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LIBRO: AL FINAL DE LAS LLAMAS.

CAPITULO 12

Cerré la puerta del coche de un golpe y me dirigí a la cafetería con pasos


lentos y pesados. Le pedí a la camarera un café moka para llevar y me quedé
mirando la ventana del lugar mientras la esperaba con mi pedido.

Me dolía la cabeza y mi corazón latía frenéticamente al recordar fragmentos


de lo que había ocurrido ayer en aquel lugar... No podía ser posible que me
hubiese pasado, pero algo dentro de mí me hacía sentir débil que no pude
detenerlo ni mucho menos desearlo. Los pequeños momentos de lo sucedido
rondó en mi cabeza lastimándome una vez con los ecos lejanos.

"¡Vuelve a mí" "¡Yo siempre te voy a amar, amor!"

Agité la cabeza tratando de ahuyentar todo aquello, porque ¿Ese hombre en el


cine realmente había sido Chad? ¿Por qué no pude reconocer y ver su rostro?
Si él no había sido, ¿Quién había abusado de la debilidad en que me
encontraba? ¿Por qué no pude detenerlo sabiendo que, a pesar de ser mujer,
tenía demasiada fuerza? ¿Quién había sido realmente aquel hombre del cine?

—Aquí tiene, señorita. —La mesera interrumpió mis pensamientos


entregándome mi café y le agradecí pagándole.

Arranqué el coche poniendo mi café en el portavaso después de haberle dado


un trago largo para tratar de quitarme la sensación de pesadez y dolor en mi
cabeza.

Observé la pantalla de mi celular y memoricé la dirección para conducir sin


interrupciones.

No había vuelto al hotel después de eso y no había visto siquiera a Elliot, me


había despertado sobre el cine y la oscuridad siniestra seguía siendo la misma.
Parecía como si ese pueblo jamás hubiese sido usado como fiesta de
universitarios y yo sola hubiera llegado allí, incluso en estado sonámbulo,
pero sabía que nada de lo que había ocurrido ayer había sido parte de
imaginación.

Bajé del coche y caminé con pasos rápidos al edificio viejo de departamentos
baratos, la zona era demasiado pobre y abandonada. Su sensación casi erizó
el vello de mis brazos.

Al llegar a la puerta la toqué, pero nadie respondió. Fruncí el ceño y giré el


pomo sabiendo que de algún modo esa mujer no iba a esperar a nadie más
que a mí.

Ante mis ojos me llevé la asquerosa escena de la mujer con la que me había
engañado Anthony colgando de una cuerda del techo y su cuello derramando
sangre porque antes de haberla colgado se habían encargado de cortarle los
tendones de su garganta y lo peor de todo es que tenía las comisuras de su
boca cortadas.

¡Parecía la escena idéntica de una película de Saw!

Ahogué un grito y cerré la puerta detrás de mí, rápidamente corrí hacia ella
dispuesta a ayudarle a pesar de saber que no había solución alguna en su
cuerpo sangrando y su boca cortada hasta la parte de sus mejillas.

—Dímelo... no te vayas sin decírmelo —le rogué tratando de quitarle la cuerda


que la rodeaba, su sangre aún fresca comenzó a mancharme, pero no me
importó en lo absoluto.

Ella se removió retorciéndose de la tortura y soltaba gemidos ahogados, trató


de abrir su boca y gimió dejando claro que estaba sufriendo.

—¡Por favor! ¡Dímelo! ¡No te vayas! Necesito saberlo... —Sabía que era
imposible pedirle aquello puesto su situación tan escalofriante, pero
necesitaba que me diera señal alguna de que aún podía hablar.
Le rogaba con mi mirada, pero sus ojos no me miraban en sí y no dejaba de
retorcerse ante la condena de la cuerda asfixiando su garganta rebanada.

—¡Por favor! —Entré en desesperación, con mis manos aferradas a sus


hombros desnudos.

—Na-nat... —susurró entrecortada, pero sin más dejó de retorcerse y sus ojos
casi saliéndose de las orbitas se quedaron fijos en la nada.

—¡Qué conmovedor!

