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CHRISTOPHER KACZOR
Jesús salvó a la mujer adúltera de la lapidación, compartió la mesa con los
recaudadores de impuestos y prostitutas, habló con la mujer samaritana en el
pozo y curó a enfermos y pecadores. Prometió los castigos más severos a
quienes fueran indiferentes a las dificultades de los pobres:
"Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el
demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer;
tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y
no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Éstos, a su vez, le
preguntarán: "Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, de paso o
desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?" Él les responderá: "Les
aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida
eterna". (Mt 25, 41-45)
En el transcurso de las décadas los cristianos han intentado tomarse a pecho el
ejemplo y las palabras de Jesús, como así también vivirlas en entornos sociales
muy diferentes a los de la Palestina antigua. La doctrina social de la Iglesia es el
resultado de este esfuerzo.
Algunas de las enseñanzas de la Iglesia católica son muy claras y relativamente
fáciles de articular. Creemos en Dios. Creemos en Jesús, verdadero Dios y
verdadero Hombre. Creemos en siete sacramentos y en la infalibilidad del Papa.
Por otro lado, la doctrina social de la Iglesia es difícil de resumir con tanta claridad.
Los católicos de buena voluntad no están de acuerdo con el significado de la
doctrina social de la Iglesia y especialmente con la forma de aplicarla en una
situación determinada. Además, se están elaborado doctrinas en diversas
cuestiones sociales, tal como podemos observar en los escritos de diversos
pontífices, desde la carta del pensamiento social católico Rerum Novarum del
Papa León XIII, a través de Pacem in Terris del Beato Papa Juan XXIII y del
Centesimus Annus del Papa Juan Pablo II, hasta la segunda parte de Deus
Caritas Est del Papa Benedicto XVI. La doctrina social de la Iglesia es compleja y
está vinculada al cambio de las condiciones sociales y a la profundización del
entendimiento tanto del trabajo de Dios en la historia como de los principios éticos.
Sin embargo, esta complejidad puede resumirse en forma imperfecta en siete
principios claves.
I. Respetar la persona humana
Los cimientos del pensamiento social católico son el adecuado entendimiento y
valor de la persona humana. En palabras del Papa Juan Pablo II, los cimientos de
la enseñanza social católica son "la correcta concepción de la persona humana y
de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha
querido por sí misma». En él ha impreso su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26),
confiriéndole una dignidad incomparable" (Centesimus Annus 11). En un sentido,
las enseñanzas sociales de la Iglesia articulan las implicaciones éticas de un
adecuado entendimiento de la dignidad de la persona.
Los papas adoptaron el concepto de "derechos humanos" para comunicar que
todos y cada uno de los seres humanos, como hijos de Dios, tienen ciertas
inmunidades contra el daño que puedan infligirnos otras personas y merecen
ciertos tipos de tratamiento. En particular, la Iglesia ha sido contundente en la
defensa del derecho a la vida de todos los seres humanos inocentes desde su
concepción hasta la muerte natural. La oposición al aborto y a la eutanasia
forman los cimientos necesarios para respetar la dignidad humana en otras áreas
tales como la educación, la pobreza y la inmigración.
En base a este derecho fundamental a la vida, los seres humanos también gozan
de otros derechos. En este sentido, la Iglesia se une al coro de otras voces que
proclaman la dignidad de la persona y los derechos fundamentales del hombre.
Sin embargo, este consenso aparente oculta desacuerdos muy graves acerca de
la naturaleza y el alcance de estos derechos. Una de las áreas más
controvertidas en la cultura de nuestros días es el entendimiento de la familia.
II. Promover la familia
La persona humana no es simplemente un individuo, sino que también es
miembro de una comunidad. Si no reconocemos el aspecto comunitario caemos
en un individualismo radical. Un entendimiento íntegro de la persona considera los
aspectos sociales del individuo. La primera consideración social, en orden e
importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y
en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad. La doctrina
social de la Iglesia pone acento en la importancia de la familia, en particular en la
importancia de promover matrimonios estables que acojan y eduquen a los niños.
La red social más amplia juega un rol importante en la promoción de la familia. En
especial, la Iglesia habló de un "salario familiar" en virtud del cual un único sostén
de la familia pueda mantener a su esposa y a sus hijos. Las condiciones sociales
contribuyen ya sea a la estabilización o a la desestabilización de las estructuras
familiares. Entre las condiciones sociales que las desestabilizan, podemos
encontrar las jornadas de trabajo obligatorias e irracionalmente extensas, una
"cultura social" tóxica que denigra la fidelidad, la disolución legal de la definición
del matrimonio entre un hombre y una mujer y el cobro excesivo de impuestos.
Primero, porque cada uno es más solícito en gestionar aquello que con
exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a muchos, puesto
que cada cual, huyendo del trabajo, deja a otros el cuidado de lo que conviene al
bien común, como sucede cuando hay multitud de servidores; segundo, porque
se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada uno le
incumbe el cuidado de sus propios intereses; sin embargo, reinaría confusión
si cada cual se cuidara de todo indistintamente; tercero, porque así el estado de
paz entre los hombres se mantiene si cada uno está contento con lo suyo.
