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Por la localización latitudinal del Chile, el territorio parte en la zona subtropical árida que
recibe una fuerte influencia anticiclónica correspondiente al cinturón de desiertos del trópico
de Capricornio. El anticiclón del Pacifico sur-oriental permanece todo el año, con su alta
presión, bloqueando el ingreso de cualquier perturbación atmosférica que pudiera generar
lluvias, ese es el origen del desierto del norte grande. En el desierto de Atacama se registran
las menores precipitaciones del planeta, alcanzando promedios tan bajos como 2 mm/año. A
medida que nos alejamos del trópico hacia el sur, el anticiclón va perdiendo su capacidad de
bloqueo, permitiendo cada vez más el ingreso de los frentes de lluvia que vienen del sur-oeste.
Así, el territorio chileno va observando un gradual aumento de las precipitaciones hasta la
región de Aysén, donde esta llega a un máximo superior a los 3.000 mm anuales debido al paso
de un par de frentes cada semana, los que dejan más de 250 días de lluvia cada año en las islas
más occidentales. Hacia el extremo austral (Magallanes), la precipitación declina nuevamente
debido a la influencia “pampeana” que acarrea las altas presiones del anticiclón del Atlántico,
responsable de la aridez del sur de Argentina. Junto con esta evolución, el territorio se enfría
gradualmente desde la región central al sur, manteniendo temperaturas diurnas unos 8 a 10°C
más bajas en la costa que en el interior.
El total de aguas renovables en Chile alcanza a los 922 km 3 anuales, lo que lo sitúa en el lugar
14 en el mundo y 5 en Latinoamérica. No obstante esto, el agua en Chile presenta un fuerte
desequilibrio geográfico (tabla 11.1). El patrimonio hidrológico de Chile se estructura en 101
cuencas hidrográficas principales, que nutren a 1.251 ríos cuya escorrentía anual en conjunto
alcanza a los 29.245 m3 /s. (MOP, 2013). Este caudal de agua renovable, en relación con la
población del país, da una disponibilidad de agua del orden de los 53.000 m 3 /habitante año,
lo que es 25 veces el valor de 2000 m3 /habitante, considerado adecuado para un desarrollo
ilimitado en agua.
En cifras globales, Chile es un país con abundantes recursos hídricos. Considerando el total de
la escorrentía procedente de las precipitaciones, la disponibilidad anual es de 53.000 m 3
/habitante (Banco Mundial, 2011), muy superior a los 2.000 m 3 /habitante/año, considerado
mundialmente como necesario para el desarrollo sostenible. A pesar de esto, hay un fuerte
desequilibrio geográfico entre la localización de los recursos y la población. La región central y
norte, deficitaria en agua, concentra el 65% de la población del país. El caso más extremo se
presenta en las regiones de Antofagasta y Atacama con 52 y 208 m 3 /habitante. Entre las
regiones de O´Higgins y La Araucanía, la disponibilidad natural de agua supera los 6.000 m 3
/persona/año, llegando hasta los 49.000 m 3 /persona/ año. Desde la Región de Los Ríos hacia
el sur aumenta el agua y disminuye la población, observándose una disponibilidad natural de
agua que supera los 169.500 m3 /habitante/año.
Esto nos permite afirmar que el desarrollo de actividades económicas en el norte de Chile
dependerá en el futuro fuertemente de las posibilidades de generar nuevas fuentes de agua a
costos razonables. Por ahora, las tecnologías de transporte de agua a distancia o la desalación
de agua marina tienen costos claramente por encima de 1 dólar por m3 , lo que deja a la
agricultura fuera de posibilidades de acceder a estas soluciones. Dados los grandes volúmenes
de agua usados por la agricultura, los que difícilmente bajarán de 6.500 m3 /ha año, las
soluciones viables con esta industria deberán producir agua a menos de un 10% de los costos
que pueden ofrecer estos sistemas. Entre Atacama y Biobío precipitan, en un año normal,
168,84 km3 (*) de agua. De esta cantidad, solo 38,55 km3 escurren desde la cordillera hacia los
valles (caudal afluente). De ese caudal, una cantidad muy baja llega al mar en las regiones del
norte (Atacama y Coquimbo), no obstante en las regiones centrales llama poderosamente la
atención constatar que más de un 50% del agua de los ríos llega al mar (caudal sobrante) y de
O’Higgins al sur más del 100% del agua que provee la cordillera llega hasta el mar, esto último,
debido a que los cauces principales reciben aportes de afluentes en la parte baja del valle,
haciendo llegar más agua al mar, de lo que aportó la cuenca principal en la cordillera. Es así
como entre Atacama y Biobío los ríos vierten al mar anualmente una cifra del orden de los 50
km3 de agua dulce (50 veces el sistema Paloma-Recoleta-Cogotí completo) (tabla 11.2).
