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PSICOPATOLOGÍA Y PSICOTERAPIA

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TRABAJO MONOGRAFICO

TERAPIA COGNITIVO - CONDUCTUAL

TRUJILLO – 2018
CURSO

PSICOPATOLOGÍA Y PSICOTERAPIA

PROFESOR:
Dr. DAVID HILARIO JAUREGUI CAMASCA

ALUMNOS:

Mg. AEDO BEITES, Rafael


Mg. ARISTA CHACÓN, Alejandro Buenaventura.
Mg. Marianella Gracey Puescas
Mg.

SECCIÓN:
Humanidades

PERÚ – 2018
PSICOPATOLOGÍA Y TERAPIA COGNITIVA - CONDUCTUAL

INTRODUCCIÓN:

Nos dedicaremos a la historia de la terapia cognitiva y al rol central del análisis de la estructura

de significado en la concepción cognitiva de la psicoterapia.

En los capítulos dedicados al proceso terapéutico destacamos como se entiende el cambio y la

estabilidad desde un punto de vista cognitivo; y las fases generales por las que transcurre a

terapia.

Respecto a la relación terapéutica, destacábamos ya en 1992, la importancia del cambio

cognitivo a través de la relación terapéutica; aspecto que se ha venido afianzado en manuales

de terapia cognitiva posteriores (p.e Safran Y Segal).

La parte dedicada a las aplicaciones clínicas se dedica a exponer la terapia cognitiva a doce

trastornos frecuentes en la clínica, como los trastornos de ansiedad, la esquizofrenia, trastornos

sexuales, etc.

La última parte de la obra presenta las principales orientaciones de la psicoterapia cognitiva, la

relación entre psicofármacos y psicoterapia cognitiva y las concepciones erróneas sobre la

psicoterapia cognitiva. La obra está concebida como un manual para psicólogos clínicos y

psiquiatras interesados en el enfoque cognitivo de la psicoterapia.

Asi también podemos decir que existe variedad en el modelo denominadas terapias cognitivas,

entre ellas el modelo cognitivo-conductual. Según Villa y Fernández Santaella (2004)

mencionaremos entre otros a Ingram y Scott (1990) manteniendo siete supuestos que

comparten las terapias cognitiva conductual: 1) las personas responden a representaciones

cognitivas del ambiente más que a los acontecimientos per se; 2) el aprendizaje está mediado
cognitivamente; 3) la cognición media las disfunciones emocionales y conductuales sin que se

afirme una relación lineal en que lo primero sea la cognición; 4) al menos algunas cogniciones

o formas de cognición pueden ser evaluadas objetivamente; 5) algunas formas de cognición

pueden ser modificadas: 6) el cambio cognitivo puede cambiar los patrones de disfuncionales

de las emociones y las conductas; y 7) los métodos cognitivos y conductuales de cambio

terapéutico son deseables, pudiendo quedar integrados en un modelo cognitivo-conductual

común.

De estos supuestos se deduce que el denominador común de las terapias cognitivo-

conductuales sería el reconocimiento de la importancia de las variables cognitivas como

mecanismos causales de la disfunción y, por consiguiente, la orientación de las técnicas de

intervención hacia la modificación de tales variables, aunque las tácticas utilizadas para

alcanzar ese objetivo puedan ser tanto cognitivas como conductuales.


CAPITULO I

1- CONCEPTOS FUNDAMENTALES :

1.1 PSICOPATOLOGIA

DEFINICIÓNES:

Etimológicamente, el término Psicopatología hace referencia a psique que sufre o

que está enferma.

“La Psicopatología es una ciencia que estudia las desviaciones patológicas de la

vida psíquica, especialmente la psicosis y las psicopatías, y que constituye la base

científica de la psiquiatría”. Dorsch (1976).

“La Psicopatología es el estudio sistemático y científico de la etiología,

sintomatología y proceso de la conducta anormal”. Lemos (2000)

“La Psicopatología es la ciencia de la conducta desviada... Ciencia experimental

cuyo objetivo es llegar a la formulación de principios y leyes generales que

permitan explicar muchos y muy diversos tipos de alteración del comportamiento”.

Maher (1970)

“La Psicopatología es, en un principio, la ciencia positiva que estudia la psique

enferma”. Monedero (1973)

“Aquella disciplina que se ocupa de los seres humanos que, a causa de sus

características psicológicas, tienen dificultades para su realización biológica y

personal”. Monedero (1996)


“La Psicopatología es el estudio y tratamiento de las enfermedades mentales y

constituye la base teórica de la psiquiatría”. Simally (1969)

“La Psicopatología es la disciplina psicológica dedicada al estudio científico de la

conducta o el comportamiento trastornado o anormal”.

La Psicopatología comparte con otras ciencias su interés por comprender la

conducta humana; la diferencia con otras disciplinas radica en su interés en la

naturaleza y las causas de la conducta anormal o psicopatológica.

La definición del objeto de estudio o de los objetivos de la Psicopatología que

proponemos a continuación no sería aceptada por todos los psicopatólogos sin

realizar alguna que otra matización previa. No obstante, nuestro objetivo es

presentar una definición que sea esclarecedora.

La citada definición contiene cuatro elementos. Concretamente, la Psicopatología:

1) Es una ciencia que estudia la mente y la conducta humanas, aunque se centra en

sus aspectos desviados o anormales. Sin embargo, se matiza que el funcionamiento

mental y las conductas del ser humano se expresan a lo largo de un continuo que

abarca desde la normalidad hasta la patología sin que haya una línea de separación

clara.

2) Se trata de una ciencia que se encuentra en la base de algunas aplicaciones en el

campo de la salud mental, como puede ser la Psicología Clínica y la Psiquiatría,

aunque no puede identificarse con éstas.

3) Sus aportaciones poseen una doble naturaleza: aumentan los conocimientos

básicos sobre el comportamiento humano y guían la práctica clínica (prevención,

diagnóstico e intervención).
4) Como disciplina básica que es, la Psicopatología presenta la investigación como

hito principal: busca establecer leyes generales sobre las causas de los trastornos

mentales, aun con la importancia otorgada a la descripción y evolución. La

metodología por excelencia sería la experimental, aunque por la naturaleza de su

objeto de estudio pueda ser necesario recurrir a otras metodologías de investigación

(1978).

1) ¿Qué tipo de conductas desviadas existen?

La respuesta a esta primera pregunta corresponde a la descripción y clasificación de

los trastornos mentales. A partir de la sintomatología, curso, pronóstico y

diagnóstico diferencial, se aíslan y caracterizan las diferentes manifestaciones de la

conducta anormal.

2) ¿Cuáles son sus causas y con qué características sociales, culturales, etc. se

relacionan?

La primera parte de la pregunta hace referencia a la etiología y la segunda parte, a

los estudios de epidemiología que identifican factores de riesgo.

3) ¿Qué se puede hacer para aminorar estos trastornos?

Esta cuestión está relacionada con la intervención: en la medida en que la

Psicopatología describe e intenta identificar las causas de la conducta desviada,

puede establecer pautas para la intervención.

4) ¿Qué se puede hacer para prevenirlos?

La última pregunta está relacionada tanto con la etiología como con la

epidemiología. Para acabar de conceptualizar esta disciplina, queremos destacar que

la presencia de Psicopatologías siempre representa un obstáculo para el desarrollo


individual (social, afectivo, intelectual, físico) de la persona y/o de su grupo social

inmediato.

• La Psicopatología estudia los aspectos desviados o anormales del funcionamiento

mental y la conducta humanas.

• La definición del concepto de anormalidad es motivo de controversia.

• La Psicopatología es una disciplina científica que tiene que ser capaz de describir

y clasificar las manifestaciones de la conducta desviada, especificar sus causas y sus

factores de riesgo, y ofrecer las pautas necesarias para su prevención e intervención.

CRITERIOS DE ANORMALIDAD

Se han propuesto criterios diferentes a modo de guía para determinar qué se

considera anormal o psicopatológico. Los más utilizados son los criterios

estadísticos, clínicos, sociales o interpersonales, subjetivos o intrapsíquicos y,

finalmente, biológicos. Cada uno de estos criterios es incapaz de abarcar por sí solo

toda la amplitud del binomio normalidad-anormalidad, ya que frecuentemente sólo

han enfatizado una de las dimensiones que lo forman, pero ninguno de éstos de

manera aislada es suficiente para definir la anormalidad.

1) Criterios estadísticos

Los criterios estadísticos definen la anormalidad psicológica a partir de dos

supuestos: el supuesto de frecuencia y el supuesto de continuidad.

Teniendo en cuenta el primer supuesto, los criterios estadísticos presuponen que las

variables que definen psicológicamente a un individuo se distribuyen en la

población según una curva normal. Así pues, un individuo concreto respecto a una

característica se sitúa en un punto determinado de esta distribución, y puede ser


calificado como normal o anormal según si es muy frecuente esta posición en la

población general. De manera que anormal es lo poco frecuente. Sin embargo, no

podemos identificar esta anormalidad estadística con Psicopatología, ya que lo

infrecuente no siempre implica un carácter psicopatológico, como hemos visto (por

ejemplo, un cociente elevado de inteligencia, una elevada capacidad para la

composición musical, etc.). Además, estos criterios equiparan elevada incidencia de

un rasgo, conducta, característica, etc. Dentro de una población con normalidad,

pero ¿es siempre cierto eso? Las matizaciones realizadas en el primer supuesto

intentan ser corregidas con el supuesto de continuidad. Según éste, todos los

elementos constitutivos de las Psicopatologías están presentes en la normalidad,

pero en menor grado; es decir: la Psicopatología representaría una exacerbación por

exceso o por defecto de una conducta, rasgo o característica presente en toda la

población. Por ejemplo, las personas nos diferenciamos las unas de las otras por

nuestro gusto por el orden, la limpieza, etc., y hay personas más ordenadas que

otras, pero todo dentro de una normalidad que, sin embargo, llegado cierto punto ya

pasa a ser un hecho extraño, poco habitual, “patológico” (cuando la persona

necesita lavarse las manos continuamente hasta el punto de que se provoca

problemas dermatológicos y necesita esta acción continua gran parte de su tiempo

diario, por ejemplo). Fijaos, pues, en que las diferencias entre lo normal y lo

patológico serían de naturaleza cuantitativa según este criterio.

