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UNIVERSITAT DE VALENCIA
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berg abandone una y otra vez la composición de su inaca- CULTO DE LA DISTRACCIÓN.
bado oratorio. El alma singular que se mueve en lo negati- SOBRE LAS SALAS DE ESPECTÁCULO
. vo puede desplegar estéticamente su centro y mostrar me- CINEMATOGRÁFICO BERLINESAS
lancólicamente la ausencia del Tú en el mundo aparente; lo
que no puede hacer es incautarse de lo objetivo como exis-
tente. Y en esta dificultad de la autoexpresión entra el con-
flicto de conciencia al que va a parar inevitablemente el ar-
tista que pregunta por el centro. El hecho de que hable co-
mo alguien aislado en la obra en donde habría de obtener
comunidad, tal es su particular miseria. Debe experimen-
tar el dilema entre lo religioso y lo estético, un diiema que LAs grandes salas de espectáculo cinematográfico en Berlín
siempre irrumpe, cuando el vacío se muestra poderoso y la son palacios de la distracción; llamarlas cines sería despecti-
inclusión de los hombres en la realidad se convierte en pri- vo. Éstos ya sólo se alinean en el viejo Berlín y en los subur-
mado de la conducta -ese dilema encontró en la República bios, en donde se cuidan del público minoritario; su núme-
de Platón una solución que, como toda solución en este ro disminuye. Más .que por ellos o por el teatro hablado, el
marco, lo violaría, y no sólo a Tolstoi impondría la nega- rostro de Berlín queda determinado por esos locales de
ción de su artisticidad. cuento de hadas óptico. Los Palacios de la Ufa -sobre todo
el del Zoo-, el Capital erigido por Poelzig1, la Casa de már-
(Der Morgen,Jg. 1 (1925/26), 1 (abril, 1925)) mol, y todos los otros que se podrían mencionar, consiguen
cada día agotar las localidades. El proceso se desarrolla en
la dirección por la que se han internado, como lo demues-
tra la reciente construcción del Palacio Gloria.
Bien cuidado fasto de la superficie: tal es el rasgo carac-
terístico de estos teatros de masas. Al igual que los vestíbu-
los de los hoteles, son lugares de culto de la diversión; el
objeto de su brillo es la edificación. Pero aun cuando la ar-
quitectura abra fuego en salvas de emociones para los visi-

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Hans Poelzig (1869-1936). Arquitecto. Diseñó la Casa de la Radio
de Berlín.

