Venustiano Carranza, durante sus periodos presidenciales de facto (1915-17) y constitucional (1917-20), se interesa por los usos propagandísticos y educativos de la cinematografía. En 1916 les concede una beca para realizar estudios de cine en Estados Unidos a las hermanas Dolores y Adriana Elhers y avala la creación de la cátedra de Preparación y Práctica de Cinematógrafo que se inaugura el 24 de abril de 1917 en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Dramático a cargo de Manuel de la Bandera. Durante su gobierno, la Secretaría de Guerra y Marina produce varias cintas para desarrollar la disciplina militar y despertar el fervor cívico y de servicio del nuevo Ejército Nacional surgido de las fuerzas irregulares de la revolución con filmes como Juan Soldado de E. Castilla (1919), El precio de la gloria (1919), El block house de alta luz (1919) y Honor militar (1920), cuyas direcciones se atribuyen a Fernando Orozco y Berra. Después de la primera guerra mundial se afianza el predominio de Hollywood en el gusto de los mexicanos. En la década de 1920 se consolida el nuevo estado emanado de la revolución Después de la muerte de Carranza (1920) se suceden los generales Álvaro Obregón (1920-24) y Plutarco Elías Calles (1924-28) en la presidencia de la República. El gobierno sortea graves crisis como la rebelión de Adolfo de la Huerta (1923) y el conflicto religioso (1926-29). Con el asesinato de Obregón en julio de 1928 se inicia el llamado Maximato (1928-34) por la preponderancia personal de Plutarco Elías Calles, “Jefe Máximo de la Revolución”. En este periodo la “familia revolucionaria” ya diezmada, se aglutina en el Partido Nacional Revolucionario (1929). A partir de 1922 comienza el descenso de la producción fílmica. De más de veinte largometrajes filmados en 1921, se reducen a sólo cuatro en 1924. Hay una breve recuperación en 1925 que no logra mantenerse en los siguientes años. En 1926 se inicia la producción sonora en Estados Unidos y en 1929 los mexicanos comienzan la producción experimental de cintas sonorizadas y sincronizadas con discos. Se hace un pequeño, pero significativo número de filmaciones en los estados de Yucatán, Jalisco, San Luis Potosí, Sonora, Oaxaca, Puebla, Michoacán y Veracruz, que con la llegada del cine sonoro, no vuelven a repetirse. Por entonces la mitad de la producción se inspira en temas nacionales, como reflejo de la poderosa cruzada nacionalista impulsada desde la Secretaría de Educación Pública por el filósofo José Vasconcelos durante el régimen de Álvaro Obregón. Otra fuente de inspiración es el “género mexicano” del teatro de revista muy en boga, como es evidente en Viaje redondo (1919) y Partida ganada (1920), dirigidas por José Manuel Ramos. Prolífico entusiasta de esa línea “mexicanista” es Miguel Contreras Torres, ex oficial revolucionario que cumple una carrera cinematográfica excepcionalmente larga que va desde la década de 1920, hasta la de 1960. Después de su debut como protagonista de El Zarco de J. M. Ramos (1919), es casi siempre productor, realizador, argumentista y protagonista de sus películas, entre ellas El hombre sin patria (1922), planteamiento revanchista y patriotero del problema de los braceros mexicanos en Estados Unidos; Oro, sangre y sol (1923), basada en la vida del diestro neoleonés Rodolfo Gaona; filma en el extranjero Ejército cubano y El relicario, rodada en México, España y Hollywood (1926) y El león de Sierra Morena, filmada en España entre 1927 y 1928 y vuelve al país en 1929. Otro exponente del cine de inspiración nacionalista es Guillermo Calles “El Indio”, especializado en caracterizar villanos y pieles rojas en numerosos westerns de Hollywood, que proyecta un halo indigenista en sus cintas De raza azteca, codirigida con M. Conteras Torres (1921), El indio yaqui (1926) y Raza de bronce (1927). Manuel R. Ojeda dirige El Cristo de oro (1926) y Conspiración (1927), cintas de ambiente colonial, y El coloso de mármol (1928), que pondera los logros del presidente Plutarco Elías Calles y de los gobiernos surgidos de la revolución. En contraste, el ingeniero Gustavo Sáenz de Sicilia, plasma sus ínfulas de aristócrata y sus tendencias fascistas en Atavismo (1923), Un drama en la aristocracia (1924) y La boda de Rosario (1929). Resalta en esta década la filmación de cintas “moralizadoras” como Bolcheviquismo de P. J. Vázquez (1922) y El puño de hierro de Gabriel García Moreno (1927) filmada en Orizaba, Veracruz, que denuncia los perjuicios de la farmacodependencia con crudo y sorprendente realismo. La producción de documentales pasa a segundo plano. Se continúa el registro de corridas, competencias de autos, eventos populares y cívicos y actualidades de nota roja o desastres naturales. Sobresalen los referidos a los asesinatos de Zapata en Emiliano Zapata en vida y muerte de E. Rosas (1919) y Funeral de Emiliano Zapata de S. Toscano (1919), aspectos de la rendición y asesinato de Francisco Villa, como Rendición de Villa en Sabinas de S. Toscano (1920), Villa íntimo (1920), Francisco Villa, producción de E. Rosas (1923) y Francisco Villa, su vida como guerrillero y su trágica muerte, producida por S. Toscano y A. F. Ocañas (1923). Están también los largometrajes que recogen las conmemoraciones del centenario de la consumación de la independencia en 1921 producidos por Salvador Toscano, Ediciones Camus e International Pictures. En 1928, después del asesinato del general Álvaro Obregón, se presenta Solemnes funerales del general Obregón. Sobre el intrigante caso del curandero y milagrero Niño Fidencio, se exhiben en 1928 Fidencio con foto de Jorge Stahl y El campo del dolor de Eduardo Martorell. También se conocen algunos documentales de promoción turística y de propaganda política.