Había gritado una voz femenina detrás de mí y me giré rápidamente para


descubrir a la responsable, mis labios me temblaban puesto de haber sido
testigo de ver a alguien morir y no poder hacer nada para salvarla. Frente a
mis ojos tenía a nada más y nada menos que a la pelona.

—¿No deberías estar muerta? —mascullé fríamente, mi respiración seguía


siendo acelerada y mi ropa estaba manchada de sangre.

Sonrió de lado ante mis palabras sin dejar de mecerse en la silla mecedora
mientras sus ojos me observaban fijamente con malignidad.

—Déjale claro a tu alemancito que dispare bien para la otra —me guiñó un ojo
sin dejar de sonreír como arpía.

—¡Sabías que iba a decírmelo! ¿Verdad? —grité enfurecida mirándola con


odio—. ¡Por eso la has matado!

—Es muy idiota de su parte mandarte la dirección de su casa —masculló con


voz burlona—, tanto tiempo escondiéndose para que se le olvide el pequeño
detalle de que también rastreamos direcciones —sonrió con astucia.

—¡¿Qué es lo que tanto temen que ella iba a decirme?!

—No nos gustan los hocicones, querida —murmuró mirándome de arriba y


abajo.
Mi rostro se contrajo de coraje.

—Pues al parecer sabía más que ustedes. ¿Por qué trataste de matarme
aquella vez con tu estúpida pistola?

—Estaba tan dispuesta en matarte, pero llegó aquel viejo y...

—No te atrevas a llamarle así, cuidado con tus palabras —le corté fríamente.

—No sabía que ahora salías con viejos, Corinne, después de lo de Anthony me
he llevado la sorpresa de lo zorra en que te has convertido —susurró con voz
fría y divertida, sus ojos me observaban de arriba y abajo, había odio en ellos.

Me acerqué a ella dispuesta a todo, pero su voz interrumpió mis pasos:

—Tócame y pagarás muy caro, zorrita —señaló con voz dura—. Ahora es feliz,
le he dibujado una sonrisa para que no luzca tan triste en su melancolía de
esperarte para contarte todo —volvió sus ojos al cadáver colgando detrás de
mi espalda, noté como jugaba con sus dedos con el cuchillo que había usado
seguramente para rebanar y cortarle la boca a la mujer—. Demasiado triste su
situación, ¿no crees? —Apartó los ojos del cadáver y volvió a mí—. Yo espero
ansiosa que corras con la misma suerte.

—¡Cierra la maldita boca! —objeté irritada.

—Por cierto, zorrita, ¿estuvo rica la follada? —cuestionó alzando una de sus
cejas con maldad— ¿Realmente no quieres saber quién te folló? Eres una puta,
Corinne —se burló echándose a reír en lo alto—. Eres un ser dominante y
asqueroso, al verte lo único que pienso es que ya has tocado fondo.

—Ustedes me hicieron eso ¿Verdad? Sea lo que haya pasado, ¡¿fueron


ustedes?! —levanté la voz exasperada.

Ella se echó a reír en lo alto sin dejar de mirarme de arriba y abajo mientras se
mecía en la silla, actos que solo acababan con mi poca paciencia.
—Pero bien que te gustó...

—¡DIME QUE ME HICIERON!

—Deberías cuestionarte quien te lo hizo, yo lo único que me enteré es que ya


es demasiado tarde para arrepentirte así que, por favor, no nos eches la culpa
a nosotros —me guiñó un ojo.

—¡¿Por qué la mataste?! —vociferé irritada señalando el cuerpo muerto y


colgado de la mujer.

Se encogió de hombros con indfirencia.

—Se lo merecía.

—Lo has arruinado todo, ¡lo has arruinado todo! —Casi jalé mis cabellos de la
desesperación en que estaba entrando al saber que ahora la única persona
que me haría saber lo que Anthony temía, estaba muerta con la boca cortada.

—Sufre querida, sufre porque es hora de que pagues cada uno de tus errores
—masculló.

—Si, he cometido errores y muchos de ellos aun me arrepiento, pero aprendí a


vivir con ello y a hacerme más fuerte porque con equivocaciones y errores uno
aprende, y no olvides que soy humana.

