Está en la página 1de 18

ENFERMEDADES PROFESIONALES

UNIDAD 1: INTRODUCCION A LA PATOLOGIA POR EL TRABAJO:


DEFINICIONES Y CONCEPTOS PRIMARIOS

La gestión del médico del trabajo


Un enfoque científico de la actividad prevencionista del médico del trabajo de-
berá basarse en las siguientes pautas:

a) tratar el riesgo en sí mismo, identificarlo y medirlo, todo en estrecha colabo-


ración con el Servicio de Higiene y Seguridad;
b) vigilar al trabajador expuesto por intermedio de exámenes periódicos y de
la investigación de los BTL.

En este momento, el médico del trabajo tendrá que operar con extrema cautela
y tacto - sobre todo si el riesgo detectado es importante - y, juntamente con los técni-
cos de higiene y seguridad, trabajando en colaboración y no en competición, tomar las
condignas medidas preventivas, todo lo cual deberá ser informado al personal expues-
to sin gestos alarmistas ni expresiones truculentas.
La acción prevencionista del médico del trabajo debe ser serena, firme y soste-
nida cuando del control de las enfermedades profesionales se trata. Cuando se detec-
tan o sospechan sustancias agresivas, es obligación del médico y de los profesionales
de la higiene y seguridad, capacitar a todos los empleados - cualquiera fuere el nivel -
acerca de los riesgos y la manera de prevenirlos.

La información al trabajador de los riesgos de su tarea


Recordar siempre que el trabajador debe ser el primero en conocer la agresivi-
dad de los materiales y sustancias que utiliza, así como su inocuidad cuando está de-
mostrada. De esta manera, responderá positivamente a las medidas de protección que
deban utilizarse v se someterá de grado a los exámenes médicos con la periodicidad
que la ley o las circunstancias determinen. Esta actitud prevencionista debe marchar a
la vanguardia, única manera de evitar muchas enfermedades originadas en el ejercicio
del trabajo.
Una encuesta realizada sobre 120.000 médicos mostró que sólo 1.283 (el 1,06
% eran competentes en medicina industrial. En ninguna otra especialidad de la medici-
na se hace más patente la multiplicidad de conocimientos de la patología general que
obliga a la búsqueda meticulosa de los datos aprovechables, como lo requiere la ex-
tensa variedad nosológica de las enfermedades inherentes al trabajo. En el ejercicio
de la medicina privada, el paciente acude voluntariamente al médico acusando deter-
minado malestar, y sólo lo hace en procura de tratamiento. En la consulta del trabaja-
dor, en cambio, desde el comienzo las cosas se muestran diferentes: "Doctor, me he
envenenado con plomo”, dice el armador de baterías, dando por hecho el vínculo pro-

47
fesional. Como se comprenderá, todo esto requiere verificación por parte del médico
para poder afirmar ante el juez que tal obrero padece tal enfermedad por tal sustancia
o por el medio ambiente donde desempeña sus tareas.
François Jacob dice que "una característica del pensamiento científico es la de
conocer las incógnitas y las deficiencias, la de plantear continuamente las preguntas
bajo nuevas formas, la de buscar siempre la posibilidad de una explicación nueva. El
pensamiento científico no está basado en una verdad dada una vez para siempre.
Construye una teoría que en un momento determinado da cuenta de las informaciones
de la mejor forma posible. Pero está siempre dispuesto a cambiar la teoría, si es nece-
sario, y echar la vieja a la basura para adoptar una que se ajuste mejor a las nuevas
observaciones…" 3.

Fatalidad versus posibilidad


Unsain dice que "el accidente es, universalmente, una consecuencia fatal e in-
separable del trabajo, como el naufragio surge cual resultado de la navegación" 8.
Digamos que esta afirmación nos causa estupor viniendo de quien viene, por-
que si así fuera, aviados estarían los prevencionistas de los riesgos profesionales. El
naufragio es un hecho posible, como no, pero no es consecuencia obligada ni fatal de
la navegación y nadie aborda un barco esperando naufragar, por lo que creemos que,
desde el irrenunciable enfoque preventivo de todo riesgo, esta afirmación de Unsain
requiere ser aclarada, pues si no lo hacemos, seguirán difundiéndose conceptos inváli-
dos respecto de los infortunios del trabajo que es menester corregir, y procurar dar una
información consecuente de lo que significa el ejercicio del trabajo en cuanto posibili-
dad y no fatalidad de la agresión que pueda ocurrir dentro del complejo sistema hom-
bre-máquina-ambiente que, naturalmente, propician situaciones de riesgo potenciales
pero que, de ninguna manera, están al acecho como condición fatal e inevitable, deter-
minante de lesiones a la integridad psicofísica del trabajador. Amparados en el fatalis-
mo, podríamos decir que quien camina por la calle será fatalmente atropellado por un
vehículo cuando, en cambio. podría ser atropellado, y para que ello no ocurra, existen
las normas de tránsito que prevén la "posibilidad" del daño pero que, respetadas, pue-
de ser controlado y evitado.
Esto nos lleva a decir que el accidente nunca es una consecuencia fatal del
ejercicio del trabajo sino una consecuencia posible. Si así no fuera - y creer lo contra-
rio sería una convicción apodíctica - , nadie trabajaría, nadie navegaría ni nadie transi-
taría por las calles... ante la fatalidad de las consecuencias.
Afirmaciones como la que comentamos trastocan la gestión prevencionista en
general, no sólo laboral, y las posiciones fatalistas, como es natural, son siempre ne-
gativas y castradoras de los procesos naturales de desarrollo en cualquiera de sus
manifestaciones.
Quede bien en claro, entonces, que los infortunios del trabajo son posibles,
como no, pero perfectamente previsibles, controlables y evitables. Cuando Baselga
Montes afirma que "los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales consti-
tuyen la típica patología específica del trabajo" 9, los prevencionistas de estos infortu-
nios debemos esmerarnos en combatirlos y evitarlos despojando de la fatalidad e ine-
vitabilidad tanto los de origen laboral como el caso del naufragio de un barco, la coli-
sión de un vehículo o la caída de un avión.

Previsibilidad de lo imprevisto

48
Para nosotros el accidente de trabajo resulta de un compromiso originado en
una situación de desadaptación del sistema hombre-máquina-ambiente, configurando
una deflagración energética descontrolada, súbita, imprevista, aunque sea previsible.
El albañil que trabaja sobre un andamio sabe - prevé - que si éste se rompe o
zafa de sus puntos de apoyo, provocará su caída, porque todos los días se rompen
andamios y… los huesos de los trabajadores por desconocimiento, indiferencia, impru-
dencia o desadaptación, todo lo cual configura conductas o procedimientos inseguros
de trabajo.
El accidente se caracteriza por el "aquí", el "ahora" y a "este trabajador”. Es un
hecho o contingencia no obligada - ni mucho menos fatal - que, aun provocado por
una misma causa, no se produce nunca de la misma manera y sólo las consecuencias
son imprevisibles y distintas. Agreguemos que las causas de los accidentes de trabajo
son inespecíficas y el suceso no depende del trabajo en sí sino de la circunstancia
riesgosa inherente a su desempeño que produce un hecho súbito que reviste carácter
de "escandaloso", al decir de Baselga Montes 10

