Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Agradecimientos
Al Staff Excomulgado: Marifj22, Mdf30,
Marisaruiztejada y Nelly Vanessa y por la
Traducción, Pau Belikov por la Corrección de la
Traducción, Bibliotecaria70, Laavic y Pily1 por la
Corrección, Leluli por la Diagramación y la
¡¡¡Gracias!!!
2
El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
El Club de Las Excomulgadas ha realizado
este proyecto de fan traducción Sin Ánimo
De Lucro Alguno.
3
El Club de las Excomulgadas
Argumento
Cuando Diamond da su vida en un acto desinteresado, se le concede su más
ferviente deseo: convertirse en una mujer para poder ganar el corazón de su amado
amo.
4
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 1
Diamond rodó en su parche de hierba favorita, la luz del sol del sur de
Florida calentando su vientre. Extendiendo su pata ampliamente sobre un trébol de
cuatro hojas, lo agarró con su dedo suplementario. Un gato polidáctilo, disfrutaba
de sus patas especiales.
No sabía lo que un gato podría hacer para frustrar a un voraz caimán, pero
no podía mantenerse al margen y dejar que el ogro hiciera daño al niño.
Pasando disparada a través del césped, saltó por encima de la cerca, golpeó
el suelo y se quedó mirando la horrible escena, su pelaje erizado. La letal criatura
perseguía al niño a una velocidad asombrosa. Era mucho más ágil de lo que el
voluminoso curtido tenía derecho a ser. Las enormes mandíbulas abiertas
ampliamente, y Diamond sabía que el joven no tenía ninguna defensa contra sus
asquerosos dientes afilados, como navajas. La gigantesca criatura se lo tragaría
entero. La única posibilidad del niño era si alguien tomaba su lugar; ahora. Los
segundos de su vida seguían haciendo tic tac perdiéndose.
5
El Club de las Excomulgadas
El terror la envolvió. Rezando para que fuera reencarnada y subiera de
categoría en su siguiente vida, Diamond se lanzó entre el muchacho y el monstruo,
sus garras afiladas y listas para triturar sus ojos desalmados. “Lucha contra alguien
que pueda defenderse, monstruo”. Exponiendo sus colmillos, arqueó su espalda y sus
orejas se aplanaron contra su cabeza.
—Un aperitivo antes del plato principal. —La asquerosa criatura se burló,
azotando su larga cola.
— ¡Déjalo en paz!
***
6
El Club de las Excomulgadas
seda.
¿Aquí?
— ¿Dónde es aquí?
— ¿El Cielo?
¿Dónde estaban todos los ratones de oro? ¿Los cuencos de oro de leche fresca? ¿La
carne cruda cortada en pedacitos del tamaño de un bocado?
— ¿Nunca volveré a ver a mi amo Eddie otra vez? ¡Pero estará muy triste!
¿Qué hará sin mí? ¿Quién va a cuidar de su casa? ¿Contra quién se acurrucará por
la noche?
7
El Club de las Excomulgadas
Tu preocupación está aún con tu amo.
Venus dijo:
—El Cielo está más allá de tus sueños más queridos. Estamos en el área de
recepción. Pero me pregunto… no era tu hora de morir. Tenías que pasar varios
años más en la Tierra.
8
El Club de las Excomulgadas
— ¿Te gustaría volver a la Tierra como un ser humano?
Diamond parpadeó. Siempre había esperado poder ser una mujer humana
para poder amar a Eddie, pero no se había atrevido a soñar que su fantasía alguna
vez pudiera convertirse en realidad. Habría saltado a las fauces del cocodrilo antes
si lo hubiera sabido.
—Dondequiera que quieras vivir, por supuesto. Como ser humano, tendrás
la libertad de elegir por ti misma. —Una brisa suave movió las faldas de Venus
alrededor de sus piernas.
— ¡Sí, por favor! Usaré todas mis artimañas para hacer que Eddie se
enamore de mí. Acariciaré su cabeza y me acurrucaré en su regazo. Lo lameré por
todas partes. Cazaré para él. Mi amo no será capaz de resistirse.
9
El Club de las Excomulgadas
mucho que aprender. El mundo humano es complejo.
— ¿No crees que pueda adaptarme? Pero he vivido con los seres humanos
durante toda mi vida. Conozco a los humanos tan bien. —Había prestado mucha
más atención a los humanos que a sus hermanos que habían pensado que su
obsesión con su amo y su especie era demencial.
—Sin embargo, aún hablas de cazar para alimentarte, y lo llamas “mi amo”.
Los seres humanos rara vez cazan, especialmente no las mujeres de hoy en día…
¡Qué retroceso!
—No en el mundo humano. Las mujeres humanas abren cajas y latas para
comer, en vez de recolectar alimentos. Piden comida a los restaurantes. Tienes
mucho que aprender.
10
El Club de las Excomulgadas
—No te reclamaré nada, su gracia. Estaré agradecida por una segunda
oportunidad de vivir, de estar simplemente con mi amo, si me elige como su
compañera verdadera o no.
—Estoy segura. Por favor, conviérteme en una mujer. Estoy ansiosa por ver
a qué me pareceré.
Los labios de Venus se curvaron hacia arriba ante eso, y ella asintió en
aprobación. Luego se puso seria otra vez.
— ¿Tenía nueve vidas cuando del cocodrilo me tragó? Estoy aquí, ¿no?
11
El Club de las Excomulgadas
¡Oh, sí!
— ¿Por qué no ahora? —Venus colocó al gato suavemente sobre sus patas,
retrocedió unos pasos y golpeó su cabeza con un cetro de oro. Una luz radiante
salió, bañando a Diamond con su luminiscencia.
—Cabello, Diamond. Vas a tener que vigilar cada palabra que salga de tu
lengua para que no te delates a ti misma. Los humanos no tienen pelaje. Tendrás
cabello ahora, y sí, serás una rubia platino. No voy a cambiar tu esencia. Tus ojos
aún serán ámbar también. Descúbrelo por ti misma.
12
El Club de las Excomulgadas
hermosa.
¡Qué maravilla!
Complacida, una gran sonrisa tiró de los labios de Diamond. Hizo una
profunda reverencia en homenaje.
—Haré todo en mi poder para que Eddie se enamore de mí. —Qué ganas
tenía de que la abrazara y la hiciera estremecerse con besos largos, que
estremecieran su alma, estar bajo su hechizo.
13
El Club de las Excomulgadas
loca por convertir a los gatos en humanos y a los humanos en sapos. Todavía está
furioso por la vez que convertiste a ese príncipe en una rana, y él parloteó sobre sus
proezas para ese bardo de labios sueltos que las extendió por todo el país.
Venus puso los ojos en blanco e inclino una sonrisa traviesa en dirección a
Diamond.
—Padre debería superarlo ya. Fue hace cerca de un milenio atrás. Y convertí
al charlatán en un dragón para que lo único que pudiera soltar fuera su aire
caliente.
El joven, que parecía mucho más sabio y corto en perder los estribos, miró
detenidamente al sol que bajaba.
—Él debería ser tan largo en el perdón. Mil años es demasiado tiempo para
guardar rencor. No es de extrañar que tenga tan terrible ardor de estómago. —
Venus agitó su mano con un floreo, y un espejo se cernió sobre su nariz—. Mira lo
guapa que te ves como una humana.
Venus dio un paso atrás y le guiñó un ojo mientras una sonrisa soñadora
curvaba sus labios.
14
El Club de las Excomulgadas
Pronto, consideraría a Eddie en un nivel mucho mayor.
15
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 2
Eddie limpió la suciedad de sus manos en sus vaqueros. Su corazón
dolorido, ofreció una oración solemne en honor a su amada gata. Su fiel perro
Napoleón estaba sentado a su lado. Un raro gato del tipo Hemmingway1, su
Diamond había sido un gran modelo y una mascota aún más maravillosa. La
pequeña estatua que había colocado en su lugar de descanso favorito bajo el árbol
de ficus la conmemoraría y la mantendría en su corazón para siempre. La única
portada de revista que había vendido había sido de ella, por lo que ahora serviría
Napoleón ladró con excitación, y corrió a la parte trasera del patio. Saltó
sobre la alambrada, meneando su cola rechoncha, y emanando una felicidad que
Eddie deseaba poder sentir de nuevo.
¿Qué demonios?
Parpadeó, y volvió a mirar. Podría jurar que una mujer desnuda se paseaba
junto a la orilla.
Meciéndose hacia atrás sobre sus piernas, su pulso se aceleró. Era todo lo
1
Tipo de gato con un dedo más suplementario en sus patas.
16
El Club de las Excomulgadas
que podía hacer para reprimir un silbido de admiración. Un montón de cosas
extrañas habían estado pasando en su tranquilo barrio últimamente, pero todavía
no podía creer a sus propios ojos. Tenía que estar soñando.
Pero, ¡oh, qué visión! Si estaba soñando, no quería despertarse nunca. Cabello
dorado besado por el sol rozaba las proporcionadas caderas del espejismo. La
cortina sedosa escondía su cuerpo en un paso, y luego se abría para revelar sus
exuberantes pechos con los pezones rosados en la punta al siguiente. Chispas de oro
brillaban en su cabello con cada balanceo de sus caderas.
Aún así, sería un tonto si dejara que esta visión se alejara sin intentarlo.
Había renunciado a encontrar a la mujer adecuada para modelar la nueva línea de
trajes de baño que había sido encargado de fotografiar.
Peor aún, no era seguro para una mujer caminar por ahí desnuda en Fort
Lauderdale, ni siguiera por este pequeño barrio normalmente somnoliento.
Tampoco este canal era muy seguro para pasar el rato. Solo el otro día, lo
impensable casi había pasado cuando un caimán había salido de su seno y
amenazado al chico del vecino. En el proceso, el monstruo había asesinado a su
mascota y todavía le dolía por el pequeño gato dulce que solía ronronear como una
motora, calentando su corazón. Incluso extrañaba la forma en que solía frotarse
17
El Club de las Excomulgadas
contra sus tobillos cuando competía con Napoleón por su comida.
Una sonrisa angelical cruzó los labios de la ninfa, guerreando con las
preguntas en sus ojos.
— ¿Lady Godiva?
¿Nunca había oído de Lady Godiva? ¿De qué planeta había venido?
Tragó saliva, y sus manos se pusieron húmedas. ¿Cómo podía alguien no tener
nada de ropa? Se quitó su camisa, la puso sobre ella, y la abrochó. Sus faldones
apenas caían por la coyuntura de sus piernas. Sus pezones se destacaban contra el
suave algodón haciendo el conjunto casi más erótico que su completa desnudez.
Bizarro. Era la mujer más bella que había visto jamás, pero también era la
más extraña.
18
El Club de las Excomulgadas
rubio. El temor brilló en sus ojos cuando miró alrededor como si nunca hubiera
visto tales cosas antes. Él volvió a inclinarse hacia una teoría del más allá.