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tantes, no por ello vuelve a caer, en modo alguno, en el leidoscopio óptico y acústico al que se asocia el juego escé-
bárbaro esplendor de los templos profanos de la época nico corporal: pantomima, ballet. Hasta que al fin descien-
guillermina; como, por ejemplo, el del Oro del Rhin, que de la superficie blanca para que, inadvertidamente, los
pretende hacernos creer que salvaguarda el tesoro wagne- acontecimientos de la escena espacial cedan su lugar a las
riano de los Nibelungos. Esa arquitectura se desarrolla más ilusiones bidimensionales.
bien en una forma que evita los excesos estilísticos. El gus- Representaciones como éstas son hoy en Berlín, junto a
to ha prevalecido sobre las dimensiones y, en alianza con la las revistas auténticas, la atracción decisiva. La distracción
fantasía altamente cultivada de las artes aplicadas, ha pro- alcanza en ellas su propia cultura. Se dirigen a la masa.
ducido esa preciosa decoración. El Palacio Gloria se ofrece
como un teatro barroco. El vecindario, que se cuenta por También en la provincia se reúnen las masas; pero en
miles de personas, puede estar satisfecho: sus lugares de ella se les mantiene bajo una presión que no les permite
reunión son una digna parada. realizarse espiritualmente en la medida en que correspon-
Incluso las representaciones son de una lograda gran- dería a su cantidad y a la realidad de su significación social.
diosidad. Ha pasado el tiempo en que se proyectaba una En los centros industriales donde se presentan juntas, se
película detrás de otra con el correspondiente acompaña- encuentran demasiado fuertemente solicitadas como masas
miento musical. Los grandes teatros, como mínimo, han de trabajadores para poder realizar su propia forma de vi-
adoptado el principio americano de las representaciones da. Se les administran los desperdicios y las distracciones
unitarias en donde la película se encuadra como parte de anticuadas de la clase superior, la cual, por interesada que
un todo mayor. Así como los folletos de los programas se esté en la acentuación de su más alto valor social, tiene ella
amplían en forma de revistas, las representaciones se con- misma pocas aspiraciones culturales. Por el contrario, en
vierten en una plétora articulada de distintas produccio- las grandes ciudades de provincia no dominadas prepon-
nes. Del cine ha salido una brillante creación a modo de derantemente por la industria, las relaciones tradicionales
espectáculo de revista: la obra de arte total de los efectos. son demasiado poderosas para que las masas, por sí mis-
Ésta se descarga para todos los sentidos y por todos los mas, puedan imprimir su sello en la estructura espiritual.
medios. Los proyectores vierten sus luces en el espacio, se Los estratos burgueses intermedios permanecen al margen
esparcen en solemnes cortinajes o manan a través de vege- de ellas, como si la plenitud de este reservorio humano no
taciones de cristales multicolores. La orquesta se afirma co- significase nada, y hasta pueden imaginarse que son los
mo un poder autónomo, sus ejecuciones son sostenidas por guardianes de una cultura superior. Su arrogancia, que se
los responsos de la iluminación. Toda sensación recibe su crea oasis ilusorios, empuja a las masas hacia abajo y propi-
expresión sonora, su valor en el espectro cromático. Un ca- cia el deterioro cualitativo de sus distracciones.

