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1.- INTRODUCCIÓN
Después de la Reforma Tridentina la vida de la iglesia vuelve a alcanzar
poco a poco un nivel elevado en todos los órdenes. El apelativo de “Teología
Barroca, para designar a la teología posterior a Trento, ha sido aceptada casi
generalmente, pretendiendo dar a entender que la Teología también se vio
afectada por ese espíritu postridentino que se refleja en el Arte, de algún modo.
Lo que caracteriza especialmente el periodo fueron las controversias ad intra, en
torno a la cuestión de la relación gracia-libertad, como la de “auxiliis gratiae” o
posteriormente la, también larga, controversia jansenista.
En la segunda mitad del XVI se opera un cambio de orientación en el
trabajo teológico, dando lugar un nuevo esplendor de la Teología. Es una
Teología Escolástica renovada. Al concilio de Trento sucedió no solo un
extraordinario florecimiento de la vida religiosa y de disciplina eclesiástica, sino
que al mismo tiempo se produjo un resurgir de todas las ciencias teológicas.
En la Edad Media, el florecimiento de la Escolástica estuvo
estrechamente ligado al nacimiento de las Universidades. Ahora, en la Época
Moderna, su renovación estuvo también vinculada a la formación de nuevos
centros de gravedad de la Universidades Europeas.
Sin embargo, la Renovación de la Escolástica, que imprimió sello a la
época, no partió de las Universidades de centro Europa o Francia, sino de
España, cuyas universidades, en tiempo del Concilio de Trento hasta fines del
siglo, llevaran la voz cantante: Salamanca y Alcalá de modo especial. Así pues,
la influencia y predominio español será característica esencial de la Teología de
esta época. La pujanza teológica española influyó, además, de modo
especialmente vivo y benéfico en Roma y Alemania meridional. Esto hizo que
Roma viniera a ser lo que no había sido nunca en la Edad Media y
Renacimiento, esto es, una verdadera fortaleza de los estudios teológicos.
Otra línea capital de expansión y de influjo de la Escolástica Renovada
española la constituyeron las Universidades alemanas de Ingolstadt y Dillingen,
ciudadelas de la contraofensiva católica en el Imperio. Al frente aparece el
español Gregorio de Valencia, formado en la Universidad de Salamanca.
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1.1.- Roberto Belarmino
Es el más grande teólogo controversista de su época. Nació en
Montepulciano (Toscana) y murió en Roma casi de 80 años. Era sobrino del
Papa Marcelo II. En 1560 entra en el noviciado de los jesuitas de Roma. Cursó
teología en Padua y Roma; y, desde 1569, en Lovaina, donde por entonces
enseñaba M. Bayo, quien recibió en aquellos momentos una censura del Papa
Pío V a causa de sus opiniones heterodoxas. Recibe la ordenación sacerdotal en
1570. En otoño de 1570, con solo 28 años, comienza su docencia en el colegio de
los Jesuitas de Lovaina, fundado como contrapeso a las tendencias heterodoxas
de la Universidad. En 1576 marchó a Roma a ocupar la cátedra de
Controversias en el Colegio Romano. Allí tuvo tal éxito que hubo muchas
presiones para que se escribiese un libro.
Efectivamente se dedicó a escribir su obra más famosa: De controversiis
Christianae fidei, que fue apareciendo en varios volúmenes desde 1586 a 1593, y
que publicó en Ingolstadt con el fin de facilitar su difusión entre los
protestantes. Esta obra es una síntesis de la teología controversial católica del
siglo XVI. El contenido de esta obra es una exposición de los problemas de la Fe
de la época expuestos en tres grupos fundamentales:
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2.- ESCUELA DE SALAMANCA
Se suele distinguir entre la primera y la segunda Escuela de Salamanca.
La línea divisoria se situaría en el maestro Mancio de Corpus Christi y su
llegada a la cátedra de Prima salmantina (1564-1675).
