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Novecentismo y vanguardias

Hacia 1910 era perceptible un cambio en la vida intelectual española. Una nueva
promoción de escritores -los novecentistas-, junto al grueso de la Generación del 98, se
opuso a los modos artísticos del s XIX y al modernismo, desdeñando la subjetividad y
exaltando el intelecto y la objetividad. También llamada la Generación del 14, por ser
1914 el año en que comienza la Gran Guerra y por tanto concluye de forma fulminante
el mundo del XIX.

Con el novecentismo se perfila un tipo diferente de intelectual sólidamente


formado, alejado de la bohemia modernista y antirrománticos. Las características de
estos escritores serían por tanto el racionalismo, el rigor y el análisis objetivo de las
circunstancias. Defendían el arte “puro”, despojado y “desnudo” de artificios y de
componentes humanos (sentimientos, compromiso social, etc.). Se considera al arte
como vehículo del placer estético. Promovían el aristocratismo intelectual, es decir, una
literatura concebida para minorías selectas con un estilo muy cuidado, pulcro y
depurado. Los escritores novecentistas pretenden influir en la realidad española de su
tiempo, participan en política y son continuadores de la ideología progresista que desde
mediados del siglo XIX se había gestado en España (desde el krausismo hasta la
Residencia de Estudiantes, pasando por la Institución Libre de Enseñanza).

El grupo del 14 son herederos del espíritu del 98 y participan de sus ideales
reformistas, pero con otro talante más profesional e intelectual. Se alejan del
irracionalismo subjetivista y de la rebeldía nihilista y emprenden la acción mediante la
intervención política y cultural para cumplir con el deber cívico de formación de las
masas. Publican sobre todo ensayos y artículos en revistas y periódicos. Eugenio D´Órs,
Manuel Azaña y Ortega y Gasset son los autores más representativos. Este último
mantuvo una actitud más intelectual y moral, como se demuestra en la miscelánea de
ensayos El espectador. Ortega fue el fundador de la Revista de Occidente que se
convertiría en la publicación cultural más notable de la época. Ortega y Gasset es el
pensador español más reputado y respetado. Se erigió en un guía del pensamiento y
sigue inspirando a todas las generaciones de humanistas españoles. La rebelión de las
masas o La deshumanización del arte son algunas de sus obras más representativas.

En esta línea, la búsqueda de una profesionalidad literaria fue decisiva en autores


como Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna. Jiménez concibió su creación
como una unidad en la que se integraban sus nuevos textos a la vez que se encontraban
en estado de corrección permanente los anteriores, siempre a la búsqueda de la
perfección absoluta, de ahí la necesidad de realizar varias antologías de su obra
(Segunda antolojía poética). Su poesía evolucionó desde una “etapa sensitiva”, en la
órbita del modernismo, hacia una “época intelectual” donde destacó Diario de un poeta
recién casado -abierto a las innovaciones vanguardistas-, que finalizó en la “etapa
suficiente” de carácter metafísico.

Al tiempo que los novecentistas imponían en España su nueva mentalidad, en


Europa se desarrollaban las vanguardias. La vocación europeísta del novecentismo y su
defensa del arte por el arte influyó en su introducción en España. De hecho, no hay un
trazo claro que separe ambos movimientos en el cultivo del arte.

Las vanguardias supusieron la culminación de una explosión creativa en el campo


del arte y de la cultura. Se caracterizaron por su afán experimental y su voluntad
rupturista haciendo gala de un marcado antisentimentalismo. Se dieron a conocer en las
revistas literarias mediante manifiestos en los que dejaron traslucir la idea de que la
revolución estética formaba parte de un cambio más profundo de carácter moral y
social, inseparable de la crisis general de la sociedad occidental cuya consecuencia más
evidente fue la Primera Guerra Mundial. Expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo
y, a partir de los primeros años veinte, surrealismo se convertirán en los movimientos
vanguardistas europeos más relevantes.

En España, el primer propagador de esta literatura fue Ramón Gómez de la Serna a


través de sus particulares greguerías. Estas greguerías son frases que establecen
relaciones extravagantes y humorísticas entre diferentes realidades. Estas sentencias
salpican sus diferentes obras además de publicarse en diferentes volúmenes.

Ejemplo: “El rayo es un sacacorchos encolerizado”

Posteriormente, el chileno Vicente Huidobro difundiría los principios del


creacionismo. El creacionismo, está en la línea de la greguería, pues plantea en la poesía
que la obra se cree de forma natural y novedosa, tal y como la naturaleza “hace” una
planta. Por tanto, buscan asociaciones ilógicas y no esperables ni verosímiles, que el
poeta “crea” de la nada. El ultraísmo es otra vanguardia hispánica que bebe de todas en
general, con una vocación experimental y hostilidad hacia la tradición. De las cenizas de
esta breve propuesta surgieron los poetas del 27. Aunque sin duda, la vanguardia más
influyente en la literatura española será el surrealismo, concebido como un movimiento
emancipador de un ser humano atrapado en convenciones de todo tipo. El surrealismo
viene acompañado, además, de una “rehumanización” del arte.

Se fragua de esta forma un nuevo grupo de escritores y poetas que constituirán otra
de las generaciones más brillantes de la literatura española: la Generación del 27.

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