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CURSO:

ÉTICA Y VALORES

LECTURA:
LA LEY MORAL.

SEMANA I
ÉTICA Y VALORES

LECTURA 06
LA LEY MORAL

Por: Ricardo Sada y Alf onso Monroy.


Fuente: http://encuentra.com/

La Ley Moral nos ayuda a alcanzar nuestro fin último y sobrenatural con el conjunto de
preceptos que Dios promulgó.
Ley Moral es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su
cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural.

ÍNDICE:

1 Existencia de la ley moral.


1.1 Def inición y naturaleza de la ley moral.
1.2 La ley moral es exclusiva de la criatura racional.
2 Def inición y división de la ley.
3 La ley eterna.
3.1 Def inición de la ley eterna.
3.2 Propiedades de la ley eterna.
4 La ley natural.
4.1 Contenido de la ley natural.
4.2 Propiedades de la ley natural. a) Universalidad.
b) Inmutabilidad.
c) No admite dispensa. d) Evidencia.
4.3 Ignorancia de la ley natural.
5 La ley divino-positiva.
6 Las leyes humanas.

1. EXISTENCIA DE LA LEY MORAL

Ha quedado dicho que un acto determinado es bueno o es malo si su objeto, su f inalidad y


sus circunstancias son buenos o malos. De ordinario, sin embargo, viene de inmediato a la
cabeza la pregunta: buenos o malos, ¿en relación a qué?; ¿cuál es la norma o el criterio para
señalar la bondad o la malicia de un acto? Y con la pregunta, surge también la respuesta: la
ley moral, que es la que regula y mide los actos humanos en orden a su fin último.

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En este capítulo y en el siguiente estudiaremos cómo la rectitud de un acto nos viene dada
por dos elementos: uno exterior al hombre, que es la ley, y otro interior, que es la conciencia;
de esta manera, la bondad o la malicia es la conformidad o disconformidad de un acto con la
ley y con la conciencia. La conf ormidad o disconformidad de un acto con la ley moral
constituye la bondad o la malic ia material; y en relación a la conciencia, la bondad o la malicia
formal. De acuerdo con esto, un acto puede ser:
a) Material y formalmente bueno: cuando hay conformidad con la ley y la conciencia (por
ejemplo, cuando ayudo al prójimo, ley de la caridad t eniendo en la conciencia la certeza de
estar actuando bien).
b) Material y formalmente malo: cuando hay disconformidad con la ley y la conciencia (por
ejemplo, si odio a alguien, oposición a la ley de la caridad sabiendo en conciencia que está
mal).
c) Materialmente bueno y formalmente malo: cuando uno cree mala una acción que la ley no
prohíbe (por ejemplo, comer carne los lunes).
d) Materialmente malo y formalmente bueno: cuando uno cree buena una acción prohibida
por la ley (por ejemplo, robar para dar limosna).
Vamos ahora a tratar, con detenimiento, de esas dos normas la ley y la conciencia, sin las
cuales no cabría siquiera hablar de moral.

1.1 DEFINICIÓN Y NATURALEZA DE LA LEY MORAL

Por ley moral se entiende el conjunto de preceptos que Dios ha promulg ado para que, con su
cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural.
Analizando la definición, encontramos los siguientes elementos:
1) La ley moral es un conjunto de preceptos. No es tan sólo una actitud o una genérica decisión
de actuar de acuerdo a la opción de preferir a Cristo, sino de cumplir en la práctica preceptos
concretos, si bien derivados del precepto fundamental del amor a Dios.
2) Ha sido promulgada por Dios. La ley moral es dada al hombre por una autoridad distinta de
él mismo; no es el hombre creador de la ley moral sino que ésta es objetiva, y su autor es Dios.
3) El objeto propio de la ley moral es mostrar al hombre el camino para lograr su f in
sobrenatural eterno. No pretende indicar metas temporales o finalidades terrenas.
Una vez aclarada la definición, podemos anotar los siguientes considerandos:
Es obvio que sólo puede existir un código de moralidad objetivo (cfr. Documento de Puebla,
n. 335), porque de lo contrario cada hombre podría decidir o cambiar, a su gusto y capricho,
qué es bueno o es malo y, consecuentemente, nada en realidad sería bueno ni malo. Podrían
los hombres realizar impunemente cualquier acto que les viniera en gana. Esto, como es
lógico, acabaría con la vida social y convertiría al individuo en un pequeño tirano que dicta su
propia ley.
Si, como algunos pretenden, la ley moral es algo cambiante, que varía con los tiempos, que
depende de las diversas circunstancias de cada época, queresulta de un acuerdo entre los

