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Condición de lengua indígena y características educativas

De 1990 a 2010 se ha observado una baja en el porcentaje de migrantes


centroamericanos indígenas en México, pasando de 49.3 a 15.3 %. Sin embargo, el
porcentaje de población indígena migrante de Centroamérica es mayor que el porcentaje
del resto de Latinoamérica.
De todos estos, Guatemala es el país con mayor población indígena migrante, seguida
de Honduras, y después El Salvador.
Respecto a la “condición de alfabetismo” de la población migrante centroamericana,
cada vez se presentan menores porcentajes de analfabetismo, siendo que de 2010 a 2015
tan solo se han tenido un 17% de población que no sabe leer ni escribir.
Según el Banco Mundial en 2017, en 2015 88% de la población de 15 años o más, de
Honduras y El Salvador sabía leer y escribir. Mientras que Guatemala representaba el
porcentaje más bajo de alfabetismo, con tan solo 79%.
La escolaridad de las Personas Migrantes del Norte de Centroamérica de 6 a 14 años de
edad ha ido en un leve deceso desde 1990, año donde este grupo migrante tuvo su
mayor porcentaje de asistencia escolar.
Por alguna razón, existe algún tipo de impedimento de estos niños migrantes para poder
acceder a la escuela en México, debido a que en otros países migrantes de
Latinoamérica en México se observa un porcentaje mayor del 90% de asistencia escolar
en los niveles básicos de educación. Sin embargo, en 2015, aunque la mayoría de
migrantes de otros países latinoamericanos cuentan con una asistencia escolar básica,
tan solo un poco más de la mitad han concluido estudios de educación superior, y poco
menos del 20% la preparatoria. Lo que indica que una parte considerable de los
migrantes latinoamericanos, a excepción de los norte centroamericanos, son calificados.
De los migrantes del Norte Centroamericano en 2015, tan solo el 7% ha culminado
estudios universitarios, mientras que el 43% tiene como nivel máximo de estudios la
primaria, y el 20% no tiene escolaridad. Respecto a la secundaria y la preparatoria, sus
porcentajes no exceden del 20%., números que vencen el resto de países
latinoamericanos, excepto en educación secundaria.
Sin embargo, podemos ver que estos números representan una mejora en la educación
del Norte de Centroamérica, pues de 1990 a 2010 los datos eran menores (excepto el
porcentaje de escolaridad en primaria y licenciatura, que por alguna razón bajó un poco
entre 2010 a 2015).
Situación conyugal, fecundidad femenina y composición de los hogares
Se detecta que el estado conyugal en 2015 de más de la mitad de la población migrante
del Norte de Centroamérica esta en algún tipo de Unión. Mientras que la población
soltera no sobrepasa el 10%. Realmente no ha habido un cambio significativo en esta
sección.
En los últimos años de cada diez inmigrantes del norte de Centroamérica,
aproximadamente seis están unidos, tres no unidos y uno alguna vez estuvo casado o en
unión libre.
En 2015, casi la mitad de la población migrante norte centroamericana tiene de 1 a 3
hijos, mientras que en segundo lugar, casi un 30% tiene 4 hijos o más. Tan solo un
18.3% no tiene hijos (cifra que ha disminuido con el paso de los años hasta llegar a eso).
En 1990, seis de cada diez mujeres tenían al menos uno. En 2000 esta proporción sube a
ocho de cada diez, y dicha proporción se mantiene para 2010 y 2015.
Respecto al resto de latinoamericanos, más de la mitad tiene de 1 a 3 hijos. También
llama la atención que entre 1990-2015, aproximadamente una de cada tres mujeres no
tuvo hijos. Sin embargo, en el mismo periodo de años, la población latinoamericana con
más de 4 hijos no sobrepasa el 10%.
Uniendo estos datos, es previsible que si gran parte de la población centroamericana
está casada o en unión libre, estos deben tener un hijo. Sin embargo, otros estudios
añaden que gran parte de las mujeres que huyen de Centroamérica por violencia de
género lo hacen acompañadas de sus hijos.
Características socio-laborales básicas
En 2015, tanto para la población migrante del Norte de Centroamérica como para el
resto de migrantes latinoamericanos, más de la mitad de su población se mantiene
ocupada en alguna actividad del mercado de trabajo.
Sin embargo, casi la otra mitad de la población de ambos grupos se encuentra
“económicamente no activa” (es decir, estudiantes, trabajadores no remunerados,
jubilados, etc.).