2) Criterios clínicos

Estos criterios tienen como punto de partida la evaluación del paciente y se basan en

la delimitación de conjuntos de síntomas que se identificarían con trastornos o

cuadros psicopatológicos. Los criterios clínicos, pues, definen la conducta como

anormal sobre la base de la presencia de síntomas.


Resulta imprescindible, por tanto, establecer definiciones para los diversos

trastornos, definiciones que tienen que estar consensuadas por la comunidad

científica. Ésta es la filosofía de los dos sistemas de clasificación de los trastornos

mentales más difundidos internacionalmente: la Clasificación Internacional de las

Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud y el Manual Diagnóstico y

Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría.

Por tanto, anormal o psicopatológico es todo aquello que cumple los criterios

definidos por esta anormalidad, lo cual no está exento de problemas. En primer

lugar, porque en Psicopatología se tiene pocos síntomas fijos o absolutos de

trastorno de conducta; hay, en definitiva, pocos signos cuya presencia sea

objetivamente valorable, dado que necesitan la apreciación subjetiva del paciente

y/o del clínico. En segundo lugar, porque el síntoma a menudo posee valor

psicopatológico según el contexto donde se observa. Así, diferenciamos entre

ansiedad normal y ansiedad patológica o tristeza como reacción de duelo y tristeza

patológica, aunque las manifestaciones externas de ansiedad y tristeza en las

situaciones anteriores no varíen en esencia, pero sí las circunstancias o condiciones

que las rodean y que, al fin y al cabo, es lo que marcaría su carácter patológico o no.

3) Criterios sociales o interpersonales

La definición de anormalidad es una cuestión de normativa social: determinar el

carácter psicopatológico de una conducta, rasgo o actividad depende del consenso

social en un momento y lugar dados.

A partir de estos dos criterios se incide en el peso que tienen las variables

socioculturales en la valoración de una conducta como anormal o normal.


La investigación transcultural ha dejado constancia de la relatividad cultural del

comportamiento humano: aquello que en un contexto histórico o cultural es normal,

se considera psicopatológico en otro contexto (por ejemplo, el abuso de sustancias

en nuestra cultura puede ser considerado un trastorno y en otras culturas, una forma

de contacto con divinidades; o un individuo totalmente centrado en sí mismo puede

ser indicativo de rasgos esquizoides en el mundo occidental, mientras que las

culturas orientales pueden interpretarlo como sabiduría religiosa o riqueza interior).

Una variante de estos criterios es la anormalidad como inadaptación al medio. En

este caso, la adecuación de un individuo particular al rol que socialmente tiene

asignado es el criterio principal para determinar la normalidad de su

comportamiento. Sin embargo, tratar de definir el concepto adaptación social y si la

inadaptación representa una normalidad o una anormalidad es casi tan difícil como

definir el de anormalidad.

A pesar de las críticas que se le puede hacer a este concepto, remarca

adecuadamente la necesidad de considerar al hombre siempre dentro de un contexto

social, y nunca aisladamente.

4) Criterios subjetivos o intrapsíquicos

Según estos criterios, el mismo individuo es quien mejor puede dictaminar su

situación o estado. Una variante de estos criterios es el criterio alguedónico. Así, se

define la anormalidad según la presencia de sentimientos de sufrimiento,

incomodidad o malestar personales que a menudo se traduce en manifestaciones

verbales y de comportamiento, tales como quejas por la propia infelicidad, por la

incapacidad de afrontar un problema, etc.


Otro criterio subjetivo sería el de “petición de ayuda”. En este caso, conducta

anormal sería aquella que provoca que la persona solicite la intervención de un

profesional para que intervenga. Ni que decir tiene que éste es un criterio con muy

poca fundamentación científica.

Este perfil de anormalidad, evidentemente, es limitado:

a) Por una parte, porque una gran cantidad de conductas anormales se generan sin

sentimientos de sufrimiento o no son vividas como anormales por la persona

(por ejemplo, en la esquizofrenia la conciencia subjetiva de alteración suele ser

nula).

En consecuencia, no sólo no se genera la petición de ayuda, sino que además

puede ser rechazada. Curiosamente, esta situación descrita acostumbra a ser

característica de aquellas conductas que son más extrañas en el entorno social y

en las que intuitivamente más se acepta la existencia de anormalidad.

b) Por otra parte, aunque la mayoría de las personas que manifiestan trastornos de

conducta sufren de un modo subjetivo y expresan múltiples signos (dificultades

en las relaciones interpersonales, miedo al fracaso, molestias físicas, etc.), no

todas tienen la misma capacidad para expresarlos.

c) En definitiva, los criterios subjetivos dependen de la autoevaluación y del

autoinforme que el individuo sabe dar de sus sufrimientos.

Para acabar, está claro que no todas las personas que manifiestan quejas sobre

angustia, inadecuación de la conducta según los parámetros sociales, etc.

Presentan rasgos psicopatológicos, incluso si recurren a la ayuda de un

psicólogo o psiquiatra. Establecer la ecuación “sufrimiento es igual a


anormalidad”, además de inadecuado, negaría la riqueza de expresión de la

emoción humana.

Modelo biológico

Este modelo parte de una concepción médica de la Psicopatología: en la base de las

alteraciones psicopatológicas se encuentran anormalidades biológicas (de tipo

genético, bioquímico, neurológico, etc., Los trastornos mentales serían

enfermedades sistémicas, es decir, enfermedades causadas por el mal

funcionamiento de un órgano.

En concreto, la enfermedad mental surge de la alteración del cerebro tanto si es una

alteración estructural como si es funcional. Desde este enfoque se otorga una gran

importancia al estudio de la predisposición genética a partir de determinados

trastornos, aunque a menudo adopta una perspectiva interaccionista que tiene en

cuenta tanto la predisposición genética como la incidencia de agentes patógenos

externos.

Tradicionalmente, los modelos biológicos han diferenciado entre trastornos

mentales orgánicos y trastornos mentales funcionales. Los primeros presentan unas

causas físicas muy claras (como la corea de Huntington o la enfermedad de

Alzheimer), mientras que para los trastornos funcionales todavía no se han

encontrado indicios tan claros de alteraciones orgánicas cerebrales.

Las principales aportaciones del modelo son:

1) Un incremento de la comprensión de la dimensión biológica de la conducta.

2) Un énfasis en el método científico-natural como forma de estudio en

Psicopatología.
3) Un esfuerzo para clasificar los diferentes trastornos mentales que ha permitido

dotar a la comunidad científica de un lenguaje diagnóstico común y operativo.

4) El descubrimiento de psicofármacos, hecho que ha representado una auténtica

revolución terapéutica.

Como críticas destacan:

1) Se discute el concepto de enfermedad mental y los criterios de anormalidad en

que se basa.

2) También se cuestiona el poder explicativo de sus teorías que a menudo son

incompletas y poco concluyentes, aparte de los problemas de validez ecológica para

extrapolar al comportamiento humano los resultados de estudios bioquímicos y

neurológicos con animales.

3) Se discute la relevancia de las terapias biológicas que sólo actúan en un ámbito

estrictamente sintomático y que pueden provocar molestias de manera secundaria.

Modelo psicodinámico

A este modelo le corresponde históricamente haber sido el primero en reconocer la

importancia de los factores psíquicos en la conducta, tanto normal como anormal, y

en plantear una continuidad entre la normalidad y la patología.

Según este modelo, hay fuerzas internas e inconscientes que determinan la

conducta; concretamente, conflictos psicológicos internos originan y mantienen el

trastorno psicopatológico.

La consciencia sólo es el dato inmediato y primero del estudio de la mente y de la

patología, y está fuertemente mediatizada por problemas y conflictos más


significativos y complejos. Las personas no son conscientes ni de sus motivaciones,

ni de sus conflictos y frustraciones más relevantes.

Las principales aportaciones del modelo psicodinámico son:

1) El reconocimiento de las emociones en la vida psíquica, en general, y en la

génesis de los trastornos psicopatológicos, en particular.

2) La visión dimensional de los conceptos de normalidad y anormalidad.

3) La introducción de la biografía de la persona como variable importante.

4) Sus aportaciones a la historia intelectual de la civilización occidental.

Por lo que respecta a las críticas, se ha cuestionado su carácter científico porque es

difícil la contrastación de los postulados y porque su metodología se basa

principalmente en el estudio de casos.

Modelo humanista

El modelo humanista plantea que cada persona tiene de forma innata un potencial

de crecimiento y actualización que constituye el motor de su conducta. Cuando

estas capacidades hacia la autorrealización y la autenticidad se ven bloqueadas o

distorsionadas tanto si es por el excesivo uso de los mecanismos de defensa, como

por un estrés, etc., entonces se produce la patología.

Desde esta perspectiva se rechazan las clasificaciones e, implícitamente, no se

considera que el método científico sea el método natural de acercamiento a la

conducta anormal.

Modelo conductual
El principio básico del enfoque conductual es que la conducta desequilibrada ha

sido aprendida; en concreto, consistiría en hábitos desadaptativos condicionados

(clásica o instrumentalmente) a ciertos estímulos. Por tanto, el interés fundamental

se centra en la conducta observable y medible, y no en procesos inconscientes o

biológicos.

Del mismo modo que el modelo psicodinámico, considera que existe continuidad

entre la conducta normal y la anormal, dado que ambas se aprenden según las

mismas leyes de aprendizaje y se configuran por nuestra experiencia anterior.

Las principales aportaciones a la Psicopatología del modelo son las siguientes:

1) La actitud de autocrítica en la medida en que el modelo exige constantemente la

evaluación de sus postulados.

2) La gran cantidad de técnicas de intervención que se ha generado desde este

modelo.

3) La relevancia dada a los factores ambientales.

4) La posibilidad de establecer un puente entre la Psicopatología y la Psicología

experimental.

Modelo cognitivo

Se considera que los determinantes principales del comportamiento –normal o

anormal– son procesos cognitivos. La conducta desadaptada se puede estudiar y

entender en términos de cómo percibimos y pensamos las personas con respecto al

mundo, a otras personas y a nosotros mismos.