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hombres, cualquier acto inmoral que f uera considerado así en conf ormidad con las
costumbres de una época determinada se consideraría lícito. Según este relativismo, los actos
serían buenos cuando se les considerara como buenos, y al revés.
No podemos olvidar, sin embargo, que hay acciones que siempre y en todas partes han sido
consideradas malas por la mayoría (por ejemplo, matar al inocente; robar lo ajeno), lo que
quiere decir que no son sino aplicaciones concretas de unos principios generales que no es
posible el udir: haz el bien y evita el mal; no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan
a ti. Principios que estén en la base y son el origen de toda moralidad. Y son anteriores al
consenso de los hombres, es decir, proceden de una norma previa que Dios ha inscrito en el
interior de cada individuo.
Con las solas fuerzas de su razón -y los testimonios en este sentido podrían multiplicarse- el
hombre comprueba también que el origen de esa ley moral está en Dios, autor de la naturaleza
y que, a la vez, es accesible a su razón.
Así se explican esas palabras de Platón (cfr. Las Leyes, 716 c.) contra los sofistas que defendían
que la ética y la ley dependen de la simple conveniencia de los hombres: Dios es para nosotros,
principalmente, la medida de todas las cosas, mucho más de lo que sea, como dicen, el
hombre.
El hecho f áctico de que algunos o muchos hombres en una u otra época no actúen así, no
quiere decir que la moral carezca de regla, de norma o ley objetiva:
- porque la mayor parte de los que actúan así saben que están actuando mal;
- porque podría darse el caso de individuos o grupos moralmente degenerados.

1.2 LA LEY MORAL ES EXCLUSIVA DE LA CRIATURA RACIONAL

El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno
de recibir de Dios una ley.
“Animal dotado de razón, capaz de comprender y discernir, regular su conducta disponiendo
de su libertad y de su razón, en la sumisión al que le ha entregado todo” (Tertuliano, Marc 2,
4).
a) La ley moral no aparece en el mundo físico inanimado, pues está completamente sometido
a la necesidad física y en él no hay libertad.
b) La ley moral tampoco se encuentra en el mundo animal irracional, por que los animales no
son ni buenos ni malos: actúan naturalmente por instintos.
c) La ley moral se descubre solamente en la criatura racional, al contemplarla dotada de
inteligencia y voluntad libre. Por la ley moral sabe que no todo lo que se puede f ísicamente
hacer, se debe hacer. La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad, ya que Jesucristo es
en persona el camino de la salvación.
Además, Jesucristo es el fin de toda ley, porque Él es a quien la cumple la justicia de Dios, la
gracia y la bienaventuranza.

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Las expresiones de la ley moral son diversas, y todas están coordinadas entre sí:
a) Ley eterna, f uente en Dios de todas las leyes. b) Ley natural.
c) Ley revelada o divino-positiva.
d) Leyes humanas (civiles y eclesiásticas).
Antes de estudiar cada una de las expresiones de la ley moral, trataremos brevemente de
conceptos generales sobre la ley.

