Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
NUESTRA BIBLIOTECA
DESCÁRGALO AQUÍ
6
7
ROSA MARÍA BAÑOS RIVERA CONXA PERPIÑÁTORDERA
8
9
10
11
12
13
Introducción
Cuadro resumen
Objetivos
2.2. Evaluación
14
2.3.9. Exploración de los afectos y de las emociones
2.3. 10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta, sexo, dolor y
estado general.
Cuadro resumen
Preguntas de autoevaluación
Clave de respuestas
15
16
El propósito de este libro es ofrecer una guía útil para realizar la exploración
psicopatológica. Para ello, se indica cómo describir, explorar, identificar y organizar los
signos y síntomas que una persona puede presentar en un momento concreto, o en otras
palabras, cómo obtener la instantánea del estado mental actual del paciente.
Por otra parte, esta actividad clínica va a requerir no sólo del conocimiento de
determinados fenómenos, sino también de la utilización correcta de un vocabulario
específico, y de la habilidad para organizar dicha información para poder ser transmitida
certeramente a otros profesionales.
El objetivo de este libro es eminentemente práctico. Por tanto, aunque este trabajo
tiene una deuda importante con muchos libros, artículos y trabajos científicos que han
servido como soporte para la configuración de sus distintos apartados, dado el carácter
de la colección en la que se enmarca, no se encuentran recogidos en la bibliografía,
aunque sí en nuestro sincero reconocimiento.
Por otro lado, no se pretende aquí realizar una revisión exhaustiva de toda la
Psicopatología descriptiva, ni mucho menos de las explicaciones, teorías y modelos que
han intentado e intentan comprenderla. Lo que el lector podrá encontrar en las siguientes
páginas es sólo un modo de llevar a la práctica conocimientos que pertenecen a una
17
disciplina básica, como es la Psicopatología. Esta tarea, que puede parecer sencilla a
simple vista, implica un esfuerzo importante para el clínico en su quehacer cotidiano y
supone instaurar el hábito de analizar las experiencias anómalas, antes de verse
"atrapado" por la etiqueta diagnóstica.
Este libro no habría sido posible sin los alientos y apoyos de muchas personas.
Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento especial a la profesora Amparo Belloch
Fuster, quien durante muchos años no sólo ha sabido transmitir conocimientos concretos
de la Psicopatología, sino una manera de abordar esta disciplina y una manera de trabajar
dentro de ella. Este libro es un pequeño ejemplo de lo que nos ha enseñado nuestra
maestra.
18
19
La exploración psicopatológica es una labor ineludible en el ámbito de la Psicología
Clínica y la Psiquiatría. Es más, la Psicopatología, desde un punto de vista clásico, no se
entiende sin la referencia continua de la anamnesis, la semiología y la exploración clínica
(Ruiz, M., Ruiz, E y Fernández Baca, P., 1998). Es una práctica defendida por autores
clásicos, como Eugen Bleuler o Kurt Schneider quienes, al hacerlo así, modificaban la
visión de Kraepelin de que la clasificación sólo era posible en función del curso de la
enfermedad psiquiátrica.
20
relación con toda la información disponible. Para obtener toda esta información, puede
que se requieran varias sesiones de exploración. Además, es muy conveniente que el
clínico comente sus hallazgos y sus hipótesis con otros colegas, dentro del marco de las
sesiones clínicas, en las que se expone la información estructuradamente y se discuten las
hipótesis posibles sobre la problemática de la persona.
El objetivo de este libro es ofrecer guías y pautas sobre cómo realizar la exploración
psicopatológica y sobre cómo ordenarla y presentarla. Como antes se ha señalado,
aunque la exploración es una parte imprescindible en la evaluación clínica, ésta supone
un proceso más amplio. Para comprender mejor el lugar concreto que ocupa la
exploración en este proceso, se expondrán, en primer lugar, los formatos utilizados con
más frecuencia en el ámbito de la Psicología Clínica y Psiquiatría, describiendo la
estructura completa en la que se produce el proceso de evaluación. Así, a continuación se
exponen las guías para realizar la historia clínica, el psicopatograma o examen del estado
mental, la presentación y formulación del caso y el informe psicológico. El segundo
capítulo de este libro se dedica exclusivamente a la exploración psicopatológica, lo que
clásicamente se ha denominado psicopatograma o examen del estado mental,
presentando las áreas que se han de explorar para poder obtener una información extensa
y comprensiva de los problemas que tiene una persona en un momento concreto.
21
Se trata de un registro de la vida de la persona que permite al profesional describir y
comprender quién es, qué le sucede y valorar la gravedad y el pronóstico de su
problema. Por tanto, la historia es el contexto necesario en el que se ha de realizar el
diagnóstico, así como la formulación de un plan terapéutico específico. En ella se suele
incluir:
a)La historia propiamente dicha (con todos los epígrafes que se exponen más abajo).
e)La formulación del caso (de este apartado se deriva la presentación y formulación
del caso).
i)El pronóstico.
j)El resumen y las recomendaciones (de este apartado se puede derivar el informe).
Muchas veces la historia incluye también otras fuentes de información aparte del
paciente (familiares, amigos, personal sanitario), que es conveniente que se compilen en
hojas separadas.
22
En este apartado se desarrollará el contenido del primer punto de la historia ("la
historia propiamente dicha"), es decir, la recopilación de información referente a la
identificación de la persona y sus circunstancias pasadas y presentes. Los aspectos que se
incluyen en este punto son los siguientes.
b)Datos del referente y motivo de referencia. A veces, la persona viene remitida por
otro profesional, u otra institución, a un servicio concreto para ser evaluado. En
ese caso, hay que indicar quién lo remite y el motivo de la referencia, así como
las expectativas de la consulta o la evaluación.
c)Queja (motivo de consulta). Las quejas del paciente hay que recogerlas con sus
propias palabras (normalmente, cuando es una expresión literal del paciente se
pone entre comillas); es decir, hay que establecer por qué ha venido o ha sido
traído. La queja debe registrarse aunque el paciente sea incapaz de hablar, niegue
tener cualquier tipo de problema o haga afirmaciones extrañas. A veces, la queja
del paciente no coincide con el problema principal, especial mente en aquellos
casos en los que no existe conciencia de enfermedad.
23
g)Problemas mentales anteriores. Hay que recoger información sobre otros episodios
de problemas mentales previos, su cronología, su sintomatología y diagnóstico, el
grado de incapacitación que produjo, el tratamiento que recibió, durante cuánto
tiempo y su resultado. Si es posible, es conveniente solicitar información a los
centros en los que fue tratado. Se debe determinar si el episodio actual tiene
semejanzas con episodios anteriores. En ese caso, se debe dar una especial
atención al primer episodio: precipitantes, posibilidades diagnósticas, capacidad de
adaptación, respuesta al tratamiento, etc. Se ha de anotar igualmente si nunca
recibió asistencia. También hay que explorar si en la historia previa ha habido
actos auto-lesivos o intentos de suicidio.
24
Cuando se realiza un análisis transversal de la sintomatología que presenta una
persona, se está haciendo referencia al examen del estado mental o al psicopatograma.
Sin embargo, estos dos términos provienen de dos tradiciones diferentes en la literatura
psicopatológica, si bien finalmente confluyen en el mismo propósito y objetivo.
25
psicoanálisis.
Por otra parte, desde el contexto psiquiátrico anglosajón (menos influido por la
fenomenología), no aparecen los términos de psicopatograma o psicopatografía, sino el
de examen del estado mental, utilizado como el análogo del examen del estado físico, que
realizan en sus quehaceres los colegas médicos no psiquiatras. En su origen es mucho
más operativo, puesto que de lo que se trata es de conseguir una instantánea que el
clínico toma del paciente en un momento en concreto sobre su estatus mental. Es más,
autores como Trzepacz y Baker (1993) afirman que el examen del estado mental es un
componente objetivo de la evaluación del paciente, puesto que se basa en las
observaciones que el clínico realiza en una situación de entrevista; mientras que la parte
subjetiva sería la propia historia clínica (anamnesis), ya que se basa en las experiencias
del paciente, su relato y su memoria.
Desde ambas tradiciones, bien se llame psicopatograma, bien examen del estado
mental, esta exploración es una parte esencial de la valoración clínica. Para poder utilizar
esta herramienta, el clínico requiere de conocimientos, de habilidades de exploración y de
un vocabulario. Por tanto, el evaluador ha de saber hacer surgir, detectar, integrar y
organizar todos los datos clínicamente significativos. Su metodología se basa en el
registro de los hallazgos actuales y no debe estar contaminada con los datos de la historia
del epígrafe anteriormente comentado. De hecho, mientras que los datos de la historia
clínica permanecen estables, el estado mental del paciente, dependiendo de la
psicopatología, puede cambiar de hora a hora. De este modo, esta exploración es muy
útil para clarificar la fiabilidad de muchos de los datos recogidos en la historia y es
absolutamente imprescindible para realizar el diagnóstico y el diagnóstico diferencial. Los
cambios en el estatus mental del paciente reflejarán el cambio en su situación y, por
tanto, en la evolución de su diagnóstico o tratamiento.
26
aparecido incluso versiones más reducidas que facilitan su aplicación y minimizan el
tiempo invertido. Así, el mini-examen del estado mental es uno de los instrumentos más
ampliamente utilizados para rastrear deterioros cognitivos en pacientes psiquiátricos,
especialmente en la evaluación de demencias. Este instrumento fue elaborado por
Folstein, Folstein y McHugh en 1975, con el objetivo de contar con una evaluación breve
y objetiva del funcionamiento cognitivo y de sus cambios. Se puede administrar en 510
minutos y se emplea tanto en contextos clínicos, como en encuestas comunitarias y
estudios epidemiológicos, pero donde más se ha aplicado y estudiado es, sin duda, en
pacientes aquejados de demencias, limitándose a explorar su funcionamiento cognitivo.
•Memoria.
•Conciencia de sí mismo.
•Afectos y emociones.
•Funciones fisiológicas.
•Inteligencia.
27
1.3. La presentación y formulación clínica del caso
28
identificar sólo la información que es de importancia para el tratamiento. Además, como
se ha de ir revisando y actualizándose con la información adicional que va surgiendo en
las sesiones de tratamiento, le ayuda también a recordar la información y valorar el
progreso, especialmente cuando los casos son largos. Es importante incidir que no es algo
que sólo se escribe una vez en la evaluación inicial.
Hay muchos modos de hacer formulaciones, y la que aquí se expone sigue las
directrices de Gelder et al. (1991). Se empieza con una afirmación concisa de las
características esenciales del caso (dos o tres frases); después se considera el diagnóstico
diferencial, listando las posibilidades razonables en orden de probabilidad, y evitando
listar todos los diagnósticos concebibles que no sean próximos al caso. Se ha de indicar
cuál es la evidencia a favor y en contra de cada diagnóstico, con una evaluación del
resultado e indicando las conclusiones del diagnóstico más probable. Después se abordan
los aspectos de la etiología, identificando los factores predisponentes, precipitantes y
mantenedores. Los predisponentes se consideran en orden cronológico, mostrando cómo
cada factor puede añadir algo a los anteriores. Las conclusiones sobre el diagnóstico y la
etiología se resumen con un listado de los problemas y de cualquier otra exploración que
se necesite. Finalmente, se realiza el diagnóstico utilizando los criterios de un manual
diagnóstico de carácter oficial (CIE o DSM). Luego, se perfila el plan de tratamiento de
un modo conciso. Por último, se hacen afirmaciones sobre el pronóstico, realizando
predicciones sobre cuál es el curso más probable en función del tratamiento, y cuáles los
factores que pueden entorpecerlo.
Como puede verse, la formulación del caso es mucho más que la afirmación de un
diagnóstico. El objetivo es crear un modelo de comportamiento individual del paciente, y
poder así perfilar un tratamiento también individualizado, por lo que debe proporcionar la
estructura dentro de la cual se pueda aplicar un tratamiento y se pueda predecir un
pronóstico.
29
estado mental, objeto de la primera sesión clínica y, en segundo lugar, cuando el paciente
va a ser dado de alta, incluyendo el juicio clínico del profesional responsable, otros
puntos de vista y la respuesta del paciente al tratamiento.
Existen muchos modelos de informe, pero en todos ellos se suelen incluir los
siguientes puntos: datos de identificación, motivo de referencia y planteamiento de los
objetivos, observaciones generales (datos biográficos relevantes, información de
trasfondo, etc.), procedimientos de evaluación, conductas y observación de examen,
resultados e integración, recomendaciones y resumen.
Cuadro resumen
30
En el proceso de evaluación se debe recoger información que permita el
conocimiento preciso de la persona y de sus problemas, en su presente, pero desde su
historia y su contexto. La exploración psicopatológica es una parte del proceso de
evaluación en el marco de la Psicología Clínica y de la Psiquiatría. Se trata de una
exploración "transversal", en la que el interés recae en la evaluación de la pre sencia de
signos y síntomas, y la posición de cada síntoma en relación con toda la información
disponible.
