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VANGUARDIAS Y NOVECENTISMO

En la primera mitad del siglo XX se producen en Occidente profundas transformaciones


que afectan a distintos ámbitos: en la política y la economía, la Primera y Segunda Guerra
Mundial (1914 y 1939), principalmente; la teoría de la relatividad en la ciencia; y en las artes, la
aparición de las vanguardias históricas, que constituyen una respuesta artística a la crisis
espiritual de Occidente. Comparten rasgos como el antirrealismo, el afán de experimentación y el
empleo de técnicas rompedoras, entre otros.

En Europa, las más importantes son las siguientes: el futurismo, movimiento italiano que
exalta la acción mediante el uso de verbos en infinitivo a la par que rechaza el pasado; el
cubismo literario, que parte del pictórico, del que destacan los caligramas de Guillaume
Apollinaire; y el dadaísmo, que reivindica la destrucción del arte tradicional. Llega un momento
en el que muchos artistas comprenden que el arte no puede destruir todo, sino que ha de crear
algo nuevo. De esa ruptura nacerá el surrealismo, creado por André Breton, que pretende
romper las ataduras racionales que inhiben al ser humano, siguiendo las teorías psicoanalistas
de Sigmund Freud. Busca descubrir y reflejar la auténtica realidad o “superrealidad” reprimida,
de ahí la escritura automática y la escritura onírica. El lenguaje surrealista no procura ser
entendido, ya que las imágenes surrealistas carecen de lógica, sino que busca una reacción
subconsciente. Dejó una profunda huella en los autores de la generación del 27, como Garcia
Lorca (observada en el poemario Poeta en Nueva York).

En España, las vanguardias afectarán a todas las artes: en la pintura, destacan Pablo
Picasso y Salvador Dalí; en el cine, Luis Buñuel. En literatura, destaca Ramón Gómez de la
Serna, introductor de las vanguardias en nuestro país y creador de greguerías como “La
ametralladora suena a máquina de escribir de la muerte”, que permiten combatir con humor el
absurdo de la guerra, y novelas como El torero Caracho . También señalamos movimientos de
vanguardia propios: el ultraísmo, influenciado por el futurismo y cuyo principal representante es
Guillermo de Torres con Hélices; y el creacionismo, que no busca imitar a la naturaleza sino
crear una nueva, y que cuenta con representantes como Juan Larrea.

La generación del 14 novecentismo (del catalán, “noucentisme”) es la segunda generación


literaria del siglo XX y engloba a los autores nacidos en torno a 1880, formados intelectualmente,
con nuevas orientaciones ideológicas y estéticas que no pertenecen a la generación del 98 ni al
modernismo pero que tampoco están conectados a las vanguardias. La forman un grupo de
intelectuales que empiezan a publicar su obra a partir de la Gran Guerra y que defienden la
función política de los escritores. Estos proponen soluciones eficaces a los problemas de
España, pero, al contrario de la generación del 98, no son ni nostálgicos ni pesimistas, aunque sí
se declaran europeístas, lo cual refleja su rechazo a la Restauración. Además, defienden el “arte
puro” (que Ortega llamará “deshumanizado”), desprovisto de sentimentalismo. Sin embargo, es
un arte minoritario y, por tanto, elitista, en el que se emplea un estilo cuidado y elegante. El
género más abundante y cultivado será el ensayo, vehículo de sus ideas, que se extiende a los
otros géneros

José Ortega y Gasset, el intelectual español más importante del siglo XX funda la
Revista de Occidente. De su obra, fundamentalmente periodística y recogida en libros como La
deshumanización del arte, extraemos, por ejemplo, que la razón debe estar supeditada a la
vida (“No vivimos para pensar, sino al revés; pensamos para lograr pervivir”). Otros ensayistas
de la generación del 14 son Eugenio d´Ors, creador de las “glosas”, ensayos en los que
reivindica lo clásico frente a lo barroco. Gregorio Marañón, autor de ensayos sobre personajes
históricos como El conde-duque de Olivares (la pasión de mandar); y Salvador de Madariaga,
con ensayos como Ingleses, franceses y españoles.

Los dos novelistas más destacados de la generación del 14 son Ramón Pérez de Ayala
y Gabriel Miró. Los novelistas del 14 tienen en común el deseo de renovar el género aportando,
con diferentes estrategias narrativas, una concepción distinta de la novela. Miró cultivó, en El
obispo leproso, lo que se llamó novela descriptiva o formalista: obras en las que cobra más
importancia la descripción de captaciones sensoriales. Ramón Pérez de Ayala representa la
novela intelectual o de ideas, donde lo más importante son los diálogos y las ideas que en ellos
se defienden. Destaca su dominio de la ironía y la alternancia de puntos de vista en novelas
como Tinieblas en las cumbres y Troteras y danzaderas.

En poesía, Juan Ramón Jiménez es una figura fundamental en este período. Para él la
poesía es belleza, un modo de conocimiento y expresión de un ansia de eternidad. Identifica a
Dios con la Naturaleza. Su trayectoria poética se divide tres etapas: sensitiva o modernista, con
obras como Jardines lejanos; poesía pural, con Diario de un poeta reciéncasado, donde se
observa una mayor concentración conceptual e inicia el uso del verso libre; y suficiente, en la
que el proceso de abstracción se intensifica como el poema en prosa “Espacio”, centrado en el
dolor de la soledad, y Dios deseado y deseante.

En suma, estos dos movimientos de principios de siglo XX, novecentismo y vanguardias,


suponen dos posturas rebeldes contra las circunstancias sociopolíticas y estéticas de final del
siglo XIX, que sembraron el germen del que surgiría la generación del 27, afectando así
enormemente al futuro de las letras españolas.

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