Se dan diferencias importantes entre la primera y la segunda Escuela
Salmantina. En la segunda época se va perdiendo, al menos parcialmente, la
frescura y la potencia teológica. Ello se debió en gran medida al cambio de
circunstancias históricas acaecido en torno a los años 60 en España:
descubrimiento de focos seudomísticos y protestantes en Valladolid y Sevilla, lo
cual hizo que el ambiente religioso e inquisitorial se endureciese y se crispase
en cierto modo. ¿Cuáles fueron las diferencias entre la primera y la segunda
Escuela?
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jóvenes (1552-1561). Continúa su docencia teológica en Santo Tomás de Ávila
(1561-1567), donde conoció a santa Teresa de Jesús, de la que fue confesor y
gran impulsor de su reforma.
En 1557 gana la cátedra de Durando de la Universidad salmantina (1577-
1581). Al morir Medina, catedrático de Prima, oposita a dicha cátedra, cuyo
oponente era Juan de Guevara, que llevaba 20 años fue el verdadero mentor de
la ciencia sagrada en Salamanca, participando en asuntos de importancia y
repercusión universal al mismo tiempo. Por encargo de la Universidad trabajó
en la reforma gregoriana del calendario; intervino en la revisión del Índice de
los libros prohibidos, fue hombre de confianza de Felipe II, que se apoyó en él
para resolver asuntos de gran importancia. A partir de 1588 intervino en la
controversia De auxiliis con los jesuitas, de forma principal.
En 1601 se retira de la docencia y permanece en el convento de San
Andrés de Medina del Campo hasta su muerte acaecida en octubre de 1604.
Sus obras fundamentales:
- Comentarios a la Suma. Fruto de su docencia
- Relectio de mérito et augmento charitatis. Salamanca 1590
- Apología adversus…Ludovici Molina. Madrid 1595
- Producción en la controversia De auxiliis.
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principales vehículos de expansión de la Teología renovada salmantina. Las dos
características principales de esta Escuela Jesuítica son:
a) El tomismo ecléctico o amplio. A pesar de su veneración por
santo Tomás, rindieron culto a un cierto eclecticismo que
aprovecha los resultados de la investigación y del espíritu de
su tiempo. Por esta razón se nota un cierto espíritu crítico a las
aportaciones de los siglos precedentes.
b) El fuerte cultivo de la Teología positiva (bíblica, histórica, etc)
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y Lucas y, sobre todo, sus Commentaria et adnotationes in Epistolam ad Romanos,
en la que sigue la línea exegética antiprotestante. Intervino de manera
fundamental en la famosa cuestión del interés de los préstamos, en un
momento de gran auge del comercio. Hasta el momento se pensaba que todo
interés de los préstamos era inmoral. Él contribuyó a rectificar.
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La idea básica del ius gentium es la doctrina de la limitación del poder de
cada Estado por el hecho de estar integrado en una comunidad de naciones.
Aquí Suárez desarrolla la doctrina de Vitoria: los diversos Estados está ligados
por una especie de solidaridad común y obligaciones recíprocas; de alguna
manera, los diversos Estados son miembros de esta Comunidad supranacional,
y de esta unidad internacional nace el ius gentium, que es un derecho positivo
de tipo consuetudinario y consensual admitido por todos los pueblos como
base de sus relaciones mutuas.
Por sus concepciones jurídicas, Suárez es considerado en la actualidad
como uno de los principales filósofos del Derecho y, junto con Vitoria, el
fundador del Derecho Internacional moderno.
Fue el más fecundo de todos los escolásticos de los cuatro últimos siglos.
Sus obras abarcan todas cuestiones que el Angélico sintetizó en la Suma
Teológica. De otra parte, hay que señalar que Suárez desarrolla las cuestiones
teológicas con el método aprendido en la Escuela de Salamanca, esto es:
1) Delimitación exacta del problema;
2) Exposición y crítica de las opiniones anteriores
3) Argumentación en base a la Sagrada Escritura, Tradición y
Magisterio;
4) Discusión especulativa y valoración (o censura teológica).
