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EXPLORACIÓN
PSICOPATOLÓGICA
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PROYECTO EDITORIAL
PSICOLOGÍA CLÍNICA
Serie: GUíAS TÉCNICAS
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EXPLORACIÓN
PSICOPATOLÓGICA
ROSA MARÍA BAÑOS RIVERA CONXA PERPIÑÁTORDERA
-
EDITORIAl
SINTESIS
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Consulte nuestra página web: www.sintesis.com
En ella encontrará el catálogo completo y comentado
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-995823-1-3
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A nuestros pacientes,
de quienes tanto aprendimos
y seguiremos aprendiendo
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Índice
Introducción
Cuadro resumen
Objetivos
2.2. Evaluación
2.3. 10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta, sexo, dolor y
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estado general.
Cuadro resumen
Preguntas de autoevaluación
Clave de respuestas
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Introducción
El propósito de este libro es ofrecer una guía útil para realizar la exploración
psicopatológica. Para ello, se indica cómo describir, explorar, identificar y organizar los
signos y síntomas que una persona puede presentar en un momento concreto, o en otras
palabras, cómo obtener la instantánea del estado mental actual del paciente.
Se trata por tanto de una guía que se enmarca dentro de la tradición de la Psicopatología
descriptiva y que se dirige tanto a profesionales de la salud mental como a estudiantes de esta
disciplina, para ayudarles en la formación de un hábito importante como clínicos: aprender a
analizar, en primer lugar, las vivencias y experiencias anómalas de los pacientes. Esta actividad
será ineludible e imprescindible para poder llegar, en un segundo momento, a la aplicación del
diagnóstico sindrómico, a la clasificación que hace compartir bajo un rótulo común una
particular correlación de síntomas y signos.
Por otra parte, esta actividad clínica va a requerir no sólo del conocimiento de
determinados fenómenos, sino también de la utilización correcta de un vocabulario específico,
y de la habilidad para organizar dicha información para poder ser transmitida certeramente a
otros profesionales.
El objetivo de este libro es eminentemente práctico. Por tanto, aunque este trabajo tiene
una deuda importante con muchos libros, artículos y trabajos científicos que han servido como
soporte para la configuración de sus distintos apartados, dado el carácter de la colección en la
que se enmarca, no se encuentran recogidos en la bibliografía, aunque sí en nuestro sincero
reconocimiento.
Por otro lado, no se pretende aquí realizar una revisión exhaustiva de toda la
Psicopatología descriptiva, ni mucho menos de las explicaciones, teorías y modelos que han
intentado e intentan comprenderla. Lo que el lector podrá encontrar en las siguientes páginas
es sólo un modo de llevar a la práctica conocimientos que pertenecen a una disciplina básica,
como es la Psicopatología. Esta tarea, que puede parecer sencilla a simple vista, implica un
esfuerzo importante para el clínico en su quehacer cotidiano y supone instaurar el hábito de
analizar las experiencias anómalas, antes de verse "atrapado" por la etiqueta diagnóstica.
Este libro no habría sido posible sin los alientos y apoyos de muchas personas.
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Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento especial a la profesora Amparo Belloch Fuster,
quien durante muchos años no sólo ha sabido transmitir conocimientos concretos de la
Psicopatología, sino una manera de abordar esta disciplina y una manera de trabajar dentro de
ella. Este libro es un pequeño ejemplo de lo que nos ha enseñado nuestra maestra.
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Aspectos generales
La exploración psicopatológica es una labor ineludible en el ámbito de la Psicología
Clínica y la Psiquiatría. Es más, la Psicopatología, desde un punto de vista clásico, no se
entiende sin la referencia continua de la anamnesis, la semiología y la exploración clínica
(Ruiz, M., Ruiz, E y Fernández Baca, P., 1998). Es una práctica defendida por autores clásicos,
como Eugen Bleuler o Kurt Schneider quienes, al hacerlo así, modificaban la visión de
Kraepelin de que la clasificación sólo era posible en función del curso de la enfermedad
psiquiátrica.
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Kurt Schneider, en su libro Psicopatología Clínica, escrito en 1946, decía:
El objetivo de este libro es ofrecer guías y pautas sobre cómo realizar la exploración
psicopatológica y sobre cómo ordenarla y presentarla. Como antes se ha señalado, aunque la
exploración es una parte imprescindible en la evaluación clínica, ésta supone un proceso más
amplio. Para comprender mejor el lugar concreto que ocupa la exploración en este proceso, se
expondrán, en primer lugar, los formatos utilizados con más frecuencia en el ámbito de la
Psicología Clínica y Psiquiatría, describiendo la estructura completa en la que se produce el
proceso de evaluación. Así, a continuación se exponen las guías para realizar la historia
clínica, el psicopatograma o examen del estado mental, la presentación y formulación del caso
y el informe psicológico. El segundo capítulo de este libro se dedica exclusivamente a la
exploración psicopatológica, lo que clásicamente se ha denominado psicopatograma o examen
del estado mental, presentando las áreas que se han de explorar para poder obtener una
información extensa y comprensiva de los problemas que tiene una persona en un momento
concreto.
a)La historia propiamente dicha (con todos los epígrafes que se exponen más abajo).
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d)Los resultados obtenidos en las pruebas adicionales realizadas (incluyendo tanto
pruebas psicológicas como médicas).
e)La formulación del caso (de este apartado se deriva la presentación y formulación del
caso).
i)El pronóstico.
j)El resumen y las recomendaciones (de este apartado se puede derivar el informe).
Muchas veces la historia incluye también otras fuentes de información aparte del paciente
(familiares, amigos, personal sanitario), que es conveniente que se compilen en hojas
separadas.
La historia es, por tanto, un documento en continua evolución y nunca completado, dado
que se va ampliando y modificando en función del estado del individuo a lo largo de diferentes
momentos (progresos, recaídas, nuevos problemas, etc.). Es la visión diacrónica de la persona
y su problemática. Para ello, es necesario recurrir a los conocimientos de la Psicopatología.
En palabras de Jaspers: "Para aprender a hacer historias clínicas, junto a la práctica, el camino
único es: el estudio completo de la Psicopatología científica" (Jaspers, 1913: 938).
En este apartado se desarrollará el contenido del primer punto de la historia ("la historia
propiamente dicha"), es decir, la recopilación de información referente a la identificación de
la persona y sus circunstancias pasadas y presentes. Los aspectos que se incluyen en este
punto son los siguientes.
a)Datos de identificación del paciente. Además del nombre de la persona, se debe incluir
la información demográfica relevante como sexo, edad, estado civil, profesión,
religión y circunstancias actuales de la vida. A veces se incluye en este apartado el
lugar en el que se desarrolla la entrevista.
b)Datos del referente y motivo de referencia. A veces, la persona viene remitida por otro
profesional, u otra institución, a un servicio concreto para ser evaluado. En ese caso,
hay que indicar quién lo remite y el motivo de la referencia, así como las expectativas
de la consulta o la evaluación.
c)Queja (motivo de consulta). Las quejas del paciente hay que recogerlas con sus propias
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palabras (normalmente, cuando es una expresión literal del paciente se pone entre
comillas); es decir, hay que establecer por qué ha venido o ha sido traído. La queja
debe registrarse aunque el paciente sea incapaz de hablar, niegue tener cualquier tipo
de problema o haga afirmaciones extrañas. A veces, la queja del paciente no coincide
con el problema principal, especial mente en aquellos casos en los que no existe
conciencia de enfermedad.
e)Interferencias del problema en la vida de la persona. Hay que sondear cuál es el impacto
que el problema está ocasionando en la vida de la persona (aislamiento social,
problemas en el área laboral o educativa, problemas económicos, deterioros en las
relaciones sociales y familiares, deterioro en el ocio y esparcimiento, etc.).
f)Historia y evolución del problema actual. Se trata del cuadro cronológico y comprensivo
del problema del paciente. Hay que sondear desde cuándo le sucede, el tipo de
comienzo (insidioso, brusco), si existe relación con algún acontecimiento vital, la
progresión y el curso del problema.
g)Problemas mentales anteriores. Hay que recoger información sobre otros episodios de
problemas mentales previos, su cronología, su sintomatología y diagnóstico, el grado
de incapacitación que produjo, el tratamiento que recibió, durante cuánto tiempo y su
resultado. Si es posible, es conveniente solicitar información a los centros en los que
fue tratado. Se debe determinar si el episodio actual tiene semejanzas con episodios
anteriores. En ese caso, se debe dar una especial atención al primer episodio:
precipitantes, posibilidades diagnósticas, capacidad de adaptación, respuesta al
tratamiento, etc. Se ha de anotar igualmente si nunca recibió asistencia. También hay
que explorar si en la historia previa ha habido actos auto-lesivos o intentos de suicidio.
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cosas son difíciles de diferenciar). Este apartado se dedica a la comprensión
biográfica y su relación con el problema actual. Hay que destacar los acontecimientos
vitales importantes en el desarrollo del individuo. Se debe dar una especial atención a
las siguientes áreas: familiar, académica, laboral, social, sexual y tiempo libre.
También se ha de recoger información sobre las condiciones de vida actuales: con
quién vive, red social, etc.
k)Personalidad. Es necesario saber cómo era la personalidad previa al inicio del problema
y evaluar si ha habido un cambio drástico, así como las actitudes hacia los demás en
sus relaciones. Hay que explorar el concepto que de sí mismo tiene la persona, sus
actitudes morales y religiosas, y cómo reacciona ante situaciones estresantes.
También hay que valorar si existe discrepancia entre la visión que el paciente da sí
mismo y la que dan los demás de él.
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vida psíquica ha dejado de tener continuidad. Su propósito era distinguir lo fundamental de lo
accesorio, la verdadera esencia del estudio del caso clínico.
Por otra parte, desde el contexto psiquiátrico anglosajón (menos influido por la
fenomenología), no aparecen los términos de psicopatograma o psicopatografía, sino el de
examen del estado mental, utilizado como el análogo del examen del estado físico, que
realizan en sus quehaceres los colegas médicos no psiquiatras. En su origen es mucho más
operativo, puesto que de lo que se trata es de conseguir una instantánea que el clínico toma del
paciente en un momento en concreto sobre su estatus mental. Es más, autores como Trzepacz
y Baker (1993) afirman que el examen del estado mental es un componente objetivo de la
evaluación del paciente, puesto que se basa en las observaciones que el clínico realiza en una
situación de entrevista; mientras que la parte subjetiva sería la propia historia clínica
(anamnesis), ya que se basa en las experiencias del paciente, su relato y su memoria.
Desde ambas tradiciones, bien se llame psicopatograma, bien examen del estado mental,
esta exploración es una parte esencial de la valoración clínica. Para poder utilizar esta
herramienta, el clínico requiere de conocimientos, de habilidades de exploración y de un
vocabulario. Por tanto, el evaluador ha de saber hacer surgir, detectar, integrar y organizar
todos los datos clínicamente significativos. Su metodología se basa en el registro de los
hallazgos actuales y no debe estar contaminada con los datos de la historia del epígrafe
anteriormente comentado. De hecho, mientras que los datos de la historia clínica permanecen
estables, el estado mental del paciente, dependiendo de la psicopatología, puede cambiar de
hora a hora. De este modo, esta exploración es muy útil para clarificar la fiabilidad de muchos
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de los datos recogidos en la historia y es absolutamente imprescindible para realizar el
diagnóstico y el diagnóstico diferencial. Los cambios en el estatus mental del paciente
reflejarán el cambio en su situación y, por tanto, en la evolución de su diagnóstico o
tratamiento.
Existen diversos protocolos tipificados de examen del estado mental, y su uso es bastante
común, especialmente en los ámbitos psi quiátricos, hasta el punto de que han aparecido
incluso versiones más reducidas que facilitan su aplicación y minimizan el tiempo invertido.
Así, el mini-examen del estado mental es uno de los instrumentos más ampliamente utilizados
para rastrear deterioros cognitivos en pacientes psiquiátricos, especialmente en la evaluación
de demencias. Este instrumento fue elaborado por Folstein, Folstein y McHugh en 1975, con
el objetivo de contar con una evaluación breve y objetiva del funcionamiento cognitivo y de
sus cambios. Se puede administrar en 510 minutos y se emplea tanto en contextos clínicos,
como en encuestas comunitarias y estudios epidemiológicos, pero donde más se ha aplicado y
estudiado es, sin duda, en pacientes aquejados de demencias, limitándose a explorar su
funcionamiento cognitivo.
•Memoria.
•Conciencia de sí mismo.
•Afectos y emociones.
•Funciones fisiológicas.
•Inteligencia.
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Como el objetivo central de este libro es, precisamente, la exposición de su metodología,
el desarrollo concreto del protocolo de aplicación del psicopatograma se expone en el
capítulo 2.
Una vez que el clínico ha recogido la información pertinente, es necesario que resuma
clínicamente sus hallazgos. Es el momen to de realizar la formulación del caso. Pero, para
formular un caso, primero hay que presentarlo; es decir, recopilar y presentar la información
específica y relevante a otros colegas en las sesiones clínicas. Es importante que en el
momento de la presentación no se haga ningún tipo de inferencia o explicación, sino que se ha
de proporcionar una descripción lo más precisa y objetiva posible. El propósito es que
cualquier colega pueda tener la información precisa para conocer al paciente y su
problemática, aunque nunca haya tenido contacto con él. Se incluye información resumida
sobre el motivo de referencia, la queja o motivo de consulta, el comportamiento durante la
entrevista, la descripción del problema actual, su curso y evolución, otros problemas mentales
previos, la historia médica y personal, los resultados del examen del estado mental o
psicopatograma, del examen físico y de cualquier otra prueba adicional que se haya realizado.
El propósito de la formulación es, por tanto, clarificar la presentación del caso y dirigir el
tratamiento a aquellas áreas que son clínicamente relevantes, ya que la planificación
terapéutica y el éxito de las estrategias de intervención que se realicen dependen, en gran
medida, de la capacidad de hacer una buena formulación del problema. En la situación clínica
ideal, cada intervención debe ría hacerse con la formulación en mente. Las ventajas de hacer
una formulación de caso son muchas, ya que ayuda al clínico a clarificar sus ideas con
respecto al paciente, forzándole a identificar sólo la información que es de importancia para el
tratamiento. Además, como se ha de ir revisando y actualizándose con la información adicional
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que va surgiendo en las sesiones de tratamiento, le ayuda también a recordar la información y
valorar el progreso, especialmente cuando los casos son largos. Es importante incidir que no
es algo que sólo se escribe una vez en la evaluación inicial.
