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Historiografía:

Historiografía: César, Salustio y Tito Livio. Características y orígenes de la


historiografía romana. La monografía histórica a finales de la República: César y
Salustio. La historiografía en la época de Augusto: Tito Livio

La historiografía es el registro escrito de la historia, la memoria de un pueblo


fijada con la escritura de su propio pasado. A diferencia con la actualidad, durante
mucho tiempo fue considerada un género literario.

La historiografía romana fue mucho menos rigurosa que la griega y de intención


más moralizante. El romano no transmitía objetivamente los hechos antiguos, sino que
los juzgaba y los describía desde su propio punto de vista. No se buscaba la objetividad:
cada autor daba su punto de vista. Con este género se busca la exaltación del
sentimiento patriótico.

Los grandes maestros de los romanos fueron los griegos. Entre ellos destacan
Polibio, que vivió durante años en Roma y Tucídides.

1. Orígenes, primeros cultivadores y características

La Historiografía (como género literario) nace en Roma entre las clases


dirigentes en el último cuarto del siglo III a. C. a raíz de la Segunda Guerra Púnica
(218-202 a. C.) y favorecieron el sentimiento de identidad nacional romana, celebró los
valores colectivos. Roma entra en el escenario internacional y debe dar a conocer su
pasado glorioso, justificar sus actuaciones y defenderse ante el ataque de sus
adversarios.

Los primeros cultivadores de la Historiografía en Roma son denominados


analistas (del latín annus “año”, porque estructuran su relato año a año) y escriben en
lengua griega para replicar a los historiadores que habían escrito acerca de la historia de
Roma en griego, que en esa época era la lengua culta internacional.

El más antiguo de los analistas es Q. Fabio Pictor (260 a.C.-ca. 190 a.C.) autor
de una historia romana en griego, Rerum gestarum libri que comprende desde la
fundación de Roma y lo llevó hasta su propia época. Escribe desde la perspectiva
aristocrática y con un tono moralizador; sus textos, estructurados a partir de anécdotas,
se basan en una visión política y militar; centrada en Roma y en la exaltación de la
pietas (respeto hacia los padres y la devoción hacia los dioses) y del pragmatismo.

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Historiografía:

Otro analista de esta época, L. Cincio Alimento iniciaba su relato con los
orígenes de Roma y lo terminaba con los sucesos de su tiempo.

Para la historiografía romana fueron decisivas las enseñanzas del historiador


griego Polibio que exponía las causas de los hechos y no su mera descripción. Fue
conducido a Roma como rehén en el año 168 a. C. y pronto se convirtió en una de las
personalidades más importantes del círculo de los Escipiones.

Para componer sus obras, los primeros cultivadores de historiografía recurren a


las siguientes fuentes preliterarias:

- Fasti consulares o Capitolini: listas de los magistrados (especialmente


cónsules) que durante un año determinado desempeñaban su cargo.
- Annales maximi: tablas con los sucesos más relevantes que habían ocurrido
durante un año determinado, redactadas por el Pontifex Maximus.
- Fastorum libri: especie de calendario en el que se anotaban los días fasti
(hábiles para la actividad pública) y nefasti (no hábiles para la actividad
pública porque en ellos había sucedido alguna desgracia).
- Laudationes funebres
- Inscripciones de tratados; Actas del Senado; Leyes aprobadas en los
Comicios Centuriados.
- Archivos privados de familias importantes.
- Canciones en honor de los antepasados; leyendas de transmisión oral.

La historiografía romana presenta las siguientes características:

- Es un género vinculado al poder político; sus autores son miembros de la


clase dirigente, cuyo objetivo es propagar la gloria de Roma y defenderse de
los ataques de sus adversarios.
- Pretende transmitir una enseñanza moral y política, salvaguardando el
sistema de valores de los antepasados.
- Es un género que pretende mostrar los hechos tal como sucedieron (realismo) y
muestra un vivo interés por la conducta humana.

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Historiografía:

2. La historiografía republicana

La historiografía republicana se centró en los hechos contemporáneos y en los


grandes personajes que los protagonizaron (especialmente Sila, Mario, César, Pompeyo,
Catilina y Cicerón). Durante la República también se desarrollaron dos subgéneros
historiográficos que más tarde tendrían continuidad.

Los commentarii: se distinguían de las obras de historia porque la exposición de


los hechos no tenía ningún fin literario. Se originan en apuntes no elaborados, como los
informes que los mandos militares redactaban al final de una campaña militar para el
Senado. Con Cayo Julio César, este género adquirió pleno valor literario.

El género biográfico. Se inspiró en las obras griegas, si bien también estuvo


influenciado por las elegías y las loas fúnebres. La biografía no exponía episodios en
orden cronológico, sino que situaban en el centro de la narración e una personalidad
concreta como modelo de comportamiento y la explicación de sus acciones públicas y
privadas. El primer biógrafo latino fue Cornelio Nepote.