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Los cuatro millones de Berlín no pueden pasarse por al- fera d~ la superficie en la que uno ha sido forzado a echar-
to. La sola necesidad de su circulación transfigura la vida se en falta a sí mismo. A la forma empresarial de la activi-
de las calles en una inexorable calle de la vida, y crea acce- dad corresponde por necesidad la de la "actividad" en ge-
sorios que penetran hasta el interior de las cuatro paredes. neral.
Sin embargo, cuanto más se perciben los hombres como Un certero instinto se cuida de que esa necesidad que-
masa, tanto más pronto adquiere la masa, incluso en el ám- de satisfecha. Todos los preparativos de las salas cinemato-
bito espiritual, fuerzas formativas que compensa financiar. gráficas no tienen sino un único objetivo: encadenar al pú-
Ya no es que quede abandonada a sí misma, sino que se blico en la periferia, de modo que no se hunda en el suelo
impone en su abandono; no tolera que les sean arrojados sin fondo. Las excitaciones de los sentidos se suceden aquí
los restos, sino que exige que se le sirva con la mesa puesta. de manera tan apretada, que no se puede introducir entre
Al lado de ello, poco espacio queda para los estratos sedi- ellas ni la menor reflexión. Las luces propagadas por los
centemente cultivados. Deben compartir mesa o mantener- proyectores y los acompañamientos musicales se mantie-
se al margen en su esnobismo; en todo caso, esta provincia- nen en la superficie como los flotadores de corcho sobre el
na separación tiene su final. A través de su absorción en la agua. La dependencia de la distracción exige y encuentra
masa surge el público homogéneo cosmopolita que, desde el como respuesta el despliegue de la exterioridad pura. De ahí,
director de banco hasta el empleado de comercio, desde la precisamente en Berlín, la ineluctable pretensión de con-
estrella de cine hasta la dactilógrafa, comparte un mismo figurar todas las representaciones como revistas; y de ahí,
sentido. Las lacrimosas lamentaciones a propósito de este como apariencia paralela, la acumulación de material ilus-
giro hacia el gusto de las masas han hecho tarde. Pues los trado en la prensa diaria y las publicaciones periódicas.
bienes culturales cuya recepción rehúsan las masas no son Esta exteriorización cuenta por sí con la franqueza. No
ya, en parte, sino una propiedad histórica, porque la reali- es por ella por lo que peligra la verdad. Ésta sólo es amena-
dad económica y social de la que dependían ha cambiado. zada por la afirmación ingenua de valores culturales deveni-
dos irreales, por el desconsiderado abuso de conceptos co-
Se acusa a los berlineses de ávidos de distraccz6n; este mo los de personalidad, interioridad, tragedia, etc., que en
reproche es pequeño-burgués. Ciertamente, el afár:. de dis- sí, ciertamente, designan elevados contenidos, pero que, co-
tracción es aquí mayor que en la provincia, pero mayor aún mo consecuencia de las transformaciones sociales, han per-
y más sensible es también la unción de las masas trnbajado- dido en buena parte el fundamento que los definía, y, en la
ras -una unción esencialmente formal, que le ocupa el día mayoría de los casos, han adquirido hoy un mal regusto,
entero sin llenarlo. Lo que se ha echado en falta debe ser pues desvían más de lo justo la atención desde los daños ex-
recuperado; pero sólo puede ser indagado en la misma es- ternos, sociales, a la persona privada. En los dominios de la