¿Pequeño? ¿Comparado con qué? Los pinos rozaban el cielo en su patio trasero
mientras el sol moteaba la hierba a través de su sombra cubierta de musgo.
—Es agradable.
—No tengo ningún lugar donde ir. No hay lugar donde puedas llevarme.
— ¿Cuándo fue la última vez que comiste? —maldijo por lo bajo ya que
parecía que esta hermosa mujer estaba sola.
19
El Club de las Excomulgadas
Preocupado porque retrocediera, levantó su mano hacia ella despacio.
Encantado cuando puso su pequeña, delicada y cálida mano en la suya
confiadamente, colmándola con su sonrisa. Corrientes eléctricas se dispararon por
su brazo.
— ¿Amigos?
—Ninguno.
Tal vez tenía amnesia. Se estaba quedando sin teorías plausibles. Ésta
parecía la más lógica de cualquiera que hubiera considerado hasta ahora. No podía
seguir llamándola Lady Godiva.
En el momento que las palabras salieron de sus labios, puso los ojos en
blanco. ¡Idiota! ¿Dónde podría guardar una mujer desnuda una identificación?
—Me llamo Dia… —hizo una pausa, una mirada de horror revoloteando en
su cara.
—Sí. Es Diana.
20
El Club de las Excomulgadas
través de la ventana no fuera que los vecinos curiosos se asomaran a su dominio.
Las personas que vivían en los pisos al otro lado del canal podrían espiar
directamente en su sala de estar si quisieran, y no estaba de humor para alardear sus
asuntos delante de nadie.
— ¿Cuál es tu apellido?
—Venus.
21
El Club de las Excomulgadas
Tomó la indirecta.
Pero no fue lo bastante rápido y cuando ella captó su mirada fija, sus ojos se
ensancharon, y el color desapareció de sus mejillas. Su lengua se congeló a mitad
de camino, y miró bizqueando hacia la leche antes de tomar un cuidadoso sorbo.
— ¿Hay algún lugar al que pueda llevarte? ¿Cualquier cosa que pueda hacer
para ayudarte?
—No sé.
22
El Club de las Excomulgadas
—No, te lo juro.
Una expresión triste pellizcó su cara, para ser ahuyentada por una de
esperanza y deseo.
Una mirada de un ciervo ante unos faros cruzó a través de sus ojos y se
23
El Club de las Excomulgadas
tensó durante varios segundos. A pesar que no era un detective y no tenía
formación policial, su reacción no le pareció como la de alguien que no recordaba.
Más bien, parecía no querer que él descubriera un secreto. ¿Podría estar asustada de
ese llamado amigo? De ser así, no quería presionarla. En cambio, le daría un pequeño
espacio y tiempo. Suponía que no le haría daño dejarla quedarse unos días.
***
Eddie llevó a Diana de nuevo a la sala de estar y le hizo señas para que se
sentara en el sofá.
—Tienes la cara y la figura perfecta para lanzar la línea de trajes de baño que
estoy fotografiando. Te garantizo que tendremos éxitos juntos. ¿Te interesa?
24
El Club de las Excomulgadas
extasiada incluso. Pero la actitud de Eddie la alertó de que esperaba que ella se
preocupara y que encontrara peculiar que hubiera estado tan ansiosa por aceptar su
oferta sin saber tales detalles pertinentes.
—Si realmente quieres decir eso, puedes ser demasiado buena para ser
— ¡Oh, sí, lo hago! ¡Lo soy! —Ansiosa de agradar, se deslizó hacia adelante
y se sentó tiesa como un palo—. Me encantará modelar trajes de baño. —Sea lo
que fuera eso.
Eddie se apoyó contra la jamba de la puerta, con los brazos cruzados sobre
el pecho. El ceño fruncido estaba de vuelta y lamentó que la hubiera mirado así
más hoy de lo que había hecho en los tres últimos años.
25
El Club de las Excomulgadas
Se volvió hacia él y consiguió una agradable sonrisa. ¡Ratas! Estaba
cometiendo demasiados errores y empezaba a sospechar que algo no estaba bien, y
no podía permitirse eso. Más que nada en el mundo, quería quedarse con él.
Tendría que ser mucho más cuidadosa.
Nunca le había oído decirlo antes, y no lo había oído salir de esa caja de la
televisión que le gustaba mirar, tampoco. Le debió haber dado una mirada en
blanco ante las incomprensibles palabras, ya que dijo:
2
N.T: frase que aparece en español en el texto original.
26
El Club de las Excomulgadas
¡Genial! Podría manejar eso.
Las cejas de Eddie se juntaron en una única línea y se encaminó hacia ella.
Inclinándose abajo, retiró la ropa de cama.
Diana quería aplanar sus orejas hacia atrás por otro error, pero el cartílago
no se movía, frustrándola. Había visto a Eddie dormir innumerables veces para
saber que la gente por lo general se arrastraba dentro de la cama y descansaban sus
27
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 3
El perro aulló, despertándola con un sobresalto. Diana saltó de la cama,
buscando a su antiguo enemigo, pero debía estar en la planta baja. La luz brillante
de la mañana entraba por la ventana, enfocándola. Obviamente, ya no era un ser
nocturno. ¿Eddie habría intentado despertarla? A juzgar por la altura del sol, habían
pasado varias horas.
Sacó un par de latas y cajas que tenían representadas bonitas imágenes que
le hacían la boca agua. Pescado en pequeñas latas le recordaba a su comida favorita
húmeda de gato y hacía que le retumbara el estómago. Leche cremosa y deliciosa, y
un hermoso queso amarillo que le daba ganas de ronronear. La pregunta era, ¿cómo
podía hacer que eso fuera tentador y comestible para que los humanos lo comieran? Cuando
recordó, Eddie solía mezclar la comida en esos contenedores que parecían platos de
comida de tamaño ideal, con que los gatos soñaban, así que los buscó y encontró
uno grande.
28
El Club de las Excomulgadas
La frustración la llenó cuando no pudo encontrar la manera de abrir la lata
poco cooperativa y suprimió un gemido. Las uñas no funcionaron. Ni siquiera los
dientes. ¡Cómo echaba de menos a sus colmillos!
29
El Club de las Excomulgadas
por los armarios—. Te dejo con ello. Ninguna mujer quiere un hombre a sus pies en
la cocina.
El término "a sus pies" suscitó recuerdos de cuando ella solía rozarse contra
sus piernas cada vez que preparaba comida. Podía soportar por completo invertir
sus roles y tenerlo frotándose contra ella.
***
Casi al mismo tiempo, Eddie olió el humo, y empezó a toser. Tal vez los
vecinos de al lado estaban haciendo un asado afuera. Estaban a favor de las
¡Mierda!
30
El Club de las Excomulgadas
—Retrocede y saca al perro fuera. —Apretando los dientes, Eddie agarró el
extintor de la pared, y apagó las llamas. Negó con la cabeza, examinando los
daños.
Qué desastre.
Diana caminó hacia atrás con una expresión sombría que volvía gris su tez.
Temblando, con sus ojos color ámbar turbios, se quedó mirando el desorden.
—Lo siento. Pensé que el agua amarilla apagaría el fuego, no que lo haría
más grande.
Se tapó la boca con la mano y tosió. Sus ojos estaban abiertos tan
ampliamente que casi ocupaban la mitad de su cara.
—No. Ninguna quemadura. Solo estoy un poco inestable. No sabía que eso
podría pasar.
—Buena idea. —Se precipitó por las escaleras hacia el piso superior, y
pronto se oyeron pasos por encima.
31
El Club de las Excomulgadas
Brasas de un tipo diferente ardieron en la ingle de Eddie. Invitar a su nueva
modelo a mudarse con él, no había sido una de sus ideas más brillantes. Todavía no
tenía ni idea de dónde venía o qué tipo de pasado escondía. Definitivamente no
podía ir por ahí con una erección cada vez que ella se bañaba. Diablos, todo lo que
tenía que hacer era respirar y él se convertía en una hormona gigante. ¿Cómo se
suponía que iba a poder mantener su mente en el trabajo?
El agua dejó de correr por encima y apenas unos instantes después, Diana
bajó lentamente por las escaleras usando su camiseta vieja que se balanceaba
seductoramente a la altura de sus muslos. Sonrojada adorablemente, Diana lo miró
coquetamente a través de sus absurdamente largas pestañas.
Eddie tragó saliva, su pulso latió violentamente. Los pezones de ella estaban
apretados seductoramente contra la tela. La sangre bombeó con furia a través de
sus venas y el bulto en sus pantalones se hinchó, volviéndose incómodo.
32
El Club de las Excomulgadas
hacia la cocina y barrió el desorden.
—Voy a recompensarte por esto —dijo con voz ronca, su timbre de voz
meloso le recubrió, haciéndole tragar saliva, y tratando de menguar su resolución.
¿Se estaba imaginando la seducción sedosa en su voz? ¿O es que la anhelaba?
33
El Club de las Excomulgadas
Le dolían los músculos. Anhelaban ser liberados de esa posición imposible,
y se retorció alrededor para frotarse el cuello tenso.
—No te preocupes por esto. Para eso está el seguro. La cocina necesitaba
una nueva mano de pintura y los armarios eran viejos.
— ¿Eddie?
34
El Club de las Excomulgadas
escalera, el único lugar seco en toda la planta baja. Todo lo que necesitaba en ese
momento era que una empleada insistente y curiosa se metiera en sus asuntos
privados.
—Es nuestra nueva modelo; Diana. Se quedará aquí hasta que pueda salir
adelante.
— ¿Se está quedando aquí, en esta casa, contigo? —La incredulidad trinó en
la voz mortalmente calmada de Shawna. Su pecho se hinchó y entrecerró los ojos,
que brillaban peligrosamente.
El ceño de Shawna se frunció aún más mientras sus tacones cliqueaban con
resolución en las baldosas de terrazo mientras echaba un vistazo alrededor de la
cocina destruida.
Era muy consciente que su asistente tenía planes para él, pero nunca la había
tomado en serio. Ahora sentía el peligro, como si se enfrentara a un animal salvaje
atrapado.
35
El Club de las Excomulgadas
—Estamos bien.
Incómodo con la situación, hizo una señal a Diana para que se uniera a
ellos.
—Tú contrataste a una modelo sin decirme una palabra. Mmm... Podría
haber jurado que éramos un equipo.
Diana dio un paso adelante, tendiéndole una delgada mano a la otra mujer
en señal de saludo.
—Sus ropas se ensuciaron así que me pidió prestadas algunas de mis cosas.
36
El Club de las Excomulgadas
— ¿No tiene ninguna otra muda de ropa?
—No.
—Déjame ver si entendí bien; ¿esta mujer salió de debajo de una roca? ¿Y la
estás empleando?
