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Analicemos las dos siguientes proposiciones que cristalizan un entendimiento pleno de

diversas categorías económicas; a) “la inflación es el precio que paga el deseo por
liberarse de lo negativo del trabajo” o b) “el PIB es un indicador que refleja aquel
instante de la conciencia moral donde el bienestar se concibe como lo útil de la cosa en
sí”.
Si observamos atentamente ambos enunciados ningún juicio ideológico será extraíble de
tales proposiciones que invite a una contrastación de opiniones e ideas. El indicador
monetario que ha sido protagonista de un sinfín de envites acerca de su idoneidad como
instrumento de salud económica –en fases más superficiales del debate- consigue
emanciparse de ese estéril ejercicio del entendimiento. En esta fase ha abandonado todo
juicio positivo y negativo acerca de sus atributos para sostenerse en lo que realmente es.
Veamos, por otro, el enunciado relativo a la inflación con un poco de mayor detenimiento.
De la misma manera que ocurre con el PIB no podemos extraer del enunciado referido al
de la inflación nada que nos permita polemizar sobre su naturaleza económica.
Discusiones sobre la funcionalidad de la inflación en la economía pierde todo sentido
pues a ello solo podríamos enrocarnos bajo aquella fase donde la categoría “inflación” se
manifiesta como lo bueno en eso o lo malo en lo otro. Apelando a su concepto la inflación
se dirige exclusivamente a entenderse a sí misma en modo a lo que le es propio en su
relación con otras esferas. Su realidad se consume en una doble-negación pues se afirma
negando en lo que es como no siendo, o sea, permaneciendo acreedora de una acción (el
trabajo) que se ha reconocido sin determinarse; esto es, resulta del efecto que
substancializa en el reconocimiento de un trabajo que ha sido realizado simbólica pero no
fácticamente; por ejemplo, la pérdida de reconocimiento (valor económico) que se deriva
del exceso de una cantidad dada de oferta monetaria en relación a un nivel determinado
de producción bruta de capital. Es en este estado donde el entendimiento se realiza como
Concepto implicando aquella naturaleza esencial de la categoría ya sí emancipada de toda
matriz ideológica y dada en conquistar el reino de su libertad; o sea, ser ella misma la
cosa en sí.

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