Existen diversos protocolos para recoger toda esta información, y que constituye
la"historia clínica" de la persona, pero en todos ellos se suele incluir la siguiente
información. La que a continuación se presenta está basada, con modificaciones, en
Kaplan y Sadock (1997).
1. Historia
8.Historial médico
10.Antecedentes familiares
11.Personalidad
31
IV. Otros documentos:
5.Resultados del examen del estado mental (hallazgos sobresalientes por normalidad
o anormalidad)
10.Pronóstico
C.Resumen y recomendaciones
1.Motivo de referencia
4.Historia personal
32
8.Pronóstico
V.Tratamiento
33
34
Datos de identificación de la persona, datos del referente y motivo de referencia. F.T. es
una mujer de 23 años, soltera, con estudios primarios, cuya ocupación es ayudar en las
tareas del hogar y que vive con su padre y dos hermanos de 18 y 16 años. F.T. fue traída
a Urgencias por su padre, quien se encontraba asustado por su estado de agitación y la
conducta extraña que presentaba.
Consecuencias del problema actual. Desde el inicio de este episodio, F.T. empezó a
desatender las tareas domésticas y dejó de participar de la vida familiar. Hay que tener en
cuenta que el nivel de funcionamiento social de F.T. era ya deficitario antes de este
episodio.
35
Historia y evolución del problema actual. Su padre refirió que desde poco antes de
estas Navidades (hacía 2 semanas) la paciente comenzó a hablar sola, a ratos se quedaba
absorta, inmóvil, como si estuviera hablando con ella misma. Además, su conducta
comenzó a ser extraña para la familia, ya que salía o entraba de casa sin decir nada y la
mayor parte del tiempo prefería quedarse en cama. Hace cuatro días empezó a alarmar a
los familiares pues se puso a gritar fuera de sí: "¡Cambio y corto!, ¡soy la madre de
Dios!, ¡llamadme sor F.!, ¿por qué me he condenado?". Dejó de comer y sólo consentía
tomar huevos batidos. Su padre también refería que hablaba con su madre (que había
fallecido varios años antes) y con la Virgen.
Problemas mentales anteriores. Hace tres años (cuando tenía 20) tuvo un episodio
por el que estuvo a punto de ingresar. En aquel momento también manifestaba una
conducta extraña: no quería comer y hablaba sola. Continuamente manifestaba que
sentía unas cadenas alrededor de ella que querían matarla. En aquel momento fue
diagnosticada de "Esquizofrenia Paranoide" y tratada mediante fármacos antipsicóticos,
siendo buena la respuesta al tratamiento. Desde entonces, F.T. no había tenido ningún
episodio más, aunque su comportamiento, según indica su familia, nunca había sido
"como el de una chica normal", ya que apenas salía, era muy retraída y sólo se dedicaba
a ayudar en las tareas de casa.
36
37
Para realizar una adecuada exploración psicopatológica es necesario que el clínico
posea habilidades para la entrevista, así como que esté familiarizado con algunas técnicas
e instrumentos. Sin embargo, es importante remarcar que, además de las estrategias
concretas, es totalmente ineludible el conocimiento amplio en psicopatología. Como
señala Jaspers: "Se puede preguntar bien sólo cuando en lo general se tiene un rico saber"
(1913: 993).
2.1. Objetivos
2.2. Evaluación
38
evaluación, pero no cabe duda de que la entrevista es la más utilizada.
Independientemente de que se obtenga información con otras técnicas, nada puede
reemplazar la versatilidad de la entrevista. Escapa al propósito de este libro explicar las
técnicas de entrevista; sólo incidir en que es un instrumento insustituible para recoger
información, en la que el entrevistador estructura el examen, escucha atentamente a lo
que se dice y a lo que no se dice, anota las reacciones del paciente, así como las
reacciones que el paciente despierta en él. Es la oportunidad que tiene el clínico, no sólo
de recabar información, sino también de observar a la persona en una interacción social y
dar apoyo. La duración de las entrevistas suele oscilar entre 45 y 60 minutos, pudiendo
recogerse la mayor parte de la información en dos sesiones, al margen de las pruebas
adicionales que se soliciten, aunque esto no es válido para el caso de pacientes que
acuden a urgencias o van a ser ingresados.
39
botánico que va describiendo la forma, el color, la hechura superficial, etc. de
una hoja, piensa que ésta se componga de la suma de estos elementos. Pero si
quiere dar una descripción tendrá también que realizar un análisis, pues no le
es posible decir todo de una sola vez. Exactamente así, y sólo así, entendemos
nosotros nuestro análisis. De ello resulta que a veces se difuminarán y
entrecruzarán necesariamente los límites de las diversas secciones [...1. Es
decir, es posible considerar aisladamente una única manifestación, incluso será
menester hacerlo, pero ella misma no es algo aislada.
Finalmente hay que insistir en que, el examen del estado mental no sólo es una
manera de explorar, sino que también es una manera de describir y transmitir
información para el conocimiento del caso. Por tanto, en cuanto a su exposición, se
recomienda una organización sistemática en torno a algún principio rector, con el fin de
facilitar tanto su comprensión al lector, como la rápida localización de la información que
se requiera. La manera de ordenarla que aquí se expone es una propuesta basada en el
rastreo de los diversos procesos psicológicos (antes funciones psíquicas) y actividades
mentales. Además, dado que el psicopatograma o el examen del estado mental pueden
llegar a ser, en aquellas situaciones que lo requieran, un documento legal del estatus
mental de una persona, su redacción tiene que ser cuidadosa. Ha de escribirse de una
manera profesional, objetiva y con una terminología psicopatológica precisa y bien
definida; por el contrario, se evitará cualquier descripción o sentencia que implique
juicios de valor en un sentido moral.
40
retraído, etc.), contacto ocular (mirada huidiza, mirar hacia abajo, mirar atentamente a
un objeto inexistente, etc.) y una descripción general de su nivel de conciencia (alerta,
distraído, etc.).
41
cuantitativos, cualitativos y a la mímica.
A) Aspectos cuantitativos
-Con respecto al rango de actividad, ésta puede oscilar desde la inmovilidad total a la
hiperactividad. La ausencia o reducción del movimiento en alguna parte del
cuerpo se denomina acinesia (p. ej., ausencia del movimiento rítmico del brazo al
caminar, consecuencia de los efectos extrapiramidales de los neurolépticos). La
acinesia suele acompañarse también de una disminución de la expresión facial.
Puede ser un efecto secundario de la medicación antipsicótica, pero también
puede manifestarse en la esquizofrenia, en la depresión o en los cuadros
orgánicos. Se aplica el término parálisis o paresis para indicar ausencia de
movimiento localizado en una zona concreta del cuerpo debido a daño cerebral.
Entre las características asociadas a la parálisis se encuentran las siguientes: los
músculos afectados se encuentran atróficos y flácidos; se pierde el tono muscular
del miembro afectado en respuesta a movimientos pasivos (atonía o hipotonía); y
los reflejos osteotendinosos están ausentes o muy disminuidos. El término
pseudoparálisis se reserva para las parálisis en el trastorno de conversión. Por
último, la cataplejía indica la pérdida momentánea e involuntaria del tono
muscular (en un estado de conciencia lúcida), lo cual produce bien la caída de los
objetos que en ese momento sostenga el paciente, bien su propio
derrumbamiento. Suele estar asociado con emociones intensas, como miedo,
cólera o risa. Puede darse en tumores cerebrales, encefalitis, traumatismos y
enfermedades cardiovasculares. En algunos manuales se incluye en este apartado
el estupor, dado que implica una inmovilidad total o el mantenimiento de posturas
estereotipadas, sin reacción a los estímulos exteriores, razón por la que aquí se
tratará más extensamente en las alteraciones de conciencia. El tono muscular en
el estupor puede variar desde la flacidez hasta una marcada tensión, lo que hace
que el paciente tenga un aspecto como de madera. A veces contrasta su cara
inexpresiva con la viveza de sus ojos, sobre todo en el estupor catatónico,
mientras que en el estupor depresivo predomina una expresión de abatimiento con
un tono muscular normal. Puede estar presente la incontinen ciaurinaria y fecal,
siendo más habitual en el estupor catatónico.
42
Algunos autores reservan el término retraso (o retardo) psicomotor sólo
para cuando el enlentecimiento motor no se deba a causas físicas (p. ej., en la
depresión o en la esquizofrenia catatónica). El retraso psicomotor puede tener
su máxima expresión en la obstrucción, una especie de obstáculo en medio del
flujo de la actividad psíquica y motora. Mientras que el enlentecimiento se
puede comparar a una desaceleración, la obstrucción sería como poner de
repente un palo entre los radios de una rueda. El paciente que experimenta
obstrucción se detiene en la mitad de su actividad. Tras una pausa continúa
con lo que estaba haciendo. A veces se encuentra asociada "la reacción del
último momento", en la que el examinador pide que el paciente haga
determinada actividad varias veces sin obtener respuesta y, justo cuando lo va
a dejar, el paciente lo hace. Estos fenómenos, en sus formas más extremas,
pueden acabar en estupor y son frecuentes en la catatonia.
43
B) Aspectos cualitativos
44
paciente agarrará cualquier objeto que se ponga en su mano), en el "asimiento
forzado" (el examinador extiende la mano al paciente para que se la estreche,
pero se le indica que la próxima vez que le extienda la mano no debe
estrecharla; tras unos minutos de conversación, la persona que presenta esta
alteración, al darle la mano, la volverá a estrechar tantas veces como la tenga
delante), y en el "signo del imán" (el examinador toca rápidamente con su dedo
la palma de la mano del paciente y, al retirarlo, la mano del paciente seguirá el
dedo del examinador, como un trozo de hierro a un imán). Por lo que respecta
a las posturas, cabe mencionar la perseveración de la postura, en la que la
persona mantiene una determinada postura (espontánea o inducida por el
examinador) durante un período de tiempo, pese a que se le ha dado la
instrucción de que se resistiera al movimiento. La persona debe ser
previamente advertida de que no tiene que dejar su cuerpo en la posición en la
que lo deja el examinador. Bleuler exploraba esta alteración tomando el pulso
del paciente con su brazo extendido. Una vez tomado el pulso y abandonado el
brazo, el fenómeno se manifiesta porque la persona, en vez de bajar el brazo,
lo sigue manteniendo en alto. Cuando el examinador encuentra cierta
resistencia plástica, como si estuviera moldeando un trozo de arcilla, se trata
del fenómeno de la flexibilidad cérea descrita por Wernicke, conservando las
posturas en las que el examinador deja al paciente, aunque sean incómodas.
Algo similar sucede en la almohada psicológica, postura en la que la cabeza
queda suspendida a unos centímetros de la cama como si tuviera una
almohada y pudiendo quedar en esa postura durante horas. A veces, esta
inducción a la adopción de posturas puede realizarse incluso hasta con la más
leve presión del dedo. Todos estos fenómenos suelen ser típicos de la
esquizofrenia catatónica.
45
desaparecen durante el sueño. Requieren una ulterior exploración neurológica y es
preciso registrar su velocidad, frecuencia, amplitud, ubicación y las condiciones
que lo aumentan o disminuyen. Se habla de temblor en reposo o estático cuando
aparece en zonas corporales en reposo, y desaparece durante el movimiento de
dichas zonas; suele estar presente en el Parkinson, efectos secundarios de los
neurolépticos e intoxica ciones.El temblor postural ocurre cuando se inicia y
mantiene activamente alguna postura (p. ej., extender los brazos). Suele estar
presente en síndromes de intoxicación y abstinencia, y en trastornos de ansiedad.
El temblor intencional surge sólo cuando la persona inicia una acción,
interfiriendo con los movimientos más precisos (p. ej., comer o tocarse la punta
de la nariz con el dedo). Suele asociarse a trastornos mentales orgánicos,
destacando el temblor alcohólico debido a la abstinencia. El temblor también
puede estar presente en otros cuadros, como los de ansiedad, en los que el
temblor suele ser rápido, intensificándose en la conducta intencional. Los
movimientos atetoides y coreiformes tienen un origen neurológico. La atetosis se
refleja en movimientos lentos, repetitivos, continuos, arrítmicos y serpenteantes
que recuerdan el desplazamiento de un reptil. Se producen en la lengua, la cara o
las extremidades. En la corea se dan movimientos más rápidos y bruscos que en
la atetosis, aunque menos exagerados, y son movimientos más variables que los
tics, los cuales no cambian. El balismo es un movimiento violento de una
extremidad, normalmente sólo de un lado del cuerpo (hemibalismo).