Hay muchos modos de hacer formulaciones, y la que aquí se expone sigue las directrices
de Gelder et al. (1991). Se empieza con una afirmación concisa de las características
esenciales del caso (dos o tres frases); después se considera el diagnóstico diferencial,
listando las posibilidades razonables en orden de probabilidad, y evitando listar todos los
diagnósticos concebibles que no sean próximos al caso. Se ha de indicar cuál es la evidencia a
favor y en contra de cada diagnóstico, con una evaluación del resultado e indicando las
conclusiones del diagnóstico más probable. Después se abordan los aspectos de la etiología,
identificando los factores predisponentes, precipitantes y mantenedores. Los predisponentes
se consideran en orden cronológico, mostrando cómo cada factor puede añadir algo a los
anteriores. Las conclusiones sobre el diagnóstico y la etiología se resumen con un listado de
los problemas y de cualquier otra exploración que se necesite. Finalmente, se realiza el
diagnóstico utilizando los criterios de un manual diagnóstico de carácter oficial (CIE o DSM).
Luego, se perfila el plan de tratamiento de un modo conciso. Por último, se hacen
afirmaciones sobre el pronóstico, realizando predicciones sobre cuál es el curso más probable
en función del tratamiento, y cuáles los factores que pueden entorpecerlo.
Como puede verse, la formulación del caso es mucho más que la afirmación de un
diagnóstico. El objetivo es crear un modelo de comportamiento individual del paciente, y
poder así perfilar un tratamiento también individualizado, por lo que debe proporcionar la
estructura dentro de la cual se pueda aplicar un tratamiento y se pueda predecir un pronóstico.
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en la práctica cotidiana se suele realizar cuando es solicitado, bien por la persona que ha sido
evaluada, bien por otro profesional o institución. En él deben aparecer los datos de filiación
del profesional que lo realiza, así como el nombre de la persona evaluada y el de quién lo
solicita. En caso de que el proceso de evaluación hubiese sido requerido con un fin concreto,
también deben especificarse los objetivos propuestos.
Es necesario resaltar que, como todo documento del proceso de evaluación, el informe es
un documento confidencial, del que no se puede disponer sin permiso del evaluado y que éste
tiene derecho a conocer su contenido.
Existen muchos modelos de informe, pero en todos ellos se suelen incluir los siguientes
puntos: datos de identificación, motivo de referencia y planteamiento de los objetivos,
observaciones generales (datos biográficos relevantes, información de trasfondo, etc.),
procedimientos de evaluación, conductas y observación de examen, resultados e integración,
recomendaciones y resumen.
Cuadro resumen
Existen diversos protocolos para recoger toda esta información, y que constituye
la"historia clínica" de la persona, pero en todos ellos se suele incluir la siguiente información.
La que a continuación se presenta está basada, con modificaciones, en Kaplan y Sadock
(1997).
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1. Historia
8.Historial médico
10.Antecedentes familiares
11.Personalidad
5.Resultados del examen del estado mental (hallazgos sobresalientes por normalidad o
anormalidad)
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7.Diagnóstico y diagnóstico diferencial
10.Pronóstico
C.Resumen y recomendaciones
1.Motivo de referencia
4.Historia personal
8.Pronóstico
V.Tratamiento
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Exposición de un caso clínico
Datos de identificación de la persona, datos del referente y motivo de referencia. F.T. es una
mujer de 23 años, soltera, con estudios primarios, cuya ocupación es ayudar en las tareas del
hogar y que vive con su padre y dos hermanos de 18 y 16 años. F.T. fue traída a Urgencias por
su padre, quien se encontraba asustado por su estado de agitación y la conducta extraña que
presentaba.
Consecuencias del problema actual. Desde el inicio de este episodio, F.T. empezó a
desatender las tareas domésticas y dejó de participar de la vida familiar. Hay que tener en
cuenta que el nivel de funcionamiento social de F.T. era ya deficitario antes de este episodio.
Historia y evolución del problema actual. Su padre refirió que desde poco antes de estas
Navidades (hacía 2 semanas) la paciente comenzó a hablar sola, a ratos se quedaba absorta,
inmóvil, como si estuviera hablando con ella misma. Además, su conducta comenzó a ser
extraña para la familia, ya que salía o entraba de casa sin decir nada y la mayor parte del tiempo
prefería quedarse en cama. Hace cuatro días empezó a alarmar a los familiares pues se puso a
gritar fuera de sí: "¡Cambio y corto!, ¡soy la madre de Dios!, ¡llamadme sor F.!, ¿por qué me he
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condenado?". Dejó de comer y sólo consentía tomar huevos batidos. Su padre también refería
que hablaba con su madre (que había fallecido varios años antes) y con la Virgen.
Problemas mentales anteriores. Hace tres años (cuando tenía 20) tuvo un episodio por el
que estuvo a punto de ingresar. En aquel momento también manifestaba una conducta extraña:
no quería comer y hablaba sola. Continuamente manifestaba que sentía unas cadenas alrededor
de ella que querían matarla. En aquel momento fue diagnosticada de "Esquizofrenia Paranoide"
y tratada mediante fármacos antipsicóticos, siendo buena la respuesta al tratamiento. Desde
entonces, F.T. no había tenido ningún episodio más, aunque su comportamiento, según indica
su familia, nunca había sido "como el de una chica normal", ya que apenas salía, era muy
retraída y sólo se dedicaba a ayudar en las tareas de casa.
Historial médico. No hay ninguna enfermedad que merezca una especial consideración.
No se encontró evidencia en las exploraciones físicas ni de condición médica general ni de
uso de sustancias.
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Protocolo
de aplicación
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Para realizar una adecuada exploración psicopatológica es necesario que el clínico posea
habilidades para la entrevista, así como que esté familiarizado con algunas técnicas e
instrumentos. Sin embargo, es importante remarcar que, además de las estrategias concretas,
es totalmente ineludible el conocimiento amplio en psicopatología. Como señala Jaspers: "Se
puede preguntar bien sólo cuando en lo general se tiene un rico saber" (1913: 993).
2.1. Objetivos
2.2. Evaluación
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reacciones del paciente, así como las reacciones que el paciente despierta en él. Es la
oportunidad que tiene el clínico, no sólo de recabar información, sino también de observar a la
persona en una interacción social y dar apoyo. La duración de las entrevistas suele oscilar
entre 45 y 60 minutos, pudiendo recogerse la mayor parte de la información en dos sesiones,
al margen de las pruebas adicionales que se soliciten, aunque esto no es válido para el caso de
pacientes que acuden a urgencias o van a ser ingresados.
Finalmente hay que insistir en que, el examen del estado mental no sólo es una manera de
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explorar, sino que también es una manera de describir y transmitir información para el
conocimiento del caso. Por tanto, en cuanto a su exposición, se recomienda una organización
sistemática en torno a algún principio rector, con el fin de facilitar tanto su comprensión al
lector, como la rápida localización de la información que se requiera. La manera de ordenarla
que aquí se expone es una propuesta basada en el rastreo de los diversos procesos
psicológicos (antes funciones psíquicas) y actividades mentales. Además, dado que el
psicopatograma o el examen del estado mental pueden llegar a ser, en aquellas situaciones que
lo requieran, un documento legal del estatus mental de una persona, su redacción tiene que ser
cuidadosa. Ha de escribirse de una manera profesional, objetiva y con una terminología
psicopatológica precisa y bien definida; por el contrario, se evitará cualquier descripción o
sentencia que implique juicios de valor en un sentido moral.
Este apartado se suele resumir como "Aspecto y Conducta" (en la bibliografía anglosajona
se resume como A + B: Appearance and Behavior). Este punto requiere del clínico un especial
cuidado con los adjetivos que utiliza por lo que respecta a juicios de valor.
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califica y si sus actitudes son realistas o no.
A) Aspectos cuantitativos
-Con respecto al rango de actividad, ésta puede oscilar desde la inmovilidad total a la
hiperactividad. La ausencia o reducción del movimiento en alguna parte del cuerpo se
denomina acinesia (p. ej., ausencia del movimiento rítmico del brazo al caminar,
consecuencia de los efectos extrapiramidales de los neurolépticos). La acinesia suele
acompañarse también de una disminución de la expresión facial. Puede ser un efecto
secundario de la medicación antipsicótica, pero también puede manifestarse en la
esquizofrenia, en la depresión o en los cuadros orgánicos. Se aplica el término
parálisis o paresis para indicar ausencia de movimiento localizado en una zona
concreta del cuerpo debido a daño cerebral. Entre las características asociadas a la
parálisis se encuentran las siguientes: los músculos afectados se encuentran atróficos
y flácidos; se pierde el tono muscular del miembro afectado en respuesta a
movimientos pasivos (atonía o hipotonía); y los reflejos osteotendinosos están
ausentes o muy disminuidos. El término pseudoparálisis se reserva para las parálisis en
el trastorno de conversión. Por último, la cataplejía indica la pérdida momentánea e
involuntaria del tono muscular (en un estado de conciencia lúcida), lo cual produce
bien la caída de los objetos que en ese momento sostenga el paciente, bien su propio
derrumbamiento. Suele estar asociado con emociones intensas, como miedo, cólera o
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risa. Puede darse en tumores cerebrales, encefalitis, traumatismos y enfermedades
cardiovasculares. En algunos manuales se incluye en este apartado el estupor, dado que
implica una inmovilidad total o el mantenimiento de posturas estereotipadas, sin
reacción a los estímulos exteriores, razón por la que aquí se tratará más extensamente
en las alteraciones de conciencia. El tono muscular en el estupor puede variar desde la
flacidez hasta una marcada tensión, lo que hace que el paciente tenga un aspecto como
de madera. A veces contrasta su cara inexpresiva con la viveza de sus ojos, sobre todo
en el estupor catatónico, mientras que en el estupor depresivo predomina una
expresión de abatimiento con un tono muscular normal. Puede estar presente la
incontinen ciaurinaria y fecal, siendo más habitual en el estupor catatónico.
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posibilidad de cuadros orgánicos.
B) Aspectos cualitativos
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indica que dibuje un círculo y sigue dibujando cruces. Además de en la
esquizofrenia catatónica, también puede estar presente en alteraciones que
impliquen una disfunción del córtex prefrontal. Modos de perseveración se
observan en el "reflejo de asir" (el paciente agarrará cualquier objeto que se ponga
en su mano), en el "asimiento forzado" (el examinador extiende la mano al paciente
para que se la estreche, pero se le indica que la próxima vez que le extienda la mano
no debe estrecharla; tras unos minutos de conversación, la persona que presenta
esta alteración, al darle la mano, la volverá a estrechar tantas veces como la tenga
delante), y en el "signo del imán" (el examinador toca rápidamente con su dedo la
palma de la mano del paciente y, al retirarlo, la mano del paciente seguirá el dedo
del examinador, como un trozo de hierro a un imán). Por lo que respecta a las
posturas, cabe mencionar la perseveración de la postura, en la que la persona
mantiene una determinada postura (espontánea o inducida por el examinador)
durante un período de tiempo, pese a que se le ha dado la instrucción de que se
resistiera al movimiento. La persona debe ser previamente advertida de que no tiene
que dejar su cuerpo en la posición en la que lo deja el examinador. Bleuler
exploraba esta alteración tomando el pulso del paciente con su brazo extendido.
Una vez tomado el pulso y abandonado el brazo, el fenómeno se manifiesta porque
la persona, en vez de bajar el brazo, lo sigue manteniendo en alto. Cuando el
examinador encuentra cierta resistencia plástica, como si estuviera moldeando un
trozo de arcilla, se trata del fenómeno de la flexibilidad cérea descrita por
Wernicke, conservando las posturas en las que el examinador deja al paciente,
aunque sean incómodas. Algo similar sucede en la almohada psicológica, postura en
la que la cabeza queda suspendida a unos centímetros de la cama como si tuviera
una almohada y pudiendo quedar en esa postura durante horas. A veces, esta
inducción a la adopción de posturas puede realizarse incluso hasta con la más leve
presión del dedo. Todos estos fenómenos suelen ser típicos de la esquizofrenia
catatónica.
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temblor en reposo o estático cuando aparece en zonas corporales en reposo, y
desaparece durante el movimiento de dichas zonas; suele estar presente en el
Parkinson, efectos secundarios de los neurolépticos e intoxica ciones.El temblor
postural ocurre cuando se inicia y mantiene activamente alguna postura (p. ej.,
extender los brazos). Suele estar presente en síndromes de intoxicación y abstinencia,
y en trastornos de ansiedad. El temblor intencional surge sólo cuando la persona inicia
una acción, interfiriendo con los movimientos más precisos (p. ej., comer o tocarse la
punta de la nariz con el dedo). Suele asociarse a trastornos mentales orgánicos,
destacando el temblor alcohólico debido a la abstinencia. El temblor también puede
estar presente en otros cuadros, como los de ansiedad, en los que el temblor suele ser
rápido, intensificándose en la conducta intencional. Los movimientos atetoides y
coreiformes tienen un origen neurológico. La atetosis se refleja en movimientos
lentos, repetitivos, continuos, arrítmicos y serpenteantes que recuerdan el
desplazamiento de un reptil. Se producen en la lengua, la cara o las extremidades. En la
corea se dan movimientos más rápidos y bruscos que en la atetosis, aunque menos
exagerados, y son movimientos más variables que los tics, los cuales no cambian. El
balismo es un movimiento violento de una extremidad, normalmente sólo de un lado
del cuerpo (hemibalismo).
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Se denominan tics a los movimientos (y vocalizaciones) más o menos breves
que el individuo realiza de manera involuntaria, repetida, arrítmica y espasmódica.
No están dirigidos a ninguna meta, como suelen ser el carraspeo, el parpadeo, el
fruncimiento de frente o nariz, etc. Suelen implicar pocos grupos musculares
(sobre todo los superiores a los hombros), de movimientos reminiscentes de
expresión o de reflejos defensivos. Aunque la persona no los puede detener, los
puede suprimir temporalmente con mucho esfuerzo y malestar hasta que el tic
vuelve a reproducirse. Su frecuencia aumenta cuando se les presta atención
consciente, disminuye cuando se distrae, y desaparecen durante el sueño. Lo
egodistónico del tic y el menor número de músculos involucrados suele
diferenciarlos de la estereotipia. El ejemplo prototípico de la presencia de tics es
el síndrome de Guilles de la Tourette, en el que también se describen "tics vocales":
palilalia, ecolalia y coprolalia.
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posturas maneristas no perseveran y las posturas estereotipadas se mantienen
rígidamente.
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compulsivo), no son comportamientos compulsivos en sentido estricto, puesto que
no hay en ellos ni la rigidez de la secuencia, ni sobre todo, la obligatoriedad de
realizarlos para combatir la obsesión, sino que nacen de la necesidad de realizar el
acto en sí mismo. Su objetivo es aliviar la tensión interior y, por tanto, responden
mejor a la definición del impulso, en el que el individuo queda igualmente atrapado,
como se verá a continuación.