—No fue mi intención causar problemas. Me iré. —Se abrió paso entre ellos
y se dirigió a la puerta, descalza, vestida con solo su camiseta.
No podía dejarla vagar por las calles en esa condición absurda, y no iba a
leer sobre ella en los titulares de mañana. Bloqueando la puerta, se negó a dejarla
escapar; se dijo a sí mismo que era por su seguridad.
—N…. no. —Diana parpadeó una lágrima de sus ojos llorosos y ésta colgó
precariamente de sus pestañas enmarañadas.
—Gracias por la película, Shawna. Eso es todo lo que necesito por ahora. Te
veré en la oficina mañana por la mañana.
37
El Club de las Excomulgadas
***
Más tarde esa noche después de un día agotador, Eddie atenuó las luces de
la planta baja, en preparación para caer en la cama.
Justo cuando iba a cerrar los ojos, una figura angelical flotó hacia él.
Cerniéndose en la zona entre la vigilia y el sueño, no estaba seguro de si el ángel era
Con su carne en llamas, dejó que su mano viajara más al norte. Separó sus
labios hinchados con el dedo y lo deslizó en su interior.
38
El Club de las Excomulgadas
semen dentro de ese cuerpo voluptuoso lo asaltó.
Con los labios hambrientos chupó sus pezones masculinos, mientras sus
manos exploraban su espalda. La realidad nunca había sido tan maravillosa y
esperaba que ese sueño durara para siempre.
Sus uñas arañaron su espalda, pero el dolor nunca había sido tan exquisito.
39
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 4
Diana casi llegó a su clímax con Eddie, pero se contuvo deseando prolongar
el éxtasis. Se deleitó en la sensación de su semilla inundándola, derramándose por
sus piernas y cubriendo el interior de sus muslos.
¡El Nirvana!
Potente como sabía que sería, sus manos crearon un calor febril contra su
piel. Inclinándose sobre ella, le ahuecó los senos, masajeando sus pezones entre sus
dedos. Lamiendo su espalda, la aplastó contra la cama, su pene anidado entre sus
nalgas. Cuando sondeó con un largo dedo en su ano, jadeó y se frotó contra éste
con avidez.
40
El Club de las Excomulgadas
Pronto, su semilla llenaría su vientre todas las noches. Sería una fiebre en su
sangre, que él no sería capaz de mantener sus manos o su lengua alejadas de ella.
Su cuerpo estaría dolorido por ella, y sería todo suyo.
***
— ¿Acaso te la pedí?
Tal vez era hora de cambiar de asistente por una más dócil. Había
aguantado su actitud durante demasiado tiempo y ella no parecía darse cuenta que
su título de asistente significaba que lo asistía, no que le ordenaba. Ya había tenido
suficiente y era hora de hacer algo al respecto.
41
El Club de las Excomulgadas
—Cierra la puerta y toma asiento.
Cuando la morena se hubo sentado en la silla frente a él, cruzó las manos
sobre el escritorio y se inclinó hacia adelante.
— ¿No crees que estás exagerando? Estás dejando que tu pequeña cabeza
gobierne sobre tu gran cabeza.
Shawna retorció las manos sobre su regazo. Sombras revolotearon por sus
ojos.
Reprimió un suspiro. Se preguntó por qué todo lo que ella decía o hacía le
molestaba. Como no era un monstruo sin corazón, su súplica le conmovió. Anuló
el cheque y se lo metió en el bolsillo.
—Una oportunidad más. Pero espero que trates a nuestra nueva empleada
con el mismo respeto y cortesía que haces con todos los demás. ¿Lo has entendido?
—Sí, Eddie.
42
El Club de las Excomulgadas
—Adelante, ve. —La despidió con un gesto, sin ánimo de seguir soportando
su rebelión. Y añadió sin alzar la vista—: Cierra la puerta al salir, por favor.
43
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 5
—Fabuloso, muñeca. Vas a llevarnos a la cima —dijo Eddie, mientras
Diana le hacía el amor a su cámara. Anhelaba que le hiciera el amor a él y era lo
único que podía hacer para no seducirla. Un regalo del cielo, era justo lo que
necesitaba para poner en marcha su negocio en ciernes. Rezó para que ella no se
fuera.
—Espera un segundo.
Reprimió una mueca y se metió una camiseta extra grande por la cabeza.
—Toda esta ropa es tan restrictiva. —La sirena hizo un bonito puchero, lo
que hizo que su boca se secase.
44
El Club de las Excomulgadas
rápidamente, el instinto de conservación ganando por un pelo.
—No soy tan peluda como tú. Esta piel desprotegida no es muy práctica.
— ¿No voy a quemarme con el sol? No tengo una camiseta como tú —ella
bizqueó hacia el brutal sol cayendo sobre ellos. Resplandecía intensamente,
brillante.
—El protector solar que te pusiste antes debería protegerte, pero puedo
ponerte más, para estar seguros. —La verdad era que, llevaba protector solar de
larga duración, pero sus dedos anhelaban trazar los contornos de sus deliciosas
curvas.
45
El Club de las Excomulgadas
— ¿Va en contra de la ley? —Frunció el ceño y su nariz se arrugó—. ¿Por
qué?
—Porque sí. —Eso zanjaba la cuestión. Estaba loca. O era de Marte. O tal
vez se había criado en una colonia nudista. ¿Se había criado aislada, poco acostumbrada
a la playa? Tendría que planear con tiempo la próxima sesión y llevarla a Miami
Beach o a Barbados, donde estaba permitido bañarse desnudo.
— ¿Me lo pones?
Aceptó el tubo, aturdido, sus dedos hormigueando por tocarla. Una vez que
sus dedos rozaran su provocativa piel, tenía miedo de no ser capaz de dar marcha
atrás. No solo arruinaría la sesión, podría provocar una alteración del orden
público.
—Extiende tus manos —dijo, con la voz ronca. Ignorando su mohín, roció
una generosa cantidad de crema en las palmas de ella.
—Más que nada, cariño. —Casi más que otra cosa, pero la otra cosa era
definitivamente ilegal.
46
El Club de las Excomulgadas
mientras ella le ponía la ingle más dura de lo que nunca había estado. Cuando
deslizó su mano dentro de la parte inferior de su bikini, estirando el escaso material,
tanto que podía ver la sombra de sus enmarañados rizos, sus palmas se pusieron
más sudorosas. Con su resbaladizo agarre, estuvo a punto de dejar caer la cámara.
Nunca había hecho unas fotos tan calientes, nunca había tenido una modelo tan
fantástica. Lisa y llanamente, estaba hecha para esto; si no los metían en la cárcel
primero.
—Eddie, ¿puedes ayudarme aquí? —La voz sonó más dulce de lo que nunca
lo había llamado, literal o figurativamente.
No es que fuera la primera vez que la había visto desnuda, pero maldita sea
si no le estaba lanzando una calculadora sonrisa de “ven aquí” como para hacerle
olvidar el trabajo y seducirla en el interior de esta tienda.
—No he traído ningún alfiler. Olvídate de ese y ponte el plateado que hay
ahí.
47
El Club de las Excomulgadas
y se la quitó, dejándola caer encima de su sujetador. Lascivamente, se acercó más,
frotando sus pechos contra su pecho, haciendo que la tierra temblara bajo sus pies.
— ¿Por qué no eres modelo? —No debía haber oído hablar del espacio
personal, o tal vez no creía en ello mientras sus pezones le rozaban todo el rato,
mientras le aplicaba la loción.
48
El Club de las Excomulgadas
***
— ¿Te gusta?
49
El Club de las Excomulgadas
***
Eddie tragó.
—Serías la página central más bonita que he visto en mi vida, pero, eh, no
hago ese tipo de fotografías.
Consciente de que una mueca se dibujó en sus labios, ella se acercó a él.
— ¿No crees que los hombres querrían verme con solo la mitad de un traje
—No puedes pasear por Fort Lauderdale Beach casi desnuda —dijo entre
dientes—. ¡Vuelve aquí!
Los hombres se volvieron, sus ojos muy abiertos, y el balón golpeó a uno de
ellos en la cabeza, aturdiéndolo. Su pandilla lo abandonó, y la rodearon como una
manada de gatos machos en celo.
50
El Club de las Excomulgadas
—Cualquier cosa que podamos hacer por ti —dijo arrastrando las palabras
un joven desgarbado con una cola de caballo recogida en su nervudo cuello.
Uno de sus amigos más bajo y más corpulento le dio un codazo, echándolo
a un lado y avanzó hacia ella, hinchando su amplio pecho.
— ¡Diablos, síp!
— ¡Compraría la tienda!
***
51
El Club de las Excomulgadas
—Dos segundos más y toda la horda habría saltado sobre ti en público.
— ¿Saltar?
—Malditamente correcto.
3
N.T.: En ingles jump es saltar, ella lo confunde con hump, follarse a alguien.
52
El Club de las Excomulgadas
pelo.
—El sexo no lo es todo. Vístete así podremos salir de aquí antes que
tengamos más problemas. —Le abrochó la parte superior del bikini y luego se
vistió, colgándose la cámara al hombro.
—Si la carpa se está moviendo, no vayas a llamar, hermano —se burló una
sarcástica y desconocida voz.
53
El Club de las Excomulgadas
— ¿Ves lo que quiero decir? Despreciables gamberros —maldijo Eddie entre
dientes mientras desarmaba la carpa y se la metía bajo el brazo. Se alejó,
levantando arena.
Corrió tras él, la brisa del mar agitando sus largos mechones fuera de su
cara, enfriándola. No le gustaba cuando Eddie estaba enfadado.
—Vamos a casa.
54
El Club de las Excomulgadas
—Eso no se parece mucho a una disculpa. —Eddie apretó los puños a los
costados.
—No valen la pena. —No valía la pena que él se hiciera daño por ella ni
quería que ninguno de ellos saliera herido. Cuando los gatos machos se peleaban,
siempre acababan sangrando con trozos de sus orejas perdidos. Las orejas de Eddie
eran adorables tal como estaban y no quería que cualquier parte de él saliera
dañada.
Girando sobre sus talones y levantando la ardiente arena tras de él, se alejó
tan rápidamente que se vio obligada a trotar para mantenerse a su ritmo. Una
ominosa sombra se deslizó sobre ella y tomó una entrecortada bocanada de aire,
meros segundos antes que el matón larguirucho agarrase el hombro de Eddie,
haciéndolo girar y tumbándolo sobre la arena.
55
El Club de las Excomulgadas
—Mantente lejos de mí, perra loca. O presentaré cargos.
Ella mantuvo una estrecha vigilancia sobre el hombre por el rabillo de su ojo
mientras apresuradamente reunía el equipo. Se hizo una nota mental: no coquetear
***
Cuando llegaron a casa, estaba ansiosa por escapar de mal humor de Eddie.
La playa había sido claustrofóbica, con la multitud ahogándola. Estar en contacto
con la naturaleza siempre había actuado como un bálsamo, así que ¿por qué no lo
hacía ahora?