En general los ríos de Chile tienen un régimen dominantemente nival en la zona central y
norte, el cual evoluciona gradualmente hacia uno pluvial de Biobío al Sur, pasando por un
régimen mixto de transición en Maule y Ñuble. Cualquiera que sea el régimen, la temporada
de riego se extiende por 6 o 7 meses, por lo que en el restante tiempo las aguas siguen su
curso hacia el mar, especialmente en las cuencas que no cuentan con regulación artificial. Esta
situación, además de la existencia de afluentes en zonas bajas, hace que a nivel de promedios
anuales, los caudales en la desembocadura sean una proporción muy alta en relación con el
caudal afluente (en el punto más alto antes de la existencia de usuarios). En el río Maipo el
caudal sobrante es superior al 90% y de Rapel al sur los caudales en la desembocadura superan
incluso al caudal afluente. Sólo de Limarí al norte los ríos llegan con menos del 50% de su agua
al mar. Todo esto señala una situación de relativa abundancia de agua, la cual no puede ser
aprovechada debido a la falta de capacidad de regulación del caudal (tabla 11.3).
Las cuencas presentan claros signos de estrés del Aconcagua al norte (Ayala, 2010). Al sur de
O’Higgins, la demanda está por debajo de la oferta considerando cifras anuales, no obstante
en periodos de estío, han comenzado a aparecer claros signos de deficiencia hídrica hasta la
región de Osorno. Los caudales de los principales ríos se han mostrado altamente variables en
las últimas décadas, insinuando ciclos de varios años de mayor caudal, alternados con ciclos de
menor caudal. Estos ciclos están alineados con los ciclos más lluviosos y secos asociados a la
oscilación decadal del Pacífico (PDO), los que tienen una longitud de 10 a 20 años. Aunque los
caudales no muestran una tendencia clara, hay ciertas cuencas, que sugieren una cierta
declinación de la escorrentía en las últimas décadas, este es el caso de Aconcagua (gráfico
11.1).
La disponibilidad del recurso aumenta conforme se avanza desde el norte hacia el sur del país,
en un rango que varía entre 0,01 en la zona norte y 3.480 m3 /s en cuencas de la zona austral.
De acuerdo con las variaciones de oferta, se pueden distinguir las siguientes situaciones:
Zona norte En la zona norte, las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta,
Atacama y Coquimbo presentan los valores más bajos de oferta superficial y subterránea del
país, donde destacan las cuencas de los ríos San José, fronterizas Salar Michincha- río Loa,
fronterizas salares Atacama- Socompa, río Salado, río Los Choros, costeras entre río Choapa y
río Quilimarí, río Quilimarí, con los valores más bajos en torno a 0,01 y 1 m3 /s.
En tanto, los valores más altos de la zona norte están en las cuencas altiplánicas, del río
Huasco, río Elqui y río Limarí, con ofertas referenciales cercanas a los 10 m3 /s. En esta zona
cabe destacar a la región de Antofagasta, debido a sus importantes superficies sin información
respecto de la disponibilidad del recurso subterráneo.
Zona centro Entre las regiones de Valparaíso y el Maule, las ofertas referenciales en las
cuencas alcanzan como máximo 361 m3 /s. Este valor más alto se presenta en la cuenca del río
Itata. Las cuencas del río Maipo, río Rapel, río Mataquito y río Maule, le siguen en las ofertas
referenciales, teniendo valores cercanos a ese máximo (entre 203 y 301 m3 /s).