Sonrió arpíamente y se levantó de su asiento de un movimiento rápido, tenía


su cuchillo en dirección a mí y se lanzó a mí para enterrarlo en mi abdomen,
pero le dejé caer una patada violenta contra su rostro y ésta se resbaló al
suelo cayendo de espaldas. Un sonido hueco ante el impacto se escuchó
alrededor de la habitación.

Corrí rápidamente hacia ella y tomé su cuchillo del suelo y lo clavé


directamente en la carne de su pecho sin estremecimiento alguno, se escuchó
un órgano tronar ante el filo y un grito lleno de dolor deslizarse fuera de su
boca.
—Si Wegziehen no pudo matarte aquella vez que tú trataste de hacerlo
conmigo, te devolveré la ofrenda y esta vez sin garantía alguna —hablé con
voz diabólica.

Encajé con más fuerza el cuchillo en su carne que se cortó y sangró ante el
gran filo del arma.

—¡Ahhh! —gritó desgarrándose la garganta y revolcándose fuera de mi alcance


para evitar lo que le estaba haciendo, hizo el intento de golpearme, pero ya
era demasiado tarde porque el arma ya la había magullado de alguna manera.

—Grita, pero no te daré piedad alguna, no después de lo que acabas de hacer.


—Y aticé la punta del cuchillo en su pecho mientras su sangre salpicaba contra
mi rostro.

Le dejé caer una patada en su abdomen y me alejé de su cuerpo que se


retorcía del dolor, pero sabía que en segundos perdería la vida por la
hemorragia debido a la cuchillada cerca de su corazón.

Volví mis ojos a la mujer ahorcada y sentí pena porque ahora ya no sabría que
realmente iba a decirme y a lo que Anthony estaba empeñado en hacérmelo
saber con tanto empeño por medio de ella.

[...]

Toqué la puerta del consultorio un poco nerviosa porque no sabía siquiera si


me recordaba. Se escucharon pasos subiendo la larga escalera vieja, después
un suspiro seco y entonces la puerta se abrió.

Ante mí estaba Seymour temblando de las manos y sus gafas cuadradas sobre
sus ojos decaídos.

Observó un poco confundido la sangre en mi ropa que no me había limitado


en limpiar debido a la rapidez que había ido a su consultorio.
—¿Vino Azahel contigo? —me cuestionó en voz baja, con tranquilidad y quizá
un poco de alegría al verme.

Negué tragando saliva.

—Necesito su ayuda, doctor Seymour.

Él alzó una ceja, pero asintió ante mis palabras suplicante y se hizo a un lado
para dejarme pasar, rápidamente bajamos las largas escalinatas que nos
llevarían a su consultorio; un consultorio privado.

—¿En qué te puedo ayudar, Corinne? —preguntó abriendo la puerta para


hacernos pasar a su oficina que a pesar del lugar abandonado en que nos
encontrábamos, estaba limpia y casi parecía la oficina de unos de los
hospitales más refinados de la ciudad.

—Ayer...

Dudé por un momento en declarárselo porque no quería que se lo dijese a


Wegziehen o que me tomara como loca, pero estaba segura que, así como su
rara inyección de sacarme el veneno de mi cuerpo ante la pistola eléctrica que
aquella loca había usado contra mí, eso no era algo fuera de lo normal para él.

Tragué saliva dispuesta a hablar sin sentirme incomoda.

—Por favor, si vengo con usted es porque confío en que me brindará su ayuda
y que no se lo hará saber a nadie.

Él parpadeó un poco.

—Me tomo muy en serio mi trabajo, Corinne —casi me guiñó un ojo.

Respiré hondo sentándome en uno de sus sillones de cuero y le miré.

—Ayer me acosté con alguien—una sensación de estremecimiento me recorrió


al decir aquello—, pero fueron actos que yo no podía manejar ni mucho menor
evitar, todo en mí era tambaleo y alucinaciones. Creo que tal vez todo fue
parte de mi imaginación, pero... residuos de semen quedó entre mis piernas y
sexo cuando desperté sobre aquel cine abandonado, todo ha sido muy raro
desde que desperté y por un momento pierdo el control de mi cuerpo al
sentirlo un poco débil; lo que me cuestiono es que no recuerdo con quién me
acosté y como llegué a ese punto.