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que el paciente realiza para reducir los riesgos de que se produzca lo que teme
(serían ejemplos de conductas de seguridad en el pánico el llevar un móvil, sentarse
cerca de la salida o llevar un bastón; mientras que asir con fuerza los papeles, hablar
muy deprisa o llevar ropa que impida que se note el sudor, lo serían en la fobia
social). Desde el ámbito de las alteraciones de la imagen corporal, se utilizan los
términos de conductas contraproducentes, o de acicalamiento para referirse a la
misma idea, como por ejemplo cuando las personas con calvicie se dejan crecer el
pelo en una zona y tapan la calva con el cabello sobrante, o el caso de mantener
posturas forzadas como esconder continuamente la tripa, o llevar ropa ancha. Todas
estas maniobras ofrecen un alivio emocional temporal, haciendo que la persona se
sienta "segura" al creer que impedirán su catástrofe particular (no poder pedir
ayuda, desmayarse, ser evaluado negativamente). Paradójicamente, todos estos
rituales lo que hacen es incrementar el síntoma que se trata de impedir (p. ej., al
llevar más ropa se suda más) e impedir la disconfirmación de sus creencias
irracionales.
Por último, en este apartado se expondrá la relación que tiene el sistema motor y la
psicopatología en cuanto a expresividad. De hecho, los movimientos, posturas y gestos
configuran el lenguaje no verbal de la comunicación (los movimientos oculares y la dirección
de la mirada, la expresión facial, los gestos, las posturas, el uso del espacio social, amén de
todas las variables paralingüísticas). Blanco y Borda (en Belloch, Sandín y Ramos, 1995)
incluyen en este apartado las alteraciones de la expresión facial diferenciando entre
hipermimias, hipomimias y dismimias. Las hipomimias (por defecto) y las hipermimias (por
exceso) indican alteraciones cuantitativas de la expresión. Las llamadas "caras de máscara"
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reflejan bradicinesia de los músculos de la expresión facial, resultando en una disminución de
su expresión y de aquí una expresión casi fija, como la de una máscara. Cuando hay retraso
psicomotor o bradicinesia hay falta de expresión (entrecejo arrugado, ojos hacia abajo y
mirada perdida). Por el contrario, la hipercinesia puede ir asociada a gestos exagerados y muy
comunicativos, como en la manía. Las muecas y las contorsiones faciales pueden ocurrir en la
catatonia, aunque a veces se interpretan también como estereotipias, como por ejemplo, poner
los labios como el hocico de un animal (espasmo de hocico).
Las dismimias o pararnirnias indican una discordancia entre el afecto del paciente y su
expresión facial. También se consideran dismimias las sonrisas insípidas o no motivadas y la
imitación de la expresión facial de otra personas (ecomimia).
Finalmente, cabe mencionar en las alteraciones de la actividad, lo que algunos autores han
denominado conducta extravagante, es decir presentar un comportamiento no adecuado a la
situación bien por el contexto, bien por su significado social o cultural. Sharfetter (1979)
también incluye en esta denominación el comportamiento grosero (escupir, eructar, ventosear,
hablar soez, etc.) o tomarse excesivas confianzas.
A) Alteraciones de la conciencia
Cuando se está explorando a una persona de la que se sospecha que puede sufrir una
alteración de la conciencia, se deben valorar los siguientes aspectos (Gastó, en Vallejo, 1994):
la capacidad atencional (para fijar y mantener la atención), la conducta motora (si existe
48
agitación, enlentecimiento, oposición, cooperación, etc.), el humor y la reactividad afectiva, si
ha habido un cambio en los hábitos personales y la presencia o ausencia de ideas delirantes y
alucinaciones. Además, hay que enfatizar, al menos, los siguientes aspectos de la historia
clínica (Gastó, en Vallejo, 1994): si existen enfermedades médicas que pueden estar
potencialmente asociadas a anomalías de la conciencia (p. ej., diabetes), si hay trastornos
mentales previos, si hay consumo agudo o crónico de alcohol, drogas o fármacos, o si ha
habido cambios en la posología y el tipo de la farmacoterapia.
49
motilidad voluntaria (desaparece incluso el funcionamiento reflejo), en el que se
conservan tan sólo las funciones vegetativas. El tono muscular está intensamente
disminuido, y no se puede despertar al paciente ni provocar respuestas de defensa o
de retirada. Una vez recuperada, la persona muestra amnesia para el episodio. Su
gravedad depende de la profundidad y de las causas que lo provoquen. Existe una
gradación desde el precoma hasta el último de los cuatro estadios del coma, que se
diferencian sobre la base de signos neurológicos y electroencefalográficos. La
etiología es múltiple y su tratamiento está en función de ella. Los comas más
frecuentes son: los metabólicos (hipoglucémico, diabético, hiperosmolar, hepático
y urémico); los cerebrales (provocados fundamentalmente por accidentes
cerebrovascualres, traumatismos y tumores); y los tóxicos (producidos
normalmente por alcohol y barbitúricos).
50
En los estados crepusculares se produce una restricción de la conciencia y una
ruptura en la continuidad de la misma y en la conducta ordenada. Este término suele
referirse normalmente a una condición orgánica (especialmente, epilepsias del
lóbulo temporal, aunque también puede darse en otros estados orgánicos sin
epilepsia). Es un estado normalmente transitorio, pero de duración muy variable
(desde horas hasta semanas), comenzando y terminando de un modo súbito y
derivando en muchas ocasiones en el sueño. Se caracteriza por pérdida o
estrechamiento de la conciencia, con un enfoque exclusivo en determinadas
vivencias interiores (el campo de la consciencia se restringe a escasas ideas, a
menudo acompañándose de alucinaciones o delirios), aminoramiento o ausencia de
la atención prestada al entorno, disminución de las respuestas a estímulos externos
y confusión en el curso del pensamiento. Suele haber una importante obnubilación
de la conciencia y pueden aparecer alteraciones perceptivas (p. ej., alucinaciones),
de desorientación, afectivas y motoras (p. ej., automatismos), siendo frecuente que
se den actos violentos, inesperados, o explosiones emocionales, aunque también
puede ocurrir que la conducta sea tranquila y normal (aunque el paciente se sienta
desorientado y confuso). Seguidamente, se suele presentar amnesia de lo ocurrido.
La conciencia entre episodios puede ser normal o estar deteriorada. En algunos
casos puede ocurrir una fuga auténtica (no histérica), que se suele denominar
dromomanía, dromofilia o poriomanía y en la cual la persona deambula durante
algunas horas sin rumbo fijo (Gastó, en Vallejo, 1994). Por otro lado, hay que tener
en cuenta que se pueden producir alteraciones parecidas en algunos trastornos
disociativos, especialmente en la fuga disociativa o psicógena. Según Reed (1988),
este tipo "afectivo" de estado crepuscular suele ser una reacción emocional
extrema a algún trauma psicológico intenso, pero es bastante similar al que ocurre
en los estados orgánicos. Se trata de un estado disociativo prolongado, durante el
cual la persona puede realizar actividades complejas, como viajes inesperados.
Puede durar desde horas hasta días e, incluso, en algunos casos, años. Durante el
episodio la persona sufre amnesia total o parcial de su identidad, y tras la
recuperación, no recuerda el episodio de fuga. Las implicaciones forenses de su
diagnóstico son importantes, ya que puede usarse como defensa de conducta
violenta, para la que se muestra amnesia.
Los estados oniroides son estados semejantes a los sueños (tal y como indica
el término oniroide), pero aquí el individuo experimenta con especial vividez, de un
modo alucinatorio, escenas dramáticas y fantásticas, incluyendo ilusorios
reconocimientos de su entorno. A diferencia del delirium, aquí la vivencia
patológica es continua, vívida y coherente. El contenido de las alucinaciones es
consistente, tienen una cualidad narrativa y, a menudo, son escénicas en su
naturaleza; dependiendo del contenido puede reaccionar con terror o con alegría, o
diversión. Estas alucinaciones ocupan la total atención e interés del individuo,
aunque se les puede arrancar durante poco tiempo de su estado hablándoles
51
enérgicamente, manifestándose entonces perplejo, desorientado, pero sin amnesia
con respecto a lo vivenciado. Con respecto a su actividad, o bien están sumidos en
estupor o en una agitación muy intensa. Los estados oniroides pueden aparecer en
la epilepsia, en fases agudas de la esquizofrenia, en intoxicaciones por
medicamentos y también tras trastornos del sueño, o tras una fatiga excesiva.
B) Alteraciones de la orientación
52
encuentra, el día de la semana, el mes, día del mes, año y estación. Los grados más
leves ocurren cuando la persona no es precisa en más de media hora o, por ejemplo, en
la duración de una entrevista. En los estados más graves, puede no saber en qué día de
la semana está, el período del día, el año, o incluso las estaciones. Hay que tener en
cuenta que los pacientes hospitalizados pueden cometer algunos errores, especialmen
teen el día del mes, debido, precisamente, al proceso de hospitalización.
-Desorientación personal. Aquí el paciente puede tener problemas para saber quién es él
mismo, o sus familiares, amigos, o aquellas personas que están en contacto con él.
Puede no recordar su propio nombre o el de otros, el lazo que les une a otras personas,
o el rol de los otros con respecto a él. La pérdida de conocimiento del propio nombre
o identidad ocurre en un estadio muy tardío del deterioro orgánico.
C) Alteraciones de la atención
Hay que tener en cuenta que la atención puede verse alterada en una amplísima variedad de
trastornos psicopatológicos y neurológicos (depresión, manía, ansiedad, esquizofrenia,
trastornos orgánicos, etc.), por lo que estas anomalías no suelen tener valor diagnóstico. Sin
embargo, es muy importante su exploración, ya que su alteración afecta a la capacidad de la
persona para dar o recibir información, para trabajar, para realizar actividades cotidianas (ver la
televisión, leer, etc.), es decir, afecta de manera importante a la vida de la persona (Gelder et
al., 1991).
Desde los planteamientos psiquiátricos más clásicos, la atención se caracteriza por estar
íntimamente ligada a la concentración, entendiendo la atención como un proceso de
localización perceptiva que incrementa la "conciencia clara y distinta" de un núcleo de
estímulos. No obstante, desde estos planteamientos no se suele tener en cuenta otras
funciones y fases de la atención (vigilancia, selec ción, activación, etc.). Sin embargo, una
forma posiblemente más conveniente para hacer una clasificación de las anomalías de la
atención y que ayude a su exploración, es exponiéndolas en función de aquel aspecto de la
atención con el que estén más relacionadas. La siguiente clasificación sólo es un intento por
sistematizar didácticamente este confuso campo y está basada, aunque con variaciones, en la
que ofrece Reed (1988).
53
Alteracionesde la atención como concentración. Aquí se incluyen todas las alteraciones
que están, de algún modo, relacionadas con la fijación (ya sea excesiva o esté ausente)
de la atención sobre estímulos, objetos o situaciones. Por un lado estaría la
hiperconcentración, es decir, el exceso de concentración sobre un aspecto, tema,
vivencia, etc. Esta alteración ha recibido diversos nombres; por ejemplo, Scharfetter
(1979) habla de estrechamiento de la atención, Gastó (en Vallejo, 1994) de inatención
(incapacidad para cambiar el foco de la atención, la persona parece distraída o
ensimismada, como si estuviera sólo atenta a sus contenidos mentales), y Reed (1988)
de ausencia mental. Este último término alude a un tipo de experiencia que no puede
considerarse como indicador de psicopatología. La persona se encuentra demasiado
ensimismada en sus propios pensamientos (exceso de concentración) y no atiende a
otra información externa que habitualmente es accesible, aunque sí que es capaz de
atender a otras actividades relacionadas con sus pensamientos. Se podría considerar
como un fenómeno de umbral: el nivel de atención es bajo para aquellos estímulos que
resultan distractores (los que no se relacionan con sus pensamientos) (Reed, 1988).
Este tipo de problemas, además de poder estar presente en personas sin
psicopatología, suele encontrarse en trastornos afectivos, trastorno obsesivo, en
pacientes delirantes, etc.
54
capacidad para separar los estímulos relevantes de los irrelevantes. Se trataría de la
capacidad para seguir una fuente de información cuando hay otras muchas que
compiten por atraer la atención. Alteraciones en la atención selectiva se pueden
encontrar en muchos y diversos trastornos. De hecho, la expresión más común de esta
alteración, la distraibilidad, es un síntoma frecuente en una amplia variedad de cuadros
psicopatológicos, que incluyen, por ejemplo, los episodios maníacos, la esquizofrenia,
los trastornos de ansiedad, etc.
55
ej., estímulo amenazante relevante a la tarea, etc.).
Desde la tradición psicopatológica más clásica se viene utilizando una serie de términos,
aunque poco precisos, para tener en cuenta en su exploración. Éste es el caso de los términos
de las memorias inmediata, reciente y remota. La memoria inmediata (información registrada
en los segundos previos) interviene en la función del registro y se relaciona con los procesos
de atención, percepción y conciencia. La prueba típica para su exploración es la repetición de
dígitos. La memoria reciente (información registrada en los minutos, horas o días
inmediatamente anteriores) interviene en la función de consolidación y es fundamental para la
orientación espacio-temporal. En su exploración se puede utilizar la prueba del objeto
escondido (esconder un objeto delante del paciente, seguir con otras actividades y finalmente
preguntarle en qué lugar se escondió el objeto), o preguntas del tipo "¿qué cenó ayer?". Por
último, en la memoria remota (información antigua) se acumulan los conocimientos tanto
biográficos como generales, y se suele explorar preguntando (y obviamente, verificando, para
descartar el fenómeno de la confabulación) por la propia vida del paciente o por
acontecimientos históricos y de cultura general. Una forma sistemática de evaluar estos
aspectos junto con la capacidad de orientación son las 10 preguntas de Kahn (citado en Kaplan
y Sadock, 1997):
56
6.¿Qué edad tiene?
En definitiva, en esta área es necesario explorar qué tipo de memoria está afectada
57
(sensorial, MCP, MLP), el tipo de información que se olvida (acontecimientos de la propia
biografía, conocimiento declarativo, etc.), el acceso a la consciencia de los recuerdos, y el
impacto que la pérdida de memoria está teniendo en la persona.
A) Alteraciones cuantitativas
Por lo que se refiere a la amnesia hay que diferenciar, en función de la secuencia temporal
de lo olvidado, la amnesia anterógrada, de la amnesia retrógrada. La amnesia anterógrada,
también llamada de "fijación", se caracteriza por una incapacidad de recordar la información
que ocurre con posterioridad al comienzo de los factores que causan la amnesia (p. ej.,
traumatismo craneoencefálico, accidente cerebro-vascular, etc.); es decir, no se puede adquirir
nueva información. Este fenómeno se puede evidenciar en el hecho de que el examinador se
tenga que presentar cada vez que evalúa al paciente, puesto que éste ya no le recuerda. Por el
contrario, en la amnesia retrógrada, también llamada de "evocación", la incapacidad de recordar
se circunscribe a los acontecimientos que ocurrieron antes del traumatismo. Puede seguir un
gradiente temporal acorde con la ley de Ribot que establece que los recuerdos más remotos
son los más resistentes al olvido; es decir, se va perdiendo información progresivamente hacia
atrás, empezando por lo más reciente, preservándose mejor los recuerdos más antiguos. Ello
quiere decir que la vida del paciente puede quedar detenida en una época pasada, la cual aún
recuerda, pero más allá de una fecha hacia delante es como si nunca hubiese existido. Así, un
paciente puede relatar como hechos de actualidad acontecimientos que pasaron hace quince
años, incluyendo los personales, como afirmar que tiene novia, pese a que hace varios años
58
que ya se había casado. La amnesia retrógrada puede ser lacunar (cuando lo olvidado se
circunscribe a un período de tiempo), más típicas del síndrome amnésico, o selectiva (cuando
lo olvidado se circunscribe a un tema), más habitual en las amnesias funcionales.
