Me asombra que te asombre el desánimo que corre por mi
piel tras la victoria de Gustavo Petro en Colombia. ¿Es que acaso no has aprendido nada acerca de todo lo que te he enseñado? He visto tumultos enloquecidos celebrando el triunfo con tal entusiasmo que solo puedo pronosticar una debacle igual tan pronto pongan pie en el suelo. Sin duda, para una buena parte del país el miedo se ha hecho fuerte en su corazón. Su optimismo ha sido golpeado por una estruendosa conmoción. Esto quizá te sorprenda porque desde España el candidato del “cambio” parece la opción más acogedora. Ha puesto sus palabras del lado de la pobreza y la desigualdad, inunda sus discursos acelerando la preocupación por el medioambiente, invita a Colombia poner rumbo hacia un capitalismo humano e integral. ¿Qué puede haber de malo en todo ello? ¿Es que acaso no compartimos, aquí, al otro lado del océano, idénticos ideales? Siempre les recuerdo a mis universitarios, mi querido Orugario, que por muy buenos que lleguen a ser los efectos del vino (en moderadas dosis) no dejan de enfermar a un niño (en cualquier dosis). Mi querido Orugario, el bien no se conforma con presumir de un buen corazón, necesita también de buenos zapatos. No se puede transitar una montaña en chancletas por mucho que nuestros dedos se vean rescatados de la incomodidad de los calcetines. El bien exige acomodarse a las circunstancias y, sin embargo, Petro nos vende que todo es posible, o más aún, inevitable cuando lo deseamos con el corazón. De esta manera consigue condenar la felicidad del pueblo colombiano al escrutinio de una pérfida clase política (uribismo) que secuestra los medios que la hacen posible. Y para ello no se necesitará un administrador que gestione intereses sino a un héroe que alivie dolores. ¿Adivinas de quién se trata? Y me preguntas que ¿cómo lo hace posible? Mi querido Orugario veo que no has hecho por atender los videos de @antoninidejimenez. El colombiano habrá aceptado, por supuesto, la idea de que los males que padece tienen remedio y su cura es simple y unívoca. Lo primero es retrasar tanto como sea posible el momento en el que se den cuenta de que el infierno está lleno de buenas intenciones. Para ello se sacarán de la manga la figura del “chivo expiatorio”. Como les será imposible aceptar que queriendo el bien solo obren el mal, harán por hacerte creer que la falta de rumbo en sus políticas solo pueda ser obra de un espíritu maléfico. En función de los vientos políticos desviarán tu atención hacia cualquier fantasma prefabricado donde concentrar el fracaso de sus medidas (USA, el imperio español, el capitalismo atroz, etcétera). Si eso no fuera posible o no diera los frutos deseados explotarán el miedo persuadiendo a las masas de que el enemigo lo tenemos metido en casa. Con ello les resultará muy fácil suspender los derechos más elementales de acceso a la libre información y opinión. Una vez que han desviado tu rabia hacia un “no-lugar” la pondrán a su servicio. Para ello te harán sentir culpable de todos los males que padeces pero responsable de ninguno. Y así aunque Colombia no tenga un problema de contaminación celebrarán el día sin auto cuando ya sabemos que eso solo incrementa la contaminación y la pobreza. Te persuadirá de que la desigualdad es la causa de los males que nos acechan y no la consecuencia de una mala forma de hacer economía. De esta manera podrán gastar ingentes cantidades de dinero público sin que te veas alertado por ello. Cada vez que alguna de estas medidas te parezcan irresponsables, tu conciencia apartará de sí esa contrariedad pues nunca le parecerá suficiente sacrificio ante un fin que apunta tanta nobleza. Habrán conseguido sin que te des cuenta suspender los mecanismos de control democrático. Petro ya no representará tus intereses, ¡los personificará¡ Solo así se puede explicar que las personas se vean usurpadas del más elemental sentido de la crítica sin dejar, por ello, de sentirse inteligentes. Además, y con toda seguridad la inflación no les parecerá el resultado de unas políticas alegremente expansivas cuanto de un complot matrimonial entre el capitalismo y la derecha. No creas que el uribismo ha muerto, Orugario ¡Con Petro estará más vivo que nunca¡ o ¿a quién culparán del fiasco de sus malos remedios? Para ello no vacilarán en mudar la retórica tantas veces