Los valores más bajos de oferta determinados en la zona centro, pertenecen a las cuencas
costeras. Sin embargo, éstas fueron analizadas a partir del Balance Nacional (DGA, 1987),
requiriéndose aquí un informe más actualizado, que además integre la oferta subterránea
actualmente inexistente. Se excluye del análisis a las zonas insulares.
Zona sur En la zona sur del país, solamente se contó con lo señalado en el Balance Nacional
del año 1987 (a excepción de la cuenca del río Biobío) careciendo de un estudio actualizado
que incluya la oferta subterránea, lo que se requiere desarrollar para mejorar el análisis. De
acuerdo a la información encontrada, entre la región de Biobío y Los Lagos, las ofertas
referenciales en las cuencas alcanzan 1.064 m3 /s. Se destacan las cuencas del río Biobío, río
Valdivia, río Bueno, las cuencas e islas entre río Bueno y río Puelo, costeras, entre río Puelo y
río Yelcho, río Yelcho, islas de Chiloé e islas circundantes, las que presentan las ofertas
referenciales más altas, variando entre 699 y 1.064 m3 /s.
Zona austral Según la información recopilada hasta el año 2016, en la zona austral -al igual
que en la zona sur- el análisis de oferta referencial en las cuencas se basa en la información de
oferta referencial superficial encontrada en el Balance Nacional del año 1987.
Calidad de agua
La calidad del agua es un término utilizado para describir sus características químicas, físicas y
biológicas. A su vez, la clasificación depende principalmente del uso que se le da al recurso, ya
sea para agua potable, riego u otro. El uso de agua de calidad insuficiente puede tener
impactos negativos en la salud de las personas y en la conservación del medio ambiente. La
problemática de la calidad del agua suele quedar invisibilizada por el desbalance hídrico o las
situaciones de sequía e inundaciones, aun cuando debería ser un tema relevante a considerar
en la toma de decisiones.
Chile cuenta con normas primarias y secundarias de calidad de aguas y de descarga a cuerpos
de agua para control de la contaminación. Las dos normas principales de emisión de
contaminantes a cuerpos de agua son: El DS N° 90/2000 del Ministerio Secretaría General de la
Presidencia que regula la emisión de contaminantes asociados a las descargas de residuos
líquidos a aguas marinas y continentales superficiales, cuya revisión está en trámite desde
2006. El DS N° 46/2002 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia que regula la
emisión de residuos líquidos a aguas subterráneas, cuya revisión se encuentra en trámite
desde 2018. Las normas secundarias de calidad del agua (NSCA) para cuencas específicas son
pocas. A la fecha, sólo existen 5 NSCA: Río Serrano, 2010; Lago Llanquihue, 2010; Lago
Villarrica, 2013; Río Maipo, 2015; y Río Biobío, 2015. Junto a ellos, existen una serie de
proyectos de NSCA en tramitación desde hace varios años. Esto da cuenta de que el tema de la
calidad de las aguas no ha sido prioritario en la gestión de los recursos hídricos en Chile.
La contaminación de las aguas principalmente se genera a través de las aguas servidas,
originadas de los usos domésticos, de los efluentes mineros y los residuos industriales líquidos,
de la lixiviación de sales al suelo, la contaminación difusa por fertilizantes y pesticidas en las
aguas superficiales y subterráneas (Orrego, 2002). A parte de esto, las aguas de escorrentía
son, en general, de elevado contenido de sales del Cachapoal al norte, lo que conduce a
problemas de salinización cuando se usan sistemas de riego de alta eficiencia.
El registro histórico de medición de calidad del agua ha permitido identificar algunos de los
problemas más relevantes en la materia en el país: en la zona norte se ha detectado la
presencia de metales pesados en fuentes de agua natural; mientras que en la zona central se
ha observado contaminación difusa por fósforo y nitratos (Damania et al., 2019)
Cabe destacar que la región de Antofagasta es la que presenta mayor cantidad de estaciones
con calidad insuficiente, situación que se asocia a los altos niveles de arsénico. Estos registros
están fuertemente asociados al río Loa y a la cuenca del Salar de Atacama en menor medida;
luego le siguen las cuencas del río Lluta, río Camarones, cuenca altiplánica y de la Pampa del
Tamarugal.