Por otra parte, se reserva el término pseudología fantástica para cuando los
recuerdos inventados están motivados por necesidades afectivas del paciente
(excusas, darse importancia, ser el centro de atención y necesidad de aprobación).
Se trata de hechos totalmente inventados o fantaseados (que pueden llegar a creerse
59
ellos mismos). Por lo general estas "mentiras" suelen ser fácilmente detectables
porque parecen bastante imposibles y cuanto más detalles se les piden, más
increíble se convierte la historia. La temática de sus invenciones, al contrario que
en la confabulación, no cambia continuamente y es más elaborada. A veces se les
puede confrontar con la realidad de lo que están contando y reconocer la falsedad
del mismo, pero es probable que se vean de nuevo inclinados a generar nuevas
fantasías, como sucede en cuadros histéricos y trastornos facticios.
Por último, mencionar que en este apartado también podrían clasificarse una
serie de experiencias psicopatológicas que combinan el recuerdo con la temática
delirante (recuerdos delirante, robo del recuerdo, etc.), que se comentarán en el
apartado de los delirios.
60
esencia de la falta de reconocimiento. Siempre se da en el contexto de un daño
cerebral. En la agnosia, el paciente puede analizar las características individuales de
un objeto a través de su exploración en una modalidad sensorial, pero es incapaz de
sintetizarlas en un concepto común, es decir, no reconoce al objeto como tal.
Aunque las agnosias están circunscritas a modalidades sensoriales concretas, los
órganos de los sentidos no están afectados (puesto que puede percibir los atributos
individuales del objeto). Tampoco se trata de que no se posea el rótulo verbal que
conceptualiza al objeto, puesto que se puede reconocer al mismo objeto si se
permite explorarlo a través de otros sentidos. Las agnosias se clasifican en función
de la modalidad sensorial que esté implicada. La agnosia visual es la incapacidad de
reconocer un objeto por la vista. Suelen estar dañados los lóbulos occipitales. Hay
varias modalidades: la agnosia para los colores, para los signos gráficos (alexia
sensorial) o para los números (alexia numérica). La prosopagnosia es una agnosia
visual en la que no se reconocen las fisionomías familiares. En el caso de la
simultagnosia, el paciente es incapaz de reconocer una composición, aunque pueda
¡den tificar cada uno de sus elementos. En las agnosias auditivas el paciente no
puede reconocer el significado de lo que oye. Las lesiones suelen estar ubicadas en
el lóbulo temporal izquierdo. Aquí destacan la afasia sensorial o de Wernicke (no
reconocer el significado de las palabras) y la amusia (no reconocer sonidos
musicales). Por último, las agnosias táctiles son la incapacidad de reconocer los
objetos a través del tacto. El daño suele estar ubicado en las áreas de Brodmann.
61
A) Distorsiones perceptivas
-Alteraciones de la percepción del tamaño o la forma del estímulo. Las dismorfopsias son
alteraciones en la percepción de la forma y las dimegalopsias del tamaño. Con
respecto a estas últimas, se diferencian las micropsias y las macropsias (o
megalopsias) en función de si los objetos se perciben más pequeños (o lejanos) o más
grandes (o cercanos) de lo que realmente son. Estas alteraciones se producen en la
totalidad de lo que el individuo esté mirando en ese momento. La distorsión afecta a
todo aquello que se ponga en su campo de visión, no sólo a un objeto concreto. Estas
distorsiones suelen ser muy típicas en estados de intoxicación de ciertas sustancias
(como la mescalina) y en trastornos neurológicos.
62
esquizofrenia.
B) Engaños perceptivos
Engaños perceptivos, fuera de las experiencias alucinatorias, son las imágenes anómalas o
pseudopercepciones, es decir, imágenes mentales que se producen en ausencia de los
estímulos que las pueden activar, o bien que se mantienen a pesar de que el estímulo que las
produjo ya no esté físicamente presente. Dentro de este apartado destacan las imágenes
hipnopómpicas e hipnagógicas, que antiguamente se denominaban alucinaciones fisiológicas.
Se trata de imágenes que aparecen en estados de semiconsciencia entre la vigilia y el sueño
(las hipnopómpicas asociadas al despertar y las hipnagógicas asociadas al adormecimiento).
Estas experiencias son comunes en la población normal (p. ej., oír el timbre del despertador
antes de que éste suene), aunque también pueden aparecer en la población clínica. Por lo
general, la persona es consciente, cuando recobra un nivel adecuado de alerta, de lo irreal de
tales imágenes. Otro tipo de pseudopercepciones son las imágenes alucinoides, imágenes de
gran plasticidad a las cuales el individuo no les otorga juicio de realidad, que pueden darse en
el espacio negro de los ojos cerrados (fenómeno de Müller o imágenes de la fiebre), o en el
espacio externo a consecuencia del uso de drogas (fantasiopsias). Las imágenes mnésicas son
recuerdos de imágenes sensoriales que pueden presentarse de un modo transformado, muchas
veces a voluntad. Las imágenes eidéticas son un tipo especial de imagen mnésica consistentes
en representaciones exactas de impresiones sensoriales que quedan como fijadas en la mente
de la persona, siendo absolutamente consciente de lo subjetivo de su naturaleza. Por último,
las imágenes parásitas son una especie de imágenes perseveradas (también llamadas
63
palinopsia) ya que, aunque fueron originadas por un estímulo o situación concretos, cuando
surgen estas experiencias la fuente de estimulación ya no está presente. Suelen desaparecer
cuando el individuo centra su atención en ellas. Una variante de imagen parásita es la imagen
intrusiva u obsesiva que, al contrario de la anterior, no desaparece aunque la persona focalice
su atención en ella, como por ejemplo, las canciones que se repiten una y otra vez en la cabeza
ante la desesperación de quien quiere deshacerse de ellas.
Dentro del apartado de engaños perceptivos se encuentra la alucinación, que los autores
actuales la suelen definir como una experiencia similar a la percepción que se produce en
ausencia del estímulo apropiado para producir tal percepción, con toda la fuer za e impacto de
una percepción real, y que no puede ser dirigida o controlada por quien la está
experimentando.
Las alucinaciones olfativas son menos frecuentes que las anteriores y suelen indicar
organicidad (p. ej., precediendo el ataque epiléptico), aunque también pueden presentarse en la
depresión y en la esquizofrenia. Los olores alucinados suelen ser siempre desagradables (gas,
podrido, etc.). A veces se acompañan de alucinaciones gustativas.
64
Las alucinaciones táctiles o hápticas pueden ser activas, en las que el paciente toca un
objeto inexistente, o pasivas, en las que el paciente se siente tocado, pellizcado, quemado, etc.
Un tipo especial de alucinación táctil es la fornicación, consistente en la sensación de que
pequeños insectos van reptando por debajo o por encima de la piel, una alucinación muy
frecuente en el delirium tremens, la psicosis cocaínica y otros estados orgánicos. Las
sensaciones hápticas pueden ser de varias modalidades: térmicas (sensación de calor o frío),
hídricas (sensación de flujo de fluidos), etc.
Por último, por lo que se refiere a las modalidades sensoriales, las alucinaciones
cinestésicas son las que se refieren a la percepción del movimiento de ciertas partes del
cuerpo que realmente no se mueven (los brazos se levantan, las piernas tiemblan o se
retuercen). Pueden darse en la esquizofrenia, pero son más frecuentes en los trastornos
neurológicos.
Por otra parte, también hay que considerar otras experiencias perceptivas que no son,
estrictamente hablando, alucinaciones, puesto que no acaban de cumplir sus criterios y las
podríamos considerar como variantes de la experiencia alucinatoria: las alucinaciones
funcional, refleja, extracampina y la pseudoalucinación. Por lo que se refiere a la alucinación
funcional, se trata de una experiencia perceptiva en la que un mismo estímulo provoca, al
mismo tiempo, una percepción normal y una alucinación en la misma modalidad sensorial.
Cuando el estímulo cesa, ambas percepciones finalizan (p. ej., oír insultos cuando el agua
corre por el grifo; se cierra el grifo y ya no se oye ni el agua ni las voces). Pueden estar
presentes en la esquizofrenia. El caso de la alucinación refleja es algo diferente, ya que un
estímulo produce al mismo tiempo una percepción normal y una alucinación, pero en distinta
modalidad sensorial (p. ej., el paciente oye que una persona tose y siente que su pierna la
sacude una corriente eléctrica). Tanto en la funcional como en la refleja, el paciente encuentra
una conexión entre ambos sucesos. Por su parte, la alucinación extracampina es una
experiencia alucinatoria que se experimenta fuera del campo perceptivo plausible (p. ej.,
aunque el paciente está mirando de frente, afirma que puede ver al diablo que se encuentra
sentando detrás). Por último, el término pseudoalucinación se ha utilizado en la literatura con
un doble significado. Por una parte, hace referencia a aquellas experiencias alucinatorias en las
que la persona otorga juicio de realidad a lo que percibe, como en la verdadera alucinación,
pero a diferencia de ésta, la persona ubica el origen de la experiencia al espacio subjetivo
interno y no en el exterior. El ejemplo prototípico de pseudoalucinación, en este sentido, es
cuando el paciente relata que oye voces que son tan reales, claras y nítidas como la
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conversación que está manteniendo con el examinador, pero que las oye dentro de su cabeza,
no fuera, y sólo él las puede oír. De hecho, muchas veces los pacientes completan el relato de
esta experiencia comentando que lo oyen con el oído "interior" (o lo ven con su ojo "interior").
Por otra parte, también se utiliza el término pseudoalucinación para la experiencia en la que la
persona percibe algo, es decir, le da juicio psicológico, pero no le otorga juicio de realidad, es
decir, sabe que es producto de su imaginación. En este sentido, uno de los ejemplos más
comentados son las "alucinaciones de viudedad", en las que la persona puede oír la voz del
cónyuge fallecido, o verle claramente sentado en su sillón favorito, aunque sabe que tales
percepciones no son reales. A diferencia del otro significado de pseudoalucinación, estas
experiencias pueden darse en momentos de crisis en personas sin trastornos mentales.
Para terminar, un breve comentario con respecto al término alucinosis. Este vocablo,
aunque ya no figura como tal en la cuarta edición del DSM, hacía referencia al síndrome
mental orgánico caracterizado por la predominancia de alteraciones perceptivas (bien visuales
en el caso de los alucinógenos, bien auditivas, en el caso del alcohol), pero a las cuales el
paciente no les da juicio de realidad, es decir, sabe que lo que está percibiendo es producto de
su estado de intoxicación o de abstinencia. Cuando a estas experiencias perceptivas el
individuo les empieza a atribuir realidad, entonces el diagnóstico cambiaba al de síndrome
delirante orgánico, o en terminología del DSM-IV, trastorno psicótico inducido por sustancias
con alucinaciones. Por tanto el término alucinosis viene a coincidir con la segunda acepción
de pseudoalucinación, pero siempre en el contexto de los trastornos mentales orgánicos.
Hay que preguntar abiertamente por las experiencias alucinatorias con preguntas como:
"¿ha oído voces o visto cosas que sólo Ud. ha podido ver u oír?". Si una persona no informa de
sus experiencias alucinatorias, puede ser bien porque cree que ello le va a ocasionar algún
inconveniente (ingreso, aumento de la medicación, etc.), bien porque las ha venido
experimentando crónicamente y ya no le resultan perturbadoras. En tales casos, merece la
pena una aproximación indirecta, preguntando por los síntomas en el pasado, o ubicando el
fenómeno en su contexto, es decir, indicando que es frecuente que las personas que se
encuentran en la situación del paciente, vean u oigan cosas que sólo ellos pueden percibir y
preguntarle si en alguna ocasión ha tenido ese tipo de experiencias. Si aun así lo sigue
negando, la observación de su actitud y movimientos durante la exploración es muy
importante, dado que si en ese momento las está experimentando le prestará atención,
desatendiendo al resto (detenerse súbitamente en medio de la conversación; mirar
detenidamente hacia un punto de la habitación, o responder física o verbalmente a la
alucinación). La pregunta "parece distraído, ¿estaba oyendo a alguien más?", puede resultar
conveniente. En cualquier caso, a pesar de la negación de la alucinación, si el clínico tiene
indicios de lo contrario, ha de documentar tal negativa y anotar su sospecha.
66
Cuando las alucinaciones (o al menos, las experiencias perceptivas anómalas) son
admitidas, hay que tener en cuenta la claridad del informe verbal del paciente (Ludwig, 1986).
En general, cuanto más vaga es la experiencia existe menos probabilidad de que se trate de una
alucinación; sin embargo, habrá que delimitar si lo que resulta poco claro es la experiencia en
sí o su descripción. En este sentido, suele haber menos dudas en las auditivas y visuales,
pudiendo ser más complicado de delimitar en el resto de modalidades, como se comentará
más adelante.
Por tanto, para evaluar la presencia de alucinaciones hay que tomar en consideración
varios elementos. Uno de ellos es la complejidad de la experiencia (alucinaciones elementales
o complejas). En principio, cuanto menos formadas estén las alucinaciones, más probable es
que se deban a causas neurológicas o bioquímicas. También hay que explorar en qué modalidad
se dan. A veces, las alucinaciones son una combinación de diversas modalidades, por tanto,
siempre hay que explorar experiencias perceptivas en todas las modalidades. En las auditivas
hay que explorar qué tipo de sonido es, si las voces son conocidas o desconocidas, si le hablan
en segunda o tercera persona, si comentan sus acciones, si le acusan (distinguiéndolas de los
delirios de referencia, en los que el paciente cree que alguien está hablando de él a partir de
una situación real) o si le dan órdenes (especialmente cuando la orden implica alguna conducta
peligrosa y no puede resistirse a ella), si es su propio pensamiento en eco, etc. En las visuales,
hay que indagar qué tipo de efecto visual u objeto se ve, y si el resto del campo perceptivo se
ve igualmente transformado o no. En el resto de modalidades, a veces puede resultar muy
difícil juzgar si se trata de una alucinación o si, por el contrario, se trata de una distorsión
perceptiva, incluidas las ilusiones (es difícil delimitar si hay un estímulo presente o no), por lo
que habrá que sopesar estas experiencias perceptivas junto con el relato que el paciente dé de
ellas, con el significado que le otorgue y el contenido de la alucinación (más probable que lo
sea cuanto más imposible), y con el resto de síntomas.