El procesamiento de la información toma un lugar relevante en el proceso

psicopatológico. Los desequilibrios en los procesos psicológicos son la causa, y no

el efecto, de la Psicopatología. Cada individuo desarrolla un estilo cognitivo

idiosincrático que determina la manera de percibirse a uno mismo y el mundo físico

y social que lo rodea. Cuando estas percepciones son distorsionadas e irreales,

probablemente la conducta será desadaptada.

Las aportaciones de estos modelos en Psicopatología se concretan en:

1) La ruptura de concepciones del sujeto como ser pasivo que sufre enfermedades,

que está sometido a estímulos y demandas ambientales, o que se encuentra bajo la

acción de procesos y conflictos subyacentes que no domina.

Desde este modelo, la persona selecciona, elabora, procesa y recupera información

de su mundo interno y externo.

2) La aportación de nuevas técnicas de intervención.

En cuanto a las críticas:

1) Hay que estructurar mejor los fundamentos teóricos, puesto que no quedan claras

las relaciones entre factores cognitivos y conductas, ni por qué el procesamiento

puede convertirse en anómalo.

2) No hay un planteamiento teórico unitario, sino más bien fragmentación del

modelo en diferentes perspectivas teóricas sobre determinados trastornos

(básicamente depresión, ansiedad y esquizofrenia).


• La diversidad de modelos existentes en Psicopatología viene motivada por la

complejidad de su objeto de estudio.

• Cada modelo ha adoptado un punto de vista unilateral y, por tanto,

epistemológicamente limitado.

• El estudio de la conducta anormal requiere un enfoque multifactorial y

multidisciplinario, ya que todos los trastornos psicopatológicos se desarrollan a

partir de la interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales.

• Hasta ahora no ha sido posible la formulación de un modelo integrador.

1.2 TERAPIA COGNITIVA – CONDUCTUAL

La Terapia Cognitivo Conductual (TCC) puede definirse como la aplicación

clínica de la ciencia de psicología que se fundamenta en principios y

procedimientos validados empíricamente. Las diferencias actuales entre los

distintos acercamientos considerados cognitivo conductuales son incluso

epistemológicos al acoger concepciones sustancialmente diferentes de la realidad y

la psicopatología. Desde un punto de vista fenomenológico podemos señalar cuatro

rasgos obvios de la TCC:

 La TCC es un ámbito de intervención en salud que trabaja con respuestas físicas,

emocionales, cognitivas y conductuales desadaptadas, de carácter aprendido. El

individuo tiene responsabilidad en los procesos que le afectan y puede ejercer

control sobre ellos. 

 La TCC se caracteriza por ser una terapia de tiempo limitado en comparación con

otras psicoterapias a largo plazo.


 La TCC tiene una naturaleza educativa que puede ser más o menos explícita.

 La TCC posee en esencia un carácter auto-evaluador a lo largo de todo el proceso

(énfasis en la validación empírica).

La TCC es considerada la orientación psicoterapéutica más eficaz, influyente y

extendida.

Raíces históricas de la Terapia de Conducta

Plinio el Viejo (Roma) trataba de curar a los alcohólicos poniendo unas arañas

muertas en los vasos de donde bebían (condicionamiento aversivo). La TCC

aparece en la década de los 50 del siglo pasado. A principios del siglo XX las

personas se clasificaban en cuatro categorías: gente normal, gente insana o loca,

criminales y gente enferma.

Bases teóricas y metodológicas de la terapia de conducta

Los fundamentos teóricos conductuales que sirvieron de base para el desarrollo de

la TCC fueron: la reflexología  y la leyes del condicionamiento clásico, el

conexionismo de thorndike, el conductismo de Watson , Hull, Guthrie, Mowner y

Tolman, y la contribución de Skinner y el análisis experimental de la conducta.

La reflexología rusa y las leyes del condicionamiento clásico

Sechenov fue precursor de las posturas conductistas posteriores al combinar

neurofisiología y psicología en los reflejos. Sus discípulos fueron Pavlov y

Bechterev. Pavlov estaba interesado en estudiar la actividad cerebral a través de los

reflejos.
Se considera un estímulo neutro aquel que no produce ninguna respuesta sobre el

organismo que se está investigando (para asegurarse de ello se presenta

repetidamente hasta que es ignorado). Si el estímulo neutro se presenta junto a un

EI, se convierte en un EC. Pavlov utilizó el términos condicional (no el término

condicionado) para referirse a los productos del condicionamiento (EC, RC),

siendo el término condicionado errores en las traducciones.

Una estudiante de Pavlov, Eroféeva, aplicó un shock eléctrico suave a la piel de un

perro antes de darle la comida, y éste no producía conductas defensivas y habían

sido sustituidas por respuestas condicionadas de salivación

(contracondicionamiento). Se demostró así que los métodos de condicionamiento

podrían neutralizar los efectos de una estimulación aversiva emparejándolos con

una respuesta apetitiva. Su discipula Shenger-Krestovnikova estudió la inducción

de neurosis experimentales mediante discriminación perceptiva con dos estímulos,

circular (condicionado) y una elipse (inhibitorio). Al convertir el círculo en elipse

el animal no era capaz de discriminarlo incluso cuando era el estímulo original,

mostrando signos de excitación (producción de respuestas neuróticas que se podían

eliminar por contracondicionamiento). Surgió el primer paradigma experimental

para el estudio de las respuestas de ansiedad. La relevancia que dio Wolpe al

condicionamiento pavloviano, con principios de Hull, dio lugar al primer

tratamiento de la TC: la desensibilización sistemática. Pavlov se interesó por la

personalidad ansiosa, teoría que es incorporada por Eysenck (uno de los fundadores

de la TC) en el modelo de umbrales en neuroticismo (los factores genéticos

predisponen las reacciones al entorno estimular).

Kazdin considera las principales aportaciones de Pavlov: 1) la investigación

objetiva de los reflejos condicionados, 2) defensa del objetivismo de la


investigación, 3) demostración de la importancia del aprendizaje en la explicación

de la conducta, y 4) proporcionar un modelo metodológico de la investigación de la

conducta humana. Las principales limitaciones de su teoría son: 1) ignorar otras

respuestas autonómicas a excepción de la salivación y el miedo, 2) no poder

explicar empíricamente el escape activo o pasivo, la conducta de evitación o los

resultados del castigo, y 3) los aspectos técnicos del condicionamiento clásico

resultan más complejos que la teoría del aprendizaje competidora (teoría del

refuerzo de Thorndike). Watson defendió enérgicamente el condicionamiento

clásico, convirtiéndose en el foco de atención de los conductistas. 

Vladimir M. Bechterev fue el que tuvo mayor repercusión de los autores de la

época, al dar a la reflexología una interpretación más psicológica y funcional

considerando respuestas motoras y estímulos aversivos (en lugar de respuestas

glandulares como Pavlov). Para Bechterev los reflejos (asociativos) constituían la

unidad fundamental en el análisis de la conducta, acuñando el término reflexología

(sustituta de la psicología y cuyo objeto eran las correlaciones humano-ambiente)

para diferenciarla del estudio fisiológico de los reflejos. Betcherev extendió los

principios de la reflexología a la psicopatología.

Las investigaciones de la reflexología no tenían un interés terapéutico, pero se

consideran precursoras de la terapia de conducta.

El conexionismo de Thorndike

Thorndike (1847-1949) ha sido el conductista no-pavloviano americano más

influyente en las tres primeras décadas del siglo XX (criticado por Watson por

alusiones a estados subjetivos del organismo). Skinner fue discípulo de Thorndike. 

Thorndike utilizó métodos objetivos y rechazó el estudio de los procesos mentales


y la conciencia, centrándose en la adquisición de respuestas inexistentes en el

repertorio del organismo (sin interés en reflejos neuronales).  Thorndike y Pavlov

tenían diferentes conceptos del reflejo S-R (estímulo-respuesta), aunque ambos

explicaban bien la respuesta aproximativa (ninguno explicaba bien los efectos del

castigo o el aprendizaje de evitación). La ley del cambio asociativo es muy cercana

al modelo de condicionamiento clásico.  La ley del efecto establecía que las

respuestas seguidas de satisfacción quedaban asociadas a la situación (conducta

asociada a consecuencias, noción darwinista), aumentando la probabilidad de

ocurrencia (o a la inversa si era seguida de disconfort). Posteriormente matizó la

ley del efecto al comprobar que el castigo no debilitaba la conducta, y se retractó de

la ley de la práctica, considerando que la repetición es un simple facilitador, pero

no esencial.

Thorndike es considerado el precursor de la psicología educativa moderna (teoría

del aprendizaje activo = que lo niños aprendan por si mismos).

El conductismo de Watson

John B. Watson (1878-1958) comenzó la revolución conductista en contra del

estructuralismo y el funcionalismo, obviando incluso el estudio de las respuestas

fisiológicas. El conductismo (término acuñado por él) debía ser objetivo y tener lo

siguientes principios: 1) El objeto de la psicología es la conducta manifiesta E-R

(rechazo de la conciencia= alma), 2) metodología de la experimentación animal

como método objetivo en psicología (reflejo condicionado como sustituto de la

introspección), 3) el conductismo supone una ruptura con las corrientes anteriores

que no describen la conducta en términos observables, y 4) conducta explicada en

términos E-R del sistema nervioso (conducta verbal como reflejos espinales).
La obra La psicología objetiva de Betcherev tuvo un gran impacto en Watson,

aunque el control y la sistematicidad de Pavlov influyeron mucho en él. El trabajo

Psychology as the behaviorist views it (1913) es considerado el acta fundacional

del conductismo.

Watson propuso siete estrategias para el pequeño Albert (ver experimento);

deshabituación, halago verbal, adaptación negativa, castigo social, distracción,

condicionamiento directo e imitación social. Mary Cover Jones encontró que las

más efectivas eran asociar el miedo con un estímulo que evocara una respuesta

agradable (Wolpe lo denominó contracondicionamiento por inhibición recíproca) y

la imitación social (modelado) situando al niño con otros niños que se acercaban

sin miedo al objeto temido.

La investigación de Watson no se considera esencial para la TC, siendo su mayor

contribución la comunicativa.

