Está en la página 1de 3

Desde la antigüedad se han empleado diversos sistemas para ayudar al pequeño

lactante en sus primeros pasos: andadores (cintas de sujeción), andaderas (varas de


madera), polleras (cestos invertidos) y el moderno tacatá que permite al niño una gran
autonomía y movilidad, de la que deriva precisamente su potencial peligrosidad,
agravada por el hecho de la sensación de seguridad y, por tanto, menor supervisión
por parte de los padres (Picañol, 1992).

No obstante, la confianza de los familiares en el uso de andadores se puede entender,


ya que en trabajos publicados por los servicios de urgencia pediátricos de nuestro país
no es frecuente encontrar detalladas las circunstancias o causas del traumatismo
(Casas et al., 1991; Picañol, 1992; Cervantes et al., 1990). Sino que, un elevado
porcentaje de los accidentes por andador son leves y no requieren consulta médica
(Rieder et al., 1986). Pero los accidentes graves siguen ocurriendo (Coats y Allen, 1991;
Partington et al. 1991; Marcella y McDonald, 1990; James, 1988; Chiaviello et al.,
1994), tal y como muestran algunos trabajos de publicaciones extranjeras, que
analizan más específicamente los datos relacionados con los accidentes y detectan así
la alta accidentabilidad del uso del andador (Joffe y Ludwig, 1988; Partington et al.
1991; Chiaviello et al., 1994).

Es por esto y porque no está demostrado que cumplan una supuesta función de
aprendizaje de la marcha (Kauffman y Ridenour, 1977; Greensher y Mofenson, 1985),
por lo que los pediatras, bien desaconsejan su adquisición y uso bien indican la
conveniencia de prevenir a los padres acerca de los riesgos que implica su utilización
(Joffe y Ludwig, 1988; Rieder et al., 1986; Johnson et al., 1990; Partington et al. 1991;
Greensher y Mofenson, 1985; Fazen y Felizberto, 1982; Gommans y Stewart, 1985).

Casas, C., Rodríguez, T., Castro, F.J., López, M., Fernández, M.D y Puche, A. (1991).
Epidemiología de los traumatismos craneoencefálicos en la infancia. Anales Españoles
de Pediatría, 35(46), 125-131.

Cervantes, A., Borrajo, E., Canteras, M., López, M. y Pajarón, M (1990). Importancia de
los accidentes en la infancia. Datos de un estudio regional. Anales Españoles de
Pediatría, 32, 493-498.
Chiaviello, C.T., Christoph, R. A. y Randall, G. (1994). Lesiones relacionadas con los
andadores infantiles: estudio prospectivo sobre gravedad e incidencia. Pediatrics, 37,
359-361.

Coats, T.J. y Allen, M. (1991). Baby-walker related injuries. A continuing problem.


Archives of Academic Emergency Medicine, 8, 52-55.

Fazen, L.E y Felizberto, P.I. (1982). Baby walker injuries. Pediatrics, 70(1), 106-9.

Gommans, J. y Stewart R. (1988). Baby-walkers. BMJ, 297 (6645), 421-422.

Greensher, J. y Mofenson H. C. (1985). Lesiones producidas durante el juego.


Andaderas. Clínica de Pediatría NA, 1, 147-150.

James, W. (1988). Despite new regulations, caution a must when baby-walkers are
used. Cannabis Mededical Association Journal, 139, 73-74.

Joffe, M. y Ludwig, S. (1988). Stairway injury in children. Pediatrics, 82(3), 457- 461.

Kauffman, I.B. y Ridenour, M. (1977). Influence of infant walkers on onset and quality
of walking pattern of locomotion: An eletromyographic investigation. Percept Motor
Skills, 45, 1323-1329.

Marcella, S. y McDonald, B. (1990). The infant walker: an unappreciated household


hazard. Connecticut Medicine, 54, 127-129.

Partington, M.D., Swanson, J.A. y Meyer, F.B. (1991). Head injury and the use of baby
walkers: a continuing problem. Academic Life in Emergency Medicine, 20, 652-654.

Picañol, J. (1992). Medidas preventivas en los accidentes en la infancia. Anales


Españoles de Pediatría, 36(48):160-163.

Rieder, M.J, Schwartz, C. y Newmann, J. (1986). Patterns of walker use and walker
injury. Pediatrics, 78(3), 488-493.

También podría gustarte