Eddie cerró el sedán y la miró por encima del techo, su reflejo ondeando a
través del brillante metal. Una suave brisa le agitó el cabello, arrojándoselo sobre la
frente, suavizando su taciturna expresión.
—Síp. Claro. Necesito una ducha fría. Ten cuidado con el canal.
Canal...
56
El Club de las Excomulgadas
—Un cocodrilo casi atrapó a uno de los niños del barrio. —Después de una
larga pausa, miró fijamente hacia las oscuras aguas—. Mató a mi mascota.
—Síp. Mira, todavía es muy reciente y no quiero hablar de ello. Ese maldito
cocodrilo nunca ha sido capturado, así que ten cuidado.
¡Doble ratas!
57
El Club de las Excomulgadas
nervios.
Cruzó el patio, las largas hojas de hierba le hacían cosquillas en los tobillos,
58
El Club de las Excomulgadas
los tréboles eran suaves y esponjosos bajo sus nuevas sandalias con abalorios.
Sentándose en la hierba junto a la gata, puso las piernas al lado de su amiga. De
nuevo, maulló suavemente, feliz porque todavía podía entender y hablar el idioma.
Diana se metió los largos mechones desordenados detrás de las orejas y miró
fijamente a los ojos de su amiga.
Trinity ni pestañeó, pero arañó la hierba bajo sus patas, como solía hacer
cuando tenía algo difícil sobre lo que reflexionar. Sus ojos ambarinos brillaron y se
echó hacia atrás lejos de Diana.
— ¿Recuerdas esa vez que peleamos con Brutus el matón? —Brutus era el
mezquino Doberman de un ex vecino—. Me quedé atrapada debajo de la cerca cuando
lo distrajiste hasta que pudiera zafarme, casi te mató.
—Lo recuerdo. —Pero Trinity todavía la miraba como si tuviera tres colas y
dos cabezas.
— ¿Qué hay de la vez que te confié que estaba enamorada de mi amo y me dijiste que
estaba loca?
59
El Club de las Excomulgadas
Recogió un trébol de tres hojas y lo hizo girar entre sus dedos, oliendo su
dulce fragancia y gozando del veraniego olor que siempre había amado tanto.
Tentada de masticar el delicioso trébol verde como le había encantado hacer, le
hizo dar un pequeño bocado y se lamió los labios.
—Nadie más ha venido antes y me ha dicho que se había reencarnado. ¿Por qué no lo
hicieron, si pasa todo el tiempo?
—La mayoría de los seres renacen como bebés, con sus recuerdos borrados. La diosa
que me resucitó me dijo que estaba agradecida por mi sacrificio, que mi tiempo en la Tierra
aún no había terminado, que me permitía vivir el tiempo que tenía asignado, como humana,
porque mi mayor deseo era convertirme en la compañera humana de Eddie. Deseaba que él
me amara tanto como yo lo amo.
Ella sacó la artillería pesada. Trinity no podía pasar por alto el conocimiento
de este dato.
60
El Club de las Excomulgadas
¡Bingo!
— ¡Diamond, eres tú! Ha pasado tanto tiempo desde que te he visto. —Trinity le
lamió la mano extendida con su áspera lengua.
—Tuvimos cuatro hermosos gatitos. Todos ellos han encontrado un hogar, menos
—Es hermosa como su mamá, quien es mi buena amiga. Si ella es la última que
queda, los otros deben haber sido impresionantes.
—Es tímida con los extraños. Todos los humanos quieren a una señorita
Personalidad.
—Conozco algunos secretos de los gatos, así que apuesto que le agradaré. ¿Cómo se
61
El Club de las Excomulgadas
llama?
—Rosie, porque le gusta comerse los pétalos de las rosas de mi amo. Dice que saben
mejor que la hierba gatera.
—Ven aquí, Rosie — la llamó Diana, le tendió la mano, agitando los dedos.
Chasqueó la lengua, de la manera en que Eddie solía llamarla cuando volvía de una
excursión nocturna al aire libre.
— ¿Quieres venir a casa a vivir conmigo? Vivo más abajo del camino, por lo que aún
—No vas a tener una casa mejor —dijo Trinity, empujando a su pequeña con la
nariz—. No podrás encontrar un lugar más perfecto.
62
El Club de las Excomulgadas
Rosie caminó lentamente, mirando por encima de su hombro a su madre,
quien asintió con la cabeza y sonrió trémulamente.
—No encontrarás a otro ser humano que hable nuestro idioma, querida. U otra casa
en la misma manzana.
Era tan agridulce. Parpadeó para contener las lágrimas, tratando que no se le
hiciera un nudo en la garganta.
¡Ratas! ¡Atrapada!
—Yo, uh, encontré a su gatita corriendo por el camino y tuve miedo de que
fuera atropellada por un coche, así que la estaba trayendo de vuelta.
—Es tan pequeña, no quería que se lastimara. Soy una amante de los gatos
desde hace mucho. —Volviéndose, le hizo un guiño a Trinity, mientras el hombre
estudiaba a Rosie especulativamente—. Estoy segura que tiene un montón de cosas
que hacer. Voy a seguir mi camino.
63
El Club de las Excomulgadas
— ¿Le gusta ese gatita, señorita? Necesita un buen hogar y apuesto a que le
encantaría ir a casa con usted. Es la última que queda de su camada.
Esto era casi demasiado fácil. ¿Podría Venus haber preparado esto?
—Cuanto antes, mejor. Es una chica tan linda, pero mi límite es un gato.
Esta será la última camada de mi vieja Trinity, seguro. —Se inclinó y rascó a
Trinity en la cabeza, para suavizar sus palabras.
Parecía que ella era la afortunada. Consiguió llevar a Rosie a casa con ella.
Alzando a la gatita en sus brazos, la acurrucó junto a su corazón.
El hombre se volvió para irse, entonces se detuvo y giró sobre sus talones.
Cocodrilo...
64
El Club de las Excomulgadas
—Vamos a vigilarla estrechamente. Encantada de conocerle.
—Eddie es el más dulce, más amable y más cariñoso humano que jamás hayas
conocido. Lo adorarás y estarás muy feliz de que te haya traído a casa a vivir con nosotros.
Con suerte...
— ¡Por supuesto que lo hará! Ama a los gatos y tú eres tan adorable, ¿cómo puede
evitar enamorarse de ti a primera vista?
—Tú estarás allí también, ¿no? ¿No me dejaras sola con él?
— ¡Por supuesto que voy a estar allí contigo! —Diana levantó a la pequeña
criatura al nivel de sus ojos y entonces se dio cuenta de cómo había empezado a
temblar. Se enojó consigo misma, se había olvidado que la gatita estaría asustada
de las grandes alturas—. Tú y yo somos un equipo de ahora en adelante. Somos una
familia. Soy la tía Diamond, ¿recuerdas?
— ¿Me lo prometes?
—Lo juro.
Había aprendido esa expresión de las viejas películas a las que se había
vuelto adicta. Eran cofres de tesoros del saber, atestiguaría a todo el mundo lo
maravillosas que eran.
Diana rascó a Rosie bajo la barbilla, haciéndola relajarse. Era una cosita tan
nerviosa. Tendría que tener una buena charla con Napoleón para que tuviera su
mejor comportamiento con ella, sobre todo mientras fuera aún un bebé.
65
El Club de las Excomulgadas
—Eso significa que te lo prometo con todo mi corazón. —Al menos pensaba que
era eso lo que quería decir. De todos modos, eso era lo que quiso decir cuando lo
dijo.
—Este es tu nuevo hogar, pequeña —susurró para que nadie más que Rosie
pudiera oírla, con la posible excepción del perro.
—Huelo un perro.
Afortunadamente.
66
El Club de las Excomulgadas
Eso o era mucho más agradable con los seres humanos que con los gatos.
— ¿Eddie? ¿Estás arriba? —No oía la ducha abierta. El único sonido que oía
era el zumbido de los aparatos. O bien había salido a su oficina, o estaba en la
cama, o en el patio trasero. Se dirigió a la oficina.
—Eddie, quiero que conozcas a Rosie, tu nueva gatita. Rosie, quiero que
conozcas a Eddie, tu nuevo amo.
¡Ouch!
67
El Club de las Excomulgadas
Reprimiendo el escalofrío de alarma que corría por sus brazos, Diana
levantó su barbilla, negándose a dar marcha atrás.
—Pensé que te haría bien adoptar un nuevo gato. —Le tendió la dulce
gatita, pero él se mantuvo distante.
—Pero ella te necesita y tú la necesitas. Los gatos son buenos para ti. Por
—Todavía puedes llorar por tu antigua mascota, pero estoy segura de que
ella querría que fueras feliz y le dieras un buen hogar a esta cosita dulce.
—Él todavía no está seguro de quererme aquí. ¿Dónde voy a ir? ¿Qué haré?
Eddie se inclinó para acariciarla y Rosie le golpeó la mano con sus afiladas
garras. Cuando una ristra de maldiciones salió de los labios de Eddie a tono con los
chillidos de Rosie, el corazón de Diana se paró por un momento.
¡Oh, no!
68
El Club de las Excomulgadas
Con una expresión de terror, la gatita saltó de sus brazos y se lanzó a través
del cuarto. Oculta bajo el sofá, en uno de los escondites favoritos de Diamond, lo
único visible eran sus brillantes ojos.
—La pequeña vampiresa extrajo sangre. —Bajó los dedos teñidos de rojo a
su regazo—. ¿Ha tenido ya su dosis?
¿Había sido Eddie siempre tan insoportable? Era gracioso como nunca lo había
notado en su vida anterior...
—Vivirás. Déjame ejercer de médico para ti. —Tuvo el loco deseo de lamer
su herida, pero eso la delataría. En un momento estaba limpiándole y vendándole
la herida, siguiendo sus instrucciones.
69
El Club de las Excomulgadas
—Discúlpame un momento. Dejé algo en la otra habitación. —Antes de que
Eddie pudiera preguntarle, escapó, tratando de no correr y levantar sus sospechas.
—Si lo hago, estaría jugándome el cuello por ti. Padre no ha estado feliz
conmigo durante los últimos mil años. Cree que estoy fuera de control y ha
presentado una petición al consejo para colocarme bajo arresto.
70
El Club de las Excomulgadas
—Gracias. No te arrepentirá de creer en mí. Voy a hacer que te sientas
orgullosa.
—Acabo de llamar al médico. Dijo que no era para preocuparse, solo hay
71
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 6
Diana fue despertada por el clic de la puerta y el susurro de pasos en la
alfombra. Apretó los ojos para apartar el sueño y se giró hacia el sonido
amortiguado.
Olfateó apreciativamente.
— ¿Cómo te sientes? Te traje una ofrenda de paz por portarme como un oso
antes.