El neoconductismo

Edwin R. Guthrie es considerado el neoconductista más ortodoxo al llevar al

extremo el principio de contigüidad de estímulos (emparejamiento). En The

psychology of learning exponía técnica para romper hábitos o desaprender

conductas mediante la presentación progresiva de estímulos (desensibilización

sistemática), o usando el emparejamiento con estímulos que provocan una

respuesta incompatible (inhibición recíproca de Wolpe). También presentó

estímulos hasta que dejase de provocar respuesta.

Clark L. Hull (1884-1952) planteó la construcción de una teoría formal de la

conducta creyendo haber identificado la ley fundamental del aprendizaje como


principio básico de todas las ciencias. Hull introdujo las variables intervinientes

entre el E y el R. Las principales variables intervinientes fueron la fuerza del hábito

y el impulso (estado de activación), cuya reducción da lugar al reforzamiento. El

hábito se establece por la relación entre una respuesta y la reducción del impulso,

que opera como reforzamiento. Su teoría unifactoral del aprendizaje defendía que

el refuerzo (reducción del impulso) y no la contiguidad era el factor fundamental

del aprendizaje. Su relevancia en la TC tiene que ver con su teoría hipotético-

deductiva y por integrar la ley el efecto de Thorndike en el paradigma de

condicionamiento de Pavlov.

Tolman tuvo una gran influencia en la psicología de la Gestalt y defendió que los

que se producía en el aprendizaje eran una asociación E-E y no E-R. Los

organismos no aprenden conductas concretas, sino significados (expectativas)

sobre los estímulos que se relacionan con una meta. Realizó un acercamiento más

holístico hacia la conducta. Introdujo también el concepto de variable interviniente

(cognitivo) como nexo entre el E y la R que ayuda a determinar la conducta.

El neoconductista más influyente es O. Hobart Mowrer al formular la teoría de los

dos factores o teoría bifactorial del reforzamiento, que mantiene la existencia de

dos tipos de aprendizaje: el aprendizaje de señales por contigüidad (cond. Clásico o

CC), y el aprendizaje de soluciones por reforzamiento (emisión de respuestas

voluntarias que reducen los impulsos). Mowrer asignó al miedo (impulso

secundario adquirido por CC) un papel mediador en la conducta de evitación. La

importancia de la teoría bifactorial para la TC es poder explicar las conductas de

evitación que se producen en diversos trastornos, así como el tratamiento de la

enuresis con demostrada eficacia.


Otras aportaciones a la TC fueron la aplicación de la práctica negativa (Wakehan,

Dunlap) para la eliminación de conductas indeseables (tics o tartamudez)., los

trabajos de Max sobre desviaciones sexuales, o la terapia del reflejo condicionado

de Salter. El condicionamiento clásico alcanzó su hegemonía en torno a 1940, antes

de constituirse formalmente la Terapia de Conducta. 

Skinner y el condicionamiento operante

Skinner (psicólogo más influyente del siglo XX) introdujo por primera vez el

término Terapia de Conducta en la literatura psicológica. La clasificación que hizo

Skinner del aprendizaje estaba basada en los paradigmas de Pavlov y Thorndike,

señalando que había ciertas áreas donde los dos condicionamientos no se

distinguían. La diferenciación entre cond. Clásico y operante dirigió la atención

hacia la conducta operante.  Desarrolló una metodología, el análisis experimental

de la conducta, centrado en las relaciones entre comportamiento y estímulos

ambientales (sin referirse a constructos inferidos, sólo a relaciones funcionales).

Esto dio lugar a un ambientalismo radical culminando en el libro Science and

human behavior que marcaría el inicio del desarrollo de la Terapia de Conducta en

EEUU (cond. operante para solucionar trastornos). El análisis experimental de la

conducta dio origen a la orientación denominada análisis conductual aplicado.

Evolución de la terapia de conducta

Racham resumió la evolución conceptual de la TC en tres estadios, y O’Donohue

en tres generaciones. La primera generación de terapeutas está relacionada con las

teorías del aprendizaje, el análisis conductual aplicado y el neoconductismo

mediacional, en definitiva la extrapolación de los principios de aprendizaje a al

clínica. La conducta normal y anormal se considera generada y mantenida por los


mismos principios de aprendizaje. Las técnica de exposición, desensibilización

sistemática, técnicas operantes, y biofeedback fueron desarrolladas en este periodo.

La segunda generación está marcada por la heterogeneidad y recoge a quienes

tratan de superar deficiencias y limitaciones de las teorías de aprendizaje,

aportando elementos de la psicología experimental, cognitiva y social. Con la

segunda generación de terapeutas se produce el distanciamiento de los clínicos de

la investigación básica sobre aprendizaje (más clínico y menos investigadores).  El

desarrollo de procedimientos de intervención efectivos pasa a ser prioritario

(brecha entre ciencia y hacer clínico, ausencia de progreso en teorías de

aprendizaje).  Se aportó la teoría del aprendizaje social y las de enfoque cognitivo.

La tercera generación de terapeutas (hasta la actualidad) buscan nuevas alternativas

terapéuticas: concepto de multiplicidad de estímulos y contingencias, y de

contingencias competidoras pasa a ser central. Se intenta fomentar la relación entre

la investigación básica y la aplicación clínica. Algunas terapias de este periodo son

las terapias contextuales, psicoterapia analítica funcional, terapia de aceptación y

compromiso, y mindfulness (conciencia plena). A esta tercera generación

pertenecen los nuevos desarrollos del enfoque cognitivo con carácter

constructivista que se apartan de las bases racionalistas de los modelos cognitivos

anteriores. La mayor parte de la práctica clínica está guiada por el empirismo

(criterios de eficacia y efectividad).

Primera generación: el surgimiento de la Terapia de Conducta

El surgimiento en Sudáfrica
Joseph Wolpe (formación psicodinámica, pero experimentó con animales) es el

principal exponente de la Terapia de Conducta en este entorno. La base de sus

investigaciones se centra en el trabajo sobre neurosis experimentales de Masserman

y la obra de Hull. Wolpe propuso el principio teórico de la inhibición recíproca

como base de la intervención para la neurosis: la desensibilización sistemática. 

Aunque fue propuesto anteriormente, Wolpe lo sistematiza para humanos usando la

relajación, las respuestas asertivas y sexuales como respuestas incompatibles con la

ansiedad.  La técnica desensibilización sistemática fue recogida en detalle en su

obra Psicoterapia por inhibición recíproca donde aportaba datos de su eficacia. La

DS incluía la aproximación gradual a los estímulos evocadores de la ansiedad, así

como la presentación del material ansiógeno en la imaginación o con el uso de

hipnosis, y se basaba en procesos de aprendizaje que eran explicados de manera

precisa, detallada y científica.  La construcción de la DS representa el comienzo

real de la moderna TC. Rachman (UK) y Lazarus (EEUU) colaboraron en la

difusión de la DS.

El surgimiento en Inglaterra

En los años 50 en el Reino Unido un grupo de personas (Yates, Shapiro) en torno a

H.J. Eysenck llevaban a cabo aplicaciones prácticas de los principios de la TC.

Usaron técnicas como la exposición, aproximaciones sucesivas o la práctica

negativa. Este grupo de investigadores fue prolífico y representó la aproximación

neoconductista medicacional con énfasis en la metodología de investigación

rigurosa.  Llevaron a cabo un análisis comparativo entre psicoterapia freudiana y

terapia de conducta en el artículo The effects of psychoterapy: an evaluation y en

Learning theory and behaviour therapy. Los trabajos de Eysenck en el desarrollo de

modelos empíricos de personalidad constituyen un esfuerzo por integrar los


principios de aprendizaje (Pavlov), la actividad biológica y la identificación de

características personales estables.

El grupo de Maudsley destaca por su rigor metodológico y su concepción del

psicólogo como un investigador. Eysenck se centró más en investigaciones teóricas

con grandes grupos de sujetos, mientas que Shapiro (rechazó los test estándar) se

centro en aspectos clínicos de casos individuales (defensa del caso único). 

La mayor parte de la aportación británica se ajusta más a la flexibilidad del

neoconductismo mediacional y el conductismo metodológico, que al radical.

Integraron estímulos, respuestas y constructos como la ansiedad, el miedo o la

personalidad en las explicaciones.

El surgimiento en los Estados Unidos de Norteamérica

La aparición de la TC resultó más difusa y gradual que en los casos anteriores. El

libro Science and human behavior de Skinner como inicio de la TC. Skinner

descarta apelar a constructos emocionales mediadores. Distinguió dos tipos de

respuestas: respondientes (que se provocan) y operantes (que se emiten), y dos

tipos de condicionamiento: el tipo E (o E-R pavloviano) y el tipo R (o R-E) en el

que el reforzamiento correlaciona con una respuesta de tipo operante (mayor

relevancia a lo que ocurre tras la respuesta). El análisis experimental de la conducta

se basa en estudios de caso único. Priorizó la inducción frente a la deducción como

estrategia de teorización en psicología (consideró que las teorías imponían moldes

a la realidad). No negó la existencia de variables cognitivas, pero no se interesó por

ellos por la falta de métodos de estudio apropiados. Desecho el papel mediador de

las variables cognitivas y fisiológicas sobre la conducta.


Skinner dio lugar al área más relevante de la TC: el análisis conductual aplicado

(ingeniería de la conducta). El análisis conductual aplicado ha proporcionado a la

praxis de la TC tres contribuciones fundamentales: 1) Técnicas y programas

basados en el control de contingencias, 2) El análisis funcional. Aunque se sitúa el

origen de la evaluación y análisis conductual en la obra de Kanfer y Sslow

(Behaviour analysis), su procedencia se sitúa en Skinner, y 3) Interés sobre los

datos objetivos como elemento de estudio (inducción frente a deducción),

interesándose por las conductas frente a las etiquetas diagnósticas.

Consideraciones sobre la primera generación de terapeutas de conducta

La primera generación presenta rasgos comunes: 1) Extensa base de conocimientos

sobre investigación de aprendizaje que exhiben todos los clínicos, 2) aplicación

clínica de los resultados más actuales, y 3) visión de la aplicación clínica como

formando parte de un programa de investigación y terapia más general. 

El estudio de Paul (1966) sobre la efectividad de la DS puede considerarse como la

primera investigación de la historia en la que se demostró la efectividad de un

procedimiento por encima del placebo y el no tratamiento.