Seymour asintió como si lo que acababa de declararle no fuera algo anormal


para él.

—¿Recuerdas un poco más de las alucinaciones?

Asentí lentamente.

—Aquella persona me decía que me quería, que me extrañaba, creo recordar


que le dije el nombre de alguien que conocía, pero estoy segura de que esa
persona, Chad, nunca volvió a mí. Nunca lo hará —declaré en voz baja.

Seymour asintió y se volvió a un pequeño estante donde tomó una pequeña


carpeta que comenzó a leer dentro de su mente, por un momento volvió sus
ojos a mí y cuestionó:

—¿Qué estabas haciendo antes de perder el control de ti misma?

Parpedeé un poco.

—Recuerdo estar en el hotel y de un momento a otro estaba contra la pared,


siendo penetrada por alguien que se me hace difícil detallar y memorizar.

—Párate y ponte una bata —caminó a la puerta de su oficina y lo seguí,


caminamos un largo pasillo que nos llevó a una sala de operaciones médicas.

Me entregó una bata azul y después lavó una parte de mi antebrazo.

—Bien, espérame aquí, creo saber lo que ocurrió contigo.


Salió de la habitación y me ocupé en ponerme la bata un poco inquieta
porque no sabía que exactamente iba hacer, él volvió y me hizo acostarme
sobre una cama médica, mis ojos se quedaron clavados sobre el techo y
entonces sentí como encajaba la aguja en mi carne.

—¡Ah! —Apreté los ojos con fuerza al sentir como penetraba la aguja y después
la sacaba sin suavidad alguna.

Parpadeé continuamente sintiendo que algo raro estaba pasando.

—Corinne escúchame bien —susurró Seymour con voz gangosa—, ahora


mismo tienes que cerrar los ojos y concentrarte en tus pensamientos, es
posible que fuiste drogada y esto te hará recuperar lo que no puedes recordar.
Y si es así, también me daré cuenta de que es lo que usaron contigo.

Drogada.

Dicho eso salió de la habitación tomando frascos y una carpeta donde fue
anotando ciertas palabras, cerré los ojos y me concentré en la inmensa
oscuridad.

Sentí como algo me recorría y después la agitación comenzó a pulsarse dentro


de mí, abrí la boca sin atreverme a abrir los ojos y sin tener conciencia de mí
misma aferré mis uñas en la cama con demasiada fuerza y después un quejido
se deslizó fuera de mi boca, apreté con más fuerza los ojos que casi me
lastimé.

Todo estaba siendo más claro y detallado, pero mi cabeza estaba pagando
dolosamente por aquellos recuerdos recuperándose lentamente dentro de mí
como si fuese un remolino de viento golpeándome con demasiada brutalidad.

Tayde.

Oscuridad atemorizante.

Samuel.
Ecos.

Palabras más claras que no había escuchado porque me había ocupado de


escuchar lo que yo deseaba.

Un sentimiento de dolor se apoderó dentro de mí y sentí que todo estaba


doliéndome con fuerza. Jadeé impulsaba del dolor que mi cabeza estaba
sintiendo en ese momento.

Palabras y más palabras.

Y entonces su rostro fue claro para mí.

Ahogué un grito y me alejé de la cama exaltada abriendo los ojos mientras mi


pecho me dolía y sentía mi garganta secarse.

—¡Corinne! —gritó Seymour entrando a la habitación y acercándose a mí—.


¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien? ¿Recordaste algo?

Mi mirada era de horror completo y mi respiración era acelerada.

—Recordé todo —mascullé con voz ahogada.

—¿Qué recordaste?

Tragué saliva mientras escuchaba el latir frenoso de mi corazón contra mi


pecho.

—Estoy segura de que me drogaron, esa no era yo...

Seymour asintió y caminó hacia mí, me bajó la tela de mi bata en la parte de


mi cuello trasero y se quedó viendo fijamente la zona un poco estremecido,
después hizo un sonido de aprobación y se alejó mirándome directamente al
rostro.
—Escucha lo que tengo que decirte —susurró sabiendo que yo estaba en
shock.

Asentí sin recuperar mi respiración normal.