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responder a su llamada. Es decir, el Concilio defiende los dos términos del
problema: sentido absoluto y radial de la acción de Dios y libertad humana. Lo
que el Concilio no hizo fue explicar cómo se compaginan ambos elementos en
una síntesis equilibrada. Esta será la misión de los teólogos. Y esta síntesis,
dentro del marco de la doctrina definida, será en último término., el objeto de la
controversia De auxiliis que nos ocupa.
La solución a esta cuestión fundamental se buscó en el seno de las dos
grandes escuelas teológicas de la época: la dominicana o tomista y la jesuítica.
Tanto Bañez (1528-1604) como Molina (1536-1600) tratan de poner de acuerdo la
libertad humana con la presciencia divina, la providencia y la predestinación; es
decir, la causalidad absoluta de Dios y la libertad humana, aunque por diversos
caminos. Al final ninguna de las dos soluciones enfrentadas da respuesta
satisfactoria a los interrogantes planteados.
Aun a riesgo de simplificar un tanto las cosas, se puede afirmar que la
Escuela dominicana subraya especialmente el poder soberano de Dios, mientras
que la Escuela jesuítica acentúa la libertad del hombre ante la llamada.
Los dominicos acusaban a Molina y los jesuitas de que, por salvar la
libertad humana, destruían el concepto de gracia y rebajaban la omnipotencia
de Dios; los jesuitas acusaban a los dominicos de que, para salvar la
omnipotencia de Dios, destruían la libertad humana.
La postura jesuita la podemos resumir así: frente a la postura de los
protestantes de natura corrupta y la consiguiente infravaloración del poder del
espíritu humano en el campo de la acción moral y religiosa, la escuela jesuítica
acentuaba la importancia del dinamismo espiritual y moral del sujeto humano y
la realidad de la libertad de indiferencia.
En el plano de la gracia esto equivalía a afirmar que los hombres podían
responder de manera distinta a la llamada y al influjo divino, o, en otras
palabras, que la gracia dejaba intacta la libertad de respuesta. Esta actitud servía
para explicar el caso de rechazo y oposición a la gracia, pero no para explicar el
obrar meritorio y virtuoso del hombre, para el cual es absolutamente necesario
el auxilio de la gracia de Dios.
El molinismo busca la solución al problema mediante el concepto de
“ciencia media” de Dios: por ella, Dios conoce los futuros contingentes, en virtud
de lo cual sabe lo que el hombre haría si tuviera esta o aquella gracia; y así da al
hombre una gracia determinada, que no es eficaz por su propia naturaleza, sino
por la realidad de los hechos, que Dios conoce con toda certeza por la ciencia
media. Con esta ciencia, Dios conoce de antemano las futuras acciones libres y
condicionadas del hombre, Así, en tanto que conocimiento previo, salvaguarda
tanto omnipotencia y omnisciencia de Dios, como la libertad del hombre.
Frene a la teoría de Molina, los dominicos, con Bañez a la cabeza, se
presentan como defensores de la trascendencia absoluta y la omnipotencia de
Dios. La dificultad esencial que opondrían al molinismo es que en esta teoría la
criatura libre no se halla sometida a la influencia decisiva e íntima de Dios (de
su gracia) al menos en el momento de su respuesta a la gracia preveniente. En
este instante, el hombre actuaría con independencia de la Causa Primera (Dios),
con plena libertad de indiferencia; la voluntad divina quedaría aquí en
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suspenso, en espera de la decisión de la voluntad humana. Dios, en cierta
manera, dejaría de ser Dios, puesto que la orientación de su querer y de su
obrar dependería de la iniciativa de la criatura.
Bañez tiene como punto central de su pensamiento es el concepto de
praemotio o praedeterminatio physica de Dios. Con esta premoción física, que se
diferencia de una mera influencia moral, Dios es causa de todas las acciones
humanas, de acuerdo con la naturaleza del hombre; i.e., Dios es quien
determina la voluntad del hombre de acuerdo con la propia naturaleza del
hombre que es un ser libre; por esto Dios con su acción omnipotente no elimina
la libertad, sino que la fundamenta.