La incapacidad para encontrar explicación y alternativas terapéuticas adecuadas en

otros trastornos hicieron surgir un malestar que derivó en la búsqueda de otras

fuentes explicativas. Con el éxito de la TC nace un nuevo tipo de profesional, más

clínico y menos investigador, con menor formación básica.

Segunda generación: el papel de los aspectos cognitivos en Terapia de Conducta

En torno a 1970 se inicia una fase de apertura hacia los aspectos cognitivos y

sociales. Lazarus fue de los primeros en argumentar que los principios de


aprendizaje eran insuficientes y se debían interesar por otras áreas de la psicología

(emociones, memoria, etc..). El distanciamiento de la investigación básica en esta

época constituye todavía hoy uno de los escollos más relevantes para el avance

teórico-conceptual de la TCC. Los desarrollos teóricos más representativos en esta

fase son las teorías del aprendizaje social de A.Bandura y el enfoque cognitivo en

TC. 

El aprendizaje social de Bandura

La aportación de Bandura estriba en plantear la posibilidad de aprendizaje a través

de la observación (imitación) como forma de superar las limitaciones establecidas

por la forma experiencial de la adquisición de comportamientos. Su teoría

cognitiva social refleja la contribución de los procesos cognitivos de pensamiento a

la emoción y la conducta humana.

En el condicionamiento vicario (observacional) los eventos estimulares se

transforman en representaciones simbólicas que, ante determinadas señales

ambientales, se reproducen conductualmente. El aprendizaje se conceptualiza a

través de la metáfora del procesamiento de la información, siendo el modelo el

input y la ejecución conductual el output, interponiéndose entre ambas una serie de

procesos internos como atención, retención, producción y motivación. Bandura

diferencia entre aprendizaje y ejecución, haciendo depender la ejecución de la

conducta aprendida (que permanece latente) del reforzamiento. El aprendizaje

vicario es un condicionamiento superior, no es resultado de la experiencia directa, y

la mayor parte de la conducta humana se adquiere de este modo. La imitación ya

fue recogida por Skinner como un caso de discriminación operante sin recurrir a

procesos cognitivos.
Bandura formula el principio de determinismo recíproco, es decir, la existencia de

influencia recíproca entre el comportamiento y el medio, mediada por los procesos

cognitivos del individuo. Esta influencia se realiza de forma sincrónica entre todos

los elementos.

Otra contribución de Bandura fue el término auto-eficacia (proceso central del

cambio terapéutico) y su relación con el tratamiento. La auto-eficacia se define

como las expectativas de eficacia (juicios de cada individuo sobre su capacidad

para realizar la conducta requerida para producir un resultado). Es diferente al

concepto expectativas de resultado, que es la convicción del sujeto acerca de que

una conducta determinada conducirá a ciertos resultados. La percepción de

autoeficacia determina el esfuerzo realizado y la persistencia, y a su vez, está

basada en cuatro fuentes: los logros de ejecución, la experiencia vicaria, la

persuasión verbal, y el estado fisiológico o actividad emocional.

La principal crítica de este constructo son de tipo tautológico (conducta-

expectativas-conducta) y la diferenciación entre expectativas de auto-eficacia y de

resultado. Bandura rebajó las pretensiones originarias como mecanismo decisivo en

el cambio.

Bandura fue el impulsor de los aspectos cognitivos y de la noción de autocontrol.

Las aportaciones terapéuticas de Bandura son todas aquellas basadas en el

aprendizaje vicario (técnicas de modelado) y técnicas de autocontrol

(entrenamiento asertivo, entrenamiento en habilidades sociales y terapia de grupo

conductual).

El surgimiento de las terapias cognitivas


La imaginación de las situaciones temidas en la DS supone un primer paso en la

introducción de los aspectos cognitivos en la primera generación. Posteriormente,

el conductismo mediacional (E-O-R) introdujo variables internas moduladoras de

la respuesta al estímulo. Estos planteamientos consideran los aspectos cognitivos

como conductas encubiertas. A comienzos de los 70 se le empieza a dar mayor

relevancia a los elementos cognitivos, siendo los siguientes elementos los

antecedentes de este cambio:

1. Insatisfacción con la referencia al aprendizaje y a la conducta observable como

elementos básicos y únicos de consideración clínica. Los mecanismos que se

habían supuestos como responsables de a eficacia de algunas técnicas son puestos

en entredicho. Enfoque de la primera generación considerado reduccionista.

2. La insatisfacción con los resultados de las técnicas más conductuales de la primera

generación (control de contingencia, exposición y DS) al aplicarse a problemas de

afecto negativo (depresión).

3. Asume el conductismo covariante de Homme (1965) que señala que un estímulo

puede provocar dos respuestas distintas (abierta y encubierta), que covarían entre

ellas.

4. Psicología cognitiva como una metodología científica rigurosa. Modelo del

procesamiento de la información.

El rasgo común a todos los modelos cognitivos es la consideración de la cognición

como elemento determinante de la conducta. Los psicólogos cognitivos consideran

que el aprendizaje es mucho más complejo que la formación de asociaciones E-R.

El que aprende, entre otras cosas, encaja la nueva información en un marco

organizado de conocimiento acumulado (esquema).


Las terapias cognitivas son diversas, tienen orígenes dispares y carecen de un

marco teórico unificador que les otorgue cohesión como modelo teórico general.

Una de las clasificaciones más conocidas de la terapias cognitivas es la Mahoney y

Arnkoff (1978):

1. Técnicas de reestructuración cognitiva: están centradas en la identificación y

cambio de las cogniciones (creencias irracionales, pensamientos distorsionados o

autoverbalizaciones negativas). Enseñan al paciente a pensar de la manera correcta,

atacando los errores o distorsiones en el procesamiento de la información. Se

incluyen: la Terapia Racional Emotiva de Ellis, la Terapia Cognitiva de Beck, la

Reestructuración Racional Sistemática de Goldfried y el Entrenamiento en Auto-

instrucciones de Meichenbaum.  Beck (terapia cognitiva para la depresión) y Ellis

son los terapeutas más emblemáticos de la orientación cognitiva.

2. Técnicas para el manejo de situaciones: persiguen enseñar habilidades para que un

individuo pueda afrontar adecuadamente diversas situaciones problemáticas como

las caracterizadas por el estrés o el dolor.   Como ejemplo: Entrenamiento en

inoculación de estrés de Meichenbaum y técnicas de Manejo de Ansiedad de Suinn.

La aportación de Meichenbaum está basada en el uso del lenguaje como instigador

de conductas a traves del Entrenamiento en Auto-instrucciones.

3. Técnicas de solución de problemas: dirigida a corregir el modo en que la persona

aborda los problemas, facilitándole un método sistemático para resolver este tipo

de situaciones. Se incluyen la Terapia de Solución de problemas sociales de

D’Zurrilla, la Terapia de Solución de Problemas Interpersonales de Spivack y la

Ciencia Personal de Mahoney.

Consideraciones sobre la segunda generación de terapeutas de conducta


A principios de los años 80 se podían identificar cuatro enfoques de intervención

surgidos en la generación anterior y esta: análisis conductual aplicado, el

conductismo mediacional, la teoría del aprendizaje social y las terapias cognitivas.

En esta época aumentó el interés en la eficacia y efectividad de los procedimientos

utilizados. Se produjo una expansión a nuevas áreas como la Medicina conductual,

el área laboral o la comunitaria.

Cabe mencionar a dos de los más importantes autores como son :

Aaron Beck nació en Providence, Rhode Island, el 18 de julio de 1921, siendo el

más pequeño de sus tres hermanos. Los padres de Beck eran inmigrantes judíos. El

nacimiento de Beck se vio precedido del fallecimiento de su hermana, como

consecuencia de una epidemia de gripe, situación que sumió a la madre de Beck en

una profunda depresión. Durante su niñez, Beck sufre una enfermedad grave

causada por una infección en un brazo roto. Sin embargo, aprendió como afrontar

cognitivamente sus miedos y problemas, siendo lo que inspiró en años posteriores

su teoría y sus terapias.

Beck fue a la Universidad de Brown, graduándose cum laude en 1942. En esta

Universidad fue elegido miembro de la Sociedad Phi Beta Kappa (la sociedad de

graduados más prestigiosa para graduaciones de más de cuatro años), fue editor

asociado del diario Brown Daily Herald, y recibió el Francis Wayland Scholarship,

el Premio de Excelencia en Oratoria de William Gaston y el Premio de Ensayo de

Philo Sherman Bennett.

Beck ingreso en la Escuela de Medicina de Yale y se graduó en 1946. A principios

de los años 1960 cuando era psiquiatra en la Universidad de Pensilvania, desarrolló

la Terapia Cognitiva. Debido a su instinto científico e investigador, trató de poner a


prueba algunas hipótesis acerca de los conceptos psicoanalíticos implicados en

la depresión, diseñando y llevando a cabo diferentes experimentos. A pesar de que

esperaba validar gran parte de los preceptos fundamentales del psicoanálisis, se

sorprendió al encontrar justo lo contrario.

Estas investigaciones le llevaron a comenzar a buscar otras formas de

conceptualizar y explicar la depresión. Trabajando con pacientes depresivos, se dio

cuenta de que estos pacientes se caracterizaban por experimentar pensamientos

negativos que invadían sus mentes de una forma espontánea. Denominó a estas

cogniciones pensamientos negativos, y descubrió que por su contenido se podían

clasificar en tres categorías: aquellas que hacían referencia a sí mismos, las que

hacían referencia al mundo y finalmente las referidas al futuro. Comenzó a ayudar

a sus pacientes a identificar y evaluar estos pensamientos y encontró que haciendo

esto, los pacientes eran capaces de evaluarlos de forma más realista, lo que

conducía a que se sintieran mejor y se comportaran de un modo más funcional.

Desde entonces, el Dr. Beck y sus colaboradores diseminados por todo el mundo,

han investigado la eficacia de esta forma de la terapia cognitiva para tratar un

amplio abanico de trastornos, incluyendo la depresión, ansiedad, trastornos de

personalidad. Actualmente se sigue investigando con una gran cantidad de

trastornos, como la esquizofrenia o el dolor crónico desde una perspectiva

cognitiva.  A través de una cuidadosa investigación e innovadores métodos

terapéuticos, fue pionero en una terapia que ha sido extensamente probada en más

de 400 ensayos clínicos y ha demostrado ser eficaz para una amplia variedad de

trastornos como la depresión, ansiedad, pánico, abuso de sustancias y trastornos de

la personalidad. Una serie de investigaciones se están realizando actualmente para

evaluar su eficacia como tratamiento primario o coadyuvante para la esquizofrenia,


el trastorno bipolar, la depresión de hospitalización, el dolor crónico, estrés

postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo y problemas de relación, entre otros.