3. Historiografía en latín: Catón

Marco Porcio Catón (234-149 a. C.) escribe en latín su obra histórica Orígenes,
trata sobre los orígenes e historia de Roma y otras ciudades itálicas. El objetivo de
Catón es escribir una historia nacional romana. No estructura la obra año por año, sino
temáticamente. Es un nacionalista a ultranza y adversario de todo lo griego (sus médicos
decía envenenan el cuerpo y sus filósofos envenenan el alma). No es una mera crónica
de sucesos, sino también una aproximación crítica a las causas que las han motivado. Se
trata de un verdadero historiador más que de un analista

Otros analistas e historiadores.

Historiadores de la época de los Graco (segunda mitad del siglo II a. C.): los
historiadores de esta época se centran en la narración de sucesos contemporáneos; por
ejemplo, Sempronio Aselion escribió una historia de su época.

También se escriben “monografías históricas” (obras que se centran en un solo


hecho histórico): Celio Antípater escribió una historia de la segunda guerra púnica.

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Historiadores de la época de Sila (comienzos del sigo I a. C.): estos se aplican


más intensamente al relato de los tiempos primitivos de Roma. Es en esta época cuando
se fijan muchas de las leyendas romanas tal como las conocemos. Estos autores le dan
un toque novelesco a la acción que narran. Los analistas más conocidos de este tiempo
son Claudio Cuadrigario y Valerio Anciate. Ambos son clientes de familias nobles y
escriben al servicio de sus patronos.

Tras la muerte de Sila, escriben Licinio Macro (adversario del partido de los
nobles u optimates) y Cornelio Sisena.

Cicerón ante la historiografía.

Aunque Cicerón )106-43 a. C.) nunca llegó a escribir historia, expuso en algunas
de sus obras (Orator, Brutus, De legibus) las pautas de lo que sería en adelante el ideal
de la Historiografía latina:

El historiador no solo debe de narrar los hechos, sino investigar las causas y
analizar las consecuencias.

Una obra de historia debe ser ante todo una obra literaria (opus maxime
oratorium), con un estilo cuidado, adornada con figuras y recursos literarios, tal como
hicieron los griegos.

La historia debe servir para que el hombre perfeccione su conducta, ofreciendo


un conjunto de ejemplos dados por los hombres del pasado como instrumentos de
perfeccionamiento moral. Es la historia entendida como maestra de la vida.

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La monografía histórica de finales de la República: César y Salustio

Gayo Julio César (100-44 a. C.)

1. Datos biográficos.

Nace en Roma en el año 100 a. C. en el seno de la ilustre familia patricia Julia.


De joven fue perseguido por los partidarios del dictador Sila porque César era pariente
de su rival Mario. Tras la muerte de Sila, regresó a Roma desde Asia y empezó una gran
carrera judicial y política: entre los años 68 y 61 a. C. fue cuestor, edil, pontífice
máximo, pretor y propretor en la Hispania Ulterior.

En el año 60 a. C. pactó con Pompeyo y Craso el primer triunvirato, y en el 59,


en virtud de dicho pacto, fue nombrado cónsul. A partir del año siguiente, César obtuvo
el proconsulado en Iliria (Balcanes) y en la Galia romanizada (sudeste de Francia y
norte de Italia). Aprovechándose de presuntas provocaciones por parte de las tribus que
había en aquellos territorios, se dispuso a someter todo el mundo celta; esta conquista,
conocida como guerra de las Galias, duró siete años.

Obstaculizado por sus adversarios políticos, que intentaban impedir que fuera
declarado cónsul por segunda vez, César, procedente de la Galia- cruzó el río Rubicón
con sus legiones, con lo que se inició la segunda guerra civil (49 a. C.), una lucha que
enfrentó a los partidarios de Pompeyo contra los de César. En el año 48 a.C. derrotó en
Farsalia (Grecia) al ejército pompeyano y sofocó los últimos núcleos de resistencia en
África y en Hispania (45 a. C.).

César ejerció los cargos de dictador y cónsul a partir del 49 a.C. Fue asesinado el
15 de marzo del 44 a. C. por un grupo de aristócratas que deseaban restaurar la
constitución republicana y el poder del Senado

Julio César representaba perfectamente el ideal romano: intelectual, político y


militar.

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2. Obras

Además de ser un gran político y militar destacó también como escritor e


historiador. A lo largo de su vida escribió varias obras, algunas de las cuales se han
perdido. Entre dichas obras, se pueden mencionar varios discursos, un tratado sobre
problemas de lengua y de estilo (De analogía), composiciones juveniles y un poema
(iter) sobre la expedición a Hispania.

Solo han llegado hasta nuestros días sus escritos historiográficos, llamados
commentarii. Estos eran generalmente meras memorias oficiales redactadas por testigos
directos de los hechos para que pudiera utilizarlas posteriormente los historiadores, pero
César supera las características de los commentarii para escribir un texto plenamente
historiográfico: detallado, estructurado y con análisis de los motivos y la evolución de
los acontecimientos.