Las regiones desde Atacama hasta O’Higgins presentar una buena calidad del agua. En la
región de Coquimbo, durante el periodo 2006- 2011, hay alrededor de nueve estaciones con
calidad insuficiente, independiente de la época del año, relacionado a los niveles de arsénico,
cadmio y cobre, todas ellas en la parte alta de la cuenca del Río Elqui. Si bien la región de
Valparaíso, presenta algunas estaciones con calidad insuficiente en verano y primavera,
asociadas principalmente a la demanda química de oxígeno (DQO), cobre y mercurio, en
general las estaciones presentan una buena calidad.
Para la Región Metropolitana, en todas las épocas del año predomina la calidad regular
asociada a DQO como parámetro principal, sin embargo, en primavera se presentan varias
estaciones con calidad insuficiente, las cuales corresponden al río Mapocho (salvo una que
pertenece al estero Puangue).
En la región de O’Higgins predominan las estaciones con buena calidad. Existe una estación
con calidad insuficiente desde otoño a primavera y dos en verano, asociadas al molibdeno, las
cuales pertenecen al estero Alhué (cuenca del río Carén) y al río Cachapoal en invierno.
En general en las regiones de la zona central, el periodo 2011-2016 presenta una mejora
respecto al periodo anterior, salvo en la región de Valparaíso en la época de verano, donde la
calidad clasificada como insuficiente aumenta de 1 a 10 estaciones, producto del contenido de
arsénico. En la Metropolitana, la época de otoño presenta un aumento en las estaciones (de 2
a 4) que registran una calidad insuficiente, producto del contenido de arsénico, de las cuales
cinco se encuentran en el río Mapocho y una en el río Maipo.
La zona sur del país, desde el Maule hasta Magallanes, tiene una clara dominancia de buena
calidad en el periodo 2006-2011 y pasando a una calidad excelente en el 2011- 2016. En
algunas estaciones se muestra la DQO como parámetro sobresaliente.
Usos de agua
Producto del crecimiento demográfico y económico del país, el consumo de agua en Chile ha
aumentado en los últimos años. Las extracciones de agua ascienden a 4.900 m3 /s,
equivalentes a 166 mil millones de m3 / año (DGA, 2017). De estos, el 7% corresponde a
extracciones consuntivas de agua, equivalentes a un caudal de 346 m3 /s. El sector agrícola es
el mayor usuario de agua consuntiva en Chile con un 72%, seguido por el agua potable,
consumo industrial y uso minero, con el 12%, 7% y 4%, respectivamente (el 5% restante está
asociado al sector pecuario y al uso consuntivo en generación eléctrica). Hacia el futuro se
proyecta que la demanda de agua siga creciendo. En este sentido estudios de la DGA (2017)
proyectan un aumento de 4,5% en la demanda consuntiva al 2030, y de 9,7% al 2040.
Oferta vs Consumo
Cabe señalar que el análisis de brecha hídrica sólo fue aplicada en 25 de un total de 101
cuencas hidrográficas existentes a nivel nacional, dejando fuera un 75% de ellas. Las zonas que
carecen de información de oferta de aguas subterráneas fueron excluidas del análisis11. Estas
cuencas se encuentran, según el análisis de oferta referencial de agua, principalmente en la
zona norte, donde se destaca la región de Antofagasta, y en la zona sur y austral, desde la
región de la Araucanía hasta la región de Magallanes y Antártica Chilena.
Cuando se analiza y compara la relación entre oferta referencial y consumo de agua (en las
cuencas hidrográficas donde existe suficiente información para realizar el análisis), se
presentan situaciones heterogéneas, sin una tendencia o comportamiento mayoritario hacia
una condición u otra.
Cabe señalar que, si solamente se aplicara la metodología de análisis con aguas superficiales,
reportada en diversos estudios internacionales12, la totalidad de las cuencas hidrográficas
ubicadas al sur del río Rapel quedarían clasificadas con una brecha baja, por lo que esta zona,
de acuerdo al indicador y la información utilizada, no estaría experimentando presiones
importantes sobre el recurso hídrico.
