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Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el
que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el
tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les
impusieron las manos y los despidieron… (Hechos 13:1-3)
El pasaje dice que los líderes de aquella iglesia eran procedentes de diversas
geografías. Cada geografía lleva atada su propia cultura, pero el amor del Señor
Jesucristo hace posible que las asperezas de los choques culturales sean limadas
con la dulzura del carácter de Cristo que ha sido implantado en nosotros por el
glorioso Espíritu Santo.
Uno de los líderes era de la clase alta. El pasaje dice que se había criado junto con
Herodes el tetrarca. Los otros eran de niveles económicos más bajos, pero sus
diferencias no crearon barreras ni estorbaron el desarrollo de la obra del Señor.
El Salmo 133 enseña que a Dios le agrada que los creyentes vivamos en comunión
porque allí el Señor envía bendición y vida eterna. Dios obra en una iglesia cuyos
miembros están en comunión.
El ayuno era una práctica de los hebreos: Ayunaban en sus fiestas religiosas, pero
también cuando había alguna calamidad pública o cuando expresaban a Dios su
pesar por haber pecado. Algunos hoy, para rechazar el ayuno, citan Isaías 58:3-7,
pero una lectura cuidadosa nos enseña que Dios no rechaza el ayuno si se practica
con un corazón rendido a Dios. Pero si se hace sólo como una tradición, sin una
entrega fiel a Dios, entonces ese ayuno no tiene ningún valor.
Lo mismo ocurre con otras prácticas cristianas que son sólo meras costumbres
religiosas y que Dios rechaza porque lo único que hacen tales prácticas es
adormecer la conciencia. Otros dicen que ayunar es pasar hambre, pero en 2
Corintios 11:27 Pablo distingue claramente el pasar hambre y el ayunar.
La iglesia que ora es una iglesia poderosa. Cuando la iglesia ora es bendecida por
Dios porque está expresando su dependencia de Dios. Dice la tradición que en el
primer siglo de la fe cristiana había un apóstol que de tanto orar le había salido
callos en sus rodillas y le apodaban: Jacobo, rodillas de camello.
Los hermanos amaban al Señor, pero también amaban a sus hermanos. La Biblia
dice que cuando los hermanos de Jerusalén estaban sufriendo por causa del
hambre, los hermanos de la iglesia de Antioquia mandaron una ayuda para los
santos que estaban en Jerusalén (Hechos 11:27-30; Romanos 15:24-28) La acción
social goza del apoyo de Dios.
Les dio órdenes precisas de quiénes harían la obra misionera. Hoy en día, Dios nos
habla por Su Palabra escrita y tenemos que obedecerla. Pero Dios no sólo los
bendijo hablándoles, sino que el pasaje dice que el Señor hizo algo más:
Herodes había hecho mucho mal a la iglesia, pero los creyentes pusieron sus
aflicciones en las manos de Dios y al final hizo justicia quitándoles aquel estorbo.
En nuestros días también abundan los Herodes, pero la iglesia no es llamada o
comisionada a ejercer venganza, sino que, en actitud paciente y dependiente de
Dios, debe encomendar toda situación en Sus manos (1 Timoteo 2:1-4)