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En relación con la realidad que el paciente atribuye a sus experiencias alucinatorias, habrá
que explorar cuál es su correlato emocional y comportamental. Los pacientes pueden
reaccionar con terror y desagrado (voces que acusan, ver insectos, oler la descomposición del
propio cuerpo, etc.); pero también con agrado y curiosidad (sobre todo cuando se trata de
alucinosis, o cuando las alucinaciones tienen significados especiales gratificantes para el
individuo). También puede haber indiferencia cuando hay una larga historia de alucinaciones
como antes se ha comentado. En cuanto a sus reacciones comportamentales, los pacientes
pueden intentar huir de sus voces acusadoras, taparse los oídos, o mostrarse violentos al
intentar atacar a sus enemigos o al tener que cumplir sus alucinaciones imperativas, aunque
también puede producirse su aislamiento y retirada, bien por protegerse de la experiencia, bien
por recrearse en sus vivencias.
Por último, destacar también que hay una serie de variables que pueden ayudar a
diferenciar entre grupos diagnósticos, como por ejemplo, el número de alucinaciones distintas
que presenta la persona (que suele distinguir entre esquizofrenia - mayor número, distintas
modalidades, distintos contenidos-, y otros cuadros); la duración (más larga en cuadros
delirantes, más breve en cuadros maníaco-depresivo); y el contenido (más negativo en cuadros
delirantes).
Hay que tener en cuenta que existe una estrecha relación entre lenguaje y pensamiento
aunque, desde luego, no son sinónimos. Pese a que no se puede inferir que un lenguaje
trastornado refle je un pensamiento trastornado, sin embargo, en la práctica clínica, el término
"trastorno formal del pensamiento" suele solaparse con el de "habla desorganizada" ya que, de
hecho, los trastornos formales del pensamiento se expresan normalmente a través del habla y,
como los pensamientos de una persona no se pueden observar directamente, lo que hace el
clínico son inferencias en función de lo que dice la persona, tendiendo a asumir que las
palabras habladas se parecen a los pensamientos que las subyacen.
Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la comunicación humana ocurre tanto a
través del canal verbal como del no verbal. Este apartado se centra sólo en las alteraciones de
la comunicación (lenguaje y habla) que se expresan a través del lenguaje verbal. Aquí se darán
pistas para la exploración de alteraciones del lenguaje y pensamiento que pueden acompañar a
diversas categorías diagnósticas. Para ello, primero se enumerarán las alteraciones más
frecuentes del lenguaje y del habla y, posteriormente, se comentarán las alteraciones en la
forma del pensamiento.
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A) Alteraciones del lenguaje
Entre las alteraciones del lenguaje y del habla más comunes (excluidas las infantiles) se
encuentran las siguientes: la afasia, trastorno producido por una lesión cerebral focal (cortical
o subcortical), caracterizado por pérdida o deterioro en la capacidad para comprender o
expresar ideas a través del lenguaje; cuando el deterioro no es completo se denomina disfasia.
La disartria, trastorno producido por lesiones del sistema nervioso en el que existe una
alteración en el tono y el movimiento de los músculos que controlan la articulación (lengua,
labios, paladar, etc.). La dislalia, dificultad para articular fonemas, sílabas o palabras. La
parafasia, sustitución de letras o sílabas (parafasia literal) o palabras (parafasia semántica) por
otras cuya articulación es correcta. El agramatismo, dificultad para encadenar palabras en
frases o secuencias sintácticamente correctas, utilizando las reglas de la gramática (puede
ocurrir tanto en el habla como en la escritura y se puede encontrar en cuadros afásicos). La
aprosodia, incapacidad para la entonación del habla. La agrafia, pérdida en la capacidad ya
adquirida para el lenguaje escrito. La alexia, pérdida en la capacidad ya adquirida para la
lectura. La anomia, dificultad para encontrar palabras que designen objetos o personas, aunque
se pueden reconocer como familiares. El mutismo, ausencia permanente o temporal del
lenguaje expresivo verbal (cuando la persona lo había adquirido previamente); también puede
darse el mutismo selectivo, cuando se niega a hablar ante ciertas situaciones o personas. La
tartamudez, alteración de la fluidez y del ritmo del habla. La palilalia, repetición de una palabra
que va incrementándose en su frecuencia. La logoclonía, repetición espasmódica de una sílaba
en medio o al final de una palabra. Estas dos últimas formas de perseveración verbal son
características de algunos estados demenciales. Por último, la coprolalia son tics fónicos
complejos consistentes en palabras y frases de carácter agresivo y soez, característicos del
síndrome de la Tourette.
Cuando se habla de los "trastornos formales del pensamiento", se alude al modo en que
sigue el curso del pensamiento, al cómo se piensa y no al contenido o al qué se piensa.
Obviamente, puede ocurrir que un trastorno formal curse conjuntamente con un trastorno del
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contenido del pensamiento, cosa que, de hecho, sucede especialmente en los casos en que las
alteraciones formales son graves o muy acusadas. Aunque este tipo de anomalías normalmente
se asocian con la esquizofrenia, también pueden pre sentarse en otros diagnósticos (manía,
depresión, trastornos de personalidad, demencia, delirium, etc.).
En esta área hay que explorar la tasa, ritmo, flujo y cantidad de habla, el tipo de
verbalizaciones que utiliza (gramática, sintaxis, elección de palabras, etc.), cómo maneja los
conceptos, cómo se expresa, cómo concatena las preguntas y las respuestas, etc. No se trata
de evaluar las habilidades de razonamiento, sino si la persona es capaz de comunicar ese
razonamiento. Para ello es conveniente analizar el conjunto total del discurso del individuo
(Trzepacz y Baker, 1993): ¿la conversación era vaga y confusa?, ¿hablaba mucho o poco, rápido
o despacio?, ¿hablaba espontáneamente o sólo respondía a las preguntas?, ¿fue difícil la
recogida de información?, ¿se necesitaba repetir las preguntas?, ¿cómo fluían las ideas?, ¿el
discurso era coherente, con interrupciones, con silencios, con cambios de tema?, etc.
De acuerdo con Ludwig (1986), los trastornos formales del pensamiento violan alguna o
todas las características del pensamiento normal que, según este autor, serían las siguientes:
-Existen conexiones lógicas entre palabras, frases y oraciones, estando orientadas hacia
una meta.
-No hay tantas digresiones como para que al oyente le sea difícil seguir la línea del
pensamiento.
a)Pérdida de asociaciones. Se caracteriza por una ruptura en las conexiones entre las
distintas ideas o frases. El objetivo de la comunicación cambia repentinamente, en
función de asociaciones idiosincrásicas y azarosas. Se suele asociar con
esquizofrenia, aunque puede ocurrir en otros cuadros psicopatológicos y
neurológicos.
70
forma extrema de pérdida de asociaciones. El discurso es ininteligible, se pueden
ignorar las reglas de la sintaxis, se unen palabras arbitraria y azarosamente y no hay una
adecuada conexión entre palabras. Puede encontrase en la esquizofrenia, manía y
trastornos orgánicos (cuadros confusionales, demencias, etc.).
d)Pobreza del habla (del pensamiento, habla lacónica). Se refiere a un análisis cuantitativo
del comportamiento verbal. El habla se caracteriza por respuestas monosilábicas. Se
puede encontrar en la depresión, en la esquizofrenia, etc.
e)Pobreza del contenido del habla (del pensamiento, habla vacía, alogia, trastorno formal
negativo del pensamiento). En este caso se refiere a un análisis cualitativo del
comportamiento verbal. La persona emite respuestas cuya duración puede ser normal,
o incluso mayor de la adecuada, pero que proporcionan poca información. El lenguaje
tiende a ser estereotipado, vago y repetitivo.
h)Tangencialidad. Aunque el discurso tiene sentido y puede seguirse, las respuestas son
tangenciales, oblicuas, incluso irrelevantes. Esto puede ocurrir en una conversación
normal, pero la etiqueta de tangencialidad requiere que la alteración ocurra de una
manera muy marcada.
71
ansiedad y fatiga.
72
exploración. Las alteraciones más comunes en el contenido del pensamiento son las
siguientes:
A) Delirios
No es fácil definir qué es un delirio ya que, hasta el momento, no hay ninguna definición
psicopatológica totalmente satisfactoria. Para Jaspers (1913), los delirios son juicios falsos,
que se mantienen con una extraordinaria convicción, que no son influenciables por la
experiencia ni por conclusiones irrefutables y cuyo contenido es imposible. Otros autores
añaden que estas creencias se experimentan como verdades evidentes por sí mismas,
normalmente son de gran trascendencia personal, no siendo compartidas por personas del
mismo contexto cultural o social y su contenido es a menudo fantástico, o claramente
imposible. En este punto, hay que destacar que el contenido de los delirios no siempre es
extravagante y puede que, en algunos casos, los clínicos con menos experiencia no valoren una
creencia como delirante porque el contenido no es "suficientemente" estrambótico.
-El balance entre las evidencias a favor y en contra de la creencia es tal que los demás la
consideran increíble.
-Se mantiene con una convicción firme: las manifestaciones o las conductas de la persona
no cambian ante la presentación de evidencias contrarias.
-El contenido de la creencia tiene referencias personales, más que versar sobre
convicciones políticas, religiosas o científicas no convencionales.
-La persona no dice llevar a cabo esfuerzos subjetivos para resistirse a la creencia (en
comparación con los pacientes con ideas obsesivas).
Cuantas más de estas características posea una creencia determinada, mayor será la
probabilidad de que sea delirante, aunque hay que tener en cuenta que ninguna de ellas es
condición suficiente ni necesaria para definirla como tal. Por tanto, para poder valorar la
presencia de ideas delirantes, es necesario explorar todos estos aspectos.
73
La exploración de estas creencias puede que no sea siempre fácil, ya que las personas que
las mantienen no reconocen que sean diferentes de otras creencias que también tienen. Por
ello, es siempre muy útil poder contar con la información de otras personas, así como revisar
la historia del paciente. Hay que tener en cuenta que algunos pacientes esconden sus delirios y
que han "aprendido" a no hablar sobre ellos. Por tanto, hay que estar alerta a los cambios de
tema, omisiones, etc. Sin embargo, una vez que se plan tea el tópico del delirio, los pacientes
suelen elaborarlo bastante espontáneamente. En la exploración, suele ser útil preguntar a la
persona por las explicaciones que da a otros síntomas o a otras experiencias desagradables que
haya tenido (Gelder et al., 1991).
Los objetivos primordiales de la exploración inicial son ganarse la confianza del paciente
y determinar el grado en el que el delirio afecta a su vida (Kaplan y Sadock, 1997). Es
recomendable que el examinador tome una postura neutral durante la exploración inicial, sin
contradecir directamente las creencias del paciente, pero evitando a la vez apoyarlas en algún
modo (Trzepacz y Baker, 1993). También hay que evitar, en la primera exploración, discutir y
desafiar los delirios, ya que se pueden estructurar más si la persona cree que debe defenderlos
(Kaplan y Sadock, 1997). Es conveniente preguntar al paciente por cómo reaccionan los
demás (familiares, amigos, etc.) ante sus creencias, si piensan lo mismo que él, si discrepan,
qué piensa el paciente de esa discrepancia, si se ha planteado alguna vez que pudiera estar en un
error, etc. Este tipo de preguntas son de utilidad para valorar el grado de convicción y firmeza
de las creencias. También hay que valorar, especialmente en el caso de los delirios
persecutorios, la peligrosidad potencial del paciente, ya que éste puede actuar de modo
violento contra sus posibles perseguidores. Téngase en cuenta que el paciente puede incluir al
entrevistador en sus delirios, por lo que es conveniente mantener una actitud formal, para que
no se malinterprete un exceso de familiaridad ni se aumente la suspicacia del paciente (Kaplan
y Sadock, 1997).
Hay que destacar que los delirios deben evaluarse en el contexto social y cultural de la
persona, y que se debe buscar que el paciente clarifique y elabore cualquier afirmación que
pueda sugerir la presencia de una creencia delirante. Por ejemplo, si un paciente informa de
que "los vecinos siempre están metiéndose conmigo", habrá que pedir más información para
poder valorar si se está o no ante la presencia de una idea delirante: ¿de qué modo se meten
con él?, ¿cómo se siente por ese problema?, ¿en qué evidencia se basa?, etc. (Trzepacz y Baker,
1993). También hay que señalar que aunque los delirios son generalmente falsos, en algunas
circunstancias pueden ser ciertos, o volverse ciertos. Un ejemplo claro de ello es el delirio de
celos. Incluso aunque la pareja sea infiel, la creencia se puede valorar como delirante si no se
basa en evidencias racionales. Es decir, no es la falsedad lo que determina si una creencia es
delirante o no, sino la naturaleza de los procesos mentales que llevan a mantener esa creencia
(Gelder et al., 1991).
Por otro lado, aunque los delirios se consideran síntomas psicóticos, y por lo tanto son
indicios de la existencia de un trastorno mental grave, no son específicos de ningún trastorno
en particular, y pueden estar presentes tanto en trastornos delirantes (donde su presencia es
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necesaria para realizar el diagnóstico), hasta otros cuadros como esquizofrenia, depresión,
manía y muchas condiciones orgánicas.
Se han postulado cuatro tipos de delirios primarios: la intuición delirante, que sería
indistinguible de cualquier idea que nos asalte repentinamente, su contenido suele ser
autorreferente y, por lo general, de gran importancia para el paciente (p. ej., a la persona se le
ocurre de repente que tiene una misión religiosa en esta vida); la percepción delirante, que
consiste en la interpretación delirante de una percepción normal (p. ej., ver una persona con un
abrigo de un determinado color significa que le están siguiendo; se suele considerar como un
síntoma de primer orden para la esquizofrenia); la atmósfera delirante, que consiste en la
experiencia subjetiva de que el mundo ha cambiado de un modo inquietante, perplejo y difícil
o imposible de definir y se suele acompañar de un estado de ánimo delirante, ya que el
paciente se siente desasosegado, e incluso perplejo (p. ej., la persona sabe que algo está
ocurriendo, algo que le atañe, aunque no sabe exactamente qué es, se siente como si lo
hubieran "drogado" y "atontando"); y los recuerdos delirantes, que consisten en la
reconstrucción delirante de un recuerdo real, o bien en que, de pronto, el paciente "recuerda"
algo que es claramente delirante (p. ej., sabe que es el rey del mundo, porque recuerda que de
pequeño usaba una cuchara con un escudo para tomar la sopa).
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micrófono en el estómago cuando lo operaron de apendicitis).
Por lo que se refiere a la clasificación de los delirios según sea el contenido sobre el que
versan, a continuación se recogen los más comunes:
e)Delirio de pobreza o ruina. La persona cree que ha perdido o perderá todas, o casi todas,
sus posesiones materiales.