Otras cuencas vulnerables para el sector, aunque en menor grado en comparación a las
anteriores, son: • Río Copiapó • Río Quilimarí • Río Elqui • Río Aconcagua • Río Choapa • Río
Lluta
Para el sector hidroeléctrico las cuencas donde podría existir déficit de agua, para sostener la
actual demanda, son: • Río Maule • Río Biobío.
Las demandas de agua de los sectores minero, agua y saneamiento, pecuario e industrial son
reducidos en comparación a la oferta hídrica referencial reportada para las cuencas
hidrográficas donde estas actividades se emplazan, excluyendo la región de Antofagasta donde
por ausencia de información no se pudo hacer el análisis. Las cuencas donde podría existir
criticidad considerando una competencia por el uso del recurso en el sector minero y
doméstico, son: • Minería: ríos Los Choros, Salado y Copiapó. • Agua y Saneamiento: ríos Los
Choros, San José y cuencas costeras entre Aconcagua y Maipo
Si bien la PDO es el fenómeno planetario que determina los ciclos del clima a macroescala en
la costa americana, el fenómeno que más directamente determina el comportamiento
pluviométrico de cada año es la ENSO (gráfico 11.3). Las series de tiempo muestran una cierta
regularidad entre los ciclos ENSO cálidos y fríos. Durante los ciclos cálidos, correspondientes al
evento de El Niño las precipitaciones tienden a ser más abundantes. Inversamente, los eventos
fríos (La Niña) tiende a provocar sequias persistentes. Como los mecanismos generadores de
precipitación dependen además de la actividad frontal asociada a la AO, la relación entre Niños
y precipitación no es absoluta. El gráfico 11.4 muestra el nivel de asociación entre años
lluviosos y anomalía de la temperatura superficial del mar (TSS). Se aprecia que en un 75% de
los casos de anomalía negativa de la TSS, la precipitación responde negativamente (sequia),
pero hay un 25% de los casos en que una anomalía negativa de TSS se asocia a lluvias por
sobre lo normal, lo que rompe la regla. Inversamente, las anomalías positivas de la TSS tienden
en un 65% a provocar lluvias por sobre lo normal, mientras que en un 35% de los casos ellas se
asocian a sequias. En los últimos 60 años los ciclos cálidos (Niño) de la TSS han mostrado una
duración media de 20 meses y los fríos (Niña) de 19 meses, con un periodo de retorno del
orden de 24 meses. La duración de los eventos cálidos (Ni ños) ha mostrado una ligera
tendencia a la disminución, junto a un aumento en la duración de las Niñas. (gráfico 11.4).
La megasequía 2008-2015 ha roto varios records históricos. Ella ha coincidido con los años más
cálidos de los últimos 100 años, ha registrado el mayor número de años consecutivos con
precipitaciones deficitarias (6 años entre 2010 y 2015) (gráfico 11.5) y registra el mayor
número de años consecutivos con déficit hídrico (PP-ETP) superior a los 1.000 mm/año (10
años entre 2005 y 2015). Esto último se debe no sólo a la menor pluviometría registrada
durante esta sequía, sino al progresivo aumento de la evapotranspiración que la ha elevado
desde los 1.150 mm por año en 1900 a más de 1.300 mm/año en los años recientes (gráfico
11.6)
En todo el orbe los bordes polares de los desiertos han visto avanzar la aridez sobre regiones
agrícolas como California, Atacama y zonas sub saharianas. De continuar esta tendencia,
estaríamos transitando hacia un país algo más árido como ocurrirá en todas las regiones del
mundo que están al borde de un desierto. No podemos olvidar que el desierto de Atacama
avanzó hacia el sur a razón de 0,4 a 1 km por año durante todo el siglo XX. Es probable que
esta tendencia continúe por algunas décadas antes de alcanzar el equilibrio que la detenga.
Esto nos lleva a redoblar el paso en materia de gestión hídrica. La escasez de agua es la mayor
amenaza que nos trae el cambio climáti tornado más y más suaves. Si bien estos cambios
pueden constituir una amenaza para la actividad agrícola, a veces ellos representan buenas
oportunidades para ampliar o diversificar la agricultura local; en Chile este será el principal
sello de los cambios climáticos en la zona sur.
