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PSICOLOGÍA DE LA SALUD

Unidad 4
PSICOLOGÍA DE LA SALUD – UNIDAD 4

Introducción
Todo ser humano al nacer posee una personalidad "potencial", en cuanto a que tiene
los elementos básicos de la misma. Esta potencialidad comenzará a ser realidad cuando
se inicie el desarrollo de ciertas características y capacidades, como trabajo intelectual,
creatividad, conducta intencional y valores éticos, entre otras, que indican que los
diversos elementos de la personalidad están funcionando con cierto nivel de
organización. Se puede hablar de personalidad estructurada cuando el individuo logra
dinamizar de forma integrada y con autonomía estos aspectos básicos, lo que le llevará
a tener una conducta y un pensamiento característicos.

Desde el nacimiento de la psicología, los psicólogos han tratado de definir los


pensamientos, los sentimientos y las conductas típicas que persisten a lo largo del
tiempo y que distinguen a un individuo de otro. La personalidad es el sello psicológico
exclusivo de cada uno; caracteriza nuestro patrón individual de pensamientos,
sentimientos y conductas.

Objetivo
General
• Describir las dimensiones de la personalidad a través de los distintos modelos
teóricos
Específicos
• Reconocer los Modelos dimensionales de personalidad y salud.

• Identificar los Enfoques teóricos de la psicología social.

• Especificar los Factores que influyen en la conducta del cumplimiento


terapéutico.

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UNIDAD IV LA PERSONALIDAD
4.1. Personalidad Concepto y Dimensiones estructurales de la
personalidad: psicología de los rasgos.
Concepto

La etimología de la palabra persona tiene su origen en la lengua griega, significando


etimológicamente "máscara", es decir, algo asumido, que no es propio de uno, algo que
no es sustancial sino añadido. Los actores del teatro se ponían máscaras (personas)
para representar los distintos papeles de la pieza teatral; y éste es el origen del primitivo
significado de la palabra (Morris, 2000).

En el siglo III, los teólogos cambian el sentido del vocablo y entienden por persona algo
interior, de matiz sustancial o esencial. Y en el siglo VI, Boecio añade a esta concepción
el atributo de la racionalidad. (Morris, 2000).

En psicología conviene destacar la interpretación de Jung, discípulo de Freud, para


quien el término persona significa cara (máscara) que el hombre presenta a la sociedad
en que se desenvuelve. Cara que puede ser distinta a sus sentimientos e intereses
reales. (Morris, 2000).

La personalidad es el resultado de la articulación dinámica de los aspectos psicológicos


(intelectuales, afectivos, cognitivos y pulsionales) y biológicos (fisiológicos y
morfológicos) característicos de cada persona y que le distinguen de las demás. Durante
un largo período de tiempo, se consideró que la personalidad era inmodificable. Una de
las características de la máscara en el teatro antiguo era su permanencia, su fijeza, por
eso probablemente se adoptó el término personalidad para designar los rasgos
característicos de una persona. En la actualidad esta idea está totalmente descartada.
(Morris, 2000).

En este sentido se considera la definición de W. Allport la más completa:

Que es algo interno, no de apariencia


externa

Que no es exclusivamente mental, ni


exclusivamente neurológica sino que
su organización exige el
funcionamiento de mente y cuerpo
como unidad.

Que los sistemas psicológicos son


tendencias determinantes que dirigen
y motivan la acción.

Que la conducta y el pensamiento son


característicos de cada individuo, y
que en ellos se refleja su adaptación
al ambiente, a la vez que son formas
de acción sobre él.

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Personalidad es
la organización
Esta
dinámica, en el
definición
interior del
indica que la
individuo, de los
personalidad
sistemas
es de
psicofísicos que
naturaleza
determinan su
cambiante:
conducta y su
organización
pensamiento
dinámica
característicos.

Nota: Adoptado de definición de la personalidad de Allport. (1937).

Dimensiones estructurales de la personalidad: psicología de los rasgos.

La estructura básica de la personalidad estaría compuesta por cinco grandes factores


de orden superior (rasgos de personalidad) y diversas facetas de personalidad de bajo
nivel (Bouchard y Loehlin, 2001).