46
voluntaria asociadas a los movimientos espasmódicos que se dan en los
cuadros epilépticos. Tienen un patrón bastante similar (inicio apnéico, fase
convulsiva, fase de recuperación). Según Bulbena (en Vallejo, 1994), las
convulsiones psicógenas no epilépticas (convulsiones "charcotianas") son en la
actualidad bastante infrecuentes y se diferencian de las verdaderas
convulsiones en varios aspectos: no siguen el patrón de las tres fases, rara vez
presentan mordeduras en la lengua e incontinencia urinaria, y no suele haber
lesiones por caída, al margen de las diferencias en el registro EEG en el que en
las pseudoconvulsiones es normal.
47
epilépticas, el sonambulismo, bruxismo - rechinar de dientes-, mioclonus
nocturno - sacudidas de las extremidades inferiores durante el sueño-, jactatio
capitis - balanceo de la cabeza durante el sueño-, o la fuga disociativa).
48
obsesión) y estereotipado (se hacen siempre siguiendo idéntica secuencia y
forma), que el paciente se siente obligado a realizar aunque, a veces, no haya
una relación evidente entre el ritual compulsivo y el objetivo que persigue. Al
igual que las obsesiones que tratan de neutralizar, son egodistónicas y
consideradas por el propio individuo como bastante irracionales y excesivas,
aunque se vea incapaz de detenerlas. Como su nombre indica, la compulsión
no puede ser reprimida voluntariamente, es algo que el individuo se siente
obligado a hacer. Aunque sabedora de la autoría de sus actos (es decir, sabe
que sus actos son suyos y que ella los inicia), la persona los experimenta como
realizados contra su voluntad, puesto que no se puede resistir. Se experimentan
subjetivamente como inevitables y, a veces, se pueden llegar a vivenciar con
verdadera repulsión. Tienen un carácter mágico y defensivo de lo que intentan
prevenir. Por eso, el ritual ha de llevarse a cabo en una forma exactamente
predeterminada, con cierta frecuencia y repetición (p. ej., doblar las esquinas
de las servilletas tres veces de manera alterna y en orden, empezando por la
parte superior izquierda). No es infrecuente, por tanto, que tras realizar el
ritual, al paciente le surjan dudas de si lo ha realizado como debería haberse
hecho o se ha alterado la rutina, lo cual conduce a la repetición y verificación.
Por último, cabe señalar que aunque muchas veces se utiliza el adjetivo
"compulsivo" para aquellos comportamientos que el individuo realiza
frecuentemente y en exceso (beber compulsivo, comer compulsivo, sexo
compulsivo), no son comportamientos compulsivos en sentido estricto, puesto
que no hay en ellos ni la rigidez de la secuencia, ni sobre todo, la
obligatoriedad de realizarlos para combatir la obsesión, sino que nacen de la
necesidad de realizar el acto en sí mismo. Su objetivo es aliviar la tensión
interior y, por tanto, responden mejor a la definición del impulso, en el que el
individuo queda igualmente atrapado, como se verá a continuación.
49
controlar los actos impulsivos lleve al individuo a experiencias de pasividad, es
decir, como si se sintiera ajeno a unos actos que no puede controlar. Además
de constituir el síntoma fundamental de los trastornos de control de los
impulsos (ludopatía, cleptomanía, etc.), también forman parte de otros cuadros
como el trastorno obsesivo-compulsivo (de hecho, la obsesión puede ser un
impulso), la esquizofrenia, especialmente la catatónica, en la que puede
implicar agresividad, y en cuadros orgánicos en los que se puede dar la
poriomanía o dromomanía, es decir las fugas, el vagar sin meta de un lado a
otro sin rumbo fijo que se producen de un modo impulsivo e imperioso.
50
rituales lo que hacen es incrementar el síntoma que se trata de impedir (p. ej.,
al llevar más ropa se suda más) e impedir la disconfirmación de sus creencias
irracionales.
Por último, en este apartado se expondrá la relación que tiene el sistema motor y la
psicopatología en cuanto a expresividad. De hecho, los movimientos, posturas y gestos
configuran el lenguaje no verbal de la comunicación (los movimientos oculares y la
dirección de la mirada, la expresión facial, los gestos, las posturas, el uso del espacio
social, amén de todas las variables paralingüísticas). Blanco y Borda (en Belloch, Sandín
y Ramos, 1995) incluyen en este apartado las alteraciones de la expresión facial
diferenciando entre hipermimias, hipomimias y dismimias. Las hipomimias (por defecto)
y las hipermimias (por exceso) indican alteraciones cuantitativas de la expresión. Las
llamadas "caras de máscara" reflejan bradicinesia de los músculos de la expresión facial,
resultando en una disminución de su expresión y de aquí una expresión casi fija, como la
de una máscara. Cuando hay retraso psicomotor o bradicinesia hay falta de expresión
(entrecejo arrugado, ojos hacia abajo y mirada perdida). Por el contrario, la hipercinesia
puede ir asociada a gestos exagerados y muy comunicativos, como en la manía. Las
muecas y las contorsiones faciales pueden ocurrir en la catatonia, aunque a veces se
interpretan también como estereotipias, como por ejemplo, poner los labios como el
hocico de un animal (espasmo de hocico).
51
Las dismimias o pararnirnias indican una discordancia entre el afecto del paciente y
su expresión facial. También se consideran dismimias las sonrisas insípidas o no
motivadas y la imitación de la expresión facial de otra personas (ecomimia).
A) Alteraciones de la conciencia
Cuando se está explorando a una persona de la que se sospecha que puede sufrir una
alteración de la conciencia, se deben valorar los siguientes aspectos (Gastó, en Vallejo,
1994): la capacidad atencional (para fijar y mantener la atención), la conducta motora (si
existe agitación, enlentecimiento, oposición, cooperación, etc.), el humor y la reactividad
afectiva, si ha habido un cambio en los hábitos personales y la presencia o ausencia de
ideas delirantes y alucinaciones. Además, hay que enfatizar, al menos, los siguientes
52
aspectos de la historia clínica (Gastó, en Vallejo, 1994): si existen enfermedades médicas
que pueden estar potencialmente asociadas a anomalías de la conciencia (p. ej.,
diabetes), si hay trastornos mentales previos, si hay consumo agudo o crónico de alcohol,
drogas o fármacos, o si ha habido cambios en la posología y el tipo de la farmacoterapia.
53
Por último, el coma es el estado alterado de conciencia más grave,
caracterizado por un sopor profundo, pérdida de conciencia, de sensibilidad y
de motilidad voluntaria (desaparece incluso el funcionamiento reflejo), en el
que se conservan tan sólo las funciones vegetativas. El tono muscular está
intensamente disminuido, y no se puede despertar al paciente ni provocar
respuestas de defensa o de retirada. Una vez recuperada, la persona muestra
amnesia para el episodio. Su gravedad depende de la profundidad y de las
causas que lo provoquen. Existe una gradación desde el precoma hasta el
último de los cuatro estadios del coma, que se diferencian sobre la base de
signos neurológicos y electroencefalográficos. La etiología es múltiple y su
tratamiento está en función de ella. Los comas más frecuentes son: los
metabólicos (hipoglucémico, diabético, hiperosmolar, hepático y urémico); los
cerebrales (provocados fundamentalmente por accidentes cerebrovascualres,
traumatismos y tumores); y los tóxicos (producidos normalmente por alcohol y
barbitúricos).
54
cognitivas, entre las que destaca la alteración en la claridad y coherencia del
pensamiento, dándose también lentitud perceptiva (dificultad para captar los
cambios en el ambiente), desorientación que varía en su gravedad, alteraciones
en la atención y concentración y, a veces, también somnolencia más o menos
manifiesta. La expresión facial suele ser de sorpresa o extravío. Aparece
fundamentalmente en trastornos orgánicos (trastornos metabólicos,
enfermedades sistémicas, trastornos del sistema nervioso central, intoxicación
por drogas o medicamentos, etc.), pero también puede presentarse en la
esquizofrenia, trastornos afectivos psicóticos, etc.
55
durar desde horas hasta días e, incluso, en algunos casos, años. Durante el
episodio la persona sufre amnesia total o parcial de su identidad, y tras la
recuperación, no recuerda el episodio de fuga. Las implicaciones forenses de
su diagnóstico son importantes, ya que puede usarse como defensa de
conducta violenta, para la que se muestra amnesia.
Los estados oniroides son estados semejantes a los sueños (tal y como
indica el término oniroide), pero aquí el individuo experimenta con especial
vividez, de un modo alucinatorio, escenas dramáticas y fantásticas, incluyendo
ilusorios reconocimientos de su entorno. A diferencia del delirium, aquí la
vivencia patológica es continua, vívida y coherente. El contenido de las
alucinaciones es consistente, tienen una cualidad narrativa y, a menudo, son
escénicas en su naturaleza; dependiendo del contenido puede reaccionar con
terror o con alegría, o diversión. Estas alucinaciones ocupan la total atención e
interés del individuo, aunque se les puede arrancar durante poco tiempo de su
estado hablándoles enérgicamente, manifestándose entonces perplejo,
desorientado, pero sin amnesia con respecto a lo vivenciado. Con respecto a
su actividad, o bien están sumidos en estupor o en una agitación muy intensa.
Los estados oniroides pueden aparecer en la epilepsia, en fases agudas de la
esquizofrenia, en intoxicaciones por medicamentos y también tras trastornos
del sueño, o tras una fatiga excesiva.
56
Por último, en la situación parasómnica de la conciencia, el paciente está
despierto, pero mudo e inmóvil; no se le puede inducir a reaccionar ni
verbalmente, ni sacudiéndole, etc. Pueden estar ausentes los movimientos de
huida y defensa, persistiendo en permanecer en posturas casualmente
adoptadas y conservando las funciones vegetativas esenciales (ritmo cardiaco,
respiración, etc.). Para diferenciarlo del coma y del estupor es necesario el
EEG, además de los hallazgos psicopatológicos y neurológicos. Se suele
presentar en sujetos con lesiones muy graves con déficit funcionales en el
pallium cerebral.
B) Alteraciones de la orientación
57
-Desorientación personal. Aquí el paciente puede tener problemas para saber quién
es él mismo, o sus familiares, amigos, o aquellas personas que están en contacto
con él. Puede no recordar su propio nombre o el de otros, el lazo que les une a
otras personas, o el rol de los otros con respecto a él. La pérdida de conocimiento
del propio nombre o identidad ocurre en un estadio muy tardío del deterioro
orgánico.
C) Alteraciones de la atención
Hay que tener en cuenta que la atención puede verse alterada en una amplísima
variedad de trastornos psicopatológicos y neurológicos (depresión, manía, ansiedad,
esquizofrenia, trastornos orgánicos, etc.), por lo que estas anomalías no suelen tener
valor diagnóstico. Sin embargo, es muy importante su exploración, ya que su alteración
afecta a la capacidad de la persona para dar o recibir información, para trabajar, para
realizar actividades cotidianas (ver la televisión, leer, etc.), es decir, afecta de manera
importante a la vida de la persona (Gelder et al., 1991).
58
pensamientos (exceso de concentración) y no atiende a otra información externa
que habitualmente es accesible, aunque sí que es capaz de atender a otras
actividades relacionadas con sus pensamientos. Se podría considerar como un
fenómeno de umbral: el nivel de atención es bajo para aquellos estímulos que
resultan distractores (los que no se relacionan con sus pensamientos) (Reed,
1988). Este tipo de problemas, además de poder estar presente en personas sin
psicopatología, suele encontrarse en trastornos afectivos, trastorno obsesivo, en
pacientes delirantes, etc.
59
encontrar en muchos y diversos trastornos. De hecho, la expresión más común de
esta alteración, la distraibilidad, es un síntoma frecuente en una amplia variedad
de cuadros psicopatológicos, que incluyen, por ejemplo, los episodios maníacos,
la esquizofrenia, los trastornos de ansiedad, etc.
60
4.Un ensanchamiento de la atención antes de la detección de un estímulo
sobresaliente (p. ej., estímulo amenazante relevante a la tarea, etc.).
61
3.¿Qué día de la semana es?
62
experiencia en concreto; no se provoca un recuerdo intencional. Se evalúa con pruebas
indirectas de memoria en las que, en la instrucción en el momento de la evocación, no se
menciona que se trata del material que previamente se presentó; es decir, se buscan
pruebas de que los sucesos previos tienen alguna influencia sobre la prueba presente.
Ejemplos de tareas indirectas de memoria son las pruebas de conocimiento de
procedimientos, o pruebas de conocimiento perceptivo. Finalmente, es conveniente
diferenciar entre recuerdo, que implica la reproducción de información desde la memoria,
y reconocimiento, que implica identificación del apareamiento entre la información
almacenada y la información nueva y que conlleva la sensación de familiaridad.
En definitiva, en esta área es necesario explorar qué tipo de memoria está afectada
(sensorial, MCP, MLP), el tipo de información que se olvida (acontecimientos de la
propia biografía, conocimiento declarativo, etc.), el acceso a la consciencia de los
recuerdos, y el impacto que la pérdida de memoria está teniendo en la persona.