— ¿Sabes que tienes la voz más intensa y sexy que he oído en mi vida?
No es que tuviera mucha experiencia con los machos humanos, pero había
estado viendo mucha televisión, especialmente de cocina y canales educativos,
desde su transformación y Eddie podría competir contra las sexys estrellas de rock
en cualquier momento. También le había tomado mucho cariño a varias
telenovelas de la tarde, las que le estaban enseñando mucho sobre el verdadero
amor humano.
72
El Club de las Excomulgadas
mucho, habría seguido a un hombre a cualquier lugar por el olor de la carne cruda.
Oh, sí debía. Podía halagarla todo lo que quisiera. Cuanto más, mejor.
Cuando la pasión le nubló los ojos, ella se lamió los labios repentinamente
resecos. Solo la húmeda lengua de él podría restaurar su humedad y anhelaba un
aguacero. Incluso un huracán.
—Diana. —Su voz rasposa la excitó, pero fue la rapidez con que su pene se
hinchó, lo que le robó el aliento y persuadió a sus calientes jugos a fluir entre sus
piernas. Se retorció contra las suaves sábanas, resbaladizas por el sudor.
73
El Club de las Excomulgadas
—Estoy tan caliente.
—Tan cautivadora.
— ¿Cómo puedes ser tan inocente aunque tan primitiva? —Su aliento le hizo
cosquillas y ella se echó a reír.
Si él supiera...
74
El Club de las Excomulgadas
verdad probablemente lo asustaría. ¿Si ella hubiera sido primero un humano, le habría
creído si le hubiese dicho que antes había sido un gato?
Probablemente no.
En lugar de contestar en voz alta, se dejó llevar por su deseo más básico,
permitiendo que su lengua expresara sus sentimientos, besándolo desde el rostro
hasta la oreja. Arremolinó la punta de la lengua alrededor de lóbulo su oreja, hasta
que él gimió.
Como una virtual leona, le arrancó la ropa, sus dedos hurgando primero en
el botón y luego en la cremallera de sus pantalones, hambrienta por sentir su pene
latiendo salvajemente en sus manos. Nunca había deseado nada más en su vida que
mezclar su alma, su vida con la de él.
Codiciando tener todo de él, le empujó los pantalones por sus caderas y
envolvió los dedos alrededor de su satinado e hinchado pene. Impresionada por la
sangre latiendo a través de este, de que pudiera estar tan duro y tan caliente y, sin
embargo, tan suave y sedoso a la vez, lo acarició con ternura. Separando la ranura
del extremo, sonrió cuando su semilla brotó.
75
El Club de las Excomulgadas
abdominales. Continuó hacia abajo por su longitud, siguiendo el rastro de vello que
se iniciaba en su ombligo dirigiéndose directamente hacia su pene. Intoxicada por
su olor, lamió alrededor de la base de su pene mientras se agitaba y palpitaba,
teniendo cuidado de no tocarlo con su lengua, pero frotando sus mejillas contra la
rabiosa hoguera.
Sonriendo contra sus poderosas piernas, lo lamió hasta los pies, y se los lavó
con la lengua, un dedo a la vez. Qué maravilloso se sentiría cuando esas piernas se
envolvieran alrededor de ella, aprisionándola contra él mientras hundía su pene en
—Te gusta esto. —No era una pregunta. Apenas reconoció la voz ronca que
emanó de las profundidades de su alma como la suya.
—Um... no te detengas.
Para no ser menos, le trazó la abultada vena que palpitaba en su pene con la
punta de su uña, y luego la reemplazó por su lengua. Sus contorsiones la excitaron,
por lo que lo lamió más rápido, siguiendo su camino hacia la tentadora punta.
76
El Club de las Excomulgadas
Queriendo un mejor acceso, rodó encima de él y tomó su pene en la boca,
chupando fuerte. Gruñendo, él se empujó profundamente en ella.
¡Que viril!
77
El Club de las Excomulgadas
ti, ¿verdad?
Miró su cabeza oscura con amor e introdujo los dedos entre sus sedosos
cabellos, masajeándole el cuero cabelludo. Ola tras ola de éxtasis se apoderó de
Pasó la yema del dedo ligeramente sobre ella, y luego la deslizó lentamente
en su ano. Estaba tan exquisita y terriblemente apretada que se agitó contra él,
empujando la vagina contra su cara.
Al igual que una represa se quebró, él la elevó más alto en sus brazos y
empujó su lengua más profundamente en ella, chupándola hasta que drenó la
última gota de sus jugos. Temblando en sus brazos, tragó saliva, mientras él la
bajaba al colchón.
78
El Club de las Excomulgadas
succionándolo en su boca. Riendo roncamente, frotó su nariz contra la de ella.
¡Desesperadamente!
—Oh, síp —gimió en su boca, mientras él aplastaba sus labios bajo los
Arrastró sus uñas bajándolas por su espalda, mientras le lavaba el pecho con
la lengua. La chasqueó por encima de sus masculinos pezones y alrededor de los
duros contornos de su magnífico pecho. Todas las horas de ejercicio habían dado
realmente sus frutos. Su forma física era magnífica.
Cerró los ojos a la luz plateada de la luna que salpicaba la cama, sus largas
pestañas cosquilleándole las mejillas.
79
El Club de las Excomulgadas
para mirarla.
— ¿No crees que he comprobado tu dedo anular? No hay ni tan siquiera una
línea de bronceado.
¡Uff!
Horror de los horrores, casi confesó que solo había estado enamorado de un
hombre. De él. Recuperándose rápidamente, se reprendió por su tropiezo.
Muchísimo.
—Sí. Te amo.
—Pero esta es solo nuestra segunda vez. —Le acarició los mechones
húmedos de cabello, apartándoselos de la cara suavemente, su tacto era cautivador.
—Una vez puede ser suficiente —decidió confesar—. Pero en realidad, esta
es nuestra tercera vez. Hubo otra noche, yo vine a ti...
80
El Club de las Excomulgadas
Detuvo su empuje a medio camino, sus caderas cerca de las de ella.
Lo juro...
—Fue real.
Una sonrisa perversa curvó sus mejillas mientras bombeaba con fuerza
dentro de ella. Finalmente, se estrelló, su cuerpo rígido, meciendo la cama,
disparando su semilla profundamente. Estremeciéndose en su contra, la abrazó con
fuerza, sus corazones latiendo al unísono.
81
El Club de las Excomulgadas
más su deseo por él, que la dejaba sin respiración. Maravillándose de su energía, se
excitó al sentir su solidez estrellarse contra ella.
— ¡Oh, sí! Llévanos volando a la luna. —Había deseado decir esto desde
que lo vio en varias películas románticas antiguas en la televisión por cable. Se
apretó hacia atrás contra él, clavando los codos en el colchón para alzarse de la
Lo que pareció una eternidad más tarde, pero en realidad fueron escasos
momentos, guió su pene entre sus nalgas, buscando su centro. Cuando estaba a
mitad de camino dentro, empujó con fuerza, sosteniendo sus caderas firmemente,
mientras la penetraba.
82
El Club de las Excomulgadas
de ella contra su pecho. Su corazón latía rápidamente, golpeando contra ella y su
corazón igualó su ritmo. Con un toque ligero y masajeándola, sus labios
acariciaron la parte posterior de su cuello.
Girándose entre sus brazos, apretó su cuerpo desnudo contra el suyo y puso
—Yo también.
83
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 7
Eddie no podía esperar a ver la expresión de Diana cuando se detuviera en
el lugar de la sesión de fotos sorpresa. Se vería fabulosa nadando con los delfines,
consiguiendo una foto explosiva para la revista deportiva que lo había contratado
para hacer su catálogo anual de trajes de baño. No podía esperar a ver a la bella
modelo con los magníficos delfines.
La luz del sol bañaba los cabellos plateados de Diana, los mismos que se
Algo parecía fuera de lugar pero no podía precisarlo. Quería que hoy
estuviera relajada no nerviosa. Necesitaba a su bella modelo en su mejor forma. Un
montón de dinero dependía de esta sesión.
—Todavía nos queda una buena media hora para llegar. —O eso esperaba,
se preguntaba si el mapa sería exacto. No es que uno pudiera llegar a estar muy
perdido en los Cayos. Eran una larga franja de islas alargadas, unidas por una
aceptable carretera principal. En algunos lugares apenas había tierra suficiente para
contener los dos carriles de la carretera. El acuario debía ser lo suficientemente
grande para que hubiese indicadores en la vía, señalando el camino. Seguramente
sería capaz de encontrar su destino a plena luz del día.
84
El Club de las Excomulgadas
Diana apoyó una mano delgada en su antebrazo instantáneamente
encendiendo su deseo. Había que reconocer que solo tenía que mirarlo con esos
ojos color ámbar para revolucionar su motor.
Eso es todo lo que necesitaban para que chocara contra otro vehículo.
85
El Club de las Excomulgadas
de nuevo una sensación de malestar.
—El sol es genial. —Bostezó y se estiró, rotando sus hombros desnudos con
languidez. Sus endurecidos pezones destacaban contra la fina tela de su vestido, de
forma que podía distinguir las oscuras areolas, demasiado para su creciente
incomodidad. Los tirantes de su vestido amarillo narciso insistían en caerse y solo
una delgada tira de elástico sobre sus pechos sin sujetador mantenía el vestido en su
sitio. Si respirara profundamente era probable que el vestido cayera hasta su
Tranquilo muchacho.
Eddie parpadeó. Diana podía ser algo disparatada, pero era sencillamente
refrescante.
86
El Club de las Excomulgadas
perder la luz si no hacemos las fotografías ahora.
Ella se volvió para estudiar el edificio, su frente arrugada y los labios caídos
reflejándose en la ventanilla del pasajero.
—Vas a nadar con los delfines. Confía en mí, te verás espectacular junto a
una de esas preciosidades. Eso venderá miles de revistas. Tu imagen, incluso,
podría estar en la portada.
87
El Club de las Excomulgadas
— ¿Ocurre algo?
—Gracias.
Podía darse una patada en el culo a sí mismo por haberla traído aquí, por no
saber este detalle crucial acerca de la mujer que podría elevar o hundir su trabajo.
No era de extrañar que hubiera estado mirando fijo por la ventanilla como un
zombi cuando venían por la costa.
88
El Club de las Excomulgadas
hormigón.
— ¿Sería posible que ella le tirara pescado a los delfines? ¿Hay alguna
manera de conseguir que salten fuera del agua? —Tratando de estar más atento a
las necesidades de Diana y ser más sensible con sus sentimientos, se volvió hacia
ella—: ¿Tienes alguna objeción en tocar un pez o en arrojarlo al agua?
—Eres increíble.
89
El Club de las Excomulgadas
—Diana, mi modelo, va a alimentar a los delfines. Pero no sabe nadar, así
que pensé en hacer que parezca que lo hace con un programa gráfico. ¿Crees que
podrías nadar con los delfines así puedo tomar fotos de ellos en la posición
correcta? Después la pegaré a ella en tu lugar.