Puntualmente, estos cinco grandes factores son denominados como Extraversión (E),
Amabilidad (A), Responsabilidad (C), Neurotickismo (N) y Apertura a la Experiencia (O).
Pese a que existe algún acuerdo en la literatura de personalidad acerca de las
características de los factores de orden superior, no existe tal consenso con relación a
un conjunto óptimo de facetas de bajo nivel. (Bouchard y Loehlin, 2001).

Así, por ejemplo, hay 45 dimensiones bipolares en el modelo ABC de los cinco grandes
propuesto por Goldberg (1992), dimensiones bipolares en el modelo homónimo de
Costa y McCrae tal como se ha operacionalizado en su inventario NEO revisado (NEO
PI-R); existen alrededor de 35 facetas incluidas en las escalas del Inventario de
Personalidad de California y el bien conocidos 16 factores primarios de la estructura
postulada por Cattell en su Cuestionario de los 16 Factores de Personalidad (16PF).

Amabilidad y Cordialidad, opuesto a Antagonismo

Evalúa la capacidad para establecer vínculos psicosociales y la disposición a


preocuparse por los demás.

En casos extremos, el polo negativo se asocia a la psicopatía.

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Esta dimensión no aparece en todos los modelos factoriales de personalidad, tal vez por
su marcado carácter valorativo.

- Confianza: tendencia a atribuir buenas intenciones a los demás.

- Franqueza: persona franca, sincera y algo ingenua

- Altruismo: preocupación activa por los otros, generosidad

- Actitud conciliadora: evitación de conflictos, cooperatividad, perdonar ofensas

- Modestia: modestia sin desvalorización o inseguridad, tendencia a pasar desapercibido

- Sensibilidad social: preocupación por los demás, sentimientos de piedad y solidaridad.

Responsabilidad (o Escrupulosidad, opuesto a Irresponsabilidad o Negligencia)

Evalúa la capacidad para actuar de acuerdo a propósitos o metas claras, para poder
organizar y llevar adelante proyectos e ideas.

El polo negativo es propio de personas que andan sin rumbo u objetivo, o resultan
indolentes. Esta dimensión, también ausente en otros modelos, incluye el control de
impulsos tanto como una clara disposición a ser escrupuloso y obediente.

- Competencia: sentimiento de creerse capaz, efectivo y resolutivo para tratar con los
aspectos de la vida. (Benet-Martínez, V. y John, O. 1998).

- Orden: propio de personas ordenadas y bien organizadas. - Sentido del deber:


tendencia a adherirse estrictamente a sus principios éticos y cumplir con las
obligaciones. - Necesidad de logro: propio de personas con altos niveles de aspiración
y tendencia trabajar duro para conseguir sus objetivos.

- Autodisciplina: habilidad para empezar tareas y llevarlas a cabo a pesar del


aburrimiento o de cualquier tipo de distracción.

- Reflexión: tendencia a pensar cuidadosamente antes de actuar. (Benet-Martinez, V. y


John, O. 1998).

Extraversión (opuesto a Introversión)

Llamada Surgencia en algunos modelos. Evalúa la sociabilidad, como la facilidad para


comunicarse con los demás, la asertividad y la facilidad para iniciar y mantener
conversaciones.

El polo negativo es propio de personas con tendencia al aislamiento o el retraimiento –

-Cordialidad: capacidad para establecer relaciones cordiales con otros.

- Gregarismo: preferencia para estar en compañía de otros.

- Asertividad: tendencia a estar seguro con uno mismo, facilidad para verbalizar lo que
se piensa, aunque se esté en desacuerdo.

- Actividad: necesidad de estar siempre haciendo algo. Se caracteriza por conductas


motoras vigorosas.
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- Búsqueda de emociones: tendencia a acercarse a las fuentes de estimulación,


capacidad para disfrutar lo novedoso.

- Emociones positivas: tendencia a experimentar con frecuencia emociones de alegría,


felicidad, entusiasmo y optimismo. (Benet-Martinez, V. y John, O. 1998).

Neuroticismo (opuesto a Estabilidad Emocional)

Incluye aspectos ligados al bienestar o malestar psicológico, al afecto y las emociones


negativas.

Evalúa inestabilidad emocional, la tendencia a experimentar emociones negativas como


miedo, sentimiento de culpa, tristeza o enojo.

No necesariamente implica patología sino la tendencia a sufrir trastornos antiguamente


conocidos como “neuróticos”.

- Ansiedad: propensión a la tensión y al nerviosismo, tendencia a preocuparse y a


experimentar miedo.