2 DEFINICIÓN Y DIVISIÓN DE LA LEY

La ley, dice Santo Tomás de Aquino (S. Th. I-II, q. 90, a. 4) en una def inición clásica, es la
ordenación de la razón dirigida al bien común, promulgada por quien tiene autoridad.
Desglosando, encontramos como elementos:
a) ordenación (establecimiento de un orden de medios conducentes a un fin),
b) de la razón (no f ruto del capricho),
c) dirigida al bien común (no al particular),
d) promulgada (para que tenga fuerza obligatoria),
e) por quien tiene autoridad (no por cualquiera).
Para que la ley obligue a los hombres debe reunir algunas condiciones; en concreto debe ser:
1) posible, física y moralmente, para el común de los súbditos;
2) honesta, sin oposición alguna a las normas superiores; en último término, concordando con
la ley divina;
3) útil, para el bien común, aunque perjudique a algunos particulares;
4) justa, conforme a la justicia conmutativa y distributiva (sobre estos conceptos, ver 13.5);
5) promulgada, debe llegar a conocimiento de todos y cada uno de los súbditos.
La división que más nos interesa de la ley, viene dada por el autor que la promulga:
a) Si el autor es Dios se llama ley divina y puede ser:
- Eterna (se encuentra en la mente de Dios)
- Natural (ley divina impresa en el corazón de los hombres)
- Positiva (ley divina contenida en la Revelación)
b) Si el autor es el hombre, la ley es humana y puede ser:
- Eclesiástica
- Civil.
A continuación, nos detendremos con más detalle en cada tipo de ley.

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3. LA LEY ETERNA
Contemplando las cosas creadas observamos que siguen unas leyes naturales: la tierra da
vueltas alrededor del sol, las plantas dan f lores en primavera, el hombre siente
remordimientos cuando ha hecho algo mal, etc. Este ordenamiento a leyes naturales no se da
por casualidad, sino que está perf ectamente pensado por la Sabiduría Divina. Dios ha
ordenado todas las cosas de modo que cada una cumpla su fin: los minerales, las plantas, los
animales y el hombre. Como ese orden está pensado y proyectado por Dios desde toda la
eternidad, se llama ley eterna.

3.1 DEFINICIÓN DE LEY ETERNA

La ley eterna es def inida por San Agustín (Contra Faustum 27, 27: PL 42, 418) como “la razón
y voluntad divinas que mandan observar y prohíben alterar el orden natural”; y por Santo
Tomás (S. Th. I-II, q. 93, a. 1) como “el plan de la divina sabiduría que dirige todas las acciones
y movimientos de las criaturas en orden al bien común de todo el universo”.
“Eterna”, porque es anterior a la creación; porque es una ordenación normativa que hace la
inteligencia divina para el recto ser y obrar de todo lo que existe.
Cuando explica su def inición, Santo Tomás de Aquino dice que así como en la mente del pintor
preexiste el boceto que luego plasmará en el lienzo, así en el entendimiento divino preexiste
desde toda la eternidad el plan que dirigirá todas las acciones y los movimientos de sus
criaturas hasta el f in del mundo; este plan es la ley eterna.
Es razonable pensar que Dios dirige a sus criaturas a un f in y que, además, las guía de un modo
acorde a su propia naturaleza. Así, los seres inanimados son dirigidos por leyes f ísicas con
necesidad básica e ineludible; los animales irracionales por las leyes del instinto con necesidad
también básica e ineludible; el hombre por la intimidación de una norma que, brillando en su
razón y plegando su voluntad, lo conduce por la vía que le es propia.

3.2 PROPIEDADES DE LA LEY ETERNA


Las principales propiedades de la ley eterna son:
1) es inmutable, y lo es por su identificación con el entendi miento y la voluntad de Dios,
aunque su conocimiento sea mudable en el hombre porque no la conoce totalmente y en sí
misma como Dios y los bienaventurados en el cielo, sino por cierta participación en las cosas
creadas;
2) es la norma suprema de toda moralidad y, consecuentemente, todas las demás leyes lo son
en cuanto la ref lejan con f idelidad; es decir, ninguna otra ley puede ser justa ni racional si no
está en conf ormidad con la ley eterna;
3) es universal, pues todas las criaturas le están sujetas: unas de manera puramente instintiva,
en cuanto que están determinadas por su misma naturaleza a actuar de determinado modo;
y otras, las criaturas libres, por un sometimiento voluntario.