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h)Delirio nihilista. El tema gira en tomo a la no existencia del yo (o de alguna de sus
partes), de los demás y del mundo ("el mundo se ha terminado", "nunca más tendré
cerebro", "no necesito comer porque estoy hueco"). Un delirio somático puede ser
nihilista si se enfatiza la no existencia del cuerpo o parte de él.
k)Delirio de amor o erotomanía. Creencia de ser amado por otra persona, generalmente de
rango superior, pero por diversas razones, no puede relacionarse con la persona.
Cuando hay un conjunto de ideas delirantes que el individuo relaciona con un tema o
acontecimiento, o una idea delirante posee elaboraciones múltiples, se suele calificar como
delirio sistematizado. Si el contenido es consistente con el estado de ánimo depresivo
(relacionado con temáticas en torno a incapacidades, culpas, enfermedad, muerte, nihilismo o
castigos que el sujeto cree merecer) o maníaco (relacionado con sobrevaloración del poder, la
valía, los conocimientos o la identidad personales, o con relaciones especiales con la
divinidad o con personas famosas) se suele calificar como congruente con el estado de ánimo.
B) Ideas sobrevaloradas
Se trata de ideas en las que la persona se implica emocionalmente, que determinan de una
manera importante su comportamiento, y que se mantienen con intensa convicción, puesto que
se creen justificadas. Son ideas "comprensibles", en términos de la experiencia y personalidad
del individuo, que al tener una fuerte carga afectiva, tienen una posición central en el sistema
de creencias del individuo. Mantienen muchos puntos de unión con los delirios, pero también
diferencias, ya que poseen cierto grado de validación consensual y normalmente se refieren a
cuestiones sociales, políticas o religiosas (p. ej., la importancia de la salud, de la belleza, del
trabajo, etc.). Además, aunque se mantienen firmemente, no son tan absurdas, increíbles o
ilógicas como los delirios. Por otro lado, pueden existir ideas sobrevaloradas en personas
"normales", es más, incluso cuando son muy intensas puede que no se las llegue a considerar
como síntomas de trastornos mentales, sino como manifestaciones de la personalidad
(Gradillas, 1998).
C) Obsesiones
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Las obsesiones se podrían definir como ideas, pensamientos, imágenes o impulsos
persistentes que se experimentan (al menos inicialmente) como invasoras. Las personas que
las sufren pueden saber muy bien que sus obsesiones no tienen sentido y la mayoría han
intentado resistirse a ellas de algún modo, en algún momento de la evolución del trastorno. Sin
embargo, tales intentos suelen resultar infructuosos y la persona siente que difícilmente puede
deshacerse de ellas. Esta discrepancia entre la irracionalidad percibida y la necesidad
perentoria de realizarlas contribuye en gran medida al inmenso sufrimiento que suele
asociarse con este trastorno.
Estas ideas se pueden acompañar de actos compulsivos, aunque no ocurre siempre. Los
temas más frecuentes suelen versar sobre suciedad, contaminación, limpieza, comprobación,
orden, necesidad de simetría, acumulación, temas somáticos, religiosos, agresivos o sexuales,
que suelen ser reprensibles para quien los piensa, etc.
En la exploración de las obsesiones, hay que valorar de qué tipo son, su frecuencia, el
tiempo que ocupan a la persona, el modo en que interfieren en su vida, el reconocimiento de
irracionalidad, etc. Es importante resaltar que muchos pacientes obsesivos sufren múltiples
obsesiones, por lo que es necesario explorar otras obsesiones distintas a la identificada
inicialmente.
Existen diferencias entre las ideas sobrevaloradas y las obsesiones, siendo las más
importantes el que estas últimas son intrusivas, sin sentido, y la persona intenta resistirse a
ellas; características que no están presentes en las ideas sobrevaloradas, ya que ni se reconoce
que sean absurdas ni se lucha contra ellas.
D) Fobias
Aunque los rasgos clínicos más sobresalientes de las fobias son el miedo y la ansiedad, se
incluyen aquí por su contenido ideativo, ya que esas emociones suelen dispararse por los
pensamientos asociados a la situación u objeto que se percibe como amenazante: la
interpretación que se hace de una situación puede hacer que se produzca una respuesta de
miedo o de ansiedad o que ésta no se produzca. Existen muchos tipos de fobias, pero todas
ellas comparten las mismas características: son miedos desproporcionados en relación con la
situación, irracionales y no adecuados, ya que objetivamente no hay razones suficientes que
justifiquen tal reacción. Por ejemplo, una persona con fobia a las alturas puede sentir terror de
estar en el primer peldaño de una escalera. Además, no están bajo control voluntario y aunque
la persona puede reconocer su irracionalidad, no puede controlarlos ("no puedo hacer nada").
Además, la persona evita la situación temida, o bien la tolera con gran ansiedad y malestar.
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Si la situación o el objeto fóbicos son muy específicos, el hecho de evitarlos puede no
interferir excesivamente en la vida de la persona. Sin embargo, en muchas ocasiones, la fobia
(p. ej., agorafobia, fobia social, etc.) impide llevar una vida normal y hace que se limite de
modo importante su trabajo, su vida de ocio, sus relaciones sociales, etc.
E) Preocupaciones
F) Ideación violenta
Por lo que se refiere a la ideación suicida, ésta puede variar en su intensidad, desde la
presencia sólo de ideas de muerte, pasando por el deseo de morirse, pero sin un plan
determinado, hasta el plan de suicidio y el intento suicida. En los grados más leves, la persona
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puede desear o pensar en el suicidio como un escape a su situación, o una llamada de atención
o manipulación. En su forma más grave, la persona puede haber llegado a planear su muerte
(con más o menos detalle), previendo el momento, el medio, etc. Si la persona no habla
espontáneamente de las ideas de muerte, es totalmente conveniente preguntarle directamente.
Se puede empezar preguntando por pensamientos de "tirar la toalla" o deseos de estar muerto,
para introducir el tema (Kaplan y Sadock, 1997). Hay que valorar la frecuencia de ideas
suicidas, el grado de preocupación por ellas, si existe un plan, si la persona tiene acceso a los
medios, si ya se ha realizado alguna acción como hacer testamento, acumular pastillas, etc.
Por lo que se refiere a la ideación homicida, ésta también puede variar en su intensidad,
desde el deseo de que alguien muera, al plan para matarlo. Dado que las amenazas de violencia
pueden predecir acciones violentas, es necesario valorar hasta qué punto estas amenazas son
realmente peligrosas, o son manipuladoras y sin verdadera intención (Kaplan y Sadock, 1997).
En cualquier caso, hay que adoptar una actitud prudente y pensar al inicio que pueden ser
potencialmente ciertas, ya que si las personas manipuladoras creen que no se les está tomando
en serio, puede que incluso lleguen a cometer algún acto violento (Kaplan y Sadock, 1997).
Aquí se incluyen aquellas alteraciones que se refieren a la consciencia del propio "yo"
como individuo, es decir, formas patológi cas de sentir la mismidad. Estas anomalías pueden
producirse en un amplio espectro de trastornos psicopatológicos, ya que en todos existe
alguna alteración en el modo en que la persona piensa sobre sí misma y se estima o valora,
aunque existen también diferencias en función de la naturaleza específica del trastorno. Por
ejemplo, en muchos trastornos neuróticos (de ansiedad, somatomorfos, disociativos,
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alimentarios, etc.) se dan con frecuencia cambios en la auto-imagen; en los trastornos
psicóticos, el sí mismo se puede alterar como parte de la pérdida del juicio de la realidad.
Por otro lado, también pueden haber alteraciones en la experiencia del yo en cuanto
reconocido como real (conciencia de la realidad del sí mismo). Ésta es la experiencia central
de los delirios nihi listas, que pueden ocurrir, por ejemplo, en las psicosis afectivas.
Alteraciones a este nivel, aunque menos pronunciadas, se encuentran en la despersonalización,
en la cual el individuo siente "como si" fuera irreal, o como si hubiera cambiado en algún
modo, o se siente "extraño a sí mismo". Cuando el cambio se produce en la consciencia del
mundo exterior se suele denominar desrealización. Suelen darse juntas, porque el yo y el
ambiente se tienden a experimentar como uno. En estas alteraciones, el paciente pierde el
sentimiento de realidad que tenía de él mismo o del entorno. En ambos casos, la persona sigue
siendo consciente de estas contradicciones entre su experiencia subjetiva y la realidad
objetiva, pero "es como si" no fueran reales. La persona se siente como un actor en un
escenario, o como un espectador de una obra. También pueden sentirse como máquinas o
robots. Estas experiencias alteradas pueden encontrarse, además del trastorno de
despersonalización, en los ataques de pánico, la fobia social, la ansiedad generalizada, el
trastorno por estrés postraumático, la depresión, la esquizofrenia, en la intoxicación y
abstinencia de algunas drogas, etc., siendo también un síntoma frecuente en situaciones de
estrés intenso.
81
B) La consciencia de unidad del sí mismo
Esta experiencia hace referencia al yo en cuanto distinto del mundo exterior. Por tanto,
estas alteraciones se sitúan al nivel más primario de la experiencia del sí mismo: el de la
capacidad para diferenciarse del entorno. La persona siente que los objetos o las otras
personas están dentro de ella misma, o que forma parte de todas las cosas, que se ha diluido.
En algunos casos se habla incluso en tercera persona. Esta alteración puede aparecer en la
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esquizofrenia, en la intoxicación por LSD, en algunos fenómenos relacionados con
experiencias místicas y religiosas (estados de nirvana, de éxtasis, etc.).
Además de estas cuatro alteraciones, también habría que explorar si existen anomalías en
la imagen o esquema corporal. Las personas tenemos consciencia de nosotros mismos y
consciencia de nuestros cuerpos, y aunque ambas consciencias se solapan, son sutilmente
diferentes. La imagen corporal es la representación mental del cuerpo, el modo en que se
representa el cuerpo en la mente. El cuerpo, la corporeidad del yo, tiene un doble papel, como
función y como objeto, y ambos pueden vivenciarse de manera distorsionada. Así, por
ejemplo, en la hipocondría, en otros trastornos somatomorfos, y en los delirios somáticos
pervive la creencia de que el cuerpo no funciona bien. Por otra parte, el aspecto físico del
cuerpo es parte del objeto del conocimiento (tanto privado como público) de la propia
identidad, y como objeto social, está sujeto a los estándares de belleza de un momento dado.
De este modo, aunque la mayoría de las personas, especialmente las mujeres, no están
totalmente satisfechas con sus cuerpos, esta alteración puede alcanzar grados
psicopatológicos en trastornos como la dismorfofobia, la anorexia nerviosa y la bulimia
nerviosa. También puede haber perturbaciones importantes en la imagen corporal en las
alteraciones de la identidad sexual, como el transexualismo, en el que la persona tiene la
sensación de haber nacido en un cuerpo del sexo equivocado.
A la hora de evaluar esta área, hay que tener en cuenta que las emociones y los afectos
son, en sí, respuestas normales. Por tanto, para emprender la exploración psicopatológica de la
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afectividad, y diferenciar entre psicopatología y "normalidad", es necesario considerar, al
menos, los aspectos que se señalan a continuación. La forma de aparición: si hay presencia de
estímulos, patrones diurnos, factores situacionales, etc.; el grado de adecuación: si el afecto
es apropiado o congruente, valorando si existen discrepancias entre lo que la persona dice y su
conducta no verbal; las discrepancias con el contexto; el rango de la respuesta afectiva: se
refiere a la variedad de tipos de afectos que la persona es capaz de expresar; el grado de
proporcionalidad o intensidad: es decir, la relación entre la intensidad de la reacción
emocional y el estímulo que la provoca; el grado de reactividad: se refiere a los cambios
afectivos en función de la situación, vivencia, etc. Hay que evaluar si la persona es reactiva y
responde emocionalmente a los diversos contextos; el grado de movilidad: hay que valorar si
el afecto se ve constreñido, fijo, inmóvil o excesivamente lábil.
En primer lugar, y por lo que se refiere a la exploración del estado de ánimo, ésta se debe
hacer a lo largo del curso de la entrevis ta, valorando tanto los indicios no verbales (movilidad,
postura, mímica, entonación, etc.) como los verbales, y pidiendo a la persona que nos informe
con sus propias palabras sobre su estado emocional. Hay que tener en cuenta que las palabras
que utiliza el paciente para describir su humor pueden tener un significado distinto del
estrictamente psicopatológico, por lo que hay que animarle a que elabore sus respuestas,
preguntando qué es lo que quiere decir exactamente cuando dice que está triste, nervioso,
deprimido, etc. También hay que evaluar la intensidad de las emociones de las que informa, si
el estado de ánimo actual difiere del estado de ánimo "típico" del paciente, si hay variaciones
diarias, etc.
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Eutimia Se considera el estado de ánimo normal.
Implica la ausencia de estados depresivos y
eufóricos.
Disforia Estado de ánimo displacentero, molesto
( depresión, ansiedad, irritabilidad). Etimo-
lógicamente significa malestar.
Hipotimia o tristeza patológica Estado de ánimo decaído, la persona se
siente apenada, triste, afligida. (Algunos
autores utilizan el término "distimia", aun-
que etimológicamente este término haría
referencia a toda disfunción del humor.)
Por lo que se refiere a los afectos, y como antes señalábamos, éstos hacen referencia a
variaciones más transitorias en el estado emocional. Es deseable evaluar y describir por
separado el afecto y el estado de ánimo. A continuación se describen las alteraciones más
comunes:
a)Labilidad afectiva. Se refiere a cambios rápidos en el estado de ánimo, que pueden estar
provocados, o no, por estímulos externos. Las emociones duran poco tiempo y la
persona puede pasar rápidamente de una emoción a la contraria. Puede estar asociada
con incontinencia afectiva, pero no alude a la misma alteración, ya que en la
incontinencia lo que está alterado no es la emoción en sí sino su control. Puede
encontrarse en trastornos de personalidad histriónicos, episodios maníacos, trastornos
delirantes, demencia, delirium y otros trastornos neurológicos.
b)Incontinencia afectiva. En este caso existe una falta de control de la expresión afectiva,
la cual es desmesurada. El individuo no puede dominar sus emociones, que surgen de
un modo rápido e intenso. Puede ocurrir que la persona sea consciente de que no
siente tan intensamente esos afectos, pero no puede controlar su expresión emocional.
Se puede encontrar en trastornos orgánicos como los procesos demenciales, retrasos
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mentales, etc., y también en muchos trastornos mentales.
f)Paratimia, afecto discordante o inadecuado. Otros términos con los que también se
alude a esta alteración son afecto inapropiado, incoherente, disgregado, disociado, etc.
Con todos ellos se expresa que el afecto es dispar o inadecuado con el contenido de la
vivencia o el contexto en que se produce. Así, la persona puede reaccionar con tristeza
ante un acontecimiento alegre, o viceversa. Esta alteración se encuentra
fundamentalmente en la esquizofrenia, aunque también puede estar presente en otros
trastornos orgánicos (demencia, retraso mental, delirium, etc.).
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antes. Esta alteración se presenta de forma más notable en la depresión, pero también
se puede encon trar en otros trastornos como el trastorno por estrés postraumático, la
esquizofrenia, etc.