—Suena bien. ¿De qué cantidad de dinero estás hablando? Todo ayuda a
pagar mi matrícula.
Eddie lo llevó hacia a un lado y citó una cantidad, que hizo que los ojos del
hombre más joven se iluminaran.
Eddie abrió la boca para explicarlo y luego se lo pensó mejor. Supuso que no
todo el mundo veía repeticiones pasadas de moda. Sin embargo, ¿no todas las
personas mayores de veinte años conocían al famoso delfín?
—Retírate el pelo hacia atrás. —Eddie apretó los dientes ante la escena que
tenía delante. El bañador abrazaba las deliciosas curvas de Diana mientras se
inclinaba íntimamente contra Cliff. Las gotas de agua caían en cascada por sus
caras y sus pechos, y se deslizaban dentro del afortunado sujetador de Diana. La
lengua de Eddie dolía por trazar su trayectoria por los deliciosos pechos de Diana.
Difícilmente podía mantener su mente en el trabajo.
Caitlin estaba parada cerca, justo fuera del objetivo de la cámara, en caso de
que Diana necesitara ayuda. Ofrecía consejos útiles.
90
El Club de las Excomulgadas
Cuando un delfín se acercó lo suficiente a la mano de Diana para rozar sus
dedos, se echó hacia atrás y casi resbala.
Increíble. No muchas mujeres harían eso. Diana era sin duda un hallazgo.
Una entre un millón.
—Es todo por hoy. Buen trabajo. —Le extendió un cheque a Cliff, mientras
el joven salía de la piscina.
—Ha sido un placer, amigo. Espero con interés trabajar contigo de nuevo,
pronto.
Diana se acercó a él mientras hablaba y entrelazó sus dedos con los suyos, lo
91
El Club de las Excomulgadas
que generó electricidad y le recordó la promesa de ella para esa noche. Le gruñó el
estómago y se sintió un poco egoísta.
En su afán por conseguir las fotos mientras tenía una luz óptima, se había
olvidado de que, todo lo que ella había tenido para comer esta tarde, fue un
aperitivo. Estaba demasiado atrapado en su trabajo, olvidándose de las
comodidades personales, como comer. Metió la mano profundamente en el bolsillo
y le entregó algo de dinero.
¿No se supone que esto es el subtrópico? Sus dientes castañearon y se frotó los
brazos con fuerza para crear una fricción que lo calentara.
Nadó solo un poco para dejar que los delfines se acostumbren a él. Justo
cuando estaba a punto de darse por vencido y salir, fue empujado por la espalda y
se dio de cara contra el agua.
— ¿Qué mier…?
92
El Club de las Excomulgadas
— ¿Para que pueda terminar ahogándome? —No estaba seguro de confiar
en el travieso delfín. Y en cuanto a la cosa de la mano, ¿cómo se suponía que
funcionaba, vendría a olerla o lamerla como un perro? ¿Los peces tenían lengua?
Manteniéndose a flote, observó a Zelda por el rabillo del ojo. Las suaves olas
lo mecían, las gaviotas se graznaban unas a otras, mientras planeaban por encima
de su cabeza y el sonido de los vehículos zumbaba suavemente a lo lejos. Este
debería ser un día ideal, así que ¿por qué estaba mirando a un delfín loco, mientras su
mujer cenaba sola? O peor aún, con el guapo hombre de músculos desarrollados.
Conteniendo la respiración, se impulsó hacia arriba, hacia la luz del sol, que
se filtraba hacia abajo en las turbias profundidades. Salió a la superficie de nuevo
con el pelo mojado pegado a la frente, por lo que le era imposible ver. Apartó el lio
empapado de delante de sus ojos y le frunció el ceño a la destructora.
—Está bien. ¡Está bien! Ya capté el mensaje de que querías jugar. Así que,
¿qué hago?
93
El Club de las Excomulgadas
saborear su cuerpo bañado por el sol.
— ¿Un problema? —El temor se apoderó de él. ¿Qué tipo de problema podría
haber? Quizás Cliff no tenía permitido ser modelo mientras estaba de servicio.
¡Genial! Todo un día de trabajo desperdiciado. Tendría que destruir las fotos y
empezar de nuevo.
94
El Club de las Excomulgadas
marcaba la cadencia de su paso.
El director cerró la puerta con un suave clic y luego se encaminó por detrás
del enorme escritorio de roble con varias pilas de documentos cuidadosamente
colocados. Miró a Eddie a los ojos durante un largo momento.
—Soy Dominic Inchitti, director del acuario. Tengo que decir que nunca ha
sucedido algo como esto en mis catorce años de estancia aquí.
—La señorita Venus robó uno de nuestros peces más raros del acuario. Fue
atrapada comiéndoselo en el pasillo, fuera del acuario.
— ¿Diana?
El carmesí inundó las amplias mejillas de Inchitti, y se paseó con las manos
enlazadas a la espalda.
95
El Club de las Excomulgadas
—Las señales de advertencia están en todas partes. Entró en un área
restringida. Estoy absolutamente consternado ante las acciones de esta mujer.
El corazón de Eddie se hizo un nudo. ¿Cómo podía ser que una mujer adulta no
fuera capaz de leer? No podía recordarla leyendo o escribiendo y ahora que lo
pensaba, había evitado el ordenador. Eso era muy inusual en esta época. Cuanto
más sabía de ella, más misteriosa le parecía. Por extrañas que fueran sus acciones,
—Es su decisión. Usted tiene motivos legales, pero parece que la señorita
Venus está arrepentida y significa que no hay ningún daño si ellos están dispuestos
a pagar los daños y pedir disculpas.
—Un pez ángel. Tenga en cuenta, señor Comosellame, que eso podría ser
costoso —dijo Inchitti ante la mirada perpleja de Eddie.
—Estamos de acuerdo.
96
El Club de las Excomulgadas
—No sabía que no estaba bien comerse un pez...
***
—Puedo explicarlo.
Por supuesto que podría explicarlo, pero sonaría como una totalmente
inverosímil e increíble historia.
El rostro de Eddie se volvió más frío, si eso era posible. Deslizó una
turbulenta mirada tempestuosa hacia ella y sus nudillos se pusieron blancos sobre el
volante.
— ¿Ahora puedes explicarlo? ¿No son varias horas y unos cientos de dólares
demasiado tarde? ¿Qué tipo de subterfugio te traes entre manos?
97
El Club de las Excomulgadas
—Yo… necesitaba decirte esto en privado.
Venus le había advertido que los seres humanos podrían sentir mucho más
dolor. Le había creído, pero no tenía ni idea de cuán grandes eran los corazones
Eddie estaba sentado tan cerca, pero parecía tan distante. Su mirada no
vaciló pero sus dedos se crisparon.
98
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué clase de milagros?
Respiró hondo, con los pulmones dilatándose contra las costillas, mientras
un trueno sonaba en la distancia.
—Nunca he pensado mucho sobre eso. —Su mirada se deslizó a las olas
estrellándose en la playa.
—Sé que suena absurdo, pero te juro por la mismísima diosa Venus, que es
verdad. —Su corazón retumbaba con la esperanza y rezó para que le creyera.
— ¿Venus? ¿La mitológica diosa romana del amor? —Le lanzó una mirada
escéptica.
No le creía.
—La diosa del amor, sí. Mitológica, no. Es tan real como tú y como yo.
—Sí.
¿Cómo podía darle una prueba, a menos que le presentase a la diosa? Rezó con toda
su alma para Venus se materializaría y se mostrara a Eddie, pero sabía que eso era
imposible.
—Si has sido transformada, ¿quién eras antes? —Su rostro era una máscara
de color gris, su mirada se sentía fría e indiferente.
Esto era todo. No más dilaciones. Rezó por el favor y la ayuda de Venus.
99
El Club de las Excomulgadas
Por favor, ablanda el corazón de Eddie. Abre su mente. Deja que me crea.
—Tu mascota. Diamond. El gato que salvó al niño del vecino del cocodrilo,
pues bien, esa era yo.
Eddie le lanzó una aguda mirada y cruzó los brazos sobre el pecho. Luego
entrecerró los ojos, mirándola.
***
La furia se cocía a fuego lento en sus venas hasta que explotó en plena
ebullición. ¿Cómo podía parecer tan angelical y sin embargo ser tan diabólica?
¡Oh, no! No podía dejarse convencer por una mujer hermosa con ojos
4
Diamond en ingles significa diamante.
100
El Club de las Excomulgadas
llorosos.
—Inchitti tiene razón. Necesitas ayuda. El centro médico del barrio tiene un
programa para este tipo de cosas. Te llevaré.
— ¿Y Venus?
¡Loca! Y mucho.
Cerró los oídos a sus falsas súplicas. O era una chiflada, que verdaderamente
creía en estas tonterías, o era un fraude. No estaba seguro de qué era peor.
—No creo en esa mierda psíquica. Todos son estafadores en esa cadena. —
A él se le rompió el corazón y dio un puñetazo en el salpicadero.
¡Qué pesadilla!
101
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 8
Estafadores.
Casa.
No tenía ningún lugar adonde ir, a quién acudir y no tenía manera de poder
mantenerse. El corazón le latía y la cabeza le pesaba tanto que la apoyó en el
Una mujer y dos hombres, uno con uniforme del departamento de policía, se
acercaron a la camioneta, mostrando sus identificaciones.
102
El Club de las Excomulgadas
— ¿Podría salir, por favor, señorita?
—Nos gustaría hablar con usted dentro, señorita Venus. Venga con
nosotros, por favor —dijo el hombre, mientras le sostenía la puerta.
Los celos royeron sus entrañas cuando Eddie no apartó la mano u objetó
algo hacia los avances de Shawna. No parecía importarle que su ayudante se
tomara tales libertades.
Para no ser menos, Napoleón se acurrucó a sus pies, entre ella y los
amenazantes intrusos. Un bajo gruñido retumbó en su pecho y Diana le empujó
suavemente, advirtiéndole que mantuviese la calma.
103
El Club de las Excomulgadas
— ¿Son ustedes policías también? —apartando la vista de la malévola
mirada de Shawna, estudió a los extraños en ropa de calle. El hombre llevaba un
traje canela, similar al del señor Inchitti en el acuario. Asexuada, con su pelo rojo
apartado severamente de su cara demasiado delgada, la mujer parecía una cerilla
vistiendo un traje negro conservador. Le presentaron sus credenciales con
movimientos automáticos.
—Todo el mundo puede leer, excepto tal vez los extranjeros ilegales.
—Somos del INS. —Cuando Diana les dio una mirada en blanco, la mujer
le informó—. Servicio de inmigración y nacionalización5. Soy la agente Amanda
Carrolle y mi compañero es el agente Tad Foley. Investigamos reportes de personas
que están en los EE.UU. sin autorización.