Después de años de discusiones el papa Clemente VIII nombró una
comisión especial de ocho consultores, presididos por dos cardenales, con el fin
de examinar las obras de Molina. En esta los jesuitas pretendían que se
examinase a fondo la cuestión teológica; mientras que los dominicos
propugnaban que el examen se limitase a las obras de Molina. Prevaleció la
postura de los dominicos. Comenzaron así las sesiones de la Congregación De
auxiliis, que duraron desde 1598 hasta 1607: nueve años de discusiones
interminables. En 1598 la Congregación decidió prohibir las obras de Molina,
censurando 61 de sus tesis.
Muere el Papa y su sucesor Paulo V reabrió la causa, haciendo que se
examinase, también la doctrina de Bañez. El fallo fue favorable a Bañez.
Finalmente, el papa declaró que la doctrina de los dominicos se
diferenciaba esencialmente de la calvinista; e igualmente la de los jesuitas, de la
pelagiana. La resolución definitiva podía esperar a que la cuestión se dilucidase
mediante ulteriores estudios teológicos. De este modo disolvió la Comisión y
ordenó que ninguna de las partes calificase a la opuesta con censura alguna (28
de agosto de 1607). En definitiva, la cuestión quedaba indecisa y ambas partes
quedaban en libertad para enseñar sus respectivas doctrinas, pero con rigurosa
prohibición de no calificar como herética la opinión contraria. En 1611 el Santo
Oficio prohibió seguir escribiendo o publicando sobre la cuestión De auxiliis sin
permiso de la Santa Sede.
5.- EL JANSENISMO
Los movimientos heterodoxos que surgen hacia la mitad del siglo XVI en
adelante se deben en gran medida al influjo de las teorías protestantes. Un caso
característico es el de Bayismo, que surge en la Universidad de Lovaina, la cual
intervino desde el principio en defensa de la fe católica contra el luteranismo. El
protestantismo enseñaba la corrupción total de la naturaleza humana como
consecuencia del pecado original. En varios puntos importantes se acercaba
Miguel Bayo a estas ideas protestantes: sostenía el carácter natural del estado
primitivo e identificaba el pecado original con la concupiscencia. El hombre
caído no tiene ya poder para obrar el bien en el orden moral y por eso peca
siempre.
Contra el Bayismo y el Jansenismo, que de él se derivaba, la Iglesia hubo
de afirmar la capacidad para el bien del hombre caído. Y, como Bayo y Jansenio
repetían las fórmulas de san Agustín, La Iglesia tuvo a veces que condenar estas
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formulas, en el nuevo sentido que recibían de estos discípulos extraviados del
doctor de la gracia.
En el contexto de la disputa con el luteranismo, Bayo quiso argumentar
retornando a las fuentes puras: Sagrada Escritura y Santos Padres, sobre todo, a
san Agustín, pero purificándolo de las mediaciones escolásticas.
El Bayanismo, con su pseudoagustinismo a cuestas, va a ser la fuente de
los principales errores teológicos de los siglos XVII y XVIII. De él deriva el
Jansenismo en todas sus formas.
El jansenismo constituye un hecho histórico complejo y enormemente
variado en su evolución temporal. Tiene como punto de arranque la figura de
Cornelius Jansenio (1585-1638) y su obra fundamental, el “Agustinus”, pero su
proyección y vitalidad se debe principalmente a su íntimo amigo Jean
Duvergier de Hauranne, más conocido por St. Cyran (1581-1643), y a su
defensor Antoine Arnauld (1612-1694), doctor de la Sorbona, lugar donde libró
las mayores luchas en su favor.
En el jansenismo se pueden distinguir tres aspectos:
1) El aspecto dogmático-doctrinal. Su objetivo es el retorno a la
pura doctrina de san Agustín.
2) El aspecto moral-espiritual. Cuyo rasgo principal es el
rigorismo y el retorno a la austeridad del cristianismo
primitivo
3) El aspecto eclesiástico-disciplinar. En el sentido de pretender
una auténtica reforma religiosa, con un rechazo, cada vez
mayor, de la Iglesia jerárquica, que es infiel a los orígenes
cristianos. En particular se dará un cierto rechazo de la
autoridad del papa a favor de los obispos, que acabará
confluyendo con el galicanismo posterior.
