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Responsabilidades de Agentes del Estado y

Particulares

A propósito de las obligaciones enunciadas con anterioridad, la Comisión


Interamericana sostiene lo siguiente:
La obligación de respetar se define por el deber del Estado de no injerir,
obstaculizar o impedir el acceso al goce de los bienes que constituyen el
objeto del derecho. Las obligaciones de proteger consisten en impedir que
terceros interfieran, obstaculicen o impidan el acceso a esos bienes. Las
obligaciones de asegurar suponen asegurar que el titular del derecho
acceda al bien cuando no puede hacerlo por sí mismo. Las obligaciones de
promover se caracterizan por el deber de desarrollar condiciones para que
los titulares del derecho accedan al bien.
Otra obligación del Estado que no debe excluirse en el ámbito de la
seguridad ciudadana y los derechos humanos es el esclarecimiento judicial
de las conductas ilícitas o punibles para suprimir su impunidad y evitar su
repetición. La impunidad de los hechos que constituyen violaciones a los
derechos humanos sólo genera la repetición de la violencia criminal o el
fenómeno del delito y provoca una total indefensión a las víctimas. En este
sentido, el accionar del Poder Judicial o de los Tribunales tiene una función
fundamental no sólo para ordenar la reparación a las víctimas, sino
disminuir con sus resoluciones esa violencia o la ejecución de las
conductas ilícitas o punibles. La Convención Americana reconoce que: •
los derechos humanos a la vida (artículo 4), • a la integridad personal
(artículo 5) y • a la libertad (artículo 7), entre otros, están vinculados con la
seguridad ciudadana.
El artículo 1 de la Convención Americana determina que:
Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los
derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
Esta disposición ha sido examinada por la Corte Interamericana en
múltiples ocasiones y ha señalado que:
La protección de la ley la constituyen, básicamente, los recursos que ésta
dispone para la protección de los derechos garantizados por la
Convención, los cuales, a la luz de la obligación positiva que el artículo 1
contempla para los Estados, de respetarlos y garantizarlos, implica, como
ya lo dijo la Corte, el deber de los Estados partes de organizar todo el
aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta el ejercicio del poder público de manera tal que sean
capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los
derechos humanos. (Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, 1988)
Respecto del significado de las obligaciones positivas (o de hacer)
atribuidas al Estado en materia de derechos humanos, el artículo 2 de la
Convención Americana establece que:
Si en el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1
no estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro
carácter, los Estados partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus
procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta Convención,
las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para
hacer efectivos tales derechos y libertades.
Este precepto ha sido interpretado por la Corte Interamericana de la
siguiente manera:
[…] el deber general del artículo 2 de la Convención Americana implica la
adopción de medidas en dos vertientes: por una parte, la supresión de las
normas y prácticas de cualquier naturaleza que violen las garantías
previstas en la Convención, y por la otra, la expedición de normas y el
desarrollo de prácticas conducentes a la observancia de dichas garantías.
Más aún, esta adopción de medidas se hace necesaria cuando hay
evidencia de prácticas contrarias a la Convención Americana en cualquier
materia.(Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú,1999)
Para analizar la responsabilidad del Estado por conductas de sus agentes
o de particulares, se estudiarán los criterios sostenidos por la Corte
Interamericana: La jurisprudencia o los criterios de la Corte Interamericana
son obligatorios para México, pues el 16 de diciembre de 1998, aceptó la
competencia contenciosa del Tribunal Interamericano, por lo que sus
sentencias, independientemente si México fue parte o no de la
controversia, deben ser observadas por todas las autoridades públicas del
Estado nacional mexicano; sirve de apoyo a lo anterior, aunque por
analogía, la jurisprudencia número 21/2014, consultable en el Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Tomo I, Libro 5,
Abril de 2014, p. 204, cuyo rubro dice lo siguiente: JURISPRUDENCIA
EMITIDA POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS
HUMANOS. ES VINCULANTE PARA LOS JUECES MEXICANOS
SIEMPRE QUE SEA MÁS FAVORABLE A LA PERSONA. Es bien
conocido que las personas bajo la jurisdicción del Estado pueden ver sus
derechos humanos comprometidos por conductas atribuidas a agentes
estatales o servidores públicos y particulares, las cuales al no ser