le sea necesario. Si su victoria se justificaba con que el país no podría estar peor, su corrupción será acreditada apelando a que el país podría haber estado aún peor. No hay salida que los ponga fuera de su error. Lo de Petro es una cuestión de fe que a mayores males mayor se hace su dominio. El pueblo renuncia a su estatus de ciudadanía para abrazar el papel de víctima. Solo así se logra despejar cualquier rastro de duda que ponga en alerta la eficacia del nuevo gobierno. Un hombre degradado al papel de víctima será siempre agradecido. Por mucho que se tuerzan las cosas siempre podrá refugiarse en sus gobernantes. Es fundamental, Orugario, que el gobierno alimente esa relación de dependencia. Así podrá hacer pasar todas sus tropelías sin que el pueblo intuya nada extraño. Siempre que puedan elegir entre bajar impuestos o incrementar las subvenciones no dudes que harán lo segundo. Conceder autonomía al pueblo puede poner en peligro todo el plan de acción. Con ello solo conseguirían alimentar los poderes de la resistencia. Conviene un estado de ánimo lúgubre y descorazonador, sin embargo, no olvides que tal estado puede ser fácilmente utilizado para reforzar el anhelo de libertad perdida y con ello de lucha. Por eso, el ataque tendrá más posibilidades de éxito cuando nuestro amigo se vea superado por la ferocidad de una masa jadeante y por una publicidad invasiva que le haga recordar que está solo en esa lucha. Nunca olvides que cuando estamos hablando de reprimir emociones será fundamental dar rienda suelta a los placeres. El gobierno hará todo lo posible para legalizar cualquier tipo de drogas, legalizando la prostitución, todo ello apelando a la soberanía del consumidor cuando en realidad lo que plantean es reconducir los ánimos de la descontenta criatura contaminando sus intenciones y embruteciéndola hasta reducirla a un átomo de placer insignificante. ¿Te das cuenta? Todas las luchas con las que pretenden entretenerte no son más que subterfugios para minar tu ánimo y vaciar tu heroicidad. Pondrán todos los medios del gobierno a su alcance para que te preocupes de las cosas que no son importantes con tal de que no tengas que preocuparte de las que sí lo son. Por ejemplo, te persuadirán para que veas un problema de convivencia entre hombres y mujeres para que así vayas deconstruyendo tu masculinidad. De esta manera reinará la confusión entre los sexos. Los hombres ya no sabrán como relacionarse con las mujeres, y estas no encontrarán entre ellos nada de valor. Que todo sirva, a fin de cuentas, para que unos y otros, desarreglados bajo este entuerto, tengan que ceder su autonomía a cualquier funcionario de turno. Luego, si eso no llegara a ser suficiente o sospecharan de la estrategia te aturdirán con nuevas situaciones rocambolescas. Para esto viene muy bien la agenda de Naciones Unidas. Con objetivos cada vez más enrevesados y numerosos la cuestión radica en que nunca puedan llevarse a buen término aunque solo sea para que quede en tu corazón grabado el desánimo, y luego, la preocupación. Siempre vendrá muy bien que en la plaza del pueblo ondee junto a las banderas patrias alguna que otra que convenga a sus reclamos. ¡Dirijamos su destino, por favor¡ A todo ello revestirán los problemas con una capa de valor limitada. Ya no será la resistencia sino la resiliencia, ni la transformación sino la transición. Actitudes blandas que aplaquen el ansia de libertad que el Divino Redentor ha puesto sobre ellos. Así por un lado, los problemas serán cada vez más graves y la seguridad para enfrentarlos más pequeñas. El negocio es perfecto, querido Orugario. La cuestión no es otra que confundir sus objetivos y luego hacer mella en su ánimo para que no puedan reconducirlos.
Ante este panorama ¿qué nos espera a nosotros mi querido
Orugario? Es el momento de salir de la cueva, de enfrentar el miedo para encarar de frente sus amaños; el de todos aquellos votantes de Petro que por ignorancia, inercia o ideología han puesto en grave peligro su bienestar y el de todos. No sucumbiremos a la autocensura campante y aceptaremos de muy buena gana que lo que se nos viene encima es madera para héroes. La libertad está hoy más que nunca en manos de esos que han decidido apostar por ella su vida entera. A la carga mis valientes.
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