La Terapia Cognitiva, o "TC", así como la Terapia Cognitivo Conductual (TCC) se

han adaptado para varias poblaciones de niños en edad preescolar hasta de personas

mayores, y se utiliza en individuos, parejas, familia, y formatos de grupo.

Según la Asociación Americana de Psicología, es uno de los cinco psicoterapeutas

más influyentes de todos los tiempos. Es el único psiquiatra que ha publicado

artículos tanto en la Asociación Americana de Psiquiatría como la Asociación

Americana de Psicología (Ambas llamadas también "APA", lo cual puede

confundir al usar las siglas). De hecho, ha recibido premios y honores de

asociaciones médicas, psiquiátricas y psicológicas.

Asi mismo Albert Ellis, fue un psicoterapeuta cognitivo estadounidense que a

partir de 1955 desarrolló la terapia racional emotiva conductual (TREC). Fundador

y presidente emérito del Albert Ellis Institute, en la ciudad de Nueva York; llegó a

ser considerado el segundo de los psicoterapeutas más influyentes de la historia

(por delante de Sigmund Freud, que ocupó el tercer puesto; el primero fue Carl

Rogers), según una encuesta distribuida en 1982 entre profesionales de la

psicología de EE. UU y Canadá. El mismo año de la muerte de Ellis, Psychology

Today le calificó como el «más importante psicólogo vivo».

Ellis nació en una familia judía de Pittsburgh, Pensilvania el 27 de

septiembre de 1913 y se crio en Nueva York. Fue el mayor de 3 hermanos, con un

hermano dos años más joven y una hermana cuatro años menor. El padre de Ellis

era un hombre de negocios, actividad en la que tuvo poco éxito, y por la que

convivió poco con sus hijos con los que además era poco cariñoso.
En su autobiografía, Ellis retrató a su madre como una mujer ensimismada

con trastorno bipolar. A veces, de acuerdo con Ellis, era una «cotorra bulliciosa que

nunca escuchaba». Exponía sus opiniones sobre muchos temas firmemente, pero

raramente proveía bases objetivas para estos puntos de vista. Como su padre, la

madre de Ellis era emocionalmente distante con sus hijos. Ellis contaba que ella

dormía cuando él se iba a la escuela, y no solía estar en casa cuando volvía. Sin

embargo, en vez de quejarse de sus amargos sentimientos, tomó la responsabilidad

de cuidar a sus hermanos. Despertaba y vestía a sus hermanos pequeños, para lo

cual compró un reloj con su propio dinero. Cuando sobrevino la Gran Depresión,

los tres hermanos tuvieron que empezar a trabajar para ayudar a la familia.

Ellis fue un niño enfermizo y sufrió numerosos problemas de salud en su juventud.

A la edad de cinco años fue hospitalizado por una enfermedad renal. También fue

hospitalizado con amigdalitis, que derivó a una grave infección

estreptocócica requiriendo cirugía de emergencia. Ellis declaró que tuvo ocho

hospitalizaciones entre los cinco y los siete años, una de éstas duró cerca de un año.

Sus padres le proporcionaron escaso apoyo emocional durante este periodo,

raramente le visitaron y consolaron. Ellis afirmaba que aprendió a enfrentar sus

adversidades de tal forma que había «desarrollado una indiferencia creciente hacia

esta negligencia». La enfermedad continuó siguiéndole a lo largo de su vida, a la

edad de 40 años desarrolló diabetes. Ellis tenía un temor exagerado a hablar en

público y durante su adolescencia fue extremadamente tímido con las mujeres. A

los 19 años se obligó a hablar con 100 mujeres en el jardín botánico del

Bronx durante el periodo de un mes. A pesar de no haber conseguido ninguna cita,

informó que se había desensibilizado a sí mismo de su miedo al rechazo de las

mujeres.
Educación y principios de su carrera: Ellis entró en el campo de la psicología

clínica después de obtener una licenciatura en negocios por la Universidad de la

Ciudad de Nueva York. Empezó una breve carrera como economista, seguido de

otra como escritor. Estos intentos tuvieron lugar durante la Gran Depresión, que

comenzó en 1929, y Ellis notó los negocios le iban mal y no tenía éxito publicando

ficción. Al percatarse de que se le daba bien escribir ensayos, investigó y escribió

sobre sexualidad convencido de emprender una nueva carrera en psicología clínica.

En 1942, Ellis empezó sus estudios para un doctorado en psicología clínica en el

Colegio de Maestros de la Universidad de Columbia, que formaba a los psicólogos

fundamentalmente en psicoanálisis. Completó la maestría en psicología clínica en

junio de 1943, y empezó prácticas privadas a tiempo parcial, mientras seguía

trabajando en su tesis, quizás porque entonces en Nueva York los psicólogos no

necesitaban licencia. Ellis empezó a publicar artículos antes de doctorarse.

En 1946 escribió una crítica sobre muchos test de personalidad de lápiz y papel,

ampliamente utilizados. Llegó a la conclusión de que sólo el Inventario Multifásico

de Personalidad de Minnesotta cumplía todos las normas como instrumento válido

para una investigación.

En 1947 fue galardonado con un doctorado en Psicología Clínica en Columbia, en

ese momento Ellis llegó a creer que el psicoanálisis era la forma más profunda y

eficaz de terapia. Como la mayoría de los psicólogos de la época, estaba interesado

en las teorías de Sigmund Freud. Buscó formación adicional en psicoanálisis, y

luego comenzó a practicarlo. Ellis comenzó un análisis personal y un programa de

supervisión con Richard Hülsenbeck (cuyo analista a su vez había sido Hermann

Rorschach, uno de los principales analistas formados en el Instituto de Karen

Horney, y el promotor de los test de Rorschach). En ese tiempo dio clases en la


Universidad de Nueva York y en la Universidad de Rutgers. Ellis completó su

análisis y empezó a practicar psicoanálisis clásico bajo la dirección de su maestro.

Pero la fe de Ellis en el psicoanálisis rápidamente se fue abajo por la poca mejoría

en sus pacientes, por lo que decidió usar una aproximación neofreudiana, con lo

que consiguió mejores resultados, pero no los suficientes que a él le hubiesen

gustado. Debido a esto, empezó a adoptar un papel más activo, combinando

consejos e interpretaciones directas. Sus pacientes parecían mejorar más

rápidamente que cuando utilizaba procedimientos psicoanalíticos pasivos.

Desarrollo de la terapia racional emotiva conductual:

Las mayores influencias de Ellis fueron los psicólogos: Karen Horney, Alfred

Adler, Erich Fromm y Harry Stack Sullivan. Ellis reconoció a Alfred Korzybski, y

su libro «Ciencia y Cordura», así como a sus estudios sobre semántica general,

como el comienzo de su camino para la creación de la terapia racional. Además,

también se basó en gran medida en la filosofía moderna y antigua, y sus propias

experiencias para teorizar sobre psicoterapia.

En enero de 1953 rompió por completo con el psicoanálisis, y empezó a referirse a

sí mismo como terapeuta racional. Ellis desarrolló un nuevo tipo de psicoterapia

más activa, directiva y dinámica, en la que se requería que el terapeuta ayudase al

cliente a comprender, y actuar sobre la base de esa comprensión, que su filosofía

personal contenía creencias que contribuían a sus dolores emocionales. Su nueva

aproximación enfatizaba el trabajo de cambiar activamente creencias y

comportamientos contraproducentes, autoderrotistas y rígidos del cliente,

demostrando su irracionalidad por falta de evidencias. Ellis creía que a través

del análisis racional, la gente entendería sus creencias irracionales, y las cambiaría


por una posición más racional. A esto se le conoce como reestructuración

cognitiva. En 1954 Ellis empezó a enseñar su nueva técnica a otros terapeutas, y

en 1957 expuso formalmente la primera terapia cognitiva, proponiendo que los

terapeutas ayudasen a la gente ajustando su pensamiento y comportamiento, como

tratamiento para problemas de pensamiento y comportamiento. Dos años más tarde

Ellis publicó el libro «Cómo vivir con un neurótico» en el que se refería a su nuevo

método. En 1960 Ellis hizo una presentación de su nueva teoría en la Asociación

Americana de Psicología (APA), en una convención en Chicago, pero fue recibido

con poco interés, debido a que en esa época la atención de la psicología

experimental estaba enfocada en el conductismo, mientras en psicología clínica se

enfocaba en las escuelas de psicoanálisis de los notables Sigmund Freud, Carl

Jung, Alfred Adler y Fritz Perls. A pesar del hecho de que el enfoque de Ellis se

dirigía al estudio del conocimiento, la emotividad, la conducta, y los métodos de

análisis desde el diálogo consciente con el psicoterapeuta; su fuerte énfasis en la

cognición resultó llamativo y, a menudo, fue recibido con hostilidad en

conferencias profesionales y revistas, quizá exceptuando a los seguidores de Adler.

