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Papalia
Aun cuando los bebés comparten patrones comunes de desarrollo, también exhiben desde
un principio personalidades bien diferenciadas, las cuales reflejan influencias tanto innatas
como ambientales. A partir de la lactancia, el desarrollo de la personalidad se encuentra
interrelacionado con las relaciones sociales.
Elementos sobresalientes del desarrollo psicosocial de lactantes e infantes, desde el
nacimiento hasta los 36 meses de edad
Edad Características
aproximada
en meses
0-3 Los lactantes se encuentran abiertos a la estimulación. Empiezan a
mostrar interés y curiosidad y sonríen con facilidad a los demás.
3-6 Los lactantes pueden anticipar lo que está a punto de suceder y
experimentan desilusión cuando no sucede. Demuestran esto cuando se
enojan o actúan de manera recelosa. Sonríen, zurean y se ríen con
frecuencia. Éste es un momento de despertar social y de intercambios
recíprocos tempranos entre el bebé y el proveedor de cuidados.
6-9 Los lactantes participan en “juegos sociales” y tratan de obtener respuesta
de las demás personas. “Platican”, tocan y “coquetean” con otros bebés
para hacer que respondan. Expresan emociones más diferenciadas y
muestran alegría, temor, enojo y sorpresa.
9-12 Los lactantes están intensamente concentrados en su cuidador principal,
pueden volverse temerosos ante los desconocidos y actúan de manera
contenida en situaciones novedosas. Para el primer año de edad,
comunican sus emociones de forma más clara, exhiben estados de ánimo,
ambivalencia y grados de sentimiento.
12-18 Los infantes exploran su ambiente y utilizan a las personas a las que más
apegados están como base segura para ello. A medida que dominan el
ambiente, adquieren mayor confianza y están más dispuestos a
imponerse.
18-36 En ocasiones, los infantes se tornan ansiosos porque ahora se percatan
de lo mucho que se están separando de su proveedor de cuidados.
Elaboran la conciencia de sus limitaciones por medio de la fantasía y el
juego y mediante la identificación con los adultos.
Emociones
Las emociones, como tristeza, felicidad y temor, son reacciones subjetivas a la experiencia
que se asocian con cambios fisiológicos y conductuales. Por ejemplo, el temor se
acompaña de una aceleración en el ritmo cardiaco y, a menudo, por acciones de
autoprotección. El patrón característico de reacciones emocionales de una persona se
Psicología del desarrollo- Capítulo 8 de Diane E. Papalia
equilibrio entre la confianza (que les permite formar relaciones íntimas) y la desconfianza
(que les permite protegerse). Si predomina la confianza, como debería, los niños
desarrollan la virtud, o fortaleza, de la esperanza: la creencia de que pueden satisfacer sus
necesidades y cumplir sus deseos (Erikson, 1982). Si predomina la desconfianza, los niños
percibirán al mundo como hostil e impredecible y tendrán dificultades para formar
relaciones. El elemento crítico para desarrollar la confianza es el cuidado sensible,
responsivo y consistente. Erikson consideraba que la situación alimenticia era el entorno
para establecer la mezcla correcta de confianza y desconfianza.
Desarrollo del apego
El apego es un vínculo emocional entre el lactante y el proveedor de cuidados, en donde
ambos contribuyen a la calidad de la relación y hacen que dicho vínculo sea recíproco y
duradero. Desde un punto de vista evolutivo, el apego tiene un valor adaptativo para los
bebés al garantizar que se satisfagan sus necesidades psicosociales, así como las físicas.
Según la teoría etológica, los lactantes y sus padres están biológicamente predispuestos a
apegarse entre sí y el apego promueve la supervivencia del bebé.
Cuando Ainsworth y sus colaboradores observaron a bebés de un año en la
situación extraña y en casa, encontraron tres patrones principales de apego. Son el
seguro (la categoría más común), y dos formas de apego ansioso o inseguro: el evitante
y el ambivalente o resistente.
Los bebés con un apego seguro lloran o protestan cuando la madre se aleja y la saludan
alegremente cuando regresa. La utilizan como base segura, alejándose de ella para irse y
explorar, pero suelen regresar de manera ocasional para reasegurarse. Por lo general, son
cooperativos y relativamente libres de enojo.
Los bebés con un apego evitante rara vez lloran cuando la madre se aleja y la evitan a su
retorno. Tienden a estar enojados y no buscan un acercamiento en momentos de
necesidad. Les desagrada que los carguen, pero les desagrada aún más que se les baje.
Los bebés con un apego ambivalente (resistente) se ponen ansiosos aun antes de que la
madre se aleje y se alteran mucho cuando sale de la habitación. Cuando ella regresa,
demuestran su ambivalencia al buscar el contacto con ella al mismo tiempo que la resisten
pateando o retorciéndose. Los bebés resistentes exploran poco y es difícil consolarlos.
Otras investigaciones identificaron un cuarto patrón, el apego desorganizado-
desorientado, que posiblemente sea el menos seguro. Los bebés con el patrón
desorganizado parecen carecer de una estrategia coherente para lidiar con el estrés de la
situación extraña. En lugar de ello, exhiben conductas contradictorias, repetitivas o
desencaminadas (donde buscan la cercanía con el desconocido en lugar de con la madre).
Es posible que saluden a la madre felizmente cuando regresa, pero después se alejan de
ella o se acercan sin mirarla.
Cómo se establece el apego
Con base en las interacciones del bebé con la madre, el bebé construye un modelo de
trabajo de lo que se puede esperar de la madre. Siempre y cuando ella actúe de la misma
manera, el modelo se sostendrá. Si su conducta cambia, no una ni dos veces, sino de
manera repetida, es posible que el bebé altere el modelo, y la seguridad del apego puede
variar.
Efectos a largo plazo del apego
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Como lo propone la teoría del apego, la seguridad del apego parece afectar la competencia
emocional, social y cognitiva. Mientras más seguro sea el apego del niño a un adulto
afectuoso, más fácil será que el niño desarrolle relaciones adecuadas con otros.
Cuestiones del desarrollo durante la primera infancia
Aproximadamente a mitad del camino entre su primer y segundo cumpleaños, los bebés se
convierten en infantes. Esta transformación se puede observar no sólo en habilidades
físicas y cognitivas, tales como caminar y hablar, sino en la manera en que los niños
expresan sus personalidades e interactúan con los demás. Un infante se convierte en un
socio más activo e intencional en las interacciones, siendo en ocasiones él quien las inicia.
Ahora, los proveedores de cuidado pueden interpretar las señales del niño con mayor
claridad. Estas interacciones más compenetradas ayudan a los infantes a adquirir
habilidades de comunicación y competencia social y motivan el acatamiento de los deseos
de los padres.
Tres cuestiones psicológicas a las que los infantes —y sus proveedores de
cuidados— deben enfrentarse: la emergencia del sentido del yo, el crecimiento de la
autonomía o autodeterminación, y la socialización o internalización de los estándares
conductuales.