En Chile se produce una situación muy especial, cual es la presencia del Océano Pacífico a todo
lo largo de su geografía. Un océano frío cuyo litoral es recorrido por la corriente fría más
extensa del mundo, la corriente de Humboldt. Como se supone que los vientos aumentarán su
intensidad sobre los océanos, las corrientes marinas debieran igualmente hacerse más
intensas, lo que paradójicamente debiera enfriar las aguas superficiales en las zonas cercanas a
la costa chilena. Estas aguas más frías ejercerán un efecto refrescante, mayor que el actual,
sobre las masas de aire que ingresan desde el océano al continente, lo que tenderá a
neutralizar el calentamiento global en una extensa franja costera de varias decenas de
kilómetros. Este fenómeno ya comenzó a operar hace varias décadas, lo que ha tenido como
consecuencia un descenso de las temperaturas máximas ya observado en zona litorales del
norte y centro de Chile.
La precipitación anual, en las zonas costeras, ha disminuido entre un 15 y 30% en los últimos
100 años, mientras que en zonas interiores, este cambio es sólo ligeramente perceptible.
Veamos algunas estadísticas: la precipitación media anual de La Serena en 1960 fue de 111
mm, mientras que en 2002 fue de sólo 88 mm, y en Concepción las cifras en el mismo período
fueron de 1.400 mm y 1.170 mm respectivamente (gráfico 11. 7). El hecho de que la
disminución de las precipitación se haya concentrado mayormente en zonas costeras puede
estar relacionado con un cambio en la trayectoria de los frentes debida a un cambio en la
conducta del anticiclón del Pacífico. Si esta situación se mantiene así en este siglo, entonces el
volumen total de agua de escorrentía de las cuencas no estaría tan amenazado, por cuanto el
caudal es más bien regulado por las precipitaciones de cordillera. Lo que si estaría amenazada
es la estacionalidad del agua que escurre por los ríos, pues al subir la temperatura, subiría la
línea de las nieves, lo que haría que más precipitación lo hiciera en forma líquida y menos
como nieve, aumentando la escorrentía invernal, cuando la agricultura no requiere agua. Este
cambio podría tornar más amenazante al régimen de lluvias si se considera además que las
precipitaciones en Chile podrían disminuir en número (gráfico 11.8) pero aumentar en
intensidad, tendencia de la cual ya hay algunos indicadores.
El alza cercana a 1°C que han experimentado las máximas en zonas interiores, tendría
consecuencias sobre el número de días con temperaturas extremadamente altas (mayores a
33°C). La evapotranspiración ha ido igualmente al alza, aumentando los requerimientos de
riego, especialmente en las especies plurianuales (gráfico 11.9). Se espera que las demandas
de agua incrementen en 5 a 8% por cada grado de aumento en la temperatura, lo que en una
temporada podría significar una demanda adicional de agua de hasta 800 m3 por hectárea. Al
parecer esta disminución en zonas interiores y precordilleranas estaría siendo compensada por
el aumento en la intensidad de las precipitaciones, lo que no estaría ocurriendo en zonas
costeras. La disminución del número de días de lluvia, junto al aumento de su intensidad y al
aumento de las tasas de evaporación, puede aumentar la presión hacia la erosión de los
suelos, con los consecuentes riesgos de sedimentación de los lechos y cuerpos de agua. Esta
combinación es igualmente negativa para la agricultura de secano y para el crecimiento de las
praderas.
Cuando se trata de evaluar los recursos hídricos y su disponibilidad futura, en un país con una
gran heterogeneidad, el Déficit hídrico y su tendencia en el tiempo adquiere gran relevancia.
a) Índice SPEI: menos precipitación y más evapotranspiración La zona desde Copiapó a Los
Vilos presenta el déficit hídrico más grande en magnitud, dado posiblemente por una
condición de déficit estructural de ese territorio, acostumbrado a sequías prolongadas. De
Los Vilos hasta Aysén se registra una extensa sequía meteorológica, destacándose algunas
cuencas de las regiones del Maule, Biobío, Araucanía y Los Ríos.