- Hostilidad: tendencia a experimentar enfado, irritación.

- Depresión: presencia de sentimientos de culpa, tristeza, soledad y desesperanza.

- Timidez (ansiedad social): presencia de sentimientos de vergüenza, sensibilidad al


ridículo e incomodidad en situaciones sociales. (Benet-Martinez, V. y John, O. 1998).

- Impulsividad: dificultad en el control de impulsos y necesidades, falta de autocontrol y


baja tolerancia a la frustración.

- Vulnerabilidad (al estrés): dificultad para controlar situaciones de estrés, tendencia a


la dependencia en situaciones interpretadas como de emergencia. (Benet-Martinez, V.
y John, O. 1998).

Apertura a la experiencia (opuesto a Convencional o Cerrado a la experiencia)

Evalúa la presencia de una imaginación activa, sensibilidad estética, capacidad de


introspección y curiosidad intelectual. (Benet-Martinez, V. y John, O. 1998).

El polo opuesto se relaciona con el convencionalismo, el dogmatismo y el apego a lo


tradicional.

- Fantasía: capacidad de imaginar o crear.

- Estética: capacidad para apreciar el arte y la belleza.

Sentimientos: receptividad a los propios sentimientos y emociones, que se valoran como


cosas importantes de la vida.

- Acciones: interés por diferentes actividades, por ir a sitios nuevos, rechazo de lo


rutinario y convencional. (Widiger, 2005).

- Ideas: apertura de mente a cosas nuevas, a las ideas poco convencionales, interés por
los argumentos intelectuales.

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- Valores: tendencia a reexaminar los valores sociales, religiosos, políticos, rechazo del
dogmatismo (Widiger, 2005).

Los años 90 resultan tiempos de consolidación y crecimiento del modelo.

Surgen replicaciones a lo largo de todo el ciclo vital (en especial en niños y


adolescentes) y se busca la replicación cultural en diferentes lenguas como el flamenco,
el alemán, el italiano, el chino, el portugués, el coreano, el húngaro, el finlandés, el
estonio y el español (Sanz, Silva y Avia, 1999).

Se observan ciertas diferencias culturales respecto a la personalidad, pero explicables


dentro de los lineamientos del modelo, y consistentes con la diferenciación teórica entre
tendencias básicas (de base biológica) y adaptaciones características (influenciadas
culturalmente), las que serán presentadas en el apartado siguiente (Castro, A. 2002).

4.2. Personalidad y salud.


4.2.1. Modelos dimensionales de personalidad y salud.
Cabe anotar que todas las alusiones a la personalidad en la psicología de la salud hacen
referencia a ciertos factores, que se han estudiado de forma disgregada o pertenecen a
modelos teóricos diferentes. Pocas veces en estos estudios se hace referencia a los
patrones psicopatológicos, representados actualmente en el modelo actual asumido por
el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales en su quinta versión
(DSM-5) (American-Psychiatric-Association [APA], 2013), pero mucho más cercano a la
propuesta encontrada en su apéndice y a la postura del manual de la CIE en su versión
11 (Figueroa-Cave, 2018).

Lo anterior llevó a plantear esta reflexión acerca de los modelos dimensionales de la


personalidad y su importancia en el campo de la psicología de la salud.

Los modelos dimensionales han cobrado aún más importancia gracias a los estudios
acerca del temperamento que evidencian que existirían tres dimensiones innatas
biocomportamentales; dos de ellas se refieren a la estructura afectiva, afectividad
positiva y negativa, y la tercera tendría que ver con la desinhibición o inhibición del
sistema nervioso (Clark, 2005).

La afectividad positiva y negativa actúan como sistemas de aproximación y retiro


respectivamente, mientras que la tercera dimensión regula el grado en que los estímulos
entrantes pueden ser inhibidos (Clark, 2005).

Modelo de Afectividad Negativa y Positiva.

El Modelo de Afectividad Positiva y Negativa se desarrolló inicialmente para explicar los


aspectos comunes entre la ansiedad y la depresión modificado posteriormente por Clark
y Watson (1991) para dar cuenta del elemento prototípico de la ansiedad. El afecto
positivo y el negativo son dos constructos diferenciales importantes para comprender la
emoción desde el punto de vista biológico y psicológico (Clark y Watson, 1991).