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Petrus Aurelius de hierarchia y Jansenio, su célebre Agustinus de humanae naturae
sanítate. Uno se ocupaba de la constitución y de la vida eclesiástica y el otro de
las cuestiones doctrinales de fondo (el problema de la justificación y de la
gracia).
Posteriormente se separaron: Jansenio volvió al norte ocupando en
Lovaina una cátedra de Sagrada Escritura y St. Cyran se dedicó a profundizar
en la vida religiosa.
Jansenio en poco tiempo se había creado un nombre y el rey de España lo
nombró obispos de Ypres (1636). Fue un prelado piadoso y deseoso de reforma.
Murió dos años después contagiado por la peste.
Sus amigos, a quienes dejó los manuscritos de sus obras, publicaron
primero sus obras exegéticas y después, en 1640, el célebre Agustinus. En su
testamento dejó escrito que se sometía en todo al juicio de la Iglesia como hijo
obediente.
Los jesuitas intentaron la prohibición de publicar la obra bajo el pretexto
de la prohibición de la Santa Sede de publicar nada sobre las cuestiones
relativas a la gracia y el libre albedrío sin permiso expreso de la Santa Sede.
Pero esta prohibición no había sido publicada oficialmente en Lovaina, cayendo
en el olvido. Cuando esta llegó al norte de Europa la obra ya estaba en las
librerías.
Como el Agustinus tuvo un gran éxito los jesuitas belgas lo atacaron
públicamente afirmando que contradecía la doctrina de Trento y que era afín a
las teorías calvinistas. Finalmente, Roma prohíbe el Agustinus y las tesis de los
jesuitas.
En síntesis ¿qué afirmaba Jansenio en su obra? Frente a la autonomía del
hombre, representada por el humanismo de diverso matiz, él creía deber suyo
defender los derechos de la Majestad Divina. Por eso renunciaba de algún
modo a la especulación racional en teología. Buscaba un Teología más pura,
más pegada a las fuentes y más viva. A él le bastaban la Sagrada Escritura y los
Santos Padres, sobre todo el Doctor gratiae san Agustín.
Para Jansenio, el estado de gracia de nuestros primeros padres en el
paraíso era algo debido a la naturaleza. Enseñaba que por el pecado original la
naturaleza humana se corrompió totalmente y quedó sometida a la
concupiscencia, siendo solicitada irresistiblemente por las criaturas o por la
gracia de Dios. Lo que no es de la gracia (del amor de Dios) es pecado. Por otra
parte, Dios concede su gracia solo a los elegidos (predestinados), a los demás
los condena a la reprobación eterna. Esta es en síntesis las ideas de Jansenio. Las
concomitancias con el protestantismo son evidentes.
Estando, así las cosas, como, a pesar de la orden pontificia imponiendo
silencio, las ideas del Agustinus se iban extendiendo más y más. Se propusieron
a la Facultad de Teología de París las célebres cinco proposiciones extraídas del
Agustinus para que emitieran un juicio sobre ellas.
Entonces la mayor parte del episcopado francés, unos 90 obispos,
pidieron al Papa que interviniese. Inocencio X, tras cuatro años de estudio serio,
encomendando a una comisión imparcial, condenó como heréticas las cinco
proposiciones, en la bula Cum Occasione de 1563. En ella se ponía de relieve que
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en la doctrina jansenista se negaba realmente el libre albedrio y la voluntad
salvífica universal de Dios.
Todavía coleó el Jansenismo en Francia tras la condena pontifica. Influía
en ello, entre otros factores, la negación más o menos directa del galicanismo
del primado del Papa; el galicanismo estaba tan arraigado en Francia que no
aceptaban sin reparos las bulas pontificias. Y más cuando estas, en sus
consecuencias condenaban también el rigorismo tal y como se enseñaba y se
vivía en Port-Royal.
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