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2006
Ideología, Estrategias de Definición y Formas de Relación Social en el Mundo Antiguo, 33-44
El Recuerdo Gentilicio
y los Orígenes de la Historiografía Romana
Ana Rodríguez Mayorgas
Universidad Complutense de Madrid
In this paper it will be argued that the origins of Roman historiography have to be
approached from a new perspective. Rather than trace the Greek literary pattern that Ro-
man authors are supposed to have followed, we will focus on Roman oral memory and
especially on aristocratic recollection in order to rethink the first Roman histories.
cional perspectiva ver Moatti (1997: 19-21) y López Barja (en prensa, introducción). Para una
crítica general a la visión helenocéntrica del nacimiento de la literatura en Roma ver Habi-
nek (1998: 34).
6 En este caso, creemos que hay que ir más allá de la crítica que Marincola ha hecho a la
idea de género literario en la historiografía antigua, sobre todo para el caso romano (1999:
288-290).
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1. Aristocracia e Historia
Teniendo en cuenta el referente griego, los investigadores han destaca-
do, como veíamos, la fuerte dependencia, formal y de contenido, de estas
primeras obras respecto al modelo griego. Sin embargo, esta misma
comparación les ha llevado también a señalar en numerosas ocasiones lo
que a sus ojos supone un elemento de distanciamiento entre las dos
tradiciones: la finalidad política de la historiografía romana y su carácter
claramente gentilicio. En efecto, una característica que se ha considerado
siempre fundacional de esta historiografía es el hecho de que sus autores
pertenezcan a la aristocracia; Fabio Pictor era miembro de la gens Fabia,
había luchado contra los ligures en el 233, contra los galos en el 225 y, ya
como senador, había participado activamente en la Segunda Guerra Púnica.
Después de la derrota de Cannae fue enviado a Delfos para consultar el
oráculo. Cincio Alimento tenía igualmente un origen noble —la gens Cincia
era una familia plebeya— y participó también en la guerra contra Aníbal,
sobre todo en Sicilia hasta que fue hecho prisionero9. Lo mismo podría-
mos decir de la mayoría de historiadores republicanos —Catón, Salustio,
7 Rodríguez Mayorgas (2005). Ver también García Fernández & Rodriguez Mayorgas (2005).
8 Para el caso de Fabio y Cincio, ver Pinsent (1964: 18-29) y D’Ippolito (1998: 142-150).
9 Sobre la vida de estos dos personajes, ver Mattingly (1976: 3) y Verbrugghe (1980: 2165-
ver Gentili & Cerri (1979), Musti (1989: 181-182), Gabba (1993: 14-15). Recientemente
Pina Polo ha destacado también el uso político que la aristocracia hacía de la historia escrita
como instrumento ideológico (2004: 157-163).
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13 Sobre el pasaje de Cicerón y la falsificación de las acta triumphorum, ver Ridley (1983: 377).
Sobre la referencia de Plutarco, ver Frier (1979: 121-123).
14 Ov. Fast. 2.431-4; Plut. Rom. 21.3.
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había desaparecido15. El propio nombre que recibía esta fecha del calenda-
rio, Lupercalia, estaba cargado de significado, lo que nos lleva a la segunda
categoría, la topografía de la memoria en la que la leyenda de Rómulo tiene
nuevamente un puesto especial; el Lupercal era una cueva al pie del Palatino
que dominaba el río Tiber, la ficus Ruminalis, marcaba el punto en el que
habían sido rescatados por la loba después de su trayecto por el río, tam-
bién se conservaba la casa de Rómulo a los pies del monte palatino, en el
Cermalo, etcétera16.
Pero además había un tercer elemento significativo en la memoria oral
que estaba estrechamente relacionado con el pasado más reciente de la
ciudad y que se articulaba estrictamente a través de las familias aristocráti-
cas. En efecto, la memoria de los grandes personajes, de su virtus y su ser-
vicio a la comunidad, ambas cosas reflejadas en los honores que habían
recibido, era objeto de celebración y ostentación pública. A este respecto
cabe destacar dos elementos de especial relevancia a los que sólo tenían
acceso los ciudadanos romanos que habían tenido importantes cargos: la
imago o máscara funeraria que representaba el rostro del difunto, y la lauda-
tio funebris que un familiar cercano al fallecido, generalmente un hijo, pro-
nunciaba ante los participantes de la ceremonia en el foro y en la que se
especificaban las virtudes y hazañas que formaban parte de la imagen pú-
blica que se había labrado dicho personaje17. El significado y trascendencia
de estos elementos dentro del desarrollo de los funerales romanos puede
deducirse de la descripción que de ellos nos ha dejado Polibio (6.53-54),
quien se vio impresionado por la espectacularidad y atención que recibían
estas ceremonias en Roma.
De este modo, del pasado más reciente, por oposición al pasado funda-
cional que estaba vinculado a las fiestas religiosas del calendario, se recor-
daba exclusivamente el valor y el prestigio de las familias más destacadas a
las que Roma les debía su grandeza. Y cuando, además, la virtus de estos
nobles romanos había contribuido a una victoria de especial relevancia,
desde finales del siglo IV a.C. se hacía perdurar en el tiempo mediante su
15 Fr. 2P. = fr. 3Ch. Otro ejemplo son los Parilia, el dies natalis de la ciudad que se celebraba
el 21 de abril (Ov. Fast. 4.721-806 y Plut. Rom. 12.1-2). Sobre estas fiestas del calendario
romano ver Scullard (1981: 103-5 y 76-78).
16 Var. L.L. 5.54.1; Dion.Hal. 1.79.11; Plut. Rom. 20.4. Sobre la relación entre topografía y
honorífica griega, ver Dupont (1987: 167-170); toda la información que tenemos de estas
máscaras se encuentra en una reciente monografía de H. Flower (1999). En cuanto a las
laudationes, ver Arce (2000).
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casos estas referencias no eran realmente los títulos originales de las obras sino un modo de
denominarlas por el contenido (1997: 216). En cualquier caso, esta segunda posibilidad
sigue indicando que la protagonista era la ciudad o los “asuntos romanos”.
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