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4. LA LEY NATURAL

Se entiende por ley natural la misma ley eterna en cuanto se refiere a las criaturas racionales.
Los minerales, las plantas y los animales obedecen siempre a la ley de Dios, ya que están
guiados por leyes f ísicas y biológicas. Pero al hombre, Dios le ha dado la inteligencia para
conocer su ley, que descubre dentro de sí mismo. A esa ley grabada por Dios en el corazón del
hombre, la llamamos ley natural, y obliga a todos los hombres de todos los tiempos.
Por eso dice Santo Tomás de Aquino que la ley natural no es otra cosa que la participación de
la ley eterna en la criatura racional (cfr. S. Th., I-II, q. 91, a. 2).
Al crear al hombre, Dios dota su naturaleza de una ordenación concreta que le posibilite
conseguir el f in para el cual fue creado.
Por ejemplo, igual que hay unas normas de funcionamiento en la fabricación de un
refrigerador para conseguir que enf ríe, así Dios imprime en toda naturaleza humana las
normas con las que ha de proceder para alcanzar su fin último.
Por lo tanto, por el sólo hecho de nacer, el hombre es súbdito de esta ley, aunque las heridas
del pecado puedan oscurecer su conocimiento (por ejemplo, pueblos atrasados que permiten
la poligamia, los sacrificios humanos, etc.).
En su Epístola a los Romanos habla San Pablo con toda claridad de la ley natural: "En ef ecto,
cuando los gentiles, que no tienen ley (se ref iere a la ley mosaica, que les fue entregada sólo
a los judíos), practican por naturaleza lo que manda la ley, son para sí mismos ley y muestran
que la realidad de la ley está escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia con los juicios
contrapuestos que los acusan o los excusan" (Rom. 2,14-15; ver también Rom. 1, 20 ss.).

4.1 CONTENIDO DE LA LEY NATURAL

Bajo el ámbito de la ley natural cae todo lo que es necesario para conservar el orden natural
de las cosas establecido por Dios, y que puede ser conocido por la razón natural,
independientemente de toda ley positiva. En otras palabras, la ley natural abarca todas
aquellas normas de moralidad tan claras y elementales que todos los hombres pueden
conocer con su sola razón.
Sin embargo, a pesar de su simplicidad, podemos distinguir en la ley natural tres grados o
categorías de preceptos:
a) Preceptos primarios y universalísimos, cuya ignorancia es imposible a cualquier hombre con
uso de razón. Se han expresado de diversas formas: “no hagas al otro lo que no quieras para
ti”, “da a cada quien lo suyo”, “vive conforme a la recta razón”, “cumple siempre tu deber”,
“observa el orden del ser”, etc., pero pueden todos ellos reducirse a uno solo: Haz el bien y
evita el mal (cfr. S.Th. I-II, q. 94, a. 2).

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b) Principios secundarios o conclusiones próximas, que fluyen directa y claramente de los


primeros principios y pueden ser conocidos por cualquier hombre casi sin esfuerzo o
raciocinio. A este grado pertenecen todos los preceptos del decálogo.
c) Conclusiones remotas, que se deducen de los principios primarios y secundarios luego de
un raciocinio más elaborado (por ejemplo, la indisolubilidad del matrimonio, la ilicitud de la
venganza, etc.).