La tesis del profesor Haber


Pero, además, los accidentes de trabajo no constituyen patología específica del
trabajo, y asumir una posición contraria sería afirmar un criterio fatalista inaceptable
para el prevencionista, ya que la carga de inevitabilidad haría imposible la prevención.
Y esto no es así. El profesor Haber ha expuesto su tesis diferencial entre accidente de
trabajo y enfermedad profesional que nos parece estupenda - y a ella adherimos - ba-
sada en el concepto de dosis-respuesta y propone una diferenciación según la cual los
accidentes son producto de una agresión alta, ocurrida en tiempo breve y de efectos
agudos.
En cambio, la enfermedad profesional propiamente dicha se produce a dosis
baja, en tiempo prolongado y con efectos crónicos.
El accidente no se espera que ocurra. Es más, se espera que nunca ocurra. En
un ambiente con alto nivel sonoro, en cambio, se espera que ocurra una hipoacusia in-
ducida por el ruido a todos o casi todos los expuestos, tipificando de esta manera a la
enfermedad profesional. La silicosis pulmonar - enfermedad - se espera que ocurra a
un minero en una mina de cuarzo; en cambio, el desmoronamiento de una galería de
esa misma mina - accidente - se espera que nunca ocurra.
La primera contingencia resulta de una patología típica, específica esperada de
las canteras o de otras tareas donde se manipula sílice, si no se toman las medidas hi-
giénicas ambientales y personales preventivas necesarias; la segunda, el derrumbe de
la galería, es un hecho accidental inespecífico que responde a determinada circuns-
tancia riesgosa no suficientemente prevista, analizada y corregida.
Es en base a las consideraciones y criterios descriptos del concepto de acci-
dente en general y del accidente de trabajo en particular, que proponemos una clasifi-
cación y una definición de los infortunios del trabajo conciliante de las distintas opinio-
nes que hemos analizado y que exponemos en el Capítulo III de la Parte Segunda.

El trabajo como causa


Dice García Ormaechea que "la naturaleza o forma de producción y tipo de le-
sión se hallan en la esencia del origen del daño, en tanto que la causa es siempre el
trabajó” 11. Pensamos que la naturaleza o forma en que se produce la lesión es in-
cuestionablemente eso: esencia, virtud o propiedad de los hechos y que el tipo de le-
sión puede tener variadas manifestaciones.

49
La forma de producirse una lesión es el mecanismo según el cual el daño tiene
lugar: caída. choque contra, esfuerzo mayor, aplastamiento, ahogamiento, etc. Es cla-
ro que estos mecanismos están en la esencia del origen, de la causa o etiología del
suceso: quien se cae a nivel o con desnivel; quien choca contra un objeto; quien recibe
un golpe por caída de objeto, está sufriendo una lesión tipificada según su forma de
producción y ese origen puede encontrarse en cualquier actividad del hombre, sea la-
boral o recreativa, lo cual no cambia la naturaleza del hecho y, sea una u otra la forma
de producirse el daño - laboral o extralaboral - , ello sólo tiene importancia para enjui-
ciar circunstancialmente ese hecho: con motivo del ejercicio del trabajo, de un deporte
u otro motivo que trasciende el factor causa para asumir el factor imputabilidad jurídica
que permita establecer la responsabilidad.
El trabajo, como el deporte, el hogar, la vía pública, representan circunstancias
en que la lesión tiene lugar, cualquiera fuere la causa, y se encuadran, a los efectos le-
gales que puedan derivar de esas lesiones, en fueros distintos: civil, penal o laboral.
Resumiendo: la causa del daño es el mecanismo material o humano que pro-
voca la lesión, y el trabajo es la condición circunstancial calificadora del mismo.
Esto nos lleva a considerar los términos "accidente de trabajo" y "accidente en
el trabajo". Resulta para nosotros una preocupación semántica que concierne al signi-
ficado e interpretación de expresiones que nos obligan a reflexionar sobre qué se en-
tiende cuando decimos accidente "del trabajo", "accidente deportivo" o "accidente en el
hogar".
Entendemos que el calificativo laboral, deportivo, hogar, tránsito, significan la
circunstancia fáctica o, si se quiere, el fuero donde deberán ventilarse las secuencias
legales de esos sucesos. Tal el fuero penal, civil, comercial, laboral, que indica el mar-
co jurídico donde debe sustanciarse el caso.
El trabajador que se hiere con una sierra trabajando por cuenta ajena, sufre un
accidente cuya causa es la sierra, pero dada la circunstancia que deriva del contrato,
será el fuero laboral donde se diriman las responsabilidades.
Cuando un asesino mata a un tercero, el agente del homicidio es el arma utili-
zada y es el fuero penal donde se substanciará la causa. Es decir: la adjetivación de la
circunstancia en que se produce el hecho que marca la imputabilidad del mismo - la-
boral, civil, penal, etc. - no es de naturaleza fáctica sino jurídica y servirá para estable-
cer el resarcimiento, la pena o la absolución.
De ahí que consideremos que es más correcto hablar de "accidentes en el tra-
bajo" en vez de accidentes del trabajo, de la misma forma que hablamos de acciden-
tes en el hogar o en la vía pública, no "del" hogar ni "de" la vía pública.

La adaptación del trabajo al hombre


El término adaptación en la relación del binomio hombre-máquina u hombre-
trabajo es mala palabra para la medicina del trabajo, no obstante la clásica - aunque
permitida - afirmación de la O.I.T. cuando de adaptar el hombre al trabajo se trataba
en la primera definición de los servicios de medicina del trabajo.
El hombre es como es, ya sea por sus aptitudes o sus limitaciones o por sus
actitudes o procederes. La desadaptación del sistema hombre-máquina-ambiente
siempre tiene una víctima expiatoria: el trabajador. Es la mala o deficiente adaptación
del puesto de trabajo al trabajador y la insuficiente acomodación psicofísica lo que da
origen a un efecto "rebote" cuya traducción es un rechazo que puede expresarse en
forma pasiva o activa. En el primer caso se acepta la situación adversa dando comien-
zo a un complicado proceso psicológico de aguante y de pseudo-adaptación que lleva
al trabajador al compromiso de su aptitud y, finalmente, al daño a su salud y, en el se-

50
gundo caso, se suspende la relación hombre-trabajo en forma tajante, que puede ser
temporal - hasta corregir las causas de la desadaptación - o definitiva.
Desde el objetivo de la medicina, de la seguridad, la ergonomía y la fisiología
del trabajo, el estado de perfecto equilibrio del hombre en el desempeño de su tarea
debe apoyarse en modelos y diseños ergonómicos, de estructuras y locales de trabajo
adaptados a las exigencias psicofisiológicas del hombre, todo lo cual nos lleva a afir-
mar que debe eliminarse la frase "adaptación del hombre a su tarea" por ser un con-
cepto caduco reñido con los más elementales principios preventivos de los riesgos
profesionales.
Este planteo es tarea irrenunciable del médico que haga verdadera medicina
del trabajo .Nada fácil, por cierto. Pero de la ciencia y de la técnica en cualquier orden
en que nos toque vivir, construir o modificar, propiciando las excelencias que todo acto
del hombre debe exigir para el logro de una mejor calidad de vida.
La medicina del trabajo es una medicina social y como tal debe encararse. No
entenderlo así, es llevar al fracaso toda gestión de medicina, de higiene y de seguridad
en el trabajo. Por eso, en reemplazo de la denominación primitiva "servicios de medici-
na del trabajo" de la Recomendación nº 112 de la O.I.T. (1959) l2, la Organización ha
optado por la designación más exacta de "servicios de salud de los trabajadores", en-
tendiendo por tales "los servicios principalmente dedicados a tomar medidas preventi-
vas que se hayan establecido para asesorar a los empleadores, a los trabajadores y a
sus representantes acerca de:

a) los requisitos relativos a un medio ambiente de trabajo salubre y seguro;


b) la adaptación del trabajo a las capacidades individuales de los trabajadores
en relación con su estado de salud física y mental;
c) los requisitos relativos al establecimiento y conservación de un medio am-
biente de trabajo que facilite una óptima salud física y mental en relación
con el trabajo", lo que fue aprobado en la 71ª reunión (1985) sobre la cues-
tión "Servicios de Salud de los Trabajadores”, Informe IV.