En 1990 se observó un pequeño fenómeno en ambos grupos migratorios, pues entonces
se encontraba en primer lugar la “población económicamente no activa”, probablemente
debido a los conflictos políticos del Cono Sur en los años setenta y los conflictos
armados ocurridos en Centroamérica de 1980 a 1990.
En ambos grupos migratorios se observa un predominio del tipo de empleo
“asalariado”. Igualmente, la rama de actividad a la que más se dedican ambos grupos,
por lo menos en 2015, es del “sector terciario”. En esto último cabe señalar que en
décadas pasadas los migrantes centroamericanos solían dedicarse mayormente al sector
agrícola y en menor medida al ámbito terciario, cosa que cambio progresivamente con
los años (actualmente, en segundo lugar se dedican mayormente al “comercio, servicios
personales y distributivos”). En cambio, el resto de migrantes latinoamericanos desde
hace tiempo atrás se han dedicado a las actividades terciarias principalmente, y en
segundo lugar a las “actividades sociales, financieras, sociales y de gobierno”. Los
latinoamericanos casi no se dedican a las actividades industriales y de construcción
como los centroamericanos.
Con respecto a la participación en actividades industriales y de construcción, ésta ha
ganado un leve protagonismo en los últimos años. En 1990, uno de cada diez
centroamericanos se insertaba en esta rama, mientras en 2015 la razón es de dos de cada
diez.
En todos los años del evento censal, seis de cada diez inmigrantes de estas dos
subregiones (Centroamérica y resto de Latinoamérica) ocuparon un empleo asalariado.
En la actualidad la participación de estos inmigrantes en las actividades propias del
sector primario (como actividades agrícolas) es relativamente alta con respecto al resto
de latinoamericanos.
Afín con los bajos niveles de escolaridad y la baja participación en actividades terciarias
altas (servicios sociales, financieros y de gobierno), los inmigrantes centroamericanos
que se desempeñan en actividades no manuales en su mayoría lo hacen en puestos
diferentes al de profesionistas o directivos.
Reflexiones finales
Sobre la distribución de migrantes centroamericanos en México se puede decir que la
mayoría se encuentra atomizada en las fronteras del país, pero especialmente en el Sur
(principalmente en Chiapas), debido a que históricamente, desde tiempos lejanos esa
zona ha sido destino de flujos (grupos migratorios) motivados por razones políticas,
sociales y económicas (aunque estas razones nunca han motivado un crecimiento
desproporcionado de la población en las nacionalidades centroamericanas). Otra de esas
razones que explican la distribución migrante centroamericana en el país son las
“exploraciones de nuevas rutas migratorias”, lo que motiva muchas veces a algunos a
quedarse a radicar en México, debido a que han encontrado trabajo, o les es imposible
cruzar la frontera de Estados Unidos, y porque estos países comparten rasgos culturales,
tradiciones e idioma con México. Entonces, según los estudios, los lugares más
poblados del país por migrantes centroamericanos son, en primer lugar Chiapas, y en
segundo lugar la Zona Centro del país (Ciudad de México, Estado de México,
Guadalajara, etc.)
Otro de los factores que incitan a los migrantes centroamericanos a quedarse en México
es la calidad de vida (educación, salud, alimentación, etc.).
En el caso de la educación, cabe destacar que la mayoría de migrantes centroamericanos
en México tiene acceso a la educación (primaria principalmente), aunque todavía queda
una quinta parte de esta población sin recibir educación (a diferencia del resto de
migrantes latinoamericanos), a pesar de que la educación en la niñez y adolescencia
debería estar garantizada.
La Organización de las Naciones Unidas señala que se observa una transición en el tipo
o características de la población centroamericana migrante. Se especula, entonces, que
en 1990 la población centroamericana migraba a México por “motivos económicos”,
mientras que de 2010 a 2015 migran por “motivos de seguridad”.
Se ha observado un incremento de población migrante centroamericana en México
menores de 18 años (de los cuales se desconoce si van acompañados por familiares o
conocidos). Los niños y adolescentes centroamericanos se enfrentan en sus países de
origen a múltiples violencias, tanto dentro de sus hogares como en sus comunidades.
Más de la mitad de la población infantil de Honduras (59.5%) está huyendo por
violencia, en segundo lugar 40% de la población infantil del Salvador y 33.3% de
Guatemala.
