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ANAMNESIS*
La experiencia nos ha confirmado ampliamente ese punto de vista, es de todos los días
escuchar de la boca de los que padecen de neurosis de renta: “Lo que haría al volver a
trabajar inmediatamente” por ejemplo.
3. HISTORIA FAMILIAR
a) ¿De dónde es Ud.?
Registrar precisamente el sitio de nacimiento.
b) ¿Vive su padre?
Si la respuesta es afirmativa. ¿Cuántos años tiene? ¿Es sano? ¿Qué enfermedades ha tenido?
¿En qué trabaja? ¿Qué carácter tiene? ¿Bebe mucho?
Si la respuesta es negativa. ¿A qué edad murió? ¿De qué? ¿Cuántos años tenía Ud. entonces?
¿Estuvo Ud. con él cuando murió? ¿Qué enfermedades tuvo antes? ¿Qué carácter tenía?
¿Bebedor?
c) ¿Vive su madre?
Iguales preguntas.
d) ¿Tiene Ud. hermanos?
En caso afirmativo interrogar por cada uno de ellos cronológicamente y anotar los datos
numerando los hermanos. Para cada uno de ellos repetir las preguntas arriba indicadas,
añadiendo si viven.
¿Soltero o casado? ¿Hijos? ¿Dónde están ahora? ¿Desde cuándo?
e) ¿Ha conocido Ud. a sus abuelos?
Iguales averiguaciones.
f) ¿Han habido enfermos nerviosos en su familia?
¿Tíos, primos, etc.? ¿Suicidas? ¿Personas raras? Hay una gran tendencia a negar esos
antecedentes. Si existen, tratar de conocer detalles.
Como resultado de este interrogatorio el médico debe tener una idea que la completará con las
siguientes preguntas, destinadas a estudiar esa familia “dinámicamente”.
g) ¿Ha vivido siempre con sus padres?
Es fácilmente comprensible que si el paciente, ha sido sacado tempranamente del seno
familiar todas las condiciones cambian. Si la respuesta es negativa:
h) ¿Por qué?
Consignar detalles de las causas para la separación, el tiempo, etc. Así como de las personas
con que el paciente vivió, investigando acerca de ellas en la misma forma que acerca de los
familiares.
i) ¿Cómo ha sido Ud. criado? ¿Engreído o educado severamente?
Es la mejor manera de averiguar las condiciones de la “constelación familiar” y de la vida
infantil del paciente. En ese momento se fomenta una conversación que permite comprender
el ambiente como interrelación dinámica, orientándola hacia la obtención
de los siguientes datos:
¿Ha sido castigado? ¿Mucho? ¿Por quién? ¿Por qué? ¿Cómo reaccionaba a los castigos?
5. INFANCIA Y NIÑEZ
Con esta sección comenzamos en su evolución psicobiológica.
1) ¿Qué clase de niño era Ud.?
Tímido, agresivo, retraído, juguetón, obediente, rebelde, caprichoso, etc.
2) Datos de la evolución.
¿Embarazo y parto normales? ¿Alimentación de pecho? ¿Artificiales? ¿Por qué? Fecha del
destete y reacción a él. En relación a esto debe suscitarse también una conversación que nos
informe sobre gustos y costumbres particulares y preferencias. ¿Rechazo de alimentos?
Reacción de la familia.
3) Datos del desarrollo psicosomático.
¿A qué edad caminó? ¿A qué edad habló? ¿Enfermizo?
4) Síntomas neuróticos.
6. EDUCACION
a) ¿A qué edad fue al colegio?
Alrededor del tema permitirse también una pequeña conversación. Al ir a la escuela el niño
enfrenta por primera vez la realidad “social”. Fuera del ambiente familiar, debe realizar su
primera real adaptación. Sus reacciones son pues, importantísimas. Si ellas no quedan
definidas en el curso de la conversación, debe aclararse:
b) ¿Le gustaría ir a la escuela? ¿Por qué?
c) ¿Tenía muchos amigos?
¿A qué jugaba? ¿Tenía tendencia de ser líder o a seguir a los otros? Investíguese las
características de la reacción social.
d) ¿Terminó la instrucción primaria?