Principio de contingencia protegida uniforme


Creemos que el régimen de protección del trabajador afectado por una enfer-
medad profesional o un accidente de trabajo, una enfermedad accidental o una situa-
ción patológica preexistente agravada o exteriorizada por el trabajo, debe basarse en
el principio de contingencia protegida con igualdad de juicio y uniformidad de trata-
miento y prestaciones hasta la recuperación total, parcial o muerte de la víctima.
Las contingencias que acechan al trabajador deben ser consideradas y trata-
das en forma similar, tuteladas por un mismo régimen legal protectorio y resarcitorio,
según procedimientos uniformes para todas ellas, en vista de los efectos que cualquie-
ra de los infortunios pueda ocasionar al trabajador. El tratamiento, frente a cualquiera
de ellos, debe ser unívoco, sin variables secundarias, esporádicas o discriminatorias
que puedan resultar de circunstancias de tiempo, forma, lugar, efectos, idiosincrasia
personal, receptividad, resistencia, etc.
Es frecuente que se intente confundir enfermedad profesional con enfermeda-
des comunes - enfermedades inculpables en la jerga jurídica - , tales como resfriados
o gripes sobrevenidas en el transcurso del trabajo por una "corriente de aire", o una
enterocolitis por intolerancia a una comida ingerida en el comedor de la fábrica, una hi-
pertensión aguda por exceso de calor, un reumatismo por trabajar en ambiente frío y
húmedo, etc.

51
También se ha dudado frente al diagnóstico de hepatitis B - durante un brote
epidémico - descubierto en el consultorio de la fábrica cuando el trabajador acude al
médico porque no se siente bien, con epigastralgia y vómitos o estado nauseoso, lo
que a través del interrogatorio, sumado a los análisis de laboratorio requeridos para
estos casos, orienta el diagnóstico y provoca la baja médica de la víctima. Hubo inten-
tos, en los casos que se diagnostican durante la jornada laboral, de imputarlos al tra-
bajo con argumentaciones apresuradas y con mucha carga política, pero carentes de
rigor científico. De allí el bautismo de una nueva entidad nosológica de la jurispruden-
cia que se dio en llamar "enfermedad del trabajo" que viene a sumarse al híbrido "en-
fermedad-accidente" y que permitieron incluir aquellas enfermedades dentro del marco
de la ley 9688.
Estos diagnósticos no médicos se han constituido en el atajo supletorio que
urge evitar y ponernos de acuerdo sobre el tema porque todas estas denominaciones
están revestidas de un halo jurídico que nada tiene que ver con la medicina, salvo la
palabra "enfermedad" y cuyos alcances se han pautado a partir de la vigencia de la re-
ciente ley 23.643.

LAS ENFERMEDADES PROFESIONALES (TECNOPATIAS)

Introducción
Las enfermedades profesionales son una realidad innegable en el desempeño
de ciertas profesiones que desde los albores de la humanidad han acechado y ataca-
do despiadadamente a los trabajadores expuestos a determinadas labores que mina-
ban su salud y que terminaban, al cabo de cierto tiempo, en la muerte.
Cuando comienza la explotación descontrolada del hombre por el hombre en
las nefastas épocas de la llamada revolución industrial con sede en Inglaterra; cuando
el maquinismo transforma brutalmente la producción a tal punto que un ladrillero fabri-
caba 450 ladrillos por día con sus manos y ahora alcanza a 22.000 unidades en el mis-
mo tiempo; cuando el trabajo se transforma en un tributo, confundiendo materia prima
con materia humana, contabilizando las ganancias y las pérdidas con la destrucción
tanto del material técnico como del material humano, se comprende el discurso del di-
putado Juan F. Cafferata en la Cámara en el año 1934: "Graves responsabilidades pe-
san sobre el patrón que sólo ve en el obrero una máquina más de la que puede usar a
voluntad, sin más criterio que la utilidad que le reporta, así como al Estado, cuando no
interviene para garantizar la salud y la vida del obrero" 1
¿Qué ha cambiado después de 50 años? Aunque se disimule, persiste en la
intimidad del dador de trabajo una exigencia más cercana a la servidumbre que a la
solicitud de servicio que le puede brindar el ser humano. Y el Estado, indiferente es-
pectador del drama a pesar de las leyes que tutelan los infortunios del trabajo, y la rea-
lidad de lo que se vive todavía en muchos países desarrollados y subdesarrollados en
materia de prevención y protección de la integridad psicofísica del trabajador que es
decepcionante y amarga. Las estadísticas mundiales lo avalan.
En tanto y en cuanto la avidez de la producción y las exigencias de la econo-
mía "antisocial" de mercado enceguezcan la visión del empleador para visualizar las
angustias y las esperanzas frustradas de quien le brinda el caudal inacabable de su
esfuerzo, los excesos de la injusticia persistirán hasta…
Hasta... Esta palabra es el horizonte sin límites. la palabra meta, la que interro-
ga con el "hasta cuándo" y el "hasta dónde".
A lo largo de la cruenta historia del trabajo que hemos descripto, esta situación
se ha mantenido y, a pesar de los adelantos de la ciencia v de la técnica y al mejor

52
control que hoy se ejerce sobre la patología profesional, el trabajo sigue siendo muti-
lante y deletéreo, cobrando víctimas por doquier, por lo que la lucha preventiva consti-
tuye un verdadero desafío a la inteligencia y a la capacidad de médicos, ingenieros de
medio ambiente, sanitaristas, técnicos en seguridad, ergónomos y muchos especialis-
tas más que, en actitud multidisciplinaria y mancomunada se han empeñado y se em-
peñan denodadamente en paliar las consecuencias nefastas del trabajo mal diseñado,
mal organizado y peor administrado en cuanto a la prevención de riesgos profesiona-
les se refiere.
Sabemos que en el desempeño de sus tareas, el hombre está expuesto a dos
tipos fundamentales de infortunios: el accidente de trabajo y la enfermedad profesio-
nal, constituyendo hechos reales, tangibles, diseminados en un verdadero intríngulis
lleno de confusiones que dificultan el entendimiento entre los obligados a interpretar-
los, tanto en el terreno de la medicina como en el del derecho laboral.