A) Alteraciones cuantitativas
63
temporal de lo olvidado, la amnesia anterógrada, de la amnesia retrógrada. La amnesia
anterógrada, también llamada de "fijación", se caracteriza por una incapacidad de
recordar la información que ocurre con posterioridad al comienzo de los factores que
causan la amnesia (p. ej., traumatismo craneoencefálico, accidente cerebro-vascular,
etc.); es decir, no se puede adquirir nueva información. Este fenómeno se puede
evidenciar en el hecho de que el examinador se tenga que presentar cada vez que evalúa
al paciente, puesto que éste ya no le recuerda. Por el contrario, en la amnesia retrógrada,
también llamada de "evocación", la incapacidad de recordar se circunscribe a los
acontecimientos que ocurrieron antes del traumatismo. Puede seguir un gradiente
temporal acorde con la ley de Ribot que establece que los recuerdos más remotos son los
más resistentes al olvido; es decir, se va perdiendo información progresivamente hacia
atrás, empezando por lo más reciente, preservándose mejor los recuerdos más antiguos.
Ello quiere decir que la vida del paciente puede quedar detenida en una época pasada, la
cual aún recuerda, pero más allá de una fecha hacia delante es como si nunca hubiese
existido. Así, un paciente puede relatar como hechos de actualidad acontecimientos que
pasaron hace quince años, incluyendo los personales, como afirmar que tiene novia, pese
a que hace varios años que ya se había casado. La amnesia retrógrada puede ser lacunar
(cuando lo olvidado se circunscribe a un período de tiempo), más típicas del síndrome
amnésico, o selectiva (cuando lo olvidado se circunscribe a un tema), más habitual en las
amnesias funcionales.
64
complejos rituales que cumplir, como es el caso de las compulsiones de algunos
pacientes obsesivos (en el sentido de si lo han hecho o no).
65
visto/ya vivido), es decir, tener la sensación de que ya se ha visto o vivido algo,
aun a sabiendas de que es la primera vez que se está experimentando. Este
fenómeno puede darse en personas sin psicopatología y también en situaciones de
despersonalización y condiciones de fatiga.
66
modalidad sensorial que esté implicada. La agnosia visual es la incapacidad de
reconocer un objeto por la vista. Suelen estar dañados los lóbulos occipitales.
Hay varias modalidades: la agnosia para los colores, para los signos gráficos
(alexia sensorial) o para los números (alexia numérica). La prosopagnosia es
una agnosia visual en la que no se reconocen las fisionomías familiares. En el
caso de la simultagnosia, el paciente es incapaz de reconocer una composición,
aunque pueda ¡den tificar cada uno de sus elementos. En las agnosias auditivas
el paciente no puede reconocer el significado de lo que oye. Las lesiones
suelen estar ubicadas en el lóbulo temporal izquierdo. Aquí destacan la afasia
sensorial o de Wernicke (no reconocer el significado de las palabras) y la
amusia (no reconocer sonidos musicales). Por último, las agnosias táctiles son
la incapacidad de reconocer los objetos a través del tacto. El daño suele estar
ubicado en las áreas de Brodmann.
A) Distorsiones perceptivas
67
los órganos sensoriales que, sin embargo, se percibe de un modo distinto al que cabría
esperar según las características del propio estímulo.
68
colores cuando se escucha música). Todos estos fenómenos suelen ser frecuentes
en intoxicaciones, lesiones neurológicas y en la esquizofrenia.
B) Engaños perceptivos
69
externo a consecuencia del uso de drogas (fantasiopsias). Las imágenes mnésicas son
recuerdos de imágenes sensoriales que pueden presentarse de un modo transformado,
muchas veces a voluntad. Las imágenes eidéticas son un tipo especial de imagen mnésica
consistentes en representaciones exactas de impresiones sensoriales que quedan como
fijadas en la mente de la persona, siendo absolutamente consciente de lo subjetivo de su
naturaleza. Por último, las imágenes parásitas son una especie de imágenes perseveradas
(también llamadas palinopsia) ya que, aunque fueron originadas por un estímulo o
situación concretos, cuando surgen estas experiencias la fuente de estimulación ya no
está presente. Suelen desaparecer cuando el individuo centra su atención en ellas. Una
variante de imagen parásita es la imagen intrusiva u obsesiva que, al contrario de la
anterior, no desaparece aunque la persona focalice su atención en ella, como por
ejemplo, las canciones que se repiten una y otra vez en la cabeza ante la desesperación
de quien quiere deshacerse de ellas.
70
diferenciar de las macrospsias y micropsias comentadas en las distorsiones, pues en el
caso de estos engaños, el objeto alucinado (enano o gigante) coexiste con un campo
visual que permanece normal. La autoscopia consiste en verse uno mismo como un
doble reflejado en un cristal con un aspecto gelatinoso y transparente. Por el contrario,
en la autoscopia negativa, el paciente no se ve a sí mismo cuando su imagen se refleja en
un espejo. En general, las alucinaciones visuales son más frecuentes en trastornos
mentales orgánicos.
Las alucinaciones olfativas son menos frecuentes que las anteriores y suelen indicar
organicidad (p. ej., precediendo el ataque epiléptico), aunque también pueden presentarse
en la depresión y en la esquizofrenia. Los olores alucinados suelen ser siempre
desagradables (gas, podrido, etc.). A veces se acompañan de alucinaciones gustativas.
Las alucinaciones táctiles o hápticas pueden ser activas, en las que el paciente toca
un objeto inexistente, o pasivas, en las que el paciente se siente tocado, pellizcado,
quemado, etc. Un tipo especial de alucinación táctil es la fornicación, consistente en la
sensación de que pequeños insectos van reptando por debajo o por encima de la piel, una
alucinación muy frecuente en el delirium tremens, la psicosis cocaínica y otros estados
orgánicos. Las sensaciones hápticas pueden ser de varias modalidades: térmicas
(sensación de calor o frío), hídricas (sensación de flujo de fluidos), etc.
Por último, por lo que se refiere a las modalidades sensoriales, las alucinaciones
cinestésicas son las que se refieren a la percepción del movimiento de ciertas partes del
cuerpo que realmente no se mueven (los brazos se levantan, las piernas tiemblan o se
retuercen). Pueden darse en la esquizofrenia, pero son más frecuentes en los trastornos
neurológicos.
Por otra parte, también hay que considerar otras experiencias perceptivas que no
son, estrictamente hablando, alucinaciones, puesto que no acaban de cumplir sus criterios
y las podríamos considerar como variantes de la experiencia alucinatoria: las
alucinaciones funcional, refleja, extracampina y la pseudoalucinación. Por lo que se
refiere a la alucinación funcional, se trata de una experiencia perceptiva en la que un
71
mismo estímulo provoca, al mismo tiempo, una percepción normal y una alucinación en
la misma modalidad sensorial. Cuando el estímulo cesa, ambas percepciones finalizan (p.
ej., oír insultos cuando el agua corre por el grifo; se cierra el grifo y ya no se oye ni el
agua ni las voces). Pueden estar presentes en la esquizofrenia. El caso de la alucinación
refleja es algo diferente, ya que un estímulo produce al mismo tiempo una percepción
normal y una alucinación, pero en distinta modalidad sensorial (p. ej., el paciente oye que
una persona tose y siente que su pierna la sacude una corriente eléctrica). Tanto en la
funcional como en la refleja, el paciente encuentra una conexión entre ambos sucesos.
Por su parte, la alucinación extracampina es una experiencia alucinatoria que se
experimenta fuera del campo perceptivo plausible (p. ej., aunque el paciente está mirando
de frente, afirma que puede ver al diablo que se encuentra sentando detrás). Por último,
el término pseudoalucinación se ha utilizado en la literatura con un doble significado. Por
una parte, hace referencia a aquellas experiencias alucinatorias en las que la persona
otorga juicio de realidad a lo que percibe, como en la verdadera alucinación, pero a
diferencia de ésta, la persona ubica el origen de la experiencia al espacio subjetivo interno
y no en el exterior. El ejemplo prototípico de pseudoalucinación, en este sentido, es
cuando el paciente relata que oye voces que son tan reales, claras y nítidas como la
conversación que está manteniendo con el examinador, pero que las oye dentro de su
cabeza, no fuera, y sólo él las puede oír. De hecho, muchas veces los pacientes
completan el relato de esta experiencia comentando que lo oyen con el oído "interior" (o
lo ven con su ojo "interior"). Por otra parte, también se utiliza el término
pseudoalucinación para la experiencia en la que la persona percibe algo, es decir, le da
juicio psicológico, pero no le otorga juicio de realidad, es decir, sabe que es producto de
su imaginación. En este sentido, uno de los ejemplos más comentados son las
"alucinaciones de viudedad", en las que la persona puede oír la voz del cónyuge fallecido,
o verle claramente sentado en su sillón favorito, aunque sabe que tales percepciones no
son reales. A diferencia del otro significado de pseudoalucinación, estas experiencias
pueden darse en momentos de crisis en personas sin trastornos mentales.
Para terminar, un breve comentario con respecto al término alucinosis. Este vocablo,
aunque ya no figura como tal en la cuarta edición del DSM, hacía referencia al síndrome
mental orgánico caracterizado por la predominancia de alteraciones perceptivas (bien
visuales en el caso de los alucinógenos, bien auditivas, en el caso del alcohol), pero a las
cuales el paciente no les da juicio de realidad, es decir, sabe que lo que está percibiendo
es producto de su estado de intoxicación o de abstinencia. Cuando a estas experiencias
perceptivas el individuo les empieza a atribuir realidad, entonces el diagnóstico cambiaba
al de síndrome delirante orgánico, o en terminología del DSM-IV, trastorno psicótico
inducido por sustancias con alucinaciones. Por tanto el término alucinosis viene a
coincidir con la segunda acepción de pseudoalucinación, pero siempre en el contexto de
72
los trastornos mentales orgánicos.
Hay que preguntar abiertamente por las experiencias alucinatorias con preguntas
como: "¿ha oído voces o visto cosas que sólo Ud. ha podido ver u oír?". Si una persona
no informa de sus experiencias alucinatorias, puede ser bien porque cree que ello le va a
ocasionar algún inconveniente (ingreso, aumento de la medicación, etc.), bien porque las
ha venido experimentando crónicamente y ya no le resultan perturbadoras. En tales
casos, merece la pena una aproximación indirecta, preguntando por los síntomas en el
pasado, o ubicando el fenómeno en su contexto, es decir, indicando que es frecuente que
las personas que se encuentran en la situación del paciente, vean u oigan cosas que sólo
ellos pueden percibir y preguntarle si en alguna ocasión ha tenido ese tipo de
experiencias. Si aun así lo sigue negando, la observación de su actitud y movimientos
durante la exploración es muy importante, dado que si en ese momento las está
experimentando le prestará atención, desatendiendo al resto (detenerse súbitamente en
medio de la conversación; mirar detenidamente hacia un punto de la habitación, o
responder física o verbalmente a la alucinación). La pregunta "parece distraído, ¿estaba
oyendo a alguien más?", puede resultar conveniente. En cualquier caso, a pesar de la
negación de la alucinación, si el clínico tiene indicios de lo contrario, ha de documentar
tal negativa y anotar su sospecha.
Por tanto, para evaluar la presencia de alucinaciones hay que tomar en consideración
varios elementos. Uno de ellos es la complejidad de la experiencia (alucinaciones
elementales o complejas). En principio, cuanto menos formadas estén las alucinaciones,
más probable es que se deban a causas neurológicas o bioquímicas. También hay que
explorar en qué modalidad se dan. A veces, las alucinaciones son una combinación de
73
diversas modalidades, por tanto, siempre hay que explorar experiencias perceptivas en
todas las modalidades. En las auditivas hay que explorar qué tipo de sonido es, si las
voces son conocidas o desconocidas, si le hablan en segunda o tercera persona, si
comentan sus acciones, si le acusan (distinguiéndolas de los delirios de referencia, en los
que el paciente cree que alguien está hablando de él a partir de una situación real) o si le
dan órdenes (especialmente cuando la orden implica alguna conducta peligrosa y no
puede resistirse a ella), si es su propio pensamiento en eco, etc. En las visuales, hay que
indagar qué tipo de efecto visual u objeto se ve, y si el resto del campo perceptivo se ve
igualmente transformado o no. En el resto de modalidades, a veces puede resultar muy
difícil juzgar si se trata de una alucinación o si, por el contrario, se trata de una distorsión
perceptiva, incluidas las ilusiones (es difícil delimitar si hay un estímulo presente o no),
por lo que habrá que sopesar estas experiencias perceptivas junto con el relato que el
paciente dé de ellas, con el significado que le otorgue y el contenido de la alucinación
(más probable que lo sea cuanto más imposible), y con el resto de síntomas.