De ahí que veamos que entre aquellos que en común y pro indiviso poseen alguna
cosa se suscitan más frecuentemente contiendas (Summa Theologiae II.II.66.2)
Además de estos motivos, la propiedad privada también ayuda a garantizar la
libertad humana. La capacidad de una persona de actuar libremente se ve
sumamente obstaculizada si no se le permite ser dueño de algo. En efecto, sin
posesiones de ningún tipo, una persona puede quedar reducida a un tipo de
esclavitud en la que la mano de obra no se retribuye y en la que si hablara en
contra del ejercicio del poder del estado quería expuesta a una enorme situación
de riesgo.
El derecho a la propiedad privada, sin embargo, no es incondicional. ¿Puede
una persona tomar lo que es legítimamente de otro para asegurarse la
supervivencia? Este interrogante se formula de un modo artístico en Los
Miserables. Cuando Jean Valjean roba pan para alimentar a su familia hambrienta,
¿merece un castigo? La respuesta de Santo Tomás es no. En aquellos casos en
que no existe otra forma de asegurarse las necesidades básicas para
sobrevivir, tomar algo de otras personas que lo tienen en abundancia no
está mal porque estas necesidades básicas le corresponden como seres
humanos.
Por cierto, Santo Tomás habla de cosas que "necesitamos" y no de cosas que
"quisiéramos tener". En este caso se trata de situaciones de hambruna o
desastre, en las que las vidas de las personas están en riesgo por no contar con
sus necesidades básicas, tales como comida, refugio o vestimenta. Estas
necesidades no incluyen DVD, CD o televisores, no importa cuán grande sea
nuestro deseo de tenerlos. Además, esa reasignación debería ser un último
recurso. Uno no puede tomar algo para suplir sus necesidades básicas si lo
puede obtener a través de su trabajo o de la ayuda voluntaria de otros, ya
sean autoridades gubernamentales o instituciones de caridad.
La doctrina social de la Iglesia también destaca que la propiedad privada puede
convertirse en ídolo, que lleva a las personas a evaluar el objetivo y el significado
de la vida humana simplemente en función de los dólares. El derecho a la
propiedad privada también conlleva responsabilidades, en particular la
responsabilidad de cuidar y promover el bien común.
El Estado debería ser lo más pequeño posible, pero tan grande como sea
necesario para cumplir con lo que deba cumplirse que no pueda cumplirse de otro
modo.
Además, los trabajadores no son meros obreros o simples medios para la
producción de capital en favor de sus dueños, sino que deben ser respetados y se
les debe dar la oportunidad de crear sindicatos para asegurarse colectivamente el
pago de un salario justo. En el pensamiento católico, el derecho de asociación es
un derecho natural del ser humano que en consecuencia antecede a su
incorporación en la sociedad política. De hecho, "el Estado no puede prohibir" la
formación de sindicatos, porque tal como lo indica el Papa Juan Pablo II, "el
Estado debe tutelar los derechos naturales, no destruirlos. Prohibiendo tales
asociaciones, se contradiría a sí mismo" (Centesimus Annus 7). La Iglesia jugó un
papel decisivo en ayudar a los trabajadores para que formaran sindicatos con el fin
de combatir los excesos de la industrialización.
Ricos en pobreza
Como ese otro hombre a quien recogimos del desagüe, medio comido por
gusanos, y al que llevamos a casa. Lo único que dijo fue: "he vivido como un
animal en la calle, pero voy a morir como un ángel, amado y cuidado". Después,
tras haberle quitado todos los gusanos del cuerpo, se limitó a decir, con una gran
sonrisa: "Hermana, iré a la casa de Dios", y luego murió. Fue tan maravilloso ver
la grandeza de aquel hombre que podía hablar así sin culpar a nadie, sin
compararse con nadie. Como un ángel, esta es la grandeza de las personas que
tienen riqueza espiritual aún cuando padecen pobreza material.
Introduction to Catholic Social Teaching por Fr. Rodger Charles, S.J. (Ignatius)
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El misterio de los pobres es este: ellos son Jesús y todo lo que haces por ellos, lo
haces por Él. Es la única forma que tenemos de conocer y creer en nuestro amor.
El misterio de la pobreza es que al compartirla, haciéndonos pobres dando a los
demás, conocemos y creemos aún más en el amor. — Dorothy Day
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Agradecimiento
Christopher Kaczor. "Siete principios de la doctrina social de la Iglesia católica"
Catholic Answers Magazine (abril de 2007).
Sobre El Autor
KaczorssmChristopher Kaczor es William E. Simon Visiting Fellow en Religión y
Vida Pública en el James Madison Program en Princeton University (2014-2015) y
es Profesor de Filosofía en Loyola Marymount University en Los Angeles. Entre
sus libros se incluyen los siguientes: The Seven Big Myths about Marriage, The
Seven Big Myths about the Catholic Church, O Rare Ralph McInerny: Stories and
Reflections on a Legendary Notre Dame Professor, The Ethics of Abortion,
Thomas Aquinas on the Cardinal Virtues; Life Issues-Medical Choices; Thomas
Aquinas on Faith, Hope, and Love; The Edge of Life: Human Dignity and
Contemporary Bioethics, How to Stay Catholic in College, and Proportionalism and
the Natural Law Tradition. Kaczor vive en Los Angeles, California, con su esposa y
sus siete hijos.