La objetividad en la valoración del infortunio laboral


La enfermedad profesional es objeto de variadas interpretaciones, a veces cier-
tas, otras no tanto y podemos decir que, al amparo de incorrectas interpretaciones (no
se puede manejar un instrumento sin su pleno conocimiento), la definición médica y le-
gal que se utiliza dista mucho de ser adecuada a los hechos y a la verdad científica.
Consecuentemente, esto diseña una estructura dificultosa, dubitativa, contro-
vertida y, muchas veces, injusta. Nuestra posición intenta, por lo menos, ser justa en el
amplio sentido del vocablo "justicia". El fiel de la balanza debe permanecer en el más
perfecto equilibrio objetivo y en el más absoluto vacío subjetivo.
La primacía de la objetividad debe ser el estandarte de la justicia en la conside-
ración de los infortunios del trabajo.
Así las cosas, nos dedicamos en este trabajo - que no agota el tema pero que
intenta dar pie para la discusión y el debate - a analizar la problemática que plantea a
diario la dilucidación de situaciones que llegan a nuestra consulta médica y al despa-
cho de los magistrados en plan de decidir, que se debaten en las dispares interpreta-
ciones de las leyes especiales, a veces con pruebas periciales insuficientes. de las
que el juzgador debe apartarse.

El método científico en la interpretación de las enfermedades profesionales


Las enfermedades profesionales deben ser objeto de una interpretación homo-
génea a la luz del método científico dirigido a la investigación etiopatogénica de las le-
siones inherentes al trabajo del que no nos debemos apartar pero que, lamentable-
mente, dista mucho de ser así, de lo que resulta un enfoque tan proteiforme y tan hete-
rogéneo basado en definiciones oblicuas, que dificultan sobremanera el encasillamien-
to y la interpretación de la enfermedad en cuanto a su etiología, su patogenia y su im-
putabilidad.
Se considera a la enfermedad profesional efecto de las condiciones y medio
ambiente de trabajo (CyMAT) que, desde el punto de vista médico, nunca tiene "fecha
fija", no se sabe "cuándo" se manifestará clínicamente ni "a quién" afectará, contraria-
mente a lo que sucede con el accidente de trabajo. Por eso afirmamos enfáticamente
que el elemento fundamental a tener en cuenta para el diagnóstico de una enfermedad
profesional propiamente dicha, es la etiología, la que debe estar estrechamente ligada
a la tarea sin ningún género de dudas. Se debe aplicar aquí el concepto médico de es-
pecificidad para convalidar el diagnóstico, ya que la enfermedad profesional debe ser
clínicamente típica y dotada de una sintomatología característica que corresponde a
una determinada respuesta del organismo frente a la acción de una causa única, la

53
misma siempre y no otra, salvo los casos que analizaremos en el Capítulo II de la Par-
te Segunda, que trata de !as estresopatías.

La condición de riesgo o contingencia


La enfermedad profesional lleva aparejada la condición de "riesgo" o "contin-
gencia" que se expresa a través de ciertas condiciones o circunstancias, tales como:

a) concentración ambiental eficiente de la noxa;

b) tiempo suficiente de exposición;

c) condición iterable y acumulativa de la agresión tóxica;

d) estado anterior del organismo expuesto;

e) situación de "locus minorae resistentiae";

f) diátesis;

g) hipersensibilidad;

h) atopía;

i) inmunodeficiencia;

j) edad, sexo, raza.

Todo ello teniendo en cuenta siempre que las respuestas del organismo huma-
no son distintas en forma, extensión y profundidad. Esto resulta de suma importancia
para el perito médico. Como se ve, este panorama complica enormemente el juicio en
la calificación veraz de las enfermedades profesionales porque este tipo de enferme-
dades afecta a un cierto número de hombres expuestos y no a otros en las mismas
condiciones, y antes de su expresión clínica (siempre con la misma sintomatología
para la misma causa), requiere un período determinado de tiempo.
La silicosis pulmonar obedece a la acción del óxido de silicio y no a otra sus-
tancia; el saturnismo es consecuencia del plomo y no de otro metal, afectando siempre
de la misma manera el organismo porque cada uno de los diferentes tóxicos tiene una
"predilección tisural" determinada. De ahí que las causas y las consecuencias de las
enfermedades profesionales sean perfectamente identificables.
Como hemos visto, el profesor Haber, basándose en el concepto de "dosis-res-
puesta" y contrariamente a lo que ocurre en el accidente de trabajo, expresa que la en-
fermedad profesional se caracteriza en que la agresión se produce a dosis baja, en
tiempo prolongado y con efectos crónicos. La enfermedad profesional se espera que
afecte a todos o a casi todos los expuestos al agente agresor si no se toman las medi-
das preventivas correspondientes.
A mayor abundamiento, mencionemos a Lefort y Courtin cuando afirman que
"la enfermedad profesional no es un hecho excepcional y podría afirmarse, es la resul-
tante fatal del ejercicio continuo de la profesión que se diferencia del accidente de tra-
bajo por ser éste fortuito", y a Ollive y Meingnen, quienes distinguen ambos infortunios
fundándose en que "lo característico de la enfermedad profesional es que son el resul-
tado de una causa inherente al ejercicio normal y habitual de la profesión, lo cual la co-

54
loca en oposición formal al accidente, que es factor anormal". Con lo que estamos ple-
namente de acuerdo.
No obstante esta posición, leemos en un trabajo sobre manifestaciones respira-
torias de las enfermedades profesionales, cuya autoría corresponde a los colegas
Bondancia y Werner, lo siguiente: "Hemos tomado el criterio de enfermedad profesio-
nal en su concepto más amplio, es decir, como sinónimo del quebrantamiento de la
salud por acción de agentes vinculados al trabajo, incluyendo así tanto el caso agudo,
accidental, como a los que se desarrollan con cronicidad" 2.
Respetamos la opinión unicista de los distinguidos colegas, pero no coincidi-
mos respecto del concepto etiopatogénico que, como sabemos, difiere sustancialmen-
te entre una lesión aguda y una lesión crónica, como lo afirman Lefort, Courtin, Ollive,
Meingnen y otros autores vernáculos.
Repetimos: no se deben confundir los efectos agudos de los crónicos aun
cuando se adopte "el concepto más amplio". Pruebas al canto:
El cloro y sus compuestos son de uso corriente en la industria química, en la in-
dustria del papel y otras, y el riesgo de los trabajadores expuestos es siempre de tipo
accidental, con sintomatología aguda irritante de las vías respiratorias que puede lle-
gar, en determinados casos, al edema pulmonar agudo.
En cuanto a la intoxicación crónica, digamos que "numerosas observaciones
sobre personal que ha trabajado más de 40 años en contacto con cloro, comprueban
que no tiene efectos acumulativos. por lo que se descartan lesiones crónicas" (Casti-
ñeira) 3.
Respecto de las citas bibliográficas que mencionan el "cloroacné" como enfer-
medad profesional originada por este gas, no está probado que sea el cloro el causan-
te de esta dermatosis, sino que su origen estaría en el alquitrán de hulla que interviene
en los ánodos de grafito y afecta al personal de plantas de producción de cloro.
Este ejemplo nos indica que no se debe confundir ni mezclar efectos agudos y
crónicos cuando se habla de enfermedades profesionales, y esa diferenciación debe
ser condición principal porque ayuda a encarar el tratamiento y a tomar las medidas
preventivas necesarias para neutralizar el riesgo.
Es más: los mismos autores - refiriéndose a los sucesos accidentales deriva-
dos de la profesión - expresan que "es deseable para el especialista en medicina del
trabajo, que en la práctica no necesite aplicar conocimientos ante el resultado alar-
mante de una exposición accidental", y en cuanto a las enfermedades profesionales
propiamente dichas, su intervención deberá ser precoz, preventiva, aunque, como los
mismos autores expresan, "muchos de los cuadros escapan a la órbita del médico del
trabajo y son diagnosticados por especialistas neumonólogos que indican una lamen-
table evidencia de su fracaso como prevencionista". Que es una verdad de perogrullo.