La dimensión del afecto negativo hace referencia a un malestar subjetivo compuesto por
varios estados emocionales negativos, como el miedo, tristeza, ira, disgusto y culpa. De
forma similar, la dimensión del afecto positivo refleja la co-ocurrencia de estados
emocionales positivos, llevando a que la persona se sienta entusiasmada, activa y alerta
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En ese sentido, se ha pensado que las dimensiones del afecto positivo y negativo son
estables y predictivas en el tiempo. Su estabilidad se comprobó en un estudio de
seguimiento por 7.5 años con estudiantes universitarios (Watson y Walker, 1996).

Desde el punto de vista psicopatológico se ha afirmado que la diferenciación entre afecto


y afectividad, señalando el estado y el rasgo, podrían dar un panorama más completo
de la psicopatología (Clark, 2005).

Así, los estados de afecto positivo y negativo están relacionados con rasgos de
afectividad positiva y negativa, que reflejan las diferencias individuales en reactividad
emocional (Clark y Watson, 1988).

Modelo de los cinco factores.

Este modelo tiene sus raíces en el paradigma léxico recogiendo lo que es más
significativo cuando se describe a una persona y que queda codificado en el lenguaje.
A partir de esto se habla de cinco factores, o dominios, en tanto se plantea que dentro
de estos existen grados o variaciones que emergen en la medida que las personas
desarrollan más palabras para evidenciar los grados o variaciones de cada uno de los
factores iniciales (Widiger y Crego, 2019).

Es un modelo que ha cobrado importancia en las últimas décadas, sintetizando los


rasgos que habían sido identificados previamente en el lenguaje coloquial y en diversas
pruebas psicológicas. Los cinco factores que reúne este modelo son neuroticismo,
extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad y consciencia/responsabilidad, y
cada dimensión tiene una polaridad inversa, por ejemplo, neuroticismo – estabilidad
emocional (Figueroa-Cave, 2018).

Este modelo cuenta con amplia validación empírica, incluyendo estudios de replicación
cultural, de genética comportamental, antecedentes en la infancia, estabilidad,
neurociencia, y validaciones en diferentes idiomas (Widiger y Crego, 2019).

El neuroticismo hace referencia a una tendencia relativamente estable de responder con


emociones negativas a situaciones de frustración, pérdida o amenaza. En este sentido,
las personas que puntúan alto en este rasgo reaccionan con emociones intensas frente
a pequeños desafíos (Lahey, 2009).

Este factor se ha asociado con menores niveles de calidad de vida en la comunidad en


general, ya que incluye la sensación de sentirse enfermo, excesivamente preocupado,
fracasado laboralmente y con poca satisfacción marital , así mismo, este rasgo se ha
asociado con una mayor preocupación por la salud, pero menores conductas de
protección, lo que recientemente ha llevado a plantear que podría llevar a que aquellos
con niveles altos en este rasgo tengan mayor riesgo de ser infectados con covid-19 al
interpretarse en el contexto actual (Khosravi, 2020).

Por esta razón, por su correlación con trastornos físicos y emocionales y por el hecho
de que las personas con altas puntuaciones en neuroticismo presentan mayor
frecuencia de uso de los servicios de salud física y mental, este rasgo es altamente
significativo en la salud pública.

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La extraversión hace referencia a una tendencia a la sociabilidad, a la asertividad y se


expresa en el comportamiento de conversar fácilmente (Costa y McCrae, 2008).

Las personas con altos niveles de extraversión reportan tener mayores emociones
positivas en el contacto social, así como mayor afecto positivo, lo cual repercute en la
frecuencia, intensidad y duración de las emociones asociadas (Verduyn y Brans, 2012).

La apertura a la experiencia se describe como la tendencia a ser de mente abierta y a


sentir gusto al experimentar. Las personas con altas puntuaciones en este rasgo son
abiertas al mundo y a buscar ideas y emociones nuevas (Costa y McCrae, 2008).

Por esto se ha reportado que la apertura se asocia con la capacidad de hacer una
revaloración de situaciones inicialmente percibidas como amenazantes (Schneider, et
al, 2012).

La relación entre la apertura a la experiencia y la salud se daría mediante una mayor


voluntad para involucrarse en nuevas aproximaciones para el cuidado de la salud o
mediante compromisos con dietas más saludables (Koots-Ausmees et al., 2016).