esclarecidas por resoluciones del Poder Judicial o los tribunales, generan
la responsabilidad del Estado por incumplir su obligación de ofrecer
protección judicial; en el caso de las personas en situación de
vulnerabilidad, la responsabilidad estatal surge por la falta de medidas de
prevención del daño que pueden ocasionar las conductas de agentes del
Estado o de particulares. La interpretación del artículo 1.1 de la
Convención Americana es esencial para determinar si la violación de los
derechos reconocidos en ésta se puede atribuir al Estado mexicano en
todo su alcance. El artículo en comentario impone al Estado las
obligaciones de respeto y garantía de los derechos humanos, por lo que la
violación de éstos puede ser atribuida a la acción u omisión de los agentes
estatales. De acuerdo con el Derecho Internacional General o Público, el
Estado responde por los actos u omisiones de sus agentes realizados bajo
el amparo de su cargo, aunque se excedan en el cumplimiento de sus
funciones o tareas o actúen fuera de su competencia. La responsabilidad
del Estado se funda en cualquier acto u omisión de agentes estatales o
servidores públicos, independientemente de su jerarquía, que violen la
Convención Americana, y se genera simultáneamente con el hecho ilícito
internacional atribuido al Estado. Para determinar si se ha producido una
violación a la Convención Americana, a diferencia del derecho penal
interno, es suficiente que exista una obligación del Estado en materia de
derechos humanos y que haya sido incumplida por éste.(Saavedra, 2011).
Por otra parte, es conveniente recordar que puede generarse una
responsabilidad internacional del Estado por actos violatorios de derechos
humanos cometidos por terceras personas o particulares, en el marco de
la obligación del Estado de garantizar el respeto de esos derechos en las
relaciones entre particulares. En este sentido, la Corte Interamericana ha
declarado que la: […] responsabilidad internacional puede generarse
también por actos de particulares en principio no atribuibles al Estado. [Las
obligaciones erga omnes de respetar y hacer respetar las normas de
protección, a cargo de los Estados Partes en la Convención,] proyectan
sus efectos más allá de la relación entre sus agentes y las personas
sometidas a su jurisdicción, pues se manifiestan también en la obligación
positiva del Estado de adoptar las medidas necesarias para asegurar la
efectiva protección de los derechos humanos en las relaciones inter‐
individuales. La atribución de responsabilidad al Estado por actos de
particulares puede darse en casos en que el Estado incumple, por acción u
omisión de sus agentes cuando se encuentren en posición de garantes,
esas obligaciones erga omnes contenidas en los artículos 1.1 y 2 de la
Convención Americana. (Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia,
2005) En otra oportunidad, la Corte Interamericana determinó que las
masacres cometidas por particulares pueden atribuirse al Estado si éste
tenía, en el caso específico: 1. conocimiento de una situación de riesgo
real e inmediato para una persona o grupo de personas, y 2. posibilidades
razonables para evitar o suprimir ese riesgo; precisamente en el Caso de
la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, sostuvo que: […] para la Corte
es claro que un Estado no puede ser responsable por cualquier violación
de derechos humanos cometida entre particulares dentro de su
jurisdicción. En efecto, el carácter erga omnes de las obligaciones
convencionales de garantía a cargo de los Estados no implica una
responsabilidad ilimitada de los Estados frente a cualquier acto o hecho de
particulares, pues sus deberes de adoptar medidas de prevención y
protección de los particulares en sus relaciones entre sí se encuentran
condicionados al conocimiento de una situación de riesgo real e inmediato
para un individuo o grupo de individuos determinado y a las posibilidades
razonables de prevenir o evitar ese riesgo. Es decir, aunque un acto,
omisión o hecho de un particular tenga como consecuencia jurídica la
violación de determinados derechos humanos de otro particular, aquél no
es automáticamente atribuible al Estado, pues debe atenderse a las
circunstancias particulares del caso y a la concreción de dichas
obligaciones de garantía. (Sentencia, 2006).
En este criterio jurisprudencial, la Corte Interamericana hace notar que un
acto, omisión o hecho de un particular que tenga como consecuencia
jurídica la violación de determinados derechos humanos de otro particular,
no puede atribuirse al Estado de manera automática, sino que debe
atenderse a las circunstancias del caso y a la concreción de las
obligaciones de garantía de los derechos humanos en las relaciones entre
particulares (es decir, si el Estado tenía conocimiento de una situación de
riesgo real e inmediato y podía adoptar medidas para evitarla o suprimirla).

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