—Me temo que de alguna manera ingeriste Burundanga, mujer. Es una droga
capaz de hacerte perder la voluntad, se basa en no medir tus actos y te hace
imaginar cosas, Corinne. Comúnmente es usada en ladrones y violadores, el
problema es que no usaron lo suficiente para ti, sino que te dieron cierta dosis
que te hiciera perder la voluntad, pero no el uso de tu cerebro para procesar
todo aquello que dices pasó. En tu cuello está la marca de ella y quien la usa le
quedan ciertos puntos rojos en la zona de su piel, pero es más vista en el
cuello.

Respiró hondo sintiendo pena.

—Corinne, me temo que te han drogado y que tal vez no sea la primera vez.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi cabeza no dejaba de torturarme con


aquellos asquerosos recuerdos; me quité rápidamente la bata de Seymour y le
susurré que le pagaría cuando volviese, pero él me dijo que no tenía por qué
hacerlo, entonces le agradecí y salí corriendo de su oficina.

Corrí todo lo posible a mi auto y me monté arrancándolo con la rabia


invadiéndome y un dolor lesionándome el pecho, mi corazón estaba hinchado
y las manos me temblaban debido a la ira.

Había perdido una vez más el control.

Las palabras ahora que la droga no me había hecho creer que fueron
susurradas, comenzaron a rondar con fuerza en mi cabeza y esa vez sin
montaje alguno que mi cabeza me había hecho cree que había escuchado.

"Vuelve a mí..."

"Te extraño"
"Siempre te voy a amar"

"No me abandones, no lo hagas"

"Te extraño, te extraño... ¿Por qué me abandonaste?"

"Te amo, siempre te voy a amar, Natalia."

Sorrajé la puerta de la habitación y entré directamente donde se encontraba,


miraba hacia la ventana y tenía un cuchillo en su mano donde noté que se
encontraba ocupándolo para algo.

—¡¿CÓMO PUDISTE?! ¡¿CÓMO PUTAS TE ATREVISTE?! ¡¿CÓMO?! ¡¿MALDITA


SEA?! —Mi voz estaba llena de ira y sufrimiento, pero más que nada un coraje
dentro de mí que me desgarrada y me hacía sentir impotente—.¡¿CÓMO, PUTA
MADRE?!

Me acerqué a él y sin siquiera dudarlo, dejé caer con fuerza y violencia un


golpe a su rostro tanto que la mano me dolió y su cuchillo se resbaló a la cama
ante el impacto, pero no me detuve y le ataqué con más rabia, llena de coraje
infinito dentro de mi alma.

—¡¿De qué hablas, Corinne?! —cuestionó confundido.

Sentía que había una garra dentro de mí atormentando mi abdomen y mi


cabeza.

—¡¿CÓMO PUDISTE ELLIOT?! PUTA MADRE, ¡¿POR QUÉ ME HICISTE ESO A MÍ?!
—La voz me temblaba debido a la rabia y la monstruosa manera en que estaba
gritando.

—No entiendo de que hablas... —su voz casi se debilitó y sus ojos color sol
resplandecían de miedo.

Mi voz se rompió y mi garganta estaba hinchada de cólera y dolor.


—Tú, hermano mío, la persona que prometió protegerme, la persona que me
defendió de todos los hombres creyendo que iban a hacerme daño y la
persona que les prometió a mis padres nunca herirme, te has atrevido a
tocarme y no solo eso, ¡SINO A VIOLARME! —vociferé con demasiada potencia
en mi corazón—. ¡ME DAS ASCO! ¡MUCHO ASCO!

Volví a atacarlo directamente hacia su rostro y él no se atrevió a detenerme,


pero notaba que la confusión le recorría y el sufrimiento de mis palabras que
le había confesado en un grito lleno de dolor y furia.

La rabia me invadía, el sentimiento de traición se marcaba en mis venas y mi


corazón latía rítmicamente al ver como la persona que tanto amé en mi
pasado y me había protegido tanto como yo lo había hecho con él se hallaba
de pie frente a mí observándome fijamente con sus ojos mieles mientras
dentro de mi cabeza recordaba explícitamente cómo me hacía aquello tan
pecaminoso contra la pared del cine y su rostro no marcaba nada más que
placer y regocijo; habíamos cometido error y sabía que el pago sería muy, muy
caro.

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