Tiempo preventivo y tiempo reparador


En la secuencia del infortunio que hemos dado se establecen dos tiempos:
lº) Tiempo preventivo.
2º) Tiempo reparador.
La importancia del tiempo preventivo que incluye los períodos 1º y 2º es funda-
mental en manos del médico del trabajo que debe centrar su gestión en la vigilancia de
la salud del trabajador y la vigilancia del medio ambiente de trabajo a fin de obtener ni-
veles óptimos en la primera, y eliminar los factores de riesgo en la segunda 23 es ta-
rea no fácil de concretar hoy día en todos los casos. De ahí que el médico del trabajo,

55
ante la menor sospecha de agresión de una determinada tarea o del medio ambiente
donde ella se lleva a cabo. exija el estudio de la situación solicitando la colaboración
de los expertos en la materia. Y puede ocurrir que las condiciones y el medio ambiente
laboral (CyMAT) sean calificados como "normales", considerado este término como lí-
mite aceptable no injurioso, es decir, respetando las concentraciones máximas permi-
sibles (CMP) y encontrar, no obstante, trabajadores afectados todavía comprendidos
dentro de los períodos evolutivos lº ó 2º.
Esto nos indica que los umbrales límites establecidos internacionalmente no
son más que parámetros estadísticos probabilísticos no excluyentes ni determinantes
en el marco de la biología. Lograr la identificación de alteraciones en fase subclínica
es hacer medicina preventiva, por lo que el ingeniero ambiental y el médico del trabajo,
actuando estrechamente unidos, podrán intercambiar opiniones técnicas en sus res-
pectivos campos de actuación y hacer una labor preventiva químicamente pura para
beneficio de los trabajadores acechados por los riesgos propios de su oficio. Que no
son pocos ni todos conocidos.
Como dice Malboysson - y compartimos su opinión - , "el verdadero problema
del médico del trabajo es la prevención, radicando su interés en la eliminación del ries-
go para evitar que otra persona en el mismo trabajo adquiera la enfermedad, y poco
importa, para ese médico, que tal o cual daño sea legal o no y que sea o no indemni-
zable".
A continuación nuestro enfoque de tiempo preventivo y tiempo reparador:
Tiempo preventivo:
Períodos lº y 2º:
Médicos, ingenieros y técnicos.
Tiempo reparador:
Períodos 3º, 4º y 5º:
Medicina, rehabilitación; Derecho, indemnización.

Otra característica de la enfermedad profesional que menciona Malboysson es


que tiene manifestaciones individuales, y la exposición a un riesgo idéntico puede pro-
vocar enfermedad grave a pocas personas v perturbaciones ligeras e incluso no detec-
tables en otras también expuestas, porque es una cuestión de susceptibilidad o de
predisposición individual que se manifiesta tardíamente, a veces después de años.
Recordemos que las respuestas del organismo humano son diferentes para
cada trabajador en forma, extensión y profundidad y, por otra parte, hay ciertas enfer-
medades compatibles con el desempeño del trabajo que pueden ser agravadas o exte-
riorizadas por el mismo, lo que se compadece con nuestra clasificación de los infortu-
nios laborales que hemos dado en llamar "enfermedad agravada o exteriorizada por el
trabajo".
Como hemos dicho, la enfermedad profesional se produce por una acción len-
ta, duradera y repetida, nacida del ejercicio mismo de una profesión determinada y la
mayor parte de las veces no resulta posible fijar el punto de partida de la enfermedad.
En ocasiones aparece años después e incluso tras largo tiempo de haber abandonado
el trabajo que le dio origen.
Para individualizar una enfermedad profesional es necesario establecer:
1) Un síndrome clínico característico.

2) Un agente etiológico profesional definido.

56
3) Los trastornos orgánicos o psíquicos que provoca.

4) La presencia del cuerpo extraño en el medio interno del organismo.

5) La posibilidad de reproducir experimentalmente la enfermedad.

Los puntos 1º, 2º y 4º serían suficientes para el diagnóstico clínico, aunque a


través de la investigación de los BTL bastarían el 2º y el 4º, que nos permiten descu-
brir estados subclínicos. Es la diferencia entre un infectado y un enfermo.
Cabe también acotar con Malboysson que un caso aislado de enfermedad ad-
quirida en el desempeño de una tarea no tiene por qué calificarse de enfermedad pro-
fesional. Una golondrina no hace verano.
Al respecto, ver la definición que damos (Parte Segunda, Capítulo III) coinci-
dente con la de Baader que requiere el principio de "frecuencia constante", de "especi-
ficidad" y de "afectación regular" a un determinado grupo laboral expuesto a la noxa y
el de "cronicidad" y "acumulación" en el tiempo.
Resumiendo, las condiciones necesarias para establecer la presencia cierta de
una enfermedad profesional propiamente dicha son:
a) Frecuencia constante
b) Especificidad de la noxa
c) Afectación regular
d) Cronicidad
e) Acumulación (infectado - > enfermo).
Cuando mencionamos el caso de la tuberculosis de los sastres de antaño, no
era el oficio ni sus condiciones medio ambientales las causantes de la enfermedad,
sino la predisposición del sastre y sus hábitos de vida proclives a contraer esta enfer-
medad.

Diagnóstico de la enfermedad profesional propiamente dicha


El diagnóstico de enfermedad profesional supone:
a) relación evidenciable causa-efecto;
b) referencias de causalidad específica;
c) correlación entre el daño producido y la causa invocada.
Estos requisitos diagnósticos requieren tener en cuenta las siguientes siete
condiciones médico-legales:
1ª) Naturaleza del agente agresor. La agresión debe ser real, localizada, adap-
tada y concordante con las condiciones y medio ambiente de trabajo, es decir, capaz,
por su naturaleza. de determinar la enfermedad considerada.
2ª) Naturaleza de la enfermedad. Es preciso que la enfermedad sea eventuali-
dad posible, clínicamente admisible y epidemiológicamente aceptable a través de ob-
servaciones similares históricas y estadísticas u obtenidas experimentalmente. En una
palabra: la enfermedad debe entrar en la categoría de aquellas que la observación o la
experiencia ha permitido considerar como efecto posible del agente incriminado.
3ª) Concordancia de órgano. La noxa debe alcanzar el órgano o tejido de
asiento específico para que se manifieste la enfermedad.