74
reacciones comportamentales, los pacientes pueden intentar huir de sus voces
acusadoras, taparse los oídos, o mostrarse violentos al intentar atacar a sus enemigos o al
tener que cumplir sus alucinaciones imperativas, aunque también puede producirse su
aislamiento y retirada, bien por protegerse de la experiencia, bien por recrearse en sus
vivencias.
Por último, destacar también que hay una serie de variables que pueden ayudar a
diferenciar entre grupos diagnósticos, como por ejemplo, el número de alucinaciones
distintas que presenta la persona (que suele distinguir entre esquizofrenia - mayor
número, distintas modalidades, distintos contenidos-, y otros cuadros); la duración (más
larga en cuadros delirantes, más breve en cuadros maníaco-depresivo); y el contenido
(más negativo en cuadros delirantes).
Hay que tener en cuenta que existe una estrecha relación entre lenguaje y
pensamiento aunque, desde luego, no son sinónimos. Pese a que no se puede inferir que
un lenguaje trastornado refle je un pensamiento trastornado, sin embargo, en la práctica
clínica, el término "trastorno formal del pensamiento" suele solaparse con el de "habla
desorganizada" ya que, de hecho, los trastornos formales del pensamiento se expresan
normalmente a través del habla y, como los pensamientos de una persona no se pueden
observar directamente, lo que hace el clínico son inferencias en función de lo que dice la
persona, tendiendo a asumir que las palabras habladas se parecen a los pensamientos que
las subyacen.
Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la comunicación humana ocurre
tanto a través del canal verbal como del no verbal. Este apartado se centra sólo en las
alteraciones de la comunicación (lenguaje y habla) que se expresan a través del lenguaje
verbal. Aquí se darán pistas para la exploración de alteraciones del lenguaje y
pensamiento que pueden acompañar a diversas categorías diagnósticas. Para ello,
primero se enumerarán las alteraciones más frecuentes del lenguaje y del habla y,
posteriormente, se comentarán las alteraciones en la forma del pensamiento.
75
En cuanto a los trastornos del lenguaje, éstos aluden al deterioro o al desarrollo
deficiente de la comprensión o utilización de un sistema de símbolos (Ramos y Manga,
en Belloch et al., 1995). La mayoría de estas alteraciones se producen como resultado de
una lesión cerebral. En esta área hay que evaluar (Trzepacz y Baker, 1993): la fluidez
(cómo se inicia y se mantiene una conversación, si el habla es telegráfica, lenta o rápida,
si se omiten conjunciones, si se utilizan las reglas de la gramática, etc.), la comprensión
(si es capaz de entender órdenes, p. ej., "cierre los ojos", o frases, del tipo: "¿está
lloviendo?"), la prosodia (la musicalidad y entonación de las palabras y frases), la
cualidad del habla (volumen, locuacidad, ritmo, etc.), la escritura, la lectura (en voz alta y
en silencio), si es capaz de repetir palabras y frases, si puede nombrar objetos, personas,
etc.
Entre las alteraciones del lenguaje y del habla más comunes (excluidas las infantiles)
se encuentran las siguientes: la afasia, trastorno producido por una lesión cerebral focal
(cortical o subcortical), caracterizado por pérdida o deterioro en la capacidad para
comprender o expresar ideas a través del lenguaje; cuando el deterioro no es completo se
denomina disfasia. La disartria, trastorno producido por lesiones del sistema nervioso en
el que existe una alteración en el tono y el movimiento de los músculos que controlan la
articulación (lengua, labios, paladar, etc.). La dislalia, dificultad para articular fonemas,
sílabas o palabras. La parafasia, sustitución de letras o sílabas (parafasia literal) o
palabras (parafasia semántica) por otras cuya articulación es correcta. El agramatismo,
dificultad para encadenar palabras en frases o secuencias sintácticamente correctas,
utilizando las reglas de la gramática (puede ocurrir tanto en el habla como en la escritura
y se puede encontrar en cuadros afásicos). La aprosodia, incapacidad para la entonación
del habla. La agrafia, pérdida en la capacidad ya adquirida para el lenguaje escrito. La
alexia, pérdida en la capacidad ya adquirida para la lectura. La anomia, dificultad para
encontrar palabras que designen objetos o personas, aunque se pueden reconocer como
familiares. El mutismo, ausencia permanente o temporal del lenguaje expresivo verbal
(cuando la persona lo había adquirido previamente); también puede darse el mutismo
selectivo, cuando se niega a hablar ante ciertas situaciones o personas. La tartamudez,
alteración de la fluidez y del ritmo del habla. La palilalia, repetición de una palabra que va
incrementándose en su frecuencia. La logoclonía, repetición espasmódica de una sílaba
en medio o al final de una palabra. Estas dos últimas formas de perseveración verbal son
características de algunos estados demenciales. Por último, la coprolalia son tics fónicos
complejos consistentes en palabras y frases de carácter agresivo y soez, característicos
del síndrome de la Tourette.
76
Cuando se habla de los "trastornos formales del pensamiento", se alude al modo en
que sigue el curso del pensamiento, al cómo se piensa y no al contenido o al qué se
piensa. Obviamente, puede ocurrir que un trastorno formal curse conjuntamente con un
trastorno del contenido del pensamiento, cosa que, de hecho, sucede especialmente en
los casos en que las alteraciones formales son graves o muy acusadas. Aunque este tipo
de anomalías normalmente se asocian con la esquizofrenia, también pueden pre sentarse
en otros diagnósticos (manía, depresión, trastornos de personalidad, demencia, delirium,
etc.).
En esta área hay que explorar la tasa, ritmo, flujo y cantidad de habla, el tipo de
verbalizaciones que utiliza (gramática, sintaxis, elección de palabras, etc.), cómo maneja
los conceptos, cómo se expresa, cómo concatena las preguntas y las respuestas, etc. No
se trata de evaluar las habilidades de razonamiento, sino si la persona es capaz de
comunicar ese razonamiento. Para ello es conveniente analizar el conjunto total del
discurso del individuo (Trzepacz y Baker, 1993): ¿la conversación era vaga y confusa?,
¿hablaba mucho o poco, rápido o despacio?, ¿hablaba espontáneamente o sólo respondía
a las preguntas?, ¿fue difícil la recogida de información?, ¿se necesitaba repetir las
preguntas?, ¿cómo fluían las ideas?, ¿el discurso era coherente, con interrupciones, con
silencios, con cambios de tema?, etc.
De acuerdo con Ludwig (1986), los trastornos formales del pensamiento violan
alguna o todas las características del pensamiento normal que, según este autor, serían las
siguientes:
-No hay tantas digresiones como para que al oyente le sea difícil seguir la línea del
pensamiento.
77
A continuación, se ofrece un listado, basado en el trabajo de N.Andreasen, de las
alteraciones más importantes que podemos encontrar en la forma, curso y ritmo del
pensamiento:
a)Pérdida de asociaciones. Se caracteriza por una ruptura en las conexiones entre las
distintas ideas o frases. El objetivo de la comunicación cambia repentinamente, en
función de asociaciones idiosincrásicas y azarosas. Se suele asociar con
esquizofrenia, aunque puede ocurrir en otros cuadros psicopatológicos y
neurológicos.
e)Pobreza del contenido del habla (del pensamiento, habla vacía, alogia, trastorno
formal negativo del pensamiento). En este caso se refiere a un análisis cualitativo
del comportamiento verbal. La persona emite respuestas cuya duración puede ser
normal, o incluso mayor de la adecuada, pero que proporcionan poca
información. El lenguaje tiende a ser estereotipado, vago y repetitivo.
78
g)Habla distraída. El paciente cambia de tema en respuesta a estímulos inmediatos,
se puede parar en mitad de una frase o idea y pasar a otra. Suele estar
relacionado con alteraciones atencionales.
79
largo de toda la entrevista (Trzepacz y Baker, 1993) y cuya alteración constituye un
síntoma central en algunos trastornos psicopatológicos. De hecho, no es raro que uno de
los síntomas que más llame la atención a los clínicos sea, precisamente, las alteraciones
en el contenido del pensamiento, especialmente los delirios y las obsesiones. En esta área
hay que explorar, por un lado, cuáles son las preocupaciones, creencias, ideas, etc. de la
persona acerca de ella misma, el ambiente, el pasado, el futuro, etc.; si los contenidos de
éstas son excesivas, "increíbles", absurdas, ilógicas, fantasiosas, etc.; si son compartidas
por otros miembros del grupo de referencia al que pertenece la persona, cómo han
comenzado a mantenerse; el grado de firmeza (si pueden modificarse con facilidad o no);
el grado de implicación personal; el grado de convencimiento, cómo interfieren con su
vida cotidiana, etc. Hay que resaltar la importancia de preguntar por las preocupaciones
principales de la persona. Aunque estas preocupaciones, creencias, juicios, etc., no
puedan considerarse "patológicas" (en el sentido de no llegar a conformar ideas
delirantes, obesivas, etc.), es necesario señalar cuáles son, en qué medida preocupan a la
persona e interfieren en su funcionamiento diario.
A) Delirios
80
Belloch en Belloch, et al., 1995):
-El balance entre las evidencias a favor y en contra de la creencia es tal que los
demás la consideran increíble.
-Se mantiene con una convicción firme: las manifestaciones o las conductas de la
persona no cambian ante la presentación de evidencias contrarias.
-El contenido de la creencia tiene referencias personales, más que versar sobre
convicciones políticas, religiosas o científicas no convencionales.
-La persona no dice llevar a cabo esfuerzos subjetivos para resistirse a la creencia (en
comparación con los pacientes con ideas obsesivas).
Cuantas más de estas características posea una creencia determinada, mayor será la
probabilidad de que sea delirante, aunque hay que tener en cuenta que ninguna de ellas
es condición suficiente ni necesaria para definirla como tal. Por tanto, para poder valorar
la presencia de ideas delirantes, es necesario explorar todos estos aspectos.
La exploración de estas creencias puede que no sea siempre fácil, ya que las
personas que las mantienen no reconocen que sean diferentes de otras creencias que
también tienen. Por ello, es siempre muy útil poder contar con la información de otras
personas, así como revisar la historia del paciente. Hay que tener en cuenta que algunos
pacientes esconden sus delirios y que han "aprendido" a no hablar sobre ellos. Por tanto,
hay que estar alerta a los cambios de tema, omisiones, etc. Sin embargo, una vez que se
plan tea el tópico del delirio, los pacientes suelen elaborarlo bastante espontáneamente.
En la exploración, suele ser útil preguntar a la persona por las explicaciones que da a
otros síntomas o a otras experiencias desagradables que haya tenido (Gelder et al., 1991).
81
a la vez apoyarlas en algún modo (Trzepacz y Baker, 1993). También hay que evitar, en
la primera exploración, discutir y desafiar los delirios, ya que se pueden estructurar más
si la persona cree que debe defenderlos (Kaplan y Sadock, 1997). Es conveniente
preguntar al paciente por cómo reaccionan los demás (familiares, amigos, etc.) ante sus
creencias, si piensan lo mismo que él, si discrepan, qué piensa el paciente de esa
discrepancia, si se ha planteado alguna vez que pudiera estar en un error, etc. Este tipo
de preguntas son de utilidad para valorar el grado de convicción y firmeza de las
creencias. También hay que valorar, especialmente en el caso de los delirios
persecutorios, la peligrosidad potencial del paciente, ya que éste puede actuar de modo
violento contra sus posibles perseguidores. Téngase en cuenta que el paciente puede
incluir al entrevistador en sus delirios, por lo que es conveniente mantener una actitud
formal, para que no se malinterprete un exceso de familiaridad ni se aumente la
suspicacia del paciente (Kaplan y Sadock, 1997).
Hay que destacar que los delirios deben evaluarse en el contexto social y cultural de
la persona, y que se debe buscar que el paciente clarifique y elabore cualquier afirmación
que pueda sugerir la presencia de una creencia delirante. Por ejemplo, si un paciente
informa de que "los vecinos siempre están metiéndose conmigo", habrá que pedir más
información para poder valorar si se está o no ante la presencia de una idea delirante: ¿de
qué modo se meten con él?, ¿cómo se siente por ese problema?, ¿en qué evidencia se
basa?, etc. (Trzepacz y Baker, 1993). También hay que señalar que aunque los delirios
son generalmente falsos, en algunas circunstancias pueden ser ciertos, o volverse ciertos.
Un ejemplo claro de ello es el delirio de celos. Incluso aunque la pareja sea infiel, la
creencia se puede valorar como delirante si no se basa en evidencias racionales. Es decir,
no es la falsedad lo que determina si una creencia es delirante o no, sino la naturaleza de
los procesos mentales que llevan a mantener esa creencia (Gelder et al., 1991).
Por otro lado, aunque los delirios se consideran síntomas psicóticos, y por lo tanto
son indicios de la existencia de un trastorno mental grave, no son específicos de ningún
trastorno en particular, y pueden estar presentes tanto en trastornos delirantes (donde su
presencia es necesaria para realizar el diagnóstico), hasta otros cuadros como
esquizofrenia, depresión, manía y muchas condiciones orgánicas.