4.2 PROPIEDADES DE LA LEY NATURAL

La ley natural tiene unas características que la distinguen claramente de otras leyes:
a). Universalidad: quiere decir que la ley natural tiene vigencia en todo el mundo y para toda
la gente.
Esta característica se explica diciendo que la naturaleza humana es esencialmente la misma
en cualquier hombre; las variaciones étnicas, regionales, etc., son sólo accidentales. Por eso,
las leyes
de su naturaleza son también comunes.
Lo anterior no impide que algunos hombres no la cumplan, y esas transgresiones no
perjudican la
vigencia de la ley.
b). Inmutabilidad: es característica de la ley natural que no cambie con los tiempos ni con las
condiciones históricas o culturales. La razón es clara: la naturaleza humana no cambia en su
esenciacon el paso de los años.
El evolucionismo ético postula que la moralidad está sujeta a un cambio constante, que
alcanza también a sus f undamentos. No tiene en cuenta que la ley natural obra siempre según
el orden delser y que, como el hombre y la naturaleza sólo cambian de modo accidental, las
variaciones en la moral son también accidentales.
c) No admite dispensa: indica que ningún legislador humano puede dispensar de la
observancia de la ley natural, pues es propio de la ley poder ser dispensada sólo por el
legislador, que en este caso es Dios.
Esta característica se explica considerando que al ser Dios legislador sapientísimo, su ley
alcanza a prever todas las eventualidades: cualquiera que sea la situación límite en que el
hombre se encuentra, debe cumplir la ley natural.
Las aparentes excepciones de la ley que establece la moral en los casos de homicidio (ver
11.2.3.b) y hurto (ver 13.3.1.c) no son dispensas de la ley natural, sino auténticas
interpretaciones que responden a la verdadera idea de la ley y no a su expresión más o menos
acertada en preceptos escritos. La breve f órmula “no matarás” (o “no hurtarás”) no expresa,
por la conveniencia de su brevedad, el contenido total del mandato que más bien se debería
expresar: “no cometerás un homicidio (o un robo) injusto”.
Cuando una legislación humana establece una norma o permite determinadas conductas que
contradicen la ley natural, emana só lo apariencia de ley y no hay obligación de seguirla, sino

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másbien de rechazarla o de oponerse a ella (por ejemplo, una legislación que aprobara el
aborto).
d) Evidencia: todos los hombres conocen la ley natural con sólo tener uso de razón, y su
promulgación coincide con la adquisición de ese uso. Contra la evidencia parece que existen
ciertas costumbres contrarias a la ley natural (por ejemplo, en pueblos de cultura inferior),
pero eso lo único que significa es que la evidencia de la razón puede ser obscurecida por el
pecado y las pasiones.

4.3 IGNORANCIA DE LA LEY NATURAL

Es imposible la ignorancia de los primeros principios en el hombre dotado de uso de razón.


Podría equivocarse al apreciar lo que es bueno o lo que es malo, pero no puede menos de
saber que lo bueno ha de hacerse y lo malo evitarse.
Los principios secundarios o conclusiones próximas, que constituyen en gran parte los
preceptos del decálogo, pueden ser ignorados al menos durante algún tiempo.
Aunque se deducen fácilmente con un simple raciocinio, el ambiente, la ignorancia, los vicios,
etc., pueden inducir a que se desconozcan algunas consecuencias inmediatas de los primeros
principios de la ley natural (por ejemplo, la malicia de los actos meramente internos, de la
misma mentira of iciosa para evitarse algún disgusto, del perjurio para salvar la vida o la fama,
del aborto para salvar a la madre, de la masturbación, etc.).
Sin embargo, esta ignorancia no puede prolongarse mucho tiempo sin que el hombre
sospeche -por sí mismo - o por otros la malicia de sus actos.
Las conclusiones remotas, que suponen un razonamiento lento y difícil, pueden ser ignoradas
de buena f e, incluso por largo tiempo, sobre todo entre la gente inculta (por ejemplo, la
malicia de la sospecha temeraria, o de la omisión de los deberes cívicos, etc.).