Las dos obras se agrupaban bajo el título común de Commentarii rerum


gestarum (“Comentarios sobre sus hazañas”). Commentarius se ha de entender “apuntes
o notas” elaborados para una futura redacción plenamente literaria de los
acontecimientos históricos. Sin embargo, consigue que estos alcancen el rango de
género literario.

La guerra de las Galias (Bellum Gallicum; De bello Gallico): consta de 7 libros;


el libro VIII fue compuesto por el lugarteniente de César,

Objetivo de la obra: recordar y potenciar la brillantez de sus campañas y éxitos


militares, dar a conocer la correcta administración de la provincia y mantener viva su
presencia en Roma.

Contenido: narración de las diversas campañas militares por las que César
somete los diversos pueblos de la Galia (helvecios, belgas, aquitanos), Germania y
Britania. Son interesantes también las descripciones de las costumbres de los diversos
pueblos.

Incluye: enfrentamientos entre los belgas y germanos; la expedición a Britania;


su enfrentamiento con Vercingetórix y la toma final de Alesia.

Enriquece con digresiones geográficas, etnográficas y técnicas su narración. Es


probable que fuera escribiendo esta obra año a año y le diera su forma final el año de su
publicación (51 a. C.).
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Historiografía:

Contenido por libros:

- Libro I: campañas militares contra los helvecios y el caudillo Ariovisto.


- Libro II: revuelta de las tribus gálicas.
- Libro III: campaña contra las poblaciones situadas en la costa atlántica.
- Libros IV-V: resumen de las expediciones contra los britanos, acusados de
prestar ayuda a los galos rebeldes.
- Libro VI: campaña de exterminio contra la población de la Galia belga.
- Libro VII: insurrección gálica capitaneada por Vercingétorix, sofocada por
los romanos con el asalto de Alesia.
- Libro VIII: escrito por Aulo Hircio (lugarteniente de César). Narra los
hechos posteriores a la guerra, particularmente las expediciones destinadas a
apagar los últimos focos de la revuelta.

Objetivo: recordar y potenciar la brillantez de sus campañas y éxitos militares, a


modo de propaganda política. Trataba de conseguir una prorrogación de sus poderes
consulares y justificar unas campañas militares que nadie le había pedido que hiciera.

No está claro cuándo se escribió. Según algunos estudiosos la obra habría sido
redactada de un tirón en el invierno de los años 52 y 51 a. C.; según otros, habría sido
compuesta año a año, durante los inviernos, en los períodos de reposo de las
operaciones militares. Esta última parece más probable, debido a algunas
contradicciones internas de la obra, que resultarían inexplicables si hubiera sido escriba
de un tirón en poco tiempo, y por la evolución que se detecta en el estilo, más elaborado
a medida que avanza el libro.

Veracidad. Los hechos narrados no difieren mucho de los datos de otros autores
sobre los mismos hechos. César más que alterar el contenido de lo que cuenta, altera el
cómo lo cuenta (a veces invierte la cronología, oculta algunos datos, etc.).

La guerra civil (Bellum Civile; De bello civili). Consta de tres libros, divididos
posteriormente. Es más superficial y menos exacta que la anterior.

Narra los dos primeros años de la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo.

Contenido: narra la guerra civil que César mantiene con Pompeyo y de la que
sale victorioso. Narra: el paso del Rubicón, huida de Pompeyo; derrota de los
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lugartenientes de Pompeyo en Hispania, batalla de Farsalia y la huida de Pompeyo a


Egipto y muerte.

Objetivo: defenderse de la grave acusación de haber promovido una guerra civil.


Quiere hacer ver que dicha guerra fue algo inevitable.

Cesar se alaba a sí mismo y se muestra como alguien que se ha mantenido


siempre dentro de la legalidad y la ha defendido en todo momento. Por esta razón,
remarca constantemente que él cree en la paz y para ejemplificarlo menciona muestras
de clemencia hacia los enemigos derrotados.

Veracidad: a pesar de algunos silenciamientos (una rendición y un motín) los


hechos se ajustan más o menos a los transmitidos por otras fuentes.

3. Lengua y estilo.

Las características de Julio César como militar y político son la determinación y


la rapidez, lo cual se refleja también en sus textos, donde utiliza un estilo claro y
sencillo.

Renuncia a los recursos retóricos con el fin de conseguir un texto comprensible.


Utiliza la tercera persona para hablar de sí mismo para dar sensación de distanciamiento
o imparcialidad.

Las descripciones de las marchas, de los asedios y de las batallas son


extraordinariamente claras. Hace retratos de ciertos personajes, destacando sus
emociones, ruegos, defectos y argumentos.

