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INSTITUTO DE TEOLOGÍA PARA RELIGIOSOS

Facultad de Teología de la Universidad Católica Andrés Bello

Moral Social ESPINOZA, Meyber


P. Alexis 06/12/2022

BIEN COMÚN; JUSTICA Y ECONOMÍA

Toda persona humana, indistintamente de los contextos, culturas o condiciones


de vida, tiene una condición intrínseca o tendencia natural a la relación, se puede decir
que el hombre es definido como un ser social. Más aún, según la “Antropología
Cultural del Pueblo Venezolano”1 el sentido de la vida del venezolano radica en las
relaciones.

Todo esto para comprender que en la condición de relación y ser social del
hombre, la justicia es una virtud esencial y máxima. Es condición para la felicidad. No
se puede separar del amor. Es garantía de lo correcto, de lo recto y de la equidad.

En las Sagradas Escrituras la justicia es una realidad que constantemente suscita


la revelación de Dios. Según el salmo 89 “Dios sostiene la justicia y el derecho”, y
como muestra de que Dios busca constantemente la justicia, tenemos en el Antiguo
Testamento la experiencia del pueblo de Israel, definida como la voluntad eficaz de la
liberación integral del hombre, con miras a la comunión con Él y con los demás. En el
Nuevo Testamento la justicia es revelada por Jesús, por medio de sus palabras y obras,
con una profunda relación al acontecimiento salvífico (“He venido para que tengan
vida, y para que la tengan en abundancia” Jn. 10,10), es decir, relación con su muerte y
resurrección, donde Él devela como debe ser el hombre de cara a Dios y a los demás.

Dice Santo Tomás que, la justicia es la voluntad perpetua y constante de dar a


cada uno lo suyo, aquello a lo que tiene derecho2, y al hablar de la justicia como
cualidad del orden social, lo hace relacionándola con su concepción del derecho natural
. Visto de esta manera, se puede afirmar que la justicia es fundamental para el orden
social, para que el hombre pueda realizar sus sueños y sus deseos más nobles. Y para
ejercerla cuenta con un imperativo natural que lo mueve, llamado derecho natural.

Además, Santo Tomás indica que “es imposible que el hombre sea bueno si no
tiene una relación justa con el bien común” 3, es decir, que no se trata una justicia
personal. Todo ser humano posee desde su concepción una dignidad inviolable. La
conveniencia para algunos, para los más fuertes o los más inteligentes, se trata de un
sistema de justicia que brinde garantías a todos, donde exista oportunidad sin exclusión
o manipulaciones, porque lo que se busca con la justicia es el bien de todos, sin
importar, color, raza, condición social o cultural.
El principio común de la justicia es -a cada uno lo suyo-. Pero, por ejemplo: un
niño discapacitado debería ser apoyado de un modo diferente, según su condición, y no
igualarlo a una persona con todas sus capacidades. Se debe lograr que ambos reciban lo

1
MORENO, Alejandro, Antropológia Cultural del Pueblo Venezolano, Fundación
Empresas Polar, Centro de investigaciones populares, Venezuela 2016
2
S. Th. II-II, q. 58, a. 1.
3
S. Th. I-II, q. 92, a. 1, ad 3
que necesitan. La justicia se esfuerza por la compensación, y anhela que los hombres
reciban lo que les es debido.

En el caso de los cristianos, es imperativo ayudar a los demás, servir al bien


común, apoyar a los individuos para que desarrollen justa y dignamente su vida. Deben
sentirse responsables de todos siempre, como lo indican los mandamientos del amor a
Dios y al prójimo.

Entonces, esa condición del hombre como ser social, va acompañada de la


justicia, porque ésta necesita de un ordenamiento que garantice un estado de derecho, y
este orden tiene sentido en cuanto que se busca el bien común, es decir, que el hombre
tenga la capacidad de pensar más allá de las propias necesidades o intereses.

Los bienes de la tierra son para todos, y no es justo que cada uno piense sólo en
sí mismo. En ese caso la vida se convertiría en una guerra de todos contra todos, como
de hecho especulan algunos que se viven hoy, haciendo mención a la modernidad como
tiempo del “Yo”. Parte de lo que expresa esa autoreferencialidad del hombre de hoy, es
la injusta economización de los bienes.“Mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa
minoría feliz”4.