A pesar de la lenta adopción de su enfoque, Ellis fundó su propio instituto,

el Instituto para la Vida Racional, fundado como una organización sin ánimo de

lucro en 1959. En 1968 fue aprobado por el Consejo Rector de Gobernadores

del Estado de Nueva York como un instituto de aprendizaje y psicología clínica. Él

regularmente ofrecía seminarios en los que invitaba a un participante al escenario

para tratarlo. Su método adquirió fama por tomar a menudo un estilo directivo y

confrontacional. Asi mismo comenzó a estudiar en 1979 y durante las próximas dos

décadas Ellis enfoca parte de sus investigaciones a la Integridad Conductual a

través de la psicología experimental aplicada, se enfocó en

la Confiabilidad, Honestidad y Lealtad como conducta psicosocial. El compromiso


organizacional como norma cognitiva evaluando concretamente a través de

imágenes desarrolladas en su Instituto. En su libro Personality Theories

desarrollado con Mike Abrams y Lidia Dengelegi Abrams se establecen las

opiniones de evaluación de la Integridad entendiendo el porqué de cada

personalidad puede tener un cambio en su actitud, la confiabilidad es el factor

común de sus muestras tomadas y de las cuales se obtuvieron grandes avances para

buscar una herramienta para trabajar con la mente humana. Por otro lado muy poco

se sabe que hizo trabajos como sexólogo e investigador de la sexualidad humana y

el amor: esto fue en la década de los 60, Ellis había llegado a ser visto como uno

de los fundadores de la Revolución sexual americana. Sobre todo en su carrera

temprana, fue bien conocido por su trabajo como sexólogo y por sus liberales

y humanistas, y en ocasiones controversiales, opiniones sobre la sexualidad

humana; temas que fueron sus intereses profesionales desde el comienzo de su

carrera. También colaboró con el conocido zoólogo e investigador sobre

sexualidad Alfred Kinsey, juntos trabajaron en una serie de libros y artículos sobre

temas de sexualidad humana y el amor. En 1958 publicó su libro clásico: «Sexo sin

culpa» que llegó a ser ampliamente conocido por sus actitudes sexuales liberales.

Él contribuyó a la revista The Realist de Paul Krassner; entre sus artículos,

en 1964 fue el autor de «Si esto es herejía… ¿Es la pornografía perjudicial para

los niños?» En 1965 Publicó un libro llamado «Homosexualidad: Sus causas y su

cura», en que veía a la homosexualidad como una patología y por tanto en

condición de ser curada. En 1976 el Asociación Estadounidense de

Psiquiatría revirtió su posición sobre la homosexualidad, al declarar que no es un

trastorno mental y por ende no puede ser tratada; el mismo año, Ellis aclaró su

opinión anterior en «Sexo y el hombre liberado», exponiendo que algunos

comportamientos homosexuales están perturbados y pueden ser objeto de


tratamiento; pero, en la mayoría de los casos, no se debe calificar a la

homosexualidad como buena ni mala (exceptuando la perspectiva religiosa). Cerca

del final de su vida, él actualizó y reescribió «Sexo sin culpa», y en el 2001 lo

publicó como «Sexo sin culpa en el Siglo XXI». En este libro expuso y mejoró su

visión humanista de la ética y la moral sexual, dedicó un capítulo a la

homosexualidad donde dio consejos y sugerencias sobre como mejorar las vidas

amorosas y sexuales. Conservando algunas de las ideas sobre sexualidad humanas

de la versión original, la revisión constituyó sus opiniones humanistas e ideales

éticos actuales. Ellis también tuvo énfasis en la religión: En su versión original del

libro «Sexo sin culpa», Ellis expresó que las restricciones religiosas sobre la

sexualidad son a menudo innecesarias y perjudiciales para la salud emocional.

También fue famoso su debate con psicólogos religiosos, incluyendo a Orval

Hobart Mowrer y Allen Bergin, sobre la propuesta de que la religión a menudo

contribuye a la angustia psicológica. Debido de su adhesión directa al humanismo

no teísta, fue reconocido en 1971 como el Humanista del Año por la Asociación

Humanista Americana. En 2003 fue uno de los firmantes del Manifiesto humanista

III. En sus últimos años, Ellis se describió como un ateo probabilístico, que

significa que, si bien reconoció que no podía estar completamente seguro de que no

hay dios, creía que la probabilidad de su existencia era tan pequeña que no valía la

pena prestarle atención y elegía no creer hasta las evidencias apuntaran a lo

contrario. Mientras que el ateísmo y el humanismo personal de Ellis se mantuvo

constante, sus puntos de vista sobre el papel de la religión en la salud mental

cambiaron con el tiempo. En sus primeros comentarios entregados en las

convenciones y en su instituto en la ciudad de Nueva York, declaró de manera

abierta y mordaz que las creencias devotas y las prácticas religiosas eran

perjudiciales para la salud mental. En «El caso contra la religiosidad», un folleto


de 1980 publicado por su instituto, ofreció una definición idiosincrática de la

religiosidad como cualquier creencia devota, dogmática y exigente. Observó que

los códigos religiosos y personas religiosas a menudo manifiestan su religiosidad

de manera demandante, pero agregó que la devoción exigente es evidente entre

muchos psicoterapuetas y psicoanalistas ortodoxos, devotos creyentes políticos y

ateos agresivos. Al final concluyó que la religión no era en sí misma perjudicial,

sino solamente en los casos de extremo fanatismo como cualquier otra idea

irracional. Ellis fue cuidadoso en señalar que la TREC es independiente de su

ateísmo, pues muchos terapeutas de la TREC practican la religión. En sus últimos

días, atenuó significativamente su posición ante la religión. Aunque mantuvo firme

su actitud atea, proponiendo que el ateísmo reflexivo y probabilístico es quizá el

método más saludable en la vida, reconoció y estuvo de acuerdo que la evidencia

sugería que la creencia en un dios de amor podía ser psicológicamente saludable.

Basado en este enfoque de la religión, reformuló su visión profesional en uno de

sus últimos libros «El camino hacia la tolerancia», y como coautor del

libro «Consejería y psicoterapia con personas religiosas: Una aproximación de la

terapia racional emotiva conductal», junto con dos psicólogos religiosos, Stevan

Lars Nielsen y W. Brad Johnson, describieron los principios de la integración de

material religioso con las creencias de la TREC durante el tratamiento de clientes

religiosos. Se destaca que Ellis fue un defensor permanente de la paz y oponente

del militarismo. Las contribuciones profesionales fueron: Aunque muchas de sus

ideas fueron criticadas durante las décadas de los 50 y los 60 por el establecimiento

psicoterapeutico, su reputación creció inmensamente en los años posteriores. Desde

1960 su importancia fue creciendo constantemente así como la de las terapias

cognitivo-conductuales (TCC) que estaban ganando más terreno teórico y

científico. A partir de entonces las TCC, cuyo uno de sus fundadores fue Aaron T.
Beck, poco a poco se convirtió en uno de los sistemas más populares de

psicoterapia en varios países. A finales de los 60 su instituto editó una revista

profesional, y en los 70 estableció la «Escuela de la Vida» para niños entre 6 y 13

años. La escuela proporcionaba un plan de estudios que incorporaba los principios

de la TREC. A pesar de su relativa vida corta, los grupos de interés general

expresaron su satisfacción por el programa, muchas escuelas de pensamiento

psicológico se influenciaron por Albert Ellis, incluyendo la terapia del

comportamiento racional creada por uno de sus estudiantes, Maxie Clarence

Maultsby, Jr. Ellis tuvo tal impacto que en 1982 una encuesta, a psicólogos clínicos

y consejeros estadounidenses y canadienses, le situó por delante de Freud cuando

se les pidió nombrar a la figura que había ejercido la mayor influencia en su campo.

También en 1982, un análisis amplio de las revistas de psicología publicado en los

EE.UU., encontró que Ellis fue el autor más citado después de 1957. En 1985, la

APA premió al Dr. Ellis por sus «distinguidas contribuciones profesionales».

Ocupó muchos cargos importantes en muchas sociedades profesionales, incluyendo

la División de Consultoría Psicología de la APA, la Sociedad para el Estudio

Científico de la Sexualidad, la Asociación Americana de Terapia Matrimonial y

Familiar, la Academia Americana de Psicólogos y la Asociación Americana de

Educadores Sexuales, Consejeros, y Terapeutas. Además Ellis también se

desempeñó como consultor y editor asociado de muchas revistas científicas.

Muchas sociedades profesionales dieron a Ellis sus más altos premios profesionales

y clínicos. Dedicó más de 2 décadas de investigación en el área de estudios en la

Confiabilidad, Honestidad, Lealtad, y demás campos psicológicos en el dogma de

veracidad conductual.
A mediados de la década de 90 renombró su psicoterapia y sistema de cambio de

comportamiento a terapia racional emotiva conductual nombre con el que se la

conoce en la actualidad (fue originalmente conocido como terapia racional y luego

la terapia racional-emotiva). Esto lo hizo para subrayar la importancia de la

interrelación entre la cognición, la emoción y el comportamiento en su enfoque

terapéutico. En 1994 también se actualizó y revisó su obra clásica original

de 1962, «Razón y emoción en psicoterapia». Durante el resto de su vida, continuó

el desarrollo de la teoría de que la cognición, la emoción y la conducta están

relacionados entre sí, pues creía que un sistema de psicoterapia y cambio de

comportamiento debía involucrar a los tres. Durante sus últimos años colaboró con

el Dr. Michael S. Abrams, con quien trabajó en varias ocasiones, en su único libro

de texto «Teorias de personalidad: Perspectivas Críticas» El penúltimo libro de

Ellis fue una autobiografía titulada «¡Todos fuera!», publicado por Prometheus

Books, en junio de 2010. El libro fue dedicado y contribuido junto con su esposa,

la Dra. Debbie Joffe, quien Ellis describió como «El amor más grande de toda mi

vida, toda mi vida». También confió a ella el legado de la TREC. A pesar de su

serie de problemas de salud y una pérdida auditiva profunda, Ellis nunca dejó de

trabajar sin descanso con sus actividades profesionales, trabajaba al menos 16 horas

al día, escribiendo libros a mano, visitaba a sus clientes e impartía enseñanza. Su

esposa Debbie Joffe, psicóloga australiana, le ayudaba en su trabajo. Luego, en

abril de 2006, Ellis fue hospitalizado con neumonía, y pasó más de un año yendo y

viniendo entre el hospital y un centro de rehabilitación. Finalmente regresó a su

residencia en la planta superior del Instituto Albert Ellis, donde falleció en los

brazos de su esposa. En el momento de su muerte el 24 de julio de 2007, cuando él

tenía 93 años, había sido autor y coautor de más de 80 libros y 1.200 artículos

(incluidos los 800 artículos científicos) durante su vida. A principios de 2011 el


libro «Terapia racional emotiva conductual» por el Dr. Albert Ellis y su esposa la

Dra. Debbie Joffe de Ellis fue publicado por la Asociación Americana de

Psicología. El libro explica los fundamentos de la teoría de la TREC y se considera

una excelente guía básica para estudiantes y profesionales de la psicología, así

como para el público en general para entender su enfoque. En elogio de Albert

Ellis, Frank Farley, expresidente de la APA, afirmó: «La psicología ha tenido sólo

un puñado de figuras legendarias que no sólo llaman la atención en gran parte de la

disciplina, sino también reciben un alto reconocimiento del público por su trabajo.