Por último, se describen a continuación las emociones más importantes que se han de
valorar en la exploración psicopatológica:
A) Ansiedad
Se trata de una emoción que puede ser desde un sentimiento transitorio y totalmente
adaptativo, hasta un síntoma que acompaña muchos y diversos trastornos mentales y
condiciones médicas. Se habla de trastorno de ansiedad cuando esta emoción no es secundaria
a otro diagnóstico. Para ser catalogada como patológica, la ansiedad debe ser desadaptativa y
desproporcionada en relación con la amenaza. Constituye un estado de temor y preocupación,
que se acompaña de síntomas psicofisiológicos característicos de hiperactividad del sistema
nervioso vegetativo. En la exploración hay que mostrarse tranquilo y tranquilizador, animando
a la persona a expresar sus preocupaciones (Kaplan y Sadock, 1997). Hay que valorar tanto las
manifestaciones conductuales (por ejemplo, conductas de evitación, de seguridad, etc.), como
las cognitivas (preocupaciones, temores excesivos e irracionales, pensamientos catastrofistas,
etc.) y las somáticas (sudor, palpitaciones, temblores, rubor, taquicardia, etc.).
B) Depresión
Al igual que la ansiedad, el término depresión describe tanto un estado emocional, como
un síndrome y algunos trastornos; pero, además, la tristeza o estado de ánimo deprimido es una
emoción "normal", universal e incluso apropiada tras una pérdida, fracaso, etc. Esta emoción
puede estar presente en cualquier trastorno mental o condición orgánica. En la exploración de
pacientes deprimidos es conveniente mostrar empatía y apoyo, tranquilizando al paciente, pero
evitando un optimismo vacío y superficial. En este tipo de problemas hay que explorar:
87
-Los síntomas cognitivos (tanto por lo que se refiere al contenido, es decir, el tipo de
pensamientos que están presentes, como los distintos procesos y estructuras:
atención, memoria, etc.).
Se trata de una alegría que no se corresponde con las circunstancias de la persona, que es
desproporcionada y a veces completamente inmotivada (Gradillas, 1998). Consiste en un
estado de ánimo elevado, expansivo, que suele estar presente en los episodios maníacos o
hipomaníacos, aunque no exclusivamente, ya que también puede estar presente en la
esquizofrenia, en la demencia y en otras condiciones orgánicas, etc. Hay que tener en cuenta
que estos pacientes pueden resultar divertidos, e incluso seductores, pero que también pueden
convertirse en molestos e irritantes, por lo que es muy importante establecer los limites de la
relación durante la exploración.
2.3.10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta, sexo, dolor y
estado general
En este apartado se encuentran aquellas alteraciones que tienen que ver con los patrones
de funcionamiento fisiológico que pueden afectar al estado general del paciente, al margen de
que en sí mismas puedan constituir el núcleo del trastorno.
88
A la hora de explorar los patrones de sueño, hay que tener en cuenta que hay grandes
diferencias individuales en la cantidad de sueño que necesitan las personas. Además, hay que
saber si el paciente está tomando algún fármaco que induzca al sueño, o si utiliza estimulantes
durante el día, puesto que estos hechos pueden estar camuflando, induciendo o perpetuando
estos trastornos. Hay que explorar tanto las alteraciones por defecto como por exceso. Por lo
que respecta a un patrón escaso de sueño, además de la afirmación de la persona de que no
siente necesidad de dormir (como sucede en algunos cuadros maníacos), el paciente puede
quejarse de que su sueño es muy ligero, que no acaba de descansar suficientemente, que le
cuesta mucho dormirse o que se despierta excesivamente pronto. El insomnio inicial es la
dificultad para conciliar el sueño, y se operativiza como tardar más de treinta minutos en
quedarse dormido. Acompaña frecuentemente a muchos trastornos mentales que se
caracterizan por una elevada activación, ansiedad y excitación. Por el contrario, el insomnio
tardío o despertar precoz consiste en despertarse entre una y tres horas antes de la hora
habitual con la dificultad de volver a conciliar el sueño. Suele ser más típico de la depresión.
Por último, el insomnio medio, consiste en estar despierto más de treinta minutos durante la
noche. Este último patrón puede tener la forma de insomnio intermitente, en el que la persona
se despierta varias veces a lo largo de la noche. Algunas de las preguntas que pueden guiar la
exploración serían: ¿cuántas horas duerme?; ¿cuánto tarda en dormirse desde que cierra los
ojos?; ¿cuántas veces se despierta?; ¿se suele despertar pronto y no puede volver a conciliar el
sueño, o lo hace de forma superficial (oye todo y cualquier ruido le molesta)?; ¿le suele costar
dormirse, aunque cuando lo logra, puede dormir entre 6 y 7 horas?; ¿se levanta cansado o
descansado?
Por otra parte, la persona puede verse aquejada de un patrón excesivo de sueño o
hipersomnia con respecto a las horas de sueño que el individuo necesitaba previamente. Esta
alteración puede presentarse en diversos trastornos neurológicos y en cuadros afectivos,
especialmente en la fase depresiva de un trastorno bipolar.
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realiza para mitigar un estado de ánimo disfórico. Cuando estas alteraciones en la ingesta
empiezan a afectar al peso, hay que evaluar el impacto y la importancia que la persona otorga a
esas oscilaciones. Para explorar esta área suele ser útil preguntar por la descripción de las
ingestas del día anterior, así como la distribución horaria de las mismas.
Por lo que respecta a la sed, se denomina polidipsia a la sed excesiva (término que no se
utiliza cuando se trate del contexto del alcoholismo). Por otra parte, puede haber una
reducción total de ingestión de líquidos en el contexto de un negativismo generalizado en el
que el paciente se niegue a beber.
Por último, las alteraciones en este apartado no sólo pueden hacer referencia a la cantidad
de los elementos ingeridos, sino que también puede afectar a distintas peculiaridades
cualitativas de los mismos. Así por ejemplo, en los cuadros de trastornos alimentarios, la
persona rechazará comer alimentos de elevado contenido calórico; en el contexto de las fobias
a atragantarse, la persona evitará ingerir alimentos sólidos; y en el contexto de cuadros
delirantes, la persona puede negarse a comer alimentos y bebidas de determinados colores, o
sólo ingerir una combinación específica de colores, olores o formas.
C) Apetito sexual
Como indica Ludwig (1986) el apetito sexual es un indicador biológico sensible del
bienestar general del individuo. Por tanto, no es extraño que cuando la persona comienza a
tener problemas, también haya alteraciones en el impulso sexual y habrá que evaluar si existe
un déficit en su libido, o por el contrario existe un incremento en el apetito sexual y en su
actividad. Entre las dificultades de este apartado se encuentra la valoración de los criterios de
"normalidad", puesto que la conducta sexual es una de las más influidas por aspectos culturales
y de valores (incluidos los del clínico). Suele ser conveniente preguntar por la valoración que
hace la persona de su vida y actividad sexuales.
90
de alguna dolencia física (Kaplan y Sadock, 1997). Es importante obtener una historia
detallada del dolor que incluya la frecuencia y la duración de los episodios de dolor actuales y
pasados, y los factores que lo alivian o lo empeoran.
Por último, cabe mencionar las quejas que los pacientes pueden realizar en cuanto su
estado general, con respecto a molestias, cansancio, fatiga o sensación de pérdida de energía.
Aunque estas experiencias pueden estar en cualquier cuadro clínico, suelen ser muy habituales
en trastornos que impliquen una emocionalidad alterada como la depresión o la ansiedad.
Para determinar los problemas de inteligencia del paciente hay que tener en cuenta su
historia personal, su nivel de formación, su historia laboral y sus nociones de cultura general.
Cuando no se tiene información sobre estos aspectos, o se sospecha de un déficit o un
deterioro, se debe administrar alguna prueba, bien haciendo que el paciente escriba, lea, o haga
alguna operación aritmética (es decir, si es capaz de funcionar al nivel básico para el que está
dotado), bien con pruebas estandarizadas como la prueba Mill Hill o las matrices progresivas
de Raven. Se puede inferir un trastorno del aprendizaje si hay discrepancia entre los resultados
del test y la habilidad y capacidad comprobada en su ejecución en las tareas de lectura y
aritméticas. En cualquier caso, es importante que las preguntas y las pruebas estén adecuadas
al nivel educativo y la formación de la persona para evitar bien la frustración, bien el
desinterés.
91
En esta área hay que explorar la adaptación del individuo a diversas situaciones sociales:
relaciones con personas del mismo sexo y del sexo contrario, relaciones ocasionales,
relaciones íntimas, relaciones con la autoridad, con la familia, en el trabajo o área escolar, en
grupos, en encuentros de "tú a tú", asertividad, capacidad de expresar sentimientos hacia los
otros, habilidades para iniciar y mantener relaciones sociales y conversaciones, etc. Hay que
tener en cuenta que los problemas en las relaciones interpersonales pueden surgir debido a las
características de la persona o del sistema interpersonal. Aquí sólo se va a considerar el
primer tipo de problemas aunque, obviamente, también es necesario explo rar el sistema
interpersonal o social del individuo, fundamentalmente, las relaciones de pareja y familiares, y
valorar si en estos ámbitos existe algún patrón psicopatológico que dispare o mantenga los
problemas del paciente.
No hay que olvidarse de que las personas se comunican con los demás, no sólo mediante
la comunicación verbal, sino también mediante otros canales no verbales. Estos últimos son
igualmente parte importante en el proceso de la interacción social. En este sentido, en la
exploración de esta área hay que tener también en cuenta aspectos tales como el olor corporal
(que puede reflejar falta de higiene, deseo de agradar, etc.), la vestimenta, los adornos de la
piel, la postura, los gestos, el contacto visual, etc. Es necesario tener en cuenta el papel que
desempeñan los aspectos culturales, ya que las diferencias entre culturas, importantes en toda
la exploración psicopatológica, son centrales a la hora de evaluar todos los aspectos que se
acaban de enumerar. La entrevista puede constituir un contexto muy útil para la evaluación de
estas cuestiones.
La conducta social es un área que puede estar alterada en gran variedad de trastornos. Por
ejemplo, los pacientes maníacos pueden no seguir las convenciones sociales y mostrarse
indebidamente familiares con personas que no conocen suficiente; los esquizofrénicos pueden
comportarse socialmente de un modo extraño, algunos se muestran hiperactivos y
desinhibidos socialmente, otros agresivos, otros alejados de todo contacto social; en los
individuos con ideas delirantes de suspicacia y perjuicio, estas creencias alteran las relaciones
interpersonales de muchos modos: malinterpretando cualquier acción o intervención verbal de
las otras personas, no confiando en los demás, respondiendo desproporcionadamente ante
cualquier cosa que considere provocadora, rechazando los contactos personales; en los
pacientes depresivos se puede encontrar aislamiento, escasez de actividades sociales, etc.
Un grupo de trastornos en los que es muy importante explorar el área de las relaciones
interpersonales, ya que suele estar muy frecuentemente deteriorada, es en los trastornos de
personalidad. A continuación se muestran algunos ejemplos de cómo puede verse afectada esta
área en estos cuadros psicopatológicos (Gradillas, 1998). Las personalidades del grupo A del
DSM, en su cuarta edición (paranoides, esquizoides y esquizotípicos), suelen caracterizarse
por la distancia interpersonal y la restricción emocional. Así, los esquizoides suelen mostrar
rasgos de asociabilidad y en los paranoides suele haber suspicacia y rechazo de relaciones. Por
lo que se refiere al grupo B (límite, histriónico, narcisista y antisocial) suelen ser personas
erráticas, emocionales y teatrales. En las personalidades antisociales suele estar presente la
92
propensión al engaño, la falta de empatía y la tendencia a transgredir las normas; en las
personalidades límites es frecuente encontrar inestabilidad en las relaciones; en las
personalidades histriónicas se puede dar deseo de ser el centro de atención, manipulación,
exceso de familiaridad, comportamiento seductor y exhibicionista, y necesidad de aprecio y
aprobación; en las personalidades narcisistas puede haber necesidad de trato especial,
admiración y abuso en las relaciones. Por último, las personalidades del grupo C (por
dependencia, evitación y obsesivo-compulsivas) suelen intentar limitar los riesgos. Así, las
personalidades dependientes suelen mostrar necesidad de apoyo, renuncia de
responsabilidades, deseo de agradar y preocupación excesiva por el abandono; las
personalidades por evitación se caracterizan por el miedo a la evaluación negativa por parte de
los demás y el deseo de aceptación en la personalidad por evitación; y las personalidades
obsesivas suelen mostrar unas relaciones muy formales, convencionales y secas.
Por último, la exploración ha de terminarse con unas breves notas acerca de cómo el
entrevistador se ha visto afectado por la conducta del paciente; es decir, ¿le ha producido
simpatía, preocupación, tristeza, ansiedad, irritación, frustración, impaciencia o ira? El
examinador puede haberse encontrado cómodo y amigable, o haberse enfadado, haber sentido
miedo, o haberse frustrado en su intento de comunicarse con el paciente. También ha de
incluirse la opinión que el examinador tiene sobre la precisión de la información obtenida,
poner de manifiesto las inconsistencias que se hayan producido a lo largo de la exploración
(bien entre lo que se ha observado y el informe verbal del paciente, bien entre las diversas
afirmaciones del paciente), así como indicar si ha tenido dificultades en realizar la
exploración. Las notas clínicas han de fecharse.
93
La necesidad de ir elaborando un diagnóstico diferencial a medida que se realiza el
examen resulta siempre imprescindible y, desde luego, ineludible en el caso de la asistencia en
urgencias. De entrada, a la espera de pruebas más precisas, Kaplan y Sadock (1997) enumeran
una serie de características que son más indicadoras de organicidad, entre las que se
encuentra: que tenga un comienzo agudo (en horas, minutos, con síntomas destacados); que
sea el primer episodio; que hayan enfermedades médicas o lesiones intercurrentes; que exista
abuso de sustancias; presencia de síntomas neurológicos (pérdida de conciencia, convulsiones,
cambios en las características de una cefalea, cambios en la visión); y presencia de apraxia
constructiva (dificultades en el dibujo de un reloj, de un cubo, de la intersección de dos
pentágonos, etc.).