El Concilio Vaticano II dice que “en la vida social – económica debe respetarse
la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad 5”.
El objetivo de la economía es abastecer materialmente a la sociedad con todo lo que
necesitamos para vivir. Dado que los recursos son muchas veces limitados, se debe dar
el ordenamiento económico para que el uso sea lo más racional y eficiente posible.

El Antiguo Testamento nos sirve de experiencia para mostrarnos que no siempre


se logra establecer un sistema de justicia que vele por los bienes de todos, un sistema
económico que distribuya equitativamente los bienes, es decir, políticas que garanticen
el bien común. Como muestra tenemos las múltiples denuncias que hace Dios por medio
de los profetas, por las injusticias económicas, políticas y sociales. Se denuncia la
corrupción de los jueces (Am 5, 7-15), los salarios injustos (Am 8, 4-7), las riquezas
mal habidas (Am 3, 10- 15) y reprueban el injusto maltrato contra el pobre (Am 4, 1).

En los evangelios como en los antiguos Profetas, Jesús desenmascara los malos
ejemplos de quienes encarnan la autoridad, pone a la persona al centro y por encima de
cualquier sistema social, político, económico o religioso. Condena a los escribas y
fariseos “porque devoran las haciendas de las viudas” (Mt 23, 1-35; Mc 12, 40);
también a las autoridades civiles les hace fuerte recriminaciones (Lc 13, 31-32). Pero,
aparte de las críticas, Jesús cumple con sus deberes como ciudadano (Mt 17, 24-27 - Mc
12, 13-17). Sus múltiples enseñanzas hacen referencias al bien común, a la justicia, al
derecho, a la economía, y a los sistemas políticos. El Evangelio muestra que Jesús no
fue indiferente al problema de la dignidad y de los derechos de la persona humana, ni a
las necesidades de los más débiles. Ha luchado contra la injusticia, la hipocresía, los
abusos de poder, el afán de lucro de los ricos, haciendo una enérgica llamada al
rendimiento de cuentas final, cuando vuelva con gloria para juzgar a vivos y muertos
(Mt 25, 32-46).
4
Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), 56
5
Concilio Vaticano II, GS 63
La Iglesia, como sacramento de Dios y continuadora de la misión salvadora de
Jesús, mantiene una actitud positiva aún en realidades adversas, pero denuncia cuando
hay sistemas sociales, económicos o políticos que se absolutizan, y está de parte de
estos cuando las personas gozan de bienestar y hay oportunidades para superar cualquier
tipo de pobreza.

El papa Francisco, citando a León XIII indica que “el hombre no debe
considerar las cosas externas como propias, sino como comunes, de modo que las
comparta facilmente6”. El cristiano ha de contribuir al control y al desarrollo.
Enriquecerse materialmente no es un objetivo especial en la vida cristiana, por el
contrario, se ha de pedir al Padre cuanto se necesita cada día (Mt 6, 11), no se ha de
aspirar a una vida de lujo, sino a los bienes para mantener a la familia, para ser
caritativo y colaborar con el desarrollo humano.

Creo al igual que el papa Benedicto XVI, que hoy día cuesta madurar la propia
responsabilidad respecto al desarrollo integral propio y ajeno. Hay una profunda
contradicción, por un lado, parece que se reinvindican los derechos, y por otro hay otros
que son elementales, y que se violan en gran parte del mundo7.

En conclusión, la condición social propia del ser humano, debe ser mediada por
acuerdos que garanticen la justicia, pensando y orientando la vida hacia el bien común,
y en este sentido ha de dejar brillar el valor de solidaridad, del amor, y del servicio, que
también son valores constitutivos del hombre, es decir, hay que trabajar por una
economía justa, que brinde oportunidades a todos, que destaque el principio de
subsidiariedad, que se respete la dignidad de las personas. Creo que la Iglesia, y todo
cristiano, tienen el llamado de Dios a intervenir en la historia para responder al proyecto
de Dios para la humanidad, y para que esto acontezca ha de tomar iniciativas y
protagonismos en los espacios de participación ciudadana.

6
Papa León XIII, Encíclica Revarum Novarum (1891), 17
7
Cfr. Papa Benedicto XVI, Encíclica Caritas in Veritate (2009), 43

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