Albert Ellis fue una figura conocida dentro y fuera de la psicología por su

originalidad asombrosa, sus ideas provocadoras, y su personalidad provocadora. Él

montaba la práctica de la psicoterapia como un coloso…»

Tercera generación: panorama actual de la Terapia Cognitivo Conductual

Desde un punto de vista conceptual asistimos a un cambio sustancial que se

evidencia en la polarización de los enfoques teóricos de la TCC, con los nuevos

desarrollos del análisis conductual aplicado, las llamadas terapias contextuales, y

las nuevas derivaciones de los modelos cognitivos, influidos por las teorías del

aprendizaje constructivistas. Aunque ambas posiciones parte de premisas

epistemológicas diferentes, se identifican por la influencia de un nuevo seitgeist

postmodernista, responsable del contexto filosófico del constructivismo. Los

fundamentos teórico-conceptuales de algunas técnicas (relajación, paradójicas,

hipnosis) no están claros. El modo de intervenir más frecuente se fundamenta en

dictámenes de eficacia y efectividad (Lazarus).

Estado actual de las Terapias Cognitivas


Es necesario acercarse a las bases epistemológicas que han guiado el quehacer

terapeutico. Meichenbaum considera que las terapias cognitivas se han ajustado a

tres metáforas básicas que tratan de describir la naturaleza de las cogniciones:

1. Metáfora del condicionamiento: cogniciones como conductas encubiertas

(covariantes, Homme) y como auto-enunciados encubiertos. A través de ella se

explica las técnicas del condicionamiento encubierto de Cautela o la técnica de

parada de pensamiento de Mahoney.

2. Metáfora del procesamiento de la información: propia de la segunda generación,

considera la mente como una computadora y es la base de las terapias de

reestructuración cognitiva (Beck y Ellis). Desde un punto de vista epistemológico

estas terapias parten de la existencia de una realidad independiente del sujeto, que

puede captarse de forma objetiva mediante un análisis lógico y racional de los

datos (distorsiones de la realidad como problema).

3. Metáfora de la narración constructiva: Articula las terapias cognitivas

constructivistas y es propia de la tercera generación. No existe una realidad

objetiva al margen de nuestros procesos de conocimiento (realidad como

significados particulares del individuo). El papel del terapeuta será el de guiar al

cliente y ayudarle a ser consciente de cómo crea su realidad y de las consecuencias

de esa construcción. La historia que construyen es lo verdaderamente relevante

para el proceso adaptativo (no son los síntomas de la depresión, ira o ansiedad los

que interfieren con el funcionamiento, sino lo que los pacientes se dicen y dices a

otros sobre sus reacciones).

Reda y Mahoney dividen las terapias cognitivas en dos grupos: enfoques

asociacionistas (Beck, Ellis, Meichenbaum) y enfoques constructivistas que


plantean una concepción activa de la mente. El enfoque racionalista recogería los

modelos de reestructuración cognitiva y los cognitivos conductuales.

El referente conceptual de los modelos constructivistas son las teorías

evolucionistas y motrices de la mente (organismos como creadores y productos de

su ambiente). Mahoney, impulso del constructivismo, considera que dicho enfoque

permite: 1) adoptar una visión más activa de la cognición frente a una más

representacional y reactiva, 2) enfatizar la existencia de procesos nucleares tácitos,

y 3) pensamientos, sentimientos y conducta son expresiones interdependientes del

ciclo vital.

Entre las terapias constructivistas se ha de citar la Terapia Cognitivo-Estructural o

Psicoterapia Estructural de Guidano, la Terapia de los Constructos Personales de

Neimeyer (constructos personales de Nelly) y la Psicoterapia Constructiva de

Mahoney.

Las terapias cognitivas son las más ampliamente utilizadas. Algunas de las críticas

a las terapias cognitivas son las siguientes: 1) La falta de definición en imprecisión

en los términos utilizados desde el propio enfoque cognitivo (procesos, estructuras,

productos), 2) la deficiente sustentación en los conocimientos provenientes de la

psicología cognitiva. Las terapias cognitivas surgieron poco antes, o al mismo

tiempo, que los principales logros de la psicología cognitiva. 3) La falta de datos

sobre la existencia de cambios cognitivos reales en las estructuras, procesos y

contenidos después de las terapias cognitivas, y 4) las dificultades metodológicas

derivadas de la evaluación de las cogniciones y de los cambios producidos

mediante procedimientos cognitivos. 

El enfoque contextual
Los nuevos desarrollos del análisis aplicado de conducta han recibido diversas

denominaciones, tales como análisis de conducta clínica, enfoque contextual, o

conductismo contextual en el que se enfatiza el peso del contexto en la

determinación y explicación de la conducta (terapias de tercera generación).

El enfoque contextual toma su nombre de su sustentación en el paradigma del

contextualismo funcional y se caracteriza por su ambientalismo radical.  El enfoque

contextual ha vuelto los ojos a la investigación sobre aprendizaje, tratando de tener

en cuenta los desarrollos de ésta. Estos planteamientos han llevado a cuestionar la

analogía entre el aprendizaje animal y humano por considerarse reduccionista

(conductas simples), centrándose en el estudio del aprendizaje humano (aprendizaje

discriminativo, valor informativo de los reforzadores, condicionamiento controlado

mediante información y aprendizaje gobernado por reglas, conducta verbal).

Dentro del área del lenguaje están teorías como la Teoría de los Marcos

Relacionales que sirven de base a la Terapia de Aceptación y Compromiso.

Las tres terapias más importantes dentro de este enfoque son:

1. La Psicoterapia Funcional Analítica: resalta la capacidad terapéutica de la

interacción psicólogo-paciente. El intercambio de respuestas y su valor funcional

son el elemento principal de la terapia. Destacan el que el psicólogo debe responder

al paciente de un modo similar a como ocurre en el medio ambiente del paciente, y

no de una forma terapéuticamente correcta.  Especialmente útil en problemas

recurrentes y en problemas de difícil definición, como los de personalidad.

2. La terapia de Aceptación u compromiso (ACT): intento de eliminar el control que

los pensamientos y emociones tienen sobre la conducta, tratando de este modo de


dar más importancia a las contingencias externas de la conducta. Dirigida a

trastornos por evitación experiencial.

3. La terapia de Conducta Dialéctica: basada en las dos anteriores, está dirigida a

facilitar (moldear) formas adecuadas de expresión emocional en personas con

déficit en este ámbito (personalidad límite).

En contraposición con las áreas clásicas de intervención, gran parte del campo de

trabajo de las terapias contextuales se centra en problemas con un alto grado de

complejidad o de difícil delimitación, como son los trastornos de personalidad (la

interacción interpersonal durante la terapia pasa a ser el elemento fundamental).

Los procedimientos más utilizados durante el proceso de la Terapia de Aceptación

y Compromiso son las metáforas (procedencia cognitiva).

El enfoque contextualista trata de buscar su fundamentación en la investigación

básica sobre aprendizaje, tratando de retomar la teorización abandonada durante los

años precedentes. Las terapias contextuales toman las nociones sobre el proceso

emocional que aporta la psicología básica como conducta legítima con un sentido

adaptativo (en el enfoque cognitivo-conductual clásico se realiza desde una

perspectiva racional). Algunas críticas a la orientación contextual son:

1. Carencia de sistematización: En conjunto las terapias contextuales no presentan

procedimientos muy sistematizados, sin fases específicas. La puesta en práctica

depende de variables del terapeuta y del paciente. Desde su seno apelan a las

limitaciones de las estrategias de investigación tradicionales de comparación de

grupos y las medidas cuantitativas, decantándose por el estudio de caso único.

2. La relación entre principios de aprendizaje y las terapias contextuales es una

relación post hoc, es decir, inversa al proceso que caracterizo a la primera


generación de la TC donde primero eran descubiertos los principios de aprendizaje

y después se aplicaban a la clínica.

3. Problemas metodológicos en los estudios de eficacia (menos rigurosa que en el

enfoque cognitivo-conductual, el tamaño del efecto para ACT y para la terapia de

conducta dialéctica). Según Ost, ninguna de las terapias de tercera generación

cumple los criterios para convertirse en un tratamiento con apoyo empírico.

4. Escasez de estudios controlados sobre procesos y ausencia de evidencia clara

acerca de los principios responsables del cambio sugeridos.

Consideraciones sobre la tercera generación de terapeutas de conducta

Las terapias contextuales tienen una concepción del conocimiento y de la

percepción del individuo que resulta similar a las propuestas constructivistas de la

terapia cognitiva. Las terapias cognitivas constructivistas y contextuales están

mostrando gran utilidad en el abordaje de trastornos realmente difíciles.

Definición de Terapia Cognitivo Conductual y características actuales

La práctica de muchos terapeutas conductuales sigue anclada básicamente en

nociones del condicionamiento de los años 50 y 60. Las relaciones entre la

psicología cognitiva experimental y la terapia cognitiva son bastante tenues.

A continuación se recogen los principios comunes a todas las orientaciones de la

TCC: 

1. la TCC es una actividad terapéutica de carácter psicológico basada, principalmente

en sus inicios, en la psicología del aprendizaje.

2. Las técnicas usadas cuentan en una buena parte con base científica, pero también

surgen de la experiencia clínica.


3. El objetivo del tratamiento es la conducta y sus procesos subyacentes.

4. La conducta se conceptualiza como básicamente aprendida.

5. El objetivo de la intervención es el cambio conductual, cognitivo y emocional.

6. La TCC pone el énfasis en los determinantes actuales del comportamiento,

teniendo en cuenta los factores históricos.

7. Es fundamental el enfoque empírico en la evaluación, y explicación de la conducta,

en el diseño de la intervención y en la valoración de sus resultados.

8. Hay una estrecha relación entre evaluación y tratamiento (interdependientes) que se

extiende a lo largo de toda la intervención.

9. Especial interés en la evaluación de la eficacia.

10. El tratamiento conductual es eminentemente activo (implicando al interesado).

11. La relación terapéutica tiene un valor explícitamente reconocido, sobre todo en las

terapias contextuales.

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