¿A qué edad? Si no lo hizo, ¿por qué? Sígase paso a paso la historia educacional (instrucción
media, universidad), precisando fechas. He aquí algunas preguntas complementarias: ¿Qué
materia prefería? ¿Por qué? ¿Qué hubiera querido ser? ¿Por qué?
e) ¿Ha seguido estudiando después de abandonar el colegio?
7. TRABAJO
Sígase la biografía del enfermo averiguando, en una secuencia natural, las actividades
seguidas al abandonar los estudios.
a) ¿Cuál fue su primer trabajo?
¿Le gustaba? ¿Porqué lo eligió? ¿Cuánto tiempo estuvo en él? ¿Por qué lo abandonó?
Averígüese lo mismos de las sucesivas ocupaciones del paciente hasta la actualidad.
Investíguese las condiciones de trabajo (enfermedades profesionales).
b) ¿Le gusta su trabajo actual? ¿Por qué?
c) ¿Está Ud. contento con él? ¿Por qué?
d) ¿Cuáles son sus aspiraciones?
e) ¿Cuánto gana actualmente? ¿Está contento con su salario?
Coméntese aquí cordialmente las condiciones de vida. Investíguese la actitud del sujeto frente
a ellas; despístense preocupaciones económicas, tensiones emocionales, traumatismos
psíquicos, etc.
En esta forma hemos hecho en realidad una pequeña biografía del paciente. Lo hemos seguido
paso a paso desde su infancia hasta el momento que lo vemos por primera vez, ya que la vida
familiar, la educación y el trabajo son las etapas fundamentales de la evolución individual.
Hay lago, sin embargo, que debemos tener presente y que muchas veces se desliza entre otros
datos, sino estamos preparados a tomarlo en cuenta: los cambios de residencia del enfermo.
8. CAMBIOS DE RESIDENCIA
El conocimiento de ellos, aparte de suministrarnos datos importantes sobre los ambientes
biológicos en los que el paciente ha vivido y su relación con la presente o antigua patología
(zonas palúdicas, enfermedades tropicales paso de la altura a la costa, etc.), nos ofrecen otra
información igualmente importante. Para obtenerla, no olvidemos las siguientes preguntas:
a) ¿Cuándo salió Ud. por primera vez de su ciudad natal?
b) ¿Por qué hizo ese viaje?
Ello nos da datos precisos sobre la personalidad en su relación al medio.
c) ¿Cómo le fue en su nueva residencia?
9. ACCIDENTES Y ENFERMEDADES
Comenzamos por la averiguación de los accidentes ocurridos y demos a ellos más importancia
que el considerarlos solamente desde el punto de vista de sus efectos sobre la salud. Los
modernos conocimientos sobre la” predisposición a accidentarse”, o al “hábito de
accidentarse”, nos preparan para conocer el tipo de personalidad en la que los accidentes no
ocurren “por accidente”, sino que tienen una razón de ser enraizada en las características
personales mismas. Averigüemos pues, en relación con cada uno de los accidentes:
condiciones de ocurrencia, especialmente en relación al momento psicológico en el que
tuvieron lugar, reacciones ante ellos, invalideces, etc.
Pasamos luego al interrogatorio sobre las enfermedades padecidas durante toda la vida. Este
se diferencia del corriente en que se da importancia, no sólo a los procesos patológicos que ha
“sufrido” el paciente, sino a su reacción a ellos, a su actitud frente a las adaptaciones obligadas.
No necesitamos insistir en la importancia de ello para el estudio de la personalidad en acción.
Por supuesto que nos contentamos de obtener cuadro sintomatológicos claros.
En los enfermos hombres terminamos esta parte con la averiguación de datos concernientes a
las enfermedades venéreas, lo que nos prepara el camino para entrar fácilmente en la
investigación siguiente.
Naturalmente que ello no puede producirse si la actitud del médico, no sólo la que pretende
sino la que auténticamente tiene, no es claramente la justa: una benevolente comprensión
amistosa y segura. Si hay inseguridad, falsa vergüenza, curiosidad malsana, “picardía”,
interés extra médico, ello bloquea inmediatamente al paciente, que lo percibe a través de todas
las caretas que se quiera usar para disimularlo. Aquí, como siempre, el ser médico, es decir, el
estar guiado por un auténtico cariño hacia nuestros semejantes y un sincero deseo de
ayudarlos, el hacerlo en una forma madura y noble, es la mejor llave para penetrar en lo más
intimo de su vida.
