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Ahora bien, para apoyar un poco nuestro argumento, con respecto a esto
Jorge Alemán en su último libro Horizontes neoliberales en la subjetividad,
dice sobre el sujeto-deudor al que estamos aludiendo aquí: “El reverso de
este empresario de sí es precisamente un deudor que está frente a un
acreedor frente al cual no va poder jamás cancelar la deuda. Las deudas,
tanto la soberana, como la privada, como la pública, son las nuevas
formas de subjetivar al sujeto en la época neoliberal del Capital.” (Alemán;
pag.36). Si bien, Jorge Alemán por un lado, y Rubén Dri por el otro,
técnicamente no hacen referencia a lo mismo en lo que refiere a lo
programático de sus argumentos, hay un germen que posibilita en estos
dos el intento por explicar la pregunta de Galasso. Alemán por un lado
establece “el régimen de lo simbólico” del Neoliberalismo en esta dicotomía
sujeto-deudor/acreedor, es decir como se establece la apropiación, o mejor
dicho en palabras de Alemán, la “creación de este tipo específico de
sujetos” en el capitalismo, mientras que Dri se pregunta esencialmente
por la constitución del capital financiero en la dinámica del capital en sí.
Sin embargo, ambos se condicen en la irreversibilidad que ha instituido el
Neoliberalismo en conformarnos, sea por las buenas o por las malas, en
sujetos-deudores, en naciones-deudoras, casi como si de un planteamiento
insalvable se tratase.
Ahora bien, para que esta norma sea de decisión aplicable o no, en rangos
políticos, debe haber un criterio de verdad que establezca la legitimidad
sea del sujeto-deudor o del sujeto-acreedor, este criterio de verdad estará
promovido por el discurso político, esto es así porque un estado siempre
está constituido, en términos de la democracia representativa, por sus
gobernantes y sus diferentes programas políticos. Por ejemplo, en la
actualidad de la Argentina tenemos dos polos opuestos, el del neo-
peronismo “Kirchnerista” y el neo-liberalismo de la “Alianza cambiemos”,
uno que no se condice con la legitimidad de los buitres, y otro que sí, y por
lo tanto sus criterios de verdad son en tanto la aplicabilidad de la política
que desean establecer. En un proyecto peronista se priorizara el capital
interno de la nación, mientras que en el otro se preocupara como dice
Galasso de “las relaciones carnales” que tendrá con el capital extranjero.
Quizás esta distinción podría rememorarnos aquella categorización que
realiza Maquiavello del modo caracterizar al buen político como aquel que
domine las artes del León y la Zorra, y que posteriormente un
maquiavelista moderno como Vilfredo Pareto separara arguyendo dos
clases de políticos, que por un lado existen aquellos, en los que predomina
el instinto de la persistencia de los agregados como aquellos que se
preocupan por el bien colectivo, que serían los leones maquiavélicos, y por
otro en los que prevalece el instinto de la combinación como los aquellos
que especulan por su ascenso personal, que son las zorras maquiavélicas.
Más allá de que pareciere razón suficiente para alegar un dualismo que
separa por un lado la ética y la política por el otro, es decir “la razón del
estado” por un lado y lo que es justo o no hacer por el otro, es necesario
establecer porque en los tiempos que corren este dualismo histórico, a
decir, es insalvable y por lo tanto los buitres son inmortales.
Desde este sentido, una deuda como la de los buitres es impagable, ya que
si se la paga, se la pagará con aun más deuda y esa deuda con las
implicancias del capital financiero puede ser “amoralmente” comprada
nuevamente, y por otro lado si se decide no pagarla, el estigma seguirá en
tanto es imposible juzgarla como justa o injusta aquella. También la
alteridad política en democracia motiva aún más el problema, ya que el
establecimiento de una imposibilidad ética en un régimen político, o a
decir, la aplicabilidad de un proyecto político cambiará siempre detentando
la norma.
Bibliografía:
De Hipona, A.; “La ciudad de Dios”; Trad. Gomez F.; 5ta ed; Buenos Aires;
Club de lectores, 1997.