Respecto a la amabilidad, las personas con altas puntuaciones en este factor tienden a
ser altruistas y ayudan en todo lo necesario (Costa y McCrae 2008).

Es importante anotar que una mayor amabilidad se ha asociado con mayor reactividad
en la respuesta de experiencias estresantes, pero, al mismo tiempo, los pacientes con
altas puntuaciones en amabilidad presentan mayores tendencias a efectuar
comportamientos relacionados con la salud, como la notable adherencia a los
tratamientos con antibióticos (Koots-Ausmees et al., 2016).

Finalmente, la responsabilidad alta se evidenciaría en la tendencia de una persona a


ser minuciosa, controlada respecto a sus impulsos, fiable y escrupulosa (Costa y
McCrae, 2008).

Este rasgo se ha asociado directamente con la probabilidad de inhibir conductas


impulsivas que pueden atentar contra la salud; de este modo, personas con bajas
puntuaciones en responsabilidad parecen tener más comportamientos de riesgo para la
salud como fumar, comer poco saludable, conducir de forma irresponsable y tener
intercambios sexuales sin protección (Koots-Ausmees et al., 2016).

Con respecto a la estabilidad de los rasgos, encontraron que, aunque se trata de rasgos
estables, estos pueden presentar algunas variaciones con la edad. El estudio indicó que
existen diferencias estadísticamente significativas en el nivel inicial y en la tasa de
cambio de neuroticismo y extraversión en un período de seguimiento de 12 años.
Adicionalmente, se encontró que los eventos vitales afectan principalmente la tasa de
cambio del neuroticismo, por encima de la extraversión y se encontró que el
neuroticismo disminuiría con la edad, mientras que la extraversión aumentaría (Mroczek
y Spiro, 2003)

4.2.2. Tipologías de personalidad y salud.


La teoría de la personalidad tipo A, B, C y D fue creada por los cardiólogos Friedman y
Rosenman mientras estaban investigando las posibles causas detrás de las
enfermedades coronarias. Después de un estudio junto a tres mil hombres sanos entre
35 y 59 años, especularon que había ciertos patrones de comportamiento que
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conllevaban un mayor riesgo a sufrir de este tipo de patologías (Pedersen, S. et.al.,


2004).

En un principio, en los estudios observaron que aquellos que tenían una personalidad
tipo A solían tender a experimentar más preocupación alrededor del estatus social y a
conseguir más logros. Además, la conducta de tipo A solía estar relacionada con la
adicción al trabajo, así como con los problemas de autoestima y la impaciencia.
(Pedersen, S. et.al., 2004).

Por otro lado, las personas con personalidad de tipo B reportaban niveles más altos en
su satisfacción de vida, así como tenían más paciencia ante las situaciones estresantes
(Pedersen, S. et.al., 2004).

Esta teoría sobre los tipos de personalidades se desarrolló con el tiempo y se aumentó
a cuatro patrones de la personalidad que nos permiten saber cómo reaccionamos ante
los factores externos. (Pedersen, S. et.al., 2004).

Los 4 tipos de personalidad

Según esta teoría sobre los diferentes tipos de personalidad en función de la reacción
al estrés o a los eventos externos, existen cuatro patrones de conducta.

Personalidad tipo A

El patrón de conducta tipo A se define por las siguientes características:

Competitividad

Los individuos con estos patrones de conducta suelen tener tendencia a ser más
competitivos y autocríticos. Las personas con estos tipos de personalidad se esfuerzan
por alcanzar sus metas a pesar de que no se sienten satisfechos por los logros o el
esfuerzo que realizan para conseguirlos. De hecho, esto implica que se alteren
fácilmente y tiendan a reaccionar de manera exagerada. (Ray y Bozek, 1980).

Mala gestión del tiempo

Las personas con una personalidad tipo A suelen estar en constante lucha contra el
reloj. Tanto es así que suelen impacientarse además de estar siempre ante una agenda
muy apretada repleta de compromisos.

Hostilidad:

Aquellas personas que se definen por un patrón de conducta de tipo A suelen tener más
tendencia a experimentar irritabilidad y hostilidad hacia los demás. Esto sucede ya que
no tienen buenas habilidades para expresarse abiertamente ante los demás. (Ray y
Bozek, 1980).

Por otro lado, este patrón de la conducta está más asociado a enfermedades coronarias,
como el colesterol alto, presión arterial alta, diabetes y estrés (Ray y Bozek, 1980).