Los resultados del déficit, analizado desde la perspectiva del consumo hídrico y evaluado a
través de la evapotranspiración (ET) real, nos indican que las cuencas de la zona entre
Copiapó y O’Higgins no manifiestan un déficit hídrico real, aludiendo posiblemente al
abundante uso de agricultura de riego, lo que involucra otras fuentes de recursos hídricos
además de la precipitación directa. El resto del país presenta un patrón similar de déficit
hídrico, estimado por el potencial de la atmósfera (ET potencial).
Las precipitaciones disminuyen en todo el país, a excepción del altiplano, presentándose
cambios significativos entre las regiones de Atacama y Los Lagos.
b) Indicador de déficit en aguas subterráneas: ¿Qué pasa bajo tierra? Las aguas
subterráneas son una de las mayores reservas mundiales del recurso, abasteciendo a una
gran parte de la población mundial. Este invisible, pero crítico recurso es uno de los menos
conocidos y estudiados. El estudio de las aguas subterráneas desarrollado por
especialistas del CAZALAC y UNESCO buscó evaluar el riesgo de déficit de estas fuentes de
agua. De acuerdo a los criterios establecidos para la selección de los datos y el análisis de
tendencia realizado a través de la metodología descrita anteriormente, sólo 145 de un
total de 1.094 estaciones pudieron ser consideradas, dejando fuera el 87% de las
estaciones debido, principalmente, a la escasez de datos y la baja frecuencia de medición.
101 de los 145 pozos analizados muestran una tendencia negativa significativa en sus
niveles. Con el objetivo de desarrollar un análisis de tendencia robusto para las aguas
subterráneas a lo largo de todo el país, se hace indispensable incrementar la frecuencia de
las mediciones en las estaciones de monitoreo descartadas.
c) Variación de glaciares Los glaciares son una parte fundamental del análisis. Su
importancia estratégica radica en que son las principales reservas de agua dulce en el
planeta. Son reservas estratégicas, porque además de aportar agua a las cuencas hídricas
en verano, tienen un impacto en las zonas secas del planeta. La situación de las zonas
norte, centro y sur, según los estudios existentes en el país, se muestra un retroceso o
pérdida de masa sufrida por los glaciares, que responde a los cambios climáticos con
velocidades que pueden ser rápidas; así como las variaciones en el área glaciar, pueden
ser más lentos, debido a las velocidades de desplazamiento (DGA, 2008). Esto da cuenta
de una respuesta constante, a diferentes escalas territoriales de los glaciares,
demostrando implícitamente la “importancia de los glaciares como sensores planetarios y
archivos ambientales” (Christie et al., 2016).
a) Gestión eficiente y sustentable que propende a: evitar las externalidades negativas del uso
inadecuado del agua; al aprovechamiento eficiente del agua para satisfacer el consumo
humano y los otros usos; la protección de la calidad del agua reduciendo al máximo posible la
contaminación; e incentivar la inversión privada en la tecnificación de riego y uso de ahorro de
agua en caudales ecológicos. Para ello resulta clave la gestión integrada de recursos hídricos, el
fortalecimiento de las OUA, el perfeccionamiento de los títulos de derechos de
aprovechamiento, la fiscalización para enfrentar la extracción ilegal de aguas. En este
contexto, la gestión integrada debe considerar las relaciones entre aguas superficiales y
subterráneas, como también todos los usos del recurso en una determinada cuenca. Ello exige
un conocimiento profundo de la disponibilidad y calidad del agua de su aprovechamiento y de
los objetivos de cada cuenca. Para ese objetivo se hace también necesario desarrollar planes
para cada cuenca que orienten la toma de decisiones tanto del sector público como privado, la
constitución de reservas de caudales para consumo humano y usos no tradicionales, y la
dictación de normas secundarias de calidad de las aguas, planes de descontaminación y
acuerdos de producción limpia con los desarrolladores de proyectos.
e) Ciudadanía informada. Promover una cultura de conservación del agua de modo que la
población tome conciencia que cuidar el agua es una tarea de todos.