82
subyacentes. Es decir, esta distinción surge como una tentativa por explicar los orígenes:
los secundarios son consecuencia del intento por parte del paciente por explicarse una
experiencia anormal o un estado afectivo mórbido, y por ello se consideran
comprensibles psicológicamente, mientras que en el caso de los primarios, al examinar la
historia del paciente y su estado emocional actual, no se puede delimitar claramente su
origen. Como gráficamente dice Reed (1988), la experiencia de los delirios primarios
consiste básicamente en ser inquietantemente consciente de que se ha producido un
cambio en el significado del mundo y de las cosas: todo parece diferente y se siente una
incertidumbre absoluta que es verdaderamente difícil de explicar y describir. Sin
embargo, la distinción entre primario y secundario ha recibido bastantes críticas, ya que
no es fácil de establecer (Baños y Belloch, en Belloch et al., 1995) y no se ha mostrado
muy útil en el diagnóstico clínico.
Se han postulado cuatro tipos de delirios primarios: la intuición delirante, que sería
indistinguible de cualquier idea que nos asalte repentinamente, su contenido suele ser
autorreferente y, por lo general, de gran importancia para el paciente (p. ej., a la persona
se le ocurre de repente que tiene una misión religiosa en esta vida); la percepción
delirante, que consiste en la interpretación delirante de una percepción normal (p. ej., ver
una persona con un abrigo de un determinado color significa que le están siguiendo; se
suele considerar como un síntoma de primer orden para la esquizofrenia); la atmósfera
delirante, que consiste en la experiencia subjetiva de que el mundo ha cambiado de un
modo inquietante, perplejo y difícil o imposible de definir y se suele acompañar de un
estado de ánimo delirante, ya que el paciente se siente desasosegado, e incluso perplejo
(p. ej., la persona sabe que algo está ocurriendo, algo que le atañe, aunque no sabe
exactamente qué es, se siente como si lo hubieran "drogado" y "atontando"); y los
recuerdos delirantes, que consisten en la reconstrucción delirante de un recuerdo real, o
bien en que, de pronto, el paciente "recuerda" algo que es claramente delirante (p. ej.,
sabe que es el rey del mundo, porque recuerda que de pequeño usaba una cuchara con
un escudo para tomar la sopa).
83
Por lo que se refiere a la clasificación de los delirios según sea el contenido sobre el
que versan, a continuación se recogen los más comunes:
e)Delirio de pobreza o ruina. La persona cree que ha perdido o perderá todas, o casi
todas, sus posesiones materiales.
84
absurdo y sin base real posible (p.ej., un hombre cree que cuando le operaron de
apendicitis en la infancia, los extraterrestres le colocaron un dispositivo en la
cabeza, con cables a través de los cuales puede oír sus voces).
Cuando hay un conjunto de ideas delirantes que el individuo relaciona con un tema o
acontecimiento, o una idea delirante posee elaboraciones múltiples, se suele calificar
como delirio sistematizado. Si el contenido es consistente con el estado de ánimo
depresivo (relacionado con temáticas en torno a incapacidades, culpas, enfermedad,
muerte, nihilismo o castigos que el sujeto cree merecer) o maníaco (relacionado con
sobrevaloración del poder, la valía, los conocimientos o la identidad personales, o con
relaciones especiales con la divinidad o con personas famosas) se suele calificar como
congruente con el estado de ánimo.
B) Ideas sobrevaloradas
85
validación consensual y normalmente se refieren a cuestiones sociales, políticas o
religiosas (p. ej., la importancia de la salud, de la belleza, del trabajo, etc.). Además,
aunque se mantienen firmemente, no son tan absurdas, increíbles o ilógicas como los
delirios. Por otro lado, pueden existir ideas sobrevaloradas en personas "normales", es
más, incluso cuando son muy intensas puede que no se las llegue a considerar como
síntomas de trastornos mentales, sino como manifestaciones de la personalidad
(Gradillas, 1998).
C) Obsesiones
En la exploración de las obsesiones, hay que valorar de qué tipo son, su frecuencia,
el tiempo que ocupan a la persona, el modo en que interfieren en su vida, el
reconocimiento de irracionalidad, etc. Es importante resaltar que muchos pacientes
obsesivos sufren múltiples obsesiones, por lo que es necesario explorar otras obsesiones
distintas a la identificada inicialmente.
Existen diferencias entre las ideas sobrevaloradas y las obsesiones, siendo las más
importantes el que estas últimas son intrusivas, sin sentido, y la persona intenta resistirse
a ellas; características que no están presentes en las ideas sobrevaloradas, ya que ni se
reconoce que sean absurdas ni se lucha contra ellas.
86
D) Fobias
Aunque los rasgos clínicos más sobresalientes de las fobias son el miedo y la
ansiedad, se incluyen aquí por su contenido ideativo, ya que esas emociones suelen
dispararse por los pensamientos asociados a la situación u objeto que se percibe como
amenazante: la interpretación que se hace de una situación puede hacer que se produzca
una respuesta de miedo o de ansiedad o que ésta no se produzca. Existen muchos tipos
de fobias, pero todas ellas comparten las mismas características: son miedos
desproporcionados en relación con la situación, irracionales y no adecuados, ya que
objetivamente no hay razones suficientes que justifiquen tal reacción. Por ejemplo, una
persona con fobia a las alturas puede sentir terror de estar en el primer peldaño de una
escalera. Además, no están bajo control voluntario y aunque la persona puede reconocer
su irracionalidad, no puede controlarlos ("no puedo hacer nada").
Además, la persona evita la situación temida, o bien la tolera con gran ansiedad y
malestar. Si la situación o el objeto fóbicos son muy específicos, el hecho de evitarlos
puede no interferir excesivamente en la vida de la persona. Sin embargo, en muchas
ocasiones, la fobia (p. ej., agorafobia, fobia social, etc.) impide llevar una vida normal y
hace que se limite de modo importante su trabajo, su vida de ocio, sus relaciones
sociales, etc.
E) Preocupaciones
87
la ansiedad. En el caso de la depresión, las preocupaciones (rumiaciones) suelen girar
sobre acontecimientos negativos del pasado, tomando en muchos casos la forma de auto-
reproches. En el caso de la preocupación ansiosa (worry), se refiere a pensamientos que
están relacionados con acontecimientos futuros, sobre los cuales la persona no sabe
cómo van a discurrir y qué es lo que va a pasar. Lo que preocupa aquí al individuo es
que el resultado, lo que vaya a suceder, sea negativo, lo que suele acompañarse de temor
y de sentimientos de ansiedad. Generalmente, el contenido de estos pensamientos se
corresponde con aquellas áreas de la vida que son más importantes para la persona
(hijos, estudios, trabajo, cuestiones económicas, etc.).
F) Ideación violenta
Por lo que se refiere a la ideación suicida, ésta puede variar en su intensidad, desde
la presencia sólo de ideas de muerte, pasando por el deseo de morirse, pero sin un plan
determinado, hasta el plan de suicidio y el intento suicida. En los grados más leves, la
persona puede desear o pensar en el suicidio como un escape a su situación, o una
llamada de atención o manipulación. En su forma más grave, la persona puede haber
llegado a planear su muerte (con más o menos detalle), previendo el momento, el medio,
etc. Si la persona no habla espontáneamente de las ideas de muerte, es totalmente
conveniente preguntarle directamente. Se puede empezar preguntando por pensamientos
de "tirar la toalla" o deseos de estar muerto, para introducir el tema (Kaplan y Sadock,
1997). Hay que valorar la frecuencia de ideas suicidas, el grado de preocupación por
ellas, si existe un plan, si la persona tiene acceso a los medios, si ya se ha realizado
alguna acción como hacer testamento, acumular pastillas, etc.
88
intención (Kaplan y Sadock, 1997). En cualquier caso, hay que adoptar una actitud
prudente y pensar al inicio que pueden ser potencialmente ciertas, ya que si las personas
manipuladoras creen que no se les está tomando en serio, puede que incluso lleguen a
cometer algún acto violento (Kaplan y Sadock, 1997).
89
ello. Al individuo "sano" le resulta lógico ser él mismo el que percibe, siente, tiene un
determinado estado de ánimo, piensa, habla, se mueve, etc. Sin embargo, en la
esquizofrenia pueden ocurrir experiencias de pasividad, que puede que estén en la base
de los delirios de pasividad o control, cuando la persona cree que sus actividades no son
iniciadas por ella misma, sino fuera de ella ("alguien está moviendo mi brazo", "mis
pensamientos no son míos, son impuestos"), síntomas que Schneider define como "de
primer rango" para la esquizofrenia. Aunque este tipo de experiencias puede darse en
personas sin psicopatología (en los fenómenos de médium, telepatía, revelación, etc.), sin
embargo, en este caso las experiencias tienen validez consensual y no se viven como
angustiosas. Por otro lado, hay que distinguir estas experiencias de lo que puede ocurrir
en las obsesiones y compulsiones. En estas últimas la creencia de que los actos le
pertenecen a la persona está intacta, y aunque experimente sus acciones en contra de su
voluntad, sabe que es ella quien las realiza.
Por otro lado, también pueden haber alteraciones en la experiencia del yo en cuanto
reconocido como real (conciencia de la realidad del sí mismo). Ésta es la experiencia
central de los delirios nihi listas, que pueden ocurrir, por ejemplo, en las psicosis
afectivas. Alteraciones a este nivel, aunque menos pronunciadas, se encuentran en la
despersonalización, en la cual el individuo siente "como si" fuera irreal, o como si hubiera
cambiado en algún modo, o se siente "extraño a sí mismo". Cuando el cambio se produce
en la consciencia del mundo exterior se suele denominar desrealización. Suelen darse
juntas, porque el yo y el ambiente se tienden a experimentar como uno. En estas
alteraciones, el paciente pierde el sentimiento de realidad que tenía de él mismo o del
entorno. En ambos casos, la persona sigue siendo consciente de estas contradicciones
entre su experiencia subjetiva y la realidad objetiva, pero "es como si" no fueran reales.
La persona se siente como un actor en un escenario, o como un espectador de una obra.
También pueden sentirse como máquinas o robots. Estas experiencias alteradas pueden
encontrarse, además del trastorno de despersonalización, en los ataques de pánico, la
fobia social, la ansiedad generalizada, el trastorno por estrés postraumático, la depresión,
la esquizofrenia, en la intoxicación y abstinencia de algunas drogas, etc., siendo también
un síntoma frecuente en situaciones de estrés intenso.
90
personalidades. Pero la experiencia de desintegración o disociación, también puede darse
en otras alteraciones. La disociación podría definirse como una separación estructurada
de los procesos mentales (pensamientos, emociones, conación, memoria e identidad) que
normalmente están integrados. La disociación se considera uno de los mecanismos de la
histeria y, por ello, este concepto va inextricablemente unido al de trastornos disociativos,
pero también se puede encontrar en otros trastornos, como en el trastorno por estrés
agudo, en el que ocurre una sensación de desapego y ausencia de reactividad emocional.
A esta última experiencia, Reed (1988) la denomina disocia ción del afecto. Las personas
suelen describirlo como algo parecido a estar drogadas, ser autómatas. Por otro lado,
también puede ocurrir, como en la fobia social, la disociación del ego, el sentir como si se
estuviera fuera de uno mismo, poder observarse y escucharse en tercera persona.
Esta experiencia hace referencia al yo en cuanto distinto del mundo exterior. Por
tanto, estas alteraciones se sitúan al nivel más primario de la experiencia del sí mismo: el
de la capacidad para diferenciarse del entorno. La persona siente que los objetos o las
otras personas están dentro de ella misma, o que forma parte de todas las cosas, que se
ha diluido. En algunos casos se habla incluso en tercera persona. Esta alteración puede
aparecer en la esquizofrenia, en la intoxicación por LSD, en algunos fenómenos
relacionados con experiencias místicas y religiosas (estados de nirvana, de éxtasis, etc.).
91
E) Otros aspectos a explorar
A la hora de evaluar esta área, hay que tener en cuenta que las emociones y los
92
afectos son, en sí, respuestas normales. Por tanto, para emprender la exploración
psicopatológica de la afectividad, y diferenciar entre psicopatología y "normalidad", es
necesario considerar, al menos, los aspectos que se señalan a continuación. La forma de
aparición: si hay presencia de estímulos, patrones diurnos, factores situacionales, etc.; el
grado de adecuación: si el afecto es apropiado o congruente, valorando si existen
discrepancias entre lo que la persona dice y su conducta no verbal; las discrepancias con
el contexto; el rango de la respuesta afectiva: se refiere a la variedad de tipos de afectos
que la persona es capaz de expresar; el grado de proporcionalidad o intensidad: es decir,
la relación entre la intensidad de la reacción emocional y el estímulo que la provoca; el
grado de reactividad: se refiere a los cambios afectivos en función de la situación,
vivencia, etc. Hay que evaluar si la persona es reactiva y responde emocionalmente a los
diversos contextos; el grado de movilidad: hay que valorar si el afecto se ve constreñido,
fijo, inmóvil o excesivamente lábil.