5. LA LEY DIVINO-POSITIVA

Es la ley que procediendo de la libre voluntad de Dios legislador, es comunicada al hombre


por medio de una revelación divina.
Su conveniencia se pone de manifiesto al considerar dos cosas:
a) Todos los hombres tienen la ley natural impresa en sus corazones, de manera que pueden
conocer con la razón sus principios más básicos. Sin embargo, el pecado original y los pecados
personales con f recuencia oscurecen su conocimiento, por lo que Dios ha querido revelarnos
su Voluntad, de modo que todos los hombres pudieran conocer lo que debían hacer para
agradarle con mayor f acilidad, con firme certeza y sin ningún error.
Así, Dios no se contentó con grabar su ley en la naturaleza humana, sino que además la
manifestó al hombre claramente: en el Monte Sinaí, cuando ya el pueblo elegido había salido
de Egipto, Dios reveló a Moisés los diez mandamientos (ver cap. 6). Los mandamientos nos

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señalan de manera cierta y segura el camino de la felicidad en esta vida y la otra. En ellos nos
dice Dios lo que es bueno y lo que es malo, lo que es verdadero y lo que es falso, lo que le
agrada y lo que le desagrada.
b) El hombre está destinado a un f in sobrenatural, y para dirigirse a él debe cumplir también
-con ayuda de la gracia- otros preceptos, además de los naturales. Por eso Jesucristo llevó a la
perfección la ley que Dios dictó a Moisés en el Sinaí, al ponerse a Sí mismo como modelo y
camino para alcanzar ese f in al que nos llama.
Esa perf ección que Cristo ha traído a la tierra se contiene sobre todo en el mandamiento
nuevo del amor: en primer lugar, el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con
toda la mente y con todas las fuerzas; y en segundo término, el amor a los demás como Él nos
ha amado.
Vemos, por tanto, que de hecho Dios nos ha revelado leyes en tres periodos de la historia:
1) a los Patriarcas, desde Adán hasta Moisés;
2) al pueblo elegido, con aquellas leyes recogidas en algunos libros del Antiguo Testamento;
3) en el Nuevo Testamento, que contiene la ley evangélica.
Algunas leyes positivas de los dos primeros periodos fueron después abolidas por el mismo
Dios ya que eran meramente circunstanciales, mientras que la ley evangélica es definitiva, y
aunque fue dada inmediatamente para los cristianos, incumbe de modo cierto a todos los
hombres.
Por ejemplo, las leyes judiciales y ceremoniales dadas a los israelitas durante su éxodo
nómada por el desierto eran prescripciones para ese pueblo en esas circunstancias. El
precepto de la caridad enseñado por Jesucristo, sin embargo, es para todo hombre de todo
lugar y época.

6. LAS LEYES HUMANAS

Son, como ya quedó dicho, las dictadas por la legítima autoridad -ya eclesiástica, ya civil-, en
el orden al bien común.
Que la legítima autoridad tenga verdadera potestad dentro de su específica competencia para
dar leyes que obliguen, no es posible ponerlo en duda: surge la misma naturaleza de la
sociedad humana, que exige la dirección y el control de algunas leyes (cfr. Rom. 13, 1ss.;
Hechos 5, 29).
De suyo, pues, es obligatoria ante Dios toda ley humana legítima y justa; es decir, toda ley
que:
a) se ordene al bien común;
b) sea promulgada por la legítima autoridad y dentro de sus atribuciones;
c) sea buena en sí misma y en sus circunstancias;
d) se imponga a los súbditos obligados a ella en las debidas proporciones.

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Sin embargo, cuando la ley es injusta porque f allen algunas de estas condiciones, no obliga, y
en ocasiones puede ser incluso obligatorio desobedecerla abiertamente.
La ley injusta, al no tener la rectitud necesaria y esencial a toda ley, ya no es ley, porque
contradice
al bien divino. Es necesario, pues, distinguir entre legalidad y legitimidad. No es suficiente que
una norma sea dictada dentro del legal establecido y por las autoridades competentes para
que deba ser obedecida: es preciso que se acomode de una manera estricta a los principios
de la ley natural y de la ley divino-positiva. Aquellas condiciones garantizan su legalidad
formal, pero esta última es la que proporciona la legitimidad intrínseca.
Por tanto, si una ley civil se opone manifiestamente a la ley natural, o a la ley divino -positiva,
o a la ley eclesiástica, no obliga, siendo en cambio obligatorio desobedecerla por tratarse de
una ley injusta, que atenta al bien común.

ACTIVIDAD

Desarrollan un cuestionario en la plataforma..

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