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Realmente, las palabras constituyen una orden y una promesa, promesa de cierta
realización agregada a la orden. El mandato, “Buscad primero el reino de Dios”, se
halla seguido de la promesa de que todas las demás cosas nos serán dadas. Se nos
dice que, habiendo buscado el reino de Dios, determinadas cosas serán añadidas a
nuestra bendición. Es la naturaleza de estas otras cosas lo interesante.
Podemos pensar que, debido al continuo clamor por las cosas materiales, tales
como las riquezas, la salud, el disfrute de la paz, la felicidad, la libertad y las cosas
necesarias de la vida, el hombre y la mujer de tipo medio se interesan muy poco en
las cosas espirituales de la vida. Si esto es cierto actualmente, debe haber sido cierto,
también cuando por primera vez fue expuesto este precepto de una manera tan
poderosa.
Tienen que ser estas cosas ganadas dignamente u obtenidas de manera ilícita por
medio del robo, engaño, yerro o maldad. Esto se aplica no solamente al dinero, sino
también a toda clase de propiedad, ropas, hogar, alimento, protección física, salud,
felicidad, contento y paz.
Hay gentes que pregonan que “la vida les debe la subsistencia” y que la
comunidad tiene que mantenerlos, desde el momento que están en este mundo, sin
haber ellos solicitado venir a él. Es inútil discutir con sus argumentos. Hasta que el
hombre no llegue al convencimiento de que la vida no le debe nada y de que es él
quien debe todo a la vida, no se halla preparado para dar el primer paso en la
dirección correcta. Ganar y merecer las cosas de la vida no es cosa tan simple como
parece.
Dios ha dado al hombre las facultades, el poder creador, talento y habilidad, por
medio de los cuales puede producir y acumular las cosas que realmente necesita. Al
obtenerlas por medio de sus esfuerzos, se hace merecedor de ellas. Si busca aquellas
cosas que no puede producir por medio de sus propios esfuerzos, tiene que ganarlas
y merecerlas en alguna otra forma.
El buscar las bendiciones de la vida, ganándolas, exige, ante todo, que el hombre
se ponga en armonía con los principios espirituales de la vida y se coloque en una
posición de reciprocidad. Ya sea que consideremos a Dios como un dispensador
personal de bendiciones, o que consideremos al Cósmico como una mente Divina
impersonal que regula los asuntos de la vida, tenemos que darnos cuenta de que
únicamente colocándonos bajo la gracia de Dios o del Cósmico, es como podemos
esperar que uno u otro, o ambos, nos concedan nuestros deseos.
Esto es lo que quiere decir el mandato: “Buscad primero el reino de Dios”. Si este
es el deseo y ambición cumbre de algún ser humano, todas las otras cosas deben
ocupar un lugar secundario y ser dejadas al cumplimiento de la ley tal como se
promete en la segunda parte del mandato.
El buscar primero el reino de Dios – elevándonos hasta la armonización con los
poderes y principios espirituales del universo – aportará todas las demás
necesidades como rica recompensa; como bendiciones añadidas de la vida espiritual.
No es extraño que aquellos que han hallado gracia con Dios y armonía con el
reino espiritual, hayan descubierto que innumerables cosas materiales, que antes
consideraban como necesidades de la vida, hayan pasado a la memoria como meros
caprichos y antojos infantiles sin valor práctico alguno.
El hombre puede pensar que las grandes necesidades de la vida consisten en más
alimento, mejor casa, mejores ropas, más dinero o en al alivio de alguna condición
física; pero es incapaz de juzgar, hasta que no ha gozado de la plenitud de la vida
espiritual. Por consiguiente hasta que el hombre no busque primero el reino de Dios,
no se hallará preparado para recibir las cosas que pueden añadirse a las bendiciones
Cósmicas de la vida espiritual.