Si el interrogatorio ha sido conducido aquí correctamente el paciente ha perdido ya la
inseguridad de los primeros momentos y “simpatiza” con el médico, está pues dispuesto a
responder a sus preguntas lo mejor que puede, pero aún en las condiciones más favorables, es
A. EN LOS HOMBRES:
Hecha de propósito como final las preguntas sobre las enfermedades venéreas, es fácil pasar,
como complementaria, a la siguiente:
a) ¿Ha sido Ud. muy mujeriego?
Generalmente ella en realidad no es prácticamente útil. No sirve sino de introducción, de
preparación para las siguientes:
b) ¿Cuándo tuvo Ud. los primeros conocimientos sexuales?
Generalmente se recuerdan los de la adolescencia. Debemos guiar al enfermo hacia
recuerdos previos, episodios infantiles. ¿Tuvo curiosidad por cuestiones sexuales?
¿Presenció actividades de ese género? ¿Cuándo se apercibió de la diferencia entre los
sexos? ¿Qué pensó de ella? ¿Qué creía acerca de “dónde vienen los niños? ¿Del
matrimonio? Trataremos de reconstruir la actividad infantil frente a esos problemas, así
como la manera como la familia los enfrentó.
c) ¿A qué edad comenzó a masturbarse?
Si ello no ha sido ya dicho espontáneamente durante la conversación anterior la pregunta
debe plantearse en esa forma. Es ingenuo el interrogar: ¿Se ha masturbado alguna vez?. Es
casi una invitación a la negativa. Ese pequeño detalle de técnica es importante. Hemos
visto casos en los que el enfermo negó masturbarse, al médico que le tomaba la historia
clínica en privado, para confesarla con detalles durante un interrogatorio en clase, durante
una presentación.
Aunque no podemos ahora detenernos en el tema, debemos decir algunas palabras en
conexión con esta pregunta. Ella es hecha especialmente para conocer la actitud del
enfermo frente a la masturbación. Creemos que esa práctica, en nuestro ambiente, es un
fenómeno normal en la pubertad, sin embargo esta acompañada generalmente de un
profundo sentimiento de culpa y de la convicción de que es horriblemente dañina. Se
establece pues, en el espíritu del adolescente una lucha entre el deseo y esos sentimientos,
con la correspondiente sobrecarga emotiva, que es la que produce una serie de síntomas.
Sin negar la dinámica más profunda de esas reacciones, sobre las que ahora no podemos
detenernos, podemos afirmar que muchas de las neurosis de los adolescentes, neurosis
generalmente clasificadas por el médico como anemias, “debilidad”, “trastornos del
crecimiento”, etc. y tratados con fósforo, calcio, hierro y vitaminas. Debemos tratar de
averiguar cómo comenzó el paciente a masturbarse, frecuencia de las prácticas, fantasías
que la acompañan y tiempo que continuaron.
No preguntamos nunca: ¿Hasta cuándo se masturbó? Sino:
d) ¿se masturba todavía algunas veces?
Lo que no sólo nos dará la respuesta justa, sino que nos informará sobre la actitud actual
del paciente frente a esa práctica. En caso de una respuesta afirmativa investiguemos
detalles. La próxima pregunta debe hacerse también en la forma siguiente:
e) ¿Fue su primera relación sexual con un hombre o con una mujer?
Es la mejor manera de provocar la confesión de prácticas homosexuales. Si la respuesta es
con una mujer, se puede insistir: ¿Había tenido Ud. prácticas sexuales con hombres? ¿Las
ha tenido Ud. después? En caso afirmativo, averiguar detalles.
f) ¿Cuándo tuvo Ud., esa primera relación sexual?
¿Con quién fue? (Prostituta, enamorada, sirvienta, etc.) ¿Cómo fue? (Impulsado por los
amigos, por propia iniciativa, seducido, etc.) ¿Cómo le pareció?
g) ¿Cómo ha continuado Ud. con sus prácticas sexuales?
Es aquí la oportunidad para una conversación en la que el enfermo describa su historial
sexual hasta la fecha. Anótese características de ellas: sobre bases comerciales,
sentimentales, de aventuras pasajeras, affaires más o menos serios, etc.
B. EN LAS MUJERES
Las dificultades de esa parte del interrogatorio frente a mujeres no son mayores si, es bien
conducido. Generalmente para “romper el hielo”, comenzamos con una pregunta clave:
a) ¿A qué edad comenzó a menstruar?