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Personalidad tipo B

El patrón de conducta tipo B suele tener las siguientes características:

Conducta relajada

La personalidad tipo B suele ser más tolerante con las personas además de tener un
tipo de personalidad más relajada ante los eventos. (Burger, J., 2006).

Buscan el apoyo

Cuando una persona con personalidad tipo B sufre de estrés suele buscar el apoyo de
los demás para poderlo afrontar. (Burger, J., 2006).

Postergación

Estos tipos de personalidad suelen tener más tendencia a postergar sus tareas ya que
suelen no forzarse ante los retos debido a su actitud más calmada.

Calma ante el estrés

Aunque aquellos que se definen con el patrón de conducta tipo B no son muy
ambiciosos, la realidad es que afrontan con más calma y confianza las situaciones
estresantes. (Burger, J., 2006).

Personalidad tipo C

Las personas con el patrón de conducta tipo C se definen por las siguientes
características:

Perfeccionismo

Este patrón de comportamiento suele ser muy similar al tipo A. La diferencia clave está
en la tendencia al perfeccionismo que este tipo de personalidad tiene. (McLeod, S.,
2017).

Incapacidad por expresar sus sentimientos

Suelen ser personas a quiénes les cuesta mucho expresar sus propios sentimientos, de
hecho, los suelen ignorar en vez de afrontar.

Tendencia a complacer los demás: La personalidad tipo C tiene tendencia a complacer


a las otras personas en lugar de a sí mismas.

Según los estudios, debido a estas características este patrón de conducta puede ser
un factor de riesgo del desarrollo del cáncer. De hecho, las investigaciones muestran
cómo la personalidad puede afectar a nuestro sistema inmunológico. (McLeod, S.,
2017).

Personalidad tipo D

La personalidad tipo D también es denominada personalidad angustiada. Dentro de este


patrón de la personalidad se incluyen estos dos rasgos básicos: (McLeod, S., 2017).

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Afectividad negativa

Se trata de la tendencia a experimentar emociones negativas a lo largo del tiempo y las


situaciones. De hecho, estas características de la personalidad se relacionan con el
neuroticismo. (McLeod, S., 2017).

Inhibición social

La personalidad tipo D suele estar relacionada con la introversión, es decir son


personas que inhiben sus emociones y comportamientos ante las interacciones
sociales. (McLeod, S., 2017).

Estos tipos de conducta suelen relacionarse con más probabilidad de enfermedades


coronarias o el aumento de los síntomas depresivos (McLeod, S., 2017).

4.2.3. Procesos de personalidad y salud

Específicamente, el enfoque basado en los procesos, considera la personalidad “como


un sistema de procesos cognitivos, emocionales y conductuales que interactúan, en un
marco histórico y social, modificándose continuamente, pero manteniendo también una
autonomía relativa” (Moreno, 2007).

Así, se parte de módulos relativamente autónomos que, al tiempo, se encuentran


relacionados. Este enfoque modular de la personalidad despierta gran interés para el
estudio de los vínculos entre la personalidad y la salud, pues enfatiza en los procesos
que generan y mantienen los perfiles de conducta y de interacción con la realidad.

Por ejemplo, el clásico enfoque estructuralista describiría los rasgos de personalidad


asociados a la persona alcohólica, mientras que el modelo procesual identificaría el
sistema interactivo de procesos cognitivos, emocionales y conductuales que generan y
mantienen el consumo abusivo de alcohol a lo largo del tiempo. (Moreno, 2007).

Este enfoque no consiste en la descripción y asociación de las conductas de riesgo para


la salud con los procesos de enfermedad, se refiere al conjunto de patrones de conducta
o estilos de vida que inciden sobre las condiciones de la salud, que incluyen el tipo de
cogniciones o emociones que interactúan con el desarrollo de tales conductas y el
componente social de pertenencia a un determinado grupo socioeconómico, que genera
unos estilos de conducta específicos. (Moreno, 2007).