Otro grupo vulnerable de la población migrante centroamericana son las “mujeres”. Se
ha comprobado que más del 60% de las mujeres centroamericanas mayores de 12 años
que migran a México tienen por lo menos un hijo (aunque esto no indica si hayan
viajado con sus hijos o solas). Se especula que las mujeres centroamericanas huyen de
sus países de origen por las situaciones de violencia. Por ejemplo, en Guatemala desde
1960 han ocurrido conflictos político-militares que generaron olas migratorias,
principalmente provenientes de regiones inaccesibles del altiplano guatemalteco hacia el
sur de México, con una creciente participación de mujeres. Además de este conflicto en
Guatemala, en El Salvador o en Honduras existen problemas asociados entre pandillas,
maras, grupos vinculados al narcotráfico y la acción gubernamental por intentar
erradicarlos.
Se ha detectado que la gran parte de los migrantes centroamericanos, principalmente
varones y en años recientes también mujeres, todos ellos trabajan. Aunque se desconoce
cuántos de ellos tienen la intención de viajar hacia los Estados Unidos en un futuro
próximo, pues la mayoría de los migrantes encuestados probablemente se hayan
asentado permanentemente en México.
Otro factor importante a destacar son los “desastres naturales” que han afectado en los
últimos años las zonas más vulnerables a eventos meteorológicos de la región
centroamericana. Esto obliga a su población a buscar espacios y fuentes de subsistencia
alternas (es decir, migrar a otros lados para conseguir un mejores formas de subsistir).
Aunque existen programas de protección a migrantes centroamericanos de la
deportación en Estados Unidos y les consiguen permisos de trabajo, como el “Estatus de
Protección Temporal” (TPS, por sus siglas en ingles), estos dejaron de estar vigentes en
el primer trimestre de 2018. Aunado a esto, los proyectos de Estados Unidos para frenar
la inmigración y reducir los grupos migrantes ya existentes en su territorio es algo que
podría afectar a estos flujos migrantes documentados o indocumentados, pues podría
ocasionar que no se incremente la cobertura ni se renueven los “permisos de estadía”
(cosa que iría en contra desde los acuerdos de paz, desarme y democracia de
Centroamérica).
Sin embargo, esto no será impedimento para que las poblaciones migrantes sigan
saliendo de sus países hacia México con esperanza de llegar a Estados Unidos, y prueba
de esto es el crecimiento inusual del flujo migratorio en los primeros meses de 2019 en
la “frontera sur” de México.
Desde Octubre de 2018 a inicios de 2019 ha habido un crecimiento extraordinario de
migrantes indocumentados centroamericanos en México que parten de distintos sitios de
Centroamérica en caravanas multinacionales, las cuales han crecido por dos razones
centrales:
1) Las declaraciones iniciales del gobierno entrante de México, de otorgar visas
humanitarias de manera amplia.
2) El inicio de 2019 en que, como cada año, se caracteriza por el aumento del flujo
migratorio laboral.
La reacción del gobierno estadounidense, ante la llegada intempestiva de miles de
solicitantes de refugio, fue de menos a más, hasta llegar a amenazar con aplicar
aranceles comerciales a México si éste no detenía el flujo de referencia.
Los acuerdos de junio entre los gobiernos de Estados Unidos y México, en síntesis,
fueron la aplicación de medidas extraordinarias para la contención migratoria en la
frontera sur de México y que quienes habiendo llegado hasta la frontera mexicana con
Estados Unidos y hubieran gestionado su solicitud de refugio, aguardaran la respuesta
en territorio mexicano.
Ambas cosas se han cumplido, pero, para efectos de este análisis, es pertinentes hacer
las siguientes puntualizaciones:
i) hasta el momento de escribir la versión final (septiembre de 2019), no hay
información estadística disponible para caracterizar socio laboralmente la población
“estacionada” en México;
ii) el gobierno mexicano ha anunciado la realización de magnas obras de infraestructura
(redes ferroviarias y construcción de una planta procesadora de petróleo,
principalmente) y plantar un millón de árboles, todo en el sureste mexicano. Para esas
obras se considera la participación masiva de mano de obra, incluyendo la
centroamericana que, por lo dicho en este análisis y suponiendo que los flujos recientes
cuentan con un perfil laboral similar, bien pueden participar en las obras de referencia
(es una posibilidad, no una certeza); y
iii) se tiene noticia de que, quienes esperan la respuesta a su solicitud de refugio, son
reubicados de localidades cercanas a Estados Unidos a localidades chiapanecas. No hay
información oficial de cuánta de esa población solicitante será reubicada y dónde, pero
es posible que ello implique una mayor presencia de oriundos del norte centroamericano
en el sureste mexicano por tiempo indefinido.
Quizá el Censo de Población de 2020 nos provea de nuevos elementos estadísticos para
no sólo hablar de cifras, sino para ver si hay cambios significativos en el perfil socio
laboral de la población centroamericana en México, objeto de análisis en el presente
texto.

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