5
Immigration and Naturalization Services, INS.
104
El Club de las Excomulgadas
Retrásalo. La palabra le vino a la mente cuando abrió la boca para admitir
que no tenía tales documentos.
—Perdí la memoria. —Las palabras sonaron falsas en sus oídos y, por una
vez, deseó haber cultivado la habilidad humana para mentir.
— ¿Ella tiene que estar aquí? —La repugnancia llenó el corazón de Diana
cuando miró a la bruja, que era peor que el cocodrilo que la había devorado.
105
El Club de las Excomulgadas
mayor investigación.
Antes de que pudiera detenerlo, el perro saltó hacia Shawna y hundió sus
colmillos en la parte carnosa de su tobillo. Ella aulló de furia y su cara se puso rojo
brillante. Maldiciendo en voz alta, lo pateó frenéticamente.
—Aparta ese… ese malvado bicho lejos de mí. ¿Está ese bicho sarnoso al día
con sus vacunas contra la rabia?
106
El Club de las Excomulgadas
Con el ceño fruncido, Eddie abrió la puerta corredera de cristal y puso a
Napoleón en exterior.
Napoleón ladró, tratando de decirle lo que estaba mal, pero Diana estaba
segura de que era la única que entendía lo que estaba diciendo. La había defendido.
Vengándose en su nombre. Cuando nadie estaba mirando en su dirección, excepto
el perro que tenía la nariz presionada contra la ventana, le dio una inclinación y
vocalizó un silencioso “gracias”.
Napoleón inclinó la cabeza hacia ella, como si quisiera decir “de nada” y
luego saltó hacia el otro extremo del patio cercado.
—Es el procedimiento habitual. La ley dice que tiene que ser capaz de
mantener el control sobre sus animales. —El policía enganchó la radio de nuevo en
su cinturón.
¡Oh, no!
Eddie recogió a la serpiente en sus brazos y cumplió con sus deseos, para
gran disgusto de Diana. Así que, ¿sólo Napoleón iba a defenderla? Eddie parecía
mucho más preocupado por la infame mujer que por su desesperada situación.
107
El Club de las Excomulgadas
Cuando Shawna estuvo instalada, entornó los ojos sobre el agente al mando.
—Así que, ¿no es extraño? Que la mujer no tenga ropa. Nada. ¿Qué van a
hacer al respecto?
—Es típico de las víctimas de amnesia no tener ropa extra —dijo Carrolle.
— ¿Y qué van a hacer con ese chucho sarnoso? —Shawna señaló con el
dedo la puerta trasera, donde Napoleón apretaba la nariz, mostrándole los dientes.
— ¿Sí?
Pero iban a encerrarla a ella también, así que nunca la escucharían. Seguro.
Como si fueran a creerle cuando les dijera que Napoleón había prometido ayudarla.
108
El Club de las Excomulgadas
El policía se adelantó.
—Yo les llamé. El animal está en la parte de atrás. Fui testigo del ataque.
—Muy bien, señorita Venus. Es hora de que nos vayamos también. —La
señorita Carrolle se acercó y se puso delante de ella—. Venga conmigo, por favor.
— ¿A dónde me lleva?
***
109
El Club de las Excomulgadas
reencarnación. Nunca había sido un creyente y quedó fascinado con la posibilidad.
Sin embargo, Diana era evidentemente una mujer adulta y Diamond había
muerto apenas un mes antes. Obviamente, Diana no había tenido tiempo de volver
a nacer y crecer a la condición de mujer.
110
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 9
Diamond odiaba estar encerrada en la clínica antiséptica con médicos
sondeando su mente, cuerpo y espíritu. Sabía tan poco en comparación con el resto
de la humanidad. Cuanto más aprendía, más descubría lo que no sabía. No sólo
leer y tener clases como matemáticas, sino el conocimiento cotidiano común como
base del cuidado de la salud y las cuestiones sociales.
—Es como me advertiste que podría ser. Soy incapaz de pasar por una mujer
humana. No puedo hacer el cambio. Mi dueño no me ama como yo lo amo. —
¿Por qué, oh por qué, la diosa no le había advertido de no comer pescado crudo, tampoco?
—Te advertí lo que sucedería si errabas de nuevo. Ser humana no sólo trae
más alegría, sino también una mayor aflicción y responsabilidad. Esperaba que
pudieras adaptarte, pero parece que no es así.
Un viejo ser con una larga barba y pelo blanco que fluía apareció al lado de
la diosa.
—Pero, Padre, nadie lo sabe excepto tú, yo, y Diana—la diosa miró a su
padre con ojos suplicantes.
111
El Club de las Excomulgadas
—Y el hombre humano sobre el que ella tiene deseos. Y tú hermano. ¿Quién
crees que me lo dijo?
El padre de Venus alzó la barbilla con aire regio y bajó su nariz patricia
hacia ella.
—Sé lo que has estado pasando. Ten fe un poco más de tiempo, mi mascota.
—Qué criatura romántica eres, hija mía. Nadie más en la galaxia ve las
cosas como tú. Sólo a ti se te ocurriría que una mujer humana podría besar a una
rana, o que un hombre humano podría enamorarse de una gata.
Diana trató de sonreír, pero vaciló en sus labios como si fuera tirada por su
pesado corazón.
—Necesito tu ayuda si alguna vez soy liberada de esta prisión. No tengo los
papeles que el gobierno de Eddie requiere.
112
El Club de las Excomulgadas
—Ah, sí. Los mortales de esta época están demasiado apegados a su
burocracia. Eran mucho más divertidos en la antigua Roma, antes que se
inventaran los ordenadores.
—Yo no diría eso demasiado alto. —Una sonrisa irónica retorció los labios
de la diosa—. Minerva está particularmente encariñada con su más reciente
inspiración y no la puedes encantar de la forma en que dejo que me encantes.
—Molestar a la cerebrito. Ella era una fanática del ordenador antes de que
se inventaran. Antes de eso, era la calculadora, regla de cálculo, y el ábaco.
—Pero quiero ser restaurada a mi estado felino. No puedo vivir con este
dolor de corazón por más tiempo.
Miró sin ver hacia la luna y las estrellas que centelleaban sobre ella.
—Nunca voy a salir de aquí si le digo a los doctores que mi diosa está
trabajando en mi plan de escape.
***
Una pequeña bola de energía se precipitó en la oficina, los brazos del doctor
estaban cargados de manuales técnicos y casos de estudios.
113
El Club de las Excomulgadas
caballo—. Entonces, ¿qué es lo que esperas ganar sondeando tus vidas pasadas? —
El hombre dejó su carga al azar en el desordenado escritorio, y luego se inclinó
sobre el lío para estrecharle la mano.
—Estoy en una misión de investigación para una amiga, más que para mí
mismo. —Eddie hizo crujir sus nudillos uno a uno, algo que no había hecho desde
que había sido un niño en la oficina del director de la escuela.
—Ella dice que fue un gato en una vida pasada. Eso no es posible, ¿verdad?
¿Estará psicótica? —Eddie se tambaleó en el borde de un suave sofá de cuero color
manteca mientras miraba fijamente hacia las dos paredes llenas de títulos,
certificados y premios preguntándose si eran reales o copias.
—No sólo es posible, sino probable. Cada uno de nosotros posee un hilo de
intrincados seres anteriores dentro de nuestra experiencia. Permíteme ilustrar el
potencial terapéutico al llevarte de vuelta y presentarte a uno de tus antiguos yo.
— ¿Cómo voy a saber que no solo haces eso para conseguir mis números de
cuentas bancarias mientras estoy bajo tu hechizo?
—Estoy certificado por la junta y, por supuesto, eres más que bienvenido a
comprobar mis credenciales. Mi prístina reputación es muy valiosa para mí. No la
pondría en peligro para robar información personal. Sin embargo...—el psicólogo
garabateó notas en su bloc, se aflojó la corbata, luego empujó un botón en una
grabadora portátil antes de recostarse contra la silla con una sonrisa—: Te podría
hacer sentir mejor saber que grabo cada sesión regresiva.
Eddie estiró los dedos, aún incierto sobre si debía o no hacer una regresión,
pero trató de relajarse. Podría simplemente comprar ese software astral que había
encontrado en línea por 19.95 dólares en vez de desembolsar un par de cientos de
114
El Club de las Excomulgadas
dólares a un charlatán.
—Sí. Será como si una luz estuviera iluminando la oscuridad. Pero debo
advertirte, puede no gustarte todo lo que descubras acerca de tus vidas pasadas.
Una o más podrían ser menos que honorables y no necesariamente humanas.
— ¿No voy a empezar a graznar como pato o a mugir como una vaca? — ¿O
a maullar como gato? Si empezaba a aullar como un lobo estaría fuera de aquí.
—Por supuesto que no. Incluso si en una de tus vidas anteriores fuiste de
Pensaba que era una buena pregunta. Si esta cosa de la reencarnación era
verdad, ¿no significaría que los seres seguían haciéndose cosas hasta que fueran perfectos?
Grandioso.
115
El Club de las Excomulgadas
necesitan sanar. Sufren efectos de los problemas no resueltos de vidas anteriores.
No pueden progresar hasta que se enfrentan a ellos y superan su pasado.
Eddie se sentía raro, como si flotara, pero todavía podía sentir el sofá de
cuero debajo de él. La puerta roja parecía ampliarse hacia él, grande, brillante y
vibrante.
—Sí. La veo.
—Bien. Abre esa puerta y entra. Habrá un largo pasillo. Al final hay otra
puerta. —La suave voz del doctor zumbó en su cabeza, cautivándolo.
—Una de tus vidas pasadas. El recuerdo que más necesitas ver en este
momento de tu existencia actual para resolver el problema que necesita ser sanado.
Eddie parecía tener problemas para mantener los ojos abiertos a pesar de su
116
El Club de las Excomulgadas
repentina incapacidad de parpadear. Estaba al tanto de todo, aunque su atención
quedó fija en el reloj que giraba. El doctor enganchó al reloj de bolsillo en una
escultura tipo árbol de metal, y luego cruzó sus manos encima del escritorio,
doblando los dedos.
— ¿Ya llegaste a la puerta? —La voz de barítono del doctor hizo eco en su
mente, empujándolo hacia adelante.
Poco a poco, la abrió y dio un paso adelante para quedar de pie al borde de
un hermoso bosque exuberante.
Él miró más de cerca, sin poder creer sus propios sentidos. ¡Esas diminutas
criaturas aladas no eran luciérnagas!
Eddie entrecerró los ojos hacia el sol menguante del atardecer, dejando que
su mirada vagara para poder ver. En el borde del claro vio un corpulento gato,
blanco y negro en cuclillas como si estuviera listo para saltar. Después, un segundo
gato blanco, más pequeño que el primero, se unió a él. Obviamente feliz por ver al
117
El Club de las Excomulgadas
recién llegado, el primer gato se frotó contra ella y luego se divirtieron persiguiendo
mariposas en la pradera.