Al respecto, los estilos de vida como uno de los determinantes básicos de la salud, junto
con los factores biológicos, medioambientales y los relacionados con los sistemas de
salud. A partir de este planteamiento multifactorial, se han realizado suposiciones acerca
de la importancia relativa de cada uno de estos factores en la determinación de la salud.
(Lalonde, 1974)

Las consecuencias de estos modelos dedicados al estudio de los determinantes de la


salud han sido altamente relevantes. Por un lado, la interacción entre las condiciones
de vida y las pautas individuales de conducta determinadas por los factores
socioculturales y las características personales (entre ellas, de personalidad). Así, se
acentúa el carácter activo del ser humano en sus procesos de salud-enfermedad, y el
marco históricocultural y social que determina sus condiciones materiales de vida.
(Restrepo, 2001)
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Los estilos de vida y el ambiente socio-cultural interactúan, a su vez, con el ambiente


físicogeográfico y con los determinantes de la salud ya formulados, con la biología
humana y con los servicios de salud, desde una perspectiva multicausal histórico-
biográfica, la cual tiene en cuenta la dimensión temporal de las relaciones entre estos
factores a lo largo de la vida de la persona. Esta perspectiva se basa en el modelo
acerca del estudio de la historia natural de las enfermedades.

Por su parte, la comprensión del papel de la psiquis en la determinación de la salud


parte de la interacción entre las cualidades sistémicas tanto de la “salud” como de la
“personalidad”, esta última entendida como una instancia central de regulación
encargada de la toma de decisiones respecto a otras instancias subordinadas, como las
necesidades o motivaciones individuales, las representaciones y las normas sociales,
las relaciones con el medio social, las reacciones emocionales y los “estilos de vida”
individuales. Estos procesos se caracterizarían, por un lado, por su consistencia y
coherencia (lo que determinaría la singularidad y la estabilidad del sistema psicológico
de una persona) y, por otro, por su conflictividad y disociación, resultando
situacionalmente interactiva o inestable.

En todo caso, el constructo de personalidad y el de salud están en continua revisión y,


por tanto, el estudio de su interacción es altamente complejo. Por un lado, la salud pasó
a definirse en la Carta Constitucional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en
1948 como “el estado completo de bienestar físico, mental y social y no solamente la
ausencia de afecciones o enfermedades”.

A pesar de la utopía de este concepto, se remarca que plantea una perspectiva positiva,
subjetiva y holística de la salud, que ha derivado hacia definiciones más funcionales,
como la de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la que se considera la
salud como una facultad de adaptación humana al medio ambiente, de ajuste del
organismo a su entorno (2007).

De esta forma, se ha pasado de un enfoque previo centrado en los riesgos para la salud
a un enfoque de resiliencia con perspectiva positiva. De la conjunción de ambos
planteamientos, tanto el aspecto perceptivo subjetivo (bienestar) de la salud como su
más reciente conceptualización funcional (capacidad de adaptación) (Moreno, Garrosa
y Gálvez, 2005).

4.2.4. Personalidad saludable.

La Salud Mental se define como; “La capacidad de tener relaciones armoniosas con
otros, la participación constructiva en las modificaciones de su ambiente físico y social
y también la capacidad de obtener una satisfacción armoniosa y equilibrada de sus
propios impulsos instintivos” esta definición es más amplia que considerar a la salud
mental como a la ausencia de enfermedad y muestra tres dominios: (Sánchez, M, y
Cardenal, V. 2005).

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1. Autorrealización.
Lo que permite al individuo explotar su potencial.

2. Sentido de Dominio.
Sobre él mismo y su ambiente.

3. Autonomía
La capacidad de identificar, confrontar y resolver sus problemas. Existen varias
definiciones de salud mental desde diferentes perspectivas: Desde la personalidad
saludable; Leightan y Murphy mencionan que es la visión de la dimensión afectiva que
la caracteriza como una sensación subjetiva de bienestar. Desde el abordaje
salutogénico implica la capacidad de responder flexiblemente a los factores estresantes
a partir del optimismo. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

Respecto a la calidad de vida se dice que se define como una percepción individual de
la persona sobre su posición en la vida, en el contexto de la cultura y los sistemas de
valores en los cuales ella vive y en relación con sus metas, expectativas estándares y
preocupaciones. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

Se encuentra dos elementos importantes:

1. la calidad de vida puede estar aumentado o disminuido por las acciones de la


sociedad y.

2. La capacidad que tiene el individuo de mantener relaciones mutuamente satisfactorias


y duraderas. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

Cinco áreas vitales para el bienestar.