En primer lugar, y por lo que se refiere a la exploración del estado de ánimo, ésta se
debe hacer a lo largo del curso de la entrevis ta, valorando tanto los indicios no verbales
(movilidad, postura, mímica, entonación, etc.) como los verbales, y pidiendo a la persona
que nos informe con sus propias palabras sobre su estado emocional. Hay que tener en
cuenta que las palabras que utiliza el paciente para describir su humor pueden tener un
significado distinto del estrictamente psicopatológico, por lo que hay que animarle a que
elabore sus respuestas, preguntando qué es lo que quiere decir exactamente cuando dice
que está triste, nervioso, deprimido, etc. También hay que evaluar la intensidad de las
emociones de las que informa, si el estado de ánimo actual difiere del estado de ánimo
"típico" del paciente, si hay variaciones diarias, etc.
93
deseable utilizar las propias palabras de la persona, pero también es conveniente
describirlo utilizando los términos psicopatológicos más comunes (cuadro 2.1).
Por lo que se refiere a los afectos, y como antes señalábamos, éstos hacen referencia
a variaciones más transitorias en el estado emocional. Es deseable evaluar y describir por
separado el afecto y el estado de ánimo. A continuación se describen las alteraciones más
comunes:
94
episodios maníacos, trastornos delirantes, demencia, delirium y otros trastornos
neurológicos.
95
afectiva, aunque de modo distinto a los anteriores, en los trastornos de
personalidad antisocial, en los que las personas parecen no mostrar ansiedad ante
el castigo o ante otras situaciones de peligro, ni parecen responder
emocionalmente al dolor de otras personas.
f)Paratimia, afecto discordante o inadecuado. Otros términos con los que también se
alude a esta alteración son afecto inapropiado, incoherente, disgregado, disociado,
etc. Con todos ellos se expresa que el afecto es dispar o inadecuado con el
contenido de la vivencia o el contexto en que se produce. Así, la persona puede
reaccionar con tristeza ante un acontecimiento alegre, o viceversa. Esta alteración
se encuentra fundamentalmente en la esquizofrenia, aunque también puede estar
presente en otros trastornos orgánicos (demencia, retraso mental, delirium, etc.).
Por último, se describen a continuación las emociones más importantes que se han
de valorar en la exploración psicopatológica:
A) Ansiedad
Se trata de una emoción que puede ser desde un sentimiento transitorio y totalmente
adaptativo, hasta un síntoma que acompaña muchos y diversos trastornos mentales y
condiciones médicas. Se habla de trastorno de ansiedad cuando esta emoción no es
secundaria a otro diagnóstico. Para ser catalogada como patológica, la ansiedad debe ser
96
desadaptativa y desproporcionada en relación con la amenaza. Constituye un estado de
temor y preocupación, que se acompaña de síntomas psicofisiológicos característicos de
hiperactividad del sistema nervioso vegetativo. En la exploración hay que mostrarse
tranquilo y tranquilizador, animando a la persona a expresar sus preocupaciones (Kaplan
y Sadock, 1997). Hay que valorar tanto las manifestaciones conductuales (por ejemplo,
conductas de evitación, de seguridad, etc.), como las cognitivas (preocupaciones,
temores excesivos e irracionales, pensamientos catastrofistas, etc.) y las somáticas
(sudor, palpitaciones, temblores, rubor, taquicardia, etc.).
B) Depresión
-Los síntomas cognitivos (tanto por lo que se refiere al contenido, es decir, el tipo de
pensamientos que están presentes, como los distintos procesos y estructuras:
atención, memoria, etc.).
97
episodios maníacos o hipomaníacos, aunque no exclusivamente, ya que también puede
estar presente en la esquizofrenia, en la demencia y en otras condiciones orgánicas, etc.
Hay que tener en cuenta que estos pacientes pueden resultar divertidos, e incluso
seductores, pero que también pueden convertirse en molestos e irritantes, por lo que es
muy importante establecer los limites de la relación durante la exploración.
2.3.10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta, sexo, dolor y
estado general
En este apartado se encuentran aquellas alteraciones que tienen que ver con los
patrones de funcionamiento fisiológico que pueden afectar al estado general del paciente,
al margen de que en sí mismas puedan constituir el núcleo del trastorno.
A la hora de explorar los patrones de sueño, hay que tener en cuenta que hay
grandes diferencias individuales en la cantidad de sueño que necesitan las personas.
Además, hay que saber si el paciente está tomando algún fármaco que induzca al sueño,
o si utiliza estimulantes durante el día, puesto que estos hechos pueden estar camuflando,
induciendo o perpetuando estos trastornos. Hay que explorar tanto las alteraciones por
defecto como por exceso. Por lo que respecta a un patrón escaso de sueño, además de la
afirmación de la persona de que no siente necesidad de dormir (como sucede en algunos
cuadros maníacos), el paciente puede quejarse de que su sueño es muy ligero, que no
acaba de descansar suficientemente, que le cuesta mucho dormirse o que se despierta
excesivamente pronto. El insomnio inicial es la dificultad para conciliar el sueño, y se
operativiza como tardar más de treinta minutos en quedarse dormido. Acompaña
frecuentemente a muchos trastornos mentales que se caracterizan por una elevada
activación, ansiedad y excitación. Por el contrario, el insomnio tardío o despertar precoz
98
consiste en despertarse entre una y tres horas antes de la hora habitual con la dificultad
de volver a conciliar el sueño. Suele ser más típico de la depresión. Por último, el
insomnio medio, consiste en estar despierto más de treinta minutos durante la noche.
Este último patrón puede tener la forma de insomnio intermitente, en el que la persona se
despierta varias veces a lo largo de la noche. Algunas de las preguntas que pueden guiar
la exploración serían: ¿cuántas horas duerme?; ¿cuánto tarda en dormirse desde que
cierra los ojos?; ¿cuántas veces se despierta?; ¿se suele despertar pronto y no puede
volver a conciliar el sueño, o lo hace de forma superficial (oye todo y cualquier ruido le
molesta)?; ¿le suele costar dormirse, aunque cuando lo logra, puede dormir entre 6 y 7
horas?; ¿se levanta cansado o descansado?
Por otra parte, la persona puede verse aquejada de un patrón excesivo de sueño o
hipersomnia con respecto a las horas de sueño que el individuo necesitaba previamente.
Esta alteración puede presentarse en diversos trastornos neurológicos y en cuadros
afectivos, especialmente en la fase depresiva de un trastorno bipolar.
Por lo que respecta a la sed, se denomina polidipsia a la sed excesiva (término que
no se utiliza cuando se trate del contexto del alcoholismo). Por otra parte, puede haber
99
una reducción total de ingestión de líquidos en el contexto de un negativismo
generalizado en el que el paciente se niegue a beber.
Por último, las alteraciones en este apartado no sólo pueden hacer referencia a la
cantidad de los elementos ingeridos, sino que también puede afectar a distintas
peculiaridades cualitativas de los mismos. Así por ejemplo, en los cuadros de trastornos
alimentarios, la persona rechazará comer alimentos de elevado contenido calórico; en el
contexto de las fobias a atragantarse, la persona evitará ingerir alimentos sólidos; y en el
contexto de cuadros delirantes, la persona puede negarse a comer alimentos y bebidas de
determinados colores, o sólo ingerir una combinación específica de colores, olores o
formas.
C) Apetito sexual
Como indica Ludwig (1986) el apetito sexual es un indicador biológico sensible del
bienestar general del individuo. Por tanto, no es extraño que cuando la persona comienza
a tener problemas, también haya alteraciones en el impulso sexual y habrá que evaluar si
existe un déficit en su libido, o por el contrario existe un incremento en el apetito sexual y
en su actividad. Entre las dificultades de este apartado se encuentra la valoración de los
criterios de "normalidad", puesto que la conducta sexual es una de las más influidas por
aspectos culturales y de valores (incluidos los del clínico). Suele ser conveniente
preguntar por la valoración que hace la persona de su vida y actividad sexuales.
100
Por último, cabe mencionar las quejas que los pacientes pueden realizar en cuanto su
estado general, con respecto a molestias, cansancio, fatiga o sensación de pérdida de
energía. Aunque estas experiencias pueden estar en cualquier cuadro clínico, suelen ser
muy habituales en trastornos que impliquen una emocionalidad alterada como la
depresión o la ansiedad.
Para determinar los problemas de inteligencia del paciente hay que tener en cuenta
su historia personal, su nivel de formación, su historia laboral y sus nociones de cultura
general. Cuando no se tiene información sobre estos aspectos, o se sospecha de un
déficit o un deterioro, se debe administrar alguna prueba, bien haciendo que el paciente
escriba, lea, o haga alguna operación aritmética (es decir, si es capaz de funcionar al nivel
básico para el que está dotado), bien con pruebas estandarizadas como la prueba Mill Hill
o las matrices progresivas de Raven. Se puede inferir un trastorno del aprendizaje si hay
discrepancia entre los resultados del test y la habilidad y capacidad comprobada en su
ejecución en las tareas de lectura y aritméticas. En cualquier caso, es importante que las
preguntas y las pruebas estén adecuadas al nivel educativo y la formación de la persona
para evitar bien la frustración, bien el desinterés.
101
2.3.12. Exploración del área social y de las relaciones interpersonales
En esta área hay que explorar la adaptación del individuo a diversas situaciones
sociales: relaciones con personas del mismo sexo y del sexo contrario, relaciones
ocasionales, relaciones íntimas, relaciones con la autoridad, con la familia, en el trabajo o
área escolar, en grupos, en encuentros de "tú a tú", asertividad, capacidad de expresar
sentimientos hacia los otros, habilidades para iniciar y mantener relaciones sociales y
conversaciones, etc. Hay que tener en cuenta que los problemas en las relaciones
interpersonales pueden surgir debido a las características de la persona o del sistema
interpersonal. Aquí sólo se va a considerar el primer tipo de problemas aunque,
obviamente, también es necesario explo rar el sistema interpersonal o social del individuo,
fundamentalmente, las relaciones de pareja y familiares, y valorar si en estos ámbitos
existe algún patrón psicopatológico que dispare o mantenga los problemas del paciente.
No hay que olvidarse de que las personas se comunican con los demás, no sólo
mediante la comunicación verbal, sino también mediante otros canales no verbales. Estos
últimos son igualmente parte importante en el proceso de la interacción social. En este
sentido, en la exploración de esta área hay que tener también en cuenta aspectos tales
como el olor corporal (que puede reflejar falta de higiene, deseo de agradar, etc.), la
vestimenta, los adornos de la piel, la postura, los gestos, el contacto visual, etc. Es
necesario tener en cuenta el papel que desempeñan los aspectos culturales, ya que las
diferencias entre culturas, importantes en toda la exploración psicopatológica, son
centrales a la hora de evaluar todos los aspectos que se acaban de enumerar. La
entrevista puede constituir un contexto muy útil para la evaluación de estas cuestiones.
102
trastornos de personalidad. A continuación se muestran algunos ejemplos de cómo puede
verse afectada esta área en estos cuadros psicopatológicos (Gradillas, 1998). Las
personalidades del grupo A del DSM, en su cuarta edición (paranoides, esquizoides y
esquizotípicos), suelen caracterizarse por la distancia interpersonal y la restricción
emocional. Así, los esquizoides suelen mostrar rasgos de asociabilidad y en los
paranoides suele haber suspicacia y rechazo de relaciones. Por lo que se refiere al grupo
B (límite, histriónico, narcisista y antisocial) suelen ser personas erráticas, emocionales y
teatrales. En las personalidades antisociales suele estar presente la propensión al engaño,
la falta de empatía y la tendencia a transgredir las normas; en las personalidades límites
es frecuente encontrar inestabilidad en las relaciones; en las personalidades histriónicas se
puede dar deseo de ser el centro de atención, manipulación, exceso de familiaridad,
comportamiento seductor y exhibicionista, y necesidad de aprecio y aprobación; en las
personalidades narcisistas puede haber necesidad de trato especial, admiración y abuso
en las relaciones. Por último, las personalidades del grupo C (por dependencia, evitación
y obsesivo-compulsivas) suelen intentar limitar los riesgos. Así, las personalidades
dependientes suelen mostrar necesidad de apoyo, renuncia de responsabilidades, deseo
de agradar y preocupación excesiva por el abandono; las personalidades por evitación se
caracterizan por el miedo a la evaluación negativa por parte de los demás y el deseo de
aceptación en la personalidad por evitación; y las personalidades obsesivas suelen
mostrar unas relaciones muy formales, convencionales y secas.