El léxico es muy preciso, y a menudo repite palabras. El párrafo más habitual de


César tiene una estructura progresiva muy clara: primero, una larga serie de frases
subordinadas, sustituidas a menudo por ablativos absolutos, y al final la frase principal,
centrada en el hecho decisivo. En el interior de las oraciones, César tiende a respetar el
orden de sujeto, complementos y verbo, y cuando no lo hace es para resaltar elementos
que considera significativos.

Fue un genial propagandista de sí mismo y lo logró mediante varios recursos


como una narración de aparente simplicidad y objetividad; la explicación previa al
relato desde su propio punto de vista; la omisión de detalles que podrían resultarle
desfavorable.

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Selección de textos.

Julio César, Guerra Civil, III, XCVI

En los campamentos de Pompeyo se pudo ver triclinios acolchados, una


exposición de gran cantidad platería y las tiendas alfombradas con césped recién
cortado …y muchas cosas, además, significaban una excesiva afición al lujo y una
confianza ciega en la victoria; de manera que podía entender con facilidad que ellos no
habían albergado temor alguno sobre el resultado de los acontecimientos de ese día,
que buscaban placeres no necesarios; pero estos mismos echaban en cara su afán de
lujo al pacientísimo y desdichadísimo ejército de César, al que habían faltado siempre
las cosas de primera necesidad. Ya Pompeyo, al moverse los nuestros dentro de la
empalizada, […] subiendo a un caballo, desaparecidos sus entorchados de general, se
lanzó fuera del campamento por la puerta decumana y se dirigió directamente a Larisa
a galope tendido.

Julio César, Guerra Civil, III, CII

César, dejándolo todo consideró que debía perseguir a Pompeyo, fuera cual
fuera el lugar en que se refugiara tras su huida, para que no pudiera preparar nuevas
tropas y reanudar la guerra; y avanzaba diariamente, todo lo que de camino podía
hacer con la caballería y ordenó a una legión seguirle en marcha más lenta.

Salustio (86-35 a. C.)

1. Datos biográficos.

Cayo Salustio Crispo nació en Amiternum (en el centro de la península itálica)


en el año 86 a. C., en una familia rica y plebeya. Interesado por la política, llego a
ocupar cargos importantes, pero en el 50 a. C. fue expulsado del Senado. Durante la
guerra civil (49-45 a. C.) se inclinó por el bando de Julio César y, gracias a esto, una vez

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terminada la guerra pudo retomar de lleno sus funciones políticas, hasta el punto de
llegar a ser nombrado gobernador de una provincia africana.

Durante su estancia en África, Salustio se enriqueció ilegalmente y cuando


volvío a Roma fue acusado de corrupción. Gracias al apoyo de César fue absuelto, y
entonces, inmensamente rico, se retiró de la vida pública a una espléndida villa romana,
donde se dedicó a redactar sus obras históricas. Murió el 36 o 35 a. C.

2. Obra histórica.

Compuso tres obras históricas:

La conjuración de Catilina (De coniuratione Catilinae). Narra el intento de


Lucio Sergio Catilina y sus cómplices de dar un golpe de estado en el año 63 a. C., año
en el que era cónsul Cicerón. Finalmente, su trama es descubierta y Catilina muere
luchando contra el ejército de la República. Aquí exalta la democracia, ataca a Cicerón
(cónsul del momento y que fue el que la descubrió) y defendió a César contra la
inculpación de estar implicado en la conjura.

Esta monografía histórica consta de 61 capítulos. Trata sobre la conjuración de


Catilina que también trató Cicerón.

El esquema:

1-4: Descripción de Catilina: con la decadencia general de las costumbres


romanas como telón de fondo, se analiza detalladamente la personalidad del corrupto
Catilina.

5-18: Catilina aprovecha la degradación moral para reunir a su alrededor a


desesperados subversivos.

18-25: los aristócratas, previendo el complot, confían el consulado a Antonio y a


Cicerón. Mientras, Catilina extiende sus preparativos por toda Italia.

26-36: Derrotado en las elecciones consulares, Catilina atenta varias veces


contra la vida de Cicerón, quien obtiene plenos poderes para sofocar la rebelión: el 8 de
noviembre del 63 acusa a Catilina en el Senado (Las Catilinarias) induciéndolo a huir
de Roma.

37-39: explicación de los motivos de la degradación de la vida política.

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40-52: Cicerón reúne las pruebas del complot: manda encerrar a los cómplices
de Catilina y el Senado decide el castigo a imponerles. Se contraponen los discursos del
César y de Catón el Joven: el primero pide un castigo leve, mientras el segundo reitera
la necesidad de la condena a muerte.

53-54: Paralelo entre César y Catón.

55-61: Los conjurados son ajusticiados. Catilina y sus aliados intentan refugiarse
en la Galia, pero los matan en la ciudad de Pistoia.

Al principio de la obra, Salustio habla sobre el auge y la decadencia de Roma. El


punto de inflexión se sitúa en la destrucción de Cartago: a partir de entonces empieza
para Salustio el deterioro de la moralidad romana. Más adelante, hacia la mitad de la
obra, denuncia la degeneración de la vida política en el período que abarca desde la
dominación de Sila hasta la guerra civil entre César y Pompeyo.