57
Esta 3ª condición es para nosotros muy importante y, al respecto, citamos, de
nuestra casuística. Ia peritación que sigue 24:
M.H.P. reclama indemnización por padecer una gastritis hipertrófica crónica
que vincula al contacto con hidrocarburos. El reclamante es expendedor de combusti-
bles en una estación de servicios. Los estudios muestran efectivamente, la existencia
de dicha gastritis por biopsia (¿Síndrome de Ménétrier?).
Teniendo en cuenta la patología características de los hidrocarburos, especial-
mente los de la serie aromática o cíclica (serie del benceno) y que el obrero expendía
nafta (sinonimia: gasolina, bencina, ligroína), que es una mezcla de hidrocarburos con
5 al 10 % de benceno, indagamos la posible acción sobre los tejidos hematopoyéticos
que son los de elección del benceno y encontramos: hemograma normal; medulogra-
ma por punción esternal normal. Estudio neurológico: normal.
La etiología de las gastritis es poco conocida (Bockus), mencionándose el al-
cohol, el tabaco, los condimentos, ciertos medicamentos, factores endócrinos e inmu-
nológicos (autoinmunidad) o bien la ingesta accidental de venenos químicos.
4ª) Relación anátomo-clínica. Es necesario que la enfermedad esté unida a
una sucesión de síntomas y manifestaciones características que muestran un encade-
namiento anátomo-clínico suficiente para la instalación de la enfermedad. Muchas ve-
ces, gracias a esta sucesión anátomo-clínica de los síntomas, puede identificarse la
acción de determinada noxa sobre el organismo.
5ª) Condición temporal. Como hemos dicho, la cronicidad es condición insepa-
rable para el diagnóstico y evolución de una enfermedad profesional.
6ª) La afección no existía antes. El examen médico preocupacional es la única
vía útil para establecerlo, lo que se logra con la estricta aplicación de la ley 19.587, por
parte del empleador.
7ª) Exclusión de causa extraña al trabajo. La agresión debe estar limitada y ser
específica de la tarea que se desempeña.
La sumatoria de estas siete condiciones diagnósticas son suficientes para esta-
blecer presunciones graves, precisas y concordantes en favor de la imputabilidad, aun-
que la ignorancia parcial del mecanismo productor de la enfermedad en estudio no de-
bilita la relación vinculante causa-efecto, no siendo necesario inventar explicaciones
patogénicas a menudo artificiales y de escaso contenido científico.

CLASIFICACION DE LOS INFORTUNIOS INHERENTES AL TRABAJO

Como acabamos de ver. es asombrosa la confusión y la disparidad desconcer-


tante respecto de la definición y la clasificación de los infortunios inherentes al trabajo.
lo que obstaculiza la comprensión razonada y razonable de las distintas formas en que
el trabajador puede ser víctima de lesiones a raíz del desempeño de su trabajo.
Es por ello que creemos llegado el momento de definir la situación ensayando
una tetralogía clasificatoria que consideramos válida y sencilla para la identificación de
estos infortunios.
Nuestra clasificación distingue:
a) el accidente de trabajo;
b) la enfermedad accidental;
c) la enfermedad profesional propiamente dicha (tecnopatías);

58
d) la enfermedad agravada o exteriorizada por el trabajo.

Con esta clasificación creemos abarcar todo el espectro infortunístico que ace-
cha y agrede al trabajador, en la convicción de que resulta suficiente tanto para la me-
dicina como para el derecho del trabajo y la seguridad social, sin alterar en absoluto
los derechos inalienables del trabajador en cuanto a la justa reparación del daño que
cualquiera de esos infortunios puedan provocarle.
Basta de creaciones jurisprudenciales circunstanciales que entorpecen el racio-
cinio y el juicio final y desatan controversias estériles e inconducentes. creando falsas
expectativas frente a los fines propuestos por la medicina y el derecho como son el
diagnóstico veraz y la reparación correcta del daño al trabajador y, sobre todo, a la
prevención sistemática de los factores de riesgo causantes de esas lesiones vincula-
das al trabajo.
En base a la clasificación que proponemos se podrán encuadrar los infortunios
inherentes al trabajo de manera razonable, clara y de concepción científica. Que es
nuestra humilde intención.
Si para manejar una terminal de computación se exigiera que el usuario sea un
técnico diplomado en electrónica, no habría mercado para este adminículo creado por
la técnica. cuya simplicidad es tal, que lo ha llevado al uso doméstico. Creemos que la
simplificación es la madre de la generalización y de la utilización. Simplificar para tipifi-
car, he ahí la cuestión.
Nuestra clasificación se basa fundamentalmente en una primera y neta diferen-
ciación entre lesiones agudas y lesiones crónicas como condición diferencial relevante
para el diagnóstico médico y la imputabilidad legal. Una cosa es el daño agudo, y otra
muy diferente, el crónico. En nuestra clasificación incluimos en las lesiones agudas el
accidente de trabajo y la enfermedad accidental, y entre las crónicas, la enfermedad
profesional propiamente dicha o tecnopatías y la enfermedad agravada o exteriorizada
por el trabajo.
Un ejemplo aclarará la cuestión: el flúor puede causar lesiones de tipo agudo
tales como dermitis, quemaduras químicas, conjuntivitis, edema pulmonar agudo o
bronconeumopatías agudas que representan situaciones etiológicas de alta agresión
al decir de Haber, accidentales, cuyo período de exteriorización es inmediato y perfec-
tamente identificable en cuanto al agente causal, forma, lugar y momento de produc-
ción del daño.
En cambio - siguiendo con el ejemplo - , podremos hablar de enfermedad pro-
fesional provocada por el mismo flúor, cuando el perito diagnostica un "síndrome os-
teoligamentario con osteocondensación difusa asociada a calcificaciones de los liga-
mentos o de la membrana interósea radiocubital", lesiones éstas que necesitan por lo
menos diez años para manifestarse y un tiempo de exposición al flúor que se extiende
a los ocho años.

Definición de los infortunios del trabajo


Basados en los conceptos históricos, características clínicas, causas y conse-
cuencias que se han descripto en la diferenciación de los distintos infortunios del tra-
bajo, creemos llegado el momento de intentar una definición enmarcada en nuestra
clasificación de los mismos.
Para ello, hemos creído necesario unificar los calificativos identificatorios del
daño al organismo tales como enfermedad, afección, traumatismo, herida, etc., en el
término genérico de lesión, entendiendo por tal todo daño o detrimento corporal físico

59
o psíquico que afecte al ser humano. Si esta "lesión" está vinculada al hecho o a la
ocasión del trabajo, será imputada a éste en los términos de los artículos 1 y 22 de la
ley 9688 y su modificatoria, la ley 23.643.
El argumento fundamental de nuestras definiciones está basado en la división
de las lesiones en agudas y crónicas, como hemos visto en la clasificación preceden-
temente comentada.
a) Lesiones agudas.
1) Definición de accidente. - “Es el acontecimiento fortuito, súbito, inespe-
rado, involuntario, instantáneo, inespecífico, con liberación energética
descontrolada de alta agresión, que ocurre en tiempo y lugar determina-
do y que puede provocar lesiones. Cuando este acontecimiento sucede
por el hecho u ocasión del trabajo se identifica la figura del accidente la-
boral”.
Analicemos esta definición.
I) “Es el acontecimiento fortuito, súbito, inesperado, involuntario, ins-
tantáneo, inespecífico", porque deben darse determinadas condicio-
nes concurrentes, sean materiales o humanas, para que, súbita-
mente y de manera inesperada (se espera que un accidente nunca
ocurra), se deflagre la energía potencial acumulada en el riesgo y/o
en el factor humano v el Siniestro se produzca.
II) "Con liberación energética descontrolada de alta agresión", porque
el accidente es una verdadera explosión o implosión de energía
cuya intensidad es variable y descontrolada. Su alta agresión es típi-
ca de todo accidente (Haber).
III) "Que ocurre en tiempo y lugar determinado y que puede provocar
lesiones", porque la ocurrencia de un accidente tiene fecha y lugar.
Respecto de las consecuencias, podrá provocar lesiones al trabaja-
dor pero también puede resultar indemne aunque la deflagración de
energía produzca la interrupción del desarrollo normal del trabajo.
Esto permite diferenciar accidente con baja médica de accidente sin
baja, cuasi accidente o incidente, que, no obstante, deberán compu-
tarse a los fines no sólo estadísticos sino, fundamentalmente, pre-
ventivos.
IV) “Inespecífico", porque este concepto de inespecificidad es un argu-
mento diferencial de primer orden. El accidente de trabajo no tiene
causa específica, sea única o sean múltiples, sean de origen mate-
rial, humano o asociado. Si un trabajador asciende por una escalera
con peldaños deteriorados y sufre una caída. a la causa material -
peldaño en malas condiciones - se suma el factor personal que re-
sulta del comportamiento o conducta insegura por parte de la vícti-
ma (factores asociados).
2) Definición de enfermedad accidental. - “La enfermedad accidental
inherente al trabajo es la enfermedad que sucede indirectamente a la
causa accidental originaria, constituyéndose en una concausa contem-
poránea o sobreviniente que complica o agrava las consecuencias del
accidente”.
Como expresamos reiteradamente, se destaca la conjugación de dos
hechos de distinta naturaleza y origen pero estrechamente concatena-
dos, siendo la enfermedad sobreviniente consecuencia indivisible del
accidente originario, cualquiera fuere su naturaleza. Y sobre todo, esta