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literatura, el teatro y la música, tales fenómenos de despla- de improviso, todo estalle y se rompa. También las diver-
zamiento son bastante frecuentes. Se presentan bajo el as- siones hacia las que el público presiona deberían tener ese
pecto del arte elevado; en realidad, no son sino productos efecto.
periclitados que miran de soslayo las actuales miserias de la
época -una evidencia indirectamente confirmada por el he- Pero la mayor parte de las veces carecen de ese efecto;
cho de que la mencionada producción, incluso desde el las representaciones de las grandes salas cinematográficas
punto de vista internamente estético, es epigónica. El públi- vienen a demostrarlo de manera ejemplar. Puesto que, ape-
co berlinés actúa de acuerdo con la verdad, en un sentido lando a la distracción, lo que hacen es robarle inmediata-
profundo, cuando evita más y más estos eventos artísticos mente su sentido, en cuanto que quisieran que la multipli-
que, por otro lado, y por buenas razones, quedan atascados cidad de los efectos, que por su propia esencia exigen per-
en la mera pretensión, y cuando concede preferencia al ful- manecer recíprocamente aislados, quedasen soldados en
gor superficial de las stars, a las películas, a las revistas, a los una "unidad" artística; querrían comprimir la serie multi-
elementos de decoración. Es aquí, en la pura exterioridad, color de las exterioridades en una totalidad provista de una
donde se encuentra a sí mismo: la desmembrada sucesión determinada configuración. Ya el marco arquitectónico
de las espléndidas impresiones sensoriales hace salir a la luz tiende a la acentuación de la dignidad que les era propia a
su propia realidad. Si se le mantuviese oculta, no podría las instituciones artísticas superiores. Estima lo elevado y lo
asirla ni modificarla; el hecho de que se manifieste en forma sacra!, como si abrazase creaciones de duración eterna; só-
de distracción tiene un significado moral. lo un paso más allá, y se encienden los cirios. La presenta-
Aunque sólo, por supuesto, cuando la distracción no es ción misma aspira a igual nivel de elevación; debe ser un
un fin en sí mismo. Justamente el hecho de que las repre- organismo bien temperado, una totalidad estética como
sentaciones pertenecientes a su esfera constituyan una mul- sólo lo es la obra de arte. La sola película ofrecería poco;
titud tan exterior como el mundo de las masas de la gran no tanto porque se quisieran acumular más distracciones
ciudad, carentes de cualquier auténtico contexto objetivo todavía, sino más bien a causa del acabado que se quiere
-salvo la masilla de la sentimentalidad, que sólo recubre la artístico. El cine ha adquirido un valor independiente del
carencia para hacerla más visible-, el hecho de que trans- teatro; las salas cinematográficas que marcan la pauta anhe-
miten exacta y francamente el desorden de la sociedad a lan un regreso al teatro.
miles de ojos y oídos, es esto lo que las capacita para susci- A la meta que se establecen, que podría ser entendida
tar y conservar en la memoria esa tensión que debe prece- también como la de la vida social berlinesa, le son inheren-
der al necesario vuelco. En las calles de Berlín no es raro tes tendencias reaccionarias. Las leyes y las formas de esa
verse sorprendido unos instantes por la idea de que un día, cultura idealista, que hoy sigue existiendo sólo como fan-
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tasma, han perdido ciertamente sus derechos, pero, con los Pero las salas cinematográficas tienen tareas más ur-
elementos de la exterioridad hacia los que han ~wanzado gentes que desempeñar, que la de preocuparse del arte
con éxito, querrían preparar una cultura nueva. La distrac- aplicado. Sólo cumplirán su vocación -estética, sólo en la
ción, que sólo tiene pleno sentido como improvisación, co- medida en que se halla en concordancia con su vocación
mo reflejo de la confusión no dominada de nuestro mun- social- cuando dejen de coquetear con el teatro y de tratar
do, queda cubierta de draperie y se le fuerza a regresar a de restituir angustiosamente una cultura pretérita, sino
una unidad que ya no existe. En lugar de adherirse a la des- que liberen sus representaciones de todos los ingredientes
integración, que es lo que les incumbiría representar, vuel- que privan al cine de sus derechos y apunten radicalmente
ven luego a pegar los fragmentos y a ofrecerlos como una hacia una distracción que ponga al descubierto la desinte-
creación natural. gración, y que no la oculte. Podrían hacerlo en Berlín, don-
Un proceder que se venga de manera puramente artís- de viven las masas que, si se dejan narcotizar fácilmente, es
tica. Puesto que, mediante el entretejimiento en un progra- sólo porque se encuentran cerca de la verdad.
ma unitario, se priva a la película de su efecto potencial. Ya
(Frank/urter Zeitung, 4/3/1926)
no vale por sí misma, sino como coronación de una especie
de revista que no tiene ningún respeto a sus propias condi-
ciones de existencia. Su bidimensionalidad engendra la
apariencia del mundo corporal sin que necesite un comple-
mento. Entretanto, si se asocian al "juego de luces" escenas
de una corporeidad real, entonces recae en la superficie, y
el engaño queda desenmascarado. La vecindad de aconte-
cimientos poseedores de una profundidad espacial destru-
ye la espacialidad de lo mostrado en la pantalla. La película
exige por sí que el mundo reflejado sea el único; se la ha-
bría de arrancar de todo entorno tridimensional·, de no ser
así, fracasa como ilusión. También la pintura pierde su po-
der cuando aparece en medio de imágenes vivientes. Por
nada decir del hecho de que las ambiciones artísti.cas que
conducen a integrar la película en la totalidad aparente no
tienen sitio en este marco y, por ello, deben quedar incum-
plidas. Lo que surge es, en todo caso, un arte aplicado.