Salustio considera que la antigua grandeza de Roma estaba garantizada por la


integridad y la virtud de sus ciudadanos, y ve en cambio en la riqueza y el luje de su
época las causas de la decadencia y el origen de varios golpes de estado, como el de
Catilina.

La guerra de Yugurta (Bellum Iugurthinum): relata la guerra, que entre los años
111-105 a. C., enfrentó al pueblo romano con el rey de Numidia (norte de África)
llamado Yugurta. Fue una guerra que se prolongó en exceso debido a la incompetencia
y corrupción de la nobleza romana. Será el general romano Mario quien ponga fin a la
contienda.

Consta de 114 libros. Adopta un tono moralizador y claramente político:


denuncia la corrupción de las clases dirigentes (Yugurta sobornaba a los generales que
Roma enviaba para combatirlo), la incompetencia que demostraron en el momento de
conducir la guerra y al mismo tiempo desea el nacimiento de una nueva aristocracia
basada en la virtud.

Historias (Historiae): constaba de cinco libros, escritos en forma de anales (es


decir, siguiendo el orden cronológico de los hechos). Salustio se ocupaba en ella de los
acontecimientos que se habían vivido en Roma desde la muerte de Sila (año 78 a. C.)
hasta la guerra encabezada por Pompeyo contra los piratas que asolaban el
Mediterráneo, el año 67 a. C. Solo se han conservado cuatro discursos y dos cartas.

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Dibujan un panorama en que predomina una gran corrupción de las costumbres y de la


política hasta tal punto que Salustio se muestra más pesimista que nunca: después de la
muerte de César, cree que ya no hay futuro.

3. Características de su obra.

Con Salustio la historiografía en Roma alcanza su plenitud artística, de tal


manera que puede compararse con la griega. El historiador griego Tucídides ejerce en
Salustio una notable influencia. Salustio considera que escribir historia es una
ocupación muy digna y útil.

La Conjuración de Catilina y La Guerra de Yugurta son monografías históricas,


es decir, relatos que se centran en episodios aislados y singulares, de especial relevancia
para comprender la reciente historia de Roma.

Salustio analiza y enjuicia los hechos que narra: para él, la crisis moral que
afectaba a la Roma de su momento tenía su origen en la decadencia de los valores
sufrida en el s. II a. C. (con la destrucción de Cartago en el 146 a. C., Roma al no tener
enemigo que le inspirase temor, se hizo débil y corrupta). El mal gobierno y la
corrupción de los nobles es una de las causas de la ruina nacional: la crítica a la nobleza
es constante en sus obras.

Las obras de Salustio tienen intención didáctica: muestra modelos virtuosos que
se deben imitar y modelos negativos que se deben rechazar, aunque él mismo se
enriqueció ilícitamente durante sus cargos y tuvo que abandonar la política por la falta
de apoyos tras la muerte de César.

Elige hechos muy cercanos en el tiempo o contemporáneos, sobre los cuales


tiene información de primera mano.

Destaca especialmente los retratos, de gran penetración psicológica y los


discursos que pone en boca de los personajes.

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4. Características del estilo.

La historiografía para Salustio es una obra literaria y no científica: por ello,


considera que debe dotarse de una retórica elaborada y destinada a condicionar al lector,
conduciéndolo hasta el bien.

En cuanto a su estilo, son característicos:

- Uso de la lengua alejado del uso cotidiano y de la prosa contemporánea.


- Uso de inconcinnitas (lo contrario a la simetría y la regularidad)
- Antítesis
- Elipsis (falta de predicado)
- La brevedad y la concisión.
- Usa el infinitivo histórico
- Las frases breves e intensas.
- Uso de arcaísmos (uso de la desinencia -ere para el pretérito perfecto en
lugar de -erunt; desinencias de acusativo plural -i en lugar de -es).
- Empleo de giros y construcciones poéticas.
- Uso de quiasmo (construcción en orden inverso de los elementos de una
secuencia: aliud clausum in pectore, aliud in lingua promptum habent “tienen
una cosa encerrada en el corazón, otra dan a entender con la lengua) y la
variatio (alteración del orden sintáctico)

Fue el verdadero creador de la historia como género literario en Roma

Selección de textos.

Salustio decide escribir obras históricas.

En consecuencia, cuando sentí mi espíritu libre de tantas miserias y peligros, y


consideré que había llegado el momento de retirarme definitivamente de la política
[…], me decidí a poner por escrito la historia del pueblo romano, seleccionando los
hechos que me parecieran especialmente dignos de conservarse en la memoria; con
tanto mayor motivo cuanto que yo me sentía libre de toda aspiración, miedo o
inclinación a ningún partido político.