Por su parte, García Toro y González Guillén (1998) señalan que, pese a las semejanzas
aparentes en la sintomatología, una atenta observación puede revelar ciertas diferencias en las
manifestaciones psicopatológicas de los agentes biológicos. Para ello, habrá que fijar se en
una serie de signos y síntomas que, al estar presentes, hacen más probable que un cuadro
clínico esté inducido por agentes biológicos (trastornos médicos, fármacos, drogas o
tóxicos), y por tanto, se recopilan más indicios para solicitar la consulta de otros especialistas
y otras pruebas médicas y de laboratorio para confirmarlo claramente. Estas pistas no deben
considerarse como señales claras de presencia de factores biológicos, ya que no poseen valor
patognomónico por sí solas, sino que hay que considerarlas en su conjunto y relacionarlas con
el resto de la información de la historia y de la exploración. Así, y siguiendo a estos autores,
las condiciones inducidas por agentes biológicos, a diferencia de aquellas que no lo están, se
caracterizan por lo siguiente: nivel de consciencia disminuido o fluctuante; orientación
alterada en un orden determinado (temporal y espacial, finalmente personal); atención y
concentración disminuidas; más afectada la memoria reciente que la remota y mayor
probabilidad de amnesia anterógrada; en el área de la percepción, suele haber ilusiones
frecuentes y de haber alucinaciones son más frecuentes las visuales, olfativas o gustativas, con
contenido incongruente con el estado de ánimo; lenguaje disártrico o afásico, pobre,
perseverante, estereotipado o tangencial; en el área del pensamiento, si hay ideas delirantes
son más fugaces, sin sistematizar, estimuladas por el entorno y corregibles: el juicio (insight)
suele estar conservado; el funcionamiento cognitivo y la capacidad de abstracción están
deteriorados; en el ámbito de la afectividad puede haber labilidad afectiva y mayor agresividad,
sobre todo en el consumo de sustancias psicoactivas; el área psicomotora suele ser fluctuante
a lo largo del día; y suele haber somnolencia o hipersomnia.
Además de estas diferencias, existen otras que pueden ayudar al clínico en su diagnóstico,
como el inicio del trastorno (que puede ser insidioso o súbito, dependiendo del factor
biológico que lo provoque), la edad (mayor probabilidad si el individuo tiene más de 40 años;
en personas jóvenes hay que descartar el uso de drogas, y en ancianos el uso de fármacos
psicoactivos), los antecedentes psiquiátricos (son menos frecuentes tanto los personales
como los familiares), la ausencia de acontecimientos vitales precipitantes, la personalidad
previa (suele haber sido bien adaptada) y, por supuesto, la constancia o sospecha de
enfermedad médica, o de uso de fármacos o drogas que puedan relacionarse con la
94
psicopatología del paciente y que mantiene una relación temporal con los síntomas que
presenta.
Cuadro 2.2. Pistas para el diagnóstico diferencial de la amnesia, basado en García Toro y
González Guillén (1998) y Ludwig (1986)
95
Amnesia 1nduoda
Amnesia d,soaaova por agentes b,ológ,cos.
Síndrome amnésico
96
Cognición Habilidades cognitivas preser- Déficit Puede haber confa-
vadas. bulación.
Por último, hay que mencionar que existen una serie de instrumentos que son de gran
ayuda en la evaluación neuropsicológica, y cuya descripción va más allá del alcance de este
libro, como son la batería de Halstead-Reitan, la investigación neuropsicológica de Luria, la
bateria neuropsicológica de Luria-Nebraska, etc. También existen pruebas más breves y rápidas
que ayudan en la evaluación de esta área, como el Mini-Examen del Estado Mental (que se
encuentra en el apartado de "Material para el Terapeuta"), la Escala de Calificación de
Demencia de Mattis, etc. Todos estos instrumentos pueden ayudar al clínico a identificar la
97
presencia y naturaleza de alteraciones de la función cognoscitiva de origen orgánico.
98
La ingesta abusiva de cualquier droga (alcohol, nicotina, cafeína, anfetamina, cocaína,
alucinógenos, opiáceos, sedantes, feniciclidina, etc.), así como su intoxicación y abstinencia,
puede llegar a inducir un trastorno mental, del mismo modo que ocurre también con los
medicamentos (y sus efectos secundarios) y la exposición a tóxicos (plomo, arsénico, etc.).
Así, por ejemplo, según García Toro y González Guillén (1998), la mayoría de las drogas
pueden estar relacionadas con el delirium y los cuadros psicóticos (a excepción de la nicotina
y la cafeína), los cuadros de ansiedad (excepto los opiáceos) o la depresión (excepto la
cafeína y la nicotina). Pero no sólo las drogas, los fármacos que se prescriben para el
tratamiento de enfermedades médicas (analgésicos, anestésicos, antihistamínicos, etc.) y
psiquiátricas (neurolépticos, antidepresivos, etc.), o que son tomados por iniciativa propia,
también pueden estar relacionados con la presencia de estos trastornos. Además, hay que tener
en cuenta que las drogas y los fármacos pueden no sólo inducir, sino también exacerbar
cualquier psicopatología. Por tanto, es necesario explorar si existe consumo de alguna de
estas sustancias, y en qué grado, determinando también la posibilidad de que las alteraciones
se deban a la abstinencia de dichas sustancia. En la exploración se ha de preguntar siempre a la
persona si fuma, si consume alcohol, café, o cualquier otra droga (legal o ilegal), y en qué
medida, si está tomando algún fármaco, cuál, en qué dosis y si lo hace según las indicaciones
de algún médico. Hay que considerar la posibilidad de que la persona mienta sobre estas
cuestiones, por tanto, y si se considera necesario, puede que en algunos casos sea
recomendable solicitar algún tipo de análisis (de sangre y de orina) para poder confirmar esta
posibilidad.
Por último, también hay que considerar que la persona pueda haber estado expuesta a
algún tóxico (por ejemplo, pinturas, insecticidas, funguicidas, gases, etc.). Los efectos
psicopatológicos más conocidos son el delirium producido por el plomo y el arsénico, y el
síndrome amnésico producido por el arsénico (García Toro y González Guillén, 1998).
99
que tener en cuenta que cuando el paciente obtiene pocos puntos en esta prueba no se puede
asegurar la organicidad o el origen de tales déficit, y que se pueden producir falsos positivos,
especialmente debido a sesgos que no favorecen la evaluación de personas con baja educación.
ORIENTACIÓN
Dígame el dia....-...-.Fecha........- ..Mes........._...Estac,ón.......- ....Año......... ..-.. (5)•
,-
Dígame el hosplt.ll (o el lugar).-..- ......- ......._._.._..._..Planta._..._ .._ ....
Ciud,d..._ ..- ........_ .........Prc•11ncia-.........._......._ .._ ........_ ..._NaclÓO.....-.... .......-.(5)
CONCEN"IR.ACIÓN Y CÁLOJLO
1 ........... (3) J
MEMORIA
¿Recuerda las 3 palabras qtJe le he cbcho antes?_ _ _ _ _ _ _ __
LENGUAJE Y CONSTRUCCIÓN
Se le muestra un boligrafo:"¡Qué es esto?". Rep!l.ase con el relo¡.......- ...- ....-
-
.._ ......(2)
Una manzana y una pera son fruta~ ¡Ven:lad! ¡Qué son el f'OfO y el Yef'de!
¡Qué son un perro y un gato/..._..._.._ .._............- ...- ..............- ........................_. •........(2)
derecha.
L::::-.este.-...-.. . . con_._.la_mano
Cqa papel
. ._. _. _. _. _. dóblelo
. . . _._. __póngalo
. ._. ._. _cnoma
y
. . . . . ._. ._. _mesa
de la
. _. . •...- .•. (3)
Lea esto y haga lo que dice. CIERRE LOS OJO$..._.._._......._......._ ........... •....__(I)
,.. ~
Escriba una frase .........._ ..- ............_.._ .._...._.._ .._...............- ..........- ...- ..- ......_ .. (I)
Copie este dibu¡o:
~ .........( 1)
En su aplicación se suele invertir unos 5-10 minutos. Con una puntuación inferior a 25 se
100
pueden sospechar alteraciones y con menos de 21 puntos ya indicaría deterioro cognitivo.
1. Funciones corticales
1. Observación:
-Conducta.
-Humor y afecto.
-Cualidad de la articulación.
-Atención.
-Tiempo de respuesta.
2. Pruebas específicas:
a) Orientación:
-Persona: ¿Cómo se llama? ¿Dónde vive actualmente? ¿Está casado? ¿Cuál es su trabajo?
-Tiempo: ¿Cuál es la fecha de hoy? (día, mes, año) ¿Cuál es la estación de las últimas
vacaciones?
c) Memoria específica:
101
-Remota: nombres de los niños, cumpleaños, fecha de la boda, nombre de soltera de la
madre.
d) Habla y lenguaje: nombrar las partes de un reloj de pulsera. Elección de palabras: seguir
órdenes de 2 y 3 palabras. Articulación: leer en voz alta, escribir un párrafo.
1. Observación:
-Marcha.
-Posición de pie.
-Movimientos involuntarios.
-Coordinación.
2. Pruebas específicas:
a)Olfato: determinar el olor de: jabón, café, tabaco y vainilla en cada fosa nasal.
b)Vista:
102
-Fondo de ojo: inspección cuidadosa.
d)Cara:
-Musculatura: arrugar la frente, enseñar los dientes, cerrar ojos y labios con fuerza.
A continuación se presenta una lista de preguntas que pueden ayudar al clínico a organizar
la información con el fin de analizar cuál es el problema que presenta la persona una vez
realizado el psicopatograma. Este listado no agota las posibles cuestiones que son
susceptibles de ser planteadas, sino que sólo constituyen una guía general.
103
o con algún contexto ambiental particular?
Cuadro resumen
104
con el que dan otras personas cercanas. Explorar si existen deterioros selectivos de la
memoria para acontecimientos o períodos concretos. Preguntar al paciente si suele
olvidar cosas, y cuál es su actitud hacia sus "olvidos". Registrar cualquier evidencia de
confabulaciones o falsas memorias. En caso de trastorno orgánico, especifíquese en
detalle la relación entre la condición biológica y la amnesia anterógrada y retrógrada.
-Exploración del contenido del pensamiento. Preguntar al paciente por sus preocupaciones y
creencias principales. Registrar si los contenidos de éstas son excesivos, "increíbles",
absurdos, ilógicos, fantasiosos, etc.; si son compartidas por otras personas, cómo han
comenzado a mantenerse; el grado de firmeza, de implicación personal y de
convencimiento, cómo interfieren en su vida cotidiana, etc.Valorar si las
preocupaciones de la persona toman la forma de delirios, ideas obsesivas,
sobrevaloradas, fóbicas, etc. Preguntar explícitamente al paciente sobre ideación
suicida.
105
ausentes, si hay presencia de estímulos, patrones diurnos, la variedad de afectos que es
capaz de expresar, el grado de intensidad, reactividad y movilidad de los afectos.
Obsérvese la constancia del estado de ánimo durante la entrevista y cómo se
manifiestan los afectos.
-Exploración de las funciones fisiológicas. Explorar tanto las alteraciones por defecto como
por exceso. Preguntar por pautas de sue ño (insomnio, hipersomnia, etc.), apetito y
hábitos de ingesta, actividad sexual y molestias físicas.
-Exploración del órea social y de las relaciones interpersonales. Explorar la adaptación del
individuo a diversas situaciones sociales.
-Reacción del examinador. Anotar cómo el entrevistador se ha visto afectado por la conducta
del paciente y su opinión sobre la precisión de la información obtenida.
106
Exploración de la memoria. No se encontró ninguna alteración.
107
Exploración adicional de la psicopatología inducida por agentes biológicos. No existía
indicios ni de condición médica, ni de uso de sustancias (droga, fármaco o tóxico).
Preguntas de autoevaluación
a)Parálisis ❑
b)Perseveración de la postura ❑
c)Ecopraxia ❑
d)Manierismo ❑
e)Conducta de seguridad ❑
a)Confabulación ❑
b)Pseudología fantástica ❑
c)Amnesia reduplicativa ❑
d)Jamais vu ❑
e)Prosopagnosia ❑
3.Juan pensó "tengo que levantarme" y en ese preciso momento oyó "tengo que levantarme".
Asustado, empezó a mirar a su alrededor y volvió a pensar: "¿Cómo es posible si aquí
no hay nadie?", y entonces oyó "¿Cómo es posible si aquí no hay nadie?". Juan está
experimentando:
b)Alucinación refleja ❑
c)Pseudoalucinación ❑
108
d)Eco del pensamiento ❑
e)Delirio de pasividad ❑
a)Idea obsesiva ❑
b)Idea sobrevalorada ❑
c)Delirio somático ❑
d)Delirio de referencia ❑
e)Inserción de pensamiento ❑
109
110
Clave de respuestas
Capitulo 2
a b e d e
1.- Pregunta: D [.? D D D
2.- Pregunta: li? D D D D
3.- Pregunta: D D D [.? D
4.- Pregunta: D D D D [.?
111
112
Lecturas recomendadas
y bibliografía
113
114
Lecturas recomendadas
Se trata de un libro escrito desde una perspectiva psicológica que vuelve a sus
orígenes: al concepto de experiencia. Partiendo del funcionamiento habitual o
normal de los procesos psicológicos, se explican las diversas anomalías que en
cada proceso pueden suceder (p. ej., desde el funcionamiento de los procesos
perceptivos "normales" se explica las experiencias perceptivas no habituales, como
las alucinaciones). Tomando como referencia a la psicopatología cognitiva, se
analizan las posibles experiencias anómalas que se pueden dar en cada uno de los
procesos mentales.
115
116
Bibliografía
Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, E (1995). Manual de Psicopatología (vols. 1 y 2). Madrid:
McGraw-Hill.
Gelder, M.; Gath, D. y Mayou, R. (1991). Oxford Textbook of Psychiatry. Oxford: Oxford
University Press.
Ludwig, A. M. (1986). Principles of Clinical Psychiatry (2.aed.). Londres: The Free Press.
Trzepacz, P. Y. y Baker, R. W. (1993). The Psychiatric Mental Status Examination. N.Y.: Oxford
University Press.
117
118
Índice
Introducción 15
Capítulo 1. Aspectos generales 18
1.1. La historia clínica 21
El psicopatograma y el examen del estado mental 23
1.3. La presentación y formulación clínica del caso 26
1.4. El informe psicológico 28
Cuadro resumen 29
Exposición de un caso clínico 31
Capítulo 2. Protocolo de aplicación 34
2.2. Evaluación 36
2.3. I.Exploración de la apariencia, el comportamiento durante la
38
evaluación y la conciencia de enfe
2.3.2. Exploración de la actividad motora y de la conducta intencional 38
2.3.3. Exploración de la conciencia, alerta, atención y orientación 48
2.3.4. Exploración de la memoria 56
2.3.5. Exploración de la percepción y de las imágenes mentales 61
2.3.6. Exploración de la forma del pensamiento, el lenguaje y el habla 67
2.3.7. Exploración del contenido del pensamiento: las creencias anómalas 71
Exploración de la conciencia del sí mismo 80
2.3.9. Exploración de los afectos y de las emociones 83
2.3. 10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta,
88
sexo, dolor y estado g
2.3.11. Exploración de la inteligencia 91
2.3. 12. Exploración del área social y de las relaciones interpersonales 91
2.3.13. Reacción del examinador 93
2.4. Exploración adicional de la psicopatología inducida por agentes
93
biológicos
2.5. Materiales para el terapeuta 99
Preguntas de autoevaluación 108
Clave de respuestas 109
Lecturas recomendadas y bibliografía 111
119
120