El gato...
118
El Club de las Excomulgadas
— ¿Cómo lo sabes? —La mirada de Eddie se deslizó a los gatos que ahora
estaban haciendo el amor lánguida y lentamente en una cama de tréboles. El gato
estaba sobre la hembra mientras ella gritaba de éxtasis.
—Yo fui un gato. —Pero esa no era la única revelación que nació en él. El
gato blanco hembra no era otra que Diamond, Diana. Ellos habían estado juntos
antes, se habían amado antes.
—Fantástico.
—Conocía a Diana de antes. Fuimos amantes. —Un ceño tiró de sus labios
119
El Club de las Excomulgadas
y estiró las piernas delante de él—. Fui un gato, también.
—Sí. Eso parece. Yo fui una vez un elefante en la selva de África. En otra
vida, fui una bailarina de vientre en el harén de un jeque.
— ¿Nadie famoso?
—Lo más cerca que estuve de la fama fue cuando fui soldado de infantería
en el ejército del Faraón en el antiguo Egipto, al que Moisés ahogó cuando hizo
que las aguas del Mar Rojo se estrellan sobre nosotros. Pocos de
nosotros éramos gente famosa, porque la verdad es que, teniendo en cuenta el gran
número de vidas pasadas, ha habido pocas personas famosas en la historia del
mundo. Las probabilidades serían más de mil millones a uno.
— ¿Siempre tenemos los mismos amantes? ¿Amigos? ¿De una vida a la otra?
—Hay una teoría de que cada uno tiene un grupo central que viaja con
nosotros a través del tiempo. Es mi creencia de que nuestros compañeros del alma
siguen reapareciendo en nuestras vidas, así como algunos amigos cercanos y
familia, sí. Mi esposa ha estado conmigo desde hace decenas de miles de años. Por
supuesto, a veces ella es el marido y yo soy la esposa. O concubina. —Una sonrisa
traviesa bailó en sus ojos.
120
El Club de las Excomulgadas
no podía esperar a encontrar a Diana y decirle todo lo que acababa de ocurrir.
121
El Club de las Excomulgadas
Capítulo 10
Diana despertó con una sacudida, hecha un ovillo en una cama
desconocida, su brazo yaciendo sobre su cabeza.
¡Oh Dios! No pondrían a dormir a Napoleón, ¿no? Sólo había estado tratando
de protegerla.
Bien despierta ahora, no podía quedarse quieta así que merodeó alrededor
de la habitación, espiando en los armarios y cajones que estaban todos vacíos.
¡Oh, Venus! ¿Estoy siendo castigada? Pensé que tenía que aguantar.
La puerta se abrió, pero ella no se dio vuelta. Debía ser una enfermera que
quería comprobar su temperatura de nuevo. No podía mostrar ningún entusiasmo
por ver a otro extraño.
Extraños.
Dos pares de pisadas se acercaron a ella. Una mujer. Un hombre. Ella podía
oír la diferencia en la cadencia y la pesadez. Las mujeres humanas hacían cabriolas
122
El Club de las Excomulgadas
o se deslizaban. Rebosantes de testosterona, los hombres humanos se contoneaban.
Este sin duda se contoneaba.
—Tienes una visita, Diana —dijo una suave voz femenina. Ella la reconoció
como perteneciente a la enfermera de la noche.
La importancia de sus palabras le picó. ¿No estaba feliz de verla? Ella se apartó
y miró fijamente sus ojos, deseando poder mirar en su corazón.
—Sí. —Lucía tan incómodo como ella se sentía. Él hundió sus manos en los
bolsillos de sus jeans y luego miró hacia el cielo—. Uh, te creo ahora.
— ¿En serio? —Observándolo con cautela, no podía decir si estaba feliz con
su creencia recién descubierta.
Él cerró la brecha entre ellos y capturó sus manos en las suyas, frotando sus
nudillos con las yemas de sus pulgares.
123
El Club de las Excomulgadas
incluso consulté a un psicoterapeuta de vidas pasadas que me mostró una de las
mías.
—Entonces, ¿me crees ahora? ¿Puedes aceptar el hecho de que era un gato?
Ella gimió y se arqueó hacia él, deseando que estuvieran en casa y solos en
la intimidad de su dormitorio así podía mostrarle lo extática que estaba por su
revelación.
— ¿Cuál es? —Ella cerró sus ojos y se entregó a las maravillosas sensaciones
atravesándola en cascada.
— ¿En serio?
Él cruzó su corazón.
124
El Club de las Excomulgadas
legendarias.
Ella asintió.
125
El Club de las Excomulgadas
—Cásate conmigo, Diana. Quiero que estemos juntos para siempre, como
estamos destinados a estarlo. —Emoción resonaba en su voz.
— ¿Shawna? ¿De dónde sacaste esa idea? Ella era sólo mi asistente. No es ni
siquiera eso ahora.
Eddie pasó el dorso de su mano con sus labios, haciéndola sentir tan querida
y especial que deseó poder ronronear todavía.
—Por suerte fue sólo superficial. Ella lo sacó fuera de proporción, y luego
trató de llevarme de las narices. La despedí por eso, pero sobre todo por la forma en
que trató de meterte en problemas. Créeme, estamos mejor sin ella. Se fue para
siempre.
Entonces la realidad la puso seria y ella se sentó lejos de él, cruzando las
piernas.
126
El Club de las Excomulgadas
habitación al lado de ella.
Eddie miró dos veces y se quedó con la boca abierta viendo a la diosa.
— ¿Es ella...?
Diana miró los papeles que habían caído en sus manos y pudo leer unas
—Esas son tus copias que certifican que eres ciudadana de buena fe de este
país. Yo personalmente puse los documentos originales en los archivos de las
agencias gubernamentales apropiadas. Eres legal ahora.
¿Otra más?
127
El Club de las Excomulgadas
señora Moran. —Venus mostró una imagen del perro en la habitación de Eddie,
felizmente masticando sus nuevas zapatillas.
¡Ups!
Diana dirigió una mirada hacia Eddie y dejó escapar un suspiro de alivio
cuando una enorme sonrisa le partió la cara.
— ¿Se me permite besar a una diosa? —Eddie abrió los brazos y dio un paso
hacia adelante.
—Esos son los mejores regalos del mundo. —Podía estar ahora con Eddie
para siempre. Eternamente agradecida a Venus, su corazón se hinchó de amor y la
abrazó con fuerza.
—Sed felices juntos. Tengo que regresar. Estarán bien ahora. Simplemente
dile al Agente Foley que encontraste tus documentos y todo estará bien. No
menciones nada sobre el perro o el tobillo de la señora Moran.
—Por supuesto. ¡Oh! Casi se me olvidaba decirte que tengo otro regalo para
ti.
— ¿Qué es?
128
El Club de las Excomulgadas
con un poco de ayuda de tu diosa favorita. Pensé que te gustaría saber que puedes
estar en paz.
Mareada por la felicidad, Diana inclinó la cabeza mientras ponía sus brazos
alrededor de su cintura y se moldeaba a sí misma a él.
—No, en absoluto.
Ella no pudo evitar reírse ante su puchero de niño más adorable incluso
cuando la vista de su poderoso pecho hizo que le hirviera la sangre. Besó su cuello.
Él era tan sabroso que no podía resistirse a saborearlo. Ella arrastró sus labios por
su pecho, desabrochándole la camisa y empujándola fuera de su camino.
Eddie se tensó debajo de ella y puso las manos sobre sus hombros.
129
El Club de las Excomulgadas
—Alguien estará obligado a entrar y capturarnos. —Sonrió como un lobo
hacia ella, encendiendo otro fuego en su vientre—. Sigue así y nunca tendremos
ningún trabajo hecho.
Ella trazó sus labios con la punta de la lengua, muerta de hambre por lamer
algo aún más sabroso.
—Promesas, promesas. —Él rozó sus labios con los suyos y murmuró—:
¿Qué estamos esperando? Podemos estar casa en cuarenta y cinco minutos.
—Vamos, amante.
Su fuerte latido del corazón palpitaba contra su pecho y ella se frotó contra
él, su ira disipándose de cara al deseo que todo lo consume. Levantando sus labios
para que sólo rozaran los suyos, murmuró contra ellos:
— ¿Eres un santo?
130
El Club de las Excomulgadas
al elevarse, mucho más intenso que cualquier deseo que hubiera experimentado en
su vida anterior. Separando su boca ampliamente, abriéndose en cuerpo y alma a
él, bebió profundamente como él lo hizo de ella.
—Me siento más viva que nunca. —Este hombre era su mundo, y ella se
acurrucó más cerca. Estas sensaciones eran demasiado maravillosas. Tan
131
El Club de las Excomulgadas
extraordinarias. Los humanos no sabían lo especiales que eran. Ella se había
ganado el derecho a seguir siendo humana, a quedarse con Eddie y nunca dejaría
de contar sus bendiciones.
A horcajadas sobre él, se cernió sobre su pene. Frotando la punta del mismo
con sus labios hinchados, abriendo sus palmas sobre su pecho, le encantaba
burlarse de él.
—Me tienes. Todo. —Él juntó sus piernas, y empujó hacia ella.
—Deseoso, ¿verdad?
132
El Club de las Excomulgadas
fuerza. Amasando el otro pezón entre sus dedos, llevándola al borde del orgasmo.
¡Cielos!
Fin
133
El Club de las Excomulgadas
Antología Gatitas Sexys
01 - Señorita Gata
¿Qué pasa cuando los dioses juegan malas pasadas a los
humanos?...
Madria lleva una vida muy satisfactoria como gato
hasta una noche, cuando se tropieza con dos dioses.
Están discutiendo y la diosa apunta hacia Madria,
cambiándola a un ser humano. Aturdida y confusa, se
las arregla para arrastrarse a casa y colapsar en la puerta
de su amo.
Durante una furiosa tormenta, el amado gato de
Antonius sale corriendo y no vuelve. Él se sorprende
cuando descubre una mujer inconsciente y desnuda en
su puerta, disfruta de ver su belleza que supera el ideal
2 – Pasitos de Gata
Cuando Diamond da su vida en un acto desinteresado, se le
concede su más ferviente deseo: convertirse en una mujer
para poder ganar el corazón de su amado amo. Pero
convertirse en un ser humano no es tan fácil como parece.
Trampas y trampas acechan por todas partes mientras lucha
por superar su naturaleza interna. Si falla esta prueba, ella
volverá a convertirse en un gato, y entonces, perderá el amor
de Eddie para siempre.
134
El Club de las Excomulgadas
135
Ashley Ladd - Pasitos de Gata - Antología Gatitas Sexys II
El Club de las Excomulgadas
Visítanos!!!
http://informativoexcomulgado.blogspot.com/
136