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Voy, pues, a narrar brevemente, con la mayor exactitud posible, la conjuración


de Catilina, un suceso que considero digno de ser recordado en primerísima posición,
sobre todo por lo inaudito de una acción tan criminal y del peligro que envolvía. Antes
de dar comienzo a la narración, es obligado decir unas palabras acerca de la catadura
moral de semejante individuo.

Salustio, Conjuración de Catilina, 5

Lucio Catilina, nacido de familia noble, fue de gran fortaleza de alma y cuerpo,
pero de carácter malo y depravado. A éste, desde la adolescencia, le resultaron gratas
las guerras civiles, las matanzas, las rapiñas, las discordias ciudadanas y en ellas tuvo
ocupada su juventud. Su cuerpo era capaz de soportar las privaciones, el frío, el
insomnio más allá de lo creíble para cualquiera. Su espíritu era temerario, pérfido,
veleidoso, simulador y disimulador de lo que apetecía, ávido de lo ajeno,
despilfarrador de lo propio, fogoso en las pasiones; mucha su elocuencia, su saber
menguado. Su espíritu insaciable siempre deseaba cosas desmedidas, increíbles, fuera
de su alcance. A este hombre, después de la dictadura de Sila le había asaltado un
deseo irreprimible de hacerse dueño del Estado y no tenía escrúpulos sobre los medios
con los que lo conseguiría con tal de procurarse el poder. Su ánimo feroz se agitaba
más y más cada día por la disminución de su hacienda y por la conciencia de sus
crímenes, incrementadas una y otra con aquellas artes que antes he señalado. Le
incitaban además las costumbres corrompidas de la ciudad echadas a perder por dos
males pésimos y opuestos entre sí: el libertinaje y la avaricia.

[…] Catilina, confiado en tales amigos y camaradas, así como en el hecho de


que por todas partes había enormes deudas y que la mayoría de los soldados de Sila,
después de gastar profusamente su dinero, añorando el pillaje de la victoria pasada,
estaban deseando una guerra civil, tomó la decisión de subyugar la República. En
Italia no había ningún ejército; Gneo Pompeyo estaba haciendo la guerra en los
confines del mundo; él tenía mucha confianza en que prosperaría su candidatura al
consulado; el Senado no recelaba absolutamente nada; todo estaba tranquilo y en paz;
esta coyuntura será precisamente favorable a Catilina.

Ejemplos de La guerra de Yugurta

Salustio cree que escribir historia es una ocupación noble.

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Historiografía:

Por lo demás, de las restantes actividades que se basan en el ejercicio de la


inteligencia, una de las que mayor utilidad reporta es el recuerdo de la historia. Creo
que no es necesario hablar del valor que ésta tiene, porque ya lo han hecho otros
muchos, y además para que nadie piense que trato de exagerar la importancia de mi
trabajo alabándolo con arrogancia. A pesar de todo, no dejará de haber alguno que,
por haber yo decidido vivir apartado de la política, a esta ocupación mía, tan
importante y tan provechosa, la tachen de mero pasatiempo...

Objetivo de la obra

Me propongo narrar la guerra que el pueblo romano sostuvo con Jugurta, rey
de Numidia, en primer lugar porque fue una guerra larga y encarnizada, y su victoria
tuvo diversas alternativas; después, porque por vez primera se puso freno a la
prepotencia de la nobleza; esta rivalidad trastornó todas las cosas, las divinas y las
humanas, llegó a un grado tal de insensatez que solo la guerra civil y la ruina de Italia
pusieron fin a las luchas de los ciudadanos.

Un ejemplo de corrupción de la nobleza romana

Jugurta, logrados sus propósitos, tras hacerse el amo de toda Numidia, al


reflexionar en los momentos de paz sobre el crimen que había cometido, empezó a
temer la reacción del pueblo romano, y para contrarrestar la irritación de éste, no
encontró en dónde poner sus esperanzas sino en la avaricia de la nobleza y en el dinero
de que disponía él mismo. Por ello, pocos días después, envía a Roma a unos
representantes suyos con una enorme cantidad de oro y plata y con el encargo de que
primero colmen de regalos a sus antiguos amigos, después, se ganen amigos nuevos y,
finalmente, todo lo que puedan conseguir por medio de soborno no duden en hacerlo.

Cuando estos representantes llegaron a Roma, y, según las instrucciones del


rey, entregaron espléndidos regalos a sus anfitriones y a otros cuya influencia en el
Senado era entonces decisiva, se operó un cambio tan espectacular que Jugurta, de ser
sumamente odiado por la nobleza, pasó a convertirse en el objeto de sus preferencias y
de su favor.
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La historiografía en la época de Augusto: Tito Livio

El cambio de modelo en la forma de gobernar que implantó Augusto afectó


profundamente a la labor de los historiadores; además impuso una visión oficial de la
historia e hizo retirar de las bibliotecas las obras de sus adversarios políticos.