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1 LA TAREA DEL CRÍTICO CINEMATOGRÁFICO

E1 congreso de los propietarios del Palacio del Cine, en


Frankfurt, me proporciona una buena ocasión para expli-
carme por una vez de manera un poco más general sobre
las tareas de una crítica cinematográfica independiente: de
la crítica cinematográfica que, desde hace años, nos esfor-
zamos en practicar en la Frank/urter Zeitung.
En la economía capitalista, el cine es una mercancía co-
mo cualquier otra. Se produce -con la excepción de algu-
nos outsiders- no en interés del arte o de la educación de
las masas, sino para el beneficio que promete extraer de él.
En todo caso, esto vale para la gran masa de las películas
de las que el crítico ha de ocuparse constantemente.
¿Cómo debe comportarse en su respecto? Estas pelícu-
las están más o menos bien presentadas y, según la canti-
dad de medios y fuerzas que se hayan invertido, fabricadas
con más o menos fasto. Va de suyo que la crítica -justa-
mente la crítica cotidiana- debe tomar en cuenta cuidado-
samente tales diferencias y, de hecho, bastantes críticos, en
su apreciación de una película cualquiera, se limitan a po-

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... ner de relieve todo lo que pueden de detalles correspon-


dientes o no correspondientes a su propio gusto.
Pero una actitud semejante que, por añadidura, parte
jeción es a la vez pertinente y no pertinente. Es cierto que
las películas típicas parecen justamente aplicarse a cultivar
la neutralidad; pero esto no significa en absoluto que no

... muy a menudo de sensaciones en absoluto elucidadas, no


puede en ningún caso agotar el trabajo que recae en el crí-
tico cinematográfico en presencia de la producción media.
representen indirectamente determinados intereses socia-
les. Y es preciso que sea así. Por una parte, porque los pro-
ductores, anclados en el sistema económico reinante, no

... En efecto, si las producciones cinematográficas medias no


requieren ser juzgadas en tanto que obras de arte, no son
pueden salir de su propia piel; y, por otra, porque están
obligados, por mor del mercado, a satisfacer los deseos y

....
tampoco mercancías indiferentes que bastaría juzgar sim- las necesidades incluso de los estratos sociales apenas capa-
plemente según el propio gusto. Pues las producciones ces de pagar: así pues, de consumidores cuyo destino, en
ejercen de manera inmediata funciones sociales extremada- general, se encuentra igualmente ligado al mantenimiento

... mente importantes que ningún crítico cinematográfico dig-


no de este nombre puede permitirse dejar de tomar en
consideración.
De hecho: cuanto más pobre en contenidos, en conte-
de la situación social actual .
Así pues, la tarea del crítico cinematográfico que aspire a
estar a la altura de las circunstancias es, en mi opinión, la de
analizar, partiendo de ellas mismas, estas intenciones sociales
nidos capaces de sostener un juicio de orden estrictamente que se afirman de manera a menudo disimulada en las pelí-

•• • estético, es la mayor parte de las películas de operetas, pelí-


culas militares, comedias, etc., tanto más desempeña su sig-
culas de tipo medio, y de mostrarlas a la luz del día, que
muy a menudo temen. Deberá mostrar, por ejemplo, qué
nificación social, que no podría nunca ser sobreestimada, imagen de la sociedad componen las innumerables películas
•• un papel de peso. La más pequeña localidad cuenta hoy en donde una pequeña empleada se eleva a unas alturas in-

•• con su cine y, a través de mil canales, toda película mínima-


mente viable es puesta al alcance de las masas, tanto en la
sospechadas, o bien en las que un gran señor cualquiera no
solamente es rico, sino también un hombre lleno de sensibi-
•• ciudad como en el campo. ¿Qui transmite esa película a
estas masas de público y en qué sentido influye en ellas?
lidad. Además, deberá confrontar con la realidad social ese
mundo aparente que se presenta en las películas de este y
•• Éstas son las cuestiones cardinales que el observador res-
ponsable debe plantear a los productos medios.
otros géneros, y poner de relieve en qué medida lo falsean .
En breve, un crítico de cine al nivel de su tarea no es conce-
•• Se podría objetar aquí que, si bien algunas películas si-
guen de manera explícita ciertas tendencias polí~icas y so-
bible sino como un crítico de la sociedad. Su misión: desve-
lar las representaciones e ideologías sociales escondidas en
•• ciales, el grueso de la producción tiene simplemente como las películas de tipo medio y, a través de este desarrollo, que-
meta la diversión de calidad o la fácil distracción. Esta ob- brar la influencia de las películas allí donde sea necesario .
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Intencionadamente, no he tratado más que de la acti-
tud crítica que se impone en relación a la producción me-
dia. Las películas que encierran contenidos de verdad han
sido y siguen siendo una rareza. Al considerarlas, como es
natural, el acento no debe cargarse solamente en el análi-
sis sociológico, sino que éste debe quedar penetrado de
un análisis estético inmanente. No obstante, acerca de las
dificultades de tal interpenetración no es posible exten-
derse aquí.

(Frank/urter Zeitung, 23/5/1932)

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