60
denominación permite eliminar definitivamente el híbrido "enfermedad-
accidente" de reiterado uso en jurisprudencia. Volveremos enseguida
sobre este tema.
b) Lesiones crónicas.
1) Definición de enfermedad profesional (tecnopatías). - "Son enfermeda-
des profesionales las que se presentan con frecuencia constante en un
grupo de trabajadores expuestos a las mismas condiciones y medio am-
biente de trabajo y cuya etiología es específica, única, acumulativa. que
provoca siempre la misma enfermedad y cuya exposición requiere cier-
to tiempo para manifestarse clínicamente y ocasionar incapacidad labo-
rativa".
Analicemos esta definición.
I) Presentación con frecuencia constante a un determinado grupo de
trabajadores expuestos a la misma noxa y trabajando en las mismas
condiciones y medio ambiente de trabajo.
El riesgo en juego - cualquiera fuere su naturaleza - ataca al azar
no a un determinado trabajador expuesto, sino a la mayoría de ellos
o a todos - se espera - los que se verán afectados en un momento
dado.
II) El padecimiento es efecto específico de la tarea desempeñada. El
término “exclusivo" del artículo 145 (decreto del 14/1/1916) es im-
procedente porque descarta toda posibilidad sustitutiva, alternativa,
poniendo un cerrojo hermético a la polifacética estructura de la pato-
logía profesional tan proteiforme. De ahí que nos parece más técni-
co, más conveniente y menos cerrado, pero también más académi-
co, el término “específico" que permite caracterizar y distinguir una
cosa de otra. Esta especificidad etiológica deberá ser probada aten-
to los términos del nuevo régimen legal vigente en esta materia.
III) Necesidad de un determinado tiempo de exposición. Condición fun-
damental e inexcusable, es variable para cada sujeto. Antiguamen-
te, la estadística declaraba ciertos oficios como generadores de en-
fermedades. Tal la tuberculosis de los sastres, relojeros e impreso-
res de antaño que se calificó como enfermedad profesional hasta
que se demostró que estos trabajadores eran de físico endeble (los
tísicos) que elegían estos trabajos porque las exigencias de la tarea
eran ligeras, de escaso esfuerzo corporal, lo que contrastaba en los
casos de trabajadores robustos, indemnes al mal aun desempeñan-
do tareas más exigentes y fatigosas. De ahí que los datos estadísti-
cos eran falsos en esa época porque la tuberculosis atribuida a esos
oficios no era efecto específico del tipo de trabajo, sino que la elec-
ción instintiva de los mismos por personas débiles o enclenques, era
lo que explicaba el aumento de la tuberculosis pulmonar.
Sí, en cambio, debemos tener presentes las auténticas enfermedades
provocadas por un determinado trabajo o por su ambiente y no otro. en
los que la noxa, cualquiera fuere su naturaleza, atacará a un mismo
grupo profesional expuesto a lo largo de un determinado - aunque no
preciso - tiempo de exposición.
Por ejemplo: es efecto específico del trabajo el neumatocele del con-
ducto de Stenon de los sopladores de vidrio, el calambre del telegrafis-
ta, la tenosinovitis del antebrazo del filetero del pescado - como noso-
tros la hemos estudiado y publicado - , la silicosis pulmonar de los obre-

61
ros de minas y canteras expuestos al polvo de granito (sílice), el cáncer
del etmoides de los trabajadores de cierto tipo de maderas, la dermatitis
del aceite, las leucemias provocadas por las radiaciones ionizantes, el
cáncer atribuido al monómero de cloruro de vinilo, etc.
Por eso coincidimos con Baader cuando expresa que "lo decisivo en la
posición diagnóstica de una enfermedad profesional es la etiología", ya
que la verdad clínica es, para el médico, el camino fundamental del que
no debe apartarse, como afirma Dantín Gallego.
Ello se logra por una buena anamnesis dirigida a detectar la relación de
la enfermedad con el trabajo actual y trabajos anteriores, y esto es res-
ponsabilidad directa del médico en general y del médico del trabajo en
particular, así como del empleador que debe propiciar y no eludir los
exámenes médicos para prevenir estas enfermedades. Cabe aquí una
reflexión: es común que en las historias clínicas se consignen los térmi-
nos "operario" o "trabajador" o "empleado" con que la Oficina de Perso-
nal remite al postulante a empleo al Servicio de Medicina del Trabajo de
la empresa. Esto no basta porque para el médico del trabajo es indis-
pensable saber qué tipo de trabajo va a desempeñar el trabajador pro-
puesto.
Siguiendo con el análisis del tiempo de exposición, reiteramos que el
accidente es un acontecimiento circunstancial y, en cambio, la enferme-
dad profesional propiamente dicha es un acontecimiento habitual bajo
condiciones de higiene y seguridad deficientes o descontroladas. La
noxa agresiva se instala en el lugar de trabajo en forma persistente, no
potencial sino activa, sea en la tarea en sí, sea en el medio ambiente
donde ésta se desarrolla, afectando siempre a más de un trabajador ex-
puesto a las mismas condiciones agresivas o tóxicas.
Reiteramos que no hay enfermedad profesional aguda. Quede este
concepto médico bien grabado en el lector. Por lo demás, la enferme-
dad profesional, cualquiera sea su naturaleza, admite la posibilidad de
ser reproducida experimentalmente en animales de laboratorio. En apo-
yo de nuestra definición, Achával sostiene que "son aquellas (las enfer-
medades profesionales) que se originan y desarrollan en el ejercicio de
una profesión, producto de la acción reiterada y lenta de los elementos
normales del trabajo".
2) Definición de enfermedad agravada o exteriorizada por el trabajo (enfer-
medad ocasional). - "Es aquella enfermedad en la que el trabajo obra
como causa inespecífica desencadenante, propiciatoria, exteriorizadora
o aceleradora de un proceso patológico preexistente de origen congéni-
to o adquirido, que causa incapacidad laborativa".
Esta definición tiene sustento jurídico en la teoría de la indiferencia de la
concausa, de pacífica aplicación en la doctrina y la jurisprudencia nacio-
nal, constituyéndose como concausa preexistente el proceso patológico
subyacente y como agente causal el desempeño de determinado traba-
jo agravador o exteriorizador de dicho proceso.
Ejemplos de enfermedad agravada o exteriorizada por el trabajo son los "esta-
dos anteriores" - así llamados por la medicina - tales como los terrenos varicosos, las
artropatías lumbares crónicas, las atopías, las alergias, el terreno asmático, la diabetes
y otros que, en determinado momento y por causas derivadas del desempeño del tra-
bajo. originan incapacidad.