El principal representante de la historiografía augustal es Tito Livio. Nos han


llegado además, referencias o fragmentos de otros autores, como Cayo Asinio Polión,
Cneo Pompeyo Trogo o Tito Labieno, y también conservamos las Res gestae
(empresas) del propio emperador Augusto. Se trata de un informe oficial sobre sus
actividades políticas y económicas, que se hizo público en todo el Imperio mediante
placas de brone expuestas en las principales ciudades.

En los siglos I y II d.C. destacan dos grandes autores: Cornelio Tácito y Cayo
Suetonio Tranquilo. No pretenden trazar una historia general de Roma, sino que se
centran, sobre todo, en la historia de los emperadores, que les es más familiar.

1. Datos biográficos.

Nació en el año 59 o 64 a. C. en Padua, norte de Italia. En su juventud adquirió


una sólida formación en las dos lenguas y culturas griega y latina, y aprendió retórica y
filosofía, primero en Padua y después en Roma. Fue amigo del emperador Augusto y
fue por incitación de este por lo que escribió su historia de Roma.

Su vida transcurrió entre Roma y su Padua natal consagrado prácticamente a la


elaboración de su obra literaria. Ya en vida alcanzó notable fama.

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Historiografía:

Murió en el año 17 d. C.

2. Obra histórica

Tito Livio compuso una obra titulada Ab urbe condita (“Desde la fundación de
la ciudad”)., aunque el autor la llamó Annales. Narraba toda la historia de Roma, desde
sus orígenes hasta el año 9 a.C.

La obra se iniciaba con la fundación de Roma y probablemente el autor quisiera


cerrarla con la muerte de Augusto, pero Livio murió cuando estaba relatando los hechos
del 9 a. C., año de la muerte del militar Druso (hermano del futuro emperador Tiberio) y
de la derrota que los germánicos infligieron a los romanos en el bosque de Teutoburgo.

La obra constaba de 142 libros, pero una gran parte de ella se ha perdido.
Actualmente solo se conserva:

- Libros 1 al 10: desde la fundación mítica de Roma hasta la conquista de


Italia.
- Libros 21 al 45: de la Segunda Guerra Púnica y guerras en oriente.

El contenido de los libros perdidos se conoce, entre otras fuentes, por unos
resúmenes realizados en el siglo V, que se conocen como períocas (palabra griega que
significa resumen).

Adoptó para su obra una estructura analística, reservando más espacio a la época
que le era contemporánea. Dispuso los elementos con claridad y orden: cada año se
abría con la toma de posesión de los magistrados, la asignación de las provincias, el
reparto de las tropas, y la enumeración de los prodigios y las embajadas. A
continuación, mencionaba las campañas militares y, finalmente, detalles sobre las
elecciones políticas.

Aparece conectada al programa político del primer emperador de Roma, Octavio


Augusto, quien, tras acumular en su persona todos los poderes, pretendía devolver a
Roma su antigua grandeza.

Para Livio, la vuelta al pasado, a la tradición, a los valores originales es el mejor


medio para superar las crisis recientes y hacer volver a Roma a su antiguo esplendor.
Los motivos que, según Livio, hicieron de Roma la primera potencia (patriotismo,
respeto a las tradiciones de los antepasados, concordia civil, religiosidad profunda) son

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Historiografía:

los motivos en los que se basa la ideología y propaganda de Augusto. Es un intento de


revitalización de la historia romana exaltando las antiguas virtudes republicanas, la
sencillez, la austeridad y la moderación, a la vez que censura la decadencia moral y el
lujo posterior; así contribuye a crear las condiciones intelectuales para la reorganización
del Imperio por Augusto.

Más que en documentos históricos primarios, Tito Livio, para componer su


relato, se basa en los historiadores (llamados analistas) que lo han precedido: Valerio
Anciate, Claudio Cuadrigario, etc. En general, para cada suceso histórico, sigue a un
analista determinado, al que completa o corrige con la ayuda de otros analistas.

Para la narración de los sucesos ubicados en Grecia o Asia Menor, sigue al


historiador griego Polibio.

No se puede catalogar a la obra de Livio como una historia científica en el


sentido moderno: no consulta documentos originales, a veces es parcial y falsea ciertos
hechos, desconoce la geografía en la que se desarrolla su relato, es inexperto en
cuestiones militares, etc.

Livio, como historiador, quiso componer una obra artística, comparable a la


poesía, en la que se recogieran las gestas del pueblo romano, tomando como referencia
las hazañas de los grandes hombres de la historia de Roma. La obra de Livio es una
muestra de cómo contemplaba un romano, desde la cima de la cultura, su propio pasado.

La historia es concebida como magistra vitae (maestra de la vida), pues de ella


se pueden extraer ejemplos virtuosos dignos de imitar y ejemplos negativos dignos de
evitar.

Hay un patriotismo profundo y un gran respeto por la tradición (mos maiorum) y


hacia los dioses. Para Livio, el impero de Roma no es fruto de azar, sino de la
cooperación entre la fortuna providencial y de la virtud del pueblo romano.

