Está en la página 1de 2

Tema 2.

NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS

Después del desastre de la Primera Guerra Mundial. Las generaciones de jóvenes europeos
defendieron la creación de nuevas expresiones artísticas. El “arte nuevo" del primer tercio del
siglo XX se caracteriza, según escribe el filósofo J. Ortega y Gasset en su ensayo La
deshumanización del arte, por ser un arte "deshumanizado", antisentimental, intelectual y dirigido
exclusivamente a minorías. En la literatura española, esta nueva estética se plasmó en dos
movimientos literarios: el novecentismo y las vanguardias.
Se denomina novecentismo a la obra de un grupo de autores que alcanzan el momento de
máximo esplendor a partir de 1914, de ahí que también se les conozca como generación del 14.
Se caracterizan por su honda formación intelectual y porque vieron en Europa un modelo para
imitar. Todos ellos coinciden en el rechazo del sentimentalismo y el interés por una literatura y
un arte principalmente intelectuales. Escriben para minorías y su género predilecto es el ensayo.
En dicho género, aunque son muchos los autores relevantes (Eugenio D'Ors, Gregorio Marañón)
sobresale el propio Ortega, ya citado, que fue el auténtico guía intelectual de esta generación.
En su famoso ensayo La deshumanización del arte reclama un arte que se aparte de las
preocupaciones humanas y se centre en lo puramente intelectual. Es autor también de La
rebelión de las masas, obra en la que desarrolla la idea de que la sociedad debería ser dirigida
por una minoría selecta. Abordó igualmente el tema de España en La España invertebrada.
La novela novecentista es principalmente intelectual, con extensas reflexiones, casi más
importantes que la trama, y con ambientes más urbanos y modernos que los de épocas
anteriores. Se experimenta con nuevas técnicas narrativas. Destacan dos autores: Ramón Pérez
de Ayala (Tigre Juan, El curandero de su honra) y Gabriel Miró (Nuestro padre San Daniel, El
obispo leproso); este último se aparta del intelectualismo escribiendo novelas líricas,
impresionistas, basadas sobre todo en las descripciones y en las emociones. En el género
humorístico puede citarse también a Wenceslao Fernández Flórez (El bosque animado).
El poeta más representativo es Juan Ramón Jiménez, quien, después de una primera etapa
influida por el Modernismo, a partir de 1916, con Diario de un poeta recién casado, comienza a
escribir su llamada "poesía intelectual o desnuda", en la que se despoja de lo sensorial y de la
anécdota, volviéndose hacia lo esencial ("poesía pura"). En sus últimos años, dará un giro hacia
una poesía de cariz metafísico, ya en Dios deseado y deseante.

Simultáneamente al desarrollo de la generación del 14, surgen en Europa los movimientos de


vanguardia, vanguardias o "ismos": movimientos muy diversos, de duración efímera, que se
desarrollan tanto en la literatura como en las artes plásticas y persiguen romper con el pasado e
inaugurar un arte y una literatura radicalmente nuevos.
Los más destacados son el expresionismo, el cubismo, que tiene su origen en la pintura, pero
que aporta a la literatura la invención del “caligrama”; el futurismo, con su pasión por la actualidad
y por las innovaciones técnicas; el dadaísmo, quizá el más radical, que defiende lo irracional y
concibe el arte como un juego; pero, sobre todo, el surrealismo, el más duradero y el que una
influencia más honda va a tener en la historia de la literatura. Pretende liberar los impulsos
reprimidos por las convenciones morales y sociales, y hacer aflorar el inconsciente , lo irracional
y lo onírico (tiene en cuenta el psicoanálisis de S. Freud), intentando liberar el poder creador del
hombre, mediante la técnica de la "escritura automática” y las asociaciones libres de palabras.
En un primer momento (1910-1918), las vanguardias se difundieron en España gracias a la labor
de Ramón Gómez de la Serna, quien cultivó la novela (El torero Caracho) y otros muchos
géneros, en los que resultó particularmente innovador, aunque su gran aportación es la
“greguería”, género brevísimo que él mismo definió como la suma de metáfora y humorismo.
A partir de 1918 surgen dos movimientos vanguardistas autóctonos: el creacionismo y el
ultraísmo. Ambos se desarrollaron exclusivamente en la poesía, y ambos consideraban la
metáfora el aspecto más importante. El ultraísmo, cuyos más destacados representantes fueron
Guillermo de Torre y Jorge Luis Borges, recoge influencias del dadaísmo y del futurismo; en
cuanto al creacionismo, pone el énfasis, como su nombre indica, en la creación, a través de la
poesía, de una realidad nueva. Su iniciador fue el chileno Vicente Huidobro, autor de Altazor.
Entre 1927 y 1936, el surrealismo, de tendencia rehumanizadora, alcanzó un gran desarrollo en
la literatura española, con libros como Poeta en Nueva York de Lorca, o Sobre los ángeles, de
Alberti, por citar solo algunos, tendiendo su influencia ya en estos autores, que desarrollan
tendencias posteriores.

También podría gustarte