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1 RECUPERADO DE: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/details/ns_lit_doc_20120404_come-
celebrare_sp.html
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después del primer domingo de la Pasión)—, esté preparada a recibir la gracia
divina.
En esta realidad que expresa una exigencia antropológica: «Como ser social, el
hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el
lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios» (CIC, n.
1146), los símbolos y signos en la celebración litúrgica pertenecen a aquellos
aspectos materiales que no se pueden desatender. El hombre, criatura compuesta
de cuerpo y alma, necesita usar también las cosas materiales en la adoración de
Dios, por que requiere alcanzar las realidades espirituales a través de signos
visibles. La expresión interna del alma, si es auténtica, busca al mismo tiempo una
manifestación externa del cuerpo; y a la vez, la vida interior está sostenida por los
actos externos, los actos litúrgicos.
Muchos de estos símbolos, al igual que los gestos de la oración (los brazos abiertos,
las manos juntas, arrodillarse, ir en procesión, etc.), pertenecen al patrimonio
común de la humanidad, como lo demuestran las diversas tradiciones religiosas.
«La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y
de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la
creación nueva en Jesucristo» (CIC, n. 1149).
Por último, las palabras y las acciones litúrgicas son inseparables y componen los
sacramentos, a través de los cuales el Espíritu Santo realiza «las "maravillas" de
Dios que son anunciadas por la misma Palabra: hace presente y comunica la obra
del Padre realizada por el Hijo amado» (CIC, n . 1155).
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LOS SIGNOS EXTERNOS DE DEVOCIÓN POR
PARTE DE LOS FIELES2
OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE
En este encuentro la iniciativa, como siempre, es del Señor que se sitúa en el centro
de la ecclesia, ahora resucitado y glorioso. De hecho, “si en la liturgia no destacase
la figura de Cristo, que es su principio y está realmente presente para hacerla
válida, ya no tendríamos la liturgia cristiana, totalmente dependiente del Señor y
sostenida por su presencia creadora”[3].
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RECUPERADO DE: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/details/ns_lit_doc_20110112_devozione-
fedeli_sp.html
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humanos; porque, de otro modo, tampoco podremos ser divinos”[7]. Así pues, la
confianza filial debe caracterizar nuestro encuentro con Cristo. Sin olvidar que
“esta familiaridad encierra también un peligro: el de que lo sagrado con el que
tenemos contacto continuo se convierta para nosotros en costumbre. Así se apaga
el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, ya no percibimos la
grande, nueva y sorprendente realidad: él mismo está presente, nos habla y se
entrega a nosotros”[8].
En realidad, los gestos del cuerpo expresan y promueven “la intención y los
sentimientos de los participantes”[11] y permiten superar el peligro que acecha a
todo cristiano: el acostumbramiento. “Para nosotros, que vivimos desde siempre
con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener
esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi
imperceptible”[12]. Por eso “un signo convincente de la eficacia que la catequesis
eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido del
misterio de Dios presente entre nosotros. Esto se puede comprobar a través de las
manifestaciones específicas de veneración de la Eucaristía, hacia la cual el itinerario
mistagógico debe introducir a los fieles”[13].