Son excepcionales sus dotes como psicólogo, pues muestra una gran capacidad
para profundizar en el interior de personajes y de multitudes. En la esfera política, cree
que el estado y el individuo pueden perfeccionarse si se atienen a las costumbres y
valores tradiciones de Roma.

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Historiografía:

Livio concibe su obra histórica como una obra de arte (opus oratotium maxime),
cuya finalidad es exaltar y glorificar Roma. Compone con maestría cada uno de sus
libros y ensambla a la perfección las diversas partes de su obra.

Hay relatos llenos de plasticidad, viveza y patetismo. Son dignos de mención los
discursos y retratos de personajes que incluye en su relato histórico.

Livio es admirador del estilo de Cicerón, el mejor orador romano, por ello
emplea frases largas, amplias y cadenciosas. Su prosa tiene un notable color poético. Su
lengua, sin embargo, se halla a medio camino entre la que emplea Cicerón y la que
emplearán los autores de los siglos I y II d. C.

Prefacio de la Historia de Roma de Tito Livio.

¿Haré algo que valga la pena si narro la historia del pueblo romano desde los
orígenes de la ciudad de Roma? Ni estoy seguro ni, aunque lo estuviera, osaría
proclamarlo. Veo, en efecto, que es asunto tan viejo como conocido, ya que
continuamente aparecen nuevos historiadores que creen que van a aportar alguna
precisión más en el orden de los hechos o a superar con su arte literaria la rudeza de
los escritores antiguos. Pero, en cualquier caso, será una satisfacción haber
contribuido yo también en la medida de mis fuerzas a la memoria del primer pueblo del
mundo. Y si entre tal muchedumbre de historiadores queda oscurecida mi fama, la
calidad y la grandeza de los que eclipsen mi nombre me servirá de consuelo. La tarea
es, además, difícil, pues el Estado romano se remonta a más de setecientos años y
desde muy modestos principios ha crecido hasta sufrir bajo el peso de su propia
grandeza. Bien sé, por otra parte, que los orígenes mismos y los tiempos inmediatos a
ellos han de gustar poco a la mayoría de los lectores, deseosos de llegar a esta época
moderna en que las fuerzas de un pueblo, ya de antiguo poderoso, se destruyen a sí
mismas. Pero, como recompensa adicional a mi esfuerzo, pretendo yo apartarme de la
contemplación de las desgracias que durante tantos años ha visto nuestra generación:
por lo menos mientras con toda mi alma evoco aquellos tiempos primitivos, libre de

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Historiografía:

cualquier inquietud que, aun sin desviarlo de la verdad, podría turbar el ánimo de un
escritor.

Los hechos anteriores a la fundación de la ciudad o a la idea de fundarla, más


bien embellecidos con leyendas poéticas que apoyados en auténticos documentos
históricos, no me propongo sostenerlos ni rechazarlos. Se otorga a la antigüedad la
licencia de ennoblecer los primeros tiempos de las ciudades mezclando lo humano con
lo divino. Y si a cualquier pueblo hay que permitirle santificar sus orígenes y
atribuirlos a iniciativa de los dioses, es tal la gloria militar del pueblo romano, que
cuando presenta como padre suyo y padre de su fundador precisamente a Marte, las
otras naciones lo han de tolerar con la misma serenidad con que toleran su imperio.
Pero estos relatos y otros semejantes a ellos, comoquiera que se los considere o juzgue,
no los someteré a riguroso escrutinio. Otros son los asuntos en que deberían prestarme
más atención todos y cada uno de los lectores: cuál fue el concepto de la vida y cuáles
las normas de conducta; con qué héroes y por qué medios, políticos y militares, alcanzó
vida y prosperidad el imperio. Y que al relajarse después, paulatinamente, la disciplina
social, sigan con atención, primero una especie de quiebra en la moral, y cómo
enseguida se hundió más y más y, por fin, empezó a desplomarse, hasta que se ha
llegado a los tiempos de ahora en que no podemos sufrir ni nuestros males ni sus
remedios. Lo más saludable y fructífero en el estudio de la historia es que se
contemplan lecciones de todo tipo expuestas a la luz de una brillante obra literaria. De
ella se pueden sacar para uno o para su propio Estado modelos que imitar, de ella
también experiencia que evitar por sus desastrosos principios o sus desastrosas
consecuencias.

Pero a mí me engaña el amor a la obra emprendida, o no ha habido nunca


nunca un Estado más grande, ni más puro, ni más rico en buenos ejemplos; ni una
ciudad en que hayan tardado tanto en penetrar la codicia y el lujo; ni un lugar en que
se haya rendido un culto tan grande y tan duradero a la pobreza y a la sobriedad:
hasta el punto de que cuantos menos bienes menos ambición había. Pero recientemente
las riquezas han traído consigo la codicia, y la abundancia de placeres el afán de
arruinarse y de perderlo todo en el lujo y desenfreno.

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