y esclava en muy malas condiciones. Hasta 1880 no se abolió la
esclavitud en Cuba e incluso después los trabajadores fueron mantenidos en muy malas
condiciones.

La Primera Guerra Cubana (la Guerra Larga, 1868-1878) había sido un primer
aviso de las aspiraciones independentistas cubanas y se cerró con la Paz de Zanjón, en la que
la metrópoli se comprometía a hacer reformas. Estas reformas nunca llegaron, por lo que
estalló la Guerra Chiquita (1879-1880) Pero el gobierno de España no llevó a cabo las
ansiadas reformas.

Los Gobiernos españoles tardaron en atender las reivindicaciones de los cubanos


debido a las presiones de la oligarquía colonial esclavista y de los sectores textil y cerealístico
peninsulares. La consecuencia fue la radicalización del movimiento nacionalista que a
principios de los 90 ya no reclamó la autonomía política sino la independencia de la isla.
Además, los separatistas cubanos contaron con el apoyo de EE.UU., que tenía intereses
económicos en la isla.

Se organiza entonces con más fuerza la oposición en Cuba: surge el Partido Liberal
Autonomista, que representaba a la burguesía criolla y pedía la autonomía y reformas
políticas y económicas sin llegar a la independencia, y el Partido Revolucionario Cubano,
creado por José Martí, partidario de la independencia de la isla.

En Filipinas había escasa presencia española y baja ocupación efectiva del territorio,
excepto en Manila y alrededores. Grupos de mestizos y nativos atacaron la ausencia de
reformas y se rebelaron contra el poder español y de las órdenes religiosas, dando lugar al
movimiento emancipador con José Rizal a la cabeza. Este fundó en 1893 la Liga Filipina,
con objetivo emancipador.

La pérdida de las colonias y la guerra entre España y Estados Unidos


Bloque 7 – La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político (1874-1902)

En 1895 estalla una nueva insurrección independentista en Cuba, tras el llamado “grito
de Baire”, encabezada por José Martí, Máximo Gómez y los hermanos Maceo. Esta guerra
tiene dos etapas:

Entre 1895 y 1898 es una guerra entre el ejército español y los independentistas
nativos. Primero el gobierno español intentó una política de negociación con Martínez
Campos a la cabeza. Al fracasar, envía al general Weyler, que inició una guerra de desgaste y
de represión de los insurrectos muy dura. Recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos
a las montañas. Concentró en compartimentos, poblados similares a campos de
concentración, a la población civil para que no ayudaran a los rebeldes. Los guerrilleros
cubanos recibían armamento y suministros norteamericanos. Las bajas españolas fueron
aumentando, más por enfermedades que por combates, y empezaron las protestas en España.
Sagasta, tras el asesinato de Cánovas, intentó poner en marcha un proyecto de autonomía y
sustituyó a Weyler, pero ya era tarde.

A partir de 1898 Estados Unidos interviene en la guerra en contra de España. Estados


Unidos estaba interesado en los dominios caribeños españoles por razones económicas (tenía
intereses comerciales, mineros y agrícolas) y geoestratégicas (es la época del imperialismo
estadounidense que buscaba el dominio de Centroamérica y el Caribe). Washington, deseoso
de entrar en la contienda, cuando el navío Maine, un acorazado estadounidense, explotó en el
puerto de la Habana en extrañas circunstancias, culpó a España.

El presidente McKinley presentó a España un plan de compra de la isla por 300


millones de dólares, dándoles tres días para aceptar la oferta. España la rechazó, al considerar
el ultimátum una humillación, aunque eran conscientes de su inferioridad militar y numérica.
Los Estados Unidos declararon la guerra a España el 25 de abril de 1898.

La guerra se desarrolló en dos escenarios: Cuba y Filipinas. Filipinas se había sumado


a la insurrección en 1896 y España había reprimido la rebelión y fusilado al líder
independentista Rizal. Estados Unidos decidió intervenir también allí al declarar la guerra a
España: en la primavera de 1898 la flota estadounidense se dirige a las Filipinas y derrotan a
los españoles en Cavite. Destrozan la flota española y toman Manila casi sin combate. En
Cuba los españoles también son derrotados, la flota española es vencida en Santiago de
Cuba. El 12 de agosto España tuvo que pedir un armisticio y se firma el Tratado de París:
España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a
Estados Unidos a cambio de una compensación de 20 millones de dólares.

En 1899 España entregó al Imperio alemán las islas Carolinas, las Marianas y las
Palaos a cambio de 25 millones de pesetas. Se desmanteló así el imperio colonial español.

La crisis de 1898 y las consecuencias económicas, políticas e ideológicas

El conocido como Desastre del 98 provocó una profunda crisis que se reflejó en tres
grandes ámbitos:

- Económico: supuso una pérdida de materias primas y mercado para la industria española.
Los alimentos subieron de precio en España en 1898. Se repatriaron muchos capitales que
fueron invertidos en la Península (fundación de bancos, inversión en la siderurgia vasca).
Bloque 7 – La Restauración Borbónica: implantación y afianzamiento de un nuevo sistema político (1874-1902)

- Político: el sistema de la Restauración entra en crisis. Afectó a los líderes políticos, sobre
todo a Sagasta que tuvo que afrontar la derrota. El ejército español quedó profundamente
desprestigiado. Los nacionalismos periféricos vivieron un momento de impulso favorecido
por el sentimiento de crisis nacional y España perdió peso internacional, algo que se intentará
compensar mediante la colonización de Marruecos.

- Ideológico: La mayor repercusión del Desastre del 98 fue la crisis ideológica y moral. La
derrota supuso un sentimiento de frustración y de fatalismo, ya que supuso la pérdida de todo
el imperio colonial y la certeza de que España era una potencia secundaria en el orden
internacional. Generó varios movimientos ideológicos y culturales:

La conmoción provocó una profunda crisis de la conciencia nacional que influyó en


la obra de los escritores de la generación del 98 (Unamuno, Baroja, Maeztu...).

Surge el Regeneracionismo: movimiento intelectual y político en el que se


analizan las causas de la decadencia de España. Se critica el sistema de la Restauración y pide
la regeneración del mismo. A nivel social representa la opinión de amplios sectores de las
clases medias y de la pequeña y mediana burguesía, que no se identificaban con un régimen al
servicio de una pequeña oligarquía.

No se trataba de una línea de pensamiento unitaria, sino de un planteamiento ético


ante la sociedad y la política que se dividió en dos grandes ramas:

- Un regeneracionismo dentro del sistema, representado por Silvela o Maura, ministros


del Partido Conservador que limitaban las críticas a los aspectos negativos del sistema
político, pero que aceptaban su validez general.
- Un regeneracionismo fuera del sistema, representado por Joaquín Costa, que
criticaba el sistema político en su totalidad como “organismo enfermo y degenerado”.
Para él las causas del declive de España eran la corrupción electoral y política, el
atraso cultural del país y la falta de modernización.

Silvela presidió en 1899 un gobierno formado por partidarios de aplicar las


reformas regeneracionistas, pero fracasaron. En 1901 Sagasta volvía a formar gobierno y en
mayo de 1902 Alfonso XIII fue proclamado rey al cumplir la mayoría de edad.

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