A las mujeres en general, les agrada explayarse sobre los detalles de su función sexual;
continúe:
b) ¿Estaba Ud. preparad a o se asustó cuando se le presentó por primera vez?
De esta, manera entramos de una manera natural, en la investigación de la sexualidad
infantil. Si la paciente no estaba informada acerca de la menstruación, preguntamos: ¿No
sabía nada al respecto al sexo antes? Si ya lo estaba, ¿cómo lo supo?, insistiendo luego
sobre las preguntas anunciadas respecto a la sexualidad infantil en el interrogatorio de los
hombres.
c) ¿Cómo ha sido su menstruación?
Averigüe caracteres de cronología y presentación. Si la paciente es soltera, averigüe sobre
períodos de amenorrea; ello nos dará una impresión clave si observamos turbación,
enrojecimientos, duda. Ante una negativa, no insistamos.
Preguntamos luego, bien solamente:
d) ¿Ha tenido muchos enamorados?
¿Siempre los ha tenido?
e) ¿Cuándo tuvo el primero?
Continúe el interrogatorio sobre la pauta ya trazada. En un gran porcentaje de los casos,
dadas las condiciones ya establecidas, la enferma habla más o menos francamente confiesa
su exploración en el campo psicosexual.
Si no lo hace pueden usarse algunas preguntas, que hechas a tiempo, nos brindarán
información. Una de ellas es: ¿es Ud. afectuosa, o fría?; si hay resistencia manifiesta a
responder, tomamos una actitud considerada: “Perdone que insista en estas preguntas,
pero son necesarias para comprender perfectamente su caso. Ud. sabe que muchas veces
un detalle basta para orientar un diagnóstico. Naturalmente que si Ud. prefiere no hablar
de ello…” Si la enferma prefiere “no hablar de ello” podemos estar seguros de que “hay
algo” de lo que no quiere hablar y lo tendremos en cuenta.
Si la enferma es soltera.
f) ¿Tiene Ud. enamorado ahora?
Se repite el interrogatorio ya explicado.
Si es casada se investiga, como en el caso de los hombres, las características del proceso
hasta el casamiento, repitiendo la pregunta:
g) ¿Por qué se casó?
Luego nos será fácil seguir.
h) ¿Cómo le impresionó su noche de bodas?
Continuando luego con una conversación que nos lleve al conocimiento de los detalles,
incluidos en los párrafos n, o y p del interrogatorio masculino. En el caso de infidelidad
matrimonial, que las mujeres confiesan más fácilmente que los hombres, pueden
preguntarse:
i) ¿No ha pensado que podría ser feliz con otro hombre?
¿No lo ha intentado?, si puede hacerse esa pregunta manteniendo una actitud benevolente
y comprensiva, ello nos dará información sobre affaires extramatrimoniales y sobre la
actitud de la enferma acerca de ellos.
Terminaremos con:
j) ¿Qué piensa Ud. de los hombres?
12. SUEÑOS
Indispensable complemento según nuestra opinión, de una anamnesis bien conducida, una
investigación de los sueños nos provee de una inapreciable información sobre sus
preocupaciones, complejos y actitudes.
a.- ¿Duerme usted bien?
Si, no, ¿Porqué?
b.- ¿Tiene usted pesadillas?
En caso afirmativo, hágase que el enfermo las relate y anote, si es posible, sus propias
palabras.
c.- ¿Sueña usted?
Muchas veces la respuesta es negativa, hay resistencia inconsciente a recordar sueños ante
el médico. Insistimos ¿nunca? Generalmente de esa manera obtenemos datos. Algo que
ocurre muy a menudo es que el paciente recuerda: “sueño docto pero no recuerdo que”.
Insistimos también: “no recuerda ningún sueño? ¿ninguno?, cuénteme cualquiera. Es muy
raro el caso en que no hemos podido obtener un relato y cuando más trabajo nos ha
costado, más interesante es el sueño obtenido.
Con esto hemos terminado el interrogatorio, que si ha sido bien conducido, nos dará una
idea clara de la personalidad en su relación con el ambiente y nos permitirá encarar, con las
otras partes de la historia clínica; el diagnóstico, el pronóstico y la terapia en función del
hombre como tal.