Por último, la exploración ha de terminarse con unas breves notas acerca de cómo el
entrevistador se ha visto afectado por la conducta del paciente; es decir, ¿le ha producido
simpatía, preocupación, tristeza, ansiedad, irritación, frustración, impaciencia o ira? El
examinador puede haberse encontrado cómodo y amigable, o haberse enfadado, haber
sentido miedo, o haberse frustrado en su intento de comunicarse con el paciente.
También ha de incluirse la opinión que el examinador tiene sobre la precisión de la
información obtenida, poner de manifiesto las inconsistencias que se hayan producido a
lo largo de la exploración (bien entre lo que se ha observado y el informe verbal del
paciente, bien entre las diversas afirmaciones del paciente), así como indicar si ha tenido
dificultades en realizar la exploración. Las notas clínicas han de fecharse.
103
ellos. Sin embargo, el conocimiento actual de los trastornos mentales permite afirmar que
algunas condiciones están relacionadas biológicamente con enfermedades médicas,
drogas o fármacos, sin que ello presuponga excluir el papel que puedan tener otros
agentes (psicológicos y sociales). Así, en la práctica cotidiana, el clínico se ha de
preguntar si las alteraciones que presenta la persona pueden estar total o parcialmente
inducidas por algún agente biológico, puesto que la psicopatología presente en los
trastornos mentales inducidos por factores biológicos puede ser similar, o incluso
indistinguible, de la que aparece en el resto de trastornos mentales. Es por ello que en la
exploración psicopatológica resulta crucial que el clínico evalúe la posible presencia de
agentes biológicos que induzcan las alteraciones que presenta el paciente. Tanto el
diagnóstico, como el tratamiento de esa persona cambiará de modo sustancial en función
de cuál sea la respuesta a esa pregunta.
Por su parte, García Toro y González Guillén (1998) señalan que, pese a las
semejanzas aparentes en la sintomatología, una atenta observación puede revelar ciertas
diferencias en las manifestaciones psicopatológicas de los agentes biológicos. Para ello,
habrá que fijar se en una serie de signos y síntomas que, al estar presentes, hacen más
probable que un cuadro clínico esté inducido por agentes biológicos (trastornos médicos,
fármacos, drogas o tóxicos), y por tanto, se recopilan más indicios para solicitar la
consulta de otros especialistas y otras pruebas médicas y de laboratorio para confirmarlo
claramente. Estas pistas no deben considerarse como señales claras de presencia de
factores biológicos, ya que no poseen valor patognomónico por sí solas, sino que hay que
considerarlas en su conjunto y relacionarlas con el resto de la información de la historia y
de la exploración. Así, y siguiendo a estos autores, las condiciones inducidas por agentes
biológicos, a diferencia de aquellas que no lo están, se caracterizan por lo siguiente: nivel
de consciencia disminuido o fluctuante; orientación alterada en un orden determinado
(temporal y espacial, finalmente personal); atención y concentración disminuidas; más
afectada la memoria reciente que la remota y mayor probabilidad de amnesia
104
anterógrada; en el área de la percepción, suele haber ilusiones frecuentes y de haber
alucinaciones son más frecuentes las visuales, olfativas o gustativas, con contenido
incongruente con el estado de ánimo; lenguaje disártrico o afásico, pobre, perseverante,
estereotipado o tangencial; en el área del pensamiento, si hay ideas delirantes son más
fugaces, sin sistematizar, estimuladas por el entorno y corregibles: el juicio (insight) suele
estar conservado; el funcionamiento cognitivo y la capacidad de abstracción están
deteriorados; en el ámbito de la afectividad puede haber labilidad afectiva y mayor
agresividad, sobre todo en el consumo de sustancias psicoactivas; el área psicomotora
suele ser fluctuante a lo largo del día; y suele haber somnolencia o hipersomnia.
105
pistas que pueden ayudar al clínico a diferenciar entre un delirium y una demencia
(García Toro y González Guillén, 1998): en el primer caso siempre está presente una
disminución del nivel de conciencia y son frecuentes las alucinaciones (especialmente las
visuales), lo que es raro en la demencia, sin embargo en esta última, a diferencia del
delirium, es frecuente que ocurra desorientación. Además, mientras que el inicio del
delirium suele ser brusco, con un curso fluctuante y posiblemente reversible, en la
demencia el inicio suele ser insidioso, el curso de empeoramiento progresivo (o estable en
el mejor de los casos) e irreversible. Por último, los trastornos amnésicos, que también se
han comentado en un apartado anterior, se caracterizan por una alteración de la memoria
inducida por un agente biológico, diferenciándose en función de su etiología. En el
cuadro 2.2 se ofrecen algunas pistas que pueden ayudar al clínico a diferenciar entre las
alteraciones de la memoria inducidas por agentes biológicos de las que ocurren en los
trastornos disociativos.
Cuadro 2.2. Pistas para el diagnóstico diferencial de la amnesia, basado en García Toro y
González Guillén (1998) y Ludwig (1986)
106
107
Por último, hay que mencionar que existen una serie de instrumentos que son de
gran ayuda en la evaluación neuropsicológica, y cuya descripción va más allá del alcance
de este libro, como son la batería de Halstead-Reitan, la investigación neuropsicológica
de Luria, la bateria neuropsicológica de Luria-Nebraska, etc. También existen pruebas
más breves y rápidas que ayudan en la evaluación de esta área, como el Mini-Examen
del Estado Mental (que se encuentra en el apartado de "Material para el Terapeuta"), la
108
Escala de Calificación de Demencia de Mattis, etc. Todos estos instrumentos pueden
ayudar al clínico a identificar la presencia y naturaleza de alteraciones de la función
cognoscitiva de origen orgánico.
109
hipertiroidismo), depresión (p. ej., hipotiroidismo) y delirium, e incluso algunas de ellas
pueden estar relacionadas con demencias, cuadros maníacos y psicóticos. Por último, las
enfermedades infecciosas e inflamatorias se relacionan, en su mayoría, con la demencia y
el delirium (p. ej., lupus, meningitis, encefalitis, etc.), pero también pueden inducir
cuadros ansiosos, depresivos, maníacos y psicóticos.
Por último, también hay que considerar que la persona pueda haber estado expuesta
a algún tóxico (por ejemplo, pinturas, insecticidas, funguicidas, gases, etc.). Los efectos
psicopatológicos más conocidos son el delirium producido por el plomo y el arsénico, y el
síndrome amnésico producido por el arsénico (García Toro y González Guillén, 1998).
110
psicopatológica. En primer lugar, un cuestionario breve utilizado para evaluar
rápidamente el estado cognitivo de la persona, en segundo lugar, una guía pormenorizada
para cuando se requiere realizar una exploración en la que se sospecha daños
neurológicos y, por último, una serie de pautas en la ayuda de la formulación de hipótesis
diagnósticas.
111
En su aplicación se suele invertir unos 5-10 minutos. Con una puntuación inferior a
25 se pueden sospechar alteraciones y con menos de 21 puntos ya indicaría deterioro
cognitivo.
112
1. Funciones corticales
1. Observación:
-Conducta.
-Humor y afecto.
-Cualidad de la articulación.
-Atención.
-Tiempo de respuesta.
2. Pruebas específicas:
a) Orientación:
-Tiempo: ¿Cuál es la fecha de hoy? (día, mes, año) ¿Cuál es la estación de las
últimas vacaciones?
c) Memoria específica:
113
-Remota: nombres de los niños, cumpleaños, fecha de la boda, nombre de soltera de
la madre.
1. Observación:
-Marcha.
-Posición de pie.
-Movimientos involuntarios.
-Coordinación.
2. Pruebas específicas:
a)Olfato: determinar el olor de: jabón, café, tabaco y vainilla en cada fosa nasal.
b)Vista:
114
-Pupilas: tamaño, reactividad a la luz, acomodación.
d)Cara:
-Musculatura: arrugar la frente, enseñar los dientes, cerrar ojos y labios con fuerza.
115
alguna situación que los precipite o acentúe? ¿Ha habido algún cambio en la vida
o en las actitudes del paciente que sea concurrente con la aparición de los
síntomas? ¿Existe algún factor que esté relacionado con la atenuación o la
remisión del síntoma? ¿Existen síntomas físicos asociados, tales como
palpitaciones, cefalea, dolor torácico, disminución en la sensibilidad de las
extremidades, respiraciones rápidas, sudoración, mareos, etc.? ¿Puede que los
síntomas estén inducidos por algún agente biológico (enfermedad médica,
consumo, intoxicación o abstinencia de alguna sustancia, etc.)? ¿Se relacionan
con alguna situación fisiológica determinada como falta de sueño, etc., o con
algún contexto ambiental particular?
Cuadro resumen
116
entrevista. Se ha de evaluar el rango y nivel de actividad (desde inmovilidad total
a hiperactividad), si la actividad motora está enlentecida o si es excesiva o
inapropiada, si existen alteraciones en los movimientos inducidos, en los
involuntarios, en los voluntarios y en la conducta intencional. También se han de
explorar los movimientos expresivos (de la mímica).
117
preocupaciones y creencias principales. Registrar si los contenidos de éstas son
excesivos, "increíbles", absurdos, ilógicos, fantasiosos, etc.; si son compartidas
por otras personas, cómo han comenzado a mantenerse; el grado de firmeza, de
implicación personal y de convencimiento, cómo interfieren en su vida cotidiana,
etc.Valorar si las preocupaciones de la persona toman la forma de delirios, ideas
obsesivas, sobrevaloradas, fóbicas, etc. Preguntar explícitamente al paciente sobre
ideación suicida.
-Exploración de las funciones fisiológicas. Explorar tanto las alteraciones por defecto
como por exceso. Preguntar por pautas de sue ño (insomnio, hipersomnia, etc.),
apetito y hábitos de ingesta, actividad sexual y molestias físicas.
-Exploración del órea social y de las relaciones interpersonales. Explorar la adaptación del
individuo a diversas situaciones sociales.
118
conducta del paciente y su opinión sobre la precisión de la información obtenida.
119
pensaba; inserción del pensamiento: creía que sus pensamientos habían sido introducidos
por el demonio). Estas ideas las mantenía con firmeza y alto grado de convicción, siendo
difíciles de rebatir y modificar. Niega ideación suicida u homicida.
Preguntas de autoevaluación
120
durante un rato. Antonio presenta:
a)Parálisis ❑
b)Perseveración de la postura ❑
c)Ecopraxia ❑
d)Manierismo ❑
e)Conducta de seguridad ❑
a)Confabulación ❑
b)Pseudología fantástica ❑
c)Amnesia reduplicativa ❑
d)Jamais vu ❑
e)Prosopagnosia ❑
3.Juan pensó "tengo que levantarme" y en ese preciso momento oyó "tengo que
levantarme". Asustado, empezó a mirar a su alrededor y volvió a pensar: "¿Cómo
es posible si aquí no hay nadie?", y entonces oyó "¿Cómo es posible si aquí no
hay nadie?". Juan está experimentando:
b)Alucinación refleja ❑
c)Pseudoalucinación ❑
121
e)Delirio de pasividad ❑
a)Idea obsesiva ❑
b)Idea sobrevalorada ❑
c)Delirio somático ❑
d)Delirio de referencia ❑
e)Inserción de pensamiento ❑
122
123
124
125
126
127
Gradillas, V. (1998). Psicopatología descriptiva. Signos, síntomas y rasgos. Madrid:
Pirámide.
128
129
Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, E (1995). Manual de Psicopatología (vols. 1 y 2).
Madrid: McGraw-Hill.
130
131
Índice
Introducción 15
Capítulo 1. Aspectos generales 18
1.1. La historia clínica 21
El psicopatograma y el examen del estado mental 24
1.3. La presentación y formulación clínica del caso 27
1.4. El informe psicológico 29
Cuadro resumen 30
Exposición de un caso clínico 33
Capítulo 2. Protocolo de aplicación 36
2.2. Evaluación 38
2.3. I.Exploración de la apariencia, el comportamiento durante la
40
evaluación y la conciencia de enfe
2.3.2. Exploración de la actividad motora y de la conducta
41
intencional
2.3.3. Exploración de la conciencia, alerta, atención y orientación 51
2.3.4. Exploración de la memoria 61
2.3.5. Exploración de la percepción y de las imágenes mentales 67
2.3.6. Exploración de la forma del pensamiento, el lenguaje y el
74
habla
2.3.7. Exploración del contenido del pensamiento: las creencias
79
anómalas
Exploración de la conciencia del sí mismo 88
2.3.9. Exploración de los afectos y de las emociones 91
2.3. 10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e
98
ingesta, sexo, dolor y estado g
2.3.11. Exploración de la inteligencia 101
2.3. 12. Exploración del área social y de las relaciones
101
interpersonales
132
2.3.13. Reacción del examinador 103
2.4. Exploración adicional de la psicopatología inducida por
103
agentes biológicos
2.5. Materiales para el terapeuta 110
Preguntas de autoevaluación 120
Clave de respuestas 122
Lecturas recomendadas y bibliografía 124
133