62
A este respecto. citemos un fallo que expresa que "no es necesario que el tra-
bajo actúe en el organismo del trabajador como factor directo, único, exclusivo; basta
que obre concausalmente en la aparición o la agravación de la enfermedad". Las vári-
ces - sigue el fallo - son consideradas indemnizables siempre que se pruebe categóri-
camente la influencia de la permanente posición de pie durante el trabajo, sin que in-
fluya la predisposición en virtud del principio de indiferencia de la concausa 4.
En este tipo de infortunios crónicos destacamos la existencia de una patología
anterior no vinculada a la tarea en sí misma o a su medio ambiente, a la que el desem-
peño del trabajo, en forma inespecífica, exterioriza, altera o agrava. Contrariamente a
la enfermedad profesional, que tiene carácter específico y responde a determinada ta-
rea, la enfermedad agravada carece de la condición de especificidad.
Cuando Marc dice que "la injuria profesional es todo daño que sufra el trabaja-
dor en su salud originado o agravado por el trabajo", confunde conceptos, pues la
agravación de un estado patológico anterior motivada por el trabajo no es una enfer-
medad profesional propiamente dicha - una tecnopatía - sino la consecuencia de las
CyMAT. Que una enfermedad profesional determinada se agrave por la acción persis-
tente de la exposición a una determinada noxa vale, claro está: una hipoacusia induci-
da por el ruido industrial o un saturnismo se agravarán en tanto y en cuanto no se to-
men las medidas preventivas correspondientes y el trabajador continúe expuesto al
riesgo sin solución de continuidad.
La enfermedad profesional, como la hemos definido, se prevé que afecte a un
número determinado de trabajadores expuestos y no a uno solo - lo que sería excep-
cional - ni, tampoco, a todos, lo que establece una franca diferencia con la enferme-
dad agravada por el trabajo que puede ser selectiva dentro del grupo profesional afec-
tado. Es la circunstancia de lugar de trabajo y la condición de su desempeño, el leitmo-
tiv de la agravación.
La diferencia marcada entre enfermedad accidental y enfermedad agravada o
exteriorizada por el trabajo es que en la primera se trata de la existencia de una con-
causa sobreviniente y en la segunda de una concausa preexistente, lo que la medicina
llama "estado anterior" o "predisposición". Por otra parte, en el caso de la enfermedad
accidental, no necesariamente se espera que la misma se repita, ya que puede produ-
cirse una sola vez; en cambio, en el caso de enfermedad agravada o exteriorizada por
el trabajo, se espera la repetición de la misma manifestación patológica si no se toman
las medidas preventivas y/o terapéuticas necesarias y el riesgo etiológico continúa ac-
tuando. La cronicidad de estas manifestaciones no está en la expresión sintomática de
la enfermedad en cuestión sino en el terreno apto para que esta enfermedad se mani-
fieste. El asmático que sufre un acceso agudo provocado por las CyMAT tiene un te-
rreno crónico, congénito o adquirido, que provoca la sintomatología aguda incapacitan-
te. Este es el sentido que damos a la denominación "enfermedad agravada o exteriori-
zada por el trabajo" y la propuesta de su inclusión en el cuadro de las lesiones cróni-
cas.
En materia de enfermedad agravada por el trabajo, no enferma quien quiere
sino quien puede.
Este tipo de enfermedades condiciona no pocos problemas, y suelen plantear-
se situaciones discutibles - cuando no conflictivas - en cuanto a la imputabilidad mé-
dico-legal por las dificultades con que se tropieza para poner en evidencia la relación
causa-efecto inherente al trabajo, sobre todo respecto del dictamen médico. La Orga-
nización Panamericana de la Salud (OPS) dice que "el médico no sólo debe conocer
las enfermedades y las incapacidades de origen profesional, sino también adentrarse
en la comprensión del posible papel que juegan los factores laborales en el desarrollo
y empeoramiento de las enfermedades o incapacidades no siempre asociadas con el
medio ambiente laboral" 5.

63
Cabe aquí la mención de la llamada "enfermedad del trabajo" que, al igual que
el concepto de "enfermedad-accidente", la jurisprudencia ha incluido como infortunio
del trabajo reparable.
Según Vázquez Vialard, las enfermedades del trabajo se clasifican en:
a) directamente profesionales o enfermedades profesionales verdaderas, y

b) indirectamente profesionales o enfermedades del trabajo, que son las pro-


ducidas en ocasión del trabajo como en otras circunstancias.
Según este criterio de clasificación etiológico, se distinguen las enfermedades
profesionales que, según la ley (en su anterior versión) deben ser efecto "exclusivo"
del trabajo, de las “enfermedades del trabajo" que han sido inducidas, favorecidas, o
influenciadas por el desempeño de determinada tarea y su circunstancia, pero no pro-
vocadas específicamente por ella y, por lo tanto, son de naturaleza inespecífica.
En este tipo de enfermedades, la incertidumbre acosa y significa un desafío
considerable para el perito porque la exteriorización o agravamiento de una lesión
preexistente se puede precisar muchas veces y vincularla al desempeño del trabajo,
pero ¿hasta dónde? y ¿desde cuándo? Y esto no es tarea fácil.
La inespecificidad de las enfermedades ocasionales agravadas o exterioriza-
das por el trabajo es el obstáculo mas significativo para la imputabilidad cierta. El agra-
vamiento de várices "por trabajar de pie" ocho horas continuadas ¿es suficiente razón
de imputabilidad? ¿El afectado por esta vasculopatía deja de permanecer de pie fuera
de la jornada laboral? ¿Hasta qué límites la estación de pie es más significativa - etio-
lógicamente considerada - dentro o fuera del trabajo? ¿Puede el perito afirmar rotun-
damente y sin ningún género de dudas que la condición laboral es patognomónica?
La estación de pie es una característica antropológica inseparable del homo
erectus y, por lo tanto, el hecho de trabajar de pie no tiene siempre rango suficiente de
causa científicamente indubitable. Entonces nos preguntamos: ¿hasta qué grado el
trabajo "de pie" y en movimiento (otra cosa es el trabajo de pie estático) resulta causal
suficiente o preponderante para agravar várices preexistentes?
Este es un interrogante a tener en cuenta por el perito. Cautela, entonces. No
subestimar - ya lo hemos dicho - , pero tampoco sobrestimar. Juicio sereno, sobre
todo tratándose de enfermedades ocasionales inespecíficas en las que el rigor científi-
co debe ser extremadamente prolijo.
Por otra parte, esto ha quedado eliminado en virtud de la sanción de la ley
23.643. Por esta norma es considerada enfermedad profesional toda aquella "contraí-
da por el hecho o en ocasión del trabajo", eliminándose el requisito de exclusividad
que, aunque ya había sido soslayado con la reforma de la ley 18.913, la interpretación
armónica del artículo 22 de la ley 9688 (con el agregado de la ley citada anteriormen-
te), daba sustento a la distinción entre enfermedad profesional y enfermedad del traba-
jo, lo que ahora ha sido modificado por el nuevo ordenamiento legal.

64

También podría gustarte