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Buenas tardes, Susana, de hecho, yo sí que he encontrado diversos estudios científicos

que muestran los problemas que genera el uso del andador a nivel motor. Por ese
motivo, te comparto el texto que he elaborado, así como las referencias bibliográficas,
para que puedas echarles un vistazo.

Actualmente, dentro de los argumentos que se esgrimen para justificar el uso


del andador están el que “fortalezca las piernas” para que pueda caminar mejor;
dejarlo allí para poder hacer las cosas del hogar; entretención del niño; comodidad de
los cuidadores, etc. Sin embargo, los estudios científicos indican que el uso del
andador, resulta perjudicial para el infante, ya que junto a los traumatismos causados
por las caídas derivadas del uso del andador, encontramos que también acarrea una
serie de consecuencias para el desarrollo del niño (Santos et al., 1993). Entre éstas, se
destacan algunas consecuencias negativas en el aprendizaje del Desarrollo Motor, ya
que se observa que el uso de andador hace que muchos niños y niñas no gateen; o que
al iniciar la marcha lo hacen en puntas de pie, hecho que incentiva las caídas
frecuentes o las contusiones generadas tras el choque con los muebles o paredes del
hogar. Asimismo, el gateo es un hito cuya relevancia se suele poner en discusión ya
que hay niños que no lo realizan, pero igualmente adquieren la marcha independiente.
Sin embargo, este hito tiene relevancia no sólo desde el punto de vista
neuromotor, requiriendo del funcionamiento óptimo del sistema nervioso central,
sino también desde el punto de vista socio-emocional, cognitivo y sensorial (Triviño et
al., 1997).

De este modo, se ha generado la falsa creencia sobre el aporte de dichos objetos en el


aprendizaje de la etapa de marcha erguida, el bajo estímulo en otros músculos y la no
estimulación adecuada del equilibrio dinámico. Factores que generan problemas en el
desarrollo psicomotriz, tales como piernas arqueadas, retrasos psicomotores, por lo
que posteriormente el infante pueda llegar a necesitar terapia (Roll, Baker, Aleven,
McLaren y Koedinger, 2005). De acuerdo con estas evidencias, los pediatras no
recomiendan la adquisición y el uso de este tipo de productos (Santos et al, 1996).

No obstante, estudios científicos revelan que muchas familias siguen creyendo que el
uso del andador facilita el aprendizaje de la marcha (Greensher y Mofenson, 1985).
Estudios realizados en gemelos (Kauffman y Ridenour, 1977; Greensher y Mofenson,
1985) han demostrado que los no usuarios empezaban a caminar antes que sus
hermanos que sí lo utilizaban, siendo especialmente nefasto en aquellos niños con
disfunciones motoras (parálisis cerebral), en quienes perpetúa reflejos arcaicos e
impide la práctica de respuestas más maduras (Holm et al., 1983). Además, se ha
detectado también que su uso se fundamenta en un elevado porcentaje en la
comodidad y sensación de seguridad que para el cuidador supone tener al niño cerca
de él (Rieder et al., 1986) y con la posibilidad de desplazamientos autónomos, se cree
necesario ofrecer alternativas más seguras, más eficaces para el desarrollo motor del
niño (Gommans y Stewart, 1985) e igual de divertidas sin olvidar la comodidad que
para el cuidador representa el control visual constante del pequeño (Santos et al.,
1993).

Como conclusión, se encuentran diferencias en los patrones de la marcha en los


infantes que hacen uso de los andadores, pues se ha observado que, los usuarios de
andadores presentan una velocidad de marcha más baja, una mayor duración de las
fases de apoyo y una amplitud de rodilla más pequeña (Chagas et al., 2020).

Chagas, P. S., Fonseca, S. T., Santos, T. R., Souza, T. R., Megale, L., Silva, P. L. y Mancini,
M. C. (2020). Effects of baby walker use on the development of gait by typically
developing toddlers. Gait & Posture, 76, 231-237.

Greensher, J. y Mofenson H. C. (1985). Lesiones producidas durante el juego.


Andaderas. Clínica de Pediatría NA, 1, 147-150

Gommans, J. y Stewart R. (1988). Baby-walkers. BMJ, 297 (6645), 421-422.

Holm, V.A., Harthum-Smith, L. y Tada, W.L (1983). Infant walkers and cerebral palsy.
American Journal of Diseases of Children, 137, 1189-1190.

Kauffman, I.B. y Ridenour, M. (1977). Influence of infant walkers on onset and quality
of walking pattern of locomotion: An eletromyographic investigation. Percept Motor
Skills, 45, 1323-1329.
Rieder, M.J., Schwartz, C. y Newmann, J. (1986). Patterns of walker use and walker
injury. Pediatrics, 78(3), 488-493.

Roll, I., Baker, R. S., Aleven, V., McLaren, B. M., y Koedinger, K. R. (2005). Efectos del
uso del caminador en el desarrollo de los bebés. User Modeling- Springer Berlin
Heidelberg, 4(1), 367–376.

Santos, L., Martín, J., Salom, A., Paricio, J. M., Grieco, M., Benlloch, M.J. y Llobat, T.
(1993). El andador: diseño de una campaña contra su uso. Boletín de la Sociedad
Valenciana de Pediatría, 13, 92.

Santos, L., Paricio, J.M., Salom, A., Grieco, M., Martín-Ruano, M. J., Benlloch, T.,
Llobat-Estellés, B., y Beseler-Soto, B. (1996). Patrones de uso, creencias populares y
accidentabilidad por andador infantil, bases para una campaña sanitaria. Anales
españoles de Pediatría, 44(4), 337-340.

Triviño, X., Bedregal, P., Azocar, M., Valenzuela, P.y González, C. (1997). Uso del
andador. Revista Chilena de Pediatría, 68(6), 256-259.

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