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Sobre la Humildad
«Muchos padres de hoy procuran hacer creer a sus hijos que son los
más inteligentes de su escuela; que no hacen nada malo, y que si tuviesen
medios de aparecer en la radio o la televisión, como otros muchachos
“afortunados”, lo harían mil veces mejor. El resultado es que, cuando los
niños crecen, rebosan de falsas fantasías a propósito de su presunta
superioridad. Si más tarde no triunfan en los negocios, lo atribuyen a
prejuicios o envidias de otros; si se dedican a pintores y alguien critica sus
obras, se enfurecen; sus mejores amigos son quienes los toleran, y no
tienen sino desdén para los que no los ensalzan y adulan. Toman sus
fantasías por realidades y lo falso por auténtico».
«En el orden espiritual, es mucho más fácil ejecutar algún acto magno
de abnegación que mortificar a diario y pacientemente la carne con todas
sus desordenadas afecciones. Con frecuencia los deberes mínimos son los
más difíciles de cumplir a causa de su insignificancia aparente y su
constante repetición. La infidelidad en lo pequeño puede preparar la
infidelidad en lo grande. Un menudo acto de injusticia quebranta
poderosamente la línea que separa lo bueno y lo malo. La infidelidad de lo
pequeño deteriora el sentido moral; hace al hombre indigno de confianza;
afloja los lazos que mantienen unida a la sociedad y contrarresta ese divino
amor en que deben cimentarse las buenas relaciones humanas».
«De cosas pequeñas está hecho el universo. Las nubes concentran la
humedad y la reparten en gotas de lluvia; el tiempo es tan precioso que se
halla dividido en segundos; las estrellas no recorren sus órbitas a saltos,
sino a paso mesurado. Análogamente, los humanos encontrarán poco que
hacer si reservan su energía para las grandes ocasiones. En todos los
sentidos lo grande se alcanza a través de lo pequeño. El que una agujilla
señale a un punto fijo es una cosa común, pero guía a los buques por los
mares poco conocidos. Lo más insignificante se convierte en grande si
implica la alternativa de obediencia a Dios o rebelión contra Él. Vivir al
día y vigilar todos nuestros pasos es el verdadero método del peregrino,
porque nada es pequeño si Dios nos lo exige».