1. Esencia o espiritualidad.

2. Trabajo y Ocio.

3. Amistad.

4. Amor.

5. Autodominio. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

Como puntos identificados de bienestar para provocar un efecto en el entorno logrando


un funcionamiento saludable están:

1. Sentido de valor

2. Sentido de control

3. Sentido realístico

4. Conciencia emocional

5. Capacidad de lucha 6. Solución de problemas y creatividad.

7. Sentido del humor.

8. Nutrición.
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9. Ejercicio.

10.Sentido de autoprotección.

11.Control de las propias tensiones.

12.Identidad sexual e identidad cultural.

Hay que mencionar que la salud mental no implica necesariamente la salud física,
aunque la primera beneficia en mucho al restablecimiento de la salud física. (Sánchez,
M, y Cardenal, V. 2005).

También no se debe entender la normalidad como la ausencia de conflictos en


ocasiones dicha ausencia podría indicar una escasa salud mental en donde
mecanismos defensivos como la negación están predominando impidiendo al individuo
ver y aceptar su realidad. Otro dato importante que hay que agregar es que en ciertas
condiciones de anormalidad se puede aumentar el potencial de actuación ya sea bajo
un trastorno mental o bajo la influencia de algunas drogas y el ejemplo se muestra con
algunas actividades creadoras y artísticas (ejemplo en Neuróticos y Psicóticos).

El individuo normal tiene una actitud armónica provocada por la armonía de su energía
psíquica. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

- Cuando esta se desequilibra por una tensión psíquica se produce la anormalidad


algunos ejemplos psicodinámicos son:

∙ La fijación puede aparecer en frustraciones, estereotipias o en la detención de


desarrollo mental.

∙ El aislamiento por medio de síntomas de retiro.

∙ La inadaptación comprende los síntomas que producen conflictos en el individuo con


su medio.

∙ La pasividad como apatía.

∙ La autodestrucción con sentimientos de inferioridad llegando al suicidio. ∙

La esterilidad se manifiesta con impotencia, sentimientos de vacío y aburrimiento.

∙ El desequilibrio se manifiesta con obsesiones e impulsos incontrolados La teórica


Psicoanalítica menciona que “Nadie se haya socialmente adaptado sin un Súper Yo
totalmente desarrollado que es el portador de las normas y valores sociales dentro del
propio sistema mental” Otros puntos destacados por varios autores de Psicología
mencionan que una persona sana tiene las siguientes características:

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PSICOLOGÍA DE LA SALUD – UNIDAD 4

1. Es Flexible.
Son personas que pueden reaccionar de diversas formas es decir tienen un repertorio
alto de conductas.

2. Vida variada realizando diversas actividades.

En vez de centrar su vida en una sola actividad.

3. Capacidad de tolerancia.

No venirse abajo ante presiones y contratiempos. (Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005)

4. Su forma de verse así mismo al mundo y a los demás se ajusta a la realidad.


Dado que el hombre es un ente Biopsicosocial para la obtención de la Salud Mental
debe incluirse.

1. Autodominio y autoconocimiento.

2. Responsabilidad de acciones.

3. Correcta percepción y adaptación a la realidad. 4. Madurez afectiva 5. Estabilidad


emocional.

6. Cultivo intelectual.

7. Educación de la voluntad.

8. Vivir con valores éticos.

9. Elaboración de un proyecto existencial.

10. Vida Espiritual

Este último concepto de espiritualidad ha sido discutido por la Asociación


Estadounidense de Psicología y explícitamente expresa que la religión debe ser
respetada y la Asociación Estadounidense de Psiquiatría dice que la educación de
asuntos religiosos y espirituales es también una necesidad. (Sánchez, M, y Cardenal,
V. 2005).

Puesto que la normalidad depende de muchos factores internos y externos, no podemos


decir que la normalidad exista, sino que es un estado que debe ser logrado como
podemos observar en las referencias antes mencionadas. Este estado de Salud Mental
es el equilibrio del individuo consigo mismo y con su medio, es el grado de adaptación
interna y externa que logra la persona de acuerdo a su contexto social, cultural y familiar.
(Sánchez, M, y Cardenal, V. 2005).

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PSICOLOGÍA DE LA SALUD – UNIDAD 4

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2- Bibliografía Complementaria
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3- Bibliografía virtual UPAP


• Morris C. Maisto A. (2011) Introducción a la psicología. 13° ed. Editorial Pearson.
México.

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